martes, 23 de junio de 2020

302. INVENCIÓN DEL ROSARIO


302. INVENCIÓN DEL ROSARIO (SIGLO XIII)

Un zagal, pastor de un menguado rebaño de ovejas que servía de sustento a los suyos, era un gran devoto de la Virgen, a la que rezaba diariamente rogándole tanto por él como por toda su familia, fundamentalmente por su madre enferma.

Al objeto de llevar perfectamente la cuenta de las avemarías que desgranaba en la soledad del monte, puesto que rezaba el mismo número para cada persona encomendada, solía cortar cada día un tallo de junco flexible, en el que hacía un nudo por cada una de ellas y, cada diez oraciones rezadas, uno más grande y algo distanciado del resto.

En una ocasión —tras hacer un alto en el camino para reponer fuerzas y para que descansaran sus ovejas, su asno y sus perros—, recogió todo y reemprendió la caminata, pero se dejó olvidado el junco anudado colgado de la rama de un árbol. No le dio ninguna importancia al olvido pues, como solía hacer cada día, cortaría otro junco.

No obstante, cuando a la mañana siguiente regresó al mismo lugar, advirtió el tallo olvidado que colgaba de la rama, pero vio con sorpresa que los pequeños nudos se habían convertido en rosas blancas y los grandes, los de las decenas, en rosas aún mayores y rojas.

Cuando al cabo de unos días regresó a su casa, el zagal narró en la plaza del pueblo con todo tipo de detalles lo que le había ocurrido. La mayoría de sus convecinos estimaron que lo sucedido era una clara muestra de que a Nuestra Señora le gustaba el sistema empleado por el pastorcillo para llevar la cuenta de sus rezos, de modo que en todas las casas del pueblo comenzaron a confeccionar rosarios, sustituyendo las rosas blancas y rojas por granos de gachumbo o de caña de Santo Domingo.

Esta leyenda explica que, en los rosarios primitivos, los granos corrientes fuesen blanquecinos y los de las decenas rojizos, en recuerdo del color de las rosas con que Nuestra Señora adornó el tallo de junco del pastorcillo.

[Gironella, Joaquín, «La fiesta de Nuestra Señora del Rosario», Folletón Altoaragón, 2 (1980), 2.]

301. LOS CORPORALES LLEGAN A DAROCA


301. LOS CORPORALES LLEGAN A DAROCA (SIGLO XIII. DAROCA)

301. LOS CORPORALES LLEGAN A DAROCA (SIGLO XIII. DAROCA)


Reconquistada Valencia, Jaime I el Conquistador hubo de dejar la ciudad y partir hacia Montpellier, encargando el gobierno a Berenguer de Entenza. Éste, con la ayuda y el consejo de varios capitanes, decidió sitiar el castillo de Chío.
Tras el éxito inicial de los cristianos, los moros se rehicieron y la batalla quedó indecisa. Los hombres de Berenguer de Entenza se aprestaron a proseguir la lucha al día siguiente, cuidando de todos los preparativos. Al alba, estando los capitanes cristianos a punto de recibir la comunión, sonó de pronto el toque de rebato, pues el enemigo había tomado la iniciativa. Quedóse solo el mosén darocense Mateo Martínez celebrando la Misa y, no sabiendo qué hacer con las seis Sagradas Formas, las consagró, las envolvió en unos corporales y las escondió entre unos pañitos. La suerte final sonrió a los cristianos que pusieron en fuga al enemigo.

Finalizada la batalla, los capitanes quisieron dar gracias a Dios, solicitando a mosén Mateo la comunión. Entonces, desenterrados los corporales que envolvían las seis Sagradas Formas, hallaron que éstas se habían pegado completamente a los paños, que aparecían teñidos de sangre. Se armó tal alboroto entre los soldados cristianos a la vista de aquel portento, que los musulmanes, de nuevo reagrupados, volvieron a la carga, por creer que el desconcierto, el temor y la confusión había hecho mella en el bando
enemigo. Rápidamente replicaron los aragoneses —enfervorizados por los Corporales que, desde lo alto de la montaña, mostraba el sacerdote darocense— hasta terminar con el último musulmán y la toma de la fortaleza de Chío.
Una vez repartido el botín de guerra, se planteó el problema del traslado y custodia de los santos Corporales a un lugar seguro y digno, de modo que, tras largas deliberaciones, se acordó echar a suertes su posesión. Por tres veces fue agraciada la villa de Daroca, mas como el sistema del sorteo no satisficiera a los no agraciados, se acordó poner los Corporales dentro de una arqueta, cargándola sobre una mula, a la que se dejó en plena libertad. Valencia, Catarroja, Manises, Segorbe y Jérica fueron jalones que la mula dejó atrás hasta llegar a Daroca el día 7 de marzo de 1239, para, tras arrodillarse el animal en la iglesia de San Marcos, morir reventada. Los Corporales, pues, se quedaron en Daroca.

[Nuñez, Cristobal, Antigüedades de Daroca, 1 p., c. 3, cap. 3, núm. 13. Blasco de Lanuza, V., Historias eclesiásticas ... de Aragón, t. 1, lib. 2, c. 23. Faci, Roque A., Aragón..., I, págs. 3-8.
Ciruelo, Pedro, Historia de los Corporales de Daroca. Daroca, s. d.]