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martes, 23 de junio de 2020

322. JAIME I DONA UNA ESPINA DE LA CORONA DE CRISTO AL MONASTERIO DE SAMPER


322. JAIME I DONA UNA ESPINA DE LA CORONA DE CRISTO AL MONASTERIO DE SAMPER (SIGLO XIII. SAMPER DEL SALZ)

Fue hecho común y muy generalizado en toda la cristiandad occidental el afán por hacerse con reliquias (objetos, pertenencias e incluso miembros o partes del cuerpo) de aquellas personas que se habían distinguido en vida por sus virtudes piadosas o por haber sufrido por defender la fe. Cuanta mayor significación tuvieron para la comunidad más importante eran como testimonio, por eso se apreciaban y valoraban más aquellas que provenían del propio Jesús, de la Virgen María, de alguno de los doce apóstoles, de algún mártir especialmente famoso o de los santos más señeros de la Iglesia.

Los monasterios y las iglesias —e incluso muchos particulares para guardarlos en sus propios oratorios privados— rivalizaron entre sí de las maneras más diversas e inverosímiles por adquirir y conservar en hermosos relicarios, que a veces eran auténticas obras de arte orfebre, aquellos verdaderos tesoros propiciados por la fe.

Dentro de este contexto, no podía ser menos que los demás el monasterio cisterciense de Samper del Salz, al que parece que el propio abad Guillermo, cuando llegó hasta aquí dispuesto a fundarlo, entregó al tesoro monástico una espina de la corona que ciñera la cabeza de Cristo.

Sin embargo, una tradición popular muy extendida por la comarca cuenta que eso no fue exactamente así, sino que la sagrada reliquia —un verdadero tesoro de acuerdo con la escala valorativa de los relicarios— fue una donación personal del rey Jaime I el Conquistador a los monjes bernardos para que la depositaran en el monasterio de Samper, lo cual nada tendría de extraño conociendo la afición e inclinación que el conquistador de Valencia tenía, aparte de por la Virgen María, por las reliquias de todo tipo, y él, en su calidad de rey, estaba en condiciones de lograr para los suyos reliquias importantes, como la que hizo depositar en el monasterio cisterciense de Samper.

[Bernal, José, Tradiciones..., págs. 55-56.]