domingo, 7 de julio de 2019

EL GUANTE DE CONRADINO PARA PEDRO III


128. EL GUANTE DE CONRADINO PARA PEDRO III (SIGLO XIII. PALERMO)

Estamos en plena efervescencia de las terribles y asoladoras pugnas en las que los güelfos (partidarios de los Papas) y los gibelinos (partidarios del Emperador) dividen y ensangrientan a la Europa del siglo XIII.

Entre los gibelinos más activos y comprometidos, destacaba el rey Manfredo de Sicilia, que a la sazón era suegro del rey Pedro III de Aragón desde dieciséis años antes de acceder éste a la corona aragonesa, puesto que se había casado con la hija de Manfredo, Constanza.

El Papa —como máximo representante de los güelfos y deseoso de tener a Sicilia como feudo de la Iglesia— persiguió con encono a Manfredo, destituyéndolo como rey y dando Sicilia a Carlos de Anjou, hermano menor de San Luis de Francia. Pero Carlos de Anjou sólo poseía Sicilia teóricamente, de modo que se vio obligado a ir a ganársela de manera efectiva por las armas.

Así es que organizó un ejército e invadió la isla, derrotando y matando a Manfredo. Poco tiempo después, Conradino, su sobrino, que se presentó como heredero legítimo, siguió idéntica suerte.
Sin embargo, Conradino, antes de morir ajusticiado en el patíbulo, protagonizó una escena que, si de momento no tuvo consecuencias palpables, sí dio frutos maduros algunos años más tarde. Con el porte muy digno, como un auténtico caballero que era, antes de entregar su cabeza al verdugo, paseó retador la mirada entre la multitud que estaba presente en la ejecución y, quitándose el guante que cubría su mano diestra, lo arrojó con fuerza hacia gentío como en demanda de un vengador.

La tradición y las crónicas sicilianas aseguran que recogió el guante lanzado por Conradino un conocido caballero siciliano llamado Juan de Prócida y que éste, pensando en quién pudiera ser capaz de poder hacer efectivo el reto, no dudó que ese era el rey de Aragón, así es que fue a entregárselo a Pedro III, yerno del rey ajusticiado por Carlos de Anjou, haciéndole de esta manera heredero de la venganza siciliana.





EL GUANTE DE CONRADINO PARA PEDRO III (SIGLO XIII. PALERMO)

II (texto sin revisar)

Cuando Pedro el Épico subió en 1276 al trono de Aragón, llevaba ya diez y 
seis años de matrimonio con Constanza, hija de Manfredo, rey de Sicilia y uno de los más firmes adalides de la causa gibelina. Constanza, en quien luego vino á recaer el trono de Sicilia, es la que el Dante llama generatrice 
dell'onor di Sicilia e d'Aragona.
Hacía ya mucho tiempo que oía hablar el mundo de güelfos y gibelinos, 
poderosísimos bandos, partidario el uno de los Papas, y de los Emperadores el 
segundo, influyentes y batalladores partidos, al último de los cuales, es decir, 
al gibelino, acabó por pertenecer el altísimo poeta sentenciado á ser quemado 
en estatua, y á quien, sin embargo, tantas estatuas habían de levantarse en el 
mundo, el mismo del que decían las matronas veronesas al verle pasar por las calles de Verona, solo y proscripto de Florencia, señalándolo á sus hijos: 
—¿ Veis ese hombre de túnica roja, coronado de laurel? Pues ese hombre ha estado en el infierno. 

Todas las cóleras de la Santa Sede cayeron sobre Manfredo el gibelino. Persiguióle el Papa, sin tregua, sin descanso, sin cuartel, y, ardiendo en deseos de tener á Sicilia como feudo de la Iglesia, ofreció el reino á Carlos de Anjou, hermano menor de San Luis, que fué rey de Francia, y tío de Felipe el Atrevido que entonces lo era. Aceptó Carlos, y con gran poder de franceses pasó á Sicilia para combatir á Manfredo de cuyas manos debía arrancar el reino que tan rumbosamente le daba el Papa... para cuando lo hubiese conquistado. 

Manfredo el excomulgado y Carlos el pretendiente, á la cabeza de numerosa hueste cada uno, se encontraron al pie de los muros de Benevento, y en sangrienta batalla recogió Carlos de Anjou la corona caída de la yerta frente de Manfredo, cuyo cadáver fué arrojado á los perros que vagaban errantes por las orillas del Verde. 

Conradino, gentil mancebo de diez y siete años, sobrino de Manfredo, se presentó á ocupar el trono de Sicilia. Fué vencido también, hecho prisionero y condenado á muerte. 

Vestido de púrpura estaba el cadalso, como dispuesto para regia pompa, encapotado el cielo y oscuro el día, como negándose el sol á presenciar el acto. Con varonil entereza subió el joven Conradino al patíbulo, y, antes de entregar al verdugo su cabeza, paseó una mirada por la multitud que en la plaza de Nápoles se agrupaba junto al tablado, y, descalzando el guante de su diestra, lo arrojó al gentío como en demanda de un vengador

La tradición y las crónicas sicilianas cuentan que recogió el guante un caballero de Sicilia llamado Juan de Prócida, quien fué á entregárselo al rey de Aragón, haciéndole heredero de la venganza siciliana. 

Esta leyenda dio origen á un drama de los Sres. Doncel y Valladares, que en los buenos tiempos del romanticismo recorrió con aplauso todos los teatros de España, titulado El guante de Conradino, y también, más recientemente, prestó asunto al poema dramático El guante del degollado, que vive aún en la escena catalana. 

Carlos de Anjou, teniendo por escabel los cadáveres de Manfredo y Conradino, subió al trono de Sicilia, á la que castigó con tanto desafuero, tanta venganza y tanta tiranía, que el pueblo le llamaba Carlos sin merced. Y así, víctima infeliz, fué subiendo Sicilia la cuesta de su calvario, hasta llegar el último día de Marzo de 1282, y con él el primero de su libertad. Fué aquél el día terrible y sangriento conocido en la historia por las Vísperas sicilianas. Al toque de vísperas, en Palermo, comenzó la matanza de los franceses, y el pueblo arboló la bandera de su independencia, arrojando á Carlos de Anjou y fijándose desde aquel momento la atención y las miradas de todos en Pedro de Aragón, esposo de Constanza, heredera legítima de aquel trono. 

Al ocurrir el sangriento suceso y catástrofe de las Vísperas, Carlos de Anjou se hallaba en Roma junto al Pontífice, y Pedro de Aragón en Cataluña preparando con urgencia, una escuadra poderosa, con todos los aprestos y armamentos de guerra y con mucha gente de armas de mar y tierra, sin que nadie supiera, sólo el rey, cuál debía ser el destino de aquella fuerza. // ....

PEDRO III DESAFIÓ A UN DRAGÓN


127. PEDRO III DESAFIÓ A UN DRAGÓN (SIGLO XIII, ponía III)

PEDRO III DESAFIÓ A UN DRAGÓN, SIGLO XIII, Canigó


En una de las múltiples estancias de Pedro III, rey de Aragón, en tierras catalanas, quiso cumplir por fin un día su deseo de ascender a la cumbre del pirenaico monte Canigó, que siempre, y más por aquellos tiempos, ha tenido fama de misterioso. Preparó las cosas y se hizo acompañar por dos de sus caballeros, conocedores del terreno.

Hasta media montaña la ascensión fue tranquila, pero, cuando habían comenzado la segunda parte de la misma, les sorprendió una tormenta de proporciones desacostumbradas. Los truenos, ensordecedores, se enlazaban unos con otros; múltiples relámpagos deslumbraban sus ojos; varios rayos llegaron a derribar algunos árboles; la tromba de agua apenas si les dejaba respirar; el viento se volvía huracanado por momentos.
El cansancio y el miedo hicieron presa en los dos acompañantes de don Pedro III, lo que no pasó desapercibido a éste. Así que les instó a que se quedaran en la oquedad que en aquel momento les servía de cobijo, pidiéndoles que le esperaran allí hasta el día siguiente, pues él iba a continuar la ascensión. Si no regresaba, debían volver al valle.
Continuó en solitario el rey, dando muestras de un valor sin igual, hasta llegar con gran esfuerzo a la parte alta del monte donde encontró un pequeño pero bello lago. La tormenta había amainado. Se detuvo en la orilla del espejo y lanzó una piedrecilla al agua. Hacer esto y salir del fondo volando con estrépito un enorme dragón fue todo uno. Con su impresionante cuerpo, nubló el cielo, yendo amenazador de un lado para otro.

El aliento del monstruo llegaba a la cara del rey, pero éste, fijando sus ojos en los de la fiera y con la espada corta en su mano diestra, le hizo frente. El animal, amansado, se zambulló de nuevo en el fondo.
El rey había demostrado su gran valor.
Cumplido su deseo de subir a la cima del Canigó, Pedro III inició el camino de vuelta con la satisfacción íntima de sentirse fuerte.

// Se parece al mito de la espada de Vilardell o Villardell /
Se parece al mito de la espada de Vilardell o Villardell





El macizo del Canigó (denominación oficial desde el 13 de julio de 2012) es un macizo montañoso de los Pirineos, situado en el Rosellón (sur de Francia), entre las comarcas de Conflent, Rosellón y Vallespir.


La cima, llamada "pica del Canigó", tiene 2784 m. A pesar de su moderada altitud, fue considerada la montaña más alta de los Pirineos debido al brusco desnivel que la separa de la llanura del Rosellón, una prominencia que la hace más impresionante que otras montañas más encajonadas y situadas entre valles más altos.

En el Canigó están los monasterios de San Martín del Canigó y San Miguel de Cuixá. Por ello la montaña posee un significado especial para el catalanismo e inspiró el cancionero del Canigó, con canciones que empiezan con las palabras:

Muntanyes de Canigó, fresques són i regalades...
Así como el poema Canigó de Verdaguer. Llegenda pirenayca (con y, tócate los cojones, Arturo Quintana), del temps de la reconquista, (no pone conquesta ni reconquesta), 


poema Canigó de Verdaguer.

Jacinto, Jacint, Verdaguer

El ministerio francés de Ecología, Desarrollo sostenible y energía ha declarado el macizo como un Grand site national de Francia, y le ha cambiado oficialmente la denominación francesa 'Canigou' por su nombre en catalán 'Canigó':
// JA JA JA, Canigou francés y Canigó catalán //
en la explicación que ofrece considera el Canigó como una montaña sagrada de los catalanes.
// JA JA JA, Rosellón catalán. //

http://www.etymologie-occitane.fr/langues-et-occitan/index-des-mots-occitans/



bagou, bagó català
grigou, grigó 
català
bordet-gengou, bordet-gengó català ...

Como es una cima de fácil acceso, mucha gente se atreve a subir a ella. Pero es el 22 de junio cuando sube más gente, para encender una hoguera que vigilan durante toda la noche. Al día siguiente bajan hasta Perpiñán con antorchas encendidas de esa hoguera y vuelve cada uno a su lugar de origen para, según la tradición, encender todas las hogueras de la noche de San Juan del propio departamento de Pirineos Orientales, Cataluña, Comunidad Valenciana y Baleares.