miércoles, 3 de julio de 2019

LA MUERTE DE RAMIRO II


112. LA MUERTE DE RAMIRO II (SIGLO XII. ECHO)

Ramiro II el Monje, rey de Aragón, para liberarse de las múltiples tensiones diarias que le producía el gobierno del reino, tenía la costumbre de ir a cazar al monte acompañado siempre por su primer ministro y por algunos monteros que les servían de guía y ayuda.

Uno de aquellos días de otoño, hallándose por las inmediaciones de Siresa que tanto le gustaban al rey, fueron ambos a cazar por la cercana selva de Oza.
valle de hecho selva oza

Uno de aquellos días de otoño, hallándose por las inmediaciones de Siresa que tanto le gustaban al rey, fueron ambos a cazar por la cercana selva de Oza. Se pusieron en camino y, poco después de iniciar el ascenso por la ladera, escucharon repetidamente unos gemidos. Alentados por la posibilidad de hallar una buena pieza, sorteando las muchas dificultades del terreno, se encaminaron hacia el lugar de donde provenían.

De repente, en medio de uno de los pequeños claros del bosque, divisaron un osezno agazapado que había sido abandonado a su suerte por su madre.

Inmediatamente, tanto el rey como su acompañante tensaron los arcos y dispusieron las flechas para ser lanzadas. Cuando ambos estaban ya apuntando a la desvalida cría, ésta les suplicó con voz humana que no la mataran, pues, argumentaba, no eran los osos quienes perseguían los rebaños y se comían el ganado, sino los lobos y los zorros.
Ramiro II reconoció o creyó reconocer inmediatamente en aquella voz los lamentos que escuchara en un sueño que había tenido la noche anterior, aunque nada había dicho de ello a nadie, y trató de evitar a toda costa que su acompañante disparara la flecha que tenía dispuesta, interponiéndose de manera instintiva entre el primer ministro y el animal para tratar de proteger a éste. Todo ello sucedió en un instante, de modo que la flecha del arco del primer ministro salió rauda e imparable con tan mala fortuna que fue a clavarse en el pecho desprotegido del monarca, que cayó gravemente herido.

Aunque el rey fue atendido en el acto por el primer ministro y los monteros que les acompañaban, nada pudieron hacer prácticamente. Ramiro II el Monje, el rey de los aragoneses, había muerto.

[Serrano Dolader, Alberto, Historias fantásticas..., pág. 94.]



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RAMIRO II SE ENFRENTA A ROLDÁN


111. RAMIRO II SE ENFRENTA A ROLDÁN (SIGLO XII. HUESCA)

De todos es conocido cómo Ramiro II el Monje, nombrado rey de Aragón tras la crisis política y dinástica producida por la muerte de su hermano Alfonso I, tuvo enfrentamientos con buena parte de la nobleza del reino, algunos de los cuales desembocaron en la trágica jornada de la «Campana de Huesca». Entre los más encarnizados enemigos del rey se encontraba un descendiente del famoso Roldán, el compañero de Carlomagno, aquel que en el siglo VIII abrió con su espada la honda «brecha de Roldán» en nuestro pre-Pirineo.

El Roldán del siglo XII, enemigo personal de Ramiro II y de su política, extendía su influencia en buena parte de la Sierra de Guara, cuyas quebradas tierras conocía como nadie. Sin embargo, fue en este escenario en el que el rey monje hizo que le persiguiera el noble Lizana, al frente de sus almogávares.
La persecución fue ardua, agotadora, sin tregua. Acosado por varios flancos, Roldán buscó la huida ascendiendo por la peña de Amán, en cuyo extremo se halla la foz que recorre el Flumen. De repente, pues, se encontró entre la foz que se abría a sus pies y el grupo de almogávares que capitaneaba el noble Lizana y le perseguía.

peña de Amán


Los perseguidores, seguros de tener la presa deseada a su alcance, y antes de prenderla, se entregaron a su habitual rito guerrero: cruzaron espadas entre sí, dieron mandobles al aire, solicitaron cabriolas a sus corceles... Por fin, se decidieron a apresar a Roldán. Caminaron hacia él.

En este momento, el perseguido, picando las espuelas de su caballo, se lanzó al vacío. Pero su salto fue tan largo y prodigioso que, en lugar de precipitarse al fondo de la foz, cayó al otro lado del corte, sobre la peña de San Miguel, donde su caballo estampó sus huellas.

Sus perseguidores no daban crédito a sus ojos, pero el caso es que el fugitivo huyó hacia la libertad. Al Lizana y sus almogávares no les quedó más consuelo que el de narrar el salto inverosímil que diera Roldán como excusa a su fracaso.

[Andolz, Rafael, «Dichos y hechos del Altoaragón. El salto del Roldán», en Folletón Altoaragón, 20 (1981), pág. VIII; Idem, en 4 Esquinas (VIII/1989), págs. 110-111.]


 - Ara penso yo que lo caball de Roldán, que va saltá aquelles peñes de una a
l´atra (les estáe mirán de frente), habíe de sé ben saltadó y ligero. - Yo vach está una vegada allí, va di un atre, desde Santolarieta; y lo mínim que ña de una part a l´atra es un llarg tiro de bomba. - ¿Y sabeu vatros, va di Pedro Saputo, lo que va passá después de fotre lo caball tan gran bot? - Natros, van contestá, no sabem mes que Roldán va saltá aquelles peñes escapán de Oliveros de Castilla. - Pos be, va di Pedro Saputo, yo tos diré lo demés. Lo caball se va reventá al caure a l’atra part, y 
Roldán va escomensá a córre a peu, y brincán de peña en peña hasta l´Ou de San Cosme, va pujá a dal de tot, y a Oliveros, que se va quedá a l’atra peña mirán y en tres pams y mich de nassos, li va fé dossentes sixanta y vuit figuesy cuatresséntes noranta set butifarres. ¿Sabíeu aixó vatres? - No, li van contestá. - Pos tampoc sabréu, va continuá ell, un atra cosa que va passá encara mes grossa que lo salt. Al caball, al tems que atravessáe l´aire, li van caure les sobres al riu Flumen per art y malefissi de un encantadó; lo Flumen les va portá a la Isuela, la Isuela a Alcanadre, Alcanadre al Cinca, lo Cinca al Segre, lo Segre a l´Ebre, lo Ebro al mar, lo mar se va abalotá y de ola en ola van aná les pesses a pará a la ribera de África entre dos figueres mascles silvestres (cabrahigos, y allí va náixe una mota, que va traure tres flos mol majes, una blanca, un atra negra, y un atra morada; va arribá una yegua y se va minchá les flos y la mota; y va parí después tres caballs de los mateixos colós que les flos; los caballs anaen tan a escape, que corríen y brincáen trenta y dos vegades mes depressa que lo ciervo mes rápit de la serra de OntiñenaEncantadets, en la boca uberta, bobos per dins y per fora estaen ixos joves y mossetes sentín contá al burlón de Pedro Saputo aquell maravillós cuento; y sense donássen cuenta van arribá a la ermita.


El salto del RoldánEl salto del Roldán