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lunes, 29 de abril de 2019

LA RECONQUISTA DE JACA


2.18. LA RECONQUISTA DE JACA (SIGLO VIII. JACA)

Tras la conquista musulmana, en el siglo VIII, Jaca estaba gobernada por Abel el Malek ben Omar, pariente del propio Muza. Vivía en el lujoso castillo de Apriz, acompañado por su hija, la hermosa Zaida, con quien llegara desde África hacía algunos años.
Una tarde del mes de abril, mientras la joven oraba a su dios, se escuchó un rumor lejano que poco a poco se iba acercando: era el walí que regresaba del último combate contra los cristianos. Venía él delante, orgulloso de su nuevo triunfo, seguido de los soldados, que traían un magnífico botín y muchos cautivos. Zaida, inundada por la alegría de saber que su padre estaba a salvo, corrió a esperarlo en la puerta del castillo.
Los soldados miraban complacidos a la bella muchacha, y las penas de los cautivos parecían atenuarse ante ella. Uno de los cristianos prisioneros no pudo contenerse y gritó: «¡Aragón por san Jorge y las hembras sandungueras!». Este atrevido prisionero no era otro que el conde Waldo, hijo de don Rodrigo, a quien el walí, en lugar de darle muerte, lo hizo prisionero con la esperanza de obtener un buen rescate por él.
Zaida había quedado prendada del caballero cristiano y de la lisonja que se atreviera a pronunciar. Por eso, salvando múltiples peligros, la joven se decidió a visitar al cautivo en las mazmorras. Allí, ambos se declararon su mutuo amor, y, tras ocho días de visitas clandestinas, Zaida anunció a su padre que Waldo se convertiría al Islamismo y se casaría con ella. Y así acaeció.
Pero poco duró la felicidad de la pareja, pues la misma noche de la boda entró en Jaca el ejército cristiano y tomó el castillo y la ciudad, acuchillando a todos los infieles, incluido Abel el Malek. Zaida fue hecha prisionera y destinada al servicio de la mujer del conde don Aznar.
Waldo, que había sobrevivido al ataque, reorganizó el ejército moro e intentó recobrar la ciudad, pero fue derrotado por los cristianos, quienes, junto con algunas otras, expusieron su cabeza ensartada en una lanza para escarmiento de los infieles. Zaida se desvaneció ante tan cruel espectáculo.
Así castigaba Dios la apostasía de un cristiano.

[X.X., «En el castillo “Apriz” de Jaca», Aragón, 166 (1940), pág. 59.]

2.19. LAS MUJERES EN LA RECONQUISTA DE JACA (SIGLO VIII. JACA)

Jaca, como el resto del actual Aragón, había pasado rápidamente a poder de los musulmanes a comienzos del siglo VIII, y la mayor parte de sus habitantes habían huido hacia las altas montañas en espera de mejores tiempos. Poco después, en San Juan de la Peña, un puñado de no más de trescientos cristianos había nombrado como primer rey de Sobrarbe a García Íñiguez, que no sólo recobró Aínsa y Pamplona, sino que llegó hasta Álava. No obstante, Jaca, a poca distancia del cenobio pinatense, continuaba en manos moras.
Mientras García Iñiguez recorría victorioso tierras alavesas, capitaneaba en su nombre las tropas cristianas que vivaqueaban por las sierras de San Juan y Oroel, hasta llegar a la vera del río Aragón, un guerrero valiente llamado Aznar. Éste, sintiéndose con fuerzas suficientes, decidió sitiar Jaca hasta ganarla por las armas y repoblarla, reparando sus murallas, restituyendo sus iglesias y poniendo en explotación las tierras circundantes que regaban los ríos Aragón y Gas. El rey García Íñiguez, alentado por la recuperación de Jaca, creó —corría entonces el año 759— el condado de Aragón, designando, como no podía ser menos, al valiente Aznar como primer conde del territorio.
Al año siguiente, el primer viernes del mes de mayo, no menos de noventa mil moros, a las órdenes de cuatro experimentados adalides, llegaron desde Navarra para tratar de retomar Jaca, dada su importancia estratégica. El conde Aznar les salió presto al encuentro en las tierras onduladas de Guaso, donde el río Gas confluye en el Aragón.
En la batalla, que fue tremendamente sangrienta y reñida, el menor número de combatientes cristianos fue contrarrestado por su mayor arrojo y por el apoyo moral de la virgen de la Victoria, que se apareció a las tropas para infundirles ánimo. No obstante, fue definitiva la ayuda inesperada de las mujeres jaquesas que, armadas y vestidas completamente de blanco, acudieron en socorro de sus hombres. Sorprendidos, los musulmanes sufrieron una humillante derrota, quedando tendidos en el campo de batalla los cuatro adalides, representados desde entonces en el escudo de armas de la ciudad de Jaca.
[Anónimo, «Conquista de Jaca», en Eco del Pirineo Central, 4 (Jaca, 1881). Lustono, E. de, «La conquista de Jaca», El Pirineo Aragonés, 3 (Jaca, 1882). Leante García, Rafael, Santuarios..., págs. 101-105.

Olivera, Gonzalo, Condado de Aragón..., págs. 26-29.]

https://es.wikipedia.org/wiki/Jaca

Jaca (Chaca o Xaca en aragonés) es un municipio de la provincia de Huesca, capital de la comarca de La Jacetania en la comunidad autónoma de Aragón, España.


El término municipal, además del casco urbano de Jaca, incluye los núcleos de población de Abay, Abena, Acín, Ara, Araguás del Solano, Ascara, Asieso, Astún, Atarés, Badaguás, Banaguás, Baraguás, Barós, Bataraguá, Bergosa, Bernués, Bescós de Garcipollera, Binué, Botaya, Caniás, Espuéndolas, Fraginal, Gracionépel, Guasa, Guasillo, Ipás, Jarlata, Larrosa, Lastiesas Altas, Lastiesas Bajas, Lerés, Martillué, Navasa, Navasilla, Novés, Orante, Osia, Ullé, Villanovilla y Yosa de Garcipollera, denominados «barrios rurales» y que acogían a inicios de 2018 a 951 habitantes.



Panorámica de Jaca a los pies de la peña Oroel desde el Fuerte de Rapitán.
Panorámica de Jaca a los pies de la peña Oroel desde el Fuerte de Rapitán.

Jaca es la capital de la comarca de La Jacetania y dista 72 km de Huesca, la capital provincial, y 143 km de Zaragoza. Está situada en el norte de la provincia, en el valle del Aragón, único gran valle paralelo al eje de la cadena pirenaica. La prolongación de este eje, desde la Cuenca de Pamplona, al oeste, hasta la Cuenca de Tremp, al este, facilita las comunicaciones entre Navarra y Cataluña a través del norte de Aragón.


La ciudad está emplazada en la depresión de la Canal de Berdún, a 818 msnm, sobre una terraza fluvioglaciar en la margen izquierda del río Aragón a la salida del valle de Canfranc, precisamente en el exterior del codo que forma el río al cambiar la dirección norte-sur por la este-oeste que lleva sobre la Canal de Berdún.


Edad Antigua

Iaca o Iacca —nombre antiguo de Jaca— era la capital de los iacetanos, citados por el historiador griego Estrabón (siglo I) como un pueblo que se extendía desde las estribaciones del Pirineo hasta las llanuras, llegando hasta la región de los ilergetes alrededor de Ilerda (Lérida) y Osca (Huesca). Poco se sabe de su límite occidental, pero se ha sugerido que pudo estar en Navardún, término céltico que aludiría al antiguo nombre de unos extintos navarri sobre los cuales surgió luego el topónimo Navarra. Los iacetanos (Iakketanoi, en griego) eran parientes de los aquitanos (Akkitanoi), siendo ambos pueblos parecidos. De acuerdo a Estrabón, hubo entre los iacetanos reminiscencias de usos matrilineales, predominio del pastoreo, agricultura complementaria —acaso a cargo de las mujeres— y actividades guerreras como solución habitual a los problemas económicos.

Iaca acuñó moneda autónoma con alfabeto ibérico y se piensa que controlaba la actual Jacetania y la Canal de Berdún. Excavaciones arqueológicas dentro del casco urbano han descubierto en el nivel más profundo fragmentos de cerámica fabricada a torno con «técnica ibérica», así como cerámica campaniense de tipo A. Dicho material, fechado en el siglo II a.C., supone la aparición de los primeros indicios arqueológicos que se pueden relacionar con la población indígena de Iaca.


Existe una hipótesis alternativa, menos plausible, postulada en el siglo XVI por el cronista imperial Florián de Ocampo —y que decía haber explicado Alonso de Nebrija—, que afirma que Jaca fue fundada por el capitán griego Dionisio Baco —de sobrenombre Yaco— en el año 1325 a. C.


En el año 195 a. C., el cónsul romano Marco Poncio Catón inició la conquista de la ciudad que terminó en la primavera de 194 a. C. A fines del siglo III a. C. y comienzos del II a.C., los iacetanos habían efectuado numerosas expediciones de rapiña sobre los suessetanos afincados en las llanuras centrales de Aragón y parece ser que, en general, lo habían hecho impunemente.​ Conociendo la enemistad entre iacetanos y suessetanos, Catón situó a estos últimos delante de la escasa caballería romana ante las puertas de Iaca, provocando la salida de los montañeses, acostumbrados a vencer siempre a sus vecinos; una vez quedó desguarnecida la ciudad, ésta fue conquistada por el cónsul.



Integrada en el Imperio romano, Jaca constituyó un punto de vigilancia de los caminos del Pirineo y desarrolló una próspera economía cuyo auge se mantuvo hasta el siglo III. En el siglo IV entró en decadencia por la amenaza de los bandidos que atacaban a las caravanas y a los mercaderes que transitaban los caminos pirenaicos.

En las montañas de los Pirineos se conservaron territorios cristianos tras la conquista de los árabes debido al protectorado carolingio establecido por Carlomagno en la llamada Marca Hispánica. Uno de esos condados fue el núcleo del Reino de Aragón. Hacia 920, establecido por el Reino de Pamplona como condado independiente de los francos, Galindo II Aznárez repobló antiguas poblaciones de la cuenca del río Aragón, a lo largo de la cual se articulaba el condado, entre las que se encontraba Jaca, que entonces era una fortaleza habitada por unos pocos pobladores, una aldea con actividad meramente agropecuaria. Pertenecía a una zona dependiente del monasterio de Siresa y contaba con un monasterio con una iglesia de planta basilical, una nave y cabecera plana, que fue reformada en el siglo XI y derribada en 1841.​


Jaca era a comienzos del siglo XI un castro (o campamento militar fortificado) perteneciente al Reino de Pamplona, a cuyo entorno había surgido un conjunto exiguo de viviendas, pero que iría cobrando cada vez mayor importancia por su situación al pie del paso de Somport (uno de los más accesibles para acceder a Francia desde la Edad Antigua) y por su situación estratégica en el Camino de Santiago que, en este siglo, iba a cobrar creciente importancia, y como cabeza del camino hacia Pamplona que recorría la Canal de Berdún.



A la muerte en 1035 del rey de Pamplona Sancho Garcés III, apodado el Mayor, este deja escrito el reparto de sus extensos dominios a sus diferentes hijos. Uno de ellos, Ramiro (1006-1063), que ya ejercía de Régulo en La Jacetania y norte de Huesca, se convertirá en Ramiro I de Aragón y establece en Jaca una residencia regia, posiblemente en el castro fortificado, y situó cerca del monasterio de San Pedro la sede del obispo de Aragón, denominado así hasta que en 1077 Sancho Ramírez dotara a Jaca de su fuero e iniciara, hacia 1082, la construcción de la sede catedralicia. La posesión de fueros, catedral con obispado y su ciudadela, hicieron de Jaca la primera y más importante capital del Reino de Aragón. Sin embargo, entre el monasterio de San Pedro y el castro inicial, la aldea estaba deshabitada. Como señaló José María Lacarra, siendo sede real y residencia habitual del obispo aragonés, comenzaron a llegar personas dedicadas a la administración y comerciantes que hicieron de Jaca algo más que una aldea dedicada exclusivamente a la ganadería y la agricultura.


Retrato idealizado de Galindo II Aznárez, conde de Aragón, que repobló Jaca en torno a 920.
Retrato idealizado de Galindo II Aznárez, conde de Aragón, que repobló Jaca en torno a 920.
Así, en 1063 se celebró en la localidad el Concilio de Jaca. El historiador Jerónimo Zurita, en sus Anales de la Corona de Aragón, refiere que Ramiro I «porque había diversos abusos en el estado eclesiástico y por descuido de los reyes pasados duraban grandes corruptelas contra lo establecido por los sagrados concilios generales que hubo en la primitiva Iglesia, procuró que se congregase en la ciudad de Jaca concilio provincial».

También señala que este monarca fue el primero de los reyes de la península ibérica en restaurar los «cánones», que no debieron ser otros que los establecidos por el Concilio de Roma de 1059 referidos a la vida canónica y al celibato de los clérigos.


Otro de los resultados de este concilio fue restablecer la diócesis de Huesca —suprimida durante el dominio musulmán—, quedando la sede provisional en Jaca en tanto no se reconquistara Huesca.


Pero el definitivo impulso a Jaca se lo dio Sancho Ramírez en 1077 cuando, por lo dispuesto en el mencionado fuero, pionero entre los territorios cristianos y difundido posteriormente en otras ciudades de Navarra o Cuenca, convirtió a la villa en ciudad, la dotó de sede episcopal, en cuya catedral se asentaría el ahora obispo de Jaca, y le dio el estatus que la hacen ser considerada la primera capital del reino entre 1077 y 1096 en que, conquistada Huesca, sucedería en el obispado y capitalidad. Asimismo, edificó Sancho Ramírez un nuevo palacio real en el barrio de Santiago, y unificaría los tres núcleos iniciales (castro fortificado, monasterio de San Pedro y burgo de Santiago) en una sola entidad poblacional unida por dos calles cruzadas, al modo del cardo y decúmano romanos, y las viviendas de todos aquellos hombres francos que quisieran acogerse a los nuevos privilegios que se decretaron para los habitantes de Jaca.


el fuero de Jaca



La pérdida de la capitalidad no implicó para Jaca la desaparición de otras funciones urbanas relacionadas con su situación geográfica. Así, siguió desempeñando su papel de ciudad-mercado y de servicios para su comarca; también, como ciudad final de etapa, Jaca cobraba uno de los cinco peajes que se percibían sobre la ruta de Zaragoza a Francia, y albergaba a los peregrinos a Santiago de Compostela.


Las pestes y los incendios de finales de la Edad Media hundieron a Jaca en una profunda crisis de la que no saldría hasta la intervención de Fernando el Católico para formar un gobierno local. La burguesía se vio favorecida por esta situación y muchos se convirtieron en mecenas de artistas cuyo resultado se puede apreciar especialmente en la catedral.



Vista aérea de la Ciudadela de Jaca.

La situación fronteriza de Jaca se fue determinando a medida que se consolidaban los límites territoriales de los reinos europeos y los Pirineos se erigían como eficaz frontera natural. La ciudad se consolidó como plaza militar desde la que defender los reinos peninsulares de una hipotética invasión francesa. A este respecto, Felipe II ordenó la construcción de varias fortalezas a lo largo de todo el Pirineo. En 1592 este monarca ordenó la construcción de una fortaleza en los campos que habían configurado el Burgo Nuevo, el barrio levantado extramuros de la ciudad. Así, se levantó una soberbia fortaleza pentagonal diseñada por el ingeniero italiano Tiburcio Spannocchi, la Ciudadela de Jaca, para dar respuesta a un ejército provisto de artillería. De esa época es también la bella Casa Consistorial (1544), construida según el estilo de los palacios platerescos aragoneses.

La epidemia de peste que asoló el levante peninsular a mediados del siglo XVII —cuyos primeros brotes surgieron en Valencia en 1647— ocasionó una mortandad entre la población de Jaca del 42%.16​17​ La epidemia llegó en dos oleadas diferenciadas: la primera entre octubre de 1653 y febrero de 1654, y la segunda —la más devastadora— entre mayo y diciembre de 1654.


En la Guerra de Sucesión, Jaca se puso del lado de los Borbones. Por ello, en 1707 fue asediada por aliados del Archiduque Carlos y socorrida por el marqués de Salutcio a cuya vista se retiraron a un bosque, donde fueron atacados por el marqués de Santa Coloma, quien les mató mucha gente e hizo numerosos prisioneros. El rey Felipe V gratificó a la ciudad de Jaca con los títulos de «muy noble, muy leal, y muy vencedora», añadiendo la flor de lis al escudo de sus armas que ostentaba la Cruz de Sobrarbe y las cuatro cabezas, emblema de la batalla de Alcoraz.


A finales del siglo XVIII, Jaca jugó un papel importante en la Guerra del Rosellón, al ser uno de los objetivos de los revolucionarios franceses por su situación estratégica. En la Guerra de la Independencia, la ciudad se rindió a los franceses el 21 de marzo de 1809 a causa de la deserción que fomentó en secreto el misionero Fray José de la Consolación, que gozaba de influencia, quedando dentro de la plaza muy pocos soldados. El general Mina recuperó la plaza en febrero de 1814.


En el marco de las Guerras Carlistas, fueron denunciados en 1839 varios soldados de la guarnición de Jaca por vender armas a los "revolucionarios". Pascual Madoz, en su Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España de 1845, describe a Jaca en los términos siguientes: «sus casas en número de 488 de sólida y buena construcción todas blanqueadas, cómodas y aseadas en su interior, se distribuyen en 37 calles bien alineadas, empedradas, y la mayor parte con aceras... tiene 7 plazas, entre las cuales solo la llamada Campo del Toro y la del Mercado con soportales, destinada á la venta de hortalizas, son las principales, pues las otras no tienen objeto y son pequeñas».​ La Revolución Gloriosa de 1868 trajo consigo el nacimiento de la Junta revolucionaria de Jaca, enfrentada a la de Huesca, que tomó una serie de medidas tales como la supresión del Seminario o la creación de los Voluntarios de la Libertad, completadas en el sexenio revolucionario con la construcción de la carretera de Jaca a Francia.


Jaca experimentó a principios del siglo XX un despertar urbanístico y demográfico, motivado en buena medida por el derribo de su muralla medieval, que se inició en 1908. En 1928 llegó el ferrocarril a Canfranc, a cuya inauguración asistió el monarca Alfonso XIII. En ese mismo año también se creó la Universidad de Verano.

El 12 de diciembre de 1930 tuvo lugar el episodio de la Sublevación de Jaca, pronunciamiento militar contra la monarquía de Alfonso XIII durante la «dictablanda» del general Berenguer. Se inició con la proclamación de la República desde los balcones del ayuntamiento jaqués y el nombramiento de la primera alcaldía republicana. Al mismo tiempo se organizaron dos columnas dirigidas por el capitán Fermín Galán y Salvador Sediles que partieron hacia Huesca.


La sublevación fue sofocada en la madrugada del día siguiente y el 14 de diciembre fueron fusilados los capitanes Galán y García Hernández, mientras que el capitán Sediles, también condenado a muerte, fue indultado ante las movilizaciones populares. Sin embargo, los efectos de esta sublevación se dejaron sentir en la proclamación de la Segunda República Española cuatro meses después; tras las elecciones del 12 de abril, la monarquía se exilió y se proclamó la República, que les reconoció como "mártires".


Conclusión


Pero tras esto, lo más notable de Jaca es su condición de pionera. Primera capital del Reino de Aragón, primera que aclamó a Ramiro II "el monje", primera que se sublevó a favor de la república, cuando se hizo famosa su Calle Mayor, la misma ruta que cantó Miguel Fleta en ritmo de jota. Grandes personajes y escritores hablaron de Jaca; en el siglo XIII, Alfonso X el Sabio, hablaba de la jacetana fiesta de la victoria; en el Renacimiento, Nebrija, explicaba sus orígenes legendarios; Cervantes la cita en El Quijote hablando de sus grandes montañas; Unamuno alaba la Peña de Oroel; y Ramon y Cajal describe su largo periodo de vida en la ciudad.



miércoles, 17 de julio de 2019

GARCÍA AZNÁREZ, ASESINO DE CÉNTULO DE BIGORRA


138. GARCÍA AZNÁREZ, ASESINO DE CÉNTULO DE BIGORRA
(SIGLO XI. SALLENT DE GÁLLEGO)

GARCÍA AZNÁREZ, ASESINO DE CÉNTULO DE BIGORRA  (SIGLO XI. SALLENT DE GÁLLEGO)


Sancho Ramírez, rey de Aragón, en una sentencia datada probablemente en 1090, nos relata un hecho que al parecer ocurrió en el valle de Tena durante su reinado, al que luego el tiempo ha adornado con tintes legendarios.

Uno de sus más importantes vasallos y colaboradores en la lucha contra los musulmanes, el conde Céntulo de Bigorra —sin duda un predecesor del conde del mismo nombre que acompañara en el siglo XII a Alfonso I el Batallador— pasaba hacia Aragón por el valle recién llegado del otro lado de los Pirineos (de donde era originario) con escaso acompañamiento para entrevistarse con el propio rey en Jaca. García Aznárez, hijo de Aznar Atónez, tal vez tenente del cercano pueblo de Latrás, al sur de Sabiñánigo, le recibió en su casa con aparentes muestras de amistad, pero, por razones desconocidas y abusando de su hospitalidad, acabó asesinándolo «con engaño y con mala traición, junto con sus hombres».

Aterrado por el castigo, si no era el de su propia vida, que a buen seguro iba el rey a infligirle, García Aznárez abandonó el valle huyendo a tierra de moros con sus cómplices. El rey, en efecto, reaccionó con extrema dureza y ordenó que nadie habitara más en las casas donde se había cometido el crimen y, de acuerdo con Galindo, hermano del homicida, ordenó que su madre y toda su familia salieran del valle y que nunca más viviera ninguno de ellos allí, sino que pusieran en sus tierras colonos que las poblaran y les entregaran las rentas de los campos.

Se desconocen las razones que pudieron mover a García Aznárez a cometer tal crimen, pero pudiera pensarse que quizás fueran los eternos problemas de pastos en el puerto del Portalé entre los bigorreses y los habitantes del valle de Tena los que desencadenaran tan horrendo crimen.

[Gómez de Valenzuela, Manuel, La vida cotidiana en Aragón..., pág. 151.]



https://es.wikipedia.org/wiki/Sallent_de_G%C3%A1llego

Sallent de Gállego (en aragonés Sallén de Galligo)​ es un municipio español, perteneciente a la comarca de Alto Gállego, al norte de la provincia de Huesca, comunidad autónoma de Aragón. Tiene un área de 162,14 km² con una población de 1.480 habitantes (INE 2009) y una densidad de 9,13 hab/km².

Se encuentra a orillas del Embalse de Lanuza y al pie de las más altas cumbres de la cordillera, muy cerca ya de la frontera con Francia. Su término constituye la capital del Valle de Tena.



Típico pueblo del Pirineo aragonés, posee una iglesia gótica, de principios del siglo XVI, que alberga un valioso retablo plateresco. Inicialmente fue villa de realengo, pasando, posteriormente, a ser señorío laical de la conocida familia Lanuza.

Antiguamente y junto a Lanuza conformaba el llamado Quiñón de Sallent, uno de los tres históricos territorios en los que se dividía administrativamente el valle.

Parte de su término municipal está ocupado por el Monumento natural de los Glaciares Pirenaicos.

Actualmente, lo que se conoce como municipio de Sallent de Gállego comprende los siguientes núcleos:

Sallent, Formigal, Portalet d'Aneu, Lanuza, Escarrilla, Tramacastilla de Tena y Sandiniés.

https://www.formigal-panticosa.com/

Sallent de Gállego es atravesado por el río Gállego y su primer afluente, el río Aguas Limpias, ambos cauces nacidos dentro del propio término y que confluyen en las inmediaciones del núcleo urbano. Desde Sallent de Gállego existe un camino por donde se puede ir caminando hasta el paraje conocido como "El Saliente" o "Salto del Aguaslimpias", la pequeña catarata que dio nombre a la población: Saliente : SALLENT.



La Foratata, un gran peñasco rocoso que se eleva sobre la villa, es el pico más emblemático del lugar. Otras de las cumbres importantes dentro del término municipal son Anayet, Tres Hombres, Arriel y Balaitous, alcanzando muchas de ellas los 3000 metros de altura. Estos paisajes ofrecen infinidad de posibilidades, especialmente la práctica de deportes de montaña y aventura. Son especialmente recomendables las excursiones a Ibonciecho y al ibón de Respomuso, lugar este último donde existe un albergue muy frecuentado por los alpinistas. El municipio está atravesado además por la GR-11, ruta de montaña que recorre la cordillera pirenaica desde el Mediterráneo hasta el Cantábrico.


Mención especial merece también El Portalet, paso fronterizo entre España y Francia que pone en comunicación los valles de Tena y Ossau.

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Fermín Arrudi, (1870- 1913); conocido también como "El gigante de Sallent", fue un personaje famoso en todo el Pirineo por su altura, llegó a medir 2,29 m y viajó por gran parte del mundo mostrando su altura. También se ha escrito un libro en el que se relata su vida.
León Benito Martón y Aznar; obispo.
Mariano Royo Urieta
Tania Lamarca Celada; aunque no es de Sallent, la campeona olímpica en la modalidad de conjuntos de 1996 vive en Sallent de Gállego desde 2002.

Rafael Andolz Vida de Fermín Arrudi (Zaragoza, 1986).
Juan Domínguez Lasierra, Aragón legendario (Zaragoza, 1984).
Antón Castro, Aragoneses ilustres, ilustrados e iluminados (Zaragoza, 1993).
David Dumall Puértolas El gigante de Sallent. Fermín Arrudi, Ed. Delsan Libros, (Zaragoza, 2008).

Saúl M. Irigaray, Garabato Estudio, cuento ilustrado "El Gigante de Sallent" , autoedición (Jaca, 2012).

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https://es.wikipedia.org/wiki/Bigorra

La Bigorra (en occitano gascón Bigòrra, en francés Bigorre) es un país (pays) tradicional del sudoeste de Francia. Es parte de Gascuña y en consecuencia, de Occitania, si bien como otros territorios de Occitania tiene particularidades propias en historia, cultura y folclore.

Bigorra, occitano gascón, Bigòrra, francés, Bigorre

Frecuentemente se suele asimilar la Bigorra con el actual departamento de Hautes-Pyrénées, pero éste no representa de hecho sino la mayor parte del oeste del territorio que puede considerarse que comprende la Bigorra, cuyas fronteras quedaron fijadas ya en época de Carlomagno, momento en el que se constituyó como un condado con dependencia feudal del Ducado de Gascuña.

Geográficamente, Bigorra se extiende por el norte hasta el eje de los cursos superiores de los ríos Gave de Pau y Adour, abarcando por el sur hasta la línea de las cumbres de los Pirineos (limitando, pues, con España), siendo así un territorio fuertemente marcado por la orografía montañosa, que culmina en los Pirineos en el pico de Vignemale, con 3.298 m de altitud.

La ciudad principal, siendo además la capital histórica de Bigorra, es Tarbes, que ha reunido a su alrededor una aglomeración, conocida como Gran Tarbes, que incluye comunas secundarias como por ejemplo Ibos, Aureilhan, Orleix o Séméac.

Ampliamente conocida por sus vinculaciones marianas, se encuentra la ciudad de Lourdes, un destino de peregrinación religiosa católica de primera magnitud.

Bagnères-de-Bigorre y Argelès-Gazost son menos conocidas, aunque a su conocimiento coadyuva la existencia de sus casinos y establecimientos termales.

Todavía podríamos hablar de las comunas de Vic-en-Bigorre, Rabastens-de-Bigorre, Maubourguet, Lannemezan, Saint-Laurent-de-Neste, Arreau o Luz-Saint-Sauveur.

La Bigorra es un país esencialmente dedicado al cultivo de maíz y a la ganadería, lo que ha hecho que la producción alimenticia suponga una parte esencial en la actividad económica bigordana, que cuenta con varios productos de merecida fama, como por ejemplo las cebollas de Trébons o las judías blancas de Tarbes.

Territorio débilmente industrializado, Bigorra se ha dedicado esencialmente al material eléctrico o ferroviario, así como a la industria textil, aunque recientemente la región intenta atraer a la industria aeronáutica y electrónica. La actividad industrial está localizada en la zona de llanura, hacia Tarbes, y en los alrededores de Lourdes y Bagnères-de-Bigorre.

La actividad económica ligada al termalismo, sea en Bagnères-de-Bigorre, en Barèges o incluso en Cauterets, es ciertamente importante, y a la industria termal se une la existencia de numerosos casinos.

El turismo constituye actualmente la primera actividad económica de Bigorra; se encuentra ligado no sólo a la industria del termalismo, sino que incluye varios lugares destacados, como Lourdes, centro de peregrinaciones que acoge a peregrinos llegados de varios países, como las estaciones de esquí en las estribaciones pirenaicas, al estilo de la estación del Tourmalet, o incluso el turismo relacionado con lugares más específicos como el circo glaciar de Gavarnie, conocido internacionalmente, o el observatorio emplazado en el Pic du Midi de Bigorre.

Bigorra debe su nombre al pueblo prerromano aquitano-proto-vasco de los bigerriones, Bigerri o Bigerrones. Su nombre significa algo así como dos veces fuerte, bi de dos y gor lo que en vascuence es fuerza (vigor?), más el gentilicio de pertenencia rra. A este pueblo pertenecían diversos subgrupos de las zonas de montaña, como los Tornates, los Campones, los Onosubates o los Crebennos. Los bigerriones fueron uno de los pueblos aquitanos sometidos al poder de Roma por Marco Licinio Craso, lugarteniente de Julio César. Su capital, Bigarra, podría ser el actual pueblo de Cieutat, que se encuentra a 15 km de Bagnères-de-Bigorre.

Se han conservado huellas en la onomástica derivadas de las campañas militares romanas. Así, por ejemplo, el nombre de Juillan derivaría del de Campus Julianus, por un lugarteniente de las legiones romanas de Julio César. La pista de César se ha encontrado igualmente cerca de Pouzac, en el llamado Campo de César.

Una vez convertidos en amos y señores del territorio, los romanos se dedicaron a la exploración y explotación económica de los valles que lo conforman, obteniendo rentabilidad económica de las aguas minerales que abundan en los valles.

También se encuentran restos de las vías romanas, como en la landa de Capvern, donde el camino se denomina hoy en día como Césarée (Cesárea), en Estelou-de-Vieille o una legua al norte de Lourdes, cerca de una alquería denominada Strata que ocupa el emplazamiento de una antigua villa romana.

Al dominio romano le sucede el de los visigodos, que retrocedieron hacia la vertiente sur de los Pirineos tras ser derrotados en la batalla de Vouillé, y posteriormente llegó el dominio de los francos.

El condado de Bigorra quedó constituido a principios del siglo IX por el duque de Gascuña Lope Céntulo para ser cedido a su hijo Donato Lope (fallecido hacia 820), el cual contrajo matrimonio con una princesa de Aquitania, Faquilène, la que sin duda le aportó como dote la mayor parte de sus tierras.

El condado de Bigorra, cuya capital es la ciudad de Tarbes, tenía en ese momento una extensión considerable, pero su superficie se vio notablemente reducida debido a las generosidades del conde Lope Donato (fallecido alrededor de 910), que cedió a su hijo menor el vizcondado de Lavedan, y posteriormente por las liberalidades de su hijo el conde Donato II Lope (fallecido hacia el año 930), que constituyó para sus hijos el condado de Aure, el vizcondado de Aster y el señorío de Montaner.

El condado de Bigorra que quedaba pasó al hijo mayor, Ramón Dat (que falleció aproximadamente en el 947). Bernardo I de Cominges, conde de Couserans y de Foix inició la dinastía Cominges-Carcasonesa de Bigorra por matrimonio con la condesa Garsenda de Bigorre, pasando sucesivamente en el siglo XI a la casa de los condes de Couserans-Foix y a continuación a la de los vizcondes de Bearn; en el siglo XII a la de los vizcondes de Marsan; en 1170 Céntulo III se declaró vasallo de Alfonso II de Aragón, que le concedió a cambio en 1175 el título de Conde de Pallars Subirá y Conde de Ribagorza, recibiendo la tenencia del Valle de Arán;1​ y de nuevo a la de los condes de Cominges; y en el siglo XIII a la de los condes de Montfort-l'Amaury.

La idea de unir los Estados de Bigorra con la dinastía aragonesa llevó al rey de Aragón a casar en 1215 a Nuño Sánchez de Aragón con Petronila de Cominges, condesa de Bigorra, vizcondesa de Marsán y señora de Zaragoza y Uncastillo, hija de Bernardo IV, conde de Cominges, de Bigorra y de Astarac, señor de Muret y Samatán..., y de Beatriz de Bigorra, condesa de Bigorra y vizcondesa de Marsán. Este matrimonio fue anulado por el papa Honorio III al año siguiente para que la princesa Petronila se pudiera casar con Guido de Montfort.

El condado de Bigorre fue entonces objeto de una querella sucesoria, ya que Petronila de Cominges, que era la heredera, por parte de madre, del condado, había estado casada con Guy de Montfort, hijo de Simón IV de Montfort, conde de Leicester. Éste pretendía la herencia de su hermano Guy, al haberle confiado Petronila la custodia de la Bigorra durante la minoría de edad de su nieto Esquivaut. Así, la casa de Montfort quedó dividida a la muerte de Petronila entre los partidarios de Esquivaut y los del rey de Navarra Teobaldo II.

Esquivaut fue el vencedor, provisionalmente, de la querella, pero a su muerte en 1283, el rey de Inglaterra recuperó el condado, del que era en realidad el soberano. La hermana de Esquivaut, Lorea, casada con Ramón VI de Turena, inició un pleito cuyo resultado más destacado fue que el rey de Francia secuestrara el condado para atribuírselo a su esposa, la reina Juana I de Navarra, heredera de Teobaldo II. Juana cedió la Bigorra a su tercer hijo, el futuro Carlos IV de Francia, el cual la unió al dominio real tras su coronación en 1322.

Entregada por un tiempo al conde de Armañac Juan I, la Bigorra fue cedida finalmente por el rey de Francia a Eduardo III de Inglaterra según las cláusulas del tratado de Brétigny.

Francia volvió a ocupar el condado en época de Carlos V de Francia, entre 1369 y 1373. Siendo un territorio deseado tanto por los condes de Foix como por los de Armañac, el condado quedó definitivamente unido al condado de Foix en 1425, ya que Juan II de Armañac había intercambiado con el rey sus derechos a la Bigorra a cambio de recibir el Rouergue.

Bajo el Antiguo Régimen, la Bigorra disponía de unos Estados (o Parlamento) propios para su territorio.

El 4 de enero de 1790, la Asamblea Constituyente del régimen emanado de la Revolución francesa creó los departamentos, que pasaron a sustituir a las antiguas provincias. Como consecuencia de la medida se creó un departamento que inicialmente tomó el nombre de Bigorre (Bigorra) pero que pasó posteriormente a ser denominado como Hautes-Pyrénées (Altos Pirineos). El diputado en la Convención, y natural de Tarbes, Bertrand Barère de Vieuzac, había sido quien más se había distinguido en la génesis del nuevo departamento:

«Si este país, la Bigorra, es demasiado pequeño como para formar un departamento, conviene agrandarlo. Pero sería muy inicuo no hacer de él sino unos distritos que dependiesen de una ciudad extranjera; hacer de Tarbes un miserable centro de cabecera de distrito sería un asesinato político.»

Puede constatarse la extraña geografía de este departamento, que posee dos pequeños enclaves en el interior del departamento vecino, Pyrénées-Atlantiques. Se trata de la supervivencia de una manifestación medieval, ya que, a finales del siglo XI, Gaston IV el Cruzado, vizconde de Bearne, contrajo matrimonio con Talesa de Aragón, vizcondesa del Montanerés, un pequeño territorio emplazado entre el Béarn y la Bigorra. El Montanerés quedó en poder de Béarn, pero Talesa guardó para sí cinco parroquias, que son las que constituyen actualmente los dos enclaves dentro del departamento de Pyrénées-Atlantiques.

El origen del escudo de armas de oro, con dos leones manchados (como la piel del leopardo) de gules, armados y lampasados en azur, pasantes uno sobre el otro sigue siendo misterioso. Como máximo, puede constatarse que es idéntico al de la ciudad de Chabanais. Ello se debería a un error de interpretación de un documento. Hacia el año 1621, Pierre de Marca localizó dicho escudo en un codicilo de Petronila, condesa de Bigorra, fechado en 1239. Al parecer habría confundido las armas de Petronila de Bigorra con las de quien era su esposo por esas fechas, Bozon de Mathan, señor de Chabanais, con lo que las armas propias de los Chabanais habrían pasado de este modo a ser confundidas con las de Bigorra.

En Bigorra, al igual que en el Béarn, el hábitat tradicional debe ser de entrada ubicado en un contexto de multicultivos cerealistas y de ganadería. Si en las llanuras el hábitat se agrupa en pueblos, en las zonas altas se encuentra más disperso.

El núcleo por excelencia de la explotación agrícola rural es la granja con un patio cerrado. Dicha granja comprende una vivienda u oustaü caracterizada por su planta rectangular en uno o dos niveles, con muros de cantos rodados, un tejado inclinado con vertiente a dos aguas y a con dos levantes. Su fachada, frecuentemente adornada con encuadres de piedra, se orienta hacia el sol, sea hacia el sudeste sea hacia el este, según el caso, y de dispone perpendicularmente a la calle. Cae hacia un patio cerrado (es decir, vallado) o parquié, haciéndose la entrada a dicho patio por medio de un monumental portal o pourtaü. En torno de dicho patio aparecen los diferentes edificios de tipo auxiliar: granja, establo, gallinero, porches…

Las casas pertenecientes a las familias más acomodadas, evidentemente en relación con el crecimiento de la economía rural, se adaptan al modelo de tipo burgués o urbano de los siglos XVIII y XIX, y presentan fachadas en dos niveles ordenadas simétricamente, con ornamentos en piedras de muy buena calidad, un tejado de tipo monumental horadada con tragaluces y cubierta con tejas o lajas de pizarra. Un balcón de honor puede levantarse sobre la puerta de entrada a la vivienda.

A un nivel social inferior, podemos encontrar una vivienda que no dispone más que de una zona de vivienda en planta baja, justo debajo del granero. Los dormitorios se distribuyen en hilera con acceso desde la sala común.

En los altos valles pirenaicos, en los que predomina la vida de tipo pastoril, el hábitat se agrupa en pueblos y la granja con patio cerrado tiende a desaparecer, con la excepción del valle de Lavedan, donde en las aldeas la casa del alcalde o bailío (eth bayle) aparece fortificada y protegida por un portal-fuerte (hortau). Los tipos de viviendas de las zonas bajas aparecen en concurrencia con las casas de montaña, con planta rectangular, en las que se asocian bajo el mismo techo los locales destinados a vivienda y los dedicados a la explotación. Hay que destacar la existencia de balconadas que ocupan toda la longitud de la fachada, para el caso de las viviendas en las que la zona de habitación aparece en el primer piso y no en la planta baja.

Todavía pueden contemplarse hoy en día los tejados de cañas en el valle de Campan.

En los pastos de estiaje de los altos valles de Bigorra, los pastores construían cabañas de piedra seca, "capane", con planta rectangular. Ubicadas en el centro de un sector cercado por muros también de piedra seca, zona en la que dormían los corderos, llamado "coueila" o "cuyala", hoy en día se encuentran en ruinas debido a que ya no siguen en uso.

En las ciudades más importantes, como es el caso especialmente de Tarbes y más aún de Lourdes, aparecen influencias vascas, de tipo ecléctico o, por supuesto, mucho más modernas.

Numerosas canciones de tipo popular y muy características acompañan las festividades en Bigorra, como por ejemplo "Montagnes Pyrénées" o "Aqueras Mountanhas". Igualmente hay que destacar que, más allá de la estricta práctica y uso de la lengua occitana, sigue estando presente en nombres de calles, de grupos folclóricos o artísticos. Volviendo a enfundarse en los trajes tradicionales, pantalones cadis, boina negra, cofias..., tocando los instrumentos musicales preferidos localmente, como acordeón diatónico, flauta de tres agujeros, tambor de cuerdas, gaita de las Landas..., son los herederos de una antigüedad remozada y puesta al día. Cantos y danzas tradicionales reaparecen de nuevo con ocasión de festividades o iniciativas locales. Las Pastourelles de Campan o la Adouréenne son sólo unos simples ejemplos de ese folclore que sigue hoy en día en pleno vigor.

Bisson, T. N., The Medieval Crown of Aragon: A Short History, Oxford, Clarendon Press, 1986. ISBN 0198219873. Para Céntulo, vid pág. 37. Apud José Ángel Sesma Muñoz, La Corona de Aragón, Zaragoza, CAI (Colección Mariano de Pano y Ruata, 18), 2000. ISBN 84-95306-80-8.