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miércoles, 17 de julio de 2019

EL NACIMIENTO DE LA NOBLEZA ARAGONESA


3.2. LA NOBLEZA Y LOS SEÑORÍOS

136. EL NACIMIENTO DE LA NOBLEZA ARAGONESA (SIGLO IX. SAN JUAN DE LA PEÑA)

EL NACIMIENTO DE LA NOBLEZA ARAGONESA (SIGLO IX. SAN JUAN DE LA PEÑA)


Corría el año 832, cuando el cuarto rey de Sobrarbe, don Sancho García, fue muerto en batalla campal contra los musulmanes, cayendo también junto a él García Aznar, quinto conde de Aragón. El desastre personal, material y moral en las filas cristianas fue considerable, pero unos seiscientos de los supervivientes cristianos, amparados por lo escabroso del terreno, se refugiaron en el monasterio de San Juan de la Peña, desde donde hostigaron cuanto les fue posible a sus enemigos.

Vivieron al calor del monasterio pinatense en torno a diez años sin que se produjera avance alguno en ningún sentido, ni militar, ni económico, ni organizativo. Así es que creyeron llegado el momento de cambiar el rumbo de los acontecimientos, por lo que determinaron, como primera medida, elegir de entre ellos a doce barones, en quienes recayó el gobierno del territorio y dieron origen a los «seniores», poco después llamados «ricoshombres de natura», germen de la nobleza aragonesa.

Estos doce seniores eligieron al nuevo rey sobrarbense y le dieron lo poco que habían ganado a los moros, mas a cambio le obligaron a jurar que los mantendría siempre en derecho, que procuraría mejorar los fueros, y que no podría reunir cortes ni juzgar sin consejo de ellos, como tampoco mover paz, guerra, tregua ni negocio importante sin acuerdo de los doce ricos-hombres allí constituidos. La monarquía cuya andadura se revitalizaba estaría, por lo tanto, mediatizada en adelante.

Era tan grande la autoridad que concentraban en sus manos estos doce ricos-hombres que el rey no podía actuar ni tomar determinación alguna sin su consejo y parecer, de modo que ante el monarca parecían ser sus iguales, con quienes repartía las rentas de los lugares que se iban ganando, lo que les servía para mantener caballeros y vasallos a su servicio.

[Fuente, Vicente de la, Estudios críticos..., t. 2, págs. 189-171.
Olivera, Gonzalo, «Reyes de Sobrarbe», Linajes de Aragón, I (1910), 146.]





sábado, 29 de junio de 2019

RAMIRO I NOMBRA OBISPO DE LOS MOZÁRABES ZARAGOZANOS AL ABAD PATERNO


93. RAMIRO I NOMBRA OBISPO DE LOS MOZÁRABES ZARAGOZANOS AL ABAD PATERNO
(SIGLO XI. ZARAGOZA)

La actividad política, diplomática y de persuasión más que guerrera y reconquistadora de Ramiro I, primer rey de Aragón, fue bastante intensa. Intentó solventar pacíficamente sus diferencias con los pamploneses, dirigidos por su propio hermano García; intimidó a los moros de Lérida —a cuyo walí impuso un tributo a cambio de la paz—; llegó ante Huesca con objeto de atemorizar a su walí, al que hizo tributario; y entabló buenas relaciones con el rey taifal Almugdavir de Sarakusta, en quien más que a un enemigo al que combatir encontró un amigo con quien tratar.

En cuanto al caso zaragozano, el rey de la Aljafería se declaró tributario del aragonés y ambos acordaron que Almugdavir no prestaría más favor y socorro a sus correligionarios fronterizos de Aragón y Sobrarbe y, por último, los dos monarcas se declararon públicamente como amigos y confederados condenando la acción armada para dirimir sus posibles diferencias futuras.
Naturalmente, durante el pacífico encuentro Ramiro I no podía olvidar las condiciones precarias en las que, desde hacía siglos, se desenvolvían los mozárabes zaragozanos, congregados en torno a la iglesia de Santa María laMayor, quienes habían sostenido con firmeza y constancia sus creencias, a pesar de todos los inconvenientes. Por ejemplo, hacía ya más de doscientos años que esta ciudad se encontraba sin obispo, tras el exilio de Bencio a Ribagorza, momentos antes de la conquista musulmana de la ciudad.
Así es que Ramiro I expuso el problema y exigió y obtuvo del rey Almugdavir el restablecimiento de los obispos en Zaragoza, nombrando a un fraile de su confianza, Paterno, que era abad de San Juan de la Peña. Los cristianos de la ciudad recibieron así un gran consuelo, abrigando la esperanza de que este suceso habría de influir poderosamente y ser un motivo para intentar liberar Zaragoza en un día no lejano. En adelante, la serie episcopal continuó, con la circunstancia de que los sucesores de Paterno fueron como él abades del monasterio pinatense.

[Martínez Herrero, Bartolomé, Sobrarbe y Aragón, II, págs. 81-84.]




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