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jueves, 14 de noviembre de 2019

LOS AFECTOS CASTELLANOS DE LA REINA SANCHA


155. LOS AFECTOS CASTELLANOS DE LA REINA SANCHA
(SIGLO XII)

LOS AFECTOS CASTELLANOS DE LA REINA SANCHA  (SIGLO XII)


Doña Sancha de Castilla, esposa del rey de Aragón Alfonso II el Casto, fue fundadora del real monasterio de Sigena para acoger a las damas de la nobleza aragonesa, importante cenobio que encomendó a la orden religioso-militar de San Juan de Jerusalén y que repobló y puso en explotación una buena parte de los poco poblados Monegros.

La reina —la santa reina doña Sancha era llamada en ocasiones por los suyos— gozó en vida de excelente fama entre sus súbditos aragoneses, así como de su estima, aunque también concitó, como es lógico, algún rechazo. A la muerte del rey aragonés, su marido, acaecida no mucho antes de la batalla de Alarcos, la reina doña Sancha tuteló con prudencia a su hijo Pedro, entonces todavía adolescente, e influyó de una manera decisiva en los asuntos políticos e institucionales del reino aragonés, pasando a las páginas de la historia como una de sus mejores reinas.

El rey Alfonso II de Aragón —a pesar de la gran influencia ejercida por su mujer, de origen castellano— había maquinado cuanto le fue posible en perjuicio del rey de Castilla, Alfonso VIII, con el que, no obstante, concertó el tratado de Cazorla, en virtud del cual aragoneses y castellanos fijaban las tierras a reconquistar en el futuro frente a los enemigos comunes, los musulmanes.

Dicen las crónicas castellanas que la reina doña Sancha amaba apasionadamente —en silencio y sin confesión explícita de sus sentimientos— al rey Alfonso VIII sobre todos los demás hombres (incluso en vida de su esposo), de modo que no dudó en ayudarle una vez muerto el rey, su marido, aunque siguió manteniendo en secreto el amor que le profesaba.

Así parece o quiere explicarse cómo Pedro II de Aragón —movido por el consejo de su prudente madre y acompañado de sus nobles vasallos— se unió inseparablemente a Alfonso VIII de Castilla, participando ambos, entre otras muchas lides, junto con Sancho VII de Navarra, en la victoriosa batalla de las Navas de Tolosa contra los almohades, la penúltima gran gesta militar de la Reconquista.

[Charlo Brea, Luis, Crónica latina delos Reyes de Castilla, pág. 16.]


Sancha de Castilla (Toledo, 21 de septiembre de 1154 o 1155-Villanueva de Sigena (Huesca), 9 de noviembre de 1208), hija de Alfonso VII de León y de su segunda esposa, Riquilda de Polonia, fue infanta de Castilla y reina consorte de Aragón (1174–1206).

Fue la primera reina de Aragón en utilizar un sello regio. Sus características son similares a las de los sellos que usó Alfonso II de Aragón, su marido, y muestra en sendas caras una imagen de la reina entronizada con una flor de lis en una mano en el anverso, y en el reverso otra ecuestre montando a la amazona con vestiduras femeninas. Esta iconografía muestra la relación de la reina con la autoridad real de su esposo.


Destacó su labor como mecenas de las artes, que se evidencia no solo en la originalidad del sello que ostentó, sino en la fundación del monasterio de Sigena, que tuvo la función de panteón de los reyes aragoneses. Participó activamente en la administración de monasterio, donde probablemente se retiró al enviudar, al cual hizo muchas donaciones.

Testó en 1208 ordenando su enterramiento en la capilla de San Pedro en el monasterio, donándole sus joyas, una tela de seda, la reliquia del dedo del Señor, judíos de Huesca, Zaragoza, Calatayud y Alagón, además de bienes en Calamocha y en Cambor de Pina.​ Debió fallecer poco después del 6 de noviembre de 1208 fecha en la cual aparece por última vez, figurando a partir de esa fecha la priora del monasterio así como su hijo el rey Pedro haciendo varias donaciones y confirmando las que había hecho su madre.

Matrimonio y descendencia:

El 18 de enero de 1174 se casó en la catedral de Zaragoza con el rey Alfonso II de Aragón, roborando diplomas a partir de entonces como regina Aragonie, comitissa Barcinone et marchissa Provincie
De este matrimonio nacieron:

Pedro II de Aragón (1178–1213), rey de Aragón y conde de Barcelona;
Constanza (1179–1222), casada en 1198 con Emerico I de Hungría y en 1210 con Federico II Hohenstaufen, Sacro Emperador Romano Germánico, rey de Sicilia y de Jerusalén;
Alfonso (1180–1209), conde de Provenza, con el nombre de Alfonso II;
Leonor (1182–1226), casada en 1202 con Ramón VI de Tolosa:
Sancha (1186–1241), casada en 1211 con Ramón VII de Tolosa;
Sancho, muerto joven.
Ramón Berenguer, muerto joven.
Fernando (1190–1249), sacerdote y abad en el monasterio de Montearagón.
Dulce (1192–¿?), monja en el monasterio de Sigena.

LA CONDESA TRAIDORA, CASTILLA


3.3. LA VIDA CORTESANA

154. LA CONDESA TRAIDORA (SIGLO X. CASTILLA)

El de las manos blancas


El conde castellano Garcí Fernández, hijo de Fernán González, era un joven apuesto del que se dice que enamoraba a las damas por la belleza de sus manos, que debía ocultar con guantes. Tal es así que enamoró a Argentina, una princesa francesa que pasaba por Castilla hacia Santiago, con la que se casó. No obstante, las continuas ausencias del conde enfriaron el amor, y Argentina acabó regresando a Francia tras un conde francés peregrino, abandonando al castellano. Decidió Garcí Fernández vengarse y, disfrazado de mendigo, marchó a Francia. Merodeando por el palacio donde vivía Argentina, supo de la existencia de Sancha (en la realidad era la condesa ribagorzana Ava, hija de los condes Ramón II y Garsenda), hija del conde con el que aquélla había huido, y decidió enamorarla valiéndose de sus manos. No sólo logró tal propósito, sino que, deslizándose furtivamente hasta el lecho de los adúlteros, les dio muerte, huyendo a Castilla con Sancha, a quien su padre el conde y Argentina tenían encerrada.

Una vez en Castilla, Garcí Fernández y Sancha se casaron naciendo de ambos un niño llamado Sancho. Pero la infidelidad surgió de nuevo y Sancha, siguiendo el ejemplo que le diera su padre, el conde francés, se entregó a Almanzor, que le prometió en secreto hacerla reina si le ayudaba a vencer a las tropas castellanas, con las que mantenía un constante duelo.

La traidora Sancha preparó una estratagema diabólica: estando al cuidado de los establos condales, hizo alimentar con salvado en lugar de cebada al caballo de García Fernández, debilitando así sus fuerzas. Y consiguió, asimismo, que el conde diera permiso a la mayor parte de sus guerreros con motivo de la Navidad. Advirtió inmediatamente a Almanzor quien, reclutando una nutrida hueste, entró en tierras de Castilla, sorprendiendo al conde castellano, que, dada la debilidad de su montura, fue hecho prisionero y llevado a Córdoba donde murió.

Sancha tramó también la muerte de su propio hijo Sancho, preparándole una pócima mortal, aunque una sirvienta fiel avisó al joven conde de ello. Cuando su madre trató de hacerle beber el mortal brebaje, éste le obligó a que bebiera ella primero lo que significó su muerte. Almanzor, que de nuevo iba a tomar por sorpresa a los castellanos, se vio descubierto, sufriendo una tremenda derrota que acabó con su vida. El conde Sancho había salvado a Castilla y al mundo cristiano hispano.

[Iglesias Manuel, Roda de Isábena, pág. 41; — «Leyendas y tradiciones ribagorzanas. La condesa traidora», en Cuadernos Altoaragoneses, 66 (1988), pág. VI.]


García Fernández el de las Manos Blancas (Burgos, c. 938a​-Medinaceli, 995) fue conde de Castilla de 970 a 995.


Hijo de Fernán González y Sancha Sánchez, seguía reconociendo la superioridad jurídica de los monarcas leoneses, aunque tuvo plena autonomía administrativa en su territorio. Para hacer frente al peligro musulmán que se cernía sobre sus fronteras, amplió la base social del condado promulgando las ordenanzas sobre los caballeros villanos de Castrojeriz, equiparando a los caballeros villanos con los infanzones: aquellos campesinos que dispusieran de un caballo para la guerra serían equiparados automáticamente con los nobles de segunda clase.