6. RELACIONES ENTRE CRISTIANOS Y
MUSULMANES
6.1. RELACIONES AMISTOSAS
218. LOS MOZÁRABES DE PERALTA DE LA
SAL (SIGLO VIII. PERALTA DE LA SAL).
La conquista musulmana del siglo VIII,
que fue muy rápida, no sólo tuvo lugar en la parte llana del valle
que riega el Ebro, sino que se extendió por todo el Somontano y por
buena parte de los profundos y estrechos valles pirenaicos. El pueblo
de Peralta de la Sal no fue, por lo tanto, una excepción y cayó
pronto en manos agarenas. La nueva administración de los moros borró
a la anterior, y quienes permanecieron fieles a la religión
cristiana pasaron a estar en una situación de inferioridad, aunque
muchos de ellos permanecieron en sus pueblos, como también ocurrió
en Peralta: eran los mozárabes.
Cuando los moros ocuparon Peralta de la
Sal, el nuevo alcaide —quizás sin tener conocimiento de ello sus
superiores— permitió que los mozárabes de la población siguieran
venerando a una imagen de la Virgen por la que, desde antiguo, éstos
sentían una especial predilección, aunque de todos es sabido que la
religión islámica contempla la devoción mariana como un culto
idolátrico y rechazable. Pero era tanta y tan extendida la fama que
aquella imagen de Nuestra Señora tenía en la comarca de ayudar a
los desamparados y de obrar milagros con los enfermos que el alcaide,
sin duda un hombre con fina sensibilidad, sintió respeto y consintió
que se conservara.
En lugar, pues, de hacer quemar la
imagen que era de madera como ocurriera en tantos otros lugares,
permitió que siguiera en su ermita, situada en las afueras del
pueblo, y que los cristianos rezaran libremente ante ella. Pero no es
sólo eso, con ser mucho, sino que era por todos conocido que cada
vez que su esposa caía enferma hacía llevar la imagen a la fortaleza, pues solía servirle de consuelo,
como si de una cristiana más se tratara. Se dice que incluso el
alcaide acudía en alguna ocasión ante la imagen para pedir por la
salud de su mujer. Esta es, sin duda, la razón por la que hoy se le
conoce con el nombre de Nuestra Señora de la Mora.
No cabe duda de que los mozárabes de
Peralta de la Sal, gracias a la sensibilidad del alcaide moro, vieron
mitigado así el dolor que sentían en esos primeros momentos al
verse sometidos al invasor.
[Moner, Joaquín M., Historia de
Ribagorza, II, págs. 177-178. Sánchez Pérez, José A., El culto
mariano en España, pág. 282.]