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domingo, 17 de noviembre de 2019

LA REINA MARÍA LLORA LA AUSENCIA DE ALFONSO V


161. LA REINA MARÍA LLORA LA AUSENCIA DE ALFONSO V
(SIGLO XV. ZARAGOZA)

Doña María —hija de Enrique III el Doliente, rey de Castilla, y esposa de Alfonso V el Magnánimo, rey de Aragón— había ido a rezar un día al llamado templo de Diana, ataviada con un blanco vestido y adornada con un hermoso collar de la orden de la Jarra pendiente del cuello. Cuando acabada su oración comenzó el camino de regreso al palacio real, en la Aljafería de recuerdos moros; quienes la servían y estaban a su lado dicen haberla visto suspirar tristemente maldiciendo su soledad ante la prolongada ausencia del rey, que una vez más estaba en Nápoles.

LA REINA MARÍA LLORA LA AUSENCIA DE ALFONSO V  (SIGLO XV. ZARAGOZA)


Recordaba la reina el ya lejano momento en que su esposo, al son de múltiples y estruendosas trompetas y tamboriles, se despidió cariñosamente de ella junto al barco «para yr en Berbería», quedando así como desamparada y sola.

Con grave dolor de corazón, rememoraba las tierras de Italia que había conocido, donde estaba el escenario de las andanzas de su marido el rey, y recordaba a la reina Juana de Nápoles, en cuya ayuda había acudido después Alfonso V aceptando la propuesta de la soberana napolitana de adoptarlo por hijo y nombrarle heredero del reino si le ayudaba militarmente contra Felipe III de Anjou, su gran enemigo, como así hizo.

Alababa la reina doña María, que era una mujer fuerte de espíritu, las victorias, los proyectos culturales y las múltiples empresas militares de su esposo, vencedor para entonces de dos reyes en África e Italia, pero se quejaba también amargamente y para su interior de que la «fortuna, ynvidiosa» le había mantenido alejado demasiado tiempo del reino, de sus tierras y de ella misma para ir a conquistar otros horizontes lejanos, dejando desventurada a ella, su esposa, que ahora se dolía llorosa, en silencio, sin compartir con nadie su pesar, tras el rezo en solitario en el templo de Diana.




María de Castilla (Segovia, 1 de septiembre de 1401 - Valencia, 4 de octubre de 1458). Infanta de Castilla, Princesa de Asturias (1402-1405) y reina de Aragón (1416-1458) por su matrimonio con Alfonso el Magnánimo. Primera hija de Enrique III «el Doliente» y de Catalina de Lancáster y hermana de Juan II.

Nacida en la ciudad de Segovia, María fue la mayor de los hijos del rey Enrique III y la reina Catalina de Lancáster. Su madrina fue la tía de su madre, María de Ayala, monja e hija ilegítima del rey Pedro I de Castilla. Creció en una residencia completamente regida por castellanos, en donde vivió hasta el momento de su matrimonio, lo cual era inusual para una infanta destinada a casarse con un príncipe extranjero. Su educación estuvo a cargo del Gran Senescal del reino, Pedro González de Mendoza, mientras que su gobernanta fue Inés de Ayala y Toledo, 3.ª señora de Casarrubios del Monte. Como hija primogénita, María fue investida con el título de Princesa de Asturias, reservado para el primero en la línea de sucesión. Su padre la hizo jurar heredera presunta del reino en las Cortes de Toledo el 6 de enero de 1402, siendo al mismo tiempo comprometida con su primo-hermano Alfonso, hijo de su tío paterno Fernando, como una forma de reforzar sus derechos sucesorios. El nacimiento de su hermano Juan (futuro rey) en 1405 la desplazó de la sucesión; desde ese momento, ella fue sólo Infanta.

Su infancia fue muy feliz, de acuerdo a las crónicas contemporáneas; la fragilidad de su salud no fue evidente hasta el momento de su matrimonio. Su padre murió cuando ella tenía cuatro años, dejando la corona a su hermano Juan II, haciéndola heredera presunta nuevamente. Su madre, la reina Catalina, gobernó el reino de Castilla como Regente durante la minoridad de su hijo y la Infanta pudo observar las capacidades de la reina en la labor gubernamental. Las acciones políticas de la Reina-Regente hicieron que posteriormente María fuera muy consciente de sus responsabilidades y prerrogativas como reina y como regente, que se confirmarían al entregársele el antiguo Señorío de Villena, a modo de Ducado de Villena, entre 1409 y 1415. Madre e hija fueron muy unidas y mantuvieron una frecuente correspondencia tras del matrimonio de la Infanta.

El compromiso entre María y Alfonso no fue formalizado hasta que ella cumplió los siete años de edad, aunque fue reconfirmado por el rey Enrique III en sus últimas voluntades y testamento.1​ En el mismo acuerdo, se pactan otras dos alianzas nupciales: entre el hermano de María, Juan II y la hermana de Alfonso, María, y entre la hermana menor de María, Catalina, con el hermano de Alfonso, Enrique.​ El matrimonio entre María y Alfonso se celebra en la Catedral de Valencia el 12 de octubre de 1415. La ceremonia fue oficiada por el antipapa Benedicto XIII, el cual también otorga la dispensa matrimonial para el enlace.1​ María recibió una espléndida dote consistente en tierras y rentas, a la vez que Alfonso era elevado al rango de Infante de Castilla. El rey Juan II luego se quejaría de que la dote de su hermana era demasiado grande y que en verdad era la más grande jamás recibida por alguna Infanta de Castilla.4​ Un año después, en 1416, su marido fue proclamado Rey de la Corona de Aragón, subiendo al trono como Alfonso V.

Las disputas familiares eran constantes gracias a las políticas de sus suegros, los reyes de Aragón Fernando y Leonor de Alburquerque. Los Infantes de Aragón, sus cuñados Enrique, Pedro y especialmente el intrigante Juan fueron extremadamente problemáticos e impertinentes durante la regencia de María.​

María tenía una salud delicada, posiblemente padecía de epilepsia. Un brote de viruela la dejó con cicatrices permanentes y sin atractivo. No tuvo su primera menstruación hasta los dieciséis años, por lo que la consumación de su matrimonio fue postergada hasta entonces; no tuvo hijos. Su unión fue simplemente política sin ninguna clase de afecto. Los pocos momentos felices que tuvo en su matrimonio tuvieron lugar durante los primeros años. La falta de descendencia afectó grandemente su matrimonio y el reinado de Alfonso V. La relación entre ambos empieza a deteriorarse visiblemente desde 1423, luego del retorno de Alfonso V de Nápoles y al enterarse de que la amante italiana de su marido, Giraldona Carlino, le había dado un hijo, Fernando. Terriblemente herida por su infidelidad, María le informa falsamente a su marido de que su madre había muerto con el propósito de herirlo. El divorcio no era una opción y la pareja permaneció unida sólo por conveniencia.

Durante los años 1420 y 1423 y a causa de las largas ausencias de Alfonso V tuvo que actuar como lugarteniente general de Aragón y en el principado de Cataluña entre los años 1432 y 1458.

Se involucró en las luchas que se desarrollaban en Barcelona entre los campesinos y los burgueses.

Tras la derrota de Ponza (1435) en la que Alfonso V fue hecho prisionero por los genoveses aliados al soberano napolitano, Renato de Anjou, María convocó cortes en Monzón para recabar los fondos para la liberación de su esposo.

En 1453 dejó Cataluña y se trasladó a Castilla donde intervino como mediadora en las luchas castellano-aragonesas y consiguió que se pactara la tregua de Valladolid.

Murió sin descendencia. Está enterrada en el Real Monasterio de la Trinidad en Valencia. Aunque la historiografía había tendido a considerarla una persona caritativa y devota, se ha señalado que la reina sentía predilección por los pequeños artistas y las obras humildes, y por ello jugó un destacable papel en la promoción artística y cultural de la época.

Earenfight, Theresa (2010). The king's other body: María of Castile and the crown of Aragon. Philadelphia: University of Pennsylvania Press.
ISBN 0-8122-4185-1.

domingo, 14 de junio de 2020

196. LA VENGANZA DE ABDELMELIC


196. LA VENGANZA DE ABDELMELIC (SIGLO XI. ALBARRACÍN)

A fines del siglo XI, los territorios independientes de la taifa de Albarracín estaban rodeados de los de la importante taifa de Sarakusta, de los de Molina, Cuenca y Alpuente, y de unos minúsculos señoríos vasallos del Cid. Sus pequeñas cortes eran hervideros de confabulaciones y las relaciones con los alcaides de sus fortalezas no estaban exentas de episodios más o menos intrigantes.
El segundo señor independiente de la Sahla, Abdelmelic ben Razín, tuvo ocasión de vivir una de estas intrigas en el castillo de Adakún, hoy Alacón, del que era alcaide y vasallo suyo un tal Obaidalá, cuñado de Abdelmelic, puesto que estaba casado con una hermana de éste.
Tramó con cuidado y sigilo Obaidalá el asesinato de su cuñado y señor, hombre ya mayor, con el deseo de sucederle en el gobierno de la Sahla. Para ello, invitó a su palacio a Abdelmelic y a sus hombres de confianza, ofreciéndoles un banquete en el que corrieron profusamente comida y vino. Cuando el señor de Alacón creyó llegado el momento, sus esbirros se lanzaron sobre Abdelmelic y le hirieron gravemente. Ante el drama que se estaba produciendo, la hermana del agredido —y esposa a la vez del agresor— pudo subir al piso superior y solicitar auxilio al exterior, de modo que los servidores de Abdelmelic entraron en el recinto y prendieron a los agresores, dejando con vida al traidor y a su hijo, tal como les pidió su señor, que yacía herido.

Los organizadores de tan sangriento festín fueron castigados con saña para que sirviera de escarmiento y Abdelmelic —que salvó la vida, aunque le quedaron cicatrices del atentado— hizo comparecer públicamente a Obaidalá, su cuñado, ordenando que le cortaran manos y pies, que le vaciaran los ojos y, por fin, que fuera crucificado a la vista de todos, como así se hizo, desoyendo las súplicas de su hermana. En cuanto al hijo del señor de Alacón, que era su sobrino y había participado también en la conspiración, decidió dejarle en libertad, pero no sin antes ordenar que le fuera cortado un pie para que nunca le pudiera perseguir.
Hay quien, todavía hoy, cree oír en Alacón, junto a las ruinas del castillo, los lamentos de una mujer, sin duda la esposa de Obaidalá, gemidos por el hijo al que su marido, el señor de la Sahla, castigara.

lunes, 23 de agosto de 2021

ALMOYNA Y ORACIÓ. Geroni Rosselló

L'ALMOYNA Y L'ORACIÓ.


(Á n'en M. V. Amer.)


N'es una, una verge bella,

Tota perfum, blanca flòr;

N'es l'altre germana d'ella,

Tota bàlsam, tota còr.


Ne tenen d'àngel la cara;

Las ama Déu mes que tot;

Filles d'una sola mare,

Com dos llíris d'un sol brot.


De senzillés van compostes

Y vesten blancor de néu;

De un palau molt alt son hostes,

Que illumina el llum de Déu.


LA LIMOSNA Y LA ORACIÓN.

(Á D. M. V. Amer.)

Hay una virgen bella, toda perfume, flor de blancura deslumbrante; tiene una hermana, cáliz es su corazón de bálsamo esquisito.

Ambas de rostro angelical, son las muy amadas del Señor, hijas gemelas de una madre, como dos lirios de un mismo tallo.

La amable sencillez,  aquí su atavío; blancas son sus vestiduras más que la nieve, y habitan en un excelso palacio, donde la divina luz resplandece.


L'hermosura les iguala,

Sos còrs son copes de mèl;

L'una en terra 'ls ulls acala,

Y los alsa l' altre al cèl.


Totes dues reclinades,

Apenas dormen de nit,

Escoltant el món callades,

Per si n'òuen algun crit.


Y las vetla y las contempla

Una dama ab gran amor,

D'hermosura sens exempla

Rodada de resplandor.


Cuant despunta l'auba clare,

Cuant l'auba n'ha despuntat:

- Salut, mare! salut, mare!

Nostra mare Caritat!


- Filles mies! filles mies!

Per los homens tots, salut!

Empreniu las vostres vies,

qu'un nou jorn ja n'es vengut.


Al home el dolor mòu guèrra

Y me dolen los seus crits;

Per ço baixau a la tèrra

A albergar dins los esprits. -


Son iguales en belleza y sus corazones copas de miel. Una, con ojos de insondable melancolía, mira el triste suelo; la otra los alza a las celestes esferas.

En vela siempre y atentas a los eternos gemidos del mundo, escuchan silenciosas de día y de noche, por si alguno de ellos hiere sus oídos.

Contemplándolas con amor infinito las vigila una matrona de sin igual gallardía, rodeada de celestes resplandores.

Apenas el alba sonríe a los mortales, apenas ha despuntado: - Salud, madre! salud, madre! Madre nuestra Caridad!

- ¡Hijas mías! ¡hijas mías! A los hombres todos salud! Emprended vuestros caminos, que nuevo día clarea ya en el horizonte.

Contra el hombre batalla el implacable dolor; sus gritos congojosos mi corazón entristecen: descended; sean los espíritus vuestro albergue.-


Y aixamplant ses ales blanques

Los dos àngels de consòl,

Com los aucells de les branques,

Baixan en tèrra d'un vòl.


Per lo camí d'un vilatge

Van a cumplir lo vòt séu,

Parlant ab son dols llenguatge

Y sols visibles de Déu.


- Germaneta, ma germana,

Germaneta ¿ahont vols anar?

- Del monastir la campana,

Vaig la campana a tocar.


Ja se mòren les estrelles,

Despértense aucells y flòrs,

Y al Déu de les maravelles

Vull elevar tots los còrs.


Y tú, germana, en lo poble

¿Qué hi dirá ta veu suau?

- Parlará á lo còr del noble,

Cercantlo dins son palau.


A comensar vá lo dia

Per guanyar l'home el sustent,

e pobres hi ha en la agonía

Qui no tenen aliment.


Y los dos ángeles de consolación estienden sus alas de cisne, como pájaros que de un vuelo saltan a la tierra desde la alta copa del árbol.

Caminito de un lugar, van a cumplir el voto suyo, hablando su armonioso lenguaje, y únicamente visibles de Dios.

- Hermanita, hermana mía, ¿adónde quieres ir? - Del monasterio la campana, la campana voy a tañer.

Ya las estrellas se apagan, las aves y las flores ya despiertan; quiero que al Dios de las maravillas levanten el vuelo todos los corazones.

- ¿Y tú, hermana, qué dirás en el pueblo con tu voz de suavidad hechicera?- La haré resonar en el alma del magnate, sorprendiéndole en su tugurio.

El día empieza, ha llegado la hora de que los mortales ganen su cotidiano sustento, y hay muchos desvalidos que en vano hambrientos lo reclaman.


Per çò m'en vaig a l'orella,

L'orella del rich altiu,

Y es ma veu que l'aconsella

Cuant sent son còr que li diu:


¿Veus lo gòig que te rodetja,

Lo pler que sempre 't segueix,

La ditxa que te festetja,

L'òr qu'en tes mans resplandeix?


No cregues que l'Etern vulla

Que, ab tant, el còr tengues buyt,

Y qu'árbre de molta fulla,

No li dones flòr ni fruyt.


No cregues tant t'asistesca

Perque entri el vici en ton còr,

Y fart de mèl de la bresca,

Olvits l'abella y la flòr.


Pensa que lo que te sobra ,

Li falta a lo téu germá;

Que es la misèria del pobre

Lo que Déu damés te dá.


Que per cada gust que 't donas,

Plora cent llágrimes éll;

Que ab las púes tú 'l coronas

De las flòrs de ton raméll.


Por esto me inclino al oído del rico altanero; y es mi voz que le aconseja cuando le dice su corazón:

¿Ves el júbilo que te circunda, el placer que siempre te sigue, la dicha que te corteja, y el oro que en tus manos resplandece?

No te figures que permita el Altísimo, que abundoso en tantos bienes terrenales, quede pobre y desmedrado tu corazón, y que, árbol de mucha hoja, no le des flor ni fruto.

No creas que tanto te mime para que entre el vicio en tu alma, y harto de la miel del panal, de la abeja te olvides y de la flor.

Piensa que tus sobras hacen falta a tus hermanos menesterosos, y que la miseria del pobre es lo que Dios te concedió con exceso.

¡Infeliz! ¡Cuántas lágrimas vierte por cada uno de tus gustos! Con las espinas de tu pomposo ramillete martirizas su frente mustia.


Que n'es llarga s'agonia,

Com los teus plaers son bréus;

Que sa fortuna faria

Cada gust petit del téus.


Dónalos, donchs, lo que tiras

Als pobrets necesitats;

Floretes que sols no miras,

Y jòchs que tens olvidats.


No vullas que mentres goses,

Muyra de fam ton vehí;

Que 't fassa ton llit de roses

Qui no 'n té sols per dormí.


Puis lo qu'el rich sacrifica

Mogut per la caritat,

Déu l'hi torna y centuplica

Cuant entra en la eternitat.


Y aconsellant la riquesa,

Vaix inspirant sempre el bé,

Per lo bé de la pobresa

Y lo del qui 'l bé vol .


Y tú, ma dolsa germana,

¿Qué fás en est mon per l'hom?
- Prench la veu de la campana

Perque me senta tothom.


Porque larga es su agonía, como fugaces son tus placeres; y el menor de tus goces labraría su fortuna.

Haz dádiva pues a los necesitados de lo que locamente desperdicias, florecillas que apenas miras, juguetes pueriles que ya olvidados tienes.

¡Guardéte Dios de gozar, mientras tu hermano desfallece de hambre; de que mulla tu blando lecho de rosas el que no sabe en donde reclinar su soñolienta cabeza.

Pues lo que el opulento, a impulsos de su caridad, sacrifica, se lo devuelve Dios centuplicado, cuando traspasa los umbrales de la Eternidad.

Y aconsejando así a la riqueza, inspiro siempre el bien, en pro de mis muy amados pobrecillos y para bien de los que desean practicarle.

- Y tú, dulce hermana mía, ¿qué haces en este mundo para el hombre?- Tomo la santa voz de la campana, para que a todas partes llegue mi celestial reclamo:


Y anant per tot invisible,

Convertida en sò argentí,

M'en entr' en lo còr sensible,

Y llavòrs li parl'axí:


¿Veus l'univers que 't sustenta,

La vida que 't dona Déu?

¿Veus lo sòl que te calenta,

Tot cuant l'home té per séu?


No cregues que el Etern vulla,

Puis éll te tregué a la llum,

Que ton còr la fe no aculla,

Y sias flòr sens perfum.


No cregues qu'ets sa semblansa,

Perque li sias ingrat;

Ni que culles l'esperansa

Per tenir l'àrbre olvidat.


Tos ulls axeca a l'altura,

Jonolls en terra, ab fervor;

Parla ab ton Déu, criatura

Que ton Déu te sed d'amor.


Ou l'aucellét que li canta,

Ou lo suspir de los vents,

Del bòsch la música santa,

Remor de fonts y torrents.


Y en todas invisible, convertida en argentino acento, penetro en los corazones afectuosos y les hablo así:

Estiende la mirada por el maravilloso universo, considera la vida que el Señor te regala, contempla el sol que te calienta, todo cuanto el hombre juzga suyo.

No creas que permita el Eterno, que habiéndote sacado de las tinieblas del no ser, la fe no acojas en tu corazón, y que seas flor sin perfume.

No juzgues que te crease a semejanza suya para que tan inmenso beneficio le pagues con negra ingratitud, para que descuidases el árbol que por fruto te da la celeste Esperanza.

Levanta los ojos a las alturas, y humildemente postrado, platica con tu criador, criatura, que sediento está de tus adoraciones.

Oye al pajarito que le canta, oye los suspiros del viento, la música del bosque, el rumor de torrentes y fontanas.


Com ab son alé la rosa,

Agraït feslí oració,  (fesli, fésli)

Per la corona que 't posa

De rey de la crëació.


Pensa qu'es l'home, s'imatge,

De tot lo mes noble y bell,

Que té esperit y llenguatje

Per poder parlar ab ell.


Pensa que ni ha que l'ofenen,

Essent tan bò, essent tan gran;

Que no comprenen d'on venen,

Que no comprenen ahont van.


Que ni ha que sa lley flastoman,

Que ni ha que no tenen fe,

Que la supèrbia no doman,

Desconeguent sa mercé.


Qu'olvidan lo sacrifici

Que ha fet Déu per sa salut,

Y exemple donan del vici

Fent bèfa de la virtud.


Pensa que Déu tot ho olvida

Ab un sol suspir del còr,

Que sa bòndat no té mida,

Cuant sént d'un home lo plòr.


Agradecido envíale tu oración, como la rosa su perfume, por la corona de rey de la creación con que ciñe tu frente.

Piensa que el hombre, hecho a imagen suya, es de todo lo mas bello y más noble: que tiene espíritu y lenguaje para poder hablar con él.

Reflexiona que, con ser tan bueno, con ser tan grande, hay quienes le ofenden, ignorantes de su destino y sin saber de donde vienen ni a donde van.

Que no faltan blasfemos de su ley divina, desamparados de la fé sacrosanta, que no saben enfrenar su soberbia, y desconocen sus mercedes.

Que olvidan el sacrificio que ha hecho Dios para su salvación, y ejemplo dan del vicio, escarneciendo la virtud.

Piensa que Dios todo lo perdona con un solo suspiro del corazón; que su bondad es infinita, cuando el llanto de los hombres llega a sus misericordiosos oídos.


Pensa que ni ha qui se feran

En guèrra sanguenta y cruèl;

Que ni ha qui se desesperan

Desconfiant de tot lo cèl.


Que ni ha qu'ab sanch de llurs venes

Compran la vida, mesquins;

Que ni ha mesos en cadenes,

Y de estraviats p'els camins.


Pobres de esprit qui s'arrufan,

Viudes y òrfens sens consòl,

Despullats qui s'escarrufan,

Sens que tengan agombòl.


Malats qui 'n son mal gemegan,

Espaordits devant la mòrt;

Y navegants qui se negan,

Lluny de la platje ó del pòrt.


Qu'esperant dels qui no 's cansan

Prechs al cèl por lo be séu,

Hi ha difunts que no descansan

Encare en la pau de Déu.


Pensa qu'Éll en tot cuant obra,

De bondat hi possa el dó;

Qu'una pregaria li sobra

Per dar remey y perdó.


No olvides que en lucha sangrienta se maltratan muchos cuitados: no olvides que, desconfiando del cielo, hay muchos que desesperanzan.

Que hay quienes con sangre de sus venas compran ¡mezquinos! la vida; que los hay entre cadenas, que los hay descarriados;

Pobres de espíritu que se amilanan, viudas y huérfanos sin consuelo, desnudos ateridos que anhelan un abrigo bienhechor.

Enfermos acongojados que ante la muerte despavoridos tiemblan, y náufragos presa de las olas traicioneras, lejos de la playa o del puerto.

Almas doloridas, que desde su morada de espiacion, esperan su libertad de los que por ellas ruegan al cielo; difuntos que aun no han conseguido descansar en la paz del Señor.

Piensa que todas las obras suyas llevan el sello indeleble de su bondad; que una plegaria le sobra para remedio y perdón.


Per ço, alsa els ulls del abisme,

Y encén, ánima de néu,

La llum d'amor al prohisme,

La llum del amor a Déu.


Y recúllte solitaria,

Posa fòch en l'urna d'òr;

Fés l'encens de ta pregària.

Y l'encenser de ton còr.


- Germaneta, germaneta,

Gran Déu es qui 'ns feu axí!

Al poble aném via dreta,

Y Déu mos dó bon camí. -


Y surt l'auba ab llum de rosa,

Y esquinsa a la nit los vels;

S'òbri la ponsella closa,

Y apaga el cèl los estels.


El puig mes alt del paratge

Innunda la llum del sòl,

Y el campanars del vilatge

Tocan campanes al vòl.


¡Ó dels àngels santes obres!

¿Quín miracle ab ells es féu?

Sonriuen avuy los pobres,

Y s'úmpl'el temple de Déu!


Aparta pues tu vista del abismo, y enciende, alma de nieve, la luz del amor al prójimo, la luz del divino amor.

Y en solitario recojimientopón fuego en la urna de oro; sea incensario tu corazón, celestial incienso tus oraciones.

- Hermanita, hermanita, grande es el Dios que nos hizo! Al pueblo vamos derechamente, y que nos conceda buen viage. -

Y el alba clarea circundada de celajes sonrosados, rasgando el velo de la noche; ábrese el aromoso botón de las acopadas flores, y las estrellas se apagan.

Las más empinadas cumbres con la luz del naciente sol resplandecen, y en los campanarios tocan a vuelo las campanas.

¡O de los ángeles obras santísimas ¡O milagro! Hoy los pobres sonríen, hoy está lleno el templo del Señor.


Geroni Rosselló - almoyna y oració

jueves, 29 de julio de 2021

VII LA MATINADA DEL DIVENDRES SANT.

VII

LA
MATINADA DEL DIVENDRES SANT.



Á
MA GERMANA MARIETA.



I

A
L´AUBA.







Avuy
finá´l bon Jesús;
Tal día com ´vuy la mort
Tot un Deu del
Cel y Terra
Sofrí clavat en un tronch.



Axecáuvos,
ma germana,
Que vull anar al sermó;
Axecáuvos, les cinch
justes
Toca´l rellotje de Cort.



Temps
prou n´hi há per dormir,
Descans ne tenim bé prou;
Ara al
servici de Deu
Ab afany correrém pront;





VII
LA
MADRUGADA DEL VIÉRNES SANTO.



Á
MI HERMANA MARÍA.



I
AL
ALBA.



Hoy
murió nuestro Señor Jesucristo; hoy el soberano Dios de cielos y
tierra sufrió la muerte, clavado en un madero.



Levántate,
hermana: iremos á oír el sermon; levántate, las cinco dan en punto
en el reloj de la Ciudad.



Ya
dormiremos más otro día; sobrado tiempo queda para el descanso;
ahora debemos correr con presteza al servicio de Dios.








Ara
qu´els braços extesos
Per derramar gracia al cor,
Per darnos
una aferrada
Estreta té´l Fill del Hom.



Vaja,
sí, ma germaneta,
Vestíuvos saya de dol,
Llarch vestit de
merin negre,
Espessa manta de gro;




Y
ab cabells plans, á imatge
De la Mare dels Dolors,
A ab los
ulls baxos, plorosos,
Y gens falaguer lo còs;

Ab humil
cara mostráune
Del pit lo greu desconhort;
Que l´Esglesia nos
convida
A que dexem vuy lo mon.
¡Ay, Deu meu, per mi
moríreu;
Muyra mon pecat per vos!





II
PE´L
CARRER.



Qué
n´es de fredós l´oratje;
Còm siula lo ventijol;
D´un
extrem á altre natura
Desficiosa se conmou.


Ahora tiene el
Hijo del Hombre abiertos los brazos, para derramar su gracia en el
corazon, para abrazarnos estrechísimamente.



Vaya,
hermanita. Vístete traje de luto; larga falda de negro merino,
mantilla de espesa seda.



Ciñe
tu pelo, sin rizos, como el de la Vírgen de los Dolores; ten los
ojos bajos y llorosos, el paso grave;

El ademan humilde, el
rostro compungido, para demostrar de alguna manera el acerbo dolor
del alma: que la Iglesia nos convida á que hoy dejemos el mundo.



¡Ay
Dios mío, por mí moriste! ¡Muera por Ti mi pecado!



II
EN
LA CALLE.



Qué
aire tan frío. Silba el viento. Naturaleza se conmueve toda por
extraño modo.





Tardana´s venguda
l´auba,
No llambrejará lo sol,
Qu´avuy tapat, esmortit,
Roda
per un cel boyrós.



Mes ¡ay! ¿còm lluhir
podría
Si Jesucrist son autor,
Si´l Sol diví de
Justicia
Apaga ses resplendors?

Mira el cel, ma
germaneta,
Mira lo cel, que fa por,
Perque los ángels avuy
No
volen mirar lo mon.

Y plany la naturalesa
Los traballs de
son Creador;
Cada any sembla que s´asusta;
Veus, filla meua,
ja plou.



No´s
descobreix la montanya,
Ni clareja l´horizont,
Ni una campana
ressona,
Ni lo fum ix dels fogons;

Ni les gayes
pagesetes
Esmeltan son pit ab flors;
Perqu´es ben trista
diada
Del Divendres sant lo jorn.
¡Ay, Deu meu!. per mi
moríreu!

¡Muyra mon pecat per vos!







Tarde
lució el alba; el sol no mostrará su faz, porque cubierto,
desmayado, gira en el nublado cielo.



Mas
¡ay! ¿Cómo brillar pudiera, si Jesucristo, su autor, divino Sol de
Justicia, apaga los propios resplandores?

Mira el cielo,
hermana mía, mira el cielo; infunde pavor, porque hoy los ángeles
no quieren mirar el mundo.



La
Naturaleza se conduele de los padecimientos de su Creador; todos los
años se asusta. Ya está lloviendo, hija mía.



No
se ven las montañas; no hay un claro en el horizonte; ni una campana
resuena; ni el humo se escapa de los hogares;

ni las graciosas
campesinas esmaltan con flores su pecho; porque es tristísimo día,
el día del viérnes Santo.



¡Ay
Dios mío, por mí moriste! ¡Muera por Tí mi pecado!





III
DINS
LA SEU.



Baix d´estos archs nos
espera
La verge de la oració;
No cerquem aygua beneyta,
Que´s
d´alegría recort...

Encara la Casa-Santa
Destil-la ses
resplandors,
Sobre´l sepulcre d´argent
Ahont reposa lo
Deu-Hom.



Sacramentat tot lo
día
Des l´ofici de Dijous,
En tota la nit passada
Ací ha
ascoltat sublims vots.



Ni un ciri, ni una
catifa,
un domás se veu p´en lloch;
Sens ornaments
les columnes,
Despullat lo Altar major.



Sobre les rònegues
pedres,
Demunt los banchs y escalons,
S´asseuen en terra
broja,
Moguts per la devoció,

Homes y dones del poble,

Mariners y texidors,
Qu´han vengut per meditar
La mort de
son Redentor.



III
EN LA CATEDRAL.




Bajo estas bóvedas
nos espera la vírgen de la oracion; no busquemos agua bendita, que
es recuerdo de gozo espiritual...

Áun está iluminado el
Monumento, y el resplandor de sus hachas se difunde sobre el argénteo
sepulcro, donde descansa el Hijo del Hombre.



Sacramentado desde la
misa del Juéves Santo, toda la noche ha escuchado quí sublimes
deseos.



Ni una vela, ni una
alfombra, ni un damasco se ven en los otros lados de la iglesia; sin
adornos las columnas, desnudo el altar mayor.



Sobre las solitarias
piedras, en los bancos y escalones, se sientan, en el santo suelo,
llevados de su devocion,

hombres y mujeres del pueblo,
marineros, tejedores, que han venido á meditar la sagrada muerte de
Jesucristo.





¡Quín silenci! ¡quín
silenci!
Les ombres dels sigles morts
Sembla qu´ouen, y
s´acostan,
Ab llurs mantos descomposts...

Lo sacerdot dés
la trona
Conta de Deu la Passió,
Y á la multitut
plorosa
Relliquies mostra ab fervor;




Un quadro del
Ecce-Homo,
Quant treyan Deu al balcó;
Espines de la corona
Que
li aficaren al front.



Ne
conta les set paraules
Que en la creu digué´l Senyor;
Lo
perdó dels enemichs,
Del home la redempció;

Son gran
crit, quant espirava;
Y´l terratrémol del mon,
Entés per un
humil sabi
D´una llunyana regió.

Los desgraciats que
ascoltan
Suspirs llan
çan y singlots;
Ningú´s distrau,
ningú parla;
Y posantse de genolls,


¡Qué silencio!
Las sombras de los pasados siglos prestan atencion, y se acercan, con
los mantos agitados...

El sacerdote desde el púlpito narra la
Pasion del Redentor, y enseña á la llorosa muchedumbre santas
reliquias;



un
cuadro del Ecce-Homo, que representa cuando Pilátos sacó a Jesus al
balcon; espinas de la corona, que le hincaron en la frente.



Cuenta
las siete palabras que el Señor habló en la Cruz; el perdon de los
enemigos; la redencion del género humano;



su
gran clamor, cuando espiraba; y el terremoto del mundo, interpretado
por humilde sabio de lejanas regiones.



Los
pobres trabajadores que escuchan, lanzan profundos suspiros y
sollozos; ninguno se distrae, ninguno habla; y poniéndose de
rodillas,


Miran la
encreuat Jesús
Que senyala´l sacerdot...
Míra´l, oh germana
mía;
Tres hores de cruels dolors

Costaren á Deu los
hòmens
Y llurs térboles passions.
Míra´l, extés per
nosaltres,
Li ratjava sanch á doll........
¡Ay, Deu meu, per
mi moríreu!
¡Muyra mon pecat per vos!



Març
de 1869.





Miran
al crucificado Jesus, que el sacerdote tiene en las manos.... Míralo,
hermana mía: tres horas de crueles dolores

costaron á Dios
las turbulentas pasiones humanas. Míralo, clavado por nosotros, le
saltaba la sangre á torrentes.......

¡Ay Dios mío, por mí
moriste! ¡Muera por tí mi pecado!