2.41. SANTIAGO AYUDA AL CID EN
TORRENUBLOS (SIGLO XI. LA IGLESUELA DEL CID)
Durante una de las varias expediciones
que realizó Rodrigo Díaz de Vivar por las altas y hermosas tierras
del Maestrazgo, camino de sus dominios levantinos, intentando
debilitar las fuerzas musulmanas de su retaguardia, se vio en la
necesidad de entablar batalla con un potente contingente armado
musulmán, encuentro que tuvo como escenario concreto la llanada que
da entrada a la actual ermita del Cid, donde se dice que había
fundado el poblado de Torrenublos, cerca de La Iglesuela del Cid.
Las huestes cristianas de don Rodrigo,
habituadas a vencer en mil escaramuzas y batallas, se vieron en esta
ocasión acorraladas por un ejército mucho mayor en número y más
descansado. La derrota estaba a punto de consumarse sin remedio, lo
cual podía haber tenido consecuencias negativas importantes en las
tierras de Levante.
Sin embargo, al grito habitual de
guerra de «¡Santiago y cierra España!» de los desesperados
soldados del Cid, apareció milagrosa e inmediatamente el Apóstol,
cabalgando sobre un hermoso caballo, mostrando la cruz de san Jorge
sobre su estandarte blanco. Su silueta se recortó enhiesta en el
cielo, sobre la Peña del Morrón. El jinete, espoleando a la bestia,
logró de ésta un fantástico salto, de modo que se presentó en la
explanada en la que tenía lugar la desigual pelea. Debido al peso
del caballo y del jinete, caídos desde tan larga distancia, la pata
izquierda del corcel quedó marcada en la roca dura, señal que
todavía puede verse hoy, a pesar del tiempo transcurrido.
Ni que decir tiene que esta ayuda
inesperada dio bríos nuevos a los guerreros cristianos, a la vez que
los combatientes moros quedaron atónitos y asustados, acabando por
perder una batalla que sólo unos minutos antes creían tener ganada.
Cuando todo acabó, una vez atendidos
los heridos y enterrados los muertos, tras poner a buen recaudo los
cautivos moros y habiendo sido repartido el botín, el Cid dio
descanso a los suyos. Mientras, junto a la huella que dejara la pata
del caballo, se levantó un hermoso peirón, a la manera de estas
tierras turolenses, dedicado al Apóstol, al que por aquí se le
llamaba no Santiago sino san Jaime. Quiso el Cid recordar así la
victoria que consiguiera merced a su intervención milagrosa.
[Faci, Roque A., Aragón..., II, págs.
44-45.
Alejos Puig-Izquierdo, Fidel, La
Iglesuela del Cid..., pág. 62.]
https://es.wikipedia.org/wiki/Santiago_el_Mayor
http://worldcat.org/identities/lccn-n96043623
https://es.wikipedia.org/wiki/La_Iglesuela_del_Cid