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martes, 23 de junio de 2020

306. MARTÍN VISAGRA, PERJURO


306. MARTÍN VISAGRA, PERJURO (SIGLO XIV. DAROCA)

Un vecino de Daroca, llamado, según dicen quienes conocen la tradición, Martín Visagra, había finalizado su faena diaria y regresaba de las huertas que riega el Jiloca hacia su casa un atardecer de otoño. Era un vecino normal, hombre sobradamente conocido entre los habitantes de la villa, aunque nunca había destacado por nada. En su casa lo esperaban como cualquier otra jornada de trabajo.

Sin embargo, aquel día, sin saber qué motivos pudieron inducirle a llevar a cabo una acción así, puesto que él tenía más que suficiente en sus propiedades, robó un cesto lleno de uva de la viña propiedad de un vecino suyo. Se dio cuenta éste de lo sucedido y le recriminó por el robo cometido, conminándole a devolverle los racimos.

Martín Visagra se encaró malhumorado con quien decía ser dueño de la uva que llevaba y negó la comisión del robo, intentando persuadirle de que la fruta era suya, recién cogida de su propia viña no hacía mucho rato. Y, para tratar de convencer por completo al vecino, delante incluso de otros campesinos que acudieron al oír las voces, rogó al Santísimo Misterio que, cuando pasara frente al convento de los Trinitarios, si los racimos de uva del capazo eran de la viña del vecino reclamante, le convirtiera en estatua de mármol.

Corría al parecer el año 1328, y desde aquel día una estatua de piedra representando a Martín Visagra, de dos cuartas de altura, está vigilante en la puerta del convento de Trinitarios, como recuerdo a toda la comunidad de lo que puede sucederle a un perjuro.

[Bernal, José, Tradiciones…, págs. 137-138.]