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miércoles, 21 de julio de 2021

XXVIII, diada VI festa centenaria mort Jaume d´Aragó

XXVIII

LO
TROVADOR MALLORQUÍ



EN
LA DIADA DE LA VI FESTA CENTENARIA



CONMEMORATIVA
DE LA MORT



DE
LO ALT EN JAUME D´ARAGÓ.

Poesía
que en lo certámen de Valencia de 28 de Juliol de 1876, obtingué lo
premi de una medalla de bronzo,
oferta per “La Société pourl´étude des langues romanes.”



¡Salut!



Trovadors,
bons trovadors,
Que l´arpa haveu puntejat
En tan solemne
dïada,
En festa tan solemnial;

Vosaltres que´l cor
sentiu
Enardirse y esclatar
D´amor á la santa patria
Que
la velluria ´ns lexá;



XXVIII
EL
TROVADOR MALLORQUIN
EN LA FIESTA DEL VI CENTENARIO



DE
LA MUERTE DEL REY
DON JAIME DE ARAGON
.



¡Salud!



Trovadores,
galanos trovadores, que habéis preparado las históricas arpas, en
este solemne día, en esta solemnísima conmemoracion;

Vosotros,
cuyos pechos enardece el santo amor á la patria que nos legaron
nuestros abuelos;







Trovadors,
bons trovadors,
Los de vida sens pecat,
Los de la elevada
pensa,
Los de l´harmònich parlar;



¡Salut!
Jo us contempl´ avuy,
En exa hermosa ciutat
Que les onetes del
Turia
Solen quietes besar.



No´m
so mogut de ma terra
Perque no ho vol lo meu fat,
(Ma vida aquí
troba vida
Per vides arreplegar;)



No´m
so allunyat de les roques
Hont s´esbrava ´l temporal,
No he
perdut de vista l´Ángel



Qui´ns
defensa la Ciutat;




Per anármen á
ascoltarvos,
Rossinyols enamorats,
Per ab vosaltres unirme
Y
de l´antigor parlar.



¡Ay!
sentir no puch lo alè
De inspiració celestial,
Que se desprèn
de vosaltres
Y ´ns trasporta á lo Passat.





Trovadores,
galanos trovadores, los de historia sin mancilla, los de levantados
pensamientos, los de armonioso lenguaje;

¡Salud! Os contemplo
hoy reunidos en esa hermosa ciudad, besada por las apacibles olas del
Turia.



No
me he movido de mi tierra, porque no lo quieren los hados; acá mi
vida halla vida, para juntar muchas vidas en una.



No
me he alejado de las rocas, donde se estrellan los temporales; ni he
perdido de vista el Ángel de bronce, que desde las torres del árabe
castillo, defiende la ciudad de Palma.



No
me he movido de casa, para ir á escucharos, ruiseñores del amor;
para unirme con vosotros, y hablar de los tiempos antiguos.



¡Ay!
No puedo mecerme en el aura de celestial inspiración, que de
vosotros se desprende, y nos transporta á lo Pasado.







Pero
l´ánima valenta,
Sens que l´aturi ´l rocam,
Passa ab ses
ales divines
De una volada la mar;

Y descobreix l´horta
bella,
Y arriba al històrich Grau,
Y respira dolços ayres
De
jardins embalsamats;



Y
entra á la Ciutat garrida,
Que vos dona rich hostal;
Y se
mescla entre vosaltres,
Y eus escomet, Valencians.



¡Qué
gaya es la vostra terra,
Qué superbos los casals,
Qué
flayroses les arbredes,
Y qué delitós lo cant!



¡Oh!
sento unes harmoníes
Voladores com les aus,
Ascolt sonores
esparses,
Suspirs d´amor ideal.



Trovadors,
los d´exa terra,
Los del enginy sobirá,
¡Quína música tan
dolça!
¡Quína llengua avuy parlau!




Pero
mi alma, valerosa, sin que valgan á detenerla peñascos y
promontorios, pasa de un solo vuelo, en alas de su entusiasmo divino,
el brazo de mar;

Y descubre la bella huerta, y llega al viejo
puerto del Grao, y respira el dulce ambiente de embalsamados
jardines;



Y
entra en la graciosa ciudad, que hoy os da fastuosos albergue; y se
reune con vosotros; y os saluda, hijos de Valencia.



¡Qué
alegre es vuestro país! ¡Qué soberbios palacios! ¡Qué aromosas
arboledas!
¡Qué deliciosos cantares!

Oigo
armonías voladoras como los pájaros; escucho estrofas llenas de
sonoridad, suspiros de ideal amor.



Trovadores
de esa tierra, los del soberano ingenio, ¡qué música tan dulce!
¡qué lengua tan melodiosa estáis hablando!





Nosaltres
no l´hem perduda,
No l´hem oblidada may;
Exa llengua qu´ara
sento
Nostra mare ´ns la ensenyá.



Dins
les pletes mallorquines,
Per les montanyes y plans,
Desde la
platja á la serra,
Desde ´ls horts als comallars;

Per
tot, per tot encarara
Ressona y vol ressonar;
Per tot, per
tot encarara
S´ouen sos accents corals.



La
pageseta refila
Ses cançons per l´alzinar,
Lo mariner á la
lluna
Ses codolades retrau.



Per
la terra de Mallorca,
Sense por y sense esglay,
Viu sanitosa y
xalesta
La llengua que festejau.



Trovadors,
bons trovadors,
Axí Deu sempre eus ampar,
Com es ver que
l´alegría
Dintre del cor no m´hi cap.



Nosotros
no la hemos abandonado; no la hemos olvidado nunca. Esa lengua, cuyos
acentos resuenan ahora tan dulces, nos la enseñaron nuestras madres.







A
lo largo de las dehesas mallorquinas; en las montañas ó en las
llanuras; desde las playas á las sierras, desde los huertos á las
hondonadas de los barrancos;

Por do quiera se la oye; por do
quiera los ecos reproducen sus afectuosas palabras.



La
montañesa modula en el encinar sus populares canciones; el marinero,
al rayo de la luna, repite sus codoladas.



En
tierra de Mallorca, sin padecer temores ni desmayos, goza de perfecta
salud y vive alegre la lengua que hoy festejáis.

Trovadores,
galanos trovadores, así Dios os dé siempre su gracia, com es verdad
que la satisfaccion rebosa de mi pecho.





El
goig lo meu cor umplena
Perque ´us veig arrenglerats;
¡Ditxa
de la patria mía!
¡Tant de bo qu´ella durás!



¡Tant
de bo!... Vostres paraules
Recordan los temps passats,
De la
raça llemosina
La gloria y los fets més alts.



Un
nom repeteix lo llabi,
Un nom recorre l´espay,
Un nom avuy
ressucita:
Rey En Jaume, Deu vos guart.



Rey
En Jaume, de la tomba
Be vos podeu axecar,
Veníu veníu de la
gloria,
Hon eternalment estau.



Del
aplech de los poetes
Ascoltarèu lo cantar,
Sentirèu les gayes
troves
Ó los himnes trïunfals.



Mes
¡ay! ¿quína veu planyívola
Ix del cors apesarats,
Y
uníssona ´s dexa entendre
Com un cántich funeral?




El
regocijo hinche mi corazon, porque os veo á todos reunidos. ¡Oh
dicha de mi patria! ¡Ojalá no se acabase nunca!



¡Ojalá!...
Vuestras palabras hacen revivir los tiempos pasados, la gloria y los
exclarecidos hechos de la raza lemosina.



Un
nombre vuela de boca en boca, un nombre recorre el inmenso espacio,
un nombre resucita: rey Don Jaime de Aragon, Dios te guarde.



Rey
Don Jaime de Aragon, bien puedes levantarte del sepulcro; vén, vén
de la Gloria, en donde estás por toda la Eternidad.



Escucharás
los cambios de los poetas, las gayas trovas, los himnos triunfales.



Mas
¿qué lamento es ése, que se escapa de los apesadumbrados pechos, y
se me figura cántico funeral?





¡Ay!
¡ay! passaren centuries,
Sis n´havem passades ja;



Y
en tal día com est día
Valencia esclatava en planys.



Y
plorava Catalunya,
Y l´Aragó, y Alacant,
Y Montpeller de
Provença,
Y´l generós balear.



Tocavan
de mort campanes,
Frares corrían migrats,
Richs-hòmens y
duchs y comtes
Revoltavan el Palau;

En braços de l´alt En
Pere
Espirava lo rey gran,
Lo rey més gran y més sabi
Que
vejeren les etats.



Ell
lo renom merexía
De Conqueridor com cal;
Ell vos doná
l´existencia
La terra, la llum, la pau.



Ell
arrancá ab sa potença
De les arpes del alarb
Exa terra, mare
vostra,
Y ´ns creá la llibertat.




¡Ay!
Pasaron los siglos; seis han pasado ya: y, en tal día como hoy,
prorrumpía en sollozos todo el reino de Valencia.



Y
lloraba Cataluña, y Aragon, y Alicante, y Mompeller de Provenza, y
el generoso Balear.



Las
campanas tocaban á muerto, corrían despavoridos los religiosos,
richos-hombres y duques y condes rodeaban el Alcázar.



En
brazos de Su Alteza, el príncipe D. Pedro, espiraba el gran rey, el
rey más grande y más sabio que vieran las edades.



Él
mereció el renombre de bravo Conquistador; él os dió la
existencia, el país, la luz, la paz.



Él
con su poder arrancó de las garras del alarbe esta tierra, madre
vuestra; y os creó la libertad.





Quant
s´espasa llampegava,
Y eguinava son cavall,
Res del mon podía
abátrel,
Res podía ´l capturar.



En
lo Puig, á Borrïana,
De Tortosa per avall,
Sa má ferma y no
retuda
Los sarrahins martellá.



Y
en los murs, y en les mesquides
Que clamavan á Ceyán,
D´Aragó
y de Catalunya
Les banderes feu alçar.



Y
en les hortes valencianes
Y en les torres més capdals,
Abatent
la mitja lluna,
Les santes Creus hi plantá.



Trovadors,
bons trovadors,
Qui us planyeu de son trespás,
També mon cor
l´ha de plányer,
També me cal suspirar.



De
Mallorca, de Mallorca
Som avuy la veu lleal;
Y de ma patria
Mallorca
No puch dir lo dol amarch.



Cuando
su acero relampagueaba, y relinchaba su bridon, nada era capaz de
abatirle, nadie era capaz de detenerle.



En
el Puig, en Burriana, en el llano de Tortosa, su siempre firme y no
vencida mano, fué martillo de los sarracenos.



Y
en lo alto de los muros, y en las mezquitas, que obedecían á Aben
Zeyán, enarboló las banderas de Aragon y Cataluña.



Y
en las vegas valencianas, y en las más altivas torres, plantó la
Santa Cruz, sobre las ruinas de la Media Luna.



Trovadores,
sencillos trovadores, que os lamentáis de su muerte; también mi
corazon la lamenta, tambien debo suspirar.



Soy
voz de Mallorca; y no me es posible en este día ocultar el amargo
duelo de mi patria.





La
Illa verge que ´l sol daura
Y besan los vents de mar,
Avuy sa
llum y sa ditxa
Muda en un tristíssim plant.



Recorda
que son gran pare
Tal día com ´vuy finá,
Son pare, ´l qui
vida y honra
Y gloria li va tornar.



Recorda
que en los navilis
Ixqué dels ports catalans;
Les platjes de
Santa Ponça
Los vejeren arribar.



Y
´ls barons de sa companya,
Y tota la host reyal,
Envestiren de
los moros
Les armades de lleoparts.



Cavallers
ardits y prous
Queyan á mils en lo camp;
Pero en mig d´ells
lo gran Príncep
Avançava guerrejant.



Y
la ciutat fou vençuda,
Y los catius deslliurats,
Y en les tors
de l´Almudayna
Vetlava l´almogavar.




La
Isla vírgen, dorada por el Sol, besada por los vientos del mar, hoy
convierte su luz y su dicha en tristísimo llanto.



Recuerda
que su gran padre murió en tal día como hoy, su padre, el que le
devolviera la vida, la honra y la gloria.



Recuerda
que en la real armada salió de los puertos catalanes. Las
mallorquinas playas de Santa Ponza le vieron echar pié á tierra.



Y
los barones de su mesnada, y toda la hueste real envistieron contra
las filas de leopardos musulmanes.



Buenos
y bravos caballeros caían a miles en el campo de batalla. En medio
de ellos avanzaba el gran príncipe, blandiendo su montante.



Y
fué vencida la ciudad; y liberados los cautivos; y se apostaron
centinelas almogávares, sobre las torres de la Almudaina.





Y
després Mallorca bella,
Sultana del fer alarb,
Va ser la verge
cristiana
Ungida ab oli sagrat.



¡Ay!
¡que sía la gloria eterna
Al bon rey qui´ns batejá!
¡Deu
li haja donat lo premi
Que guanyaren sos traballs!



¡De
la gloria en les altures
Deu l´haja clarificat!
¡Oh! ¡sí,
sí! ¡Lo guasardó
Tinga dels héroes cristians!



Jo´l
veig assegut en trono
De llum y de majestat,
Resplendent y
enlluernador,



Com
l´Essencia divinal.



Vèrgens
y angelets ayrosos
Fills dels regnes qu´ell salvá,
Cantan ses
glorioses gestes
Duguent palmes celestials.



Lo
acompanyan los guerrers
Qui devora ell van finar,
En les
ardentes batalles
Contra la lley del Islam.




Y
luégo la bella Mallorca, sultana del fiero muslim, vino á ser la
cristiana vírgen, ungida con los sagrados óleos.



¡Gloria
eterna al buen rey, que nos dió el Bautismo! ¡Dios le haya
concedido el premio que ganaron sus virtudes!



¡Dios
le haya inundado de luz en las alturas de la Gloria! ¡Sí, sí!
¡Posea el galardon de los héroes cristianos!



Véole
sentado en trono de luz y majestad, resplandeciente, deslumbrador,
como la divina Esencia.



Graciosas
vírgenes y pequeñuelos ángeles, hijos de los reinos que él salvó,
cantan sus gloriosos hechos, llevando en las manos triunfadoras
palmas.



Rodéanle
los guerreros que murieron á su lado, en las ardientes batallas
contra el Islam.



Y
li sonriuen gojosos
Los reys cavallers y sants;
De França lo
noble Lluis,



De
Castella ´l pros Ferrant...



Trovadors,
bons trovadors,
¿No´l veys al gran capitá?
Al qui ab son
sceptre regía
De Nimes al Cap de Pals?

Ab sa espasa
triunfadora
La patria nos va formar,
Ab ses lleys se
sabïesa
Nos proclamava germans.



Cantem,
cantem de sa gloria
Los recorts benavirats,
Esperances de la
patria
Son los recorts qu´exalçam.

Cantem en la nostra
llengua
Un afectuosíssim lay,
La llengua en la que dictava
Lo
rey sa Historia inmortal.



Del
Conqueridor les gestes
Inflamen l´estol de vats,
Y dexe la
festa d´ara
Recordança perpetual.




Y
le dirigen inefable sonrisa los reyes caballeros y santos; el noble
Luis de Francia, el buen Fernando de Castilla.

Trovadores,
galanos trovadores, ¿no le veis al gran capitan? ¿Al que con su
cetro regía nuestra tierra desde Nímes al cabo de Palos?



Con
su vencedora espada formó nuestra patria; con sus sabias leyes
proclamaba nuestra fraternidad.



Cantemos,
cantemos los bienhadados recuerdos de su gloria. Los recuerdos de hoy
esperanzas son de la patria.



Cantemos
en nuestra lengua lemosina afectuosísimo lay; en la lengua en
que el rey escribió su inmortal Historia.



Las
hazañas del Conquistador inflamen esa muchedumbre de poetas; y deje
la presente solemnidad, imperecedera memoria en los anales.





Y
´ls temps esdevenidors
Prengan exemple sagrat;
Y la patria
reverdesca
Quant senta lo noble cant.



Lo
Trovador mallorquí
Vos diu coratjós y pla:
Germans de fe y de
victoria,
¡Benvinguts! ¡Cantáu, cantáu!



Juliol
de 1876.




Y
los tiempos de lo porvenir tomen religioso ejemplo; y la patria
reflorezca, al escuchar tan nobles cantos.



El
Trovador mallorquin os dice con entusiasmo sincero: ¡Hermanos en la
fe y en la victoria, bien venidos seáis! ¡Cantad, cantad!



(V.
nota 20.)

domingo, 17 de octubre de 2021

FERNÁN CABALLERO.

FERNÁN
CABALLERO.

Fernán Caballero, Cecilia Böhl de Faber



Formular
un juicio acabado de Fernán Caballero, y aquilatar definitivamente
sus altas dotes literarias, no es cosa de fácil logro para quien,
como nosotros, sólo puede contar con un criterio inseguro.
Venturosamente, escritores nacionales de incontestable respetabilidad
y bien asentada nombradía, unas veces con los encarecimientos del
entusiasmo, otras con el sesudo lenguaje de una crítica razonada,
han venido a confirmar la estimación y aplauso que el público ha
dispensado siempre a las producciones del esclarecido novelista. Y,
para que la celebridad de nuestro Fernán (Fernan en el original)
reuniese todas las condiciones de legitimidad apetecibles, ese nombre
modestamente sencillo, por un privilegio otorgado a muy pocas
lumbreras de la literatura española contemporánea, ha traspuesto la
valla de los Pirineos, y la Europa inteligente le rinde ya el
homenaje de su admiración y simpatía. Las obras de Fernán se
hallan traducidas en francés, en alemán y en bohemio, y
periódicos extranjeros tan importantes como el diario inglés
Chamber‘s llenan sus columnas con lisonjeras apreciaciones del
hechicero narrador. El tan elegante como profundo Carlos de Mazade, a
quien las letras patrias del siglo presente son deudoras de
investigaciones llenas de atinada sagacidad; Antonio de Latour,
erudito apasionado e incansable, literato ameno y variado como un
artista, minucioso y paciente como un anticuario; y, por fin, el
barón Fernando Wolf, sabio portentoso y benemérito patriarca de la
crítica europea; jueces de tan notoria competencia, en fin, han
hecho al autor de La Gaviota toda la justicia que debía esperarse de
la alteza de su criterio y de la sinceridad de sus intenciones. (Ver la chaika de Chéjov)


No
se ocultará, pues, al buen juicio del Sr. D. Luis María Samper que,
para justipreciar el complicado mérito de un escritor que, como

Fernán Caballero, ha recibido la doble sanción del encomio popular
y de la autoridad científica más encumbrada, no conviene proceder
de ligero ni cavalièrement, como dicen nuestros vecinos de
allende. En nuestro humilde sentir, de este defecto adolecen los
párrafos críticos que ha dedicado el Sr. Samper al más eminente
novelador de España. De otro modo, ¿cómo se concibe que una
persona dotada del recto sentido literario que suponemos a dicho
señor, haya calificado a Fernán Caballero de romancista mediocre,
arrancándole la palma gloriosa de la novela nacional contemporánea
de costumbres que propios y extraños le conceden?


Son
tan vagas las razones en que funda el Sr. Samper su peregrina
aserción, que no es socorrida tarea el refutarlas de una manera
cabal y satisfactoria. Lo más natural, pues, en este caso es indicar
las dotes de novelista superior que reúne Fernán Caballero.


Una
de las cualidades que más resplandecen en sus novelas, es sin duda
aquella condición esencialísima de toda producción del arte, y
especialmente del género escogido por Fernán para dar a luz los
tesoros de su alma, a saber: verdad.
En tanto la tienen los
caracteres que ha pintado, en cuanto son, casi todos, retratos de
personajes reales y verdaderos, embellecidos con aquella aureola
ideal, animados por aquel soplo creador, que es uno de los atributos
más indelebles del genio. Fernán, lo mismo que Cervantes,
Goldsmith, Dickens, y Balzac cuando no metafisiquea, no ha necesitado
para dar vida inmortal a los caracteres que ha delineado tan
primorosamente, hacer esfuerzos colosales de imaginación ni
extraordinarios tours de force; con aquel tacto exquisito que escoge
los tipos sociales que merecen los honores del pincel, ha condensado
y puesto de relieve los rasgos de las fisonomías morales que
intentaba reproducir, con sobriedad de colorido, con fuerza, con
briosa y gráfica energía. Y ¿qué diremos de la verdad maravillosa
que brilla en las situaciones, ya sublimes, ya tiernas, ora
sencillas, ora complicadas, y siempre lógicas y naturales, a que da
lugar el juego variado de los caracteres pintados por Fernán?


Fácil
y grato nos sería aglomerar ejemplos que patentizasen hasta qué
punto posee el autor de La Gaviota y de Clemencia tan preciosas
cualidades; pero nos lo impiden los angostos límites que hemos
fijado a esta rectificación. Por otra parte, ya que el Sr. Samper el
único ejemplo que ha citado en apoyo de su intento, ha sido La
Gaviota, cuyo desenlace tacha de completamente ilógico, nos
ceñiremos a esta originalísima novela, como prueba relevante de la
verdad y lógica con que sabe trazar sus caracteres nuestro gran
pintor de costumbres.


Marisalada
es una organización eminentemente vulgar; dando a la palabra
vulgaridad la acepción que le dan las naturalezas exquisitas y
delicadas, esto es, una ruindad en el pensar y sentir, espontánea,
vigorosa, incurable. Esencialmente refractaria a todo lo noble,
poético y elevado, lejos de adquirir con sus hábitos de vida
agreste y montaraz un sello de salvaje grandeza, lo único que
adquiere es un carácter duro, voluntarioso y díscolo. Ama su casa
como el pájaro su nido, porque le sirve de albergue, no por ser la
morada de su padre, que la adora. Cuando el buen Stein, corazón de
oro de ley, alma tierna, melancólica y suave como una melodía de
Schubert, tomando la vulgaridad crónica de Marisalada por ingenua
sencillez, se esfuerza en pintarle las puras fruiciones de un amor
poéticamente honrado, las bruscas contestaciones de ella hacen el
efecto de una salida de tono, de una rechinante inarmonía. Los
dulces sonidos de la flauta con que Stein entretiene sus ocios, nunca
hacen venir lágrimas a los ojos de La Gaviota, ni llenan su alma de
sublime tristeza; tan sólo la sorprenden y hechizan, como a las
serpientes de la Luisiana, causándole un placer confuso y maquinal.
Luego que su portentosa voz y su gran talento musical llegan a
trasformarla en una prima donna, los aplausos frenéticos del público
entusiasmado y el fetichismo de sus adoradores no alcanzan a darle
orgullo artístico; únicamente le dan un poco de plebeya vanidad.
Tan indiferente al amor de cabeza del duque como al amor de corazón
del desventurado Stein, sólo puede ser sensible al amor material de
un torero. Como todas las mujeres de su estofa, ninguna belleza moral
hace mella en el grosero corazón de Marisalada, que no sabe rendirse
sin degradarse. Necesita una voluntad de bronce que la tiranice
brutalmente, y una hermosura corpórea en todo el lujo de su
vitalidad y energía. Estas circunstancias concurren en Pepe Vera.

Es lo que se llama en España un real mozo: robusto, bien plantado, hermoso y valiente, trata a sus queridas con el cariño,
tan parecido al desprecio, de un sultán de calañés. He aquí el
bello ideal de Marisalada. Por un castigo eminentemente justo, pues
sigue de cerca a su alevosía conyugal, La Gaviota pierde el órgano maravilloso de su voz, y el enjambre de sus cortesanos y admiradores
la abandona, como huyen los pájaros del árbol seco y caído. ¿Qué
debiera haber hecho entonces la hija de Santaló en la opinión del
Sr. Samper? ¿Clavarse un puñal en el pecho como una mujer
apasionada, ella que tiene impresiones y no sentimientos?
Prescindiendo de lo inmoral y manoseado de semejante recurso, el
suicidio poquísimas veces da la explicación lógica de un carácter;
no desata el nudo, lo rompe. ¿Debía entrar en una casa de
corrección como una Dama de las Camelias sin camelias, que, cansada
de dar la carne al diablo, da los huesos a Dios? Pero Marisalada,
aunque pecadora, estaba muy lejos de merecer un encierro que sólo
conviene a las mujeres de mundo arrepentidas. ¿Debía buscar la paz
de su corazón en las dulzuras del misticismo y en las prácticas de
una devoción triste pero consoladora, como la pobre Dolores?
Considérese cuán antinatural hubiera sido que una alma hosca y
fiera, que un corazón frío y seco, hubieran entrado suavemente en
una vía de penitencia, de lágrimas, de oración, de espiritualismo.
Marisalada podía como todo el mundo llegar a ser una buena
cristiana, pero una devota, simpática y dulce, no grosera, no
supersticiosa, nunca podía serlo sin echar a perder completamente
todas las condiciones de su carácter especial. Pero Fernán
Caballero con ese instinto admirable que le caracteriza, ha casado a
su heroína con el barbero de Villamar, Ramón Pérez. De esta manera
la hija de Santaló consigue lo único en que piensa una mujer de su
calaña, cuando se halla en su caso: buscar quien la mantenga; pero
al propio tiempo tiene a su lado un castigo sempiterno y providencial
en Ramón Pérez, que la hiere sin cesar en sus recuerdos de lujo, en
su vanidad, en su hermosura marchita y hasta en la susceptibilidad de
sus instintos musicales, que han sobrevivido, como un sarcasmo, a la
pérdida irreparable de su voz prodigiosa.


No
nos detendremos en reseñar menudamente las demás dotes de novelista
superior que concurren en Fernán Caballero.


Recuerde
el Sr. Samper aquellas descripciones inimitables en las cuales la
naturaleza habla y siente; aquellos diálogos ya profundos, ya
airosos, llenos de chispa, de vivacidad de colorido; aquel estilo
siempre original, siempre ingenioso; llano sin prosaísmo, elevado y
elocuente sin pompa hueca, sin declamatoria exageración. Si tal vez
la escasez de intriga ha hecho al Sr. Samper negar el mérito
sobresaliente de Fernán como novelista, este crítico sabe mejor que
nosotros que El Quijote, no pocas novelas de Fielding y Richardson,
muchas de Walter Scott, I Promesi Sposi de Manzoni, casi todas
las de Bulwer, Dickens y Jules Sandeau, y por lo general todas las
que son estudios fisiológicos o históricos, carecen de acción, o,
si la tienen, es sencilla, tenue, casi nula; y nadie niega a estos
ilustres escritores el primer lugar en el género novelesco.


En
cuanto a la intención general de las obras de Fernán Caballero,
está muy lejos de ser hija de ningún espíritu de secta
político-literaria como asegura el señor
D. Luis María. La
intención bien clara de estas inmarcesibles producciones ha sido el
reproducir exactamente y con escrupulosa fidelidad la verdadera
fisonomía del pueblo español, antes de que el prurito nivelador del
siglo la haga desaparecer por completo; así como un retratista se
apresura a trasladar al lienzo las queridas facciones de un amigo,
antes que la muerte las borre para siempre.


Creeríamos
lastimar la dignidad de Fernán Caballero vindicándole de la manía neo-católica que le echa en cara el señor Samper. El
catolicismo de Fernán, como inspirado directamente por el Evangelio
y la Iglesia, no es nuevo (neo) ni viejo; es eterno, como hijo de
aquél que dijo: Ego sum veritas. (yo soy la verdad)


Concluiremos
refutando dos aserciones del Sr. Samper, igualmente injustas, aunque
de menos importancia.
Las digresiones doctrinales de Fernán
Caballero en sus novelas no pueden tildarse justamente de sermones,
como se le antoja decirlo al Sr. Samper. Esta palabra aplicada en
sentido indirecto, como lo hace dicho señor, no puede indicar más
que inoportunidad o pesadez. Las digresiones doctrinales de nuestro
autor no son inoportunas, porque unas veces sirven de clave para
explicar ciertos caracteres, como en los preciosísimos consejos que
da el Abad a Clemencia (en la novela de este nombre), granos de
divina semilla que, fructificando en el corazón de esta joven
encantadora, llegan a hacerla un modelo acabado de alta discreción,
poética sabiduría y nunca desmentida delicadeza de sentimientos;
otras son desahogos naturalísimos y lógicos del autor, autorizados
por todos los novelistas conocidos, y especialmente por el gran padre
de la novela moderna, Cervantes.
No son pesados, ni por su
extensión, pues casi todos son excesivamente cortos, ni por su
vulgaridad, puesto que son de una originalidad marcadísima, y en
ellos habla más un sentimiento ilustrado y puro que una fría, tiesa
y encopetada razón.


Respecto
al exagerado antiextranjerismo de que el Sr. Samper acusa de paso a
Fernán Caballero, a propósito de La Gaviota (en donde precisamente
el autor personifica, ridiculizándolo, el españolismo exagerado en
el general Santa María), sólo advertiremos a dicho señor una cosa
muy sencilla, pero concluyente. Fernán Caballero, según tenemos
entendido, ha tenido ocasión de tratar a muchos extranjeros, y ha
viajado lo bastante para conocer las extravagancias y preocupaciones
de las demás naciones y sus buenas dotes. He aquí por qué en sus
novelas ha puesto en ridículo aquellas, respetando siempre estas
(*).
Además, si alguna vez hubiese hecho un poco fuertes las
tintas de sus figuras cómicas del extranjero, muy natural es
perdonarlo en la pluma más, verdaderamente española de la
literatura nacional.


(*)
Un crítico extranjero, más justo que el señor Samper, el
concienzudo Latour, dice, a propósito de esto: «Fernán Caballero
quiere apasionadamente a España, y la prefiere a todos los países
del mundo; pero la pinta bastante bella, para no tener necesidad de
realzarla calumniando a los demás; y, si en sus obras introduce
franceses o ingleses, sus retratos, alguna vez poco favorecidos, muy
raras veces son caricaturas.- N. del A.

jueves, 27 de mayo de 2021

IX. Á LA VILA DE VALLDEMOSSA.

IX

Á LA VILA DE VALLDEMOSSA.

Bé ´m plau entre vosaltres
asséurem
devegades, com en l´ascó dels avis.
(A. Blanch)


Era de nit; ab un carro
Envelat, y d´alegransa
Ple lo
meu cor, en la vila
De Valldemossa jo entrava.
¡Si n´hi havía
de bells horts!
Si n´hi havía de montanyes!
¡Si ´n
derramava de gloria
La lluna d´estiu més clara!
Del Coll per
lo comallar
Lo camí real avança,
Vorellat per lo torrent
Del
vehí Puig de Na Fátima.
Al voltant d´un caseríu,
A dins la
vall recolzada,
La vila, al clar de la lluna,
De rebent se nos
atança.




IX
Á LA VILLA DE VALLDEMOSA.

Pláceme sentarme alguna vez
entre vosotros,
como en el hogar de los abuelos.
(Adolfo
Blanch.)

Era de noche; en un carro con entalamadura, segun la
antigua usanza mallorquina, entraba yo en la villa de Valldemosa,
llena de júbilo el alma.
¡Cuántos amenos huertos! ¡cuántas
empinadas sierras! La luna, en uno de sus plenilunios de verano,
derramaba tranquila claridad.

Por la hondonada del Collado
avanza el camino real, orillado por el torrente del vecino Monte de
Fátima.

A la vuelta de un caserío, á la luz de la luna, se
nos presenta de golpe la villa, recostada en el fondo del valle.



Deu te guart, hermosa vila,
Per Ciutat tan nomenada;
Deu te
guart, rica perleta
Closa dins estes montanyes....
---
Se
senten veus de conversa
Que ´ns du de la nit l´oratje;
¿Quí
será? Calláu, ja s´ouen
Més propet les veus més altes.
Es
un llaurador qui torna
Ab los bous de la llaurada;
Una donzella
va ab ell,
Y ´ls dos la Corona passan.
- Llaurador, la vostra
filla
Sens dubte está molt cansada;
Veníu, posaula en lo
carro,



Y ´ls bous menáu á l´estable.
Pageseta, pageseta,
Pageseta
agraciada,
Apar qu´ets valldemossina
Ab ton capellet de
pauma.
- Sí senyor, dins Valldemossa,
Dins Valldemossa som
nada;
Nasqué mon pare y ma mare.
Y ´ls meus avis una
terra
Ací mateix ja llauravan;
Y ara venim de la rota,
Y
duch murta per la Beata.
___




¡Salud, risueño pueblo, tan famoso en Palma!
¡Salud, rica perla
engastada en estos montes!....
___

Oigo palabras que nos
trae la brisa de la noche. ¿Quién es? Silencio, ya se oye la
conversacion más cerca.

Es un labrador que regresa de la
labranza, con su par de bueyes; una jóven, hija suya, viene con él,
y los dos rezan el santo Rosario.

- Labrador, sin duda su hija
de V. está cansada; súbala V. en nuestro carro, y llévese al
establo los bueyes.

Niña, graciosa niña, ¿de dónde eres?
Parécesme de Valldemosa, con tu sombrerito de palma.

- Sí,
señor, en Valldemosa mismo nací; en Valldemosa nacieron mis
padres.
Y mis abuelos eran ya labradores de esta comarca; ahora
venimos del pegujal, y traigo flores para la Beata Catalina. -



Valldemossa, dolç alberch
De la pau y de la gracia,
Niu de
músichs rossinyols,
Paradís de nostra patria.
¡Ay la vila!,
qu´ets d´hermosa
Per la lluna il-luminada,
Qu´ab lo silenci
nocturn
Entra en tes casetes baxes.
Lo cel blavench forma
tenda
Sobre ´ls cims de tes montanyes,
Y tes montanyes
enclouen
Ton cosset de bella fada.
Per esta vall lo perfum
Se
sent d´odorífichs arbres,
Milions d´aucells volatejan
Pe´ls
torrentols de les tanques.
Ton nom moresch, tes palmeres.
Me
diuen qu´eras sultana,
Un jorn pe´ls fills de Mahoma
Ab foll
amor festejada.
Y m´ho diuen de tes costes
Les histories
llegendaries,
De moros, y de catius,
Y de vaxells de
pirates.
Mes tos campanars, tes festes,
Mostran qu´ets verge
cristiana,
De l´antiga Catalunya
Al pit matern
alletada...
¡Quína Ermita tan alegre
Qu´está demunt la
montanya!
Per un bosch de pins s´hi puja,
Y´s veu la mar á
la espatla.


Valldemosa, dulce albergue de la paz y de la gracia; nido de
melodiosos ruiseñores; paraíso de Mallorca.
¡Qué hermosa eres
cuando los rayos de la luna, prevalidos de nocturno silencio, entran
en tus bajas casitas!

El cielo azul forma pabellon que se
apoya en las cimas de tus montes; y tus montes rodean encerrándolo
tu cuerpecito de hada:

En este valle se siente el aroma de
olorosos árboles; millares de avecillas revolotean por los
arroyuelos de los cortijos.

Tu nombre árabe, tus palmeras, me
dicen que eras sultana, un tiempo agasajada con loco amor por los
hijos del Profeta.

Y me lo dicen las tradicionales narraciones
de tus costas, tus cuentos de moros y cautivos y bajeles de
piratas.

Pero tus dos campanarios, tus fiestas populares,
muestran bien claro que eres vírgen cristiana, criada á los
pechos de la antigua Cataluña...

¡Qué Ermita tan alegre hay
sobre el cerro! Súbese á ella al traves de los pinares, dejando el
mar á la espalda.



La pau de la penitencia
Los ermitanets alcançan,
S´hi respira
un ayre pur,
S´ou la veu de la campana...
Al cap d´amunt de
la vila
Un vell edifici s´alça;
Joya del art mallorquí,
La
Cartuxa malhaurada.
Joya del art, font de Ciencia,
de Religió
ver miracle,
Estrella de tota l´Illa
De Valldemossa la
mare.
La Cartuxa, ¡ay Deu del cel!,
Hont un día
ressonavan
Del fills de Bruno los cántichs,
Dels penitents les
vergades.
¿Y ara? Sols es la memoria
De la bella etat
passada;
Un vaxell arreconat,
Un cor desfet, un cadavre.
Jo
´asseguí devora ella,
Jo m´asseguí sota ´ls arbres
Qui ab
anyorança la besan
Com òrfens lo cos del pare.
Tot *concivós
y ab desfici
Ja m´hi asseguí á la vesprada;
Y entre ´ls
batecs de mon cor,
Y entre les remors llunyanes.
Muntavan de
les vereres
Recorts de l´etat mitjana,
Rimats ab notes
perdudes
De cançons y de rondalles.

La paz de la
penitencia gozan los ermitaños; se respira puro ambiente; se oye el
són de la campana...

En la parte más alta del pueblo, se
levanta un viejo edificio: es una joya del arte mallorquín, es la
desgraciada Cartuja.

Joya del arte, fuente de la ciencia,
verdadero milagro de la Religion, estrella de la isla, madre de
Valldemosa.

¡La Cartuja! ¡Oh Dios del cielo! En ella
resonaban un día los cantos de los hijos de Bruno, los azotes de los
penitentes.

Ahora sólo es memoria de los antiguos poéticos
tiempos, un bajel abandonado, un corazon deshecho, un
cadáver.

Sentéme cabe ella; sentéme debajo de los árboles,
que la besan gimiendo, como los huérfanos el cuerpo del autor de sus
días.

Pensativo, displicente, me senté allí, á las
primeras horas de la noche: latía fuertemente mi corazon,
percibíanse lejanos murmullos.

Y subían hasta mí de las
pendientes del valle, los recuerdos de la Edad media, rimados con
notas perdidas de leyendas y canciones.



La cadira del rey Sanç,
Lo palau del segon Jaume,
La casa de
Miramar
Qui fou de Lull noble casa.
Dels sabis de la
Cartuxa
Veya venerables cares,
Y entre ells del pros
Jovellanos
La figura´s presentava.
Y veya entre totes
elles
Pura, suau, plena de gracia,
Aquell ángel de
Mallorca,
Sor Catarina Thomasa....
¡Ay! ¡tanta ditxa y
grandesa
Solament la recordança
Nos dexaren, y´s
fongueren
Com se fon bambolla d´aygua!...
___

Que Deu te
guart, vila hermosa,
Que Deu te guart, vila amada,
Pagesetes
del gay trajo,
Boschs d´encisadora flayra;
A contemplarvos la
nit
Mon cor vindrá aletejantne.
¡Adeu, montanyes del
Teix,
Adeu, fins á la tornada!

Juliol de 1868.

Recordaba las historias de la Silla del rey Don Sancho, del Palacio
de D. Jaime II, de la Casa de Miramar, famosa mansion de Ramon
Lull.

Se me aparecían los venerables rostros de los sabios de
la Cartuja; y, en medio de ellos, gustando las delicias de su franca
hospitalidad, el ilustre Jovellános.
Y veía entre todas, pura,
suave, llena de gracia, levantarse la figura del ángel de Mallorca,
de la vírgen Catalina Tomás...

¡Ay! ¡tanta dicha, tanta
grandeza sólo nos han dejado el recuerdo; se han desvanecido, como
se desvanece una burbuja de agua! …
___

Adios, hermosa
villa; adios, labradorcitas, las del gracioso traje; bosques de
embriagador aroma.

Batiendo las alas del deseo, mi corazon
vendrá á contemplaros durante la noche. Adios, montañas del Téix;
¡adios, hasta la vuelta!

lunes, 23 de agosto de 2021

ALMOYNA Y ORACIÓ. Geroni Rosselló

L'ALMOYNA Y L'ORACIÓ.


(Á n'en M. V. Amer.)


N'es una, una verge bella,

Tota perfum, blanca flòr;

N'es l'altre germana d'ella,

Tota bàlsam, tota còr.


Ne tenen d'àngel la cara;

Las ama Déu mes que tot;

Filles d'una sola mare,

Com dos llíris d'un sol brot.


De senzillés van compostes

Y vesten blancor de néu;

De un palau molt alt son hostes,

Que illumina el llum de Déu.


LA LIMOSNA Y LA ORACIÓN.

(Á D. M. V. Amer.)

Hay una virgen bella, toda perfume, flor de blancura deslumbrante; tiene una hermana, cáliz es su corazón de bálsamo esquisito.

Ambas de rostro angelical, son las muy amadas del Señor, hijas gemelas de una madre, como dos lirios de un mismo tallo.

La amable sencillez,  aquí su atavío; blancas son sus vestiduras más que la nieve, y habitan en un excelso palacio, donde la divina luz resplandece.


L'hermosura les iguala,

Sos còrs son copes de mèl;

L'una en terra 'ls ulls acala,

Y los alsa l' altre al cèl.


Totes dues reclinades,

Apenas dormen de nit,

Escoltant el món callades,

Per si n'òuen algun crit.


Y las vetla y las contempla

Una dama ab gran amor,

D'hermosura sens exempla

Rodada de resplandor.


Cuant despunta l'auba clare,

Cuant l'auba n'ha despuntat:

- Salut, mare! salut, mare!

Nostra mare Caritat!


- Filles mies! filles mies!

Per los homens tots, salut!

Empreniu las vostres vies,

qu'un nou jorn ja n'es vengut.


Al home el dolor mòu guèrra

Y me dolen los seus crits;

Per ço baixau a la tèrra

A albergar dins los esprits. -


Son iguales en belleza y sus corazones copas de miel. Una, con ojos de insondable melancolía, mira el triste suelo; la otra los alza a las celestes esferas.

En vela siempre y atentas a los eternos gemidos del mundo, escuchan silenciosas de día y de noche, por si alguno de ellos hiere sus oídos.

Contemplándolas con amor infinito las vigila una matrona de sin igual gallardía, rodeada de celestes resplandores.

Apenas el alba sonríe a los mortales, apenas ha despuntado: - Salud, madre! salud, madre! Madre nuestra Caridad!

- ¡Hijas mías! ¡hijas mías! A los hombres todos salud! Emprended vuestros caminos, que nuevo día clarea ya en el horizonte.

Contra el hombre batalla el implacable dolor; sus gritos congojosos mi corazón entristecen: descended; sean los espíritus vuestro albergue.-


Y aixamplant ses ales blanques

Los dos àngels de consòl,

Com los aucells de les branques,

Baixan en tèrra d'un vòl.


Per lo camí d'un vilatge

Van a cumplir lo vòt séu,

Parlant ab son dols llenguatge

Y sols visibles de Déu.


- Germaneta, ma germana,

Germaneta ¿ahont vols anar?

- Del monastir la campana,

Vaig la campana a tocar.


Ja se mòren les estrelles,

Despértense aucells y flòrs,

Y al Déu de les maravelles

Vull elevar tots los còrs.


Y tú, germana, en lo poble

¿Qué hi dirá ta veu suau?

- Parlará á lo còr del noble,

Cercantlo dins son palau.


A comensar vá lo dia

Per guanyar l'home el sustent,

e pobres hi ha en la agonía

Qui no tenen aliment.


Y los dos ángeles de consolación estienden sus alas de cisne, como pájaros que de un vuelo saltan a la tierra desde la alta copa del árbol.

Caminito de un lugar, van a cumplir el voto suyo, hablando su armonioso lenguaje, y únicamente visibles de Dios.

- Hermanita, hermana mía, ¿adónde quieres ir? - Del monasterio la campana, la campana voy a tañer.

Ya las estrellas se apagan, las aves y las flores ya despiertan; quiero que al Dios de las maravillas levanten el vuelo todos los corazones.

- ¿Y tú, hermana, qué dirás en el pueblo con tu voz de suavidad hechicera?- La haré resonar en el alma del magnate, sorprendiéndole en su tugurio.

El día empieza, ha llegado la hora de que los mortales ganen su cotidiano sustento, y hay muchos desvalidos que en vano hambrientos lo reclaman.


Per çò m'en vaig a l'orella,

L'orella del rich altiu,

Y es ma veu que l'aconsella

Cuant sent son còr que li diu:


¿Veus lo gòig que te rodetja,

Lo pler que sempre 't segueix,

La ditxa que te festetja,

L'òr qu'en tes mans resplandeix?


No cregues que l'Etern vulla

Que, ab tant, el còr tengues buyt,

Y qu'árbre de molta fulla,

No li dones flòr ni fruyt.


No cregues tant t'asistesca

Perque entri el vici en ton còr,

Y fart de mèl de la bresca,

Olvits l'abella y la flòr.


Pensa que lo que te sobra ,

Li falta a lo téu germá;

Que es la misèria del pobre

Lo que Déu damés te dá.


Que per cada gust que 't donas,

Plora cent llágrimes éll;

Que ab las púes tú 'l coronas

De las flòrs de ton raméll.


Por esto me inclino al oído del rico altanero; y es mi voz que le aconseja cuando le dice su corazón:

¿Ves el júbilo que te circunda, el placer que siempre te sigue, la dicha que te corteja, y el oro que en tus manos resplandece?

No te figures que permita el Altísimo, que abundoso en tantos bienes terrenales, quede pobre y desmedrado tu corazón, y que, árbol de mucha hoja, no le des flor ni fruto.

No creas que tanto te mime para que entre el vicio en tu alma, y harto de la miel del panal, de la abeja te olvides y de la flor.

Piensa que tus sobras hacen falta a tus hermanos menesterosos, y que la miseria del pobre es lo que Dios te concedió con exceso.

¡Infeliz! ¡Cuántas lágrimas vierte por cada uno de tus gustos! Con las espinas de tu pomposo ramillete martirizas su frente mustia.


Que n'es llarga s'agonia,

Com los teus plaers son bréus;

Que sa fortuna faria

Cada gust petit del téus.


Dónalos, donchs, lo que tiras

Als pobrets necesitats;

Floretes que sols no miras,

Y jòchs que tens olvidats.


No vullas que mentres goses,

Muyra de fam ton vehí;

Que 't fassa ton llit de roses

Qui no 'n té sols per dormí.


Puis lo qu'el rich sacrifica

Mogut per la caritat,

Déu l'hi torna y centuplica

Cuant entra en la eternitat.


Y aconsellant la riquesa,

Vaix inspirant sempre el bé,

Per lo bé de la pobresa

Y lo del qui 'l bé vol .


Y tú, ma dolsa germana,

¿Qué fás en est mon per l'hom?
- Prench la veu de la campana

Perque me senta tothom.


Porque larga es su agonía, como fugaces son tus placeres; y el menor de tus goces labraría su fortuna.

Haz dádiva pues a los necesitados de lo que locamente desperdicias, florecillas que apenas miras, juguetes pueriles que ya olvidados tienes.

¡Guardéte Dios de gozar, mientras tu hermano desfallece de hambre; de que mulla tu blando lecho de rosas el que no sabe en donde reclinar su soñolienta cabeza.

Pues lo que el opulento, a impulsos de su caridad, sacrifica, se lo devuelve Dios centuplicado, cuando traspasa los umbrales de la Eternidad.

Y aconsejando así a la riqueza, inspiro siempre el bien, en pro de mis muy amados pobrecillos y para bien de los que desean practicarle.

- Y tú, dulce hermana mía, ¿qué haces en este mundo para el hombre?- Tomo la santa voz de la campana, para que a todas partes llegue mi celestial reclamo:


Y anant per tot invisible,

Convertida en sò argentí,

M'en entr' en lo còr sensible,

Y llavòrs li parl'axí:


¿Veus l'univers que 't sustenta,

La vida que 't dona Déu?

¿Veus lo sòl que te calenta,

Tot cuant l'home té per séu?


No cregues que el Etern vulla,

Puis éll te tregué a la llum,

Que ton còr la fe no aculla,

Y sias flòr sens perfum.


No cregues qu'ets sa semblansa,

Perque li sias ingrat;

Ni que culles l'esperansa

Per tenir l'àrbre olvidat.


Tos ulls axeca a l'altura,

Jonolls en terra, ab fervor;

Parla ab ton Déu, criatura

Que ton Déu te sed d'amor.


Ou l'aucellét que li canta,

Ou lo suspir de los vents,

Del bòsch la música santa,

Remor de fonts y torrents.


Y en todas invisible, convertida en argentino acento, penetro en los corazones afectuosos y les hablo así:

Estiende la mirada por el maravilloso universo, considera la vida que el Señor te regala, contempla el sol que te calienta, todo cuanto el hombre juzga suyo.

No creas que permita el Eterno, que habiéndote sacado de las tinieblas del no ser, la fe no acojas en tu corazón, y que seas flor sin perfume.

No juzgues que te crease a semejanza suya para que tan inmenso beneficio le pagues con negra ingratitud, para que descuidases el árbol que por fruto te da la celeste Esperanza.

Levanta los ojos a las alturas, y humildemente postrado, platica con tu criador, criatura, que sediento está de tus adoraciones.

Oye al pajarito que le canta, oye los suspiros del viento, la música del bosque, el rumor de torrentes y fontanas.


Com ab son alé la rosa,

Agraït feslí oració,  (fesli, fésli)

Per la corona que 't posa

De rey de la crëació.


Pensa qu'es l'home, s'imatge,

De tot lo mes noble y bell,

Que té esperit y llenguatje

Per poder parlar ab ell.


Pensa que ni ha que l'ofenen,

Essent tan bò, essent tan gran;

Que no comprenen d'on venen,

Que no comprenen ahont van.


Que ni ha que sa lley flastoman,

Que ni ha que no tenen fe,

Que la supèrbia no doman,

Desconeguent sa mercé.


Qu'olvidan lo sacrifici

Que ha fet Déu per sa salut,

Y exemple donan del vici

Fent bèfa de la virtud.


Pensa que Déu tot ho olvida

Ab un sol suspir del còr,

Que sa bòndat no té mida,

Cuant sént d'un home lo plòr.


Agradecido envíale tu oración, como la rosa su perfume, por la corona de rey de la creación con que ciñe tu frente.

Piensa que el hombre, hecho a imagen suya, es de todo lo mas bello y más noble: que tiene espíritu y lenguaje para poder hablar con él.

Reflexiona que, con ser tan bueno, con ser tan grande, hay quienes le ofenden, ignorantes de su destino y sin saber de donde vienen ni a donde van.

Que no faltan blasfemos de su ley divina, desamparados de la fé sacrosanta, que no saben enfrenar su soberbia, y desconocen sus mercedes.

Que olvidan el sacrificio que ha hecho Dios para su salvación, y ejemplo dan del vicio, escarneciendo la virtud.

Piensa que Dios todo lo perdona con un solo suspiro del corazón; que su bondad es infinita, cuando el llanto de los hombres llega a sus misericordiosos oídos.


Pensa que ni ha qui se feran

En guèrra sanguenta y cruèl;

Que ni ha qui se desesperan

Desconfiant de tot lo cèl.


Que ni ha qu'ab sanch de llurs venes

Compran la vida, mesquins;

Que ni ha mesos en cadenes,

Y de estraviats p'els camins.


Pobres de esprit qui s'arrufan,

Viudes y òrfens sens consòl,

Despullats qui s'escarrufan,

Sens que tengan agombòl.


Malats qui 'n son mal gemegan,

Espaordits devant la mòrt;

Y navegants qui se negan,

Lluny de la platje ó del pòrt.


Qu'esperant dels qui no 's cansan

Prechs al cèl por lo be séu,

Hi ha difunts que no descansan

Encare en la pau de Déu.


Pensa qu'Éll en tot cuant obra,

De bondat hi possa el dó;

Qu'una pregaria li sobra

Per dar remey y perdó.


No olvides que en lucha sangrienta se maltratan muchos cuitados: no olvides que, desconfiando del cielo, hay muchos que desesperanzan.

Que hay quienes con sangre de sus venas compran ¡mezquinos! la vida; que los hay entre cadenas, que los hay descarriados;

Pobres de espíritu que se amilanan, viudas y huérfanos sin consuelo, desnudos ateridos que anhelan un abrigo bienhechor.

Enfermos acongojados que ante la muerte despavoridos tiemblan, y náufragos presa de las olas traicioneras, lejos de la playa o del puerto.

Almas doloridas, que desde su morada de espiacion, esperan su libertad de los que por ellas ruegan al cielo; difuntos que aun no han conseguido descansar en la paz del Señor.

Piensa que todas las obras suyas llevan el sello indeleble de su bondad; que una plegaria le sobra para remedio y perdón.


Per ço, alsa els ulls del abisme,

Y encén, ánima de néu,

La llum d'amor al prohisme,

La llum del amor a Déu.


Y recúllte solitaria,

Posa fòch en l'urna d'òr;

Fés l'encens de ta pregària.

Y l'encenser de ton còr.


- Germaneta, germaneta,

Gran Déu es qui 'ns feu axí!

Al poble aném via dreta,

Y Déu mos dó bon camí. -


Y surt l'auba ab llum de rosa,

Y esquinsa a la nit los vels;

S'òbri la ponsella closa,

Y apaga el cèl los estels.


El puig mes alt del paratge

Innunda la llum del sòl,

Y el campanars del vilatge

Tocan campanes al vòl.


¡Ó dels àngels santes obres!

¿Quín miracle ab ells es féu?

Sonriuen avuy los pobres,

Y s'úmpl'el temple de Déu!


Aparta pues tu vista del abismo, y enciende, alma de nieve, la luz del amor al prójimo, la luz del divino amor.

Y en solitario recojimientopón fuego en la urna de oro; sea incensario tu corazón, celestial incienso tus oraciones.

- Hermanita, hermanita, grande es el Dios que nos hizo! Al pueblo vamos derechamente, y que nos conceda buen viage. -

Y el alba clarea circundada de celajes sonrosados, rasgando el velo de la noche; ábrese el aromoso botón de las acopadas flores, y las estrellas se apagan.

Las más empinadas cumbres con la luz del naciente sol resplandecen, y en los campanarios tocan a vuelo las campanas.

¡O de los ángeles obras santísimas ¡O milagro! Hoy los pobres sonríen, hoy está lleno el templo del Señor.


Geroni Rosselló - almoyna y oració