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domingo, 21 de junio de 2020

219. LOS AMORES IMPOSIBLES DE ZOMA Y MARÍA, Daroca


219. LOS AMORES IMPOSIBLES DE ZOMA Y MARÍA (SIGLO VIII. DAROCA)

219. LOS AMORES IMPOSIBLES DE ZOMA Y MARÍA (SIGLO VIII. DAROCA)
Foto: Julio E. Foster


Conquistada Daroca por Tarik, uno de sus primeros alcaides fue Zoma, al que se le recuerda tanto por la torre de la mezquita que mandara edificar como por sus amores imposibles con la cristiana María. En efecto, cuando un día caminaba Zoma hacia la mezquita, se cruzó en la calle con una muchacha que iba a por agua. A partir de ese momento fue incapaz de orar con recogimiento ni de dormir con sosiego, pensando en la muchacha del ánfora. Al día siguiente, Zoma contó al santón Abú-Amer la promesa que hiciera de edificar una mezquita si Mahoma le concedía la fortuna de hallar una mujer hermosa con la que desposarse, hablándole del encuentro del día anterior y el sueño subsiguiente, en el que el ángel Azrael le presentaba a la joven a la par que unos genios del arte construían una pequeña pero hermosa mezquita.

El santón preguntó a Zoma si la joven era mora o nazarena, contestando éste que cristiana, lo cual dificultaba la posible unión, máxime siendo él la primera autoridad musulmana. No se arredró el alcaide y, confiando en que la podría convencer para que renunciara a su religión, comenzó a edificar la mezquita, que pronto estuvo finalizada junto a su bello minarete. Entre tanto, Zoma y María, sin que jamás mediaran palabra, buscaban todos los días el encuentro fugaz de la calle de la Gragera (Grajera), aunque sabían ambos cuantas cosas les separaban.

Todo continuó así hasta que un día un joven cristiano fue denunciado ante el alcaide de maldecir contra Mahoma. Si era verdad, significaba su condena de muerte, a pesar del levantamiento de la población mozárabe en su favor. El destino quiso que el presunto condenado fuera hermano de María, la joven enamorada de Zoma.

La muchacha, por salvar a su hermano, solicitó audiencia al alcaide, que desconocía el parentesco. Los enamorados se hablaban por primera vez. Zoma prometió a la joven salvar a su hermano si ésta accedía a ser su sultana favorita. La negativa significaba la condena, como así fue. No obstante, María le dijo a Zoma que si él se convertía al cristianismo sería su esposa. A pesar del amor, no podía haber acuerdo. La religión les separaba... Pero cuando María descendía llorosa por la escalinata del palacio, Zoma, que no podía resistir la pena de su amada, la llamó: «No llores más, tu hermano será salvo». Y María, agradecida y enamorada a la vez, cayó en sus brazos.

[Beltrán, José, Tradiciones y leyendas de Daroca, págs. 48-54.]


Nombrada Colegial en el año 1377, es Basílica desde 1890. Su primitiva fábrica fue románica, pero se amplió y remodeló en repetidas ocasiones durante la época gótica, rehaciéndose casi por completo, a la vez que se cambiaba la orientación de su cabecera a fines del siglo XVI. La iglesia actual se hizo entre 1585 y 1592, según trazas renacentistas, pero con tradición gótica y fue su constructor Juan Marrón. La puerta principal es obra de 1603, realizada por los canteros Laroza, Pontones y Aguilera. Es una iglesia de tipo de salón, de tres naves con capillas entre los contrafuertes y cabecera con coro; igualmente se hizo un baldaquino a imitación del que se halla en el Vaticano. El grupo de la Anunciación fue esculpido por el zaragozano Francisco Franco en 1682. El coro y órgano pertenecen a la antigua iglesia y son obra del siglo XV. Este órgano está considerado como de los mejores de España y en él fue maestro el célebre Pablo Bruna. Del edificio románico -posiblemente construido sobre la Mezquita Mayor de Daroca una vez reconquistada la ciudad por Alfonso I en 1120- sólo se conserva el ábside orientado hacia el este, una ventana del crucero y la moldura con ajedrezado del primitivo lado del Evangelio. Su cabecera corresponde con la actual capilla de los Corporales; opuesta a ella, la puerta principal, del Perdón. Es obra de los últimos años del siglo XII y de los primeros del XIII. Llama la atención, al exterior, el particular sistema de montar el tejado, sobre modillones que apean en arquillos. La puerta del Perdón presenta en su tímpano la visión del Apocalipsis: Cristo triunfante entre el sol y la luna, y ángeles que portan los instrumentos de la Pasión; es adorado por la Virgen y San Juan, que interceden por los hombres, los cuales son despertados de sus tumbas por ángeles trompeteros. Es obra del siglo XIV que fue remodelada arquitectónicamente en el siglo XV. La torre es de piedra sillar, obra de 1441, costeada por doña María, la mujer de Alfonso V, y enfunda otra anterior, mudéjar, de los siglos XIII y XIV. CAPILLAS En el interior de la iglesia, comenzando a la mano derecha de la entrada, se suceden distintas capillas. La primera, la capilla del Patrocinio, está cubierta con bóveda estrellada, acogiendo un retablo con mazonería renacentista, obra muy posiblemente de Juan de Palamines, en cuyo interior destacan grupos escultóricos policromados con figuras y relieves en alabastro, representando el Nacimiento de Jesús, la Coronación de la Virgen y la Adoración de los Reyes entre otros, todo obra del s. XV. A ambos lados se encuentran la sepultura en alabastro de una canonesa de Rueda, obra de finales del s. XV, y el sepulcro bajo arcosolio de un caballero yacente en sarcófago de rasgos renacentistas y ángeles góticos. La capilla se cierra con una verja del s. XVI. Sigue la capilla de la Anunciación, mandada construir en 1609 por Pedro Terrer de Valenzuela. El retablo es obra de Juan Miguel de Orliens, concluído el 31 de octubre de 1609 dentro de un estilo romanista. En los muros laterales aparecen pinturas relativas a Melquisedec y Moisés. En las cuatro trompas aveneradas de la capilla se representa a los cuatro Evangelistas en altorrelieve, obra también de Orliens. En el pavimento está la lauda sepulcral de bronce perteneciente al arzobispo Terrer de Valenzuela. La verja que cierra la capilla, de bronce dorado con las armas de los Terrer, es obra del rejero de Zaragoza Juan Blanco con diseño de Juan Miguel de Orliens, quedando manifiesta la colaboración del escultor en la concepción total de la capilla. La tercera, la capilla de los Corporales, es la antigua cabecera de la iglesia románica. Es una afortunada (y rara en España) construcción de tipo franco-flamenco. Toda la capilla forma parte de un conjunto unitario con decoración gótico-flamígera, siguiendo el concepto de capilla-relicario, donde se custodian los Corporales. Parece que se empezó por encargo de Juan II de Aragón y se terminó con el Rey Católico; en ella pudo trabajar el escultor darocense Juan de la Huerta y asimismo Pere Johán, que trabajaba en el retablo de La Seo de Zaragoza. A finales del siglo XVII se abrió el óculo que sirve de ostensorio y se pintaron las figuras con ribetes y lunares dorados. Llaman la atención los relieves que narran la historia del milagro de los Corporales, con un hábil y gracioso trabajo lleno de detalles documentales de la época. Acto seguido nos aparece la capilla de Santa Ana, resto del edificio medieval y lugar por donde se entra a la sacristía. Fue posesión del señor Esteban Lop y sus descendientes. Son de interés las cinco laudas sepulcrales que aparecen en el pavimento. Linda con ésta la capilla de Santo Tomás, edificada en la reforma del siglo XVI y entregada al canónigo Salvador Bádenas. El altar principal es del siglo XVIII. A ambos lados, los retablos de San Juan Evangelista y de San Joaquín y Santa Ana, obras platerescas del s. XVI, este último mandado hacer en 1586 por Francisco Balaguer. La siguiente capilla, hoy dedicada a San Miguel, en un principio fue llamada de Nuestra Señora la Coronada, pues tuvo el retablo y la imagen de la Virgen Goda, trasladada allí en el s. XVII cuando se hizo la capilla de los Terrer. Esta Virgen, obra del s. XIII, se expone en el Museo de la Colegial. Actualmente la capilla la ocupa el retablo de San Miguel procedente de la iglesia del mismo nombre, obra gótica de estilo sienes realizado a fines del siglo XIV. A ambos lados contemplamos el retablo de la Magdalena (siglo XVII) y el lienzo de San Jerónimo en el desierto (siglo XVI). Dejando a la derecha la entrada al Museo, penetramos en la capilla de la Purísima. Su interior acoge un retablo del s. XVII. El muro se abre lateralmente comunicando con el coro, situado en el centro de la cabecera del templo, en el que destaca la sillería capitular de madera, perteneciente al templo gótico, obra del fustero zaragozano Juan Lañes, realizada entre 1494 y 1495. Frente al coro se encuentra el Altar Mayor, de estilo barroco, inspirado en el baldaquino de San Pedro de Roma. Se compone de cuatro columnas salomónicas de mármol negro, colocadas en 1677, sobre las que descansa un entablamento con las imágenes de los cuatro Doctores de la Iglesia, rematado en cúpula calada con linterna similar y armas de la Colegial y del obispo Terrer, mecenas de la obra. El interior se completa con el grupo escultórico de la Asunción, tallado en madera blanca por los zaragozanos Francisco y Pedro Franco en 1682 y quizá no terminado hasta cinco años más tarde. Ya en el lado del Evangelio, comunicada con el coro, aparece la capilla de la Soledad con un retablo del siglo XVII. A continuación se pasa a la capilla del Cristo, que mandó construir mosén Domingo Moros, donándola en 1607. El retablo actual, con esculturas policromadas, data del siglo XVII. Ante él una serie de laudas sepulcrales. Por último, la capilla de San José, entregada a la familia Celaya, en cuyo frontal luce su blasón heráldico. El retablo, en madera dorada, pertenece al siglo XVIII. A ambos lados encontramos varios lienzos, representando uno de ellos a «San Jorge triunfando en la batalla de Alcoraz». Las pinturas de la cúpula las realizó Mariano Miguel en 1897.

domingo, 28 de junio de 2020

CAPÍTULO XXIV.

CAPÍTULO XXIV. 

De las incomodidades que tuvo César, lluvias y hambre que hubo mientras sobre Lérida, barcos que mandó labrar para pasar el Segre, y asedio que puso a la ciudad.

Quedó la campaña por los cesarianos, y tenían como a cercados los de Pompeyo que se habían recogido en Lérida; pero como eran señores de la puente, lo pasaban bien, pues podían tomar las provisiones y refrescos que era menester por ella, lo que no podían hacer los de César, porque estaban cercados por todas partes de ríos: al mediodía tenían el Segre, al oriente el Noguera, a poniente el Cinca, y por la parte de tramontana era poco el bastimento que les podía venir, por ser tierra áspera, y los dueños de los ganados los habían metido tierra adentro, huyendo de la guerra y peligros de ella. Todas estas incomodidades sentía mucho César; pero aumentáronse con las crecientes de los ríos Segre y Cinca. Esto era ya en el verano, y las nieves se derretían (has estado alguna vez en verano en Lérida? Se derrite hasta el asfalto, tontolaba!), y fueron tan terribles las crecientes, que en un día se llevó Segre las dos puentes que Fabio había hecho: y este fue un notable daño para César, porque de esta otra parte quedaron algunos ganados que habían salido a repastar, y los de Pompeyo los tomaron; y menos fue posible a las ciudades amigas suyas poderle enviar mantenimientos y socorros, como habían hecho hasta entonces, porque no podían pasar el río, ni los socorros que habían venido de Italia y Francia podían llegar a él. Sentía gran falta de pan, porque era en el verano y los trigos aún no eran sazonados ni estaban para cogerse, y todo lo que había en aquella comarca los pompeyanos lo habían tomado, y lo que había quedado, que era poco, ya la gente de César lo había consumido. Salían algunos soldados de César y corrían la campaña, y buscaban de esta manera el sustento; cuando podían atrapar alguna liebre, no la mataban, la ordeñaban y la volvían a soltar, pero tenía Pompeyo unos andaluces y portugueses tan diestros, que luego les daban encima, pasando el río sobre unos odres llenos de viento; y era costumbre de ellos siempre que iban a la guerra de llevarlos consigo, para nadar sobre ellos en todo tiempo; y según eso, es verosímil que estarían o de esta parte del río, pues para molestar a los de César, que estaban a la otra, habían de pasar el río, o que los de César le pasarían con barcas y ellos con sus odres, en seguimiento de los que salían a buscar la comida; porque era forzoso la buscasen de esta otra parte del río, que estaba por los de Pompeyo y abundaba de lo necesario para el sustento de la vida; y es verosímil que no les dejaban pasar la puente de Lérida, pues habían de nadar con sus odres.
Mientras estaba César con estas aflicciones y cuidados, vinieron unas lluvias tan grandes, que no había memoria de hombres haber jamás visto tales inundaciones. César, por pasar a esta otra parte, trabajó en hacer las puentes, y no le fue posible, porque el río venía muy crecido y rápido, como suele siempre, y los de Pompeyo, que estaban a esta otra parte, tiraban tantos dardos y saetas a los que trabajaban en las puentes, que les era imposible trabajar, ni defenderse del daño que recibían de los ballesteros, con que la obra hubo de parar. Crecía entretanto en el campo de César la hambre (Pomponio Flato registra en su libro De Profunditas Segrae et Cincae, que decían los soldados: per Tutatis, quína fam mes gran!), y no solo fatigaba con la falta presente, sino con el miedo grande de lo que sería después.
Nada de estas incomodidades se sentía en la ciudad, porque señores de la puente, y pasando por ella, daban sobre gentes de César que estaban de esta otra parte del río, y no podían pasarle, porque no tenían con qué.
Estos aprietos en que César se veía eran grandes; pero Petreyo y Afranio los hacían mayores, escribiendo a Roma y toda España avisos de esto muy aventajados, encareciendo más de lo que era: y así de muchas partes les enviaban parabienes y muchos se venían a hallarse con ellos, para gozar de la victoria que tenían por suya.
En Italia hubo muchos hombres principales que se pasaron a Grecia con Pompeyo, unos por llevarle estas buenas nuevas, otros por darle a entender que ellos no habían aguardado el último suceso de esta guerra, ni eran los postreros en seguirle.
Cuando César estaba en estos aprietos, dice que tuvo aviso Afranio que habían llegado muchos ballesteros de los *, y gran caballería francesa, y con ellos algunos seis mil hombres, con muchos esclavos y gente de servicio: pero no llevaban ningún orden ni concierto, ni se mostraba en ellos capitán ni cabeza (capitas), e iban como si no había guerra y la tierra gozara de la paz que había tenido en tiempos pasados. Había entre ellos muchos mancebos honrados, hijos de senadores y de caballeros, y muchos embajadores de ciudades y algunos legados del mismo César, que los venían acompañando; pero llegados a la orilla del río, no pudieron pasar, porque ni había puentes ni barcas. Afranio salió de noche con tres legiones y con toda su caballería, para batalla; y guardó esta orden, que llegaron primero a ellos los caballos y los hallaron descuidados; pero los caballeros franceses presto se pusieron en orden, y la batalla se comenzó, y pocos resistieron a muchos. En medio de esta pelea descubriéronse las banderas de las legiones de Pompeyo que venían en ayuda y socorro de los suyos y ellos se retiraron a los montes cercanos, que yo conjeturo deberían ser los que hay desde la ciudad de Balaguer, a la orilla del Segre, hasta la villa de Camarasa (nada, a un tiro de piedra de Lérida); y César quedó muy contento de esta retirada, porque si los cogieran en el raso, era muy posible que no se escapara ninguno de ellos. Murieron, con todo, doscientos ballesteros, algunos caballeros, y algunos pocos de los esclavos, y del bagaje que llevaban perdieron poco; pero estas pérdidas fueran de buen tolerar, si la hambre y necesidad de mantenimientos no apretara a los cesarianos, que todos iban decaídos y macilentos; siendo lo contrario en los reales de Pompeyo, donde había abundancia y copia de todo lo que habían menester, y aun les sobraba. Valióse César de las ciudades confederadas; pero estas no le podían dar pan, porque no le tenían, sino ganados; y enviaba azemileros a las ciudades más lejos, y de esta manera procuraba remediar la falta presente y necesidad que le apretaba.
No era el ánimo de César tan menguado que de estas adversidades se espantara, antes, al paso que ellas crecían se aumentaba en él el espíritu y valor: buscó trazas y modo como remediarse y salir de aquel aprieto, y mandó para esto a sus soldados que hiciesen unas grandes barcas, como otras que los años antes había visto en Inglaterra, de que aquellos isleños usaban en la guerra. El suelo y vientre eran de maderos no muy gruesos, y lo demás entretejido de mimbres y cubierto y calafateado con cuero; y de estas usaban también los españoles de Galicia por aquellas marinas fronteras de Inglaterra.
Cuando tuvo acabadas algunas de estas barcas, mandólas tirar de noche con carros tres leguas lejos del real, más arriba de donde había hecho Fabio las puentes. Echadas en el río, mandó pasar con ellas un buen número de soldados, y de improviso tomaron un collado que se tendía por las riberas del río, y antes que lo supiesen los de Afranio, lo tuvieron fortificado. César con aquellas barcas mandó pasar allá seis mil soldados y seiscientos caballos; y pues tenía allá buen número de gente, mandó que los de la una parte y los de la otra del río trabajasen juntos; y de esta manera, en dos días quedó la puente acabada, y pudo su real recibir las provisiones que de diversas partes llevaban aquellos que César había enviado a buscarlas, y los ganados pasaron a gozar de la pastura que había de esta otra parte, y los que aquí estaban detenidos pasaron a la otra parte, como si no hubiese río, y de allí adelante, pues César estaba fuera de aquellos peligros, solo entendía en ofender al enemigo: y el mismo día que se acabó la puente, hubo César una victoria en que mató una cohorte entera y otros muchos de sus contrarios, y hubo mucha presa de ganados y despojos; y dentro de pocos días hizo la fortuna un gran trueque en la guerra, porque los de Pompeyo no osaban salir de Lérida, temerosos de la caballería y soldados de César, que no les dejaban reposar un punto, y parecía que estaban cercados en la ciudad. Estos prósperos sucesos de César se aumentaron con la nueva que tuvo de gran victoria que los suyos habían alcanzado en Francia, tomando la ciudad de Marsella, que cuando César vino a Cataluña, había dejado cercada. Averiguóse también ser falsas otras nuevas que se habían esparcido en España, de que Pompeyo venía por la Mauritania, (mauro : moro) que es lo que hoy decimos Berbería, (bereber, bereberes) con muchas legiones de soldados, de quien confiaban mucho sus amigos; pero después que se supo ser falso esto, muchas ciudades y pueblos se declararon por César. Los de Huesca, que habían valido a Pompeyo, le desampararon y enviaron embajadores a César para que les mandase; y lo mismo hicieron los de Calahorra y, a imitación de ellos, hicieron lo mismo los de Tarragona, los cosetanos, ausetanos, lacetanos y, pocos días después, los ilercavones; y a todos recibió César con mucho amor y demostración de benevolencia, y les pidió le valiesen con pan, de qué necesitaba mucho, y dice César que se lo prometieron, y después lo cumplieron muy bien, porque en Cataluña más dificultad tienen los naturales de ella de prometer, que de cumplir lo prometido, y esto es tan natural a la tierra, que siempre lo han usado. Había también en el real de Afranio y Petreyo una compañía de ilercavones, que son pueblos que llaman ahora morellanos y del reino de Valencia: estos, que supieron que sus padres y amigos y deudos estaban confederados con César, dejaron a Afranio y se pasaron a él.
Hubo tal mudanza de las voluntades en España, adhiriéndose a César, tan de hecho, que tras de los de Cataluña e ilercavones, otros muchos, más lejos, comenzaron a tomar su voz y seguirle; y los de Pompeyo ya de buena gana estaban encerrados, unos dentro los fuertes, y otros dentro la ciudad de Lérida; y con miedo de los caballos de César, que lo corrían todo, no osaban sacar muy lejos al pasto los ganados, para poderse retirar con tiempo. Otras veces, con grandes rodeos, escusaban el ser vistos de las guardas de sus contrarios; y otras, con solo ver asomar de lejos la gente de a caballo, que era la más temida, o poco acometimiento que ella hiciese, dejaban muy apriesa lo que llevaban, para huir más lijeros; y podía tanto el miedo, que fuera de toda costumbre de guerra, solo salían de noche al pasto.
Érale a César muy enfadoso que sus caballos no pudiesen pasar de esta parte de Segre, sino por la puente o con los barcos que había hecho; y para escusar tanto camino, intentó una cosa maravillosa y casi increíble a los que conocen la fuerza y naturaleza del río Segre, y saben cuán caudaloso es; y fue que, en puesto acomodado, mandó abrir muchas acequias de treinta pies en alto cada una, que serían poco más de cuarenta y cinco palmos, y por ellas derramó gran parte de la agua que llevaba el río, y de esta manera por ninguna llevaba mucha, y con esto vino a hallar y facilitar el paso. No dejaré de poner aquí las palabras de César, porque una cosa tan increíble como esta (que ni a Moisés se le hubiese ocurrido), por haberse hecho en tiempo que aquel río venía muy crecido, es necesario que se pruebe y corrobore las palabras del mismo César.
Quibus rebus, perterritis *(animis ? no se lee) adversariorum, Caesar, ne semper magno circuitu per *partem equitatus esset mittendus, nactus idoneum locum, fossas *pedem XXX in altitudinem complures facere instituit, quibus parte aliqua Sicorim (Segre) averteret, vadumque in eo flumine *effixeret. His penè effectis, magnum in timorem Affranius pervenit, etc. Esta obra, aunque no acabada, espantó mucho a los de Pompeyo, porque tuvieron ya por quitados del todo los mantenimientos y el pasto, por tener conocida la mucha ventaja que César tenía con la gente de a caballo, que tan fácilmente les estorbaba las escoltas. Por esto se resolvieron Afranio y Petreyo de levantar su campo y salirse de Lérida y pasarse más tierra adentro, hasta llegar a la Celtiberia, que es en el reino de Aragón con alguna parte de Cataluña; porque allí esperaban tener mejor aparejo para continuar la guerra. Movióles a tomar esta resolución el considerar como, de las guerras pasadas con Sertorio, las ciudades que Pompeyo dejó vencidas por fuerza tenían y estimaban su nombre y poder aún en ausencia, y las que habían perseverado en su amistad, le eran muy aficionadas, por los grandes beneficios que habían recibido; y así esperaban tener allí muy buena gente de a caballo y grandes socorros de todas partes, para continuar la guerra todo el verano: al contrario César, allá ni era conocido, ni respetado. Con este pensamiento, mandaron buscar muchas barcas por el río Ebro y que se juntasen más abajo de Octogesa, que es lugar que está cinco leguas río abajo, lejos de Lérida, en el puesto donde hoy está la villa de Mequinenza. Aquí hicieron de estas barcas puente sobre el Ebro, y pasando en Lérida el río Segre, por la puente de la ciudad, dos legiones de Afranio, se fueron a poner en un fuerte que hicieron de esta otra parte del río; y esto, todo se hacía para poner el río entre ellos, y los de César, teniendo por cierto, que no pudiendo él pasar con su ejército sino por la puente que estaba muy arriba, ellos llegarían en salvo sin contraste donde querían, antes que él pudiera alcanzarlos: y César, que entendió esto, se dio mucha prisa para acabar el vado, sacando más y más acequias, y, en fin, en un mismo tiempo quedaron acabados cerca de Mequinenza la puente y en Lérida el vado; y la caballería de César ya se atrevía a pasar, y también los de a pie, dándoles la agua en los pechos, aunque pasaban con mucha dificultad, por la hondura y recia corriente del río; y por esto los de Pompeyo daban más priesa a su partida: y dentro de la ciudad de Lérida dejaron solo dos cohortes ausiliares, que eran quinientos hombres por cada cohorte, y eran estas cohortes de gente forastera o asalariada, que así nombraban a la tales compañías.

lunes, 13 de julio de 2020

CAPÍTULO XLI.


CAPÍTULO XLI.

Del estado en que quedaron las cosas en Cataluña. Venida de algunas familias ilustres, y muerte de Otger Catalon.

Quedaron tan quebrantadas y flacas las fuerzas de los cristianos en España, después de su pérdida, que parecía que jamás habían de cobrar su antiguo valor y brío; pero Dios, que siempre miró estos reinos con ojos de piedad, preservó hombres valerosos y nobles que, recuperándolos y echando los moros de ella, la volvieron a mejor estado de lo que antes tuvo, alentando el espíritu de aquellos antiguos españoles que tan retirados estaban, por no poder prevalecer contra los infinitos moros que cada día venían de África, y como langostas tenían cubierta, destruida y asolada toda la tierra.
Fue tan general esta desdicha, que fue común a todos los reinos de España, donde vivían los moros con tanto reposo, como si los heredaran de sus abuelos o mayores. No fue Cataluña de los menos afligidas y trabajadas provincias; salváronse los godos que en ella quedaron, unos en la ciudad de Barcelona, viviendo en su ley, permitiéndoselo los moros, con quien habían hecho concierto, dando por esto buenas pagas y tributos; y otros por los desiertos y montañas más ásperas de Cataluña y más vecinas de Francia; y allá escondidos, como una pequeña centella bajo la ceniza, aguardaban tiempo oportuno para echar el resplandor que en sí tenían escondido y dar muestras de él.
Los montes Pirineos, harto conocidos en España y Francia, fueron abrigo a muchos; y la vecindad de Francia los consolaba a todos, porque de solo aquel reino confiaban, como siempre, favor y amparo. Pasó allá la mayor parte de la nobleza de Cataluña, donde aguardaba tiempo y ocasión para volver a sus antiguos solares y casas. Los que vivían en los Pirineos cada día crecían en número y armas, el valor no les dejaba reposar, hacían algunas salidas y daños a los moros vecinos, y luego se retiraban a las montañas, donde no podían ser inquietados de ellos, porque la aspereza y fragosidad de la tierra lo impedía (y el frío). Los moros, que ya llevaban esto a mal, se quejaron a sus adalides y capitanes, pidiéndoles que se hiciese algún castigo y demostración en aquellos cristianos, que tan mala vecindad causaban. Su capitán se llamaba Monyos, y era señor de Cerdaña, y temían los moros que aquellas correrías parasen en numerosos ejércitos, y que así como inquietaban a los vecinos, no les inquietasen los demás reinos que aquellos poseían en España: quisieron castigarlos, pero no fueron poderosos para ello, ni para impedir el daño que cada día les causaban. Era también grande el temor que tenían los cristianos, de que el poder y muchedumbre de moros que les echó de España, no les sacara de aquellos montes; pero la aspereza de ellos y la vecindad de Francia les animaba, y mucho más cuando entendieron que Carlos Martel, mayordomo mayor de la casa real de Francia, por haber vencido a sus enemigos, estaba reposado y sin guerras ni cuidados domésticos que le diesen pena. Fueron allá a pedirle socorro, y le representaron el daño que se le esperaba a su rey de la ruin vecindad de los moros, y la utilidad de echar enemigos tan cercanos y enfadosos, de quien no se podía esperar sino todo mal. Vivía en servicio del rey un capitán famoso, llamado Otger Gotlant, que gobernaba cierta parte de Francia, llamada los Campos Catalaunos, entre Tolosa y Burdeos, y hoy los llaman les Catalens de *Catalons, donde, en el año 452, fue vencido el fiero rey Atila, y quedaron por moradores los Catos y Alanos, gentes septentrionales bárbaras, de quien dicen tomó este principado de Cataluña el nombre, llamándose antes España Tarraconense Citerior. A este Otger se acogieron los cristianos, rogándole que como otro Moisés, les acaudillase y librase de la servidumbre y pesado yugo de tantos Faraones. No fue necesario pedirlo muchas veces, porque el blasón de tan buena obra le movió a tomar de buen ánimo una empresa tan santa y pía como era echar la morisma de Cataluña y poner en libertad los cristianos que en ella quedaban. Llegó a ella con poderoso ejército, llevando consigo la gente más lucida de Cataluña, que en las calamidades pasadas se habían pasado a Francia, con las reliquias y riquezas que pudieron llevar. Los más principales en linaje y poder fueron aquellos varones que Marineo Siculo quiere fuesen alemanes, no siendo sino godos y descendientes de familias nobilísimas de aquella nación, de quien descienden hoy muchos linajes y familias ilustres y nobles en Cataluña. Vinieron con ánimo de sacar los moros de sus propias casas y heredamientos, de donde años atrás les habían expelido, y volver a ellos. Entraron en Cataluña por las riberas del río Garona, que nace en ella y desagua en el mar Océano, y por el valle de Aran y puerto de Piedras Blancas, y pararon en la tierra que después se llamó marquesado de Pallars, donde se apoderaron de algunos castillos fuertes, como era Valencienes, Esterri y otros. Los que no pararon en Pallars pasaron más adelante; pero jamás dejaban los montes, que no estuviesen seguros de la tierra por do habían de pasar. Llegaron de esta manera a la ciudad de Urgel, que la hallaron poblada de cristianos, cuya ciudad está en lo más alto y áspero del Pirineo, y por esto se pudieron mejor conservar en ella, sin que llegasen los moros, y nunca les faltaron obispos y prelados; y según parece en memorias de aquella Iglesia, después de Teuderico, que fue el último obispo de quien hablamos, hallo a Estéfano, que fue obispo diez y nueve años, y a Dotila, que lo fue seis. Acudieron los de la ciudad de Urgel al refresco y regalo de aquel valeroso ejército, proveyéndole con gran puntualidad de todo aquello que pudieron. Reforzáronse de manera, que tuvieron ánimo para mayores empresas de las que hasta aquel punto tenían pensadas, cada día acudía gente; y las fuerzas se aumentaban de manera, que pudieron emprender conquistas mayores. Bajaron a lo llano, habiendo dejado las mujeres y los niños, y todo lo que les podía ser estorbo a los intentos que llevaban, en la Seo de Urgel, porque no había otra población de cristianos, en que con mayor seguridad, pudiesen quedar. Bajados a lo llano y atravesando por Cataluña, fueron a poner cerco a Empurias, que era pueblo muy principal y rico, y acudieron a favor de los cercadores todos aquellos cristianos que vivían derramados por aquellas montañas vecinas. Era el tiempo riguroso y grande el frío, (la mayoría de moros no lo soporta) y Otger aún no había experimentado los aires y clima de la tierra: estaba en medio de sus enemigos; las vituallas faltaron, sintióse hambre, siguiéronse enfermedades, y luego muertes. La más sentida fue la de Otger, el cual, viéndose cercano a sus postreros días, nombró sucesor y señaló capitán general de aquellas huestes al famoso Dapifer de Moncada, su primo, y uno de los compañeros que con él habían venido. Depositaron el cuerpo de Otger en el monasterio de San Andrés de Exalada, (Eixalada) que en aquella ocasión se fundó a las riberas del río Tech, cuyas avenidas le amenazaban ruina y obligaron a que, dejando aquel sitio, se buscase otro: este fue en el valle de Coxá, donde, so invocación del arcángel san Miguel, patrón y tutelar de la casa de los condes y condado de Urgel, y san Germán, se edificó, que dura el día de hoy con abad y monjes claustrales del orden de san Benito, que viven en él. Aquí fueron trasladados los sepulcros y huesos y todo lo que había en el monasterio de San Andrés, y entre otras antiguallas que se conservan, es el epitafio o inscripción del sepulcro de Otger, que da prueba y testimonio de lo que tengo referido, y dice de esta manera:

DUCIS OTHIGERII CRUCIS CHRISTI AMICI VERI
SUBTUS IN HAC FOSSA QUIESCUNT CORPUS ET OSSA.
PROLES THODBERTI BAVARI MARTIS EXPERTI (Bavari, Baviera, Bayern?)
FUIT ET IN VITA EUM TIMUIT ISMAELITA.
OB CAUSAM LEGIS DEI TUM JUSSU REGIS
ARMA FERENS SAEVA STIPATUS MAGNA CATERVA
SODALIUM BENE TRANSIVIT JUGA PYRENNE
POST AQUITANIAM QUAERENDO TERRAM HISPANIAM.
GERENDO BELLUM TUTAVIT PALLAS URGELLUM
CAETERISQUE PAGUM RAUSILIONIS ET AGRUM
VITAM AD EMPORIAM RELIQUIT ATQUE MEMORIAM.
*QUEM HEROES DUXERE HIC NOVEM TURBAE QUOQUE PLANXERE
MARCHIA JAM TOTA PLORAT ORATQUE DEVOTA
UT SACRUM MUNUS DET EI TRINUS ET UNUS.

Fue su muerte a los últimos de setiembre, año 735, y veinte y uno después de la lamentable pérdida de España.

domingo, 28 de abril de 2019

EL PRIMER ALMOGÁVAR ARAGONÉS


2. RECONQUISTA Y REPOBLACIÓN

2.1. RECONQUISTA

2.13. EL PRIMER ALMOGÁVAR ARAGONÉS (SIGLO VIII. RIGUALA)

Apenas hacía ocho años que los musulmanes se habían apoderado del valle del Ebro, pues discurría el año 721, cuando una banda incontrolada, a cuyo frente estaba el terrible Ben-Awarre, tenía atemorizados a los cristianos de Ribagorza.
Un atardecer, cuando Fortuño de Vizcarra —que había cazado tres jabalíes para reponer su despensa— se preparaba para pasar la noche en el monte, divisó una gran humareda en Riguala, donde vivían y le esperaban su esposa Gisberta y su hijo Martín. Temeroso por ellos, dejó a buen recaudo las piezas e hizo corriendo al galope el largo camino que le separaba de su pueblo, que había sido incendiado y saqueado por los hombres de Ben-Awarre. 
Como pudo, llegó a su casa. Gisberta y Martín, fundidos en un abrazo, temían morir en cualquier instante. Los sacó como pudo Fortuño de Riguala para llevarlos a Roda de Isábena, donde la situación era, asimismo, dantesca. Dejó a su mujer e hijo en la iglesia, lugar en el que se habían refugiado los cristianos, y corrió a buscar a su madre y hermana que vivían allí.
Apenado por la muerte de su madre, regresó a la iglesia, donde ya no quedaba nadie. Preguntó a un vecino y supo por él que a Gisberta la llevaban a rastras, calle abajo, dos moros. Corrió desesperado y, al doblar una esquina, tropezó con el cadáver de uno de ellos, y, un poco más lejos, con el cuerpo de Gisberta, herida de muerte y delirando. Enloquecida y exhausta, la esposa de Fortuño amenazaba con matar con su propio alfanje al otro moro que había despeñado a su hijo. Sin fuerzas, Gisberta murió en brazos de su marido.
Ante los infortunios provocados por Ben-Awarre, sin que las autoridades musulmanas acertaran a poner fin, Fortuño de Vizcarra tomó una firme determinación y, antes de que finalizara tan aciaga noche, desapareció. Desde entonces, unido a otros cristianos de la comarca, haciendo de las sierras de Sil y de Olsón su bastión, no cejó en atacar y saquear a cuantos viajeros y caminantes moros se atrevían a recorrer sus caminos.
Contó con el apoyo de los cristianos mozárabes, y nadie pudo apresarle. Los moros, al referirse a él, le llamaban el «almogávar», el primero que en Aragón se lanzó al monte para luchar, cual guerrillero, contra los invasores.
[Andolz, Rafael, «Leyendas del Altoaragón. El primer almogábar», 4 Esquinas (nov. 1989), 44-45.]

Ben-Awarre, Benabarre, Benavarri
Benabarre (Huesca)


https://es.wikipedia.org/wiki/Rafael_Andolz_Canela

http://www.benabarre.es/


https://es.wikipedia.org/wiki/Benabarre , Benavarri en catalán ribagorzano
JA JA JA, la wikipedia es una risa. 
Es la capital histórico-cultural de la comarca y la antigua capital del
condado de Ribagorza (Ripacurtia).
Forma parte de La Franja oriental (la franja del meu cul) de
municipios aragoneses en los que se habla catalán.
En algunos textos antiguos aparece como Benabarri



Osca, aragonés medieval, Pedro II


Es una población muy antigua, probablemente la "Bargidum" o "Bargusia" de los romanos y se dice que fue adjudicada a los árabes tomando el nombre de su primer señor Aben Avarre. En 1058 fue conquistada a la Taifa de Zaragoza por Armengol III con el soporte de Ramón Berenguer I y Arnau Mir de Tost.

Fue la capital del Condado de Ribagorza hasta que en la Guerra de la Independencia las tropas francesas de Napoleón decidieron hacer de Graus la capital de la región, a modo de represalia contra los habitantes de Benabarre. Después de esto, Benabarre dejó de ser la capital administrativa pero sigue siendo el centro cultural de la Ribagorza. Durante la primera guerra carlista (1833-1840) fue una de las poblaciones que más sufrió de las de la provincia de Huesca.

Núcleos de población del municipio


Aler. Término agregado a Benabarre antes de 1930. Situado a 669 metros de altitud y en la cuenca del Río Ésera. 16​ Al noroeste del lugar se encuentra la ermita de Nuestra Señora de las Ventosas.
Antenza. Situado en la margen izquierda del Río Cajigar. Pertenece a Benabarre desde 1974. El castillo del pueblo fue el origen de la Baronía de Antenza.18​
Benabarre (capital del municipio).(Sus calles mantienen una estructura medieval). Situado a 1 km al norte se encuentra el antiguo monasterio dominicano de Nuestra Señora de Linares.
Caladrones. Está situado en una colina en la margen izquierda del Río Guart. Del antiguo Castillo de Caladrones sólo queda la torre. En 1974, el término municipal de Caladrones junto con sus pueblos: Caladrones, Ciscar i Antenza, se anexó al de Benabarre.
Castilló del Pla. Situado al pie de la Sierra de la Corrodella, a 762 metres d'altitud. Antiguamente formaba parte del municipio de Pilzán.
Ciscar. Situado a 591 metros de altitud en la margen derecha del Río Cajigar.
Estaña. Está situado a 716 metros de altitud en la sierra que separa el Río Guart i las aguas de la Sosa (Río Cinca).
Pilzán. A 905 metros de altitud sobre el nivel del mar. Hasta 1972 fue un municipio independiente. Les entidades de población que comprendía el término eran: Estaña, Castilló del Pla, los despoblados de Penavera i Cabestany, i la quadra d'Andolfa.
Purroy de la Solana. Situado encima del barranc del Molí. Término independiente hasta 1974.27​ El municipio comprendía la ermita de Nuestra Señora del Pla.​

  1.  Consejo General de Procuradores de España
  2.  Gobierno de Aragón. «Zonas altimétricas por rangos en Aragón y España, y altitud de los municipios de Aragón.»Datos geográficos. Archivado desde el original el 4 de diciembre de 2011. Consultado el 15 de agosto de 2012.
  3.  Rizos Jiménez, Carlos Ángel; Selfa Sastre, Moisés. Municipio de Benavarri (Benabarrre). Toponimia de Ribagorza. Editorial Milenio-Gobierno de Aragón. ISBN 978-84-9743-303-7.
  4.  Según aparece en el Decreto Legislativo 2/2006 (enlace roto disponible en Internet Archive; véase el historial y la última versión)., de 27 de diciembre, del Gobierno de Aragón, por el que se aprueba el texto refundido de la Ley de Delimitación Comarcal de Aragón.
  5. Antonio María Alcover, «Geografía y estadística de la lengua catalana»ABC, 15 de mayo de 1919.
  6. Agustín Ubieto ArtetaToponimia aragonesa medieval, Valencia, Anubar, 1972. pág 2. 55 y 56.
  7. Temprado Ordíaz, Santiago (1993). Pueblos de Aragón: Paterna. Ed. Alcañiz. p. 230.
  8. Mora Giné, Xavier. Un poble del comtat d'Urgell: Alberola (en catalán). Universitat de Lleida. p. 26. ISBN 8484093417.
  9.  Ministerio de Hacienda y Administraciones Públicas (Gobierno de España). «Treinta aniversario de las primeras elecciones municipales de la democracia». Archivado desde el original el 6 de marzo de 2014. Consultado el 6 de marzo de 2014.
  10.  Alcaldes de Aragón de las elecciones de 2011
  11.  «Alcaldes de todos los municipios de la provincia de Huesca»Heraldo.es. 14 de junio de 2015.
  12.  «Base de datos de Alcaldes. Elecciones 1979-2015.». 6 de mayo de 2018. 
  13.  Alcaldes de Aragón de las elecciones de 2011
  14.  «Alcaldes de todos los municipios de la provincia de Huesca»Heraldo.es. 14 de junio de 2015.
  15.  Gobierno de Aragón. «Archivo Electoral de Aragón». Consultado el 13 de agosto de 2012.
  16.  Gran Enciclopedia Catalana (ed.). «Aler»l'Enciclopèdia (en catalán). Barcelona.
  17.  Gran Enciclopedia Catalana (ed.). «les Ventoses»l'Enciclopèdia (en catalán). Barcelona.
  18.  Gran Enciclopedia Catalana (ed.). «Entença»l'Enciclopèdia (en catalán). Barcelona.
  19.  Gran Enciclopedia Catalana (ed.). «Benavarri»l'Enciclopèdia (en catalán). Barcelona.
  20. Gran Enciclopedia Catalana (ed.). «Llinars»l'Enciclopèdia (en catalán). Barcelona.
  21.  Gran Enciclopedia Catalana (ed.). «Calladrons»l'Enciclopèdia (en catalán). Barcelona.
  22.  Gran Enciclopedia Catalana (ed.). «Castilló del Pla»l'Enciclopèdia (en catalán). Barcelona.
  23.  Gran Enciclopedia Catalana (ed.). «Siscar»l'Enciclopèdia (en catalán). Barcelona.
  24.  Gran Enciclopedia Catalana (ed.). «Estanya»l'Enciclopèdia (en catalán). Barcelona.
  25.  Gran Enciclopedia Catalana (ed.). «Cabestany»l'Enciclopèdia (en catalán). Barcelona.
  26.  Gran Enciclopedia Catalana (ed.). «Pilzà»l'Enciclopèdia (en catalán). Barcelona.
  27.  Gran Enciclopedia Catalana (ed.). «Purroi»l'Enciclopèdia (en catalán). Barcelona.
  28.  Gran Enciclopedia Catalana (ed.). «el Pla»l'Enciclopèdia (en catalán). Barcelona.
  29.  ribagorza.com. «Benabarre / Benavarri». Archivado desde el original el 16 de julio de 2014. Consultado el 12 de agosto de 2014.
  30.  FEMP. «Listado de corporaciones locales españolas hermanadas con Europa». Archivado desde el original el 24 de abril de 2014