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domingo, 26 de julio de 2020

CAPÍTULO LIX.

HISTORIA DE LOS CONDES DE URGEL.

CAPÍTULO LIX.

Vida de don Armengol de Cabrera, XVI conde de Urgel. - Estado del condado de Urgel cuando murió el conde don Álvaro. - El conde de Foix trata de que el conde Armengol cobre el condado de Urgel, y déjase de hacer, por estar el conde en desgracia del rey.
- De las disensiones que hubo entre el rey y los condes de Urgel y otros señores de Cataluña. - De los servicios hizo el conde de Urgel al rey don Pedro, pasando a África, hasta tomar el reino de Sicilia. - De lo que pasó entre el rey y el conde don Armengol, sobre algunas pretensiones tenía el rey en los estados del conde. - De algunas cosas particulares del conde y condado de Urgel. - De la muerte y testamento del conde Armengol, y fundación del convento de Predicadores de la ciudad de Balaguer.

Muerto don Álvaro, quedó el condado de Urgel en el más mísero e infeliz estado que jamás se hubiese visto, lleno de confusión y división. El rey don Jaime, que después de haber tomado las tenencias de los castillos se quedó son (con) ellos, tenía ocupado casi lo mejor de él, y los pueblos y castillos más principales. Don Álvaro murió empeñado, cargado de inumerables deudas y obligaciones; era su recámara pobre y poca, y las rentas de los estados tenía en Castilla se cobraban con dificultad, y los acreedores, que eran muchos, pedían su dinero, y no había de dónde acudirles, y el rey no quería por entonces pagar na*
Guerau de Cabrera, vizconde de Cabrera, hermano * conde, que era de edad de veinte y cuatro años, decía * él era conde de Urgel, y que le competía aquel estado * el testamento de su padre, que había hecho muchos gra* de substitución, y entre otros, que muriendo su hijo segundo, que él llamaba Rodrigo, sin hijos varones de legítimo matrimonio, fuese heredero Guerau, su cuarto hijo, * había nacido poco antes que muriera el padre, porque *cia que don Armengol y don Alfonso no eran legítimos, * tenían derecho ni podían suceder en el condado de Urgel * y él les había de ser preferido; pero el rey poseía en sí * aquel estado o lo mejor de él, y don Guerau, que no te* posibilidad de pagar las muchas deudas de padre y herma* no continuó su pretensión. El rey, por mejor asegurarse en el condado, y por dar satisfacción a los que era justo * fuesen pagados, fue pagando 
lo que le pareció legítimamente deberse, que era mucho y pasaba más de doscientos cincuenta mil sueldos, que era más que ahora doscientos cincuenta mil ducados; porque hallamos en memorias * estos tiempos ser grande el valor de la moneda, por ha* poca y estimarse mucho, de donde se originaba el * barato de las cosas, porque de aquello que hay más abundancia se hace menos estima, y mucha de lo que * poco: por eso en estos tiempos un par de capones, según parece en registros y tarifas antiguas, valía diez y ocho dineros, un par de gallinas diez y seis dineros, un par de perdices ocho dineros, un par de xíxelles cuatro dineros, una liebre ocho dineros, un par de tórtolas cuatro dineros, y el cuarto del mejor carnero diez y ocho dineros, y un *cabrito lo mismo; y a ese precio estaban tasados estos mantenimientos en Barcelona; y el real era del mismo metal, peso, cuño y quilate que es el día de hoy; y este barato tan grande no era solo en Barcelona y Principado de Cataluña, pero aun en Castilla era lo mismo. Refiere el padre Mariana, que en el año 1239 se padecía en Córdoba mengua de mantenimientos, y valía la hanega de trigo doce maravedis, que, según la cuenta y averiguación del maestro Ambrosio de Morales, eran cuatro reales, porque el maravedí antiguo valía poco más que once de los de ahora, y tres maravedís antiguos hacían un real del mismo peso y quilate que es el día de hoy; así que vale el real castellano treinta y cuatro maravedís de los de ahora y tres de los antiguos, y la hanega de la cebada tres, que es un real y un maravedí de ahora, y esto en aquel tiempo se tenía por grande y subido precio; y en una hambre que hubo el año de 1228 en Cataluña, lo que se padecía era igual a lo que se padece en largos cercos: valía la cuartera del trigo veinte y ocho reales, que era un precio excesivo y muy extraordinario, y lo cuentan por cosa en aquellos tiempos no vista ni oída; y esto no solo pasaba en los tiempos que digo, pero en los años después era lo mismo. González de Ávila, en su historia de Salamanca, refiere el barato que había en el año 1415 en aquella ciudad, donde la hanega de trigo valía diez maravedís, el arrael de la vaca dos maravedís, y otro tanto el azumbre del vino. ¡Dichoso tiempo en que tanta abundancia había de mantenimientos y tan grande era el valor del dinero! Quisiera que consideraran esto algunos de levantado espíritu, que hacen escarnio y menosprecio cuando oyen hablar del gasto de los reyes y señores de aquellos tiempos y de lo que daban de dote a sus h*teniéndolo por bajeza y mengua, sin considerar la falta * oro y de plata que había, y el valor tan subido en que *taba entonces este metal, y que no acudían las flotas * las Indias con la abundancia y facilidad que hoy vien* porque pasaron muchos años antes que no se descubr* aquel nuevo mundo; y es muy verisímil que si el comer* de las Indias cesaba, o por acabarse las minas, o faltar * que trabajan en ellas, o por cualquier accidente, volve*mos al mismo tiempo de los romanos; y si queremos ir * atrás, en tiempo de Salomón era grande la copia de oro y plata que corría por sus señoríos, y las cosas se vendían * caras; pero después cesó todo eso, y los tiempos se m*ron, por faltar los minerales y los que trabajaban en * y vino a haber tanta carestía de oro y de plata y barat* mercaderías, como lo conocerá el que con atención le* las historias antiguas y modernas, y viere los autos y *tratos de unos siglos y otros. 

Volviendo, pues, a nuestra historia, digo, que * que murió el conde don Álvaro, los ejecutores de su testamento, que eran Jaime de Cervera, A. de Fluvia, abad de Fontfreda y antes de Poblet, y Juan, abad * Nuestra Señora de Bellpuig, tomaron posesión de los *estados de don Álvaro, para pagar lo que debía; pero por estar * pueblos más principales en poder del rey, se vieron * imposibilitados de poder acudir a las obligaciones del *difunto, y defender el condado y vizcondado de tantos *ensores como cada día salían, y por esto le renunciaron * favor del rey, con obligación y promesa de pagarse de * doscientos cincuenta mil sueldos que se le debían, y que * salían otros acreedores del conde, o se hubiese de pagar algo de las pías causas dejadas en su testamento o de su padre, lo cumpliría, según lo ordenarían los dichos ejecutores, y que luego que fuese pagado y satisfecho de todo, restituiría los estados e aquellos a quien de derecho pertenecieren.
Obligóse el rey a recuperar a sus costas los castillos y lugares del dicho condado, y que le fuesen pagadas solo las costas hiciere en la guarnición de los tales castillos y no más.
Esto pasó en Aljecira a 4 de los idus de marzo del año de la Encarnación 1267; y prometió que haría que el infante don Pedro, su hijo, lo firmase y jurase. Esto no agradó a don Guerau, hermano de don Álvaro, que decía que aquella renunciación habían hecho los marmesores le era muy perjudicial; pero porque estaba del todo imposibilitado de alcanzar el señorío de Urgel, que había sido de su hermano y pasados, suplicó al rey que, en satisfacción y enmienda de sus derechos, le asignase alguna parte de él con que pudiese vivir, y él renunciaría en su favor lo que le pertenecía por razón del testamento de su padre; y el rey, que no deseaba otra cosa, vino en ello. Entonces don Guerau renunció en favor del rey todos los derechos le competían en los estados de su hermano, y los derechos le competían sobre el conde de Foix, por razón del vizcondado de Castellbó, que poseía, y contra cualquier persona que tuviese tierras del dicho vizcondado, reservándose el castillo de Ager franco de todo servicio, y con obligación de dar las tenencias siempre que por parte del rey fuese requerido, y los castillos y villas de Os, Tartareu, Claramunt, Millas, Montsor, Boix é Ivars, en puro y franco alodio, y muriendo él sin hijos, hereden los dichos lugares Ramón y Guillen de Peralde, don Guillen de Peralta y doña Marquesa, su mujer y hermana de don Guerau, que ya era muerta, y que * castillo de Monfort no se pueda reedificar de nuevo, y que * que está edificado se derribe del todo, y si acaso de nuevo * se hiciera algún edificio, pueda el rey mandarlo derribar * sin embargo ni contradicción alguna. Este castillo está * sobre la Noguera Ribagorzana, y a los límites de Aragón y Cataluña, y debía ser gran conveniencia del rey, según * veras con que lo prohíbe; y por mayor seguridad, se obli* como a fianza G. de Anglesola. Esto pasó en Aljecira (Alcira, Alzira, vemos Valencia; no Algeciras) a 12 de las calendas de abril de este año de la Encarnación de 1267; y porque los hijos de don Álvaro y de doña Cecilia de Foix, favorecidos del conde de Foix, su curador y d*do muy cercano, pretendían suceder a su padre, según la disposición del testamento de don Ponce, su abuelo, conc* que en caso se pleitease esto, tomase él por propio el pleito y le continuase hasta sentencia definitiva, a gastos del rey, y que ganado, transfiriese y cediese todo su derecho en favor del rey: esto se concertó por medio de don Sancho de *ralta, obispo de Zaragoza, Jaime de Cervera, Guillen Bernat de Fluviá, arcediano de Ribagorza, y Jayme Gruny, ciudadano de Barcelona; y entonces el rey se quedó en posesión de dicho condado y de todas las villas y castillos de * y cobró algunas que había tomado el vizconde de Cardona cuando murió don Álvaro, y dejada en ellas buena guarnición, el rey se vino de Valencia a Aragón, y mandó * infante don Pedro que se fuese a Cervera y estuviese * cuidadoso del condado de Urgel, y si alguna cosa se movía en él, diese pronto remedio; y el rey de Aragón se *vino a Barcelona, para pasar a la conquista de la Tierra Santa de Jerusalén, movido por lo que refiere Zurita y otros autores.
Doña Constanza de Moncada, por razón de sus créditos dotales, quedó señora de cuatro lugares del condado de Urgel y vizcondado de Ager, y eran Agramunt y Linyola, Ager y Castelló de Farfanya; pero estos dos últimos el rey se los tenía ocupados. Pareció a Jaime de Cervera y a Guerau de Cabrera, que entre otros eran ejecutores del testamento del conde don Álvaro, que el valor de estos dos pueblos excedía a los créditos de doña Constanza, y que de aquellos les había de ayudar a pagar las deudas del conde, que eran muchas; pero ella no venía bien en eso, porque a más de sus créditos dotales, había de ser pagada de los gastos había hecho en Roma y otras partes, por razón de la causa matrimonial. Sobre esto había cada día contiendas, sin concluir nada; y Jaime de Cervera la llamó a juicio delante del rey: argumento claro que debía ser grande la justicia de los
testamentarios, pues les obligaba a convenir a la condesa delante del rey, que era deudo suyo muy cercano. Ella no quiso comparecer, sino que envió un caballero de su casa,
llamado Maymon de Castellaulí, y dijo que ella no podía pagar lo que se le pedía, porque el rey la había desheredado de Agramunt y Linyola, y que cuando se los restituyese, haría lo que debía; y que aunque es verdad que le quedaban Ager y Castelló, pero que aquel no era negocio para tomarse delante del rey, por ser aquellos castillos alodiales; y en este caso no quiere responder sino en poder de mano criminal, por ser esta la costumbre de Cataluña y observarse así, y más que ella poseía aquellos castillos por prenda, y no debía volverlos sino a aquel que se los dio o * sus herederos; pero dado que todo fuese como pretendían los ejecutores, aquella causa se había de tratar, no delante del rey, sino delante de juez eclesiástico, por ser cosa de última voluntad y legado pío, y que ella estaría a lo que fuese legítimamente declarado. Esto pasó en Lérida a * de las calendas de julio de 1268; el rey se sintió mucho de ello, porque no gustaba que declinase de fuer* y se quisiese apartar de su juicio, y se lo dio muy bien a entender dos días después; pero no pasó mucho tiempo que * se concertaron los ejecutores del testamento del conde, * y la pagaron de su dote y concertaron que de tres mil morabatines que ella tenía de esponsalicio (escreix, que decimos), recibiese dos mil a sus voluntades, y que pues el rey
tenía casi todo el condado de Urgel, que la pagase; * así lo prometió, dándole tres mil sueldos jaqueses de renta hasta que fuera pagada de dichos dos mil morabatines, por ello le obligó las rentas de Vallobar y Tamarit, con pacto que si las rentas excedían tres mil sueldos jaqueses el exceso fuese del rey, y si faltaba, el rey lo supliese, * que el año que se le pagasen los dos mil morabatines, * fuese pagada íntegramente de los dichos tres mil sueldos. Este concierto fue a 3 de las nonas de octubre de este año 1268; pero no quedó contenta de él doña Constanza porque le pareció que aquello perjudicaba a los derechos
tenía ella en los bienes del conde, por razón * gastos y marcas que en su favor habían adjudicado el romano pontífice y otros jueces apostólicos, y que obstaba a sucesión y derechos pertenecían a Leonor, su hija, en * condado de Urgel; pero el rey le dio satisfacción cumplida declarando no serle de perjuicio alguno. Estos lugares de Vallobar y Tamarit no debieron de quedar mucho tiempo en poder de la condesa, porque ya en mayo de 1273 el rey los dio a don Guerau de Cabrera, hermano de don Álvaro, por razón de ciertos concambios que hicieron.
Por estos tiempos los marmesores de don Álvaro dieron el lugar de Llorens, que les había quedado, a Maymon de Castellulí y Berenguer de Cardona, ejecutores del testamento de don Guillen de Cardona, y pidion guiaje al rey y seguridad, porque cada día les inquietaban en la posesión; y el rey lo concedió, y mandó a sus oficiales, que ninguno del dicho lugar pudiese ser preso o ejecutado, sino por delito líquido y claro, pues el rey les metía bajo su salvaguardia. En el año 1270, a 5 de los idus de noviembre, el rey, estando en Valencia, incorporó en la corona real los lugares y castillos de Albesa y Menargues, que habían sido de la condesa doña Margarita, madre del conde don Álvaro, que ya era muerta; y declara que los dichos lugares sean inseparables de la corona real, salvo en caso que de justicia perteneciesen a los hijos del conde don Álvaro, y les confirmó todos los privilegios.
El año de 1271, a 19 de las calendas de enero, dio el rey la bailía de Menargues a Arnaldo de Calaph, la cual dice el rey ser suya, y le enfeudó el castillo y lugar de Ivars, que dice el rey haber sido del conde de Urgel, y quiere que tenga de dar las tenencias, iratus et pacatus, según la costumbre de Cataluña. Este Arnaldo de Calaph había sido muy gran servidor del conde; el rey hacía mucha cuenta de él, y en vida del conde había tenido en custodia cuatro años y medio el castillo de Castelló de Farfanya, y aun muerto
el conde perseveró en ella, y se le debían once mil cuatrocientos y diez sueldos jaqueses, así por razón de dicha guarda, como por haber tenido otras cuentas con el conde * y el rey se lo mandó pagar todo en mayo de 1273, y asignó la paga sobre los derechos recibía el rey de la cal*ra de Lérida, de que hablamos en otra ocasión.
No poseyó mucho tiempo Arnaldo la villa de Ivars, * que convino al rey cobrarla, y en enmienda de ella le * el lugar y castillo de Gil, en el reino de Aragón, en feu* honrado, según consuetud de Cataluña y Usajes de Barcelona, y que le haya de dar, iratus et pacatus, las tenencias siempre que sea requerido, y que no esté obligado a hacer servicio alguno, y que cuando diere las tenencias * esté obligado a dar escombrado el castillo, antes bien * den en él todos los bienes muebles que hubiere, y el * se los asegure; y que en caso él los queira sacar del castillo y meter en poder de otro, donde quiera que fuere, el *rey se los guía y asegura; y por mayor seguridad, mandó el *rey a Jaime de Roca, sacrista de Lérida, que en su nombre lo jurase y prometiese, y después el rey lo firmó, y el * Arnaldo de Calaph se hizo hombre del rey, el cual le ace* por tal: esto pasó en Lérida a 9 de las calendas de * del año 1273, y he visto este auto en el Archivo Real de Barcelona, en un registro de estos años, del rey don Jaime, y hay copia de él en el armario de Sobrarbe, saco A, * 23. De esta manera iba el rey cobrando y añadiendo a la corona los castillos y villas del condado de Urgel y vizcondado de Ager.
Por este mismo tiempo, a 9 de las calendas de mayo de 1273, estando el rey en Lérida, le pidió Guerau de Cabrera alguna enmienda, porque no tenía efecto la donación que le había hecho del vizcondado de Ager y demás lugares y pueblos de aquel valle, porque el vizconde de Cardona y sus valedores le poseían; y el rey entonces cobró el *echo competía a don Guerau, y en recompensa de ello, *ió el castillo y villa de Vallobar, y el castillo y villas de *uarres y de Lesquarte, en franco alodio, y también el castillo y villa de Estopanyá, en feudo, y con obligación de las tenencias; pero que no alcanzando don Guerau el condado de Urgel por vía de justicia, esta permuta fuese * ningún valor, y las cosas volviesen como estaban antes de * este concambio. Están estos tres lugares en el reino de Aragón, y parece en memorias antiguas, que el dicho Guerau de Cabrera, a 16 de las calendas de enero del año 1277,los volvió al infante don Pedro, hijo del rey, y no * lo que cobrase el castillo de Ager y demás lugares de * Val de Ager (Val + Ager : Balaguer).
Estando en poder del rey el condado de Urgel y vizcondado de Ager, sucedieron las guerras civiles o deseximents * enviaron al rey el vizconde de Cardona y sus valedores
y amigos: cuéntanlos muy largamente Zurita en sus Anales, * el rey, en su historia, y Miedes en sus comentarios, y * muy ajustados con lo que hallamos en los registros *
este rey y escrituras de su tiempo. Turbóse entonces todo el Principado, y por los grandes disgustos que el vizconde y los de su bando dieron al rey, cayeron en su *desgracia y merecieron castigo. El conde Armengol y don *aro, su hermano, se declararon por el vizconde, y dieron cartas de deseximent de esta manera: que el conde * en la del vizconde, que se despachó en Solsona, donde *ban fortificados, su jornada de 6 de las nonas de julio de 1274; y don Álvaro dio la suya a 7 de las calendas de octubre del mismo año; y a 3 de las calendas de noviembre * dio el rey sus respuestas, escribiendo al vizconde de Cardona y a los que con él habían firmado una carta, y otra a don *varo. Hay de todo esto un registro en el real archivo, titulado Jacobi I, annorum 1273, 74 et 75. Sobre esto *nacieron entre el rey y estos barones muchas discordias, * duraron todo el tiempo de su vida, que refieren largo * autores arriba alegados.
Murió el rey don Jaime en Aljecira del reino de Valencia a 27 de julio del año 1276, después de haber reinado *sesenta y tres años y le sucedió en el reino el infante don
Pedro, su hijo, a quien sus hechos gloriosos dieron el nombre de Grande. Este rey tuvo grandes disgustos con los mismos que los había tenido su padre; porque en *ocasión
que estaba él ocupado en guerra con los moros del reino de Valencia, llamaron los barones de Cataluña a Roger Bernat, conde de Foix, que era muy poderoso y rico: jun*ronse con él Armengol, conde de Urgel, don Álvaro, su hermano, Arnaldo Roger, conde de Pallars, Ramón Rog* don Ramón de Anglesola, don Ramón Guillen de Jo*
Guillen Ramón, vizconde de Vilamur, Pedro de Moncada, Berenguer de Puigvert, Guerau Alamany de Cervelló y su hermano, Pons de Ribelles, Hugo de Troja, Guerau y Berenguer Despes, Gispert de Guimerá, Guillen de Belle* Ferrer de Abella, Ponç Çacosta, Ramón de Boxadors, P* de Oluja, Juan de Ponç, Guerau de Meyá, Guerau de *Aguiló, Jaime de Peramola y otros. Estos, después de haber enviado al rey sus cartas de deseximent, se confederaron * juramento de hacer guerra al rey, aunque ausente y ocupado en la guerra de los moros; combatieron muchos lugares y pueblos reales, y arruinaron toda la tierra. El de Foix y el de Urgel, con sus valedores, hicieron más daño: el obispo de Urgel, don Pedro Urg, fue notablemente damnificado, y dió razón de ello al rey, que estaba en Montesa, y firmó de derecho delante de él, prometiendo de estar a lo que fuese de justicia y declarase el rey; pero no aprovechó, porque sin hacer caso de unas letras reales que el
rey envió al conde, cada día hacían mil daños, y tomaba cada uno lo que podía. Pons de Ribelles tomó los castillos y lugares de Aguilar, de Çaclusa y Dansamora, y B. de Josa
el castillo de Tuxent, que eran de la mensa episcopal de Urgel: el rey les mandó los restituyesen, y que si no lo hacían, que Ferrico de Liçana, gobernador de Cataluña, o su lugarteniente, los sacase de paz y tregua, y a todos los vegueres, bailes, paeres y demás oficiales reales y subditos suyos, que favorezcan y den favor y valenza al obispo y a sus vasallos y cosas, siendo requeridos. El conde de Foix hizo también muchos daños; y el rey mandó, desde Valencia, al gobernador de Cataluña, que procediese contra de él, obligándole a dar satisfacción y enmendar el daño había dado al obispo y a sus cosas, y no por eso obedeció. El motivo porque hacían esto era porque el rey, después de su coronación, no acudía a tener cortes a los catalanes y confirmarles con juramento las leyes, privilegios y libertades que los reyes y condes de Barcelona, sus pasados, les habían concedido; y la causa era porque había algunas cosas que el rey no quería confirmar, sino que fuesen revocadas, por ser de algún perjuicio, dejando lo demás en su ser y disposición.
Los barones de Cataluña, sentidos de la resistencia * el rey hacía, hicieron su liga y enviaron al rey cartas de deseximent y despedida, firmadas y selladas de todos; y el *rey
respondió, que a él poco cuidado le daba lo que ellos *podían hacer; pero con todo ofreció y prometió de estar * ellos a lo que fuese de justicia, y enmendarles lo justo * debido.
Pero ellos no por eso se sosegaron, ni quisieron seg* sus causas por vía y medio de justicia, y partieron con *sus gentes a correr las tierras, y más en particular las del obispo de Urgel, sin que le valiese haber ofrecido estar a lo *que fuese juzgado por el rey, el cual mandó a don Ramón de Moncada, gobernador del reino de Aragón, que con la *gente que tenía fuese en ayuda del obispo, y lo mismo mandó a los bailes de Ribagorza y Pallars y a los vegueres de Cervera y Urgel; y por medio de don Estévan de *Cardona, repostero de la reina, trató con el conde de Pallars, don Guerau de Cabrera, don Guillen de Anglesola, don Ramón de Peralta, don Ramón de Cervera, don Ramón de Moncada, don Bernat y don Ramón de Anglesola y otros, *q diesen favor al obispo contra los condes de Foix y de Urgel; mandó que los concejos de Lérida, Tamarit, *Almenara, Camarasa, Cubells y Mongay se ajuntasen para *resistirle; y escribió a todos los barones que tenían feudos en Cataluña, que por todo el mes de marzo siguiente *estuviesen juntos, para irle a servir contra los condes de Foix y Urgel. Dejó el rey aparte todos los negocios de Aragón y Valencia y vino a Cataluña, y con las huestes habían acudido a *su llamamiento, fue al condado de Urgel, en ocasión que el conde de Foix había tomado a Pons y a Monmagastre, * se había fortificado con él. El conde de Urgel y los vizcondes de Cardona y de Ager, y otros que, temiendo al rey, habían escapado como mejor pudieron por no dar en sus manos, se fortificaron en Balaguer y otros castillos; y el conde de Foix, no se teniendo seguro allá, se pasó a Ciudad, castillo muy fuerte, en el vizcondado de Castellbó, con intento de defenderse: tomó el rey a Pons y a Monmagastre, y mandó derribar los castillos, y de allá pasó a Agramunt, y puso cerco a la villa y castillo. Entonces se movieron tratos de paz entre el rey y los condes y sus valedores, los que ofrecieron dejar las armas, si el rey les hacía derecho y les daba lo que *era suyo. Fueron los medianeros el obispo de Tarragona y *el abad de Poblet; y entre otras cosas que se trataron, fue *casar al infante don Jaime, hijo segundo del rey, que después sucedió en la corona (Jaime II), con doña Constanza, hija primogénita del conde de Foix y de doña Margarita, hija única y heredera de don Gaston de Moncada, señor de Bearne, a * quien Guillermo de La Perriere, en la historia de los condes de Foix, llama Juana, y la hace hija tercera del conde *(es error, así como lo es afirmar que tuvo efecto aquel casamiento). El rey, por contemplación de este matrimonio, *hacía donación al infante de todas las tierras tenía en Ribagorza y Pallars; y el conde daba a su hija el vizcondado de Castellbó, y muriendo sin hijos varones, el condado de Foix. Fueron los concertadores de este matrimonio, Ponce *Hugo, conde de Ampurias, Arnaldo Roger, conde de Pallars, Ramón de Peralta, Ponce de Ribelles y Pedro Martínez de Artesona. En esta ocasión, valiéndose el de Foix * favor del rey, le suplicó que el conde de Urgel fuese restituido en su condado y cobrase todos los pueblos y castillos de aquel estado, que estaban en poder del rey y sus ministros, y el rey, que no deseaba otra cosa sino dar *gusto al conde y obligarle más en su servicio, vino bien en *ello y estando en la villa de Agramunt, le dio a don Armengol en feudo el dicho condado de Urgel y el vizcondado de Ager (porque, a lo que conjeturo, era ya don Álvaro muerto – (pone esto en el texto en latín: Ermegaudo filio quondam nobilis Alvari quondam), según uso y consuetud de Barcelona, con todas las villas, castillos y lugares, grandes y pequeños, hombres y mujeres, * jurisdicciones, con todo lo demás que había en quel condado y vizcondado, con gran largueza y cumplimiento.
Reservóse el rey valenza contra cualquiera que le *ofendiese - es valenza la obligación que tiene el vasallo de valer * favorecer al señor cuando está en necesidad, y ayudarle con armas contra sus enemigos, y las tenencias de todos los castillos en el auto mencionados, y en ciertos casos de *rompimientos de paz y tregua, se reserva el rey la cognicion * ello. Oblígale a haber de asistir a las convocaciones generales de cortes, así como los otros nobles y caballeros, * esto porque estos condes de Urgel pretendían ser tan señores en sus tierras, que no les obligaban las Constituciones * Usajes de Cataluña, ni tenían obligación de asistir a cortes. A todo previno el rey para asegurarse de ello; pero nada bastó, según veremos adelante. El auto de esta donación, sacado del real archivo, es el siguiente:

Nos Petrus dei gratia rex Aragonum etc. ob gratiam et *honorem nobilis viri Rogerii Bernardi comitis damus et *concedimus per nos et nostros ad feudum ad consuetudinem *Barchinone vobis Ermegaudo filio quondam nobilis Alvari quondam *comitis Urgellensis et vestris perpetuo totum comitatum et vicecomitatum Urgelli cum omnibus castris et villis scilicet *castrum et villam de Balagario et de Albesia et de Menarguis et *de Linyola et de Acrimont et de Munmagastre et de Pontibus (Pons, Ponts, Ponç) de * Ribes et de Collfret de Uliana et de Tiurana et de Vilaplana et de Castilion (Castelló de Farfanya) et de Ager et de Os et de Tartareu et de Boix et de *Montassor et de Milla et de Claramunt et de Ivars et de Camols et de Peramola et de Lavansa et de Pinell et de Madrona et de Biosca et de Taltahull et omnia alia castra et munitiones villas et loca tam parva quam magna cum militibus et dominabus et aliis hominibus cujuscumque conditionis sint in dictis comitatu et vicecomitatu castris villis sen (seu) aliis locis heremitibus et habitalis et cum justitiis jurisdictionibus moneta questiis ademprivis usibus servitiis servitutibus senioraticis et cum montibus et planis silvis *guarrigiis (garrigas, garrigues) nemoribus aquis fluviis et omnibus aliis juribus universis salva tamen et retenta nobis et nostris in omnibus predictis valensa contra omnes homines et quod de predictis comitatu et vicecomitatu castris villis et aliis locis et omnibus aliis predictis que vobis damus et concedimus ad feudum faciatis nobis et nostris vos et vestri homagium et sacramentum et quod vos et vestri detis nobis et nostris potestates de omnibus predictis castris et locis irati et pacati quandocumque et quotienscumque a nobis et nostris fueritis requisiti ad consuetudinem et usaticos Barcinone quos in predictis comitatu et vicecomitatu et aliis locis volumus observari salvis specialibus consuetudinibus predictarum terrarum. Retinemus etiam nobis in predictis comitatu et vicecomitatu et aliis locis paces et treguas in hunc modum: quod si vos vel alius de terra vestra frangeretis pacem et treguam contra aliquem hominem nostrum vel regionum terre nostre quod pro his habeatis firmare et respondere in posse nostro vel officialium nostrorum secundum forum pacis et tregue: et si vos frangeretis pacem et treguas in aliquo exceptis hominibus nostris teneamini similiter firmare et respondere pro pace et tregua in posse nostro vel officialium nostrorum: si vero homines nostri inter se frangerent pacem vel treguam vel hominum religiosorum existentium in comitatu et vicecomitatu habeatis vos in eis pacem et treguam quam pro nobis teneatis ad feudum sicut alia que vobis damus ad feudum in hoc instrumento. Retinemus etiam nobis et nostris quod teneamini vos et vestri venire ad curiam (corte, cortes) nostram sicut alii nobiles Cathalonie: confirmantes et concedentes vobis et vestris nihilominus omnia jura vobis competentia quoquomodo in predictis ante *hujusmodi donationem et concessionem salvis tamen nobis et re*tis omnibus supradictis ut superius sunt expressa. Ad hec * Ermegaudus (Ermengaudus, Armengol) predictus recognoscentes vobis domino regi * fieri per vos gratiam specialem gratis et ex certa scientia *pimus a vobis predictum comitatum et vicecomitatum et *castris villas et omnia alia loca predicta et omnia alia suprascripta * feudum secundum usaticum Barcinone sub forma et *consuetudinibus seu conventionibus supradictis salvo tamen jure *abbatis monasterii Sancii Petri Agerensis in castro de Ager: et *promittimus et convenimus per nos et nostros vobis et vestris *facere homagium pro predictis feudis et dare vobis potestates * omnibus predictis castris villis et locis que a vobis recipi* in feudum irati et paccati quandocumque et quotiescumque
vobis vel vestris fuerimus requisiti et venire ad curiam * alii nobiles Cathalonie et juvare et valere vobis et vestris * et nostri cum corpore nostro et cum terra nostra et *hominibus nostris et servare et complere inviolabiliter omnia et singula que vobis retinetis in hac donatione et omnes conventiones * superius continentur. Et ad majorem vero cautelam juramus * Deum et ejus sancta quatuor evangelia per nos corporaliter *tacta omnia et singula attendere et complere inviolabiliter ut superius sunt expressa et ea bona fide firmiter observare et *fecimus vobis de presenti homagium ore et manibus pro *bus supradictis. Quod est actum in Acrimonte tertio idus *decembris anno Domini millessimo ducentessimo *septuagessimo octavo (1278).- P. Marquesii.

Esta fue la enfeudación que hizo el rey a don Armengol del condado de Urgel y el título con que lo poseyó, y otra vez que después de haberlo tomado los reyes lo volvieron a los descendientes de aquellos primeros Ermengaudos, *que tan libre y francamente lo poseyeron, y sin tantas condiciones como después añadieron los reyes, los cuales, cada vez que le volvían a los condes, los hacían obligar de nuevo, *para asegurarlos más en su servicio: pero no bastaban las prevenciones de los reyes, porque cuanto más se aseguraban de * más irritados los dejaban, y luego que hallaban sazón * tenían poder, era cierta la guerra entre ellos, para echar *de sí los pactos y obligaciones de nuevo impuestas; porque *aunque lo aceptaban y recibían de mano de los reyes y * las condiciones que ellos querían, no atendían sino solo * la sangre y gran linaje de donde venían, y va* con que sus ilustres progenitores habían adquirido aquel * de los moros, con sus armas y vasallos, y sin tantos *reconocimientos y sujeciones como después se les añadieron. Pocos días después, que fue a 17 de diciembre de 1278, el conde, en presencia de algunos magnates de la corte del rey, le hizo homenaje por todo el condado de Urgel y vizcondado de Ager, confesando y reconociendo tenerlos por el rey, con los cargos y obligaciones que quedan referidas; y *porque se había ya tratado, por medio de Arnaldo Roger, conde de Pallars, Ramón de Peralta y Pons de Ribelles y Pedro Martínez de Artesona, justicia de Aragón, que luego * el conde tuviese donación del condado, asegurase al rey * pagarle dentro de diez años, con diez iguales pagas, lo que se le debía de tiempo de don Álvaro, su padre, de cuan* los ejecutores de su testamento le entregaron el condado; * cumplimiento de ello obligó al rey todas las rentas y *provechos del condado y vizcondado y de todos los lugares tenía en feudo del rey, y por mejor asegurarlo, dio por fianza * conde de Foix; y el rey, con conocimiento del conde de Urgel,
dio en comanda al de Foix todo aquello que el de Urgel le había obligado, para que lo tenga por espacio de *ocho años en feudo del rey, y que no tenga obligación, durante el dicho tiempo, de volverlos o dejarlos, sino es que él se lo mandase, y que todos los frutos y provechos qued* en poder del de Foix. Y el rey prometió al conde de Urgel que, cuando llegue a edad de veinte y cinco años, le restituirá todo aquello que había dado en comanda al de Foix para que el conde lo tenga con los mismos pactos que se había dado en el auto arriba referido, obligándole al conde y a don Álvaro, su hermano, que se intitulaba vizconde de Ager y tenía algunos lugares en la Val de Ager, hiciesen * debido homenaje, siempre que por parte del rey fuesen requeridos. Todo esto pasó a los 16 de diciembre * dos días después prometió el rey al conde de Foix, que dentro de los dichos ocho años no le pediría ninguno de * pueblos y castillos le había encomendado: y por cuanto * castillo, villa y Val de Ager estaban en feudo del monasterio de San Pedro de Ager, de canónigos regulares de San Agustín, Pedro, abad de aquel monasterio, aprobó aquella donación que el rey había hecho, el cual prometió * haría el debido reconocimiento por razón de aquel, siempre que fuese requerido por parte de él y de los abades sucesores. Todo esto hacía el rey para facilitar la paga * aquello que se le debía, y asegurar más al conde y a sus valedores en su servicio, aunque aprovechó poco, por las *alteraciones y novedades que después de esto acontecieron en este principado de Cataluña.
No tuvo efecto el matrimonio se trataba entre la hija del conde de Foix y el hijo del rey; y el conde de Foix se * a Perpiñan a ver el rey de Mallorca, su cuñado, casado con Esclaramunda, su hermana. Tenía el rey de Mallorca algunos disgustos con el de Aragón, por razón del supremo *dominio tenía en sus estados; y aunque se vieron los dos reyes por dar asiento a ellos, quedaron más disgustados, como suele acontecer de las vistas de dos reyes. El de Foix se volvió dentro de pocos días a Cataluña, y juntóse con los demás señores del principado, y los halló muy quejosos del rey. El autor del Flos mundi dice que eran cuatro las quejas tenían del rey: la primera, porque no celebraba cortes generales; la segunda, porque no les confirmaba los privilegios y libertades; la tercera, porque les hacía nuevas demandas, pidiéndoles nuevos servicios; y la última, querían que les hiciese francos en alodio sus bienes, así como lo eran antiguamente: y por esto le enviaron sus embajadores, y el rey no lo quiso otorgar. Por esto se juntaron con el de Foix, el de Urgel y Álvaro, su hermano el conde de Pallars, el vizconde de Cardona, Pons de Ribelles, Arnau Roger, sobrino del de Pallars, Ramón de Avella, Pedro de Josa, Guillen de Canet, Bernat Roger de Eril, Ramón Roger, Ramon de Anglesola, Guillen Ramón, vizconde de Vilamur, Pedro de Moncada, Berenguer de Puigvert, Guerau Alemany de Cervelló, Hugo de Troja, Berenguer Despes, Guerau Despes, Gispert de Guimerá, Guillen de Bellera, Ferrer de Abella, Pons Çacosta, Ramón de Boxadors, Pons de Oluja, Juan de Pons, Guerau de Mejá, Guerau de Aguiló, Jaime de Peramola y otros, y enviaron al rey sus mensajeros con cartas de despedida o desafío, selladas con los sellos del de Foix y de los demás; y la respuesta del rey fue: que aunque sus desafíos y despedidas le daban poco
cuidado, quería estar a justicia y derecho con ellos en todas sus demandas y pretensiones, ofreciéndoles que les desagraviaría; pero ellos, que estaban poderosos, no hicieron caso de esto, y el rey, indignado, les sacó de la paz y tregua en que con él estaban, por pretender que ellos la habían *rompido. Hallábase el rey en Aragón, y allá mandó fortificar muchos castillos y convocó muchas gentes de armas, dejando en defensa toda su tierra. En esta ocasión Ramón Folc, vizconde de Cardona, con su gente, pasó una *noche el río de Llobregat, y corrió toda aquella comarca, hasta llegar a los muros de Barcelona, de donde salió Gombau Benavent, que era veguer, y le hizo retirar a Cabrera, dejando muchos heridos y maltratados: luego él y todos los pueblos reales dieron al rey aviso de lo que pasaba, pidiéndole con mucha instancia socorro y favor, porque los condes de Foix y Urgel también corrían la tierra y *llegaban a las puertas de Lérida, haciendo notables daños, y los labradores no osaban salir al campo; que por eso fue poca la *sementera de aquel año, y por faltar los mantenimientos *hubo hambre en Cataluña, y se pusieron a precio desmesurado.
Aunque el rey sabía lo que pasaba, no pudo acudir tan pronto como deseaba a remediarlo; pero mandó a sus *caballeros y pueblos que eran de su obediencia, estuviesen *prevenidos para cierto día, que él diría lo que habían de hacer. *Estando aún en Aragón, supo como el conde de Foix y sus valedores y amigos estaban en la ciudad de Balaguer, *con seiscientos hombres de a caballo y siete mil infantes, * intención de hacer una gran entrada en tierras del rey y sus servidores: el rey, con gran diligencia y con intento de tomarles desapercibidos, caminando de día y de noche, llegó a Lérida, y aquí tomó gente de nuevo, y con la que él ya llevaba, llegó al amanecer a Balaguer, en ocasión que los de dentro aún estaban en las camas. Ellos, oyendo el ruido de armas, se asomaron al muro y vieron que el rey con muy lucida gente asentaba su castro en una parte, y en otra el infante don Alonso el suyo, y que por momentos iban creciendo, por
la mucha gente que llegaba, así que, en breve tiempo se halló el rey con tres mil caballos y cien mil infantes, y entre ellos el rey de Mallorca, su hermano, que aunque entre los dos reyes habían pasado algunas disensiones, en razón de los feudos, pero no por esto dejó al rey, su hermano, en esta ocasión. Cercaron entonces la ciudad de Balaguer, y con cinco trabucos, que llamaban brígolas, (fonévols) muy grandes, de día y de noche, con piedras, combatían los muros y casas de aquella ciudad. Los cercados, que no eran gente bisoña, sino muy valientes y pláticos en aquel menester, se defendían muy bien, y de noche levantaban aquello que de día había derribado la batería, y la ciudad amanecía más fortificada, y ellos se ponían a la defensa, con gran valor y ánimo, sin que les espantase el numeroso ejército que les tenía cercados por todas partes. Esto pasó a la fin de junio de este año 1280. Estando en esto, aconteció que Ramón Roger, hermano del conde de Pallars, Ramón de Anglesola, Ramón de Marcha-Fava, caballero de la Gascuña, y Squiu de Miralpeix, caballero de Tolosa, con sesenta ballesteros de ballestas de cuerno, y cuarenta de a caballo, se juntaron en la villa de Agramunt, para entrar a dar socorro a los de Balaguer, y de allí enviaron un correo muy diligente, con cartas para los cercados, asegurándoles el socorro, y que en teniendo la entrada segura, sacasen dos faginas ardiendo en lo más alto del castillo, y después las dejasen caer en el foso, y con esta señal, ellos, con sesenta soldados y cuarenta caballos, acudirían la noche siguiente a la puerta de la ciudad. El correo fue desgra* porque llegando al real y conocido de los guardas *fue preso y llevado al rey: en las cartas supieron lo *que pasaba, y como se iban acercando a la torre de Alm* (Almenar?) por estar más cercanos a la ciudad, el rey, por mejor *gerlos, mandó que en la misma noche desde lo más alto de la iglesia de Nuestra Señora de Almata, donde * aposentado el rey, sacasen dos faginas ardiendo y las dejasen caer; y como era de noche y el castillo e iglesia * cerca y en igual altura, creyeron que los del castillo habían recibido las cartas y hacían la señal concertada * marcharon a toda prisa por dar el socorro a los cercados * el rey no mandó atajar los pasos, porque pensaba que darían el socorro hasta la noche siguiente, como decían las cartas, pero ellos, que ya estaban en la torre de Alme*, vistas las señales, no aguardaron más, sino que *salieron luego, caminaron tan aprisa, que a la media noche *estaban ya muy cerca de las trincheras del real. Enviaron *una espía, porque mirase si había centinelas o quien
*pudiese descubrir por la parte que habían de entrar, q* por el vado del río, que estaba entre ellos y los cercados * que por la puente era imposible la entrada, porque *los del rey la guardaban con mucha diligencia: la espía volvió y dijo que no había nadie que les pudiese impedir la entrada, y que ya los de la ronda habían pasado por aquella parte.
Con esto, caminaron hasta la orilla del río, * viendo estorbo, sin cuidar del vado, caminaron río a* hasta llegar a la puente: en ella tenían los de la ciudad *centinelas, e ignorantes del socorro, pensaron que los *del *rey escalaban la ciudad; tocaron alarma, y todos acudían a los muros, y los caballeros que habían de entrar, por no perder tiempo en allanar el paso de la puente, arrojados en el agua, pasaban nadando, y apellidaban: ¡Foix y Cardona! para darse a conocer, porque los de la villa no les dañasen.
Los del rey, que oyeron estos gritos, con ballestas y hondas les dieron una rociada; pero no impidieron el paso, y dieron poco daño; y uno de ellos se acercó a la ciudad y pidió por el conde de Pallars, y le dijo, que acudiese a socorrer a su hermano y a los demás que, por socorrerles, se habían echado a pasar el río, y que temía, por ser en aquella parte muy hondo, que no se habiesen ahogado. El conde, muy enojado de oír tales nuevas, echó de sí con despecho y enfado el escudo y celada y acudió a la puerta, donde halló a su hermano y los demás caballeros y peones, excepto cuatro caballeros y veinte y cinco de los demás, que quedaban ahogados en el río; y fue tal el contento de ver aquellos que se habían salvado, que les hizo olvidar la pérdida de los otros. Uno de los que hallaron menos fue Squiu de Miralpeix: éste, hallándose bajo la puente y en la parte donde corre el agua con más ímpetu, perdió el caballo, que se le fue al fondo, y él, como mejor pudo, se asió a un pilar de la puente y quedó abrazado en él, con harta pena, porque estaba armado; los caballeros de la ciudad salieron para recogerle a él y a otros, si hallaban por el río, y con un barco se pusieron bajo la puente, porque se dejase caer en él; pero estaba muy alto, y no se quiso aventurar, temiendo errar el salto y anegarse, y así le dejaron, porque la corriente no les dejaba parar en aquel lugar, y prosiguieron buscando los demás, y no hallaron ninguno. Creciendo el día, los del rey descolgaron al de Montesquiu de aquel lugar, y preso, le subieron a Almata, donde estaba el rey, el cual le preguntó él quién era, y le dijo * nombre y que iba a socorrer al conde de Foix, su deu* con diez y ocho caballeros y otros tantos peones. El rey * mandó desarmar y le dio un vestido suyo muy rico, y * mandó poner en buena guarda, quedando muy descontento del socorro que en la ciudad había entrado; y por impedi*le otra vez, mandó labrar dos puentes, una de estacas, * arriba de la ciudad, y otra más abajo, de barcas *atadas con cadenas, y en ellas muchos soldados de guarnición, que de día y de noche impedían la entrada a cualquiera. Quedaron con esto los cercados tan oprimidos, que por ninguna parte, si no era volando, podían salir, ni entrarles * la batería nunca cesaba, aunque salían ellos algunas veces a impedirla; sentíase ya falta de mantenimientos, y los *vecinos de Balaguer estaban cansados del cerco, y más de ver * sus ojos sus alquerías y huertas destruidas, y las casas, *por todas partes, con las piedras de los trabucos *derribadas
no podían tolerar tantos daños y pérdidas, y temían ser *dos a saco, si el rey entraba la ciudad por fuerza. * excusar todo esto, avisaron al rey con grande secreto, que si dentro de breve tiempo los caballeros cercados no daban traza de concierto, su voluntad era entregar la ciudad. Esto no fue tan secreto que no llegase a oídos de ellos, y consideraban que si los paisanos daban entrada al rey, sin saberlo ellos, habían todos de morir a sus manos, porque era hombre que no toleraba desobediencias, como, * siendo infante, lo había experimentado Fernán Sánchez, * hermano. Tuvieron entonces todos aquellos magnates, * estaban recogidos en el castillo, por mejor partido entregarse
en mano del rey y rendírsele: los que sentían *esto eran Ramón Roger, Ramón de Anglesola y Pons de Ribelles, y se lamentaban mucho de haberse de meter en poder
del rey, porque desconfiaban del perdón y de las vidas suyas y de los que con ellos estaban; pero habían llegado a un punto, que no lo podían excusar, y enviaron al rey a darle aviso de su venida, y poco después salieron desarmados de la ciudad, y llegados ante el rey, postrados a sus piés, le pidieron perdón y misericordia, suplicándole los tratase con piedad; *mas el rey, casi sin hacer semblante de oírles, mandó al infante don Alfonso, su hijo, les llevase presos, con buenas guardas, no curando de prender a los demás caballeros y peones que les habían servido, antes les dejó ir seguros, con sus
armas y caballos, y a todos los que le habían servido dio licencia para ir a descansar a sus casas. Esto pasó el día de santa Margarita de este año; y el infante llevó los presos
a Lérida y los encerró en una casa fuerte: Zurita dice en el castillo, y el anal de Ripoll dice esparcidos en diversos castillos de sus reinos; y cargados, según dice Desclot, de grillos y cadenas, con buenas guardas, estuvieron en ellas mucho tiempo. Al conde de Foix, que fue el caudillo de todos, y de quien más sentido estaba el rey, porque muchas veces le faltó en lo que le había prometido, y muy atrevidamente daba a entender al rey, que, si salía de la prisión, le haría mayor daño y guerra que hasta allí le había hecho, mandó de pasar al castillo de Ciurana. Tomic dice que el rey metió algunos de los prisioneros en el castillo de Miravet, que está a la ribera del Ebro, muy fuerte por arte y por naturaleza; y el conde de Foix, impaciente de la prisión, echaba bravatas de hacer, si estaba en libertad, todos los deservicios que pudiese al rey, el cual le mandó dar libertad, porque entendiese el poco caso que hacía de él, y que * poderoso, si se atrevía a hacer lo que decía, de castiga* así por lo hecho, como por lo que podía hacer.
Quedaron en la cárcel hasta el mes de mayo del * 1281; y Ramón Folc, vizconde de Cardona, Arnau *Roger, conde de Pallars, y Ramón, su hermano, Bern* Roger de Erill y Ramón de Anglesola, por cobrar la libertad, se concertaron con el rey, y pusieron en su poder los castillos y villas que tenían, hasta que fuese dada *entera satisfacción a los que se quejaban de ellos, y pag* al rey las costas que hizo su ejército real en el cerco de Balaguer, según fuese juzgado; y en caso que debieran * confiscados aquellos castillos, se los volvería, porque * tuviesen en feudo por el rey, otorgándoles toda jurisdicción
civil y criminal, y que estuviesen obligados a dar al rey las tenencias, siendo requeridos; y después estando el rey en Lérida, a 20 de agosto de este año, los jueces que fueron
nombrados para esto condenaron a los dichos en * suma inmensa, y por quedar imposibilitados a la paga de ella, dieron al rey sus castillos y villas, y el rey se los *
en feudo, obligándoles a ciertos reconocimientos; y de aquella hora en adelante todos quedaron en su servicio.
Fuera de esta concierto quedaron por entonces los condes de Foix, de Urgel y don Álvaro, su hermano, Guillen Ramón de Josa, Pons de Ribelles, Ramón de *Vilamur, Guillen y Galceran de Cartellá, y otros caballeros que * tiempo después* con el íntegro dominio de sus cosas, *vieron en servicio y gracia del rey, el cual los ocupó * cargos y puestos muy preeminentes en sus reinos, valiéndose de ellos en todos las empresas y sucesos de más importancia, * porque, olvidadas las cosas pasadas, y reconociendo la benignidad con que el rey les había tratado, hicieron en su servicio todo lo que pudiese hacer cualquier buen vasallo por su rey y señor.
Referiré sumariamente lo que hallo en memorias antiguas del conde don Armengol: él fue uno de los caballeros catalanes que con el rey don Pedro el Grande pasaron
a Berbería, llevando consigo muchos de sus vasallos que en aquella empresa quisieron seguir su fortuna; aquí guardó la vida al conde de Pallars, que siendo más valiente de lo
que debiera, solo, acometió un escuadrón de sesenta moros, y después de haber muerto a dos, que eran caudillos de los demás, otro le dio una cuchillada en un muslo. Por escaparse del peligro en que estaba, picó el caballo y atravesó todo el escuadrón, y se vio en manifiesto peligro de perderse: el conde de Urgel, con dos hijos de Vidal de Sarriá, acudió a socorrerle; pasó por medio de los sesenta moros (-2 muertos) hasta juntarse con el de Pallars, y dio una lanzada a un moro, que le pasó adarga y pecho, llevándose el caballo al moro, sin que el conde pudiese cobrar la lanza; sobrevino el de Pallars, que confiado en sus fuerzas, mayores que las del conde de Urgel, asió del cuento, y tiró tan fuertemente, que rompiendo las correas de la adarga, se la llevó atravesada en la lanza, cayendo el moro en tierra muerto.

Cuando fueron los desafíos tan nombrados entre el rey don Pedro y Carlos de Anjou, rey que fue de Sicilia, el conde de Urgel fue uno de aquellos cuarenta caballeros que en nombre del rey don Pedro, y por su parte, habían de jurar que cumpliría el rey todo lo que con Carlos estaba concertado, en razón de sus desafíos, so ciertas penas que refieren los autores que cuentan estos desafíos.
Fue asímismo uno de aquellos cien caballeros que el rey don Pedro escogió para combatir con el dicho rey Carlos y con otros tantos que habían de venir con él al desem*
aplazado en la ciudad de Burdeos, del reino de Francia * poseída entonces de Eduardo, rey de Inglaterra.
En aquel general entredicho que puso el pontífice *Martín en todas las tierras del rey don Pedro y de sus vasallos * los estados del condado de Urgel fueron de los más *trabajados, y duró mucho tiempo que no se ministraron otros *sacramentos, sino el bautismo a los que nacían, y la penitencia a los que morían: solo se permitía en las iglesias catedrales y colegiales una vez cada semana celebrar misas, para renovar la santísima Eucaristía para los que estaban en peligro de muerte, y esto era cerrados los templos.
Cuando Felipe, rey de Francia, hijo de san Luis, entró en Cataluña para la conquista de ella, jamás dejó las armas para defensa de ella y del rey, a quien siempre asistió; y fue
uno de aquellos caballeros que aconsejaron al rey, después de haberse fortificado en la villa de Peralada, que se saliese de ella, por no estar aquella villa para poderse defender
del ejército del rey de Francia largo tiempo, porque supo que había trazado el rey don Jaime de Mallorca, cómo el rey y el conde don Armengol y los demás estaban allá vinieran en poder del rey de Francia.
Menos faltó en los reencuentros que tuvo el rey con los franceses, cerca del cerro de Tudela, el día de Nuestra Señora de Agosto de este año 1285, en que el rey se vio en grandes peligros. De esta manera le fue sirviendo, hasta que murió, que fue a 10 de noviembre de 1285, en Igualada. (como Fernando I, el de Antequera)
Muerto el rey, fue a visitar la ciudad de Balaguer y demás pueblos de su estado, y arregló el regimiento de ellos, porque con las continuas guerras hubo en el principado de Cataluña necesitaban todas aquellas tierras de su presencia.
No estuvo mucho tiempo allá, porque el rey don Alfonso *, hijo del rey don Pedro y sucesor suyo en la corona, le *llamó, porque él y todos los demás caballeros de su corona asistieran a las exequias había de hacer al rey, su padre, en el monasterio de Santas Cruces, donde fue sepultado, *ara el mes de febrero de este año 1286.
Por estos tiempos, y por ser muerto el gran rey don Pedro, suscitó el vizconde de Cardona algunas pretensiones que *venían de años atrás, sobre algunos lugares y castillos del condado de Urgel; el vizconde rompió las treguas que había entre los dos, y el conde de Urgel le desafió, y *la uno de ellos llamó en su favor a sus valedores, y se
*citaron grandes bandos que de cada día se iban encen*ndo, y el rey, que de Valencia había de ir a Huesca, vino a Cataluña y los dejó en paz.
En la conquista del reino e isla de Menorca, sirvió al rey don Alfonso con quinientos infantes y grandes sumas de * y cebada, en socorro de la armada real que pasó a aquella isla.
Cuando el rey prometió dar libertad a Carlos, príncipe de *o, hijo del rey Carlos, que lo fue de Sicilia y estaba * en estos reinos, dio por rehenes al rey de Inglaterra, * intervino en aquel negocio, al infante don Pedro, su hermano, a los condes de Urgel y Pallars y al vizconde de Cardona.
Muerto el rey don Pedro, su hijo, el rey don Alfonso * fue continuando las empresas a que aquel gran rey no *pudo dar fin: para apartar de estos reinos a los enemigos, pa*
las conquistas de Mallorca, Menorca e Iviza; tuvo guerra con el rey de Castilla, y en la mar sustentaba gran armada, que gobernaba el almirante Roger de Lluria. Era * rey de natural liberal y dadivoso, por donde le quedó el nombre de franco, y así le nombran comunmente, para diferenciarle de los demás Alfonsos. Esta naturaleza del rey conocieron todos los barones y demás vasallos suyos, y *abusaron de ella: el rey no sabía negar cosa que le pidiesen, y * lo que daba le parecía poco, medido con su deseo; no *
ninguno de los que le cortejaban, que no saliese med* y rico. Obligaban al rey (a más de su natural) a ser ta* liberal y franco, la gran necesidad tenía él de sus vasallos, * notable perjuicio le había de ser, si le dejaban; y ello* entendían así, y le vendían muy caro el servicio que le hacían.
Entre muchas mercedes que hallamos en sus registros, * una en favor del conde Armengol, que, sacada de su *nal, dice así:

Noverint universi quod Nos Alfonsus dei gratia rex Arago* Majoricarum et Valentie ac comes Barcinone attendentes * vos nobilis Ermengaudus comes Urgelli exibuistis illustri* domino regi patri nostro inclite recordationis et nobis * grata et idonea servitia et quotidie exiberis et que de vob* posterum speramus idcirco concedimus vobis quod habeatis * et vestri comitatum Urgelli cum omnibus pertinentiis et ju* universis ad feudum prout nobilis Alvarus pater vester quondam comes Urgelli ipsum comitatum habebat et tenebat ad feudum pro domino rege avo nostro sic quod vos et vestri ipsum comitatum castra et alia loca ipsius comitatus teneatis pro nobis ad feudum sub illa conditione sub qua dictus pater vester ipsum tenebat pro dicto rege avo nostro. Salvamus igitur nobis et successoribus nostris integre jus quod pertinebat dicto domino regi Jacobo in comitatu predicto tempore quo vivebat dictus Alvarus pater vester revocantes de presenti ex certa scientia instrumenta conveniencias atque pacta inita inter dominum reem * patrem predictum ex una parte et vos seu nobilem Rogerium Bernardi comitem Fuxiensem nomine vestro ex altera super restitutione dicti comitatus et vicecomitatus Agerensis vobis facta per ipsum dominum regem patrem nostrum que quidem instrumenta convenientias et pacta inita carere volumus omni robore firmitatis: salvo tamen nobis et successoribus nostris in
predicto comitatu jure nobis pertinente et pertinere debente prout superius est jam dictum. Absolventes nihilominus de presenti omnes ricos homines milites et alios in dicto comitatu et vicecomitatu habitantes ab omni homagio et sacramento quod dicto domino regi patri nostro fecerunt ratione dictorum instrumentorum convenientiarum et pactorum initorum inter ipsum dominum regem patrem nostrum ex una parte et vos seu comitem Fuxiensem nomine vestro ex altera super restitutione dicti comitatus et vicecomitatus. Non tamen intendimus ipsos absolvere ab illo vinculo quo tenebantur dicto domino avo nostro tempore dicti nobilis Alvari patris vestri. Data Osce XII kalendas julii M.CC.LXXXVI. (1286)

Después, a 7 de las calendas de julio, se despacharon letras, absolviendo a todos los del condado de Urgel de todo sacramento y homenaje prestado al rey su padre, por razón de los instrumentos y concesiones hechas entre el dicho rey su padre y los condes de Urgel y Foix, sobre la restitución del condado de Urgel.
Eran estas y las demás donaciones muy por fuerza; por eso, estando el rey en su palacio real de Tarragona, con el mayor secreto le fue posible, a las idus de diciembre del año 1287, siendo testigos de ello Pedro Marqués, (P. Marquesii) su secretario, y Juan Sabata, juez de su casa y corte, mandó a Miguel Boter, notario de Tarragona, tomase auto y memoria de las donaciones y mercedes había hecho por fuerza contra su voluntad, y entre ellas, dice, donationem factam nobili Ermengaudo comiti urgellensi de quibusdam castris et juribus ipsius comitatus; y porque entendiesen mejor su intención, declara ser inválidas y contra su voluntad aquellas en que faltan estas palabras: gratis et spontanea voluntate et ex certa scientia; y pareciéndole que con esta primera declaración no quedaba bien explicada su voluntad, estando en Barcelona, a 17 de las calendas de abril de 1288, siendo testigos el dicho Pedro Marqués y Bernardo Guillen y notario Pedro Marc, con el mismo secreto, hace memoria de muchas mercedes y concesiones, entre ellas, donatio quam fecit comiti Urgelli de comitatu Urgelli; y dice haberlas hecho *inverec
petentium inhiatione et impressione et non motus de propria voluntate sed nimia impressione petentium, y siendo de menor edad, en caso que no le era lícito disminuir el real patrimonio; que su intención era, cuando tuviese oportunidad, revocarlas públicamente, porque todo lo hecho era con temor que los donatarios no le fuesen contrarios en aquellas guerras o estorbo en sus empresas.
No debieron ser, a lo que se puede conjeturar, estas revocaciones tan secretas, que no llegasen a noticia del conde, porque después de hechas, no hallo que asistiese al rey ni le sirviese como de antes; sino que todo el tiempo que vivió el rey, *asta 18 de junio de 1291, vivió retirado de la *casa real.
* el rey don Alfonso, heredó los reinos de la corona * don Jaime, rey de Sicilia, su hermano, que llama*uroso, el cual dejando aquel reino a don Fadrique * hermano, se pasó a Cataluña. Las cosas más notables * acontecieron al conde y condado de Urgel, conti*, según las he hallado en las memorias y regis*te rey.
*e las idus de mayo de 1297, reconociendo el *rvicios del conde y de sus pasados, estando en Va* confirmó la donación que a 12 de las calendas de *1286 le hizo el rey, su hermano, del condado de *clarando nulas cualesquier revocaciones que hubiese *icho rey, y en caso que pareciesen, quiere sean de *uerza o valor.
* mismo año le nombró el rey por juez, para de* juntamente con el maestre del Templo y el vizconde de Cardona, las diferencias había entre los pretenso* ndado de Pallars, que fueron tales, que pusieron * encender crueles guerras en estos reinos.
* en el mes de agosto del año 1298, el rey don * embarcó su gente en la marina de Pati, en la *Sicilia, se le rindieron, entre otros, el castillo de * el cual se volvió después a la obediencia del rey *.
El rey, o sentido de la mudanza, o porque le im*uella plaza, envió para tomarla al conde de Ur* na buen número de soldados, y la combatió por * hasta llegar a darle asalto; pero fue poco afor* porque los paisanos con piedras, vigas y armas, se defendieron animosamente, de manera que obligaron * conde y a su gente a haberse de retirar, dejando del to* el castillo; y pensando los de dentro que el conde había *ido por más gente, para dar más recio el combate, desampararon la plaza, la cual quedó vacía de gente, así de la del rey como de los enemigos, de la manera que en nuestros días
aconteció en el campo de Leucata, en el año de 163* cuando se retiró el duque de Cardona, dejando todo bagaje y artillería.
Fue esta misma campaña poco favorable al vizconde de Ager, hermano del conde, el cual, con don Berenguer y * hermano don Ramón de Cabrera, capitaneando un buen número de gente que estaba bajo de sus banderas, corrieron las campañas de Petra Percia, con pensamiento de tomar * los sicilianos, sus enemigos, todo lo que hallasen por aquellas comarcas; de lo que teniendo noticia don Blasco de Alagón, capitán del rey don Fadrique, puso su gente en celada, en un lugar llamado Jaretania, y acometiéndolos en un paso estrecho, por todas partes, en una noche muy tempestuosa de 
relámpagos y truenos, fueron desbaratados * presos, y llevados a Catania y presentados al rey Fadrique (Federico, Frederic) * los capitanes y cabos fueron llevados con buena guarda, * los demás ensartaron atándoles a todos en una larga cuerda * y así los entraron en aquella ciudad. 

En el año 1299, cuando el rey pasó a Italia, fueron con él el conde y don Álvaro, su hermano; y en el mes de mayo, cuando a instancia del rey Carlos dio libertad a
Berenguer de Entença, prometió que en diez años no tomaría las armas contra el rey Carlos, so pena de dos mil marcos de plata, que era suma notable en aquellos tiempos. Dio por *fianza al conde, a don Guillen de Entença, su hermano, a Ramón de Cervera y a Pedro Giménez, obligándose cada * por quinientos marcos.
En este tiempo, en las batallas navales que tuvieron él y *rey, y su hermano don Fadrique, en que fue herido el * de Aragón, murieron don Álvaro y don Berenguer de *Cabrera, y don Arnaldo, su hermano; y entonces el vizconde de Ager volvió a unirse con el condado de Urgel, y el * fue conde de Urgel y vizconde de Ager, porque no *daron ningunos hijos de don Álvaro, aunque fue casado * doña Sibilia de Cardona. Esta Señora murió a 11 de
las calendas de setiembre (no dicen las memorias que he * de qué año) y está sepultada en el real monasterio de *Poblet, sobre la puerta que pasa de la iglesia al claustro, *ce la memoria que era hermana de Ramón Folc, vizconde de Cardona, y dejó fundado, entre otras pías instituciones, un aniversario en la iglesia del monasterio de San *ente, de la villa de Cardona, celebrador perpetuamente * mismo día que murió.
En el mes de febrero de este mismo año declaró el rey, * la remisión y venta había hecho en favor del principado de Cataluña del derecho llamado bovaje, no fuese en perjuicio ni diminucion del que el conde solía recibir de sus *vasallos, porque si es que tal derecho le compita, su inten* solo era remitir y vender lo que él recibía, sin perjudicar al conde, el cual, aunque le recibía en algunas partes, no * era debido, y así, después de muerto, sus albaceas lo *restituyeron, como veremos en su lugar. Esto pasó en la ciudad de Barcelona, en las nonas del dicho mes del año 1299, *ante Ponce Hugo, conde de Ampurias, Ramón Folc, vizconde da Cardona, Hugueto de Mataplana, conde de Pallars, don Guillen de Entença y don G. de Anglesola.
El mismo día, delante de los dichos, confirmó al con* todas las donaciones, privilegios y concesiones le había hecho el rey, su hermano, y quiere sean firmes y válidas, así como lo eran antes de la celebración de las últimas cortes; por razón de lo hecho en ellas, no quiere sea de perjuicio al conde. El haber tenido noticia de las revocaciones había hecho el rey don Alfonso, siempre le tenía con recelo * sospecha.
En las cortes celebró el rey don Jaime en el año 1300 se hizo una constitución, que es la sesta, título de accione * y obligaciones, que habla del conde Armengol.
Fundóse por el rey don Jaime, este año de 1300, el estudio general de Lérida, (universidad) de quien en otra parte se hace larga mención.
Asímismo en este año, siendo viudo el conde de doña Sibilia de Moncada, hija de don Pedro de Moncada, y no teniendo hijos de ella, casó con doña Faydida, dama francesa, hija de Jordan, quinto de este nombre, vizconde de Illa (Dilla, D´Illa), y de madama Guillerma de Durfort, caballeros muy principales del reino de Francia; y hallo memoria como en dicho día el padre de la condesa y sus hermanos, Bernardo Jordan y Jordan de Illa, confesaron deber al conde Armengol cuatro mil quinientas libras *turonensium parvorum. Era este linaje muy antiguo y principal en el reino de Francia, y descendían de los condes de Tolosa: escribe de ellos Arnaldo Oihenarto, autor francés, en su Notitia Vasconiae, libro lleno de gran erudición y verdad.
* año 1307, a 4 de los idus de marzo, siendo tes* ello Guillen de Anglesola, Guillen de Moncada, * Ribelles, Bernardo de Bibelles, Berenguer de *, Hugo de Cardona, arcediano de Barcelona, *er de Sarriá, almirante, se concordaron el rey * de sobre la jurisdicción de algunos lugares con* con el condado de Urgel. El caso fue, que los * y otros oficiales reales de Lérida, Tárrega y Cer*an del mero y misto imperio en los lugares y cas* La Morana, Concabella, Hostafranchs, Riber, *Garayó, Montalé, Lo Canós, Queralt, Conil, Riudo*, Figuerosa, Luçá, Altet, Claresvalls, Cespigol, *Tornabous, Castelladral, Montclé, Roda, Lyll, La Foliola, Val* apçenic, Lo Pual, Guaten, Belvis, Termens, Çafa*galls, Ceteró, Spallargues, Florejáchs, Les Siges, * Belver, Ratera, Ganalon, Orçó, Besaldú, Alma*ascó, Ballestar y Castellserá, y el conde pretendía * él. Sobre la cognicion de esto nombró el rey por * Pedro .... , obispo de Lérida, y a Juan de *, capiscol de aquella iglesia, para que averiguasen *jercían estas jurisdicciones en tiempo del rey don * primero, y de don Álvaro, padre del conde; y * hay un proceso de testigos en el real archivo de *Barcelona.
Después cometió el rey esta causa a Berenguer *guers, arcediano de Urgel, y a Ramón de Penyafrac*lo de Lérida, que fue subrogado en el lugar del *po. Sobre esto se hicieron grandes averiguaciones, * el conde de ello, por evitar pleitos, que ya en *pos eran tan largos y enfadosos como usan hoy, *do en manos del rey, porque escogió antes alcanzar su derecho por vía de gracia y merced que de justicia * nombró por esto algunas personas que le hicieron relación de todo, y entonces hizo el rey merced al conde de la *íntegra
jurisdicción de los lugares de La Morana, Florejac*, Siges, Spallargues, Concabella, Hostafranchs, Ratera, Orç* Montalé, Castellserá, Ballestar, Bellvis, Tarascó, Almaç*
Besaldú, La Foliola, Valvert, Castelladral, Tornabous, Cespigol, Lo Pual, Xarapçenic, Çafaretg y Guaten, concediéndole la misma jurisdicción que tiene en el condado de Urgel
y declara que esta concesión no sea en perjuicio de * derechos y jurisdicciones que en dichos lugares *tuvieran otros, y que el conde lo haya de tener todo en feudo, * como tiene la ciudad de Balaguer y las otras jurisdicciones * y él lo aceptó todo. Está este auto con los sellos del rey * del conde pendientes: el del conde es de cera colorada con su figura a caballo, armado de todas piezas, con un escudo en la una mano de sus armas, y espada desnuda en la otra, silla y estribos de armar a la antigua, encubertado * caballo de paramentos jaquelados, y con unas letras por * orla, que dicen: Sigillum Ermengaudi comitis urgellensis; los listones do pende el sello son de seda amarilla y negra * tejidos a jaqueles como son las armas de Urgel; y el *sello o signum del conde es el que los condes de Urgel han usado siempre como a señal propio y particular de ellos.
A 14 de las calendas de setiembre de 1311 se decl* sobre la pretensión que tenía Ramón de Vilalta, rector de Balaguer, que la notaría o escribanía de aquella ciudad era suya y de la iglesia de Balaguer, y que el escribano de la corte del conde podía hacer las escribanías judiciales o procesales y los autos de los negocios pertenecientes al conde y a sus oficiales, y no otros, y que a solo el notario de dicho rector e iglesia pertenecía hacer escrituras públicas; y después, a 13 de las calendas de noviembre de 1331, el rey lo confirmó en Tortosa.
Con cuidado he visto los registros del rey don Jaime que están en el real archivo de Barcelona, y hallo que uno de los caballeros que más asistieron a aquel rey en las ocasiones de paz y de guerra, fue el conde, el cual por eso y continuos servicios fue muy estimado y preferido a muchos señores de sus reinos y señoríos.
El testamento del conde se otorgó en la villa de Camporells, del condado de Ribagorza, donde se era retirado, para gozar de buenos y saludables aires: allí le apretó la última enfermedad y acabó la vida. Tomólo Arnaldo de Gerona, notario de Balaguer, a 10 del mes de julio del año 1314; y en él ordenó de sus cosas en esta manera: que si quedare hijo varón, que sea heredero, y a la hija que en tal caso dejare, lega diez mil áureos; y si quedaren dos hijos varones, al mayor deja heredero, y al otro aquello que, por derecho de legítima, le perteneciere: si quedare una hija sola, la nombra heredera, y si muchas, heredera la primogénita, y diez mil áureos a cada una de las demás; y no quedando hijos, ordena y quiere que sus albaceas, que eran fray Ramón de Trebailia, obispo de Urgel, del orden de San Benito, Guillen de Moncada, tío y consanguíneo del testador, Bernardo de Peramola, señor de Peramola, Bernardo de Guardia, caballero, y Arnaldo de .... de
Balaguer (a quien nombra baile general de todas sus tierras, tanto cuanto tiempo estuviesen en poder de los testamentarios, confirmándole la gracia le había hecho de la
*bailía de Balaguer, y a quien encarga muy en particular * el manejo de la ejecución de su testamento y marme* con plenísimo poder), ejecuten y cumplan su testamento *siguiendo en todo el consejo y parecer de fray Bernardo Pi* la orden de San Francisco, conventual de Lérida, * muerto, del guardián que fuere de san Francisco de Lérida, y dando forma a su disposición, manda que vendan el condado de Urgel y vizcondado de Ager al rey don Jaime de Aragón, por precio de cien mil libras jaquesas, y a más de ellas, haya de dar a la condesa Faydida, su mujer, *por dote y esponsalicio, quince mil libras barcelonesas, a *
deja también mille aureos alfonsinos y todas sus joyas * recámara de ella, para que pueda hacer a su voluntad * albedrío, y que el rey haya de casar al infante don Alfonso * su hijo segundo, que después fue rey, con doña Teresa de Entença, y tomar armas de Urgel, sin mezcla algu* intitularse conde de Urgel, y asímismo cualquier que *viniere a suceder en dicho condado y vizcondado. Era doña Teresa hija de don Gombaldo de Entença y de doña *Constanza de Antillón, su mujer, que era hija de Sancho de Ant* y de doña Leonor, hermana del testador, por parte de padre, y no de madre, porque ella era hija de doña
Constanza de Moncada, y él de doña Cecilia de Foix.
Era este linaje de los Entenças muy antiguo y prim* en Aragón, y eran ricos hombres de natura y de gran * tuvieron señorío de honor en Zaragoza, Calatayud y T* y fueron muy estimados de los reyes. Fue esta casa de las más ricas de la corona, y hubo en este linaje muchos *varones principalísimos, que tuvieron muy gran parte en la conquista de los reinos de Valencia, Cerdeña y Sicilia y otros.
Sus armas eran un escudo de oro, con la cabeza negra.
En Cataluña y en las orillas del Ebro hay otra baronía que llaman de Entença, que fue de los duques de Cardona; pero es diferente de la baronía de Entença del reino de Aragón, que consiste en los pueblos que diremos después, en el capítulo siguiente.
En caso que el infante don Alfonso, hijo primogénito del rey, muriese antes de casar doña Teresa con él, quiere que esta case con el infante don Pedro, hijo tercero del rey don Jaime, que después casó con doña Guillerma de Moncada; y en caso que muera doña Teresa antes de casar, quiere que case don Alfonso con doña Urraca, su hermana, que después casó con Arnaldo Roger, conde de Pallars, hijo de Hugo de Mataplana, que sucedió a la condesa Saurina en aquel estado; y faltando Alfonso y Teresa, quiere que case el infante don Pedro con doña Urraca; y si antes de casar faltaren las dos hermanas Teresa y Urraca, llama al condado y vizcondado al infante don Alfonso, y él muerto, a don Pedro, obligándoles a que en su debido tiempo se hayan de casar; y si Alfonso viniere a ser rey de Aragón, como lo fue, quiere que suceda en el condado y vizcondado su hijo segundo. Revoca una donación que él y Álvaro, su hermano, años atrás habían hecho al
conde de Foix, que después movió harto ruido, como veremos en su lugar, ante Arnaldo de Gerona, notario de Balaguer, por muchas razones, y en particular por ser mayor de quinientos escudos, y carecer de los requisitos que el derecho dispone, y porque no cumplió ciertas cosas a que era obligado, y no le tenía buena correspondencia. Declara
también y quiere que sean revocados unos codicilos * antes de pasar el rey a Sicilia había otorgado, a 5 de los idus de julio de 1298, en que ordenó que, muerto Álvaro, su hermano, sin hijos, fuese heredero el conde de Foix, *con tal que estuviese en gracia del rey, y cuando no, le priva * la herencia, porque no quiere goce de sus bienes *hombre que no fuese muy servidor y buen vasallo del rey, y lo *repite dos veces.
Escogió su sepultura en el monasterio de Nuestra Señora de Bellpuig de las Avellanas, del orden Premostratense, * entiendo ser suyo un sepulcro muy suntuoso con un *simulacro sobre la tapa de la tumba, que está en la capilla * Cristo de la dicha iglesia, a la parte del evangelio; y dejó *para el gasto de las funerarias cien escudos, y sus armas y caball* y si no le tiene, quiere que sea comprado uno de valor * mil sueldos acrimonteses; y para reparar los edificios * aquel convento, mandó mil áureos, y dos mil en enmienda
de los daños o tuertos hubiere hecho al dicho monasterio * a sus cosas, a conocimiento del dicho su confesor, de *fray Pedro Olivon, del orden de predicadores, del maestro
Ramón Vilalta, rector de Balaguer, y de Berenguer Sala, *letrado de Lérida, a quienes, antes de morir, dio facultad * plenísimo poder para juzgar, conocer y enmendar y *mandó
restituir cualquier injurias, agravios, dineros u otras cosas cualquier cosas a que estuviese obligado en conciencia, *como realmente lo hicieron, y pasó el conde por lo que ellos
*saron, al revés de aquellos que de todas sus cosas *aguardan la enmienda para después de muertos, como * sus albaceas hubieran de saber mejor sus obligaciones y cargos, que ellos mismos que las hicieron; y mandó asímismo fuesen pagados los legados y dejas de sus pasados.
A su confesor legó cincuenta morabatines, para que los reparta en limosnas; y a los monasterios de Poblet y de las Franquesas, que era de monjas cistercienses y estaba en la vega de Balaguer, deja a cada uno, en enmienda de sus pecados y de sus mayores, mil morabatines, y quiere que las monjas de las Franquesas hayan de comprar bienes raíces en aumento del convento.
Al monasterio de Trago dejó doscientos morabatines; y quiere que si fuese declarado ser deudor a los dichos tres monasterios de Poblet, Franquesas y Trago, por razón de
injurias o daños causados a ellos o sus cosas, sean en pago de ello, y cuando no bastaren, sea hecho debido cumplimiento, según fuere tasado por los dichos nombrados para descargar su conciencia.
A los monasterios de Vallbona, Pedregal, Vallsanta y Bonrepós, dejó cincuenta morabatines a cada uno, y doscientos a la iglesia de Nuestra Señora de las Parrellas, junto a Balaguer,
Al monasterio de Nuestra Señora de Monserrate quiere sea hecha una campana de valor de cuatrocientos morabatines, y que de ciento cincuenta morabatines sea creado un
censal de pensión de diez quintales de aceite, o de cien sueldos acrimonteses, para que ardan diez lámparas perpetualmente en aquel monasterio.
A las monjas de los conventos de Santo Domingo y San Francisco de Lérida, deja doscientos morabatines a cada uno, y así a los dichos dos monasterios, como a los de
la Merced y Trinidad para rescatar cautivos, a la obra de la iglesia de Santa Eulalia de Agramunt, a Santa María de Pons, y a la iglesia de Albesa, y a la de Serriols y de Monmagastre, treinta morabatines a cada uno; a la iglesia * Seo de Lérida, setenta áureos para la obra; a la iglesia de Santa María de Salas, para ornamentos, cien *morabatines a Nuestra Señora de Almata, que era la iglesia *mayor de Balaguer, dejó cien morabatines, y otros cien a la cofradía * aquella, de la cual dice ser él cofrade, para que de ell* compre un censal; a la obra de san Salvador de Balaguer cuarenta morabatines, y a las iglesias de Nuestra Señora de Gualter, San Pedro de Pons, y Agramunt, cien morabatines a cada una, para cálices, y veinte a san Pedro de *Ager * Nuestra Señora del castillo de Farfanya; y a cada iglesia, *hospitales de sus tierras y señoríos, dejó a cada uno *
morabatines para cálices; a Santa Quiteria de Ayre, en *Gascuña, in cujus commenda, dice, nos sumus, deja setenta morabatines; y finalmente, que para satisfacción de sus pecados, hayan sus albaceas de distribuir diez mil *morabatines de oro alfonsíes en limosnas a los pobres del condado y otros señoríos del conde.
A don Guillen de Moncada dejó quinientos morabatinos, y a los demás, a Berenguer de Morello, Pons de Casti* a Jacinto, sobrino del conde, hijo de Pedro Martínez, * a cada uno; y así mismo a muchos caballeros y *servidores suyos, que nombra en su testamento, hace diversos *legados y mandas.
Quiere que sean fundados cinco perpetuos aniversarios * uno en Almata, otro en Ager, otro en Agramunt, otro en Pons, otro en Bellpuig, y deja, para fundación y *dota de ellos, doscientos cincuenta morabatines, y que le * de celebrar tal día como aconteciere el morir: y que Ager, Balaguer, Pons, Agramunt, Albesa y Castilló sean fundados seis cirios, de peso de una libra de cera cada uno, para llevar delante del santísimo Sacramento, cuando fuere a los enfermos, y que sea hecho un censo perpetuo de seiscientos sueldos, para vestir pobres en Pons, Balaguer y Agramunt.
Y aunque es verdad que todas estas instituciones fueron muy señaladas y pías, el día presente hay poca memoria de ellas, así por haber subido el precio de las cosas, como por haberse perdido muchas de las rentas se fundaron para ellas. Lo que es más notable y duradero es la fundación del monasterio de Predicadores de la ciudad de Balaguer, que
mandó fuese edificado en la huerta o llano de Villanueva, cerquita del cabo de la puente del río Segre, delante de la ciudad de Balaguer, uno de los mejores y más apacibles sitios de Cataluña; y ordena que le sean comprados libros, cálices de plata, cruces, paños y cualesquier ornamentos, y todos los demás aparamentos y aderezos que fuesen necesarios, y un censal de mil y quinientos sueldos de renta cada año, y le diesen la agua fuese menester de la acequia que pasa junto aquel puesto, y que hayan de vivir en él un prior y doce frailes: este convento no se edificó hasta el año 1323, y para ello alcanzó el rey don Jaime una bula del papa Juan XXII, dada en Aviñon, en que dio licencia paras esta fundación. Es obra y edificio muy suntuoso y bien labrado, todo de sillería, muy grande y capaz, con muchas y muy buenas capillas, y dos claustros muy grandes y espaciosos: hay buenos dormitorios, y todos los cuartos y oficinas necesarias para un gran convento y de los mejores de la Corona; pues anduvieron en este edificio tan liberales los testamentarios como el conde, si viviera. Hay en la iglesia muchas sepulturas de caballeros de la ciudad de Balaguer y condado de Urgel: en la capilla de san Pedro, mártir, hay una caja * mármol, muy bien labrada, larga cuatro palmos, y en la *dra que la cubre dos figuras que denotan ser de m*chos hijos del rey, con sus coronas en las cabezas y esp* en las manos; las almohadillas tienen bajo sus cabezas es* sembradas de escudos muy pequeños, unos con los palos * Cataluña, otros con las armas de Entença, señal cierto * de los hijos de los infantes don Alfonso y doña Teresa de Entença. El año 1636 algún curioso movió la tapa y * halló dentro de la caja cosa alguna: pudo ser que el *tiempo *que ha pasado desde doña Teresa de Entença hasta el d* año, que son más de trescientos años, haya consumido *aquellos cuerpecitos, o que de allí los hayan mudado a *Poblet o Almata, donde dice el rey don Pedro en su historia que tienen sepultura sus hermanos, que todos fueron *hijos de doña Teresa.
Este convento, aunque de esta vez quedó tan magníficamente edificado, el año 1413 fue muy maltratado de la *gente de guerra del rey don Fernando el primero de Aragón cuando asedió en aquella ciudad al último conde de Urgel * y se alojó en el convento el tercio del duque de Gandía, y *recibió mucho daño de la casa fuerte de la condesa, que *estaba vecina a aquel lugar, aunque después se reparó el *daño recibido, mandando el rey que Hernando de Bardaxí, *ector general del condado de Urgel, pagase dos mil * florines de oro de Aragón, para reparo de este *convento que de la guerra quedaba muy arruinado. Despachó el rey *esta orden en Montblanc, a 3 de octubre de 1414. Han *salido de este convento insignes religiosos en santidad y letras: uno de ellos fue fray Bartolomé de Panadés, lector de Sentencias en el sacro palacio, y después provincial de la Corona, y fray Bartolomé de la Rápita, que también fue provincial; y se han celebrado en este convento cinco capítulos provinciales, y seis congregaciones.
Continuando la disposición del testamento del conde, reconoció y declaró, que él ni sus antepasados no tenían bovaje ni monedaje en los hombres de sus lugares, ni en los vasallos de las iglesias del condado, ni en otras personas; y reconociendo y confesando que todo lo que por ello había recibido era injusto, quiere que sea plenariamente restituido a aquellos de quien lo había exigido.
A los vasallos manda obedezcan a sus albaceas en todo, correspondiendo con ellos, así como a él mismo, si viviera. Y porque fuesen conservadas a sus vasallos sus franquezas
y privilegios, manda, que antes que su heredero o su sucesor, cualquiera que sea, reciba el homenaje y juramento de sus vasallos, les apruebe y confirme plenísimamente, y con
auto público, todas las libertades, inmunidades y privilegios, en especial o en general por él y sus pasados a ellos concedidos; y si aquellos a quien tocare ejecutar su voluntad fueren en cumplirlo descuidados, ruega al obispo de Urgel les obligue a ello, y suplica al rey no lo impida; y que si alguno moviere pleito contra lo contenido en este su testamento, haya de perder lo que le manda, aunque sea su heredero, e instituye los pobres de Jesucristo nuestro Señor. Ratifica asímismo la donación había hecho a Bernardo de Foix, del lugar de Vilaplana, y a Ramón de Mur de ciertas rentas junto a Balaguer.
Tuvo el condado como cuarenta y seis años, y fue el último de los condes de la casa y linaje de Cabrera, que señorearon aquellos estados de Urgel y Ager, y que tanto trabajaron por poseerlos pacíficamente. Poseyéronle, con cortas interrupciones, por espacio de ciento y seis años, que tantos pasaron desde la muerte de Armengol, el octavo, en 1208, hasta la de este conde, y a la postre se acabaron así como los demás señoríos del mundo.


miércoles, 25 de diciembre de 2019

CXLVIII, 14


CXLVIII
Num. 14.

In Dei nomine. Ego Raimundus Dei gratia comes barchinonensis et princeps aragonensis excomuto tibi Sancie et filio tuo Bernardo de Bellog illas meas domos que sunt juxta triliam canonice quas hucusque tenuit per me Guillelmus Tabernarius unde anuatim tres mancussos persolvebat: et sicut predicte domus terminantur ab oriente in ipsa tenedone quam Arnallus de Begnols tenet per comitem a meridie in orto et tenedone quem Guillelmus Tabernarius tenet per comitem ab occidente in domibus Arnalli Ferrarii quas tenet per comitem a circio in ipsa platea civitatis sic excomuto vobis suprascriptis cum ingressibus et egressibus suis ac de meo jure in vestrum trado dominium et potestatem proprium et francum alodium ad omnem voluntatem vestram inde perficiendum. Accipio quoque a vobis pro hac jamdicta excomutatione totum ipsum vallum de castello novo Barchinone cum omnibus domibus que ibidem sunt: que domus terminantur ab oriente in domibus que fuerunt cujusdam judei Abotaib et in carrera et a circio similiter in via qua itur ad portam civitatis et ab occidente in muro et in curtale jamdicti castri et a meridie in domibus et in orto quas tenet Petrus clericus.
Et ego Raimundus comes jamdictus ero vobis garent contra omnes homines et feminas de predicta excomutatione sine engan. Si quis autem hoc disrumpere temptaverit. - Sig+num Ramun.... - Sig+num Guillelmi de Castrovetulo. Sig+num Arberti fratris ejus. Sig+num Petri Arnalli.

Nota: a circio: a cierzo, noroeste ?
platea: plaza.
Excomutatione: permuta, conmutar ?
Sig+num
Ramun.... Ramundus, Raimundus comes.

jueves, 14 de marzo de 2019

Libro décimo tercero

Libro
décimo tercero (
tercio)






Capítulo
primero. Como vinieron al Rey embajadores de Xatiua y otras partes a
pedir treguas, y serle tributarios, y como se partió para Mompeller.






Contado
habemos en los dos libros precedentes el trabajado cerco, y
triunfante entrada del Rey en la ciudad de Valencia: la reedificación
y fundación de su catedral e iglesia; el repartimiento de sus casas
y heredamientos: la traza de su ensanchamiento y calles; el
establecimiento de sus leyes y fueros: con el largo discurso de los
ingenios y costumbres de su gente: conviene que hablemos de lo que
queda por conquistar del Reyno. Y pues hasta aquí se ha tratado de
la conquista de las dos regiones del, la primera de los Ilergaones,
desde el río de la Cenia hasta el río Mijares: la otra de la
Edetania, desde este río hasta el Xucar: pasemos a la tercera
región, que comienza del Xucar hasta Biar a los confines del Reyno
de Murcia
, y se llama la Contestania. Tiene esta región al oriente
la mar, al mediodía el Reyno de Murcia: confina con Castilla al
poniente, y a la parte de Septentrión se cierra con el Xucar y
Valencia. Es tierra fertilísima, y de muchas y bien fortificadas
villas y lugares poblada. De los cuales algunos se tomaron a pura
fuerza de armas, por ser de gente belicosa: otros con paciencia y
porfiado cerco: otros con industria y arte: finalmente muchos,
convencidos por la buena fama y opinión del Rey, voluntariamente se
le rindieron. Entre todas la ciudad de Xatiua era y es el más
principal pueblo y cabeza de esta región, a una jornada de Valencia.
La cual además de ser muy próspera, y de más noble morisma que la
de todo el Reyno, era sobre todo muy fortificada, y la que con las
disensiones de Zeyt Abuzeyt con Zaen, se había apoderado de su
gobierno, y vivía como Repub. por si, puesto por su principal
gobernador el Alcayde. El cual con los principales de ella, como
viesen los prósperos éxitos (
successos)
del Rey en la presa de Valencia con las demás del Reyno, y que se
determinaba en pasar adelante la conquista hasta quedar con todo:
deliberó con el parecer de todos, de enviarle sus embajadores: y lo
mismo hicieron los demás pueblos dessotra parte del Xucar, siguiendo
el ejemplo de Xatiua. Los cuales llegados ante el Rey en Valencia, le
suplicaron los recibiese en su gracia y amor, y por sus percheros y
tributarios: y que pues entendían que su ánimo y determinación era
llevar la conquista de todo el Reyno adelante, les otorgase las
treguas que fuese servido, hasta que con el tiempo se acabase con la
ciudad se le rindiese libremente. Lo uno y lo otro hizo el Rey de
buena gana: porque les otorgó treguas hasta que ellos las rompieron:
y se contentó con el tributo que le quisieron dar, aunque del tanto
no habla la historia . Con esto se despidieron del Rey los
embajadores de Xatiua muy contentos de haber visto la benignidad con
que se había tratado con ellos. Pensando los pueblos que estaban de
acá de Xucar que haría con ellos lo mismo, hicieron también su
embajada, pero
debalde,
porque no se pudo acabar con él les concediese cosa de lo concedido
a los de Xatiua, por mucho que se lo suplicaron. Mas aunque no les
dio razón alguna de la diferencia que hacía de los unos a los
otros: se entendió que la tuvo, y consideró muy sabia y
prudentemente. Porque la conquista del Reyno que quedaba por acabar,
no convenía emprenderla toda junta, ni comenzarla por lo más
remoto, sino de poco en poco, y por lo más cercano o próximo
(
propinquo)
a lo ganado. Entendiendo que en hacer treguas con los Moros de
allende el Xucar, y guerra con los de aquende, se alcanzaría más
próspera y segura la empresa, y victoria contra todos. Pues a los de
acá como más propinquos a la ciudad y al cuerpo de las guarniciones
y ejército, sería más fácil romperlos, y con poco trabajo
conservar lo tomado: que no pasar adelante a pelear, sin dejar las
espaldas seguras. Por eso fue de sabio capitán tener a los
desotra
parte del Xucar atados con las treguas, porque no pudiesen ayudar, ni
valer a los desta otra: para que desta manera, casi sin mover el pie
de la ciudad, hiciese guerra a los pueblos vecinos muy al seguro. Por
esta causa amonestó de nuevo a los trescientos y ochenta caballeros,
a quien había dado posesiones y heredamientos en la vega de
Valencia: para que conforme a las obligaciones de estar en guarnición
del Reyno, se mudasen de cuatro en cuatro meses, de manera que el
tercio de ellos estuviesen en perpetua guarda y guarnición de la
ciudad y sus contornos. Por esto, teniendo el Rey fin de hacer alguna
ausencia del Reyno, mandó que acudiesen todos a su palacio, y
venidos ante él, después de haberles dado una general razón del
viaje que determinaba hacer fuera de estos Reynos, y llegarse hasta
la Guiayna, a visitar los estados de Mompeller: los repartió por los
presidios de la ciudad, y otras fortalezas entorno de ella: que
fueron el Grao, Silla, Liria, Chiua, Enesa, y Almenara: nombrándoles
por capitanes, y caudillos a Nasturcon de Belmonte vicario del
Maestre del Temple, a don Berenguer Dentensa, don Guillen Aguilon, y
Ximen Pérez Tarazona, principales del ejército, y de su consejo
Real. A los cuales dispuso por sus cuarteles, y les encomendó mucho
tres cosas. La paz y concordia entre ellos. La guarda y defensa de la
ciudad y Reyno: y sobre todo se guardasen las treguas y conciertos
hechos con los de Xatiua, y los demás del Xucar adelante, mandando a
todos expresamente que en su ausencia, ni se moviese, ni se innovase
cosa alguna, hasta que él volviese, que sería presto. A esta sazón
llegaron los de Xatiua y de sus contornos con el tributo prometido,
que vino a muy buen tiempo para los gastos del camino: con esto
confirmó las treguas y concierto, y despedido de todos se partió
para Mompeller, así por asentar las cosas de aquel estado, por lo
que andaban alborotados y revueltos los nobles con los populares de
la tierra como por sacar alguna buena suma de dinero para suplir los
gastos de su tan continua y costosa guerra.











Capítulo II. De la ida del Rey a Mompeller, y de las pretensiones de
precedencias que hubo en su entrada, y de la queja que Bonifacio
cabeza de los nobles puso contra Narbano gobernador de la ciudad.







La
causa porque el Rey dejó por entonces de proseguir la conquista del
Reyno, y se dio prisa de ir a Mompeller, fue porque recibió cartas
del estado con aviso, que la ciudad estaba muy alborotada
(
albarotada)
y dividida en dos parcialidades de los nobles, y los del pueblo, tan
contrarias entre si, que si no apresuraba su venida, sin duda que
prevalecería la una contra la otra, y de aquí nacerían comunidades
y rebeliones en perdición del estado. Lo cual entendido y bien
creído por el Rey, según conocía los humores de aquella ciudad, se
puso luego en camino, llevando consigo a don Pedro Fernández de
Azagra, y Assalido Gudal, con treinta otros caballeros principales,
con los cuales entrando en una galera bien armada se hizo a la vela,
y con viento próspero llegó en pocos días al puerto más propinco
de Mompeller. Donde los mismos que le escribieron, habida noticia de
su partida, disimuladamente le aguardaban, y como llegase, fue
llevado al Castillo de Larès y muy bien recibido de los principales
ciudadanos de Mompeller, así nobles como populares, que allí
acudieron. Puesto que en la entrada del pueblo, que se hizo con
alguna solemnidad, ciertos ciudadanos de los más nobles y poderosos,
tuvieron a mal, y murmuraron del Rey, porque no se los ponía a su
lado. Señaladamente se sintió dello Pedro Bonifacio nobilísimo y
el más rico de ellos, que era cabeza de bando de la parcialidad
Barcense. El cual se llegó a don Pedro Fernández, y a Gudal, que
llevaban al Rey en medio, y con algún denuedo les dijo, diesen a él
y a su compañero, otro noble ciudadano, el lado del Rey: porque
según costumbre y preeminencia (
preminencia)
de la tierra, tocaba a ellos. Rehusando de darlo don Pedro y Gudal,
mandó el Rey se hiciese lo que Bonifacio pedía: así porque le
parecía era justo, y debido a los naturales y principales de la
tierra, como porque había entreoído murmurar, y estar de ello muy
sentidos, él y los demás principales que allí se hallaban. Y no
era tiempo aquel de causar más novedades de las que en la tierra
había: y así les dieron el lugar y lado del Rey que pedían.
Llegado pues a palacio, luego Bonifacio comenzó a darle grandes
quejas de los magistrados y gobernador de Mompeller (señalando a
Narbano, hombre anciano al cual siendo ciudadano de mediana suerte,
por solo su valor y prudencia se le había dado el gobierno de la
ciudad) los cuales como gente ínfima y popular, por complacer al
pueblo, querían mal a los caballeros y nobles, y se valían de sus
oficios y cargos Reales para perseguirlos hasta echarlos de la
tierra: siendo ellos la fuerza y nervio de la Repub. y que ponían
sus personas y haciendas por la defensa de ella, que por eso el
gobernador entre otros, merecía ser echado del cargo, y castigado
con los demás populares que le seguían, que para la ejecución de
esto, él y los de su bando, y parcialidad estaban muy prontos, y en
orden para servir a su Real persona: solo que por la tranquilidad de
la tierra y autoridad de los nobles, reprimiese la soberbia del
gobernador, e insolencia del pueblo. A esto respondió el Rey, que
agradecía mucho a él y a los nobles el buen ánimo y ofrecimientos
que para servirle mostraban. Que en lo demás del gobernador y pueblo
pondría la mano, y conforme a justicia, haría lo que al beneficio y
sosiego de la Repub. más convenía.












Capítulo III. Que por la acusación de Narbano, fueron Bonifacio y
los nobles citados, y no compareciendo, condenados a muerte y sus
bienes confiscados, y que el pueblo pagó el tributo impuesto.






Después
que Bonifacio propuso sus quejas en general contra el gobernador
Narbano y pueblo ante el Rey, con palabras soberbias y orgulloso
favor de los de su bando, que estaban presentes y mostraban ser en
todo de la misma opinión de Bonifacio, y se salieron de Palacio,
acudió Narbano con algunos principales del pueblo, y descubrió al
Rey la mala vida y disoluciones que Bonifacio y los de su bando
hacían, y los denuestos y deshonestidades que con gran escándalo y
deshonra de muchos buenos ciudadanos pobres habían causado en el
pueblo, con tanto menosprecio de la jurisdicción de los que regían
y de su Real alteza: que habían muchas veces puesto al pueblo en
condición de levantarse por defender la ciudad, antes que los nobles
se alzasen contra ella: según que se carteaban con algunos fuera de
la tierra, para con su favor emprenderla. Para esto dio ciertos
indicios de lo que sobre ello maquinaban los nobles con el favor de
algunos señores y potentados de la Guiayna, que parecieron muy
verosímiles. Y porque el Rey diese más crédito a todo esto, hizo
venir Narbano de noche mucha gente armada de los populares ante el
Rey. Los cuales dando grandes quejas de Bonifacio, y de Guerao Barcen
(este era también cabeza del bando de los nobles) de Bernaldo
Reguardana, y Ramón Beseda, principales nobles, los acusaron de
gravísimos excesos que tocaban en el crimen Lesae majestatis: que
para haberlos de castigar se ofrecían de servir a su Real persona
con una legión entera de gente armada, cuales ellos venían: solo
que echase de la ciudad tan perniciosos hombres, enemigos formados de
la paz y tranquilidad de su Repub. Movido el Rey por tantas y tan
graves acusaciones del pueblo, contra Bonifacio, y los demás nobles
ya nombrados puestas: mandó que fuesen con público pregón
denunciados, y que compareciesen ante él dentro cierto tiempo. Como
ninguno dellos compareciese, quizá por hallarse culpados: y que por
eso, y ser los crímenes tan atroces, se habían ausentado de la
ciudad, y de todo el estado: fueron como alevosos alborotadores de la
Repub. y como traidores al Señor de ella, condenados a muerte, con
la confiscación de todos sus bienes: y más sus casas asoladas, y
sembrada sal en ellas. Lo cual hecho muy a favor y gusto del pueblo
(guardado pero todo buen orden de justicia para con los condenados)
luego se pagó al Rey el tallon, o tributo extraordinario que les
impuso, cuando llegó a Mompeller, muy cumplidamente: con el cual, y
lo que se añadió por la confiscación de los condenados, que eran
haciendas riquísimas, el Rey acrecentó mucho su thesoro.











Capítulo IV. De los condes de Tolosa y de la Proença que vinieron a
visitar al Rey, y del grande Eclypse del Sol que vieron, y plática
que sobre él tuvieron.






Estándose
el Rey en Lates le llegó nueva como los Condes de Tolosa y de la
Proença, con otros señores y barones de la Guiayna, venían por
solo visitarle. Luego se entró en Mompeller por hospedarlos más
espléndidamente. Y así fue, que los recibió con muy grande alegría
y contento: señaladamente al de la Proença su primo, que había
muchos años, desde que se partió de la fortaleza de Monzón, que no
se habían visto. Del cual entendió los trabajos y diferencias
grandes que entre él y sus vasallos había: los cuales a la postre
acabaron en rebeliones. Por esto le dio el Rey algunos buenos avisos
y advertimientos para bien regirse con ellos, como adelante diremos.
Estando pues solazándose mucho con los Condes, acaeció al cabo de
tres días después de llegados, que fue a los II de Iunio año
MCCXXXIX (según lo afirma la historia del Rey y otros) que a dos
horas después de medio día súbitamente se oscureció (
escurecio)
el cielo, por un muy grande Eclypse del Sol que se causó, con mayor
oscuridad y tinieblas que nunca fueron a tal hora vistas:
descubriéndose por todo el cielo las estrellas, como si fuera a la
media noche. Lo mismo confirma Bernaldo Guidon Obispo Lodonense en su
historia: y aun añade que en el día de Santiago a los XXV de Iulio,
estando el cielo sereno, se siguió otro Eclypse del Sol muy grande,
aunque no tan oscuro como el pasado. De los cuales eclypses puede
ser, que se hubiese seguido algunos efectos notables: como muertes de
Príncipes, pero la historia no hace mención alguna dello: sino que
aquellos señores huéspedes se alteraron mucho del primer eclypse,
temiéndose no viniese algún mal siniestro (
sinistro)
por ellos: por lo que habían entendido de Astrólogos, y leído en
historias, que estos eclipses señalaban, y pronosticaban muertes de
Príncipes, o caídas de estados grandes. En lo cual a la verdad se
engañaban: porque semejantes eclipses, o defectos del Sol y de la
Luna, que se ven en el cielo de tiempo a tiempo, no tanto anuncian
las muertes de los Príncipes: cuanto realmente las causan, y se
siguen por ellos: y esto por la grande impresión que hacen en las
cosas inferiores. Como se puede entender del Sol cuando influye su
fuerza y vigor en los elementos, y sus compuestos, que no solo es
causa de la producción y generación dellos, pero lo es también de
su conservación y sustento. Y así con la interposición de la Luna
se puede muy bien seguir, que privados de la acción y virtud del Sol
les influye, y del sustento que de él reciben, venga más presto a
desfallecer y morirse, por faltarles la virtud que les daba vida: y
mucho más aquellos compuestos que por su ternura y delicadez están
más sujetos a las impresiones celestes, como son los cuerpos y
sujetos de Príncipes y Reyes. De manera que así el eclipse del Sol
causado por la interposición de la Luna, como el de la Luna por la
interposición de la tierra, no tanto pronostican, o denuncian las
muertes y desfallecimientos que se han de seguir, cuanto son ellos la
misma causa de ellos. Por eso es menester recurrir (
recorrer)
a otros señales, o impresiones del aire, a las cuales se ha de
referir, no la causa, sino el pronóstico, o significación de
semejantes muertes y desfallecimientos. Porque estos más vivamente,
y como con el dedo los hallamos señalados por los Cometas, que
aparecen en la más alta región del aire, y se detienen hasta que se
consume la materia de que están compuestos, o por mejor decir, hasta
que Dios es servido que duren, para mayores pronósticos y avisos de
algunas grandes calamidades y muertes, que por permisión divina se
siguen en los Reyes y Reynos, a efecto de que miren por si. Según
que en nuestros tiempos se ha verificado esto clarísimamente por un
Cometa de los más extraños que se han visto en ningún siglo de los
pasados, significando y pronosticando las tan desastradas muertes de
Reyes, con pérdidas de ejércitos, y mudanzas de estados, que en
haber desaparecido el Cometa, en un solo día se siguieron. Los
cuales por ser casos extrañísimos, rarísimos, y tan dignos de ser
admirados, y también por haber sido al vivo cuadrados con el
pronóstico y señales del mismo Cometa, no creo se ofenderá el
lector de ver
enxerida
en nuestra historia principal, la relación de ellos. Pues a la
verdad no van tan fuera del propósito, que la ocasión para
tratarlos no haya nacido de la misma historia: y que por ser
maravillas acaecidas en nuestros tiempos, se ha de dar mucha fé en
los venideros a los primeros autores, que casi como testigos de
vista, las escribieron. Y tanto más por haber sucedido todas ellas
en tan felicísimo aumento de Imperio y gloria de nuestro invictísimo
Rey don Phelipe segundo deste nombre, y del serenísimo don Phelippe
su hijo Príncipe del mundo, al cual va dedicada esta historia, con
el
digresso
del Cometa y guerra de Portugal y África, en estos seis capítulos
siguientes contenidos.







Capítulo
V. Del espantable Cometa que apareció el año MDLXXVII, con su
portentoso pronóstico de guerras y muertes de Príncipes.






Por
estos tiempos, rigiendo la iglesia de Dios nuestro muy santo Padre
Gregorio Papa XIII en el año Quinto de su Pontificado: y las Españas
con el occidental imperio, el gran Rey Philipo II en el XX año de su
felice Reynado, y de nuestra Cristiana redención, MDLXXVII, a los
VII días del mes de Noviembre apareció una estrella, o Cometa,
grande a la parte occidental, no en alto del cielo, sino en la
suprema región del aire, cuyo nacimiento entre Oriente y Septentrión
era debajo del signo Sagitario, y su origen y principio era de una
estrella, o signo lucidísimo, que extendía sus rayos como cabellos
de color blanco sobre fumoso, como ceniciento, hacia la África: y
según se podía discernir de su encorvada figura, parecía bocina
(
bozina),
y su cabellera o cuerpo de ella era como manojo de azotes (
açotes).
La cual figura, naciendo debajo del signo Sagitario (por observación
de Astrólogos) significaba terribles sucesos de guerras muy
sangrientas, de pérdidas de ejércitos con lamentables muertes de
Príncipes, y Reyes. Se detuvo este Cometa fijo en el mismo sitio y
lugar do apareció casi por espacio de setenta días, y aunque de día
estaba oculto, en anocheciendo se descubría potentísimo, señalando
con su duración y entretenimiento, que los daños y pérdidas que se
habían de seguir serían grandes, y durarían luengos tiempos el
sentimiento y fama dellos. Y fue así, que en pasando los dos meses y
medio poco menos, comenzó a desaparecerse, y como que había ya
hecho su oficio, nunca más fue visto. De manera que para declarar lo
que luego después se siguió, y probar que por el mismo Cometa fue
así pronosticado, conviene brevemente contar las causas y principios
de las guerras y horribles muertes de Príncipes que se siguieron, y
en donde, y por quien se movieron, conforme a lo que dejó señalado
el Cometa.











Capítulo VI. Como reinó Abdalla en Marruecos, y muerto él se movió
guerra entre sus hijos, y que mató Maluco hermano segundo al mayor
que sucedió en el Reyno, y venció a Mahomet hijo del, y lo echó
del Reyno con el cual se alzó.






En la
África occidental hay dos provincias llamadas Mauritania y Numidia,
que hoy son dos reynos poderosísimos de Fez y Marruecos, de los
cuales fue Rey uno llamado Abdalla. Este tuvo cuatro hijos. El
primero llamaron Abdalla como al padre. El segundo Abdamelico por
otro nombre dicho Maluco. El tercero Muleameto. El cuarto Mulcamumio.
Muerto el padre, reinó Abdalla hijo mayor, el cual tuvo un hijo
llamado Mahomet, y como otros decían, el Negro, porque lo era, y se
dice lo hubo el padre en una Reyna etíope (Ethiope). Pero Maluco
hermano segundo luego que vio crecido a su sobrino Mahomet,
temiéndose de él y de su padre, se fue a Constantinopla a servir a
Selymo el gran Turco: al cual por algunos años siguió en la guerra:
y por ser valeroso y valiente fue bien quisto y muy estimado de él.
Y porque el Rey Abdalla su hermano no quería sujetarse a Selymo, ni
darle parias, Maluco con el favor y ayuda del Selymo se vino para
Argel (Reyno propinquo al de Marruecos) muy encomendado al Rey del,
con fin de conquistar los Reynos de su hermano. Holgó mucho con su
venida el de Argel, y entendida la voluntad de Selymo, se ofreció de
favorecerle con todo su poder y fuerzas, y para que lo creyese, de
hecho le casó con su hija: dotándola el Maluco su marido de sola la
esperanza de los Reynos de su hermano que venía a conquistar. Y
luego con el favor y ayuda del Rey su suegro maquinó el Maluco de
dar la muerte al Rey su hermano. De suerte que confiado de la gente y
parcialidad secreta que tenía en Marruecos a su devoción, se partió
para allá con poca gente por ir más disimulado. Y una noche
secretamente se metió, con el favor de algunos dentro la Mezquita,
donde entrando el Rey su hermano, le disparó un pistolete y le mató:
poniéndose luego en cobro con el favor y amparo de los de su
parcialidad. Lo cual visto por los principales y pueblo de Marruecos
que amaban al muerto, alterados de tan cruel acometimiento contra el
propio hermano, que tan buen Rey era, determinaron de perseguir al
matador, y echarlo del Reyno. Para esto alzaron luego por Rey a
Mahomet el Negro. Sentido de esto el Maluco, pretendiendo que el
Reyno de derecho pertenecía a él como a hermano segundo del muerto,
y que Mahomet no era legítimo sucesor en él, se vino para Argel:
donde hallando ya formado un poderoso ejército de la gente de
Selymo, y de su suegro, volvió con gran presteza a ponerse en
Marruecos. Pues como Mahomet saliese a defenderle la entrada, se
dieron cruel batalla los dos, y fue por el Maluco vencido Mahomet. El
cual viéndose perdido, se salió huyendo con pocos hacia los montes
Claros, a los extremos del Reyno, del cual quedó señor el Maluco.











Capítulo VII. Como Mahomet recurrió a los Reyes Cristianos por
favor, y solo el de Portugal se le ofreció, y como en el mismo punto
apareció el Cometa, y del tiempo que duró.














En
este medio Mahomet el Negro, aunque quedó de la batalla pasada muy
destrozado y roto, no por eso perdió el ánimo, ni los que le
favorecían y seguían, sino que entendió en rehacerse. Y con haber
enviado embajadores a diversas partes de África a los amigos de su
padre implorando su favor, para que le ayudasen a cobrar lo perdido:
confiando entre todos del poder y socorro de España, pasó a ella,
para procurar de haber el del Rey Philippo, y de don Sebastián
primero deste nombre Rey de Portugal. A los cuales suplicó que por
la buena amistad y alianza que su padre había tenido con ellos (pues
por mantener aquella, había
rompido
con el Turco Selymo, de quien le venía tanto daño) tuviesen por
bien de favorecelle, y ayudarle con gente y armas, pues con esto, y
el ejército que le quedaba, con otros principales parciales suyos
que tenía dentro en Marruecos, y los amigos de su padre, que le
ayudarían, podría muy bien rehacerse y prevalecer contra su
enemigo. Al Rey Philippo se le ofrecieron tales y tan justas causas
para dejar de favorecerle, que se excusó dello. Pero don Sebastián,
por beneficio y conservación de las ciudades marítimas, y puertos
que poseía en África vecinos al Reyno de Marruecos, condescendió
con la demanda del Mahomet: y no solo ofreció de favorecerle con
gente y armas: pero como se hallase mozo, valiente, gallardo, y de
gran corazón, también muy rico, y deseosísimo (
desseossimo)
de aventajar con esta guerra su nombre y fama a todas las victorias y
triunfos ganados en la África por sus antepasados: prometió de ir
en persona, con su ejército a valerle. En lo cual se determinó tan
de veras sin más consulta de los suyos, que no bastaron las
amonestaciones y persuasiones de muchos para apartarle de su
obstinado propósito: por mucho que entre todos lo procuraron, el
Cardenal don Enrique hijo del Rey don Manuel, y tío de su padre, de
don Sebastián: y la Reyna doña Catalina, su abuela: finalmente el
mismo Rey Philippo su tío hermano de la Reyna doña Juana (
Iuana)
su madre, hijos de Carolo V Emperador. El cual por solo esto vino a
verse con él en el monasterio de nuestra Señora de Guadalupe a la
raya de Portugal y Castilla, por estorbar a lo menos, la ida de su
persona en esta jornada: diciendo era manifiestísimo el peligro en
que se ponía, fiándose de infieles. Que mirase la confusión que
dejaba en sus reyno y señoríos, no dejándoles propio sucesor y
heredero: que supiese era venido allí con ánimo de casarle con la
princesa su hija, con aventura de heredarlo de todos sus Reynos. Mas
no fue parte todo esto, para divertirlo de su miserable obstinación,
tanto pudieron las lisonjas de algunos suyos a que estuvo rendido. Y
así fue, que casi en el mismo punto, que don Sebastián propuso en
su ánimo de emprender esta jornada, el Cometa apareció, y según
algunos curiosos de la casa del Rey lo notaron, se detuvo tanto en
el aire a vista de todos, cuanto don Sebastián revolvió en su pecho
este propósito, y se preparó para la jornada. Porque en la hora que
comenzó a poner en ejecución su intento, y acabó de hacer la
gente, y tener en orden la armada para hacer vía, milagrosamente
desapareció el Cometa. Significando que con su aparición, no solo
había anunciado a todos lo venidero: pero que al mismo don Sebastián
había dado tiempo para mirar muy bien lo que hacía, y para que con
el motivo y señales del cielo, consultase sobre la empresa, y
deliberase lo mejor. Porque no es de creer que los sabios y
Astrólogos de su Reyno se cegasen tan torpemente, que de un tan
prodigioso Cometa, cuya cola tiraba a África para donde se
encaminaba la armada, no hiciesen judiciario discurso, y advirtiesen
al Rey lo que del prodigio sentían: siquiera por excusar la ida de
su persona. Mayormente no siendo esta guerra en favor de la religión
Cristiana, ni tan justificada, que por ley alguna quedase don
Sebastián obligado a seguirla con su persona. Pues sin esto pasa en
verdad, como en el tiempo que apareció el Cometa, y muchos días
antes que desapareciese: entre otros se publicó un pronóstico
(
pnostico)
que leímos de un doctísimo Astrólogo Aragonés, el cual claramente
afirmaba, que las ruinas y calamidades grandes que el Cometa
anunciaba, todas se enderezaban contra Portugal y África, y el autor
concluía con estas palabras. Mire Portugal por si, guárdese África.











Capítulo
VIII. Como pasó el Rey don Sebastián con su ejército en África, y
no queriendo seguir el consejo de Mahomet, fue salteado, y muerto, y
su ejército vencido por el Maluco, el cual también murió.






Como
no bastasen ruegos, ni amonestaciones de hombres, ni señales y
prodigios del cielo, para apartar al Rey don Sebastián de su
desastrada empresa, comenzó a ponerse en orden para perseguirla, y
ajuntó en Lisboa ciudad grandísima y riquísima, cabeza de todo el
Reyno, un escogido ejército de Italianos y Tudescos, con la gente de
la tierra, que todos hacían número de MD caballos, y de XV mil
infantes, donde iba toda la flor y nobleza de Portugal por seguir la
persona del Rey, por lo que acostumbran siempre los Portugueses amar
tan tiernamente a sus Reyes, que tienen en poco su propia vida por la
dellos: como lo mostraron muy bien en esta jornada con sus personas y
haciendas: pues demás de la artillería y armas, y del inestimable
tesoro de oro, plata, y joyas, que consigo llevó el Rey: cargó
tanto cada uno del propio, para señalarse en la empresa, que si es
cierto (como lo fue) que apenas volvió a Portugal cosa de lo que del
salió, y entró en África, no faltó nada para ser un riquísimo
saco el que los mismos Portugueses dieron de esta vez a su propia
tierra para los Moros. De manera que embarcado el Rey con su ejército
y partido de Lisboa, llegó con toda la armada al puerto de Cádiz
(
Cáliz):
donde se declaró que contra el Alarache puerto famosísimo de
Marruecos era la empresa. De allí pasó con buen tiempo a Tánger,
ciudad suya en África. Y fue luego con él, Mahomet Rey Negro con su
ejército: el cual le hizo infinitas gracias por tan favorable
socorro como le traía, aunque por sobrarle la merced, tuviera por
excusada la venida de su Real persona: que por eso tanto más
convenía tener en cuenta de no arrojarse el ejército como quiera al
enemigo. Porque era sagacísimo, y estaba muy poderoso en armas y con
mucha caballería: aunque no menos poderoso era el suyo, mayormente
juntado con el de Portugal, para no temer al mundo todo: pero que no
cumplía tanto el acometer, cuanto el entretener los enemigos. Porque
tenía aviso cierto como el Maluco estaba tan acosado de su mortal
dolencia de veneno, que ya por días, sino por horas le contaban la
vida, y en morir él, era cierto que luego se le rendirían todos.
Esto dicho, mandó Mahomet a su ejército le siguiese por tierra, y
él se puso con don Sebastián en la armada, y costeando la tierra
hacia el poniente llegaron a Arzilla, también pueblo de don
Sebastián y puerto seguro. Desembarcados en tierra con el artillería
y bagaje, quiso luego don Sebastián pasar adelante al Alarache, que
no estaba muy lejos, sin esperar que llegase el ejército de Mahomet,
mas él se puso delante, rogándole muy a las veras no hiciese tal,
ni se moviese de allí por la vida: porque estaba ya casi a vista de
los enemigos, y como fuesen tres tantos que los suyos, le pondrían
en trabajo. Por esto le señaló un puesto entre dos ríos muy seguro
para si y a su ejército, y entrados en él, asentó allí su Real
don Sebastián, y puesto en defensa el lugar y paso por do se podía
vadear el río, Mahomet se fue luego por su ejército, prometiendo de
traerle dentro de tercero día, como lo cumplió. Mas en siendo
partido Mahomet, pareciéndole a don Sebastián que su ejército era
bastante para resistir a tres tantos, mandó pasasen el río algunos
jinetes, para correr la campaña, y descubrir el puesto de los
enemigos. Pero el Maluco, que era mañoso, tenía en lugares secretos
puestos algunos en centinela para descubrir los movimientos que don
Sebastián haría, y él se quedó más atrás con un gruesísimo
ejército de cincuenta mil de caballo, cuyo general era Muleamet su
hermano. El cual entendiendo por sus espías que Mahomet era ido por
su gente, y que don Sebastián quedaba con solo su ejército, procuró
de haberlas con él antes que Mahomet llegase con el suyo: mandando
que no embargante su grande enfermedad, en caso de batalla, le
llevasen en una litera por medio del ejército, a fin de animar con
su presencia, y como quiera esforzar a los suyos para la batalla:
temiéndose que en llegar Mahomet, muchos se pasarían a su banda.
Pues como los jinetes diesen vuelta por toda la campaña, que estaba
rasa y desierta, por astucia del enemigo, y sin descubrir persona en
toda ella volviesen con esta relación, quiso luego don Sebastián,
por su desgracia, de muy codicioso y por ganar a solas la gloria de
la victoria, comenzar sin ningún orden a pasar el río. Mas apenas
le había pasado con la mitad del ejército cuando en un punto, como
lluvia, fue sobre él toda la caballería del Maluco, y dieron con
tan grande furia en los Cristianos, alanceando a unos, y degollando a
otros, de los que habían salido del río, y atropellando a los que
andaban por salir, porque la corriente los ahogase: que comenzaron
todos a desmayar, y a rendirse los más de ellos. Pues ni había para
donde huir, perdido ya el puesto: ni otro remedio de vida mejor, que
postrarse a los pies del enemigo. De manera que ni el gran ánimo y
esfuerzo que don Sebastián daba a los suyos peleando ante todos: ni
la nueva que ya Mahomet asomaba con su ejército para socorrerles,
fueron parte para que los Cristianos se rehiciesen: sino que se
turbaron de suerte, que no escapó hombre de preso, o muerto:
señaladamente don Sebastián que peleando como un león, siendo
desamparado de los suyos, fue por la devisa Real conocido de los
Moros. Los cuales le cercaron con grandes alaridos y porfía, con fin
de prenderle vivo para presentarle (psentalle) al Maluco. Mas no
permitió tal su Real ánimo y corazón invictísimo, antes por no
dejarse prender hacía tan grande estrago en ellos, que a la postre
no pudiendo haberle vivo, le mataron el caballo, y en cayendo
llegaron a él, y le hallaron ya muerto, quedando todos muy
despechados por ello. Pero cogieron su cuerpo, y con el acatamiento y
respeto Real le sacaron del campo, el cual no mucho después fue
restituido y trasladado a Lisboa donde está sepultado. Con esto
acabó todo el ejército de Portugal a venir a manos del enemigo.
Andando pues en esto la batalla, el Maluco, antes de saber el
successo de don Sebastián, sintiéndose ya con la rabia de la
muerte, saltó de la litera, y subido en un caballo arrebató de una
lanza, y echando un gran grito, la arrojó con la fuerza que pudo
contra el ejército Cristiano, lo que dio grande ánimo a los suyos.
Mas él como desmayase del todo, fue vuelto a la litera, donde sin
gozar de la victoria ganada, perdió luego la vida, y fue su cuerpo
llevado con mucho disimulo (
mucha
dissimulacion
)
y secreto a su tienda Real, fingiendo que aun era vivo.











Capítulo IX. Que llegó Mahomet con su ejército, y visto al de
Portugal al perdido se fue a poner donde le dejó, y que al pasar del
río se ahogó, y de los que sucedieron a los Reyes muertos y de la
monarquía del gran Rey Philippo.






A
la sazón que muerto don Sebastián iban de vencida los Cristianos,
casi al poner del sol, llegó el Rey Mahomet con su ejército, y
entendiendo por sus adalides, como por no haber querido don Sebastián
entretenerse en el puesto donde le había dejado, en saliendo de él
había sido cercado del ejército del Maluco, y no solo era muerto
peleando, pero toda su gente y ejército destrozado y preso: y más
que el campo del Maluco, habiendo entendido su venida, revolvía
sobre él todo junto: quedó desto muy atónito, y despechando mucho
de su fortuna adversa, y no determinando esperarle, corrió por
salvar su persona con todos los que seguirle pudieron hacia el mismo
puesto
dentre
los dos ríos. Mas como al pasar del uno, su caballo de muy sediento
se parase a beber, y los enemigos ya llegasen,
tirole
con tanta cólera las riendas, y juntamente le arrimó tan recio las
espuelas, que turbado de dos tan contrarios ímpetus el caballo se
enarboló, y echó a su señor de espaldas en el río: donde con el
gran peso de las armas no pudiendo nadar, ni seguir al caballo, quedó
el miserable Rey ahogado en el agua, y tras él todo su ejército
cogido por los del Maluco. De esta manera en un mismo día y lugar, y
en una misma batalla, murieron tres grandes Reyes: y aunque con
diversos géneros de muertes, pero por una misma ocasión y causas
acabaron sus tristes días todos tres juntos, con la total pérdida
de dos grandes ejércitos a manos del vencedor tercero. Finalmente
disponiéndolo así la providencia divina, por cuya mano y orden
todos los Reynos e Imperios del mundo se dan y quitan, y como él
manda y dispone pasan de unos en otros: dispuso en que Maluco, por
haber muerto injustamente a Abdalla su hermano, muriese también él
sin gozar de la victoria. Que Muleameto su general que tan
valerosamente peleó por su hermano, muerto él, sucediese en su
Imperio y Reynos. Que Mahomet por no ser legítimo sucesor en ellos,
y haber sido causa de la pérdida de don Sebastián y su ejército,
también él se perdiese con el suyo. Que el mismo don Sebastián por
haber tomado empresa tan escusada, y no seguido los saludables
consejos del Rey Philippo su tío, ni haber querido arrostrar a los
prodigios y señales del cielo, que lo padeciese y muriese: y que por
las mismas causas y derechos de heredero, sucediese tío a sobrino en
todos sus Reynos y señoríos. De esta manera que para más
justificar la entrada y sucesión de Philippo en los Reynos de don
Sebastián, sucedió primero en ellos el Cardenal don Enrique hijo
(como dicho habemos) del Rey don Manuel, y tío del padre de don
Sebastián: el cual viejo ya de ochenta años fue alzado por Rey:
empleando los pocos días que vivió, en averiguar los derechos de
muchos deudos suyos descendientes de la casa Real de Portugal, que
tiraban al Reynado. Los cuales derechos después de bien vistos y
reconocidos por el Cardenal, y sus consejos, fue por su testamento
declarado por legítimo sucesor y heredero del Reyno con todos sus
anexos y derechos el mismo Rey Philippo. El cual, muerto dentro pocos
días el Cardenal, fue con ejército formado, guiado por la felice
mano del gran Duque de Alba (
Dalua)
don Fernando Álvarez (
Aluares)
de Toledo el mayor y más esclarecido capitán de su siglo, a tomar
posesión del mismo Reyno: echando de él a los que injustamente se
lo querían usurpar. Para que conozcamos, después acá que comenzó
el mundo, se vio jamás cosa igual, ni más triunfante y gloriosa, de
la que en nuestros tiempos vemos en el mismo Rey Philippo, y por él,
divinamente acabada. Como es que con el allegamiento del Reyno de
Portugal y sus Australes y Orientales Indias, no solo se haya
ajuntado, e incorporado en uno la España toda con sus occidentales
Indias que hinchen medio mundo: pero que con los Reynos de la corona
de Aragón y sus Islas mayores del mar Mediterráneo, y con los
mayores estados de Italia y Flandes por Philippo poseídos, quede
hecho un nuevo
globlo
de la mayor, y más extendida monarquía de cuantas de su principio
acá hubo en el orbe. Ni hay porque oponer a esta, la que
antiguamente alcanzaron los Cónsules y Emperadores Romanos, con
decir que la de ellos, ya que no fue tan extendida, llegó a estar
toda junta y unida, y a tener su cabeza Roma en el centro y medio de
toda ella. Demás que participó de las tres partidas del mundo, que
fueron la Europa, Asia menor, con parte de la África, todo como a
vista de su Imperial ciudad de Roma, para poder mejor regir todo el
Imperio. No como el de España que lo dividen tres mil leguas de mar
que tiene en medio. A lo cual se responde, que todo el estado de los
Romanos junto se podía muy bien encerrar dentro la inmensa Provincia
del Perú, con la nueva España, que son las dos más ricas
Provincias de oro y plata y de extrañas maravillas, de cuantas hay
en el mundo: y aun no son el todo, sino una parte de esta Monarquía.
Que por eso tanto más se engrandece el saber y gobierno de nuestros
gloriosísimos Reyes, y gente Española. Pues con estar quedos ellos,
y como sentados en una silla en medio de la España, a tres mil
leguas de distancia, y con tanto mar en medio, no solo han
conquistado por si solos gloriosísimamente aquel medio mundo, y
enviado a él innumerables colonias de España, reduciendo aquella
infinidad de pueblos y gentes bárbaras a la policía y religión
Christiana (obra más divina que humana) pero que de cien años a
esta parte que comenzó la conquista, le rijan, y gobiernen de
manera, que hoy sea más próspero, y más pacífico su estado que
nunca. No como los Romanos que con tener su Imperio junto jamás le
tuvieron pacífico, más le perdieron del todo.







Capítulo
X. De las otras muertes y enfermedades de Príncipes que se siguieron
luego después del Cometa, y como el Rey despidió sus huéspedes de
Mompeller, y se volvió a Cataluña.






Mas
porque acabemos ya de contar los portentosos pronósticos de este
Cometa y muertes de Príncipes, pues a las de los tres Reyes muertos
en la batalla, se añadió la cuarta del Cardenal Rey don Enrique:
mostremos las que dentro de año y medio después que apareció el
Cometa sobrevinieron a la gran casa de Austria. La primera de don
Fernando Príncipe primogénito del mismo Rey Philippo que murió de
una repentina enfermedad de edad de siete años. Don Iuan de Austria
hijo natural de Carolo V Emperador felicísimo, el cual después de
haber triunfado con la victoria naval contra el gran Turco Selymo:
atendiendo a la reducción de los estados de Flandes, siendo general
del ejército de Philippo su hermano, murió de una enfermedad muy
acelerada. Por el mismo tiempo don Fernando Archiduque de Austria
pasó desta vida, y también Vinceslao Príncipe primogénito y
sucesor del Emperador Maximiliano II. A esta sazón el mismo
Philippo, luego que con la Reyna doña Anna de Austria su mujer entró
a tomar la posesión de Portugal (como está dicho) adoleció de una
gravísima dolencia, tan recia que llegó a todo el extremo de la
vida, y fue ya tenido por muerto. Pero no permitió la inmensa bondad
y misericordia divina, que estando su Repub. Christiana tan afligida
y perseguida de tantos enemigos de su santa fé y religión sagrada,
faltase un tan católico y Christianissimo Príncipe, que tan hecho y
nacido fue siempre para el total reparo y sustento de ella: ni que su
felicísimo curso de fama y gloria que tan adelante pasaba, y hacía
raya a todos cuantos Reyes y Príncipes antes de él fueron y de
presente son en el mundo, se le interrumpiese con tan importuna
muerte a lo mejor de su vida. Y así parece que por salvar esta,
ofreció la suya la serenísima doña Anna de Austria Reyna y mujer
suya queridísima (
carissima),
pues adoleció luego de la misma enfermedad que el Rey su marido, y
murió de ella. Por donde se colige claramente deste sanguinolento
Cometa haber ilustrado y ennoblecido su aparición con las más
insignes y señaladas muertes y caídas de cuatro Reyes y otros
Príncipes en África y Europa, que de cualquier otros Cometas se
halla haber sido en ningún tiempo pronosticados. Para que volviendo
al propósito de donde partimos, que fue de los Condes huéspedes del
Rey en Mompeller, que vieron el Eclipse, y quedaron muy atemorizados
de él, quedemos advertidos de no atribuir a los Eclipses, lo que
solo es dado a los Cometas, de pronosticar semejantes muertes y
caidas de estados: y que para esto sirven de pregoneros de la
providencia divina, para remedio (como está dicho) de muchas cosas
que están por venir. Festejó pues mucho el Rey a sus huéspedes, y
por complacerles en lo que mucho le rogaron, les contó de su propia
boca el discurso y sucesos de las dos conquistas de Mallorca y
Valencia, y esto con la verdad y moderación que se halló siempre en
su boca, atribuyéndolo todo a Dios y a su bendita madre, de cuya
mano confesaba haber alcanzado todos sus triunfos y victorias.
Quedaron pues los Condes con los demás contentísimos de oír tan
admirables y felices sucesos que al Rey, como a otro David por estar
bien con Dios, se le siguieron. Con esto acabaron su visita: y el Rey
después de haber repartido con ellos algunas joyas de estima, los
despidió con mucho amor y gracia, y se partieron del muy satisfechos
y pagados. Partidos ellos, dejando ya el Rey los negocios de la
ciudad y estado bien asentados, se vino para el puerto, donde se
embarcó en una galera de 25 bancos que llamaban la Bufa: la cual
poco antes había hecho la ciudad y se la presentó. Fuese para
Cataluña, y aportó en Portuendre, de donde pasó a Girona.







Capítulo
XI. Que don Guillen Aguilon salió a hacer correrías, y saqueó
algunos lugares en el término de Xatiua, y como él con otros
capitanes tomaron el castillo de Chio, y se retiraron al monte de
Luchente.






Por
este tiempo que el Rey estuvo ausente de Valencia, y se detuvo en
Mompeller, fueron extraños los acaecimientos (
acaescimientos)
que
auinieron
a los seis capitanes que arriba nombramos, a quien el Rey dejó
encomendado el gobierno de la ciudad y guarda del Reyno. Porque entre
otros don Guillen Aguiló, que de muy hecho a pelear y continuar los
trabajos de la guerra no podía sufrir el ocio, y encerramiento en la
ciudad, juntó una banda de caballos con parte de los Almugauares que
quedaban a su cargo, y dejando a los otros capitanes en guarda de la
ciudad y sus contornos, hizo una salida contra los Moros que no
habían sido conquistados, pero tenían hechas treguas con el Rey,
dessotra parte del Xucar, y le quedaban tributarios. Sobre los cuales
dando con su gente de improviso, hizo muy grande presa, y cercó la
villa de Rebolledo y la tomó por fuerza. De la cual fue hecha
después merced a don Pedro Simón Carroz, hijo de aquel Carroz que
fue Almirante de Mallorca, de quien arriba se hizo mención en el
libro VII. Taló también los campos, y robó las caserías y ganados
de otros muchos pueblos pequeños, que no se le paraba ninguno
delante que no le saquease, o le rescatase por dinero. Con la fama de
esta presa, muchos otros soldados se dieron a seguir a Aguilon, con
fin de robar, y por eso los Moros comenzaron a tomar armas contra él,
y perseguirle. De manera que la guerra se iba encendiendo poco a poco
de moros contra Cristianos, los cuales comenzaban ya a verse en
trabajo. Entendido esto por los capitanes que quedaban en la ciudad,
y por los cuarteles: dejando en su lugar otros fueron con la mitad
del ejército a valer al capitán Aguilon. De suerte que con el
ejército, se acrecentó la presa y licencia de robar. Señaladamente
en los lugares sobre Xatiua hacia el valle de Albayda, que es muy
ancho y rico, y de los más poblados y bien cultivados del Reyno, por
ser entre otras cosas fertilísimo de mucho y muy singular Azeyte.
Mas como ya los Cristianos no pudiesen hacer sus cabalgadas como
antes, ni discurrir libremente por todas las partes del valle, a
causa de estar los moros sobre el aviso: determinaron de ir a
combatir un castillo llamado del Chio, que estaba muy fortificado de
gente y armas al fin del valle. Porque tomado aquel, según el paso
do estaba, quitarían el trato y comunicación a los Moros del valle
con los de otras partes, para que no se favoreciesen los unos a los
otros. Y también por tener en él para si algún refugio y defensa,
en caso que creciese mucho la morisma que se armaba contra ellos.
Como entendieron esto los del castillo por sus espías, y se viesen
ya cercar de los Cristianos, hicieron sus fuegos en anochecer y de
castillo en castillo se entendió, que había enemigos en la tierra.
Y luego todos los del valle se pusieron en armas. Y sabiendo que los
del Chio estaban cercados de Cristianos, determinaron de ir a
descercarlos, y poner en él más gente de guarnición, por ser (como
está dicho) la llave del valle para abrir, o cerrar puerta a los de
Xatiua y otras partes. Estaba este castillo puesto en medio de dos
pueblos antiguos con alguna distancia entre si, llamados Luchente y
Pinet, donde los Cristianos habían puesto todo su bagaje, por estar
según el asiento y aspereza dellos, muy puestos en defensa, y entre
tanto continuarían su cerco. Mas los del Castillo, pensando que
luego les vendría el socorro del valle, porque la victoria comenzase
a ganarse por ellos, salieron muy de improviso con gran furia a dar
sobre el Real de los Cristianos, los cuales los recibieron tan bien
que los
destrossaron
y pusieron en huida. Y así queriendo los nuestros tomar el castillo
el día siguiente, entendieron por los espías, como se ponían en
armas más de veinte mil moros para venir a socorrer a los del
castillo, y que habían ya asentado su Real no muy lejos de allí,
por aguardar se juntasen todos los pueblos, y que se daban tanta
prisa, que en muy pocas horas serían con ellos. Oyendo esto los
Cristianos se recogieron a lo alto de un monte donde después se
fundó y permanece un devotísimo monasterio de frailes Dominicos,
que está junto al pueblo de Luchente.










Capítulo
XII. Como marchando el ejército de los moros para los Cristianos,
determinaron de salir a darles la batalla, y del razonamiento que don
Berenguer Dentensa les hizo para animarlos.






Como
los Moros del valle que venían en socorro del Castillo, entendieron
que los Cristianos se habían ido de allí a recogerse en el monte
junto a Luchente, tomaron todos los pasos con las entradas y salidas
del valle, que está cercado de montes, poniendo gente de guarnición
por los puertos del, para que por ninguna vía los Cristianos se
escapasen comenzó pues el cuerpo del ejército dellos a marchar la
vía del mismo monte, demás los Cristianos viéndose puestos en tan
grande aprieto y manifiesto peligro de sus vidas, si se dejaban
cercar de tanta morisma en el monte, determinaron de no quedar en
aquel lugar, aunque fuese naturalmente fortificado, y puesto bien en
defensa, por no tener hecho aparejo de vituallas, ni de lo demás que
era necesario para mantenerse cercados: sino como valerosos salir al
encuentro a los Moros, antes que acudiese más gente dellos. De
manera que según se collige de lo que sobre esto escribe el maestro
P. Antonio Beuter, y otros en sus historias (aunque en la del Rey
ninguna mención se hace de lo que aquí diremos) los capitanes don
Berenguer Sánchez de Ayerbe, don Pedro Simón Carroz, don Pedro y
don Ramón de Luna Aragoneses, y don Guillen Aguilon, todos seis
tomando por su caudillo a don Berenguer, animándose unos a otros, y
comunicando sobre ello con los soldados, se pusieron a punto para
salir a dar batalla a los Moros. Con todo eso haciendo de nuevo
reseña de la gente el capitán don Berenguer, el cual se había
hallado presente en la victoria de Enesa con su primo don Guillen
Dentensa (como está dicho) teniendo muy experimentada la flojedad y
poca destreza en el pelear de los Moros, como viese titubear los
soldados Cristianos, y en alguna manera temer tan grande muchedumbre
de los Moros que se decía venían, vuelto a todos les dijo en voz
alta. Quiero que tengáis muy buen ánimo (señores y compañeros
nuestros) para pelear contra esta canalla de Moros, pues tenéis muy
bien sabido, como a mucho mayores ejércitos dellos han vencido los
nuestros con harto menos gente de la que ahora tenemos para
defendernos de estos: como lo vimos muy poco ha junto a la fortaleza
de Enesa, siendo capitanes don Guillen Dentensa mi primo, y don
Guillen Aguilon que está presente, y yo que les hice tercero: pues
con menos de mil hombres de pelea vencimos a cuarenta mil que trajo
Zaen Rey de Valencia: y que pues son estos muchos menos, y nosotros
pasamos de mil, no dudéis que les resistiremos: con tal que a los
mismos patrones y defensores nuestros Cristo y su bendita madre a
quien los de Enesa nos encomendamos, también vosotros muy de corazón
y alma os encomendáis agora, y confiéis en que peleamos contra los
enemigos de su santo nombre, y que pues la guerra es suya, será
nuestra la victoria. Demás que puedo certificaros, como todo este
tropel de gente bárbara que viene, es allegadiza y forzada, y a
ningunas armas, ni destreza de pelear hecha, y que viene tan
derramada sin ningún orden ni caudillo, que no valen diez por uno.
Para que con esto, y con que peleáis contra los enemigos de Dios más
os aseguréis de la victoria que os ha de dar de sus enemigos. En
diciendo esto don Berenguer, y confirmarlo con no menos vivas razones
don Guillen Aguilon, los soldados tomaron grande ánimo, y con todo
valor y esfuerzo se determinaron de salir a la batalla.











Capítulo XIII. Como estando los seis capitanes para recibir las seis
hostias ya consagradas, fueron forzados a salir a pelear antes de
tomarlas, y de lo que el sacerdote hizo dellas.






Como
don Berenguer y los demás capitanes descubriesen tan buen esfuerzo y
valor para pelear en los soldados, cobraron muy grande ánimo, y
mandaron que todos se fuesen a reposar aquella noche: porque tuvieron
aviso, como los Moros a causa de ser todos allegadizos, y no tener
capitanes prácticos, llevaban tan mal orden juntos, que por mucha
prisa que se diesen, no podrían llegar allí hasta la mañana. La
cual venida, levantados los capitanes, mandaron almorzar a los
soldados, y ellos se recogieron a una tienda hecha capilla, donde
estaba puesto un altar, y el sacerdote revestido que les dijo misa.
El cual teniendo ya las seis hostias consagradas para darles la
comunión, comenzó a sentirse tan grande estruendo de atambores, y
algarada de los Moros, que daban de improviso sobre los Cristianos
que estaban defuera, que fue necesario a los capitanes tomar las
armas y salir a pelear a toda furia, por defender a ellos y al cuerpo
de Iesu Christo que dejaban sobre el altar. Con cuyo favor
arremetieron los seis, y animando cada uno su bandera y cuartel, se
hubieron tan valerosamente, que pudieron hacer estar en peso, y con
admirable vigor y fuerza entretener la batalla por algunas horas. En
este medio el sacerdote que quedó en la capilla con las seis hostias
consagradas, no advirtiendo, con la turbación, de sumirlas (o porque
lo quiso Dios así para mayor milagro suyo) andaba muy solícito y
congojado, donde las escondería. Mas con el instinto divino que le
alumbró, las envolvió en los corporales, y envueltas las puso
debajo una grande piedra algo apartada de la capilla. Y puesto de
rodillas ante ellas con las manos alzadas al cielo se quedó llorando
y orando con grande eficacia por la victoria de los Cristianos: con
ánimo de morir allí antes que dejar la guarda, ni partirse de cabo
ellas. Pues como su oración fuese oída ante el acatamiento divino,
y los Moros de vencidos huyesen, los seis capitanes con haber peleado
tantas horas, volvieron sanos y salvos a la capilla donde quedaron
las hostias, para adorarlas, y dar las gracias al señor de todo el
mundo que en ellas se encerraba, por tan milagrosa victoria como por
su mano soberana había alcanzado.











Capítulo XIV. Como volviendo los capitanes para adorar las hostias,
el sacerdote las halló hechas carne y sangre, y que envueltas con
los corporales las enviaron a la ciudad de Daroca.






Llegando
los capitanes a la capilla, como viesen al sacerdote algo apartado de
ella arrodillado, y orando con las manos altas ante una piedra,
juntaron con él y le pidieron, dónde estaban las hostias para
adorarlas. El cual como los conoció, levantose con grandísima
alegría, y alzada la piedra donde las había metido, llevó los
corporales al altar de la capilla: donde desenvolviéndolos con mucha
veneración y lágrimas, halló todas las seis hostias distintas unas
de otras como las puso, pero teñidas en sangre y apegadas a los
corporales. Como las vio en aquella forma, espantado de tan grande
milagro, con muchas lágrimas, y en voz alta comenzó a decir
cánticos en alabanza de Dios, y del santísimo Sacramento: no osando
tocar los corporales, sino llorar y contemplarlos. Maravillados desto
los capitanes, como se allegasen por acabar de entender lo que era:
vieron aquel celestial y divino prodigio en la tierra. Y después de
muy bien reconocido el milagro por ellos, llegando allí luego todo
el ejército a ver y contemplar lo mismo, hicieron infinitas gracias
a nuestro Señor Iesu Christo por tan divinos favores como en esto, y
en la victoria pasada les había hecho. Estando en esto, los Moros
que de lejos vieron como los Cristianos, desamparando el campo,
corrían todos hacia el monte: pensando que huían de ellos,
volvieron a darles alarma. Pero los Cristianos animados con la
visible presencia y favor del santísimo Sacramento, ya tarde
arremetieron segunda vez con tanto ánimo para ellos, que los
acabaron de vencer, y echar de todo aquel cabo de valle. Vueltos al
monte recrearon sus personas y pasaron aquella noche con mucha
alegría y descanso: a la mañana ajuntados los capitanes trataron
sobre la
translación
de los santísimos Corporales a lugar seguro y decente de Cristianos,
donde estuviesen con toda veneración y
recaro
reservados. Y fue común parecer de todos se trasladasen a la ciudad
de Daroca en Aragón, por ser tierra segura y muy apartada de Moros,
demás de ser muy abastada de todo género de mantenimientos para
poder bien recoger y hospedar a los que para visitar los santísimos
Corporales fuesen en peregrinación a ella. A donde los enviaron
(como se cree) con el mismo Sacerdote, y con haber camino de cuarenta
leguas, llegaron milagrosamente a la ciudad, a la cual fueron
encomendados, y puestos en el sagrario de la iglesia mayor: donde no
solo de los del mismo pueblo, pero de los tres Reynos de la corona, y
de toda la Christiandad son con grandísima devoción venerados.
Demás que con muchos milagros que allí han hecho y hacen de cada
día, queda muy atestiguada y confirmada la verdad de este sagrado
hecho. Según que más largo se contiene en la propia historia que de
este celestial milagro está compuesta y guardada en la misma ciudad
e iglesia : a la cual me refiero, porque volvamos a la nuestra.











Capítulo XV. Como vuelto el Rey a Valencia, los Moros de Xatiua y de
otros lugares dieron queja de don Guillen Aguilon por los robos que
había hecho en sus tierras, y de la enmienda que mandó el Rey hacer
sobre ello.






En
este medio que los capitanes andaban envueltos en esta guerra, el Rey
volvió de Mompeller a Valencia, y no hallando en ella ninguno de los
capitanes a quien había dejado encomendada la guarda de la ciudad y
Reyno, y el ejército tan derramado, que ni le había salido alguno
de ellos a recibir al camino, ni tenido con él la cuenta que se
debía, pensó luego el mal recaudo que había. Lo cual se confirmó
con la venida de los Moros tributarios de Xatiua, y de otros pueblos
allende el Xucar, con los cuales tenía firmadas treguas, a dar
grandes quejas del capitán Aguilon y sus compañeros, por los muchos
robos y presas que habían hecho en sus tierras, con tanta
destrucción y tala de sus campos y heredades, que por ello quedaba
toda la morisma del Reyno movida a hacer rebelión de nuevo contra su
Real persona, viendo que no se cumplía nada de lo que se les había
con las treguas ofrecido. Lo cual sintió el Rey mucho, y prometió
de hacer cumplida enmienda de todo. Mas como los otros capitanes que
llevaban parte de la culpa, anduviesen también como Aguilon por
temor del Rey derramados, los unos por Aragón, los otros por
Cataluña, y otros que andaban por el Reyno se excusasen con cartas
ante el Rey, diciendo que por ir en socorro de la gente que llevó
consigo Aguilon, le habían seguido: cargó sobre él toda la culpa
de esta querella. Y así fue necesario que con salvo conducto del Rey
que se le envió, compareciese ante él para que se entendiese la
verdad, y diese de si algún descargo. De manera que llegado ante él,
y convencido por la acusación de los Moros contra él puesta, mandó
el Rey secuestrarle todas sus rentas de los lugares de Algerres, y
Rascaya, los cuales poco antes le había dado, para que los Moros se
valiesen de los frutos y provechos de ellos, hasta tanto que los
daños y talas de campos que confesaba el mismo Aguilon haber hecho,
fuesen recompensados. Pero como Aguilon tuviese ya consignadas todas
sus rentas a los acreedores por mucha suma de dinero que debía (por
ser muy gran gastador y pródigo)
mandósele
de nuevo que restituyese a sus dueños todos los cautivos moros, con
los demás despojos y joyas que de todas estas correrías había
cogido, y se hallasen en su poder y casa. Con esta tan
prompta
justicia, entregando todo cuanto se halló en la casa de Aguilon a
los moros, se pagaron mucho de ello, y con persuadirse, que pues el
Rey era vuelto al reyno, estando presente, no serían más molestados
de sus capitanes ni soldados, se tuvieron por contentos.











Capítulo XVI. De la salida que el Rey hizo para conquistar el valle
de Bayren, donde se describe el de Alfandech, que ahora llaman
Valdina.






Acabado
esto determinó el Rey, pues las cosas de la ciudad con lo
conquistado ya del reyno, estaban apaciguados y quietas, hacer una
salida hacia essotra parte del Xucar, contra los Moros con quien
había hecho antes treguas, por ser ya expiradas, y no haber vuelto a
confirmarse. De suerte que pasado el plazo, tomó hasta cien
caballos, y ochocientos infantes: dejando otros tantos que se ponían
en orden para seguirle. Y como puesto en camino llegase a hacer noche
en una aldea llamada Albalate de Pardinas, que está a la ribera de
Xucar, entre Alzira y Cullera, a la mañana pasó el río con barcos,
y dejado el camino de Xatiua, guió su campo hacia el gran val de
Bayren, cuya cabeza es agora Gandía. Allí comenzó a hacer
correrías y cabalgadas en los primeros lugarejos de la llanura
grande que está antes de llegar al valle entre la mar y un monte
alto y luengo que está a la mano derecha. Puesto que esta llanura
que se extiende desde la halda del monte hasta la mar, es de muy poco
provecho por ser muy pantanosa: y que a causa de las muchas aguas que
de los montes y valles corren y están allí restañadas, no puede
bien cultivarse. Acaba este monte alto y luengo por la una parte en
el castillo y valle de Bayren hacia el mediodía, y por el
septentrión en el castillo de Corbera, y el valle que los moros
llaman Dalfandech que significa valle hondo: a vista del cual pasó
el Rey entendiendo estaba poco poblado, no curó de entrar en él.
Que si le viera cual agora está, y el Rey don Iayme II, nieto suyo
le dejó, no le despreciara. Y que por ser tan fértil y fructífero,
y tan bien cultivado y poblado, nos obliga a que hagamos una breve
descripción de su bellísimo asiento y riqueza, con los demás
cumplimientos que en él se hallan. Tiene pues este valle MD pasos de
largo, y quinientos de ancho, y está cercado de muy altos y
eminentes montes. Su principio y origen del está entre poniente y
mediodía al pie de una muy alta sierra, donde nacen cinco fuentes
bellísimas muy cerca unas de otras, tan grandes que luego hacen un
mediano río, del cual se riega todo el valle que se abre hacia la
llanura ya dicha al oriente. Se cogen en él no solo muchos y muy
variados frutos, pero los más delicados y ricos de todos. Porque
todo el está plantado de cañaverales de azúcar, y al cabo donde da
en el llano, con la abundancia del agua, se cría la otra rica mies
de arroz el mejor del Reyno. Demás de otras muchas cosechas que en
él hay de seda, de pan, vino, azeyte, miel y esparto, y todos granos
menudos por ser tierra muy hábil y templada para producir todo
género de frutos. De manera que así por la abundancia de estas dos
tan principales mieses, como de las demás, por ser tan bien
cultivado, ha llegado a ser de los más poblados valles del Reyno.
Por esta causa el mismo Rey don Iayme el II, nieto del nuestro, que
sucedió en el Reyno, considerando el hermosísimo asiento y
fertilidad, junto con el buen cielo de este Valle, y cuan a su
propósito era el sitio del en su principio donde nacen las fuentes:
mandó allí mismo edificar un monasterio y convento de religiosos de
los más suntuosos y ricamente labrados de España, con su bellísimo
templo dedicado a gloria y nombre de Christo nuestro señor y de su
madre benditísima, debajo la orden y regla de Cistels, y le nombró
Valdivina puesto que vulgarmente de dice Valdina. Al cual adornó y
dotó de la posesión y señoría de todo el valle con sus pueblos y
lugares, que luego se fundaron por todo él, y son de tanta riqueza
que su ordinaria cosecha llega a XXX mil ducados, de los cuales
vienen al convento en cada un año diez mil. Está en él sepultado
el mismo Rey fundador, y es de lo bueno del Reyno.











Capítulo XVII. En el cual se describe el valle de Bayren y villas de
Gandía y Oliua con su increíble fertilidad: y como envió a decir
el Rey a todos los castillos del valle se le entregasen.






Pasó
pues el Rey al otro valle de Bayren, que está más adelante, al otro
cabo del monte a la mano izquierda hacia el mediodía, donde está
fundado el castillo de Bayren, cabeza y como atalaya de todo aquel
valle, que aun es más fértil y deleitoso que el pasado, por ser
mayor y más bien cultivado, y de más variedad y muchedumbre de
frutos, a causa del riego de un mediano río que pasa por medio de
él, derivado por sus acequias a una mano y a otra que riegan muy
grande espacio de tierra hasta la mar. Donde no solo excede con su
larguísima mies de azúcar (cuya fineza no tiene par en el mundo) a
toda la Europa: pero en pan, vino, aceite, arroz, caña, lino, y
morales para seda, con otras muchas granjerías, ninguna otra tierra
del Reyno, ni fuera del, se le compara. Hay en él dos excelentísimos
pueblos, el uno junto al mismo castillo de Bayren llamada Gandía,
villa grande y hermosísima, asentada en lo llano, muy fuerte y bien
edificada con su alta y bien edificada cerca, y muy puesta en
defensa, y a causa del gran trato del azúcar muy rica y bien
poblada. Esta es la cabeza de todo el Ducado y señoría de ella, que
posee la nobilísima Aragonesa familia de los Borjas, linaje muy
ilustre y de los antiguos del Reyno: que ya entonces comenzó a
servir al Rey en la conquista. La otra villa que está asentada en lo
último del valle hacia el mediodía, con su fortaleza en un recuesto
de monte muy bien labrada, se llama Oliua,
cabeça
de su Condado, también es riquísima, porque abunda de todo lo que
Gandía: de la cual no dista más de una legua, pero es este espacio
de tierra, aunque pequeño, incomparable de fértil y fructífero.
Porque tomado en forma cuadrada, cercado por el levante del mar, por
el mediodía de Oliva, por el poniente de montes, y por el
Septentrión de Gandía, y ser todo él por la mayor parte plantado
de cañaverales de azúcar, se halla, que este y los demás provechos
que produce en cada un año se estiman hoy en CCC mil ducados, según
por el diezmo y
promicia
de ella se averigua. Pues como entrase el Rey con su ejército en la
llanura: envió un trompeta a todas las villas y castillos de Bayren,
Vilalonga, Borró, Viloval y Palma, cercanos al valle que estaban
fundados en montes muy enriscados para notificarles que pues tenían
entendido la benignidad y buen tratamiento que había usado con todos
los pueblos y tierras del Reyno, que hasta allí se le habían
entregado, y llanamente rendido, que ellos hiciesen lo mismo, porque
les acogería a todo buen partido: otramente les denunciaba la guerra
a fuego y a sangre: certificándoles que lo primero que haría sería
talarles y destruirles todos sus campos y heredades y tenerlos
cercados hasta que muriesen de hambre. Oído esto por los Alcaydes de
cada castillo, no dejaron de alterarse mucho de tan resoluta embajada
con todo eso pidieron tiempo para consultar sobre la demanda con los
pueblos súbditos a cada castillo, y que darían presto la respuesta.












Capítulo XVIII. Como Zaen antiguo Rey de Valencia vino de Denia a
visitar al Rey, y de lo que le pidió, y se le dio por respuesta.






Estando
el Rey junto al castillo de Corbera con su ejército, aguardando la
respuesta de de todas aquellas villas y castillos del valle, a quien
había denunciado la guerra si no se le rendían, Zaen antiguo Rey de
Valencia, que pasaba su miserable vejez en la villa de Denia pueblo
principal con su puerto de mar entre levante y mediodía, cercano de
allí, vino con muy poca gente a visitar al Rey, del cual fue muy
amigablemente y con mucho honor recibido, ya todo cano, y al parecer
muy viejo, y mal preciado: según que con la pérdida del Reynado,
había mucho perdido de su grandeza y cortesanía. Porque en
pidiéndole el Rey la causa de su venida, dijo sin más término que
venía a pedirle la Isla de Menorca con toda su jurisdicción y
fortalezas, para si, y a los suyos: y que le daría en recompensa de
ella, la fortaleza y castillo de Alicante, ciudad principal del
Reyno: porque estaba en su mano darla (posible era que hasta entonces
esta fortaleza estuviese en poder de Moros, por concierto hecho con
los Cristianos cuando se rindió la ciudad) y concluyó Zaen su
demanda: con tal que el Rey le pagase cinco mil besantes para igualar
la permuta. Fue maravilla que no pidiese más, según es costumbre de
Moros, pedir muy desvergonzadamente, y más de lo justo. El Rey oyó
con mucha paciencia su demanda, y mostró que le pesaba no poder
venir bien en lo que le pedía, excusándose con los conciertos y
condiciones que en la división sobre las conquistas de los Reynos de
España habían hecho antiguamente el Rey don Pedro su padre con el
Rey don Alonso octavo de Castilla, y quedando aun la fortaleza de
Alicante, por estar en poder de Moros, sujeta a la conquista de
Castilla, no le era lícito el aceptarla, ni echar su hoz en la mies
ajena. Con esta respuesta quedó satisfecho Zaen, y muy maravillado
de la constancia y gran ser del Rey en llevar siempre su conquista
adelante. Mas viéndole el Rey que andaba tan despreciado, es bien de
creer (aunque la historia no lo dice) que por haber entendido las
necesidades y miserable vida que padecía Zaen le daría algún
socorro, y ordinaria ayuda de costa, pues se despidió con mucha
gracia del Rey, y se volvió muy contento para Denia. Donde pasó el
resto de la vida con tanto recato y cordura, que por muchas
revoluciones y rebeliones que hubo de los Moros del Reyno (como
adelante veremos) no se lee del que se juntase, ni que hiciese liga
con ninguna de ellas.











Capítulo XIX. Que se rindieron al Rey todos los lugares del valle de
Bayren, y de los caballeros que se reconciliaron con él, y volvieron
a su servicio y cargos antiguos.






Después
que el Rey envió su trompeta a las villas y castillos del valle y
sus contornos para que se diesen, y tomaron tiempo para pensar en lo
que harían, el primero que respondió fue el Alcayde de Bayren,
diciendo, que por excusar la tala y pérdida de sus campos y
heredades vendría bien a este partid. Que si dentro de siete meses
no le venía socorro, entregaría el castillo al Rey, y en este medio
daría en rehenes la torre Albarrana que dista poco del muro del
castillo, y era la mayor guarda del, y solo hay en medio un muy ancho
foso. Como lo aceptase el Rey, luego el Alcayde con otros principales
del pueblo, se obligaron con juramento de cumplir lo prometido y
entregaron la torre. La cual encomendó el Rey a Pelegrín Atrosillo:
y él la fortificó al entorno con su foso y adarves, ayudando a la
obra los mismos Moros del pueblo. De allí volvió el Rey a Cullera,
que poco antes estando él en Mompeller la había tomado por fuerza
de armas el Vicario del Temple, y por este servicio y otros, el Rey
dio a Sueca pueblo muy cercano a Cullera, a la orden de los
Templarios con su patente y sello. Este con todos los demás pueblos
del Reyno, que poseían los Templarios, deshecha su orden, se
aplicaron a la nueva que se instituyó en este Reyno, de nuestra
Señora de Montesa y sant jorge. Entrando pues el Rey en Cullera,
llegaron los Embajadores juntos de los castillos y villas del val de
Bayren, con sus poderes para confirmar las condiciones del entrego. A
los cuales recibió el Rey muy bien, y con las mismas que a los otros
pueblos confederados, como Xatiua, y los demás, firmó las
capitulaciones sobre ello hechas, con el plazo y término de los
siete meses. Los cuales mientras pasaron se entretuvo por allí
cazando y reconociendo los lugares de aquella comarca: y también
haciendo trazas para la conquista de Alzira y Xatiua, con lo demás
que el Reyno quedaba por conquistar: hasta que pasado el término de
los siete meses se partió para apoderarse de los lugares que se le
habían de entregar conforme al concierto, pues no les había llegado
el socorro que esperaban. Y así en llegando el Rey a ellos se le
entregaron todos y fue Bayré de los primeros. En este lugar se
acabaron de reconciliar con el Rey don Pedro Fernández de Azagra,
don Pedro Cornel, don Artal de Luna, don García Romeu, y don Ximen
de Vrrea todos principales señores de Aragón y del consejo del Rey.
Los cuales se habían apartado de su amistad por causas que no se
explican en la historia: quizá sería por algún disgusto que del
Rey tuvieron por intereses propios, o de sus amigos. Que cierto por
haber sido todos ellos tan íntimos, y continuos compañeros suyos en
todas sus guerras y conquistas, y el Rey haberlos aventajado a otros,
en favores y mercedes, fue maravilla como pudo haber divorcio, o
división entre ellos. Y así prevaleciendo el antiguo amor al rencor
moderno, y con humillarse le fue fácil la reconciliación con el
Rey, y de nuevo se confederaron con él muy a las veras. Con esto
fueron restituidos en los mismos cargos y oficios que tenían antes,
así en lo de la guerra, como en la casa Real y consejo.











Capítulo XX. Como el Abad don Fernando y otros fueron a dar asalto
sobre Villena, y fueron muy rebatidos de los de la villa, los cuales
después se rindieron a los Comendadores de Calatrava.






En
tanto que el Rey andaba en la conquista del valle de Bayren, el Abad
don Fernando, con muchas canas a cuestas, y muy poco de lo que ellas
suelen traer consigo, concertó con algunos capitanes del ejército
del Rey, y con los Comendadores de Calatrava, hiciesen una salida
hacia el reyno de Murcia, a efecto de salir con alguna grande
empresa, a imitación del Vizconde de Cardona, como en el precedente
libro relatamos. Para esto determinaron llevar una buena banda de
caballos ligeros, con dos compañías de infantería, y un par de
máquinas, para disparar en la primera tierra del Reyno. Con esto se
partieron una mañana para Villena, y confiando don Fernando, que con
seiscientos hombres de guerra que llevaba podría asolar la villa,
pues el Vizconde con solos sesenta de a caballo la saqueó, puso
cerco sobre ella. Y luego sin aguardar que llegasen los Comendadores
de Calatrava, y sin consejo dellos, porque la batería fuese junta
con el asalto, comenzó con sus mal assestadas máquinas a batirla.
Mas los de dentro, que después de lo que pasaron con el Vizconde, de
escarmentados, se habían muy bien fortificado, y apercibido de todas
armas para su defensa, los recibieron tan varonilmente, que los
hicieron retirar con muy gran pérdida a fuera: y aun no contentos
con esto, salieron a la media noche con grande ímpetu a dar sobre
ellos, y poniendo fuego a las máquinas las quemaron del todo y
mataron a cuantos estaban en guarda de ellas. Pero antes que se
volviesen a la villa a triunfar de la victoria, fueron sobre ellos el
Comendador de Alcañiz con los demás de su orden, y también los
Almugauares, y los encontraron tan bravamente, que mataron muchos de
ellos, y con tomarles una puerta, pusieron en tanto aprieto la villa,
que fueron forzados los de dentro a pedir tres días de treguas, para
consultar con el Rey sobre el entrego de ella. Pareció a los
comendadores convenía concederles la demanda: porque también
cargaba ya tanta gente de las Aldeas, que a querer pasar el cerco
adelante, se habían de ver en grande trabajo y peligro. Y así
entendieron luego para que fuesen los embajadores de la villa al Rey:
al cual suplicaron los tomase a merced, que se darían muy de buena
gana a su Real persona. Les respondió el Rey, que se diese al
Comendador mayor de Alcañiz, y a los de su orden, prometiéndoles,
que estos usarían con ellos de toda benignidad y clemencia, que así
se los había encargado, y con esto los despidió. No quiso el Rey
remitirlos a don Fernando su tío, ni hacerles tanta honra, por el
descontento que tuvo de él por haber hecho esta empresa sin darle
parte, y haberle tan mal sucedido: y aun con los Almugauares, siendo
sus tan queridos, mostró estar muy disgustado. De suerte que vueltos
los embajadores con la respuesta, y entendida la voluntad del Rey por
los de la villa, luego se dieron con honestos partidos a los
Comendadores, y por haberlo así mandado el Rey se libraron del saco,
muy a pesar de los soldados.











Capítulo XXI. Como el Rey casó dos hijas con el Rey de Castilla y
don Manuel su hermano, y volvió a Valencia a remediar los daños que
don Berenguer Dentensa hacía en los Moros confederados.






En
este tiempo se ofrecieron al Rey tan importantes negocios en
Cataluña, que le fue forzado suspender por un poco tiempo las cosas
de la guerra, y partirse para Barcelona, dejando a don Rodrigo Lizana
por general gobernador de la ciudad y Reyno de Valencia. Llegado pues
a Barcelona, y asentados muy en breve los negocios que se ofrecieron
de Cataluña, dio vuelta por Zaragoza: donde concluyó el matrimonio
de sus dos hijas que tenía de la Reyna doña Violante, y se las
habían enviado a pedir de Castilla: la primera que también se decía
Violante, con el Príncipe don Alonso Rey que fue X deste nombre, y
llamaron el sabio, por lo que adelante se dirá: al cual prometió el
Rey de ayudar con todo su poder y estado, en la cobranza y nueva
conquista del Reyno de Murcia, que se le había rebelado: y lo
cumplió después muy bien, como adelante diremos. La otra hija
llamada Gostança casó con don Manuel hermano del don Alonso. A esta
sazón, estando el Rey ausente de Valencia, don Pedro de Alcalá
primo hermano del gobernador Lizana, que estaba en su cuartel con su
gente de guarnición en guarda de la ciudad y Reyno, partió
desapoderadamente, y con otra más
que
ampró

(
qampro)
de sus amigos para Xatiua: donde hizo muchas cabalgadas y daños
sobre la vega y arrabales de ella. Mas mientras se aparejaba para dar
asalto a la misma ciudad , cayó en cierta celada que le tenían
puesta los Moros de ella, y preso le pusieron en la fortaleza con
buena guarda. También por este tiempo don Berenguer Dentensa, el
cual por las correrías que había hecho con don Guillen Aguilon
contra los Moros confederados estaba en alguna desgracia del Rey, y
se había recogido dentro de Xatiua con su gente, con el favor del
Alcayde hacia sus cabalgadas en tierras de otros Moros confederados,
fuera del distrito de Xatiua: y contra las chozas, y cabañas de los
ganaderos de Teruel, que de ordinario bajaban por el invierno a
estremar
con sus ganados al Reyno. En lo cual perseveraba don Berenguer con
tanta insolencia y destreza, que ni el gobernador Lizana, ni el
Maestre del Ospital, ni toda la gente que estaba en guarnición se lo
podían estorbar. Sabido esto por el Rey, que dejamos en Zaragoza, se
partió luego con veinte y cinco de a caballo, y se entró por el
Reyno. Llegado a Altura villa pequeña situada casi a las puertas de
Segorbe, se le rindió sin dificultad alguna, y luego se divulgó la
venida del Rey por toda la tierra. Como lo supo don Berenguer, no
pasó más adelante en sus correrías: antes procuró mucho de volver
en gracia del Rey, y así debajo de su Real fé y palabra vino a
verse con él. El cual aunque le recibió benignamente, todavía le
reprendió con alguna aspereza: porque habiendo sido por él antes
convidado, dudó de su reconciliación y vuelta en su amor y gracia.
Prometió pues y juró de nuevo don Berenguer que en ningún tiempo
dejaría de servirle fidelísimamente, con la villa y castillo de
Chiva que está a media jornada de la ciudad, y es por su fortaleza y
fuente bellísima pueblo preciado, del cual el Rey le había hecho
merced poco antes, al cual fueron los dos entonces a solazarse.
Llegados a Chiva (Chiua), luego fueron a ver al Rey don Pedro de Albalate
Arzobispo de Tarragona, y don Rodrigo Lizana, con los cuales se vino
a la ciudad, y en el camino fue muy rogado dellos, mandase librar a
don Pedro de Alcalá, que tenían preso los de Xatiua. Lo cual
prometió hacer de buena gana, y tomar esto por ocasión de romper
con ellos, para más presto entender en conquistarlos: también por
lo que él amaba y estimaba en mucho el valor de don Pedro.











Capítulo XXII. Que el Rey entró en Valencia, y de allí fue segunda
vez a poner cerco sobre Xatiua, y del descargo que dio de si el
Alcayde, y respuesta del Rey.






Entró
el Rey en Valencia donde fue recibido con muy solemne procesión del
Obispo y Cabildo de la iglesia mayor, con la clerecía y religiosos
de la ciudad: a los cuales seguían los jurados y demás oficiales
Reales, con gran frecuencia y alegría de todo el pueblo: a todos se
mostró el Rey muy afable y humano. Y después de haber entendido del
buen gobierno y pacífico regimiento de don Rodrigo, mandó hacer
gente de a pie y de a caballo para ir por segunda vez a poner cerco
sobre Xatiua. Por esto hizo luego se pregonase guerra a fuego y
sangre contra ella. Y en siendo hecha la gente salió de la ciudad, y
vino aquel día con la mayor parte del ejército a un pueblo que
llamaban Barragua, donde se detuvo tres días aguardando la demás
gente que quedaba atrás. Divulgada por todas partes la fama de esta
guerra que el Rey había mandado pregonar, y que él mismo en persona
iba por general de ella, los de Xatiua, que después que faltó el
Rey de Valencia, tenían el gobierno por si, y ponían el Alcayde
como gobernador de su mano, comenzaron a temer mucho al Rey: sabiendo
que no pararía hasta salir con la empresa, como había hecho en la
de Valencia. Y así el Alcayde que gobernaba, viendo el manifiesto
peligro en que la ciudad se vería si el Rey ponía cerco sobre ella,
determinó, antes que los ciudadanos se le alterasen por verse
cercados, de enviar su Embajador al Rey, y fue para acordarle como
las treguas o conciertos de paz hechos con los de Xatiua que tenían
firmados de su mano, nunca por ellos se rompieron, ni jamás hubiera
tomado armas contra los suyos, si no fuera por defenderse de las
correrías de don Pedro de Alcalá hacía contra ellos y sus
heredamientos, en tanto que a escala vista tentaba de entrar en la
ciudad, tratándolos como a enemigos, y aherrojando algunos de ellos
por esclavos; en muy grande menosprecio de su Real palabra, y
quebrantamiento de las treguas. A esto respondió el Rey, que era
justo que los daños hechos por los suyos a los de Xatiua se
recompensasen, y que esto con brevedad lo procuraría: con tal que
luego librasen de las prisiones a don Pedro y se lo enviasen, con
todos los demás Cristianos que tenían presos: otramente sería
luego con su ejército sobre ellos. Y con esto despidió al
Embajador.











Capítulo XXIII. Que el Rey antes de poner el cerco contempló a
Xatiua de un monte, notando sus excelencias y asiento, y como
reconoció el mejor puesto para asentar el Real.






Como
esperase el Rey tres días después de vuelto el Embajador a Xatiua,
y ni le enviasen a don Pedro con los demás Cristianos que había
pedido, ni diesen otra razón de si que el callar por respuesta: sin
hacer más caso de él teniéndolo ante si con ejército formado para
cercarlos, holgose mucho con tan buena ocasión como le daban para
romper las treguas del todo, y moverles guerra. Y así fue con su
gente allegándose hacia la ciudad, pasando el Xucar con barcos más
arriba de Alzira. Como tuviese gran deseo de ver el asiento y sitio
de la ciudad antes de poner el cerco sobre ella: mandó que el
ejército le siguiese poco a poco, y tomando consigo treinta
caballeros bien puestos a punto de guerra, con una banda de los
Almugauares de a caballo, se fue con ellos allegando hasta que
descubrió de lejos los castillos, con lo más alto de la ciudad. Y
siendo avisado que de ninguna parte la descubriría toda mejor que
del monte que está junto a ella en medio de su vega a la parte de
Valencia, que hoy llaman de nuestra Señora del Puig, por la ermita
que está en lo más alto del, llegado allí se apeó del caballo, y
dejando en guardia los Almugauares al pie del monte, se subió con
los treinta caballeros a lo más alto del. De donde en un punto se le
descubrió toda la ciudad con sus fortalezas, arrabales, alquerías,
y aldeas, con toda su vega junta, de cuya vista se maravilló y
recreó extrañamente. Viendo la ciudad fundada sobre un recuesto de
monte no muy pendiente, cuya cumbre, que está bien alta, se cerraba
con dos grandes fortalezas mayor y menor, asentadas sobre dos muy
enriscadas rocas, las cuales estaban cercadas de un mismo muro sobre
peña tajada de toda parte, salvo hacia la ciudad, aunque no deja por
allí de ser la bajada áspera y trabajosa. Está por la parte de
mediodía y poniente cercada de montes propincos a la fortaleza
mayor, que la defienden del lebeche y mediodía, cuyo aire suele ser
allí y por todo el Reyno hacia lo marítimo muy caliente. De manera
que solo está abierta a los demás vientos. Los edificios y casas,
así por mirarlas el Rey de lo alto, como por estar ellas extendidas
por el recuesto del monte, se parecían una a una todas, y que por
ser altas, anchas y también labradas se doblaba la vista y hermosura
de ellas. Demás de la obra suntuosísima y comodísima de los
conductos o caños de agua que en muy grande cantidad se trae de
lejos y se reparte en muchas y bien labradas fuentes por toda la
ciudad, que causan no solo mucha recreación y limpieza en toda ella,
pero del agua que sobra, riegan muchos jardines que están dentro la
ciudad, y por la mayor parte de la vega. Sus arrabales con las
alquerías y aldeas parecían muchas, aunque si por entonces (lo que
no se cree) hubiera las que ahora hay, bastaran a hacer otra ciudad
por si de dos mil casas de población como ella es. Su vega y huerta,
por el buen cielo y suelo de la tierra, con el mucho riego que tiene,
a causa de los dos ríos que allí concurren, y más por la gran
cultura y labranza de que se vale mucho, son de ordinario tan
fructíferas de todo género de mieses y diversidad de frutales, que
no deben nada a la de Valencia, señaladamente por las moreras para
seda, de la cual hay mayor cogida que en otra parte del Reyno. De
aquí vino a creer el Rey, que de ser la tierra tan viciosa en
herbajes (
heruages),
y tener tan regalado pienso los caballos, se criaban en Xatiua tantos
y tan buenos, que hacían los mejores jinetes de España, y que por
esto residían allí los más nobles caballeros de toda la morisma.
Holgose
pues el Rey extrañamente de haber visto lo bueno y hermoso de la
ciudad: pero volviendo los ojos a las dos fortalezas, le espantó el
inexpugnable sitio de ellas. Con todo eso en descendiendo del monte,
hallando ya al pie del todo el ejército junto que le aguardaba,
determinó de poner el cerco sobre la ciudad y fortalezas, y no
alzarle de allí, hasta que, o por fuerza, o por concierto quedase
señor de todo. Asentado el Real en aquella parte del campo y
huertas, que están más cercanas a las fortalezas, mandó reconocer
los montes que les están a las espaldas y la señorean, para asentar
allí las máquinas y batirlas con ellas. Pero fue luego avisado por
los adalides, como aquellos montes y peñascos eran muy ásperos y
enriscados, de suerte que ni para las máquinas, ni para el ejército
eran cómodos de asiento. Demás de la falta de agua que tenían, que
sería necesario que la mitad del ejército estuviese en lo llano,
para solo defender los aguadores y proveedores del campo, que los
saltearían los Moros a cada paso, y que sería muy fácil a los
cercados, más presto vencer con hambre al ejército, que ser del
vencidos ellos por armas. Mas el Rey queriendo por si mismo
reconocerlo todo, halló un lugar muy cómodo a la falda de un monte
de aquellos, que estaba (como el Rey en su historia dice) cerca de la
alquería de Sallent: donde había copia de agua que venía de la
fuente de Anna, pueblo pequeño no lejos de Xatiua. Allí mandó el
Rey asentar el campo, y cercarle con buen foso y estacada. Hecho
esto, mandó talar los campos y huertas, y romper los molinos así de
aceite como de harina, con otros muchos daños, cuanto del más cruel
enemigo esperarse podía; yendo la otra parte del ejército
destruyendo y robando toda aquella comarca de la ciudad, con grandes
presas y despojos que traían al campo.










Capítulo
XXIV. De lo que pasó el Rey con don García Romeu, por haberle
sacado de su tienda un soldado, que habiendo herido a otro en
presencia del Rey se había acogido a ella.






Andando
una mañana el Rey reconociendo el ejército para ver como cada uno
estaba en su puesto, por los rebatos que cada día los jinetes de
Xatiua daban en el Real, acaeció que un soldado de la vanguardia
riñó con otro, y sin tener cuenta con la presencia del Rey
(habiendo sido advertido de ello) se atrevió a herirle de una mala
cuchillada, y se recogió a la tienda de don García Romeu, uno de
los más principales señores Aragoneses que había en el campo, y
que servía al Rey en aquella jornada con cien caballeros sus
vasallos, parte de ellos a sus costas, por la obligación de la
tierra que tenía del Rey, y los otros por el sueldo que le pagaba.
Mas el Rey que vio el desacato del soldado, saltó tras él, y asido
de los cabezones le sacó de la tienda, y le mandó poner a recaudo,
para después conforme al delito castigarle. De lo cual se ofendió
don García tan gravemente, que como de cosa hecha en menosprecio
suyo, envió un caballero Aragonés llamado García de vera a decir
al Rey de su parte, como él no había venido a servirle en esta
guerra con su persona y gente de a caballo para recibir afrentas, ni
menguas de honor en lugar de galardón por los buenos servicios, como
se veía manifiestamente con el agravio que se le hacía. Pues si por
antiguo privilegio Real era concedido, no solo a señores de título,
pero a caballeros nobles, que cualquier hombre por facineroso que
fuese, fuera de crimen de traidor, que se recogiese a la casa de
ellos, era libre de la justicia, y no podía ser sacado de ella:
mucho menos podía serlo de su tienda el soldado que se había
recogido a ella, siendo de los principales señores de Aragón, y no
inútil para su Real servicio. Respondió el Rey, que era mayor
delito el cometido en la guerra, que fuera de ella, y por eso
necesario castigar al delincuente más gravemente: y que don García
no tenía por qué sentirse de ello, ni tomarlo por afrenta, pues no
le había sacado al facineroso de su casa, como él decía, sino de
la propia casa Real. Por cuanto el real y alojamiento del ejército,
no son muchas casas, ni de diversos señores, antes es todo él una
sola casa del general y señor del campo. Al cual, así como militan
todos debajo su imperio y mando, también es menester que todos le
reconozcan por señor, y le obedezcan: cuanto más que por otra causa
de podía decir suya, y no de don Romeu la tienda de donde sacó al
delincuente, pues a la verdad él se la había prestado. Demás que
sobre delito cometido, no solo en presencia del Rey, pero aun en su
menosprecio y desacato, no se podía disimular un tan mal caso, ni
tampoco pasar por alto tan debido castigo: antes en la misma tienda,
do se recogió el delincuente había de ser hecho cuartos. Que por
eso le rogaba que la mucha gracia y favor que del tenía merecidos,
por tan buenos servicios como en esta guerra a él le hacía, no la
quisiese perder por esta liviana causa: antes se viniese para él,
porque negociaría mejor con la presencia que por vía de terceros.
Mas Romeu inducido por alguna vana persuasión de ánimo, y de
tenerse en mucho, no se contentó de la humanidad y buenos
cumplimientos que el Rey usaba con él, sino que tentó de hacer
algunos
deservicios
como mal mirado: porque fue luego avisado el Rey por los de Xatiua,
como don Romeu trataba de pasarse con toda su gente a ellos. Lo cual
mostró el Rey tener en poco diciendo haría la misma cuenta del que
se pasase, que se quedase. Pero con el tiempo se siguió, que Romeu
volvió en tanta gracia del Rey, y fue tan favorecido suyo, que llegó
su hijo a casar con doña Teresa hija bastarda del Príncipe don
Pedro, y nieta del Rey.


Capítulo
XXV. Del partido que movieron los de Xatiua viéndose muy apretados
por el cerco, y como el Rey lo aceptó, y se partió para Mompeller,
y lo que allí hizo.






Con
todo eso que pasó el Rey con don Romeu no se descuidaba del cerco,
antes apretó de manera a los de Xatiua cerrándoles por toda parte
las entradas y salidas, y destruyéndoles la vega y campaña, sin que
con las algaradas e impetuosos sobresaltos que la caballería hacía
sobre el Real, pudiesen ganar tierra con él: que fueron forzados a
pedir partidos que no dejaron de ser harto aventajados para el Rey,
prometiendo tres cosas. La primera que le darían libremente la villa
de Castellón que era suya, y cercana a la ciudad. La segunda que se
obligarían el Alcayde y principales con juramento, que a ningún
otro que a su persona Real entregarían la ciudad. La tercera que le
restituirían libres a don Pedro de Alcalá con los demás Cristianos
que tenían presos. Con estos partidos que ofreció Xatiua por
entonces, se tuvo el Rey por contento: así por no detenerse en el
cerco, por la necesidad que tenía de acudir a otra parte: como por
excusar el grande riesgo y pérdida de gente que se podía seguir,
queriendo tomar por fuerza ciudad tan fuerte y bien guarnecida de
gente y armas: a la cual solía él llamar segundo ojo del Reyno. Y
que bastaba por entonces haberles tomado el ánimo, con haber sacado
tan buen partido dellos, pues con el tiempo se facilitaría más la
presa de ella. Pero si en esto se engañó, o no, y lo mucho que le
costó y trabajos en que se vio, por no haber concluido la presa de
ella de esta vez, la historia lo mostrará en los libros siguientes.
De manera que habiendo entrado en posesión de la villa de Castellón,
y prestado el juramento por el Alcayde y principales de la ciudad
cerca lo prometido: y también siendo restituidos don Pedro de Alcalá
con los demás cautivos, el Rey levantó el cerco y deshizo el
ejército, repartiéndolo por cuarteles en guarnición del Reyno, y
se volvió a Valencia. Donde estando con grande cuidado de las cosas
de Mompeller (que fue esto harta parte para concertarse con Xatiua)
por si acaso Bonifacio, y los otros nobles con la rabia de verse
desterrados, y de haber perdido sus haciendas que les fueron
confiscadas, moviesen algo contra la ciudad determinó dar una pasada
por ella. Dejando nombrado por gobernador general de la ciudad y
Reyno, a don Ximen Pérez Tarazona, a quien poco antes había hecho
del número de los señores y grandes del Reyno de Aragón (este ya
de antes poseía la Baronía de Arenos, de donde él y los suyos
tomaron el renombre de Arenos) encargándole mucho la guarda del
reyno con expreso mandamiento no se moviese de la ciudad, ni
permitiese que ninguno saliese fuera a hacer cabalgadas por el reyno
hasta que él fuese de vuelta, que sería muy presto. Con esto se
partió para Cataluña con XXX de a caballo asentando de paso algunos
negocios hasta que llegó a Narbona, donde supo como estaban muy
pacíficas las cosas del estado de Mompeller. De lo cual se holgó
mucho, y aun se glorió, porque, si quiera, una vez había hallado a
su patria pacífica y quieta, que por entonces la gozaba de veras, y
se tenía por señor de ella. Y así se vio en esto, que no fue
demasiado el rigor con que se procedió contra Bonifacio y los demás
perturbadores de la Repub. pues con él haberlos desterrado quedó
la tierra tan pacífica y quieta. Entrando en la ciudad fue recibido
del pueblo con infinito contento. Y en sabiendo los Condes de Tolosa
y de la Proença de su venida, luego llegó cada uno por su parte a
visitarle, y a rogar, tuviese por bien de firmarse con Ramón Gucelin
señor de Lunel, y con Albesa barón nobilísimo de la Guiayna,
jueces árbitros, en la sentencia que habían dado sobre el divorcio
del Conde de Tolosa con doña Sancha su mujer, tía del Rey. El cual
después de estar muy bien informado de la causa, temiéndose que de
no firmarla, se podía seguir mayor daño a su tía, determinó de
complacerles, y despedido de ellos se volvió a Aragón.






Fin
del libro XIII.