Mostrando las entradas para la consulta mudéjar ordenadas por relevancia. Ordenar por fecha Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas para la consulta mudéjar ordenadas por relevancia. Ordenar por fecha Mostrar todas las entradas

lunes, 22 de junio de 2020

249. EL POZO DE AINÉS


249. EL POZO DE AINÉS (SIGLOS XIV-XV. TARAZONA)

249. EL POZO DE AINÉS (SIGLOS XIV-XV. TARAZONA)


Tarazona fue siempre una ciudad de tradición mudéjar, lo cual ha quedado reflejado no sólo en su plano urbano y en sus edificaciones, sino también en otros muchos aspectos de su alma colectiva, cual es el caso del riquísimo repertorio de leyendas y tradiciones.

La convivencia de cristianos, musulmanes y judíos en las poblaciones en las que coexistieron no siempre fue fácil ni tampoco necesariamente violenta. Por el contrario, se conocen abundantes y magníficos ejemplos de tolerancia y de entendimiento mutuos.

El presente es un ejemplo de intolerancia. Se trata de la leyenda que algún autor ubica en el siglo XVI, y quizás tenga razón, y que nos habla de un mudéjar turiasonense, Ainés, uno de los muchos moros que quedaron en la ciudad tras su reconquista, aunque en este caso de un moro rico y poderoso que se negaba a respetar la fiesta dominical de los cristianos, más numerosos y prepotentes, pues la fiesta semanal dedicada a su Dios era otra.

Denunciaron de manera repetida los cristianos la infracción a las autoridades de la ciudad, pero era tal el poder del moro en cuestión que nadie se atrevía a reconvenirle ni castigarle. Al final optaron por implorar el castigo divino, que, al parecer, no se hizo esperar.

Un día festivo para los cristianos, cuando se dirigía a realizar las faenas agrícolas en uno de sus campos, como era su costumbre, el poderoso mudéjar vio abrirse súbitamente la tierra bajo sus pies al pasar junto a la falda del monte Ciezmo. De repente, en un abrir y cerrar de ojos, se produjo un inmenso pozo circular de más de quince metros de profundidad, hundiéndose en él el sarraceno junto con sus servidores y caballerías, que desaparecieron como engullidos por la tierra.

El pozo de Ainés así originado, nombre con el que se le conocería desde entonces, sirvió de advertencia y escarmiento al resto de la población mudéjar turiasonense que, en adelante, por miedo a las consecuencias, respetó la fiesta dominical de los cristianos.

[Beltrán, Antonio, De nuestras tierras..., II, pág. 204.]




domingo, 21 de junio de 2020

221. EL NACIMIENTO DE UN MUDÉJAR, Graus

221. EL NACIMIENTO DE UN MUDÉJAR (SIGLO XI. GRAUS)

221. EL NACIMIENTO DE UN MUDÉJAR (SIGLO XI. GRAUS)


A pesar de la muerte del rey Ramiro I en pleno asedio de Graus, los cristianos consiguieron rehacerse del drama que tal desgracia supuso y terminaron por forzar las defensas de la villa, que tuvo que rendirse. Tras el estruendo de las armas, como en tantos otros lugares, se impuso la negociación entre vencedores y vencidos, pactando o imponiendo, según los casos, las condiciones de la transferencia del poder. Gracias a estas negociaciones, buena parte de los moros vencidos optaron por permanecer en los pueblos donde habían nacido.

Cuando Graus pasó a manos cristianas, los aragoneses permitieron que el antiguo alcaide moro permaneciera en la tierra que tanto amaba, aunque con dos condiciones: que accediera al bautismo su hija Zoraida y que ambos vivieran extramuros de la villa. Amaba tanto a su pueblo, en el que deseaba seguir viviendo, que el ex-alcaide transigió. Así fue cómo la joven pasó a ser Marieta y el antiguo alcaide acondicionó y se instaló en una cueva cercana.

Vivía el antiguo alcaide de un pequeño huerto, de unas cuantas cabras y del trabajo de la forja y talla de la madera que dominaba a la perfección. Al cabo de dos años, le permitieron los grausinos que entrara en la población, donde no sólo vendía el fruto de su trabajo, sino que enseñaba tales artes a los cristianos. Él era respetado y querido por moros y cristianos y de la muchacha no había zagal grausino que no estuviera enamorado de ella. 

Cuando las campanas de la iglesia tocaban a retiro cada tarde, padre e hija cruzaban la puerta de la muralla y se retiraban a su cueva.

Un invierno extremadamente frío, una intensa nevada y hielos persistentes hicieron intransitable el camino de la cueva al pueblo. Cuando amainó el tiempo y después de tres días de bonanza, los grausinos echaron en falta a padre e hija y decidieron ir a la cueva. Nadie había en ella, así es que recorrieron todos los rincones, hasta que encontraron los cuerpos helados de ambos al pie del torreón de la Peña del Morral, con la mirada puesta en el pueblo y una amplia sonrisa en la cara.

La muerte del antiguo alcaide moro y de su hija Zoraida, Marieta para todos, consternó a los grausinos, que todavía les recuerdan.

[De Fierro, Lucián, «La Coba los Moros», Programa de las Fiestas. Graus, 1985.]


El Llibré de Graus. Disponible para la venta y consulta de ediciones desde 1970. El Llibré es el tradicional libro de las fiestas de Graus, en honor al Santo Cristo y a San Vicente Ferrer, y declaradas de Interés Turístico Nacional en 1973. En estos libros o llibrés se encuentran los respectivos programas de fiestas, escritos en grausino, artículos diversos, relatos cortos, poemas, publicidad, las fotografías de los repatanes, etc.

martes, 14 de mayo de 2019

LA FUNDACIÓN DE TERUEL

2.70. LA FUNDACIÓN DE TERUEL (SIGLO XII. TERUEL)
 
Teruel, viaducto, acueducto
 
 
Octubre del año 1171. Los cristianos, acaudillados por Alfonso II, llegaron a Cella y prosiguieron su marcha hasta acampar en las cercanías de lo que hoy se llama Villa Vieja, en Teruel. Era tarde y el monarca decidió esperar al nuevo día. Mas cuando se hallaban descansando de la dura jornada, llegó al campamento un mensajero. Según sus noticias, se requería con urgencia al rey en otros lugares del Reino, de modo que éste ordenó replegarse a sus tropas para que esperaran su regreso, negando a varios de los seniores la posibilidad de continuar ellos solos la expedición.

Sin embargo, acabó atendiendo la propuesta de dos caballeros —Blasco Garcés de Marcilla y Sancho
Sánchez Muñoz— quienes proponían la fundación de una villa a la que el rey concedería el fuero que estimara conveniente, de manera que su autoridad sobre ella no quedara menguada.

Accedió Alfonso II y avió monturas y pertrechos para regresar Reino adentro.

Entre los señores y adalides que iban a acometer lo convenido con el rey surgieron las dudas acerca de
dónde ubicar la villa nueva. Como no lograban ponerse de acuerdo, al final decidieron que el emplazamiento se ubicaría allí donde alguna señal de la providencia les marcara.

Hallándose en estas disquisiciones, supieron de la emboscada que les preparaban las tropas moras que
merodeaban por los contornos y decidieron hacerles frente. Los musulmanes habían reunido una gran cantidad de toros a los que les colocaron en las astas y en el testuz materias inflamables (como en el actual toro embolado) y los lanzaron contra el ejército cristiano, al que creían descuidado.

Pero no fue así, y lanceros, arqueros, ballesteros e infantes se parapetaron en trincheras. Más lejos esperaba para actuar la caballería.
Los toros fueron dispersados y los moros acosados y perseguidos hasta vencerles, de manera que las
muelas, cerros y llanos de la margen izquierda del río quedaron libres de enemigos. Fue entonces, al amanecer, cuando, sorprendidos, los cristianos vieron en lo alto de la Muela un magnífico toro superviviente de la manada. Entre su cornamenta, lucía una lucecilla, restos, sin duda, de la materia inflamada que encendieron los moros, pero que desde lejos parecía una estrella. Era la señal que esperaban. Aquel sería el lugar del asentamiento de la nueva villa, la de Teruel.

[Caruana, Jaime de, «Alfonso II y la conquista de Teruel», Teruel, 7 (1952), 97-140.]
 
 
Teruel es una ciudad española situada en el sur de Aragón, en la zona centro-oriental de la península ibérica. Es la capital de la provincia homónima y posee un importante patrimonio artístico mudéjar (parte del cual ha sido reconocido por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad). Con 35 484 habitantes (INE 2017), es la capital de provincia menos poblada del país. Se encuentra en la confluencia de los ríos Alfambra y Guadalaviar, aguas abajo de la ciudad conocido como Turia. Situada a una altitud de 915 msnm, su clima se caracteriza por presentar inviernos fríos y veranos cálidos y secos.
 
Entre sus atractivos turísticos se encuentran sus edificaciones mudéjares, el mausoleo de los Amantes de Teruel, El Torico y el centro paleontológico Dinópolis. Los monumentos mudéjares más destacados son la iglesia de Santa María, catedral de la diócesis de Teruel, y las torres de El Salvador, San Martín y San Pedro, a cuyos pies se encuentra la iglesia que recibe el mismo nombre, también de arte mudéjar.
 
LA FUNDACIÓN DE TERUEL (SIGLO XII. TERUEL), torico
 
 
Para los fenicios su nombre era Thorbat o Thorbet, palabra que podía proceder del hebreo Thor y bat, que significa Domus tauri (señor dios toro).

Para los celtíberos era Turba,​ y para los latinos Túrbula; así la llamaba Ptolomeo.
 
Teruel estuvo poblada desde los tiempos de los celtíberos, los cuales llamaban al lugar Turboleta.
El topónimo Turboleta podría venir del término vasco-íbero itur + olu + eta (lugar de fuente, manadero), según la teoría del vascoiberismo. Hay restos en el yacimiento del Alto Chacón. La zona fue ocupada posteriormente por los romanos, quedando restos en poblaciones cercanas, como los de Cella.
 
Algunos autores aseguran que en el mismo emplazamiento de la actual ciudad de Teruel (concretamente en el barrio de la Judería), se asentaba Tirwal, nombre que procedería del árabe, con el significado de "torre", enclave musulmán citado en el año 935. Sin embargo, aunque se ha detectado arqueológicamente la presencia de ocupación islámica de este espacio, los restos localizados no pertenecen a un núcleo de población, sino más bien a una construcción defensiva.
 
El 1 de octubre de 1171 el rey aragonés Alfonso II tomó Tirwal con la intención de reforzar la frontera meridional de su reino, que consideraba amenazada por la toma de la ciudad de Valencia por los almohades. Y en ese mismo año fundó la ciudad de Teruel, dotándola de fueros y privilegios para facilitar de este modo la repoblación de la zona.
 
Hay que destacar por su importancia histórica que, en el torreón del Cubo, junto a la desaparecida puerta de Zaragoza, se encuentran las más antiguas barras de Aragón que se conservan, significando así Alfonso II el Casto, al esculpir sus cuatro barras de gules en piedra al amurallar Teruel, que era una villa de realengo.
 
La fundación de Teruel supone un cambio sin precedentes en la estructura política y territorial del sur de Aragón, ya que el predominio del Albarracín y la Alfambra de época musulmana será sustituido por el de la nueva fundación, Teruel en especial, en detrimento de Alfambra, que quedará en un segundo plano bajo la fórmula jurídica de señorío.
 
Según una leyenda, para fundar la nueva ciudad los sabios y las gentes principales de la villa se reunieron y buscaron diversas señales y presagios, encontrando favorable el que un toro mugiera desde un alto (que se correspondería con la plaza principal actual, la del Torico) y que sobre el toro brillara una estrella. De este encuentro toma, según algunos autores, su nombre la ciudad, ya que provendría de juntar en una palabra el vocablo "toro" y el nombre de la estrella, "Actuel", formando de este modo la palabra "Toroel", y después "Toruel". De este fortuito encuentro procedería también el símbolo del toro y de la estrella, que se puede observar tanto en la bandera como en el escudo de la ciudad, además de en el monumento de la Vaquilla (en el que se observa a un vaquillero enfrentándose a un toro y a un ángel situándole la estrella al toro).
 
Tras su fundación y repoblación, se constituyó la comunidad de Teruel, conjunto de aldeas del entorno de la localidad.
 
Los habitantes de Teruel intervinieron en la conquista de Valencia, que estaba en poder de los musulmanes, y en la guerra de los Dos Pedros contra Castilla, siéndole otorgada a la población el título de ciudad en 1347 por Pedro IV de Aragón, por su colaboración en las guerras de la Unión. Hay que destacar la considerable importancia que alcanzaron las comunidades judía y mudéjar dentro de la vida social y económica de la ciudad, desde que se consolidaran sus aljamas hacia finales del siglo xiii. Es notable el caso de la Judería de Teruel, que conserva todavía su topónimo, y de la que se han localizado abundantes restos arqueológicos.
 
Uno de los hechos más relevantes de su historia se produjo en las llamadas Alteraciones de Teruel y Albarracín. Durante el reinado de Felipe II, el Tribunal de la Inquisición cometía constantes contrafueros, por lo que no fue aceptado por estas poblaciones, provocando frecuentes algaradas populares, a veces con violencia hacia los inquisidores. En el año 1572 se produjeron tales altercados que el rey, ejerciendo su autoridad, mandó un ejército castellano al mando del duque de Segorbe a invadir Teruel. Hubo combates durante varios días al estar la ciudad fortificada, pero finalmente la plaza se rindió el Jueves Santo de aquel año. Durante una semana se ajustició a los cabecillas en los jardines del Barón de Escriche, actual plaza de San Juan. Este hecho desacreditó enormemente la foralidad aragonesa.
 
En el municipio de Teruel se encuentran, además de la capital provincial, las localidades de Aldehuela, El Campillo, Castralvo, Caudé, Concud, San Blas, Tortajada, Valdecebro, Villalba Baja y Villaspesa.

domingo, 28 de abril de 2019

CUÁNDO SURGE ARAGÓN Y CÓMO SE HIZO NACIÓN

II. CUÁNDO SURGE ARAGÓN Y CÓMO SE HIZO NACIÓN

33. Expediciones musulmanas conquistadoras (siglo VIII)
34. Dominación musulmana del valle del Ebro (siglo VIII)
35. Los
Banu Qasi en el siglo VIII
36. Dominios de
Musa ibn Musa (mitad del siglo IX)
37. El
Pirineo aragonés hasta 920
38. El Pirineo aragonés, en la órbita de
Navarra (siglo X)
39. Incursión de
Abd al-Malik en 1006
40. Los dominios de
Sancho III
41. La obra aragonesa de Sancho III el Mayor de Navarra (1004-1035)
42. 
Aragón, de condado a reino: Ramiro I 
43. En Aragón actual a mediados del siglo XI
44. Los reinos de taifas (siglo XI)
45. Taifa de Albarracín (1085)
46. La taifa zaragozana de al-Muqtadir (1046-1082)
47. La amenaza a los grandes núcleos musulmanes del valle del Ebro (siglo XI)
48. Conquistas aragonesas en Levante (1093)
49. Navarra, repartida entre Aragón y Castilla (1076)
50. La Península en 1100
51. Significado de Alfonso I el Batallador (1104-1134)
52. Origen de la ayuda externa a Aragón
53. La obra de Alfonso I el Batallador
54. Final de la reconquista y configuración territorial aragonesa (siglos XII-XIII)
55. La formación de la Corona de Aragón y su expansión peninsular
56. Configuración de la frontera entre las Coronas de Castilla y Aragón 
57. Zonas de influencia en el Norte de África
58. La expansión mediterránea catalano-aragonesa
59. La frontera navarro-aragonesa
60. Tierras que dependieron de Aragón
61. El sistema de tenencias (siglos XI-XII)
62. Las tenencias aragonesas al este del Cinca (siglos XI-XIII)
63. Poblaciones donde corría la moneda jaquesa (1279-80)
64. El condado de Ribagorza desde 1322
65. La guerra de los dos Pedros
66. Transitoria ampliación de Aragón (1706)
67. Las provincias actuales
68. Los monasterios (siglos IX y X)
69. Los monasterios (siglo XI)
70. Los monasterios bajo-medievales
71. Dominicos y Franciscanos
72. Las Comunidades aragonesas
73. Sobrecollidas y peajes (siglos XIV-XV)
74. Sobrejunterías aragonesas a finales del siglo XIII
75. La posesión de la tierra a comienzos del siglo XVII
76. Los fueros aragoneses en el siglo XII
77. El fuero de Jaca y su difusión
78. Los fueros de "extremadura" y su difusión
79. Los fueros de Zaragoza-Aragón en Valencia
80. Ciudades y villas con representación en Cortes (baja Edad Media)
81. Lugares donde se reunieron Cortes medievales
82. Los principales productos agrarios y su distribución (baja Edad Media)
83. Materias primas y especias (baja Edad Media)
84. Minería (baja Edad Media)
85. Industria (baja Edad Media)
86. El comercio en la baja Edad Media
87. La población mudéjar y judía (baja Edad Media)
88. Las veinticinco poblaciones más habitadas en 1495
89. Densidad de población en 1495
90. Los caminos de Santiago en España
91. El camino aragonés de Santiago
92. Límites diocesanos orientales
93. Las diócesis actuales
94. Difusión del arte románico
95. Expansión del arte mudéjar
96. Expansión del arte gótico



I. CUANDO ARAGÓN NO ERA ARAGÓN
1. Restos del Paleolítico y Epipaleolítico
2. Yacimientos neolíticos
3. Poblados eneolíticos
4. Arte rupestre
5. Sepulcros megalíticos
6. Edad del Bronce: yacimientos
7. Edad del Hierro
8. Restos griegos y fenicios
9. Los pueblos prerromanos
10. Cecas ibéricas
11. Origen de las monedas ibéricas halladas en Azaila
12. Expansión de las monedas ibéricas de Bolscan (Huesca)
13. Grandes etapas de la conquista romana
14. El Aragón actual pasa a poder de Roma
15. División provincial de Hispania
16. Sertorio domina el valle del Ebro (77 a.C.)
17. División administrativa de Augusto (7 a 2 a.C.)
18. División administrativa de Diocleciano (293 d.C.)
19. Convento Jurídico Cesaraugustano (División de Augusto)
20. Restos de la civilización romana
21. Expansión del Cristianismo (siglos III-V)
22. Restos paleocristianos
23. Los pueblos germánicos entre 409-429
24. Europa Occidental en 476
25. Hispania en 476
26. El reino visigodo en la época de Leovigildo (573-586)
27. Límites provinciales del reino visigodo (586)
28. Restos visigodos
29. Sedes episcopales visigodas
30. Asistencia de los obispos hoy aragoneses a los concilios visigodos
31. Zaragoza, confluencia de invasiones (siglos V-VII)
32. Los "territoria" premusulmanes (siglo VIII)
NOTA IMPORTANTE. La versión electrónica de la obra de Agustín Ubieto Arteta Cómo se formó Aragón que figura en esta página web es una reimpresión digital de la edición original realizada en 1982. No se trata de una actualización ni de una segunda edición, simplemente se han transformado las diapositivas en archivos de imagen digital y el texto en texto html para que el conjunto de materiales pueda ser consultado a través de Internet y empleado en el aula mediante los actuales cañones de proyección.
Institución Fernando el Católico, Zaragoza, 2005.

lunes, 22 de junio de 2020

250. LA EXPULSIÓN DE LOS MOROS DE PINA

250. LA EXPULSIÓN DE LOS MOROS DE PINA (SIGLOS XIV-XV. PINA DE EBRO)

250. LA EXPULSIÓN DE LOS MOROS DE PINA (SIGLOS XIV-XV. PINA DE EBRO)


Como en tantos y tantos pueblos de Aragón, lo mismo que ocurriera tras la conquista musulmana —cuando los cristianos (los mozárabes) pasaron a ser minoría dominada—, después de la reconquista se volvieron las tornas: la población musulmana (los mudéjares) quedó en franca inferioridad, aunque cuidadosamente protegida por los reyes. No obstante, aunque la tolerancia mutua fue la tónica general, en muchos lugares la convivencia se hizo difícil en momentos concretos. Uno de esos pasajes tuvo por escenario a Pina de Ebro.

Por razones que no vienen al caso, las relaciones entre cristianos y moros se deterioraron con el paso del tiempo. Residían estos últimos en la morería, el actual barrio llamado de la Parroquia, y eran muy aficionados a la lidia de toros, diversión a la que se entregaban de cuando en cuando dentro del recinto de su propio barrio.

Conocedores de esta afición, idearon los cristianos la manera mejor en que la podían aprovechar para lograr su objetivo, de modo que prepararon y anunciaron la lidia de un enorme toro que llevaba fama de ser muy bravo —lidia que, sin duda, es el antecedente del «alarde» actual— y todo el mundo se echó a la calle, incluidos los mudéjares, que no quisieron perderse la ocasión.

Cuando el festejo se hallaba en pleno apogeo, los mozos cristianos hicieron que el toro, magistralmente dirigido con las sogas, cercara y acorralara a los moros hasta obligarles a huir de la población para ponerse a salvo. Luego, apostados en los lugares estratégicos y pertrechados con todo tipo de armas, impidieron que los moros pudieran regresar a sus viviendas.

Ante la gravedad de la situación, optaron los moros por caminar hasta la entonces existente población de Alcalá, cuyas casas se elevaban entre Pina y Gelsa, donde hallaron acomodo entre la mayoritaria población mudéjar. La morería de Pina quedó desierta y sus habitantes vivieron desde entonces en el exilio.

Parece ser que para recordar y conmemorar el día en que sucediera la diáspora mudéjar, los cristianos organizan secularmente el llamado «alarde», en el que el toro es el principal protagonista.

[Datos proporcionados por Pilar Pérez, profesora del Colegio «Ramón y Cajal». Pina.]


Toro de Sogas “24 DE JUNIO: Cuando Josué detuvo el sol: fiesta de la festividad de Juan, hijo de Zacarías…” (año 961) La leyenda del toro de San Juan está algo alejada de la realidad; a veces, es más interesante creer en la historia inventada que en los hechos reales. Según cuentan nuestros mayores, la fiesta se establecía en memoria de la expulsión de los moros que vivían en el barrio de la Parroquia. Para arrojarlos de Pina, los cristianos idearon ensogar a un toro, diversión a la que eran en extremo aficionados, los acorralaron obligándoles a huir, y no se les permitió entrar más. [read more=»Leer más» less=»Leer menos»] Demetrio Brisset nos dice que, si deseáramos conocer la herencia festiva de los Iberos, uno de los emplazamientos claves puede ser junto al accidente geográfico que les impuso el nombre: el padre río Ebro, Iberus antes de Cristo: “…será en el pueblo fluvial de Pina, donde a mediados del siglo XIX aún se celebraba el “alarde de San Juan”, en el que encontramos unidos la mayoría de los elementos que debieron intervenir en las fiestas solsticiales ibéricas: (río, albadas, guerreros, procesión de un toro, diálogo de pastores, pantomima de la bruja, peleles carnavalescos, banquetes, baile), la mezcla es explosiva…” La vieja tradición romana, hacía del toro uno de los animales sacrificados ritualmente. En las fiestas religiosas, se vincula la agricultura con la guerra, realizaban ceremonias tales como las bendiciones de las liones, el adorno del ganado, los lupercales (dos jóvenes disfrazados con pieles de cabras y ungidos con sangre del mismo animal golpeaban con látigos a todas las mujeres que encontraban, tirándolas al suelo de las piernas) y con estos ritos se obtenía la fecundidad. Al asentarse los visigodos en la Península Ibérica y convertirse al cristianismo, vinculan el extendido culto hispano a San Juan con el solsticio de verano, que en sus tierras de origen era uno de los ejes del ciclo anual. El día de San Juan era un día cargado de significado; en esta fecha vencían los contratos de arrendamiento y salían los clérigos en busca de los diezmos, conocedores de que los agricultores cerealistas se hallaban en plena siega. De ahí el origen de la copla: Matutes* de Pina Matutes* serán Que llevan el toro Delante de San Juan * Matutes significa acción de eludir el impuesto de consumos Los cronistas aragoneses de aquella época desestiman tajantemente que un toro interviniese en la expulsión de los moros. La realidad es que la aljama de Pina fue pasada a cuchillo a finales del siglo XVI por montañeses del Pirineo, mandados por Antonio Marton, y empeñados en exterminar a los moros del valle del Ebro para vengar la muerte de un pariente en Codo a manos de un morisco, ayudados por catalanes rebeldes comandados por Barber. La guerra de montañeses y moriscos había comenzado unos años antes con una serie de disturbios. Los cronistas también dan cuenta de éstos hechos y nos hablan del “correr de los toros en Pina” como algo corriente y famoso en el pueblo. “…durante la celebración del correr de los toros en Pina, los moriscos de xelsa y unos pastores llamados los Pintados tuvieron gran pelea por que toro debía ocupar el tercer lugar…”. Fray Marco de Guadalaxara y Xavierre (Memorable Expulsión y justísimo, 1613) La fiesta del toro enmaromado de Pina constituye un eslabón más en la larga cadena de ritos y fiestas en un país donde la figura del toro ha tenido siempre una concepción mágico-religiosa, y donde las antiguas tradiciones en torno a las suertes del toro y a la tauromaquia han sufrido a lo largo de los siglos un proceso cambiante, trocando lo que en un principio fue un rito cargado de simbolismo en una tradición lúdica y festiva. La razón por la que se instituye el festejo ha estado vinculada siempre más a la leyenda que a la realidad. Pero no olvidemos que historia y leyenda, muchas veces caminan juntas. En el siglo XII, durante la reconquista, había una leyenda que decía así: “…La noche de San Juan cuando los cristianos iban a sacar la procesión con el santo titular pero no pudieron hacerlo por la presencia de los árabes. Cuentan que entonces salió un toro bravo que arremetió contra los infieles huyendo despavoridos. Se celebró con salvas y los cofrades de San Juan decidieron que al año siguiente llevarían un toro en la procesión, abriendo camino a la peana del santo para rendirle tributo…” La tradición alcanzó su máximo esplendor en el siglo XVIII. En el año 1722 se renuevan los estatutos de la cofradía y se realizan mejoras en la fiesta. La cofradía siempre fue la encargada de pagar la fiesta de San Juan y suministrar el toro. Sabemos que en 1609 debía estar bastante formada ya que sus ingresos no sólo provenían de las cuotas y penas de sus socios, sino también de su actividad ganadera y agrícola; entre sus ganancias estaban la venta de reses, lana, carne mortecina, etc. Cuando la cofradía pierde sus propiedades para la guerra de la Independencia, sigue costeando los gastos realizando rifas en la localidad. En 1908, durante el reinado de Alfonso XIII, el ministerio de la gobernación dicta una real orden con fecha de 5 de febrero que dice: “…la costumbre arraigada en muchas localidades de organizar capeas o corridas de toros en calles y plazas públicas sin las precauciones necesarias para evitar desgracias personales exige V.S. adopte las medidas indispensables a fin de que no consienta en adelante esos peligrosos espectáculos.”. Don Juan de la Cierva La fiesta deja de celebrarse y la cofradía se disuelve, entregando sus propiedades materiales (portapaz, busto, tallas, etc) a la cofradía de la Dolorosa y los Blancos. “…En Pina, pueblo de la provincia de Zaragoza, existía una costumbre singular: para la festividad de San Juan Bautista se celebraba una procesión en la que abría la marcha un toro. Existía en el término de dicho pueblo una ganadería de cierto renombre, la de Ferrer, y a ella solían acudir para coger el toro que había de tomar parte en el religioso cortejo. En la madrugada de la fiesta se reunían los vecinos en la casa del mayordomo de la Cofradía, quien, siguiendo tradicional costumbre, les obsequiaba con un refresco. La gente moza se dirigía a un corral en el que desde la tarde anterior estaba enchiquerado el toro que se destinaba al singular rito, y que procuraban fuera de libras y buen trapío. Derribaban a la res y la enmaromaban con una fuerte cuerda por el arranque de la cuerna, dejando los dos cabos de ella sueltos y largos, y sujetándola por ellos, se encaminaban al encuentro de la procesión. Tras la bandera de la cofradía salía ésta, y el toro de tal manera sujeto, abría marcha como batidor. Unas veces el toro avanza y abre calle a la procesión, otras se para y la detiene, y no pocas retrocede y la descompone; así entre avances, paradas, sustos, estrujones, gritos, carreras, tiros, risas y tumbos, acaba la procesión su accidentada carrera, durante la cual el santo está guardado como merece y a usanza de real persona por cuatro alabarderos -albarderos les llaman allí- que, provistos de sendas partesanas, defenderían, cuando los puños que sujetan a la res faltasen, la sagrada imagen. También el zaguanete de alabarderos tiene, como toda esta procesión, su detalle original: bajo el sombrero apuntando que lucen asoma el pañuelo del baturro, cuya lazada cae en chillona nota de color, produciendo cómico efecto, sobre la oreja de los espetados guardias. La procesión queda en la iglesia, y en la espaciosa plaza se lidia un rato el toro, mientras los individuos de la cofradía del santo bailan la “caracola”, complicada combinación coreográfica, cuyas evoluciones no logran aterrar ni aún las frecuentes aproximaciones del cornupeto; y acabada la fiesta, se corta la cuerda del toro, que sale en dirección al soto donde pastaba, soliendo repartir al paso algún que otro achuchón al que encuentra en su carrera. La tradición popular asegura que tal costumbre proviene del tiempo de los moros, que como se opusieran a la salida de la procesión, hicieron que los testarudos baturros dispusieran que un toro la abriera calle, con lo que amedrentados los infieles no osaron interrumpir su paso.” ALREDEDOR DEL MUNDO” Don R.Mainar Lahuerta (año 1900) En 1984 el Ayuntamiento al frente de una comisión , se hace cargo de la recuperación con todo el esplendor de antaño, continuando así hasta nuestros días. En 2012 se ha creado la Asociación Cultural Toro de Sogas de Pina de Ebro, cuya misión es difundir y potenciar la fiesta del toro de sogas de Pina de Ebro en colaboración con el Ayuntamiento. PAIROS DE SAN JUAN Antiguamente, «pairo» era una expresión que cayó en desuso, no es que se llamase Pairo al muñeco, se decía cuando lo veían “está al pairo”. Según el diccionario etimológico de la lengua castellana: Pairo es el derivado de pairar “soportar, aguantar, tener paciencia”. En la actualidad hablar de “Pairo” es hablar del muñeco que se coloca por las calles en la fiesta de San Juan, con la finalidad de provocar la distracción del toro en su recorrido, permitiéndole demostrar su bravura, ya que tiene delante un bulto que se mueve al que puede atacar con violencia y agresividad. Aunque el punto de mira a la hora de colocar estos muñecos siempre es el toro, también se persigue que el recorrido resulte más llamativo y atractivo para las personas que acompañan al animal. ALABARDEROS El Real Cuerpo de Alabarderos fue fundado en 1504, su misión consistía en defender al monarca. De los alabarderos de Pina se tienen pocas noticias, se sabe que en 1722 se renuevan los estatutos de la cofradía de San Juan, en ellos se nos explica que antiguamente el traje de “alabardero” lo utilizaban todos aquellos que habían sido “mayordomos”, pero esta costumbre había caído en desuso. Se establece en nuevo estatuto en el que deben llevar riguroso uniforme el mayordomo, cuatro sargentos, un abanderado y un reducido número de soldados. En 1984, cuando se recupera la fiesta vuelve a formarse un grupo de alabarderos.

lunes, 29 de abril de 2019

VICTORIA CRISTIANA FRENTE AL REY MORO DE ZARAGOZA

2.20. VICTORIA CRISTIANA FRENTE AL REY MORO DE ZARAGOZA (SIGLO IX. TORRALBA)
 
Como es sabido, todo Aragón fue dominado por los musulmanes a comienzos del siglo VIII, aunque una buena parte de los hispanogodos que vivían en sus pueblos permanecieron en los mismos, bien convertidos a la religión de los nuevos gobernantes, bien continuando fieles al cristianismo, con el estatuto de mozárabes.

En algún caso, las relaciones entre ambas comunidades dieron lugar a enfrentamientos más o menos sangrientos, como ocurriera en Torralba, en torno al año 800, es decir, casi un siglo después de la invasión.

Eran los tiempos en los que gobernaba en Sarakusta el rey moro Marsilio, cuando los mozárabes de Torralba, descontentos por el trato que recibían por parte de sus dominadores musulmanes, tomaron la firme decisión de hacerles frente para lograr un trato más justo.

Cuando una noche estaban deliberando qué hacer, en un lugar situado entre los ríos Clarés y Jalón, naturalmente a espaldas de sus opresores, en el mismo lugar que esto ocurría fueron iluminados por un intenso resplandor que procedía del cielo, oyendo a la vez una dulce voz que les decía: «Esforzaos cristianos en el Señor, que habéis de vencer».

Confiados y animados por el anuncio celestial de su victoria, los cristianos de Torralba lucharon con tanto ánimo y valor que lograron lo que parecía imposible, vencer a los poderosos moros. Tras la batalla, como muestra de su victoria, ofrecieron a los pies de la celestial capitana las cabezas de los infieles derrotados, cuyos cadáveres fueron enterrados en el valle contiguo, llamado desde entonces «barranco de Matamoros».

Desde entonces, el paraje que está entre los ríos Clarés y Jalón se convirtió en lugar sagrado, y allí se veneraría en adelante la imagen de la virgen de Cigüela, a la que los cristianos debieron su victoria cuando el dominio de los sarracenos era total en todo el valle del Ebro.
 
[Faci, Roque Alberto, Aragón..., II, pág. 158.]
 
 
VICTORIA CRISTIANA FRENTE AL REY MORO DE ZARAGOZA  (SIGLO IX. TORRALBA)
 
Torralba de Ribota es una localidad y municipio español de la provincia de Zaragoza situado en la comarca de la Comunidad de Calatayud, comunidad autónoma de Aragón. Tiene un área de 32,5 km² con una población de 181 habitantes (INE 2017) y una densidad de solo 4 hab/km².
 
Torralba debe su nombre sin duda a la conjunción en latín de Turris y Alba (Torre Blanca) que derivó en el actual topónimo.
 
En nuestros días aun se puede admirar la torre en piedra de color blanco a la que se le añadió hace unas décadas un tejado que disimuló las antiguas almenas. La referencia a Ribota viene dada por el río Ribota, de escaso régimen pluvial que discurre a una cierta distancia del casco urbano (1,5 km). El pueblo se halla enclavado en un pequeño cerro redondeado a una altitud de 625 msnm y se extiende sobre 32,9 km² .
 
Dos romerías una a la ermita de San Sebastián (20 de enero) y otra a la Ermita de la Virgen de Cigüela, junto a la sierra de Armantes (25 de marzo). Las fiestas mayores se celebran en honor del patrón San Félix (1 de agosto) y se prolongan a lo largo de varios días.
 
Torralba de Ribota cuenta con uno de los mejores exponentes del mudéjar aragonés.
La Iglesia de San Félix Mártir. Se trata de una iglesia fortaleza es de estilo gótica-cisterciense y la obra se terminó en el siglo XIII. Los mejores ejemplos de este tipo de arquitectura están aquí, la iglesia de Santa María en Tobed (Zaragoza) y la iglesia parroquial de la Asunción en Cervera de la Cañada a unos kilómetros de distancia por la N-234.
 
El arte mudéjar aragonés fue declarado patrimonio de la humanidad por la comisión de Patrimonio Mundial de la UNESCO basado en París (Francia).
 

miércoles, 17 de julio de 2019

LA VIRGEN DEL PILAR SALVA A FERNANDO II

135. LA VIRGEN DEL PILAR SALVA A FERNANDO II (SIGLO XV. ZARAGOZA)
 
LA VIRGEN DEL PILAR SALVA A FERNANDO II  (SIGLO XV. ZARAGOZA)
 
 
Al rey Fernando II el Católico se le reconoce una fervorosa y profunda devoción por la Virgen, destacando
su predilección por la del Pilar, de la que creía y decía haber recibido favores especiales en multitud de ocasiones, aun hallándose fuera de Aragón.
Es bien sabido y notorio que Fernando II no frecuentó excesivamente el territorio aragonés y que, cuando
lo hizo, la mayor parte de las veces era de paso entre Castilla y Cataluña. No obstante, la ciudad de Zaragoza ocupó la mayor parte de sus visitas a Aragón, atraído especialmente por la presencia
allí de la virgen del Pilar a la que veneraba desde niño.
 
Entre los numerosos favores que debía a la virgen del Pilar, y que solía recordar de cuando en cuando a
sus más íntimos colaboradores, uno tuvo lugar cuando se encontraba en cierta ocasión en la ciudad de Barcelona.
 
Era diciembre de 1492 y quiso asistir como rey al tradicional Tribunal abierto, en el que se impartía
justicia. Cuando finalizó la mañana, al pasar por la plaza del Palacio, un hombre de apariencia normal, pero depravado moralmente, pretendió atentar contra su vida en plena calle. Sin duda alguna, su
existencia hubiera quedado segada por el puñal asesino a no ser por el collar de oro que llevaba prendido del cuello, que detuvo el golpe, de modo que todo quedó en un susto. Fernando II reconoció inmediatamente la intercesión de la virgen del Pilar, su valedora en tantas otras ocasiones de peligro.
 
Convencido como estaba de ello, se despojó del collar, al que tenía en gran estima, y, colocándolo en una hermosa arqueta de madera, lo hizo llevar a Zaragoza para que fuera depositado a los pies de la virgen del Pilar, entrando a formar parte de los numerosos exvotos de ésta.
 
[Azagra, Víctor, Cosas nuevas de la Zaragoza vieja, II, pág. 32.
Ansón, Francisco, Los milagros de la Virgen del Pilar..., págs. 127-137.]
 
 
 
 
 
La Virgen del Pilar es una advocación mariana de la Iglesia católica, cuya imagen tiene su principal centro de culto en la Basílica del Pilar de Zaragoza (España).
 
El 20 de mayo de 1642 el municipio de Zaragoza proclamó a la Virgen del Pilar patrona de la ciudad, patronazgo que se extendió a todo el Reino de Aragón en las Cortes aragonesas de 1678.1​ Acumula otros patronazgos, como el del Cuerpo de la Guardia Civil (1913), Cuerpo de Correos y Telégrafos (1916), Cuerpo de secretarios, interventores y depositarios de administración local (1928), Sociedad mariológica (1940), Consejo superior de misiones (1948)1​ y del Arma Submarina de la Armada Española (1946).
 
En 1908 mediante un Real Decreto se declara Capitana General del Ejército español. El 24 de junio de 1948 se eleva a categoría de Basílica el Pilar por Pio XII (1948).
 
La leyenda sobre sus orígenes se remonta al año 40, cuando, de acuerdo con la tradición cristiana, el 2 de enero la Virgen María se apareció a Santiago Apóstol en Caesaraugusta. María llegó a Zaragoza «en carne mortal» —antes de su Asunción— y como testimonio de su visita habría dejado una columna de jaspe conocida popularmente como «el Pilar». Se cuenta que Santiago y los siete primeros convertidos de la ciudad edificaron una primitiva capilla de adobe a orillas del Ebro​ Este testimonio es recogido por un manuscrito de 1297 de los Moralia, sive Expositio in Job, de Gregorio Magno, que se custodia en el Archivo del Pilar. La devoción mariana comenzó en los albores del siglo XIII, cuando comenzaron las primeras peregrinaciones a Santa María la Mayor.
 
Sobre la iglesia mozárabe preexistente, se erige el templo románico del Pilar poco después de la conquista de Zaragoza por Alfonso I el Batallador (1118) que fue culminado en el siglo XIII.​
En esta época se documenta en el templo una capilla primitiva para alojar el Pilar, según transmite Diego de Espés en 1240​.

Para 1293 el templo se encontraba en tan mal estado que el obispo Hugo de Mataplana promovió la restauración del templo y su conversión en la colegiata gótico-mudéjar de Santa María la Mayor con recursos de una bula de Bonifacio VIII que por vez primera menciona la advocación «del Pilar».
Actualmente el único vestigio conservado del templo románico del Pilar es el tímpano de la iglesia, que ha sido colocado en la fachada sur de la basílica barroca.
 
La imagen de la Virgen es una talla en madera dorada; mide treinta y seis centímetros y medio de altura y descansa sobre una columna de jaspe forrada de bronce y plata y cubierto, a su vez, por un manto desde los pies de la imagen de la virgen hasta la base vista de la columna o pilar, a excepción de los días dos, doce y veinte de cada mes en que aparece la columna visible en toda su superficie. En la fachada posterior de la capilla se abre el humilladero, donde los fieles pueden venerar la Santa Columna a través de un óculo abierto.
 
Se trata de una escultura de estilo Gótico tardío franco-borgoñón de hacia 1435 atribuida a Juan de la Huerta, imaginero de Daroca. En cuanto a su iconografía, se observa a María coronada y con túnica y manto, que recoge con su mano derecha, contemplando a Jesús niño que agarra el manto de su madre con la mano derecha y un pájaro con la izquierda. El Niño puede haber sido objeto de una restauración poco cuidadosa.
 
Probablemente fue una imagen donada por Dalmacio de Mur con el mecenazgo de la reina Blanca I de Navarra, mujer de Juan II de Aragón, a raíz de la curación de una enfermedad que aquejó a la reina por entonces.
 
La imagen representa a la Virgen coronada y ataviada con un vestido gótico abotonado. Se trata de una vestidura ceñida por un cinturón con hebilla que llega hasta los pies que permite observar el derecho más que el izquierdo. Una gran pieza de paño le cubre la cabeza y muestra un peinado ondulado. La mano derecha sostiene un pliegue de la ropa, que cubre todo su abdomen y la mayor parte de sus extremidades inferiores. El Niño Jesús se encuentra en la mano izquierda, desnudo. Su figura gira hacia la izquierda y su cabeza apunta al cinturón de la Virgen. La escultura, de fábrica gótica, se restauró en 1990 por el Instituto del Patrimonio Histórico Español, a iniciativa del Cabildo Metropolitano de Zaragoza.
 
La Santa Columna está hecha de jaspe, tiene 1,77 metros de altura, un diámetro de 24 centímetros y un forro de bronce y plata. La tradición pilarista afirma que jamás ha variado su ubicación desde la visita de María a Santiago.
 
El 24 de marzo de 1596 se recibió en el santuario del Pilar el obsequio de Felipe II, que consistía en dos ángeles de plata —obra de Diego Arnal— que sirven de guardia a la Virgen. Son los únicos elementos de la colegiata gótico-mudéjar de Santa María la Mayor que se conservan en la actual basílica barroca.
 
El templo se articula en tres naves, de igual altura, cubiertas con bóvedas de cañón, en las que se intercalan cúpulas y bóvedas de plato, que descansan sobre robustos pilares. El exterior es de ladrillo caravista, siguiendo la tradición de construcción en ladrillo aragonesa, y el interior revocado en estuco. La nave central se halla dividida por la presencia del altar mayor bajo la cúpula central. El altar está presidido por el gran retablo mayor de la Asunción, perteneciente a la colegiata gótico-mudéjar de Santa María la Mayor de Zaragoza, realizado por Damián Forment en el siglo XVI.
 
Bajo las otras dos cúpulas elípticas de la nave central, se dispuso la Santa Capilla de la Virgen del Pilar, y el coro y órgano, que también procedían de la colegiata predecesora. Actualmente el coro y órgano, se encuentran desplazados, al siguiente tramo, para dotar de mayor espacio los tramos del altar mayor.
 
La comunidad cristiana de Caesaraugusta es una de las más antiguas de España, junto a las de Mérida, León y Astorga. Hacia 254 se documenta su existencia en el epistolario de San Cipriano. También consta que el obispo Valerio estuvo en el concilio de Elvira a inicios del siglo IV y que el Pilar muy probablemente fue sede del concilio antipriscilianista de 380.
 
En el siglo IV destaca el canon VIII del Concilio de Antioquía —celebrado en la segunda mital del s. IV—, que establece la colocación de las imágenes religiosas sobre columnas o pilares. De lo cual deducen estudiosos como Mariano Nougués Secall y Manuel Aramburu que el hecho pudo haber estado inspirado por el conocimiento de la aparición de María a Santiago, aunque dicha tradición era muy popular en el paganismo.13​ De acuerdo con Francisco García Palacios, en este siglo el obispo Atanasio de Zaragoza, discípulo de Santiago, ya utilizaba los símbolos del cristianismo primitivo como el Agnus Dei.
 
Hacia 1608 se descubrió en una pared contigua a la Santa Capilla medieval la tumba de un diácono de nombre Lorenzo, que aparentemente habría fallecido en julio de 196. Siguiendo la teoría de Aramburu —aunque Juan Francisco Andrés de Uztarroz puso en duda que el epígrafe de la tumba hubiese sido escrito en las postrimerías del siglo II—​ la capilla pilarista funcionaba activamente en 196 y contaba ya con varios diáconos ordenados.​ Del siglo II datarían también las comunicaciones subterráneas de la iglesia del Pilar con varios sitios de la ciudad cesaraugustana. En 1718, al desmontar la primitiva plaza del Pilar, se descubrieron comunicaciones entre una casa particular y el templo.17​ Se cree que fueron construidas circa 130, cuando los judíos comenzaron a utilizar las catacumbas para practicar su religión perseguida por Adriano, táctica que poco tiempo después adaptarían las primitivas comunidades cristianas.
 
Para estudiar el siglo III existe mayor diversidad de documentos que aportan información a la historia del Pilar. Se tiene constancia de que el obispo Valero de Zaragoza edificó un salón anejo al templo conocido como la «sala valeriana». También se discute la existencia de la capilla del Pilar durante las persecuciones de Diocleciano, aunque numerosas fuentes indican que testigos visitaron el templo durante aquellos años, como Caledonio, obispo de Braga.
 
En noviembre de 380 se convocó a un concilio nacional en la ciudad de Zaragoza, presidido por el obispo Valerio II de Zaragoza. El acta del concilio es firmada por doce obispos. Se infiere que esta catedral tenía representadas, en pintura o en bajorrelieve, veinticuatro escenas del Antiguo Testamento y el mismo número para el Nuevo Testamento. En el arco fronterizo figuraba el Pantocrátor y los veinticuatro ancianos.​
 
Aparentemente, el poeta tardorromano Aurelio Prudencio redactó una oda a los mártires de Zaragoza entre 380 y 395. De acuerdo con algunas interpretaciones, en una de las estrofas de su composición alude al templo del Pilar como «templo» y «casa llena de ángeles».​ Sin embargo, Juan de Arruego, Antonio de Nebrija y Lupercio Leonardo de Argensola, cada quien por su cuenta, desecharon esta teoría al afirmar que Aurelio Prudencio se refería a toda la ciudad de Zaragoza y no al Pilar en particular.​ Cualquiera que haya sido el caso, es seguro que para el siglo IV la capilla del Pilar había sido ampliada y contaba con espacio suficiente para albergar a los dieciochos mártires que, según la tradición, murieron durante las persecuciones en los albores del siglo IV.​
 
El mismo Prudencio fue comisionado para escribir glosas sencillas a algunas escenas del templo, pero al colocar la explicación al Santo Pilar redactó algo insólito: «la Columna (atado) a la cual fue flagelado el Señor».​ Gracias a este testimonio autores como Lupercio Leonardo de Argensola, Diego Murillo, Manuel Aramburu y José Félix de Amada especularon que la Santa Columna podía ser la que sirvió para atar a Cristo en la flagelación o que incluso era una porción de ella. Al respecto escribió Lupercio:
 
Dicen que el Pilar que vemos en la santa Capilla fue traído por los ángeles. Siendo así como la tradición asegura, habemos de dar alguna causa digna de que tales ministros lo trajesen y de que la Virgen se pusiese sobre él; pues ¿qué causa más verosímil que haber sido aquel en que Nuestro Señor Jesucristo fue azotado? Yo así lo oí predicar siendo niño al padre Govierno.
 
Daniel Lasagabáster Arratíbel, Historia de la Santa Capilla de Nuestra Señora del Pilar, Zaragoza (Reyes de Aragón, 5): D. Lasagabáster, 1999, pág. 201.
ISBN 84-605-8648-0.
 
Otro testimonio sobre la veneración a la Virgen en los tiempos del bajo imperio es uno de los bajorrelieves del sarcófago de Santa Engracia, donde se representa el descenso de los cielos de la Virgen para entrevistarse con Santiago. Se conoce desde el siglo IV.
 
Con la llegada de los visigodos a Hispania se suscitaron numerosos conflictos religiosos entre las dos principales doctrinas de la época: el arrianismo y el catolicismo romano. Gracias a los Concilios de Toledo, a la conversión del rey Recaredo y a mártires como San Hermenegildo, paulatinamente el reino visigodo experimentó una transición unificadora hacia el catolicismo.
 
Se ha puesto en duda la supervivencia de la capilla del Pilar en el siglo V, debido a las severas invasiones sufridas por Hispania en la época.​
 
Existen testimonios que afirman que en 542 la estola de San Vicente, resguardada en el Pilar, fue llevada en procesión hasta París, donde Childeberto I la requirió en agradecimiento por haber levantado el cerco de la ciudad.​ Asimismo, se relata que en esta centuria fue muy común la denominación de «basílica de San Vicente» para el templo del Pilar.​
 
En el siglo VI se atestigua también el uso de la misa propia de la Virgen del Pilar, que había utilizado desde 368 el misal mozárabe. También se conoce un documento fechado en 645 por Chindasvinto —una donación— donde se menciona el templo del Pilar como fundado por el apóstol Santiago. Por último, en este siglo ocupó la cátedra zaragozana el obispo San Braulio, documentado como obispo entre 626 y 651 y cuya tumba se encontró en el Pilar en 1290. Se encuentra sepultado cerca del altar mayor.​
 
Durante las últimas décadas de la dominación visigótica, la sede episcopal de Zaragoza y el templo del Pilar alcanzaron su mayor esplendor. Braulio de Zaragoza es la figura señera de estos años, aunque, de acuerdo con Daniel Lasagabáster, existe cierta extrañeza porque Braulio jamás comentó en sus textos la existencia del edículo y la tradición pilarista.
 
Duchesne esgrimió este argumento contra la predicación de Santiago. Z. García Villada lo aplica a la Visita de la Virgen a Zaragoza. Lo considera importante ya que callan el hecho de la aparición Idacio, Orosio, Juan de Viclara, S. Isidoro de Sevilla, S. Ildefonso de Toledo, S. Braulio y Prudencio, que parece debían registrarlo. Y añade: «Causa extrañeza el que Braulio no aprovechara cualquier ocasión para escribir algo sobre un acontecimiento tan glorioso como el de la Virgen del Pilar». Aquí está precisamente el error de García Villada. En el siglo VII el objeto de la tradición pilarista se centraba en un edículo insignificante de 4 x 2 m, situado en descampado donde se echaban desperdicios, lugar inhóspito fuera de las murallas. ¡Qué tenía que decir Orosio sobre este edículo!
 
Daniel Lasagabáster Arratíbel, Historia de la Santa Capilla de Nuestra Señora del Pilar, Zaragoza (Reyes de Aragón, 5): D. Lasagabáster, 1999, pág. 189.
ISBN 84-605-8648-0.
 
En 716 los musulmanes capturaron Zaragoza y la nombraron Saraqusta. Asimismo, aunque importaron su religión y construyeron la mezquita mayor de Saraqusta al Baida, «Zaragoza la Blanca», una de las más antiguas de Al-Ándalus,​ la religión cristiana fue permitida y el Pilar se convirtió en uno de sus baluartes. Durante aquella época, según las crónicas, se formó incluso la Cofradía de la Bienaventurada Virgen María del Pilar. Arruego señala que en el siglo VIII, cuando inicia la islamización en Zaragoza, la catedralidad pasó al templo del Pilar.
 
En el siglo IX se hace mención de los obispos Sénior, quien trasladó al Pilar el cadáver de San Vicente, y Eleca, participante de numerosos concilios y personaje relevante en el cristianismo español de dicha centuria.
 
Es aquí cuando Aimoino escribe su Historia del traslado de San Vicente, donde describe la iglesia mozárabe del Pilar en el mismo emplazamiento del templo barroco. En torno a ella se congregaba la comunidad cristiana de Zaragoza.​
 
Hacia 985 el barcelonés Moción, hijo de Froya, hace una donación a la iglesia mozárabe de Santa María la Mayor y a las Santas Masas de Zaragoza. En su testamento heredaba cien sueldos «ad Santa Maria». El pergamino se conserva en el archivo de la Archidiócesis de Barcelona. Este testimonio permite afirmar que el templo pilarista existía desde la época visigótica, pues, a pesar de la tolerancia religiosa islámica, no se permitía construir nuevas iglesias.
 
Las capitulaciones firmadas el 18 de diciembre de 1118, luego de la conquista de Zaragoza, otorgaban a los musulmanes ciertas concesiones entre las que se incluía el plazo de un año para abandonar la ciudad e instalarse extramuros, y practicando su religión.​ Alfonso el Batallador le otorgó el patronazgo de la capilla del Pilar a Gastón IV de Bearn, adalid de la toma de Zaragoza.​ De acuerdo con Lasagabáster, el hecho de que los dos encargados del Pilar tras la conquista, Pedro de Librana y Gastón IV, fueran franceses, es una prueba de que la devoción pilarista era ya bastante conocida en Europa.​
 
Pedro de Librana fue nombrado obispo de Zaragoza, y al constatar el lamentable y ruinoso estado del templo de Santa María, extendió la siguiente carta:
 
Habéis oído contar (audivistis) con suficiente detalle que con la ayuda del cielo, alcanzada con vuestras oraciones, y el arrojo de los esforzados combatientes ha sido conquistada la ciudad de Zaragoza por las armas cristianas y que ha sido liberada la iglesia de la bienaventurada Virgen María, después de haber permanecido durante mucho tiempo sujeta ¡oh dolor! al dominio de los infieles sarracenos. De antaño sabéis (novistis) que esta iglesia es prevalente (pollere), antecede a todas por su bienaventurada y antigua nombradía de santidad y dignidad. Sin embargo, debo daros a conocer que ahora, como consecuencia de la triste cautividad anterior, carece de todo lo necesario. Sabed que se halla en estado ruinoso por la falta de reparaciones durante el largo cautiverio y que carece de todo. No se cuenta con medios para restaurar sus destrozados muros y reponer los ornamentos. Los clérigos que día y noche se dedican allí al servicio divino no disponen de vivienda ni de medios de subsistencia. Acudimos, pues, suplicantes a vuestra benevolencia a fin de que, si corporalmente no la podéis visitar, al menos la visitéis con la generosa oblación de vuestras limosnas. (...) A los que se compadezcan de esta iglesia, privada de los recursos más necesarios y, condoliéndose de los gemidos de su pobreza, entreguen un denario, o lo que puedan, para su restauración, nosotros, confiados en la divina clemencia, en la autoridad del papa Gelasio, del arzobispo de Toledo y de todos los obispos de España, les concedemos indulgencia plenaria. Los demás conseguirán la remisión de sus pecados en conformidad a la cuantía de sus limosnas y al mérito de sus buenas obras. Aquellos que ofrezcan hospitalidad a nuestro arcediano Miorrando y acompañantes, portadores de nuestra carta, consigan de Dios la vida eterna.
 
Daniel Lasagabáster Arratíbel, Historia de la Santa Capilla de Nuestra Señora del Pilar, Zaragoza (Reyes de Aragón, 5): D. Lasagabáster, 1999.
ISBN 84-605-8648-0.
 
Tímpano de la iglesia románica.
Así, entre 1119 y 1120 el arcediano Miorrando recorrió varias diócesis de España, Italia y Francia en busca de donativos para restaurar la capilla pilarista. De acuerdo con los testimonios escritos debe haber obtenido una generosa suma que le permitió a Pedro de Librana emprender cuanto antes las tareas que había señalado.
 
Es en el siglo XII cuando el Pilar recibe numerosos obsequios que atestiguan la existencia de la tradición pilarista durante la dominación islámica.​ El más destacado es el olifante de Gastón IV de Bearn, donado por su viuda Talesa de Aragón y resguardado en el Museo del Pilar. En 1138 se fundará la primera congregación de agustinos. Seis bulas de los papas Eugenio III, Alejandro III y Celestino III otorgan importancia al Pilar de Zaragoza.​ De igual modo, el templo fue favorecido por los reyes de Aragón —tanto de la Casa de Aragón como de la Casa de Trastámara— desde Ramón Berenguer IV (NO fue rey, sino Princeps, la reina era Petronila) hasta el rey Fernando II, así como Alfonso VII de León y Sancho II de Navarra. Así, el Pilar se convierte en un prestigiado y reconocido templo de culto mariano.​
 
Ya en el siglo XIII la tradición pilarista se difunde por toda España y poco después se funda la primera cofradía. Es importante señalar que el pueblo aragonés ya conocía a la Santa Capilla como «Santa María del Pilar»,​ aunque el templo en el que se asentaba era llamado «de Santa María la Mayor». Hasta bien entrado el siglo XV se empleará el título de «Santa María la Mayor y del Pilar».
 
Para 1261 fuertes riadas dañaron severamente la estructura del templo románico de Santa María. En 1291 el recién llegado obispo Hugo de Mataplana decidió emprender la restauración de la iglesia y su conversión al estilo gótico, tan en boga durante aquellos años.​ En marzo de 1293 ordena al canónigo obrero idear una solución para mejorar el estado del templo pilarista. A este hecho se le considera el fin del templo románico y el inicio de la historia de la colegiata gótico-mudéjar.​ En 1296 Hugo de Mataplana viajó a la Santa Sede para obtener el apoyo del papa Bonifacio VIII. Aunque Mataplana falleció estando en Roma, el pontífice expidió poco después la bula Mirabilis Deus, para acicatear al pueblo a colaborar en las obras de restauración del Pilar de Zaragoza.
 
En 1318 un documento de Juan XXII menciona a Santa María la Mayor de Zaragoza como «edificada por Santiago en el año 40» y también afirma que dicho templo es el más antiguo de España. Sin embargo, incurre en un error bastante común: señalar que la colegiata fue edificada en 40 cuando su construcción data de varios siglos después. Pero este dato permite conocer que para los canónigos la Santa Capilla y el templo gótico formaban parte de un solo conjunto.
 
De acuerdo con fuentes de la época, la reina Blanca de Navarra, esposa de Juan II el Grande, experimentó una curación milagrosa atribuida a la Virgen del Pilar y en agradecimiento marchó al santuario en julio de 1434.
 
Entre 1434 y 1435 se originó en la sacristía del claustro un incendio que arrasó con varias joyas y con el retablo de alabastro del templo. Es aceptada casi unánimemente la teoría de que el camarín de la Virgen y el Santo Pilar resultaron indemnes del siniestro. No existen indicios de que el fuego haya alcanzado a la colegiata gótica.​ La imagen que hoy se venera de la Virgen del Pilar, de acuerdo con los estudios de Carmen Lacarra Ducay, fue elaborada en estilo gótico tardío por Juan de la Huerta, escultor oriundo de Daroca quien trabajó fundamentalmente en la corte borgoñona, y muy probablemente fue una donación de la reina Blanca y del arzobispo Dalmau de Mur.​ En este siglo continuaron las concesiones al Pilar, otorgadas por Juan II y su hijo Fernando II.
 
Los fieles y la nobleza de Aragón colaboraron en las obras para restaurar los daños del incendio. Las paredes fueron cubiertas con bajorrelieves que representaban la aparición de la Virgen a Santiago. También se emprendió la construcción de un nuevo retablo, «de alabastro, de los más claros y transparentes que he visto, donde hay algunas figuras de bulto muy bien labradas, puestas dentro de sus nichos y el semblaje y lo demás del retablo hecho con gran primor. Acompañan a todo esto otras molduras y figuras pequeñas de alabastro, que están en lo restante de la pared a una parte y a otra».
 
El arzobispo Alonso de Aragón, hijo de Fernando el Católico, fue el responsable de transformar la iglesia en estilo gótico y a él se debe el magnífico retablo tallado por Damián Forment (1512-1518).​ En el siglo XVI la Casa de Austria entró a gobernar en España y continuó la tradición de la dinastía aragonesa de otorgar privilegios y protecciones al santuario del Pilar. En 1530 la decisión de Clemente VII de exceder la jurisdicción episcopal del Pilar generó un conflicto interno en los arzobispados locales.​ La Seo interpuso un pleito por la catedralidad que fue resuelto hasta 1676, cuando Clemente X fusionó los cabildos de la Seo y del Pilar, con lo que dio origen al Cabildo Metropolitano de Zaragoza.
 
Ya entrado el siglo XVI la iglesia gótica experimenta su transformación al estilo mudéjar. En esta centuria ocurren hechos de trascendencia para el templo, como la construcción de una bóveda estrellada de crucería flamígera llena de florones relucientes de oro (1504-1515), a semejanza de las que adornaban el Palacio de la Aljafería.
 
Damián Forment fue contratado en 1509 para edificar un nuevo retablo de estilo gótico, cuyas obras comenzaron en 1510 al desmontarse el anterior retablo. Construida entre 1512 y 1518, este retablo se considera una de las obras más logradas de la escultura del Renacimiento en Aragón.
 
También hubo reparaciones en la Santa Capilla, donde se cambió la verja del presbiterio por el cerrajero maestro Pedro de Escalantes, que creó una verja balaustrada y estañada con apariencia de platería rematada con festones dorados. Tenía la misma altura que la nave. La verja de hierro que cerraba la entrada al camarín de la Virgen fue sustituida en 1644 por el príncipe Baltasar Carlos de Austria.
 
Esteban de Obray, Juan de Moreto y Nicolás Lobato, construyeron el coro de la iglesia entre 1542 y 1548. La sillería de tres hileras de sitiales superpuestos en forma de grada y dispuestos en planta semicircular posee trabajos taraceados con incrustaciones de boj amarillo.​ De los 138 sitiales originales solo quedan 124, pues algunos han sido reubicados en el presbiterio del altar mayor. La sillería del Pilar es mucho más grande que la de la mayoría de las catedrales de España.​ Se conserva en la actual basílica barroca, pues fue reubicada en 1716.
 
El 29 de marzo de 1640 ocurrió el suceso conocido como Milagro de Calanda, pues el cojo Miguel Pellicer afirmó que por intercesión de la Virgen del Pilar le fue restituida la pierna derecha, que había perdido en un accidente. El hecho obtuvo gran relevancia en todo el reino, y el 27 de abril de 1641 se dictaminó como milagro.​ Ya el 27 de mayo de 1642, el municipio de Zaragoza proclama patrona de la ciudad a la Virgen del Pilar.
 
La devoción a la Virgen del Pilar se había extendido por toda España, y en 1678 el virrey Pedro Antonio de Aragón llamó a Cortes en nombre del rey Carlos II, a fin de declarar a la Virgen como patrona de Aragón.
 
Varios templos barrocos se habían edificado en el siglo XVII en Zaragoza. En 1670 Juan José de Austria promovió la renovación del Pilar en estilo barroco. Felipe Sánchez obtuvo el triunfo en el concurso celebrado por el cabildo de Zaragoza para el proyecto de la nueva basílica. A la cabeza del proyecto se situó Francisco de Herrera el Mozo y la primera piedra se colocó el 25 de julio de 1681 por el arzobispo Diego de Castrillo.
 
A pesar de que la Guerra de Sucesión Española trastocó los planes del nuevo edificio, para 1716 se reubicó en su totalidad el retablo y la sillería de la colegiata mudéjar. El 11 de octubre de 1718 se inauguró el templo barroco de Nuestra Señora del Pilar.
 
En 1750, después de varios proyectos de reforma que jamás se llevaron a cabo, se acepta el plan de Ventura Rodríguez para edificar la capilla barroca del Pilar. El 6 de octubre de 1751 Rodríguez recibe el visto bueno de Fernando VI y desde el 2 de noviembre de ese año, cuando se destruyó la capilla medieval, comenzaron a ejecutarse las obras, que se prolongaron hasta el 12 de octubre de 1765. La mayor parte de la construcción fue sufragada por el obispo Francisco Ignacio de Añoa y Busto y por el pueblo zaragozano, que en ocasiones donaba su trabajo sin pago alguno.
 
Entre 1863 y 1872 el obispo Manuel García Gil promovió la culminación de la cúpula central, que se finalizó en 1869. El programa iconográfico fue renovado gracias a Bernardino Montañés y Félix Burriel, que decoraron varias cúpulas del templo. Finalmente, durante las Fiestas del Pilar de 1872, se consagró la basílica.
 
Los estragos causados por los franceses durante los Sitios de Zaragoza causaron que el pueblo incrementara notablemente su devoción hacia la Virgen, pues incluso gran cantidad de defensores de la ciudad llegaron a dormir dentro del tabernáculo de la Virgen. A pesar de que una bomba fue arrojada cerca de la capilla de San Juan no produjo daño alguno, aunque el 8 de febrero de 1809 dos bombas cayeron cerca de la cúpula de la sacristía mayor y de la capilla de Santa Ana, y en el acto pereció una cantidad indeterminada de personas alojadas en la Basílica. Dos días después una bomba de doce arrobas cayó cerca de la capilla de San Antonio, pero no llegó a explotar.
 
Para el 20 de febrero la situación se había tornado insostenible y la Junta de Defensa de la ciudad solicitó al comandante de las fuerzas galas, Jean Lannes, la rendición de Zaragoza. El francés aceptó y otorgó todos los honores a los más de ocho mil vencidos, que entregaron sus armas en el Palacio de la Aljafería al día siguiente.
 
Para salvar a la ciudad del Ebro del saqueo al que seguramente la someterían los galos, la Junta de Defensa de la ciudad propuso al Cabildo entregar al ejército vencedor doce alhajas. La más suntuosa era una que había sido regalada por Bárbara de Braganza, esposa de Fernando VI, y que tenía casi dos mil brillantes.72​ La totalidad de las joyas tomadas por Lannes ascendían a más de 130.000 pesos fuertes.
 
1904 fue el año declarado por Pío X como «jubilar mariano». Durante este período varias damas de España comenzaron a invitar al pueblo a recaudar fondos para coronar solemnemente a la Virgen. El 28 de septiembre, gracias a la intervención de la condesa de Guiomar, Pío X otorgó su apoyo a la causa.​
 
La corona fue construida en los talleres Ansorena de Madrid gracias al patrocinio de un grupo encabezado por la reina María Cristina de Habsburgo-Lorena. El 28 de abril de 1905 el cardenal zaragozano Juan Soldevila llevó las coronas a Roma para ser bendecidas por el Papa.
 
El 20 de mayo fue el día en que se coronó a la Virgen del Pilar. Prelados de toda España y representantes diplomáticos acudieron a la ceremonia, donde también estuvo presente un número hasta entonces inusitado de peregrinos. A las doce en punto del día el obispo coronó al Niño y después a la figura de la Virgen, en medio de una atmósfera de emoción generalizada. Días después comenzaron las peregrinaciones, realizadas por grupos, ya que no era posible obtener alojamiento en la ciudad para todos los peregrinos. En memoria de la coronación canónica, cada día 20 del mes la Virgen no lleva manto.
 
Por Real Orden del 8 de octubre de 1908, le fue concedido el título de Capitán General, corroborado con la solemne imposición de manto y fajín, el 9 de mayo de 1909.
 
La madrugada del 3 de agosto de 1936, durante la Guerra Civil Española, el trimotor republicano Fokker lanzó tres bombas, de 50 kilogramos cada una, sobre las torres de la Basílica del Pilar. Una de ellas quedó clavada en la Basílica del Pilar, otra atravesó el techo y la última llegó a penetrar la bóveda del coreto de la Virgen y causar serios daños en el marco dorado de La adoración del nombre de Dios, de Goya. Ninguna de ellas llegó a estallar ni causar daños de consideración, hecho que fue atribuido a un milagro de la Virgen. Las bombas fueron desactivadas y hoy en día se exhiben en pilastras cercanas a la Santa Capilla.
 
El 24 de junio de 1948, el papa Pío XII concedió a la catedral de Nuestra Señora del Pilar el título de basílica menor, mediante el breve Decus ornarnentumque.​ Más de cuatro décadas atrás, el 22 de junio de 1904 el gobierno del rey Alfonso XIII había declarado El Pilar Monumento Histórico-Artístico Nacional.
 
El Congreso Mariológico y Mariano Internacional se llevó a cabo en la Basílica en octubre de 1979. A pesar de que el papa Juan Pablo II no asistió, para dicha celebración se mandó remodelar las cúpulas y los tejados del templo.
 
El 2 de enero se conmemora la fiesta de la Venida de la Virgen, el 12 de octubre es la fiesta del Pilar y el 20 de mayo es la fiesta de la coronación canónica. Por eso, los días 2, 12 y 20 de cada mes la imagen aparece sin manto, dejando ver la guarnición semicilíndrica de plata labrada de la columna.
 
Es tradicional en Aragón, y también en algunas regiones vecinas, el que los niños sean presentados una vez en su vida a la Virgen del Pilar, lo que se conoce como «pasar por el manto de la Virgen». Debe de hacerse antes de hacer la Primera Comunión, en esa etapa de la vida en que se considera al niño «inocente», es decir, que no ha alcanzado el «uso de razón». Existen tradiciones similares con otras vírgenes en varias partes de España.
 
El 10 de octubre de 1613, el Concejo de Zaragoza acordó guardar anualmente el día 12 de aquel mes, con lo que la fiesta religiosa del 12 de octubre pasó a ser también festividad civil. Finalmente, el papa Clemente XII aceptó en el siglo XVIII el 12 de octubre como fecha para la celebración de la «festividad de la Virgen María Aparecida en Carne Mortal».
 
En lo que respecta a los actos rituales (ofrenda de flores, de frutos, etc.), sus orígenes se encuentran en los inicios del siglo XIX, siendo resultado de la evolución de diversas ceremonias religiosas. Se supone fruto del fervor popular y de la iniciativa de las familias más acomodadas de la ciudad.
 
Son las fiestas patronales de Zaragoza que se celebran en honor de la Virgen, patrona de la ciudad. Tienen lugar la semana del 12 de octubre en que se celebra la fiesta patronal. Por lo general, las fiestas comienzan el fin de semana anterior al día 12 y se prolongan hasta el domingo posterior por lo que duran unos diez días.
 
En las fiestas del Pilar tienen lugar un buen número de eventos festivos organizados por el Ayuntamiento de la ciudad a los que se unen no pocas iniciativas privadas de organizaciones o colectivos privados que aprovechan la semana para organizar muestras, concursos y otras actividades de interés popular. Las más destacadas celebraciones pilaristas son:
 
Solemne misa de Infantes
Se celebra en el altar mayor de la basílica del Pilar el día 12 de madrugada.
Ofrenda de flores.
Representa el punto culminante de las celebraciones y la mayor manifestación de la devoción popular hacia la Virgen. El día 12 por la mañana, se lleva a cabo una ofrenda en la que miles de personas ataviadas con el traje regional aragonés o de otros lugares del mundo llevan ramos o centros de flores hasta la plaza del Pilar. Allí se teje un enorme manto a una virgen situada sobre una estructura metálica. La gran aceptación popular la atestiguan los centenares de grupos inscritos para la edición de 2016 y las más de doce horas que dura el desfile. La tradición de la ofrenda data del año 1958, por iniciativa del concejal Manuel Rodeles, tras haber observado la ofrenda que celebraban a la Virgen de los Desamparados en las fiestas de Valencia.
Misa Pontifical.
Tras la ofrenda a la Virgen, el día 12 se celebra una misa pontifical en la basílica del Pilar a partir de las 12.00, tras la que se desarrolla una procesión.
Ofrenda de frutos.
Se lleva a cabo el día 13 por la mañana y tiene un recorrido similar al de la ofrenda de flores. En esta procesión se presentan a la Virgen los más variados frutos de la tierra aragonesa. Su primera edición es anterior a la ofrenda floral pues tuvo lugar en 1949.
Rosario de cristal.
Un espectáculo sin parangón en el mundo, el desfile del rosario de cristal aúna religiosidad y arte. La procesión consiste en un conjunto de 29 carrozas de cristal iluminadas interiormente de las que, al menos, quince representan los misterios del rosario. A ellas, se aúnan un buen número de farolas y estandartes. Los pasos fueron portados a hombros hasta 1926 y no se alumbraron con luz eléctrica hasta el año 1940. El rosario parte de la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús en donde tiene su sede, el día 13 al anochecer recorriendo las principales arterias de la ciudad. Su origen data de 1889.
 
Himno:
 
Virgen santa, Madre mía,
luz hermosa, claro día,
que la tierra aragonesa
te dignaste visitar(bis)
 
Este pueblo que te adora
de tu amor favor implora
y te aclama y te bendice
abrazado a tu Pilar.
 
Pilar sagrado, faro esplendente,
rico presente de caridad.
Pilar bendito, trono de gloria,
tú a la victoria nos llevarás.
 
Cantad, cantad
himnos de honor y de alabanza.
Cantad, cantad
a la Virgen del Pilar.
 
Se atribuyen a la intercesión de la Virgen del Pilar diversos milagros, entre los que destacan la asombrosa curación de doña Blanca de Navarra, a la que se creía muerta, y las de invidentes como el niño Manuel Tomás Serrano y el organista Domingo de Saludes o el llamado «Milagro de Calanda», por el que al mendigo Miguel Pellicer, nacido en Calanda, se le restituyó la pierna que le fue amputada en octubre de 1637. Este suceso extraordinario ocurrió el 29 de marzo de 1640 y fue proclamado como milagro el 27 de abril de 1641 por el arzobispo Pedro Apaolaza Ramírez, tras un proceso en el que intervinieron tres jueces civiles y fueron interrogados veinticinco testigos. Ese mismo año, el rey Felipe IV mandó ir a palacio a Miguel Pellicer y arrodillándose ante él le besó la pierna. Este hecho prodigioso determinó que en 1642 la Virgen del Pilar se convirtiera en co-patrona de Zaragoza junto a San Valero. Más mundanos resultan otros hechos que se le atribuyen, como liberaciones de presos, superación de pruebas o éxitos económicos y deportivos.
 
Entre las campañas militares que los católicos consideran obra de su intercesión se cuenta la toma de Zaragoza de manos musulmanas en 1118, la resistencia ante el ejército francés durante la Guerra de Independencia Española y la protección del templo en la Guerra Civil Española. De esta última se narra el bombardeo sufrido por el templo el 3 de agosto de 1936, cuando fueron arrojadas sobre la Basílica de El Pilar tres bombas que no estallaron. Las cargas que cayeron en el templo se exponen a los lados del Camarín de la Virgen e integran la larga lista de hechos milagrosos atribuidos a la Virgen.
 
En la Iglesia de Los Robles, (Antiguamente el Pilar), Municipio Maneiro, Margarita, Estado Nueva Esparta, Venezuela, se venera a la Virgen del Pilar como Patrona del Pueblo junto al co-patrono San Judas Tadeo, y se conservan una campana de plata dorada en la que se talló la imagen de la virgen y una pequeña imagen tallada en oro macizo de la Virgen del Pilar, cuya introducción se debe a la Reina "Juana La Loca", hija de la Reina "Isabel la Católica" de España, en pago por la salud devuelta a su marido el Rey Fernando de Aragón, quien había estado muy enfermo; dicha introducción data desde la época de la Colonia aproximadamente desde el año de 1504 y es desde esa fecha cuando en la comunidad de Los Robles o El Pilar se venera a "La Pilarica" y cada año los fieles a la virgen y a la iglesia católica celebran con gran fervor las fiestas de la Virgen del Pilar todos los 12 de octubre de cada año.
En la Catedral de San Cristóbal de La Laguna (Tenerife, Canarias, España) se conserva una pequeña talla de alabastro llamada "Virgen de Trapani" pero que algunos investigadores sugieren que es en realidad una talla de la Virgen del Pilar. De ser cierto sería la representación de "La Pilarica" más antigua del Archipiélago Canario.​ En la ciudad de Santa Cruz de Tenerife, en la misma isla, se encuentra la Parroquia de la Virgen del Pilar, una de las más importantes de la ciudad, la cual está presidida por una pequeña réplica de la Virgen del Pilar procedente de Zaragoza.
En Huelva (ciudad del descubrimiento) cada 12 de octubre se celebra como en el resto de España la fiesta de la Hispanidad, teniendo Huelva un barrio con ese nombre y donde cada año sale una representación de la Virgen del Pilar por las calles de este.
Aparte, la patrona del barrio de Guanarteme (Las Palmas de Gran Canaria, Canarias, España) también es la Virgen del Pilar, dando nombre así a la Plaza del Pilar y al Instituto de Educación Secundaria y Bachillerato Nuestra Señora del Pilar.
En Valladolid, en el barrio del Pilar, existe una iglesia neogótica con esta advocación.
En Benejúzar, Alicante, en el monte de dicho pueblo, hay un Santuario dedicado a esta advocación, celebrándose fiestas y romería del 8 al 12 de octubre.
En Cartagena, se encuentra una talla de la Virgen del Pilar en la Base de Submarinos de la Armada Española, ya que esta advocación es la Patrona de los submarinistas. En la primera inmersión del Submarino torpedero de Isaac Peral, este llevó consigo una Virgen del Pilar, estando reconocida como Patrona de este Cuerpo desde 1946. La talla que se encuentra en la base luce un manto con el emblema de los submarinistas, que estos llevan cada año en el mes de febrero a la ciudad de Zaragoza para conmemorar el aniversario del Arma Submarina.
En Pilar, provincia de Córdoba, Argentina: Capilla de Nuestra Señora del Pilar, erigida entre 1698 y 1711. Es Monumento Histórico Nacional. Allí, el 10 de septiembre de 1819, el General Manuel Belgrano, ya muy enfermo, hace entrega del mando del Ejército del Norte al Cnel. Mayor Francisco Fernández de la Cruz. También transitaron el lugar hombres como el General José de San Martín, el Brigadier General Juan Bautista Bustos, Santiago de Liniers, el Marqués de Sobre Monte, José María Paz y Juan Facundo Quiroga. La capilla dio el nombre a la localidad.
En La Jagua del Pilar, Colombia: iglesia de nuestra Señora del Pilar. La fiesta de la Virgen del Pilar se celebra el 12 de octubre.
En Montequinto, un barrio de Dos Hermanas (Sevilla) se encuentra una talla de la virgen con la advocación Nuestra Señora del Pilar en su Mayor Dolor. Se trata de una imagen de la virgen dolorosa de 1.62 de altura. Pertenece a la agrupación parroquial de HUMILDAD Y PILAR. Realizan estación de fe cada sábado de pasión y celebran sus cultos cada mes de octubre.
 
el 10-XII-1118, el Papa Gelasio II dirige la bula Litteras devotionis al ejército cristiano que sitiaba la ciudad, comunicándole la aceptación y consagración del obispo por ellos propuesto, Pedro de Librana, de origen francés, y concediendo indulgencias a los que murieren en el asedio, a los que en él combatiesen y a aquellos «qui praefatae urbis ecclesiae, a saracenis et moabitis dirutae, unde reficiatur, et clericis inde famulantibus, unde pascantur, aliquid donent vel donaverint». Que esta «ecclesia», por cuya restauración ofrece indulgencias el Pontífice, se refiere a la de Santa María aparece por la carta circular, con que el nuevo obispo, Pedro, una vez conquistada la ciudad, remite la bula papal, por medio del arcediano Miorrando «universis Ecclesiae fidelibus, archiepiscopis, episcopis, abbatibus, presbyteris, omnibus catholicae fidei cultoribus». Para su restauración y para alimento de sus clérigos pide el obispo limosna generosa. El contenido de esta carta manifiesta la fama general de que gozaba ya entonces la iglesia de Santa María y la conciencia de su antigüedad. En la circular se añadían a las indulgencias del Papa, las del propio obispo Pedro, las del arzobispo de Toledo, Bernardo; obispo de Huesca, Esteban; obispo de Calahorra, Sancho, y el cardenal Bosón, legado pontificio y las «omnium episcoporum Hispaniae». Una prueba bien clara de que la fama del templo de Santa María trasciende ya los límites ciudadanos y aun diocesanos.
 
AMADA, José Félix de, Compendio de los milagros de Nuestra Señora del Pilar, Zaragoza, 1680.
ANSÓN NAVARRO, Arturo y Belén Boloqui Larraya, «Zaragoza Barroca», en Guillermo Fatás Cabeza, (coord.) Guía histórico-artística de Zaragoza, Zaragoza, Ayuntamiento (Servicio de acción cultural), 1991, págs. 249-327. Cfr. especialmente la sección «Basílica de Nuestra Señora del Pilar», págs. 287-322. ISBN 84-86807-76-X.
ARAMBURU, Manuel Vicente, Historia cronológica de la S.A y A. Capilla de Nuestra Señora del Pilar, Zaragoza, 1766.
ARBIOL, Antonio, España feliz por la milagrosa venida de la Reina de los Ángeles, Zaragoza, 1718.
«El Pilar», Gran Enciclopedia Aragonesa (en línea).
GRACIA GIMENO, Juan Antonio, y Eduardo Torra de Arana, El Pilar de Zaragoza, Escudo de Oro, Barcelona, 2002, pág. 9. ISBN 84-378-1288-5.
LASAGABÁSTER ARRATÍBEL, Daniel, Historia de la Santa Capilla de Nuestra Señora del Pilar, Zaragoza (Reyes de Aragón, 5): D. Lasagabáster, 1999. ISBN 84-605-8648-0.
LASIERRA GÓMEZ, Carlos. "La Virgen del Pilar en sus estampas" Bubok, 2009.
NOUGUÉS SECALL, Mariano, Historia crítica y apologética de la Virgen nuestra señora del Pilar de Zaragoza y de su templo y tabernáculo desde el siglo I hasta nuestros días, Madrid, Alejandro Gómez Fuentenebro, 1862.
RINCÓN GARCÍA, Wifredo, El Pilar de Zaragoza, Zaragoza, Everest, 2000. ISBN 84-241-0044-1.
RISCO, Manuel, España Sagrada, t. XXX. Contiene el estado antiguo de la Santa Iglesia de Zaragoza [...] y una colección de las epístolas de San Braulio [...], Madrid, Antonio de Sancha, 1775.