domingo, 28 de junio de 2020

353. SANCHO FERNÁNDEZ DE HEREDIA Y LA CONQUISTA DE CERDEÑA


353. SANCHO FERNÁNDEZ DE HEREDIA Y LA CONQUISTA DE CERDEÑA
(SIGLO XIV. BURBÁGUENA)

En el pueblo de Burbáguena, vivía el noble don Fortuño Fernández de Heredia, señor de Godojos, cuyos hijos, dos valientes caballeros llamados Sancho y Lorenzo, partieron acompañando al infante don Alfonso a la reducción de la isla de Cerdeña. Después de varias batallas victoriosas, y una vez que fue firmada la paz, el infante premió a ambos hermanos, quienes decidieron comenzar una nueva vida al margen de la milicia. Mientras Lorenzo prefirió quedarse en la isla mediterránea, Sancho, como primogénito de la casa, se dispuso a regresar a Aragón, su añorada patria.

Embarcado en una galera con parte de los valerosos guerreros junto a los que había luchado, emprendía Sancho la vuelta ansiada. Ignoraba entonces que, tras tantos duros combates como había disputado en la isla, todavía habría de librar la última y más peligrosa de las batallas.

Ocurrió que, estando ya el barco en alta mar, se desató una tempestad como no se recuerda otra semejante, de manera que no había fuerza humana que pudiera auxiliar a aquellos desventurados, cuyo naufragio y muerte parecían seguros. Al verse desamparados e indefensos, alzaron sus ojos al cielo, hincaron sus rodillas en el suelo y pidieron a los respectivos patrones de sus pueblos para que intercedieran por ellos ante el Altísimo. Sancho, ferviente devoto de santa Ana, se aclamó a ella buscando su patrocinio.

En medio de tantos mareos, súplicas y oraciones, divisaron a lo lejos una luz tenue que cobraba mayor fulgor al acercárseles flotando sobre el agua. El misterioso resplandor apaciguaba los vientos y amansaba la mar a su paso. Cuando estuvo al lado de la galera y las aguas se aquietaron, los tripulantes, viéndose libres de todo peligro, se acercaron para descubrir que la luz procedía de un farol posado sobre una caja. Al abrirla, pudieron ver dentro de ella una pequeña imagen de santa Ana.

Don Sancho pudo quedarse con la imagen de la santa y, cuando llegó a su patria, la depositó en la capilla familiar de la iglesia parroquial de Burbáguena, donde todavía hoy se puede venerar.

[Faci, Roque A., Aragón..., II, págs. 186-187.]