domingo, 21 de junio de 2020

222. LOS AMORES DE RODERICO DE MUR Y ZULIMA


222. LOS AMORES DE RODERICO DE MUR Y ZULIMA (SIGLO XI. GRAUS)

222. LOS AMORES DE RODERICO DE MUR Y ZULIMA (SIGLO XI. GRAUS)


Caía la tarde cuando el caballero grausino Roderico de Mur, acompañado por sus guerreros cristianos, volvía victorioso e iba a entrar en la villa de Graus por la puerta de Chinchín. Regresaban de luchar en la Puebla de Castro. Los hombres que capitaneaba Roderico habían peleado bravamente y vencido a los moros, dejando tras sí la desolación y la ruina, además del cadáver de Alhor Ben-Alí, alcaide de la Puebla.

Cuando salían ya de la población vencida, oyeron los llantos de una mujer: era Zulima que lloraba la muerte de su padre, el alcaide. Roderico entró en la casa y quedó compungido por el dolor de la muchacha, a la que intentó consolar. Y, para tratar de paliar el dolor, el guerrero cristiano ofreció su casa y hacienda a Zulima, de la que se enamoró nada más verla, sentimiento compartido por la mora, a pesar de las circunstancias.

Zulima quedó confusa, pero ante el ofrecimiento sincero de Roderico de Mur, aceptó seguirle hasta Graus una vez que fuera enterrado su padre, aunque con una condición: que sería devuelta a la Puebla si el entendimiento y el amor no cuajaba entre ambos. Así se pactó, y ahora Zulima estaba a punto de entrar por la puerta de Chinchín en Graus, junto a Roderico y sus hombres.

La hermosa mora se habituó a vivir en Graus y recibió con el bautismo el nombre de María, a la par que crecía el amor por Roderico de Mur, de modo que se fijó el día de la boda.

Todo estaba preparado cuando, una mañana en la que Roderico había salido de caza, tres jinetes encapuchados llegaron a Graus, preguntando por el palacio de éste. Una vez allí, se hicieron conducir ante María, quien rápidamente reconoció en ellos a tres presos traidores que su padre tenía encarcelados. No hubo tiempo para defenderse. Murieron la doncella que la acompañaba, varios sirvientes y la misma María.

Cuando Roderico regresó, sólo pudo enterrar el cuerpo sin vida de su amada, enfermando gravemente de pena. Y, para que quedara constancia del gran amor que sintiera por María, mandó grabar en una piedra esta inscripción: «Roderico ama a Mariíca», piedra que colocó bajo la ventana de su palacio y cuyo testimonio todavía puede leerse hoy.

[Dueso Lascorz, Nieves-Lucía, Leyenda de Roderico de Mur y María (Graus). «Programa de Fiestas». Graus, 1985.]

221. EL NACIMIENTO DE UN MUDÉJAR, Graus

221. EL NACIMIENTO DE UN MUDÉJAR (SIGLO XI. GRAUS)

221. EL NACIMIENTO DE UN MUDÉJAR (SIGLO XI. GRAUS)


A pesar de la muerte del rey Ramiro I en pleno asedio de Graus, los cristianos consiguieron rehacerse del drama que tal desgracia supuso y terminaron por forzar las defensas de la villa, que tuvo que rendirse. Tras el estruendo de las armas, como en tantos otros lugares, se impuso la negociación entre vencedores y vencidos, pactando o imponiendo, según los casos, las condiciones de la transferencia del poder. Gracias a estas negociaciones, buena parte de los moros vencidos optaron por permanecer en los pueblos donde habían nacido.

Cuando Graus pasó a manos cristianas, los aragoneses permitieron que el antiguo alcaide moro permaneciera en la tierra que tanto amaba, aunque con dos condiciones: que accediera al bautismo su hija Zoraida y que ambos vivieran extramuros de la villa. Amaba tanto a su pueblo, en el que deseaba seguir viviendo, que el ex-alcaide transigió. Así fue cómo la joven pasó a ser Marieta y el antiguo alcaide acondicionó y se instaló en una cueva cercana.

Vivía el antiguo alcaide de un pequeño huerto, de unas cuantas cabras y del trabajo de la forja y talla de la madera que dominaba a la perfección. Al cabo de dos años, le permitieron los grausinos que entrara en la población, donde no sólo vendía el fruto de su trabajo, sino que enseñaba tales artes a los cristianos. Él era respetado y querido por moros y cristianos y de la muchacha no había zagal grausino que no estuviera enamorado de ella. 

Cuando las campanas de la iglesia tocaban a retiro cada tarde, padre e hija cruzaban la puerta de la muralla y se retiraban a su cueva.

Un invierno extremadamente frío, una intensa nevada y hielos persistentes hicieron intransitable el camino de la cueva al pueblo. Cuando amainó el tiempo y después de tres días de bonanza, los grausinos echaron en falta a padre e hija y decidieron ir a la cueva. Nadie había en ella, así es que recorrieron todos los rincones, hasta que encontraron los cuerpos helados de ambos al pie del torreón de la Peña del Morral, con la mirada puesta en el pueblo y una amplia sonrisa en la cara.

La muerte del antiguo alcaide moro y de su hija Zoraida, Marieta para todos, consternó a los grausinos, que todavía les recuerdan.

[De Fierro, Lucián, «La Coba los Moros», Programa de las Fiestas. Graus, 1985.]


El Llibré de Graus. Disponible para la venta y consulta de ediciones desde 1970. El Llibré es el tradicional libro de las fiestas de Graus, en honor al Santo Cristo y a San Vicente Ferrer, y declaradas de Interés Turístico Nacional en 1973. En estos libros o llibrés se encuentran los respectivos programas de fiestas, escritos en grausino, artículos diversos, relatos cortos, poemas, publicidad, las fotografías de los repatanes, etc.