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jueves, 14 de noviembre de 2019

EL DUQUE DE HÍJAR Y LA HIJA DE JAIME I


157. EL DUQUE DE HÍJAR Y LA HIJA DE JAIME I
(SIGLO XIII. HÍJAR)

EL DUQUE DE HÍJAR Y LA HIJA DE JAIME I  (SIGLO XIII. HÍJAR)


El duque y señor de Híjar —cuyo enorme palacio solariego señoreaba majestuoso sobre la importante villa de este nombre, sobresaliendo del resto del caserío— tenía viviendo temporalmente con él, en calidad de invitada, a una hija natural de Jaime I el Conquistador, rey de Aragón, doña María Bayod, con la que conversaba de manera animada y con frecuencia en las veladas de los largos e interminables días de invierno, generalmente sentados uno en frente del otro, junto a uno de los grandes ventanales de la sala principal del palacio, desde el que se divisaba un amplio panorama, casi sin límite.

Durante una de esas habituales y relajantes charlas, la joven María, con su apasionada palabra y su actitud vital, hizo ver y convenció al duque de cuánto ganaría la vista que tenían ante sí si las lomas que se mostraban frente a ellos estuvieran cubiertas de un denso y variado arbolado, como lo estaba la parte llana, sin duda por efectos del agua del río Martín, de manera que el color verde y las flores inundaran lo que en aquel entonces era un terreno árido y totalmente desprotegido de vegetación, que hacía del mismo en un duro paisaje para la contemplación sosegada.

Ante reflexión tan razonada como vehemente, prometió el duque de Híjar, siempre galante y pródigo con la hija del rey, tomar en consideración la idea de María, de modo que al día siguiente comenzó a desarrollar con su arquitecto y sus jardineros un proyecto que, tan pronto como estuvo acabado, ordenó que se pusiera en práctica.

Muy pronto, con la llegada de la primera primavera, la idea se había convertido en un magnífico paradero para recorrer y disfrutar en calma y para ser gozado sosegadamente desde el ventanal cuando llegara el invierno, y al que, en un letrero realizado en forja, puso el nombre de la joven, es decir, el «Paradero de María Bayod», aunque con el tiempo, y puesto en boca de los habitantes de la villa, pasaría a ser el «Paradero de Mirabayo», por deformación, sin duda, del nombre inicial.

[Lasala Navarro, Gregorio, Historia dela Muy Noble, Leal y Antiquísima villa de Híjar, págs. 135-136.]

sábado, 25 de mayo de 2019

TRAS LA RECONQUISTA DE OLIETE


2.85. TRAS LA RECONQUISTA DE OLIETE (SIGLO XII. OLIETE)

TRAS LA RECONQUISTA DE OLIETE (SIGLO XII. OLIETE)


El tramo medio y final de la ribera del río Martín había ido cayendo paulatinamente en manos de los ejércitos cristianos aragoneses, desempeñando un papel fundamental en esta tarea las órdenes militares, que pronto se convertirían en agentes repobladores de las nuevas tierras.

Entre las localidades que se vieron libres de la administración musulmana, los cristianos de Oliete se aprestaron a la reconstrucción de lo poco que quedaba en pie, pues el poblado había quedado completamente arrasado por la acción devastadora de la cruenta guerra. Se levantaron casas, corralizas, pajares; se reconstruyeron la iglesia, el horno y la ferrería (herrería). Al toque de vecinal, en fin, se adecentaron las calles y la plaza.

Durante varios meses, la actividad fue frenética, pues a la vez había que volver a poner en explotación los campos arrasados por la lucha y recuperar el ganado de la subsistencia.

Una tarde, al remover los escombros de una vivienda de la que apenas quedaba su planta, el trabajo se hizo penoso al encontrarse con una enorme mole de piedra. Como se echaba la noche encima, los vecinos de Oliete, cansados por la tarea, decidieron reemprender los trabajos a la mañana siguiente.

Con las primeras luces, pertrechados con enormes troncos para que sirvieran de palanca, se reunieron más de veinte hombres en torno al «cantal» que les había dificultado los trabajos la tarde anterior. Aplicando maña y fuerza, lograron moverlo. Su sorpresa fue grande al ver que servía de cubierta a un hoyo, en cuyo interior —cubierta con telas— apareció una imagen de la Virgen. Sin duda, había sido escondida precipitadamente por los antiguos pobladores cristianos poco antes de su huida.

Sima de San Pedro, Oliete, Teruel
sima de San Pedro, Oliete

Tras más de cuatro siglos de abandono del pueblo, nadie tenía noticia de aquella imagen a la hora del regreso, a la que buscaron acomodo hasta resolver qué hacer con ella, y no sabiendo su nombre, acordaron ponerle el de Nuestra Señora del «Cantal», en recuerdo de la piedra que la había ocultado y salvado de los moros. Cuando los trabajos de reconstrucción dieron fin, determinaron construirle a la imagen una ermita.

[Faci, Roque A., Aragón..., II, 104-105.
Bernal, José, Tradiciones..., 183.]