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martes, 23 de junio de 2020

276. SANTO DOMINGO INTERCEDE POR LA NOBLE ALEJANDRA

276. SANTO DOMINGO INTERCEDE POR LA NOBLE ALEJANDRA
(SIGLO XIII. ZARAGOZA)

276. SANTO DOMINGO INTERCEDE POR LA NOBLE ALEJANDRA  (SIGLO XIII. ZARAGOZA)


Como es sabido, santo Domingo había estado en Zaragoza para predicar y difundir el rezo del rosario y, antes de marcharse, había fundando una cofradía a la que se aproximó y afilió la noble dama Alejandra, protagonista de una historia legendaria. Ocurrió que la belleza de esta dama provocó los requerimientos amorosos de dos jóvenes zaragozanos que decidieron solventar sus diferencias respecto a la mujer en duelo a muerte, de modo que el superviviente tendría el camino expedito. El desenlace, sin embargo, fue muy distinto al esperado, pues acabaron muriendo ambos contendientes.

Los padres de los dos jóvenes, conocedores de que Alejandra había sido la causante de la desgracia, decidieron vengarse, de modo que allanaron su casa y, encontrándola sola, le quitaron la vida a puñaladas, no sin antes negarle la posibilidad de confesarse como les suplicaba con sollozos la joven muchacha.

Una vez perpetrado el asesinato, el padre de uno de los muchachos cortó la cabeza del cuerpo de Alejandra, y la arrojó al fondo del pozo de la propia casa. Mas como la joven al verse atacada había invocado fervorosamente a Nuestra Señora del Rosario, ésta logró que su alma no escapase de la cabeza cortada hasta tener la posibilidad de confesarse.

Advertido santo Domingo de lo que había sucedido, y puesto que conocía a la joven desde su primera estancia en Zaragoza, aprovechó su regreso a esta ciudad —era el año 1200— y acercándose al pozo comenzó a llamar a Alejandra. La cabeza, con el apoyo de un grupo de ángeles, comenzó a subir poco a poco hasta ser colocada en el brocal del pozo. Una vez allí, santo Domingo la confesó.

Pasados dos días, durante los cuales varios cofrades se turnaron para rezar el rosario junto al cadáver de Alejandra, el alma de la muchacha se separó al fin de su cabeza, que fue enterrada con el resto del cuerpo. Después de todo lo sucedido, santo Domingo logró aumentar en Zaragoza los prosélitos defensores del rezo del rosario y, para perpetuar los acontecimientos acaecidos, levantó un altar a Nuestra Señora del Rosario.

[Faci, Roque A., Aragón..., I, págs. 301-302.]


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