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martes, 23 de junio de 2020

319. EL BRAZO DEL APÓSTOL SAN PEDRO, EN SIRESA


7.5. LAS RELIQUIAS

319. EL BRAZO DEL APÓSTOL SAN PEDRO, EN SIRESA
(SIGLO X. SIRESA)

El rey Sancho Garcés estuvo a punto de morir a causa de una larga y penosa enfermedad, a pesar de haber puesto en práctica todos los medios curativos que los físicos tenían entonces a su alcance. Como no encontraba remedio a sus males, decidió acudir a la protección del apóstol san Pedro, cuyo brazo se veneraba en el monasterio de Siresa. El resultado fue milagroso, pues don Sancho sanó y pudo regresar a palacio.

Mientras convalecía en el cenobio, su abad contó al rey cómo había ido a parar allí reliquia tan preciada. Según palabras del abad, san Leandro, obispo de Sevilla, quiso que Hispania tuviera una reliquia del apóstol san Pedro, y envió a Roma una comisión que encabezó Ciriaco, a la sazón obispo de Zaragoza y amigo del entonces pontífice san Gregorio.

En principio, el Papa negó el beneficio, pero la tozuda insistencia de Ciriaco hizo que aquél lo consultase con Dios por medio de un ayuno de tres días, aunque no fue necesario esperar a que el plazo se cumpliera, puesto que tras el primer día de ayuno el propio san Pedro se le apareció al pontífice y le dijo que fuese a su sepulcro, en el que hallaría, separada de las demás, la reliquia que debería entregar al obispo zaragozano. Así fue como le entregó uno de los brazos del Apóstol, que fue colocado cuidadosamente en un precioso relicario de oro y traído a Hispania.

Tras largo viaje, Ciriaco regresó a su sede con tan preciado tesoro y conoció la noticia de la muerte de san Leandro, por lo que resolvió dejar la reliquia en Zaragoza. Falleció también Ciriaco y el brazo del apóstol san Pedro, un auténtico tesoro, continuó en la ciudad del Ebro hasta días antes de la invasión musulmana, a comienzos del siglo VIII, cuando los cristianos zaragozanos acordaron poner a salvo todas las reliquias y ornamentos, muchos de los cuales fueron a parar al monasterio de San Pedro de Siresa.

Sancho Garcés, antes de abandonar Siresa, agradecido por la curación de que había sido objeto, hizo donación de la villa de Usón al cenobio, cuando corría el año 923.

[Olivera, G., «Reyes de Aragón. Sancho Garcés», Linajes de Aragón, II (1911), 4.]