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martes, 23 de junio de 2020

283. VICENTE FERRER SALVA SU PROPIA VIDA , Caspe


283. VICENTE FERRER SALVA SU PROPIA VIDA (SIGLO XV. CASPE)

283. VICENTE FERRER SALVA SU PROPIA VIDA (SIGLO XV. CASPE)

Las tensas sesiones y las acaloradas deliberaciones que habían conducido por fin al nombramiento de don Fernando de Antequera como rey de Aragón acababan de finalizar. Tras un merecido descanso de pocos días, los componentes de todas las delegaciones comenzaron a marchar. Caspe volvió a ser una población tranquila.

El fraile valenciano Vicente Ferrer, principal artífice de la solución dinástica caspolina, preparó como todos los demás su viaje y decidió poner rumbo a Peñalba, población situada en plenos Monegros, donde tenía previsto hablar a los judíos para tratar de convertirlos a la religión cristiana. El camino, como no podía ser menos, estaba polvoriento y seco.

Comenzó su andadura y aún no habrían transcurrido dos horas desde que saliera de Caspe cuando, en un recodo del accidentado camino, tuvo que detenerse al cortarle el paso un numeroso grupo de hombres a caballo. Iban todos vestidos de blanco.

El jefe de la partida increpó a Vicente Ferrer acusándole de ser el principal culpable de que su señor, el conde de Urgell, no hubiera sido elegido para ser rey de los aragoneses. Junto con la arenga, amenazó con matar al fraile dominico. Éste, no obstante —con gran serenidad y aplomo a pesar del peligro que estaba corriendo— replicó: «¿Podía ser buen rey y señor quien fue causa de la cruel y sacrílega muerte de un príncipe de la Iglesia?». Se refería Vicente, sin duda, al asesinato del arzobispo de Zaragoza, García Fernández de Heredia, a manos de los hombres del conde de Urgell.

Ante el arrojo del fraile dominico, el capitán y los hombres de armas que le increpaban y le tenían a su merced no reaccionaron. Se vieron subyugados por su valor, sustentado sólo en su palabra y en la convicción de sus ideas. Además, el tono acusatorio de la pregunta les dejó moralmente desarmados.

Aunque profiriendo insultos al fraile, abrieron un pasillo por el que atravesó Vicente Ferrer, que nunca estuvo tan cerca de morir. Lentamente, sin mirar atrás, continuó camino de Peñalba.

[Salas Pérez, Antonio, Caspe y la historia del Compromiso. (2ª ed.), págs. 51-52.]