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jueves, 14 de noviembre de 2019

LA HISTORIA TAMBIÉN GASTA BROMAS (Ayerbe)

151. LA HISTORIA TAMBIÉN GASTA BROMAS (SIGLO XV. AYERBE)

Parece ser, pero no es cuestión comprobada ni generalizada, que, cada vez que se unía en matrimonio una pareja, era costumbre que el titular del señorío pasara la primera noche con la dama recién casada, aunque algunos señores incluso renunciaran a ello.

Naturalmente, a decir de los ayerbenses, el marqués de Ayerbe no podía ser menos que los demás señores, y esa inveterada, gravosa y vejatoria obligación la solía cumplir en el palacio de Urriés, morada familiar y emblema externo de su poder y señorío.

palacio de Urriés, morada familiar y emblema externo de su poder y señorío


Naturalmente, la tradición (que casi siempre suele favorecer y ponerse de parte de los poderosos) es una cosa y otra muy distinta la dignidad de las personas.

Así lo entendieron unos recién casados ayerbenses cuando ambos se negaron a someterse a costumbre tan vejatoria por mucho que el marqués fuera el marqués. Y, en vez de darle gusto, decidieron abandonar villa, familia y trabajo para marcharse lejos, al otro lado de los Pirineos, pues no era tan fácil dejar un señorío para instalarse en otro, pues el sistema señorial perseguía las deserciones, una de las fórmulas para perpetuarse.

No obstante, antes de marchar la pareja, ambos jóvenes quisieron dejar su impronta, como muestra de su disconformidad, y ataron —bajo el pasadizo que llevaba a las habitaciones posteriores del palacio, en la puerta por donde debía entrar la recién casada— una cabra, dejándole a su alcance algo de comida y agua para mantenerla callada.

Al llegar la noche y bajar el marqués al esperado encuentro con la muchacha, aunque el pasadizo estaba mal iluminado, pronto se dio cuenta de que aquella no iba a ser su noche. Extendió sus manos y extrañado por la forma y por el pelaje del animal que le esperaba, exclamó sorprendido:

«¡Qué ye esto!, pero ¡si ye carni craba!». 

Los que, conocedores de la trama, estaban apostados y en absoluto silencio a lo lejos tras unos carros apostados en la plaza Baja, asistiendo alborozados al engaño, oyeron perfectamente tan definitoria frase, por lo que el marqués fue apodado desde entonces «carnicraba».

Qué ye esto!, pero ¡si ye carni craba


[Proporcionada por Mauricio Bastarós, Merche Cinto, Beatriz Ferrer, Celia Morcate, Begoña Sáez, Blas Torralba y Asunción Ubieto.]

http://www.patrimonioculturaldearagon.es/bienes-culturales/castillo-de-los-urries-binies

sábado, 10 de agosto de 2019

LAS HERRADURAS DEL MARQUÉS DE AYERBE


150. LAS HERRADURAS DEL MARQUÉS DE AYERBE (SIGLO XV. AYERBE)

LAS HERRADURAS DEL MARQUÉS DE AYERBE (SIGLO XV. AYERBE)


Tal como todavía ocurre en la actualidad en una de las paredes laterales, en tiempos pasados era costumbre de los muchachos del pueblo el ir a jugar a la pelota en la amplia fachada del palacio de Ayerbe, causando molestias a las personas mayores y, sobre todo, a los señores que residían en él.

Como a pesar de las advertencias no podían conseguirlo, para evitar que el juego continuara, idearon los marqueses un sencillo y eficaz sistema: proceder a sembrar de herraduras toda la pared, de manera que las pelotas botaran mal, desviaran su trayectoria o, incluso, que se rompieran.

En cierta ocasión —estando como estaba Ayerbe en una de las principales rutas que conducen desde el llano al corazón del viejo Aragón— llegaron al pueblo y se detuvieron un tiempo unos extranjeros, parece ser que franceses, a los que llamó poderosamente la atención, como no podía ser menos, tantas herraduras clavadas en la pared.

Hicieron algunas compras, visitaron la iglesia de San Pedro, comieron en la posada de la plaza Alta y hablando con unos y otros inquirieron el porqué de tal manera de decorar la fachada. Ante aquella pregunta, que debió molestar a los interlocutores, en lugar de darles la explicación adecuada y correcta les contestaron que era costumbre del marqués de Ayerbe que, cada vez que mataba o hacía matar a un hombre, generalmente si era extranjero, hacía incrustar una nueva herradura a la fachada.

Atónitos ante la explicación que acababan de oír, más que tratar de contrastar aquella información decidieron aviar prestos las monturas para continuar viaje, no fuera que el sanguinario marqués quisiera poner alguna nueva herradura a su costa.

[Proporcionada por Mauricio Bastarós, Merche Cinto, Beatriz Ferrer, Celia Morcate, Begoña Sáez, Blas Torralba y Asunción Ubieto.]




https://ifc.dpz.es/recursos/publicaciones/32/98/47yestenavarro.pdf