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domingo, 12 de julio de 2020

CAPÍTULO XXXV.


CAPÍTULO XXXV.

Del rey godo Teudio, y del concilio que se celebró en su tiempo en la ciudad
de Lérida, de los pueblos ilergetes.

Por muerte de Amalarico, tomaron por rey los godos a Teudio, que había sido curador de aquel rey, y estando ausente Teodorico, él cuidaba del gobierno de estos reinos.
Murió este rey el año de 547 o 548, en que le mató uno que se fingió loco, después de haber reinado diez y siete años.
Por este tiempo, siendo metropolitano de Tarragona Sergio, y porque la necesidad de reformación de abusos introducidos le debió obligar a ello, en la era de 584, que fue el año de 546 del nacimiento del Señor, y en el séptimo año del pontificado del papa Virgilio y décimo quinto del reinado de Teudio, congregó en la ciudad de Lérida, de su provincia, concilio provincial de nueve obispos, cuyos nombres se pondrán después del modo que ellos los pusieron en sus firmas. Hiciéronse diez y seis decretos; y por el tenor de ellos se entienden los abusos que el concilio quería reformar con ellos.
El sumario de ellos es este:
1. Que los clérigos no cometan homicidios, aunque sean de sus enemigos, y pone penas a los homicidas.
2. Pone penas contra los que hicieren abortar o causaren aborto.
3. Que los monjes guarden lo establecido en los concilios Agatense y Aurelianense, y que sus Iglesias estén sujetas al obispo.
4. Que los incestuosos no sean admitidos a la comunión de las fieles, y que no comuniquen con ellos.
5. Si los que sirvieren al altar cayeren en fragilidad de carne, con larga penitencia sean admitidos a la comunión de los fieles; y si reincidieren, sean privados de sus oficios y de la comunión, si no fuere en el artículo de la muerte.
6. El que hiciere violencia a viuda, virgen o religiosa, sea privado de la comunión y compañía de los fieles.
7. Que el que jurare no hacer paces con el que trae pleito, sea privado de la comunión de los fieles.
8. Que el clérigo que sacare de la iglesia a su esclavo, haga penitencia.
9. Que los que fueren rebautizados hagan penitencia.
10. Que los que no salieren de la iglesia, mandándolo el obispo, se les niegue la entrada por su contumacia.
11 . Que los clérigos que se hirieren unos a otros sean castigados por el prelado.
12. Que los que dan órdenes y los reciben contra los sagrados cánones, sean depuestos.
13. Que no se reciba ofrenda en la iglesia, de aquellos que dieren a sus hijos para que los bautizen los herejes.
14. Que los fieles no comuniquen ni participen con los rebautizados.
15. Que los clérigos no cohabiten con mujeres extrañas.
16. Que ninguno oculte los bienes del obispo difunto.

Firmáronse en este concilio los obispos que se hallaron en él, y por ser notable el modo de firmar, los pongo aquí.
Sergio, en nombre de Cristo, obispo, estas constituciones (que inspirándonos Dios ordenamos con nuestros hermanos) las releí y suscribí.
Este Sergio era obispo de Tarragona.
Justo, en nombre de Cristo, obispo, me hallé a ordenar estas constituciones, y las suscribí.
Este era san Justo, obispo de Urgel.
Casonio, en nombre de Cristo, obispo, me hallé a ordenar estas constituciones, y las suscribí.
Este era obispo de Empurias.
Juan, en nombre de Cristo, obispo, me hallé a ordenar estas constituciones, y las suscribí.
Este era obispo de Zaragoza.
Paterno, en nombre de Cristo, obispo de la Iglesia católica de Barcelona, consentí y suscribí.
Maurelio, en nombre de Cristo, obispo de Tortosa, me hallé a ordenar estas constituciones, y las suscribí.
Tauro, en nombre de Cristo, obispo de la Iglesia agatense, me hallé a ordenar estas constituciones, y las suscribí.
Februario, en nombre de Cristo, obispo de la iglesia de Lérida, me hallé a ordenar estas constituciones, y las suscribí.
Grato, en nombre de Cristo, enviado por mi señor Estafilio, obispo, me hallé a ordenar estas constituciones, y las suscribí.

jueves, 2 de julio de 2020

CAPÍTULO XXVII.


CAPÍTULO XXVII.

Nace Cristo señor nuestro. Heródes es desterrado a Lérida. Muere Herodías en Segre, y cuantos Herodes ha habido.

Fue el imperio de Octavio César dichoso, feliz y afortunado: gozó el mundo de paz universal; cerráronse en Roma las puertas del templo de Jano, cosa rara y singular, porque no solía cerrarse sino en tiempo de paz universal, y solo le hallamos haberse cerrado cinco veces: la primera al tiempo de Numa Pompilio, la segunda después de la primera guerra púnica y las tres en el imperio de Octavio. Pero ¡qué mucho que en estos tiempos se cerrase, pues sucedió en ellos la cosa más alta y de mayor maravilla y espanto que en el mundo, después que fue criado, ha sucedido y pudo suceder, y puso no solo admiración en la tierra, mas aún los ángeles en el cielo también se espantaron con tan soberana maravilla, como es el hacerse Dios hombre y nacer como tal ! Por lo que, y con mucha razón, fue este siglo el más dorado y dichoso que jamás haya sido ni puede ser, por haber la bondad inmensa del eterno Dios enviado al mundo a su unigénito Hijo, rey pacífico, príncipe de paz y Dios de toda consolación; y en cumplimiento de lo que habían profetizado los santos profetas, se mostró a los hombres en carne humana, hecho hombre y nacido de una virgen santísima, y con una nueva luz que trajo a la tierra, enseñó al género humano descarriado y perdido, y le allanó el camino de la salud, restituyendo la justicia que andaba desterrada del mundo, y alcanzando, con su muerte, perdón de los pecados, fundando la Iglesia santa, cuyos ciudadanos y parte somos todos aquellos que, por beneficio del mismo Dios, hemos recibido por todo el mundo la religión cristiana, y con la fé pura y firme la conservamos.
Con este tan divino principio proseguiré nuestra historia, contando los señores que tuvieron los pueblos ilergetes y las cosas más notables que acontecieron en ellos, y del modo que comenzaron a tener conocimiento de Cristo señor nuestro, y cómo, por su misericordia y gran merced, se fue en gran manera acrecentando en ellos la fé y religión cristiana, produciendo muchos santos y personas ilustres en virtud y piedad que fueron el ornamento y decoro de esta tierra. No contaré cosas universales, que son propias de historia general, contentándome con referir cosas particulares y propias de mi instituto, salvo cuando, para inteligencia de esto, será necesario echar mano de lo general y común, guardando siempre el orden y sucesión de los emperadores romanos y reyes godos, y de los demás que señorearon estos pueblos.
Corría cuando nació Cristo señor nuestro el año 42 del imperio de Octavio, según el Martirologio romano, y gozábale este emperador con la mayor paz y sosiego que jamás otro rey ni señor hubiese gozado de sus señoríos: vivió hasta el año 16 de Cristo señor nuestro, y murió después de haber imperado cincuenta y cuatro años (1).

(1) La mayor parte de los cronologistas indican otras fechas; y de todos modos debe haber equivocación en las que señala Monfar, porque, según los datos que él mismo sienta, corresponderían a Augusto cincuenta y ocho, y no cincuenta y cuatro, años de imperio.

Sucedióle Tiberio, su hijo adoptivo, en cuyo tiempo, en el año 18 de su imperio, murió Cristo señor nuestro clavado en una cruz, para salvar a los pecadores, y abrir las puertas del cielo que el pecado del primer hombre había cerrado. Fue su muerte santísima a los 25 de abril, y a los treinta y tres años y tres meses de su edad.
En este tiempo pone Flavio, caballero español, natural de Barcelona, que fue prefecto pretorio de Oriente y gobernador de la ciudad de Toledo, hijo de san Pacian, obispo de Barcelona, el destierro de Herodes y muerte de la bailadora Herodías; y porque su fin de estos aconteció, según dice el autor de aquel libro, en la ciudad de Lérida y río Segre, y a los que no lo saben es fácil la equivocación en los muchos Herodes que ha habido, y de quienes cada día oímos hablar en los oficios divinos y en los púlpitos, para inteligencia de lo que pasó en Lérida, referiré los que ha habido de este nombre y lo que hicieron, con la mayor brevedad posible.
El más anciano se llamó Herodes Ascalonita el Magno, y era idumeo, y su padre se llamó Antipater (anti+pater en latín: anti padre), y por esto algunos le llaman Herodes Antipater, y el senado romano le hizo rey de Judea (rex iudeorum, como en el INRI); y este fue el que habló con los magos, cuando iban en busca de Cristo señor nuestro, y mató (a) los inocentes, con pensamiento de hallar entre ellos a Cristo; y fue esto con tantas veras, que mató entre los demás un hijo suyo, y obligó a Augusto César a decir, que en casa de Herodes mejor era ser puerco que hijo, pues por no comerle, por serle prohibido por su ley, no le mataría. Este mandó reedificar desde los cimientos el templo de Jerusalén y reinó treinta y siete años.
Tuvo muchos hijos e hijas, y dejada la mayor parte de ellos, se hará mención de los que habla la Sagrada Escritura. Estos fueron Herodes Archelao, que le sucedió en el reino y reinó nueve años, y por algunas causas el emperador le quitó el reino y envió a Judea gobernadores, con título de procuradores: estos fueron, uno después de otro, Lucio Coponio, Marco Ambinio, Anio Rufo, Marco Valerio Graco, y Poncio Pilatos, que fue el peor de todos los hombres, y el que dio sentencia de muerte contra el Redentor de la vida y Salvador del mundo.
Otro hijo de Herodes Ascalonita se llamó Aristobolo, y a este su padre le mandó matar por algunas sospechas que tenía de él; dejó un hijo que llamaron Herodes Agripa, por diferenciarle de otro Herodes hijo suyo, que llamaron el Prisco o Mayor.
Otro hijo de Herodes Ascalonita fue Herodes Tetrarca, que llamaron Antipas a quien el emperador, quedando con el reino que había sido de su padre y hermano, le dio el título de Tetrarca, que era señorío o gobierno de una, dos o más ciudades, o de una provincia o parte de ella, con el mismo poder o jurisdicción que si fuera rey, salvo que no se intitulaba ni nombraba rey. a este Herodes Tetrarca llama la Sagrada Escritura rey, por ser hijo de rey y haber heredado parte del reino de su padre y hermano. Este fue el que tomó por fuerza a Herodías, mujer de otro hermano suyo, llamado Filipo, que era también hijo de Herodes Ascalonita, y vivía amancebado pública y escandalosamente con ella; y por habérselo reprendido el gran Bautista una y muchas veces, le mandó cortar la cabeza por dar gusto a la impía Herodías, su manceba, que, no contenta con haber cometido tan gran sacrilegio, siendo llevada la sagrada cabeza en un plato a la mesa donde comían, con un alfiler de su tocado le traspasó aquella divina lengua, en venganza de lo que había hablado contra sus pecados y escandalosa vida. Este Herodes fue ante quien, estando en Jerusalén, mandó Pilatos llevar a Cristo nuestro señor; y porque no le quiso responder, ni hacer alguna de las maravillas que él curiosamente le pedía, le menospreció y mandó vestir de una vestidura blanca, y tratándole de loco, le envió a Pilatos; y por estas y por otras maldades, después de haber gobernado su tetrarquía veinte y cuatro años, como dice el Sensovino, fue desterrado a Francia con las dos Herodías, la manceba y la bailadora hija de esta, y de aquí vinieron a Lérida, donde desdichadamente murieron, como diré después. Otro hijo del Ascalonita fue Filipo, y casó con Herodías, y de ella tuvo una hija que unos llaman Herodías y otros Salomé: el nombre primero es más cierto, si ya no fuese que los tuviese todos dos; y esta fue la bailadora a quien, en paga del baile, le prometió Herodes la mitad del reino, y ella, persuadida de la madre, pidió la cabeza del Bautista que valía más que todos los reinos del mundo; y esta Herodías, mujer de Filipo y madre de la bailarina, tomó por fuerza Herodes Tetrarca y la tuvo consigo, siendo vivo su hermano.
Otro Herodes hubo, a quien llamaron Agripa; y este fue nieto del Ascalonita que mató a los inocentes, e hijo de Aristobolo. Este fue el que para dar gusto a los pérfidos judíos mató al apóstol Santiago el Mayor, y mandó prender al apóstol san Pedro, para hacer lo mismo de él, si el ángel del Señor no le sacara de la cárcel, dejando burlados a los judíos que aguardaban su muerte. Murió este Herodes, según cuenta san Lucas en los Actos de los Apóstoles, en ocasión que celebraba ciertas fiestas en honra del emperador Claudio, y estando sentado en un suntuoso trono, haciendo cierto razonamiento al pueblo, cubierto con una vestidura tejida de plata, muy lustrosa, en que el sol hacía reflejos, y por adularle, el pueblo aclamó ser su voz no de hombre, sino de Dios, de lo que quedó el miserable tan ufano y ensoberbecido, que se desvaneció teniéndose por Dios, como decía el pueblo. El ángel del Señor le hirió con mortal enfermedad; y roído de gusanos y atormentado de insoportables hedores que salían de su cuerpo, dentro de breves días murió, llegando el justo y merecido pago de su soberbia y desconocimiento, experimentando ser no Dios, sino miserable y vil criatura.
Hijo de este fue otro Herodes, llamado Agripa junior, por diferenciarse del padre; y en tiempo de este los emperadores Tito y Vespasiano destruyeron la ciudad santa de Jerusalén, en castigo de la muerte que dieron al Salvador del mundo. Ante este Herodes fue traído el apóstol san Pablo, según refiere san Lucas en los veinticinco capítulos de los Actos de los Apóstoles; y de este dice el Bergomense, que no halla la sucesión que dejó.
Además de estos Herodes, hubo muchos otros de este mismo nombre; pero estos fueron los más señalados y de quienes habla la Sagrada Escritura.
De Antipas dice Flavio Dextro, que en compañía de Herodías, su amiga, fue desterrado de toda la Judea, y vino después a Francia y de aquí a España, y que en Lérida murió infelizmente; y que también Herodías, danzando o saltando sobre el Segre, río de Lérida, helado, miserablemente pereció sumergida en él. Con esta brevedad lo cuenta este autor; pero Niceforo Calixto ya lo dilata y declara más, salvo que calla el río. Dice aquel autor, que había de pasar un río en tiempo de hielo: con seguridad de su dureza, le pasaba a pie, y abriéndose, por permisión celestial, se hundió en él hasta la cabeza, y moviendo lo parte inferior del cuerpo, lacivamente bailaba, no en la tierra, sino en las aguas; y la cabeza malvada, después de atormentada del frío, apartada y cortada del cuerpo, no con hierro, sino con los pedazos del hielo rompido, hizo muestra de aquel mortal baile o mudanza, trayendo a la memoria de todos lo que había hecho y justamente merecido. a algunos ha parecido maravilla que los trozos del quebrado hielo pudiesen cortar la cabeza a la deshonesta bailadora; pero quien ha visto en tiempos de invierno el hielo que baja por aquel río, y la furia con que corre, entenderá que no solo es bastante a cortar una cabeza de un cuerpo humano, mas aún a romper un grueso árbol; y son tan grandes los golpes de estos pedazos del hielo, que hacen estremecer la puente de Lérida cuando dan en ella, como si la hubieran de derribar. Murió asímismo en esta ciudad Herodes, consumido de melancolía y tristeza. a Herodías, su amiga, aún viviendo su amigo Herodes, la usurpó un caballero español y después se la volvió, y a la postre murió infelizmente y vio la muerte de la maldita hija.

domingo, 12 de julio de 2020

CAPÍTULO XXXI.


CAPÍTULO XXXI.

De la venida y predicación de san Saturnino (
san Cerní más abajo, Sadurní ?) al condado de Ribagorza, y de los apóstoles san Pedro y san Pablo a España, y fundación de Fraga en los pueblos ilergetes, y demás sucesos de ellos, hasta la muerte del emperador Domiciano

No solo hizo Dios nuestro señor merced a estos reinos y tierras de España enviándoles el apóstol Santiago y sus discípulos para predicar el evangelio; pero cada día enviaba otros, y entre ellos el apóstol san Pedro, príncipe y cabeza de la Iglesia y vicario de Cristo señor nuestro. Fue su venida, según la opinión de nuestro Dextro, a los 10 años de la natividad del Señor, (cuántos años tenía cuando conoció a Jesús? Ya predicaba su doctrina en España cuando Jesús aún tenía 10 años? Será a los 10 años de la muerte de Cristo?) y llevó consigo desde Aquitania algunas imágenes: una de estas es la de Atocha, imágen harto conocida en España por los muchos milagros y maravillas obra Dios por ella. Fue la entrada de san Pedro en España por la ciudad de Tarragona, como lo dice Simón Metafraste, referido por fray Laurencio Surio en el tomo tercero; y de aquí se ve cuán antiguo es en la Iglesia el uso de las santas imágenes, con que queda confundida la impiedad de estos herejes modernos que con diabólica furia las persiguen y profanan.
Por este tiempo vino también san Saturnino, a quien en Cataluña llamamos san Cerní. Este santo, según dice Nicolás Bertrando in Gestis Tolosae, referido por Pujades, predicó en la ciudad de Roda, en el condado de Ribagorza, que si no era de la región de los ilergetes, a lo menos no era muy apartada de ellos; y según se infiere de las palabras de aquel autor, dejó allá obispo; porque dice que este santo dejó ordenado que desde Roda se acudiera a los concilios que se celebrasen en España, argumento cierto del fruto salió de su predicación y de los muchos fieles dejó convertidos, pues les hubo de dejar prelado y asignarle la provincia donde había de acudir en los concilios.
Mientras estas cosas pasaban en España, fue emperador de Roma, y señor en lo temporal de España, Claudio (este murió en el año 45 de la Natividad); y le sucedió en el imperio el impío y cruel Nerón, en cuyo tiempo fue el martirio de san Tesifonte, y demás santos cuyas reliquias se han descubierto en el monte Santo de Granada.
Durante el imperio de Nerón, a los 64 años de la venida de Cristo señor nuestro, vino san Pablo a España, y llevó en su compañía muchos de sus discípulos. De esta venida aún hay memoria en la ciudad de Tarragona, donde edificó el templo que llaman Santa Tecla la Vieja, no lejos de la catedral, a la misma santa, según lo dice Icart en el capítulo 37 de las Grandezas de Tarragona.
En el año 70 de Cristo señor nuestro murió el impío y cruel Nerón, después de haber terriblemente perseguido a la Iglesia, como lo atestiguan todas las historias eclesiásticas; y esta cuentan por la primera de las persecuciones que ha sufrido la Iglesia de Dios, en cuyo tiempo padecieron martirio los sagrados apóstoles san Pedro y san Pablo, y en nuestra corona de Aragón muchos santos prelados y otros, que cuentan Dextro y el Flores de santos.
Muerto Nerón, fue nombrado emperador Galba, y tras este Vitelio, y duró a cada uno pocos meses el imperio, pues el año 71 tuvimos a Otón (Oton), cuyo imperio con ocho meses quedó acabado, y se siguió el de Tito y Vespasiano, que fue muy señalado, por haber ellos, por divina permisión, destruido la ciudad de Jerusalén, en castigo del enorme pecado que cometieron en ella dando la muerte al Salvador del mundo, Cristo señor nuestro, cuyos lamentables sucesos cuenta Josefo, como testigo de vista de aquella gran miseria y calamidad.
En el imperio de Vespasiano llegaron los pueblos ilergetes a gran número de gente, porque había mucho tiempo que gozaban de paz y sin aquellas guerras que vimos en ellos en tiempos pasados. Llegó el número de los vecinos, que no cabían en las poblaciones, lo que obligó a muchos de ellos a salirse de ellas, y fueron a buscar lugar donde vivir, fundando nuevos pueblos y lugares por aquellas comarcas vecinas, y entre otras una que, como más principal que las demás, callando el nombre de las otras, se conservó el de esta, y en honor del emperador Vespasiano, se llamó Gallica Flavia porque el emperador se llamaba Galo Flavio, como cuentan todos los autores que han escrito de él. Está esta población de esta otra parte del río Cinca: fundóse el año del Señor de 72, y después, corrompido el nombre la llamaron y hoy llaman Fraga.
Está sentada en un altozano y monte de tierra, el cual, por delante, comido por las corrientes y crecientes del río Cinca, hace que la entrada sea áspera, de manera que pocos la pueden defender de muchos: por las espaldas se levantan unos collados no ásperos y todos cultivados; pero tan pegados con el pueblo, que impiden que se pueda dañar con los ingenios antiguos ni artillería moderna.
A Vespasiano sucedió su hijo Tito, y a este Domiciano, en cuyo imperio los pueblos de la España Tarraconense pusieron una estatua, honrando con ella a Cayo Valerio Arabino, natural de Vérgido, que es la Seo de Urgel. Este varón había en su república tenido los cargos y dignidades que en ella había, y también había sido sacerdote en Roma y sacerdote augustal en la España Citerior; y esta estatua y honra la vino a merecer por el cuidado y fidelidad con que trató el cargo que aquí tuvo de los libros y matrículas y padrones públicos que para los tributos se hacían. Dura aún la inscripción de la estatua, y dice:
C. VAL. ARABINO
FLAMINI. E. VERGIDO
OMNIB. HON.
IN. R. P. SUA. FUNCTO
SACERDOTI. ROMAE. ER. AUG.
P. H. C.
OB. CURAM
TABULARII. CENSUALIS.
FIDELITER. ADMINIST.
STATUA
INTER. FLAMINALES. VIROS
POSITA
EXORNANDUM
UNIVER. CENSUER.
Púsose esta estatua en Tarragona, donde se halla esta inscripción, como lo dicen Ambrosio de Morales y el doctor Gerónimo Pujades.

CAPÍTULO XXXII.


CAPÍTULO XXXII.

Del imperio de Nerva, y de los demás emperadores hasta Diocleciano y Maximiano, y sucesos de los pueblos ilergetes.

Después de Domiciano, que murió el año 96 de Cristo señor nuestro, fue emperador Nerva Cocceyo, que vivió un año no más; y de él queda memoria en una piedra labrada a modo de miliario, que estaba entre Vinaxa y las Borjas de Urgel, casi a la raya de los pueblos ilergetes, y decía de esta manera:
IMP. NERVA. C. AUG.
GERMAN. INFERIORIS.
PONT. MAX.
TRIB. POT.
Algunas cosas debieron mover a los que la pusieron, las cuales se ignoran por la antigüedad del tiempo, brevedad de la inscripción y cortedad del imperio, y poca curiosidad de nuestros pasados; pero por estar en lugar donde dije, es conjetura haber sido obra de los ilergetes, que con ella señalaron el término donde llegaba su región.
Trajano fue hijo adoptivo de Nerva: entró en el imperio en el año 99 de Cristo señor nuestro. De sus virtudes, edificios e inscripciones que de él quedan, memorias que aún se conservan, y cosas memorables que hizo, no diré nada, por no haber cosa particular de mi instituto: solo hago memoria de él, por no dejar el orden que traigo de contar los que fueron señores de los pueblos ilergetes. Después de él, fue emperador Adriano, de nación español, gran filósofo e insigne varón, si las cosas buenas que en él había, no quedaran amancilladas, persiguiendo a la Iglesia santa. Entró en el imperio el año de Cristo de 119, y en unas cortes o junta que allá tuvo, donde se hallaron síndicos de todos los pueblos de España, la dividió en provincias, y de cada provincia hizo su división particular: la Tarraconense quedó dividida en catorce audiencias o chancillerías, que los romanos llamaban conventos jurídicos, y estaban en las ciudades más principales, y en ellas se oían los pleitos y causas y se decidían aquellas, porque como había muchos que gozaban de paz y sosiego, la discordia y pleitos se metieron entre los naturales, y se ejercitaban en ellos, así como antes en ejercicios de armas, que donde estas prevalecen, no hay rastro de pleitos ni litigios. En Cataluña nombró dos, que fueron Barcelona y Tarragona: a esta acudían cuarenta y cuatro pueblos principales con sus comarcas, y no menos a Barcelona. En Aragón era convento jurídico la ciudad de Zaragoza, y a ella acudían cincuenta y dos pueblos con sus comarcas: de estos eran la ciudad de Lérida y Huesca, que eran municipios y pueblos más principales de los ilergetes; y así todos los demás pueblos de aquella región eran del convento jurídico de Zaragoza, donde acudían a pedir justicia en sus pleitos y dudas, salvo la villa de Tárrega, pueblo de los ilergetes, que por ser confederado de los romanos, no era de ningún convento jurídico, por privilegio particular; y así no habían de salir de sus muros para pleitear, y tenían entre ellos sus jueces. De los demás pueblos de España y división que se hizo no digo nada, por no ser de nuestro instituto, y haber sobre ello discurrido muy bien el maestro Ambrosio de Morales y otros, que lo sacaron de Plinio.
Hay memoria en tiempo de este emperador de Marco Fabio Paulino, hijo de Marco, de la tribu o familia Galeria, a quien el emperador hizo caballero, y dio privilegio que del dinero público se le mantuviese un caballo; y habiendo los de la ciudad de Lérida recibido de él muchos beneficios, como a varón singular, le pusieron estatua en Tarragona, que era la ciudad más principal de la España Tarraconense, la cual señaló y dio lugar para hacerse esta dedicación, cuya inscripción, sacada de Morales y Pujades, es esta:
M. FABIO M. F.
GAL. PAULINO
EQUO PUB. DONATO
AB. IMP. CAES. HADRIANO. AUG.
ILERDENSES.
CIVI. OPT.
OB PLURIMAS LIBERALITATES
IN REMPUB. SUAM.
LOCO. A. PROVINCIA IMPETRATO
POSUERUNT.
D.D.
Dice fray Francisco Diago, y antes lo había ya dicho micer Gerónimo Paulo, que este Marco Fabio Paulino era de la familia de Calvisio Paulino, barcelonés, de quien habla y da noticia el doctor Pujades, y una memoria de su linaje se halló en Barcelona.
Ea el año 139 murió Adriano: sucedió Antonino *Pio, que murió en el año de 162, y quedaron con el imperio dos hijos adoptivos suyos, que eran Marco Aurelio Antonino, que casó con Faustina, tan nombrados los dos de fray Antonio de Guevara, obispo de Mondoñedo, y el otro Lucio Cómodo Vero Antonino; y fueron los dos primeros emperadores que gobernaron juntos. A los nueve años de su imperio murió Cómodo, y quedó solo Marco Aurelio, que vivió hasta el año 182. Sucedióle Cómodo, hijo suyo, muy diferente en costumbres del padre: este murió el año 193, y le sucedió Elio * Pertinae, cuyo imperio duró un año. Tras él vino Didio Juliano, que gobernó pocos meses: matóle Septimio Severo, y fue su sucesor. En tiempo de este emperador se fundó el lugar y Castillo de Albi, en los pueblos ilergetes: dan por fundador a Clodio Albino, ciudadano romano, de quien hacía el emperador mucha confianza, aunque no correspondió como debiera. Murió Severo cerca el año 211 del Señor, y heredó el imperio su hijo Marco Daciano Caracalla. Este murió cerca del año 220, y vino después de él Macrino, cuyo imperio no pasó el primer año, ni el de su sucesor Diadumeno, el cual, por haber vivido pocos meses, no le ponen en el número de los emperadores. Sucesor de este fue Marco Aurelio Antonino Eliogábalo, cuya vida monstruosa, más de bestia que de hombre, escriben Pedro Mejía y otros que él cita: murió cerca del año 225 de Cristo señor nuestro. Sucedió Alejandro Severo, que fue más pío que los demás antecesores suyos, y sintió bien de la santa fé católica: mandó parar la persecución de la Iglesia, y por eso es celebrado de todos los autores y alabada su memoria. Su imperio fue breve y de pocos años: el de 238 murió, y vino Maximino que, olvidando la piedad del antecesor, volvió a perseguir la Iglesia, enviando por el martirio muchas almas a Dios, y dejando en la tierra muchos cuerpos de santos mártires que dieron la vida por la confesión de la fé que él perseguía. Matáronle el año de 240. Fueron por su muerte emperadores Pupieno y Balbino; pero imperaron pocos días, porque su nominación no fue a gusto del ejército romano, el cual eligió a Gordiano, que imperó seis años, y fue después el imperio de Marco Julio Filipo, que fue el primero de los emperadores que profesaron la ley cristiana. Así lo dicen nuestro tarraconés Paulo Orosio, Eusebio y otros. Cesó entonces la persecución que había tenido la Iglesia santa, y respiraron los fieles. En Gerona queda una base de estatua de este emperador, y estaba bajo el ara del altar mayor de la iglesia de san Martín, de religiosos de la Compañía de Jesús, y la trae Pujades en su historia.
En el año 252 murió este emperador: su homicida fue Decio, el cual se quedó con el imperio y persiguió fieramente la Iglesia, y vivió hasta el año 254; y le sucedió Hostiliano, cuyo imperio fue de días, y así lo callan los más de los autores, y todos pasan a tratar de Galo, y después de este de Emiliano, y tras de él de Valeriano, que murió cautivo en poder de Sapor, rey de Persia, y le servía de escaño para subir a caballo, poniéndole el pie en la cerviz, en menosprecio del imperio romano: ¡rara soberbia, y ejemplo de miseria humana y sucesos de fortuna ! Galieno fue su hijo y sucesor, más dado a artes mágicas, que cuidadoso de la libertad de su padre: su imperio fue turbulento e infeliz, y vino casi a quedar perdido y usurpado el señorío romano, por su flojedad; y de esta hora adelante cesó aquella majestad del romano imperio, y fue de día en día declinando y disminuyéndose, levantándose tantos tiranos y viniendo tantos bárbaros, que presto quedó otro de lo que antes era, quedando menguado aquel antiguo esplendor y lustre que tuvo en los siglos pasados. Vino después de él Claudio, cuyo imperio duró algunos dos años, y el de Quintilio, su sucesor, no llegó a un mes, y el de Aureliano, que vino después de estos, duró seis años, y murió el de Cristo 278. Tácito y Floriano, uno en pos de otro, fueron emperadores; pero sus imperios juntos no llegaron a un año. Vino después de ellos Probo, y tuvo por sucesor a Caro y sus hijos Carino y Numerario; y luego, tras de ellos, el imperio de Diocleciano y Maximiano (Maximiliano?), que fueron los más grandes perseguidores que haya tenido la Iglesia y sus fieles, con pensamiento de acabar de una vez la Iglesia santa y religión cristiana: y apenas quedó provincia, ciudad ni pueblo del imperio romano que no experimentase su crueldad, quedando la tierra regada con sangre de ilustres e infinitos mártires que, menospreciando sus tormentos, libremente confesaban la fé católica. Dejo los de otras partes; digo solo de Cataluña. En Barcelona fueron martirizados santa Eulalia, santa Julia, San Cugat o Cucufate, santa Juliana y santa Semproniana, de quienes habla largamente Pujades; en Colibre san Vicente, de quien hace memoria el martirologio romano a 19 de abril; en Gerona padecieron san Narciso, obispo de aquella ciudad, san Feliu, su diácono y san Invento, que llaman san Trobat, con trescientos compañeros, san Román, Vincencio, Oroncio y santa Aquilina, madre de los dos, san Víctor, diácono, san Germán, Paulino Justo y Seilí. Sin estos, dice Flavio Dextro que en Celtiberia fueron martirizados mil doscientos dos españoles; en Tarragona, san Domicio, santa Pelagia, santa Aquila y santa Teodosia; en la villa de Palamós, santa Sotera, virgen; en Roda, pueblo de la Celtiberia, san Dionisio y san Amonio; y en Badalona san Anastasio, natural de la ciudad de Lérida, con sesenta y tres compañeros que, después de haber padecido muchos malos tratos, fueron degollados a 11 de mayo de 305, sin otros muchos de que hacen memoria Ambrosio de Morales, el abad de Monte-Aragón y otros.

sábado, 7 de marzo de 2020

Catálogo 11-15

11. Misal. Un volumen en 4.° en
pergamino, de 280 páginas. Es del siglo XII. De este Misal histórico
hacen mención varios escritores.
Martorel lo cita en su
Historia de Tortosa. También se ocupan del mismo el P. Risco en su
«España Sagrada» y el P. Villanueva en su «Viaje literario.» 



Describiendo Martorel este Misal dice: «Está con cubiertas de
finísima plata, y en ellas un Cristo pintado con esmalte de
finísimos colores, clavados los dos pies en la Cruz con dos clavos,
señal evidente de grande antigüedad, y a la otra parte un Salvador,
y al derredor de él muchas piedras finas.» Hasta aquí
Martorel.
Dichas piedras actualmente no están en el Misal. Es de
creer que se sacaron por temor de que fueran robadas en algún sitio
o guerra, dándoles después otro destino, pues antiguamente había
mucha afición de adornar con piedras finas los ornamentos sagrados.

Las figuras de las cubiertas a que alude Martorel son de estilo
bizantino, y están sobre una plancha de metal dorado. En una
cubierta hay un Crucifijo, que tiene esta inscripción con
abreviaturas: Iesus Nazarenus Rex Iudoeorum; a un lado está
la imagen de la Santísima Virgen, con esta inscripción: María; y
al otro la imagen de San Juan, con esta inscripción. Ioannes. En los
ángulos superiores hay dos figuras de ángeles. Al lado de uno de
ellos se lee: Sol; y al del otro: Luna.
En la otra cubierta hay
una imagen del Salvador, que tiene en las manos un libro donde se
lee: Ego sum qui sum. A los lados del Salvador están las
iniciales de las palabras griegas Alpha et Omega; y en los
ángulos de esta cubierta hay las figuras alegóricas de los cuatro
evangelistas.
Los extremos o bordes de las dos cubiertas están
circuidos con una plancha de plata. En la de una cara se lee:
Sum Deus, et vendor. Sum Rex, et in hac cruce pendor. Y en la
plancha de la otra cara dice: Adstans altari, pia mens gaude
lacrimari
.
Esta última inscripción se halla mutilada;
lo que no es de estrañar atendidas las muchas vicisitudes que
ha pasado este Misal, y las distintas veces que ha estado escondido,
tal vez fuera de la catedral, para poder salvarlo.
En las
crónicas y notas antiguas de esta iglesia se designa este Misal con
el nombre de Misal de San Rufo, únicamente porque en él se
halla la oración propia de dicho Santo. Pero conviene advertir, y lo
hace constar el P. Villanueva en el tomo V de su «Viaje literario»,
que al encuadernarse hubo el descuido de truncar algunos folios,
resultando que la oración propia de San Rufo no está en el lugar
que corresponde
, sino en el folio 61. Y lo mismo sucede con el
Cánon de la Misa, como está allí anotado.
Es de creer que el
Misal que nos ocupa debía destinarse para los Pontificales de
los Prelados, y por eso se adornó con tanto lujo. Hay en el
texto viñetas de muy buen gusto, según el estilo de aquel tiempo.
Antes del Cánon se ven reproducidas las dos figuras del Cristo y del
Salvador que están en las cubiertas; pero las del Cánon son de un
dibujo más perfecto.
A propósito de estas figuras, se comprende
que en aquella época debían estar muy en uso, al menos en esta
iglesia; pues según veremos al reseñar otros Misales, casi todos
los de aquel tiempo las tienen, con la particularidad de que aunque
sean de dibujos más vulgares, todas concuerdan en el fondo, o sea en
el Salvador, en el Cristo, y en las alegorías que tienen a los
lados.

12. LAS CARTAS DE SAN PABLO. Un volumen en folio
grande, en pergamino, de 626 páginas. Es del siglo XIII. Contiene
las cartas del Santo, y los comentarios de Rábano Mauro. Este sabio
escritor, a quien ya hemos citado en el Códice de número 2, nació
en Maguncia por los años de 776, y fue Arzobispo de
dicha ciudad. Comentó la Sagrada Escritura, y por ello en algunos
otros Códices que contienen libros de la Escritura, hacemos mención
de sus comentarios. También escribió un Martirologio,
Homilías, y Poesías religiosas, entre las cuales está
el Himno Veni Creator Spiritus.
El Códice que nos ocupa
como objeto de arte caligráfico es de los más notables del archivo.
Está escrito en tres tipos o letras distintas. En
medio, con caracteres muy grandes, se hallan las cartas de San
Pablo
; y a los lados circuyendo el texto, hay dos
clases de comentarios; unos inmediatos al
texto, y otros
más separados de letra muy diminuta y escrita con suma
perfección
.
Así en este Códice como en algunos otros de la
misma época, se observa en el escrito una circunstancia que merece
notarse. Las líneas de lápiz que suelen servir de pauta,
no están al pie de las letras, sino entre una y otra línea o
sea en el medio. No se sabe el motivo de colocarlas en esta
forma.
De todos modos revela un gran pulso en el escribiente,
el hacer las líneas con tanta rectitud, sin que las letras lleguen
hasta el lápiz. Al principio y al fin de este Códice faltan
algunas hojas destruidas sin duda por la acción del tiempo.


13. ORACIONES DE LAS MISAS DE TODO EL AÑO. Un volumen en
folio en pergamino, de 286 páginas. Es del siglo XIII. También hay
un Calendario. Ante todo está el rito referente a la celebración
del Sacramento del matrimonio. Se dice allí en primer lugar,
que los matrimonios deben celebrarse públicamente, y
que está prohibido celebrarlos: Desde el Adviento hasta la octava de
Reyes. Desde Septuagésima hasta después de la octava de
Pentecostés. Pero esto fue modificado posteriormente por el Concilio
de Trento.

En los antiguos Códices solía ponerse alguna
nota referente a hechos históricos. En el que reseñamos al final
del folio 4.° se lee lo siguiente, que traducimos del latín.
«Año 1352. El día primero de Agosto fue consagrado el Altar
(o Ara) de San Esteban, por D. Bernardo, Arzobispo
de Galatea
» Este altar ahora no existe, y debió ser substituido
por otro.
Después del folio 72, antes de los Prefacios de la
Misa
, hay una figura del Cristo y otra del Salvador, semejantes a
las del Códice n.° 11, aunque el dibujo es de menos mérito, y los
colores ya están muy deteriorados.

14. CAPÍTULOS Y
ORACIONES DE TODO EL AÑO. Un volumen en 4.° mayor, en pergamino, de
368 púginas. Es del siglo XIV. Está escrito con caracteres
muy grandes, pues se comprende que este libro servía para el
Canónigo Semanero, y entonces los Maitines y Laudes
eran por la noche. Llama la atención una oración
propia, del rezo de Nuestra Señora de la Cinta, que
está en una hoja de pergamino suelta, dentro de este Códice, al
folio 173, escrita en letra que se conoce es de aquel mismo siglo.
Esto manifiesta que ya se rezaba entonces dicha oración; lo cual
confirma la tradición relativa a la aparición de la Santísima
Virgen
en esta catedral, y entrega de su Santa Cinta.
Por ser un documento de mucho interés histórico lo copiamos
literalmente. Dice así:

«Deus, qui Ecclesiam Dertusensem
Beatissimae Virginis Maríae Visitatione et Cingulo
decorasti; ejus nobis intercesione concede, ut cingulo fidei
et puritatis accinti, a cunctis peccatorum nexibus eruamur . Per
Dominum...»

En el Códice núm. 81 de que trataremos más
adelante, y que también es del siglo XIV, se halla esta oración en
el mismo Capitulario, sin estar añadida en hoja suelta.
Son
de notar así mismo las oraciones de Santo Tomás de Aquino y
de San Vicente Ferrer, que están al margen con diferente
letra; y es porque cuando se escribió este Capitulario dichos Santos
aún no habían sido canonizados.

15. DIÁLOGOS DE
PEDRO ALFONSO, ex Iudeo Christianus.
Así consta en una nota
antigua que hay al principio de este libro, lo cual indica que el
autor era Judío antes de su conversión. Está en 4.°
mayor prolongado, y tiene 232 páginas en papel cartulina. Es del
siglo XIII. Hállase dividido en 12 títulos, que tratan de diversos
puntos de la religión cristiana. Al principio el autor pone
lo siguiente, que traducimos del latín: «La gracia del Espíritu
Santo nos asista. Amen.» Y después añade: «En nombre de la
Santísima y Divina Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo,
principia el proemio de Pedro Alfonso, de Judío
Cristiano.» Al fin del libro repite esto mismo, e invoca otra vez la
divina gracia.






lunes, 13 de julio de 2020

CAPÍTULO XXXIX.


CAPÍTULO XXXIX.

Prosigue la historia de los reyes godos, desde Teudiselo hasta Recesvinto, y los obispos de Urgel que hubo en este tiempo.

Prosiguiendo la historia de los reyes godos, se nos pone delante Teudiselo, que fue capitán de Teudio, su antecesor, y por su muerte fue elegido rey, aunque no reinó más de un año, porque, no pudiendo los godos sufrir sus deshonestidades, le mataron en Sevilla en el año de 548.
Agila fue rey de los godos, y era arriano y persiguió a los católicos con gran coraje. Este se valió de los romanos contra Atanagildo, que aspiraba a quitarle el reino, como a la postre se lo quitó, después de haber reinado cinco años, y huyó a Mérida, y aquí fue muerto de los suyos, por su poco valor y ánimo. Este rey volvió los romanos a España, y después tuvieron sus sucesores harto en que entender, para sacarlos de ella. Fue su muerte el año 553.
Atanagildo fue sucesor del antecedente, y en vida de él se quiso algunas veces levantar con el reino, y no pudo salir bien con ello, hasta que le dejó vencido y muerto. Este rey dejó la secta arriana y murió católico, aunque no lo osó publicar por temor de los godos, que eran arrianos. Sobre el tiempo en que murió discrepan los autores, pero Marco Máximo, a quien sigo en todo lo que puedo, dice que murió el año de 568.
Muerto este, vacó el reinado algunos años; otros, y es lo más verosímil, solo dicen haber sido esta vacante de meses; sea como quiera, Liuva fue rey, y el segundo año de su reinado tomó por compañero a Leovigildo, (Ludwig, Luis, Louis, Luis, Luís, Lluís, etc) hermano suyo, a quien dio lo de España, y él se quedó con lo de Francia, que lo gozó solo un año y murió el de 570. En tiempo de este rey o poco antes que fue el año de 568, nació el maldito Mahoma, que tanto daño y fatiga ha causado en el mundo, como es notorio, y experimentó antes de muchos años nuestra España.
Por muerte de Liuva quedó solo en el reino Leovigildo, su hermano. Casó este con Teodosia, hija de Severiano, que descendía de sangre real; y don Lucas de Tuy dice que fue hijo de Teodosio, rey de Italia, y era capitán y gobernador de la provincia de Cartagena. Su mujer fue Teodora, de quien hubo muchos hijos, que fueron san Leandro y san Isidoro, ambos arzobispos de Sevilla; y el otro san Fulgencio, que lo fue de Écija, y después de Cartagena: las hijas fueron Teodosia, que, como dije, casó con nuestro rey Leovigildo, y la otra se llamó Florencia, que fue virgen y abadesa de un monasterio.
Fue Leovigildo arriano, y como tal persiguió cruelmente a los católicos: tuvo dos hijos, Hermenegildo y Recaredo; y al mayor, después de haberlo perseguido, lo mandó matar, solo porque era católico, y hoy está en el número de los santos mártires, como diremos después en otro lugar. Tomó el rey para su fisco las rentas de las Iglesias, quitándoles los privilegios y prerogativas, y lo que peor era, hizo a muchos apostatar con halagos y dádivas, y a otros con fuerza y con tormentos.
En tiempo de este rey, y en el vizcondado de Áger, que el abad Juan de Valclara que después fue obispo de Gerona, llama Montes Agerenses, vivía un caballero llamado Aspidio, el cual era señor de aquella tierra: este se levantó con ella y tomó armas contra del rey, que envió contra de él sus ejércitos, y le venció y prendió a su mujer e hijos y se los llevó cautivos, sin decir a dónde; y la tierra quedó confiscada, con todas las riquezas y tesoros que tenía; y después el rey tomó algún concierto con él y le volvió la tierra que le había quitado, con alguna mayor sujecion, asegurándose que le sería bueno y fiel vasallo. El abad Viclarense, que cuenta esto, le llama senior, y Morales y Mariana se detienen mucho en declarar esta palabra senior; pero como en los Usajes de este principado de Cataluña es tan usada, nadie hay en él que ignore su significación.
Las demás cosas de este rey dejo, como ajenas de mi instituto, por haber muchos que las tratan: solo diré que murió católico, que no fue poca dicha para él, y que mostró grande arrepentimiento de haber sido arriano y perseguido a los católicos; y en señal de esto, mandó alzar el destierro a san Leandro, y que Recaredo, su hijo, estuviese a consejo de él y de san Fulgencio, sus tíos: y esta fue la mayor riqueza que le pudo dejar, porque con tales consejeros, salió muy católico, justo y buen príncipe, como diremos después. Murió Leovigildo, miércoles a 2 de abril, día de santa Teodosia, al amanecer, año de 587, y quedó sepultado en Toledo, en santa María la Vieja.
Había sido grande la persecución de los católicos en tiempo de los reyes pasados, que casi todos habían sido arrianos. Entró la herejía en ellos de esta manera: cuando vinieron a las tierras del imperio, pidieron al emperador Valente, hereje arriano, obispos y maestros que les enseñasen la doctrina cristiana y bautizasen; y el mal emperador, en vez de darles varones católicos, les dio maestros y prelados arrianos, y estos les inficionaron de manera, que casi toda aquella nación quedó manchada de esta herejía. No quedó el mal emperador sin pago de su maldad, porque, en una batalla que tuvo con los godos, fue vencido, y se retiró a una casa pajiza, donde se escondió, por no venir a poder de sus enemigos; pero ellos, que lo supieron, metieron fuego a la casa y lo quemaron vivo, el año de 382, llevando de esta manera el debido pago de haber engañado a aquella nación con la herejía arriana, que duró en ellos hasta este tiempo del rey Recaredo, hijo de Leovigildo, que, con los buenos consejeros y ayos que su padre le dejó, salió tan buen rey y tan católico, que pudo ser ejemplo y dechado de reyes. De él y de sus hechos tratan todos los historiadores, así eclesiásticos como seculares, y nunca acaban de engrandecer su religión, piedad y virtud. A instancia suya se juntó el concilio Toledano tercero, en que, entre otras cosas santas y buenas que se hicieron, fue condenar por mala y abjurar la herejía de Arrio, y confesar la fé católica. Celebráronse, sin este, en España otros concilios, y las cosas de los católicos hallaban gran favor en el rey, que después de haber reinado más de quince años, murió con universal dolor y sentimiento de todos los católicos, el año 601 de Cristo señor nuestro.
Liuva fue hijo de Recaredo y tomó el reino luego de muerto su padre, y le duró no más de un año, porque se levantó un caballero de gran linaje, llamado Viterico, y de pequeña conciencia: este le prendió y cortó una mano, y después le mató, habiéndóse ya alzado con el reino. Esto pasó el año de 604. Dicen que este rey se llamaba Liuva, y que era bastardo.
Viterico, después de muerto Liuva, quedó con el reino, y reinó con poca honra, y jamás quedó con victoria cumplida en las batallas que tuvo con los romanos, que aún perseveraban en querer ser señores de España. Reinó algunos siete años, y por los muchos desafueros y agravios que hizo a los suyos, le mataron el año de 609, y Tarragona batió moneda en honra suya.
Gundemaro vino después de Viterico: fue buen rey y muy católico, alcanzó algunas victorias de los romanos, y concedió que los malhechores que se acogiesen a las iglesias, quedasen seguros. Reinó solo dos años no cumplidos. Murió el de 612, según Morales, o 617, según otros.
Sisebuto fue sucesor de Gundemaro. Fue muy valeroso y alcanzó de los romanos algunas victorias, y edificó algunos templos, como el de santa Leocadia de Toledo, y otros. Sobre los años que duró su reinado y el que murió hay mucha discrepancia en los autores. Siguiendo a Illescas en su Pontifical, murió el año de 619, y después de haber ocho y medio años que reinaba. Morales dice haber muerto el año de 621.
Recaredo segundo, siendo niño, quedó, por muerte del padre, rey; pero no llegó su reinado a un año, porque murió al séptimo mes después del padre, y así algunos autores no lo ponen en el número de los reyes godos.
Suintila, el que vino después de Recaredo en el reino de los godos, fue hijo del otro rey Recaredo primero, y por la tiranía de Viterico y sucesión de Gundemaro, no pudo alcanzar el reino que le pertenecía, pero, por ser gran caballero y muy virtuoso, le tomó por yerno el rey Sisebuto y le hizo capitán general, y después, por muerte de Recaredo segundo, fue alzado por rey, y fue el primero que se vio señor y monarca de toda España, porque acabó de sacar del todo a los romanos. Dejó tres hijos: Rechimero, que le premurió, Sisenando y Chintila, que el uno tras del otro le fueron sucesores, aunque algunos no quieren que le fuesen hijos. Duróle el reino poco más de diez añosm porque murió el de 631.
Las costumbres del rey Suintila fueron tales, que obligaron a sus vasallos a desampararle y tomar por rey a Sisenando; y aunque al principio de su reinado tuvo algunas faltas, pero enmendado de ellas, fue buen rey y católico; y en su tiempo se congregó el cuarto concilio Toledano y después de haber reinado cinco años, murió el de Cristo 636.
Chintila fue muy buen rey y muy católico, y en su tiempo se celebraron el quinto y sexto concilios Toledanos. Floreció en su tiempo la virtud, porque había muchos obispos santos; reinó cuatro años poco más o menos, y murió el de 640.
Después de Chintila eligieron los godos por rey a Tulga, caballero muy principal y virtuoso: fue muy católico, y el reino le duró solo dos años, y murió antes de entrar al tercero, en el de 642, o de 640, según opinión de otros.
Chindasvinto, valiéndose de los medios que le fueron más a propósito, no reparando en si eran lícitos o no, fue elegido rey de los godos, y con violencia tomó posesión del reino; pero sentado en el solio real, fue muy católico y virtuoso, y muy celoso de la honra de Dios. Celebróse en su tiempo el concilio Toledano séptimo, y por su diligencia se halló el libro de los Morales de san Gregorio sobre Job. Tomó por compañero y sucesor en el reino a Recesvinto, su hijo; fue su reinado muy pacífico, sin rastro de guerras ni herejías, y duró diez años, y murió el de 652, o 650, según otros.
Recesvinto, hijo del precedente, quedó en el reino. Fueron tantas sus virtudes y cristiandad, que no acaban nunca los historiadores de decir bien de él; y como mi intento solo es dar noticia de los señores de los pueblos ilergetes y condado de Urgel, lo dejo, remitiéndome a los autores que cita Gerónimo Pujades, que hablan de este buen rey. Dejó un hijo llamado Teodofredo, a quien el mal rey Vitiza mandó quitar los ojos; y fuera más útil a España que le mandara quitar la vida, porque no engendrara a sus dos hijos Acosta y Rodrigo (Roderico), que fueron los que por sus vicios, negligencias y pecados perdieron nuestra España. Reinó diez y ocho años, y murió el de 672. Celebráronse en su tiempo muchos concilios.

Continuando la sucesión de los obispos de Urgel, después de san Justo que, como queda dicho, murió el año de 546, le hallo sucesor a Simplicio, de quien hallo memoria y firma en tres concilios en que asistió; estos fueron el Toledano tercero que, según parece, se celebró el año 589, en el cuarto año del rey Recaredo, era de 627. Asistieron a este concilio sesenta y tres obispos y cinco procuradores de otros tantos ausentes, y en él se ordenaron muchas cosas santas y buenas; y abjuraron la herejía de Arrio, como refieren largamente el doctor Padilla, Morales y otros que hacen larga memoria de lo que pasó en este sagrado concilio. Asistió al de Zaragoza, celebrado en el sexto año del reinado de Recaredo, siendo pontífice el papa Gregorio, año 630 de la era de César, que corresponde al de 592 del Señor. Los cánones que de este concilio se hallan son tres: en el primero dispone cómo han de vivir los clérigos que, dejada la herejía de Arrio, se convierten a la fé católica; en el segundo que se denuncien las reliquias de los arrianos muertos, que entre ellos eran venerados por santos, para que sean quemadas; en el tercero que las iglesias de los arrianos sean de nuevo consagradas por los obispos católicos. Asistió también a otro concilio que se celebró en Barcelona en el año catorce del rey Recaredo, era 637, que es el año de Cristo 599. En él se ordenaron cuatro cánones: el primero que por la celebración de las órdenes no pidan ni reciban nada los obispos; el segundo, que ni por la crisma se da para bautizar se reciba nada; el tercero da forma en nombrar y elegir los obispos; el cuarto pone penas a los que dejaren el hábito de la religión, y contra las mujeres que quedaren en poder de los que las violentaron. Este es el segundo de los concilios celebrados en aquella ciudad. En la iglesia de Urgel está notado que fue diez y seis años obispo.
Sucesor de Simplicio fue Pompedio. La memoria que hallo de este prelado fue que asistió y firmó en el concilio Egarense, celebrado en Cataluña en la ciudad de Egara, que está junto a la villa de Terrasa, en que firmaron doce obispos, y entre ellos Pompedio; y aunque en la firma no diga de dónde era obispo, pero Marco Máximo, obispo de Zaragoza, en sus fragmentos históricos, que continúan la historia de Flavio Dextro, en el año 614, hablando de este concilio dice ser Pompedio obispo de Urgel.
Ranario o Ranurio es el obispo que hallo después del precedente. Este asistió y firmó en el concilio Toledano cuarto, celebrado el año de 633, que fue el tercero del rey Sisenando y undécimo del papa Honorio: este fue el más señalado de cuantos concilios se han celebrado en España, en que concurrieron setenta y dos obispos y siete procuradores de otros tantos ausentes. Lo que pasó en él escriben el doctor Padilla y otros que hacen larga relación de este concilio.
Maurelio asistió al concilio octavo Toledano que se juntó en tiempo del rey Recesvinto, en el año 653 de Cristo nuestro señor. Halláronse en él cincuenta y dos obispos, doce abades y otras dignidades, diez vicarios de obispos ausentes y diez y seis varones ilustres. Asistió también al concilio Toledano nono, celebrado el año 655 del Señor y séptimo del rey Recesvinto, al que asistieron, diez y seis obispos, nueve abades y cuatro varones ilustres. De lo que pasó en ellos hacen larga memoria los autores citados.
En tiempo de estos reyes se usaba en España señalar los católicos sus iglesias, por diferenciarlas de las de los arrianos, porque en un mismo tiempo y pueblo había iglesias de los unos y de los otros; y no solo señalaban los templos, más aún sepulcros, edificios, pilas de agua bendita y todo lo demás les parecía, para que se supiesen cuyas eran las tales cosas. El señal era una cruz, y bajo las dos letras alpha y omega, que son la primera y la prostera del alfabeto griego, en esta forma, A+Ω, y en algunas partes de otra, esto es, que hacían la cifra antigua del lábaro, que significaba el nombre de Cristo, que era una X y en medio de ella una P, (como una espada) de esta manera: *figura de donde quedó el uso de escribir Cristo Xps., y al lado de la cifra ponían el alfa y omega de esta manera: A-X(la P atraviesa la X)-Ω; y esta costumbre se continuó muchos años aún después de la venida de los moros a España, y se observó en los autos y escrituras públicas en el principio, antes de las primeras letras, y por haber sido esta muy común, es bien se sepa el principio de ella.
Mayor herejía de Arrio fue quitar a Jesucristo nuestro señor la igualdad que en la divinidad tiene con el Padre eterno, y hacerlo a él inferior en todo: por esto quien quería mostrar que no seguía este error, sino la doctrina católica, representando a nuestro redentor Jesucristo por la cruz o por la cifra de la X de la P, confesaba también su entera divinidad igual con la del Padre, poniendo aquellas dos letras griegas a y Ω, por las cuales, en el Apocalipsis, se nos enseña la verdadera divinidad de Jesucristo nuestro redentor. Presupuesto que estas dos letras son la primera y postrera del alfabeto griego, dice allí en el Apocalipis nuestro señor Jesucristo de si mismo, por boca del apóstol san Juan: Yo soy alpha y omega; y declarólo más, añadiendo principio y fin, que es atributo y propiedad de la divinidad de Dios, que no puede competir sino a quien es verdadero y enteramente Dios, pues otro no puede ser principio y fin de todas las cosas. Por esta causa los católicos de estos tiempos, por darse a conocer y diferenciarse de los arrianos, se señalaban con este blasón de la alpha y omega como firme testimonio de su verdadera fé, porque un arriano no confesara esto de Jesucristo nuestro señor. Este uso de este católico blasón hallamos venir de más atrás, pues en las monedas del emperador Majencio y de su hermano Decencio está esculpido, como lo notan don Antonio Agustín y Guillermo Coul en sus libros de medallas. Estos dos hermanos se levantaron con el imperio contra Constancio, habiendo muerto el emperador Constante, su hermano: y porque Constancio era muy arriano, ellos quisieron dar a entender de si como eran católicos, y por esto pusieron en sus monedas y banderas la cifra de la X y de la P, que son las dos primeras letras con que en griego se escribe el nombre de Cristo señor nuestro, (XP pronunciado jristós), añadiendo a los dos lados la alpha y omega para confesar su verdadera divinidad igual con la del padre; y con esto llamaban a los católicos para que les siguiesen, mostrando que ellos lo eran. En Cataluña he observado muchos edificios antiguos con esta santa señal; en Barcelona se ve sobre la puerta más principal de San Pablo y en la inscripción o epitafio del sepulcro de Vifredo, conde de Barcelona, que está en aquella iglesia, el cual trae el doctor Pujades en su historia, lib. tercero, cap. 89. Está al principio del epitafio y al fin de él, para denotar cuán católico fue aquel príncipe. En Lérida, en la puerta de San Berenguer o del castillo, en la iglesia Mayor, en la piedra de ella está también grabado, así como también en el real monasterio de Poblet, sobre la puerta más principal; y en el monasterio de San Miguel de Escornalbou (escorná al bou, descornar al toro o buey) en el campo de Tarragona, hasta en las pilas del agua bendita lo ponían, como lo vemos hoy en San Justo de Barcelona, en una pila que está a la mano derecha de los que entran por el portal mayor de aquella iglesia. Pues de los edificios que se hallan en Castilla y sepulcros no digo nada, por haberlo trabajado muy bien el maestro Ambrosio de Morales, en su historia, de quien se ha sacado casi todo este discurso.
Wamba, e quien el vulgo llama Bamba, fue nombrado rey de los godos, después de Recesvinto: sus cosas, así en orden a los cuentos del vulgo, como a la verdad de sus hechos, cuentan Gerónimo Pujades y otros que él alega; lo cierto es que fue nombrado rey con consentimiento de todos los godos, y era tanta su modestia, que ni el aplauso universal y deseo de todos le obligaban a tomar el reino, hasta que un godo, con gran valor, le amenazó de muerte si no consentía a la voluntad de todos; y así le aceptó estando en la ciudad de Toledo, veinte días después de muerto el rey su antecesor. En su coronación se vieron señales extraordinarias: de encima la cabeza del rey salió un vapor
como de humo, a modo de coluna que subia hacia el cielo, y tras este voló una abeja también hacia arriba, habiendo salido de la cabeza del rey: indicios ciertos de la suavidad y buen gobierno que había de tener el nuevo rey, y así lo sintieron todos los que lo vieron. Paulo, mal vasallo suyo, se le rebeló, y los moros de África, con armada poderosa embistieron a España; pero a todos resistió el rey, y con dicha acabó la guerra, quemando los navíos a los moros, y dando a Paulo con benignidad el castigo merecido por infidelidad y atrevimiento.
Había muy a menudo entre los obispos de España diferencias sobre los límites de sus obispados, y en averiguación de ellos gastaba lo más del tiempo el buen rey Wamba, que, sobre esto, se tomase regla cierta y se atacasen las discordias. La instancia del rey fue eficaz y se hizo la división (hitación, de hitos; fita, fites); y dejada la de los otros obispados, diré solo como a la metrópoli de Tarragona asignaron por sufragáneos los obispados de Urgel, Lérida y Huesca, así como antes lo eran, y los límites de estos tres obispados se designaron de esta manera:
Urgel, desde Aurata hasta Nasona, y de Mucanera hasta Vals.
Lérida, desde Nasona hasta Fuente Sala, y de Lora hasta Mata.
Huesca, desde Esplana hasta Cobello, y des Esperle hasta *Ribera.
Qué términos fuesen estos y qué lugares, sería cosa dificultosa la averiguación de ellos, por ser los más poco *usados y casi desconocidos. Con esta división supo cada obispo lo que era suyo y lo que le tocaba y cesaron los pleitos, si algunos había; y con esto y algunos concilios que se juntaron, quedó el estado eclesiástico muy obligado al rey, como a su amparo y protector que era. Ocupado el rey en estas cosas y otras del servicio de Dios y bien de sus reinos, se levantó un conde llamado Ervigio, que era primo hermano del rey Chindasvinto y codicioso de reinar, tuvo traza como dar al rey ponzoña, que no le hizo otro daño más de quitarle la memoria; y conociendo Wamba que aquel accidente mal podría cumplir las obligaciones del reino y se t dejé a los grandes la administración del reino y se recogió a un monasterio del orden de san Benito, donde vivió siete años y tres meses, sirviendo a Dios nuestro señor, que es el verdadero reinar, después de haber tenido el reino de los godos nueve años, un mes y catorce días, que acabaron el año de 681.
Flavio Ervigio, que dio el veneno a Wamba, sucedió en el reino, ora sea porque el rey se lo diese, ora porque él por fuerza se lo tomase. Era Ervigio hijo de una hermana del rey Chindasvinto, de quien había quedado un hijo; pero no fue rey, porque entre los godos el reino no se heredaba por sangre, sino que se daba por elección, aunque a la postre vino a ser hereditario. El favor y poder de Ervigio era mayor que el del hijo del rey Chindasvinto, y, por mejor asegurarse de los deudos de Wamba, casó una hija que tenía con Egica, primo hermano del rey Wamba. Fue este rey muy católico y bueno, aunque no lo fueron los medios por donde le vino el reino. En su tiempo hubo en España mucha hambre; reinó quince años, y murió el de 688.
Egica, primo del rey Wamba, fue sin contradicción alguna rey de España. En él se enfrió la virtud y religión de los reyes godos. En el comienzo de su reinado echó de si a la reina su mujer; fue muy enemigo de su sangre, y desterró al duque Favila, padre que fue del infante don Pelayo, a la ciudad de Tuy, donde vivía también Vitiza, hijo del rey, y tal o peor que él, el cual trabó un día razones con el duque, y le dio con un palo que llevaba en la cabeza, y murió del golpe. Murió Egica el año 702, después de haber reinado trece años.
Vitiza, hijo de Egica, fue rey de los godos, que así como más se iban acercando a su fin, tanto más iba desfalleciendo y menguando la antigua nobleza y valor; y si el padre fue malo, Vitiza fue peor: al principio dio muestras de bueno, mas presto descubrió los vicios y maldades que en el corazón tenía encubiertos. Desterró de sus reinos al infante don Pelayo, y tomó públicamente muchas mancebas, permitiéndolo con ley a sus vasallos. A los clérigos no solo dio licencia para casarse; mas con violencia les obligaba a ello (casato capat; casado o capado). Quitó el obispado de Toledo a Sinderedo, a quien el arzobispo don Rodrigo llama varón claro en el estudio de santidad, y puso en su lugar un hermano o hijo suyo, llamado Opas, para que acabase de corromper a los eclesiásticos, así como él había corrompido a los laicos. Procuró haber a las manos a Teodofredo, hijo del rey Recesvinto y padre de Acosta y de Rodrigo, y le quitó los ojos: a los hijos no lo pudo, porque se dieron cobro. Por estas y otras muchas maldades vino a ser aborrecido de todos, y con esto tuvo Rodrigo buena ocasión de alzarse contra él y sacarlo del reino. Quedó Vitiza preso, y Rodrigo le quitó los ojos, así como él los había quitado a su padre, y le envió a Córdoba, donde acabó sus días. Dejó dos hijos, que después, juntados con los moros, ayudaron a la destrucción de España. Reinó nueve años, y murió el de 711.

Continuando los obispos de Urgel que lo fueron por estos tiempos, hallo después memoria de Teuderico, a quien llaman algunos episcopologios, segundo; pero esto no lo afirmo, porque no ha venido a mí noticia el primero. De este pelado hallo que en el concilio Toledano décimotercio, celebrado el año de 683, siendo rey Ervigio, asistió Florencio, su vicario, que firmó por él. Juntáronse en este concilio cuarenta y ocho obispos, ocho abades, veinte y siete vicarios o procuradores de obispos ausentes, y veinte y seis condes o varones ilustres.
Celebróse en su tiempo el concilio décimoquinto Toledano, siendo rey Egica, el primer año de su reinado, que fue el del Señor 688. Asistieron en él sesenta y un obispos, doce entre abades y otras dignidades, y cinco vicarios de obispos ausentes, y entre ellos Florencio, presbítero, que firma por Teuderico, obispo de Urgel, y diez y siete condes.
Celebróse asímismo el décimosexto concilio Toledano, en el año de 693 y sexto del rey Egica, en que asistió nuestro obispo personalmente. Halláronse en él cincuenta y ocho obispos, cinco abades, tres vicarios de obispos ausentes, y diez y seis entre condes y varones ilustres de la casa y corte del rey. De lo que se ordenó en los concilios tratan
largamente el doctor Padilla, Morales y otros. Después de este año no hallo memoria de otros obispos, y los hubo, cierto, que con su rebaño se retiraron a lo más áspero de los Pirineos, donde jamás faltaron cristianos y templos en que se celebró misa, que, por ser tierra tan áspera se pudieron allá conservar muchos años.

CAPÍTULO L.


CAPÍTULO L.

Que contiene la vida de Armengol de Gerp, séptimo conde de Urgel. - De la
conquista de Balaguer, y descripción de aquella villa.

El condado de Urgel se iba cada día dilatando, y el valor y fama de sus condes se extendía por España, y ellos iban a porfía por aventajar los unos a los otros, sin reparar en inconvenientes ni peligros, porque ningunos podían meter límite a sus altos pensamientos. El hijo del que murió en Barbastro se llamó Armengol, así como el padre, y por diferenciarle, le llamaron de Gerp, por haber edificado y muerto en el castillo de Gerp, vecino de la ciudad de Balaguer. Muerto su padre, heredó el condado de Urgel y los tributos o parias que cada año lo pagaban los reyes moros.
Los primeros años del gobierno de su condado fueron muy sosegados y quietos, y en ellos llegó a Barcelona Hugo Cándido, cardenal del título de san Clemente, que venía de Aragón, donde le había enviado el papa Alejandro. Este Hugo Cándido no fue natural de Barcelona, sino de Trento, y fue creado cardenal el año 1049: digo esto, porque hay algunos que piensan que un cardenal Hugo que hubo el año 1240, a quien inadvertidamente dan el nombre de Cándido, que fue religioso de la orden de santo Domingo y escribió muy doctamente sobre la Biblia, sea el que intervino en la ordinacion de los Usajes de Barcelona, y equivocándose, toman el uno por el otro, lo que causa alguna confusión en las historias.
Este cardenal, después de haber dejado en muy buena orden las cosas ecclesiásticas de aquel reino, llegó a Cataluña en ocasión que estaba Ramón Berenguer, el Viejo, conde de Barcelona, ocupado en el sitio de la villa de Cervera de Urgel, que así la llamaban antiguamente, y era de moros, que habían acudido con tributo al dicho conde y ahora se lo negaron, declarándose contra de él, corriendo y talando toda la tierra de los cristianos, sus vecinos.
Obligaron al conde a la defensa de sus vasallos y castigo de los moros; puso sitio a la villa, que era muy fuerte y poblada, circuida de buenos y fuertes muros, con un castillo al un extremo de ella, que es la fuerza más principal de aquel pueblo, del cual escribe muy curiosamente Pedro Giscafré, su síndico, en un libro Del triunfo del Santo Misterio que es sucinta y curiosa historia de aquella villa y verdadera relación de sus grandezas. Asistieron en el sitio de ella con el conde Ramón Berenguer muchos prelados, y entre ellos el obispo de Vique, el abad de Ripoll, Ramón de Cervera y Ramón de Guardia, Berenguer de Anglesola y muchos vasallos del conde de Urgel. Fue grande la defensa hicieron los moros, y entonces, para mejor combatir la villa y defenderse de las surtidas de los cercados, se edificó junto a aquella, a la parte inferior, una torre fuerte, cuyas ruinas y señales aún quedan. Estando ocupado el conde de Barcelona en esta empresa, tuvo nueva de la venida del cardenal, y luego encomendó el campo a un caballero muy principal llamado Ramón de Timor, que después se llamó Ramón de Cervera, y se fue a recibirle. Grande sin duda era la utilidad de la conquista de Cervera, y la presencia del conde y demás prelados importaba mucho para ella; pero todo lo dejaron en saber la venida del cardenal, anteponiendo las cosas del servicio de Dios a las de su estado.
Llegado el cardenal, se congregó un concilio de los obispos y demás prelados de Cataluña. Entre otras cosas muy acertadas que ordenaron, la más notable fue, que de común consentimiento dejaron el oficio, rito y ceremonias góticas que hasta entonces habían observado, y tomaron las romanas, prohibiendo del todo a los clérigos el uso del matrimonio, que había quedado del tiempo del rey Vitiza, penúltimo rey godo, y quedando obligados a perpetua castidad, como el día de hoy se guarda.
Dióse asímismo entonces de mano a algunas leyes antiguas que hasta entonces se habían observado, pero tan alteradas, quitadas y añadidas, que eran casi otras de las que se hicieron en tiempo del rey godo Eurico, en cuya ordinacion se halló san Severo, obispo de Barcelona, con sesenta obispos católicos, cerca del año 480. Juntáronse en Barcelona cortes, y en ellas intervino el cardenal, con todos aquellos que tienen lugar en ellas; y Tomich (Tomic) dice, en particular, que fue en ellas el conde Armengol, que en estos tiempos andaba en los veinte y tres años de su edad. De consentimiento de Ramón Berenguer y de la corte fueron nombradas veinte y una personas, y entre ellas fue Arnaldo de Tost, vizconde de Ager, para ordenar y componer nuevas leyes, por las cuales se gobernase y rigiese este principado, y que el día de hoy se observan, y nombran Usajes de Barcelona (usatges): y es tan grande el cuidado que se tiene de la guardia y observancia de ellas, que, entre otros juramentos que hacen los reyes y sus ministros, es uno de guardar aquellos, por contener en sí gran equidad y justicia: fueron ciento y setenta y cuatro, y andan impresos en los libros de las Constituciones de Cataluña.
Cerca de estos tiempos, y en los idus de enero del año ocho del rey Felipe, que es de Cristo nuestro señor 1068, dio el conde privilegio a los del lugar de Valldelort de que jamás ningún señor les pudiese imponer más censo de aquel que solían pagar en tiempo del conde su padre.
Finidas estas cortes, emprendió el conde Armengol la conquista de la ciudad de Balaguer y sus comarcas. Es Balaguer población principal y antigua en los pueblos ilergetes y fundación de Hércules líbico, la segunda vez que vino a España, mil seiscientos setenta y ocho años antes del advenimiento de Cristo señor nuestro, y le nombró Balaguer.
Otros hacen más moderna esta fundación, y la ponen en el año 1.591 antes del nacimiento, y la atribuyen a Sicoro, antiguo rey de España, de quien el río Segre toma el nombre de Sicoris, de cuyas riberas salieron los de los pueblos sicanos, que poblaron la isla de Sicilia, que llamaron Sicania. La interpretación de este nombre de Balaguer, no se sabe; hay empero quien la deriva de un gran grito o balato, que, estando en el puesto más alto de la ciudad dio Hércules mirando a los suyos metidos en una famosa batalla, diciendo: ó quam urgens bellum; de que quedó Urgellum, y del balito o balato Balagarium; y así llamaron a la ciudad que allí se fundó. Esto en opinión de algunos es apócrifo, y graves autores lo juzgan por tal: los que hacen fundador a Sicoro, (Segre) dicen que Balaguer en lengua líbica, (Libia) que era la que usaban estos antiguos reyes, quiere decir señorío de los valles. (bal : val : vallis : valle : vall + ager: Ager).

En tiempo de los romanos floreció mucho y hubo reyes que tomaron el título de la ciudad: uno de ellos fue Belistágenes, que las historias llaman rey de Balaguer, y de los fieles amigos de los romanos en España; porque habiéndose levantado contra ellos todos los pueblos de aquellas comarcas, solo Belistágenes perseveró en en su devoción, lo que celebró Tito Livio y otros autores. Después, en tiempo de los moros, se conservó también el título de rey de Balaguer muchos años, y fueron tributarios a los condes de Urgel, hasta que del todo los sacaron de la ciudad y condado. El sitio de ella está tendido por lo largo a la ribera del río Segre, cuyas aguas bañan sus muros: participa de llano y enriscado; la parte enriscada está dividida en dos puntas o riscos; en la parte llana están edificadas muchas y buenas casas, donde moran los caballeros y ciudadanos y demás gente lucida de la ciudad. Tiene una grandiosa plaza que llaman el Mercadal, que puede competir con las mejores de España. En ella, en tiempo de los condes y aún después, se celebraban los juegos y fiestas públicas; por el un lado pasa una caudalosa acequia de agua que se toma del río Segre, una legua antes de llegar a la ciudad, que sirve para el riego de la huerta y uso de los molinos. Sobre el río Segre hay una hermosa puente de piedra que
sustentan cinco arcos, labrada de sillería, muy ancha y larga, capaz para gran tránsito: pasan por ella los que, viniendo del mediodía, van a la ciudad. Al cabo de ella hay una puerta muy ancha y grande, que es la principal de la ciudad, y muy bien labrada y con majestuoso frontispicio: en medio de ella hay una imagen del arcángel san Miguel (tutelar de la casa de Urgel), de piedra, muy grande, en medio de los dos escudos de las armas de Urgel y Cataluña, en franja; de donde infiero, ser edificio hecho después del año 1334, que el condado de Urgel vino a ser de los hijos de los reyes de Aragón y condes de Barcelona. Algo más arriba están otros dos escudos con las de Urgel solas. A la otra parte, y delante de la puente, hay otro insigne monasterio de la orden de santo Domingo, que fundó el conde Armengol de Cabrera, del cual se da noticia en su vida. Los muros a la parte de tierra son a lo antiguo, aunque renovados en algunas partes; pero a la parte que mira al río, labrados a lo moderno, con sus terraplenes que sirven de paseadores, para comodidad de los vecinos, por gozar de apacible y alegre vista.
La vega es grande y fértil, poblada de hermosas huertas y jardines, y espesas alamedas: extiéndese por las orillas del río Segre, cuyas aguas, conducidas por cada parte del río con caudalosas acequias, sirven para el riego de ella, sin faltar jamás. Había allí entre otras casas de campo una más principal que todas, que llamaban la casa fuerte de la condesa, que estaba tras el monasterio de predicadores, y era casa de recreo de los condes, y edificio suntuoso y fuerte, como lo denotan algunos rastros que no ha muchos años parecían por aquellos campos. Es tradición de los vecinos, que tenían los condes una mina secreta que salía del castillo y pasaba por bajo del río y desbocaba en esta casa, lo que, si es cierto, es cosa espantosa, y tanto más admirable, cuanto más caudaloso es el río Segre que pasa sobre ella: pero la riqueza de los condes podía emprender cosas mayores.
El terreno produce todo género de granos, frutos, legumbres, cáñamos, linos, salitre, vino y lo demás necesario para el uso del hombre; y esto con tanta abundancia, que de lo que se vende entra en la ciudad mucho dinero que la enriquece.
A la otra parte de la vega, hacia el mediodía, sobre una colina, hay un castillo que llaman Rapita (Rápita), y era antiguamente mezquita de moros, donde hacían sus ceremonias moriscas: así lo denota el nombre Rapita, que quiere decir mezquita o casa de devoción que está fuera de poblado. Hay también en medio de la vega, hacia occidente, a la mano izquierda del camino que va de Balaguer a Lérida, un monasteri que lo fue de religiosas cistercienses, obra antigua y maciza. Llámase de las Franquesas. Por estar tan cercano al río está muy sujeto a las avenidas de él, pero puede resistir a ellas. Las religiosas se acabaron, y por ser de aires mal sanos no han puesto otras; porque las aguas se encharcan, y los vapores que se levantan corrompen los aires. Está unido al monasterio real de Poblet, y residen allí uno o dos monjes, que cuidan de la casa y heredades, y celebran misa. Hay en la iglesia algunos sepulcros antiguos de piedra, levantados en alto, no se sabe de quién son, porque no hay armas ni inscripciones: dicen por allá los vecinos ser de algunos principales caballeros, que solían por aquellas partes usar tales sepulturas, como aún los hay muchos por las iglesias de todos aquellos contornos. Consérvanse los claustros y dormitorios y otros cuartos del monasterio, pero amenazando ruina, por haber muchos años están inhabitados.
En un alto de la ciudad, que está a la parte del occidente, está edificada la iglesia mayor, so invocación de Nuestra Señora: es edificio moderno, del tiempo del infante don Jaime, conde de Urgel, hijo del rey don Alfonso: es todo de sillería y de una sola nave, muy grande y capaz, adornado de muchos y muy buenos retablos, y la sacristía muy rica; acúdese al culto divino con grande puntualidad y devoción: la vista de que goza es admirable, y por estar en lugar alto, descubre gran parte del campo de Urgel: residen en ella doce canónigos, un plebano y doce beneficiados.
En el otro risco o recuesto, que está al principio de la ciudad, a la parte de oriente, frontero de la puente, estaba edificado el castillo y alcázar de los condes, el cual era muy fuerte y suntuoso, y de fácil defensa, según lo denotan las ruinas y cimientos de sus muros y torres derribadas, edificados sobre otros más viejos que estaban sobre durísimas y grandes peñas, todo de sillería y obra romana: su grandeza y antigua majestad hoy mal se puede conjeturar, porque desde el año 1413 fue derribado. Queda algún rastro de las cisternas, caballerizas y demás oficinas subalternas; la puerta era hacia el mediodía y de tal traza, que cuatro hombres la podían defender; estaba muy adornada de jaspes, mármoles y pórfidos, de que hay algunos pedazos junto al castillo, que son recuerdos de lo que fue en tiempos pasados, y testimonio verdadero de la instabilidad y mudanza de las cosas del siglo. En el claustro superior del monasterio de Poblet están las colunas que se sacaron de este castillo, y de aquellas adornaron aquel claustro: las piedras de las ventanas del palacio real del mismo Poblet estaban también en este castillo, y por ellas se echará de ver que tal sería este castillo de donde se sacaron.
Había en él una iglesia que llamaban Santa María de la Zuda, donde residían clérigos y celebraban los oficios divinos, cumpliendo con algunas fundaciones dejaron allá los fieles; y en esta iglesia tenían algún derecho los abades de San Pedro de Ager. Era por la parte de occidente, mediodía y tramontana casi imposible la subida; pero por la parte de oriente, entre el castillo y la iglesia de Almata, hay un grande foso que le sirve de defensa: en él vivió el grande rey don Alfonso el tercero, mucho tiempo antes que fuera rey; aquí nació el rey don Pedro el tercero, y sus hermanos, y de ello hace estima en su crónica.
A la otra parte del foso, y fuera los muros de la ciudad, hay una grande llanura, en que en el año 1413 asentó el rey don Fernando el primero su real, para mejor combatir el castillo. Aquí hay una iglesia antigua que llaman Santa María de Almata; es a modo de cruz, con solo tres brazos, que miran a oriente, occidente y septentrión; es la bóveda de ellos redonda, con una cornisa muy llana y sin labor alguna; el brazo que mira al oriente es nuevo, labrado a lo moderno, y cubierto con un gran cimborio, por el cual recibe la luz: aquí está el altar mayor y la santa imagen de Cristo nuestro señor, tan celebrada en el
mundo: a la parte del mediodía la cortina de la pared corre igual, y en esta parte hay una capilla pequeña, donde antiguamente estaba la santa imagen que está en el altar mayor, y en memoria de ello, hay una inscripción que dice así:

EN ESTA CAPILLA ESTUVO LA IMAGEN
DEL SANTO CRISTO MÁS DE 600 AÑOS
Y SE TRASLADÓ A LA CAPILLA NUEVA
A XXI DE MARZO DE MDCXXVI .
EN PRESENCIA DEL REY NUESTRO SEÑOR,
DON PHELIPE IIII Y III DE ARAGÓN Y DEL SERENÍSIMO INFANTE DON CARLOS SU HERMANO ETC.

En esta parte hay una puerta que mira al mediodía; la otra mira al septentrión y llaman la puerta del Real, por haberlo puesto aquí el rey don Fernando cuando prendió al conde de Urgel y aún quedan aquí rastros de una trinchera o muro que hizo el dicho rey. La que mira al poniente es la más principal y mejor, y está frontera al castillo: hay dentro de ella un pórtico muy adornado de colunas y espacioso, que engrandece la entrada de la iglesia. Antiguamente estaba por cabeza de él una imagen de nuestra Señora que llamaban de Almata, y el día presente las religiosas, para mejor consuelo suyo, la tienen dentro del monasterio con gran decencia y ornatos. A la parte de oriente es la capilla mayor, y en ella la imagen santa de Cristo, señor nuestro crucificado, que es una de las más devotas que hay en el mundo, y son sin cuento los beneficios y mercedes hace Dios por ella: la devoción es grande e innumerables los milagros, como lo atestiguan los votos colgados por las paredes; y si se hubiera cuidado de su conservación, estuvieran todas cubiertas de ellos, y pudieran competir con las de Monserrate, Guadalupe y otras casas de devoción y santuarios de España. Aquí se muestra la omnipotencia de Dios curando diversas enfermedades, como son calenturas, mal francés y dolores del cuerpo; vuelve la vista a los ciegos, sana cojos y mancos, favorece a los navegantes, resucita a los muertos y hace otras maravillas, de que están llenas las memorias. Diré de una, y es que aparecen algunas veces de noche en el río Segre cinco luces, o más o menos, y andan por el agua y paran en el escollo donde paró esta santa imagen cuando se halló; y aun en la misma iglesia se han visto muchas veces; y esto es tan cierto y continuo, que apenas hay ninguno de aquella tierra que no pueda ser testigo de ello: es frecuentada de todas las naciones del mundo, y está la hospitalidad tan a su punto, que no les falta nada a los peregrinos y novenarios que continuamente acuden allí, para los cuales hay una gran casa y cierto número de personas eclesiásticas que tienen cuidado de ellos, ejercitando la hospitalidad con tanto amor y limpieza, que su apacible trato es para llamar allá todo el mundo. En el año de 1626, viniendo el rey a jurar a Barcelona, visitó el santo crucifijo y fue hospedado en esta casa, con todos los grandes que venían en su compañía.
Entre la iglesia y casa de peregrinos hay un monasterio de monjas de san Francisco, que fundó el infante don Jaime, hijo del rey don Alfonso, y dotó magníficamente; y tenía prerogativas de fundación real, por haber sido el fundador hijo, hermano y tío de reyes. Las monjas claustrales se acabaron; las rentas se disminuyeron, y el patrimonio del convento quedó muy perdido por haberse acabado los condes de Urgel, patrones y fundadores de aquella casa, que con sus limosnas la socorrían y amparaban. Acabadas y suprimidas las monjas claustrales, estuvo mucho tiempo sin religiosas, y la casa se vino a acabar de todo punto, porque gran parte de ella vino al suelo. A la postre, los paheres de la ciudad se ampararon de ella y levantaron lo caído, y edificaron de nuevo lo que era menester, y se hicieron patrones, y a instancia de ellos metieron la observancia, y vinieron a fundar religiosas observantes del monasterio de Santa Clara de Tarragona, y están súbditas al obispo de Urgel, el cual las visita y tiene allá clérigos muy ejemplares que las ministran los sacramentos y cuidan del servicio de ellos. De esto hay memoria en unas piedras que están en las paredes de aquel convento, y la una dice así: 

CIVITAS BALAGARII MONIALIUM ISTUD COENOBIUS CONDIDIT CUJUS AEDIFICIUM
INCOHATUM FUIT LV NONAS MAII MDCVII CONSULIBUS EXLSTENTIBUS
MAGNIFICIS FRANCISCO TORRES MEDICINAE DOCTORE BABTISTA GOMAR CIVE
FRANCISCO BOTELLA BARTHOLOMEO SALVAT DE REPUBLICA OPTIME MERITIS S. P. Q. B.
La otra dice así:
A 21 DE MARS 1622 ESSENT PAERS DE AQUESTA CIUTAT DE BALAGUER LOS MAGNIFICHS PERE MORATO MIQUEL ALÇAMORA HYERONIM SPERT Y MATHEU GARROFER PATRONS DEL PRESENT MONESTIR DE SANTA CLARA DE ALMATA FOREN TRETES AB AUCTORITAT APOSTOLICA DEL MONESTIR DE SANTA CLARA DE TARRAGONA Y INTRODUHIDES EN AQUEST PER FUNDADORES SOR BENETA CASALS ABADESSA SOR DOROTHEA PALAU VICARIA Y SOR SERAFINA MONTANER MESTRA DE NOVISSIES.

Lo que hace más célebre esta casa y llama a ella a todo el mundo es la muy devota y piadosa imagen de Cristo señor nuestro crucificado, de cuya venida diré lo que escribe aquel santo varón fray Vicente Domenech, del orden de predicadores, cuyas palabras son estas: “Como aya venido el sancto crucifixo á la ciudad de Balaguer, no he podido hallar auto authentico que lo diga; pero he visto en la misma iglesia donde oy lo tienen una scritura antigua, la qual refiere que vino por el río Segre arriba con grande luz y con mucha compañía de ángeles que cantaban las grandezas de Dios; y tienen por tradición que viniendo río arriba, se detuvo en un scollo o pequenyo penyasco que aun parece dentro del agua, y que viniendo con procesion la ciudad para tomarla, se apartó la sancta imágen por el agua adentro, y que baxaron tambien las monjas claustrales Franciscas del Mata, que assi se lama el lugar donde sta edificada su casa, y se dejó recibir por la abbadessa, y á causa desto se la subieron a su monasterio, donde la tienen con gran veneración, y es visitada de todas las naciones del mundo como uno de los más insignes santuarios de la cristiandad.” Y el doctor Onofre Menescal, en su sermón del rey don Jaime el segundo, hablando de los santos de Cataluña, pone entre ellos el santo crucifijo de Balaguer, por estas palabras:
Lo sant crucifici de Balaguer; que dihuen ving* vingué per lo riu Segre, y arribá ab gran llum y companyía de ángels que cantaban alabansas á Deu.
Esto es lo que se sabe por ahora; pero sin duda debieron pasar otras muchas cosas, y tiempo, que todo lo consume, las ha entregado al olvido. La ciudad y clero de Balaguer han hecho diligencias grandes en buscar memorias antiguas, pero no hallo más de lo que tengo dicho; placerá a Dios se hallen tiempos por venir, así como ha Dios descubierto otras cosas semejantes que hasta nuestros días estaban del todo olvidadas. El doctor Jaime Prades, valenciano, en la Historia del uso y adoración de las santas imágenes, dice estas palabras: “ En aquellos mismos tiempos, aquel sancto *viejo Nicodemus enseñó contra aquellos mismos judíos m* claramente por obra también, la misma confesión de e* fé, habiéndole dado primero el mismo Jesucristo cumpli* la noticia de su divinidad y humanidad. Porque escrib* Anastasio, doctor, que fue en tiempo del concilio Nice* segundo, y Gregorio Turonense, que este santo labró con su mano tres crucifijos (porque no se pudiese dudar en es* de su voluntad), representando en cualquiera de ellos la figura de Cristo, de la manera que le vio él enclavado en la cruz; y aunque bastaba la relación que de ello hicieron * habérnosle mostrado tal en sus evangelios los evangelistas sagrados, quiso dárnosle más adelante retratado al vivo, cuerpo muerto, de color amarillo, cual suele ser el de los muertos, los ojos oscuros, turbios y vueltos en blanco, con la boca abierta, todo rociado de sangre, llagados y rasgados aquellos miembros santísimos y del todo ajenos * su belleza, y tan maltratados, que aún a sus enemigos movieran a compasión; y esto para moverse a sí primero con esta vista, y después a nosotros, y porque semejante acto fuese como un testimonio de que descubiertamente confesaba la pasión de Cristo contra la infidelidad de aquellos judíos, y también para que, a ejemplo suyo, los que estaban por venir en todos tiempos hiciesen otras imágenes para el propio efecto; en lo cual no le engañó su pretensión, pues con grande gloria del mismo Jesucristo y aprovechamiento de sus almas, han los cristianos adorado y confesado su pasión por aquellas santas imágenes. Porque una de estas fue la que derramó en Berito sangre y agua en abundancia, convirtiendo toda una sinagoga de judíos, conforme adelante diremos; y hoy en día por estas mismas es también glorificado en la ciudad de Balaguer de Cataluña, y en San Agustín de *Burgos, y en Orense de Castilla; y es tanta la fé y devoción que tienen los cristianos por este medio a la pasión y muerte de Cristo nuestro redentor, que en otros pueblos pretenden más ciertamente tener las mismas imágenes. Esto dice aquel aquel curioso autor, que con tanta piedad escribió la historia de las santas imágenes, contra la falsa opinión de Lutero y otros herejes modernos.
Está esta santa imagen en el altar mayor, dentro de un hermoso tabernáculo: cúbrenlo tres ricas cortinas, y cuando la quieren enseñar a los fieles, sale cierto número de los sacerdotes que residen allá, con sus sobrepellices y cirios encendidos, y con voz lastimosa y devota cantan algunos versos del salmo 50, y en el entretanto van poco a poco corriendo las cortinas, y con dos o más velas que al rededor de la santa imagen están encendidas, se divisan y ven muy bien el santo rostro, llagas, manos y demás partes y color de la santa imagen, y después rezan alguna oración y cierran las cortinas. En tiempo de esterilidad de agua, que acontece muchas veces en aquella tierra, la sacan en procesión; y en otro tiempo la mudaban por nueve días en otro altar, perseverando en oración, devociones y procesiones que acuden de diversos pueblos; y es cosa maravillosa ver la abundancia de agua que Dios envía, fertilizando con ella la tierra; y en
tiempos de grandísima esterilidad, con procesión la bajan al río Segre, cerca del escollo donde fue hallada, y allá, con las aguas del río, la bañan, suplicando a nuestro Señor, que mediante el tocamiento de la santa imagen en las aguas las bendiga, dándoles virtud para que hagan el efecto que el devoto pueblo suplica, enviándolas del cielo con abundancia, para regar y fertilizar aquella tierra; y es tanta la misericordia de Dios y la virtud de aquel santo crucifijo, que apenas pasan muchos días que no se vea el fruto de aquellas devociones, las cuales y todo sea para mayor gloria de Dios, que cada día hace maravillas.
En la capilla en que antes estaba la santa imagen hay una memoria moderna que dice estas palabras: (Es la misma que se halla continuada en las páginas 341 y 42).
Estas palabras han hecho reparar, porque es cierto, que las monjas claustrales no estuvieron en Almata hasta el año 1351, porque, como dije allí, era la iglesia mayor y parroquial de Balaguer; y dando por cierto que las monjas claustrales franciscas de Almata bajaron al río cuando vino la santa imagen y que la tomó la abadesa, no podía haber seiscientos años era allá la imagen cuando se hizo aquella memoria, que fue el año 1626, y así hemos de decir, o que los seiscientos años han de ser muchos menos, o que las monjas eran de otra religión, o que el hallazgo de la santa imagen fue después del año 1351.
Acabadas ya las cortes de Barcelona, en que se hicieron los usajes, dio principio el conde Armengol una gran guerra que por muchos llevó contra los moros sus vecinos, con pretensión de echarlos de una vez de todas las tierras y límites de su condado, acabando con ellos. Valiéronle, según parece en antiguas memorias, el obispo de Urgel, el conde de Pallars, Ramón de Cervera, Guillen de Anglesola; Raimón Folc, vizconde de Cardona, hijo de Hugo Folc; Galcerán de Pinós, Hugo de Treyá, Berenguer de Puig-vert, Oliver de Termens, Gerardo o Guitardo de Ribelles, Juan Despes, Ramón de Peralta, Bernt de Peramola, Pons de Oliva, Asbert Dez-Palau, Juan de Pons, Guillen de Majà, Galcerán de Artisé, Guillen de Alentorn, Ramón de Monsonis, Bernat de Billvés, Benet de san Gruni, Pedro de Torá y Arnaldo Dalmau, y otros muchos caballeros amigos y vasallos del conde. Con ellos bajó como un rayo por las riberas del Segre, conquistando todos los castillos que había de la una y de la otra parte; de aquí pasó a las riberas de Sió, y tomó todos los lugares que había por allá; llegó hasta las villas de Sanahuja y Guisona, y se apoderó de ellas. En esta ocasión conquistó a Linyola y otros pueblos vecinos, cautivando muchos de aquellos infieles. De esta conquista habla un auto de confirmación hecho por Armengol y Arsende, su mujer, condes de Urgel, en favor de Ramón Arnau, de ciertos réditos; y usando del latín de aquellos tiempos, dice:
damus tibi haec omnia praenominata quod ab antiquo tempus avi de me Ermengaudus comitum qui obit a Gerp fecit dono in vita sua ad Arnaldo Dalmatii patre tuo quando Linerola fuit decepta a Xpianis et pagani captivus etc. y de esta vez quedó toda aquella tierra por los cristianos. Luego, pues, que fue señor de la campaña; entendió en la conquista de la ciudad de Balaguer, que era la plaza más fuerte e inexpugnable que por aquella parte quedaba a los moros, donde se eran todos retirados con lo mejor de sus haciendas. Hay cercano a Balaguer,a la parte oriental, media legua distante, a la ribera del Segre, sobre grandes peñas, un lugar llamado Gerp: este puesto escogió Armengol por acomodado para hacer en él plaza de armas para la conquista de Balaguer, y fortificó en él un castillo, cuyos cimientos aún quedan. No es este castillo el que al presente dura en el mismo lugar de Gerp, sino otro algo más apartado, y de aquí se quedó el nombre de Gerp. En autos, empero, y antiguas escrituras parece que a este conde llamaban los moros Armengol de Tuligisa, no se sabe porqué. El abad Briz Martinez, en la historia de San Juan de la Peña, dice que sería por alguna hazaña en el lugar o territorio de este
nombre. Desde el castillo de Gerp, se dio principio al cerco de Balaguer; pasaron en él grandes cosas y diversos hechos de armas, combatióse la ciudad por todas partes, y más en particular por la de Almata. Los moros que estaban dentro entendían valerosamente en la defensa de ella, pero faltóles el socorro que les podía venir y aguardaban de Lérida, y esto era muy dificultoso, porque el conde era señor de la campaña, y por eso los moros, antes de llegar al último punto, escogieron un honesto partido, por no ver entrada y saqueada la ciudad, y así se rindieron y la entregaron al conde con condiciones. Así se infiere del testamento del conde, el cual, entre otras cosas en que instituye heredero a su hijo, son los tributos que Almudafar, moro, le prestaba por Balaguer; y es cierto que si la ciudad se conquistara a fuerza de armas, toda quedara por los cristianos, sin permitir a los moros parte alguna en ella, antes bien los echara del todo; y así Almudafar (suena como Almudévar) debió de quedar o con el castillo o alguna parte de la ciudad, por la cual se obligó a pagar parias o tributos al vencedor. Después de esto, a los que le habían ayudado a aquella conquista hizo participantes del fruto de la victoria, así como lo habían sido de la guerra. A G. de Bibellas, que fue de los que más se señalaron, dio ciertas rentas sobre la ciudad de Balaguer, y a lo que yo conjeturo, le hizo carlan, (castellán) y le dio los castillos de Roda y Monsonis; a Bernat de Peramola dice Terafa que dio los castillos de Auliana y Peramola; a Gispert de Pons, la carlanía de Pons; a Galceran de Pinos, el castillo y tierras de Taltaull; al obispo de Urgel, que en esta guerra hizo mucho, los castillos y villas de Guisona y Sanahuja, aunque se pretendió que esta donación fue en favor de su Iglesia y no de la mensa episcopal; a Berenguer de Puigvert dio ciertos lugares a las riberas de Sió; a Guillen de Majá, Robió y La-Sentiu; a Arnau Dalmau dio la torre Dalmazor, y en auto de confirmación que de esta donación hizo el conde Armengol y Arsende, su mujer, en favor de Raimundo Arnau, su hijo, en que añadió también la mitad de las décimas que tenía en la torre de Erall, dice: Et est haec omnia infra comitatum Urgelli in finibus Marchiarum in loco quod dicitur Pla* superius Linerola: et habet autem afrontacionis prescriptam turrim a parte orientis in terme de Juliagrossa et de *Montosar, de meridie in termino de Valverd et de *Xerapchenic sive in Pennal de la turrim de la Baralla, a parte vero circii in termino de Linerola, et de aquilone in termino de turrim de Erall; y estas donaciones fueron con pacto que lo tuviesen en feudo por el donador, el cual tenía todo el condado de Urgel franco de todo reconocimiento al conde de Barcelona, por haberlo él con sus fuerzas conquistado; y esta prerrogativa y franqueza conservaron siempre todos los condes de Urgel, hasta Armengol VIII, el cual murió sin hijos, y el condado hizo mudanza, porque después de él, todos los que lo poseyeron, fue con ciertos reconocimientos a los condes de Barcelona y reyes de Aragón, los cuales a la fin vinieron a tener el señorío útil, directo y alodial de todo el condado, perdiéndose del todo la soberanía que tuvieron los primeros condes, por haberle ellos conquistado con su espada, y adquirido de los sarracenos.
Por estos tiempos entró en Cataluña, Amato o Antato, obispo de Oloron, en Francia, legado del pontífice Gregorio VII, para visitar los monasterios del orden de San Benito, que eran muchos en Cataluña; detúvose en el obispado de Gerona, y después en el convento de Besalú; y de allí entró en el condado de Urgel, donde fue muy bien recibido del conde y de Lucía, su mujer, y le rogaron que reformase los monasterios de aquel condado, que eran cuatro, llamados de san Saturnino, de santa Cecilia, de san Andrés y de san Laurencio; y empleándose en esto, le pidieron que el de santa Cecilia, que por negligencia de los abades y monjes estaba algún tanto estragado en la religión, lo hiciese de monjas; y condescendiendo en esto el legado, fueron él y el conde y la condesa a Barcelona, y pidieron algunas religiosas a Eliarda, abadesa del monasterio de san Pedro de las Puellas, para la fundación del nuevo monasterio, y ella las dio a 23 de julio del año 1079, y concertóse que el nuevo monasterio estuviese sujeto a ella y a sus sucesoras. De esto hay auto en el archivo de dicho monasterio de san Pedro de Barcelona, cuya autoridad y antigüedad es muy grande, en el saco A, núm 2. El maestro fray Antonio de Yepes, en la historia de san Benito, tomo 6°, refiere esta misma historia; pero añade que esta Eliarda era abadesa del de las Huelgas de san Pedro: es manifiesto error de los trasladadores, y como a tal, lo advierto de paso.
A 5 de los idus de setiembre del año diez y nueve del rey Felipe, que es de Cristo señor nuestro 1079, el conde hizo donación de Biscarri, que estaba en el condado de Urgel, a Raimundo y Valencia, condes de Pallars, y a Arnaldo, hijo de ellos, y dice: que las terminaciones son a parte orientis in termines de castrum Taravalli, a meridie in termines de castrum Benavente vel in quallum sancti Egidii de *occiduo in *Gaveta vel in Lagunas et ascendit per termines de castrum Lordani et de Castelione usque in montem qui dicitur alto etc. *Ica ut non liceat vobis alium seniorem eligere de supradicto castro neque ad vos neque ad posterita vestra nisi me Ermengaudum aut posterita mea. Y se llamó el conde comes et marchio, y este mismo castillo, con la iglesia y parroquia de san Andrés, a 2 de las calendas de junio del año veinte y cuatro del rey Enrique, que era de Cristo 1054, lo había dado Armengol de Barbastro, su padre, que también se intitulaba conde y marqués, a Arnaldo Miron de Tost, y a Arsende, su mujer, vizcondes de Ager; y después el mismo vizconde de Ager, en su testamento, lo dejó a los dichos Valencia, su hija, y a Arnaldo, su nieto, el cual testamento fue hecho a 4 de los idus de agosto del año doce del rey Felipe, que es de Cristo señor nuestro *1072. Y entiendo que la donación hecha en este año 1079 fue confirmación de la del año 1054 y del testamento del vizconde, por razón del señorío que en este y otros castillos se reservaron los condes de Urgel.
Murió por estos tiempos la condesa Lucía, en la cual tuvo el conde un hijo, que fue Ermengaudo, que llamaron de Mallorca; y el año siguiente de 1080 ya había casado con Adelaida, dama francesa, que se intitulaba condesa de la *Prohenza (Provence, Provenza), por tener en aquella provincia ciertos derechos de que hace alguna mención, aunque muy de corrida, César de Nostradamus en su historia de la Prohenza, en la vida de san Gilberto, segundo conde de la Prohenza. El padre Diago dice haber visto un auto en que el conde y esta Adelaida, su segunda mujer, dieron la tercera parte del castillo de Altet a la iglesia de santa María de Solsona, a 13 de febrero del año veinte del rey Felipe, y nombra siete caballeros principales del condado que fueron presentes, y eran Gerardo Mir, vizconde; Hugo Dalmacio, Ramón *Reembaldo, Berenguer Brocardo, Guillermo Arnaldo, Olivon de Arvernia, Guillermo de Izarno y Berenguer de Puigvert.
Entonces entraron en el condado de Urgel y por los valles de Aran y Andorra algunas gentes extranjeras, inficionadas de la herejía arriana (pone araiana), que aún duraba en el mundo: recogiéronse en un castillo que llaman Monleó, y allí se hicieron fuertes para enseñar su perversa y mala doctrina.
El conde y toda su tierra se alborotó notablemente, y sin dar lugar a que derramasen su ponzoña, fueron al castillo y le dieron combate, y sacaron los herejes y toda Cataluña había ya tomado las armas contra de ellos. Señalóse notablemente un caballero llamado Arnaldo de Perapertusa: este, por orden de Armengol, y con gente suya, trabajó con tantas *veras en la expulsión de esta canalla, que mereció que el conde le diese este castillo, con que le tuviese por él y sus sucesores, y que, requerido, le hubiesen de dar las tenencias. Entonces mudaron el nombre al castillo y le llamaron Castellbó, y los descendientes de este caballero tomaron este apellido, y duró este linaje muchos años en Cataluña.
Tomada la ciudad de Balaguer y todos los lugares y castillos que están alrededor de ella, y los demás de las riberas de Sió y Segre hasta Noguera Ribagorzana, emprendió guerra contra los moros de Lérida y Fraga, y los que estaban a las riberas de Segre y Cinca y Ebro, hasta la ciudad de Tortosa, y con tan grande poder, que no leemos otro tanto de ninguno de los príncipes de estos tiempos. Tuvo principio esta nueva empresa en el año 1091, en la primavera. Entonces se le hizo tributario el rey de Lérida, prometiéndole cada año parias. Subió a Fraga, y por las riberas de Segre y Ebro, llegó a Tortosa: aquí recibió socorros de gente que le envió el rey don Pedro de Aragón, su sobrino, desde Monzón, con que pudo dichosamente proseguir sus victorias, que alcanzó muy grandes de los moros. El rey de Zaragoza, que se llamaba Yuseph Abenhut, (Pep, Josep, Joseph, José, Yusef, etc.) se le hizo tributario, e imitando al de Lérida, le reconoció vasallaje.
En el año 1092 ponen todos la muerte del conde, la cual fue en el castillo de Gerp, después de haber gobernado veinte y ocho años el condado, con los aumentos y victorias que quedan referidas, que discurrieron desde el año 1065, hasta el corriente de 1092. Intitulóse siempre conde y marqués, como el conde su padre.
Casó dos veces, la primera con Lucía, de quien tuvo a Armengol, y que algunos llamaron Luciana, y murió poco antes del año 1080; la segunda con Adelaida o Adaleta, que, como dije, se intitulaba condesa de Prohenza, de la cual tuvo un hijo llamado Guillermo, que heredó los estados de la madre y se intitulaba conde de Niza, y, una hija que se llamó Sancha. A más de estos tres hijos, tuvo una hija que casó con Guillen Jordan, penúltimo conde de Cerdaña, que murió en el año 1102, en la ciudad santa de Jerusalén: de esta hija no he hallado memoria en ningún autor, sino en el libro segundo de los Feudos del real archivo de Barcelona, fól. 87 (1) en que hablando el de Urgel con el de Cerdaña, dice: Quod si ego prescriptus comes Ermengaudus, obiero, sine filiis omnem nostrum honorem dimittam a germanam meam Elisabet conjugem tuam et ad te ipsum eternaliter habendum etc. y en el Armario 16 del dicho real archivo, en el núm. 59, hay otro auto en que el mismo * de Armengol hace memoria de esta hermana.

(1) Al libro de los feudos, tal como existe ahora en el archivo, le *faltan muchísimas hojas, que el autor tuvo seguramente a la vista, y *se cree desaparecieron ya a poco más de mediados del siglo XVII. Entonces debió de hallarse todo lo relativo al condado de Urgel; por consiguiente existe ahora casi ninguno de los documentos que Monfar cita a ca* como continuados en aquel libro.

Fue, a lo que se conjetura, sepultado en el monasterio de Ripoll, así como sus ascendientes. Hay de él dos testamentos: del uno hace mención Zurita, lib. 1, cap. 30, y dice que a Armengol, su hijo, le dejó bajo del gobierno de don Ramón, vizconde de Cardona; y de Ponce, vizconde de Gerona; y de Guerao, su hijo, que también se llamaba vizconde de Cabrera; y de Bernardo, obispo de Urgel, y de Ramón, obispo de Pallars; y de don Artal, hijo de don Artal, conde de Pallars; y sobre todo dejaba a Berenguer Ramón, conde de Barcelona, y al rey don Sancho, que tuviesen el gobierno de su estado y de su hijo para defensa de la tierra, y mandaba que cualquiera de estos príncipes que tuviese el regimiento del condado acudiese con el rey don Alonso de Castilla, y se enviase allá su hijo, y quedase debajo de su guarda. En caso que muriese su hijo, llama a la sucesión del estado a don Ramón, don Guillen y don Berenguer, sus hermanos, y si estos no viviesen, nombra por sucesor al infante don Pedro, su sobrino, hijo del rey de Aragón, y muriendo el infante sin dejar hijos, sustitúyele al conde de Barcelona, don Berenguer Ramón. Este testamento fue sin duda antes del año 1086, en que comenzó a reinar el infante don Pedro, sobrino del conde.
Después de este, y en el año 1090, hizo otro testamento, que está en el real archivo de Barcelona, en el armario de los testamentos, núm. 70, el cual da mucha noticia se las cosas y estado del condado, y por esto lo pongo aquí por entero, y es el que sigue:

Testamentum Ermengaudi de Gerp, comitis et marchionis Urgelli.

Nemo rationalium animalium, etc. (1)
(1) El manuscrito deja aquí una página en blanco, donde sin duda debía
continuarse el testamento; ahora es imposible llenar este vacío, porque si bien el índice antiguo de armarios tiene efectivamente continuada la nota de este documento, no se le ha hallado en su lugar correspondiente, ni siquiera viene ya comprendido en el inventario general de las escrituras en pergamino.