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domingo, 17 de octubre de 2021

OBRAS CRÍTICAS Y LITERARIAS DE GUILLERMO FORTEZA. TOMO I.

OBRAS

CRÍTICAS Y LITERARIAS
DE



GUILLERMO
FORTEZA. (y Valentín)


TOMO I.





PALMA
DE MALLORCA

ESTABLECIMIENTO TIPOGRÁFICO DE P. J.
GELABERT.
1882.


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LIBROS
EN VENTA en el establecimiento tipográfico de Pedro José Gelabert.


OBRAS RIMADAS DE RAIMUNDO LULIO, escritas en idioma catalán provenzal,
publicadas por D. Gerónimo Rosselló, un tomo rústica fóleo
menor 50 rs. y encuadernado 60 rs.
(Editado por Ramón Guimerá
Lorente, disponible online en regnemallorca.blogspot.com y
chapurriau.blogspot.com - + glosario de aprox. 145
páginas A4)


BIBLIOTECA
DE ESCRITORES BALEARES, por don Joaquín M. Bover, dos tomos en uno
formando 1300 páginas, casi fóleo, 72 rs. rústica y 80
encuadernado.


POETAS
BALEARES.-Siglos XVI y XVII. - Poesías castellanas, publicadas con
una noticia biográfica, por Gerónimo Rosselló. - Un tomo 8° mayor
de unas 400 páginas, 14 rs.


POETAS BALEARES. - Siglo XIX. - Poesías de autores vivientes, escritas en
catalán, premiadas la mayor parte en los Juegos florales
de Barcelona
y publicadas con noticias biográficas y una
traducción castellana, un tomo 8° mayor de unas 700 páginas, 16
rs.
(Es
el mismo libro que
Flors de Mallorca, editado
por Ramón Guimerá Lorente. Disponible online en
regnemallorca.blogspot.com y en Amazon Kindle
)


VARONES
ILUSTRES DE MALLORCA, obra adornada con más de cien retratos y otros
grabados en boj, intercalados en el testo, dos tomos fóleo
menor, 60 rs.


LO
JOGLAR DE MAYLORCHA, per Geroni Rosselló, un tomo 4°, 20 rs.


ESCENAS
BALEARES. - Los dos amores. - Un destajo a media noche. - Las
mejoras. - Estas tres interesantes novelitas escritas por D. Antonio
Frátes
у Sureda, forman un elegante volumen en 8° mayor, de unas 332
páginas, y se vende a 8 rs. ejemplar.

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PRÓLOGO
BIOGRÁFICO.

Con la satisfacción propia de quien acomete
generosas y debidas empresas, damos con el segundo tomo de la
BIBLIOTECA BALEAR el primero de las obras de Guillermo Forteza,
que por encargo especial de este, tiene coleccionadas su íntimo
amigo el conocido literato balear D. Jerónimo Rosselló
(Gerónimo, Geroni), a quien tanto nuestro autor distinguía y
veneraba.
Caería en el ridículo aquel que, a pretexto de una
ausencia más o menos prolongada, ofreciera la presentación en una
tertulia de quien hubiese sido de ella el más cariñoso amigo,
ridículo que aparece a nuestra imaginación con tenaz insistencia al
escribir estas líneas, a las que sólo queremos investir con el
carácter del amigo cominero que, haciendo suya la satisfacción de
extraños, se apresura a anunciar la vuelta del ausente, recordando
de paso las hojas del empadronamiento o los asientos del registro,
abiertos siempre para oficiosos de este género.
Y no de otro
modo hemos de llenar gustosamente nuestro cometido, bien por la
prioridad que logramos al ver reunidas estas obras, bien por el
legítimo orgullo que sentimos al darlas a la estampa.
Menos
apreciadas por su autor, vieron algunas, aunque en escaso número, la
luz pública en acreditadas revistas de nuestra patria; otras se
presentaron a la arena de los certámenes, ciñendo a sus sienes el
laurel de la victoria; y no pocas permanecieron inéditas. Así
resulta de una nota autógrafa del mismo Guillermo Forteza, que nos
ha facilitado el señor Rosselló y en que es de ver la parquedad del
modesto crítico y el breve juicio que de sus obras formaba,
encerrando en una sola línea un título, una noticia y una crítica
como la siguiente:
“Artículo titulado: Sin dineritis. (No lo
tengo: es tonto.)”
No es de extrañar el abandono de Forteza,
que con tan absoluto criterio juzgaba casi todas sus producciones,
para ellas y para consigo; abandono que ha hecho muy difícil el
trabajo del colector, así de los artículos críticos que este tomo
comprende, como de los materiales suficientes para otro volumen de
escritos humorísticos y de amena literatura con que ha de deleitarse
un público más variado y extenso, y en el que irán incluidos
algunos de los pensamientos sueltos que, con el título de Apuntes
para un libro
, se encontraron en el cofre de Guillermo Forteza el
día de su muerte, avalorados por unas notas con las cuales podría
formarse una semi-auto-biografía, ya que su autor acotaba con las
palabras OJO, o MUCHO OJO aquellos que a sus circunstancias
personales se referían.


Y
no es de extrañar el abandono de que hablamos en quien escuchó el
aplauso de los corros que en torno suyo se formaban en los centros
más cultos de nuestras primeras capitales, y vio agrandarse la boca
de los circunstantes con las contracciones de la risa, en que
imperaba como monarca absoluto. Decidor, ocurrente, oportunista,
Guillermo Forteza ha quedado entre nosotros como Quevedo en Castilla,
como Mossen Vicens García en Cataluña, responsable de todos los
chistes apócrifos de aquellos que sacrifican la propiedad de su
ingenio huero, a una autoridad indiscutible e inapelable en estas
Islas, y que logró en Madrid la admiración de todos los que acudían
a los salones más aristocráticos (asistocráticos) de
nuestras letras, como de los concurrentes al café, en cuyas mesas
ejercía jurisdicción soberana. Y buena prueba de esa estima le
dieron sus admiradores y amigos de la Corte cuando en 1865 las
lesiones que sufrió por el derrumbamiento de un paredón le
obligaron a guardar cama por algún tiempo. Su restablecimiento fue
sabido día por día, no ya por la noticia volandera de los círculos
que Forteza frecuentaba, sino por la adquirida individualmente en la
misma casa de nuestro paisano. Podríamos hacer una relación extensa
de las circunstancias que constituían el carácter de nuestro autor,
pero reflejado todo su ser en sus propios escritos, así como los
sentimientos nobilísimos de su alma que hacían olvidar por completo
las debilidades de que él mismo no se absolvía, preferimos que el
lector forme por sí el perfil de su fisonomía moral a la luz de los
destellos de su inteligencia privilegiada y de los rasgos de su
ingenio, malogrado por desgracia en la época en que debían ser más
opimos (óptimos) sus frutos. Sin embargo no podemos
resistir a la tentación de transcribir aquí los siguientes
párrafos, que pocos años antes de su fin dirigía con acento
profundamente triste a uno de sus amigos: «Considero, exclamaba, un
beneficio señalado de la Providencia una amistad como la tuya. Nada
ha podido entibiarla: ni la divergencia de caracteres, suave, igual y
apacible el tuyo, el mío de potro resabiado, tan rebelde al freno
como a la espuela; ni posiciones sociales antitéticas, ni,
finalmente, ausencias prolongadas que no escasas veces producen el
aflojamiento gradual de los más fuertes lazos..... Huérfano,
privado de lo que hasta los mendigos poseen, el hogar doméstico;
perdida la llave de mi propio corazón (Dios sólo da una a cada
mortal), y sin llave de los ajenos, enemigo de mí mismo y receloso
de los demás, próximo a traspasar los tenebrosos umbrales de la
vejez celibataria, sin ninguno de esos profundos amores intelectuales
a un arte o ciencia determinada que comunican al espíritu serenidad
y sosiego y, para colmo de desventura, sintiendo hervir en mi pecho
el fuego de pasiones sólo propias de la vigorosa mocedad. ¿Qué
sería de mí en este naufragio total de ilusiones, de aspiraciones,
de esperanzas, sin el indulgente cariño de los pocos amigos
verdaderos que he podido por fortuna conservar?.....»


Es
realmente deplorable que Guillermo Forteza, con más fé en sí
mismo, no hubiese dado mayores estímulos a su laboriosidad; y que,
por una indolencia no comprensible en un espíritu inquieto como el
suyo, dejase inaprovechados los tesoros de su erudición y de sus
estudios asiduos y detenidos. ¡Qué no hubieran producido su
entendimiento exuberante y su depuradísimo gusto, si más atento a
los intereses de su nombre y de su gloria, y con más alta y
verdadera conciencia de los quilates de su talento, se hubiese
impuesto el deber del trabajo para honra de las letras y regocijo de
su patria!
Pero Forteza era verdaderamente en la esfera de la
literatura un acaudalado mani-roto. No hacía el menor caso de la
riqueza que Dios había concedido a su espíritu privilegiado, y
disipaba continuamente entre los corros de sus amigos, en
sabrosísimas y chispeantes conversaciones, dispuesto siempre a la
francachela del arte y de la ciencia, sumas enormes de sentimientos y
de ideas, de símiles y de imágenes, con que hubiera podido exhornar
profusamente obras de grande empuje y de éxito seguro y estable.
Desgraciadamente Forteza sólo atendía a la fruición del momento, y
nada le importaba lo demás, una vez expansionado su ánimo o el goce
obtenido. Y así es cómo se han evaporado y desvanecido las mejores
y más sublimes emanaciones de su entendimiento.


El
Gobierno y sociedades particulares recompensaron en varias ocasiones
sus relevantes cualidades con títulos y nombramientos que
significaban la distinción que les merecía.
En Noviembre de
1856 la Academia de Buenas Letras de Barcelona le premió un estudio
referente a Capmany, y extendió a su autor el título de
socio honorario, y en Diciembre del propio año el Ayuntamiento de la
capital del Principado
le confiaba una sección de su archivo,
donde obtuvo un ascenso a los pocos meses. En el año siguiente, como
autor de Influencia de la novela en las costumbres, la Real Academia Sevillana de Buenas
Letras le adjudicaba el premio de la medalla de plata, nombrándole
individuo de su seno. En el año 1859 obtuvo muchas y muy señaladas
distinciones: en 4 de Enero fue elegido Director de la Sociedad
titulada Reunión Literaria de Barcelona; en 27 de Marzo se le
extendió el nombramiento de socio de la Filomática de aquella
capital; en 11 de Junio la Real Academia Sevillana de Buenas Letras
le participaba que luego de domiciliarse en Sevilla se le expediría
el título de socio de número; en 27 de Julio la Comisión de
Monumentos históricos de Sevilla le confería la misión de
clasificar e inventariar los documentos que pertenecieron al archivo
del extinguido monasterio de San Isidoro del Campo en la villa de Santiponce; y en 3 de Octubre de aquel mismo año los Serenísimos
Señores Duques de Montpensier le invitaron a la fiesta de la
inauguración de la capilla de Valma. En 1865 se le extendió la
credencial, por el cuerpo de Archiveros bibliotecarios,
destinándole al año siguiente por orden de la Dirección al archivo histórico nacional de Alcalá de Henares. Miembro de este
ilustrado cuerpo estrechó más los vínculos de amistad que le unían
con D. Tomás Muñoz Romero, regenerador de los estudios
paleográficos de nuestro país y uno de los fundadores de la Escuela
diplomática, amistad de que conserva gratísimo recuerdo el sucesor
del linaje y de los conocimientos de aquel ilustre bibliófilo.


Guillermo
Forteza que tan absoluto dominio había logrado de la lengua
castellana
, demostrándolo ya en las primicias de su musa, que
con el título de Aspiraciones cristianas publicó en Palma,
en un periódico que dirigía su amigo de siempre el Sr. Rosselló,
no descuidó en absoluto el cultivo de la lengua patria. Lo
que diu
ľ oroneta
(Lo que dice la golondrina,) le valió, en el
primer año de la restauración de los Juegos Florales
de Barcelona el premio
extraordinario de un pensamiento de oro; y L´orfanet saboyart (El huerfanito saboyano,) el primer accésit al premio también
extraordinario de un clavel de plata ofrecido por el consistorio.
Ambas composiciones se reimprimieron en el tomo «Poetas Baleares, siglo XIX,» que en 1873 dio a luz este establecimiento
tipográfico. 
(Casi
i
gualito a Flors de Mallorca)


Restituido
a su patria desde hacía algunos años murió en ella Guillermo
Forteza
en 30 de Diciembre de 1873 a los 43 años de edad.
(Exactamente los que tengo yo: Ramón Guimerá Lorente, que estoy
re-editando este texto
)


Esta
reducida colección de sus obras es el mejor recuerdo que puede
consagrarse a la memoria del ilustre amigo, para hacerle acreedor a
la consideración de propios y de extraños; y unos y otros al
examinarlo podrán juzgar hasta que punto fue el malogrado Forteza,
al par que excelente amigo, crítico concienzudo, fácil y castizo
hablista, literato ameno, ingenioso, de flexible talento, y de
sentimientos los más puros y delicados.



El
Editor.