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lunes, 13 de julio de 2020

CAPÍTULO XLII.


CAPÍTULO XLII.

Dapifer de Moncada, por muerte de Otger, es capitán de los catalanes, y venida de Carlo Magno a Cataluña.

La pérdida de los cristianos con la muerte de Otger Catalon se reparó con el valor del sucesor que nombró, que fue Dapifer de Moncada, muy estimado y querido de todo el ejército que estaba en Cataluña. Las incomodidades que, viviendo Otger, se sentían, perseveraban aún. Armáronse los moros, sabida su muerte, y se juntaron para socorrer los sitiados de Empurias, que ya lo pasaban mal. Los más principales caudillos de los moros fueron el rey de Fraga, el rey de Tortosa, el rey de Roda, el rey de Tarragona, el rey de Gerona y el rey de Barcelona. Era costumbre entre los moros a todos los señores y capitanes de pueblos grandes darles nombre y título de reyes, de donde nació haber entre ellos muchos reyes (reinos de Taifas), así como el día de hoy entre nosotros muchos duques, marqueses y condes. El número de combatientes que estos llevaban era inumerable; Dapifer de Moncada no quiso aventurar su gente, alzó el cerco y se retiró a la Seo de Urgel y los montes, donde, por quitar estorbos, habían dejado las mujeres e hijos. Los franceses que con Otger habían entrado se volvieron a su naturaleza, salvo algunos pocos que se quedaron aquí. Los moros, escarmentados con la entrada de Otger, cada día se fortalecían, recelando otra. 

En este intermedio de tiempo, que era el año del Señor 741, murió Carlos Martel, cuya muerte acarreó guerras a sus sucesores, y cuidados domésticos, que retardaron el favor que de Francia aguardaban. Los catalanes que en el monte Pirineo estaban retirados se sustentaban en ellos como mejor podían, poblando aquellos montes y edificando en ellos los castillos e iglesias que el día de hoy se conservan en aquellas partes, indicio y testimonio verdadero y cierto de la morada que (pone hallí) allí hicieron nuestros antiguos catalanes; y allí Dapifer de Moncada, con la aspereza de los montes y natural fortaleza del sitio y castillos que se edificaron, valerosamente se conservó y vino a ser señor casi de toda la tierra de Cerdaña, Seo de Urgel, vizcondado de Castellbó, Pallars, valles de Aran y Andorra, y de todo lo más inaccesible y montuoso de aquellas ásperas montañas, donde ya florecía la fé católica, y los vecinos de ellas ya reconocían al rey de Francia, en cuyo nombre todo se gobernaba, y a quien la nobleza y pueblo catalanes, para que sus empresas tuviesen la debida reputación, reconocían como a rey, dueño y cabeza poderosa que los gobernase, y a quien los enemigos respetasen.
Quedóse allí Dapifer y sus compañeros, como en tierra suya propia, cobrada con su valor y esfuerzo; repartíanse los despojos y todo lo que se ganaba, según los méritos de cada uno: los socorros que de Francia aguardaban no tenían el efecto deseado, porque en aquel reino había hartas cosas a que acudir. Carlos Martel era muerto a 21 de noviembre de 741: dejó dos hijos, Carlo Mano, que fue el mayor, y Pepino el segundo: ambos dejó el padre 
gobernadores de Francia y entendieron en ello; pero Carlo Mano, como sabio, renunció al mundo y a sus vanidades, y se retiró a Roma, donde recibió el orden sacerdotal, y tomando el hábito de san Benito, se retiró al monte Casino.

Pepino, su hermano, quedó con la misma autoridad y poder que tuvo
Carlos Martel, su padre. La flojedad de Childerico, rey que era entonces de Francia, era grande, y mayor su incapacidad para reinar. Hablando de él Paulo Emilio, dice que era regio nomine indignus soliique dehonestamentum. Pepino era el que lo gobernaba todo. Presidía en la Iglesia de Dios el papa Zacarías, griego de nación; representósele el valor de Pepino, y los servicios que 
él y Carlos Martel, su padre, habían hecho a la Iglesia, la incapacidad de Childerico e ignorancia; y movido de esto, le privó del reino, dándole a Pepino, el cual y su descendencia fueron legítimos reyes de Francia; y Childerico, sin hacer a esto resistencia, pasó por lo que el papa había hecho, ordenóse en órdenes sacras, y se retiró en un convento. Pepino reinó diez y ocho años, empleándolos en servicio de la Iglesia y sus pontífices, defendiéndoles de aquellos que impíamente les perdían el respeto. Murió Pepino el año 768, y sucedióle su hijo Carlo Magno, así en el reino de Francia, como también en el señorío que Pepino tenía en los Pirineos y demás tierras de Cataluña, donde vivían los que con Otger habían venido. Dolióse Carlo Magno de aquellos cristianos que vivían en las asperezas de aquellos montes y otros que vivían entre los moros, y determinó de entrar en Cataluña para librarles de tan dura servidumbre, restituyendoles (pone restituyén-les) la antigua libertad. Entraron en su compañía muchos señores y príncipes de Alemania y Francia, que: después se quedaron acá. Era el poder de los moros y desvergüenza en estos tiempos grande y de cada día crecía más; su ánimo insaciable no podía contenerse dentro de los límites de España, y pasaron a Narbona, que, cansada de largo cerco, se rindió. Carlo Magno juntó largos ejércitos para cobrarla, y para divertir al enemigo, le puso la guerra en casa, y envió a España grandes ejércitos. Marineo Sículo dice que los de a caballo eran veinte mil: había entre ellos famosos capitanes (uno era aquel Gerardo Rocelio, que quieren fuese el primer conde de Rosellón), y llevaban orden de destruir toda la tierra por donde pasasen, de suerte que del todo quedase borrado el nombre de los moros. Entraron por los Pirineos, y aquí se juntaron con las gentes de Dapifer de Moncada, cuyo encuentro causó a todos general
contento, y saliendo de allí, después de muertos muchos enemigos, a la postre todo el poder de ellos se juntó en el campo de Urgel, y por ser la tierra rasa y llana, podían pelear sin embargo. Venían por caudillos de los moros Farrega, rey de Toledo, Superim, rey de Fraga, y Alfac, rey de Segovia. Trabóse la batalla en que murieron los tres reyes y treinta mil hombres de la gente que llevaban, y fuera lo mismo de los demás, si no se escaparan. De los cristianos murieron algunos, pero el que más falta hizo fue Otger Normandino, (Normandía) muy querido de Carlo Magno; y victoriosos todos, se volvieron a Rosellón, donde Carlos les aguardaba, y contento de lo que habían hecho, les honró y premió según los méritos de cada uno de ellos. Quedaron de aquella vez los franceses apoderados de la parte de Cataluña vecina a Francia, que llamaron algunos Cataluña Vieja, por haber sido cobrada de los moros mucho antes que la otra parte, que confina con el reino de Valencia y Aragón por la parte de poniente. Con esta entrada de Carlo Magno se aumentaron las fuerzas de los catalanes y menoscabaron las de los moros; los vecinos de Barcelona le reconocían superioridad, y ponía en ella gobernador a quien nombraba conde, que era más nombre de oficio que de dignidad.

jueves, 21 de noviembre de 2019

LOS LUNA Y LOS URREA, ENFRENTADOS


171. LOS LUNA Y LOS URREA, ENFRENTADOS (SIGLO XV. ZARAGOZA)

Acababa de fallecer el (REY) Martín el Humano sin sucesión. El solar aragonés fue escenario entonces de acciones sangrientas protagonizadas por los partidarios de algunos de los candidatos al trono, intentando forzar con el estruendo de las armas a los compromisarios de Caspe, que trataban de hallar un sucesor. Entre las familias encontradas por el problema dinástico, destacaban los Luna y los Urrea. Tanto en los campos como las ciudades y villas la pugna originaba zozobra. Las cosechas ardían, se sacrificaban rebaños enteros, las casas no eran seguras.

En este clima de tragedia, el obispo de Zaragoza don García, montado en su yegua, se dirigía confiado y acompañado por sus familiares hacia la capital sin escolta alguna, cuando, en un recodo del camino, de manera inesperada, le salió al encuentro Antón de Luna, belicoso partidario del conde de Urgell y enemigo por dicha causa de los Urrea. Tras conminarle a abandonar el partido del regente de Castilla y ante la negativa del arzobispo, el de Luna, amparado en los cien hombres armados que le acompañaban, le arremetió con la espada segándole la mano derecha y huyendo a toda prisa del escenario. A duras penas pudo sobrevivir a la herida el obispo mutilado, que llegó malherido al palacio arzobispal de Zaragoza.

A duras penas pudo sobrevivir a la herida el obispo mutilado, que llegó malherido al palacio arzobispal de Zaragoza.


Días después, en la villa de Caspe, donde se hallaban reunidos los compromisarios de Aragón, Cataluña y Valencia para elegir al futuro rey de Aragón de entre los diversos pretendientes al trono, irrumpió retador en la sala de sesiones del castillo Antón de Luna. En aquellos instantes, tenía la palabra Juan Rodríguez de Salamanca, quien se hallaba defendiendo la causa del pretendiente castellano frente a los otros. De pronto, el agresor del obispo zaragozano, interrumpiendo el discurso, alzó la voz para defender a don Jaime, conde de Urgell. Juan Rodríguez, enfurecido, contestó al de Luna aludiendo, entre otros argumentos, al lamentable episodio ocurrido al arzobispo de Zaragoza, cuya mano,
«aun cortada,
/ al conde opone su diestra». 

Ante el inmenso murmullo que ello originó en la sala, los partidarios del conde salieron corriendo, mientras ganaba la causa de Fernando, el castellano, que pronto fuera coronado como rey de Aragón, acompañado de todos sus seguidores.

[Gisbert, Salvador, «Con don Antón te topes», en Revista del Turia, 21 (1884), 1213; 22 (1884), 12-14.]


Salamanca y Salamanca, Juan de. Burgos, 2.XII.1607 ant. – 21.IX.1667. Gobernador y capitán general de Cuba.


Hijo del capitán Luis de Salamanca y del Hospital y de Ana de Salamanca y Salamanca (hija del alcalde mayor de Burgos y familiar del Santo Oficio, Juan Alonso de Salamanca Polanco), fue bautizado el 2 de diciembre de 1607. Continuó la carrera militar de su padre, quien habiendo servido durante trece años en Nápoles, Milán y Flandes como alférez de Infantería (donde se halló en el sitio de Ostende y en el socorro del dique de Amberes), pasó luego al Regimiento del Conde-Duque, en el que se licenció como capitán. 

Pertenecía a una familia de notables burgaleses de origen salmantino, desplazada a Burgos en el siglo XV siguiendo a la Corte de Juan II (de aquí el cambio de apellido, ahora toponímico), y dedicada desde entonces a la política local, a la milicia y al comercio. 

En efecto, desciende de Juan Rodríguez de Salamanca (hijo de Ruy González de las Varillas), regidor de Salamanca, doctor por su Universidad, caballero de la banda, procurador en Cortes por esta ciudad, que acompañó a Fernando de Antequera a la Guerra de Granada, asistió al Compromiso de Caspe, y fue luego del Consejo de Juan II). 

El abuelo de Juan de Salamanca, Luis de Salamanca Paredes, miembro destacado de la Universidad de mercaderes de Burgos, fue propietario (junto con su sobrino Jerónimo) de una compañía mercantil que traficaba con Flandes y otras plazas. Su muerte en 1578, que produjo la disolución de la compañía, coincidió con el declive, en gran parte debido a la guerra de Flandes, del comercio burgalés. Por ello, su hijo Luis (padre de este Juan de Salamanca), nacido ese mismo año, siguió la carrera militar (Jerónimo creó una nueva compañía, con la que hizo gran fortuna, pero acabó quebrado y murió en la cárcel).

Juan de Salamanca ingresó como soldado en 1625 en la Armada Real del Mar Océano, en la compañía de Nicolás Giudice, en la que estuvo embarcado (“siendo nombrado para los abordos”) hasta 1629. Asistió, entre otras acciones, al “Socorro de Cádiz” en 1625 contra los ingleses (acción inmortalizada por Zurbarán en un cuadro para el Salón de Reinos del Buen Retiro). Pasó después a tierra, contrajo matrimonio y tuvo a sus hijos. En 1632 obtuvo merced de hábito de la Orden de Calatrava. En 1639, destinado en las Cuatro Villas de la Costa del Mar (Santander, Laredo, Castro Urdiales y San Vicente de la Barquera), se halló en la defensa de Colindres (Cantabria) contra la entrada del Ejército francés al mando del arzobispo de Burdeos.

En 1641 partió a Flandes, como capitán de una compañía de Infantería. Peleó “en el Canal de Inglaterra con tres Navíos de Olanda y con su fragata hecho una del enemigo a pique”. Participó luego en diversas acciones: socorro del castillo de Gennep (Holanda), intervención en Blerick (Holanda), defensa de la ribera de Gante y apoyo de las tomas de Lens (Francia) y de La Bassée (Francia). Se halló en la batalla de Honnecourt (26 de mayo de 1642, Francia), en la que los tercios españoles, al mando del general Francisco de Melo (fue nombrado gobernador de los Países Bajos ese mismo año) vencieron al ejército francés. “Fue uno de los capitanes que cargaron al enemigo con la mosquetería que abrió la barrera con que se dio entrada a la caballería”, se lee en su relación de servicios. Formó parte de las tropas españolas en Calais y Lillers (Francia). Para J. de la Pezuela, fue “uno de los oficiales de más confianza para el archiduque Alberto y para don Francisco de Melo”. Pero asistió después a la sucesión de fracasos militares de los Tercios. Se halló en la batalla de Rocroi (19 de mayo de 1643, Francia), que significó el fin de la supremacía del Ejército español, en la que procedió con mucho valor: “sólo su tercio quedó en pie, habiendo sido atacado por tres veces”, pero fue hecho prisionero. Por su actuación, el general Francisco de Melo le ofreció la primera compañía de caballos corazas que vacase.

Continuó participando en numerosas acciones de socorro y fortificación, con el grado, desde enero de 1645, de capitán de caballos corazas (aunque Melo había sido cesado en 1644): así, en Mons (Bélgica) a las órdenes de Andrea Cantelmo, Gravelines (Francia), Mardyck (Francia), ribera del río Mosa, Hulst (Holanda), Dunkerque (Francia), defensa de la provincia de Güeldres (Holanda), toma de Courtrai (Bélgica), y otras. Fue felicitado por el sucesor de Melo, el marqués de Castel-Rodrigo.

Nuevamente fue hecho prisionero en la batalla de Lens (20 de agosto de 1648, Francia), perdida por el Ejército español, dirigido ahora por el archiduque Leopoldo Guillermo de Austria, gobernador de los Países Bajos, frente a las tropas francesas comandadas por el príncipe de Condé, el vencedor de Rocroi. La actuación de Salamanca en la batalla (“el gruesso que D. Juan mandava después de haver roto otro del enemigo y mezcladose con él se rehizo en el mismo puesto y bolvió a chocar segunda vez y siendo desecho se incorporó con otro capitán y assistió hasta que fue desecho quedando segunda vez prissionero”) fue destacada en el informe presentado al archiduque. Al año siguiente, 1649, a pesar de habérsele concedido licencia de tres meses, no usó de ella y se halló en la entrada que hizo en Francia el archiduque para recuperar Ypres (hoy Bélgica).

Vuelto a España, alcanzó la graduación de maestre de campo. Fue nombrado gobernador de Ciudad Rodrigo “en ocasión de la guerra con Portugal” (según recoge un árbol genealógico, en el Archivo de Campo Alange, que no precisa el año). Pleiteó en 1650 con el condestable de Castilla por compras de tierras en la jurisdicción de Briviesca (Burgos).

En 1657 fue nombrado gobernador y capitán general de Cuba en sustitución de Diego Rangel. Durante su mandato (tomó posesión el 5 de marzo de 1658) son de destacar dos de sus principales preocupaciones. La primera, la constante presión, especialmente inglesa y holandesa, militar, corsaria y contrabandista, muy intensificada desde que Inglaterra arrebató Jamaica a España en 1655. La segunda, la laxitud en las costumbres en general y del clero en particular: requirió del obispo un mayor control, pero “se empezaron a amotinar los eclesiásticos”, muriendo el obispo “con celeridad y según dice el vulgo [...] ayudado [... ]”, por lo que Salamanca escribió al Rey en 1658 solicitando que un nuevo prelado “venga cuanto antes, para que se ponga remedio en cosa tan grave”. También tuvo problemas con el comisario del Santo Oficio quien, excediéndose en sus funciones (“este comisario excede en todo lo que obra”), quiso utilizar a la Inquisición en la lucha contra el contrabando y “tiene a toda esta ciudad en una medrosa esclavitud”, escribió Salamanca al Rey en 1662. Intentó, sin conseguirlo por falta de financiación, la fundación en Cuba de un colegio de jesuitas. Fomentó el cultivo de tabaco en la isla. Aunque cesó en su cargo el 12 de septiembre de 1662, ocurrió poco después, en palabras de J. de la Pezuela, “uno de los sucesos más desastrosos para la Isla”: una expedición naval inglesa de novecientos hombres procedente de Jamaica desembarcó el 18 de octubre de 1662, cerca de Santiago de Cuba. El gobernador de este territorio, Pedro Morales, fue derrotado, y la ciudad fue ocupada y saqueada por los ingleses. Juan de Salamanca, aunque estaba enfermo, se puso el 15 de noviembre al frente de setecientos hombres en dirección a Santiago de Cuba. Al llegar a Trinidad supo que los ingleses se habían reembarcado, por lo que volvió a La Habana.

En 1659 había solicitado su sustitución por motivos de salud. Fue nombrado ese año, sin que ello guardara relación alguna con su solicitud, gobernador y capitán general de Filipinas y presidente de la Audiencia de Manila. Por alguna razón, los títulos de nombramiento no llegaron a su destino, por lo que en 1660 se le enviaron unos duplicados por el secretario del Consejo de Indias, junto con un escrito avisando a los oficiales reales de Veracruz de la importancia de los despachos dirigidos a Juan de Salamanca. A pesar de ello, continuó Salamanca en su destino en Cuba hasta 1662, y Sabiniano Manrique de Lara, que era el gobernador de Filipinas desde 1653 continuó en su puesto hasta 1663, posiblemente porque la sublevación en algunas provincias de Filipinas que tuvo lugar en 1660 aconsejó aplazar el cambio de gobernador. En la relación de servicios de Salamanca, conservada en el Archivo de Indias, una anotación marginal dice que habiendo sido promovido “a la Presidencia de filipinas [...] no aceptó, por lo qual acavo su quinquenio en la Havana”. Ello a pesar de que en 1661 había reiterado su solicitud de sustitución.

Contrajo matrimonio con Francisca Alonso de Salinas y Gallo de Avellaneda (perteneciente a una familia de hacendados burgaleses, tenía por ascendientes ilustres a Alonso Yáñez Fajardo, adelantado mayor del Reino de Murcia, y a Juan Álvarez Delgadillo, alférez mayor de Juan II), con quien tuvo en 1630 a Juan y en 1633 a María Francisca, casada con Francisco Orense Manrique. Su citado hijo Juan, casado en Briviesca con Clara Gutiérrez de Salazar (de donde era natural, hija de su alcalde), sería alcalde de esta villa en 1670 y regidor perpetuo de Burgos. Fue progenitor de los marqueses de Villacampo y de los condes del Campo de Alange, y también de los duques de Peñaranda de Duero, de las Torres, marqueses de Guadalcázar, Breña, Pacheco, La Granja, Acapulco, Rincón de San Idefonso, la Laguna, condes de Buelna, Lugar Nuevo, Castroponce y otros. El gobernador Juan de Salamanca fue enterrado en Burgos, según dispuso en su testamento, en la capilla de la Santa Cruz (llamada “de los Salamanca”), de la que era patrono, en la iglesia de San Lesmes, donde había sido bautizado.

Se le atribuye el inicio de la construcción en Briviesca de la que se conocería como “Casa de los Salamanca”, que terminaría su hijo Juan. Años después se alojaría en ella la reina María Luisa de Saboya, primera mujer de Felipe V, en cuyo recuerdo se puso cadena en la fachada (no se pudo alojar en su viaje de venida a España, que hizo por barco desde Niza a Figueras, pero pudo hacerlo en 1706 o, aún mejor, en 1710, fechas de las evacuaciones de Madrid realizadas por Felipe V durante la Guerra de Sucesión). Hoy día sólo queda de ella un cubo cilíndrico de piedra, con el escudo familiar, adosado a la reconstrucción posterior del edificio, propiedad del Ayuntamiento.

Fuentes y bibl.: Archivo Histórico Nacional, Secc. Nobleza, Frías, C. 382, D. 11; Secc. Estado, legajos 1337 y 2097, Relación de los servicios de D. Juan de Salamanca, Caballero de la orden de Calatrava y capitán de cavallos corazas españolas en los Estados de Flandes, año 1651; Archivo General de Indias (Sevilla), Indiferente General, 116, n.º 63, Relación de servicios del Maestre de Campo Don Juan de Salamanca cavallero del abito de Calatrava y corregidor de la ciudad de Ciudad Rodrigo, diosele el gobierno de la Havana el año de 659; Audiencia de Santo Domingo, Cartas de Gobernadores, r. 1, n. 7, n. 24, n. 32, n. 33, n. 43 n. 45; Archivo de los Condes del Campo de Alange, Árboles genealógicos del apellido Salamanca, y Testamento del Maese de Campo don Juan de Salamanca caballero dela horden de calatraba Gobernador y Capitan General dela isla de Cuba y ciudad de san Cristóbal dela abana, a quien su Majestad de Felipe quarto que esta en el cielo confio el gobierno y birreynato delas islas filipinas y presidencia dela Real Chancillería de Manila, otorgado en Burgos el 19 de septiembre de 1667 ante Antonio Ruiz de Vallejo; Real Academia de la Historia, Col. Salazar y Castro, D-34 fols. 8-10-v.

L. Salazar y Castro, Historia genealógica de la Casa de Lara, Madrid, Imprenta Real, 1696 [Bilbao, Wilsen Editorial, 1988, t. IV (moderno), pág. 779]; F. J. Alegre, Historia de la Compañía de Jesús en Nueva España, t. III, México, por C. M. Bustamante, 1842; P. Santacilia, Lecciones orales sobre la Historia de Cuba. Pronunciadas en el Ateneo Democrático Cubano de Nueva York, Nueva Orleans, Imprenta de L. E. del Cristo, 1859; J. de la Pezuela, Diccionario geográfico, estadístico, histórico de la Isla de Cuba, Madrid, Imprenta del Est. de Mellado, 1863, t. I, págs. 183-184, y t. II pág. 175, y t. IV, Madrid, Imprenta del Banco Industrial y Mercantil, 1866, pág. 393; M. Villar Macías, Historia de Salamanca, t. II, Salamanca, Imprenta de F. Núñez Izquierdo, 1887; G. Chacón (atrib.), “Crónica de Don Juan II”, en Colección de Documentos Inéditos para la Historia de España, t. XCIX, Madrid, por el marqués de la Fuensanta del Valle, Imprenta de R. Marco y Viñas, 1891, págs. 82 y 132; F. Figueras, Cuba y su evolución colonial, La Habana, Editorial Cenit, 1907, págs. 279-282 (La Habana, Editorial Isla, 1959); A. Ballesteros Beretta, Historia de España y su influencia en la Historia Universal, t. IV, Barcelona, Salvat Editores, 1926, pág. 473; M. Basas Fernández, “Mercaderes burgaleses del siglo XVI”, en Boletín de la Institución Fernán-González (Burgos), año XXXIII, n.º 127 (1954), pág. 164; I. García Rámila, “La capilla de la Cruz o de los Salamanca, en la Iglesia parroquial de San Lesmes, Abad”, en Boletín de la Real Academia de la Historia (Madrid), t. CXXXVI, cuad. II (1955), págs. 217-249; M. Basas Fernández, El Consulado de Burgos en el siglo XVI, Madrid, Escuela de Historia Moderna, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), 1963; C. Fernández Duro, Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y de Aragón, t. IV, Madrid, Museo Naval, 1972; G. Parker, El ejército de Flandes y el Camino Español. 1567- 1659, Madrid, Alianza Universidad, 1985 (Barcelona, Alianza Editorial, 2006); V. Cadenas Vicent, Caballeros de la Orden de Calatrava que efectuaron sus pruebas de ingreso durante el siglo XVIII, t. II, Madrid, Editorial Hidalguía, Instituto Salazar y Castro, CSIC, 1987, págs. 153-154; A. C. Ibáñez Pérez, Burgos y los burgaleses en el siglo XVI, Burgos, Ayuntamiento, 1990; F. Oñate Gómez, Blasones y linajes de la provincia de Burgos, Tomo I. Partido judicial de Briviesca, Burgos, Artecolor Impresores, 1991; Tomo II, Partido judicial de Burgos, Burgos, Diputación Provincial, 2001; G. Parker, La Guerra de los Treinta Años, Madrid, Machado Libros, 2003; E. A. Alonso López, “Mohínas de la Inquisición”, en http://www.kislakfoundation.org/prize/200201.html; B. M. Cahoon, “World Statesmen”, en http://www.worldstatesmen.org/Cuba.html

lunes, 13 de julio de 2020

CAPÍTULO XLI.


CAPÍTULO XLI.

Del estado en que quedaron las cosas en Cataluña. Venida de algunas familias ilustres, y muerte de Otger Catalon.

Quedaron tan quebrantadas y flacas las fuerzas de los cristianos en España, después de su pérdida, que parecía que jamás habían de cobrar su antiguo valor y brío; pero Dios, que siempre miró estos reinos con ojos de piedad, preservó hombres valerosos y nobles que, recuperándolos y echando los moros de ella, la volvieron a mejor estado de lo que antes tuvo, alentando el espíritu de aquellos antiguos españoles que tan retirados estaban, por no poder prevalecer contra los infinitos moros que cada día venían de África, y como langostas tenían cubierta, destruida y asolada toda la tierra.
Fue tan general esta desdicha, que fue común a todos los reinos de España, donde vivían los moros con tanto reposo, como si los heredaran de sus abuelos o mayores. No fue Cataluña de los menos afligidas y trabajadas provincias; salváronse los godos que en ella quedaron, unos en la ciudad de Barcelona, viviendo en su ley, permitiéndoselo los moros, con quien habían hecho concierto, dando por esto buenas pagas y tributos; y otros por los desiertos y montañas más ásperas de Cataluña y más vecinas de Francia; y allá escondidos, como una pequeña centella bajo la ceniza, aguardaban tiempo oportuno para echar el resplandor que en sí tenían escondido y dar muestras de él.
Los montes Pirineos, harto conocidos en España y Francia, fueron abrigo a muchos; y la vecindad de Francia los consolaba a todos, porque de solo aquel reino confiaban, como siempre, favor y amparo. Pasó allá la mayor parte de la nobleza de Cataluña, donde aguardaba tiempo y ocasión para volver a sus antiguos solares y casas. Los que vivían en los Pirineos cada día crecían en número y armas, el valor no les dejaba reposar, hacían algunas salidas y daños a los moros vecinos, y luego se retiraban a las montañas, donde no podían ser inquietados de ellos, porque la aspereza y fragosidad de la tierra lo impedía (y el frío). Los moros, que ya llevaban esto a mal, se quejaron a sus adalides y capitanes, pidiéndoles que se hiciese algún castigo y demostración en aquellos cristianos, que tan mala vecindad causaban. Su capitán se llamaba Monyos, y era señor de Cerdaña, y temían los moros que aquellas correrías parasen en numerosos ejércitos, y que así como inquietaban a los vecinos, no les inquietasen los demás reinos que aquellos poseían en España: quisieron castigarlos, pero no fueron poderosos para ello, ni para impedir el daño que cada día les causaban. Era también grande el temor que tenían los cristianos, de que el poder y muchedumbre de moros que les echó de España, no les sacara de aquellos montes; pero la aspereza de ellos y la vecindad de Francia les animaba, y mucho más cuando entendieron que Carlos Martel, mayordomo mayor de la casa real de Francia, por haber vencido a sus enemigos, estaba reposado y sin guerras ni cuidados domésticos que le diesen pena. Fueron allá a pedirle socorro, y le representaron el daño que se le esperaba a su rey de la ruin vecindad de los moros, y la utilidad de echar enemigos tan cercanos y enfadosos, de quien no se podía esperar sino todo mal. Vivía en servicio del rey un capitán famoso, llamado Otger Gotlant, que gobernaba cierta parte de Francia, llamada los Campos Catalaunos, entre Tolosa y Burdeos, y hoy los llaman les Catalens de *Catalons, donde, en el año 452, fue vencido el fiero rey Atila, y quedaron por moradores los Catos y Alanos, gentes septentrionales bárbaras, de quien dicen tomó este principado de Cataluña el nombre, llamándose antes España Tarraconense Citerior. A este Otger se acogieron los cristianos, rogándole que como otro Moisés, les acaudillase y librase de la servidumbre y pesado yugo de tantos Faraones. No fue necesario pedirlo muchas veces, porque el blasón de tan buena obra le movió a tomar de buen ánimo una empresa tan santa y pía como era echar la morisma de Cataluña y poner en libertad los cristianos que en ella quedaban. Llegó a ella con poderoso ejército, llevando consigo la gente más lucida de Cataluña, que en las calamidades pasadas se habían pasado a Francia, con las reliquias y riquezas que pudieron llevar. Los más principales en linaje y poder fueron aquellos varones que Marineo Siculo quiere fuesen alemanes, no siendo sino godos y descendientes de familias nobilísimas de aquella nación, de quien descienden hoy muchos linajes y familias ilustres y nobles en Cataluña. Vinieron con ánimo de sacar los moros de sus propias casas y heredamientos, de donde años atrás les habían expelido, y volver a ellos. Entraron en Cataluña por las riberas del río Garona, que nace en ella y desagua en el mar Océano, y por el valle de Aran y puerto de Piedras Blancas, y pararon en la tierra que después se llamó marquesado de Pallars, donde se apoderaron de algunos castillos fuertes, como era Valencienes, Esterri y otros. Los que no pararon en Pallars pasaron más adelante; pero jamás dejaban los montes, que no estuviesen seguros de la tierra por do habían de pasar. Llegaron de esta manera a la ciudad de Urgel, que la hallaron poblada de cristianos, cuya ciudad está en lo más alto y áspero del Pirineo, y por esto se pudieron mejor conservar en ella, sin que llegasen los moros, y nunca les faltaron obispos y prelados; y según parece en memorias de aquella Iglesia, después de Teuderico, que fue el último obispo de quien hablamos, hallo a Estéfano, que fue obispo diez y nueve años, y a Dotila, que lo fue seis. Acudieron los de la ciudad de Urgel al refresco y regalo de aquel valeroso ejército, proveyéndole con gran puntualidad de todo aquello que pudieron. Reforzáronse de manera, que tuvieron ánimo para mayores empresas de las que hasta aquel punto tenían pensadas, cada día acudía gente; y las fuerzas se aumentaban de manera, que pudieron emprender conquistas mayores. Bajaron a lo llano, habiendo dejado las mujeres y los niños, y todo lo que les podía ser estorbo a los intentos que llevaban, en la Seo de Urgel, porque no había otra población de cristianos, en que con mayor seguridad, pudiesen quedar. Bajados a lo llano y atravesando por Cataluña, fueron a poner cerco a Empurias, que era pueblo muy principal y rico, y acudieron a favor de los cercadores todos aquellos cristianos que vivían derramados por aquellas montañas vecinas. Era el tiempo riguroso y grande el frío, (la mayoría de moros no lo soporta) y Otger aún no había experimentado los aires y clima de la tierra: estaba en medio de sus enemigos; las vituallas faltaron, sintióse hambre, siguiéronse enfermedades, y luego muertes. La más sentida fue la de Otger, el cual, viéndose cercano a sus postreros días, nombró sucesor y señaló capitán general de aquellas huestes al famoso Dapifer de Moncada, su primo, y uno de los compañeros que con él habían venido. Depositaron el cuerpo de Otger en el monasterio de San Andrés de Exalada, (Eixalada) que en aquella ocasión se fundó a las riberas del río Tech, cuyas avenidas le amenazaban ruina y obligaron a que, dejando aquel sitio, se buscase otro: este fue en el valle de Coxá, donde, so invocación del arcángel san Miguel, patrón y tutelar de la casa de los condes y condado de Urgel, y san Germán, se edificó, que dura el día de hoy con abad y monjes claustrales del orden de san Benito, que viven en él. Aquí fueron trasladados los sepulcros y huesos y todo lo que había en el monasterio de San Andrés, y entre otras antiguallas que se conservan, es el epitafio o inscripción del sepulcro de Otger, que da prueba y testimonio de lo que tengo referido, y dice de esta manera:

DUCIS OTHIGERII CRUCIS CHRISTI AMICI VERI
SUBTUS IN HAC FOSSA QUIESCUNT CORPUS ET OSSA.
PROLES THODBERTI BAVARI MARTIS EXPERTI (Bavari, Baviera, Bayern?)
FUIT ET IN VITA EUM TIMUIT ISMAELITA.
OB CAUSAM LEGIS DEI TUM JUSSU REGIS
ARMA FERENS SAEVA STIPATUS MAGNA CATERVA
SODALIUM BENE TRANSIVIT JUGA PYRENNE
POST AQUITANIAM QUAERENDO TERRAM HISPANIAM.
GERENDO BELLUM TUTAVIT PALLAS URGELLUM
CAETERISQUE PAGUM RAUSILIONIS ET AGRUM
VITAM AD EMPORIAM RELIQUIT ATQUE MEMORIAM.
*QUEM HEROES DUXERE HIC NOVEM TURBAE QUOQUE PLANXERE
MARCHIA JAM TOTA PLORAT ORATQUE DEVOTA
UT SACRUM MUNUS DET EI TRINUS ET UNUS.

Fue su muerte a los últimos de setiembre, año 735, y veinte y uno después de la lamentable pérdida de España.

domingo, 12 de julio de 2020

CAPÍTULO XXXIII.


CAPÍTULO XXXIII.

Del imperio de Constantino Magno, cómo lo dividió entre sus hijos, y de los demás emperadores hasta Arcadio y Honorio, y venida de las naciones bárbaras a España.

Comienza el año del Señor de 312 con el imperio de Constantino Magno, príncipe insigne y digno de eterna memoria y alabanza. Este fue el primer emperador que publicamente veneró el señal santo de la cruz, que le apareció en el aire, quedando cierto de la victoria que había de alcanzar contra Majencio, impío tirano. Vio esta divina señal en el cielo, y oyó una voz que le dijo: In hoc signo vinces, mote que han tomado (o tornado) diversos príncipes cristianos por orla de sus monedas, en que pusieron la cruz por señal. Quitó del lábaro las señales y letras profanas, y puso la santa cruz en él y en el yelmo, anillos y banderas y celadas, honrándose en todo con tan divina y santa señal. Cesó la Iglesia de ser perseguida, honró al sumo pontífice, reconoció el poder que Dios le había dado, y él reconoció ser súbdito suyo; hízose instruir en la religión católica, publicó edictos en favor de los cristianos, y dio al romano pontífice el palacio Laterano, que había sido de la emperatriz Faustina, e hizo cosas tales en favor y aumento de la Iglesia y romano pontífice, que no cesó hasta dejarle la ciudad de Roma y pasarse él a Constantinopla, señal evidente y clara de cuán de veras y corazón había recibido la fé católica y quedaba agradecido de los favores y mercedes que había recibido de la liberal mano de Dios.
Celebróse en Cataluña el concilio iliberitano, dicho así por la villa de Colibre, donde se juntó: lo que pasó en él y los cánones que se hicieron, refiere el doctor Pujades con gran averiguación. Es opinión de algunos que se dividieron en él los obispados de España, aunque otros sienten haber sido esta división en tiempo del rey Vamba (la hitación de Wamba); pero, dejada aparte la opinión de ellos, en razón del tiempo y lugar, es cierto que los obispados de Huesca, Lérida y Urgel, ciudades de los pueblos ilergetes, fueron declarados y señalados por sufraganáeos (sufragáneos) de Tarragona, de donde infiero que había ya obispos en catedrales, aunque ignoro qué nombre tenían, porque no se halla.
Murió el emperador Constantino a 22 de mayo, día de Pentecostés del año 337, y dejó dividido el imperio entre sus hijos. Lo que pasó sobre esta división dejo, por no ser de mi instituto; y solo proseguiré la orden y sucesión del que quedó señor de España, que fue el mayor, que se llamó Constantino, así como el padre, el cual le dejó España, Francia, Alemania, Inglaterra y Escocia; pero, malcontento de ello, porque, siendo primogénito, no le había dejado el padre más provincias, movió guerra a su hermano Constante, el cual metiéndose inconsideradamente en una batalla sin ser conocido, fue muerto, y la parte del imperio que le había dejado el padre, quedó en Constantino. A este mató en Helna, Majencio, tirano: aunque gozó poco de lo que había tiranizado, porque Constancio, el menor de los tres hermanos, le mató, y se quedó con las partes de los hermanos muertos y la suya; y fue en las costumbres muy desemejante a su padre, y movió persecución a la Iglesia, y murió el año 364, y le sucedió otro peor que él, que fue Juliano, apóstata, de quien hay harta memoria en las historias eclesiásticas. Este murió el año de 366: vino después de él Joviniano, gran varón y digno del imperio, el que no quiso Dios durase mucho en él, porque antes de un año le hallaron muerto en su aposento, ahogado del vaho de un brasero mal encendido. Valentiniano, por su muerte, fue nombrado emperador, y gobernó lo de occidente, que lo de oriente lo encomendó a Valente, su hermano, que tomó por compañero en el imperio. Por muerte de ellos entraron Graciano y Valentiniano, sus hijos, y por muerte de Graciano, el otro hermano quedó solo en el imperio, hasta el año 394 que también murió, y tuvo por sucesor el gran Teodosio, que ya en vida de ellos imperaba, y fue de los mejores emperadores y príncipes que tuvo el mundo, como lo verifican todos los autores que hablan de él. A este fueron sucesores sus hijos Arcadio y Honorio: estos dividieron el imperio en Oriental y Occidental. Dejo lo que toca al Oriental, que quedó a Arcadio: Honorio quedó con el Occidental.
Salieron por estos tiempos los vándalos, suevos, alanos y otras naciones bárbaras septentrionales de sus tierras, por haberles echado de ellas los godos, nación más poderosa, que les ocupó sus moradas y provincias. Fueron estas naciones divagando por el mundo y buscando dónde vivir: pasaron la Alemania y Francia, y vinieron hasta los Pirineos, con intención de entrar en España y destruirla, así como la demás tierra por donde habían pasado; pero hallaron brava resistencia en los pasos del Pirineo y se quedaron en Francia, quedando España, y más nuestra Cataluña, libre de tales y tan bárbaros enemigos.
No paró la desdicha de esta tierra con esto, ni jamás entraran estos bárbaros en España, si no fuera la tiranía de un soldado del emperador Honorio, llamado Constantino. Este capitán del emperador en Inglaterra, y valiéndose de sus soldados, se levantó con la tierra que el emperador le había encomendado, y se hizo señor de Francia, e hiciera con España (donde envió a Constante, su hijo), si no hallara dos capitanes del emperador, que eran Didimo y Veriniano (Veri), que, como buenos y fieles, juntaron la gente que pudieron, y tomando el paso de los Pirineos, resistieron a las entradas de los bárbaros y de Constante, hijo del tirano Constantino, que se quedó en Francia, sin poder entrar en España, como pensaba. Valióse entonces de los bárbaros que divagaban por Francia y juntóles con los suyos, y acometieron a los que guardaban el Pirineo y les venció. Didimo y Veriniano quedaron muertos, y sus soldados vencidos, y Constante quedó señor de España, y no permitió a los bárbaros septentrionales que entraran en ella, antes puso grandes guardas en el Pirineo, para que se lo estorbaran. Constante se volvió a Francia, donde estaba su padre. En esta ocasión los godos que, como queda dicho, habían expelido los vándalos, suevos y alanos, llegaron a Italia can gran poder, e hicieron sus conciertos con el emperador Honorio, que les dio tierra donde vivir. Los bárbaros que eslaban en Francia temieron a los godos; y para apartarse más de ellos, concertaron con aquellos soldados que guardaban el paso del Pirineo, que les dejasen entrar en España. Debieron de correr dádivas y otros medios con que se dejasen vencer, y dieron paso. Esto aconteció el año del Señor 410, y fue harta desdicha para toda España, y más para Cataluña y pueblos ilergetes, que fueron la primera tierra de España que pisaron. Quedó tal como se puede pensar la dejarían enemigos tan bárbaros y salvajes, y que pudieron hacer lo que les pareció, por no hallar contradicción en los capitanes que estaban por el emperador, que ya iban todos tras tiranizar la tierra, alzándose cada uno con lo que le era a mano, cuidando poco de la conservación del imperio romano. El emperador quiso remediar esto y expelir los bárbaros; pero no le fue posible, y ellos se quedaron en España, y los naturales de ella muy mal contentos de los romanos, por haber mal guardado la provincia, para cuya defensa sacaban tributos insoportables: pero como las cosas del imperio habían de tener mudanza en España, poco aprovecharon las diligencias del emperador. Tarragona, que era cabeza de la España Tarraconense, quedó perdida y acabada, y la Iglesia más de cien años sin pastor ni prelado; y si esto pasó en aquella ciudad tan fuerte, tan poblada y tan principal, ¿qué había de ser en otras que en todo le eran muy inferiores?
Dividiéronse entre estas naciones las provincias de las dos Españas, Citerior y Ulterior: los vándalos tomaron la Bética, y de ellos quedó el nombre de Vandalia, que, corrompido, es hoy Andalucía (Al-Andalus : Vandalus); los suevos tomaron para si la Galicia; y los alanos, unos pasaron a Portugal, y otros se quedaron en Cataluña y se mezclaron con otros bárbaros llamados Catos, de donde se originó el nombre de catalanes y Cataluña (Catos + alanos : Catalanos). Esta opinión es recibida de algunos, pero los más dicen que el origen de estos dos nombres fue en otra ocasión. (Chastel + ogne : Chastelogne, como de Burg y Bourg, Bourgogne).

Entradas en España estas bárbaras naciones, ora fuese que cansados de divagar por el mundo deseasen reposar, o que el clima de la tierra y celestes influencias mitigasen aquella bárbara ferocidad con que habían venido, buscaron paz con los naturales, y con facilidad la alcanzaron, y estos gustaron más de la compañía de ellos, que de la de los romanos, cuya desordenada codicia tenía cansada a toda España.

lunes, 6 de septiembre de 2021

senyer En Garau de Berbera donzell capita

Al molt honorable senyer En Garau de Berbera donzell capita et cetera.

Molt honorable senyer. Vostra letra havem rebuda avisatoria del cas fet per los enemichs en lo castell de Foix. Decontinent havem aplegat consell en lo qual es stat deliberat los cent rocins sien decontinent expedits e per esser promptament fet havem acordat bestraure per un mes pus los diners dels pagesos no son encara presos. No res menys es stat dat orde per que al fer de la present es gran hora de nit e persones son destinades qui dema per lo mati entendran ensemps ab lo senyor loctinent en fer exir la mes gent que poran e axi confortau aqueixa vila e les forçes circumvehines e tramatteu los socors si master sera en guisa que nos perden. Lo queus han dit del comte de Prades esser a Çalacuna no passe axi car a Cardona es ab X o XV rocins. Mas Ferrando Delicado era als Prats al circa L rocins porie esser que fos anat a Çallacuna. (ipsa lacuna o llacuna: La laguna) Gran meravella es de ten poch nombre de genets
spant en aqueixa terra majorment com veen e saben que los C rocins se preparen. Provehir al necessari car com dit es tantost haureu la gent. Data en Barchinona a XXIII de octubre del any Mil CCCCLXIII. - P. de Belloch
- Los deputats del General et cetera.
Domini deputati et cetera.

https://es.wikipedia.org/wiki/Castillo_de_Foix

Qué comida típica francesa se hace con hígado de pato? Se parece a Foix.

lo castell de Foix


El castillo de Foix está situado en la ciudad francesa de Foix, localidad a la que domina desde una altura de unos 60 metros en la cima de una peña calcárea. Es un importante centro de atracción turística del departamento del Ariège; la fortaleza también es conocida por ser uno de los principales lugares asociados al catarismo y sede del condado de Foix.

La roca calcárea sobre la que se asienta el castillo está trufada por diversas grutas, que ya fueron habitadas por el hombre en los tiempos prehistóricos, y que han sido objeto de diversas campañas de investigación, tanto de tipo espeleológico como arqueológico.

En época celta prerromana, el lugar siguió ocupado, hecho que atestigua la siguiente cita de Julio César, en el año 58 a. C.: El legado Craso combatió contra los sitiates, que se resguardaban en un oppidum fortificado.
(oppidum : podium : puig : pueyo : pui : puch ?)

Sobre la misma roca estuvo antaño emplazado un santuario pagano, consagrado al dios Abelio, dios del sol celta, (el de los abalorios) que fue reemplazado por una construcción fortificada (castrum) de los siglos VII y VIII (aunque con el antecedente de una pequeña fortificación romana). En el año 507 se cita la existencia de una fortificación en la ciudad de Foxum (la actual Foix).

En el siglo IX se construye a los pies de lo que actualmente es el castillo una abadía de estilo carolingio, posiblemente fortificada, que en el siglo X fue consagrada a san Volusiano, (de Tours) santo por el que los condes de Foix sintieron gran devoción a lo largo del tiempo. Dicha abadía resultó destruida durante las Guerras de religión de Francia. Igualmente se conoce que Carlomagno, posiblemente dentro de una política de reforzamiento de las defensas pirenaicas ante los musulmanes que habían ocupado la península ibérica, reforzó y modernizó el conjunto defensivo.

Según la documentación conservada, la existencia del castillo como tal se atestigua ya el año 987. El año 1012, figura en el testamento otorgado por Roger II de Cominges, el Viejo, conde Roger I de Carcasona, conde de Couserans y conde de Razés, que legó la fortaleza a su hijo menor Bernardo I Roger, el cual heredaba el condado de Couserans y parte del condado de Razés. Se conocen pocos datos sobre este primitivo castillo.

En efecto, la familia señorial propietaria de la zona se había instalado en este lugar que permitía el control de las vías de acceso a la cuenca alta del valle del Ariège, al vigilar desde este punto estratégico el país llano a la vez que se protegía tras una murallas inconquistables. De hecho, el castillo está construido en el punto de confluencia de los ríos Arget y Ariège.

En 1034, el castillo se convierte en sede del condado de Foix, jugando un importante papel en la historia militar medieval. Durante los dos siglos siguientes, el castillo protege no sólo a los condes sino también a las personalidades inspiradoras de la resistencia occitana durante la Cruzada contra los cátaros, y el condado se convierte en refugio privilegiado de los cátaros perseguidos.

En el año 1116, Ramón Berenguer III, el Grande, conde de Barcelona, intervino militarmente en la ciudad y su castillo para poner fin a una revuelta.

El castillo, que sufre varios asedios en su historia, entre ellos los de Simón IV de Montfort (en 1211 y 1212), - inciso, batalla de Muret, donde muere el rey de Aragón Pedro II
siempre resistió los asaltos bélicos, y únicamente fue conquistado en una ocasión, en 1486, debido a una traición acontecida con ocasión de combates entre dos ramas de la familia condal de Foix. Proeza de la época, los condes lograron preservar su territorio de la anexión a otros estados e incluso experimentaron un ascenso político. No obstante, hay que indicar que, en junio del año 1272, Roger Bernardo III de Foix, conde de Foix y vizconde de Castellbó se rindió al rey de Francia, tras que este sitiase el castillo, siendo encerrado en una mazmorra hasta que aceptó rendir homenaje al rey de Francia. En 1290, Roger Bernardo III de Foix se convirtió en vizconde de Béarn, al contraer matrimonio con la heredera del vizcondado de Béarn, Margarita (véase la relación de titulares del vizcondado).

Desde el siglo XIV, los condes de Foix, entre ellos Gastón III Febus (1343-1391) fueron abandonando progresivamente el castillo, debido a su falta de confortabilidad, en provecho del Palacio de los gobernadores (el actual tribunal) de la ciudad de Pau, la capital del vizcondado de Bearn. A partir de 1479, el conde de Foix asumió la corona del reino de Navarra y el último de ellos, Enrique IV, rey de Francia en 1607, anexionó a Francia en 1620 sus territorios de la Baja Navarra, que España no había conseguido controlar tras la Conquista de Navarra.

Sede del gobernador del País de Foix desde el siglo XV, el castillo siguió contribuyendo a la defensa del país, especialmente durante las guerras de religión. Se convirtió en el último de los castillos de la región tras la orden de Richelieu de que todos ellos fuesen arrasados (1632-1638). Hasta la Revolución francesa, la fortaleza mantuvo acantonada una guarnición. Su vida estuvo constelada de recepciones grandiosas cuando tenían lugar las llegadas de los nuevos gobernadores, entre los que se contaba al conde de Tréville, capitán de los mosqueteros de Luis XIII de Francia, y el mariscal de Ségur, ministro de Luis XVI de Francia.

A mediados del siglo XIX, el castillo de Foix fue declarado Monumento histórico por el Gobierno francés. En ese mismo siglo, el castillo fue objeto de una intensa restauración, que pretendía recuperar su estilo medieval. Desde 1930, el castillo acoge las colecciones del Museo Departamental del Ariège. Prehistoria, arqueología galorromana y medieval, etc., atestiguan la historia del Ariège desde los tiempos más remotos. El Museo reorganiza sus colecciones sobre la historia del yacimiento del castillo intentando lograr conocer la vida en Foix en tiempos de los condes. Es igualmente interesante el espectáculo Érase una vez... Foix que cada verano organiza el Museo, durante el cual queda iluminado todo el castillo.

Arquitectura:

Ambas torres cuadradas, la cubierta y la descubierta, son de las partes más antiguas del castillo, remontando su antigüedad a los siglos XIII a XIV (aunque actuando sobre elementos existentes con anterioridad), mientras que la redonda, la más moderna, data del siglo XVI.7​ Las tres torres están rematadas por almenas, y tiene una altura de entre 25 y 30 metros.

La torre cuadrada descubierta se conoce también como Tour d'Arget, (pero NO Tour d´Argent, de plata) puesto que su función es la vigilancia del valle del río Arget. Sirvió como prisión para presos políticos catalanes y civiles durante cuatro siglos, hasta 1862.

La torre central del castillo contiene tres salas provistas de bóvedas de crucería.

Los lienzos de unión entre las torres (es decir, la segunda muralla), igualmente almenados, y las barbacanas fueron construidos en el siglo XIII.

https://www.lavanguardia.com/historiayvida/edad-media/20180419/47313403821/cruzada-contra-los-cataros.html

domingo, 12 de julio de 2020

CAPÍTULO XXXIV.


CAPÍTULO XXXIV.

Entran los godos en España, y de los reyes que hubo de aquella nación hasta Amalarico, y de san Justo obispo de Urgel.

Habían entrado los godos en las tierras del imperio con gran poder; y sin hallar la resistencia que era menester para impedir su entrada, llegaron a Italia y después de varios sucesos, tomaron la ciudad de Roma y la saquearon, salvo los lugares sagrados. Procuró el emperador Honorio, como mejor pudo, sacarlos de Italia y darles en qué entender con los vándalos, alanos y suevos, y otros que ya eran señores de ella. Aceptáronlo los godos, por persuasión de Gala Placidia, hermana del emperador Honorio y mujer de Ataulfo, rey godo, que fue señora de gran virtud y cristiandad. Esta lo supo tan bien disponer todo, que dejando Italia se vinieron los godos a Francia, y de aquí entraron en España, y Ataúlfo, (Adolfo, Adolf) rey de ellos, escogió por cabeza y silla del nuevo reino que entendía fundar la ciudad de Barcelona. Esta es la entrada de los godos en España, acerca de la cual dicen los autores muchas cosas; pero como el intento de esta obra es dar razón de los señores y sucesos de los pueblos ilergetes, dejando lo mucho que hay que decir, apuntaré solo lo que hace a nuestro propósito, siguiendo en todo lo posible al autor de Flavio Lucio Dextro y a Marco Máximo, obispo de Zaragoza, en sus fragmentos históricos, nuevamente descubiertos, por haber sido testigos de vista de lo que pasó en estos tiempos, y haber tenido plena noticia de todo. Gozó Ataúlfo del reino solos tres años, y murió el de 416, a 21 de agosto. Está sepultado en la parte más alta de la ciudad de Barcelona, pero ignórase el lugar.
Por muerte de Ataúlfo, hicieron su rey los godos a Sigerico, que había trabajado y consentido en su muerte; pero Dios, que es justo, no quiso que quien tan mal lo había hecho con su rey y señor durara mucho en el reino, y aunque, por vivir con sosiego, había hecho paz con los romanos, aborrecido por esto de los suyos, le mataron a puñaladas, habiendo tenido el reino poco más o menos de un año.
Dice Próspero en su crónica, que de Ataúlfo había quedado un hijo llamado Walia. Era hombre guerrero y diestro en las armas, y sucedió en el reino, y tuvo al principio algunas guerras, y cansado de ellas, él y los suyos hicieron paz con los romanos, y uno de los capítulos de ella fue que dejasen volver a Gala Placidia, viuda de Ataúlfo, al emperador Honorio, su hermano, la cual hasta estos tiempos había quedado en España, y no se le había permitido salir de ella, aunque lo deseaba mucho y su hermano deseaba tenerla cabe si, por ser mujer muy sabia y de gran consideración. Este rey, unido con los romanos, hizo guerra a los vándalos y sacó de España a Gunderico, rey de ellos, y habiéndoles sojuzgado a todos, pasó a Toledo, y murió de una larga enfermedad en el año 433 de Cristo señor nuestro, según se infiere de Marco Máximo, obispo de Zaragoza, en sus fragmentos.
Teoderico o Teodoredo fue rey de los godos por muerte de Walia: este quebrantó la paz con los romanos y tuvo guerras con ellos, que a la postre pararon en concordia; y después de haber reinado treinta y tres años, murió el del Señor 468, en una batalla que él y Aecio, general de los romanos, tuvieron con el fiero Atila, rey de los hunos, en que quedó vencido aquel fiero y bárbaro rey, que blasonaba no ser hombre, mas que azote de Dios. En vida de este rey, y a los veinte y dos años de su reinado, que era el de 440 de Cristo señor nuestro, acabó nuestro ilustre y pío caballero barcelonés Flavio Lucio Dextro, hijo de san Pacián, obispo de Barcelona, que fue prefecto pretorio del Oriente y gobernador de Toledo, sus fragmentos históricos que, para mayor gloria de Dios y honra de tantos santos de que da noticia, han parecido en nuestros días, con aplauso y gusto de todos los varones doctos y píos, con una aprobación tan universal, que hasta los más críticos sienten bien de ellos (1), por el gran beneficio que todo el mundo, y más nuestra España, ha recibido con la invencion de tal libro, sobre el cual han ya escrito doctísimos varones, unos comentando aquellos, y otros defendiéndoles, y todos aprobándoles. Murió Dextro el año 444, a 22 de junio, siendo ya decrépito y de edad de 76 años, según escribe Marco Máximo, obispo de Zaragoza, que continúa aquellos, y a Dextro le llama varón docto, pío y prudente.

(1) Hállase al margen, de igual letra y tinta que el resto del manuscrito, una nota en catalan que dice así: Nota que en lo que toca à Dextro se ha de mirar, perque homens doctissims ho tenen per obra de algun modern: conéixse, perque vá molt desmemoriat. Esto prueba, como dijimos en el preliminar de la obra, que el autor no le dio la última mano, y que no es de extrañar, por consiguiente, que se hallen algunas incorreciones o notas de esta clase, que revelan acaso nueva adquisición de noticias acerca de un mismo punto, para rectificarlo más adelante.

Después de Teodoredo hacen los autores modernos mencion de Turismundo, y le ponen en el catálogo de los reyes godos; y dicen haber sido cruel y vicioso, y tal, que los suyos no le pudieron sufrir y le mataron con una sangría; y antes de morir, con un cuchillo que halló a mano, mató dos o tres de los que entendían en la sangría, porque conoció la maldada de ellos. Su reino, dicen que con tres años quedó acabado; pero Marco Máximo, obispo de Zaragoza sin hacer memoria de este rey, ni de Teodorico, pasa a tratar de Eurico, cuyo reino tuvo principio el año de 468. Este ganó en Francia a Marsella y otros lugares, y afligió mucho todo aquel reino, y acabó de sacar los romanos de España, después de haber 700 años que la poseían, con los sucesos que hemos dicho. Este dio leyes escritas a los godos, y con ellas de allí adelante se gobernó España; y murió el año de 482 en Arles (Arlés, Arle en Provenzal) de Francia, que había ganado.
Alarico, hijo del precedente, fue levantado por rey de los godos; tuvo guerras con los franceses, y un capitán llamado Pedro, se le levantó en Cataluña con la ciudad de Tortosa y muy gran partida de tierra, y el rey envió su ejército que le venció, prendió y quitó la cabeza, que después enviaron al rey, que estaba en Zaragoza. Murió en una batalla que tuvo con la gente de Clodoveo rey de Francia, en el año 505, después de haber reinado veinte y tres años; y dice Marco Máximo, que el mismo Clodoveo le traspasó de una lanzada.
Gesalaico sucedió después de Alarico, su padre, y fue bastardo; y aunque quedó Amalarico legítimo, por ser de edad de cinco años, escogieron al hermano mayor, estimando más ser gobernados por un hombre bastardo, que de un niño legítimo. Fue hombre vil y de bajos pensamientos, y en su tiempo, ni hizo cosa buena, ni de consideración, y el primer año desamparó el reino, y pobre y fugitivo se retiró a Francia, donde vivió hasta el año 510 de Cristo señor nuestro.
Teodorico, rey de Italia, era abuelo de Amalarico y se encargó del gobierno de España, durante la menor edad del nieto; y aunque su residencia continua era en Italia, pero cuando era necesario venía a España, ordenando le que convenía para el buen gobierno de ella, por lo que comunmente es contado por rey de España, hasta el año 526 o cerca de él, que, siendo mayor de edad el nieto le dejó el gobierno y él se volvió a Italia, dejándole casado con Clotilde, hermana de Clodoveo, rey de Francia, señora de excelentes e incomparables virtudes, y por eso muy perseguida de Amalarico, su marido, el cual era arriano y ella muy católica, y por esto quieren algunos contar desde el dicho
año 526 el reinado de Amalarico. Murió este rey el año del Señor 531, en una batalla que tuvo con los franceses, en que ellos quedaron vencedores, recibiendo de esta manera el justo pago de los malos tratamientos que hizo a la reina su mujer y demás católicos.
En vida de este rey y por estos tiempos floreció el glorioso san Justo, obispo de Urgel. Fue este santo natural del reino de Valencia, y hermano de tres santos, que todos fueron obispos e hijos de un mismo padre y madre. El mayor de los cuatro se llamó Nebridio y fue obispo de Egara, pueblo de Cataluña, no lejos de la villa de Terrasa: este hallamos firmado en el concilio primero Tarraconense, celebrado el año de 516, y en el Gerundense, celebrado el año de 517, y en el segundo Toledano, año 527; y después
fue obispo de Barcelona, y en su tiempo celebró el primer concilio de los de aquella ciudad, y él se firmó después del metropolitano. Fe este concilio el año 540. El otro hermano se llamó Justiniano, y fue obispo de Valencia; y el otro se llamó Elpidio, y no se sabe de qué Iglesia fuese prelado. San Justo, siendo de pequeña edad, fue puesto en los estudios, y salió tan aprovechado de ellos, que por sucesión de tiempo fue ordenado sacerdote y después obispo de Urgel, y fue el primero. Hallóse en algunos concilios de su tiempo, como fue el Toledano segundo, el cual, según parece del proemio del mismo concilio se celebró a 16 de las calendas de junio, era 565, en el año quinto del rey Amalarico; es a 17 de mayo del año del Señor 527: y a este concilio llegaron él y su hermano Nebridio, de Egara, en ocasión que ya estaba acabado y hechos los cánones; pero por ser tan grande la autoridad y doctrina de estos santos hermanos, aunque no eran sufragáneos de Toledo, les rogaron que firmasen lo hecho, y así, después de todos los obispos, firmó san Justo de esta manera: Justus, in Christi nomine Ecclesiae Catholicae Urgellitanae episcopus, hanc constitutionem consacerdotum meorum in Toletana, urbe habitam, cum post aliquantum tempus advenissem, salva auctoritate *priscorum canonum, probavi et subscripsi: y antes de san Justo había ya firmado su hermano Nebridio, por ser mayor de edad y haber más tiempo que era obispo. Firmóse también en el concilio Ilerdense, celebrado en el año 546, del cual diré después.
Escribió este santo algunas obras, y en particular un comentario, en sentido alegórico, sobre los Cantares de Salomón, que, aunque es muy breve y ocupa pocas hojas, tiene mucha claridad y por eso es muy alabado, por ser cuasi imposible una obra buena ser clara. Dura esta obra aún el día de hoy y está én la Biblioteca Veterum Patrum, en la cual, a más de la claridad en declarar el testo, se conoce en el autor una dulce agudeza en penetrar y descubrir los misterios que el Espíritu santo nos quiso enseñar en aquellos cánticos de aquel sapientísimo rey.
Gobernó su Iglesia poco más de veinte años, y murió después del año 546, y no en el año 540, como dice Diago; y esto lleva camino, porque le hallamos en el concilio Toledano segundo, celebrado el año 520, y en el de Lérida, celebrado el año 546, y es fuerza que fuese obispo veinte años, poco más o menos, porque tantos corren del un concilio al otro. Celébrase su fiesta a los 28 de mayo, y se ignora el lugar donde está sepultado. Hacen memoria de este santo el Martirologio romano y Baronio sobre él, san Isidoro, en el libro 6 de Varones Ilustres, capítulo 21, Marieta en sus vidas de santos de España, Ambrosio de Morales en su Historia de España, Gaspar Escolano en la de Valencia, el doctor Padilla en la Eclesiástica, fray Vicente Domenech en su Flos sanctorum de Cataluña, y otras muchos.

miércoles, 17 de julio de 2019

GARCÍA AZNÁREZ, ASESINO DE CÉNTULO DE BIGORRA


138. GARCÍA AZNÁREZ, ASESINO DE CÉNTULO DE BIGORRA
(SIGLO XI. SALLENT DE GÁLLEGO)

GARCÍA AZNÁREZ, ASESINO DE CÉNTULO DE BIGORRA  (SIGLO XI. SALLENT DE GÁLLEGO)


Sancho Ramírez, rey de Aragón, en una sentencia datada probablemente en 1090, nos relata un hecho que al parecer ocurrió en el valle de Tena durante su reinado, al que luego el tiempo ha adornado con tintes legendarios.

Uno de sus más importantes vasallos y colaboradores en la lucha contra los musulmanes, el conde Céntulo de Bigorra —sin duda un predecesor del conde del mismo nombre que acompañara en el siglo XII a Alfonso I el Batallador— pasaba hacia Aragón por el valle recién llegado del otro lado de los Pirineos (de donde era originario) con escaso acompañamiento para entrevistarse con el propio rey en Jaca. García Aznárez, hijo de Aznar Atónez, tal vez tenente del cercano pueblo de Latrás, al sur de Sabiñánigo, le recibió en su casa con aparentes muestras de amistad, pero, por razones desconocidas y abusando de su hospitalidad, acabó asesinándolo «con engaño y con mala traición, junto con sus hombres».

Aterrado por el castigo, si no era el de su propia vida, que a buen seguro iba el rey a infligirle, García Aznárez abandonó el valle huyendo a tierra de moros con sus cómplices. El rey, en efecto, reaccionó con extrema dureza y ordenó que nadie habitara más en las casas donde se había cometido el crimen y, de acuerdo con Galindo, hermano del homicida, ordenó que su madre y toda su familia salieran del valle y que nunca más viviera ninguno de ellos allí, sino que pusieran en sus tierras colonos que las poblaran y les entregaran las rentas de los campos.

Se desconocen las razones que pudieron mover a García Aznárez a cometer tal crimen, pero pudiera pensarse que quizás fueran los eternos problemas de pastos en el puerto del Portalé entre los bigorreses y los habitantes del valle de Tena los que desencadenaran tan horrendo crimen.

[Gómez de Valenzuela, Manuel, La vida cotidiana en Aragón..., pág. 151.]



https://es.wikipedia.org/wiki/Sallent_de_G%C3%A1llego

Sallent de Gállego (en aragonés Sallén de Galligo)​ es un municipio español, perteneciente a la comarca de Alto Gállego, al norte de la provincia de Huesca, comunidad autónoma de Aragón. Tiene un área de 162,14 km² con una población de 1.480 habitantes (INE 2009) y una densidad de 9,13 hab/km².

Se encuentra a orillas del Embalse de Lanuza y al pie de las más altas cumbres de la cordillera, muy cerca ya de la frontera con Francia. Su término constituye la capital del Valle de Tena.



Típico pueblo del Pirineo aragonés, posee una iglesia gótica, de principios del siglo XVI, que alberga un valioso retablo plateresco. Inicialmente fue villa de realengo, pasando, posteriormente, a ser señorío laical de la conocida familia Lanuza.

Antiguamente y junto a Lanuza conformaba el llamado Quiñón de Sallent, uno de los tres históricos territorios en los que se dividía administrativamente el valle.

Parte de su término municipal está ocupado por el Monumento natural de los Glaciares Pirenaicos.

Actualmente, lo que se conoce como municipio de Sallent de Gállego comprende los siguientes núcleos:

Sallent, Formigal, Portalet d'Aneu, Lanuza, Escarrilla, Tramacastilla de Tena y Sandiniés.

https://www.formigal-panticosa.com/

Sallent de Gállego es atravesado por el río Gállego y su primer afluente, el río Aguas Limpias, ambos cauces nacidos dentro del propio término y que confluyen en las inmediaciones del núcleo urbano. Desde Sallent de Gállego existe un camino por donde se puede ir caminando hasta el paraje conocido como "El Saliente" o "Salto del Aguaslimpias", la pequeña catarata que dio nombre a la población: Saliente : SALLENT.



La Foratata, un gran peñasco rocoso que se eleva sobre la villa, es el pico más emblemático del lugar. Otras de las cumbres importantes dentro del término municipal son Anayet, Tres Hombres, Arriel y Balaitous, alcanzando muchas de ellas los 3000 metros de altura. Estos paisajes ofrecen infinidad de posibilidades, especialmente la práctica de deportes de montaña y aventura. Son especialmente recomendables las excursiones a Ibonciecho y al ibón de Respomuso, lugar este último donde existe un albergue muy frecuentado por los alpinistas. El municipio está atravesado además por la GR-11, ruta de montaña que recorre la cordillera pirenaica desde el Mediterráneo hasta el Cantábrico.


Mención especial merece también El Portalet, paso fronterizo entre España y Francia que pone en comunicación los valles de Tena y Ossau.

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Fermín Arrudi, (1870- 1913); conocido también como "El gigante de Sallent", fue un personaje famoso en todo el Pirineo por su altura, llegó a medir 2,29 m y viajó por gran parte del mundo mostrando su altura. También se ha escrito un libro en el que se relata su vida.
León Benito Martón y Aznar; obispo.
Mariano Royo Urieta
Tania Lamarca Celada; aunque no es de Sallent, la campeona olímpica en la modalidad de conjuntos de 1996 vive en Sallent de Gállego desde 2002.

Rafael Andolz Vida de Fermín Arrudi (Zaragoza, 1986).
Juan Domínguez Lasierra, Aragón legendario (Zaragoza, 1984).
Antón Castro, Aragoneses ilustres, ilustrados e iluminados (Zaragoza, 1993).
David Dumall Puértolas El gigante de Sallent. Fermín Arrudi, Ed. Delsan Libros, (Zaragoza, 2008).

Saúl M. Irigaray, Garabato Estudio, cuento ilustrado "El Gigante de Sallent" , autoedición (Jaca, 2012).

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https://es.wikipedia.org/wiki/Bigorra

La Bigorra (en occitano gascón Bigòrra, en francés Bigorre) es un país (pays) tradicional del sudoeste de Francia. Es parte de Gascuña y en consecuencia, de Occitania, si bien como otros territorios de Occitania tiene particularidades propias en historia, cultura y folclore.

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Frecuentemente se suele asimilar la Bigorra con el actual departamento de Hautes-Pyrénées, pero éste no representa de hecho sino la mayor parte del oeste del territorio que puede considerarse que comprende la Bigorra, cuyas fronteras quedaron fijadas ya en época de Carlomagno, momento en el que se constituyó como un condado con dependencia feudal del Ducado de Gascuña.

Geográficamente, Bigorra se extiende por el norte hasta el eje de los cursos superiores de los ríos Gave de Pau y Adour, abarcando por el sur hasta la línea de las cumbres de los Pirineos (limitando, pues, con España), siendo así un territorio fuertemente marcado por la orografía montañosa, que culmina en los Pirineos en el pico de Vignemale, con 3.298 m de altitud.

La ciudad principal, siendo además la capital histórica de Bigorra, es Tarbes, que ha reunido a su alrededor una aglomeración, conocida como Gran Tarbes, que incluye comunas secundarias como por ejemplo Ibos, Aureilhan, Orleix o Séméac.

Ampliamente conocida por sus vinculaciones marianas, se encuentra la ciudad de Lourdes, un destino de peregrinación religiosa católica de primera magnitud.

Bagnères-de-Bigorre y Argelès-Gazost son menos conocidas, aunque a su conocimiento coadyuva la existencia de sus casinos y establecimientos termales.

Todavía podríamos hablar de las comunas de Vic-en-Bigorre, Rabastens-de-Bigorre, Maubourguet, Lannemezan, Saint-Laurent-de-Neste, Arreau o Luz-Saint-Sauveur.

La Bigorra es un país esencialmente dedicado al cultivo de maíz y a la ganadería, lo que ha hecho que la producción alimenticia suponga una parte esencial en la actividad económica bigordana, que cuenta con varios productos de merecida fama, como por ejemplo las cebollas de Trébons o las judías blancas de Tarbes.

Territorio débilmente industrializado, Bigorra se ha dedicado esencialmente al material eléctrico o ferroviario, así como a la industria textil, aunque recientemente la región intenta atraer a la industria aeronáutica y electrónica. La actividad industrial está localizada en la zona de llanura, hacia Tarbes, y en los alrededores de Lourdes y Bagnères-de-Bigorre.

La actividad económica ligada al termalismo, sea en Bagnères-de-Bigorre, en Barèges o incluso en Cauterets, es ciertamente importante, y a la industria termal se une la existencia de numerosos casinos.

El turismo constituye actualmente la primera actividad económica de Bigorra; se encuentra ligado no sólo a la industria del termalismo, sino que incluye varios lugares destacados, como Lourdes, centro de peregrinaciones que acoge a peregrinos llegados de varios países, como las estaciones de esquí en las estribaciones pirenaicas, al estilo de la estación del Tourmalet, o incluso el turismo relacionado con lugares más específicos como el circo glaciar de Gavarnie, conocido internacionalmente, o el observatorio emplazado en el Pic du Midi de Bigorre.

Bigorra debe su nombre al pueblo prerromano aquitano-proto-vasco de los bigerriones, Bigerri o Bigerrones. Su nombre significa algo así como dos veces fuerte, bi de dos y gor lo que en vascuence es fuerza (vigor?), más el gentilicio de pertenencia rra. A este pueblo pertenecían diversos subgrupos de las zonas de montaña, como los Tornates, los Campones, los Onosubates o los Crebennos. Los bigerriones fueron uno de los pueblos aquitanos sometidos al poder de Roma por Marco Licinio Craso, lugarteniente de Julio César. Su capital, Bigarra, podría ser el actual pueblo de Cieutat, que se encuentra a 15 km de Bagnères-de-Bigorre.

Se han conservado huellas en la onomástica derivadas de las campañas militares romanas. Así, por ejemplo, el nombre de Juillan derivaría del de Campus Julianus, por un lugarteniente de las legiones romanas de Julio César. La pista de César se ha encontrado igualmente cerca de Pouzac, en el llamado Campo de César.

Una vez convertidos en amos y señores del territorio, los romanos se dedicaron a la exploración y explotación económica de los valles que lo conforman, obteniendo rentabilidad económica de las aguas minerales que abundan en los valles.

También se encuentran restos de las vías romanas, como en la landa de Capvern, donde el camino se denomina hoy en día como Césarée (Cesárea), en Estelou-de-Vieille o una legua al norte de Lourdes, cerca de una alquería denominada Strata que ocupa el emplazamiento de una antigua villa romana.

Al dominio romano le sucede el de los visigodos, que retrocedieron hacia la vertiente sur de los Pirineos tras ser derrotados en la batalla de Vouillé, y posteriormente llegó el dominio de los francos.

El condado de Bigorra quedó constituido a principios del siglo IX por el duque de Gascuña Lope Céntulo para ser cedido a su hijo Donato Lope (fallecido hacia 820), el cual contrajo matrimonio con una princesa de Aquitania, Faquilène, la que sin duda le aportó como dote la mayor parte de sus tierras.

El condado de Bigorra, cuya capital es la ciudad de Tarbes, tenía en ese momento una extensión considerable, pero su superficie se vio notablemente reducida debido a las generosidades del conde Lope Donato (fallecido alrededor de 910), que cedió a su hijo menor el vizcondado de Lavedan, y posteriormente por las liberalidades de su hijo el conde Donato II Lope (fallecido hacia el año 930), que constituyó para sus hijos el condado de Aure, el vizcondado de Aster y el señorío de Montaner.

El condado de Bigorra que quedaba pasó al hijo mayor, Ramón Dat (que falleció aproximadamente en el 947). Bernardo I de Cominges, conde de Couserans y de Foix inició la dinastía Cominges-Carcasonesa de Bigorra por matrimonio con la condesa Garsenda de Bigorre, pasando sucesivamente en el siglo XI a la casa de los condes de Couserans-Foix y a continuación a la de los vizcondes de Bearn; en el siglo XII a la de los vizcondes de Marsan; en 1170 Céntulo III se declaró vasallo de Alfonso II de Aragón, que le concedió a cambio en 1175 el título de Conde de Pallars Subirá y Conde de Ribagorza, recibiendo la tenencia del Valle de Arán;1​ y de nuevo a la de los condes de Cominges; y en el siglo XIII a la de los condes de Montfort-l'Amaury.

La idea de unir los Estados de Bigorra con la dinastía aragonesa llevó al rey de Aragón a casar en 1215 a Nuño Sánchez de Aragón con Petronila de Cominges, condesa de Bigorra, vizcondesa de Marsán y señora de Zaragoza y Uncastillo, hija de Bernardo IV, conde de Cominges, de Bigorra y de Astarac, señor de Muret y Samatán..., y de Beatriz de Bigorra, condesa de Bigorra y vizcondesa de Marsán. Este matrimonio fue anulado por el papa Honorio III al año siguiente para que la princesa Petronila se pudiera casar con Guido de Montfort.

El condado de Bigorre fue entonces objeto de una querella sucesoria, ya que Petronila de Cominges, que era la heredera, por parte de madre, del condado, había estado casada con Guy de Montfort, hijo de Simón IV de Montfort, conde de Leicester. Éste pretendía la herencia de su hermano Guy, al haberle confiado Petronila la custodia de la Bigorra durante la minoría de edad de su nieto Esquivaut. Así, la casa de Montfort quedó dividida a la muerte de Petronila entre los partidarios de Esquivaut y los del rey de Navarra Teobaldo II.

Esquivaut fue el vencedor, provisionalmente, de la querella, pero a su muerte en 1283, el rey de Inglaterra recuperó el condado, del que era en realidad el soberano. La hermana de Esquivaut, Lorea, casada con Ramón VI de Turena, inició un pleito cuyo resultado más destacado fue que el rey de Francia secuestrara el condado para atribuírselo a su esposa, la reina Juana I de Navarra, heredera de Teobaldo II. Juana cedió la Bigorra a su tercer hijo, el futuro Carlos IV de Francia, el cual la unió al dominio real tras su coronación en 1322.

Entregada por un tiempo al conde de Armañac Juan I, la Bigorra fue cedida finalmente por el rey de Francia a Eduardo III de Inglaterra según las cláusulas del tratado de Brétigny.

Francia volvió a ocupar el condado en época de Carlos V de Francia, entre 1369 y 1373. Siendo un territorio deseado tanto por los condes de Foix como por los de Armañac, el condado quedó definitivamente unido al condado de Foix en 1425, ya que Juan II de Armañac había intercambiado con el rey sus derechos a la Bigorra a cambio de recibir el Rouergue.

Bajo el Antiguo Régimen, la Bigorra disponía de unos Estados (o Parlamento) propios para su territorio.

El 4 de enero de 1790, la Asamblea Constituyente del régimen emanado de la Revolución francesa creó los departamentos, que pasaron a sustituir a las antiguas provincias. Como consecuencia de la medida se creó un departamento que inicialmente tomó el nombre de Bigorre (Bigorra) pero que pasó posteriormente a ser denominado como Hautes-Pyrénées (Altos Pirineos). El diputado en la Convención, y natural de Tarbes, Bertrand Barère de Vieuzac, había sido quien más se había distinguido en la génesis del nuevo departamento:

«Si este país, la Bigorra, es demasiado pequeño como para formar un departamento, conviene agrandarlo. Pero sería muy inicuo no hacer de él sino unos distritos que dependiesen de una ciudad extranjera; hacer de Tarbes un miserable centro de cabecera de distrito sería un asesinato político.»

Puede constatarse la extraña geografía de este departamento, que posee dos pequeños enclaves en el interior del departamento vecino, Pyrénées-Atlantiques. Se trata de la supervivencia de una manifestación medieval, ya que, a finales del siglo XI, Gaston IV el Cruzado, vizconde de Bearne, contrajo matrimonio con Talesa de Aragón, vizcondesa del Montanerés, un pequeño territorio emplazado entre el Béarn y la Bigorra. El Montanerés quedó en poder de Béarn, pero Talesa guardó para sí cinco parroquias, que son las que constituyen actualmente los dos enclaves dentro del departamento de Pyrénées-Atlantiques.

El origen del escudo de armas de oro, con dos leones manchados (como la piel del leopardo) de gules, armados y lampasados en azur, pasantes uno sobre el otro sigue siendo misterioso. Como máximo, puede constatarse que es idéntico al de la ciudad de Chabanais. Ello se debería a un error de interpretación de un documento. Hacia el año 1621, Pierre de Marca localizó dicho escudo en un codicilo de Petronila, condesa de Bigorra, fechado en 1239. Al parecer habría confundido las armas de Petronila de Bigorra con las de quien era su esposo por esas fechas, Bozon de Mathan, señor de Chabanais, con lo que las armas propias de los Chabanais habrían pasado de este modo a ser confundidas con las de Bigorra.

En Bigorra, al igual que en el Béarn, el hábitat tradicional debe ser de entrada ubicado en un contexto de multicultivos cerealistas y de ganadería. Si en las llanuras el hábitat se agrupa en pueblos, en las zonas altas se encuentra más disperso.

El núcleo por excelencia de la explotación agrícola rural es la granja con un patio cerrado. Dicha granja comprende una vivienda u oustaü caracterizada por su planta rectangular en uno o dos niveles, con muros de cantos rodados, un tejado inclinado con vertiente a dos aguas y a con dos levantes. Su fachada, frecuentemente adornada con encuadres de piedra, se orienta hacia el sol, sea hacia el sudeste sea hacia el este, según el caso, y de dispone perpendicularmente a la calle. Cae hacia un patio cerrado (es decir, vallado) o parquié, haciéndose la entrada a dicho patio por medio de un monumental portal o pourtaü. En torno de dicho patio aparecen los diferentes edificios de tipo auxiliar: granja, establo, gallinero, porches…

Las casas pertenecientes a las familias más acomodadas, evidentemente en relación con el crecimiento de la economía rural, se adaptan al modelo de tipo burgués o urbano de los siglos XVIII y XIX, y presentan fachadas en dos niveles ordenadas simétricamente, con ornamentos en piedras de muy buena calidad, un tejado de tipo monumental horadada con tragaluces y cubierta con tejas o lajas de pizarra. Un balcón de honor puede levantarse sobre la puerta de entrada a la vivienda.

A un nivel social inferior, podemos encontrar una vivienda que no dispone más que de una zona de vivienda en planta baja, justo debajo del granero. Los dormitorios se distribuyen en hilera con acceso desde la sala común.

En los altos valles pirenaicos, en los que predomina la vida de tipo pastoril, el hábitat se agrupa en pueblos y la granja con patio cerrado tiende a desaparecer, con la excepción del valle de Lavedan, donde en las aldeas la casa del alcalde o bailío (eth bayle) aparece fortificada y protegida por un portal-fuerte (hortau). Los tipos de viviendas de las zonas bajas aparecen en concurrencia con las casas de montaña, con planta rectangular, en las que se asocian bajo el mismo techo los locales destinados a vivienda y los dedicados a la explotación. Hay que destacar la existencia de balconadas que ocupan toda la longitud de la fachada, para el caso de las viviendas en las que la zona de habitación aparece en el primer piso y no en la planta baja.

Todavía pueden contemplarse hoy en día los tejados de cañas en el valle de Campan.

En los pastos de estiaje de los altos valles de Bigorra, los pastores construían cabañas de piedra seca, "capane", con planta rectangular. Ubicadas en el centro de un sector cercado por muros también de piedra seca, zona en la que dormían los corderos, llamado "coueila" o "cuyala", hoy en día se encuentran en ruinas debido a que ya no siguen en uso.

En las ciudades más importantes, como es el caso especialmente de Tarbes y más aún de Lourdes, aparecen influencias vascas, de tipo ecléctico o, por supuesto, mucho más modernas.

Numerosas canciones de tipo popular y muy características acompañan las festividades en Bigorra, como por ejemplo "Montagnes Pyrénées" o "Aqueras Mountanhas". Igualmente hay que destacar que, más allá de la estricta práctica y uso de la lengua occitana, sigue estando presente en nombres de calles, de grupos folclóricos o artísticos. Volviendo a enfundarse en los trajes tradicionales, pantalones cadis, boina negra, cofias..., tocando los instrumentos musicales preferidos localmente, como acordeón diatónico, flauta de tres agujeros, tambor de cuerdas, gaita de las Landas..., son los herederos de una antigüedad remozada y puesta al día. Cantos y danzas tradicionales reaparecen de nuevo con ocasión de festividades o iniciativas locales. Las Pastourelles de Campan o la Adouréenne son sólo unos simples ejemplos de ese folclore que sigue hoy en día en pleno vigor.

Bisson, T. N., The Medieval Crown of Aragon: A Short History, Oxford, Clarendon Press, 1986. ISBN 0198219873. Para Céntulo, vid pág. 37. Apud José Ángel Sesma Muñoz, La Corona de Aragón, Zaragoza, CAI (Colección Mariano de Pano y Ruata, 18), 2000. ISBN 84-95306-80-8.