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jueves, 14 de marzo de 2019

Libro segundo

LIBRO SEGUNDO DE LA HISTORIA DEL REY DON IAYME DE ARAGÓN, PRIMERO DE
ESTE NOMBRE, LLAMADO EL CONQUISTADOR 

Capítulo I. Que
muerto el Rey, los de su ejército determinaron alzar por Rey a su
hijo el Infante don Iayme, y lo que hicieron por sacarle de manos del
Conde Monfort.

Muerto el Rey los principales de su
ejército, vueltos al Real, entregaron su cuerpo a los caballeros de
sant Iuan del Hospital, a cuya orden había hecho muchas mercedes, y
dado villas y castillos, para que con toda pompa y ceremonias reales
le sepultasen, como lo hicieron, llevándole sobre sus hombros al
monasterio de Xixena, a donde su madre la Reyna doña Sancha, después
de haber hecho profesión de religiosa, poco antes había muerto. Y
en fin le sepultaron en un magnífico y bien labrado sepulcro,
haciéndole sus obsequias reales, y acostumbrada novena, con grande
suntuosidad y llantos. Pues como por haber muerto el Rey sin hacer
testamento, quedasen las cosas de los Reynos confusas, y muy
turbadas, a causa de no haber sucesor nombrado, don Nuño Sánchez
primo hermano del Rey, e hijo del Conde don Sancho, y don Guillen de
Moncada, y don Guillen de Cardona (a los cuales no quiso aguardar el
Rey, y llegaron ya muerto él al ejército) con otros principales de
los dos reynos, se juntaron, y determinaron, que por los movimientos
que por faltar el Rey se podían seguir en los pueblos, y por evitar
bandos y divisiones entre los Reynos, se diese con toda presteza la
sucesión, y declarase Rey el Infante don Iayme, hijo único del
muerto, antes que saliesen de través otros que le pusiesen en
cuentos el reyno, con el obstáculo de la legitimidad.
Pues
aunque la separación, o divorcio, que el Rey había hecho con la
Reina su mujer madre de Don Jaime: con la sentencia del Pontífice
había sido dado por mal hecho, y declarado por legítimo el
matrimonio entre los dos: pero todavía, como el Rey no había
obedecido la sentencia, quedaban muchos dudosos, y aun fáciles para
creer lo contrario. Demás de esto les movió para hacer esta
diligencia, ver que no habiendo el Rey nombrado sucesor, don Sancho
padre de don Nuño y hermano menor del Rey don Alonso padre de don
Pedro, intitulándose Conde de Rosellón, pretendía la sucesión de
los reynos, por haber sido llamado a ella en el testamento del
Príncipe don Ramón su padre, faltando don Alonso su hermano, y
también don Fernando hermano de don Pedro, el cual con la esperanza
de reinar estaba determinado de renunciar el hábito de monje que
había tomado. Y con esto cada uno por si comenzaban a maquinar
(machinar) secretamente, y llevar adelante su intento. Para esto
tenían ya ganadas las voluntades de algunos ricos hombres de Aragón.
Y por esta causa don Nuño y don Guillen con todos los demás se
conformaron en lo determinado, y juntaron más compañías de
soldados: pues los demás del estado de Mompeller, y del principado
de Cataluña, venían en ello, para formar campo contra el Conde
Monfort, que siempre estaba con su ejército entero. Lo cual hacían
no tanto para vengar la muerte del Rey, cuanto por haber a su mano el
Infante don Jaime, al cual el Conde, por orden del Rey y mandamiento
del Pontífice, como está dicho, había tomado a su cargo para
criarlo. Fue cosa memorable la que hizo don Nuño, que siendo hijo
del Conde don Sancho, a quien, si saliera con el Reyno, había de
suceder, no quiso seguir la parcialidad de su padre, sino guardar
toda fidelidad al verdadero sucesor Don Jaime. Pues como el Conde
Monfort sintió todo esto, con el orgullo de la victoria pasada,
juntó mayor ejército, a fin de defenderse del real, y alzarse con
don Jaime, para con la persona de él sacar muy buenos partidos de
los reynos.












Capítulo
II. Que por sacar a don Jaime de las manos del Conde, se hizo
embajada al Pontífice, y de su respuesta.

Como los del campo
real vieron que el Conde se ponía de veras en defensa, acrecentando
su ejército cada día, no quisieron poner en ejecución lo que
habían determinado contra él, sino entretenerle hasta ver, si
enviando embajadores a Roma al Pontífice, alcanzarían con su favor
que el Conde les entregase al Príncipe don Jaime, y así concordaron
en hacer embajada, la cual emprendieron don Guillen Cervera, y don
Pedro Ahones, capitanes valerosos, juntamente con don Guillen
Monredon vicario del maestre del Temple en los dos reynos de Aragón
y Cataluña
, con poderes bastantísimos y particular orden, para que
si el Conde rehusase de entregar al Infante, mandándoselo el
Pontífice, le denunciasen de nuevo la guerra a fuego y sangre, en
nombre de los dos reynos: y que don Pedro Ahones uno de los
embajadores, le enviase a desafiar de persona a persona, retándole
de traidor y fementido, por no restituir a don Jaime a los suyos. Los
que más procuraron y solicitaron esta embajada (según dice la
historia) fueron don Español Obispo de Albarracín (Aluarrazin), y
don Pedro Azagra señor de la misma ciudad, para que juntamente, con
dar calor a la restitución del Príncipe don Iayme, fuesen a la
mano a don Sancho y don Fernando, por las diligencias que cada uno de
ellos hacía por si. Y aun escriben algunos, que el mismo Obispo fue
en persona por este negocio a Roma. Puestos en Camino los
embajadores, al cabo (acabo) de muchos días llegaron a Roma con
grande acompañamiento de gente y criados, y muy cubiertos de luto
hicieron su entrada: donde como se acostumbra con los embajadores
fueron con grande honra recibidos del pueblo Romano, que se acordaba
muy bien de la liberalidad que con él hizo el Rey muerto, el día de
su coronación. Lo primero que los embajadores hicieron, fue ir a
besar las manos a su señora y Reyna doña María, con la reverencia
y acatamiento que como súbditos y vasallos debían. Y declarando la
causa de su embajada, contáronle del Rey su marido cosas de grande
lástima: y del Príncipe su hijo de mucha prosperidad, pues quedaba
vivo y sano: en lo demás, las grandes diferencias y distensiones en
que los reynos andaban, divididos en parcialidades, y para perderse
del todo, si el Conde Monfort no les restituía al Príncipe su Señor
para alzarle por Rey. Oído esto por la Reyna que tan hecha estaba a
oír, y ver trabajos y calamidades de los suyos, dio gracias a
nuestro Señor por todo, dejándolo a su divina disposición y
voluntad: y suplicó al Pontífice mandase luego dar audiencia a los
embajadores. Los cuales muy cubiertos de luto, y con semblante triste
y lloroso llegaron a besar al pie a su Santidad y dada facultad para
declarar su embajada, el vicario del temple Monredon que era hombre
elocuente, y ya de antes conocido del Pontífice, dijo de esta
manera. Beatísimo Padre, contar agora muy en particular a vuestra
Santidad la triste y lamentable muerte del valerosísimo e
invictísimo Rey nuestro, y crueldad con él usada, ni lo sufre
nuestros sollozos y lágrimas: ni es bien, a quien tiene ya entendida
y muy de veras sentida tan miserable muerte, renovar su dolor con
repetirla. Basta que brevemente se entienda, como aquel Conde Simón
Monfort, a quien vuestra Santidad, por intercesión y ruegos del
mismo Rey hizo tantas mercedes, como todos sabemos, y fue tan amado
suyo, que le encomendó su único hijo nuestro Príncipe don Jaime:
el mismo convertido de muy amigo y privado en enemigo cruelísimo,
salió al campo con ejército formado, y no solo osó acometer al
ejército real, pero con desenfrenado furor mató al mismo Rey
nuestro, de quien poco antes Vuestra Santidad, había coronado de
corona Real, y con esas sacrosantas manos consagrado por Rey. Por
cuya muerte súbita, y de otros principales señores que con él
murieron, quedan las cosas de la corona de Aragón tan confusas, y
tan
divisos
entre si los reynos, que si con brevedad no se atajan tantos
inconvenientes, sin duda vendrán (vernan) a total perdición y
ruina. Ansí por la gran parcialidad que por si hacen don Sancho tío
del Rey, y don Fernando el hermano, que pretenden la sucesión: como
por los principales capitanes de los reynos, que con el poder del
ejército real, y con la mayor parte de los pueblos, les contradicen.
Los cuales para más quietud de todos, piden al Príncipe don Jaime
por Rey, porque lo tienen por legítimo Señor y verdadero sucesor
ab
intestato
. Pues la separación y
divorcio que el Rey hizo con la Reyna nuestra señora, que la otra
parcialidad alega para anular el matrimonio, y legítima sucesión
del Príncipe, ya por sentencia dada por vuestra Santidad fue
condenada, y dado el matrimonio y sucesión por buenos. Y así la
suma de nuestra embajada es, suplicar a vuestra Santidad mande al
Conde Monfort restituya luego al Príncipe don Jaime a los generales
del ejército real, para jurarle por Rey, antes que el mismo Conde,
temiéndose que los nuestros le han de perseguir, más por vengar la
muerte del Rey, que por cobrar al Príncipe, se junte con don Sancho,
y don Fernando, para arruinar al dicho Príncipe: pues sabemos está
el Conde tan obligado a esta Santa Sede Apostólica que no dudamos
hará luego lo que por vuestra Santidad le fuere mandado: donde no,
la resolución de los del ejército es, no solo hacerle cruel guerra
en todos sus estados, pero tenemos expresa comisión, para que
capitán don Pedro Ahones nuestro colega, que aquí está presente,
le desafíe, y repte de rebelde y fementido. Mas porque consideramos,
que llegar a estos términos rigurosos, sería dar en mayores
inconvenientes, para total perdición de los reynos, y mayor daño de
nuestro Príncipe, suplicamos a vuestra Santidad por la obligación
en que Iesu Christo le ha puesto en su lugar para mantener en todo
amor y concordia su pueblo Christiano, mande se nos restituya en paz
el Príncipe: para que por tan gran beneficio y merced, los reynos y
todos quedemos obligados no solo a rogar a nuestro Señor por la vida
y continua felicidad de vuestra Santidad, pero aun para mejor
conservarnos en la firme y perpetua obediencia que a esta santa Sede
debemos.
Acabada de explicar con lágrimas la embajada, el sumo
Pontífice
consoló benignamente a los embajadores, encareciendo, lo
mucho que había sentido la primera nueva que tuvo de la muerte del
Rey, Príncipe tan valeroso y esforzado, pues hallándose tan
perseguido de sus enemigos, y no siendo socorrido de los suyos en la
batalla, quiso más hacer rostro, y morir, que con mengua de su honra
volver las espaldas, puesto que no dejara de atribuirle alguna culpa:
y dar por causa de sus infortunios y males, el haberse apartado y
hecho divorcio con la Reyna doña María: y no menos por no haber
obedecido su sentencia. Mas que no por eso dejaría de hacer toda
honra al muerto, a quien si fuera viudo, por ventura no la hiciera. Y
que tendría muy especial cuidado en hacer restituir al ejército y
Reynos a don Iayme su Príncipe para jurarle por Rey. Demás desto
alabó mucho a los grandes y capitanes del ejército Real, por la
fiel obediencia y afición con que pedían a su Príncipe. Y para
esto les mandaba reuniesen buen ánimo, y perseverasen en su
fidelidad, porque no dejaría de darles todo favor y ayuda con gente
y dineros hasta que le pusiesen en posesión de todos los reynos y
señoríos de su padre. Finalmente, después de haber tenido en mucho
la obediencia dada por los reynos a la sede Apostólica, y alabado a
los embajadores por el trabajo y paciencia de tan largo y fatigoso
camino, mandoles se detuviesen algún tiempo en Roma, hasta que les
diese su bendición, y respuesta.




Capítulo
III. Que por el Concilio provincial que tuvo el legado en Mompeller,
fue investido el Condado de Tolosa al Conde Monfort, y entregó al
Príncipe don Iayme al Legado.

En este medio que fue la rota
y muerte del Rey, Bernardo Cardenal Benaventano, era venido legado de
la sede Apostólica a la provincia de Guiayna, por remediar tantos
movimientos y aparatos de armas que en ella se hacían, para total
destrucción de la provincia: los cuales nacían de la guerra que
poco antes había hecho el Conde Monfort, general del ejército de la
iglesia, contra los herejes y
fautores
de la herejía que se levantó en la ciudad de Albi de la misma
provincia, según que en el precedente libro se ha dicho. Para esto
convocó el Legado concilio provincial en la ciudad de Mompeller, en
el cual se congregaron los Arzobispos de Narbona, Aux, Arles, Ebrun,
y de Acs, con xxviij. Obispos, y otros muchos Abades, y Priores de
toda la provincia. Por los cuales fue condenada la herejía de Albi,
y determinado que la ciudad de Tolosa fuese adjudicada a la iglesia
con todo el condado, por haber sido la condenación hecha contra el
Conde en este concilio poco después confirmada por el concilio
Lateranense. Y así, por la buena diligencia que el Conde Monfort
había usado en proseguir la guerra contra los de Albi, el concilio
provincial le concedía la conquista y aprehensión de Tolosa, la
cual con el condado prometían darle en perpetuo feudo, haciendo
decreto sobre ello, con tal que la santa sede Apostólica, y sumo
Pontífice lo aprobasen, y confirmasen. Por lo cual partió luego
para Roma el Arzobispo de Ebrun, enviado por el legado y concilio: y
como llegó allá, y entendió el Papa lo que contenía el decreto,
luego lo aprobó y confirmó, con tal pacto y condición que el
concilio mandase al Conde, ante toda cosa, que pusiese en libertad al
Príncipe don Iayme hijo del Rey don Pedro a quien tenía en su
poder, y lo entregase a los generales del ejército real de Aragón y
Cataluña, para que le alzasen por Rey. Como esto lo prometiese
cumplir, y diese por hecho el Arzobispo, el Pontífice mandó llamar
a los embajadores del ejército, y certificándoles como el Conde
Monfort restituiría al Príncipe, les dio su bendición y mandó se
volviesen con el Arzobispo. El cual llegado a Mompeller, como
propusiese ante el concilio la confirmación del decreto, con la
condición impuesta (apuesta) por el Pontífice, el Conde la aceptó.
Luego el Cardenal Legado, concluido el concilio, se partió con el
Conde para la ciudad de Carcassona, donde hacía (había) ya dos años
que tenía muy bien guardado, en compañía de muy buenos ayos y
maestros al Príncipe don Iayme: al cual holgó en extremo ver el
Legado, por lo que el niño, con muy evidentes muestras y señales de
valor, descubría lo que había de ser. Y luego acompañado de la
gente de guarda del Conde se pasaron a la ciudad de Narbona, a donde
ya eran llegados muchos señores principales de Cataluña con los
síndicos de las ciudades y villas Reales, quien el Legado después
de haberles tomado juramento de homenaje y fidelidad por el Príncipe,
que tenía poco más de seis años, se les entregó. Estaba entonces
en compañía del Príncipe su primo hermano don Ramón Berenguer,
hijo y heredero universal del Conde don Alonso de la Provenza, y de
aquella mujer de Marsella con quien se casó por amores, según en el
precedente libro está dicho, y muerto el Conde y la madre, como don
Ramón quedase pubillo, los gobernadores del condado le enviaron a
Carcassona donde estaba el Príncipe don Iayme su primo, para que se
criase con él, y le trajesen (truxesen) a Cataluña, por lo mucho
que los dos, siendo casi de un mismo tiempo y edad, y criados juntos,
entre si se amaban. De manera que habiendo entrado el Príncipe con
el Legado en Cataluña, y andado por las villas y ciudades con mucha
alegría y aplauso de todos: despachando de paso, con la autoridad y
consejo del mesmo Legado muchos negocios que tenían necesidad de
asiento, llegaron a Barcelona, ciudad grande y antigua, cabeza del
Principado de Cataluña, tierra
bien abastecida de todas cosas, y
con los cumplimientos que adelante se contarán de ella: en la cual
fue recibido con muy grande magnificencia de los ciudadanos. Y porque
luego acudieron muchos negocios de todo el Principado, señaladamente
de algunos pueblos de la montaña que se habían alzado con algunas
libertades contra la corona Real, fue necesario parar allí un poco
tiempo, y con el consejo del Legado volver muchas cosas a su lugar y
asiento.




Capítulo
IIII (IV). De las Cortes que se comenzaron en Lérida, donde fue el
Príncipe jurado por Rey, y por su tierna edad encomendado al
Comendador Monredon en la fortaleza de Monzón.

Pareció al
Legado y grandes de los Reynos que por haber venido y venir de cada
día, de las últimas partes de Aragón muchas gentes con deseo de
ver al Príncipe, que por mayor comodidad de los dos reynos, se
convocasen cortes generales en Lérida, por ser ciudad de las más
antiguas y principales de Cataluña puesta en los confines de Aragón
a la ribera del río Segre, y muy abastada de todas cosas,
señaladamente de pan, por estar junto al campo de Urgel que es de
los fertilísimos del mundo. Llega después el plazo de las cortes,
el Príncipe con el Legado entraron en Lérida; donde fueron del
pueblo principalmente recibidos. Lo primero que por orden de las
corres se hizo fue deshacer los Sellos del predecesor (como lo
acostumbran los que comienzan a reynar) y usar de los que ya a la
entrada de Cataluña de nuevo se hicieron. Comenzaron a tenerse las
cortes con la asistencia del Legado, y de don Aspargo Arzobispo de
Tarragona, cercano (
propinquo)
pariente del Príncipe, y del antiquísimo linaje de la Barcha, con
los demás Prelados y grandes de los dos reynos por su orden, y con
los síndicos de las ciudades y villas reales, cuyos poderes
bastantísimos se leyeron.
Solo faltaron don Sancho, y don
Fernando, porque toda su esperanza de poder reynar ponían en las
distensiones y discordias que ellos habían sembrado, pensando
nacerían de las cortes ocasiones para más engrandecer su
parcialidad. Pero el señor del mundo que lo rige todo, proveyó en
que no hubiese cortes que con más unión y conformidad se celebraren
que aquellas, para todo beneficio del Príncipe. Y así acabo el
Legado con todos, que sin dificultad jurasen al Príncipe por Rey, y
que la obediencia y juramento de homenaje se diese en voz alta,
alzando muchas veces las manos diestras, mientras el juramento se
leyese, como lo hicieron: teniendo todo aquel tiempo el Arzobispo don
Aspargo al Príncipe en sus brazos para que lo viesen todos: y se
hizo ley que el juramento de homenaje de allí adelante se prestase a
los Reyes, con aquellos usos y ceremonias, siempre que tomasen la
posesión de sus reynos.
De ay,
considerando la tierna edad del Rey, ser inhábil para regir,
determinose con la buena industria del Legado, que para mayor guarda
y seguridad de la persona y vida del Rey, fuese encomendado a algún
hombre grave y de confianza, que le tuviese en guarda por algún
tiempo, y le criase e instituyese con la disciplina y buena educación
a tan alto Príncipe se requería, en tanto que las cosas del reyno
se asentaban para lo cual no se halló otra persona más conveniente,
que don Guillen Monredon caballero Catalán natural de Osona, y
vicario del gran Maestre del Hospital en los reynos de la corona de
Aragón. El cual poco antes (como está dicho) había hecho con los
demás la embajada al sumo Pontífice, y era persona de muy gran
valor y confianza, de mucha experiencia y destreza en armas. Demás
de ser hombre de letras, para que mejor pudiese instruir al Rey en
cosas de paz y guerra, con las demás reales virtudes, sobre todo
para encaminarlo en los ejercicios de la milicia, por estar en
aquellos tiempos todo el ser y fuerza de los Reyes puestos en la
tutela y amparo de las armas, de las cuales el Rey tanto se valió.
Fueron los que más pretendieron este cargo, don Sancho y don
Fernando, como más propinquos parientes del Rey, y con grande
instancia procuraron haberlo para si, pero no se les concedió, por
la contradicción que el Legado y principales de los Reynos les
hicieron. Por esta causa se confirmaron en la elección hecha de la
persona de Monredon (
Monredó),
a quien el Legado encargó mucho guardase sobre todo la persona del
Rey de las acechanzas (asechanças) de don Sancho, y don Fernando:
porque de verse excluidos de su pretensión armaban, contra la
persona Real muy a la descubierta. Y así hecho el juramento por
Monredon, le fue luego entregado el Rey para tenerlo en la fortaleza
y castillo de Monzón (Monçó) que era muy fuerte y capaz, con buena
guarnición de gente de guarda. Encerrose juntamente con él su primo
don Ramón que era de edad de nueve años, entrando el Rey entonces
en los ocho. Con todo esto se determinó, que durante el tiempo que
el Rey estuviese en guarda, por su poca edad, el Conde don Sancho por
su autoridad y años, fuese gobernador general de los dos reinos.



Capítulo V. Que la reina doña María murió en Roma, y
del testamento que hizo, y cuan encomendado dejó al Príncipe su
hijo al Pontífice, el cual le tomó debajo su amparo.


Por
este tiempo la Reyna doña María que dejamos en Roma, cansada de
tantos trabajos, que padeció con las persecuciones del Rey su marido
y de sus hermanos, aunque con su buena justicia y razón (como está
dicho) al fin triunfó de todos, adoleció de una muy grave dolencia,
de que murió: acabando sus días santísimamente, en tiempo de
Honorio III Pontífice, al cual encomendó mucho a su hijo el
Príncipe don Iayme, rogándole lo recibiese debajo su protección, y
de la santa sede Apostólica: por cuyo consejo hizo testamento, y
dejó al Príncipe su hijo heredero universal, con la señoría de
Mompeller y su estado. Con tal que si moría fin hacer testamento,
sustituya con iguales partes a Matilda y a Petronia hijas suyas, y
del Conde de Comenge, sin hacer mención alguna de los hermanos
bastardos. Lo cual, así como por su gran bondad y santidad de vida,
fue siempre por los Pontífices muy estimada en vida y tratada como
Reyna, así también después de muerta, se le hicieron las exequias
y honras reales con aquella suntuosidad que a Reyna y madre de tan
principal Rey se debían. Fue su cuerpo sepultado en el Vaticano, en
la iglesia de sant Pedro, al lado del Sepulcro de santa Petronila,
como la historia del Rey lo afirma. Hecho esto, el sumo Pontífice
por cumplir la voluntad de la Reyna, tomó debajo su protección
y de la sede Apostólica, al Príncipe don Iayme y a sus Reynos de
Aragón y Cataluña
, con el Principado de Mompeller, y los demás
reynos y señoríos que en lo porvenir se recreciesen a la corona de
Aragón
, Sobre ello escribió al mismo Bernardo Cardenal Legado, de
quien hemos hablado, mandando que a don Iayme, a quien por ruegos de
la Reyna su madre había tomado debajo su protección, y de la sede
Apostólica, y a todos sus reynos y señoríos, le defendiese y
favoreciese en toda ocasión. Y así el legado nombró por
principales consejeros del Rey niño, y como tutores, para siempre,
que saliese de la fortaleza de Monzón, a don Aspargo Arzobispo, a
don Ximeno Cornel, a don Guillen Cervera, y a don Pedro Ahones,
hombres principales los dos reynos, y de gran gobierno. Con esto el
Legado, dejando por acá muy gran fama de sabio y prudentísimo, se
volvió a Roma.




Capítulo
VI. Como andaban los reinos en perdición por el mal gobierno, y que
se otorgó el tributo del bouage, y trató de sacar al Rey del
castillo, de donde se salió antes el Conde don Ramón.


Como
el Rey estuviese en poder de Monredó en la fortaleza de Monzón, se
seguían cada día grandes novedades y divisiones en los dos reynos,
por la inquietud de don Sancho, y don Fernando, que nunca perdían
sus intentos de reinar, y por su respecto todo era parcialidades, y
bandos entre la gente vulgar, la cual con esta ocasión vivía muy
disoluta. Demás que las
alcaualas
y rentas reales habían venido tan al bajo, y era tan poco el tesoro
del Rey, que apenas había para mantener su persona y guarda.
Causábanle esto don Sancho y don Fernando, que el uno como
gobernador, y el otro como tan propinquo del Rey, se aprovechaban de
las rentas reales, sin haber quien les fuese a la mano. También tuvo
principio este daño de los desmadrados (demasrados) y excesivos
gastos que el Rey don Pedro hizo con sus jornadas y empresas hasta
empeñar el patrimonio Real: en tanto que por la mayor parte las
rentas reales estaban consignadas a los Iudios y mercaderes, cuyos
logros las consumían. Por manera que aun no había para pagar los
estipendios y salarios a los oficiales reales, ni a los gobernadores
y ministros de la justicia: y por esto defraudados de sus salarios,
tomaban dádivas y presentes, y comenzaban a hacerse cohechos,
poniendo en venta la justicia y judicaturas. Lo cual considerado por
los prelados, y principales hombres de Cataluña, junto con los
grandes escándalos y rebeliones que de esto se podían seguir,
determinaron de advertir de ello a los pueblos, y que no había otro
remedio para tantos males, sino conceder al Rey el tributo del
Bouage, que (como está dicho) era un tanto que se pagaba por cada
junta de Bueyes, y cada cabeza de ganado mayor y menor, y por los
bienes muebles cierta suma, la cual se fue variando conforme a los
tiempos. Este tributo había sido tres veces concedido al Rey don
Pedro. La primera para los gastos de la guerra que hizo en compañía
del Rey de Castilla contra los moros del reyno de Toledo, cuando se
cobró Cuenca; la segunda cuando se ganó la batalla de Vbeda contra
doscientos mil moros; la tercera para ayuda del dote de tres hermanas
que el Rey casó. Mas viose manifiestamente que todas aquellas
necesidades pasadas no igualaban con la presente; que se había de
emplear en sacar de extrema necesidad la persona del Rey, por cuyo
encerramiento padecía el Reyno todo mal gobierno. Entendido esto por
los pueblos de Cataluña, no contradijeron a la demanda, sino que con
grande diligencia reunieron (colligieron) el tributo y lo pagaron:
así por sacar al Rey de necesidad, como por atajar la rebelión y
tiranía que ya se entreoía. Porque el mismo don Sancho, cuyo ánimo
siempre fue de acumular gran thesoro para sacar al niño Rey de la
vida; tomaba por principal medio de su designo, traer al reyno a toda
necesidad y estrechura de dinero. Pues con el largo encerramiento del
Rey, y la mucha autoridad y crédito que con el cargo de gobernador
había ganado: además de las mercedes que a unos y a otros había
hecho por granjear a muchos: también porque don Fernando tiraba a lo
mismo: llegó el negocio a tanto, que la mayor parte de los
principales del Reyno de Aragón ya eran casi de un acuerdo con
ellos. Aunque con todo eso no saltaron otras personas principales del
mismo reyno, temerosas de Dios, y de muy gran valor y estado, que
tomaron por propria la querella del Rey, y se pusieron a defender su
persona y derechos. Porque confiados del buen socorro de dinero que
al Rey se había hecho con el servicio del Bouage para su
mantenimiento y refuerzo de guardia, se pusieron en armas, con
público apellido de servir al Rey. Señaladamente don Pedro Cornel,
y don Valles Antillon Aragoneses, mozos de grande valor y prendas,
por ser en linaje y armas muy ennoblecidos. A los cuales como don
Ximen Cornel pariente de ellos, hombre anciano y muy aventajado en
consejo y estado, viese también intencionados y determinados al
servicio del Rey, de nuevo los exhortó y confirmó en su buen
propósito, para que animosamente saliesen a la defensa del Rey y
Reyno, contra la soberbia y tiranía que ya se les entraba por casa.
Porque de los efectos, y modos de gobernar de don Sancho, y del trato
de don Fernando, fácilmente se podía conjeturar, como por cualquier
de ellos que llegase a reinar, le había de seguir una intolerable y
cruel tiranía para todos: que por eso convenía mucho que el Rey
saliese de su fortaleza, antes que alguna de las parcialidades se
adelantase a sacarle de allí, para privarle del reyno, y de la vida,
lo cual ya secretamente maquinaba la de don Sancho. Y que sin duda,
salido el Rey afuera a vista de los pueblos, y teniendo a ellos dos a
su lado, las parcialidades se desharían y desaparecerían, como
suele deshacerse la niebla con la presencia del Sol. Y sería de esta
salida lo mismo que poco antes había sido del Conde don Ramón, el
cual saliéndose de la misma fortaleza para ir a la Provenza, que
toda estaba en armas, y medio rebelada contra él, luego que entró
en ella, y le vieron los suyos, se apaciguó toda, y cesó el motín.
Mas porque sin quebrar el hilo de la historia, digamos lo que cerca
de esto pasó. Fue así, que por ese tiempo estando alterada la
Provenza, un principal caballero de ella escribió al Conde don
Ramón, cómo las cosas de su condado andaban tan revueltas y
alborotadas, que si no se daba prisa a venir a remediarlas con su
presencia, llegarían a total ruina. Por tanto le encargaba que en
recibiendo sus cartas se saliese de la fortaleza, y siguiendo al
mensajero, se fuese derecho para Tarragona, donde hallaría ya en el
puerto de Salou un bajel (
vaxel)
bien armado, que le pondría (pornia) muy en breve en Marsella. Con
esta nueva se alegró mucho el Conde, porque le sabía mal tan larga
clausura, y mostró las cartas al Rey, pidiéndole parecer y consejo
sobre su ida. El Rey que no tenía menos deseo que él de salirse,
comenzole mucho a animar
y a consejar
que tentase la salida, pues por el beneficio y reparo de su estado y
república, tenía obligación de aventurar su persona y vida. Y
aunque sentía mucho quedar sin su compañía, lo tomaría en
paciencia, porque asegurase sus cosas. De manera que siguiendo el
parecer del Rey, don Ramón, mudado de hábito, dos meses antes que
el Rey se saliese de la fortaleza, de noche, sin ser visto de las
guardas, y puestos él y Pedro Auger su maestro en sendos caballos,
se fueron guiados por el Provenzal que trajo (truxo) las cartas, y
sabía muy bien los pasos de la tierra . Caminando pues toda la
noche, al alba, pasaron por Lérida, y de ahí la noche siguiente
llegaron al puerto de Tarragona, donde hallaron la galera que les
aguardaba. Embarcados en ella con próspero viento, a remo y a vela,
por horas llegaron al puerto de Marsella: y con la nueva que luego se
divulgó de su llegada, la tierra se quietó, y quedó don Ramón
pacífico posesor de todo el Condado.




Capítulo
VII. Como los de la parte del Rey le sacaron de la fortaleza, y a
pesar de la gente de don
Sancho, pasó a Huesca, y de allí a
Zaragoza, y se apoderó del Reyno.

Fue grande la alteración
que el Conde don Sancho recibió cuando supo de la salida del Conde
don Ramón, porque entendió que el Rey haría luego lo mismo, y así
a mucha prisa hizo un buen escuadrón de gente de a caballo, y lo
puso casi a la vista de Monzón. En este medio don Ximen Cornel, con
los dichos don Pedro, y Valles Antillon, que fueron los que más se
señalaban contra
don Sancho por parte del Rey, ayudados por la
mayor parte de los que seguían el bando de don Fernando, que
enfadados de la soberbia de los que seguían a don Sancho, poco a
poco se iban allegando a la parte del Rey: todos juntos con el
Arzobispo de Tarragona, y don Guillen Obispo de Tarazona, don Pedro
Azagra señor de Albarracín, y don Guillé de Mócada, prometieron
amparar
al Rey, y fueron de propósito a hablar a Monredon a
Monzón: al cual significaron los grandes daños y trabajos que de
cada día padecían los reynos por el mal gobierno que tenían, a
causa que el Conde don Sancho se lo usurpaba todo, y no atendía
fino a engrandecerse y formar ejército, a efecto de matar al Rey y
alzarse con todo. Y como este mal no se podía atajar por otro mejor
medio, que con manifestar la persona del Rey a los pueblos, convenía
en todo caso sacarle de la fortaleza: pues tenía a punto muy gran
golpe de gente de a caballo con sus personas, que bastaban no solo
para muy bien defenderle, mas aun para pasarle por medio de sus
enemigos, hasta ponerle
en salvo
en Huesca y Zaragoza: a donde los pueblos cansados del yugo y mal
gobierno de don Sancho, viendo al Rey, fácilmente convertirían a su
devoción y obediencia. Oído esto por Monredon, y referido al Rey,
respondió con grande ánimo, que estaba muy aparejado para seguir
todo aquello que por los principales de su bando le sería ordenado.
Con esto fue luego sacado de la fortaleza, donde había estado
encerrado treinta meses continuos, con haber pasado toda su niñez
sin ningún regalo, antes con trabajos y paciencia. Como entendió el
Conde don Sancho que con el favor de algunos principales de los dos
reynos, y del bando de don Fernando, que por hacerle tiro, se había
juntado con ellos, habían sacado al Rey de la fortaleza y le
defendían, se determinó clara y descubiertamente mostrarse enemigo
formado de él y perseguirlo. Y así movido de cólera, en presencia
de los que con él se hallaban, dijo del Rey, y de los que le seguían
con palabras orgullosas y de mucha confianza. Entiendo que el Rey se
ha salido de la fortaleza a mi despecho, y con el favor de los de su
bando, quiere pasar a Cinca, y entrar en Aragón: doy mi palabra, de
cubrir de escarlata toda la tierra que él y los que con él vinieren
hollaran
de acá de Cinca. Señalando la gran carnicería y derramamiento de
sangre que había de hacer de todos. No faltó quien estas palabras
relató ante el Rey y los suyos, al tiempo que salía de Monzón, y
quería pasar la puente: y más, que el Conde le aguardaba con gente
y mano armada en Selga pueblo junto a Monzón. De esto tomó el Rey
tanta cólera, no siendo de diez años cumplidos, aunque harto mayor
de cuerpo de lo que la edad requería, que en la hora saltó del
caballo, y tomó de un caballero una cota de malla ligera, y con
tanta presteza y ánimo se preparó para la pelea, que a todos puso
espanto: y sin más consulta, mandó pasasen adelante, y él subido
en su caballo se puso de los primeros, para encontrar con los
enemigos. Mas el Conde, o movido de Dios, o refrenado por la
reverencia real, súbitamente se apartó de su mal propósito, y
quitó su gente del paso, dejando ir al Rey con su compañía fin
ningún estorbo. De suerte que pasando el Rey por la villa de
Beruegal, llegó a Huesca principal ciudad del Reyno como adelante
diremos: a donde fue recibido con grandísima alegría y contento de
todo el pueblo, admirados de su tan hermoso aspecto y formada
proporción de cuerpo, debajo tan tierna edad. Detúvose poco allí,
y porque así convenía, pasó a Zaragoza, donde le aguardaban ya de
concierto los Prelados de las iglesias, y ricos hombres, con
otros muchos
caualleros
del Reyno, y síndicos de algunas ciudades que secretamente seguían
el bando del Rey: pero las más se tenían al
de don Sancho. Y
como es aquella ciudad cabeza de todo el reyno, grande y llana, y
bien provista (proueyda) de toda cosa por lo cual mereció el nombre
de harta, además de ser muy adornada de suntuosos y bien labrados
edificios entre todas las de España (como adelante diremos) mostró
bien su grandeza y poder en la nueva entrada del Rey: la cual se hizo
muy espléndidamente, con juegos y espectáculos conformes a la edad
del Rey, para que gustase de ellos.


Capítulo VIII. Que
el rey se hizo luego a los negocios del gobierno, y como repartía el
tiempo y de la recompensa que se dio a don Sancho y don Fernando, y
de la facultad para batir la moneda jaquesa (Iaquesa).

Andaban
las cosas de Aragón por este tiempo, en lo que tocaba al gobierno
muy estragadas: porque el Conde don Sancho con la autoridad del
cargo, y fin de reinar, lo había todo perturbado: y ni para el
provecho del Rey ni para el gobierno del reyno había cosa en su
lugar. Por eso fue avisado el Rey que ante todas cosas entendiese a
reformar, y restituir la autoridad y poder real en su ser antiguo,
arrancando poco a poco las malas raíces que las parcialidades habían
echado de rebelión y bandos por todo el Reyno. Y así con el buen
consejo de los prelados y consejeros que el legado dio al Rey, se
aplicaba muy de veras a los negocios del asiento y pacificación del
reino. Porque con la buena institución y orden de vivir que de
Monredon había tomado en el repartir del tiempo, parte en ejercicio
de armas, parte en el estudio de letras, parte en informarle y saber
las cosas que en sus reinos pasaba, salió hábil para toda cosa. Con
esto, informado de los bandos y diferencias que entre algunos barones
y caballeros del reyno había, no paró hasta que con el consejo de
los Prelados los apaciguó y redujo a su devoción y obediencia. Y
así de entonces comenzó a tomar a su cargo, no solo el gobierno de
la Repub. Mediante buenos ministros, pero las cosas de la guerra: por
entender gustaba mucho los pueblos de su gobierno, y bien reguladas
intenciones. Asentadas las cosas de Aragón, determinó ir a
Cataluña, y pasando por la villa de Alcañiz, llegó a Tarragona
ciudad antiquísima, marítima, donde determinadas algunas
diferencias, dio vuelta para Lérida, por dar salida a las
pretensiones y demandas de don Sancho, y don Fernando, para lo cual
había mandado convocar cortes para Aragón y Cataluña. A las cuales
vinieron los dos, cada uno por si muy acompañado de los de su bando.
El uno por ser confirmado en el cargo de general gobernador, durante
la menor edad del Rey, y los dos por pedir recompensa del derecho que
pretendían tener a los reinos. A los cuales después de oídas, y
vistas sus demandas se respondió, que renunciando primeramente el
Conde a la gobernación general en manos del Rey, y también cediendo
libremente a todo y cualquier derecho que pretendiese tener a los
reinos, en favor del mismo Rey, se le diesen y entregasen por vía de
merced, y en honor, según fuero de Aragón, en el término de
Zaragoza y Huesca, el Castillo y villas de Alfamét, Almodeuar,
Almuniét, Pertusa, Lagunarrota. Que todo el provecho de ellas apenas
llegaría a 800.ducados de renta
cada un
año. Mas le asignaron quinientos ducados perpetuos sobre las rentas
reales de Barcelona, y Villafranca, que todo no llegaba a 1500.
ducados de renta, y no replicó más
sobre
ello
. Porque se entienda la rica
pobreza de aquellos tiempos: pues bastó esta recompensa, para hacer
que don Sancho cediese todos sus derechos y acciones que tenía a los
reinos de la corona de Aragón: siendo así que muriendo el Rey sin
hijos, lo heredaba todo. También don Fernando por su hábito
Eclesiástico fue nombrado Abad del monasterio de Montearagón, en el
territorio de Huesca: y para que se tratase más decentemente, como
quien era, se aplicaron muchos lugares comarcanos quedando hecho
collegio de Canónigos, reglares de la orden de S. Agustín, de los
más principales y bien dotados de Aragón. Con esto acabó en ellos
su demanda, y a
actió
a los Reynos de Aragón y Cataluña, aunque su apetito de reinar,
como adelante veremos, fue siempre creciendo. Finalmente se concluyó
en estas cortes, se batiese moneda de nuevo, y que la moneda jaquesa
que había primero batido el Rey don Pedro, la confirmase el Rey, y
diese por buena: y que se obligase a hacerla siempre valer debajo de
una ley y peso. 







Montearagón
Castillo de Montearagón











Capítulo
VIIII (IX). De la Religión y orden de nuestra Señora de la Merced
para la redención de cautiuos Christianos.

Concluidas las
cortes, el Rey volvió a Barcelona, adonde entendió en fundar e
instituir la religión y orden de nuestra Señora de la Merced, cuyo
apellido tiene hoy en día, y su regla es debajo la de S.
Augustin,
con cargo y obligación de rescatar cautivos Cristianos de manos y
poder de los infieles moros: no solo aquellos que por la mar fuesen
cautivados por los corsarios, pero también los que por tierra
eran salteados y presos por los moros del reyno de Valencia, con las
ordinarias entradas y cabalgadas que hacían en los reinos de Aragón
y Cataluña sus vecinos. Y esto, porque los cristianos presos
atemorizados con los tormentos y miserable servidumbre que padecían,
no renegasen la fé cristiana. El primer convento y casa de esta
religión fue fundada en la ciudad de Barcelona, donde quiso
estuviese la cabeza y asiento de la religión por ser marítima y
puesta a la lengua del agua, para más presto saber de los que eran
cautivos, y aparejar el rescate de ellos. De allí se extendió luego
por los dos Reinos, y mandó el rey edificar muchos conventos y
casas, y dotarlas de posesiones y rentas, con que las casas y
religiosos se sustentasen suficientemente, y de lo que sobrase, con
lo que se recogiese de limosnas (que se cogerían muchas) se hiciese
la redención. Y más que de los mismos religiosos cada año se
eligiesen algunos que llamasen Redentores, con fin que habido
salvoconducto de los moros, pasasen a Berbería en la África, donde
los más pobres y necesitados cautivos fuesen primero redimidos. Y
porque más pía y cristianamente mirasen por ellos: además de los
tres votos de castidad, pobreza y obediencia, que votan como las
otras religiones, a esta se le añadió el cuarto de seguridad o
fianza, es a saber, que si andando redimiendo, faltase el dinero para
algún cautivo muy necesitado, de quien se podía creer, que no
saliendo luego, renegaría la fé, este fuese el primero que se
redimiese, y se pusiese en salvo: y si para este faltase el dinero,
quedase el frayle redentor en rehenes por él hasta que por los de la
religión fuese
proueydo
del dinero. Dióseles a estos religiosos el hábito con el escudo de
las divisas reales, que fueron las armas antiguas de los Condes de
Barcelona
, una Cruz de plata en campo roxo, que también es la
insignia que trae la iglesia catedral de Barcelona. El hábito fue
conforme a las otras órdenes, de Cogulla por saco de penitencia,
vestiduras blancas, así para hacer limpia y cándida vida, como para
que en lo que tocase al trato de la redención usasen de puridad, y
llevasen su conciencia limpia de toda ambición y avaricia. Fue esta
religión intitulada de la Merced (la cual voz en lengua Española no
significa, como en la Latina, premio o precio, o paga de jornal, sino
lo mismo que especial don, o gracia) porque así como el extremo de
las miserias es la cautividad y servidumbre, señaladamente la que se
pasa
enatahona y
con hierros: así a este tal como esclavo aherrojado, y privado de la
libertad de cuerpo y espíritu, por estar entre infieles, no se le
puede dar mayor don y merced que redimir su persona, y restituirle su
libertad de espíritu, que es como salvar cuerpo y alma todo junto.
De esta libertad careció en alguna manera el Rey en su tierna edad,
estando como preso, por más de cuarenta meses, no sin muy evidente
peligro de su vida, así en Carcassona en poder del Conde Monfort,
del cual se podía creer, que pensaría no pocas veces en matarlo,
porque salido de su poder, no procurase de vengar la muerte del Rey
su padre con perseguir al matador: como también en la fortaleza de
Monzón en poder de Móredon, cercado de la mala voluntad y ánimo de
don Sancho, y don Fernando, sus tíos, que por reinar ellos le
maquinaron muchas veces la muerte. Y por librarse de tantos peligros
se había encomendado a la gloriosísima madre de Dios, y realmente
votado siempre que fuese restituyendo en su libertad, fundaría esta
orden para redimir cautivos, no menos necesitaría en la yglesia de
Dios, que la contemplación, como de la acción que en esta vida son
necesarios. Tiene fé por cierto que un insigne varón natural de
Francia llamado Pedro Nolasco, muy conocido del Rey cuando niño, le
indujo a fundar esta religión, y dio la traza para ello, y fue el
primero que tomó el hábito de ella por manos de Fray Raymundo
Peñafort
de la orden de Predicadores: porque también esta orden,
con la de los menores, pocos años antes fueron instituidas. Mas por
haber sido las dos tan favorecidas del Rey hablaremos de ellas en el
capítulo siguiente.








Capítulo X. Que por el mismo tiempo se fundaron las religiones de
Sant Francisco y Sant Domingo, en Italia, y como el Rey las introdujo
en sus reinos y les edificó conventos.



Algunos
años antes que se instituyese la orden de la Merced, por gracia de
nuestro señor, se instituyeron y fundaron otras dos compañías y
órdenes de religiosos, llamadas la una de frayles Menores, la otra
de Predicadores, con el apellido de sus patriarcas y fundadores,
Domingo de España, y Francisco de Italia, ambos varones santísimos,
y grandes imitadores de los sagrados Apóstoles y discípulos de
Cristo nuestro señor. Fueron las dos órdenes con sus reglas, por
los sumos Pontífices no solo aprobadas y confirmadas, pero aun
canonizados por santos los autores y fundadores de ellas. Estas se
instituyeron en tiempo que el pueblo Cristiano, ya que no era
perseguido de tan crueles y con condenadas herejías, como por
nuestros pecados lo está en estos tiempos, se hallaba tan cubierto,
y rodeado de tantas y tan malas yerbas de superstición, avaricia,
soberbia, y disolución de vida, que parecía andaba la verdadera
religión cristiana tan deslustrada, y el vivir de la gente tan
suelto, que causaba muy grande lástima y escándalo a los buenos.
Por esta causa la bondad y providencia divina, que siempre acude a
las mayores necesidades, y como sumo médico sana las dolencias más
incurables de su pueblo Cristiano, envió por celestial don al mundo,
dos santos varones, como dos esclarecidas lumbreras, para que con su
resplandor no solo alumbrasen al pueblo ciego, pero aun con su divino
calor consumiesen sus pestilenciales humores de avaricia y soberbia,
y de ignorancia y glotonería: porque de esto anduvieron por entonces
las almas muy enfermas e inficionadas. Y así los dos movidos por el
espíritu santo, repartieron entre si el reparo del mundo de esta
manera. Que el excelente y modesto doctor sant Domingo, tomó a su
cargo sanar con la medicina de su regla y orden, la ignorancia y
glotonería: la primera, que es madre de todos los errores, con el
estudio y continua lección (licion) y predicación del santo
Evangelio: la segunda, que siempre mueve la carne contra el espíritu,
con la perpetua abstinencia, e instituto de no comer carne. Por otra
parte S. Francisco se aplicó todo a la cura de las dos obras no
menos pestilenciales dolencias soberbia y avaricia. A la primera,
porque no habiendo cosa más odiosa a Dios, ni contra quien con más
furia parece que desenvaina la espada de furia (fuyra), que contra
los soberbios: acudió con su ejemplo de grande humildad è inocencia
de vida: la otra, que es la raíz de todos los males, sano con
menospreciar por Dios, y dar de mano a todas las riquezas, y
herencias del mundo. A estas dos religiones sobrevino la que el Rey
fundó de nuestra señora de la Merced (como hemos dicho), para
medicina y preservación de las almas, contra la más cruel y más
desesperada enfermedad que haber puede en un alma Cristiana, como es
renegar la fé santa de Christo en la cautividad de infieles. Por
donde merece esta religión con muy justo título, y loor de este tan
pío y católico Rey, ser contada entre las otras cosas por muy igual
a todas, pues tiene la misma aprobación y confirmación apostólica,
y con su cuarto voto remedia y socorre a lo más contrario de la
salvación humana. Fue pues para el Rey muy gran triunfo que esta
religión acertase a salir en un mismo tiempo, y concurrir con las
dos primeras de santo Domingo, y sant Francisco: de las cuales fue
tan devoto, que a sus primeros generales venidos de Italia a sus
reynos, les hizo tan gran recogimiento, que luego por su mandato, no
solo en las dos principales ciudades de Barcelona y Zaragoza, pero en
los demás pueblos grandes de la corona de Aragón, se les edificaran
conventos y casas suntuosísimas, y de ahí discurrieron por toda
España, adonde han fructificado tanto para la iglesia de Dios, que
por haber perseverado con la misma religión, ejemplo de vida, y
católica doctrina que comenzaron, son de las muy aventajadas
religiones de todas.








Capítulo XI. Que por los alborotos que se levantaron en los reynos
de Sobrarbe y Ribagorza, llamó el Rey a cortes en Huesca, y pasó a
ellos, y los apaciguó con su presencia.

Apenas eran pasados
seis meses después de concluidas las cortes de Lérida, cuando fue
luego necesario convocar otras en la ciudad de Huesca que está
cercana a dos reynos antiguos de Aragón, los primeros que por los
Cristianos fueron conquistados de los moros, y se llaman Sobrarbe y
Ribagorça, con el val de Aspe. Los cuales como están muy conjuntos
a Francia y provincia de Guiayna, metidos en lugares muy ásperos y
barrancosos, así conforme a ellos se crían allí los hombres
agrestes y fieros contra sus enemigos, por estar en la frontera de
Franceses, y que de las diferencias que suele haber entre los Reyes,
vienen también los vasallos a tenerlas entre si muy grandes. Lo que
es argumento de mayor fidelidad para con sus Reyes. Fueron estos
reynos poco antes de la muerte del Rey don Pedro empeñados por el
mismo a don Pedro Ahones, ayo del Rey, por cierta suma de dinero que
le prestó, reservándose la jurisdicción criminal hasta que de las
rentas de ellos fuese pagada la deuda. Y como deseaste volver al Rey
y sobre esto, a causa de las dos parcialidades del Conde don Sancho,
y don Fernando, estuviesen entre si divisos y alborotados,
apasionándose hasta perder la vida, por quien no conocía: tomose
por el pidiente que el Rey mismo en persona fuese a apaciguarlos,
pues según costumbre de apasionados, era cierto que todos juntos se
habían de holgar más de ver el Reyno en poder de un tercero, que en
una de las dos parcialidades. Y así partió el Rey para ellos
acompañado del Obispo de Huesca, con otros principales, sin don
Pedro Ahones, por no estar con él bien los pueblos: y mandó
convocar los síndicos de cada villa, en un pueblo comarcano a los
dos reynos. Los cuales ajuntados como vieron el rostro de su Rey, y
su graciosa y apacible presencia, y más su afabilidad, se le
aficionaron todos de manera que sellaron los alborotos desde aquel
punto, y para lo demás, oídas sus pretensiones y agravios, con el
parecer del Prelado y los de su consejo lo asentó el Rey, y allanó
todos de suerte que dejó a todos muy contentos. De esta manera
comenzó el Rey sabia y prudentemente a proseguir en su Reynado,
tomando por fundamento la justicial, con la cual vino y pudo domar
estas fieras de la montaña. Porque así como está en razón que el
médico vaya a ver al enfermo para mejor sanarle: de la misma manera
conviene do quiere que estuviere turbada y como enferma la Rep. vaya
luego al Rey en persona a curarla, para que con su autorizada
presencia, quite el odio y rencilla que por alguna falta de justicia
queda entre los ciudadanos, y refrene los súbitos movimientos de sus
pueblos, antes que de poco vengan a más. Porque acudir la los
principios, y remediar con tiempo los malos, no es menos oficio de
buen Rey, que de experto y diligente médico. Pues teniendo los Reyes
cortes muy a menudo, su autoridad y majestad Real mucho más se
estima y engrandece, y puede con su presencia y afabilidad de tal
manera conquistar los ánimos de sus súbditos y vasallos, que llegue
a gozar de la principal prerrogativa de príncipes, que es no ser
menos amados que temidos.





Capítulo
XII. De la primera guerra que emprendió el Rey, y fue contra don
Rodrigo de Liçana, y como le tomó sus tierras, y libró a don Lope
de Alberu, a quien don Rodrigo tenía preso.

Luego que el Rey
acabó de concertar y asentar las diferencias que había en los dos
reynos de Sobrarbe y Ribagorza ya que descendía de la montaña
para Zaragoza, se le ofreció nueva ocasión, para que a los diez
años de su edad comenzase a gustar los trabajos de la guerra. Y fue
la primera que emprendió por su persona contra un Barón principal
del reyno llamado don Rodrigo de Lizana. La ocasión de esta guerra,
fue sobre una diferencia que tuvo este con otro Barón llamado don
Lope de Alberu, sobre haber sido este muy ultrajado de don Rodrigo.
El cual de hecho, sin llamarle a jvicio ni desafiarle como era uso y
costumbre entre caballeros, fue con mano armada improvisamente sobre
don Lope, y le prendió, y le puso con cadena en su fortaleza de la
misma villa de Lizana, y le tomó la villa y fortaleza de Alberu,
dando a saco las casas de Moros y Christianos, en muy grande desacato
del Rey, y de su corte. El cual como lo entendió por la queja que
sobre ello dio don Peregrin Atrosillo, que era yerno de don Lope, y
don Gil Atrosillo su hermano,
mandó
ayuntar consejo de los principales caballeros que le seguían, y fue
común voto de todos, se hiciese rigurosa guerra contra don Rodrigo,
y todo su estado, hasta que sacase de prisión a don Lope, y mandase
hacerle cumplida recompensa de todos los daños a él causados. Con
esta resolución mandó el Rey hacer gente, siguiendo en todo el
consejo de sus fidelísimos capitanes, que le quedaron del ejército
de su padre. A los cuales pareció entre otras cosas, que era
necesario para tomar esta guerra de propósito enviar por un muy
grande instrumento de guerra, como Trabuco, que estaba en Huesca, al
cual llama el Rey en su historia Foneuol, vocablo
Catalán
Limosin
, que quiere decir honda, o
ballestera para tirar piedras muy gruesas: semejante al que
antiguamente en tiempo de los Romanos, (como lo refiere
Tito
livio
) usó el cónsul Marco Regulo en
África , yendo en la guerra contra los Carthagineses donde para
matar una grandísima y desemejada serpiente que estaba cerca de
donde asentara su Real, la cual no solo cogía los hombres y vivos se
los tragaba, pero aun con solo el huelgo, o aliento los
inficionaua
y se morían: usó pues de este instrumento y
machina,
encarándola de lejos hacia donde la fiera estaba, y más se
descubría. Y fueron tantas y tan gruesas las piedras que le echaron,
que la mataron y enterraron con ellas, llegando ya el Rey con su
trabuco y ejército ante la villa de Alberu, la cual aunque la había
dejado don Rodrigo con gente de guarnición, como se vio cercar por
el Rey tan de propósito, y asentar la machina grande para batirla de
hecho, sin más esperar, a tercero día se entregó al Rey, dándose
a toda merced, y así fue aceptada, ni se permitió darla a saco. De
donde tomadas solamente las provisiones necesarias para el campo,
pasó a poner cerco sobre Lizana, hallándose con no más de 250
caballos y 700 infantes. Con estos la cercó por todas partes, por
ser pueblo pequeño, puesto que muy fortalecido de muro y armas, y de
gente belicosa, así de la villa como de sus aldeas, que se había
recogido en ella para defenderla. Era su Alcayde y gobernador Pero
Gómez mayordomo de don Rodrigo, hombre harto animoso y criado en
guerra, y que la defendió cuanto algún otro pudiera. Pero andando
el combate
por todas partes, mayormente por donde el trabuco
disparaba, el cual (como el mismo Rey dice) de día echaba mil
piedras, y de noche quinientas: al fin se hizo con un tan grande
portillo en el muro, que fue luego a porfía por los soldados tentada
la entrada: andando el mismo Rey armado entre ellos animando, y
metiéndose en medio de los peligros, con harto mayor fervor de lo
que su tierna edad requería. Y pues como acudiese tanta gente de la
villa a defender el portillo y dejasen las otras partes del muro
desiertas, pudieron los del Rey con menos resistencia escalar el
muro: y poniéndose en delantera el capitán Pero Garcés con muchos
que le siguieron, entró en la villa y con buen golpe de gente llegó
a donde el capitán Gómez estaba en lo alto del muro, defendiendo
valerosamente el portillo, y con un bote de lanza le derribó de lo
alto, y prendió vivo. Con esto los del Rey comenzaron a apellidar
Victoria Victoria, y creyendo los de dentro que la villa era entrada
por los enemigos, desampararon el portillo, y entrando los nuestros
fue la villa saqueada, y muertos todos los que hicieron resistencia.
Mandó luego el Rey que fuesen a combatir la fortaleza, la cual muy
pronto se dio, y don Lope fue librado de la prisión y cadenas, y
entrando el Rey se le echó a sus pies, besándoselos por tan gran
merced y socorro, y buscando a don Rodrigo no le hallaron.






Capítulo XIII.
Que don Rodrigo se fue a poner en manos del Señor de Albarracín, el
cual le recogió para defenderle, y que fue el Rey con el ejército
sobre ellos.


Como don Rodrigo, que no estaba lejos del
campo en lugar secreto, entendió que su villa con la fortaleza era
tomada y saqueada; y también puesto en libertad don Lope, se le
aparejaba total destrucción y pérdida de su estado, determinó
ausentarse, y salvar su persona, con el favor y amparo del Señor de
Albarracín, que se llamaba don Pedro Fernández de Azagra, confiando
no menos de su buena fé que de la fortaleza y defensa de su
inexpugnable ciudad. Era entonces don Pedro uno de los más
principales y poderosos señores del Reyno, y muy valiente guerrero.
Porque no muchos años antes, confiando del asiento y puesto
naturalmente fuerte de su ciudad, la defendió de los dos campos
formados del Rey don Pedro de Aragón, y del Rey don Alonso de
Castilla, que vinieron sobre ella: por la contienda que había sobre
la jurisdicción de Albarracín, pretendiéndola cada uno para si, y
moviéndole sobre ello guerra los dos. Pues como no pudiesen los
Reyes sojuzgar a don Pedro, hicieron concierto entre si, y
decretaron, que la jurisdicción a ninguno de los dos perteneciese,
ni más la prendiese sino que fuese del todo exenta. Mas como no es
seguro, no allegarse a una de las dos partes quien tiene en las dos
enemigos, determinó el señor de Albarracín, muerto el Rey don
Pedro de Aragón, ser de la parte de don Iayme su hijo, que estaba
entonces en poder del Conde Monfort, y para que la embajada que se
hizo al Papa sobre la libertad * se abreviase, como tenemos arriba
dicho, don Pedro y don Español obispo de Albarracín fueron los que
más se señalaron en procurarla.
Por esta causa, habiendo
mostrado en esto don Pedro lo mucho que se amaba al Rey, dio tanto
más que decir de si a todos, maravillándose de él por haber
recogido a don Rodrigo, hombre facineroso, rebelde, y tan enemigo del
Rey. Bien que no falta quien excuse en esto a don Pedro con la
antigua costumbre de los señores y Barones de aquel tiempo, y
nuestro, en cuanto a recoger y amparar a los más incorregibles y
facinerosos, solo por ser sus amigos: a los cuales no solo
sustentaban y mantienen con muy grande liberalidad en sus tierras,
pero contra toda razón y justicia se precian de defenderlos. Dicen
acaecer esto, porque el tal amigo malhechor y facineroso, haga otro
tanto por ellos, y los recoja, y en semejante ocasión y necesidad
les defienda, para que con la confianza de tan mala costumbre y
guarida, no solo reyne en los dos la ocasión y licencia de pecar,
pero aun tengan por gran virtud el defender al pecador: siendo por
divina y humana ley determinado (determininado), que ni el pecar por
el amigo excusa de pecado. Sabido pues por el Rey que don Rodrigo se
había recogido en Albarracín, sintió mucho que don Pedro,
profesando tanto su amistad, defendiese a su enemigo contra él. Y
por esto tanto mejor se determinó de ir a Albarracín contra los
dos: por el buen ánimo que los suyos le daban para pasar esta guerra
adelante. Puesto que como el Rey fuese de tan poca edad, andaba entre
sus ayos y principales del consejo muy viva la ambición y codicia de
mandar, y atraer la voluntad del Rey a sus provechos e intereses. Y
aun comenzaban algunos grandes y señores de título a querérsele
igualar en el mando, y tenerle en poco. Lo cual entendía el Rey muy
bien, porque no faltaba quien se lo representase, y aconsejase lo
mejor. Y así determinó con tan justa ocasión hacer guerra a don
Pedro, para que en cabeza de este, que era de los más principales
del reyno, escarmentasen los demás de su calidad y estado. Para esto
mandó hacer gente en Zaragoza, Lérida, y Calatayud, y Daroca,
ciudades del reyno, llevando consigo por principales consejeros y
capitanes del ejército, a don Ximen Cornel, don Guillen Cervera,
Pedro Cornel, Vallès Antillon, don Pedro y don Pelegrin Ahoneses
hermanos, y a Guillen de Pueyo. Hizo pues alarde, o muestra de la
gente que por entonces se hallaba, que fueron hasta 150 caballos y
800 infantes. Con estos determinó de ir a poner cerco sobre
Albarracín, a donde habían de acudir la otra gente que mandaba
hacer por las ciudades arriba dichas.










Capítulo
XIIII (XIV). Como el Rey puso cerco sobre Albarracín, cuyo asiento
se describe, y como fue maltratado su ejército, y alzó el cerco, y
don Pedro y don Rodrigo se le humillaron y quedaron mucho en su
gracia.

Con tan pequeño ejército como hemos dicho, partió
el Rey de Lizana, y llevando delante las máquinas y trabucos, fue a
poner cerco sobre la ciudad de Aluarrazin, en lo alto de un monte, de
donde solamente se descubría una torre que hoy llama del Andador,
que estaba en lo más alto de la ciudad, puesta como en atalaya,
porque la población estaba tan hundida, que no había forma de
poderla descubrir ni batir, y esta era la mayor fuerza y defensa
(defensión) que tenía . Y así pareció que las máquinas y
trabucos se armasen y encarasen contra la torre, y se tomasen: porque
señoreaba de allí gran parte de la ciudad: puesto que también
había en esto gran dificultad, por estar la torre muy fortalecida
para semejante batería, y muy guarnecida de gente y armas. Mas
porque se entienda el asiento y postura de esta ciudad, y como
conforman los hechos con la fama de inexpugnable la retrataremos
aquí brevemente. Es Albarracín una pequeña ciudad, puesta en los
confines de la Edetania y Celtiberia, ganada de los Moros poco antes
que lo fue Teruel su vecina, que no distan seis leguas la una de la
otra, lo cual se averigua por un proverbio antiguo, que dice de las
dos,
Tener Teruel que Albarracín es fuerte, significando que no
desmayasen los de Teruel, pues tenían recurso, como en su alcázar,
a la ciudad de Albarracín. La cual está fundada a la descendiente
de un monte alto, en medio de la cuesta que da en un valle
profundísimo, porque a los lados y por delante está cercada de
altísimos montes que a peña tajada, a mañera de muro, la ciñen:
tan conjuntos que solo la divide de ellos un muy estrecho y profundo
valle, por el cual pasa el río Turia vulgarmente dicho por
nombre morisco Guadalaviar, que significa Aguas blancas, que rodea la
ciudad y la divide de los montes que la cercan, tan altos y tan
conjuntos entre si, que apenas le dejan ver mas que el cielo, ni
tener otra salida de la que el río hace entre ellos. De manera que
ni ella puede ser vista, ni los de dentro ver otro que aquellas
grandísimas peñas, tan eminentes, que como se dice, de la peña de
los Centauros, parece que les viene a dar encima. Y así uno
contemplando la extrañeza y terribilidad del lugar. dijo que le
parecía cueva de Tigres, como lo fue cierto de más que
tygres
en fuerzas y valor, pues poco antes se había defendido, y echado de
su cerco, a los Leones de Castilla, y a los Sabuesos de Aragón,
según poco ha dijimos. Viéndose pues don Pedro cercado del campo
del Rey, determinó como quiera defenderse de él, y amparar su
amigo. Para lo cual había hecho convocación y junta de amigos: y de
los más escogidos de Aragón, Castilla, y Navarra, había juntado
una compañía de mil y quinientos caballos ligeros, metidos ya
dentro la ciudad, y alojados en la pequeña vega que estaba en lo más
hondo del valle, con mucha munición de guerra y de vituallas para
muchos meses. Pues como por sus espías tuviese noticia de la poca y
mal compuesta gente del campo del Rey, y también supiese de la
división que había entre los de su consejo, ya no pensaba en
como defendería su ciudad, sino, como saldría a dar sobre las
tiendas del Rey y pondría fuego a sus máquinas. Esto lo podía
hacer muy a su salvo, por los muchos parientes y amigos que tenía en
el campo del Rey, que secretamente le favorecían, y daban avisos, no
solo de los
designos
del Rey, y aparato de las máquinas para combatir, pero de la hora y
punto del combate: y aun a vista del mismo Rey los enemigos entraban
y salían de la ciudad, sin ningún recelo, mostrando cuan poco caso
hacía del ejército. Pues como el Rey, visto lo que pasaba, tuviese
por sospechosos los de su consejo, y se fiase poco de ellos, fuera de
don Pedro y Pelegrin Ahoneses, y don Guillen de Pueyo que siempre los
halló fidelísimos a solos estos encomendó la guarda de su persona,
y de las máquinas y munición del campo. Lo cual tomaron tan a mal
los otros caballeros y capitanes, que comenzaron a descuidarse, y
a quedarse cada uno en su cuartel. Como fuese luego avisado de esto
don Pedro, salió de noche de la ciudad a la segunda guarda, con una
banda de 150 caballos, y dio de improviso sobre las guardas de las
máquinas, y como huyesen todos, y las desamparasen, solos don
Pelegrin y don Guillen resistieron con gran esfuerzo y valor
al
ímpetu de los enemigos. Mas como fuesen rodeados de tantos, y de tan
pocos de los suyos defendidos, no pudiendo más, murieron como buenos
y leales caballeros en la defensa de su Rey.
Y luego don Pedro,
puesto fuego a las máquinas y trabucos, sin pasar más adelante, ni
perder uno de los suyos, se volvió con mucho a la ciudad, quedando
el campo del Rey esparcido y atemorizado, viendo que ninguno de los
capitanes se movió, ni mandó tocar el arma para ponerse en defensa
de la persona del Rey, salvó don Pedro Ahones, como lo dice la
historia. Lo cual bien considerado por el Rey, y por el mismo Ahones
su ayo, pues a los demás se les daba muy poco de verlo en trabajo,
también porque el socorro de las ciudades no llegaba, no faltando
algunos amigos de don Rodrigo que lo entretenían, determinó alzar
el cerco y partirse de allí. Don Pedro que supo esto, pesándole
mucho de lo hecho, y afrentándose de la poca fé y mengua de los
allegados del Rey, o porque se temiese de su indignación para en lo
venidero, deliberó de salirle al camino con don Rodrigo, acompañados
de algunos de a caballo, aunque sin armas, y habida licencia llegaron
al mismo Rey, al cual apeados de sus caballos fueron a besar las
manos, suplicando les perdonase lo hecho, y restituyese en su gracia,
porque muy de veras se le entregaban por sus verdaderos y fieles
vasallos: y que para certificarse de esto, entrase y se apoderase de
la ciudad y estado, que todo era suyo. Al Rey pareció también, y le
fue tan acepta la humilde plática, y largo ofrecimiento de don
Pedro, que le abrazó y recibió con muy real ánimo en su amor:
teniéndole por esto en mucho mayor estima que antes, por haber
juntamente tenido experiencia así de su valor y poder en armas, como
de su liberal y generoso ánimo: y esto por lo que prudentemente
pensó de poderse valer por tiempo de su amistad y fuerzas, para con
ellas refrenar la insolencia de algunos grandes del reino. Finalmente
por su respeto perdonó a don Rodrigo: y de los dos se valió mucho
para todas sus empresas y conquistas, como adelante veremos.

Fin
del libro segundo.




Leer el tercer libro

sábado, 15 de agosto de 2020

CAPÍTULO LXIII.

CAPÍTULO LXIII. 


Que cuenta la vida de don Jaime de Aragón, XX y último conde de Urgel, llamado el Desdichado (el idiota lo llamo yo). - De la muerte del rey don Martín de Sicilia * casamiento del rey su padre. - De las embajadas que tuvo el rey de Nápoles, y del derecho que pretendían tener algunos a la *corona si el rey no tenía hijos, y de su muerte. - De lo que sucedió *después de la muerte del rey: quiere el conde usar del cargo de lugarteniente * gobernador general, y no se lo consienten. - El gobernador juntó *to en Barcelona, y las embajadas que vinieron de parte de los *res. - De algunas gentes de Francia que querían entrar en Cataluña con armas, y de las quejas que dio la condesa de Ampurias contra *el conde de Urgel, sobre el casamiento de doña Magdalena de Anglesola * embajada del parlamento a la reina doña Violante y al conde de * para que se aparten de Barcelona, y el conde se fue a su ciudad * Balaguer. - Decláranse las sospechas se dieron por parte de la reina *doña Violante, y muerte del arzobispo de Zaragoza. - De lo que hizo el *infante don Fernando, cuando supo la muerte del arzobispo, y cómo el * procuraba quitar el oficio de gobernador a don Guerau Alemany de Cervelló. - De la respuesta dio el infante a una embajada del parlamento * - Como don Antonio de Luna se salió del reino de Aragón y vino *a, y del favor que el infante don Fernando daba al conde de * y lo que sobre esto hizo el parlamento. - Como el conde se quiso * campaña, y el parlamento lo impidió. - De las respuestas se * las embajadas o escrituras del conde de Urgel y del infante * don Fernando. - Procura el infante reducir a su servicio los del linaje de * se queja del infante que se quería valer del rey moro de Granada. * presa de Castellví de Rosanes, y cómo el conde de Urgel quiso * echar de él al conde de Foix, y de la respuesta que llevó el abad * san Juan de las Abadesas, que había llevado una embajada del parlamento *al conde, que estaba en Balaguer.
- De cómo el conde, instado *por el parlamento, dio libertad a Francisco de Villamarín; muerte del *dor de Valencia, y derrota tuvieron la gente del conde. - De la *elección de las nueve personas, derecho de los pretensores, votos y *ias que dieron. - Del cuidado que tuvieron los del parlamento de * al conde, ofrecimientos le hicieron, y venida del rey.
- Del *juramento de fidelidad que el conde, por medio de sus embajadores, prestó al rey, y de las mercedes le ofreció para reducirlo a su servicio. - De los movimientos y aparatos de guerra hacía el conde contra del rey. - De cómo el conde desafió al de Cardona, y como quiso, por empresa, tomar a Lérida. - Tiene el rey noticia de lo que hace el conde, y lo que hizo por remediarlo. - De cómo el conde se hizo fuerte en la ciudad de Balaguer, y cómo el rey le puso cerco. - Combate el rey la ciudad de Balaguer, y hace proceso criminal al conde, el cual no pudo ser socorrido, como esperaba. - De lo mucho se padecía en Balaguer, y cómo el conde se quiso entregar al rey. - Continúa el rey las baterías, y pónese el conde en poder del rey y es llevado a Lérida. - Entra el rey a Balaguer, y saco de la casa del conde, y va el rey a Lérida. - De la sentencia en la causa del conde.
- De la pesadumbre tuvo de esto el duque de Gandía, y del proceso se hizo contra doña Margarita, madre del conde, y doña Leonor, su hermana. - De las imprudentes diligencias hacía la condesa, para dar libertad a su hijo. - Sabe el rey lo que hacía la condesa. - Lo que hizo el rey cuando supo lo que hacía la condesa, y lo que hizo contra ella y cómplices. - De las cosas del conde, después de muerto el rey, hasta que fue llevado a
Játiva. - Como la hija é yerno del conde trataban de que se le diese libertad, y de la muerte del rey. - De la descendencia y linaje del conde de Urgel. - De las donaciones y ventas que hicieron los reyes Fernando y Alfonso de las cosas del conde.

Pasado había poco más de un año después de la muerte del conde don Pedro, cuando sucedió para esta corona de Aragón uno de los más infelices sucesos que jamás hubieran sucedido, y que fue la muerte del serenísimo rey don Martín de Sicilia, hijo único y sucesor del rey don Martín de Aragón. Falleció este príncipe (rex Siciliae) en la isla de Cerdeña, de edad de treinta y tres años, a los 25 de julio de 1409, después de haber alcanzado una notable victoria de los sardos. No acaban los autores de referir el pesar y sufrimiento que tuvo el rey su padre, y todos sus vasallos, de tal pérdida, por ser el rey dotado de singulares virtudes, y quedar su padre sin otros hijos, y de edad de cincuenta y un año, y tan pesado y entorpecido de su persona, que tenían por imposible, aunque casara, que jamás los tuviera. Esta muerte tan impensada inquietó mucho a todos los parientes de la casa real de Aragón, y más en particular a don Jaime de Aragón, conde de Urgel, que de aquel punto *hasta que murió, no tuvo ni experimentó otra cosa sino *pesares, trabajos, inquietudes y molestias de tan pésima calidad, que a la postre infelizmente le acarrearon el fin y *suncion de su hacienda, persona y linaje.
Antes qua muriera el rey de Sicilia, poco se pensaba en * caso qué sucedió, ni menos en la sucesión del reino, y parecía imposible que en aquel príncipe mozo, lozano y fuerte, feneciera la descendencia y linea del primer Wifredo, conde de Barcelona, que duró hasta pocos años más del tiempo en que ahora estamos; pero fueron tantas las diligencias que muerto él se hicieron para saber cada uno el derecho que le competía, que ni se hablaba de otra cosa, ni los letrados estudiaban otras materias. La infanta doña Isabel, hermana del rey y mujer del conde, y la condesa doña Margarita, su madre, eran las que más solícitas eran * cuidaban de este negocio, porque la condesa moría por que fuese madre de rey. Estaban los señores de España, reyes * Francia y Nápoles, y otros muchos príncipes de la cristiandad, suspensos, aguardando ver el rey qué haría y cómo dispondría de sus reinos, habiendo tantos pretensores, y *teniendo o pensando cada uno de ellos tener muy clara y fundada su justicia y derecho. Los privados del rey, por *adularle, aunque le veían impedido y con poca salud, le aconsejaban que se casase; porque a más de las esperanzas * había de sucesión, le prometían el resto de su vida con regalo y contento tan grande, que le haría olvidar la pérdida pasada, y también que confiaban ellos que si del tal casamiento quedaban hijos, presto habían de verse huérfanos, y ellos con el gobierno de la corona, rigiendo por el nuevo rey pupilo, así como había sucedido en Castilla. El rey no era tan ignorante que no conociera su impotencia, y estaba tan pesado, que del todo era inútil para el matrimonio; y procuraba ver cómo tomarían que sucediese don Fadrique, su nieto, hijo natural del rey de Sicilia, habido en una doncella llamada Tharsia, que tenía más de siete años y le estimaba como si le fuera hijo; y solía decir el rey, que era más apto su nieto para la sucesión y gobierno de la Corona, que no los hijos que esperaban que él tendría, que ni aún eran nacidos ni conocidos, ni había esperanza cierta que hubieran de nacer. Pero poco aprovechó la resistencia del rey y razones que daba, porque todos le decían que más valía que la corona cayera en manos de hijo suyo legítimo, aunque niño, que no en un nieto bastardo; porque era cosa que nunca se había visto desde el primer Wifredo hasta aquel punto, que bastardos heredaran, y no era justo que tal se introdujera, porque era dar ocasión a los
de la estirpe real que tal no sufrieran. Dábanle todos esperanza, que si casaba, había de dejar muchos hijos y sucesores, y esto con tanta seguridad y certeza, que creyendo el
rey que sucedería lo que ellos le anunciaban, resolvió el casarse, y escogió dos doncellas, para elegir una de ellas. Estas eran del linaje real y deudas suyas muy cercanas, y criadas en su palacio en compañía de la reina doña María, su mujer, que había muerto el año de 1407. La una era doña Cecilia, hija segunda de don Pedro, conde de Urgel, y la otra doña Margarita, hija de don Pedro, conde de Prades, que también era descendiente por línea legítima de la casa y linaje de los reyes de Aragón, porque don Pedro, su padre, era hijo de don Juan, éste de otro don Pedro, y éste del rey don Jaime el segundo. Eran las dos muy hermosas y de linda disposición y talle, merecedoras de la dignidad real: el rey estuvo un tanto dudoso cuál de estas dos tomaría, y a la postre escogió a doña Margarita; no dejó a doña Cecilia porque le faltara nada de lo bueno que tenía la otra, sino que estrañó la fuerte y recia condición de la condesa doña Margarita, su madre, suegra que había de ser suya, y no quería que con este casamiento se * acrecentara autoridad y poder al conde de Urgel, su hermano, de quien temía que ya en vida suya no se quisiera
levantar con el reino, que tenía ya por tan suyo, como el mismo rey que lo poseía. Los médicos también ayudaron a la conclusión de este matrimonio, asegurando que, según
lo que ellos en su ciencia podían alcanzar, era más idonea para la generación doña Margarita que doña Cecilia, y así el matrimonio se concluyó con ella, y a 16 de setiembre de 1408, en la torre de Bellsguart, que dista sola media legua de Barcelona: les desposó el papa Benedicto de Luna, y dispensó en el parentesco, y les dijo la misa de bendición el glorioso san Vicente Ferrer, que ya por estos tiempos florecía en santidad y copia de portentosos milagros. Halláronse presentes cinco cardenales, muchos prelados, el conde de Urgel, la reina doña Violante, mujer del rey don Juan, el vizconde de Castellbó, hijo del conde de Foix, y muchos caballeros y personas de lustre. Fue este mes de setiembre muy notable para la ciudad de Barcelona, pues entró por el portal de San Antonio, a 29 días de él, que era la fiesta de San Miguel, el papa con cinco cardenales en ella. Estaba el rey muy contento con la novia, y no deseaba otra cosa que verla preñada; y con la esperansa de los hijos que pensaba haber en ella, había olvidado todos los infortunios y pérdidas pasadas.
No había aún un mes que el rey era casado, cuando llegaron los embajadores del rey Luis de Nápóles, con una embajada, que en algunas cosas era harto escusada e impertinente. El principal de los embajadores era el obispo de Coserans, varón de gran doctrina y elegantísismo, y había pocos en aquellos tiempos que le igualaran. Propuso al rey su embajada, y la oyó con gran atención; fue largo el razonamiento y se tocaron en él materias de poco gusto para el rey, y las oía con gran atención: tenía los ojos cerrados y Ia cabeza baja, como si durmiera; pensóselo el obispo, y paró algunas veces el razonamiento: conocía el rey el porqué se detenía, y le dijo, que continuara su discurso, que aunque estuviese de aquella manera, pero bastaba que las orejas estuviesen abiertas y el corazón dispierto y atento a lo que decía, y lo conocería muy bien cuando después de acabado el razonamiento le daría la respuesta. Acabó el obispo su embajada, y luego el rey resumió todo lo que le había dicho, que consistió en cinco puntos, y respondiendo
a cada uno de ellos, le dijo: en cuanto al primero, que agradecía al rey de Nápoles el amor y buena voluntad con que le había enviado a visitar; al segundo, que holgaba mucho de las buenas nuevas le daba de la victoria había alcanzado de Ladislao; al tercero, que estimaba mucho el haberle enviado un tal embajador y tan elegante, para consolarle de la muerte del rey su hijo, asegurando que por haber sido tan grande la pérdida, necesitaba de una tal consolación: a los otros dos puntos, en que pedía que en caso que la sucesión del reino no perteneciese a doña Violante, mujer del rey Ludovico e hija del rey don Juan, hermano del rey, sino a Ludovico, su hijo, tuviese a bien que viniera * estos reinos y se criara en ellos, aprendiendo sus costumbres y gobierno, conociendo los naturales de él, se mostró el rey sentirse algún tanto de semante demanda, parecióle no era a propósito tratar de tales materias, en ocasión que aún no había un mes que estaba casado, y le dio muy secamente por respuesta las palabras del Evangelio: *Quod justum fuerit dabo vobis; y declarándose más, le dijo, que si condescendiendo con la petición del rey de Nápoles,
*llamaba a su hijo Luis, eso era declararse ya por él y redundaba en perjuicio de otros que él entendía que tenían mayor derecho en la corona que él, y pareciera mal, que si la reina paría, u otro tenía más derecho a la corona, * se hubiera de volver a Nápoles y salirse de estos reinos, después de haber estado en ellos con esperanzas de ser rey y señor, después de haber sido respetado como a tal; y que habían de estar ciertos de dos cosas, la una era, que había otros que tenían mejor derecho, y la otra, que él y la reina su mujer, que a todo esto estaba presente, tenían confianza de tener hijos, porque según los físicos le habían dicho, *era más cierta la generación en hombre viejo y mujer moza, que no si ambos eran mozos, y había de tener por mal agüero ver en su casa hijos adoptivos que esperasen heredar por *falta de naturales, y que aquello no era a propósito, sino en
ocasión o que él no quisiese casar, o casara con mujer de * edad que no pudiera concebir; y finalmente le decía, que *si no le quedaban hijos, su gusto era que fuera rey aquel que él dejaría ordenado en su testamento; y respondiendo al quinto punto, dijo, que a él le estaba muy bien que se tratase del derecho de doña Violante, su sobrina, reina de
Nápoles, y de su hijo y de los demás que pudieran suceder en la corona, que aunque era materia no muy gustosa, pero decía, que quien había tenido paciencia en la muerte del
hijo, no dejaría de tenerla en oír disputar el artículo de la sucesión; y estimaba más que se decidiera viviendo él, según las diposiciones del derecho, que si, muerto él, se hubiera de averiguar con las armas; y que todo el tiempo que podría presidiría de buena gana en la tal disputa, porque deseaba saber lo que había en esto, porque enterado de ello, mejor descargara su conciencia, dando a cada uno lo que era suyo.
Con esta respuesta se despidió el embajador; y como habían entendido que el rey gustaba que el negocio se platicase, hubo sobre esto muchas juntas, y el rey holgaba de oír el derecho de cada uno de los competidores o pretensores. Por la reina de Nápoles y Ludovico, su hijo, informaban Guillen de Moncada y el obispo de Ceserans; por el conde
de Urgel, Bernardo de Centelles; por el duque de Gandía, Bernardo de Vilaritg: pero el rey, después de haberlos oído a todos, tuvo siempre por más clara la justicia del infante
don Fernando, que como estaba cierto que el rey favorecía su causa, tardó más a enviar embajadores que hablaran por él, aunque a la postre, no con título de disputar de su derecho, sino de visitar al rey, envió a Fernán Gutiérrez de la Vega, gran privado y repostero suyo, y a Juan González de Acevedo, famoso letrado de su consejo, a quienes les había mandado, que en secreto le informaran, en caso que el rey muriese sin hijos, a quién pertenecía la corona. El rey deseaba que su nieto don Fadrique le sucediera, ya que no en los reinos de Aragón y demás, a lo menos en el de Sicilia; y sobre esto mandó juntar muchos letrados y personas doctas; y cuanto más se discurría sobre esto, más dudoso y perplejo estaba el rey, y más indeterminado su ánimo: parecíale que para
alejar tales disputas, lo mejor era asegurar la sucesión en hijos suyos y ayudar a naturaleza.
La reina deseaba verse madre, y por esto no dejó de aplicar al rey todos los remedios posibles, aunque violentos; pero era en vano, porque no había en el rey sujeto ni fuerzas para sufrir la fuerza de ellos, y estaba tan pesado de cuerpo, que apenas podía moverse, ni acomodarse al acto de la generación: usaron para esto algunas trazas: no las diré en romance, pero referiré lo que dice Laurencio Valla, por estas palabras: Sunt enim qui dicant nullo pacto, nec medicorum arte, nec multifariis machinis, potuisse eum, vel concubere cum muliere, vel puellae virginitatem *demere, licet mater aliaeque nonnullae foeminae, velut ministrae, puellae adessent; licet viri quoque aliquot auxilio regi essent, qui ventrem, quasi appensum, per fascias a lacunari perdentes, quibus tumor proni ventris cohiberetur, dimitterent cum sensim in gremium puellae, ac sustineret; sed haec verecundius forsitan in silentio reponuntur.
Pero nada de esto bastaba: si esto sucediera en tiempo de Marcial, qué de epigramas añadiera en su libro!
El conde de Urgel, mientras el rey tardaba a declararse, no dejaba de hacer todas las diligencias posibles en ponerse a punto, con pensamiento, que si aquello se había de llevar por armas, pudiesen prevalecer las suyas. Parecíale que en Cataluña ninguno de los pretensores era tan poderoso como él, por ser natural de la tierra y tener en ella muchos parientes y amigos, que lo habían ya sido de su padre y estaban apasionados por él. En el reino de Valencia era lo mismo, y los había granjeado con beneficios les había hecho; y aunque estaba aquel reino dividido en dos parcialidades, que eran Vilaragudes de una parte, y Centelles de otra, pero los tenía tan de su parte el conde, que aunque había bandos entre ellos, pero en lo que era valerle y ayudarle, todos eran unánimes y hacían un cuerpo. En Aragón, aunque los del linaje de Luna eran de su parte, pero había otro linaje, que era el de los Urreas, que no estaba bien con las cosas del conde, y se habían ya declarado por Ludovico, hijo de la reina de Nápoles; y el que más se mostraba por él, era el arzobispo de Zaragoza, don García Fernández de Heredia, que había sido obispo de Vique, en Cataluña, y era fama que recibía algunas rentas del rey Carlos de Francia, y era muy poderoso en el reino de Aragón, y don Gil Ruiz de Liori, regente el oficio de gobernador general del reino, era cuñado suyo, y todos eran muy contrarios del conde y poderosos en el reino. El conde buscaba traza como quitarle el oficio, pero no era poderoso para ello, ni para reducir a su opinión los de aquel linaje, y por esto y por otros respetos que a él pareció, pidió al rey que le diese el oficio de procurador general y gobernador de los reinos, diciendo competirle como a legítimo sucesor en ellos, mientras el rey no había hijos. El rey, cuanto a lo exterior, sé lo otorgó muy liberalmente, estando en la torre de Bellsguart, a 25 de agosto de 1409, y era gobernador general

para todos los reinos de la corona de Aragón, hasta que el rey tuviese hijos de edad de cuatro años cumplidos; y le dio facultad de tener viceregente de lo gobernación, lo que no le era permitido sin expreso privilegio del rey. Quedaron el conde y la infanta y condesa, su madre, con esto muy contentas, porque les parecía que tenían asegurada la sucesión; pero no veían lo que había en el corazón del rey, el cual había muchos años que aborrecía y deseaba ver lejos de sí al conde, y le había ya dicho, que lo que le pedía no le convenía, porque sabía el rey que era con intento de quitar el cargo a don Gil Ruiz de Liori y hacerse poderoso en Aragón; y por estorbarle, escribió el rey al arzobispo y al mismo don Gil, que no le admitiesen en el cargo que él le había dado, sino usasen de los remedios ordinarios contra de él, y que tuviesen secreta esta su orden. Ignorante el conde de esto, partió de Barcelona, y muy acompañado de los del linaje de Luna y de otros muchos caballeros entró en Zaragoza, y pidió que le diesen posesión: y requirió a Juan Jiménez Cerdán, Justicia de Aragón, que le tomara el juramento. Pero las cosas estaban
de tal manera ordenadas, que los cuatro brazos de aquel reino firmaron de derecho ante el justicia, afirmando que el conde no había de ser admitido al oficio de la procuración general, por obstar algunos fueros del reino, y dieron las mismas razones que alegaron cuando el rey don Pedro quitó el mismo cargo a los infantes don Hernando y don Jaime, y las que alegaron contra don Pedro, padre del conde, una vez que, como a lugarteniente del rey, había entrado en aquella ciudad y no le quisieron admitir; y para más imposibilitar al conde de Urgel, el justicia de Aragón, ante quien, según fueros, había de jurar, se salió de la ciudad y se vino a un lugar llamado Pinsec, (Pinseque) de lo que se sintió mucho el conde, y le fue a rogar y requerir que volviese a Zaragoza y le tomara el juramento; pero el justicia siempre se excusó, alegando que la causa de la firma de derecho estaba indecisa, y no había lugar de hacer cosa de las que el conde pedía, antes de la declaración. Conoció que todo aquello era para entretenerle, y supo que el rey lo había así ordenado para apartalle de sí y dalle en qué entender. Moviéronse sobre esto algunos rumores, y llegó el negocio a las armas, y cada día había en la ciudad peleas y combates, que era ya principio de una gran guerra civil; y el arzobispo y gobernador estaban muy apretados, porque prevalecían los amigos y del bando del conde, y cada día se aguardaban nuevos rumores y escándalos. Don Juan Fernández de Heredia, que era tío del arzobispo, mientras esto pasaba, juntó muy gran número de gentes de a pie y de
a caballo, y vino con toda prisa a ayudar al arzobispo, su tío, y gobernador, su padre, y movióse con su entrada un gran tumulto, y entonces todos los amigos suyos tomaron las armas y fueron a combatir la casa del conde, y él, sin aguardar combate, porque estaba falto de gente y en medio de sus enemigos, se salió con todos los que estaban en su compañía por un postigo que salía al río (díjose que a pie y difrazado), y se fue al lugar de la Almunia, y de allí, según dice Valla, a Balaguer, y no vino a Barcelona, por estar corrido de lo que en Zaragoza le había sucedido y de que el rey le tratase de aquella manera, y también porque había peste en Barcelona. (Algo aprendió de la justicia de Aragón, los fueros se los tenía que conocer bien el rey, y además tener buenos doctores en leyes de toda la Corona).
Cuando esto pasaba en Aragón, se trataba con gran secreto la legitimación de don Fadrique, nieto del rey, y había de hacerla el papa Benedicto XIII, que estaba ya en Barcelona, y el rey bajó al monasterio de Valldonzella, por estar más cercano de la ciudad. Los de Sicilia habían enviado sus embajadores al papa, y los aragoneses habían hecho venir al gobernador para que lo facilitara y que se dispensase en la ley que hace incapaces de la corona a los bastardos; y aunque esto pasaba en secreto, no lo era tanto, que el conde no tuviera noticia de ello, porque su mujer y madre estaban siempre en palacio y eran muy queridas de la reina, que deseaba, pues ella no tenía hijos, que la
sucesión fuese del conde, y por eso daba aviso de todo. Como el conde entendió que se trataba de legitimar a don Fadrique, y que los aragoneses venían bien en ello, perdió las esperanzas que tenía de la sucesión, y se persuadió que el rey lo dejaría todo al nieto. Estaba señalado el primero de junio para hacerse la legitimación, y había de ser con muy
grande solemnidad, y el rey bajó por esto de Bellsguart al monasterio. Estando aquí, sucedió que jueves, que era 29 del mes de mayo, las damas que estaban con la reina dieron a cenar al rey un pato asado, que había muchos días le criaban a pasto, persuadidas que aquella comida había de mover la impotencia del rey, que estaba cuartanario y muy grueso, y hacerle apto para la generación; pero a los primeros bocados que comió, luego se quejó del estómago y se encendió una calentura pestilencial, que al segundo día, que era sábado, último de mayo, falleció. Atribuyeron esta su dolencia a pestilencia, porque la había en Barcelona, y cada día morían muchos, y luego después de muerto, le salieron por el cuerpo ciertas señales que dieron indicio haber muerto de ella; pero la más cierta y común opinión fue que murió de comidas y unciones que le daban las mujeres sin consejo de los médicos, para incitarle al acto de la generación; y certificóse esto, porque después de muerto, hallaron en su aposento una arquilla llena de semejantes ungüentos y confecciones.
Pasó el rey en su enfermedad la primera noche muy inquieta, ya cansado de la enfermedad, ya del calor grande que hacía, y en toda ella no pudo dormir un punto.
El día siguiente y en el viernes lo pasó peor.

Celebrábanse en aquella ocasión cortes en Barcelona, y a la ciudad y a los brazos, que entendieron la dolencia del rey, pareció que le fuese hecha una embajada, para saber
qué mandaba que se hiciese, si él moría. Fue la embajada a las once del mediodía: iba de embajador Ferrer de Gualbes, conceller en cap de Barcelona, que llegó allá con gran acompañamiento. Estaban con el rey el obispo de Mallorca, don Guerau Alamany de Cervelló, gobernador de Cataluña, Roger de Moncada, gobernador de Mallorca, camareros del rey, Pedro de Cervelló, su mayordomo, Ramón de Sentmenat, su camarero, Francisco de Aranda, donado de Porta-Coeli, del orden de la Cartuja, todos de su consejo, y Luis de Aguiló y Guillen Ramón de Moncada: la suma de la embajada fue suplicarle que exhortase a todos sus vasallos, después de su muerte, a toda amor, paz y concordia; y la otra si quería que después de su muerte fuesen los reinos de aquel a quien de justicia perteneciesen; y el rey respondió que (HOC, OC, sí en Occitano, provenzal, lemosín, etc). Estando en esta visita la infanta doña Isabel y la condesa doña Margarita, madre del conde, le instaron, que ya que Dios quería que hubiese de morir, nombrase al conde, su marido e hijo, por rey y sucesor suyo; y el rey no respondía a esto palabra, porque estaba casi dormido: entonces la condesa le asió la ropa de los pechos, y con grandes voces decía, que la sucesión de la corona era del conde, su hijo, y que él contra toda razón y justicia se la quería quitar, privándole de ella; el rey abrió los ojos y se la miró, y dijo que él no lo entendía así ni creía tal cosa. A Guillen de Moncada y Ferrer de Gualbes, conceller de Barcelona, pareció que aquello era desacato, y exhortaron a la condesa que tocara al rey con más respeto y veneración. El día siguiente pareció a los médicos que sacaran al rey de la cama y le sentasen en una silla, cubierto de una vestidura muy ligera, aunque desabrochado, porque hacía gran calor y él se ahogaba del todo, y le tenían ya por muerto. Estando así, los embajadores de Sicilia le pidieron con lágrimas, que les diera por rey a don Fadrique, su nieto; y él estaba tan indeterminable, que ni aún en esto sabía tomar resolución, y la respuesta que les dio fue encomendarles que mirasen por él: como si hubiera de ser mayor el cuidado de ellos que el suyo, que era rey y abuelo, y le tenía por nieto.
Entonces pareció a la corte y a los concelleres de Barcelona, por quitar todos escrúpulos y dificultades, que en presencia de escribano y de los mismos testigos del día antes, le fuesen a visitar y preguntasen si quería que sus reinos fuesen de aquel a quien por justicia pertenecían, y si quería que de la respuesta que él daría se hiciese auto, y él dijo que (HOC); y luego Pedro de Comes, (Ramón, Raymundum de Cumbis) su protonotario, se lo volvió a decir, y el rey le respondió lo mismo; y de todo esto, que pasó el sábado siguiente, a las tres de la tarde, se hizo auto auténtico, cuyo traslado es el que se sigue:

Hoc est translatum fideliter sumptum a nota cujusdam instrumenti inferius inserti quod fuit per me Raymundum de Cumbis olim protonotarium et notarium subscriptum receptum die et anno in eo contentis scripta et continuata in protocollo sive capibrevio notularum mei dicti notarii et in fine cujus note major pars testium qui ad confectionem dicti instrumenti presentes fuerunt se eorum manibuas subscripserunt cujus tenor talis est.
- Pateat universis quod die veneris que computabatur XXX madii anno a nativitate Domini MCCCCX circa undecimam horam noctis dicti diei existente coram serenissimo domino domino Martino Dei gratia rege Aragonum Sicilie Majoricarum Sardinie et Corsice comite Barchinone duce Athenarum et Neopatrie ac etiam comite Rossilionis et Ceritanie Ferrario de Gualbis conciliario hoc anno ac cive Barchinone ad subscripta ut dixit per curiam generalem quam dictus dominus rex de presenti catalanis celebrat in civitate predicta simul cum aliis de dicta curia ibidem cum eo presentibus electo in presentia mei Raymundi de Cumbis protonotarii dicti domini regis et notarii subscripti ac
testium subscriptorum dixit coram dicto domino rege existente infirmo in suo tamen sensu cum loquela in quadam camera monasterii Vallis Domicelle vocata de la Abadesa hec verba vel similia in effectu: Senyor nosaltres elets per la cort de Catalunya som assi devant la vostra Magestat humilment suplicantvos queus placia fer dues coses les quals son e redunden en sobirana utilitat de la cosa publica de tots vostres regnes e terres: la primera quels vullats exortar de haver entre si amor pau e concordia per ço que Deus los vulla en tot be conservar: la segona queus placia de present manar en tots los dits regnes e terres vostres que per tots lus poders e forces fassen per tal forma e manera que la successio dels dits vostres regnes e terres apres obte vostre pervinga a aquell que per justicia deurá pervenir como asso sia molt plasent á Deu e sobiranament profitos á tota la cosa publica *e molt honorable e pertinent a vostra real dignitat. Et hiis dictis
dictus Ferrarius de Gualbis repetens verba per eum jam prolata dixit hec verba vel similia in effectu: Senyor plauvos que la succesio dels dits vostres regnes e terres apres obte vostre pervinga á aquell que per justicia deura pervenir? et dictus dominus rex tunc respondens dixit: Hoc; de quibus omnibus petiit et requisivit dictus Ferrarius publicum fieri instrumentum per me protonotarium et notarium supradictum. Que fuerunt acta die hora
loco et anno predictis presente me dicto protonotario et notario *ac pro testibus reverendo in Christo patre Ludovico episcopo Majoricensi nobilibus Geraldo Alemanni de Cervilione gubernatore Catalonie Rogerio de Monte Cateno gubernatore regni Majoricarum camarlengis Petro de Cervilione majordomo Raymundo de Santo Minato camarerio militibus Francisco de Aranda donato Porte-Coeli consiliariis dicti domini regis et Ludovico Aguilo domicello ac nobili Raymundo de Monte-Cateno coperio jam dicti domini regis. Postea die sabbati XXXI madii anno predicto circa horam tertie dicti diei Ferrarius de Gualbes predictus constitutus personaliter ante presentiam dicti domini regis in camera supradicta simul videlicet cum aliis de dicta curia cum eo electis reducens ad memoriam dicto domino regi verba per eum jam supra eidem domino regi prolata dixit presente me protonotario et notario ac testibus supradictis hec verba vel simlia in effecti: Senyor: plauvos que la successio de vostres regnes e terres apres obte vostre pervinga a aquell que per justicia deura pervenir e quen sia feta una carta publica? et dictus dominus rex
respondens, dixit: Hoc; et ego etiam dictus protonotarius et notarius interrogavi dictum dominum regem dicens ei hec verba: Plauvos donchs senyor que la successio de vostres regnes e terres apres obte vostre pervinga a aquell que per justicia deura pervenir e quen sia feta carta publica? qui quidem dominus rex respondens, dixit: Hoc; de quibus omnibus dictus Ferrarius presentibus aliis de curia supradicta cum eo electis petiit et requisivit
publicum fieri instrumentum per me protonotarium et notarium supradictum. Que fuerunt acta die loco hora et anno predictis presente me dicto protonotario et notario ac testibus supradictis.
- Yo Guillem Ramon de Moncada qui fui present a les dites coses me sotscriu.
- Yo Guerau Alemany de Cervelló qui fui present a les dites coses me sotscriu.
- Yo Pere de Cervelló qui present hi fui sotscriu.
- Yo Luis Aguiló qui present hi fui me sotscriu.
- Francesch Daranda qui present hi fui me sotscriu.
Sig+num Bernardi Mathei auctoritate regis notarii publici Barchinone testis.  

- Sig+num Antonii Brocard auctoritate regia notarii publici Barchinone testis.
Sig+num Ginesii Almogaver regentis vicariam Barchinone Aqualate (Igualada) Vallensis Modiliani et Modilianensis qui huic translato a suo originali fideliter sumpto et cum eodem veridice comprobato ex parte domini regis et auctoritate officii quo fungimur auctoritatem impendimus et decretum et ut eidem translato tanquam suo originali in judicio et extra plena fides ab omnibus habeatur appositum manu mei Antonii Çaplana auctoritate regia notarii publici Barchinone et scribe curie vicarie dicte civitatis in cujus posse dictus honorabilis regens vicariam Barchinone hanc firmam fecit XXVIIII (29) die julii (julio) anno a nativitate Domini MCCCCXI (1411) presentibus testibus a Arnaldo de Millars et Petro Matoses notariis et ideo notarius et scriba predictus hec scripsi et hoc meum hic apposui sig+num.
Sig+num meum Raymundi de Cumbis protonotarii dicti domini regis auctoritateque regia notarii publici per totam terram et dominationem ejusdem qui hoc translatum a dicto suo originali fideliter scriptum et cum eodem veridice comprobatum scribi feci postque decretatum per dictum honorabilem regentem vicariam Barchinone ut supra patet clausi.

Estaba el monasterio de Valldonzella, y más el cuarto donde el rey estaba, todo alborotado, y todos atónitos como fuera de sí, porque veían la muerte del rey tan cercana (que murió el mismo día en la tarde), y conocían que tal había de ser la confusión se había de seguir después de su muerte.
Cuando sucedió la muerte del rey, estaba en Barcelona Gil Ruiz de Liori, gobernador de Aragón, enemigo capital del conde de Urgel, y luego que supo la muerte del rey, dio cobro a su persona, porque tenía muchos enemigos y el conde de Urgel había dado orden que le prendiesen y matasen, y habían parado muchas celadas por los caminos por donde había de pasar, y había algunos en las puertas de la ciudad, que a todos los que venían de Valldonzella les preguntaban de la vida del rey y dónde estaba el gobernador, el cual estaba escondido en una casa y podía fácilmente entender el cuidado grande que tenían los amigos del conde de saber donde él estaba, y tenía harto temor no le sucediera algún pesar; y así un día, al amanecer, se salió de la ciudad y se embarcó en un navío para Peñíscola. Los médicos embalsamaron el cuerpo del rey y le tuvieron en lugar público y con la decencia debida por espacio de treinta días, porque todos se certificasen de su muerte.
El conde de Urgel, luego que el rey fue muerto, mandó poner guardas a la reina, y era con tanto rigor, que no la dejaban salir del aposento, porque decían haber dicho que estaba en duda si estaría preñada del rey, y no quería el conde que la perdiesen de vista, porque es cierto que puede un preñado dilatarse hasta once y trece meses, (ya salen con la comunión hecha y en lugar de un pan debajo del brazo, vienen con un horno) según se lo habían afirmado los médicos y letrados. Nombráronse por esto ciertas dueñas muy principales, que deseosas de complacer al conde de Urgel, cuidaban con gran diligencia de lo que se las había encomendado; y después, a 16 de febrero de 1411, compareció en el parlamento por ellas micer Juan Sirvent, que refirió los trabajos y disgustos que habían padecido en tal guarda, y pedía la paga de lo que habían trabajado en esto, y el parlamento lo cometió a doce personas que estaban nombradas para cuidar de los negocios de justicia, para que dijesen lo que se había de hacer en esto. Pensar puede cada uno que tales quedarían estos reinos y corona en tal estado, porque en Aragón había grandes bandos entre los Lunas y Urreas, en Valencia entre los Vilaragudes y Centellas, en Cerdeña el estado de aquella isla era turbulento e inquieto, y en Sicilia no faltaban hartas novedades y rumores entre la reina doña Blanca y los barones del reino: en Cataluña, aunque había algunos bandos entre los barones de ella, pero lo pasaban mejor que los otros reinos de la Corona (bailaban sardanas todos los días en la Plaza de San Jaime); y en fin, todos estaban suspensos y temerosos de que el que había de reinar estaría, no a lo que las plumas de Ios letrados escribirían, sino a lo que podrían las lanzas de los soldados, que el derecho consistiría en las armas y prevalecería el del más poderoso de los competidores.
El conde de Urgel que, según la opinión más común, era el que tenía mejor derecho, estaba muy contento que no se hubiese efectuado la legitimación de don Fadrique y que le faltase el abuelo: del duque de Gandía se le daba poco, porque estaba ausente y tan viejo, que ya no era de este mundo; Luis de Nápoles y Fernando estaban lejos, y éste muy ocupado en los reinos de Castilla, que gobernaba como tutor de su sobrino el rey don Juan II; y así el conde se juzgaba vencedor de todos, y más del infante don Fernando, por quien nadie se demostraba públicamente. Inclinábase el conde a tomar insignias y título de rey, y muchos de sus amigos se lo querían aconsejar; publicaron estos sus pensamientos, para ver cómo lo tomarían las ciudades y pueblos de la Corona, pero no les salió como pensaban, porque aunque, según la común opinión y sentir de todos, la
corona le pertenecía, pero no querían sufrir que él ni otro se la tomaran, sino que la justicia se la diera, y estimaban mucho los reinos de Aragón, Valencia y principado de Cataluña, que hubieran ellos de ser o nombrar jueces para declarar este punto tan grave y considerable, en que Cataluña sola no quiso determinar nada, (ni podía) sin el parecer de Aragón y Valencia, (había otros reinos y tierras: pero falta Valencia en el texto de más arriba: Martino Dei gratia rege Aragonum Sicilie Majoricarum Sardinie et Corsice comite Barchinone duce Athenarum et Neopatrie ac etiam comite Rossilionis et Ceritanie) que tan sentidos quedaron cuando, por muerte del rey don Juan, solos los de Barcelona, sin consultarlo con nadie, aclamaron por reina a doña María, mujer del infante don Martín, duque de Monblanch, que estaba en Sicilia; y no querían hacer otro tal en esta ocasión, y también que el derecho de sucesión lo tenían por más dudoso ahora que no lo fue entonces, aunque quedase una hija del rey muerto.
Quedaron las cortes, por muerte del rey, imperfectas, (creo recordar que cuando no había rey, se llamaba parlamento, parlament) y los que se hallaron en ellas nombraron doce personas que representaran el Principado, porque estos dispusieran lo que importaba para el buen regimiento de él; y don Guerau Alemany de Cervelló, gobernador de Catalunya, Ferrer de Gualbes, Antonio Bussot, Berenguer Descortey, Juan Ros, y Arnaldo Balaster, concelleres de Barcelona, hacían por su parte las provisionees y todo aquello que se conocía convenir para el buen gobierno y paz de la tierra.
El conde de Urgel, cuando murió el rey, estaba en el lugar de Almunia (la de doña Godina), que es de la orden de san Juan, en Aragón, y usaba el título de gobernador general; y por esto le valían fray Pedro Ruiz de Moros, de la dicha orden, señor de aquel lugar, y don Antonio de Luna (Antón el matarife), que era muy poderoso en aquel reino y señor de gran parte de él, y pedía pasar de Castilla a Francia siempre por lugares y tierras suyas, y fue el mayor valedor que tuvo el conde de Urgel, aunque de tan desacertados consejos, que por seguirlos el conde, tuvo el desgraciado fin que veremos. Luego que las
doce personas supieron esto, les pareció no debía tolerarse, por los inconvenientes que se podían esperar, y porque era en perjuicio de los otros pretensores; y luego le enviaron a Ramón Çavall, caballero, para que en nombre de los doce, le rogase que sobreseyese en usar de aquel cargo, y que hiciese derramar la gente de guerra que tenía junta en Aragón, y que si no lo hacía, ellos proveerían de remedio. No fue esta embajada muy gustosa al conde; pero como vio la resistencia se le había hecho en Aragón y que aquella embajada se le hacía de parte del principado de Cataluña, que era de quien él más confiaba, así por la afición que todos le tenían, como por la naturaleza que tenía en ella y favor que de ella aguardaba, otorgó lo que se le pedía, con pacto que don Guerau Alamany de Cervelló, que tenía por enemigo, no usase del oficio de lugarteniente de
gobernador; pero los doce no se contentaron de la respuesta, y volvieron a enviar a decir lo mismo, pero el conde siempre perseveró en lo que había dicho, absteniéndose
empero del ejercicio de gobernador general. (En Aragón no lo habían afirmado como tal)
En el entretanto que esto pasaba, se hicieron al rey las exequias en el monasterio de Poblet, porque había elegido sepultura en aquel real monasterio, donde había ya cuatro
reyes ascendientes suyos
sepultados, y había mandado que su cuerpo fuese sepultado en tierra, en el claustro, delante de la capilla de san Gerónimo, con una piedra encima, porque fuese pisado de todos los que entraran y salieran de la iglesia, y estuviese allá hasta que sus carnes fuesen consumidas, y de aquí fuesen sus huesos trasladados dentro de la iglesia, y puestos en un sepulcro en el arco real, junto a la sepultura del rey don Pedro, su padre; pero nada de esto se hizo, sino que le depositaron en la Seo de Barcelona y estuvo en el altar mayor de ella, hasta el año 1460, que el abad don Miguel Delgado (no comería mucho) fue a Barcelona y lo pidió, y con treinta monjes se lo llevaron a Poblet, con muy poca ceremonia, y allá le han puesto en una tumba de madera, que es la primera de la parte del Evangelio; y no le pusieron en el arco real junto a su padre, como él había mandado, porque aquel lugar había ya tomado el rey don Fernando, y así su cuerpo se ha quedado en dicho lugar; y si no fuera por la buena diligencia del abad de Poblet, aún se quedara en Barcelona, sin que más se pensara en él; pero no era mucho se descuidaran los otros de quien tan descuidado fue de sí mismo, y tan indeterminable en lo que debía hacer. Juntamente con su cuerpo se llevaron el de la reina doña Violante, mujer del rey don Juan, y le pusieron en el mismo sepulcro y compañía del rey, su marido, que es la del medio de las tres sepulturas que están en el arco real, a la parte de la Epístola, en aquel ilustre monasterio.
Acabadas ya las exequias del rey don Martín, a 22 de julio de 1410, el gobernador, desde Barcelona, convocó parlamento general del Principado para la villa de Monblanch,
para el último de agosto; y allá se juntaron muchas personas de las que eran llamadas en la iglesia de san Miguel, y en conformidad de la mayor parte de los que allí se hallaron, a 10 de setiembre se deliberó mudar el lugar del parlamento, porque había muchos lugares que estaban inficionados de peste, y prorogóse para la ciudad de Barcelona para 25 del mismo mes de setiembre, que se hallaron en la sala grande del palacio del rey el mismo gobernador, el arzobispo de Tarragona, don Pedro Çagarriga, con cuatro eclesiásticos, cinco síndicos de Barcelona, dos de Perpiñan y uno de Figueras, sin ningún militar ni otra persona alguna; y así le prorogaron para 30 del mismo mes, para dar tiempo a los que habían de venir, y en el mismo día, habiendo en el parlamento catorce eclesiásticos, treinta y cinco militares, once síndicos y dos diputados, propuso el
gobernador la causa porque había convocado aquel parlamento, que era a fin de buscar el mejor y más seguro camino por donde viniesen estos reinos y Corona en mano de
aquel a quien por justicia perteneciesen, exhortándoles a todos a paz, amor y concordia, según se lo había encomendado el rey don Martín, estando para morir: y esto lo fue dilatando con un muy largo y bien concertado razonamiento, que a más de estar continuado en el proceso del parlamento, lo refiere casi todo Gerónimo Zurita; y el arzobispo de Tarragona le respondió muy largamante, y el brazo millitar y real se ajustaron a lo que él había respuesto, declarando el deseo grande que todos tenían que se encaminara todo de suerte que fuese a honra y gloria de Dios nuestro Señor, paz y provecho de todo este Principado y Corona. Pero Roger Bernat, hijo mayor de Hugo, conde de Pallars, declaró que él y otros muchos de su opinión, aunque afirmaban
que lo que se había de tratar en aquel parlamento les estaba bien, pero disentían a la mudanza se había hecho de Monblanc a Barcelona, por no ser a propósito aquella ciudad ni haber ellos estado en Monblanc, cuando se deliberó, ni aún había parecido bien a todos los que allá se hallaban, porque, según dijeron después con escritura que a 2 de octubre presentaron al gobernador, a la que salía de la casa de los comendadores de san Juan, donde tenía su posada, que aquella ciudad había siempre tenido costumbre de hacer gran perjuicio a las preeminencias y prerogativas de los barones y nobles de Cataluña, y lo había de hacer más que nunca en aquella ocasión que estababan sin rey y señor, y había de mirarse mucho de juntar parlamento en una población tan grande como era aquella, donde cada día acudía mucha gente y había gran peligro de ponerse todas las cosas en gran tribulación, y más que no podian sufrir la gran superioridad y preeminencia que los concelleres de ella pretendían tener en todos los parlamentos del Principado, y sobre todo se sentían mucho de unos pregones que había hecho el gobernador, de ordenación de los concelleres, prohibiendo el porte de las armas con graves penas, y decían que era con intención de causar terror a los llamados al parlamento, el cual era mejor que se juntara en otra parte de Cataluña, más cercana a Aragón y Valencia, para mejor poder tratar y conferir y tomar consejo sobre lo que había de ser más conveniente a lo por que estaban congregados; y esto mismo pedía también el síndico de Tortosa, porque los de aquella ciudad deseaban ver en ella el parlamento. Pero el conde de Cardona, don Pedro y don Roger de Moncada y otros muchos magnates y nobles, amigos del conde de Urgel, defendían con grandes veras la mudanza se había hecho de Monblanc a Barcelona, y sobre esto había gran disensión en aquel parlamento; y a 26 de octubre dieron sobre esto un gran memorial fundando con muchos derechos esta su opinión, y lo mismo hicieron Dalmau Çacirera, Galceran de Rosanes y Marc de Avinyo por los caballeros y hombres de paraje; y el arzobispo y estado eclesiástico y brazo real se conformaron con ellos, porque todos habían aconsejado la mudanza del parlamento, y deseaban se nombrasen árbitros para declarar sobre esto y sobre la división había entre los barones y nobles, de una parte, y los caballeros y hombres de paraje, de otra, porque estos últimos querían hacer un brazo de ellos solos, separándose de los barones y nobles, y era suscitar una pretensión muy antigua y vieja, y siempre contradijeron a ella los brazos eclesiástico y real, porque consideraban muchos daños habían de salir de tal división y discordia, y más en esta ocasión, y les desengañaron que por la vida no lo sufrirían; y así sobre esto y sobre los pregones que habían hecho los concelleres de Barcelona fueron nombrados árbitros, y estos a 19 de diciembre de este año dieron su sentencia, y aunque en algunas cosas discordaba, pero la conclusión de ella era: Que el parlamento, sin hacer mudanza de lugar, se continuase por entonces en Barcelona, y que cesase el ejercicio de aquellas doce personas que se nombraron cuando murió el rey don Martín, y que lo que ellos habían de hacer lo hiciera el parlamento, y que sobre la división del brazo militar se guardase lo que se había observado en el parlamento que tuvo la reina doña María, mujer del rey, y que no causasen perjuicio a los militares los pregones habían hecho los concelleres de Barcelona; y con esto quedó el parlamento más libre y sin estorbo para poder entender en buscar forma para venir al fin para que se había juntado, que era hallar y saber de cierto la persona a quien, según justicia, debían prestar el juramento de fidelidad.
Cuando estas cosas pasaban en el parlamento, llegaron a 6 de octubre a la ciudad de Barcelona, antes del mediodía, los embajadores del conde de Urgel, que eran fray Juan Exemeno, maestro en teología, del orden de san Francisco, electo obispo de Malta, su confesor, don Dalmau de Queralt, Mateo Vidal y Domingo Senart, doctores en derechos y llevaban carta credencial del conde, hecha a 24 de diciembre en el monasterio de Bellpuig de las Avellanas, de religiosos premostratenses, en el vizcondado de Ager. El día siguiente, el arzobispo propuso en el parlamento sobre la audiencia se había de dar a estos embajadores y a los del rey de Francia, que ya había días que aguardaban audiencia, y no parecía bien se dilatase: tratóse el negocio; y como a cada cosa que se proponía había división entre los del brazo militar, tardaban a tomar resolución, porque todo el tiempo era menester para concordar los de aquel brazo; y después de haber pasado sobre esto muchas razones y protestas, que por no hacer al caso dejo, se vino a diferir la audiencia para 11 de octubre, sábado, que se dio a los del rey de Francia, y el lunes siguiente, que era a 13 octubre, se dio a las ocho de la mañana a los del conde de Urgel, y habló por ellos el obispo de Malta, que era hombre muy docto y elegante, y tomando por tema aquellas palabras que dicen: Intende in causam meam, prosiguió su razonamiento, probando que por ser don Jaime de Aragón descendiente por línea masculina de la casa y linaje de los reyes de Aragón, le pertenecia el reino, y esto lo confirmó con lugares de la Sagrada Escritura, de los derechos canónico y civil e historias antiguas.
Por razón de la división había entre los del estamento militar, sucedían cada día dentro del parlamento inquietudes, y pasaban cosas que, sabidas de los de fuera, desautorizaban mucho aquella junta tan grave; particularmente a 8 de octubre estuvo a punto de desunirse del todo, porque los caballeros y hombres de paraje quisieron tener notario, y nombraron a Francisco Fonolleda, que había sido escribano del rey don Martín, y le habían dado lugar y asiento, así como lo tenían los escribanos del brazo eclesiástico,
militar y real, y no querían que se saliese de allí, porque decían que pues había cuatro brazos y ellos hacían de por sí el suyo, querían meter escribano, así que, había de haber cuatro, uno por cada brazo; y aunque los del eclesiástico y real lo contradijeron, no pudieron acabar cosa, y se salieron del parlamento, y faltó poco que todos no se volviesen a sus casas sin hacer este día otra cosa sino dar pretestos los unos a los otros; y como habían de llamar por testigos a personas que no eran del parlamento, estos luego que salían publicaban lo que pasaba dentro, de donde nacía el desautorizarse mucho aquella junta; y por eso hicieron después, a 17 de octubre, una determinación de que los
testigos instrumentales fuesen del mismo parlamento, y no fuera de él, porque así se guardase mejor el secreto.
A 31 de este mes llegaron al parlamento los embajadores del infante don Fernando de Castilla, llamado vulgarmente el infante de Antequera, hijo de doña Leonor, que fue hija del rey don Pedro de Aragón y hermana predifunta del rey don Martín: no hallo estos embajadores quienes eran, porque por descuido del escribano del proceso quedó su nombre en blanco. La suma de la embajada fue: si aquel parlamento pensaba estar en la ciudad de Barcelona y entender aquí a quién de los competidores pertenecía el derecho de la sucesión, porque en tal caso, ellos estaban aparejados, las horas que les serían asignadas, de probar como era del infante don Fernando; y si no pensaban entender en esto en la ciudad de Barcelona, rogaban de parte de su señor dos cosas: la primera, que lo abreviasen todo lo posible, por el daño que había en la tardanza; y la otra, que
tuviesen por encomendada la justicia no solo del infante, pero aún de los demás que pretendían tener derecho en aquella sucesión; y el arzobispo les respondió, que no pensaban entender en ello sin Ios demás reinos, y que lo más presto les sería posible entenderían en la expedición de aquel negocio, a fin de dar el derecho a aquel a quien tocase; y presto deliberaron, después de haberse tratado muchos días, que fuesen nombrados doce embajadores, seis para Aragón y seis para Valencia, para tratar lo que se debía hacer en este negocio y buscar modo como llegar al fin que todos deseaban, que era saber a quién se había de prestar el juramento de fidelidad, y también para concordar y poner treguas en las discordias y bandos había entre los particulares de Aragón y de Valencia, que confiaban que, a imitación de los catalanes, lo harían así como ellos, que habían dejado todas sus pasiones y comodidades propias para entender lo que convenía al bien público y servicio de Dios y del que había de ser rey; y a 8 de noviembre fueron nombrados estos embajadores, cuyos nombres traen otros autores.
Por estos tiempos salieron del condado de Comenge algunas gentes de armas en los valles de Aran y Andorra, y aunque el parlamento proveía lo necesario para hacerles
poderosa resistencia, no por eso dejó el conde de Urgel a 20 de diciembre de enviar sus embajadores, que eran el obispo de Malta y micer Macian Vidal, al parlamento; y dijeron haber venido por tres cosas, la primera, por hacerles sabedores de la entrada que gentes forasteras habían hecho en Cataluña; la otra, que entendieran en la defensa del Principado, y la última, que ofrecía su persona y estados por la defensa de la tierra; y esto lo hacía el conde para ver si se le encargaría a él el resistir a estos, porque con ese color
hubiera él juntado gentes de armas y se fuera hecho poderoso; pero el parlamento nunca se lo quiso conceder, y así le respondieron, que agradecían el aviso y ofrecimiento les hacía, y que en su lugar y tiempo le aceptarían de buena gana.
Mientras los del parlamento aguardaban que las cosas de Aragón y Valencia y los bandos había en aquellos reinos tomaran algún buen asiento con la diligencia de los seis embajadores que habían enviado a cada uno de estos reinos, sucedió a 29 de enero de este año 1411, estando junto todo el parlamento en la sala del palacio real, que llegó allá doña Juana, condesa de Ampurias, y don Pedro de Fonollet, vizconde de Illa y Canet, que hablando por ella, dijo estar muy quejosa de don Jaime de Aragón, conde de Urgel, por haber con maña y artificio procurado que doña Elceta, su hermana, que había sido mujer de don Hugo de Anglesola y entonces de Jorge de Caramany, y una hija que tenía del primer matrimonio vinieran en poder suyo, y quería por fuerza, contra la voluntad de la doncella y de su madre y de sus amigos y parientes, casarla; y por ser cosas estas de tal naturaleza y que no era bien tolerarse, acudían al parlamento, porque proveyera lo que más justo pareciese; y dicho esto se salieron fuera. Tratóse el negocio, y deliberaron que Guillermo Carbonell, canónigo y sacristán de la Seo de Barcelona, y Guillermo Domenech, síndico de Gerona, fuesen de parte del parlamento al conde para saber e informarse de lo que había en esto, y si hallaban ser verdad lo que se había representado en aquel parlamento, rogasen y persuadiesen al conde se llevase en aquel negocio de tal manera, que de allí adelante no se hubieran de quejar de él, y por esto dieron a los embajadores su letra credencial.
El día siguiente, que era a 30 del mes de enero, volvieron los embajadores al parlamento, y dijeron que el conde decía que él no había tenido ni tenía detenida a doña Elceta, antes bien estaba en libertad de ir donde quisiese, y que era verdad que a su hija se la habían encomendado su misma madre y otros parientes y amigos suyos, y que siendo él medianero, había casado con el hijo de don Ponce de Ribelles, servidor suyo, muy querido y amado, y se habían ya hecho los capítulos matrimoniales, y había uno entre ellos, que contenía, que si acaso sobre lo pactado en aquellos sucediera haber alguna duda, quedaban nombrados, por parte de don Ponce, Bernardo de Vilagayá, y de doña
Elceta, Aymon Dalmau, para que declarasen la tal duda, y que doña Elceta había mudado de parecer y no quería que se hiciese aquel matrimonio, y pocos días había que se había
llevado a su hija, sacándola de casa del conde, de lo que estaba muy ofendido, por parecerle que había sido mengua suya, y por enmienda de ello procuró que volviese a su casa y palacio, donde estaba tratada y respetada según su calidad y sexo requería, y deseaba en esto proceder tan justificadamente, que pedía al parlamento nombrase algunas personas que mirasen los capítulos y se informasen del negocio, que él estaría a todo lo que las tales personas declarasen sin apartarse de ello. Entonces el parlamento, a más de los dichos embajadores, nombró a Bonanat Pere, síndico de Barcelona, y a Juan de Prats, síndico y canónigo de Tortosa, para que, informados del caso, hicieran relación al parlamento y él proveyese lo que fuese justo; pero el día siguiente el parlamento recibió una carta del conde, que daba razón del hecho, y decía así:

Als molt reverent nobles e honrats que son residents en lo parlament de la ciutat de Barcelona.
A la gran saviesa de vosaltres certificam que es vingut a nostra oyda que alguns quis dien parents de Na Magdalena de Anglesola han dit devant lo parlament essent ajustat que per quina causa teniam nos la dita Magdalena e ab gran colp de paraules esplicant les quals paria no isquesen de homens rahonables mes voluntaris: de que notificam a la vostra saviesa de vosaltres que nos tenim la dita Magdalena perque nos fonc comanada per lo noble mossen Pons de Ribelles que ere son tudor ab benivolencia de sa mare. E axi mateix con son avi e son pare fosen amichs e servidors del infant nostre pare als quals Deus do santa gloria e reberen de grans beneficis dels dits senyors e la avia de la dita
donzella isque de la casa de Ribelles que son poblats en lo comptat de Urgell que ere dels senyors damunt dits e morint lo senyor rey en Marti qui Deus perdo e lo dit mossen Pons qui ere tudor de la dita noble donzella romanent en casa nostra vehen que la successio del regne pertanyia a nos e erem gobernador general per sguart de les coses damunt dites e de aquelles altres quey han specificat de vostra part los embaxadors quins haveu
trames e per aquest sguart tenim la dita pubilla e tendrem tant com raho dictara e scoltarem a tots aquelIs quins demanaran res per justicia: certificantvos que alguns nos han dit ques diuhen algunes paraules devant la saviesa de vosaltres dient que les diuhen
en favor de la damunt dita: vulla guardar vostra saviesa que los dits lurs son per lur propri interes no per profit de la dita pubilla pero veurets en nostres obres qual profit se seguira de aquella per moltes rahons que al present non cal specificar. Data en San Boy sots lo sagell de nostre anell a 30 de janer del any 1411.
Jayme Darago.
Jaime.
No dejó esta carta de alterar a algunos del parlamento que eran mal afectos a las cosas del conde de Urgel y no ponderaban las palabras de ella según debían, antes interpretaban que diciendo el conde que escucharía a todos los que pedirían algo por justicia, era quererse hacer juez de esta causa; y esto era interpretación torcida y ajena de la intención del conde, cuyo pensamiento era decir, que si alguno quisiese lo que él había hecho pedírselo por justicia, escucharía y pasaría por lo que fuese según ella, que bien cierto era que ni el conde era juez, ni le tocaba serlo de esta causa, pero como había muchos émulos en el parlamento, le achacaban aquello que no le había pasado por la imaginación, y por hacerle odioso decían lo que no era.
En esta ocasión también compareció en el parlamento Bernardo Gallac, procurador de la reina doña Violante, viuda del rey don Juan, madre de otra Violante que casó con Luis, duque de Anjou, que llamaron rey de Nápoles; y esta doña Violante era hija del duque Roberto de Bar y de María, su mujer, que era hermana de Juan, rey de Francia, y el rey Carlos, que reinaba en este tiempo en Francia era hijo de otro Carlos y nieto del dicho Juan, y defendía con grandes veras a la reina Violante de Nápoles, porque eran hijos de primos hermanos y deseaba el reino para su marido, y les pesaba que el conde de Urgel fuese tan querido en Cataluña y tuviera dentro del parlamento tantos amigos, y para echarlos de él, acordaron que la reina doña Violante pidiera que fuesen echados del parlamento aquellos que ella o su hija tenían por sospechosos, que eran los amigos y deudos del conde y muchos caballeros que estaban poblados en aquel condado y tiraban sus gajes y eran sustentados de su hacienda, como eran fray Guillermo, abad de nuestra Señora de Bellpuig de las Avellanas, del orden premostratense, fray Vicente, abad de Ager, del orden de canónigos reglares de san Agustín, el conde de Cardona y don Antonio, que eran deudos suyos, mosen Bernat de Forciá, Galceran de Rosanes, Dalmau de Çacirera y otros muchos que intervenían y podían intervenir en aquel parlamento; y el Bernardo de Gallac no dejaba esto de solicitarlo cada día, tanto, que los del parlamento se hallaban muy turbados sobre esto, porque si aquello tenía lugar, habían de salirse muchos de él, unos por ser parientes y otros por estar heredados en el condado de Urgel y vizcondado de Ager. El conde, que no quería que sobre esto se declarase nada, mandó a 10 de febrero a Antonio Vila, escudero de su casa, que diera una escritura, cuya suma era, que no tratándose aún de la sucesión, no había para qué haber de excluir de ella a los sospechosos, ni se había de decir ni aún pensar que la amistad y deudo que tenía el conde con algunos de aquella congregación les obligara a hacer cosa que no fuera muy debida y justa, y aunque pudiera poner sospechas contra muchos de los que allí concurrían, pero lo dejaba en aquella ocasión, por no dilatar y entretener aquel parlamento, y porque más presto se acudiera a la declaración de la persona a quien de justicia perteneciese la corona; y así, que no se diese lugar a la pretensión de la dicha reina, ni oídas las razones que en orden a dichas sospechas había propuesto el dicho Gallac.
A los 13 de febrero, después de haber tratado de lo que se había de hacer sobre las sospechas alegadas por parte de la reina de Aragón, se ordenaron dos embajadas, una a la reina y otra al conde. Fueron los embajadores, Guillermo Carbonel, canónigo y sacristán de la Seo de Barcelona, y Mateo Cardona, caballero, y micer Guillen Domenge, síndico de Gerona, para exhortarles y aconsejarles que se apartaran una jornada de Barcelona, por convenir así, para quitar los inconvenientes y sospechas que pudiera haber, estando ellos cercanos a esta ciudad; porque, según decían los del parlamento, querían lejos de sí a dos personas de tan gran autoridad, cuya vecindad era de gran estorbo para los buenos intentos que aquel parlamento llevaba; y el día siguiente, por quitar todo género de sospechas, el gobernador y arzobispo juraron de dar en todo buen consejo, sin amor, odio u otra cualquier pasión; que guardarían secreto; que quitarían los estorbos que hubieran de dilatar aquel parlamento, y que todos los que asistían en él hubieran de prestar tal juramento, y que el que se escusase no fuese admitido en él, como a persona sospechosa y de no buenos intentos: y así a 15 del mes juraron todos, y ya en el mes de octubre habían hecho que los testigos instrumentales fueran del mismo parlamento, por el inconveniente que había de haberles llamado fuera de él, por el poco secreto que guardaban.
A los 16 de febrero llegó embajada del conde: eran los embajadores el obispo de Malta y fray Juan Cesclergues, caballero del oden de san Juan, y dijeron que el conde era
bajado a Valdonzella, y tenía algunas cosas que decir al parlamento sobre el estado de las cosas de Cerdeña y otras, y les rogaba que fuesen allá, que les deseaba hablar: y el
parlamento ordenó que el arzobispo, con veinte y cuatro personas de las que eran nombradas para la defensa del Principado, con las que quisiesen ir con ellos, fuesen a Valldonzella a hablar al conde y ver lo que quería; y llegados allá, solo les dijo, que ofrecía su persona, estado y vasallos, por la conservación del reino de Cerdeña, cuyos negocios
en aquella ocasión estaban en muy mal estado; y le agradecieron mucho aquel ofrecimiento, y le dijeron que el parlamento acordaría sobre ello.
Volvieron también los embajadores que habían ido de parte del parlamento al conde sobre la queja de doña Elceta y doña Magdalena, su hija, y dijeron haber tenido diversos coloquios con Aymon Dalmau y Bernardo de Vilagayá; y el parlamento, a 17 de febrero, resolvió que todos juntos se vieran con la vizcondesa de Rocabertí, abuela, y con doña Elceta, madre de doña Magdalena, y fuesen medio para que el matrimonio, que de principio habían querido, se efectuara, e hicieran relación al parlamento de la respuesta de ello.
Este mismo día se despidieron los embajadores para el conde y reina doña Violante, y se dudó qué título se debía dar al conde de Urgel en los sobrescritos de las cartas, y fue acordado que dijesen: al muy egregio señor don Jaime de Aragón, conde de Urgel. Estrañó algún tanto esta embajada, y le pesaba de haberse de apartar de la ciudad de
Barcelana una jornada, y estuvo muchos días que no se movía del lugar de San Boy; y esto causó sospechas y celos al infante don Fernando, que, aunque ausente, tenía buenos avisos de lo que pasaba, y envió sus embajadores, que llegaron al parlamento a 11 de abril, y eran Fernán Garcés de Berga y don Juan González de Acevedo, con su letra credencial; y estos dijeron que la intención y voluntad del infante no era entrar en estos reinos, ni hallarse en el parlamento, como lo habían publicado algunas personas; pero que cuando alguno de los otros competidores hiciese tal cosa y el parlamento lo tolerase, él certificaba que haría lo mismo, y que parecía muy mal que sufriesen que el conde de Urgel estuviese a una legua de Barcelona, pudiendo así con medios no lícitos inducir en su favor algunos de aquel parlamento, y lo que más malo parecía, era que se acercase tan junto a la ciudad, como era el monasterio de Valldonzella, do sabía que había venido dos veces, y que esto, no había de permitirlo aquel parlamento. El arzobispo les dio respuesta de parte de todos, y fue tal, que se fueron muy contentos aquellos embajadores.
A 18 de este mes respondió también el conde a lo que habían dicho los embajadores del infante, y con escritura presentada en el parlamento, mostró estar muy sentido de lo que de él se había dicho, y que eran muy escusadas las razones de los embajadores del infante, y que la nación catalana y demás de la corona eran de tal condición, que con medios ilícitos no se había de acabar cosa, pues sola verdad y justicia podían con ellos; y porque sabía que los del parlamento gustaban que se ausentara de Barcelona y él deseaba darles gusto, por confiar de ellos y de Cataluña todo favor, se apartó de Barcelona y se vino a Balaguer, donde no hacía falta en el parlamento, por tener en
él buenos amigos y parientes, y no le faltaban trazas para saber todo lo que en él pasaba.
Perseveraba Bernardo Gallac, de parte de la reina doña Violante, pidiendo que se declarara sobre las sospechas que él había propuesto contra los que eran sospechosos; y el parlamento venía muy mal en haberlas de admitir, pues no era caso, aunque debieran haber lugar, no embargante que había en él (según decía con una escritura que dio) los procuradores de la condesa doña Margarita, madre del conde, y de don Juan, su hermano, y otros muy aficionados suyos, el abad de las Avellanas, el de Ager y muchos caballeros que estaban heredados en el condado de Urgel. Tratóse este artículo muchas veces en el parlamento, y a 23 de mayo de 1411 respondieron, como aquel parlamento
no se había juntado para ser juez de la causa de la sucesión a la corona, sino para buscar y escoger los medios y modo como se pudiera venir a ella, y que aunque había dentro de él muchos deudos, vasallos y amigos de los competidores, no por eso había de preferir a los parientes señores y amigos, al que había, según justicia, de ser su rey y señor, por obligarles a ello la fidelidad de la nación catalana: y con esto despidieron al procurador de la reina doña Violante.
Aunque estaba el conde retirado en la ciudad de Balaguer, no dejaban sus cosas de estar en gran reputación, y a común opinión era tenido por más legítimo sucesor que los demás competidores y a más de eso era el que más amigos y valedores tenía; y aunque había ya muchos que se declaraban por él, pero eran muchos más los que de secreto le favorecían y deseaban verle con la corona, pareciéndoles que no había de haber razón tan justificada que se la quitara, porque tenían por cierto debérsele a él solo. Pero estando las cosas en el estado y punto que digo, sucedió, sin culpa si ciencia del conde, un caso tan atroz y feo, que de tal manera desautorizó y trocó sus cosas y suerte, que de aquel punto adelante fueron en tanta disminución y descrédito, que dio ocasión al infante de Castilla de meter en Aragón y Valencia mucha gente de armas del reino de Castilla, cosa que hasta aquel punto no había osado intentar.
El caso fue que en el reino de Aragón había dos bandos o parcialidades, que eran los Urreas, cuya cabeza y caudillo era don Pedro Giménez de Urrea, y los Lunas, cuya cabeza era don Antonio de Luna, y estos eran muy apasionados por el conde de Urgel, porque siempre aquel linaje de los Lunas había sido muy valedor de la casa de los de Urgel, y en tiempos pasados es fama haber emparentado estas dos casas, y de aquí les quedó hacer los Lunas por armas y divisas una luna jaquelada de oro y negro, a imitación de los de esta casa, que traían los jaqueles de oro y negro; y era este don Antonio, como se dijo, de los más poderosos y ricos señores del reino de Aragón, y estaba tan apasionado, que moría por ver rey al conde, y siempre fue el principal consejero suyo y el que a la postre lo echó a perder. Los del bando de los Urreas estaban apasionados los unos por el infante don Fernando, y los otros por Luis, hijo del rey de Nápoles: el arzobispo de Zaragoza esforzaba más que todos la justicia del infante. Habían tenido en el reino de Aragón su parlamento en la ciudad de Calatayud, y aunque se habían ofrecido muchas dificultades y estorbos, pero el negocio había llegado a tal estado, que todo lo que se había de hacer en aquel parlamento se había cometido a nueve personas, que habían de buscar y proponer los medios para llegar a tratar del derecho de la sucesión.
Estos nueve eran el arzobispo de Zaragoza, don Juan de Valtierra, obispo de Taraçona, hombre celoso en extremo de sus preeminencias y honras, micer Berenguer de Almenara, Juan Cid de Calatayud, Juan Fernández de Sayas y Gil del Vayo, Ramón de Torrellas y Antonio del Castillo, y micer Berenguer de Bardají, de quien se hacía gran caso en aquel reino; y estos, usando de la facultad y poder les había sido dado, acordaron muchas cosas convenientes para el fin porque aquel parlamento se había juntado; y porque se tuvo cierta junta de letrados sobre una respuesta que habían de dar a los embajadores de Cataluña, que estaban en Calatayud, y en la tal junta no fue llamado este obispo, tuvo de esto tal sentimiento, que aunque fue requerido de los demás, se partió de aquella ciudad, declarando que en nombre suyo y de su iglesia disentía a todo lo que se había acordado; y aunque al primero de junio se habían congregado los ocho en la iglesia de san Pedro, y estando allí le rogaron que volviese, no hubo remedio de reducirle, sino que se partió de aquella ciudad y quedó aquel parlamento de Aragón desbaratado y deshecho, y cada uno se volvió a su casa, quedando todas las cosas en peor estado que nunca.
El arzobispo de Zaragoza se salió, como los demás, y tomó el camino de Zaragoza, y llegó aquella tarde al lugar de la Almunia de doña Godina, donde hizo colación, porque ayunaba aquel día, y aquí aguardó a don Antonio de Luna, porque quedaba concertado entre ellos verse en el camino. Estando aquí el arzobispo, llegaron a él Francisco
de Belcayre y Miguel Mazas, notario, de parte de don Antonio, suplicándole que saliese al camino, porque tenía que tratar con él algunas cosas de las materias corrientes, según ya quedaba concertado entre ellos. El arzobispo, que no sospechaba violencia alguna, ni el sacrilegio y desacato que sucedió, por confiar de las treguas había entre ellos, confirmadas con juramentos, y también porque después de hechas habían pasado entre los dos muchos ofrecimientos y cortesías, salió al camino, a caballo en una mula y desarmado, en compañía del sacristán mayor de Zaragoza y de Juan Bonet, rector de san Martín, y de algunos clérigos, y de cuatro o cinco escuderos, todos desarmados; saludáronse con grandes cortesías y demostraciones de amor y voluntad; apartáronse en el camino que va del lugar de la Almunia a Almonacir (Almonacid, sierra de Algairén), donde hablaron muy largamente del derecho de los competidores; y de unas razones en otras vino a decir don Antonio, si sería rey el conde de Urgel, y el arzobispo, que en esto no se mostró tan prudente como debía, dijo que no, mientras él viviese; y don Antonio,
encendido en cólera, dijo que lo había de ser, o muerto el arzobispo o preso; y el arzobispo dijo que muerto bien pudiera ser, pero preso no; y dicho esto, revolvió la mula y don Antonio le dio un bofetón, y con la espada un golpe en la cabeza: salió mucha gente de la que llevaba don Antonio, que estaba escondida, y uno de ellos dio a la mula un golpe en la cabeza, y con esto detuvo que el arzobispo no se escapara, y otro, que llevaba la lanza de don Antonio, dio con ella al arzobispo, debajo del brazo, y le derribó de la mula, y estando en el suelo le acabaron de matar y cortaron una mano: al rector de san Martín y al sacristán de Zaragoza les dejaron muy maltratados y heridos y mataron algunos de los que iban con el arzobispo.
Esto es lo que comunmente se cuenta de este caso: pero don Antonio de Luna, en una carta que a 6 de junio escribió al parlamento de Cataluña, dándole razón de este suceso,
carga toda la culpa al arzobispo, por ser hombre bullicioso e inquieto, y que le quería matar y lo había muchas veces intentado, y más ahora últimamente, y con intención de esto había salido de la ciudad de Calatayud para ir a la de Zaragoza, que tenía tiranizada y oprimida, y que estando en la Almunia de doña Godina con mucha gente de armas, le hizo requerir que se vieran y trataran de diversas cosas, y no dice ni declara qué eran, sino que después de haber hablado buen rato, vinieron a las manos y se encendió brega entre ellos, y que él se halló con solo un hombre de a caballo, y con el arzobispo eran más de treinta de a caballo y diez de a pie, y que su intención solo había sido prenderle y no hacerle otro daño, y que haciendo lo posible por tomarle, su gente le hirió en el cuello con un golpe de espada, aunque fue poca aquella herida y él presto estuvo sin peligro, y que mientras estaban peleando, llegaron sus gentes que se habían quedado atrás y la pendencia se encendió de manera, que el arzobispo fue vencido con todos los demás de su compañía, (pues hubo testigos) y nunca se quiso dar a don Antonio y quedó muerto en la plaza, junto a las puertas del lugar; y en esta carta afirma ser esto la verdad, y que si algún barón o caballero ó otro igual suyo lo contradijera, le desafía, y se obliga a hacerle otorgar ser esto verdad del modo que queda dicho. El fruto que nació de este hecho fue quedar don Antonio tan aborrecido de todos, que cuando querían maldecir a uno, le decían: con don Antonio te topes; por juzgarle tan malo, que solo el encontrar con él tenían por cosa execrable, triste y de mal agüero; y este refrán dura aún en aquel reino, y de aquí se puede inferir qué buena disposición podían hallar las cosas del conde en aquel reino, cuyo mayor amigo que sustentaba su causa era tan odioso a todos. Sucedió esto un lunes, primer día del mes de junio de este año, y luego se supo por toda la Corona, aunque en el parlamento no se publicó hasta 8 del mes, que se leyó una carta de los embajadores escrita a 3 del mes, y quedaron todos admirados de tal caso. Acabóse entonces de determinar, según ya se había tratado a 12 de mayo, que aquel parlamento se prorogase para la ciudad de Tortosa, por estar más cercano a los reinos de Aragón y Valencia, y facilitar todo lo posible la declaración de la sucesión, porque todos estaban muy temerosos que cada día sucederían semejantes novedades. Moviéronse a hacer esta prorrogación por otra carta que recibieron a 12 del mes, de don Antonio, en que daba razón al parlamento

del caso, cargando también la culpa de todo al mismo arzobispo, y certificaba que el infante de Castilla venía con poderoso número de gente; y así, a 12 de julio, se escribió a todos aquellos a quien parecía que se debía notificar, que el parlamento se prorrogaba para la ciudad de Tortosa, exhortándoles que para 16 de agosto acudieran a ella.
Llegado este día de 16 de agosto, se juntaron en el capítulo de la catedral de aquella ciudad, aunque la gente acudía muy de espacio y fue necesario que se les escribiera muy apretadamente, y se valieron del favor del papa Benedicto, que estaba en la villa de San Mateo, del Maestrazgo de Montesa, en el reino de Valencia, el cual lo escribió a muchos eclesiásticos, y les representó el gran daño que se seguía de no congregarse aquel parlamento; y con todo, pasaron muchos meses antes que no acudió igual número de personas al que solía haber en Barcelona, lo que era de mucho daño para la expedición de los negocios; pero aunque pocos, no dejaban de trabajar todo lo posible, y fueron disponiendo las cosas de manera, que no se perdió el tiempo en vano. Presidió mucho tiempo en él el abad Vicente, de Ager, que era del consejo del conde de Urgel y hombre de gran prudencia y saber, y todo el tiempo que presidió en aquel parlamento se llevó tan neutral y con tal prudencia, que quedando contento el conde de Urgel, ninguno de los otros pretensores se quejó de él ni de lo que se hizo en aquel parlamento en todo el tiempo que presidió, que fue desde 3 de setiembre hasta 5 de octubre, aunque las provisiones eran expedidas con el sello del vicariado de Tortosa, cuya iglesia era sede vacante.
Mostró mucho sentimiento el infante de Castilla por la muerte de su buen amigo el arzobispo de Zaragoza, por haber perdido en él un buen valedor, y tomó muy a pechos de vengar su muerte, y quisiera que todos los reinos de la Corona entendieran en el castigo de los matadores, y dio quejas al parlamento de Cataluña porque se procedía en esto con flojedad, hasta amenazar que si no lo tomaban con más veras, le obligarían a haber él de vengar aquella muerte; y cada día con este título juntaba gentes de armas para entrar en Aragón, donde sabía que sería bien venido, porque había muchos que le valían, y más los Urreas, que eran parientes del arzobispo y estaban llenos de temor; y aunque los más de ellos hasta aquel punto habían estado declarados por Luis de Anjou, hijo del rey de Nápóles, pero viéndose apretados de los del bando de Luna, pidieron favor al infante, que les era más vecino, y él no deseaba otra cosa sino que le llamaran en su favor, porque
tuviera buena escusa y honesta de meter gentes de armas en el reino; y decían los que venían de Castilla, que eran llamados de los parientes del arzobispo para resistir a don Antonio de Luna, de quien publicaban que quería perseguir y acabar los deudos del arzobispo. Esto era cuanto al exterior; pero la intención principal no era vengar la muerte de aquel prelado, sino resistir al conde de Urgel y demás competidores, si quisieran de hecho ocupar los reinos y pueblos de la Corona; porque cada día se publicaba que el conde hacía venir gran número de gentes extrañas, y que trataba de enviar a Gispert de Guillaniu, caballero de su casa, a Francia, para tratar con Fortun de Luziers, capitán francés, que entrara en Cataluña con trescientos caballos, cien pillarts y cuarenta ballesteros y bagajes, y más si más pudieran venir; aunque su partida no fue hasta 9 de
setiembre de este año. Decíase también que don Antonio de Luna había de entrar con más de mil caballos de Gascuña, para perseguir todo lo posible a los amigos y parientes del arzobispo; y era cierto que si don Antonio, después de muerto el arzobispo, se metiera dentro de la ciudad de Zaragoza, se quedara con ella, y érale fácil, según la turbación que entonces había en ella; pero como su intención y obras no eran con fin de buscar el servicio de Dios, más arrojado y temerario, siempre le faltó el consejo, y más cuando más lo había menester.
Estábase el conde en la ciudad de Balaguer, deseando se llegara a la declaración de su pretensión, y no usaba del título de gobernador general, por habérselo impedido el parlamento, ni tenía apenas gentes de armas, por haberlos despedido por complacer al parlamento. Toda Cataluña era gobernada de don Guerau Alamany de Cervelló, que era
gobernador; y entre los dos había mala voluntad, y estaba cierto el conde, que no había que esperar cosa buena en favor suyo, siendo él gobernador, pues se declaraba mucho por el infante; y por esto deseaba que le fuese quitado aquel cargo y dado a otro que fuese más afecto a sus cosas, lo que ya otra vez había intentado, y no había salido como él pensaba (así de tonto era). Juntó algunos de sus amigos y consejeros, para buscar qué medio habría para acabar esto; y fue probar los ánimos de los del parlamento, y hacer según hallaría en ellos: pero hallólos a todos más firmes de lo que él pensaba, y le decían que no había causa bastante ni razón alguna para hacer lo que él quería; y así buscó otro medio, que tenía algo de violencia, y no salió como él pensó; y era que el 1° de julio de este año, Bernardo de Rosanes, caballero, como a procurador del conde, presentó una escritura, refiriendo en ella, que cuando murió el rey don Martín se hallaba el conde gobernador general, por ser él el más cercano pariente de aquel rey, y por no tener hijos pertenecerle la corona; y aunque esto era muy fundado, dejó de usar de aquel oficio y cargo, por habérselo pedido la ciudad de Barcelona y los concelleres de ella, con pacto que Guerau Alamany de Cervelló, gobernador de Cataluña, no usara del cargo y oficio, lo que jamás se cumplió, y a más de esto era muy sospechoso al conde, por lo que requería, que el dicho gobernador no usase del dicho oficio en ninguna parte de Cataluña, y más en particular en la ciudad de Tortosa, donde había de estar el parlamento y se había de tratar del artículo de la sucesión, por no ser justo que hombre a su principal tan sospechoso, se entremetiera ni tuviese parte en aquel negocio tan grave y de tanta consideración, ni en cosas de los servidores, domésticos y vasallos del conde de Urgel, y que no proveyendo el parlamento en esto, él usaría del dicho cargo y oficio, y haría aquello que le parecería justo y conveniente. (Otra cagada más, pardal, zompo)
La respuesta de la escritura se dio a 4 de julio (independence day en América, en Cataluña no). No fue otra, sino que el parlamento proveería según hallaría ser justo y razonable; y el negocio se quedó así y el conde estaba muy sentido de que cada día entrase en Aragón gente de armas que venía de Castilla, y lo que más le pesaba era haber él despedido la suya, cuando por parte del parlamento le fue pedido con solemne embajada que le había hecho, y prometido, según él decía, que si gentes extrañas entraban, ellos proveerían sobre ello; y en esta ocasión, que fue a 15 de setiembre, lo volvió a escribir otra vez desde Balaguer, quejándose del parlamento que tal sufriera, habiendo él hecho por él lo que le había pedido, y sobre todo mostraba pesarle que no le hubiesen dado lugar a que él saliera a resistir a aquella gente que entraba, porque a su costa lo hubiera hecho de buena gana. Pero el parlamento, en tanto número de pretensores, no quiso dar mano ni poder a ninguno de los pretendientes, temiendo que con la gente y hacienda del común se alzaran con todo.
Este mismo día que recibieron la dicha carta, que era a 19 de setiembre, llegó otra del conde, en que pedía que fuese escrito a Juan Fernández de Heredia, que quitara el
cerco que tenía puesto en el castillo de Albarrazin (Albarracín), donde estaba José Ruiz de Moros, servidor suyo; y aunque el parlamento una vez se lo había escrito, no había alcanzado cosa, antes perseveraba en apretar aquel castillo; y también les encomendó que procurasen la libertad de don Francisco, obispo de Tarazona, por quien ya había el parlamento escrito y encomendado a Arbert Çatrilla, caballero y embajador del parlamento de Cataluña al de Aragón, en Alcañiz, que tratara con el gobernador y otros que le pareciese a propósito, que le libraran de la cárcel y remitieran al papa, que conociese de él, si causa había para haber de ser castigado, y ya lo habían también escrito al infante don Fernando; pero no se había hecho nada, y este prelado y José Ruiz de Moros eran muy amigos del conde, y por eso él hablaba por ellos.
A estas cartas y demandas del conde se dio satisfacción y respuesta a 21 de setiembre, y le dijeron claro, que no gustaba ni quería el parlamento que él ni otro de los competidores saliera con gente a resistir a los que venían de Castilla, y que en lo demás que pedía ya habían escrito al reino de Aragón, y tenían por cierto que se cumpliría lo que pedía; y porque el conde en la carta de 15 de setiembre había dicho que bien sabía el parlamento ser los reinos de la Corona de Aragón suyos por justicia, le respondieron, que después de la muerte del rey don Martín, no entendían ni sabían quién era verdadero sucesor, aunque lo habían mirado y buscado con cuidado, y que la resolución sobre esto no la pensaban tomar sin el consentimiento de los demás reinos de la corona. Sentía mucho el conde todo esto, y conocía que sus cosas iban en alguna declinación después de la muerte del arzobispo de Zaragoza, porque casi todos los del reino de Aragón y muchos de los de Valencia se inclinaban al infante de Castilla, y los de Cataluña estaban tan neutrales y secretos y trataban las cosas con tanta severidad, que no podía prometerse de ella el conde otra cosa, sino solo lo que sería pura y mera justicia; y es cierto que si luego que el rey murió, el conde tomara voz y título de rey y no quisiera contemporizarse y respetar el parlamento, y gastara entonces aquel gran tesoro que gastó después de hecha la declaración, cuando ni era tiempo ni a propósito, es cierto o que quedara con la corona, o saliera mejor de la empresa de lo que salió después (hubiese salido muerto igual), cuando se encerró en Balaguer y quiso resistir al rey, cuando se le había hecho el juramento de fidelidad; y era ocasión, cuando murió el rey, que el infante estaba harto ocupado en la
toma de Antequera y guerras con los moros, y aún no había grangeado tantos amigos como ganó después, y tal había que estaba a la mira y disimulaba la afección que tenía al conde, que si le viera puesto en armas, se declarara por él, y pocos hubiera en Cataluña que en tal caso le osaran contradecir, porque era amado y emparentado con ella, y era el más rico señor de la corona; pero como siempre le faltaron buenos consejeros (y era idiota), casi en todas sus acciones erró y jamás hizo cosa que fuera en su tiempo y sazón; y así le dijo don .... de Corella haberse perdido el conde por falta de ánimo, y fue verdad, porque aunque le tuvo cuando se metió en Balaguer, pero faltóle en la mejor ocasión, que era cuando murió el rey don Martín. Pesaba al conde haberse sujetado tanto a la voluntad de aquel parlamento y que pudiese tan poco con él, y así a 24 y a 26 de setiembre les escribió, desde Balaguer, dos cartas, y la una de ellas era volverles a la memoria, que por respeto de ellos había dejado de ejecutar cosas que podían ser en gran daño suyo y de su pretensión (y en esto no erraba); pero que pues aquel negocio estaba puesto en justicia, no pedía que se la diesen, pues era suya, sino que se apresurase la declaración de ella, y que en el entretanto hiciesen de manera que gentes extrañas no entraran en la Corona, pues no querían que él saliese a resistirles; y aún les dijo que no hacían bien en eso, porque le prometieron que si tales entradas se hacían, el Principado con él saldría a resistirles, lo que no se era hecho, y así le contentó, y pues no querían que él saliese, a lo menos hiciesen de manera que se impidiesen las entradas de castellanos en Aragón, se alzase el sitio del castillo de Albarrazin, y se diese libertad al obispo de Tarazona. Sin duda que debía ser grande la autoridad de aquel parlamento, que tanto le respetara un señor como el conde de Urgel, que después no pudo sufrir la soberanía del rey don Fernando. (Pues te jodes, y se jodió.)
A 7 de octubre volvieron Ponce de Parellos y Guillen Domenech, embajadores del parlamento, que habían ido a Castilla y dado al infante una solemne embajada, que consistía en dos puntos: el primero era reducirle a la memoria el ofrecimiento que había hecho por medio de sus embajadores, de proseguir su pretensión por justicia, favoreciendo el derecho de aquel a quien perteneciese la corona, y que sería contrario y se opondría con veras a cualquiera que dejados los medios de justicia, quisiese con audacia y de su propia autoridad ocupar la diadema o corona real, que estaba sin cierto y verdadero rey y señor.
El otro punto era, que como a píncipe justo y de singular virtud, y como aquel que había ganado singular renombre y fama entre todos los príncipes cristianos del mundo, mandara salir del reino de Aragón las gentes de armas que habían entrado en él y venido del reino de Castilla, por redundar de ello gran daño a la república, y ser embarazo y embargo para proceder a la declaración de la sucesión, por no poderse hacer buen juicio allá donde interviniere terror de armas, temor o fuerza. A esta embajada, después de haberla escuchado con gran atención el infante, mandó dar una respuesta que decía: que le acordaba lo que había ofrecido con sus cartas y embajadas, y perseveraba en enderezar los dichos reinos y tierras en venir a verdadero conocimiento de su rey y señor, impugnando y persiguiendo a todo hombre que por su propia autoridad, osadía y poderío, quisiera ocupar la corona y cátedra reales, viudas, por obra de algunos malos, de su verdadero rey y señor; y que en tiempo del rey don Martín, su tío, se puso a reconocer quién debía suceder en sus reinos y tierras, y después de la muerte del dicho rey, el rey su tío, el dicho señor infante hizo reconocer los testamentos y otros recaudos de los reyes pasados y de la reina doña Petronila, y lo hizo ver todo, no solamente a los letrados de Castilla, mas a diversos otros letrados de Italia y Francia y de otras partes, si por virtud de los dichos testamentos y otros recaudos, o en otra manera por justicia, si le pertenecía la
sucesión de dichos reinos y tierras por muerte del dicho rey, su tío, que murió sin testamento y sin hijo legítimo y natural, y no dejó pariente varón legítimo, tan cercano a
él como el dicho señor infante, y que hubo de todos consejo, que le pertenecía claramente el derecho de la dicha sucesión y que debía tomar la posesión de los dichos reinos y tierras, lo qual todo dijo que no lo había dejado de hacer por falta de justicia ni de poder, sino solamente confiando de su clara justicia y de la grande lealtad que siempre se
había hallado en los súbditos a la real Corona de Aragón, y presumiendo que brevemente le prestarían el deudo de fidelidad que debían prestar a su señor verdadero. Dijo más el dicho señor infante; que su propósito e intención había sido y era tal como lo había escrito por sus cartas, y por sus embajadores les había sido explicado, con que el conocimiento de la justicia por los súbditos a la Corona real se hiciese brevemente, y se desechasen favores desordenados que algunos habían procurado y procuraban dar a algunos de los competidores; y que bien se debía presumir, que si acerca de este tan arduo negocio, que tocaba a tan grandes personas, se ponía algún embargo o alguna dificultad, así en los preparativos como en el punto principal, que no lo podría sufrir pacientemente.
En otro capítulo propuesto al dicho señor infante por los dichos embajadores, se contenía, que le pluguiese al dicho señor infante echar y mandar salir fuera de todos los reinos y tierras de la Corona de Aragón algunas gentes de armas de la nación castellana, las cuales, no sin grandes y reparables daños de la cosa pública de los dichos reinos y tierras y embargando el reconocimiento que se había de hacer de la sucesión de los dichos reinos y tierras, estaban en el reino de Aragón; proveyendo que de aquí adelante no
entrasen otras.
A este capítulo dijo el señor infante: que bien sabían los del dicho parlamento y Principado de Cataluña, como el arzobispo de Zaragoza, que era uno de los que por el reino de Aragón con algunas otras personas eran diputados y trabajaban continuamente con los mensajeros de Valencia y de Cataluña, así sobre los preparativos del parlamento en congregación general, como porque aquella se abreviase y se llevase a cabo la declaración del rey; como el dicho arzobispo, dando obra a esto, últimamente había sido muerto tan malamente como todos sabían; y que como aquel fuese tan insigne persona, y porque tenía muchos parientes y amigos en Cataluña y en especial en aquella frontera de Aragón, por tener su naturaleza en Castilla, y que algunos caballeros y escuderos parientes y amigos del dicho arzobispo residían en la dicha frontera, requeridos por los dichos parientes del dicho arzobispo, entraron en Aragón, para hacer valença a los parientes del dicho arzobispo y vengar la muerte de aquel y ayudar a sus parientes, que no los matasen los dichos matadores, como habían muerto a aquel; y que en semejantes casos siempre había sido costumbre de los reinos de acá y de allá de entrar de una parte y de otra valedores a ayudar sus parientes y amigos, y que nunca los reyes de acá o de allá habían vedado las tales cosas ni buenamente las hubieran podido vedar. Y que siendo esto así, tanto por ser el dicho arzobispo tan insigne persona, como por ser uno de los diputados por el reino de Aragón para dar obra al negocio de que la general congregación se juntase, que era cosa tan conveniente para el bien público de los de la Corona de Aragón, que el dicho señor infante y aún todo el mundo esperaba que los del reino de Aragón y de Valencia y de Cataluña habrían sentimiento de cosa de tan mal ejemplo como esta, y proveirian sobre ello rigurosamente, así como tan gran delito y exceso lo requerían, el cual hizo turbar y dilatar los dichos negocios de la general congregación; y que a lo menos a los malhechores los habrían echado fuera de los reinos como a turbadores del bien público de la Corona de Aragón; pero que sobre esto no habían hecho cosa alguna, antes, lo que era de maravillar, se había consentido que algunas gentes de algunos de los competidores se uniesen y estuviesen notoriamente con los matadores del dicho arzobispo y en su valenza. Y visto esto, y recelando que los dichos matadores, con valenza de las dichas gentes, no acabasen de matar y de destruir a todos los parientes y amigos del dicho arzobispo y a los otros que habían entrado en su ayuda, algunos otros parientes y amigos del dicho arzobispo (y a los otros que habían entrado en su auxilio, algunos ciertos parientes y amigos suyos), entraron también en Aragón a ayudarles y defenderles. Y dijo más el dicho señor infante, que viendo que ellos no habían cuidado hacer provisiones algunas sobre tanto y tan detestable maleficio, y que habían consentido que las gentes susodichas diesen favor y esfuerzo a los malhechores, según estas cosas pudieron acaecer por favores desordenados de algunas personas parciales de la valença susodicha, y que causarían los embargos e impedimentos que podrían a los que con buenas y derechas intenciones quisiesen hacer algunas provisiones, que porque se excusase que más males y daños los dichos malhechores y sus valedores no hiciesen, se hizo primero la entrada de las otras gentes en ayuda de los parientes del dicho arzobispo, para ayudar a vengar la muerte mediante justicia y *para su defensión de aquellos. Dijo también el dicho señor infante: que manifiestamente parecía que la entrada de dicha gente había sido de gran provecho en el reino de Aragón, así para el bien de la tierra, como para el *ayuntamiento (o ajuntamiento) de la general congregación, pues si aquella gente no hubiese entrado, los dichos malechores con la valença susodicha hubieran andado destruyendo y matando por todo el reino y poniendo estorbos e impedimentos para que la general congregación no se juntase, la cual aquellos quisieron y querían embargar si pudiesen, y que la gente que allí entró, según las relaciones que de allá habían venido, no habían hecho cosa no debida ni cosa que no se pudiese y debiese hacer por valedores, así en estos reinos como en aquellos, según costumbre antigua de los unos y de los otros. Dijo más el dicho señor infante: que no se debía ni podía presumir por la entrada ni esta* de la dicha gente, que él tuviese voluntad, como no la *, de proceder a cosa no debida, salvo ayudar a que * hiciese la discusión de la justicia; que cuando tal cosa hubiera de hacer, él la haría públicamente y poderosa y honesta, según que su linaje, poder y estado lo requerían. Además, que aunque la entrada de gente se había hecho en ocasión de los matadores del dicho arzobispo, y por la negligencia de aquellos que sobre la dicha muerte hubieran debido proveir, no permitiendo que a los malhechores fuese dado favor y valimiento para ser defendidos, y con esto oportunidad para hacer y acometer más maleficios, con * para mostrar la buena y santa intención que el dicho señor infante tenía en estos hechos, el dicho señor infante ofrecía, que si algunos de los castellanos que habían entrado a hacer la dicha valenza habían causado algunos daños e injurias a personas algunas o en bienes de otros que no fuesen de los dichos matadores y valedores, que haría buena y pronta justicia, y mandaría hacer enmienda a los damnificados.
Dijo por último el señor infante, que le parecía que según rigor de justicia, y aún según lo que a la seguridad de la tierra cumplía, para que otros escándalos en ella de nuevo no recreciesen por obra de los dichos matadores o de sus valedores, que él no debía, hasta que otra provisión en ello fuese hecha, hacer volver a Castilla los castellanos que eran entrados en Aragón por causa de la dicha valenza, por cuanto, salidos los castellanos del reino, quedaría en mayor escándalo que primero, pues la potencia de los dichos
matadores y turbadores del bien público y de sus ayudantes se aumentaría, y los escándalos y turbaciones crecerían en el reino de Aragón, y con ello se turbaría el conocimiento de la justicia de la sucesión. Pero que deseando brevemente venir a fin debido de estos negocios, sobre lo explicado por los dichos mensajeros el dicho señor
infante enviaría prestamente sus embajadores a los parlamentos de Aragón y de Valencia y principado de Cataluña, y les haría con los dichos sus embajadores tal respuesta, que razonablemente se deberían tener por contentos, y reconocer que quería, según lo había ofrecido por su parte, evitar toda cosa que pudiese traer escándalo y desviamiento de la justicia.
Con esta respuesta dada a los embajadores del Principado, quedaron suspensos y conocieron la confianza que tenía el infante con la gente que había metido en Aragón, pues antes no hablaba tan largo ni tan determinadamente con el parlamento de Cataluña, a quien todos los competidores respetaron mucho, reconociéndole cierta manera de
superioridad más que a los de Aragón y Valencia, por la mucha concordia y unión había en él, y considerarle libre de pasiones y que solo atendía a la justicia y paz de la tierra. Los amigos del conde no se alegraron de ella, porque etendieron que aquellas razones de querer defender los amigos y parientes del arzobispo y resistir a los malechores que le habían muerto eran aparentes, y solo el fin del infante era estar tan poderoso, que si la declaración o sentencia de los parlamentos no saliera por él, pudiese de hecho meterse en posesión de la corona y ocuparse la tierra que pudiera, porque daba por asentado que la justicia era suya, sin género alguno de duda (igual que lo creía el conde Jaimito lo abatut), y estaba muy animoso y contento, por pasar los aragoneses por ello, y no les pesaba que entraran gentes de armas de Castilla y estuvieran entre ellos, porque siempre estimó más aquel reino al infante castellano por rey, que no al conde catalán, el cual confiaba tanto de su justicia y derecho, que toda dilación le parecía dañosa, y cuidando poco de las razones del infante, solicitaba la declaración, y para esto envió a micer Pedro Farrer, que entendiese por su parte en rematar y dar fin a la declaración.
Con la venida de la gente de Castilla se salió don Antonio de Luna del reino de Aragón y se vino a Aytona, y llevóse consigo toda la gente que tenía suya, y se alojaba en los lugares de don Guillen Ramón de Moncada vecinos de Aytona, que eran Seros (Serós), Mequinenza (Mequinensa, Mequinença), Saydi (Saydí, Çaydí, Zaidín) y otros, y allá se le hacía buen acogimiento, porque don Guillen era ...
(382 y 383 no están)
... sino de sola su autoridad; y que había veinte y un años que duraba, y se había usurpado las rentas y bienes *, quitando aquellas al conde su marido, sin proceder medio de justicia, y que él la había rogado y amonestado muchas veces, y puesto por medianeras personas religiosas y seglares, y no habían acabado cosa, ni él había hallado en el rey y ministros de justicia el favor y amparo que era justo, y como aquel que no sabía qué otro medio tomar, se había valido del infante y su gente, no con pensamiento de reputarlo por rey, que en eso él no se metía, sino que quería estar a lo que la justicia declararía, sino solo para recuperar * tal medio su honor y valerse de aquel príncipe, con quien y con el rey su padre había tenido singular amistad. Pero que por honor del parlamento, cesaría de lo comenzado y pondría en sus manos su causa, para que hiciese justicia entre él y la condesa, pidiendo con grandes veras que abreviasen el conocimiento y declaración de aquella persona que había de ser por justicia nuestro verdadero rey y señor, por evitar los daños que de la sobrada dilación podían nacer.
El mismo día que se leyó este papel o escritura, que fue a 26 de octubre, respondió el parlamento al conde de Prades, agradeciendo sus buenos deseos y certificándole que
aquel parlamento no tenía poder para conocer por vía de justicia de las discordias eran entre la condesa y él, por falta de jurisdicción; pero prometieron interceder con la
condesa, para que hiciera lo razonable, y si no lo hacía, o proveerían o harían proveer en ello; y si con esto no quisiese hacer lo que debía, el parlamento sería parte e instancia para alcanzar de ella la razón y lo que de justicia le perteneciese: y con esto despacharon el mismo día a Juan de Ribasaltas (Ribesaltes), síndico de Perpiñan, para la condesa, para que viniese bien en dejar sus pretensiones y justicia al parlamento.
Aunque era cierto que los jueces que habían de declarar el verdadero sucesor habían de ser muy justificados y dar el derecho a aquel cuyo sería, pero el conde de Urgel y sus valedores se habían persuadido, que cuando el conde viniera a ser rey, le había de costar mucho echar a los castellanos de Aragón y poner en su servicio aquel reino, donde después de la muerte del arzobispo le quedaban pocos amigos y le faltaba don Antonio de Luna, que era de quien él más confiaba, el infante daba por espedito ser suya la corona y no podérsela quitar nadie, y de este voto eran muchos de los mejores letrados de estos tiempos.
Aconsejábase el conde cada día qué había de hacer, y no podía tolerar que estuviese el infante armado y poderoso en Aragón y él, por contemplación del parlamento, estuviera
mano sobre mano sin osarse menear; y lo bueno era que ni aún el parlamento podía acabar con el infante que despidiera aquella gente, aunque sobre esto le habían hecho sus embajadas. La condesa doña Margarita, madre del conde, cuyo espíritu era más belicoso que el de su hijo y era su principal consejero, (así le fue a él y al resto) le persuadía que dejase tantos respetos y miramientos con el parlamento, y que tomase las armas y se juntase con la gente de don Antonio y otros que habían de venir de Gascuña y demás partes de Francia, valiéndose de naturales y extranjeros, y saliera con ellos antes que el infante se hiciese más poderoso; y había muchos que les dolía que esto no se hubiera hecho más en tiempo, juzgando toda dilación notablemente dañosa, y decían haber sido especie de cobardía no haberlo hecho luego que el rey don Martín falleció, pues aquella fue la mejor ocasión de todas, y la turbación era tan común, que con facilidad pudo emprender el conde y salir bien de este hecho y empresa, y antes que los parlamentos de la corona fueran juntados podía él ser dueño de todo. No pareció bien a los del consejo del conde que tomara nombre y título de rey, porque era demasiada empresa, sino que saliera como a gobernador general, y después tomara título de rey, confiando que muchos que estaban a la mira, luego que estuviese puesto en campaña se declararían por él, y fuera muy contingente que los jueces declarasen por aquel que estuviese más poderoso, pues en casos semejantes el derecho es de las armas; y que cuando su empresa no saliese felizmente, a lo menos tendria más razón de haber tomado las armas antes, que si las tomara después de la declaración de Caspe. Mandó hacer vestiduras, insignias y banderas reales con tanta publicidad, que luego fue notorio a toda la Corona, y más al infante don Fernando, que todas las cosas, por mínimas que fuesen, observaba, y se alteró mucho, y mandó al doctor Juan González de Azevedo, que residía en Cataluña, que se quejase al parlamento que tal sufriera, sin impedirlo y considerar el daño que de tales prevenciones podían seguirse, en notable descrédito de la justicia y de aquella congregacion. Pidió también este letrado que fuesen repelidos del parlamento como a sospechosos algunos que eran del consejo del conde de Urgel y tiraban su gaje, y era muy perjudicial la entrada de ellos a los otros competidores, y esto lo cumplió muy a la letra aquel letrado, pero no se dio a este su requirimiento ninguna respuesta, porque para darla en negocio tan grave aguardaban que viniera el *obispo de Tarragona, que llegó aquella misma tarde, y el *día siguiente, que fue el de los apóstoles San Simón y *Judas,
prologaron el parlamento para el jueves siguiente, que * a 29, y este día llegó a él micer Pedro Ferrer, del *consejo del conde de Urgel, y dio su carta credencial, hecha en
Balaguer a 25 de octubre, y explicándose, dijo dos cosas: la primera, que el conde, su señor, en proseguir su *justicia observaba aquella modestia y cortesía que era menester; la otra, que el parlamento diese forma en impedir * entrada de los castellanos, porque no impidiesen la libre declaración de la justicia, usurpando los reinos con violencia y tiranía.
Oída esta embajada y antes de responder a ella, pareció responder a la del infante; y como el embajador se había ido, enviaron a Juan Pujol, que era uno de los secretarios de
aquel parlamento, para que aquello que había dicho de palabra lo diera por escrito, para poder mejor responder a ello * continuarlo en el proceso del parlamento, y él les envió *
papel que decía de esta manera:
*Muyt reverendos nobles e honorables senyores: a las vuestras reverencias certifico que a mi senyor el infante don Fernando nieto del muy noble rey don Pedro de Aragón que Dios *aja es notificado por personas fidedignas en como el Compte de Urgel ha fecho e faze de cada dia algunos preparatorios muy *escandalosos ayuntando gentes de armas assi de fuera del regno como de la tierra e fayziendo banderas e otras insignias reales para cavalgar poderosamente por estos regnos de la senyoria *de Aragon e usar de los officios de vizrey e de gobernador general lo cual segunt las vuestras reverencias saben mejor de * es contra derecho e contra razon por estas razones. Primeramente por quanto se pode dezir que Ios dichos officios son extinctos e spirados en persona del dicho conde por spiracion del senyor rey don Martin que Dios aja de la persona del qual el dicho conde affirma que emanaron los dichos officios e se causaron en el. Otro si por quanto segun fuero del regno de Aragon ninguna persona de quanta quier preheminencia sea non
puede haber los dichos officios ni usar de ellos salvo aquel que fuese fijo primogenito del rey de Aragon e si otra persona de qualquier stado sea quisiere atentar de usar de dichos officios los del regno le pueden fazer resistencia e contraste sin pena alguna. Otro si por cuanto el dicho conde es uno de los competidores que se pretenden haver drecho a la succession de estos regnos e la demanda segun es notorio la cual cosa es incompatible con los dichos officios ca usando dellos el dicho conde traheria a su opinion las universidades e gentes de los dichos reinos oprimiendoles con poder de los dichos oficios lo cual seria muy gran perjuicio e por aventuras damno irreparable a los otros competidores o causa de muy grandes peligros e damnos de los dichos regnos e de los naturales dellos. Por ende a las vuestras reverencias requiero de parte del dicho senyor infante con quanta instancia puedo que postpuesta toda tardanza vos plega proveher en el tal caso e desviar en el dicho prejuizio e peligros e damnos los quales pueden ser dichos eminentes considerado el estado de los dichos regnos e las personas de los dichos competidores non consentiendo ni dando lugar al dicho conde para que use de los dichos officios nin faga los dichos scandalos e movimientos como esto sea cosa justa e razonable e reposo e tranquillidat de los dichos regnos e de los naturales dellos e desviamento de los dichos peligros e damnos eminentes en la qual yo non dubdo que las vuestras sabidurias e prudencias proveheran muy notablemente a conservacion de la paz de los dichos regnos e de los naturales dellos e a buen spachamiento de la justicia de la dicha succession acatando la vuestra gran fama e renombre que corre por todo el mundo de gran fortaleza prudencia temperancia constancia justicia lealtad e otras muchas virtudes que todos tiempos se fallaron en vos e en vuestros progenitores ca vos certifico que si en ello no provehedes lo qual yo no creo que mi senyor el infante por conservacion del bien publico de los dichos regnos en los quales * ha muy gran naturaleza esso mesmo por conservacion de su justicia hy provehirá de derecho e de fecho en tal manera que
aquellas quier gentes que sean fazedores e promovedores de * dichos scandalos o movimientos sea puesto contraste e resistencia como se pertenesce lo qual Dios sabe sera a el muy *plerente por muchas razones que las vuestras reverencias mejor de mi pueden entender.
Otro si a mi es notificado que el abat de Ager entra e esta *en el parlamento al qual las vuestras reverencias non deven *recebir por quanto a vos es manifiesto que es del consejo de * conde de Urgel: por ende yo vos suplico con aquella reverencia que le pertenesce que vos plega de proveher en ello prestamente en tal manera que el dicho abat ni otra persona * sea del consejo de alguno de los dichos competidores no sea
recibido en el dicho nuestro parlamento porque los otros competidores non ajan razon de se clamar de vos.

Esto pasó a 3 de noviembre; y luego tuvo noticia de * micer Pedro Ferrer, embajador del conde de Urgel, * cual el día siguiente llegó al parlamento y pidió que *aquello que a 29 de octubre había dicho de palabra lo tomasen en escritos y dio en un papel lo que se sigue:

Molt reverents molt nobles e molt honorables senyors de *gran e reverencial auctoritat e soberana saviesa insignits e do*ts. Nostre Senyor Deus per qualsevol raho ha permes que als sotsmesos de la real Corona no es estat nomenat publicat e manifestat lur ver e legitim princep rey e senyor natural dins *espay (spay; espai) de desset mesos que son passats despuix que lo molt alt senyor rey darrerament deffunt falli los quals sotsmesos ab * e continuo desitg speran aquella beneventurada jornada en *la qual lur indubitat senyor los sia manifestat sots tal e tant de* forma que lengua stranya e privada de qualsevol nacio *enemiga o emula aja a testificar affirmar e manifestar segons es estat acostumat fins en lo present dia la soberana lealtat dels vassalls de la dita corona la qual tots temps ha florit e resplandit e vuy floreix e resplandeix entre los altres vassalls de totes les reals coronas de crestians: et jatsia que en lo punt que dit senyor rey darrerament defunt falli lo molt alt senyor don Jayme de Aragó sabia certament que la successio de la dita corona
pervenia a ell e era sua pero cogitant attenent e pensant lo dit senyor don Jayme la pura e loable intencio dels vassalls de la dita corona ha conformada la sua voluntat ab la lur: cor axi com los dits vassalls han voler que al princep e senyor al qual ells per justicia obeiran no puxa esser posat si ni taca de intrusio ni tirannia en sa vera indubitada e natural senyoria axi mateix lo dit senyor don Jayme ha voler que en la feeltat e obediencia que ell infalliblament per justicia spera dels vassalls de la dita corona no puga esser posada taca niga ne macula en lur innata llealtat e per aquell sguart benignament ha sostengut e soste lo molt gran passament de temps qui ses despes es despen per donar bona e deguda fi a tant a tant arduo e tant salubre negoci com es lo article de la dita successio e de asso fan al dit senyor don Jayme testimoni ses obres e feits notoris car cert es e notori que en la ora que lo dit senyor rey falli lo dit senyor don Jayme era en Arago poderos e podia legitimament e licita entrar en castells ciutats e viles sens fer injuria ne tort a algu com sabes e sab certament que per justicia eren e son sues: la qual cosa fer no cura ans pregat suplicat et consellat per los missatgers dels dotze qui lla donchs affermaven representar lo magnific principat de Catalunya e de la noble ciutat de Barcelona desaplega la notable gent natural del regne e no pas estrangera qui lla donchs habia ab si: hoc mes sen venc en lo dit principat hont ell e los seus son nats e nodrits e hont es principalment heretat: hoc mes sobresegue en exercir son offici de gobernador
general: les quals coses e moltes altres ha feytes lo dit senyor per conformar rimar reglar o limitar la sua voluntat ab la vostra e tots temps ha instat insta e instará lo bon e degut spatxament del negoci e tots temps ha offert offer e offerrá per lo be del public persona e bens per ell de present posseits: per les quals coses pot cascun veurer que lo dit senyor ha squivats fins vuy e squivará de aqui avant tots camins e vies habents color olor ne
sabor de intrusio damnada tirannia e ha squivats camins havents color olor ni sabor de haver en menyspreu ne poca amor les terres sotsmeses a la dita corona ni los poblats en

aquelles ans ha encercats camins per los quals cascu pot veurer que ha en oy e abominacio intrusio y tirannia forsa e impressio. Hoc mes ha encercats camins per los quals cascu pot veurer que ha en deguda e cordial honor e amor les terres sotsmeses a la dita Corona e los poblats en aquellas e si no ho feya no ressemblaria als gloriosos princeps e reys dels quals per vera e dreta linea devalla e es derivat los quals han amada justicia e han abominada intrusio e tirannia e assenyaladament aquell glorios rey qui de mans de infels conquista los regnes de Valencia e de Mallorca lo qual rey hac en gran amor dretura veritat o justicia e subiran oy e abominacio tirannia e intrusio e per so ab bo
e sant titol conquista gran terra de pagans la guerra de aquells james lexant per ocupar ni offendrer terra de cristians. E no es maravella si lo dit senyor don Jayme ressemble al dit glorios rey en amor justicia e abominar intrusio e tirannia car en moltes altres coses loy trob semblant ço es que ha nom Jayme axi com havia aquell y es fill de Pere axi com fon aquell e esli fet debat a sa clara e indubitada successió axi com feu a aquell ese li fet debat per Ferrando axi com fou a aquell y es benigne axi com ere aquell e franc e liberal axi com ere aquell e es sencer e vertader axi com ere aquell y es de bona e de gran e bella statura axi com ere aquell e en totes les dites coses e moltes altres que de present me call per no esser prolix li es semblant: per lo que los sotsmesos a la dita Corona poden star en ferma confiansa e speransa que la divinal gracia mijensant sera axi virtuos
glorios e victorios com fonc aquell e si lo dit senyor don Jayme no abominave tirannia e intrusio no parria devallas e derivas del glorios bellicos e victorios rey En Pere dit comunament dels francesos lo cual doma e calsiga e castiga intrusio e tirania e desliura de aspra e tirannica senyoria moltes gens de regnes e terres de crestians foragitant e exterminant los tirans segons es notori e en gestes e conquestes se amostra e feu molts actes sobiranament virtuosos la expressa recitacio dels quals seria larga e ometla perque es notoria. Recitar parlicularment e singular del glorios rey En Pere pare de la illustrissima senyora infanta muller del dit senyor don Jayme e dels altres gloriosos reys e dels lurs strenus e nobles sotsmesos com han domades gents o nacions tiranniques seria larga gesta la qual leix perque es notoria e manifesta: e per amor de asso lo dit senyor don Jame axi per sa propia e natural inclinacio com per ressemblar als gloriosos reys dessus expressats axi com aquel que porta e rete lur ver e propri nom e senyal axi com aquell qui es de lur vera e propria casa e axi com aquell qui es de lur vera legitima e propria gent e familia viceralment ama e affecta la gloria honor salut e repos de la dita Corona e dels sotsmesos a aquella per la deffensio guarda e proteccio dels quals sos antecessors james recusaren exposar si mateix a mort e abominar tirannia intrusio forsa e impressio e desija venir prest a deguda pura e justificada fi del article de la dita sucessio en lo qual article penja la fe e bon stament de tots los sotsmesos a la dita Corona axi en universal con en particular e en singular. Hoc mes desija lo dit senyor que tota inquietacio perturbacio dilacio e forsa sian resecades stirpades denejades e squivades de la salubre expedicio del article de la dita successio e pensa lo dit senyor e li par que attesa la qualitat del temps e la natura del article de la dita successio e les circunstancies incidents e emergents cascun jorn notoriament imminents gents darmes strangera e a stranya senyoria sotsmesa no estiga be en lo regne. E per ço instantment e affectuosa a les reverencies e nobleses prega que vullats adibir tots prests e congruus partits e remeys per purgar e denejar lo regne de tal gent e asso a fi que justicia sia reverentment e reposada colta e manejada e que forsa e impressio malignes e abundoses nodrices de tirannia e intrusio sien ressecades e extirpades toltes lunyades e squivades: e regracia be molt lo dil senyor la notable justa savia e graciosa resposta per vosaltres senyors feyta a les coses en dies passats en aquest salubre e magnific parlament per part del dit senyor per mi a les vostres reverencies e nobleses proposades e explicades.

Aunque por parte del conde se decía esto, pero publicábanse por todo el Principado los preparatorios que hacía para salir con gentes de armas y banderas, y todos veían que de esto no se podían aguardar otra cosa que escándálos y desdichas, y encenderse una guerra civil e intestina, mayormente si estos se encontraban con los del infante, según era contingente; y los concelleres de Barcelona eran los que más temían estas cosas, por estar todos los de aquella ciudad, y más los del pueblo y gente vulgar, aficionadísimos por él, y le deseaban ver rey, y sabían que el *día que él tomase las armas y se metiese en campaña, todo el pueblo de aquella ciudad había de hacer lo mismo, * los del gobierno de ella, que hasta aquel punto le habían conservado en paz y quietud, deseaban perseverar en ella, hasta que se declarase el verdadero rey y señor; y luego escribieron a micer Bernardo Gualbes, su síndico, para que hiciese sabedor de esto al parlamento e instase que se ob*asen tales novedades; y a 9 del mes nombraron embajador para el conde a fray Arnaldo, abad del monasterio de San Juan de las Abadesas, que era del orden de San Agustín, para que fuese con embajada al conde, a exhortarle y requerirle que no intentára cosa alguna de las que el síndico de Barcelona y otros decían quería hacer, por evitar los daños y escándalos pudieran venir de ello. Pero ya luego tuvo noticia de todo el conde de Urgel, y antes que se partiera el embajador, que no salió de Tortosa de algunos
días, escribió, a 11 del mes, una carta al parlamento, diciendo que oyesen al dicho Pedro Ferrer, su embajador, lo que de su parte les diría, y a 18 se le dio audiencia, y dio por escrito lo que se sigue:

Molt reverents molt egregis molt nobles molt honorables senyors de gran e reverencial autoritat e soberana saviesa insignits e dotats. Be han a memoria les vostres reverencies nobleses e soberanes sabieses cor a 8 del mes de octubre prop passat fonc per mi explicada en lo present parlamenl una proposicio per la qual vos foren extesament e per menut narrats e recomtats los grans intolerables e irreparables carrechs engoxes greuges inconvenients e sinistres que les terres sotsmeses a la real Corona e los sotsmesos a aquella han sostenguts e sostenen per ço com dins spay de tant larc temps com ere passat despuix que lo molt alt illustre excellent senyor rey derrerament defunt falli als dits sotsmesos no es stat publicat e manifestat lur ver e legitim princep rey e senyor natural al qual per justicia e per deute de lur feeltat (no es su fealdad, sino fidelidad) e naturalesa son tenguts obeir e lo qual es cap salut defensio e pare del ben public e per lo qual vos foren recitats les coses en les quals en los temps passats es stat feyt dabat a aquells qui eren vostres reys e legitims successors en lur vera e legitima successio en les
quals coses per vosaltres e per los vostres lohables antecessors fonc donada molt bona loable e molt presta fi e la terra fonc mesa e posada en bona presta e segura deffensio: e fonc vos per mi en nom e per part del senyor don Jayme de Arago en virtut de la letra de crehensa conclos en la dita proposició que com lo present cas que vuy es sobre lo article de la successio de la dita Corona no fos ne sia menys clar e indubitat que eren
aquells que lo dit cordialment instant e fructuosa vos pregave que ab svelada pensa volguesseu cercar tots prests e legitims congruus licits e deguts partits e remeys per los quals vosaltres mijensant ab aquella millor veritat e concordia que fos possible lo article de dita sucessio prengues deguda bona e presta fi e tal com vosaltres e los altres sotsmesos a la dita Corona havets acostumada donar a grans e ardus feits majorment tals de tant gran pes e de tal natura e qualitat com es aquest e subjungint que lo dit senyor don Jayme confiave e confia que axi com mijensant vosaltres et los altres sotsmesos a la dita Corona les dites coses prengueren bona e deguda fi que sis faria e fara la divinal gracia mijensant en aquest qui no es menys clar e indubitat segons dit he que aquells e que portant com lo dit senyor sabia e sab certament clar e liquida manifesta e indubitada que la dita sucessio es sua per justicia e veja e veu la triga del fet engenrave e engenra gran dan al public lo qual ne caya e ne cau en ell per so segons dit he vos pregave affectuosament e instantment vos exortave e requirie que en lo spatxament de tant salubre negoci enteressessets curosament com ley de natura e scriptura vullan e mostren que axis degues e deja fer e vostres faeltat naturalesa e lealtat vos hi strenguessen eus y strenguen. Item mes crec que ajats en memoria com a 29 de dit mes de octubre per mi fonc feta una altra proposicio en aquest salubre e magnific parlament per la qual a les vostres reverencies nobleses e soberanes savieses foren per mi commemorats e recitats los actes e coses feytes per lo dit senyor don Jayme en lo temps passat per les quals se demostrave e podia cascun veurer com lo dit senyor avia conformada rimada reglada e limitada la sua voluntat ab la vostra e havia squivats tots camins de forsa e impressio e havia squivats e squivaria tots camins de damnada tirannia e de intrusio. Item fonc per mi narrat e recitat com los gloriosos reys dels quals per dreta e vera linea lo dit senyor devalla es deriva e Iurs strenus e nobles sotsmesos han donades e svaides gents e nacions tiranniques e fonc per mi conclos en nom e per part del dit senyor don Jayme de Arago en virtut de sa letra de crehensa que attenent que gent de armes strangera e a stranya senyoria sotsmesa no stave be en lo regne lo dit senyor affectuosament e instant pregave a les vostres reverencies e nobleses que volguessets adhibir tots prests e congruus partits e remeys per purgar e denejar lo regne de tal gent. Item mes avant pens que les vostres reverencies nobleses e sobiranes savieses han plenament a memoria com a 16 del present mes de (nohembre o) nobembre per mi fonc feta e explicada en lo dit parlament una proposicio en la qual fonc mencionat com lo infant de Castella ha en lo present parlament fet proposar afirmar e
explicar una opinio molt novella e molt aspra e squiva james oida pensada cogitada ne somniada: la qual opinio es que lo dit infant senyor de altra gent e de altra casa (mentira, desciende de la casa real de Aragón por parte de madre, y de la casa Trastámara por vía paterna; además uno de los condes de Urgel predecesores de don Jayme nació en Valladolid, Armengol de Castilla, así que él también tiene ascendientes castellanos) engendrat nat e notrit en Castella usitat e acostumat a viurer segons les leis e pratiques de aquella deu esser segons affirma el vostre princep vostre regidor vostre governador e vostre senyor e fonc per mi affirmat com la dita novella opinio es derogatoria *disrogatoria e de directo contraria a la antiga inveterada conclusio en los cabbreus e de vostres pares antichs situada e imprentada e per vostres princeps e senyors naturals preicada e
affirmada publicada e manifestada segons es cosa notoria e per molts actes solemnes passats e arduus manifests e notoria corroborada confortada e confirmada e fonc per mi tocat e demostrat com lo egregi comdat de Urgell situat en aquest magnific principat fonc e es joya per tant de temps que no es memoria de homens en contrari singularment stojada als fills segons nats de vostres princeps e senyors naturals los quals foren aguts per primogenits mentres que lo lur frare reynant no habia fill legitim e mascle e axi com a primogenit o exercint offici de governador general e semblants actes a primogenits pertanyents segons havem tuit notoriament vist en lo dit senyor don Jayme apres mort del molt excellent senyor rey de Sicilia dont romas lo dit senyor don Jayme governador general e tenint loc (lugarteniente; lochtinent, lloctinent) de primogenit tant com sobrevisque lo dit senyor rey que darrerament falli exercint lo dit offici axi en actes jurisdiccionals com ceremonials exercicis del qual offici de governador general segons toqui e reciti lo dit senyor don Jayme condescents sots certa forma a vosaltres senyor notoria als prechs e consell dels XII que en lo temps passat affirmaven representar lo
magnific principat de Catalunya
e de la insigne, regia e noble ciutat de Barcelona sobresigue sperant e pensant lo dit senyor ab sana consideracio esser salut e repos a ben avenir de la cosa publica (reipublice) per amor sguart e contemplacio de la qual ha feytes moltes coses conformant rimant reglant e limitant en aquells la sua voluntat ab la vostra segons proposicio e apres mort del qual fonc indubitat e notori al dit senyor don Jayme ell esser ver o legitim princep e senyor natural en lo regne. Hoc mes es joya lo dit comptat en lo qual tot temps es stat posat e carament stojat axi com a reliquia legitima e molt preciosa do vostres princeps e senyors naturals lo fill legitim segon nat de aquells perque ell ab la sua vera legitima e dreta linea fos columna scalo e recolsador de la dita corona en lo cas que defallissen los primogenits dels dits princeps e la lur * legitima e dreta linea explicantvos com diverses vegades la dita corona ses reposada en la dita columna per defalliment de la vera legitima e vera linea dels primogenits dels dits
vostres princeps e senyors naturals explicantvos per avant la magnificencia e excellencia que la dita joya havia tots temps demostrada e vuy demostra en aquest magnific principat com sia cosa certa que las molt insignes e molt nobles regions de Arago e de Valencia e de Mallorques e de altres sotsmesos a la dita Corona diverses vegades han cercat e trobat lur ver rey princep e senyor natural en la dita joya situada en lo dit principat e no pas en França ni en Castella e alli han trobat lur ver e Iegitim senyor e protector e deffensor. Tractant e recitant commemorant vos mes avant com dins lo temps de desset mesos e pus que eren passats despuis que lo molt alt senyor rey darrerament deffunt falli lo dit senyor don Jayme ab gran et svellada diligencia no solament per sos missatgers mes encara personalment havia instantment e affectuosa pregat solicitat exortat e request lo present parlament sobre la bona presta e deguda expedicio de tant arduu tant necessari e tant saludable negoci com es lo article de la dita sucessio dins lo qual temps segons recita per lo dit senyor ne per causa sua ne per gent que sia stada a sua ma ne a son regiment les terres sotsmeses a dita corona ne los poblats en aquelles no han sostenguts carrechs congoxes forces impressions ne inconvenients ne sinistres segons a tot lo mon es manifest e notori car segons toqui e recito a notori es manifest qui son aquells per los quals les dites terres e poblats en aquelles han sostengut e sostenen carrechs e congoxes greuges forces impressions inconveniens e sinistres e que no res menys es manifest e notori sots ma regiment e senyoria de qui son. No res menys reciti com poden veurer les vostres reverencies nobleses e soberanes savieses si es cosa de mirar ne de sostenir ne que vol dir que de una part la dita regio de Arago sia plena e constipada de gent darmes de nacio castellana e de altra part lo dit infant aja fet cominar en lo present parlament que si per vosaltres no es provehit en certes coses per ell menys legitimament e congruament demanades que el hi proveira per remeis de dret e de fet prenent color en amor de la cosa pública e preservació de sa asserta justicia pero mo curant ni offerintse de fer exir los castellans de la dita regio de Arago segons
que fer devia no havent sguart que per vosaltres senyors e per vostres missatgers ne ere stat request legitimament e deguda: e fonc per mi conclos en la dita proposicio en nom e per part del dit senyor don Jayme paregues que de tals coses no solament ell mes encara vosaltres vos ne deviets greument sentir ey degues esser ja proveit que per lo dit senyor habia a mi manat que de sa part de sa senyoria o a les vostres reverencies nobleses e savieses significar e dir e sabets be senyors que per vosaltres me fonc demanat per scriptura la segona proposicio per mi de part dessus en effecte commemorada la qual per satisfer a vostra voluntat vos fonc per mi donada prestament e volenterosa. E aximateix vos pregui queus fos plazent donar a mi per scriptura la resposta que lo reverent senyor archebisbe de Tarragona de part vostra en lo present parlament ne havia feta la qual cosa per vosaltres senyors me fonc graciosament atorgada: e jatsia divereses vegades jo aja dit e fet dir a vostres honorables promovedors que fessen que jo agues la dita resposta en scrits redigida encara no la he aguda e son XV jorns passats despuis que fonc per vosaltres senyors atorgada. Perque attenent que lo dit senyor don Jayme sab certament que son alguns dies passats que jo he dada a vosaltres senyors la dita segona proposicio en scrits redigida e que encara no he aguda la dita resposta e que per conseguent no la he poguda reportar ni trametrer al dit senyor: per amor de asso molt reverents molt nobles e molt honorables senyors jo volent per mon poder squivar e lunyar que no pugui esser notat en tant grans ardus e poderosos affers de negligencia alguna per la qual pugues haver e reportar carrec e reprehensio de dit senyor com sia cert que es maravellat com he trigat a trameterli la dita vostra resposta en scrits por ço present a les vostres reverencies la present scedula instant e requirint a tota deguda permesa e licita forma e manera que sia inserta en lo proces del present parlament e que me sia feyta apart carta scriptura publica y autentica una e moltes per los notaris assi presents.

Muchos días había ya que el parlamento tenía aparejadas las respuestas a las escrituras del conde y del infante, pero lo iban dilatando y excusaban de darlas; pero los embajadores de ellos lo instaban con tantas veras, que no pudieron hacer otra cosa, y así a 18 de noviembre de este año 1411 las dieron. La del conde decía:

Lo parlament oida la proposicio feta per lo honorable micer Pere Ferrer doctor en leis missatger per lo molt egregi senyor don Jayme de Arago compte de Urgell a aquest parlament ab letra de crehensa trames diu e respon que tots temps que lo dit senyor don Jayme ha triat lo cami de vera justicia extirpada tota via de intrusio e tirania e ha volguda haver conformitat ab los parlaments dels regnes e terres de la corona real seguint lo dit cami de justicia e ha complagut a aquest principat e a la ciutat de Barcelona sobreseint en lo exercici de go*ernador general e ha squivats mijans sabents força en los regnes e terres de la dita corona e aquells ha hauts en cordial amor e honor e se es haut vers los dits regnes e terres a la dita real corona pertanyents saviament e be segons es en la proposicio contengut tant pus ubertament mostra la alta natura e magnifica de hont devalla e tant lo dit parlament ne ha gran consolacio pensant que tant com lo dit senyor e los altres competidors se portaran en demanar la justicia que pretenen haver en dita successio pus saviament ab amor quietut e *repos olvidada tota oppressio e mijas no deguts tant dins pus breu *espay de temps e sens tot scandol pora aquest parlament ab los aItres a quis pertany veurer pensar deliberar e conexer qui * son ver rey princep y senyor justicia mijençant e a aquel re*rer son deute a la cual conexensa desija lo dit parlament mi*ensant la gracia de nostre senyor Deus no planyent despeses ni treballs pervenir. E al darrer e principal cas de la dita proposicio responent diu lo dit parlament que el fins assi per son embaxador lo qual es en lo parlament de Arago e per letres ha sobiranament treballat tant com ha pogut ne sabut que la gent darmes de Castella la cual es en lo dit regne de Arago *se isque de aquell e sen torn e sens cansar hi enten treballar tant com puxe ey fara tot son deute. E si lo dit parlament de paraula primerament e ara en scrits fa la present resposta lo dit parlament fa ço que dell se pertany e la natura del fet requer e es molt content lo dit parlament com plau al dit senyor aquell *regraciam. La cual resposta etc.

Dióse también lo respuesta al embajador del infante, y era esta:

Lo parlament general del principat de Catalunya oyda e considerada la proposicio feta per lo molt honorable micer Joan Consalez de Azebedo doctor en leis com a missatger del senyor Infant de Castella e vista e entesa e pus plenament considerada aquella apres per lo dit missatger en scrits redigida diu y respon a aquella que lo dit parlament creu e reputa juridic e fundat en raho que algun dels competidors los quals pretenen haver dret en la successio de la Corona real de Arago no deje anar ne cavalcar per alguna part del dit regne o fer cavalcar algun altre ab qualsevol exquisides colors ab potencia de gent de armes ne usar de alguna preheminencia de offici o jurisdiccio fins sia conegut a qual dels dits competidors pertany lo dret de la dita sucessio per justicia e aquells qui sesforcen a fer lo que lo dit parlament ab prechs justs e degudes requestes ha assajat de obviar e assajara de usar si necessari sera de altres justs remeis tant com pusca e a ell se pertanga e per la dita raho ha tramesos sos missatgers e al senyor infant de Castella per part de qui es feta la dita proposicio e al senyor Infant haje proveit en la gent de armes la qual del regne de Castella ell sabent es entrada en la regne de Arago e es e sta en aquell es diu que ni deuhen entrar en major nombre les quals gents fora tot dupte sens son voler e consentiment noy foren entrades e si ho fossen per lo dit senyor infant en fer exir aquelles del dit regne de Arago hi poguera esser del temps de la embaxada a ell tramesa per aquest parlament a ença degudament proveit e complaent a aquest parlament sobre lo dit cas haguera fet parlant ab aquelles honors e reverencia ques pertany ço que deu e la proposicio ara novellament feta per lo dit molt honorable missatger e la requesta feta a aquest parlament e per aquell exequida no porien esser en alguna part per disparitat
rahonablement elidides allegant que la condicio dels competidors deuria igualment militar: perque lo dit parlament continuant son treball e loable costum prega exorta e requer lo dit missatger que ell dega scriurer al dit senyor infant e en altra manera interpos tota diligencia fructuosa que les dites gents darmes isquen del dit regne de Arago e que pus no ni entren com sie cosa de mal eximpli als altres competidors e fort prejudicial als regnes e terres de la dita Corona com en los caps en la proposicio feta per lo dit molt honorable missatger contenguts lo dit parlament hi fara e treballara tant com a ell se pertangue fructuosament e deguda per manera que axi com envers Deu e son senyor e rey que sera per justicia ne es tant scusat fins assi ho sera per avant e no sera a sa negligencia per sa part imputat. E par al dit parlament esser just e rahonable que cascun competidor vulla haver sa justicia per vies degudes licites e honestes cessant tota potencia de gents de armes e qualsevulla impressiva manera de la qual no cal algu del competidors confiar: ans be se poden tenir be per dit que totes vies illicites e fora de justicia e raho oblidades lo parlament ja dit ensemps ab los altres a quis pertany se haura en veurer e conexer qui es son ver rey e senyor per via juridica honestament e deguda e contra aquells qui contrafaran enten a protestar e ara tant com pot protesta de totes penes per dret contra axi proceints promulgades e que per lo dit parlament e altres a quis pertanga hi puxe esser justament proveit. Requirent la present reposta esser continuada per vos notari a la fi de la dita proposicio e feta e a ell liurada carta publica com len vulla.

Estas fueron las respuestas que dio el parlamento a las quejas de los dos competidores, y mandaron a los escribanos que no diesen copia de las embajadas, sin las respuestas se habían dado a cada una de ellas. EL fruto que nació de aquí fue, que ni el infante sacó la gente que tenía en Aragón, ni el conde osó tomar las armas y juntar gente, como había pensado y le aconsejaban; y confiando de lo que le prometía el parlamento de hacer salir la gente del infante, estuvo a la mira por no descomplacer aquella congregación, de quien él confiaba, y cuando quiso tomar las armas y cobrar con ellas lo que con título de justicia
decía serle quitado, se halló solo y desamparado de todos y del todo perdido; y muchos atribuyeron el buen suceso del infante, no a su justicia, sino al poder y gente de guerra que había metido en Aragón, que obligó a los jueces a no hacer otra cosa, por escusar las guerras anunciaba, si aquella sentencia no hubiera salido a su gusto; así que, según decían, no venció la justicia, sino el poder y las armas. (los partidarios del conde también las usaban)
Los del parlamento de Cataluña y el de Valencia, que estaba en Vinalaroz (Vinaroz; Vinaròs, Vinarós) hicieron grande instancia a los del parlamento de Alcañiz para que mandaran echar de aquel reino la gente de Castilla que había entrado; y aunque al principio se escusaban con decir que no habían entrado con orden de ellos, sino que los parientes del arzobispo muerto los habían llamado para reprimir la osadía de los matadores de aquel prelado, y que se había hallado gran remedio con la entrada de ellos y habían cesado muchas muertes, robos y otros maleficios que hacía la gente que andaba desmandada por aquel reino, confiando del favor y acogida que hallaban en los dichos matadores; pero para complacer a los parlamentos de Valencia y del Principado, lo prometieron; y esta promesa no fue sin consentimiento del infante, a quien todos los de aquel parlamento deseaban servir y ver rey (como en Cataluña al conde), el cual les ordenó lo hiciesen así, por estorbar las entradas habían de hacer algunas gentes de Francia en favor de don Antonio de Luna. Pero pidieron los de Alcañiz dos cosas: la primera, que los que habían cabido en la muerte del arzobispo saliesen de aquel reino y
no entrasen en él hasta que fuese hecha la declaración; la otra era, que, por cuanto sabían que don Antonio de Luna hacía venir en su defensa gente de armas de Gascuña, (y cómo se entendían entre ellos?) para defenderse de los que le perseguían y querían tomar sus castillos y lugares, hiciese el parlamento que cesase de hacer venir tales gentes, pues saliendo la de Castilla de Aragón, no habría de haberse de guardar de nadie ni de quien temer; y de esta manera el infante, por medio de los de Alcañiz, y el conde, por medio del parlamento; procuraban impedir el uno al otro que no hiciesen juntas de gentes de armas; y solo había esta diferencia, que los del infante ya eran entrados en Cataluña, y los del conde, que venían en nombre de don Antonio de Luna, habían de entrar, y todos llevaban color y motivo, los del infante, de defenderse de los enemigos del arzobispo, y los del conde, de defenderse de los amigos y deudos de este prelado.
En el entretanto que esto pasaba en los parlamentos, supo el infante que Garci López de Sese (Sesé), hijo de Garci López de Sesé, era ido a Francia para hacer venir las gentes que de aquel reino aguardaban el conde y don Antonio: y luego que lo supo, buscó medios para reducir a su servicio aquellos dos caballeros y los de su linaje, que eran muy princípales y poderosos en el reino de Aragón, y eran los mejores valedores que tenía el conde de Urgel en aquel reino y los que acogieron a don Antonio después de la muerte del arzobispo; y aún por eso les había descomulgado; pero fueron tan firmes y leales servidores suyos y tan constantes, que jamás le desampararon, antes siempre lo siguieron en toda su próspera y adversa fortuna. No les pidió de parte del infante que le siguiesen a él y le valiesen, sino que siguiesen la justicia, porque este era el lenguaje de los aficionados y servidores del infante, que no decían ser amigos o servidores suyos, sino que seguían la opinión de la justicia (como todos) y favorecían aquella, como si los del conde *dijesen lo contario. Con este motivo y apellido tan modesto reducía a su servicio muchos de los amigos del conde de Urgel, dándoles a entender que él era el amparo y sustento de la justicia y razón, que tan caída y postrada estaba entonces, y tan perseguida de don Antonio de Luna y demás, amigos del conde de Urgel. Hizo el infante, por medio de Diego Gómez de Fuensalida, abad de Valladolid, muchas promesas y ofrecimientos a Garci López de Sesé, si hacía dos cosas: la una era reducirse él y Garci de Sesé y Juan de Sesé, sus hijos, y todos sus deudos y amigos, que eran muchos, a la opinión de la justicia; la otra dar libertad a ciertos capitanes que tenía presos, y por esto le prometió una encomienda de las órdenes de Santiago o Alcántara o Calatrava, que rentase 800 florines, y mientras tardase a dársela, le prometía de renta cada un año 500 florines a Garci de Sesé, su hijo mayor, que era en Gascuña, tierra para veinte lanzas, y a Juan de Sesé, su hijo menor, tierra para diez lanzas; a Juan de Sesé de *Gayana, a García de Sesé, a González de Sesé, a Antonio de Sesé, y a otro Antonio de Sesé, a Miguel de *Ayssa, a Lope de *Albero, al bastardo de Sesé, a Martín López de Maja, a Juan *Dasse, a Pedro Rodríguez, a Alfonso Rodríguez a Fernando de Sesé y a Juan Galíndez de Sesé, a cada uno de estos tierra para dos lanzas; pero todo aprovechó muy poco, porque fueron muy firmes y leales servidores del conde, y no hicieron caso de dádivas, antes bien se lo hicieron saber al conde, y aún le enviaron copia de los capítulos * ofrecimientos que el abad les hizo, el cual les envió a micer Pedro Ferrer, y a 24 de noviembre del dicho año, los presentó en el parlamento de Tortosa, donde se leyeron públicamente, y todos afearon el hecho; pero sobre * no se tomó resolución alguna, más de insertar estas capitulaciones en aquel proceso.
Poco después de esto sucedió que la gente del infante tomó un correo del conde de Urgel, que iba a Granada; fue desbalijado, y le hallaron cartas para Jucef (Pep), rey de aquel reino. Pareció en ellas que el conde, ya en vida del rey don Martín y después, traía pláticas y había firmado confederación con aquel rey, y le había enviado diversos mensajeros y hecho grandes ofrecimientos, por medio de un moro y de un caballero castellano que se vieron con el conde, cuando estaba en el castillo de San Boy, junto a Barcelona: a más de que un caballero de aquel rey había ido a Balaguer a ofrecer al conde gente y tesoro, y se supo que había enviado a Frances de Calonge a Granada, a informar a aquel rey de su justicia y derecho, y para que le enviara dinero para pagar mil bacinetes y mil pillartes para medio año, y para que hiciera poderosamente guerra al infante de Castilla, porque a 10 de abril de 1412 acababan las treguas había entre los reyes de Castilla y Granada; y le dio aquel embajador al rey moro esperanzas que el conde haría con todo su poder guerra contra las tierras y estado del infante, y le pidió la libertad de los hijos de Pedro Marradas y de Arnaldo de Romaní, que estaban cautivos en aquel reino. (Ojo lo idiota que era el conde. Después de que los moros se apoderasen del reino de Castilla con su ayuda, a quién creéis que iban a atacar después? A él mismo, como rey de Aragón, a Navarra, etc.).
Toda esta confederación, firmada de mano del conde, llevó al abad de Valladolid al
parlamento de Alcañiz, y a 2 de enero de 1412 la leyó públicamente en él; y como no había allá quien hablara por el conde (ya hablaban los textos), fue muy grande la admiración que hicieron de ello, y les pareció muy mal, yde aquella hora en adelante se juzgó ser la justicia del conde poca, pues para alcanzarla se valía de medios tan ilícitos y malos, indignos de personas que profesaban la religión cristiana (era un gran traidor y un hijo de tal madre). El infante, para mejor asegurar sus cosas, concertó treguas por algún
tiempo con aquel rey, porque estando ocupado en la Corona de Aragón no le inquietara sus tierras de Castilla, y firmáronse para diez y siete meses, que comenzaron a 10 de abril de 1412, y con esto quedó el conde del todo desconfiado del favor que aguardaba de aquel rey, que al principio se le era mostrado tan liberal y complacido.
No se descuidaba don Guerau Alamany de Cervelló de proveer lo necesario en todos los castillos y fuerzas del Principado, fortificando aquellos, para resistir a cualquier suceso pudiera venir, nombrando capitanes y otros oficiales: de esto se quejó el conde de Urgel, y por medio de micer Pedro Ferrer, a 1 de diciembre, dio un requirimiento en el parlamento, pretendiendo no poder hacer el gobernador tales nominaciones; pero el parlamento no resolvió nada. Como el conde y el gobernador estaban *, cualquier acción de éste reputaba el conde perjudicial a su justicia.
Trabajaba, aunque en vano, el parlamento de Cataluña para que saliesen del reino de Aragón las gentes de Castilla que habían entrado (pero cuántas veces lo vas a decir, igual que lo repites todo, asqueroso escritor! Y encima, archivero de la Corona de Aragón!),
y había días que habían enviado a Macian Despuig (Macià, Macián) al infante de Castilla, y no acabó nada, porque siempre perseveró en decir que aquella entrada solo había sido en defensa de los deudos del arzobispo, (te sabes el cuento de: tí teñó? Parece que el infante lo inventó)
y por estorbar no se cometiesen otros mayores males, según él lo enviaría a declarar al parlamento; y con esto despidió aquel embajador, que de todo llevó auto, y lo que pasó cuenta largamente Zurita.
Como esta Corona estaba sin rey y con hartos trabajos y molestias, no dejaban algunos de probar empresas que no osaran si vieran en ella cabeza y rey. Tomando esta *, sucedió que Mateo de Foix, vizconde de Castellbó y nieto de Gaston *Phebus, que fue yerno del rey don Juan el primero y pretendió por su mujer heredar estos reinos, *incluyendo al rey don Martín, como vimos en la vida del conde don Pedro, por medio de Arnaldo de Santa Coloma, su capitán se apoderó de Castellvi de Rosanes, con *miento de tomar la baronía de Martorell, que había sido de sus pasados, y el rey don Martín la había confiscado por los excesos e invasiones que hizo el dicho Ma*, cuando murió el rey don Juan. Los concelleres de la ciudad de Barcelona procuraban, todo lo que podían, * de allí aquella gente, que por ser tan vecinos de Barcelona, y acudirles cada día muchos franceses de socorro, se prometían mil pesadumbres, y más en aquellos tiempos. Parecióle aquella ocasión buena al conde de Urgel, pues con motivo de echar los franceses que allá habían venido (y por dónde habían entrado?) podría meterse en campaña; pero no osó intentar cosa sin primero consultarlo con el parlamento y ciudad de Barcelona, y por eso, a 22 de diciembre del 1411, hízoles saber cómo había enviado a Francisco de * , escudero de su casa, al vizconde de Castellbó, para que desistiera de aquella empresa, y pues no lo hizo, ofreció de salir contra los franceses, y pidió que para esto le diesen el favor del parlamento y ciudad de Barcelona; pero no les pareco bien, por algunos inconvenientes, y así se lo escribieron, de que él quedó muy desconsolado, (no ploros, home) y les respondió, que así como le daban consejo y requerían que no tomase las armas, en aquella ocasión gustaría saber qué consejo tomarían para obviar en Aragón y Valencia los * y entradas de las gentes que cada día venían de Castilla y estaban en aquellos reinos, cuya presencia dilataba la declaración que todos aguardaban del verdadero rey y señor.
El abad de San Juan de las Abadesas, que * parlamento había ido a Balaguer, era vuelto, y refirió al parlamento como había hallado al conde muy enojado del requerimiento y embajada le había enviado el parlamento, y que después de muerto el rey don Martín, * hubiese hallado tan poco favor en la nobleza del Principado * que dudasen de su justicia, habiendo él y sus * todos los catalanes siempre entendido y dicho *taba la linea masculina de los condes de Barcelona y reyes de Aragón, habían de ser suyos estos reinos y Principado, y se quejó mucho que, haiendo venido el caso, se metiese la discusión de su justicia y conocimiento de su derecho en manos de jueces y * letrados * y * hubiesen estorbado el designio y pensamiento que tenía de apoderarse por armas de la tierra, como de cosa suya y de sus abuelos y mayores; y no solo esto, pero que había esparcido y derramado las gentes de guerra que tenía después de muerto el rey don Martín, solo por dar gusto al parlamento y complacer a la ciudad de Barcelona, que se lo había pedido, lo que no hubiera él hecho, si no pensara * todos le habían de ayudar , sin hacer caso, ni del infante de Castilla, ni de los otros competidores; y que si * catalanes le hubieran aclamado rey y luego que murió el rey don Martín, los aragoneses y valencianos y los de las * hubieran pasado por ello, así como lo hicieron cuando murió el rey Juan, que aunque quedaban hijas y estaba ausente de estos reinos el infante don Martín, porque * lo quisieron los concelleres de Barcelona y el arzobispo de Tarragona y otros, levantaron por reina a la infanta doña María, su mujer, sin aguardar el consentimiento de los demás reinos, y después todos pasaron por lo hecho, sin hacer caso de las hijas que quedaban de aquel rey, y sin * hubiesen hecho lo mismo, todos pasaran por aquí; y * que no querían hacer ahora lo que entonces, no *debiera estorbar el pensamiento que llevaba de salir por el reino con gente, y hacerse poderoso en él, e impedir las entradas que los castellanos habían hecho en Aragón y Valencia, donde se estaban muy poderosos, pues no habíam nadie que les resistiera, y lo que sobre todo sentía más, era que * más favor al infante en aquel reino, siendo forastero, * no él en Cataluña, siendo natural de ella y emparentado con los más barones y caballeros de ella, que eran * que más a pechos habían de tomar su casusa, y no * a juicio de letrados. De esta y otras razones que dijo el conde al abad, se hizo auto, y se leyó en el parlamento, el cual respondió a ellas a 3 de febrero, y mandó al escribano lo continuara en el proceso, y la respuesta fue la misma que se dio a otras embajadas del conde.
Dióse también a 8 del mismo mes respuesta a lo que el infante había respondido a Macian Despuig, embajador del parlamento, sobre que mandase salir de Aragón y Valencia los castellanos habían entrado; y en * cuán mal parecía lo que él hacía y que pretendiese alcanzar por aquel medio su justicia, siendo en gran daño de la Corona, pero ni de estas respuestas, ni de los requerimientos e instancia del conde de Urgel, jamás hizo * pues mientras estos estaban requiriendo y dando sus escrituras y procesos, él se fortificaba de manera, que en caso no le diesen el reino, se lo pudiese tomar antes que * conde de Urgel ni el Principado de Cataluña estuviesen tan poderosos como él en esta ocasión.
Había muchos días que el conde de Urgel tenía preso en la torre de Ager un caballero llamado Francisco de Vilamarín, que había mandado prender con algunos muebles que llevaba, y le había pedido el parlamento muchas veces le diese libertad, porque, por ser militar, no le * al conde detenerle; pero el conde, por pasiones había contra ellos, le detenía. Entonces Raimundo de Cabrera, su subrino, y Juan de Villamarín, su hermano, acudieron al gobernador y al parlamento, por vía de recurso, pidiendo la libertad del preso y los bienes le habían sido tomados, exagerando haberlo hecho el conde muy mal, pues usurpaba las regalías, en notable daño del brazo militar y * corona real, protestando que si no se les hacía justicia en lo que pedían, recurrirían al futuro rey, de quien confiaban alcanzarla de aquel agravio y opresión. Sobre es* escribió el parlamento, y a 15 de marzo escribió * no había lugar a lo que se le pedía, por algunas razones que él sabía y no era bien publicarlas; pero que él en su tiempo haría lo que debiese, por complacer al parlamento, el cuala 27 del mismo mes le envió a Dalmau Çacirera para pedir lo mismo, y el conde a los primeros de abril, le sacó de la torre de Ager, donde le tenía, y a 6 de abril recibió el parlamento carta en que le daba noticia de ello: verdad es que le tuvo detenido por la vi* de Ager y no le dio perfecta libertad, hasta que fue hecha la declaración de Caspe.
A 11 de febrero vino nueva al parlamento de Tortosa, * Ramón de Perellós, con muchos caballeros y gentiles hombres, amigos del conde, y por su orden, pasaban armados al reino de Valencia, para favorecer a Guillen de *Bellera, gobernador de aquel reino y uno de los mayores amigos que tenía en él. La ocasión de este socorro fue, según cuenta Laurencio Valla, que este gobernador era tan apasionado de los del bando de los Vilaragudes, contra los del bando de los Centellas (Centelles), que saliendo los límites de su jurisdicción y oficio, les hacía, con capa y título de justicia, mil agravios, y por causas bien ligeras condenó a muerte, de los de aquel linaje y sus valedores, hasta cuarenta personas honradas, cortando las cabezas de los unos, señoreando a los otros. Eran los de estos dos bandos todos muy servidores del conde de Urgel, y tan poderosos, * por ellos tenía el conde en su mano toda la nobleza de aquel reino, y por otra parte estaban también apasionadísimos por él toda la gente común y ordinaria, cuya cabeza era el dicho gobernador; y aunque entre estos dos bandos había particulares odios y rencores, pero en lo que tocaba a valer al conde, todos hacían un cuerpo y se unían. Este gobernador, con el favor de los Vilaragudes y del pueblo, era en extremo insolente y cruel con los Centellas, y estos, persuadidos que el conde de Urgel había de ser rey, por medio de Bernardo de Centellas, se le quejaron de los excesos del gobernador y continuos agravios recibidos de él, y quisieron que el conde, por su medio, hiciese cesar los odios * entre aquellos dos bandos, confiando que de esta manera gozaría el reino de Valencia de una paz y quietud igual a la de que Cataluña gozaba (pues menos mal que había paz), en un tiempo tan desdichado y calamitoso. El conde, que en todo tuvo falta de consejo (era idiota) y varones prudentes que le encaminaran, no tuvo ni traza ni cordura (ahí le has dado, loco estaba, como Manuelico Riu Fillat, de aquel condado) para saber meter paz entre estos dos bandos; antes bien quiso favorecer descubiertamente a la una de las dos partes, y le pareció inclinarse a la de los Vilaragudes, cuya cabeza era el gobernador, a quien parece que no temía disgustar, para ganar el pueblo, que en la * de Valencia era el todo, y el gobernador podía mucho en ellos, y pensaba el conde que, juntados los Vilaragudes y el pueblo, sería tan poderoso en el reino, que no necesitaría del favor de los Centellas, y este fue su pensamiento, aunque muy desacertado (para variar). Los del linaje de los Centellas quedaron de esto muy sentidos, y tuvieron a mal que el conde, que debía ser neutral, se señalara más por los Vilaragudes que por ellos, y así luego se declararon por el infante don Fernando, (donde las dan, las toman, Jaimito el atontao) pidiéndole que les favoreciese en aquella ocasión, y que no sufriera que fuesen * de los Vilaragudes, amigos del conde, y * así como lo había hecho en Aragón, favoreciendo los *Urreas contra los Lunas, que los perseguían, y * poco el infante, pues de aquella * adelante * y título colorado, y honesto de meter gente * Valencia, como la había metido en Aragón. Vivía en Valencia la reina doña Margarita, mujer que fue del rey don Martín, que estaba muy mal con el conde y * cosas, *ándose del agravio le hizo, cuando murió el rey, * darle rigurosas guardas, y tenerla casi como * si hubiera de suponer partos, y holgó mucho de las *danzas que hacían las cosas del conde en aquel reino, confederándose los Centellas con los Urreas de * de la gente del infante se pusieron en * de resistir al gobernador y aún de vengarse de los agravios que la familia y amigos habían recibido de él.
Gilberto de Centellas, hermano de Bernardo de Centellas, acompañado de muchos de su parcialidad, corrió el campo de la ciudad de Valencia, y se llevó 6000 cabezas de ganado, y decía que aquel ganado todo era de * o había habido de los lugares y vasallos de los Centellas, * los Vilaragudes vieron que los Centellas se hacían poderosos, y que casa día les acudía socorro de gente de Castilla, y que continuamente con mucha y buena caballería * corrían la campaña, acudieron en nombre del gobernador y del reino, al conde de Urgel, para que les * caballos, de que ellos tenían mucha necesidad * el conde les juntó entre sus amigos y algunos *gascones y los envió a Valencia. Continuará...