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lunes, 22 de junio de 2020

238. LA MORA SOLITARIA Y EL PASTOR DE LUESIA


238. LA MORA SOLITARIA Y EL PASTOR DE LUESIA
(SIGLOS XIV-XV. LUESIA)

Hacía siglos que Luesia se había visto libre de la dominación de los musulmanes, pero, como en tantos otros lugares, algunos moros decidieron permanecer en las casas en las que habían nacido y vivido más de quince generaciones. No obstante, la población agarena de Luesia fue disminuyendo paulatinamente hasta quedar reducida a la mínima expresión.

Llegó un momento en el que quedó solamente una mujer mora, de esbelta figura, dicen, que se aisló por completo del resto de la población cristiana en la Cantera de Vallestán, también conocida como «Punta la Mora», nombre que precisamente constituye un testimonio de su recuerdo.

Apenas nadie veía a nuestra mora pues nunca se acercaba al pueblo. Para sobrevivir, debía pescar en el río y poner trampas a las aves y a los conejos, alimentos que cocinaba —muchas veces se veía ascender hacia el cielo una tenue columnilla de humo— en un hogar hecho de piedras. Durante la primavera y el verano, haría, sin duda, acopio de frutos del monte, que por estas tierras es bastante dadivoso. Cada día, eso sí que era sabido por todos, se la podía ver descender hasta la orilla del río Arba para lavarse y tomar agua.

Todo su contacto humano se cifraba en la presencia a distancia de un pastor de Luesia que cada día, cuando caía la noche, le dejaba cuidadosamente un cuenco de madera lleno con leche fresca de sus ovejas a la vera del Arba. Y cada noche la mora solitaria bebía complacida la leche de las ovejas del pastor cristiano.

Al día siguiente, cuando el pastor volvía de nuevo, siempre encontraba el cuenco limpio y boca abajo, con una moneda encima.
Se repitió durante tanto tiempo aquella silenciosa y distante relación que los habitantes de Luesia siempre han creído que en la cueva, tras desaparecer un día la mora sin saber cómo, debió quedar oculto un importante tesoro en monedas, e incluso que existe un becerro de oro que le debieron dejar a la muchacha sus correligionarios cuando marcharon al exilio, pero nadie lo ha encontrado todavía.

[Recogida oralmente.]

domingo, 21 de junio de 2020

225. LA CUEVA DE LA MORA ENCANTADA, Tarazona


225. LA CUEVA DE LA MORA ENCANTADA (SIGLO XII. TARAZONA)

225. LA CUEVA DE LA MORA ENCANTADA (SIGLO XII. TARAZONA)


En la tarde de una primavera temprana, un grupo de muchachos musulmanes —habitantes de una Tarazona dominada hacía ya algunos años por los cristianos— se hallaba paseando por las inmediaciones de la cueva que estaba próxima a los baños árabes, cuando se vieron sorprendidos por la fantástica aparición de la figura blanca y deslumbrante de una hermosa joven, vestida al modo oriental, enjoyada y envuelta en sedas.

Tras detenerse silenciosa unos instantes ante ellos, la fantasmal y atractiva figura, con la mirada absolutamente perdida en el horizonte, como si no hubiera visto a los muchachos, se adentró de nuevo en la cueva que le servía de cobijo, un antro que sus padres les habían descrito tantas veces como lugar maléfico y siniestro. Todos quedaron preocupados, buscando sentido a aquel episodio, aunque para ninguno de ellos lo tenía.

Intrigados como estaban por lo sucedido, volvieron los muchachos en varias ocasiones más al mismo lugar, repitiéndose idéntica escena tantas cuantas veces fueron al paraje, sin mediar nunca palabra alguna.

Un día, sorprendiendo a todos los demás, uno de los chicos se separó del resto, se acercó decidido a la joven y la abrazó con mucha fuerza. Luego, se tomaron ambos de la mano, y se fueron alejando lentamente y en silencio por la vereda que llevaba a la entrada de la cueva. Una vez allí, se adentraron en ella y desaparecieron. Después, se hizo el silencio más absoluto, sin que el muchacho volviera a dar señales de vida. Tanto por el barrio moro como por el resto de la ciudad cristiana, se corrió la noticia, coincidiendo todos en que la cueva estaba habitada por una mora encantada.

Sólo se sabe que, transcurridos algunos años, en un intrincado escarpe de los aledaños fue encontrada, descolorida y rota, una elegante escarpela carmesí, dentro de la cual se halló una pequeña cruz de plata

[Pérez Urtubia, Teófilo, «La cueva Bayona», Heraldo de Aragón, 10-X-1978.]



sábado, 20 de junio de 2020

206. LA LOSA MORA (SIGLO XIV)

206. LA LOSA MORA (SIGLO XIV)

206. LA LOSA MORA (SIGLO XIV)


Quienes defienden la teoría de que en las altas tierras pirenaicas apenas si hubo moros están en un craso error, aunque, por descontado, su influencia fue mucho menor allí que en el llano ibérico en el que había grandes ciudades habitadas por musulmanes. Lo cierto es que los ejemplos de la estancia de moros en las tierras altas, de quebrados y bellos parajes, son abundantes y algunos de sus recuerdos son ciertamente poéticos y bellos, cual pudiera ser el caso de la mora de Saravillo y sus alrededores.

En una ocasión, ocurrió, y así lo recuerdan todavía los cristianos viejos de estas tierras, que una mora, todavía joven y con capacidad para amar, lloraba de manera desoladora la presumida muerte del hombre al que quería, pues hacía tiempo que no sabía absolutamente nada de él después de haber salido a hacer la guerra.

Desconsolada y temerosa ante aquella duda que le atormentaba noche y día, la mora dejó su casa y cuanto en ella tenía y decidió caminar sin rumbo fijo en busca de su hombre moro. Iba vagando de valle en valle, procurando no ser vista por nadie. Llevaba una pesada losa sobre su cabeza, mientras hilaba hebras de lino para poder tejer suaves camisas y desgranaba múltiples oraciones dedicadas a su Dios en busca de consuelo.

Un día no más feliz que otros, en un paraje apartado y lleno de silencios, halló los restos mortales del hombre al que buscaba, que estaban todavía envueltos en la chilaba que ella le tejiera ante el trepidar de la leña que ardía en el hogar. Descargó con mimo y sumo cuidado, como si de una pluma de ave se tratara, la losa pesada que transportaba en la cabeza y cubrió con ella para siempre al moro de sus sueños. Allí se conserva todavía y puede verse la «losa mora» para dar testimonio de lo sucedido a cuantos guardan un ápice de sensibilidad en su espíritu aunque recen a otro Dios.

[Andolz, Rafael, «Dichos y hechos del Altoaragón. Mascún misterioso», Folletón del Altoaragón, 22 (1981), pág. VIII.]


Dolmen situado entre los pueblos de Nasarre y Otín, en la sierra de Guara. Se accede a él desde Rodellar, siguiendo el camino que lleva a la primera de éstas poblaciones por los incomparables parajes del barranco del Mascún. Su datación corresponde al eneolítico (III-II milenio a.d.C.). Su excavación en 1934-35 dio ajuar común a estas construcciones consistente en cerámica lisa, dos puntas de flecha, ocho cuchillos y un raspador todos ellos de sílex. Además aportó dos hachas de piedra pulimentada y un punzón de bronce.


Cuenta la leyenda, a él asociada, que un rey moro quedó prendado de la belleza de una joven cristiana habitante de esos contornos. Ella le correspondía pero no así sus familiares que veían imposible el amor entre dos personas que rezaban a dioses diferentes. Una mañana, pensaron en huir a otro lugar donde poder vivir su amor sin que nadie los conociera ni los juzgara. Muy temprano, quedaron en el fondo del barranco de Mascún, con la esperanza de que nadie viera su escapada. Sin embargo no fue así. Caballeros cristianos vieron a la feliz pareja enfilar el camino del norte e iniciaron una implacable persecución. Los caballos de guerra, mucho más rápidos, poco tardaron en alcanzar a la pareja mientras que sus jinetes disparaban una lluvia flechas. En un quiebro del camino, los enamorados pusieron pié a tierra y se escondieron entre grandes arbustos. Los caballeros pasaron veloces y el ruido de los cascos de sus monturas se perdió en la lejanía. El rey moro, feliz porque creía que había logrado despistarlos, volvió la cabeza a su amada en el momento en que ésta, mirándolo con ojos lánguidos, exhaló su último aliento. Una de las flechas había alcanzado a la joven en el corazón. Loco de dolor, dejó a su amada en el suelo, justo en el lugar donde había fallecido y amontonó grandes piedras para que las alimañas no profanaran su cadáver. Cuando los caballeros cristianos volvían con las manos vacías, él salió a su encuentro y se dejó matar para permanecer por siempre al lado de su amada. Los cristianos, al ver tamaña prueba de amor, lo sepultaron en la misma tumba que había construido y que, desde entonces, se llama Losa Mora.
Otra leyenda, sin embargo, asegura que el dolmen fue construido por una filadera gigante que caminaba hilando por el camino que va de Rodellar a Otín. Llevaba en la cabeza una gran piedra en equilibrio mientras andaba. Cuando terminó su labor y se sentó, lo hizo en medio de dos grandes piedras que surgían verticales del suelo. Allí quedó depositada la piedra que llevaba sobre su cabeza y allí continúa, formando el dolmen.
Lugar mágico para las gentes de todo el contorno, también se contaba la historia de un tendero de Rodellar que, cada vez que pasaba junto al megalito, aparecía misteriosamente una figura, mujer unas veces, hombre otras, que se montaba en el burro que llevaba y lo molían a palos.
Por último, otra creencia en torno a este monumento indica que se trata de la tumba de un soldado de las guerras carlistas.

Acceso

Autovía A-22, desvío hacia Bierge y Rodellar.
Una vez llegados a esta última población, cogeremos el precioso, marcado y concurrido sendero que nos lleva al cauce del barranco del Mascún. Pasaremos por la surgencia conocida como “Fuente del Mascún”, y enseguida nos desviaremos a la izquierda por el barranco de Andrebot.
Dejado definitivamente el cauce del barranco, la senda se convertirá en pista que nos llevará a los altos de Nasarre donde, indicado y ligeramente desplazado a la derecha de la pista, encontraremos el dolmen.

Entorno

El interfluvio entre el barranco del Mascún y el Alcanadre es una altiplanicie caliza, completamente deforestada por la presión antrópica secular. Sin embargo, el paisaje, el entorno geológico y la rala vegetación que nos acompaña nos hablarán de vidas austeras, de economía de subsistencia y de los pueblos que pasaron por estos parajes agrestes y poco propicios para la vida humana.

Estado de conservación

Buena

Información adicional

Datos de la ficha: José Miguel Navarro

205. EL AMOR DE ZORAIDA Y LOS ALARIFES DE TERUEL


205. EL AMOR DE ZORAIDA Y LOS ALARIFES DE TERUEL
(SIGLO XIV. TERUEL)

A principios del siglo XIV, los cristianos turolenses decidieron adosar una torre a las iglesias de San Martín y San Salvador y para ello se convocó un concurso entre alarifes cristianos y musulmanes. Tras presentar los proyectos, se decidió encomendar cada una de ellas a sendos alarifes mudéjares turolenses, Omar y Abdalá, amigos entre sí, y cuyos proyectos tenían grandes semejanzas. Sin embargo, la amistad que les unía se convirtió en odio puesto que un día, cuando caminaban juntos, vieron en una ventana a Zoraida, una bella muchacha mora, que cautivó a ambos. Ninguno cedió en sus pretensiones y, cada uno por su lado, fue a hablar con Mohamad, su padre, mientras ella estaba indecisa sobre a cuál de los dos elegir para marido.

Torre de San Martín, Teruel
Torre de San Martín, Teruel

Torre de San Salvador, Teruel
Torre de San Salvador, Teruel

Las obras comenzaron el mismo día. Omar, las de la torre de San Martín; Abdalá, las de San Salvador. Dadas las divergencias que ahora les separaban a causa de Zoraida, cubrieron las torres con andamiajes,

andamiajes, andamio, torre, Teruel

de modo que ninguno viera lo que el otro hacía. Mientras presionaron a Mohamad quien, ante el dilema, resolvió entregar la mano de su hija a aquel que finalizara antes su torre, siempre que reflejara la perfección y belleza mostradas en el proyecto respectivo.

Abdalá estableció relevos, incluso en horas de comer; Omar, burlando la vigilancia policial, organizó turnos de noche. La actividad era frenética, pero nadie conocía los progresos de ambos, hasta que un día Omar anunció el término de sus obras. Había ganado la carrera y, con ella, la mano de Zoraida.

Ante la población concentrada a sus pies, se quitaron los andamiajes que cubrían la torre: lacerías, columnillas, estrechas ventanas, azulejos y ajedreces iban mostrándose a los admirados turolenses. Omar gozaba de su obra y de su triunfo. Sin embargo, cuando la torre se mostró al completo, su autor lanzó un grito de angustia y desesperación: en lugar de erguirse recta hacia el cielo azul, creyó que la torre aparecía a la vista ligeramente inclinada, un oprobio que no podía admitir su orgullo de maestro alarife. Las prisas parecían haber sido malas consejeras de modo que ascendió a lo alto de la torre y se lanzó al vacío, prefiriendo la muerte a una vida sin amor y sin honor.
Pocos días después Abdalá entregó su torre y ganó la mano de Zoraida.
Teruel incorporaba para los siglos venideros dos joyas auténticas.

[Caruana, Jaime de, «Las torres de Teruel», en Relatos..., págs. 57-68.]

domingo, 14 de junio de 2020

204. LA MORA ENCANTADA DE SALLAÓN


204. LA MORA ENCANTADA DE SALLAÓN (SIGLO XIV. EL GRADO)

El agua del actual embalse de El Grado esconde un fondo bastante rugoso y accidentado. Entre los collados y alcores que hoy están ocultos a los ojos, existía uno llamado «Sallaón» cuyo significado explicaba la gente como deformación de la frase «¿en sale aún?», porque en tiempos, cuando el río Cinca y sus arroyuelos afluentes se secaban con el estío, los varios manaderos existentes en este paraje daban agua a todos los pueblos de los alrededores, que acudían allí con sus cántaros en permanente procesión. Dado el rigor de la canícula, quienes llegaban al paraje temerosos de que el agua hubiera dejado de manar preguntaban a los que regresaban o estaban aún llenando sus cántaros: «¿en sale aún?», o sea, «salaón», es decir,
«Sallaón».
Pues bien, en Sallaón, además de los pozos de agua clara y fresca que daban de beber a los pueblos del contorno, abrían sus fauces varias cuevas, entre las cuales destacaba una que, aunque no tenía la boca o entrada muy grande, era profunda, muy oscura y ramificada por dentro. En esta cueva misteriosa, vivía una mora encantada que, conservándose siempre eternamente joven, permanecía allí a pesar de que sus correligionarios habían abandonado el lugar bastantes lustros antes.
En torno a la mora encantada, en la que jamás dejaba huella alguna el paso del tiempo, correteaban juguetones siete traviesos moricos, tal vez hijos de aquel hombre cristiano que un día pasó por delante de la cueva buscando unos hatos de leña y no regresó nunca con los suyos, enamorado y encantado por la agarena. Madre e hijos se escondían siempre de la luz del día, y sólo se les podía ver, mejor intuir, desde lejos, cuando, en cada ocaso, las sombras de los picachos circundantes descendían lentamente por la ladera de Sallaón.
Lo cierto es que cada nuevo amanecer, los pozos siempre estaban limpios y arreglados sus accesos. Sin duda alguna, el padre cristiano de los moricos traviesos, enamorado eternamente de la hermosa mora, decidió quedarse con ella y regalar, a su vez, a las gentes cristianas y sencillas del contorno el cuidado de los manaderos.
[Datos proporcionados por Rosario Tobeña Arasanz, de El Grado. Colegio «San Vicente de Paúl».Barbastro.]

204. LA MORA ENCANTADA DE SALLAÓN

202. LA MORA DE LA BASA

202. LA MORA DE LA BASA (SIGLO XIV. GISTAÍN)

202. LA MORA DE LA BASA (SIGLO XIV. GISTAÍN)

Las naturales diferencias existentes entre los cristianos y los moros, que muchas veces fueron solventadas de manera violenta, produjeron, sin duda, sufrimiento entre las gentes sencillas de uno y otro pueblo, pero también a veces entre los poderosos que habitaban los palacios y las casas señoriales. No es de extrañar, por lo tanto, que muchos decidieran elegir la soledad, quizás a manera de protesta, como le debió suceder a la princesa mora de esta historia que, hastiada de tanto enfrentamiento, decidió perderse por las bellas montañas de Gistaín para hacer de ellas su morada, y más concretamente en la basa o pequeño ibón pirenaico cercano a Plan y a Saravillo, huyendo de la belicosa vida del llano o del valle.
Fue tan feliz allí y se identificó tanto nuestra princesa agarena con el ibón de cuyo paisaje hizo su morada —por eso se le llamará desde entonces la «basa de la mora»— que, cuando al cabo del tiempo murió, tanto su espíritu sencillo como su endeble cuerpo debieron quedar sepultados en el fondo pedregoso desus aguas siempre limpias.
El cuerpo de la princesa mora jamás ha sido hallado, pero es sabido que su espíritu se encarna cada mañana del día de san Juan de cada año, de modo que, cuando los rayos del sol inundan e iluminan por completo la sosegada superficie de la basa, su alma se hace visible. Surge entonces la princesa majestuosa, bella y joven sobre la superficie límpida del agua fría y baila con cadencia armoniosa una danza interminable. Aparece vestida con culebras de todos los colores que se enroscan en sus brazos y en sus piernas, y en torno a su cuello y su cintura. Llevan todas las sierpes incrustada pedrería de oro y corales, de plata y diamantes. Durante la mañana de cada día de san Juan, el espíritu de la princesa, que continúa sintiéndose libre, baila y baila.
Conviene, no obstante, añadir que nuestra solitaria princesa no puede ser vista por cualquiera esa mañana de San Juan de cada año, sino que sólo se hace visible a quienes previamente han purificado su cuerpo, o al menos su cara, en las aguas frías del estanque, siempre que tengan su corazón limpio.
[Dueso Lascorz, Nieus-Luzía, Leyendas de l’Alto Aragón, págs. 9-10.]

https://es.wikipedia.org/wiki/Gista%C3%ADn

Gistaín wiki en asturiano
Gistaín (n'aragonés Chistén, oficialmente Gistaín/Chistén) ye un conceyu d'España na provincia d'Huesca, Comunidá Autónoma d'Aragón. Tien un área de 75,90 km² con una población de 137 habitantes (INE 2016) y una densidá de población de 1,81 hab/km². Parte del so términu municipal ta ocupáu pol Parque natural Posets-Maladeta. Gistaín: llocalidá del Pirinéu aragonés asitiada nel Valle del mesmu nome: Gistaín. Les poblaciones que conformen esti valle son: Badaín, San Marcial, Salinas d'Ensin, Saravillo, Ensin, Señes, Serveto, Plan, San Juan de Plan, Gistaín (o Gistau). (Gistaín en llingua francesa soníu = Gistén), pronunciada la lletra G, na aguada española como CH (Chistén). Nel valle de Benasque denominóse d'antiguu al valle y a la llocalidá como: Gistau (en llingua francesa soníu = Gistó), que pola mesma regla anterior, la G, n'otros idiomes peninsulares tomar por CH = Chistau. El ríu Cinqueta naz nos montes del términu municipal de Gistaín, que'l so caudal que xunto coles agües que se-y amiesten pela so vera izquierda procedente de los montes de San Juan de Plan, va formar más del 90% Topar ente los valles de Bielsa y Benasque o Benás, tamién nel Pirinéu aragonés. El ríu Cinqueta percuerre'l Valle de Chistau dende la so nacencia n'El Pez hasta incorporase al ríu Cinca en Salina d'Ensin a la entrada del Valle. Chistén, nun tien ríu, anque'l ribayu de Foricón que pasa xuntu al pueblu desagua nel ríu Cinqueta nel términu de Plan. La carretera transpirenaica que xubiendo escontra'l túnel de Bielsa dexa a la derecha la esviadura del valle de Chistau onde s'atopa la llocalidá de Chistén / Gistaín. Dientro del so abigarrada arquiteutura destaquen dos torres defensives: La Torre de Casa Tardán y la Torre de Casa Rins. Y la torre de la Ilesia de San Vicente Mártir.

martes, 24 de diciembre de 2019

LXXVII, perg 261, 24 agosto 1153

LXXVII
Perg. N° 261. 24 ago. 1153.

Hoc est translatum sumptum fideliter a quodam instrumento cujus tenor talis est. + Summe providencie ac discrecionis est id quod a paganis christiani auferunt ita firmiter statuere ut omnis spes illud recuperandi ab eis omnino removeatur. Quapropter in Christi nomine ego Raimundus Berengarii Dei gratis barchinonensis comes aragonensiumque princeps ac Tortose et Ilerde marchio providens christiane utilitati et volens castrum de Mirabet quod divina tribuente clemencia maximo labore capi securis custodibus stabilire libenti animo et spontanea voluntate in remisione peccatorum meorum dono et concedo predictum castrum in manu venerabilis Petri de Roera Provincie et Ispanie magistri domino Deo et Sancte Iherosolimitane milicie Templi ac fratribus tam presentibus quam futuris inibi Deo servientibus cum omnibus terminis suis videlicet ultra flumen Iberi in caput de Bannoles ex parte Teviçe Serra Serra sicut aque vertuntur versus Mirabet et vadit ad podios Beçons usque ad terminum Tortose et ex parte in qua castrum situm est dono illis Beneçinem que dividit terminum cum Mora et ex inde protenditur terminus castri Mirabeti de Mora sicut vadit usque ad Serram de Aschon de inde sicut vadit ad Nonasp et deinde sicut vadit et ferit ad Favaram et deinde usque ad podium de Calcet et vadit usque ad Villar de Arenes sicut aque vertuntur versus rivum de Algars et deinde usque ad terminum de Caselas et de Buzot que sunt de termino de Orta et vadit ferire usque ad terminum Tortose cum omnibus pertinentiis suis et castris et villis videlicet castrum de Algars et castrum de Batea cum terminis sibi pertinentibus et castrum de Corbera et de Gandesa cum sibi pertinentibus et castrum de Pinello et de Resquera similiter cum suis pertinentibus et omnes alios castros et villas que infra predictos terminos continentur vel concluduntur cum omni alio heremo et culto prono et plano cum montibus et collibus planis et vallibus cum aquis et earum ductibus cum viis et semitis cum pratis et pascuis cum nemoribus et saltibus cum herbis et lignis cum terris et lapidibus ut dicti fratres Templi habeant et possideant omnia supradicta et singula jure hereditario ad proprium alodium franchum et liberum integriter et potenter absque ullo alicujus hominis vel femine retentu perpetuis futurisque temporibus sicut melius ac firmius ad comunem utilitatem omnium fratrum intelligi valeat. Quin etiam eodem quoque modo dono et concedo eis in unoque castello de Miquinensia usque Mirabet nam de melioribus hereditatibus que ibi sunt videliçet in Miquinencia unam bonam hereditatem et in Flexio aliam et in Atchone aliam et in Carçeia aliam et in Mora aliam et in Teviça aliam. Et iterum dono eis duas jouvatas de terra apud castrum de Marçan franchas et ingenuas. Omnia vero sicut superius scripta sunt dono eis et firmiter laudo pro quinta eorum que ex illis ex donacione mea jure contingit de tota ipsa riparia scilicet de Miquinensia usque ad Benihalet sive ad terminos Tortose prout melius et comodius ad eorum utilitatem atque profectum intelligi potest. Facta carta VIIII kalendas septembris anno ab incarnatione Domini millessimo CLIII regnique Lodovici junioris XVII. - Sig+num Raimundi comes. Sig+num Arnaldi Mironis comitis palearensis. Sig+num Guillelmi de Castro veteri. Sig+num Raimundi de Podio alto. Sig+num Berengarii de Turre Rubea. Sig+num Arnaldi de Lercio. Sig+num Raimundi de Villa de muls. Sig+num Petri de Podio alto. Sig+num Berengarii de Mulnels. Sig+num Arberti de Castro veteri. Sig+num Guillelmi de Castro veteri et macip. Sig+num Poncii scribe barchinonensis ecclesie scriptoris comitis barchinonensis qui hoc scripsit ex mandato domini comitis die annoque prescripto. - Sig+num Jacobi de Folcheriis notarii publici Barchinone testis. - Signum Berengarii de Lirana notarii publici Barchinone testis. - Sig+num Berengarii de Vallesicca notarii publici Barchinone testis. - Sig+num Bernardi de Ponte vicarii Barchinone et Vallesii qui huic translato sumpto fideliter ab originali suo non cancellato nec in aliqua parte sui viciato ex parte domini regis et auctoritate officii quo fungimur auctoritatem impendimus et decretum ut ei tanquam originali suo fides plenaria ab omnibus impendatur appositum per manum mei Bernardi de Cumbis notarii publici Barchinone regentisque scribaniam curie vicarii ejusdem civitatis in cujus manu et posse dictus vicarius hanc firmam fecit VIII° idus septembris anno Domini millessimo CCC° undecimo presentibus testibus Bernardo de Daurats Jasperto de Examins et Petro de Cornellis. Et ideo ego Bernardus de Cumbis notarius predictus hoc scripsi et hoc meum Sig+num hic apposui. - Sig+num Bernardi de Villa rubia notarii publici Barchinone qui hoc translatum sumptum fideliter ab originali suo et cum eodem legitimo comprobatum scribi fecit et clausit octavo idus septembris anno Domini millessimo trecentessimo undecimo cum litteris appositis in linea prima ubi dicitur christiani et in linea decima ubi dicitur Templi. Et rasis et emendatis in linea undecima ubi dicitur talem et alibi in eadem ubi dicitur qui ibi sunt videlicet in Miquinencia et in linea duodecima ubi dicitur superius
scripta.

Nota: Orta, Horta de Sant Joan, o Puigventòs de la Figuereta

Buzot, Beceite, Beseit, Beceit, Beit Said, etc


viernes, 3 de mayo de 2019

LA HUIDA DE UNA REINA TAIFAL


2.42. LA HUIDA DE UNA REINA TAIFAL (SIGLO XI. GALLUR)

Con la llegada de los musulmanes al valle del Ebro, la caída de Zaragoza Sarakusta desde entonces— provocó la toma rápida de todas las poblaciones de su entorno, entre ellas Gallur. El cambio de administración supuso la islamización de la mayor parte de sus habitantes, aunque algunos continuaron fieles a su religión cristiana: eran los mozárabes.
Cuando en el siglo XI el Califato cordobés se fraccionó en multitud de reinos taifales —pequeños feudos regidos por reyes propios, entre los que destacaron los de Sevilla, Badajoz, Toledo o Zaragoza—, Gallur formó parte de esta constelación y, desde su atalaya, dominó un pequeño territorio integrado por siete poblaciones. Era de los pocos, quizás el único, de los reinos de taifa gobernado por una mujer.
La vida de la mayor parte de estos pequeños feudos musulmanes fue efímera, bien por ser absorbidos por otros más poderosos, como el de Sarakusta, bien por sucumbir a manos de los ejércitos cristianos.
Lo cierto es que el reino de Gallur se derrumbó en la práctica sin oposición. Bastó tan sólo para ello que los asaltantes cristianos superaran las barreras artificiales que defendían a la población por el sur y el este. Por el norte, el asalto era casi imposible, puesto que existía la doble defensa natural del río Ebro y de la cantera.
Ante aquel ataque, la reina, que iba acompañada por varios de sus súbditos —cargados con armas, enseres y tesoros— se dirigió a la entrada de un enorme pasadizo, de más de seiscientos metros de longitud, que iba a parar a la cantera y al río, en la parte norte, desde donde se podía huir. Era lo que se conoce como «caño de los moros». Pero lo cierto es nunca llegaron a la salida, pues un accidente les debió dejar atrapados en las entrañas de la tierra junto con tan extraordinario botín.

Durante siglos, al eco de esta noticia, han sido muchos los que han tratado de profundizar en el «caño de los moros», pero nadie ha podido dar con el tesoro que la reina pretendía llevarse.
[Datos proporcionados por J. Ramón Belsué, José A. Navarro y Agustín Sierra, Instituto de Bachillerato de Borja.]

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