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martes, 23 de junio de 2020

301. LOS CORPORALES LLEGAN A DAROCA


301. LOS CORPORALES LLEGAN A DAROCA (SIGLO XIII. DAROCA)

301. LOS CORPORALES LLEGAN A DAROCA (SIGLO XIII. DAROCA)


Reconquistada Valencia, Jaime I el Conquistador hubo de dejar la ciudad y partir hacia Montpellier, encargando el gobierno a Berenguer de Entenza. Éste, con la ayuda y el consejo de varios capitanes, decidió sitiar el castillo de Chío.
Tras el éxito inicial de los cristianos, los moros se rehicieron y la batalla quedó indecisa. Los hombres de Berenguer de Entenza se aprestaron a proseguir la lucha al día siguiente, cuidando de todos los preparativos. Al alba, estando los capitanes cristianos a punto de recibir la comunión, sonó de pronto el toque de rebato, pues el enemigo había tomado la iniciativa. Quedóse solo el mosén darocense Mateo Martínez celebrando la Misa y, no sabiendo qué hacer con las seis Sagradas Formas, las consagró, las envolvió en unos corporales y las escondió entre unos pañitos. La suerte final sonrió a los cristianos que pusieron en fuga al enemigo.

Finalizada la batalla, los capitanes quisieron dar gracias a Dios, solicitando a mosén Mateo la comunión. Entonces, desenterrados los corporales que envolvían las seis Sagradas Formas, hallaron que éstas se habían pegado completamente a los paños, que aparecían teñidos de sangre. Se armó tal alboroto entre los soldados cristianos a la vista de aquel portento, que los musulmanes, de nuevo reagrupados, volvieron a la carga, por creer que el desconcierto, el temor y la confusión había hecho mella en el bando
enemigo. Rápidamente replicaron los aragoneses —enfervorizados por los Corporales que, desde lo alto de la montaña, mostraba el sacerdote darocense— hasta terminar con el último musulmán y la toma de la fortaleza de Chío.
Una vez repartido el botín de guerra, se planteó el problema del traslado y custodia de los santos Corporales a un lugar seguro y digno, de modo que, tras largas deliberaciones, se acordó echar a suertes su posesión. Por tres veces fue agraciada la villa de Daroca, mas como el sistema del sorteo no satisficiera a los no agraciados, se acordó poner los Corporales dentro de una arqueta, cargándola sobre una mula, a la que se dejó en plena libertad. Valencia, Catarroja, Manises, Segorbe y Jérica fueron jalones que la mula dejó atrás hasta llegar a Daroca el día 7 de marzo de 1239, para, tras arrodillarse el animal en la iglesia de San Marcos, morir reventada. Los Corporales, pues, se quedaron en Daroca.

[Nuñez, Cristobal, Antigüedades de Daroca, 1 p., c. 3, cap. 3, núm. 13. Blasco de Lanuza, V., Historias eclesiásticas ... de Aragón, t. 1, lib. 2, c. 23. Faci, Roque A., Aragón..., I, págs. 3-8.
Ciruelo, Pedro, Historia de los Corporales de Daroca. Daroca, s. d.]


lunes, 22 de junio de 2020

228. EL AMOR, NUEVA RELIGIÓN

228. EL AMOR, NUEVA RELIGIÓN (SIGLO XII. RICLA)

228. EL AMOR, NUEVA RELIGIÓN (SIGLO XII. RICLA)


Allá por los años 1186 o 1187, siendo señor del castillo de Ricla Martín Pérez de Villel o Berenguer de Entenza, no se sabe bien cuál de los dos, vivía en esta villa con su familia Calila, una joven musulmana educada según la ley del Corán. La muchacha no sólo era de noble corazón sino que, además, poseía una belleza sin igual. Su destino parecía estar ya escrito: pronto debería tomar esposo de entre los jóvenes moros de su comunidad.

Pero la casualidad quiso que, paseando un día por las calles de la villa, Calila se cruzara con Guzmán, un joven cristiano, que quedó cautivado por la belleza de la joven mora y la acompañó complacido hasta su casa. Entre ambos surgió rápidamente el amor. Pero, aunque los dos eran de buenos sentimientos y su amor era verdadero, pronto comprendieron que su diferente educación podría complicar su relación.

Guzmán era un gran trovador; con mucha sensibilidad componía e interpretaba canciones que causaban una fuerte impresión entre quienes lo escuchaban. También a Calila le causaban placer. Pero ello era contrario a su religión, de manera que pidió a Guzmán que abandonara su afición y se convirtiera al Islam. El joven no podía aceptar tal petición de su amada, pues la música era vital para él. Por eso, consciente de los problemas que seguramente surgirían en el futuro, Calila pidió a Guzmán un sacrificio: que renunciara a su amor.

El muchacho no pudo asumir la ruptura y se entregó a la bebida, de manera que, en cierta ocasión, acabó completamente embriagado, desmayándose ante la puerta de su amada. Calila, que se dio cuenta de lo ocurrido, lo recogió del suelo y lo cuidó hasta que estuvo recuperado, comprendiendo ambos que no podían renunciar a sus sentimientos comunes.
Para salir del atolladero en el que se encontraban, decidieron borrar al unísono de sus respectivas religiones aquellas cosas que les separaban y mantener exclusivamente las que les unían, que eran las verdaderamente importantes. De este modo, Calila y Guzmán se casaron y vivieron en paz.

[Yanguas Hernández, Salustiano, Cuentos..., págs. 172-176.]