lunes, 22 de junio de 2020

258. DON PEDRO DE ATARÉS, FUNDADOR DE VERUELA


258. DON PEDRO DE ATARÉS, FUNDADOR DE VERUELA
(SIGLO XII. VERUELA)

258. DON PEDRO DE ATARÉS, FUNDADOR DE VERUELA


Don Pedro de Atarés (o Pedro Taresa, como le denominan algunos documentos), uno de los seniores o tenentes más importantes del momento, era un noble aragonés emparentado con la monarquía, que a punto estuvo de convertirse en rey tras la muerte de Alfonso I el Batallador, ante la crisis dinástica que entonces tuvo lugar. Tenía don Pedro el centro principal de su señorío en Borja y sus tierras aledañas.

Era don Pedro un hombre de acción, por lo que también era frecuente verle recorrer sus dominios, interesándose por todo cuanto en ellos acontecía. No es extraño, pues, que, en cierta ocasión, una auténtica tempestad le sorprendiera en las inmediaciones del Moncayo, donde de paso pretendía cazar.

Se perdió el noble en plena montaña y a punto estuvo de despeñarse con su cabalgadura. La cortina de agua era intensa; varios rayos cayeron a su alrededor segando de raíz inmensos árboles; las torrenteras se habían convertido en auténticas cataratas; y el viento huracanado apenas dejaba avanzar a su caballo que, enloquecido por el espectáculo, acabó por derribar al jinete, que se encontraba perdido y solo.

Quizás por la gran devoción que le profesaba, en momento tan trágico para el noble se le apareció la Virgen a don Pedro. Venía a consolarle y a infundirle ánimos para seguir luchando contra los elementos adversos, como así sucedió. A la vez, invitó al señor de Borja a que levantara en aquellos parajes un monasterio en su honor, para que se convirtiera en centro espiritual de la comarca y en refugio de los caminantes como él.

Pocos días después de acaecido este suceso, don Pedro de Atarés preparó los documentos pertinentes, dotó de dinero el proyecto que le diseñó su propio arquitecto y comenzó a levantar, con obreros llegados de todas las latitudes, el que se conocería como monasterio de Santa María de Veruela y que encomendó a una congregación de monjes cistercienses, orden religiosa que hizo del cenobio un centro de enorme importancia repobladora y cultural para el desarrollo ulterior del Reino.

[Recogida oralmente.]

257. FUNDACIÓN DEL MONASTERIO DE TRASOBARES


257. FUNDACIÓN DEL MONASTERIO DE TRASOBARES
(SIGLO XII. TRASOBARES)

La imagen de la Virgen que los mozárabes de Trasobares habían perdido en el siglo XI les fue devuelta en cuanto Alfonso I el Batallador reconquistó el castillo de este pueblo, pues es sabido por medio de la leyenda cómo el propio rey Sancho Ramírez la había llevado personalmente al monasterio de San Pedro de Siresa para ponerla a salvo de los moros.

El retorno de la talla de madera a Trasobares constituyó un verdadero acontecimiento en el pueblo y en la comarca, pues sus habitantes recuperaban parte de sus raíces, pero el hecho hubiera pasado más o menos desapercibido de no ser por los hechos que se sucedieron poco después, durante la minoría de edad de doña Petronila, la hija de Ramiro II el Monje.

En efecto, doña Toda Ramírez —una importante e influyente dama que pertenecía a la nobleza castellana y estaba emparentada con la casa real de Aragón— se presentó en la corte aragonesa con la pretensión de solicitar ayuda para fundar un monasterio dedicado exclusivamente a albergar mujeres pertenecientes a la nobleza, cenobio que tenía pensado someter a la regla del Cister.

Antes de convencer a la reina y al conde de Barcelona, viajó a Francia para entrevistarse personalmente en París con el mismo san Bernardo, que escuchó a la dama castellana, aceptó complacido la idea y concedió gustoso su placet, así es que con la probación en la mano doña Toda Ramírez regresó a Aragón. En la corte aragonesa, fue oída por la joven reina doña Petronila a la que convenció no sólo para que diera su aprobación, sino también para que donara el terreno y dotara al nuevo cenobio de algunos bienes para su mantenimiento.

A la hora de buscar el lugar idóneo para levantar el monasterio, el hecho de estar como estaban todavía frescos los acontecimientos de la devolución de la Virgen a los vecinos de Trasobares favoreció la elección de un paraje recogido a la vera del río Isuela que surge del Moncayo, aprovechando la existencia de la ermita de la Virgen, que pronto pasó a presidir la sala capitular del nuevo monasterio, de donde le vendría el nombre de Nuestra Señora del Capítulo.

[Pérez Gil, Miguel Ángel, El habla..., pág. 127.]