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martes, 23 de junio de 2020

278. SAN ROQUE, EN EL HOSPITAL DE VALDEALGORFA


278. SAN ROQUE, EN EL HOSPITAL DE VALDEALGORFA (SIGLO XIV. VALDEALGORFA)

278. SAN ROQUE, EN EL HOSPITAL DE VALDEALGORFA (SIGLO XIV. VALDEALGORFA)


Como en una buena parte de nuestros pueblos, el de Valdealgorfa poseía su propio hospital, que en este caso estaba al cargo del municipio, y se mantenía gracias a las rentas que producían algunos campos y heredades donados piadosa y altruistamente por sus habitantes.

No era muy grande el edificio, pero sí suficiente y estaba adosado a la pequeña ermita que el pueblo había puesto bajo la advocación de san Roque. En sus dependencias no sólo se acogía y atendía a los habitantes de la villa, como es natural, sino que también se amparaba a cuantos caminantes y peregrinos necesitaran de cuidados.

La tradición extendida en Valdealgorfa y en toda la comarca asegura que el propio Roque, como viandante asiduo que era y antes de fallecer en el año 1327, visitó y honró con su presencia este modesto centro hospitalario.
Dada la fama que alcanzó por su dedicación a los menesterosos —tanta que el propio pueblo presionó a las autoridades eclesiásticas para su canonización—, se guardaron, como si de auténticos tesoros se tratara, el poyo en el que, según los nativos, descansó de la fatiga del camino, la ventana por la que se asomó y apoyó, y la estaca en la que colgó sus alforjas de viandante.

[Pardo Sastrón, Salvador, Apuntes históricos de Valdealgorfa..., pág. 61.]

“El culto de la gloriosa Santa Bárbara en este pueblo ni aún tradicionalmente se tiene noticia de su origen, y es probable que como especial abogada de fenómenos y accidentes, que invariablemente todos los años tan frecuentemente nos impresionan, sea hasta cierto punto coetáneo de su población. No sucede lo mismo con el de su Cofradía. Dos hechos, a cual más notables, la ocasionaron, perfectamente y con cándida sencillez explicados por el notario que testifica su escritura. Dice así:

'In Dei nominae. Sea a todos manifiesto que en el año contado del Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, de mil seiscientos noventa y seis, día es a saber ventitrés de enero, en el lugar de Valdealgorfa, ante la presencia de mí, Juan Francisco Rosales, notario Real y Apostólico, y testigos que lo firmarán, comparecieron personalmente los señores doctores Estevan Rosa, Rector; mosén José Pueyo, mosén Gabriel Fuster, mosén Jerónimo Bañolas, mosén Domingo Gros, mosén Gregorio Berich, beneficiados; Andrés Pueyo, justicia y juez ordinario; Juan Francisco Martín y Antonio Piquer, jurados; Isidro Callao, Pascual Burgués, Miguel Joan Aguilar, Ignacio Martín, Joan Francisco Bosque, Joan Merino, Miguel Pellicer, Pedro Piquer, Marco Conchal, Joan Francisco Pueyo, Jusepe Merino, Francisco Blanco, Vicente Aguilar, Jusepe Juste, Miguel Bañolas, Miguel Joan Piquer, Eugenio Estevan, Gaspar Conchal, Francisco Bosque, Ignacio Lorente, Francisco Pueyo, Bernardo Martín, todos vecinos y habitadores del dicho lugar de Valdealgorfa; todos juntos y cada uno de por sí, propusieron tales y semejantes palabras en efecto continentes, que:
Por muchos años y tiempo a esta parte, a devoción del pueblo, hicieron y fabricaron, como de presente lo está dentro de la dicha iglesia parroquial de dicho lugar, una capilla y altar de la Virgen del Rosario, y en el retablo de dicho altar pusieron la santa imagen de la gloriosa Santa Bárbara, y dentro de su término hicieron y fabricaron una ermita y casa de la Señora Santa Bárbara con su retablo puesto y dorado, y en el segundo cuerpo del dicho retablo, a devoción del pueblo, pusieron la santa imagen de San Gregorio Obispo, y dentro de dicha ermita haber, como de presente lo hay, un ermitaño que vive y habita en ella, la cual ha sido y es muy visitada por los vecinos y habitadores de dicho lugar, por las muchas obras, gracias y milagros que han recibido de Dios Nuestro Señor, implorando el auxilio y amparo de dicha Santa Bárbara y de dicho San Gregorio, y señaladamente en los años pasados, habiendo por dos ocasiones muchas tempestades de truenos y rayos, cayendo como cayeron en dicha iglesia dos rayos y centellas, y estando en la dicha iglesia todo el pueblo implorando el auxilio divino, por intercesión de Santa Bárbara, aunque muchas personas quedaron despavoridas y como muertas, no peligró ninguna, hallándose como se hallaron libres y sanas; sólo se introdujo el rayo y centella por el altar mayor y por el Santísimo Sacramento de Nuestro Señor Jesucristo Sacramentado, quedando, como quedaron, muchas imágenes del retablo mayor como quemadas, pero gracias al Señor, aunque dicho rayo entró en el sagrario, no peligró el vaso de las formas consagradas, dando todo el pueblo, de todo lo sobredicho, infinitas gracias a Dios Nuestro Señor por haberlos librado de tantos trabajos por su infinita bondad y misericordia.
Y así mismo, en el año mil seiscientos ochenta y ocho, se llenó todo el término de langosta, en tal conformidad que salían todos los habitantes del mismo a matarla y no fue posible el aniquilarla, si bien parecía que cuantas más diligencias corporales hacían para matarla, tanto más se aumentaba, y todo el pueblo, confesados y comulgados, con procesión general, imploraron el auxilio divino por intercesión del Señor San Gregorio Obispo. Y como por milagro se desvaneció dicha langosta y quedó todo el término libre de dicha langosta, sin hacer daño alguno, y en acción de gracias, dicho lugar le votó de guardar toda la vida la fiesta del Señor San Gregorio Obispo, y poner su santa imagen en el segundo cuerpo del retablo de Santa Bárbara, siendo cofrades suyos, y no haber, ni estar fundada en dicho lugar cofradía. Todos los arriba nombrados les pareció instituir y fundar en la iglesia parroquial la cofradía de dicha santa en el altar y capilla de Nuestra Señora del Rosario, y estar en ella su santa imagen.’

Entre las gracias espirituales que esta cofradía disfruta son dignas de que nadie ignore que se puede ganar indulgencia plenaria, por estar así concedida, en las cuatro festividades de San Gregorio, Santa Bárbara, Santa María Magdalena y en la Natividad de Nuestra Señora.
Hacía bastantes años (en 1630) que la cofradía de los gloriosos San Martín y Santa María Magdalena y pueblo habían cedido su antiquísima ermita de San Roque para la fundación del convento de religiosas franciscanas de Santa Clara, y sentía vagamente el vacío de un santuario extramuros, que sirviera de honesto recreo y esparcimiento, al par que de sitio en que manifestar y dar, por decirlo así, rienda suelta a su piedad. La cúspide de elevadas montañas cubiertas de gigantescos pinares o seculares encinas parece que nos acercan a los objetos de nuestro culto y los paisajes que frecuentemente magníficos y dilatados a nuestra vista se presentan, infunden un sello de grandeza a nuestro pensamiento y un apacible bienestar al alma donde se anidan rectas y arraigadas creencias religiosas. Nos creemos más cerca de Dios y contemplamos extasiados, con lo ojos del alma, las maravillas de su infinito poder, y en nuestro entusiasmo sólo creemos cúpula digna de su gloria la inmensa bóveda del firmamento, formando durante la noche magnífico tabernáculo tachonado de infinito número de brillantes estrellas. Los pueblos sencillos se dejan arrasar fácilmente por sanas creencias, y son bondadosos y agradecidos con sus bienhechores, y éste de Valdealgorfa no podía sustraerse a esta regla invariable.
Convencido, pues, de la decidida protección dispensada por los gloriosos Santa Bárbara y San Gregorio, como se ve en la escritura de institución, edificaron una ermita en un vecino y elevado monte, como se ve hoy día, cuya obra se llevó a cabo por Juan Aguilar en el año 1689.
Esta obra la pagaron en el año siguiente los jurados del pueblo, y también hicieron fundir una campana para el mismo santuario, cuyo metal costó treinta y tres libras jaquesas, con más de diez que dieron a un artífice (Archivo Municipal, legajo acuerdos y legajo cuentas).
Por estos mismos documentos sabemos que en el año 1696 se pagaron al señor rector don Estevan Roca el viaje y gastos que se originaron al traer la bula de institución de Zaragoza, si bien hoy ignoramos su paradero.
Todas las personas de ambos sexos, habitadores y extravagantes o extranjeros, como se les llamaba, podían ser inscritos en sus listas, pagando un solo sueldo, y el gran número que de estos se conservan prueban la gran veneración y confianza que todos habían depositado en la decidida protección de estos dos santos.
Como siempre se ha hecho, el Municipio nombra todos los años un prior y un mayordomo (hoy le llaman ayudante) que cuidan de hacer las inscripciones de cofrades y recoger toda clase de donativos voluntarios con que atender a la conservación del santuario y honorarios de las festividades de Santa Bárbara y San Gregorio, dando cuenta al mismo de su legítima inversión.
Durante mucho tiempo, estas limosnas, recogidas por medio de pública colecta, fueron de relativa consideración y así vemos que desde los primeros años tenían andas o peanas y una bandera o estandarte de damasco encarnado, que hicieron en el año 1733. A este efecto compraron veinte y una vara valenciana de dicha tela que costó veinte y un sueldos y medio, el asta ocho sueldos y los cordones, treinta y seis. También tenían varios ornamentos y alhajas del culto, como luego se dirá.
Piadosos donantes la enriquecieron, y entre otros, Antonio Bernal dejó en su testamento del año 1742 ocho sueldos de treudo con ciento sesenta de capital, a disposición del señor prior, para ayuda del pago de la misa que todos los días se celebraba en la ermita, y además regaló un cuadro de San Antonio con marco dorado al mismo santuario (Protocolos de Salvador Pueyo, Archivo material hoy de Alcañiz). Este cuadro es quizá el bello lienzo que hoy admiramos en el coro de la parroquia y que existió en la sacristía de la inmediata capilla de Nuestra Señora del Buen Suceso, puesto que cuando se donó ya estaba en construcción esta obra, y en la ermita de Santa Bárbara no existe indicio alguno de tal pintura. Hace más verosímil esta suposición el constar en el libro de Santa Bárbara que en el año 1794 se pagó al pintor, por mandato de mosén José Minacer, por los cuadros que hay en la ermita (cuentas de este año) una libra y doce sueldos jaqueses, con lo que se prueba que en aquel entonces no existía en ella tal cuadro de San Antonio, puesto que de esto no se hace ninguna mención.
Según se lee en la escritura de fundación, tenía esta ermita un santero o encargado desde su primitivo tiempo, al que el pueblo y cofradía vestían decentemente, según consta en el libro y en el archivo municipal. En el año 1740 se le sacó licencia superior para recorrer los pueblos del contorno y también lo hacía el señor prior con el objeto de hacer inscripciones de cofrades. Y tal popularidad había alcanzado en ese país, que se ven inscritos en sus listas numerosos cofrades de los pueblos limítrofes y también del otro lado del río Ebro. Tal era el crédito que no sin motivo esta cofradía había alcanzado. En este mismo año se hizo construir una arquilla al escultor Vicente Sanz que doró Francisco Baquero, para que el ermitaño condujera una pequeña imagen de la santa en sus expediciones. Y es la misma que hoy se conserva.
Siete años después se dieron al dorador diez y siete sueldos por pintar el púlpito.
Si hacemos caso omiso de los gastos que se hicieron en reparación del edificio y otros en pequeñas obras de carpintería, para mayor comodidad de los fieles en las festividades, nada hay de notable en estos años subsiguientes hasta el año 1761, más que la compra de unos corporales y haber concurrido en cuerpo de cofradía a la antiquísima procesión de Nuestra Señora de Fórnoles.
Es de creer que en el último citado año o en alguno de los anteriores, recibieran los de este pueblo, por singular intercesión de la gloriosa Santa Bárbara, algún particular beneficio, pues se hizo una extraordinaria tranza o subasta de leña que los vecinos voluntariamente habían suministrado y que dio el ingreso de bastantes fondos, y en las anuales colectas también se observa un aumento extraordinario, de modo que en el citado año hubo fiestas hasta entonces no acostumbradas, periódicamente. Primeramente se celebró la fiesta con toda solemnidad religiosa en el templo parroquial y en la emita, y luego, dando a ésta el carácter popular y bullicioso que desde antiguo se venía observando, la completaron con danzas de ágiles mancebos y comparsas de soldados y caballetes que ejecutaban diversos ejercicios de juegos vistosos y entretenidos, guiados todos por una bande que para estos casos habían construido. También se recitaban y cantaban loas, y todo se armonizaba con la música que (dice el libro) traían de Belmonte. Para mayor ostentación y lucimiento tenían trajes de ricas telas, hechos expresamente para estos casos. Y estas danzas y juegos eran interrumpidos por expléndidos convites para los ejecutantes y demás personal empleado en ellos, según consta en las actas y cuentas de estos años. Mencionaré en particular que en el ya repetido año gastaron veinte y cinco libras jaquesas y doce sueldos en nueve caballetes adornados de telas, y entregaron otras veinte y cinco a Rudesindo Zorrilla, mercader de Alcañiz, por distintos tafetanes de colores y sedas para la nueva bandera de la soldadesca y nuevos pañales para los danzantes.
Desde luego que el personal eclesiástico era el director de tan extraordinarios regocijos, pues es de notar que beneficiados de la parroquia eran los señores priores en tales años. Y en 1764 una señora religiosa, a quien por su trabajo dieron una libra jaquesa y cuatro sueldos, compuso las loas que se habían de recitar. Coincidencia feliz que les permitió sustraerse a la necesidad de que lo hicieran forasteros como hasta entonces había sucedido.
Insensiblemente, según suele acontecer, del uso morigerado y prudente se pasó al abuso. Los gastos fueron creciendo, tanto en la compra de telas como en la pólvora y convites repetidos ya desde los primeros ensayos de los dances y llamaron la atención de su ilustrísima, que en santa visita del año 1770 los prohibió enteramente. Cierto es que en estas expansiones y populares manifestaciones de alegría y contento, nada halló digno de su censura, mas vio con dolor que se distraían fondos de consideración en distinto objeto del que se dedicaban, que era el mayor culto y solemnidad religiosa de las festividades de los dos santos titulares de la hermandad. Y esto bastó para reprobarlos. En su consecuencia, obedecieron puntualmente el decreto del señor prelado, y ya no se halla noticia de tales funciones, si se exceptúa el año 1815.
No tardaron mucho tiempo en manifestarse los buenos resultados de dicha prohibición, pues los fondos sobrantes en el mismo año se emplearon mucho mejor, en comprar casulla, alba, corporales y manteles. Nombrándose igualmente un cáliz de plata. Se hicieron también algunas reparaciones necesarias, según se desprende del hecho de haberla dado por decente el señor prelado en santa visita del año 1776. En este tiempo debió hacerse la sacristía y el cubierto o atrio como lo hemos visto hasta que se cerró al levantarse el torreón óptico telegráfico que se dirá. Antigua y deteriorada, la peana de la santa patrona, que en forma de templete, como lo eran casi todas las de su tiempo, la deshicieron en el año 1779. Y vendieron sus despojos, cintas, telas y campanillas de plata con que la adornaban, y fabricaron otra que les costó diez y siete libras jaquesas, y el dorarla Miguel Ballester, diez y nueve y cuatro sueldos.
Nada se sabe ocurriera digno de mencionarse hasta el año 1821, en el que renovaron el estandarte o bandera de damasco encarnado, que costó veinte y ocho libras y diez y nueve sueldos. Y en total, franjas, cordones y coserla, cuarenta y cinco libras y quince sueldos.
En 1833 tuvieron el buen gusto de blanquear exteriormente este santuario, de modo que en días tranquilos se distingue perfectamente con un anteojo desde los llanos de Fuentes de Ebro, próximos a Zaragoza, como una blanca paloma perdida en el fondo claro-oscuro de la cordillera de Valderrobles.
A la conclusión de la última guerra civil, en 1875, y con motivo de la instalación de una línea óptico-telegráfica desde Zaragoza a Morella, se habilitó parte de su obra, elevando un torreón, fortificándola en totalidad con aspilleras y un foso que la circunda, y que por inútil hoy y hasta perjudicial debía cegarse. De nada de esta obra se hizo uso ni llegó a estar guarnecida. Mas las aspilleras practicadas en el muro de la capilla, hallándose con puertas decentes y bien colocadas, todavía sirven para refrescar la atmósfera que se produce por el gran concurso de gentes en las festividades, que como la de Pascua del Espíritu Santo, acostumbran a ser en mañanas generalmente calurosas.
La piadosa creencia de que jamás cofrade alguno ha perecido por el fuego del cielo, dio a esta hermandad desde luego mucho crédito, y todavía lo conserva hoy día. Las madres se apresuran a inscribir a sus hijos desde el primer año, a un sin número de forasteros de remotas poblaciones se ven en sus listas, que se conservan desde el primer año.
Es costumbre corriente, luego que en el pueblo o en el contorno ha sucedido algún accidente desgraciado de esta clase, investigar si el que ha padecido era cofrade y hasta hoy no se tiene noticia de que esto haya sucedido jamás. Todos los ancianos se acuerdan que hallándose juntos dos individuos y en tiempo de tempestad, un rayo mató al primero y nada le sucedió al segundo. Este era cofrade, aquél no. Muchos ejemplos como este se podían citar, más por haber ocurrido en mi tiempo y ser una cosa pública y notoria a todo el pueblo, consignaré dos casos para concluir esos renglones.
Regresando Pascual Celma de Alcañiz en compañía de varias personas, entre éstas Bárbara Pellicer, que luego fue su mujer, les sorprendió recia tempestad. Obligados del aguacero cobijáronse todos debajo de un olivo; y en aquél momento se desprendió un rayo, bajó por el tronco y mató un animal, a cuyo rededor se hallaban las dichas personas, sin que éstas recibieran daño alguno y sólo sí el natural sobresalto en tales casos. Registrado el libro, se hallaron en él inscritas todas aquellas personas.
En el verano de 1882 entraron dos chispas eléctricas en la casa de don Fernando Zapater y Pardo, de este pueblo, circulando por toda la casa, sin que nadie recibiera perjuicio. Es de advertir que en este mismo tiempo se hospedaba en la misma casa el ingeniero don Salvador Trabado, ocupado a la sazón en los trabajos de campo y estudio de un ferrocarril de Val de Zafán a Tarragona, llamado del Centro, y cuenta dicho señor, en cuya cama de hierro tocó el rayo, que a la misma hora y sorprendido por la borrasca, se había guarecido en una casa de pastores o paridera; y sondormido, soñaba lo que realmente pasaba en su habitación. Enterado y sorprendido por la relación que a su regreso le hicieron sus huéspedes, no pudo menos de creerse salvo providencialmente. Y enterado de la tradicional y pía creencia de los cofrades de nuestra Santa Bárbara, quiso también ser uno de ellos, inscribiéndose con él a toda su familia.
He comenzado esta relación con dos hechos bien probados y la he concluido con otros dos, entre los muchos que podría decir. Algún sabio me tachará de ignorante o fanático, no importa. Quédese él con su sabiduría que de buen grado le cedo, y yo contento me quedo con mi ignorancia”-

sábado, 20 de junio de 2020

208. LA LARGA ESPERA DE LA REINA MORA

208. LA LARGA ESPERA DE LA REINA MORA
(SIGLO XV. RASAL)

Buena parte de las familias de los moros que vivían en la aldea de Rasal
—cuando estas tierras y las de los llanos de Ayerbe y de Huesca, más allá de las montañas, fueron reconquistadas por los cristianos— se quedaron a vivir allí, donde tenían raíces de siglos.

Pero la pequeña comunidad mudéjar de Rasal, a pesar de convivir pacíficamente con la cristiana, fue agostándose poco a poco hasta quedar extinguida, aunque buena parte de sus costumbres y de su léxico fueron asumidos por los conquistadores.

No obstante, es sabido que al final quedó una sola mujer —una reina mora, según nos relata la tradición— que había sido encerrada hacía siglos, en el de la reconquista de Rasal, sin duda. Debió ser encerrada para salvar su vida por el rey moro en el momento de la huida precipitada, esperando volver a Rasal para rescatarla cuando las cosas se calmaran o incluso pudieran recuperar su tierra.

Vivía y vive aún la reina mora en una conocida cueva que se abre muy cerca de la ermita de Nuestra Señora de los Ríos, donde sigue esperando paciente al rey moro al que amaba y del que, sin duda, todavía sigue enamorada.

La reina mora apenas se deja ver a la luz del día, pero todo el mundo sabe en Rasal que un día al año los manantiales que manan cerca de la ermita de la Virgen se secan por completo, sin duda porque la reina mora, desde su cueva y al amparo de la noche, los obstruye con tierra y ramas. Es, sin duda, más que de protesta un recordatorio por la situación secular en la que se encuentra.

Todos saben que el día en que su amor y rey moro regrese para rescatarla y llevarla consigo, porque quedarse a vivir allí no parece probable, dejará de obstruir los manantiales que fluyen en torno a la ermita de Nuestra Señora de los Ríos, donde beben agradecidos quienes se acercan a rezar a la Virgen y a ver si tienen la suerte de intuir siquiera la silueta tenue de la reina mora.

[Recogida oralmente.]



Virgen de Los Ríos, Rasal, parecida a la Moreneta 

En esta imagen muestro la talla sedente de la Virgen de Los Ríos. Es una escultura románica procedente de la arruinada ermita de su mismo nombre ubicada a kilómetro y medio al sur del núcleo de Rasal, remontando el curso del barranco de la Virgen. Las ruinas que restan de dicha ermita son de época muy posterior. "Virgen negra", (collóns, s´assemelle a la Moreneta) que como muchas otras acaso evoque historias de Templarios y ritos encubiertos hacia deidades egipcias. Se custodia en la parroquial de Rasal.

lunes, 22 de junio de 2020

263. LOS CONDES DE SÁSTAGO CREAN LA CARTUJA DE FUENTES


263. LOS CONDES DE SÁSTAGO CREAN LA CARTUJA DE FUENTES
(SIGLO XV. LANAJA)

263. LOS CONDES DE SÁSTAGO CREAN LA CARTUJA DE FUENTES  (SIGLO XV. LANAJA)


En un árido lugar de los Monegros aunque salpicado de abundantes fuentes, hubo en tiempos una posada para caminantes situada a unas tres leguas de Sariñena, en donde un día se encontró una imagen de la Virgen que, por tal circunstancia, se veneró desde entonces en aquel paraje con el nombre de Nuestra Señora de las Fuentes.

La nueva ermita levantada alcanzó cierta fama y no eran pocos los peregrinos y caminantes que se acercaban a descansar allí y a solicitar favores a la Virgen. Entre otros asiduos visitantes, se encontraban el noble caballero don Blasco de Alagón y su esposa, doña Beatriz de Luna, condes de Sástago, quienes tuvieron la idea de crear allí una cartuja, para lo que dispusieron una buena parte de su fortuna.

Qué motivos movieron a don Blasco y a doña Beatriz a llevar a cabo esa fundación no se sabe a ciencia cierta, pero dos parecen ser las explicaciones más plausibles:

Unos cuentan que, en una ocasión, el joven Artal, hijo de los condes, se había citado en la ermita con unos caballeros, pero no puedo acudir al encuentro por haber caído gravemente enfermo. Cuando murió como consecuencia de aquel mal, los padres decidieron enterrarlo junto a la Virgen para guardar el honor de la palabra dada acudiendo al lugar aunque muerto.

Otros dicen que la cartuja nació como consecuencia del cariño que el conde tomó a los habitantes de la ermita cuando, herido de cierta consideración en el transcurso de una cacería, fue acogido afectuosamente por aquéllos, decidiendo incluso, cuando muriera, ser enterrado allí, como así fue.

Lo cierto es que el matrimonio quiso dignificar más la primitiva y menguada ermita de Nuestra Señora de las Fuentes y convertirla en una cartuja, aunque sólo puso el convento en pie doña Beatriz quien, una vez fallecido el conde, logró del rey Fernando II el permiso correspondiente.

[Supervía, Miguel, «Notas históricas sobre la cartuja de Nuestra Señora de las Fuentes», Linajes de Aragón, III (1912), 63-64.]

martes, 23 de junio de 2020

269. SAN GREGORIO, PEREGRINO


269. SAN GREGORIO, PEREGRINO (SIGLO XV. ZARAGOZA)

269. SAN GREGORIO, PEREGRINO (SIGLO XV. ZARAGOZA)


En cierta ocasión, procedentes del Midi francés, decidieron emprender juntos el camino de Zaragoza los santos varones Licer, Juan, Pantaleón y Gregorio, con la pretensión de visitar el templo de Santa María la Mayor, cuya Virgen se le apareció al apóstol Santiago y tenía fama al otro lado de los Pirineos
Al doblar las altas montañas pirenaicas, tomaron como guía el curso del río Gállego, pues les habían dicho que, poco después de su desembocadura en el ancho Ebro, se hallaba la meta de su recorrido.

Arrostraron juntos las mil penalidades del viaje, pero circunstancias diversas motivaron que no pudieran llegar todos al final, como habían previsto. En efecto, cuando llegaron a la altura de Zuera, fue Licer el que, tras caer desplomado por el agotamiento del viaje, fue atendido por sus vecinos, entre los que se quedó a vivir y ante los que hoy actúa como patrón de lavilla.

Continuaron hacia Zaragoza sus otros tres compañeros, pero Juan, el más anciano, extenuado por la caminata de tantas lunas, decidió quedarse a vivir con la comunidad allí establecida, la que con el tiempo, en memoria de aquel santo varón, acabaría denominándose San Juan de Mozarrifar.

Apenados por la ausencia de Licer y Juan, Gregorio y Pantaleón siguieron su camino, animados por la noticia de que ya se hallaban cerca de su objetivo. Incluso quisieron acortar y, alejándose del Gállego, tomaron dirección oeste. Cuando fatigados acababan de subir al acampo del Santísimo, Gregorio se desplomó en el suelo, incapaz de seguir, marcando el emplazamiento donde la fe hizo levantar la ermita que hoy le recuerda, lugar desde el que se divisaban las torres de Santa María la Mayor, donde no pudo llegar.

Gregorio alentó a Pantaleón para que prosiguiera, aunque sus fuerzas también eran escasas, tanto es así que, cuando llegó a Juslibol, viéndose impotente ante el Ebro que le cortaba el paso, decidió quedarse allí, lo que explica su patronazgo de la población actual.

Sin duda, los cuatro santos varones debieron, con el tiempo, ver cumplido su sueño de visitar el templo y la imagen que les puso en camino, pero regresaron luego a sus respectivos lugares de adopción.

[Madre, Jesús E., «La ermita de San Gregorio», Zaragoza, 34 (1982), 29-30.]



viernes, 28 de junio de 2019

LA PRESA DE ALMONACID (SIGLO XIII. ALMONACID DE LA CUBA)


2.86. LA PRESA DE ALMONACID (SIGLO XIII. ALMONACID DE LA CUBA)

LA PRESA DE ALMONACID (SIGLO XIII. ALMONACID DE LA CUBA)
Imagen de J. Lozano Allueva, Wikipedia

En un pequeño y caprichoso río que recorre las tierras resecas de Almonacid de la Cuba, el pasado nos ha dejado una de las obras más importantes de la ingeniería antigua, sin duda de época romana. Sin embargo, la leyenda retrasa a pleno siglo XIII su construcción.
El río Aguasvivas es generalmente tan magro en caudal como temible cuando sus aguas se desbordan rumorosas en las épocas de lluvia o tras una tormenta de verano. Y así ha sido ahora y siempre, incluso en los tiempos en que era rey de Aragón don Jaime I el Conquistador, quien, según la leyenda, mandó construir a sus expensas la presa de cien varas de largo por diez de espesor que todavía vemos y nos asombra hoy.

Cómo lograron los vecinos de Almonacid convencer al rey para que realizara precisamente allí esfuerzo tan considerable es cosa poco probada, pero tiene que ver, sin duda alguna, con la ayuda que aquéllos y los vecinos de Belchite prestaron a don Jaime I el Conquistador en sus mil batallas y andanzas por tierras levantinas. Si unos precisaban la presa para preservar su huerta y sus campos de las avenidas devastadoras, los otros la necesitaban para poder elevar el nivel del agua y dar nacimiento a la acequia vivificadora que asegurara sus cosechas en la buena tierra reseca de su llanada.
Lo cierto es que precisado el rey de brazos armados para asegurar la huerta valenciana que había conquistado, convocó hueste y prometió recompensas a quienes le ayudaran. Señores y municipios enviaron caballeros y peones, yendo los más por conseguir tierras en tan feraz región. Pero los hombres de Almonacid y Belchite —cuya tradición de excelentes guerreros se remontaba a la época en la que se constituyera allí un siglo antes la famosa cofradía de Belchite— sólo accedieron a colaborar ante la promesa real de construir una presa para sujetar y dominar al río Aguasvivas.
La ayuda de la partida mixta organizada fue tan importante y decisiva en la batalla que el monarca decidió cumplir con la palabra que había empeñado, destinando a la construcción del ingenio una buena parte del botín capturado a los moros valencianos.

[Tradición recogida oralmente.]






WIKI:

Almonacid de la Cuba es una localidad y municipio de la provincia de Zaragoza, en Aragón, España. Está situado en la comarca del Campo de Belchite. Tiene una población de 252 habitantes (INE 2012).


Al sureste de la provincia de Zaragoza. Se accede desde la capital por la carretera N-232, con desvío, pasando El Burgo de Ebro, a la carretera. C-222, y nuevo desvío al SO de Belchite por una carretera local.

El término municipal cubre una superficie de 55,2 km². Está a una distancia de 55 km de Zaragoza. Situado a una altitud de 488 m.

Escudo:

Cuadrilongo de base circular, que trae, de azul, una perla de oro, acompañada en el jefe de un monograma A-M de oro, y en los flancos de una lanza de plata a la diestra y una espada de lo mismo a la siniestra, al timbre, Corona Real cerrada

Cuadrilongo de base circular, que trae, de azul, una perla de oro, acompañada en el jefe de un monograma A-M de oro, y en los flancos de una lanza de plata a la diestra y una espada de lo mismo a la siniestra, al timbre, Corona Real cerrada.

Bandera: Paño azul, de proporción 2/3, con perla horizontal amarilla.

https://es.wikipedia.org/wiki/Almonacid_de_la_Cuba#/media/Archivo:Almonacid_de_la_Cuba_Spain.svg

SAN JORGE: 23 de abril. La romería se celebra el último fin de semana de mayo (Tradicionalmente, se celebraba el martes de pentecostés)
SAN ROQUE: 16 de agosto (Fiestas Patronales)
NATIVIDAD DE MARIA: 8 de septiembre. (Fiestas de la Virgen De Las Prioras), se celebra en la Ermita de los Dolores.
FERIA ROMANA: Mediados de junio.

Iglesia de Santa María la mayor.
Ermita de la Virgen de los Dolores.
Ermita de la Virgen de las Nieves.
Ermita de San Jorge.



  • Alvaro Zamora, María Isabel; Ibáñez Fernández, Javier. (Coord.) (2008). Patrimonio hidráulico en Aragón. Zaragoza: Cajalón.
  • Arenillas, Miguel;Hereza Domínguez, J. Íñigo;Jaime Dillet, Fernando;Díaz-Guerra Jaén, Carmen;Cortés Gimeno, Rafael (1995). «La presa romana de Almonacid de la Cuba y otros aprovechamientos antiguos en el río Aguasvivas»Revista de Obras Públicas (142, (3345)): 43-66.
  • Arenillas, Miguel (2002), La presa romana de Almonacid de la Cuba, consultado el 24 de octubre de 2009
  • Beltrán Lloris, M. (2006). La presa romana de Almonacid de la Cuba. Zaragoza: Prames.
  • Beltrán Lloris, M.; Viladés Castillo, J.M. (1994). Aquae Romanae.Arqueología de la presa de Almonacid de la Cuba (Zaragoza) (nº 13). Zaragoza: Museo de Zaragoza. pp. 127-293.
  • Beltrán Lloris, M.; Viladés Castillo, J.M. (1997). «La presa romana de Almonacid de la Cuba». Arqueología Aragonesa (Zaragoza): 145-152.
  • Castillo Barranco, Juan Carlos (2007). «Las presas romanas en España»Revista de Obras Públicas (154 ,(3475)): 65-80.
  • Fernández Ordóñez, J.A (Dir.) (1984). Catálogo de noventa presas y azudes españoles anteriores a 1900=. Madrid: Biblioteca CEHOPU.Comisión de Estudios Históricos de Obras Públicas y Urbanismo.
  • Hereza Domínguez, J.Íñigo. (Dir.) (1996). La presa de Almonacid de la Cuba: Del mundo romano a la IIustración en la cuenca del río Aguas Vivas. Gobierno de Aragón.
  • VV.AA. (2004). «Campo de Belchite». Colección RUTASCAI por Aragón (Zaragoza: Gobierno de Aragón) (17).

lunes, 18 de noviembre de 2019

LAS CONSECUENCIAS DE LA PUGNA ENTRE LOS ALBIR Y LOS FRAGO

166. LAS CONSECUENCIAS DE LA PUGNA ENTRE LOS ALBIR Y LOS FRAGO
(SIGLO XIII. MAGALLÓN)

La pugna entre Juan Albir y Sancho Frago llevó la tragedia a Magallón, pues acabó con el asesinato del segundo. Los hijos de Sancho, buscando venganza, apuñalaron a Juan Albir en la ermita a pesar de hallarlo asido a la imagen de la virgen de la Huerta, que viendo profanado su templo, se hizo llevar por varios ángeles a un monte de Leciñena. Los de Magallón se sintieron abandonados por María en justa penitencia al sacrilegio de los Frago.
Una noche de marzo de 1283, un pastor, atraído por las luces que brillaban en un monte cercano, encontró la imagen de la Virgen, que le rogó comunicara a las gentes de Leciñena el deseo de que le construyeran una ermita y, aunque les costó creerle, acudieron al monte para rendirse a sus pies, levantando un magnífico templo. Se extendió la noticia y los de Magallón, sospechando que la aparecida pudiera ser su Virgen, acudieron al lugar y, tras verificar que se trataba de Nuestra Señora de la Huerta, solicitaron su devolución que fue denegada.

Los tribunales sentenciaron que la Virgen debía volver a Magallón y se preparó el retorno. Llegó la comitiva a Monzalbarba y depositaron la imagen para pasar la noche en el santuario de Nuestra Señora de la Sagrada, pero a la mañana siguiente, burlando todas las guardas, la imagen había desaparecido para volver a Leciñena.

Días después, volvió a producirse la misma aventura, pero entonces hicieron noche en Zaragoza y depositaron la imagen en el santuario de la virgen del Portillo, aunque de nuevo, a la mañana siguiente, ésta había regresado a los montes de Leciñena, a pesar de la guardia dispuesta.

Por tercera vez se repitió la operación, aunque ahora el vicario general, sorprendido como todos los demás, acordó que si volvía a desaparecer de nuevo la imagen ésta quedaría para siempre en la ermita de Leciñena. Hizo la comitiva de nuevo etapa en Zaragoza, poniendo a buen recaudo la talla en el santuario de Nuestra Señora la Mayor, y por tercera vez se produjo la huida.

La imagen quedó para siempre en Leciñena, aunque se acordó ponerle por nombre el de Nuestra Señora de Magallón, en recuerdo de su origen.

[Andrés de Uztarroz, F., Chronología..., págs. 53-55. Faci, Roque A., Aragón..., II, págs. 84-86.]

LAS CONSECUENCIAS DE LA PUGNA ENTRE LOS ALBIR Y LOS FRAGO  (SIGLO XIII. MAGALLÓN)



El templo, barroco, cubierto con bóveda de cañón con lunetos y tres capillas laterales en cada flanco aparece ocultado por sus flancos meridional y oriental por la edificación de carácter civil que le dan una aspecto singular. La fachada de mediodía, por la que se realiza el acceso, es la más formalizada, con un arco escarzano, con derrame y escudo en la clave como portada. El resto de los vanos son huecos verticales, adintelados y con gran derrame, presentando una composición muy formalizada. De la portada se accede a un atrio que comunica con la iglesia mediante tres arcos rebajados y con la escalera principal que presenta bóveda de cañón, con perfil escarzano. La fachada oriental, a pesar de la profusión de huecos, es muy irregular en cuanto a su composición ya que está fragmentada por cuatro contrafuertes.

martes, 23 de junio de 2020

305. LAS AVENIDAS DEL EBRO Y DE LA HUERVA


305. LAS AVENIDAS DEL EBRO Y DE LA HUERVA
(SIGLO XIV. MONZALBARBA)

El año 1397 fue un año de muchas nieves y de lluvias abundantes, tanto que las tumultuosas aguas de la Huerva —aparte de anegar las huertas que daban vida a Zaragoza y de derribar un número importante de torres y pequeñas edificaciones— lograron socavar también por los cimientos una buena parte de las sólidas murallas de la ciudad, incluida la puerta llamada Quemada. A causa de estas enormes riadas originadas por río tan pequeño murieron, asimismo, varias personas y animales y buena parte de las cosechas de matar el hambre quedaron arruinadas.

No menos dramáticos y devastadores fueron los efectos del ancho Ebro varias veces desbordado, que se llevó aguas abajo no sólo el puente de barcas de la ciudad, sino también una sólida torre de piedra construida en medio del río, arrasando no sólo huertas y campos, sino también algunos lugares y edificaciones que estaban cercanos a su orilla.

Aguas arriba de Zaragoza, aledaña a la población de Monzalbarba, en la vera misma del Ebro, la piedad de los hombres había levantado una capaz y hermosa ermita en época anterior a la llegada de los moros —la Nuestra Señora de la Antigua, hoy llamada Nuestra Señora de la Sagrada—, que fue un lugar importante de referencia y de encuentro piadoso de los mozárabes zaragozanos durante los muchos siglos que duró la dominación de los musulmanes.

En esta ocasión, la crecida del Ebro fue de tal envergadura que llegó a sobrepasar la altura de la puerta de la ermita de Nuestra Señora de la Antigua, que estaba abierta de par en par, pero sin que ni una sola gota de agua penetrara en su interior. Sin que nadie pudiera explicarse cómo pudo ocurrir, el propio río se constituyó en auténtica muralla, como si se tratara de un sólido dique de contención invisible. Desde ese instante, como empujadas por una enorme fuerza sobrenatural, las aguas comenzaron a descender. Lo que en la ciudad de Zaragoza había sido destrucción y desolación por los efectos devastadores del Ebro y de la Huerva desbordados fue mimo y prodigio en la ermita de la Antigua de Monzalbarba.

[Faci, Roque A., Aragón..., I, págs. 21-22.]

lunes, 22 de junio de 2020

242. LA PERSECUCIÓN DE ELENA (SIGLOS X-XI. BIESCAS)

242. LA PERSECUCIÓN DE ELENA (SIGLOS X-XI. BIESCAS)

242. LA PERSECUCIÓN DE ELENA (SIGLOS X-XI. BIESCAS)


En nuestros pueblos y ciudades, las relaciones entre los musulmanes, dominadores, y los cristianos mozárabes, sometidos, solían ser generalmente pacíficas, pero, no obstante, en determinados momentos la coexistencia entre ambos pueblos se deterioraba.

En cierta ocasión, una joven muchacha de la localidad de Biescas, llamada Elena —que había salido a llevar la comida a su padre y hermanos y le aguardaban en la borda alta donde estaban trabajando— fue perseguida enconadamente por un grupo de moros armados. La muchacha, que apenas si mantenía corriendo la distancia que le separaba de sus perseguidores, sintió los efectos del cansancio y se paró para tomar aire y sentarse en una piedra.

En aquel momento, se sucedieron una serie de hechos absolutamente insólitos. La losa sobre la que descansaba Elena se convirtió en silla cómoda y, junto a ella, brotó una fuente abundante de agua clara que le permitió recuperar fuerzas. En el suelo, humedecido por el agua, quedaron marcadas las huellas de sus pies. Este último detalle no tendría importancia si no fuera por el hecho de que la joven se había puesto las zapatillas al revés para tratar de despistar a sus perseguidores, como así sucedió.

Esta estratagema le proporcionó una cierta ventaja, aunque al fin los moros perseguidores adivinaron la añagaza que había urdido la joven y volvieron a pisarle los talones.

Sintiéndose perdida, la muchacha se introdujo en una cueva para esconderse. Sin duda alguna, este hecho hubiera sido inútil si una araña, trabajando con celeridad inusitada, no hubiera cerrado con su tela sutil la entrada del antro. Porque, en efecto, al llegar allí los moros perseguidores y ver la telaraña intacta, dijeron: «Donde la araña tejió, Elena no entró». En ese momento, desorientados sobre el camino que Elena podía haber emprendido, desistieron en su persecución.
En la actualidad, una ermita y una fuente junto a la cueva delatan el paso de santa Elena, que todavía tiene allí su santuario, en las afueras de Biescas.

[Datos proporcionados por Isabel Castillo. Colegio «San Vicente de Paúl». Barbastro.]


Hay lugares que irradian un magnetismo especial, uno de ellos es el entorno de Santa Elena. La magia y el misterio rodean esta zona estratégica, que concentra la religiosidad popular del alto Gállego, que tiene su epicentro en la ermita de Santa Elena y más concretamente en su cabecera, que se encaja en la gruta donde la leyenda ubica la ocultación de la santa y brotan las milagrosas aguas de la gloriosa. En los alrededores el Congosto, las galerías defensivas, el dolmen, el puente del Diablo, la olvidada ermita de Santa Engracia…
Desnivel: 200 m. Duración: 2 horas. Época recomendada: todas. Punto de partida y de llegada: capilla de Santa Elena. Asentada junto a la carretera A-136, en pleno desfiladero del Río Gallego, se halla esta construcción religiosa ubicada a 4,5 km de Biescas y a 31 KM de Jaca, que permite a sus aledaños el estacionamiento de vehículos. Marca el inicio del Valle de Tena hacia el norte.

martes, 23 de junio de 2020

321. EL RELICARIO DE JAIME I


321. EL RELICARIO DE JAIME I (SIGLO XIII. MAGALLÓN)

Existía en pleno monte, en las afueras de la villa de Magallón, una pequeña pero bonita ermita dedicada a la Virgen bajo la advocación de Nuestra Señora de la Huerta, a la que sus habitantes acudían con frecuencia puesto que le profesaban una gran devoción.

En cierta ocasión, cuando el rey don Jaime I el Conquistador pasó al frente sus tropas por aquí con intención de enfrentarse al monarca castellano, acampó e hizo noche, confraternizando con las gentes de Magallón, que le dedicaron grandes agasajos.

Fue entonces cuando el rey se enteró de aquel fervor popular hacia Nuestra Señora de la Huerta, a la que se le atribuían múltiples milagros, de modo que decidió visitar la capilla y, esperando ganarse los favores de la Virgen, decidió adoptarla como patrona.

Al día siguiente, antes de proseguir el camino con sus huestes hacia Borja, volvió a visitar la capilla y ofreció a la Virgen un completísimo relicario si la batalla que iba a disputar llegaba a significar el término de la guerra que mantenía contra el monarca castellano. Se trataba de un relicario que siempre llevaba pendiente del cuello y al que tenía en gran estima.

Como la campaña militar contra el rey castellano fue un verdadero éxito, al regresar victorioso a sus tierras aragonesas, a pesar de la prisa que llevaba, tuvo el tiempo preciso para detenerse en Magallón mientras sus tropas seguían camino adelante y volver a la ermita para cumplir su promesa. Una vez ante la Virgen se despojó del preciado relicario y lo depositó a los pies de Nuestra Señora de la Huerta, la misma que pocos años después, como consecuencia del crimen sacrílego que se cometió ante ante ella en el recinto de la ermita, abandonó el lugar para reaparecer en los montes de Leciñena.

[Faci, Roque A., «Nuestra Señora de Magallón», en Aragón..., I, pág. 84.]

sábado, 6 de julio de 2019

LOS REINOS DE MONZÓN Y POMAR, EN PODER DE JAIME I

116. LOS REINOS DE MONZÓN Y POMAR, EN PODER DE JAIME I
(SIGLO XIII. MONZÓN)


LOS REINOS DE MONZÓN Y POMAR, EN PODER DE JAIME I  (SIGLO XIII. MONZÓN)


El rey de Monzón, que era hermano de Jaime I el Conquistador, tenía dos hijos, uno de los cuales era ilegítimo. La relación entre estos dos hermanos era bastante precaria, de modo que, cuando el hijo legítimo alcanzó la mayoría de edad y heredó el reino montisonense, el otro decidió huir por miedo a las represalias, siendo acogido, con el título de rey, en el cercano pueblo de Pomar de Cinca, donde gobernó durante bastantes años.

El joven rey de Monzón, que no podía ver con buenos ojos la independencia de una parte de su territorio, ideó la manera de derrocar a su hermano, preparándose para llevar la guerra aguas abajo del Cinca y tomar Pomar. Ante tal amenaza, los pomarinos hallaron la alianza del señor de Selgua, importante enclave en aquellos momentos.

A pesar de conocer la alianza contra él, el rey de Monzón acudió con sus huestes a Pomar, sitiando la plaza y abriendo brecha en los muros que la guardaban. Ante el cariz que tomaban los acontecimientos, el monarca pomarino, vestido a la manera campesina, logró huir por el pasadizo secreto que llevaba desde el castillo —cuyas ruinas todavía se pueden observar hoy— hasta el otro lado del río Cinca. El montisonense, al enterarse del rumbo que había tomado su hermano, le persiguió por el pasadizo hasta alcanzarle.

A la vera del río, tuvo lugar entonces una lucha fratricida cuerpo a cuerpo, con alternativas diversas, aunque la mayor destreza del rey de Monzón acabó por decidir la pelea, si bien fueron dos hombres de su guardia quienes mataron por la espalda al pomarino, que fue enterrado en la ermita de San Salvador, en el término de Selgua.

No obstante, el rey de Monzón, compungido por el mal que había hecho y apenado, en definitiva, por haber dado muerte a su hermano, se atravesó el corazón con su propia espada, regando con su sangre la tumba de su hermano.

Jaime I el Conquistador, dominador de tantas batallas contra los moros, asumió e incorporó a la corona aragonesa estas tierras tan queridas por él, pues no en vano fue educado de niño en el castillo de Monzón.

[Datos proporcionados por Elena Nasarre, Sara Rico y Maribel Vidal. Cº de

Val d’Alferche. Selgua es una localidad española perteneciente al municipio de Monzón, en la provincia de Huesca. En 2017 contaba con 138 habitantes. La localidad pertenece al término municipal oscense de Monzón, en la comunidad autónoma de Aragón. La población de la localidad ascendía a mediados del siglo xix a 367 habitantes.1​ En 2017 contaba con 138 habitantes.

Aparece descrita en el decimocuarto volumen del Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar de Pascual Madoz de la siguiente manera:
SELGUA: l. en la prov. de Huesca, part. jud. de Barbastro, aud. terr., c. g. de Zaragoza, dióc. de Lérida. Es cab. del ayunt. de su nombre á que se hallan agregados los pueblos de Monesma con la pardina de Odina, y Conchel: sit. en una estensa vega, con buena ventilacion, y clima templado y sano; las enfermedades comunes, son fiebres intermitentes. Tiene 60 casas, la consistorial, una igl. parr. (Ntra. Sra. del Romeral) servida por un cura de 2.° ascenso, de provision real y ordinaria, y un beneficiado de patronato particular; contiguo al temblo se halla el cementerio. El térm. confina con Monesma y Conchel. El terreno es de secano, de mediana calidad, y productivo en años lluviosos, pues á pesar de cruzarle el r. Cinca, no se aprovechan sus aguas para el riego, por impedirlo la cordillera que acompaña al r. en esta parte. Hay varios caminos locales. prod.: cereales; vino y aceite; cria algun ganado y caza. pobl.: 61 vec., 367 alm. riqueza imp. : 88,010 rs. contr.: 11,134 rs. (Madoz, 1849, pp. 163-164).


http://www.ine.es/nomen2/index.do?accion=busquedaRapida&subaccion=&numPag=0&ordenAnios=ASC&nombrePoblacion=selgua&botonBusquedaRapida=Consultar+selecci%C3%B3n

http://bibliotecadigital.jcyl.es/es/catalogo_imagenes/grupo.cmd?interno=S&posicion=210&path=10059969&presentacion=pagina

https://es.wikipedia.org/wiki/Diccionario_geogr%C3%A1fico-estad%C3%ADstico-hist%C3%B3rico_de_Espa%C3%B1a_y_sus_posesiones_de_Ultramar

miércoles, 1 de mayo de 2019

LA MUERTE DEL ÚLTIMO SEÑOR MORO DE MOMAGASTRE


2.32. LA MUERTE DEL ÚLTIMO SEÑOR MORO DE MOMAGASTRE
(SIGLO XI. PERALTA DE LA SAL)

A lo largo del siglo XI, la reconquista cristiana del territorio aragonés, aunque de manera lenta y con altibajos, fue progresando hacia el sur, empujando poco a poco a los musulmanes hacia el río Ebro, que constituía una auténtica barrera natural. No obstante, tanto en tierras del Sobrarbe como de la Ribagorza todavía quedaban algunos pequeños enclaves moros que se resistían de manera enconada, cual era el caso, entre otros varios, del señor musulmán de la fortaleza de Momagastre.

 torre del homenaje, castillo de la Mora, Monmagastre, Peralta de la Sal

No obstante, también este caudillo agareno, cada vez más aislado de sus correligionarios, se vio forzado como tantos otros a desalojar su fortificado y estratégico enclave, desde el que sus antecesores habían dominado durante más de trescientos cincuenta años la comarca circundante. Por lo tanto, no es de extrañar que lo hiciera no sólo entristecido sino también malhumorado, lo que le llevó a apoderarse por ira y despecho, durante la huida, de la imagen de la Virgen que presidía el altar principal de la cercana ermita de Peralta de la Sal.



Mico, Laborda, Valderrobres, piedra, pedrolo, roca, eixecacóduls, rabosí


En su forzado camino hacía el exilio, aún no se había distanciado mucho de la ermita que acababa de expoliar cuando una enorme piedra desprendida de la montaña, no se sabe si empujada o no por los cristianos, lo derribó de su cabalgadura, quedando sepultado bajo su enorme mole y causándole la muerte en el acto; otra piedra algo menor de tamaño hizo lo propio con su hermoso caballo. 

Moncho, Ramón Guimerá Lorente, piedra, pedrolo, roca, eixecacóduls, roquerol

La imagen de la Virgen, sin embargo, de manera inexplicable quedó absolutamente intacta y fue devuelta a su propia ermita por los cristianos que, desde entonces, dieron en llamarla «Virgen de la Mora».


Alejandro Zorrilla, piedra, pedrolo, roca, eixecacóduls, roquerol


Las dos piedras —la grande conocida todavía hoy como la «Piedra del Moro»— pueden verse aún, y es costumbre viva que quienes pasan junto a ambas, en señal de desaprobación, lancen una piedra contra la mayor, aquella que acabó con la vida del último señor moro del castillo de Momagastre, que no se resignaba a tener que abandonar la tierra de sus ancestros.

[Andolz, Rafael, «La piedra del Moro», Cuadernos Altoaragoneses, 103 (1989).]