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domingo, 14 de junio de 2020

204. LA MORA ENCANTADA DE SALLAÓN


204. LA MORA ENCANTADA DE SALLAÓN (SIGLO XIV. EL GRADO)

El agua del actual embalse de El Grado esconde un fondo bastante rugoso y accidentado. Entre los collados y alcores que hoy están ocultos a los ojos, existía uno llamado «Sallaón» cuyo significado explicaba la gente como deformación de la frase «¿en sale aún?», porque en tiempos, cuando el río Cinca y sus arroyuelos afluentes se secaban con el estío, los varios manaderos existentes en este paraje daban agua a todos los pueblos de los alrededores, que acudían allí con sus cántaros en permanente procesión. Dado el rigor de la canícula, quienes llegaban al paraje temerosos de que el agua hubiera dejado de manar preguntaban a los que regresaban o estaban aún llenando sus cántaros: «¿en sale aún?», o sea, «salaón», es decir,
«Sallaón».
Pues bien, en Sallaón, además de los pozos de agua clara y fresca que daban de beber a los pueblos del contorno, abrían sus fauces varias cuevas, entre las cuales destacaba una que, aunque no tenía la boca o entrada muy grande, era profunda, muy oscura y ramificada por dentro. En esta cueva misteriosa, vivía una mora encantada que, conservándose siempre eternamente joven, permanecía allí a pesar de que sus correligionarios habían abandonado el lugar bastantes lustros antes.
En torno a la mora encantada, en la que jamás dejaba huella alguna el paso del tiempo, correteaban juguetones siete traviesos moricos, tal vez hijos de aquel hombre cristiano que un día pasó por delante de la cueva buscando unos hatos de leña y no regresó nunca con los suyos, enamorado y encantado por la agarena. Madre e hijos se escondían siempre de la luz del día, y sólo se les podía ver, mejor intuir, desde lejos, cuando, en cada ocaso, las sombras de los picachos circundantes descendían lentamente por la ladera de Sallaón.
Lo cierto es que cada nuevo amanecer, los pozos siempre estaban limpios y arreglados sus accesos. Sin duda alguna, el padre cristiano de los moricos traviesos, enamorado eternamente de la hermosa mora, decidió quedarse con ella y regalar, a su vez, a las gentes cristianas y sencillas del contorno el cuidado de los manaderos.
[Datos proporcionados por Rosario Tobeña Arasanz, de El Grado. Colegio «San Vicente de Paúl».Barbastro.]

204. LA MORA ENCANTADA DE SALLAÓN

lunes, 29 de abril de 2019

LA DEFENSA DE MEDIANO


2.14. LA DEFENSA DE MEDIANO (SIGLO VIII. MEDIANO)

LA DEFENSA DE MEDIANO (SIGLO VIII. MEDIANO)
Embalse, pantano de Mediano

En cierta ocasión, en tiempos de la reconquista, el pueblo de Mediano fue cercado por los musulmanes, mientras don Pedro, su señor, hombre malvado como pocos, había salido para buscar ayuda armada. Una fenomenal tormenta retardó el asalto, pero, por otra parte, elevó tanto el nivel de las aguas del Cinca, que don Pedro se vio imposibilitado de socorrer a sus convecinos sitiados.
Pensó don Pedro en construir un puente, pero la empresa era poco menos que imposible. Desesperado, se decidió a buscar la alianza del diablo, al que encontró en la cueva del Entremón. Si construía —le dijo— un puente sobre el Cinca antes de que cantara el primer gallo de Mediano, le ofrecía su alma a cambio. El problema es que Satanás rechazó la oferta, puesto que no tenía ningún valor para él dada la maldad que caracterizaba a don Pedro. Sin embargo, lo construiría si le entregaba a las tres doncellas más hermosas del pueblo, accediendo el guerrero sin pensar en las consecuencias.
Advertido por su mujer de que el pacto suponía la pérdida de su propia hija, quiso romperlo, pero no pudo hallar al diablo. Entonces, dio voces a los de Mediano para que despertaran antes del alba a todos los gallos, pues, aunque el puente quedaría sin terminar, salvaría a su hija. Cuando así se fue a hacer, encontraron muertos a todos los gallos, fulminados por el propio Satanás.
Mientras el puente iba tomando forma construido por miles de diablos, la hora del alba se acercaba y, con ella, el plazo marcado. El malvado Pedro, arrepentido, invocó desesperado a la Virgen y de momento nada sucedía. Sin embargo, a punto de expirar el plazo, rompió la tranquilidad de la noche un kikirikí desgarrador. En torno al «puente del diablo» se armó una algarabía de mil demonios y Satanás, vencido, se sumergió en las aguas del río, dejando prácticamente construido el puente.
En definitiva, un hombre viejo del pueblo, para salvar a su nieta —que era una de las tres doncellas condenadas— imitó tan bien el cacareo del gallo que pasó por natural. Y, cuando se le preguntó por qué había tardado tanto en hacer la imitación, contestó que así se encontrarían el puente prácticamente acabado y gratis.
Con la ayuda del puente, al que siempre le faltaron algunos sillares, los refuerzos llegaron a Mediano, que pudo romper así el asedio que padecía.
[Orús, Mariano, «El puente del Diablo», El Cruzado Aragonés, 43, 45, 47, 4951.]




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