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martes, 23 de junio de 2020

274. SAN LICER QUISO REPOSAR DEFINITIVAMENTE EN ZUERA


274. SAN LICER QUISO REPOSAR DEFINITIVAMENTE EN ZUERA
(SIGLO XIII. ZUERA)

274. SAN LICER QUISO REPOSAR DEFINITIVAMENTE EN ZUERA  (SIGLO XIII. ZUERA)


Muchos escritores y hagiógrafos han defendido que Licer, también conocido como Licerio, había nacido en el pueblo de Zuera en el año 468, desarrollando la casi totalidad de su vocación religiosa al otro lado de los Pirineos como ostiario, subdiácono, diácono, sacerdote (500) y obispo, en este caso de Conserans (504), cuando contaba treinta y seis años de edad. Se especializó fundamentalmente en la lucha contra la herejía arriana, actuando casi con exclusividad en el actual sur de Francia, falleciendo en la ciudad de Tarbes (548), tras haber vivido ochenta años.

De todos son bien conocidas las constantes y múltiples relaciones existentes desde siempre entre el mediodía francés (Bearn, Comminges) y Aragón, especialmente durante toda la Edad Media, de tal modo que, buena parte de las acciones reconquistadoras de los reyes aragoneses contaron con la ayuda de caballeros franceses, como en los casos de Huesca, Barbastro o Zaragoza, por sólo citar algunos.

Cuando en el año 1212, Pedro II, rey de Aragón, decidió participar en la empresa común cristiana que condujo a la victoriosa batalla de las Navas de Tolosa frente a los musulmanes, se incorporaron a las filas del ejército aragonés varios caballeros franceses, quienes, como si de un talismán se tratara, portaban varias reliquias pertenecientes a Licer, considerado santo.

Cuando los componentes de la hueste francesa se encaminaban hacia Zaragoza para incorporarse al resto de los guerreros del ejército de Pedro II, al atravesar el río Gállego y pasar por las calles de Zuera, absolutamente todas las campanas de la villa comenzaron a repicar sin que nadie las moviera.

Ante tal prodigio, el pueblo entero se congregó en torno a los guerreros franceses y lograron que éstos hicieran entrega a los zufarienses de las reliquias que llevaban de san Licer, declarando unánimemente que en adelante sería considerado como patrón de la villa en la que había nacido en el siglo V.

[Rincón, W. y Romero, A., Iconografía... I, pág. 98.]


http://www.castillodeloarre.org/zaragoza/990510-Zuera01.htm

269. SAN GREGORIO, PEREGRINO


269. SAN GREGORIO, PEREGRINO (SIGLO XV. ZARAGOZA)

269. SAN GREGORIO, PEREGRINO (SIGLO XV. ZARAGOZA)


En cierta ocasión, procedentes del Midi francés, decidieron emprender juntos el camino de Zaragoza los santos varones Licer, Juan, Pantaleón y Gregorio, con la pretensión de visitar el templo de Santa María la Mayor, cuya Virgen se le apareció al apóstol Santiago y tenía fama al otro lado de los Pirineos
Al doblar las altas montañas pirenaicas, tomaron como guía el curso del río Gállego, pues les habían dicho que, poco después de su desembocadura en el ancho Ebro, se hallaba la meta de su recorrido.

Arrostraron juntos las mil penalidades del viaje, pero circunstancias diversas motivaron que no pudieran llegar todos al final, como habían previsto. En efecto, cuando llegaron a la altura de Zuera, fue Licer el que, tras caer desplomado por el agotamiento del viaje, fue atendido por sus vecinos, entre los que se quedó a vivir y ante los que hoy actúa como patrón de lavilla.

Continuaron hacia Zaragoza sus otros tres compañeros, pero Juan, el más anciano, extenuado por la caminata de tantas lunas, decidió quedarse a vivir con la comunidad allí establecida, la que con el tiempo, en memoria de aquel santo varón, acabaría denominándose San Juan de Mozarrifar.

Apenados por la ausencia de Licer y Juan, Gregorio y Pantaleón siguieron su camino, animados por la noticia de que ya se hallaban cerca de su objetivo. Incluso quisieron acortar y, alejándose del Gállego, tomaron dirección oeste. Cuando fatigados acababan de subir al acampo del Santísimo, Gregorio se desplomó en el suelo, incapaz de seguir, marcando el emplazamiento donde la fe hizo levantar la ermita que hoy le recuerda, lugar desde el que se divisaban las torres de Santa María la Mayor, donde no pudo llegar.

Gregorio alentó a Pantaleón para que prosiguiera, aunque sus fuerzas también eran escasas, tanto es así que, cuando llegó a Juslibol, viéndose impotente ante el Ebro que le cortaba el paso, decidió quedarse allí, lo que explica su patronazgo de la población actual.

Sin duda, los cuatro santos varones debieron, con el tiempo, ver cumplido su sueño de visitar el templo y la imagen que les puso en camino, pero regresaron luego a sus respectivos lugares de adopción.

[Madre, Jesús E., «La ermita de San Gregorio», Zaragoza, 34 (1982), 29-30.]