162. EL TROVADOR DE LA ALJAFERÍA
(SIGLO XV. ZARAGOZA)
En la Zaragoza de mediados del siglo
XV, dividida políticamente entre los partidarios del rey Juan II y
los del príncipe de Viana, dentro, pues, de un clima enrarecido, el
noble Lope Artal de Azlor no tuvo conmiseración para con la gitana
Estrella, a la que condenó a ser quemada viva en la hoguera porque
había ahogado a su propio primogénito.
En vano le imploró clemencia Azucena,
hija de Estrella, y al no obtenerla juró vengarse de don Lope, de
modo que, amparada por la oscuridad, raptó a un hijo del noble para
arrojarlo también a la misma hoguera en la que su madre iba a morir.
Sin embargo, la fatalidad y el error hizo que fuera el propio hijo de
Azucena el que muriera quemado, mientras el descendiente de Lope
Artal de Azlor, don Manrique de Lara, se salvaba. El caso es que en
el joven y apuesto Manrique, a la sazón celebrado trovador y poeta,
creció por todo aquello un ardiente odio contra don Lope Artal de
Azlor, ignorando que era su propio padre.
Sucedió por entonces que, enamorado
rendidamente de una de las damas de la reina, Leonor Sesé de Urrea
se llamaba, tras una justa poética celebrada en el palacio de la
Aljafería, donde estaba la Corte, el trovador Manrique (partidario
del príncipe de Viana) hubo de enfrentarse a Antonio Artal, del
bando realista e hijo de don Lope, y, por lo tanto, hermano suyo,
quien también la amaba. Amor y política, pues, enfrentaron a ambos
jóvenes, que desconocían su condición de hermanos.
Con el fin de resolver la oposición de
la doncella, enamorada del trovador, el realista Antonio Artal
recurrió a la ayuda de su hermano Guillén para apresarla contra su
voluntad y encerrarla en un convento, de donde la raptó una noche de
luna el apasionado Manrique. Por un breve espacio de tiempo, la
fortaleza del Castellar, donde se refugiaron, fue escenario de la
felicidad de Leonor y Manrique, hasta que éste fue apresado. Durante
un tiempo, que se hizo eterno, el torreón de la Aljafería fue
prisión inhóspita del trovador, hasta ser condenado a muerte. Se
suicidó Leonor a la vez que también moría de remordimiento Antonio
Artal, tras conocer demasiado tarde la verdad de su parentesco con
don Manrique de labios de Azucena, quien acabó, asimismo,
enloqueciendo ante tanto infortunio.
[Albareda, Hermanos, La Aljafería...,
págs. 66-67.
Beltrán, Antonio, Introducción al folklore aragonés (I), págs. 103-104.]