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lunes, 13 de julio de 2020

CAPÍTULO L.


CAPÍTULO L.

Que contiene la vida de Armengol de Gerp, séptimo conde de Urgel. - De la
conquista de Balaguer, y descripción de aquella villa.

El condado de Urgel se iba cada día dilatando, y el valor y fama de sus condes se extendía por España, y ellos iban a porfía por aventajar los unos a los otros, sin reparar en inconvenientes ni peligros, porque ningunos podían meter límite a sus altos pensamientos. El hijo del que murió en Barbastro se llamó Armengol, así como el padre, y por diferenciarle, le llamaron de Gerp, por haber edificado y muerto en el castillo de Gerp, vecino de la ciudad de Balaguer. Muerto su padre, heredó el condado de Urgel y los tributos o parias que cada año lo pagaban los reyes moros.
Los primeros años del gobierno de su condado fueron muy sosegados y quietos, y en ellos llegó a Barcelona Hugo Cándido, cardenal del título de san Clemente, que venía de Aragón, donde le había enviado el papa Alejandro. Este Hugo Cándido no fue natural de Barcelona, sino de Trento, y fue creado cardenal el año 1049: digo esto, porque hay algunos que piensan que un cardenal Hugo que hubo el año 1240, a quien inadvertidamente dan el nombre de Cándido, que fue religioso de la orden de santo Domingo y escribió muy doctamente sobre la Biblia, sea el que intervino en la ordinacion de los Usajes de Barcelona, y equivocándose, toman el uno por el otro, lo que causa alguna confusión en las historias.
Este cardenal, después de haber dejado en muy buena orden las cosas ecclesiásticas de aquel reino, llegó a Cataluña en ocasión que estaba Ramón Berenguer, el Viejo, conde de Barcelona, ocupado en el sitio de la villa de Cervera de Urgel, que así la llamaban antiguamente, y era de moros, que habían acudido con tributo al dicho conde y ahora se lo negaron, declarándose contra de él, corriendo y talando toda la tierra de los cristianos, sus vecinos.
Obligaron al conde a la defensa de sus vasallos y castigo de los moros; puso sitio a la villa, que era muy fuerte y poblada, circuida de buenos y fuertes muros, con un castillo al un extremo de ella, que es la fuerza más principal de aquel pueblo, del cual escribe muy curiosamente Pedro Giscafré, su síndico, en un libro Del triunfo del Santo Misterio que es sucinta y curiosa historia de aquella villa y verdadera relación de sus grandezas. Asistieron en el sitio de ella con el conde Ramón Berenguer muchos prelados, y entre ellos el obispo de Vique, el abad de Ripoll, Ramón de Cervera y Ramón de Guardia, Berenguer de Anglesola y muchos vasallos del conde de Urgel. Fue grande la defensa hicieron los moros, y entonces, para mejor combatir la villa y defenderse de las surtidas de los cercados, se edificó junto a aquella, a la parte inferior, una torre fuerte, cuyas ruinas y señales aún quedan. Estando ocupado el conde de Barcelona en esta empresa, tuvo nueva de la venida del cardenal, y luego encomendó el campo a un caballero muy principal llamado Ramón de Timor, que después se llamó Ramón de Cervera, y se fue a recibirle. Grande sin duda era la utilidad de la conquista de Cervera, y la presencia del conde y demás prelados importaba mucho para ella; pero todo lo dejaron en saber la venida del cardenal, anteponiendo las cosas del servicio de Dios a las de su estado.
Llegado el cardenal, se congregó un concilio de los obispos y demás prelados de Cataluña. Entre otras cosas muy acertadas que ordenaron, la más notable fue, que de común consentimiento dejaron el oficio, rito y ceremonias góticas que hasta entonces habían observado, y tomaron las romanas, prohibiendo del todo a los clérigos el uso del matrimonio, que había quedado del tiempo del rey Vitiza, penúltimo rey godo, y quedando obligados a perpetua castidad, como el día de hoy se guarda.
Dióse asímismo entonces de mano a algunas leyes antiguas que hasta entonces se habían observado, pero tan alteradas, quitadas y añadidas, que eran casi otras de las que se hicieron en tiempo del rey godo Eurico, en cuya ordinacion se halló san Severo, obispo de Barcelona, con sesenta obispos católicos, cerca del año 480. Juntáronse en Barcelona cortes, y en ellas intervino el cardenal, con todos aquellos que tienen lugar en ellas; y Tomich (Tomic) dice, en particular, que fue en ellas el conde Armengol, que en estos tiempos andaba en los veinte y tres años de su edad. De consentimiento de Ramón Berenguer y de la corte fueron nombradas veinte y una personas, y entre ellas fue Arnaldo de Tost, vizconde de Ager, para ordenar y componer nuevas leyes, por las cuales se gobernase y rigiese este principado, y que el día de hoy se observan, y nombran Usajes de Barcelona (usatges): y es tan grande el cuidado que se tiene de la guardia y observancia de ellas, que, entre otros juramentos que hacen los reyes y sus ministros, es uno de guardar aquellos, por contener en sí gran equidad y justicia: fueron ciento y setenta y cuatro, y andan impresos en los libros de las Constituciones de Cataluña.
Cerca de estos tiempos, y en los idus de enero del año ocho del rey Felipe, que es de Cristo nuestro señor 1068, dio el conde privilegio a los del lugar de Valldelort de que jamás ningún señor les pudiese imponer más censo de aquel que solían pagar en tiempo del conde su padre.
Finidas estas cortes, emprendió el conde Armengol la conquista de la ciudad de Balaguer y sus comarcas. Es Balaguer población principal y antigua en los pueblos ilergetes y fundación de Hércules líbico, la segunda vez que vino a España, mil seiscientos setenta y ocho años antes del advenimiento de Cristo señor nuestro, y le nombró Balaguer.
Otros hacen más moderna esta fundación, y la ponen en el año 1.591 antes del nacimiento, y la atribuyen a Sicoro, antiguo rey de España, de quien el río Segre toma el nombre de Sicoris, de cuyas riberas salieron los de los pueblos sicanos, que poblaron la isla de Sicilia, que llamaron Sicania. La interpretación de este nombre de Balaguer, no se sabe; hay empero quien la deriva de un gran grito o balato, que, estando en el puesto más alto de la ciudad dio Hércules mirando a los suyos metidos en una famosa batalla, diciendo: ó quam urgens bellum; de que quedó Urgellum, y del balito o balato Balagarium; y así llamaron a la ciudad que allí se fundó. Esto en opinión de algunos es apócrifo, y graves autores lo juzgan por tal: los que hacen fundador a Sicoro, (Segre) dicen que Balaguer en lengua líbica, (Libia) que era la que usaban estos antiguos reyes, quiere decir señorío de los valles. (bal : val : vallis : valle : vall + ager: Ager).

En tiempo de los romanos floreció mucho y hubo reyes que tomaron el título de la ciudad: uno de ellos fue Belistágenes, que las historias llaman rey de Balaguer, y de los fieles amigos de los romanos en España; porque habiéndose levantado contra ellos todos los pueblos de aquellas comarcas, solo Belistágenes perseveró en en su devoción, lo que celebró Tito Livio y otros autores. Después, en tiempo de los moros, se conservó también el título de rey de Balaguer muchos años, y fueron tributarios a los condes de Urgel, hasta que del todo los sacaron de la ciudad y condado. El sitio de ella está tendido por lo largo a la ribera del río Segre, cuyas aguas bañan sus muros: participa de llano y enriscado; la parte enriscada está dividida en dos puntas o riscos; en la parte llana están edificadas muchas y buenas casas, donde moran los caballeros y ciudadanos y demás gente lucida de la ciudad. Tiene una grandiosa plaza que llaman el Mercadal, que puede competir con las mejores de España. En ella, en tiempo de los condes y aún después, se celebraban los juegos y fiestas públicas; por el un lado pasa una caudalosa acequia de agua que se toma del río Segre, una legua antes de llegar a la ciudad, que sirve para el riego de la huerta y uso de los molinos. Sobre el río Segre hay una hermosa puente de piedra que
sustentan cinco arcos, labrada de sillería, muy ancha y larga, capaz para gran tránsito: pasan por ella los que, viniendo del mediodía, van a la ciudad. Al cabo de ella hay una puerta muy ancha y grande, que es la principal de la ciudad, y muy bien labrada y con majestuoso frontispicio: en medio de ella hay una imagen del arcángel san Miguel (tutelar de la casa de Urgel), de piedra, muy grande, en medio de los dos escudos de las armas de Urgel y Cataluña, en franja; de donde infiero, ser edificio hecho después del año 1334, que el condado de Urgel vino a ser de los hijos de los reyes de Aragón y condes de Barcelona. Algo más arriba están otros dos escudos con las de Urgel solas. A la otra parte, y delante de la puente, hay otro insigne monasterio de la orden de santo Domingo, que fundó el conde Armengol de Cabrera, del cual se da noticia en su vida. Los muros a la parte de tierra son a lo antiguo, aunque renovados en algunas partes; pero a la parte que mira al río, labrados a lo moderno, con sus terraplenes que sirven de paseadores, para comodidad de los vecinos, por gozar de apacible y alegre vista.
La vega es grande y fértil, poblada de hermosas huertas y jardines, y espesas alamedas: extiéndese por las orillas del río Segre, cuyas aguas, conducidas por cada parte del río con caudalosas acequias, sirven para el riego de ella, sin faltar jamás. Había allí entre otras casas de campo una más principal que todas, que llamaban la casa fuerte de la condesa, que estaba tras el monasterio de predicadores, y era casa de recreo de los condes, y edificio suntuoso y fuerte, como lo denotan algunos rastros que no ha muchos años parecían por aquellos campos. Es tradición de los vecinos, que tenían los condes una mina secreta que salía del castillo y pasaba por bajo del río y desbocaba en esta casa, lo que, si es cierto, es cosa espantosa, y tanto más admirable, cuanto más caudaloso es el río Segre que pasa sobre ella: pero la riqueza de los condes podía emprender cosas mayores.
El terreno produce todo género de granos, frutos, legumbres, cáñamos, linos, salitre, vino y lo demás necesario para el uso del hombre; y esto con tanta abundancia, que de lo que se vende entra en la ciudad mucho dinero que la enriquece.
A la otra parte de la vega, hacia el mediodía, sobre una colina, hay un castillo que llaman Rapita (Rápita), y era antiguamente mezquita de moros, donde hacían sus ceremonias moriscas: así lo denota el nombre Rapita, que quiere decir mezquita o casa de devoción que está fuera de poblado. Hay también en medio de la vega, hacia occidente, a la mano izquierda del camino que va de Balaguer a Lérida, un monasteri que lo fue de religiosas cistercienses, obra antigua y maciza. Llámase de las Franquesas. Por estar tan cercano al río está muy sujeto a las avenidas de él, pero puede resistir a ellas. Las religiosas se acabaron, y por ser de aires mal sanos no han puesto otras; porque las aguas se encharcan, y los vapores que se levantan corrompen los aires. Está unido al monasterio real de Poblet, y residen allí uno o dos monjes, que cuidan de la casa y heredades, y celebran misa. Hay en la iglesia algunos sepulcros antiguos de piedra, levantados en alto, no se sabe de quién son, porque no hay armas ni inscripciones: dicen por allá los vecinos ser de algunos principales caballeros, que solían por aquellas partes usar tales sepulturas, como aún los hay muchos por las iglesias de todos aquellos contornos. Consérvanse los claustros y dormitorios y otros cuartos del monasterio, pero amenazando ruina, por haber muchos años están inhabitados.
En un alto de la ciudad, que está a la parte del occidente, está edificada la iglesia mayor, so invocación de Nuestra Señora: es edificio moderno, del tiempo del infante don Jaime, conde de Urgel, hijo del rey don Alfonso: es todo de sillería y de una sola nave, muy grande y capaz, adornado de muchos y muy buenos retablos, y la sacristía muy rica; acúdese al culto divino con grande puntualidad y devoción: la vista de que goza es admirable, y por estar en lugar alto, descubre gran parte del campo de Urgel: residen en ella doce canónigos, un plebano y doce beneficiados.
En el otro risco o recuesto, que está al principio de la ciudad, a la parte de oriente, frontero de la puente, estaba edificado el castillo y alcázar de los condes, el cual era muy fuerte y suntuoso, y de fácil defensa, según lo denotan las ruinas y cimientos de sus muros y torres derribadas, edificados sobre otros más viejos que estaban sobre durísimas y grandes peñas, todo de sillería y obra romana: su grandeza y antigua majestad hoy mal se puede conjeturar, porque desde el año 1413 fue derribado. Queda algún rastro de las cisternas, caballerizas y demás oficinas subalternas; la puerta era hacia el mediodía y de tal traza, que cuatro hombres la podían defender; estaba muy adornada de jaspes, mármoles y pórfidos, de que hay algunos pedazos junto al castillo, que son recuerdos de lo que fue en tiempos pasados, y testimonio verdadero de la instabilidad y mudanza de las cosas del siglo. En el claustro superior del monasterio de Poblet están las colunas que se sacaron de este castillo, y de aquellas adornaron aquel claustro: las piedras de las ventanas del palacio real del mismo Poblet estaban también en este castillo, y por ellas se echará de ver que tal sería este castillo de donde se sacaron.
Había en él una iglesia que llamaban Santa María de la Zuda, donde residían clérigos y celebraban los oficios divinos, cumpliendo con algunas fundaciones dejaron allá los fieles; y en esta iglesia tenían algún derecho los abades de San Pedro de Ager. Era por la parte de occidente, mediodía y tramontana casi imposible la subida; pero por la parte de oriente, entre el castillo y la iglesia de Almata, hay un grande foso que le sirve de defensa: en él vivió el grande rey don Alfonso el tercero, mucho tiempo antes que fuera rey; aquí nació el rey don Pedro el tercero, y sus hermanos, y de ello hace estima en su crónica.
A la otra parte del foso, y fuera los muros de la ciudad, hay una grande llanura, en que en el año 1413 asentó el rey don Fernando el primero su real, para mejor combatir el castillo. Aquí hay una iglesia antigua que llaman Santa María de Almata; es a modo de cruz, con solo tres brazos, que miran a oriente, occidente y septentrión; es la bóveda de ellos redonda, con una cornisa muy llana y sin labor alguna; el brazo que mira al oriente es nuevo, labrado a lo moderno, y cubierto con un gran cimborio, por el cual recibe la luz: aquí está el altar mayor y la santa imagen de Cristo nuestro señor, tan celebrada en el
mundo: a la parte del mediodía la cortina de la pared corre igual, y en esta parte hay una capilla pequeña, donde antiguamente estaba la santa imagen que está en el altar mayor, y en memoria de ello, hay una inscripción que dice así:

EN ESTA CAPILLA ESTUVO LA IMAGEN
DEL SANTO CRISTO MÁS DE 600 AÑOS
Y SE TRASLADÓ A LA CAPILLA NUEVA
A XXI DE MARZO DE MDCXXVI .
EN PRESENCIA DEL REY NUESTRO SEÑOR,
DON PHELIPE IIII Y III DE ARAGÓN Y DEL SERENÍSIMO INFANTE DON CARLOS SU HERMANO ETC.

En esta parte hay una puerta que mira al mediodía; la otra mira al septentrión y llaman la puerta del Real, por haberlo puesto aquí el rey don Fernando cuando prendió al conde de Urgel y aún quedan aquí rastros de una trinchera o muro que hizo el dicho rey. La que mira al poniente es la más principal y mejor, y está frontera al castillo: hay dentro de ella un pórtico muy adornado de colunas y espacioso, que engrandece la entrada de la iglesia. Antiguamente estaba por cabeza de él una imagen de nuestra Señora que llamaban de Almata, y el día presente las religiosas, para mejor consuelo suyo, la tienen dentro del monasterio con gran decencia y ornatos. A la parte de oriente es la capilla mayor, y en ella la imagen santa de Cristo, señor nuestro crucificado, que es una de las más devotas que hay en el mundo, y son sin cuento los beneficios y mercedes hace Dios por ella: la devoción es grande e innumerables los milagros, como lo atestiguan los votos colgados por las paredes; y si se hubiera cuidado de su conservación, estuvieran todas cubiertas de ellos, y pudieran competir con las de Monserrate, Guadalupe y otras casas de devoción y santuarios de España. Aquí se muestra la omnipotencia de Dios curando diversas enfermedades, como son calenturas, mal francés y dolores del cuerpo; vuelve la vista a los ciegos, sana cojos y mancos, favorece a los navegantes, resucita a los muertos y hace otras maravillas, de que están llenas las memorias. Diré de una, y es que aparecen algunas veces de noche en el río Segre cinco luces, o más o menos, y andan por el agua y paran en el escollo donde paró esta santa imagen cuando se halló; y aun en la misma iglesia se han visto muchas veces; y esto es tan cierto y continuo, que apenas hay ninguno de aquella tierra que no pueda ser testigo de ello: es frecuentada de todas las naciones del mundo, y está la hospitalidad tan a su punto, que no les falta nada a los peregrinos y novenarios que continuamente acuden allí, para los cuales hay una gran casa y cierto número de personas eclesiásticas que tienen cuidado de ellos, ejercitando la hospitalidad con tanto amor y limpieza, que su apacible trato es para llamar allá todo el mundo. En el año de 1626, viniendo el rey a jurar a Barcelona, visitó el santo crucifijo y fue hospedado en esta casa, con todos los grandes que venían en su compañía.
Entre la iglesia y casa de peregrinos hay un monasterio de monjas de san Francisco, que fundó el infante don Jaime, hijo del rey don Alfonso, y dotó magníficamente; y tenía prerogativas de fundación real, por haber sido el fundador hijo, hermano y tío de reyes. Las monjas claustrales se acabaron; las rentas se disminuyeron, y el patrimonio del convento quedó muy perdido por haberse acabado los condes de Urgel, patrones y fundadores de aquella casa, que con sus limosnas la socorrían y amparaban. Acabadas y suprimidas las monjas claustrales, estuvo mucho tiempo sin religiosas, y la casa se vino a acabar de todo punto, porque gran parte de ella vino al suelo. A la postre, los paheres de la ciudad se ampararon de ella y levantaron lo caído, y edificaron de nuevo lo que era menester, y se hicieron patrones, y a instancia de ellos metieron la observancia, y vinieron a fundar religiosas observantes del monasterio de Santa Clara de Tarragona, y están súbditas al obispo de Urgel, el cual las visita y tiene allá clérigos muy ejemplares que las ministran los sacramentos y cuidan del servicio de ellos. De esto hay memoria en unas piedras que están en las paredes de aquel convento, y la una dice así: 

CIVITAS BALAGARII MONIALIUM ISTUD COENOBIUS CONDIDIT CUJUS AEDIFICIUM
INCOHATUM FUIT LV NONAS MAII MDCVII CONSULIBUS EXLSTENTIBUS
MAGNIFICIS FRANCISCO TORRES MEDICINAE DOCTORE BABTISTA GOMAR CIVE
FRANCISCO BOTELLA BARTHOLOMEO SALVAT DE REPUBLICA OPTIME MERITIS S. P. Q. B.
La otra dice así:
A 21 DE MARS 1622 ESSENT PAERS DE AQUESTA CIUTAT DE BALAGUER LOS MAGNIFICHS PERE MORATO MIQUEL ALÇAMORA HYERONIM SPERT Y MATHEU GARROFER PATRONS DEL PRESENT MONESTIR DE SANTA CLARA DE ALMATA FOREN TRETES AB AUCTORITAT APOSTOLICA DEL MONESTIR DE SANTA CLARA DE TARRAGONA Y INTRODUHIDES EN AQUEST PER FUNDADORES SOR BENETA CASALS ABADESSA SOR DOROTHEA PALAU VICARIA Y SOR SERAFINA MONTANER MESTRA DE NOVISSIES.

Lo que hace más célebre esta casa y llama a ella a todo el mundo es la muy devota y piadosa imagen de Cristo señor nuestro crucificado, de cuya venida diré lo que escribe aquel santo varón fray Vicente Domenech, del orden de predicadores, cuyas palabras son estas: “Como aya venido el sancto crucifixo á la ciudad de Balaguer, no he podido hallar auto authentico que lo diga; pero he visto en la misma iglesia donde oy lo tienen una scritura antigua, la qual refiere que vino por el río Segre arriba con grande luz y con mucha compañía de ángeles que cantaban las grandezas de Dios; y tienen por tradición que viniendo río arriba, se detuvo en un scollo o pequenyo penyasco que aun parece dentro del agua, y que viniendo con procesion la ciudad para tomarla, se apartó la sancta imágen por el agua adentro, y que baxaron tambien las monjas claustrales Franciscas del Mata, que assi se lama el lugar donde sta edificada su casa, y se dejó recibir por la abbadessa, y á causa desto se la subieron a su monasterio, donde la tienen con gran veneración, y es visitada de todas las naciones del mundo como uno de los más insignes santuarios de la cristiandad.” Y el doctor Onofre Menescal, en su sermón del rey don Jaime el segundo, hablando de los santos de Cataluña, pone entre ellos el santo crucifijo de Balaguer, por estas palabras:
Lo sant crucifici de Balaguer; que dihuen ving* vingué per lo riu Segre, y arribá ab gran llum y companyía de ángels que cantaban alabansas á Deu.
Esto es lo que se sabe por ahora; pero sin duda debieron pasar otras muchas cosas, y tiempo, que todo lo consume, las ha entregado al olvido. La ciudad y clero de Balaguer han hecho diligencias grandes en buscar memorias antiguas, pero no hallo más de lo que tengo dicho; placerá a Dios se hallen tiempos por venir, así como ha Dios descubierto otras cosas semejantes que hasta nuestros días estaban del todo olvidadas. El doctor Jaime Prades, valenciano, en la Historia del uso y adoración de las santas imágenes, dice estas palabras: “ En aquellos mismos tiempos, aquel sancto *viejo Nicodemus enseñó contra aquellos mismos judíos m* claramente por obra también, la misma confesión de e* fé, habiéndole dado primero el mismo Jesucristo cumpli* la noticia de su divinidad y humanidad. Porque escrib* Anastasio, doctor, que fue en tiempo del concilio Nice* segundo, y Gregorio Turonense, que este santo labró con su mano tres crucifijos (porque no se pudiese dudar en es* de su voluntad), representando en cualquiera de ellos la figura de Cristo, de la manera que le vio él enclavado en la cruz; y aunque bastaba la relación que de ello hicieron * habérnosle mostrado tal en sus evangelios los evangelistas sagrados, quiso dárnosle más adelante retratado al vivo, cuerpo muerto, de color amarillo, cual suele ser el de los muertos, los ojos oscuros, turbios y vueltos en blanco, con la boca abierta, todo rociado de sangre, llagados y rasgados aquellos miembros santísimos y del todo ajenos * su belleza, y tan maltratados, que aún a sus enemigos movieran a compasión; y esto para moverse a sí primero con esta vista, y después a nosotros, y porque semejante acto fuese como un testimonio de que descubiertamente confesaba la pasión de Cristo contra la infidelidad de aquellos judíos, y también para que, a ejemplo suyo, los que estaban por venir en todos tiempos hiciesen otras imágenes para el propio efecto; en lo cual no le engañó su pretensión, pues con grande gloria del mismo Jesucristo y aprovechamiento de sus almas, han los cristianos adorado y confesado su pasión por aquellas santas imágenes. Porque una de estas fue la que derramó en Berito sangre y agua en abundancia, convirtiendo toda una sinagoga de judíos, conforme adelante diremos; y hoy en día por estas mismas es también glorificado en la ciudad de Balaguer de Cataluña, y en San Agustín de *Burgos, y en Orense de Castilla; y es tanta la fé y devoción que tienen los cristianos por este medio a la pasión y muerte de Cristo nuestro redentor, que en otros pueblos pretenden más ciertamente tener las mismas imágenes. Esto dice aquel aquel curioso autor, que con tanta piedad escribió la historia de las santas imágenes, contra la falsa opinión de Lutero y otros herejes modernos.
Está esta santa imagen en el altar mayor, dentro de un hermoso tabernáculo: cúbrenlo tres ricas cortinas, y cuando la quieren enseñar a los fieles, sale cierto número de los sacerdotes que residen allá, con sus sobrepellices y cirios encendidos, y con voz lastimosa y devota cantan algunos versos del salmo 50, y en el entretanto van poco a poco corriendo las cortinas, y con dos o más velas que al rededor de la santa imagen están encendidas, se divisan y ven muy bien el santo rostro, llagas, manos y demás partes y color de la santa imagen, y después rezan alguna oración y cierran las cortinas. En tiempo de esterilidad de agua, que acontece muchas veces en aquella tierra, la sacan en procesión; y en otro tiempo la mudaban por nueve días en otro altar, perseverando en oración, devociones y procesiones que acuden de diversos pueblos; y es cosa maravillosa ver la abundancia de agua que Dios envía, fertilizando con ella la tierra; y en
tiempos de grandísima esterilidad, con procesión la bajan al río Segre, cerca del escollo donde fue hallada, y allá, con las aguas del río, la bañan, suplicando a nuestro Señor, que mediante el tocamiento de la santa imagen en las aguas las bendiga, dándoles virtud para que hagan el efecto que el devoto pueblo suplica, enviándolas del cielo con abundancia, para regar y fertilizar aquella tierra; y es tanta la misericordia de Dios y la virtud de aquel santo crucifijo, que apenas pasan muchos días que no se vea el fruto de aquellas devociones, las cuales y todo sea para mayor gloria de Dios, que cada día hace maravillas.
En la capilla en que antes estaba la santa imagen hay una memoria moderna que dice estas palabras: (Es la misma que se halla continuada en las páginas 341 y 42).
Estas palabras han hecho reparar, porque es cierto, que las monjas claustrales no estuvieron en Almata hasta el año 1351, porque, como dije allí, era la iglesia mayor y parroquial de Balaguer; y dando por cierto que las monjas claustrales franciscas de Almata bajaron al río cuando vino la santa imagen y que la tomó la abadesa, no podía haber seiscientos años era allá la imagen cuando se hizo aquella memoria, que fue el año 1626, y así hemos de decir, o que los seiscientos años han de ser muchos menos, o que las monjas eran de otra religión, o que el hallazgo de la santa imagen fue después del año 1351.
Acabadas ya las cortes de Barcelona, en que se hicieron los usajes, dio principio el conde Armengol una gran guerra que por muchos llevó contra los moros sus vecinos, con pretensión de echarlos de una vez de todas las tierras y límites de su condado, acabando con ellos. Valiéronle, según parece en antiguas memorias, el obispo de Urgel, el conde de Pallars, Ramón de Cervera, Guillen de Anglesola; Raimón Folc, vizconde de Cardona, hijo de Hugo Folc; Galcerán de Pinós, Hugo de Treyá, Berenguer de Puig-vert, Oliver de Termens, Gerardo o Guitardo de Ribelles, Juan Despes, Ramón de Peralta, Bernt de Peramola, Pons de Oliva, Asbert Dez-Palau, Juan de Pons, Guillen de Majà, Galcerán de Artisé, Guillen de Alentorn, Ramón de Monsonis, Bernat de Billvés, Benet de san Gruni, Pedro de Torá y Arnaldo Dalmau, y otros muchos caballeros amigos y vasallos del conde. Con ellos bajó como un rayo por las riberas del Segre, conquistando todos los castillos que había de la una y de la otra parte; de aquí pasó a las riberas de Sió, y tomó todos los lugares que había por allá; llegó hasta las villas de Sanahuja y Guisona, y se apoderó de ellas. En esta ocasión conquistó a Linyola y otros pueblos vecinos, cautivando muchos de aquellos infieles. De esta conquista habla un auto de confirmación hecho por Armengol y Arsende, su mujer, condes de Urgel, en favor de Ramón Arnau, de ciertos réditos; y usando del latín de aquellos tiempos, dice:
damus tibi haec omnia praenominata quod ab antiquo tempus avi de me Ermengaudus comitum qui obit a Gerp fecit dono in vita sua ad Arnaldo Dalmatii patre tuo quando Linerola fuit decepta a Xpianis et pagani captivus etc. y de esta vez quedó toda aquella tierra por los cristianos. Luego, pues, que fue señor de la campaña; entendió en la conquista de la ciudad de Balaguer, que era la plaza más fuerte e inexpugnable que por aquella parte quedaba a los moros, donde se eran todos retirados con lo mejor de sus haciendas. Hay cercano a Balaguer,a la parte oriental, media legua distante, a la ribera del Segre, sobre grandes peñas, un lugar llamado Gerp: este puesto escogió Armengol por acomodado para hacer en él plaza de armas para la conquista de Balaguer, y fortificó en él un castillo, cuyos cimientos aún quedan. No es este castillo el que al presente dura en el mismo lugar de Gerp, sino otro algo más apartado, y de aquí se quedó el nombre de Gerp. En autos, empero, y antiguas escrituras parece que a este conde llamaban los moros Armengol de Tuligisa, no se sabe porqué. El abad Briz Martinez, en la historia de San Juan de la Peña, dice que sería por alguna hazaña en el lugar o territorio de este
nombre. Desde el castillo de Gerp, se dio principio al cerco de Balaguer; pasaron en él grandes cosas y diversos hechos de armas, combatióse la ciudad por todas partes, y más en particular por la de Almata. Los moros que estaban dentro entendían valerosamente en la defensa de ella, pero faltóles el socorro que les podía venir y aguardaban de Lérida, y esto era muy dificultoso, porque el conde era señor de la campaña, y por eso los moros, antes de llegar al último punto, escogieron un honesto partido, por no ver entrada y saqueada la ciudad, y así se rindieron y la entregaron al conde con condiciones. Así se infiere del testamento del conde, el cual, entre otras cosas en que instituye heredero a su hijo, son los tributos que Almudafar, moro, le prestaba por Balaguer; y es cierto que si la ciudad se conquistara a fuerza de armas, toda quedara por los cristianos, sin permitir a los moros parte alguna en ella, antes bien los echara del todo; y así Almudafar (suena como Almudévar) debió de quedar o con el castillo o alguna parte de la ciudad, por la cual se obligó a pagar parias o tributos al vencedor. Después de esto, a los que le habían ayudado a aquella conquista hizo participantes del fruto de la victoria, así como lo habían sido de la guerra. A G. de Bibellas, que fue de los que más se señalaron, dio ciertas rentas sobre la ciudad de Balaguer, y a lo que yo conjeturo, le hizo carlan, (castellán) y le dio los castillos de Roda y Monsonis; a Bernat de Peramola dice Terafa que dio los castillos de Auliana y Peramola; a Gispert de Pons, la carlanía de Pons; a Galceran de Pinos, el castillo y tierras de Taltaull; al obispo de Urgel, que en esta guerra hizo mucho, los castillos y villas de Guisona y Sanahuja, aunque se pretendió que esta donación fue en favor de su Iglesia y no de la mensa episcopal; a Berenguer de Puigvert dio ciertos lugares a las riberas de Sió; a Guillen de Majá, Robió y La-Sentiu; a Arnau Dalmau dio la torre Dalmazor, y en auto de confirmación que de esta donación hizo el conde Armengol y Arsende, su mujer, en favor de Raimundo Arnau, su hijo, en que añadió también la mitad de las décimas que tenía en la torre de Erall, dice: Et est haec omnia infra comitatum Urgelli in finibus Marchiarum in loco quod dicitur Pla* superius Linerola: et habet autem afrontacionis prescriptam turrim a parte orientis in terme de Juliagrossa et de *Montosar, de meridie in termino de Valverd et de *Xerapchenic sive in Pennal de la turrim de la Baralla, a parte vero circii in termino de Linerola, et de aquilone in termino de turrim de Erall; y estas donaciones fueron con pacto que lo tuviesen en feudo por el donador, el cual tenía todo el condado de Urgel franco de todo reconocimiento al conde de Barcelona, por haberlo él con sus fuerzas conquistado; y esta prerrogativa y franqueza conservaron siempre todos los condes de Urgel, hasta Armengol VIII, el cual murió sin hijos, y el condado hizo mudanza, porque después de él, todos los que lo poseyeron, fue con ciertos reconocimientos a los condes de Barcelona y reyes de Aragón, los cuales a la fin vinieron a tener el señorío útil, directo y alodial de todo el condado, perdiéndose del todo la soberanía que tuvieron los primeros condes, por haberle ellos conquistado con su espada, y adquirido de los sarracenos.
Por estos tiempos entró en Cataluña, Amato o Antato, obispo de Oloron, en Francia, legado del pontífice Gregorio VII, para visitar los monasterios del orden de San Benito, que eran muchos en Cataluña; detúvose en el obispado de Gerona, y después en el convento de Besalú; y de allí entró en el condado de Urgel, donde fue muy bien recibido del conde y de Lucía, su mujer, y le rogaron que reformase los monasterios de aquel condado, que eran cuatro, llamados de san Saturnino, de santa Cecilia, de san Andrés y de san Laurencio; y empleándose en esto, le pidieron que el de santa Cecilia, que por negligencia de los abades y monjes estaba algún tanto estragado en la religión, lo hiciese de monjas; y condescendiendo en esto el legado, fueron él y el conde y la condesa a Barcelona, y pidieron algunas religiosas a Eliarda, abadesa del monasterio de san Pedro de las Puellas, para la fundación del nuevo monasterio, y ella las dio a 23 de julio del año 1079, y concertóse que el nuevo monasterio estuviese sujeto a ella y a sus sucesoras. De esto hay auto en el archivo de dicho monasterio de san Pedro de Barcelona, cuya autoridad y antigüedad es muy grande, en el saco A, núm 2. El maestro fray Antonio de Yepes, en la historia de san Benito, tomo 6°, refiere esta misma historia; pero añade que esta Eliarda era abadesa del de las Huelgas de san Pedro: es manifiesto error de los trasladadores, y como a tal, lo advierto de paso.
A 5 de los idus de setiembre del año diez y nueve del rey Felipe, que es de Cristo señor nuestro 1079, el conde hizo donación de Biscarri, que estaba en el condado de Urgel, a Raimundo y Valencia, condes de Pallars, y a Arnaldo, hijo de ellos, y dice: que las terminaciones son a parte orientis in termines de castrum Taravalli, a meridie in termines de castrum Benavente vel in quallum sancti Egidii de *occiduo in *Gaveta vel in Lagunas et ascendit per termines de castrum Lordani et de Castelione usque in montem qui dicitur alto etc. *Ica ut non liceat vobis alium seniorem eligere de supradicto castro neque ad vos neque ad posterita vestra nisi me Ermengaudum aut posterita mea. Y se llamó el conde comes et marchio, y este mismo castillo, con la iglesia y parroquia de san Andrés, a 2 de las calendas de junio del año veinte y cuatro del rey Enrique, que era de Cristo 1054, lo había dado Armengol de Barbastro, su padre, que también se intitulaba conde y marqués, a Arnaldo Miron de Tost, y a Arsende, su mujer, vizcondes de Ager; y después el mismo vizconde de Ager, en su testamento, lo dejó a los dichos Valencia, su hija, y a Arnaldo, su nieto, el cual testamento fue hecho a 4 de los idus de agosto del año doce del rey Felipe, que es de Cristo señor nuestro *1072. Y entiendo que la donación hecha en este año 1079 fue confirmación de la del año 1054 y del testamento del vizconde, por razón del señorío que en este y otros castillos se reservaron los condes de Urgel.
Murió por estos tiempos la condesa Lucía, en la cual tuvo el conde un hijo, que fue Ermengaudo, que llamaron de Mallorca; y el año siguiente de 1080 ya había casado con Adelaida, dama francesa, que se intitulaba condesa de la *Prohenza (Provence, Provenza), por tener en aquella provincia ciertos derechos de que hace alguna mención, aunque muy de corrida, César de Nostradamus en su historia de la Prohenza, en la vida de san Gilberto, segundo conde de la Prohenza. El padre Diago dice haber visto un auto en que el conde y esta Adelaida, su segunda mujer, dieron la tercera parte del castillo de Altet a la iglesia de santa María de Solsona, a 13 de febrero del año veinte del rey Felipe, y nombra siete caballeros principales del condado que fueron presentes, y eran Gerardo Mir, vizconde; Hugo Dalmacio, Ramón *Reembaldo, Berenguer Brocardo, Guillermo Arnaldo, Olivon de Arvernia, Guillermo de Izarno y Berenguer de Puigvert.
Entonces entraron en el condado de Urgel y por los valles de Aran y Andorra algunas gentes extranjeras, inficionadas de la herejía arriana (pone araiana), que aún duraba en el mundo: recogiéronse en un castillo que llaman Monleó, y allí se hicieron fuertes para enseñar su perversa y mala doctrina.
El conde y toda su tierra se alborotó notablemente, y sin dar lugar a que derramasen su ponzoña, fueron al castillo y le dieron combate, y sacaron los herejes y toda Cataluña había ya tomado las armas contra de ellos. Señalóse notablemente un caballero llamado Arnaldo de Perapertusa: este, por orden de Armengol, y con gente suya, trabajó con tantas *veras en la expulsión de esta canalla, que mereció que el conde le diese este castillo, con que le tuviese por él y sus sucesores, y que, requerido, le hubiesen de dar las tenencias. Entonces mudaron el nombre al castillo y le llamaron Castellbó, y los descendientes de este caballero tomaron este apellido, y duró este linaje muchos años en Cataluña.
Tomada la ciudad de Balaguer y todos los lugares y castillos que están alrededor de ella, y los demás de las riberas de Sió y Segre hasta Noguera Ribagorzana, emprendió guerra contra los moros de Lérida y Fraga, y los que estaban a las riberas de Segre y Cinca y Ebro, hasta la ciudad de Tortosa, y con tan grande poder, que no leemos otro tanto de ninguno de los príncipes de estos tiempos. Tuvo principio esta nueva empresa en el año 1091, en la primavera. Entonces se le hizo tributario el rey de Lérida, prometiéndole cada año parias. Subió a Fraga, y por las riberas de Segre y Ebro, llegó a Tortosa: aquí recibió socorros de gente que le envió el rey don Pedro de Aragón, su sobrino, desde Monzón, con que pudo dichosamente proseguir sus victorias, que alcanzó muy grandes de los moros. El rey de Zaragoza, que se llamaba Yuseph Abenhut, (Pep, Josep, Joseph, José, Yusef, etc.) se le hizo tributario, e imitando al de Lérida, le reconoció vasallaje.
En el año 1092 ponen todos la muerte del conde, la cual fue en el castillo de Gerp, después de haber gobernado veinte y ocho años el condado, con los aumentos y victorias que quedan referidas, que discurrieron desde el año 1065, hasta el corriente de 1092. Intitulóse siempre conde y marqués, como el conde su padre.
Casó dos veces, la primera con Lucía, de quien tuvo a Armengol, y que algunos llamaron Luciana, y murió poco antes del año 1080; la segunda con Adelaida o Adaleta, que, como dije, se intitulaba condesa de Prohenza, de la cual tuvo un hijo llamado Guillermo, que heredó los estados de la madre y se intitulaba conde de Niza, y, una hija que se llamó Sancha. A más de estos tres hijos, tuvo una hija que casó con Guillen Jordan, penúltimo conde de Cerdaña, que murió en el año 1102, en la ciudad santa de Jerusalén: de esta hija no he hallado memoria en ningún autor, sino en el libro segundo de los Feudos del real archivo de Barcelona, fól. 87 (1) en que hablando el de Urgel con el de Cerdaña, dice: Quod si ego prescriptus comes Ermengaudus, obiero, sine filiis omnem nostrum honorem dimittam a germanam meam Elisabet conjugem tuam et ad te ipsum eternaliter habendum etc. y en el Armario 16 del dicho real archivo, en el núm. 59, hay otro auto en que el mismo * de Armengol hace memoria de esta hermana.

(1) Al libro de los feudos, tal como existe ahora en el archivo, le *faltan muchísimas hojas, que el autor tuvo seguramente a la vista, y *se cree desaparecieron ya a poco más de mediados del siglo XVII. Entonces debió de hallarse todo lo relativo al condado de Urgel; por consiguiente existe ahora casi ninguno de los documentos que Monfar cita a ca* como continuados en aquel libro.

Fue, a lo que se conjetura, sepultado en el monasterio de Ripoll, así como sus ascendientes. Hay de él dos testamentos: del uno hace mención Zurita, lib. 1, cap. 30, y dice que a Armengol, su hijo, le dejó bajo del gobierno de don Ramón, vizconde de Cardona; y de Ponce, vizconde de Gerona; y de Guerao, su hijo, que también se llamaba vizconde de Cabrera; y de Bernardo, obispo de Urgel, y de Ramón, obispo de Pallars; y de don Artal, hijo de don Artal, conde de Pallars; y sobre todo dejaba a Berenguer Ramón, conde de Barcelona, y al rey don Sancho, que tuviesen el gobierno de su estado y de su hijo para defensa de la tierra, y mandaba que cualquiera de estos príncipes que tuviese el regimiento del condado acudiese con el rey don Alonso de Castilla, y se enviase allá su hijo, y quedase debajo de su guarda. En caso que muriese su hijo, llama a la sucesión del estado a don Ramón, don Guillen y don Berenguer, sus hermanos, y si estos no viviesen, nombra por sucesor al infante don Pedro, su sobrino, hijo del rey de Aragón, y muriendo el infante sin dejar hijos, sustitúyele al conde de Barcelona, don Berenguer Ramón. Este testamento fue sin duda antes del año 1086, en que comenzó a reinar el infante don Pedro, sobrino del conde.
Después de este, y en el año 1090, hizo otro testamento, que está en el real archivo de Barcelona, en el armario de los testamentos, núm. 70, el cual da mucha noticia se las cosas y estado del condado, y por esto lo pongo aquí por entero, y es el que sigue:

Testamentum Ermengaudi de Gerp, comitis et marchionis Urgelli.

Nemo rationalium animalium, etc. (1)
(1) El manuscrito deja aquí una página en blanco, donde sin duda debía
continuarse el testamento; ahora es imposible llenar este vacío, porque si bien el índice antiguo de armarios tiene efectivamente continuada la nota de este documento, no se le ha hallado en su lugar correspondiente, ni siquiera viene ya comprendido en el inventario general de las escrituras en pergamino.

viernes, 27 de agosto de 2021

JOSEPH LLUIS PONS.

JOSEPH LLUIS PONS.

(José Luis Pons y Gallarza)

José Luis Pons y Gallarza



Passá l'edat de sa
jovenesa a Barcelona
y allá feu sos primers estudis. Essent encare
jove, se llicenciá en jurisprudencia y en filosofía, sense
qu'aquests estudis li fessen oblidar les lletres amenes que havia
mostrat estimar desde petit. En l'any 1849 obtingué per oposició la
cátedra de Retórica del Institut de Barcelona, qu' ab gran profit
de l'ensenyança
dirijí fins a l'any 1851, en que li fou concedit
baratarla ab la de Geografía y de Historia del Institut Balear que
regeix avuy en dia ab aplaudiment dels qui l'escoltan. Les estones
d'espay que li ha dexat l'ensenyança, de llevores en çá les ha
dedicades a la literatura, y moltes son les poesies y articles en
bona prosa castellana que té escampats en diferents
periodichs y revistes literaries.


Entre les obres
castellanes qu'ha publicat, fetes casi totes ab l'intenció de
trencar a sos dexebles el camí de la ciencia, podriam enomenar:
Introducción al estudio de los autores clásicos, latinos y
castellanos, Estudio de autores clásicos, Segundo curso,
Sumarios de Historia universal y de España y are ultimament una
altre titolada 
Elementos de Geografía.


Des que soná a
Barcelona lo primer crit de renaxensa, se mostrá ardent
amador de la nostra llengua, y poques son les poesies que de llevors
en çá té escrites en la castellana. 


Fou un dels set
mantenedors en lo primer any de la restauració dels Jochs florals y
president del Consistori en l'any 1870. Sa poesia Lo treball de
Catalunya guanyá l'any 1862 un premi ofert per lo Ateneo de la
classe obrera, y en los anys vinents obtingueren joya La Llar, La
mort dels Moncades y La montanya catalana, y accessit Les dues
corones y L'olivera mallorquina. Havent guanyat les tres joyes
qu'exigexen los Estatuts dels Jochs florals en l'any 1867, fou
proclamat Mestre en gay saber, essent lo terç dels poetes mallorquins que han pogut lograr esta honrosa y tan desitjada
distinció.

Naxque eix poeta lo dia 24 d'agost de l'any 1823.

(Nota: A Ramon Lull no li fa falta. Mireu lo llibre
obras rimadas de Ramon Lull, escritas en idioma catalan-provenzal, de
Gerónimo Rosselló, lo primer autor que apareix an este llibre;
lemosina y variáns es una paraula que fa anar prou vegades // 
Cuánto daño a gente inteligente hizo la renaxensa, renaixença o renaxement, renaixement de este dialecto occitano llamado catalán. // Va naixe lo día de San Bartolomé; qué raro que no li ficaren Tolo)

obras rimadas de Ramon Lull, escritas en idioma catalan-provenzal, de Gerónimo Rosselló


ORACIÓN

INAUGURAL

QUE LEYÓ

EN LA SOLEMNE APERTURA DEL CURSO ACADÉMICO

DE 1856 A 1857

ANTE

LA UNIVERSIDAD DE BARCELONA,

D. JOSÉ LUIS PONS Y GALLARZA,

Licenciado en Jurisprudencia y Filosofía, Catedrático de Autores clásicos

en el Instituto agregado a dicha Universidad, etc.

BARCELONA.

IMPRENTA Y LIBRERÍA POLITÉCNICA DE TOMÁS GORCHS,

calle del Carmen, junto a la Universidad.

1856.

(Edición de Ramón Guimerá Lorente. Se actualiza la ortografía, ejemplo palabra á : a; ó : o, eleccion : elección, etc.) 

ILUSTRÍSIMO SEÑOR.

La enseñanza del arte de bien decir que me está encomendada justificaría la elección que de mí ha hecho V. S. Ilma. para llevar la voz en esta solemnidad académica, si por un raro y feliz consorcio me fuera dado sellar con el ejemplo aquellos preceptos que mi labio se complace en recomendar a la juventud. Empero a mayor lejanía que el astrónomo de la radiosa estrella, cuyos movimientos observa y mide, me ha dejado inferior a sí el astro de la elocuencia, inasequible aunque placentero objeto de mis esfuerzos y meditaciones. No temo de vuestra ciencia tolerante, ilustres comprofesores, ni quiera el cielo que en mí acaezca, que por la tosquedad del artífice sea culpado el arte; pues sabéis que no basta a realizar el tipo ideal de la belleza aquel amor con que los hombres entusiastas le concebimos tendiendo nuestros brazos anhelantes hacia sus siempre fugitivos resplandores. Olvidaos, si os place, de las doctas y exquisitas razones que en días cual el de hoy habéis o proferido o escuchado, y permitidme que en gracia de esos jóvenes alumnos a cuya erudición tenemos consagradas nuestras vidas ocupe vuestra atención hablándoos de los estudios oratorios, los cuales, si bien apoyan su raíz en la enseñanza elemental, se extienden y entrelazan por todas las ramas del árbol de las ciencias en vosotros tan dignamente simbolizado.

Es vulgar, aunque controvertida verdad, que la oratoria desempeña en las sociedades un destino civilizador y benéfico, por más que en ciertas ocasiones haya venido su acción a ser escasa o nociva. A corroborar esta verdad fecunda en consecuencias irán encaminadas mis breves reflexiones; asunto que no por antiguo carece de interés actual ya que hoy (en) día ciertas escuelas políticas y literarias se declaran hostiles a la locución pública y al arte que tiene por objeto perfeccionar su ejercicio.

Es la oratoria el género de composición literaria que más vastas y directas aplicaciones recibe en la sociedad; aquel en que las miras de utilidad práctica en mayor proporción se combinan con los fines artísticos de la belleza; el que exige al poeta la experiencia y cordura del filósofo, y al filósofo la brillantez dramática de la poesía. En la tribuna pública la inteligencia de un hombre escogido se comunica con las de sus hermanos, no por el inerte lenguaje de la escritura sino por la palabra viva, animada por el gesto y la acción, idioma genuino que enseñó Dios a los corazones para entenderse y amarse.

La elocuencia escrita que nació de la hablada para suplirla, extenderla y perpetuarla, es el cedro aromático que conserva las riquezas de la tradición e impregna de su delicioso perfume las obras de la inteligencia. Por ella leemos con veneración los fastos del universo y las proezas de nuestros abuelos; por ella gustamos con placer la copa de la sabiduría, y meditamos acompañando a la imaginación por sus aéreos caminos. Mas esa regalada esencia que embebida en el pensamiento se transmite del individuo a los pueblos y a las generaciones nunca transciende con tal pujanza como cuando se aúna con la eficacia simpática de la voz y del gesto. Obra entonces con actividad más intensa en la voluntad humana, insinuándose en sus afectos y seduciendo al juicio mismo. 

Para instruir o halagar basta con que escribamos; para obligar a querer es preciso que hablemos.

La elocuencia hablada es la elocuencia por antonomasia, en todo su vasto poder y con toda su influencia social. Los tribunales, los consejos, las asambleas se gobiernan por la voz de los oradores. A ella ceden los pueblos irritados, o a sus acentos se alzan contra la tiranía. Siempre el más elocuente es quien persuade; y quien persuade ese es quien manda. Cuando las ideas y los sentimientos comprimidos en cada pecho no hallan salida ni ejercen acción, un hombre se levanta, y adivinando lo que todos anhelan y no consiguen decir, interpreta las intenciones y deseos de la multitud, habla a cada uno su lenguaje, y mientras al parecer se ciñe a expresar la opinión del concurso le impone su voluntad, ejerciendo el más soberano acto de predominio personal, el más elevado de los poderes concedidos a los mortales.

La oratoria es un espectáculo. Mientras el sabio al resplandor de su lámpara solitaria ensaya la solución de los inagotables enigmas de la ciencia; mientras el historiador sentado ante sus tablas de bronce, rodeado de pergaminos y medallas burila para la posteridad imperecederos recuerdos; mientras el poeta al pie de un torreón, alzados a la luna sus ojos, modula entre los murmullos de la noche los acentos de su ideal esperanza; el orador henchida la mente de probados consejos y el pecho de amor al hombre sube las gradas de la tribuna y paseando su vista por una muchedumbre cuyas miradas y atención convergen hacia sí, autor y actor a un tiempo, concibe, expresa y representa, ilustra, seduce y avasalla. Menos permanentes sin embargo sus laureles suelen marchitarse poco después del triunfo, y cada vez que el bien público y el amor a la gloria le llaman a dar muestra de sus talentos se ve obligado a alcanzar con una nueva creación una nueva corona. El orador se reproduce todo entero en cada una de sus obras, porque a cada una imprime la claridad de su pensamiento, el fuego de su fantasía y hasta la expresiva majestad de sus acentos y actitudes. Al cerrarse sus labios todo desaparece; ni es posible conservar un fiel trasunto de su peroración; así como se fija por los aparatos fotográficos el ornato de las catedrales, y se guardan cifradas en la nota las más delicadas inspiraciones de la música. Dante, Walter Scott y Rossini pueden ser patrimonio de imitadores; pero ¿quién es capaz de resucitar a Demóstenes?

Como la pública locución sea la expresión más personal del pensamiento y las pasiones, son sus efectos los más poderosos en las instituciones y en las costumbres. La discusión oral, madre de la oratoria, está en la índole y en las necesidades del hombre, siendo una condición de sus descubrimientos intelectuales y del ejercicio de su actividad moral. Sin ella las luces y los sentimientos del individuo cesarían de recorrer la órbita universal por donde ahora rápidamente circulan, y aislados los espíritus iríase lentamente extinguiendo la vida de las sociedades. - Desde los cariñosos consejos que el patriarca reparte a su familia sentada en torno suyo bajo la encina secular, hasta las vehementes peroraciones del varón político en la asamblea, vemos a la oratoria gobernar las resoluciones del hombre, más presto a ceder a la voz de otro hombre elocuente que capaz de deliberar por sí mismo, aunque sea con el poderoso auxiliar de la lectura.

Pero ¿me será lícito atribuir a la elocuencia hablada que hoy forma mi objeto esa tan profunda influencia que es quizás hija de la fuerza propia de las ideas y sentimientos o del mero hecho de su propagación? No ignoro que la palabra no es más que el signo de la idea o del objeto; ni desconozco el poder ilimitado de las opiniones y creencias engendradoras de sectas y partidos, y llego a concebir en la esfera de lo posible la transmisión de esas creencias y de los afectos que las acompañan por medio del lenguaje desnudo de todos los atractivos con que el talento y el arte oratorio saben ataviarle. Mas decidme: entre esa multitud de fuerzas morales que sostienen y conducen el mundo de la inteligencia a la manera con que la gravedad y otras fuerzas físicas equilibran el orbe en que vivimos, ¿no distinguís bien deslindada esa que extiende y por decirlo así empuja el pensamiento de unos a otros individuos, le vivifica, le ilumina, le inflama y le hace irresistible? ¿Es esa elocuencia oral una ilusión de los preceptistas, un mero efecto de las circunstancias, o es más bien un don real de la Providencia inherente al de la palabra y cuyo destino bienhechor es el de hermanar nuestro linaje en la vida, aumentando el recíproco influjo de nuestros deseos y creencias? Si así no fuera, ¿sentiríamos tan viva emoción desde las primeras palabras proferidas por un labio elocuente? ¿Nos dejaríamos seducir y someter por ella, cediendo al predominio de una voluntad que sola, sin fuerzas ni autoridad se atreve a torcer y a confundir nuestros designios, y logra esclavizar el último recinto de nuestro albedrío? ¿Para qué hubiera Dios creado hombres cuya habla vertiera luz y belleza y les hiciera dueños de las simpatías de todos sus semejantes? Aquel universal asentimiento que siempre sabe alcanzar la verdadera elocuencia; aquella noble humillación con que el salvaje arroja su arco a los pies del misionero y se inclina a besar la cruz de su sayal; aquella placentera condescendencia que siente el magistrado al persuadirse de que le es lícito restituir al reo el aire de la libertad y las dulzuras de la familia; aquella entusiasta convicción con que a la voz de un hombre corre un pueblo entero a las armas; todo, todo nos patentiza el origen providencial y el bienhechor destino de la oratoria.

A tan obvia verdad hubieran al parecer de haber cedido los talentos que guían a la humanidad: mas lejos de armonizar en este punto sus opiniones, muéstranse en divididos campos, unos apasionados partidarios de la locución pública, y otros tan enemistados con ella que a ser posible condenaran a perpetuo silencio a todo el que llevara el nombre de orador. Esta controversia, si bien adormecida por la universal tibieza que predomina hoy en la esfera de las teorías, no deja de subsistir en lo que tiene de práctico y aplicable a aquellas instituciones en las cuales la oratoria desempeña un papel de importancia. Cuestión es que afecta a la jurisprudencia si la oratoria propiamente dicha es o no admisible en los tribunales; cuestión es que atañe a la teología si la predicación oral admite o no los recursos oratorios del arte mundano: cuestión es que a la política pertenece, si la oratoria ilustra o extravía a los parlamentos; y cuestión en fin con todo saber enlazada si la elocuencia oral puede contribuir a la indagación y propagación de la verdad científica. Acorde con la experiencia en estas cuestiones la mayor y mejor parte de las autoridades literarias, resuélvelas afirmativamente: mas desde remotos siglos vienen eminentes escritores combatiendo la elocuencia, si bien que en obras capaces por sí solas de acreditarla.

Desde Aristóteles a Schlegel, no solamente muchos filósofos sino ciertos literatos no han ocultarlo su repugnancia hacia el arte de los oradores, ya concibiéndole como una consecuencia de las pasiones y debilidades humanas, ya como una emboscada presta contra la razón y el albedrío, ya como un juego sofístico y pueril indigno de las almas robustas. Ya se le ha envuelto en el anatema fulminado contra toda belleza poética; ya se le ha negado su naturaleza literaria relegándole a la esfera de los negocios, como si fuera una simple combinación de los intereses eclesiásticos, políticos o judiciales. 

Tan exageradas apreciaciones, aunque condenadas por la constante sanción de los tiempos, no han dejado de modificar las creencias en algunos, influyendo en la prosperidad o decadencia de la oratoria. Amarga verdad es que los hombres elocuentes han justificado a veces con sus extravíos esos cargos dirigidos por su causa al arte mismo. Sin embargo en la dilatada vida de este no son más numerosos los ejemplares del abuso que los del beneficio; antes bien se observa que el verdadero esplendor literario de la oratoria ha sido siempre compañero de las virtudes públicas y de la grandeza de las naciones. Otorgadme unos instantes más de atención, y recorriendo con paso rápido los hechos hallaremos en ellos las causas por las cuales la locución pública prosperando o decayendo, ha derramado en la sociedad ya flores ya veneno.

¿En dónde se oculta la cuna de la elocuencia? ¿Fue bajo las fructíferas palmeras del Asia, o en el culto suelo de la Grecia o en los ignorados peñascos del septentrión donde por vez primera un caudillo arrastró con su voz a los guerreros primitivos? 

Aunque pudiera darnos en esto luz la aurora de la historia que sólo amanece tras la noche de la creación, jamás debiéramos indagar el origen de un talento que no tiene otro padre que el Omnipotente, otra patria que el mundo, ni otro límite que la humanidad. Espontanea brotó la elocuencia en los labios de las generaciones ante-históricas, como el agua de sus arroyos, como la miel de sus colmenas; tan espontanea como ahora se reproduce en cada hombre al renovarse en él como en nuevo Adán todos los fenómenos de la creación y del estado de naturaleza. La sociedad trajo consigo la observación y la imitación, y estas dieron vida al arte, cuyo destino es regir todas las fuerzas y aptitudes de la organización humana.

Cuando la historia literaria de Grecia, la más vulgar entre las antiguas, empieza a nombrar a los que se llaman sus primeros oradores, ya existe el arte en su forma más o menos empírica.

Después de la elocuencia fabulosa simbolizada en los mitos de Orfeo y Anfión; trascurrida la edad de la oratoria poética representada en Ulises, Néstor y otros caudillos homéricos, Solon al ofrecer a los Atenienses el don de sus ejemplares leyes, queriendo asegurarlas una obediencia inteligente, granjeóse la sumisión del pueblo avasallándole con su sabiduría y dulzura de su palabra, sin que pueda dudarse de que el prestigio oratorio que gozó, fue un poderoso auxiliar de sus virtudes cívicas y de su ciencia. 

Temístocles, Pisístrato, Alcibíades y los otros varones políticos o guerreros a quienes debió la Grecia su independencia y civilización, más bien por sus ardientes peroraciones que por sus altos hechos se ciñeron aquella esplendorosa aureola que deslumbra todavía al que lee los fastos de las generaciones de Maratón y de Platea. Pericles, el audaz orador que aun hoy en día avasalla con su nombre al siglo que dominó con su facundia, por más que no exento de las comunes tachas de ambición y tiranía, levantó los corazones griegos a una altura de sentimientos capaz de inspirarles con la emulación de las pasadas y recientes glorias de su país el generoso aliento necesario para sobrepujarlas. El sacro fuego del patriotismo, la constancia en la adversidad, la templanza en el triunfo, la gratitud hacia los bienhechores del pueblo, la entusiasta altivez, el amor a la belleza, a la virtud y sobre todo al heroísmo, joyas del espíritu con que el carácter griego se fue enriqueciendo, no son otra cosa que la recompensa del entusiasmo con que la multitud enaltecía a sus oradores, Sin su habla eficaz, jamás hubieran sido vencidas la debilidad esencial, la versatilidad y ligereza que oponía la índole de los Atenienses a las exhortaciones de cuantos aspiraban a conducirles a dominar el Asia entera. La gloria política y militar de Atenas debióse en su mayor parte a la elocuencia de sus caudillos y legisladores, así como su gloria científica a la elocuencia de sus filósofos. ¿Quién negará a Demóstenes el título de bienhechor de su patria? Pues bien: el que arrebató a Esquines la envidiada corona, doble premio de sus servicios y de sus talentos, en vano hubiera luchado contra el Macedonio si le faltara aquel su invencible acento más poderoso que el oro y el hierro para poblar los mares de armadas y los campos de cadáveres enemigos. La imaginación ática cedió al fanatismo que la comunicaban las inspiradas voces de Temístocles y Alcibíades, gozóse con los pulidos discursos de Isócrates y los oradores de su esmerada escuela; aplaudió la cultura de Iseo, Lisias y Esquines y obedeció a la pujanza de Demóstenes, Esta serie de oradores de primer orden que descollaba entre un pueblo de oradores, no sólo prueba la fecundidad literaria del suelo griego, mas la influencia que el arte de decir tuvo en su civilización clásica y deslumbrante aun en medio de sus desaciertos políticos y de su progresivo abatimiento. Atenas fue grande por sus héroes y por sus sabios; sabios y héroes en Atenas fueron elocuentes.

Cuando la planta de hierro de Alejandro sofoca la voz de la elocuencia en la garganta del último orador ateniense; cuando crece la yerba al pie de la tribuna popular, mirad como el antiguo valor y las virtudes cívicas huyen también como solían huir los penates del territorio conquistado. En vano la escuela de las ciudades se esfuerza en reanimarse: no veréis aparecer en sus plazas un ciudadano que proponga con valerosas palabras leyes bienhechoras; y si al pasar por un gimnasio oís las declamaciones de los sofistas degenerados sobre fingidas controversias, si os atraen la volubilidad de su lenguaje o el falso brillo de sus premeditados conceptos, apartaos: os engañáis: no está con ellos la elocuencia.

Reflejándose en la Roma de los decemviros las instituciones políticas y judiciales de Grecia, despertaron en los hijos de Rhea el amor a la elocuencia, nuevo en sus corazones belicosos. A Fabricios, Curios y Camilos, sucedieron Lelios, Catones, y un Escipión capaz de decir en su defensa a la plebe acusadora en el día del juicio: En tal día como este salvé a Roma y destruí a Cartago; vamos a dar gracias a los dioses inmortales.

Retumbó la voz agitadora de los Gracos entre las convulsiones de la república; y cuando el puñal de la venganza dejó inmóviles sus labios enardecidos, las doctas peroraciones de Crasos, Antonios, Scévolas y Hortensios prepararon el verdadero reinado de la oratoria fabricando su cetro a Marco Tulio. Cífranse en este solo nombre la explicación, la historia y la defensa del arte de decir. Preguntadle por su naturaleza y sus preceptos, y seis no sobrepujados escritos os demostrarán que el sol de la elocuencia hace germinar en la sociedad talentos y virtudes; y que a su calor fecundante nacieron en el pueblo conquistador aquellos prudentes senadores cuyas deliberaciones resolvían la suerte del mundo. Esos libros impondrán silencio a los que sólo extravíos y corrupción esperan de la locución pública; porque escritos por quien no abusó jamás de su poder, y mientras duraba el recuerdo de los varones que guiaron tantas veces con su palabra al rey de los pueblos hacia la majestuosa grandeza que le hizo llamar pueblo de reyes, no podían calumniar así al más bienhechor de los talentos. Y si no bastan los ejemplos consignados en esas páginas, de la influencia saludable con que los oradores antiguos sostuvieron los fueros de la razón, de la justicia y del bien público en el senado y en el foro, cerrad el libro de Claris oratoribus, y abrid el que contiene los discursos de su autor. Cicerón mismo es la mejor apología de su arte. Elevado por él a las primeras magistraturas y lo que es más a una reputación sin rival, no le empleó jamás en alucinar a la multitud en su provecho, ni quiso por su medio asaltar las dignidades y los honores. Habló en pro de los oprimidos, habló contra los malvados aunque fueran poderosos, abogó por la causa de las libertades patrias, lidió contra las usurpaciones del poder, y generalizando las doctrinas filosóficas con incansable celo atesoradas, ilustró su época y preparó la de Augusto en que Roma iba a subir a lo alto de la rueda de su destino. En la corle de poetas de este primer emperador ved apagarse la tea de la elocuencia en las aguas de la corrupción. Muerto el espíritu público y la dignidad cívica, sometida la justicia a la voluntad del soberano, la oratoria nada puede hacer en bien de la patria. Más tarde, algunos malos oradores se consagran a la delación y a la calumnia; porque sólo la calumnia y las traiciones se abren paso en aquellos tenebrosos días de los Calígulas y Claudios. Pero escuchad. Suenan en el foro las arengas de Quintiliano. ¿Habrá revivido el gran Cicerón? No es el español instrumento de ricos ambiciosos, ni sanguinario perseguidor de leales; es un docto imitador y émulo de aquel maestro: es un buen patricio; un paciente preceptor que alienta con sus consejos y con su ejemplo a un mismo tiempo la probidad y el gusto literario. Síguele Plinio, digno de alabar a Trajano; y el autor del diálogo sobre la corrupción de la elocuencia no arrastrando tampoco por el común decaimiento, al señalar sus causas corrobora el paralelismo que sigue el esplendor de la oratoria con la pureza de la educación, la integridad de las costumbres, y la prosperidad del régimen del Estado.

Cual si esta verdad permaneciera controvertible tras las dos épocas ejemplares de los oradores clásicos, el mismo Dios-hombre sirviéndose de la elocuencia oral para la propagación de su santa doctrina abre en la predicación evangélica un palenque ilimitado en que hasta la consumación de los siglos la locución pública ha de combatir y vencer, no ya las preocupaciones de un magistrado, ni la obstinación de un partido, sino los más escondidos y tenaces hábitos que encarrilan el corazón humano en los senderos del vicio. Desde entonces el eco de los nuevos discursos empieza a susurrar con timidez bajo las catacumbas; vibra con ternura en las solitarias mansiones de las vírgenes y los eremitas; déjase percibir entre los círculos del pueblo; suena en los secretos gabinetes de los palacios, y creciendo con sobrehumana intensidad rasga los paños que ensordecían su timbre, y truena repitiéndose de gente en gente desde lo alto del templo de Constantino. A la oratoria divina del Maestro y los apóstoles, suceden las caritativas y sentidas exhortaciones de los obispos de la primitiva cristiandad, y con las apologías de Tertuliano y Orígenes, con las fervorosas pláticas de los Ciprianos, Gerónimos y Agustinos, de los Gregorios, Basilios y Crisóstomos extiéndese la fé reanimando el espíritu en el imperio mientras sus miembros eran por todas partes dilacerados. 

El renacimiento de la humanidad obrado por el Cristianismo pone en contacto la nueva elocuencia con el sepulcro de la antigua, haciendo que al terminar el último epílogo de Cicerón se oiga la introducción de la primera homilía de S. Pablo. El ángel de la persuasión cristiana inspira saber, virtudes y heroísmo a los siglos que dejaba huérfanos la muerte de la civilización antigua y el silencio de la Suadela clásica. De la fuerza de las convicciones que sabe arraigar en las almas responden los tormentos de los mártires; y de la claridad que esparce en el universo, la multitud de los que no sabiendo más que escuchar, aprenden a concebir las verdades más exquisitas, y las conservan para legarlas a sus descendientes. Cristiana y guerrera la edad media, sus oradores están en los templos o en los campos de batalla. No tiene un senado con Catones y Tulios, ni una plaza con Pericles y Demóstenes; pero tiene concilios en que reyes, magnates y soldados, se someten a la elocuencia de los sacerdotes; tiene controversias en que las herejías luchan contra la fé, como los adalides en las justas; tiene empresas como las Cruzadas en que el entusiasmo alentado por la exhortación se precipita contra el mar, la sed y las cimitarras; tiene sesudos consejeros para guiar el armado brazo de sus monarcas, y pecheros que empiezan a enseñar a la muchedumbre sus olvidados fueros.

Clásica todavía, es decir, erudita e indigesta en sus formas pero popular en el fondo de sus doctrinas, la elocuencia de aquellas edades no queda rezagada tras la civilización, antes bien guíala fomentando sus instintos hasta que viene a sorprenderla el renacimiento. Entonces a las tumultuosas arengas de los caudillos, a las belicosas argumentaciones de los prelados, suceden las discusiones de la ciencia, de más tranquilo carácter y con resultados más fecundos. Los oradores se han refugiado de los castillos a las cortes y a los tribunales. Pedro el ermitaño no tiene ya que arengar a los cruzados en las arenas de la playa; pero apiñados en Trento los doctos defensores de la fé ortodoxa, luchan con enemigos más espantables que Saladino, contra los cuales a su vez se arman los labios de Bossuet y Massillon, de Fenelon, Flechier y Bourdaloue, de Ávila y Granada. En la arena política los aceros tienen que abrir paso a los ciudadanos para subir a la tribuna; por eso en vano buscaréis en edades casi contemporáneas una oratoria que cotejar con la romana y ateniense. Reducidos a intérpretes y casuistas los jurisconsultos, asentados los tribunales bajo la sombra de los tronos y pendiente de la gracia la justicia, tampoco es de esperar que resuenen en los oídos de Carlos I o de Luis el Grande acusaciones como las contra Verres o Marco Antonio. - La oratoria refleja entonces como siempre en su cristal verídico la situación de la sociedad. La fé la tiene encomendados sus pendones; por eso en donde quiera los defiende con ardimiento; la ciencia implora su auxilio para reconquistar el perdido imperio; por eso las bóvedas de las escuelas empiezan a repetir las estudiadas disertaciones de los maestros teólogos, filósofos y humanistas; pero como la colisión de los derechos individuales y colectivos, comprimida por la dominación feudal, y atenuada por el olvido y la ignorancia, no estalla todavía, no aparecen oradores que interpreten ideas y sentimientos casi desconocidos. Sin embargo en algunas elocuentes quejas de vasallos oprimidos, y en algunos clamores de cuerpos populares alborea la luz de la discusión parlamentaria, luz que más tarde refleja en las asambleas modernas las ondulaciones de los senados y tribunales antiguos.

El volcán de la revolución francesa convierte esa luz en un incendio, mas desde entonces entrada Europa en un nuevo camino, y una vez imposible el retroceso a la pasada organización, la palabra vuelve a adquirir su entero predominio. Oye la corte de Carlos III a nuestros primeros oradores políticos y judiciales; y desde entonces la elocuencia viene guiando a los pueblos, casi siempre hacia la razón y el bienestar; aunque desviándolos pocas veces hacia los errores y la anarquía. - No quiero velar a vuestros ojos las sombras de Cromwell, Dantón y Robespierre; pero no dudo que reconoceréis que si Cicerón vale por muchos Catilinas, y Bossuet por muchos Luteros, también los excelentes y sensatos oradores que en los modernos siglos han ilustrado los templos y las asambleas, pueden y valen harto más que la corta falange de los tribunos sanguinarios, de los predicadores ineptos, y de los leguleyos ambiciosos que la oratoria bastarda engendra para oprobio de la legítima.

No puedo sospechar que haya entre vosotros uno solo que al recorrer la galería de los grandes, de los verdaderos oradores, de esos hombres que a una gran suma de elevadas ideas han juntado el singular talento de saber difundirlas instantánea, eléctricamente; les niegue el título de bienhechores de la humanidad. Vosotros no confundís los talentos estratégicos del cálculo, el sordo poder del interés, el alucinamiento causado por la identidad de opiniones o sectas, el prestigio individual, y otras circunstancias a que deben su éxito peroraciones en su esencia vulgares, con aquella sentida unción que nace de lo más íntimo del pecho, y nos conmueve y hace sentir porque el orador está conmovido y siente. Vosotros sabéis que hasta la declamación teatral en un actor distinguido no es una farsa ni una imitación; sino la expresión de afectos bien comprendidos, porque se experimentan, y no se fingen. Podréis decirme que el número de tales artistas y tales oradores es escaso, lo concedo; mas ¿desde cuándo el crédito de las ciencias ni de las virtudes se mide por el número de los ignorantes o de los malvados?

Si os lamentáis de la torcida dirección que los hombres dieron y dan al talento oratorio, cual se la dan y se la dieron a todas las más nobles facultades, yo me doleré de ese abuso al par que vosotros, tanto más cuanto más alta y limpia idea tengo concebida de ese don de la Providencia. Y por lo mismo que me estremezco ante esa confusión de la ficción con el sentimiento y de la intriga con la razón; y tiemblo al considerar si llegará tal vez un día en que la sociedad harta de engaños y desconociendo la buena oratoria la condene y conculque junto con la espúrea; por eso he querido alzar desde aquí mi voz aunque feble, y protestar de antemano contra tan injusto anatema.

¡O jóvenes a quienes el candor y la esperanza conducen por entre flores hacia toda belleza y verdad, pero a quienes amaga la oculta serpiente del escepticismo, yo anhelara haceros concebir el destino de la oratoria y el tipo del orador en toda su pureza y rectitud cual le concebían el gran Cicerón y el español Quintiliano. Yo quisiera que aquellos de vosotros a quienes toque subir las gradas de los tribunales en defensa de los derechos o de la vida y libertad ajenas, supierais desde hoy y no olvidarais jamás que vuestras palabras han de ser la sola expresión de la razón y la honra ofendidas, nunca de la codicia ni del odio; que jamás la mentira descendiendo de vuestro labio ha de manchar vuestra noble toga, y que nunca el llanto de una familia despojada, ni los gemidos de un inocente han de maldecir vuestra venenosa elocuencia, aunque la sociedad os colme de su oro y sus aplausos. Yo quisiera que los que consagrados al altar, tengáis que interpretar en humanos discursos toda la palabra de un Dios, hubierais llenado antes vuestro espíritu de su caritativa doctrina, y cada vez que dirigierais a los fieles vuestras exhortaciones, os acordarais de que el mundo y sus bienes son ajenos a aquel por cuya boca habla la eternidad; que hasta la gloria literaria es en él una vanidad reprensible cuando deja de ser el instrumento de la enseñanza divina; y que al bajar del púlpito pudierais agradecer a Dios el don de la elocuencia al observar en la conducta de los fieles el efecto de vuestra predicación. Yo quisiera que los llamados a deliberar desde los altos asientos del congreso político sobre la independencia, la seguridad y el bienestar de la patria, llevarais allí la mente poblada de conocimientos y experiencias y el corazón henchido de indomables virtudes para resistir a los vértigos del poder y la adulación, y que al reinar en la asamblea por vuestra facundia estimarais en más las bendiciones del oscuro agricultor, feliz con vuestras bien meditadas leyes, que las ebrias ovaciones de los partidos. Y aún de vosotros a quienes ofrece la fortuna la lámpara investigadora de la filosofía para que os internéis por los intransitados senderos de las ciencias quisiera que al pedir a la oratoria sus cristales de colores para mostrar al mundo vuestros hallazgos de verdades os propusierais iluminar más bien que deslumbrar a vuestros contemporáneos, y aborreciendo cual Sócrates la ostentación sofística, hicierais como Platón elocuente y amable la sabiduría.

Todos los que me oís deberéis a la oratoria más de un triunfo en vuestra vida literaria y hasta en vuestra vida familiar; porque todos participaréis de ese torbellino del siglo que anhela fiar a decisivas razones en oral lucha los intereses de mayor entidad, aborreciendo las prolijas discusiones escritas. Aunque tareas alejadas de los grandes teatros de la locución pública os nieguen el peligroso privilegio de influir con vuestra palabra en los destinos de la sociedad, no por eso os faltarán esferas en que ejercitar tan noble don, porque las corporaciones científicas, los jurados, las sociedades mercantiles e industriales, las juntas políticas y administrativas tan frecuentes en la época en que vivimos os brindarán diarias ocasiones de ilustrar a vuestros conciudadanos y de granjearos con el tiempo una más alta reputación oratoria. ¡Ojalá que al lado de esas escuelas prácticas a que tal vez tendréis que arrojaros sin la preparación necesaria, hallarais escuelas en que se expusiera la serie de principios conducentes para formar de vosotros buenos oradores para el foro, el púlpito y la tribuna. ¡Ah! el don de la palabra no se abusara tan lastimosamente, si se facilitaran los medios de aprender a dirigirle hacia los bienhechores fines a que está destinado; si se prodigaran menos los elogios a todo el que se expresa con verbosidad u osadía, y sinó no se atreviera a exclamar todo el que por primera vez dirige la palabra a una concurrencia: yo también soy orador. 

Ilmo. Sr.: en este día solemne, verdadero cumpleaños de la Universidad siento que el sinsabor con que me amarga mi insuficiencia, témplase con la satisfacción de proclamar la utilidad de la elocuencia oral ante los mismos que con su ejemplo diario la autorizan; y de exhortar a esa juventud en que fía la patria su bienestar futuro, a cultivar con ahínco esa rama de la literatura, tan compatible con el ejercicio de sus profesiones, dirigiendo el precioso talento de la peroración hacia la razón, la verdad y la justicia de que nunca el cielo quiso separarle.

Si él oye mis votos no tendrá España que ceder a otras regiones europeas en copia de renombrados oradores, ni será Cataluña la postrera en inscribir los nombres de sus hijos en el pedestal en que brillan los de los Granadas y Jovellanos.

HE DICHO.


Barcelona 1.° de octubre de 1856.


UNIVERSIDAD DE BARCELONA.

RECTOR

en comisión.

D. D. Agustín Yáñez y Girona.


VICE-RECTOR.

D. D. Ramón Roig y Rey.


SEÑORES PROFESORES

ENCARGADOS DE LA ENSEÑANZA EL CURSO ESCOLAR

de 1856 a 1857

Y SUS RESPECTIVAS ASIGNATURAS.


FACULTAD DE JURISPRUDENCIA.

DECANO.

D. D. Ramón Roig y Rey.

Catedráticos.

D. D. Vicente Rius y Roca … Prolegómenos del derecho: elementos de la historia externa del derecho romano: instituciones de este derecho.

D. D. Manuel Laredo … Continuación de las instituciones del derecho romano.

D. D. Ramón Martí de Eixalá. Elementos de la historia del derecho español: elementos del derecho civil y mercantil de España.

D. D. Francisco Javier Bagils. Derecho canónico.

D. D. Felipe Vergés y Permanyer … Continuación del derecho canónico.

D. D. Francisco Permanyer … Ampliación del derecho civil, mercantil y penal: fueros

provinciales.

D. D. Ramón Roig y Rey … Procedimientos: práctica forense.

 

AUXILIAR.


D. D. Pablo Mestre.

Sustitutos.

Lic. D. Manuel Anglasell y Serrano. 

Lic. D. José Vilaseca y Mogas.

Lic. D. José Mestre y Cabañes.

D. D. Amador Guerra y Gifré.

D. D. Víctor Brugada y Just.

Lic. D. Antonio Vicente Menéndez y Azopardo.

Lic. D. José Samsó y Ribera.


FACULTAD DE MEDICINA.

DECANO.

D. D. Francisco de Paula Folch.

D. D. Juan Magaz … Aplicación de la Física y de la Química a la Medicina.

D. D. José Seco Baldor … Anatomía descriptiva y lecciones de Neurología.

D. D. Carlos de Silóniz … Neurología en toda su extensión: Anatomía general y

microscópica.

D. D. Marcos Bertrán … Fisiología especial o humana.

D. D …..... Aplicación de la Historia natural a la Medicina.

D. D. Francisco de Paula Folch. Patología general: Anatomía patológica: Estudio clínico de Patología general y de Anatomía patológica.

D. D. Ramón Ferrer y Garcés. Higiene privada. Medicina legal y nociones de Toxicología.

Nociones de Higiene pública.

D. D. Juan Bautista Foix ... Elementos de Terapéutica general, Farmacología y Arte de recetar: Filosofía de la Terapéutica y de la Farmacología.

D. D. Joaquín Cil … Patología quirúrgica.

D. D. Antonio Mendoza … Anatomía quirúrgica, operaciones, apósitos y vendajes: Clínica de operaciones.

D. D. Venceslao Picas … Clínica quirúrgica.

D. D. Francisco Juanich … Patología médica.

D. D. José de Storch … Clínica médica; preliminares clínicos: exposiciones prácticas de los principios de la ciencia; moral médica.

D. D. Antonio Mayner … Patología especial del sexo femenino y de la niñez. Obstetricia; clínica de esta asignatura.

 

Empleados facultativos con el carácter de sustitutos permanentes.

Lic. D. Narciso Carbó. Ayudantes.

D. N. N ….... Ayudantes.

D. D. José Roca. Profesores clínicos.

Lic. D. José Armenter. Profesores clínicos.

Lic. D. José Vidal. Conservador - preparador de piezas anatómicas.

Lic. D. José de Letamendi. Primer Ayudante del Director de trabajos anatómicos.


Empleados en la Escuela sin el carácter expresado.


Lic. D. Francisco Pérez. Ayudante del preparador de piezas anatómicas.

D. N. N. Ayudantes de anatomía.

D. Eusebio Nunell. Ayudantes de anatomía.


Alumnos internos pensionados en las Clínicas.


D. Isidro Sastre.

D. José Oriol Navarra.

D. Félix María de Echauz.

D. Juan Rocamora.

D. Francisco Vidal.

D. José de Moya.

D. Damián Mayol.

D. Francisco Cruzet.

D. Manuel París.

D.


Sustitutos.


Lic. D. Juan Rull.

D. D. Antonio Oliver y Pi. 

Lic. D. Juan Marsillach.

Lic. D. Joaquín Llorens y Cánua.

D. D. Justo Espinosa. 

Lic. D. Ramón Torent.

Lic. D. Emilio Pi y Molist.

Lic. D. Nicolás Homs.



FACULTAD DE FARMACIA.

DECANO.

D. D. Agustín Yáñez.

Catedráticos.

D. D. Juan José Anzizu … Aplicación de la Mineralogía y de la Zoología a la Farmacia, con su materia farmacéutica correspondiente.

D. D. Agustín Yáñez y Girona. Aplicación de la Botánica a la Farmacia con su materia farmacéutica correspondiente.

D. D. José Alerany … Farmacia químico inorgánica.

D. D. Rafael Sáez Palacios … Farmacia químico - orgánica.

D. D. Vicente Munner … Práctica de las operaciones farmacéuticas: principios generales de análisis química.


Ayudantes de Farmacia.


D. D. Juan Nepomuceno Folch.

D. D. Pedro Bassagaña y Bonhome.


Sustitutos.


D. D. Joaquín Pujol y Sagristá. 

Lic. D. José Roca y Ferreras. 

Lic. D. Fructuoso Plans.


FACULTAD DE FILOSOFÍA.

DECANO.

D. D. Juan Agell.

Catedráticos.

D. D. Jacinto Díaz … Literatura latina.

D. Antonio Bergnes de las Casas. Lengua y literatura griega.

D. D. Manuel Milá … Literatura general española.

Lic. D. Francisco Javier Llorens. Filosofía y su historia.

D. D. Ramón Anglasell. Economía política: derecho político: administración y derecho administrativo.

D. D. Juan Agell. Química general en toda su extensión: Química inorgánica.

D …..... Física en toda su extensión.

D. D. Antonio Sánchez Comendador. Mineralogía y Zoología.

Lic. D. Antonio Costa. Botánica.


Ayudantes de las cátedras de Física y de Química.


D. D. Antonio Rave.

Lic. D. Salvador Matas (interino.)


Sustitutos.


D. D. Joaquín Pujol y Sagristá. 

Lic. D. Fructuoso Plans.

D. D. Federico Carreras.

D. Emeterio Suaña.

D. Francisco Fasant.

D. José María de Mayolas. 

Lic. D. José Cots y Cots.


CÁTEDRA DE NOTARÍA: 

Catedrático.

D. D. Félix María Falguera.

Sustitutos.

Lic. D. Antonio Boada y Jenet.

D. Miguel Martí y Sagristá.


INSTITUTO DE SEGUNDA ENSEÑANZA

AGREGADO A LA UNIVERSIDAD.

DIRECTOR.

D. D. José Martí y Pradell.

SECCIÓN DE ESTUDIOS ELEMENTALES DE FILOSOFÍA.

Catedráticos.

D. D. Ramón Avellana y Pujol. Elementos de Matemáticas.

Lic. D. José Luis Pons (y Gallarza, el autor del discurso). Estudios de los autores clásicos, latinos y castellanos.

D. Juan Cortada. Geografía e Historia.

D. D. José Oriol y Bernadet. Continuación de los elementos de Matemáticas.

D. D. Antonio Rave, ayudante sustituto de las cátedras de Física y de Química. Elementos de Física general y experimental y de Química general.

Lic. D. Pedro Codina. Elementos de Psicología y Lógica.

D. D. Salvador Mestres. Elementos de Ética.

D...... Elementos de Historia natural.

Bedeles de las Facultades de Jurisprudencia y Filosofía.

D. José Arabí, bedel primero.

D. Esteban Viñolas, bedel segundo .

D. José Ayuso, bedel tercero.


Bedeles de la Facultad de Medicina.


D. Jaime Vidal, bedel primero.

D. Juan París, bedel segundo.

D. José María Crehuet y del Río, bedel tercero.


Bedeles de la Facultad de Farmacia. 


D. Carlos Callejas, bedel primero.

D. Francisco Solans, bedel segundo.


Alumnos que han obtenido premios extraordinarios y ordinarios correspondientes al curso de 1855 a 1856.


PREMIOS EXTRAORDINARIOS.

Jurisprudencia.

D. José Narciso Flaquer y Fraisse. (Licenciado).

D. Pedro Borinaga y Díez. (Bachiller).

Medicina.

D. José Ametller y Viñas. (Licenciado).

D. José Cosialls y Romeo. (Bachiller).

Farmacia.

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D. Jaime Forn y Segura. (Bachiller).


PREMIOS ORDINARIOS.

Jurisprudencia.

D. Felío Sayol y Margenat.

D. José María Maranges y Diago.

D. Pedro Birosta y Esquerrá.

Medicina.

D. José Ametller y Viñas.

D. Eusebio Nunell y Terrada. 

D. Juan Antonio Buixó y Font.

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D. Baudilio Net y Figueras.

D. Joaquín Oms y Mirambell.

D. Francisco de Paula Campá y Porta.

Farmacia.

D. Joaquín Salvador y Benedicto.

D. Jaime Forn y Segura.

D. José María Martí y Terrada.

D. Mariano Agelet y Casanovas.

Elementos de Filosofía.

D. Simón de Rojas Bruguera.

D. Juan Adzerol y Estrader.

D. Antonio Ginebreda y Boguñá.

Latinidad y Humanidades.

D. Jaime Pila y Rodó.

D. Aquilino Arabio Torre.

D. Román Gros y Rigalt.

Notaría.

D. Domingo Agulló y Soler.