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domingo, 28 de junio de 2020

CAPÍTULO X.


CAPÍTULO X.

De los hermanos Mandonio e Indíbil, príncipes de los ilergetes, y de los sucesos * con Neyo Scipion.

Con esta victoria quedó Scipion muy respetado, y las cosas de los romanos con muy gran reputación, sin que nadie osase intentar novedades. Era el invierno recio, y los soldados estaban cansados de lo que habían padecido, y Scipion con ellos se pasó a la ciudad de Tarragona, tierra templada y de buen cielo: aquí invernaron, y Scipion partió entre ellos lo que habían ganado en las batallas pasadas, y quedaron todos contentos. Esto fue 215 años antes del nacimiento del Señor; y fue este año notable por los muchos portentos y prodigios sucedidos en España y otras partes. Oyéronse bramidos en el aire, temerosos y tristes; golpes de pelea, como que gentes no sabidas batallasen en las nubes: a muchos parecieron fantasmas y visiones espantosas; fuentes manaron sangre, y bestias dieron partos monstruosos y estraños, y algunos animales trocaron el sexo. Hiciéronse varios sacrificios, ya de animales, ya de hombres, imaginándose que con aquellos aplacarían la ira de sus falsos dioses: refiérenlos Florián de Ocampo y otros, aunque a Mariana parece fabuloso el sacrificio de los hombres.

El año siguiente fue muy próspero y feliz para Scipion, por las victorias que alcanzaron de los cartagineses sus capitanes, desbaratándoles sus armadas, y tomándoles, de treinta navíos que había en ellas, los veinte, que, juntados con los suyos y bien armados, corrió con ellos los mares del poniente de Cataluña, y saltando en tierra sus gentes, hicieron gran mal en los cartagineses. a la vuelta combatió la isla de Ibiza, y los mallorquines y de Menorca se confederaron con él; y aunque Asdrúbal, con poderoso ejército, vino para combatir la ciudad de Tarragona; pero su venida fue vana, por la mucha resistencia que halló en la gente que había dejado en aquella ciudad, y se hubo de volver a Cartagena, donde supo el daño que los de la armada de Scipion habían hecho en aquella comarca. Vuelto Scipion a Tarragona, recibió muchas embajadas de muchos pueblos de España, que se declararon por los romanos, y eran más de ciento veinte. Con esto y haberse declarado por ellos los pueblos de la Celtiberia, que eran los del poniente de Ebro, quedó muy aventajado el partido romano, por ser estos pueblos muchos, belicosos y fuertes, y muy constantes y firmes con sus amigos y confederados.
Vivía en los pueblos ilergetes un caballero llamado Mandonio, persona de gran valor y nobleza, (y mandón) y muy esclarecido por su sangre y linaje; porque, como dice Beuter, descendía de los reyes antiguos de España, y había sido rey de los Ilergetes. Tito Livio le llama vir nobilis, qui antea ilergetum regulus fuerat; el padre Juan de Mariana le llama hombre poderoso, que antes había tenido el principado entre los ilergetes; y Florián de Ocampo dice que era persona de muy noble linaje, tanto, que los días antes era tenido por principal entre todos los ilergetes, y era deudo de Andúbal, noble español que murió en una batalla que hubo entre romanos y cartagineses. Era este Mandonio hombre de grande ingenio y discurso y traza, valiente, bullicioso y travieso, y vivía retirado en el extremo de los pueblos ilergetes, en las montañas que hoy caen en el reino de Aragón. Tenía un hermano llamado Indíbil, igual a él en valor, fuerza y reputación; y ambos tenían muchos amigos y vasallos. Aborrecían extrañamente el nombre romano, y estaban muy apasionados por el bando cartaginés, y deseosos de vengar la muerte de Andúbal, su pariente. Si novedades no habían intentado, si quietos habían vivido, deteníales el poder romano, y la incertitud y fin dudoso de la empresa, que tanto más la juzgaban dudosa cuanto mayor era la fortuna de los romanos y prudencia de Scipion, su capitán, que por estos tiempos tenía alojada su gente en la marina. Mandonio trató con sus amigos, parientes y vasallos, nuevos movimientos y empresas que no debiera; y con las esperanzas que daba de buenos sucesos, fue oído y creído: siguiéronle muchos, y más en particular toda la gente que de novedades espera medros y buenos sucesos.
No faltó inquieto ninguno ni comunero que no le siguiese, porque todos aborrecían a los romanos y pensaban vengarse de ellos; y así, armados, corrieron y talaron la tierra de los romanos y sus confederados, haciendo robos, muertes e incendios, con gran fiereza e inhumanidad extraña. Extendiéranse, sin duda, mucho estas gentes y pasaran adelante, si no atajaran sus movimientos la prudencia y disciplina militar de Neyo Scipion, que, como prudente capitán, luego acudió con el remedio, desviando los daños que le esperaban, antes que aquella contagion inficionase los demás pueblos de Aragón y Cataluña, devotos del nombre romano. Juntó luego sus capitanes, que con tres mil soldados catalanes y romanos, fueron hacia los pueblos ilergetes, donde hallaron muy poca resistencia, por ser la gente de Mandonio bisoña y allegadiza, poca y mal avenida; y los de Scipion reglados y cursados en la guerra, y regidos por capitanes prácticos y concertados. Siguiéronles poco a poco, y tan a tiempo y con tales ventajas, que mataron muchos de ellos y muchos más tomaron presos, y despojados de las armas (que para ellos fue un gran castigo), les permitieron que sin ellas volviesen a sus pueblos; y Mandonio, enfadado de tan malos sucesos, con la gente que le pudo seguir se salvó en los montes.
Cuando Asdrúbal supo los movimientos de Mandonio, se persuadió que debía tener gran aparejo, pues se rebelaba contra los romanos y movía aquella guerra cerca de los
aposentos de ellos, y en tierra donde había muchas villas y lugares que eran de su bando, y nadie osaba declarárseles enemigo; y así, dado que él y sus cartagineses residiesen muy lejos de los pueblos ilergetes, no por eso dejó de hacer toda su posibilidad. Recogió de presto los africanos que más cerca tenía, dejó mandado que los restantes luego le siguiesen, y él comenzó de caminar apresuradamente la vuelta de Cataluña, para dar calor y ánimo a Mandonio, certificándole su venida con mensajeros enviados por diversas partes, porque si los unos eran impedidos por el camino, llegasen los otros; y no tardó mucho de llegar él en pos de ellos, y pasar las aguas del río Ebro, tan acompañado de gentes advenedizas, que sus enemigos, puesto que fueran cuatro tantos y no tuvieran contradicción en la misma tierra, no bastaran a se les defender. Alaban en este caso los autores latinos la sagacidad y prudencia de Scipion; porque
sintiendo que su poder al presente no bastaba para resistir al cartaginés, desvió la guerra discretamente por otra parte, negociando con los españoles celtíberos, sus amigos nuevos, que saliesen a ellos a gran prisa contra los otros pueblos de la parcialidad africana, pues era cierto, si lo hiciesen, que para socorrerlos Asdrúbal, había de tornar atrás o perder aquellos que perseveraban firmes en su favor, y no le convenía desamparar cosa tan cierta, por emprender la cobranza de estos otros ilergetes en quien había dificultad y duda. Los celtíberos accedieron a este ruego, por ser la primera demanda que sus amigos les pedían, y como fuesen hombres guerreros y puestos en armas a la continua, pudieron salir presto y muchos, y comenzaron a destruir la provincia contraria con grandes quemas y muertes en cuantos lugares y pueblos topaban; y de estos pueblos en los primeros ímpetus tomaron tres muy principales, a fuerza de combates, los cuales, dado que no declaran las historias qué tales fuesen, ni qué nombre tenían, ni en qué parte fuesen, parece claro ser importantes, pues el capitán Asdrúbal y toda la fuerza de sus banderas dio vuelta para les valer. Llegados aquí, luego los españoles celtíberos les vinieron al encuentro, tan determinados y bravos y tan encarnizados, que no se pudo menos hacer que pelear con ellos en dos batallas una tras otra muy crueles, en las cuales ambas el capitán Asdrúbal y toda su potencia quedaron vencidos y destrozados, y muerta gran suma del ejército cartaginés; y declara Tito Livio ser muertos en aquellas dos peleas hasta quince mil cartagineses, y presos cuatro mil. (En los autores latinos, sale Cataluña o catalanes, aunque sea en formas antiguas, como Cathalonia o así ?)