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domingo, 28 de abril de 2019

EL CONDE DON JULIÁN, PRISIONERO Y MUERTO EN LOARRE


1. EL CONDE DON JULIÁN, PRISIONERO Y MUERTO EN LOARRE
(SIGLO VIII. LOARRE)

Es sobradamente conocido cómo, en su inicio, la entrada de las tropas musulmanas en la Península no fue más que la respuesta a un problema meramente político. Los dos bandos que se disputaban la corona del reino hispanogodo —como ya ocurriera en ocasiones anteriores— se procuraron sus propios aliados. En este caso, Witiza —enfrentado políticamente a don Rodrigo, el último rey visigodo— buscó y halló la colaboración interesada de los moros que habían logrado extenderse en poco tiempo desde el corazón de Arabia, a lo largo de todo el norte de África, hasta el estrecho de Gibraltar.
La carencia de fuentes fidedignas que narren lo que de verdad ocurrió en aquel año 711 y en los inmediatamente anteriores y posteriores ha dado pie a que sea la leyenda y la imaginación popular quienes hayan tratado de explicar lo que realmente sucedió.
Al parecer, en la invasión musulmana desempeñó un papel importante un conde visigodo, don Julián, partidario de Witiza, y a quien se le achaca la traición de haber favorecido la entrada de los musulmanes por el Estrecho para vengar el pretendido ultraje que el rey don Rodrigo le hiciera en sus relaciones con su hija Florinda, más conocida como la Caba.
Para algunos historiadores, don Julián murió en aquellos instantes, bien a manos de los partidarios del conde don Rodrigo bien de los propios musulmanes; para el pueblo y la leyenda, el conde don Julián fue hecho prisionero por los propios moros para ser encarcelado en el pueblecito de Loarre, donde fue férreamente encadenado y atrozmente maltratado hasta morir, para acabar, por fin, siendo enterrado no como cristiano que era sino fuera del seno de la iglesia mozárabe de Loarre.
La leyenda se complica todavía más cuando el Padre Huesca, a finales del siglo XVIII, nos relata que él personalmente tuvo ocasión de ver su sepulcro —que había sido profanado por buscadores de tesoros—, en lo alto de la escalera del castillo, una fortaleza construida, sin duda alguna, en fecha muy posterior a los hechos narrados.
[Beltrán Martínez, Antonio, Leyendas aragonesas, págs. 52-54.]

Más bibliografía:











La leyenda se origina en el historiador musulmán Al-Razi (ss. IX-X) y a partir de él se difunde en los siglos XII y XIII a través de las crónicas cristianas del norte de la Península (Historia legionense, Crónica Najerense, la Crónica del Tudense y la Crónica del Toledano). Se amplía novelescamente en la Crónica de 1344, pero sobre todo en la Crónica Sarracina (1430) de Pedro del Corral, texto que establecerá la línea preferente de desarrollo de la leyenda en la literatura española posterior. El personaje dejó huella en el Romancero nuevo, por ejemplo en "En Ceuta está don Julián...". En 1589, inspira la maurófila obra de Miguel de Luna, conocido médico morisco y traductor real, La verdadera historia del rey Don Rodrigo, en la qual se trata la causa principal de la perdida de España y la conquista que della hizo Miramamolin Almançor Rey que fue del Africa, y de las Arabias.


En el siglo XVII aparece muy escasamente en el teatro: en El último godo (1559-1603) de Lope de Vega y en el libro VI de su epopeya trágica Jerusalén conquistada (1609), así como en La más ingrata venganza de Juan Velasco de Guzmán. En el siglo XVIII tuvo más éxito y aparece por ejemplo en la Homersinda (1770) de Moratín padre, en el Pelayo (1769) de Jovellanos, en Perder el reino y poder por querer a una mujer. La pérdida de España (1770), de José Concha, en la Florinda de Francisco de Bahamonde y Sesé y en La pérdida de España de Eusebio Vela, que sin embargo fue prohibida en 1770 por «indecorosa al rey». María Rosa Gálvez de Cabrera imprimió en 1804 una Florinda y también José Quintana contribuye con cierto subtexto político algo subversivo y liberal en su Pelayo de 1805.

Su leyenda revivió en especial durante el Romanticismo inglés: Walter Savage Landor (1775-1864) dedicó a este personaje la mejor de sus obras, la tragedia Count Julian (1812). Tangencialmente trataron al personaje también otros escritores románticos: Walter Scott en The Vision of Don Roderick (1811) y Robert Southey en Roderick, the Last of the Goths (1814). Por otra parte, el autor español Juan Goytisolo escribió una novela titulada Reivindicación del conde don Julián o simplemente Don Julián, donde se hace referencia a ése a lo largo de todo el libro. La novela es la segunda parte de la trilogía del mal, donde el protagonista Álvaro Mendiola nos muestra las críticas de Goytisolo contra España escritas de 1966 hasta 1975. La primera parte de esta trilogía es Señas de identidad de 1966, la segunda es Reivindicación del conde don Julián o Don Julián de 1970 y la última parte se titula Juan sin Tierra de 1975.

Sabemos que en algún momento durante el reinado de Teudis (531-548) los visigodos perdieron el control que habían mantenido de Ceuta, enclave que fue conquistado por los bizantinos. A partir de ese momento los visigodos no volverían a tener bajo su dominio ningún territorio en el norte de África. De hecho, sabemos con certeza que Ceuta se encontraba en manos de los bizantinos en el año 687 y no hay razón alguna para dudar de que permaneció así hasta ser tomada por la expedición que envió Musa ibn Nusayr hacia el año 706. Ciertamente, en algunos relatos árabes posteriores se afirma que el gobernador de la ciudad era un conde visigodo llamado "Ilyan" o Julian, que supuestamente se encontraba al servicio del rey Roderico (o Rodrigo). En esas versiones se dice que el conde don Julián quiso vengarse del rey, ya que éste había raptado a su hija (en algunas versiones hispanas posteriores recibe el nombre de "Florinda"), y en consecuencia conspiró para proporcionar a los árabes, que recientemente se habían adueñado de Tánger, los barcos que necesitaban para cruzar el estrecho hacia Hispania. Sin embargo, no existe base histórica que permita conceder verosimilitud a estos relatos fantásticos. De hecho, tanto el padre como la hija pertenecen a la ficción salida de un conjunto de tradiciones moralizantes cuyo propósito era hallar una explicación para la catástrofe que le sobrevino con tanta rapidez al reino visigodo.


Se trata de un personaje de la Hispania visigoda. Ciertos autores lo sitúan como gobernador visigodo de Septem (la actual ciudad de Ceuta), cuya caída en manos musulmanas en torno al año 709. lo haría cambiar de lealtades, obedeciendo a partir de ese momento al árabe Musa ibn Nusair.​ Otros investigadores, como Martínez Carrasco, lo consideran el gobernador romano (bizantino) de la mencionada ciudad (Iulianos).


Sus barcos ayudaron a cruzar el estrecho a las fuerzas invasoras dirigidas por Táriq ibn Ziyad que vencerían al ejército visigodo en la batalla de Guadalete.

Tradiciones posteriores, reflejadas en fuentes musulmanas y cristianas, señalan que era el padre de Florinda la Cava,​ ultrajada por el rey visigodo Don Rodrigo. Don Julián, como venganza, facilitaría el paso a las huestes musulmanas, que conquistarían la península ibérica.

Don Julián es el nombre hispanizado que se le da al gobernador de Ceuta Olbán que ayuda a los invasores musulmanes a su entrada en Hispania, acabando así con el reino visigodo.

domingo, 12 de julio de 2020

CAPÍTULO XXXVI.

CAPÍTULO XXXVI.

De los obispos que ha habido en Lérida y Huesca, ciudades principales de los pueblos ilergetes.

(1) Deben leerse con desconfianza todos estos episcopologios: quien desee más amplias y más seguras noticias, consulte el Viage literario de Villanueva, la España sagrada, y otras obras que tratan ex profeso de la materia, que nuestro autor hubo de tocar tan sólo incidentemente, y aun, como hemos dicho, sin tiempo para corregir lo escrito.

Tratando en esta historia de las cosas más excelentes y más notables que hallo en los pueblos ilergetes, quedo obligado, como a parte principal, tratar de los obispos que ha habido en tres ciudades de ellos: estas son Urgel, Lérida y Huesca. De los de Urgel pienso tratar en sus propios lugares, por estar muy mezclados los hechos de los obispos y de los condes. De los de Lérida y Huesca pienso hacer aquí dos catálogos; el de Lérida más largo y más cumplido que el de Huesca, porque de los primeros no hallo más memoria de la que anda en un sínodo que juntó en dicha ciudad su obispo don Francisco Virgilio, y aún faltan algunos que han llegado a mi noticia, a más de los que están en aquel catálogo. De los de Huesca solo los nombraré, y si importa hacer de alguno de ellos, para mejor inteligencia de esta obra, mención, lo haré; porque de lo demás que pudiera decir, hallará cumplida narración el lector en la historia de Huesca, que con mucha erudición y aplauso de todos ha sacado a luz Francisco Diego de Aynsa e Iriarte hijo de ella. Es tanta la honra y lustre que recibe una ciudad por el obispo, que no puede un pueblo llamarse propiamente ciudad, no habiendo en ella obispo (o McDonald´s hoy en día); cuya dignidad la ennoblece del modo que se puede llamar imperial, por gozar de privilegios imperiales, como lo dice el jurisconsulto Alejandro; y por ser de la primera y de las mejores de la Iglesia, que tuvo principio de los santos apóstoles, fray Gerónimo Román, en su República Cristiana, dice que es orden, y fúndalo en que la Iglesia romana, en la primera colecta que canta el viernes santo, que es por el papa dice: «Roguemos por nuestro beatísimo papa N., para que Dios, que lo puso en el orden de los obispos, etc. »; que ser patriarca, primado y arzobispo, no es sino oficio y cargo, aunque al fin todos son obispos, y tanto quiere decir obispo como vigilante u hombre que mira sobre la grey: y este nombre obispo era muy usado entre los romanos, y era magistrado en la república, y su cargo era cuenta de la provisión común de la ciudad, así de pan como de otras cosas; y parece en el Digesto en el título De muneribus et honoribus, ley últ., § 7; y Cicerón, en la epístola XI del libro séptimo Ad Atticum, hace memoria de este magistrado con nombre de obispo; y después los cristianos lo tomaron para los prelados que rigen las Iglesias, y a ellos pertenece la jurisdicción de todos los clérigos de su diócesis, y aun antiguamente los monjes les estaban sujetos; pero después se eximieron: y comunmente son más los obispos que los patriarcas, primados y arzobispos; porque en cada ciudad ha de haber un obispo, según se saca de muchos concilios y decretos, y no se permite que en lugares y villas ruines haya obispos, porque no sea estimada en poco la dignidad. En Italia hay muchos, porque hay muchas ciudades; y en España no hay tantos de gran parte, porque no hay tantas ciudades; y comunmente estos son más ricos que aquellos, porque tienen más súbditos, y aun obispos hay que tienen dos ciudades, como en Cataluña el de Urgel, que tiene la ciudad de Urgel que se llama Seo de Urgel, y la ciudad de Balaguer; y el de Vique, que tiene las ciudades de Vique y de Manresa; y esto porque sea mayor la renta de la mensa episcopal, y se puedan tratar con el fausto y ostentación decente a tan alto oficio, y dar largas limosnas a los pobres, y sean más estimados de los seglares y respetados de sus súbditos; y por esto nuestros pasados dieron a las Iglesias y prelados muchas jurisdicciones, rentas y vasallos de que en el día de hoy gozan, ilustrando con ellos su persona y oficio; y así podemos afirmar que de las ciudades más principales de España son Lérida y Huesca y la Seo de Urgel, pues muy pocas tuvieron obispos antes que ellas.
De la de Urgel es muy posible san Tesifonte nombrase su primer obispo: de las otras dos tengo por cierto que los tuvieron al principio que España recibió la fé católica con la predicación del apóstol Santiago, aunque no tenemos de Lérida noticia hasta el año 268 de Cristo señor nuestro, de san Licerio; y de los de Huesca no tuvimos noticia hasta Vincencio, que lo fue el año 553; pero es cierto que antes de estos hubo otros de que no nos queda noticia, como acontece a las Iglesias de Toledo, Zaragoza y otras, que ignoran muchos de sus antiguos y primeros prelados y pastores; y san Ildefonso en sus Claros Varones se queja del descuido de los antiguos en escribir los nombres de los obispos; y así no será culpa mía en estos episcopologios de estas tres Iglesias, pasar largos años, y aun centenares de ellos, sin nombrar los obispos que fueron en estos tiempos; porque es sabida la falta que tuvimos de escritores de aquellos tiempos y poca curiosidad que había en ejercicios de letras, porque sabían más valerse de las lanzas para sacar de España los enemigos, que de plumas para dejar memorias de sus hechos; y así, tomándolo de los episcopologios de Lérida y Huesca, y de lo que dejaron escrito Padilla y se halla en los concilios y en otros libros, diré lo que he visto, con deseo que el curioso y deligente que hallare otras noticias las ponga en su lugar, supliendo y enmendando aquello en que aquí hubiere falta o yerro.

Catálogo de los obispos de la ciudad de Lérida.

El primer obispo que hallo de esta ciudad fue el glorioso san Licerio, del cual, aunque en el episcopologio que sacó a luz, en un sínodo que anda impreso el año 1618, el obispo don Francisco Virgilio, sucesor de este santo, no haga memoria, ni menos en la tabla de los días feriados de la corte de aquel obispado, ni fray Vicente Domenech hable de él en su Flos Sanctorum de santos de Cataluña; con todo, no ha querido Dios se perdiese del todo la noticia de él, porque Dextro la da en el año 268, y dice: Init sedem *ilerdensem S. Licerius, vir sanctisimus, ad quem missit litteras Paulatus, episcopus Toletanus. Que san Licerio, varón santísimo, fue el primer obispo de Lérida, y que Paulato, obispo de Toledo, le envió cartas: y después, en el año 311, dice el mismo autor: Concilium Toleti contrahitur, in defensione illiberitani: Sanctus Licerius, episcopus carensis vel carinensis, (suena como Cariñena) in Hispania, Ilerdae, (hoy en día se pronuncia con esta ae : e final: Lleidae : Lleide, por los autóctonos, como Tortosae, y en la provincia de Zaragoza: Favara : Favarae, Maella : Maellae) celebratur, quò translatus fuisse dicitur cum sede: y el Martirologio romano, a 27 de agosto, dice: Ilerdae, in Hispania Tarraconensi, Sancti Licerii, episcopi: y Marieta en sus Santos de España, dice: «Reza la Iglesia de Lérida de este santo obispo Licerio y confesor, a los 27 del mes de agosto;» y Alfonso de Villegas dice: “De san Licerio, obispo y confesor, reza la Iglesia de Lérida a 27 de agosto.” Fue este santo obispo Carense o Carinense, y de aquí pasó a Lérida con su Iglesia, de suerte que el obispado Carinense o Carense fue transferido a Lérida, y san Licerio, que era obispo de este obispado, lo fue de Lérida, y de aquella hora adelante Lérida fue hecha silla episcopal como hoy lo es, y no sabemos que en la que dejó san Licerio fuese puesto otro obispo, ni aun podemos atinar dónde era.
El emperador Antonino en su Itinerario, hace mención de Care y le pone inter Siminium et Cesaraugustam; y Plinio, lib. 3. cap. 3., dice: Carenses populos, in Hispania, complutensibus proximos esse. Y así estaban estos pueblos muy lejos de la ciudad de Lérida, y por otro nombre los llamaban en latín Caracitani; y hace de ellos memoria Plutarco en la vida de Sertorio, y el autor del Diccionario histórico y poético dice llamarse así, de Caraca, pueblo de la España Tarraconense, entre los carpetanos, que son los que hoy decimos del reino de Toledo; si ya no dijésemos que Cara fuese Guadalajara, a quien Antonio de Nebrija llama Caracia o Caraca, de donde derivan Caracitani y Caracenses, que son los de Guadalajara. Sea uno o sea otro, lo cierto es que este pueblo estaba más arriba de Zaragoza, y pareció conveniente en aquella ocasión que la silla episcopal fuese transferida a Lérida, que por ser muy poblada necesitaría de pastor y prelado; y por eso el padre Bivar dice, que las cartas que Paulato, arzobispo de Toledo, escribió a san Licerio fueron sobre la translación de una Iglesia a la otra, por ser primado y pertenecerle el mirar las causas y conveniencias de esta translación, que debió ser por andar en aquellas partes muy cruel la persecución, o por necesitar la ciudad de Lérida de pastor; más que la ciudad o pueblo que dejaba san Licerio, cuya vida fue santísima y el gobierno muy prudente, y por eso obligó a Dextro, en el año 311, que el santo sería muerto, a volver a hacer memoria de él.
Prudencio es el segundo obispo que hallo de Lérida: este floreció el año 400; y dice Dextro que él y Heros, obispo de Tortosa, y Lázaro, obispo de Vique, enviaron a Paulo Orioso con cartas y con los cánones que se habían hecho en el concilio de Zaragoza, el que se había congregado el año 380, a los obispos de África que estaban celebrando un concilio general. Lo que contenían estos cánones y porqué fueron enviados a estos obispos, y de la herejía de Prisciliano, contra quien se juntó aquel concilio, hablan largamente Carrillo, en la vida de san Valero; Padilla en su historia eclesiástica, y Bivar en los comentarios de la historia de Lucio Dextro.
Andrés fue el tercer obispo, el cual en el año 540 asistió al primer concilio de Barcelona; y García de Loaysa, en las adiciones al concilio Ilerdense, dice que este fue antecesor de Februario.
Februario, cuarto obispo, asistió al concilio Ilerdense, del cual queda hecha memoria arriba, congregado por Sergio, arzobispo de Tarragona, el año 546; y Graciano, en su Decreto, en muchas partes se vale de los cánones de este concilio. Murió el mismo año de 546.
Ampelio sucedió a Februario, y luego, el mismo año, asistió al concilio que se congregó en Valencia, de siete obispos.
Polibio asistió y firmó en el concilio Toledano tercero congregado en tiempo del rey Recaredo, a 8 de los idus de mayo, año de Cristo 589, en el cual se hallaron sesenta y dos obispos, y condenaron la herejía de Arrio. (Arrianismo).
Amelio asistió y firmó en onceno lugar el concilio Barcinonense segundo, celebrado el año 14 del rey Recaredo, y en el año de Cristo 599.
Suesario asistió al concilio Egarense, que se juntó en Egara, en el principado de Cataluña, cerca de la villa de Terrasa, y no en Ejea de los Caballeros, como han afirmado algunos, el año de 614.
Fructuoso asistió al cuarto concilio Toledano, no menos grave y principal que el tercero, en el cual se hallaron también sesenta y dos obispos y siete procuradores de obispos ausentes, que también se firmaron en él. Celebróse en tiempo del rey Sisenando, año 634, y firmábanse los obispos por la antigüedad de la consagración, y a este cupo el cuadragésimo segundo lugar. Asistió asímismo al sexto concilio Toletano, celebrado a 9 de febrero del año 638, en el segundo año del rey Chintila, al que asistieron cuarenta y siete obispos de España y Francia, y cinco procuradores de obispos ausentes.
Gauduleno o Gaudiolano. En su tiempo se celebró octavo concilio Toledano, a 17 de las calendas de enero del año de Cristo 653, con asistencia de cincuenta y dos obispos: entre ellos no se halló Gauduleno, sino que envió a *Suterico, diácono, que asistió y firmó por él.
Eusendo asistió y firmó en dos concilios Toledanos: estos son, el décimotercero, que se celebró en tiempo del rey Ervigio, y se hallaron en él cuarenta y ocho obispos, ocho abades, veinte y siete procuradores o vicarios de obispos, y veinte y un condes y varones ilustres; el otro fue el decimoquinto, donde asistieron y firmaron sesenta y dos obispos, once abades y otras dignidades, cinco vicarios de obispos ausentes, y diez y siete condes. Celebróse este concilio a los 15 de mayo de 688.
*Auredo (no se lee bien) fue puesto en silla episcopal después de Eusendo. Este asistió y firmó el concilio Toledano décimosexto que se congregó a 2 de mayo del 693, y hubo cincuenta y ocho abades, tres vicarios de obispos ausentes, y quince condes o varones ilustres. Era rey de España Egica, y era el año sexto de su reinado y también del pontificado de Sergio; y este es el último de los obispos de Lérida que fueron antes de la pérdida de España, permitida de Dios por los pecados del pueblo y de los que le regían, como apuntamos en su lugar.

domingo, 28 de abril de 2019

CUÁNDO SURGE ARAGÓN Y CÓMO SE HIZO NACIÓN

II. CUÁNDO SURGE ARAGÓN Y CÓMO SE HIZO NACIÓN

33. Expediciones musulmanas conquistadoras (siglo VIII)
34. Dominación musulmana del valle del Ebro (siglo VIII)
35. Los
Banu Qasi en el siglo VIII
36. Dominios de
Musa ibn Musa (mitad del siglo IX)
37. El
Pirineo aragonés hasta 920
38. El Pirineo aragonés, en la órbita de
Navarra (siglo X)
39. Incursión de
Abd al-Malik en 1006
40. Los dominios de
Sancho III
41. La obra aragonesa de Sancho III el Mayor de Navarra (1004-1035)
42. 
Aragón, de condado a reino: Ramiro I 
43. En Aragón actual a mediados del siglo XI
44. Los reinos de taifas (siglo XI)
45. Taifa de Albarracín (1085)
46. La taifa zaragozana de al-Muqtadir (1046-1082)
47. La amenaza a los grandes núcleos musulmanes del valle del Ebro (siglo XI)
48. Conquistas aragonesas en Levante (1093)
49. Navarra, repartida entre Aragón y Castilla (1076)
50. La Península en 1100
51. Significado de Alfonso I el Batallador (1104-1134)
52. Origen de la ayuda externa a Aragón
53. La obra de Alfonso I el Batallador
54. Final de la reconquista y configuración territorial aragonesa (siglos XII-XIII)
55. La formación de la Corona de Aragón y su expansión peninsular
56. Configuración de la frontera entre las Coronas de Castilla y Aragón 
57. Zonas de influencia en el Norte de África
58. La expansión mediterránea catalano-aragonesa
59. La frontera navarro-aragonesa
60. Tierras que dependieron de Aragón
61. El sistema de tenencias (siglos XI-XII)
62. Las tenencias aragonesas al este del Cinca (siglos XI-XIII)
63. Poblaciones donde corría la moneda jaquesa (1279-80)
64. El condado de Ribagorza desde 1322
65. La guerra de los dos Pedros
66. Transitoria ampliación de Aragón (1706)
67. Las provincias actuales
68. Los monasterios (siglos IX y X)
69. Los monasterios (siglo XI)
70. Los monasterios bajo-medievales
71. Dominicos y Franciscanos
72. Las Comunidades aragonesas
73. Sobrecollidas y peajes (siglos XIV-XV)
74. Sobrejunterías aragonesas a finales del siglo XIII
75. La posesión de la tierra a comienzos del siglo XVII
76. Los fueros aragoneses en el siglo XII
77. El fuero de Jaca y su difusión
78. Los fueros de "extremadura" y su difusión
79. Los fueros de Zaragoza-Aragón en Valencia
80. Ciudades y villas con representación en Cortes (baja Edad Media)
81. Lugares donde se reunieron Cortes medievales
82. Los principales productos agrarios y su distribución (baja Edad Media)
83. Materias primas y especias (baja Edad Media)
84. Minería (baja Edad Media)
85. Industria (baja Edad Media)
86. El comercio en la baja Edad Media
87. La población mudéjar y judía (baja Edad Media)
88. Las veinticinco poblaciones más habitadas en 1495
89. Densidad de población en 1495
90. Los caminos de Santiago en España
91. El camino aragonés de Santiago
92. Límites diocesanos orientales
93. Las diócesis actuales
94. Difusión del arte románico
95. Expansión del arte mudéjar
96. Expansión del arte gótico



I. CUANDO ARAGÓN NO ERA ARAGÓN
1. Restos del Paleolítico y Epipaleolítico
2. Yacimientos neolíticos
3. Poblados eneolíticos
4. Arte rupestre
5. Sepulcros megalíticos
6. Edad del Bronce: yacimientos
7. Edad del Hierro
8. Restos griegos y fenicios
9. Los pueblos prerromanos
10. Cecas ibéricas
11. Origen de las monedas ibéricas halladas en Azaila
12. Expansión de las monedas ibéricas de Bolscan (Huesca)
13. Grandes etapas de la conquista romana
14. El Aragón actual pasa a poder de Roma
15. División provincial de Hispania
16. Sertorio domina el valle del Ebro (77 a.C.)
17. División administrativa de Augusto (7 a 2 a.C.)
18. División administrativa de Diocleciano (293 d.C.)
19. Convento Jurídico Cesaraugustano (División de Augusto)
20. Restos de la civilización romana
21. Expansión del Cristianismo (siglos III-V)
22. Restos paleocristianos
23. Los pueblos germánicos entre 409-429
24. Europa Occidental en 476
25. Hispania en 476
26. El reino visigodo en la época de Leovigildo (573-586)
27. Límites provinciales del reino visigodo (586)
28. Restos visigodos
29. Sedes episcopales visigodas
30. Asistencia de los obispos hoy aragoneses a los concilios visigodos
31. Zaragoza, confluencia de invasiones (siglos V-VII)
32. Los "territoria" premusulmanes (siglo VIII)
NOTA IMPORTANTE. La versión electrónica de la obra de Agustín Ubieto Arteta Cómo se formó Aragón que figura en esta página web es una reimpresión digital de la edición original realizada en 1982. No se trata de una actualización ni de una segunda edición, simplemente se han transformado las diapositivas en archivos de imagen digital y el texto en texto html para que el conjunto de materiales pueda ser consultado a través de Internet y empleado en el aula mediante los actuales cañones de proyección.
Institución Fernando el Católico, Zaragoza, 2005.

martes, 30 de abril de 2019

EL SITIO DE BARBASTRO DE 1064


2.28. EL SITIO DE BARBASTRO DE 1064 (SIGLO XI. BARBASTRO)

EL SITIO DE BARBASTRO DE 1064 (SIGLO XI. BARBASTRO)
catedral de Barbastro, interior

Históricamente es bien conocido cómo la reconquista de Barbastro dio origen a la predicación de la primera cruzada, de modo que la ciudad del Vero fue conocida en toda Europa y, junto a los hechos históricos ciertos, pronto se construyó toda una leyenda acerca del sitio de Barbastro, que tomó forma de canción de gesta.
Según la leyenda, hallábase Aimerico de Narbona celebrando un torneo cuando le llegaron noticias de que el emir musulmán pretendía conquistar Francia, coronarse en el propio San Denís de París y apresar a Aimerico para cortarle la cabeza. Antes de lo esperado, los musulmanes avistaron Narbona, cogiendo prisionera a la propia condesa Hermenjart. La victoria, tras reñida y sangrienta batalla, sonrió a los musulmanes, que hicieron muchos prisioneros, entre los que se encontraban el hijo del propio Aimerico, llamado Buvés de Comarcís, y dos hijos de éste, Guirart y Guileín.

Ordenó el rey musulmán que llevaran a los prisioneros a la fortaleza de Barbastro, siendo encerrados junto a la terrible serpiente «Belinais», a la que afortunadamente lograron matar con las armas que les proporcionó Clarión de Vaudune, musulmán dueño de la mitad de Barbastro, que era despreciado por el resto de sus correligionarios. Buvés de Comarcís, con la ayuda de Clarión, se hizo con la plaza y consiguió bautizar a los musulmanes que allí quedaban.
El moro Corsout de Tabarie logró escapar de Barbastro e ir a Narbona, donde anunció al emir la pérdida de la ciudad. Ello hizo que las tropas musulmanas abandonaran Narbona para trasladarse a Barbastro. Buvés de Comarcís y el emir acabaron enfrentándose, cayendo herido el jefe moro.
Ante el cariz que tomaban los acontecimientos, los musulmanes de Barbastro pidieron ayuda a los cordobeses, de modo que las naves de Córdoba, tras cuatro días de navegación, llegaron al puerto de Barbastro. La situación para Buvés de Comarcís y los suyos era desesperada. Gracias a la llegada de un ejército mandado por Aimerico de Narbona y por el propio rey Luis de Francia, los sitiados cristianos fueron liberados y el victorioso rey francés pudo dedicarse a reconquistar España, arrojando de ella a los musulmanes.

Ubieto, Antonio, Historia de Aragón. Literatura medieval, I, págs. 359-360.]

https://es.wikipedia.org/wiki/Barbastro

Barbastro (en aragonés Balbastro) ​es una ciudad española de la provincia de Huesca, siendo la tercera ciudad más poblada y la séptima de Aragón, capital de la comarca del Somontano de Barbastro. La ciudad (originalmente es posible que se llamara Bergidum o Bergiduna) se encuentra en la unión de los ríos Cinca y Vero.

Entre las primeras estribaciones de los Pirineos y las llanuras de los Monegros se extiende la comarca del Somontano ("terreno situado en la falda de una montaña"), cuya capital es Barbastro. A estas vías se une una buena red de carreteras comarcales y locales, como el eje que siguen el cauce del río Vero para penetrar en el Parque Cultural del Río Vero al que da nombre y al Parque Natural de la Sierra y Cañones de Guara.

Barbastro posee una altitud de 341 metros sobre el nivel del mar. Está enclavada en una zona prepirenaica y su clima es mediterráneo continental con una temperatura media de 13,8 °C y une mediante las numerosas acequias que derivan del río Vero, que atraviesa la población y se encuentra canalizado en la zona urbana a lo largo de más de un kilómetro.

Como principales cultivos destacan el olivo, el almendro, los cereales y la vid, que produce un vino bajo la Denominación de Origen Somontano.

Es una de las ciudades con más empresas industriales de la comarca.

En la época romana formaba parte de la Hispania Citerior, más tarde llamada Hispania Tarraconensis.

La ciudad fue tomada por los árabes bajo el liderazgo de Muza (711), quienes le dieron el nombre Barbaschter, que deriva del nombre de Barbastrum, de acuerdo a la opinión comúnmente aceptada. Los sarracenos la mantuvieron en su poder hasta el año 1063 en que fue tomada por Sancho Ramírez. Ramiro I de Aragón ya había intentado repetidas veces apoderarse de Barbastro y Graus, lugares estratégicos que formaban una cuña entre sus territorios. Barbastro era la capital del distrito nororiental de la Taifa de Zaragoza y esta localidad acogía un importante mercado.

En 1063 Ramiro I sitió Graus, pero Al-Muqtadir en persona, al frente de un ejército que incluía un contingente de tropas castellanas al mando de Sancho II de Castilla (hermano de Alfonso VI de Castilla) que contaba entre sus huestes con un joven castellano llamado Rodrigo Díaz de Vivar, consiguió rechazar a los aragoneses, los cuales perdieron en esta batalla a su rey Ramiro I. Poco duraría el éxito, pues el sucesor en el trono de Aragón, Sancho Ramírez, con la ayuda de tropas de condados francos ultrapirenaicos, tomó Barbastro en 1064 en lo que se considera la primera llamada conocida a la cruzada, la cruzada de Barbastro. A ese hecho histórico se refiere el cantar de gesta francés del ciclo carolingio Le siège de Barbastre del que se conserva un ejemplar manuscrito de principios del siglo XIII en la Biblioteca Nacional de París.

En 1065 Al-Muqtadir reaccionó solicitando la ayuda de todo Al-Ándalus, y llamando a la yihad volvió a recuperar Barbastro. Este triunfo le permitió tomar a Al-Muqtadir el sobrenombre honorífico de "Billah" ("el poderoso gracias a Alá"), y Barbastro siguió en manos de la Taifa de Zaragoza hasta que fue recuperada definitivamente en 1101 por el rey Pedro I de Aragón que, con el permiso del Papa, la convirtió en sede episcopal, trasladando la sede desde Roda de Isábena. El primer obispo, Poncio, fue a Roma para obtener el permiso del Papa para hacer el traslado.

Muchos concilios provinciales y diocesanos se han realizado en la ciudad desde entonces: las Cortes Generales se han reunido allí ocasionalmente y durante una de las sesiones en 1134 el nuevo rey Ramiro II de Aragón, el Monje, renunció a la silla episcopal.

En el año 1137 se produjo en la ciudad uno de los acontecimientos históricos más relevantes: en el barrio del Entremuro, se firmaron los esponsales entre el conde Ramón Berenguer IV de Barcelona y Petronila, hija de Ramiro II el Monje. Este hecho dio lugar al nacimiento de la Corona de Aragón.

De su importancia en la época nos hablan las frecuentes visitas de Alfonso II, puesto que desde su reconquista se ganó el rango de ciudad infanzona con voto en Cortes, acogió las celebradas por Pedro II, en 1196.

Dos siglos más tarde, y a la muerte de Juan I, Barbastro sufrió el sitio del Conde de Foix en 1395.

Nuevamente, en 1626, las Cortes Generales de Aragón, bajo el reinado de Felipe IV se convocaron en la ciudad. Con este monarca, Barbastro fue retaguardia en la guerra de Cataluña, reiterando un protagonismo en la vida militar que se repetiría en la guerra de la Independencia, en el primer choque entre liberales y carlistas o en la Guerra Civil española. El escritor británico George Orwell, que estuvo restableciéndose en Barbastro de una herida de guerra, hace referencia en varias páginas de su libro "Homenaje a Cataluña", a la vida y al paisaje urbano de esta ciudad. Durante la guerra civil española se produjo en esta zona la mayor persecución religiosa de toda España, donde murieron el 87% de los sacerdotes y monjes de toda la diócesis.

Del siglo XIX, con realizaciones importantes y caracterizado por un impulso urbano y comercial progresista, se pasa a un regresivo comienzo del siglo XX. Solo a finales de los años 60, con las obras del embalse de El Grado y el Canal, un nuevo ritmo reactiva la economía. Con este impulso, el afán de industrialización de la década siguiente, con la creación de un Polígono Industrial, retoma el testigo de la agricultura y el comercio. También la construcción en los años 70 del cercano santuario de Torreciudad, ha contribuido a la notoriedad de esta ciudad.

La actividad comercial en Barbastro ha sido siempre unos de los pilares económicos de la ciudad:

Las tiendas son muchas y en todas se encuentran objetos de uso del país y de lujo para las clases acomodadas que no tienen necesidad de acudir a otros puntos para llenar sus deseos de gusto y elegancia

Ignacio de Asso en su Historia de la economía Aragonesa, siglo XVIII
Durante la Guerra de los Pirineos, concretamente entre diciembre de 1794 y enero de 1795, en que el comercio no era floreciente, a la vez que las intensas relaciones comerciales con Francia estaban cortadas. A pesar de todo, los comerciantes de Barbastro mantenían su actividad comercial con la venta de géneros, no solo españoles sino ultramarinos, que llegaban de Inglaterra o de las colonias a los puertos catalanes o levantinos.

Las calles más comerciales de Barbastro eran Mayor, Monzón, Mercado y Rioancho, destacando las dos últimas que con sus porches y enlosados facilitaban al público sus compras. Basándonos en los derechos reales que debían pagar los comerciantes por los géneros ultramarinos éstos se pueden clasificar en tres grandes grupos:

Alimenticios: Cacao, chocolate, azúcar, especias como la pimienta, el clavo, la canela Casia o la de Manila y el abadejo, que se almacenaba en un local habilitado en el Santo Hospital de San Julián y Santa Lucía.
Quincalla: Hebillas, cruces, corazones, medallas, agujas de coser o del pelo, alfileres, clavos para carro, cascabeles, cuerdas de monocordio, persianas, dedales de hierro y de latón o hilo de hierro, entre otras cosas.
Textiles:
- Tejidos de lana como los barraganes
- Telas impermeables, el anascoto
- Las sargas de Guadalajara
- El tripe, similar al terciopelo
- El cristal, tejido muy fino con algo de lustre
- Las sempiternas, tejido muy tupido
- La rasilla
- Las serafinas, similar a la bayeta con flores o dibujos
- Las estameñas
- El lila, telas de colores
- El burato, para alivio del luto en verano
De los géneros de algodón destacan:
- La indiana, que estaba estampada por una cara
- Los ruanes
- Las sargas
- El fustán, que tenía pelo por una cara
- La muselina de Flandes
- El true, lienzo fino
- El coton
- El terliz que era una tela fuerte.
Por lo que respecta a los tejidos finos:
- La escarlatina de seda, brocada en oro
- La estofa de seda
- La griseta que era un tejido de seda con flores
- El broquat o brocado de seda con dibujos de colores.
Había otra serie de tejidos variados:
- Los chamelotes que era un tejido impermeable de pelo de camello
- Las platillas o lienzo barato
- El peñasco, tela muy duradera
- Los zaffres que eran de color azul
- El bocadillo, lienzo delgado muy barato
- Los chalones, mantos negros
- El clarín que era una tela fina de hilo para vueltas
- El cambray
- La holandesa

- monfortes, escadarzo, felipichi y otros.

A la ciudad de Barbastro, a lo largo de su historia, se le han concedido varias ferias; por el estudio de un documento del año 1732 depositado en el Archivo Municipal de Barbastro sabemos que la ciudad celebraba la feria de San Marcos Evangelista, que había sido concedida por Privilegio del rey Alonso de Aragón y que duraba siete días antes de la festividad del santo y siete después.

Otra era la feria de San Bartolomé que comenzaba quince días antes de la celebración del santo y continuaba quince días después; esta feria fue concedida por un Privilegio Real de Pedro IV de Aragón, dado en Zaragoza el 24 de junio de 1361, ratificado por el Justicia Mayor del Reino de Aragón el 30 de agosto de 1555 y posteriormente, el 23 de enero de 1672.

El 3 de noviembre de 1371, en la Villa de Caspe, el rey Pedro IV otorgó un Privilegio a la ciudad de Barbastro para celebrar una feria que durase quince días y que comenzaba el día de Nuestra Señora de Agosto.

También concedió el rey Carlos II, en las Cortes Generales de Zaragoza de 1678, un Privilegio para celebrar feria-mercado el día 1 y 15 de cada mes, sin que se extendiese a otros. La feria de Santo Tomás Apóstol se venía celebrando desde tiempo inmemorial.

Pero la que más nos interesa es la de Nuestra Señora de la Candelaria, concedida por un Privilegio de la “Serenísima Señora Doña Germana de Foix”, esposa del rey Fernando el Católico, en las Cortes celebradas en la Villa de Monzón el 22 de septiembre de 1512. La feria comenzaba doce días antes de la festividad de Ntra. Sra. y continuaba por espacio de otros doce días, vendiéndose en ella hierro labrado y quincalla, ampliándose posteriormente a otros géneros.

La feria de la Candelera se ubicaba en el cuartón de “dentromuro”, en la plaza del Entremuro o de la Candelera y calles adyacentes. Cobró tal auge que en un momento determinado las autoridades municipales decidieron cambiar su localización, buscando un sitio más amplio, por lo que en el año 1813 se publicó un bando para que la feria se celebrase “debajo del Coso y Rioancho y los cerdos se pusiesen en la Plaza Rastro”, mandándose iluminar las ventanas de las casas para el paso de la retreta que se celebraba el último día.

Pero no solo fue especial la Feria de la Candelera del año 1813 por su nueva ubicación sino porque además coincidió con el acto oficial de la jura de la Constitución política de la Monarquía Española que había sido proclamada en Cádiz el 19 de marzo de 1812, pero al estar Barbastro ocupado por los franceses, el juramento no pudo efectuarse hasta 1813. La vigencia de esta constitución fue breve, ya que a finales de mayo del año siguiente y por orden expresa del rey Fernando VII se quemó el único cuadernillo que de ella había en la ciudad, en un acto público celebrado en la Plaza del Mercado, tal como describe el Libro Gestis de la Ciudad:

Aquí no se había hecho sino publicar la constitución en la forma y modo que queda dicho, ni había mas monumento que el exemplar de la misma depositado en las casas Consistoriales de las que fue extraído y conducido al Mercado donde fue entregado â las llamas por el Corredor de la Ciudad, y se reduxo â cenizas entre las execraciones del Pueblo que al mismo tiempo aclamaba â su Soberano”.

Libro Gestis de la Ciudad

La feria de la Candelera ha sido la única que ha conservado su carácter mercantil, ya que la feria de septiembre, que eran fundamentalmente de ganado, se ha convertido en las fiestas patronales, perdiendo totalmente su carácter comercial.

Barbastro acoge desde hace casi medio siglo el Premio Internacional de Novela Corta Ciudad de Barbastro
https://www.escritores.org/recursos-para-escritores/25604-l-premio-internacional-de-novela-ciudad-de-barbastro-2019-espana
y el Premio Internacional de Poesía Hermanos Argensola.
https://www.escritores.org/recursos-para-escritores/25605-li-premio-internacional-de-poesia-hermanos-argensola-2019-espana

Premios que son considerados dos de los certámenes de novela corta y poesía más prestigiosos y consolidados de España. A lo largo de los años han contado entre sus ganadores a autores como Javier Tomeo, Eduardo Mendicutti, Fernando Marías Amondo, Luis Leante, Pablo Villafruela, Juan Carlos Méndez Guédez, Antonio Rabinad, Cristina Cerrada, Blanca Riestra y Juan Malpartida, en novela corta, y Luis de Blas, Carlos Alcorta, Luna de Miguel y Jordi Virallonga, entre los de poesía.


Se enmarca dentro de la cocina aragonesa, caben destacar como autóctonos la empanada goguera. Aunque uno de los platos más representativos es la chireta (tripa de cordero rellena de arroz, jamón, tocino y vísceras). Dentro de la repostería cabe destacar los crespillos elaborados con las borrajas del lugar. Son populares también los pasteles Biárritz y el pastillo (denominado también: empanadico). Barbastro es la capital del vino de la D.O. Somontano.


martes, 23 de junio de 2020

319. EL BRAZO DEL APÓSTOL SAN PEDRO, EN SIRESA


7.5. LAS RELIQUIAS

319. EL BRAZO DEL APÓSTOL SAN PEDRO, EN SIRESA
(SIGLO X. SIRESA)

El rey Sancho Garcés estuvo a punto de morir a causa de una larga y penosa enfermedad, a pesar de haber puesto en práctica todos los medios curativos que los físicos tenían entonces a su alcance. Como no encontraba remedio a sus males, decidió acudir a la protección del apóstol san Pedro, cuyo brazo se veneraba en el monasterio de Siresa. El resultado fue milagroso, pues don Sancho sanó y pudo regresar a palacio.

Mientras convalecía en el cenobio, su abad contó al rey cómo había ido a parar allí reliquia tan preciada. Según palabras del abad, san Leandro, obispo de Sevilla, quiso que Hispania tuviera una reliquia del apóstol san Pedro, y envió a Roma una comisión que encabezó Ciriaco, a la sazón obispo de Zaragoza y amigo del entonces pontífice san Gregorio.

En principio, el Papa negó el beneficio, pero la tozuda insistencia de Ciriaco hizo que aquél lo consultase con Dios por medio de un ayuno de tres días, aunque no fue necesario esperar a que el plazo se cumpliera, puesto que tras el primer día de ayuno el propio san Pedro se le apareció al pontífice y le dijo que fuese a su sepulcro, en el que hallaría, separada de las demás, la reliquia que debería entregar al obispo zaragozano. Así fue como le entregó uno de los brazos del Apóstol, que fue colocado cuidadosamente en un precioso relicario de oro y traído a Hispania.

Tras largo viaje, Ciriaco regresó a su sede con tan preciado tesoro y conoció la noticia de la muerte de san Leandro, por lo que resolvió dejar la reliquia en Zaragoza. Falleció también Ciriaco y el brazo del apóstol san Pedro, un auténtico tesoro, continuó en la ciudad del Ebro hasta días antes de la invasión musulmana, a comienzos del siglo VIII, cuando los cristianos zaragozanos acordaron poner a salvo todas las reliquias y ornamentos, muchos de los cuales fueron a parar al monasterio de San Pedro de Siresa.

Sancho Garcés, antes de abandonar Siresa, agradecido por la curación de que había sido objeto, hizo donación de la villa de Usón al cenobio, cuando corría el año 923.

[Olivera, G., «Reyes de Aragón. Sancho Garcés», Linajes de Aragón, II (1911), 4.]

domingo, 28 de junio de 2020

CAPÍTULO V.


CAPÍTULO V.

Vienen diversas gentes a España, llamadas de las grandes riquezas que descubrieron los incendios de los montes Pirineos, y lo que padecieron los naturales de ella.

Pasado el trabajo que Dios había enviado a la mísera España, y regada aquella con las lluvias abundantes que vinieron del cielo, fue ocasión que gran muchedumbre de gente extranjera viniera a poblarse en ella, acordándose de la prosperidad que en tiempos pasados habían visto en los fértiles campos de ella, y de la gran riqueza de que esta
provincia abundaba. Vinieron pueblos enteros, y cada cual tomaba aquella parte de tierra que entendia ser mejor para la comodidad de los ganados o para la labor de la tierra:
vinieron entonces muchas familias de los mismos españoles que se habían salido en el tiempo de la seca, y cobraron lo que habían dejado cuando se salieron de ella; y entraron también los Celtas (1: Plinio, lib. 3, c. 1.), Egipcios, Milesios, Lidios, Tracios, Rodios, Troyanos, Cipriotas, Fenicios, Persas, Carios, Lesbios, Focenses y otras muchas gentes que dejaron varias fundaciones de pueblos y ciudades, que traen los autores de las historias generales de España. Al principio que estas gentes y naciones entraron en España, sucedió aquel incendio tan nombrado de los Pirineos, que algunos atribuyen a descuido de ciertos pastores; otros que fue acaso para quemar los árboles y matorrales con intento de desmontar y romper los campos, para que se pudiesen cultivar y habitar, y apacentar en ellos los ganados. Este fuego lo encendieron sobre lo último de ellos, no temiendo el daño que después sucedió, y fue, que la llama prendió de tal arte, que muy gran trecho de las montañas ardieron muchos días, y con la calor demasiada se rompieron las peñas de los valles y recuestos, y echaban de sí tales ondas y grupadas de fuego, que no se puede imaginar cosa más espantable y temerosa. Vióse de la mayor parte de España el incendio, y pocas provincias hubo en ella de donde no se divisasen las llamas o la calina, con toda la sobra de su calor; y no solo se quemaron los árboles y las piedras, yerbas y verdura, sino también las venas de los metales escondidos en el corazón y entrañas de aquellos montes, porque se derritieron a todas partes con grandes arroyos de plata, y corrieron desde lo más alto a lo más bajo de aquellos montes con abundancia maravillosa, forzados del ardor excesivo, y penetró por los mineros adentro; y a la fama de tal suceso acudieron muchas de las dichas naciones a gozar de la riqueza de este reino, que era tanta, que se puede comparar con lo que se saca de las Indias; porque si en aquellas tierras se han hallado en su principio pedazos de oro en mucha abundancia, lo mismo sucedió en España en estos siglos; y por eso dijo Plinio (Lib.3.c.3): Argenti et auri tota ferè Hispania scatet; y Apiano, referido por Marineo Sículo, dice: Hispania quoque, terra ferax auri et argenti, gemmarum ac metallorum: y Lucio Floro, al fin del cuarto libro, hablando de ella, dice: Natura regionis circa se omnis aurifera, minisque ef chrysocollae et aliorum colorum ferax: y Estrabon (1: Lib. 3. ), De Situ orbis, libro tercero, dice: Montes extant auri et argenti, habentes indaginem, quam metalleam nuncupant; y de aquí es llevar los ríos de Noguera Pallaresa y Segre arenas de oro, por estar llenas de él las entrañas de los Pirineos, que son aquellos montes de donde salen estos ríos que traviesan el condado de Urgel.
Este incendio de los Pirineos fue muy notorio a los antiguos autores, y Aristóteles hace memoria de él (2: Arist. De Mirabilibus Ausculta. ), diciendo: «dicen que en España quemaron los pastores en ciertos tiempos los montes, y que se calentó con el fuego de tal manera la tierra, que se derritió la plata; y como sobreviniesen terremotos, hiciéronse grandes grietas en la tierra, y por ellas cogieron mucha cantidad de plata, de la cual tuvieron grandes provechos los vecinos de Marsella.» Y Diodoro Sículo lo refiere (3: Lib. 6., Bibliothe. cap. 9. ), diciendo: «los montes que llamaron Pirineos son superiores a otros en longitud y altura, porque desde el mar del mediodía, (midi francés) hasta el océano del septentrión, dividen a España de Francia, y también se extienden por la Celtiberia más de tres mil estados: están llenos de selvas, y refieren, que en tiempos antiguos les pusieron fuego los pastores, y se abrasaron todas estas montañas, y por esta causa se llamaron Pirineos. Durando el fuego muchos días, corrieron arroyos de plata, que compraron a vil precio después los mercaderes fenicios de los naturales de la tierra, que no conocían el valor de este metal, y lo llevaron a Grecia y Asia, y adquirieron con él hartas riquezas; y de aquí quedó a aquellos montes el nombre de Pirineos, que les dieron los griegos moradores de España, y ha durado hasta el día de hoy, porque aquella palabra pyr, en griego, significa fuego. (pyros, pirómano
Entonces quieren algunos hubiesen venido a ella el gran poeta Homero y Hesiodo, que florecieron en el año 1140 antea del nacimiento de Jesucristo señor nuestro, según Casiodoro, y lo refiere Herodoto en su vida. La venida de Nabucodonosor, rey de Babilonia, con muchos hebreos, persas y caldeos, fue por estos tiempos; y todos venían por gozar de las grandes riquezas de este reino (sojuzgando a sus naturales), que eran en tanta abundancia, que, a más de lo que he dicho, de sus riquezas dice Estrabon (Lib. 3, De Situ orbis.), que había en ella montes de oro y plata, y que causaba admiración la destreza de los españoles en beneficiar las minas de que está lleno todo el reino. Y después, hablando el dicho autor de la ventaja que hay de los metales de España a los de Francia, dice: que se hallan pedazos de oro de a media libra, sin haber necesidad de acrisolarlos, y que ha acontecido quebrar las piedras y hallar dentro pedazos de oro del tamaño y forma del pezon de una muger, como sucedió también en tiempo de los reyes Católicos en las Indias. Y en otra parte dice: que del interés de las minas había hombres que solían sacar cada tres días un talento, que, según la cuenta de Ambrosio Morales, vale seiscientos ducados de doce reales; y Posidonio, autor griego, referido por Celio Rodigino (Rodeg., lib. 10, c. 22.), ponderando estas riquezas, y hablando del incendio de los Pirineos, dice: que todos los montes y collados de España dan materia para acuñar moneda, y que quien considerare esta tierra, hallará que es un erario de tesoro y una fuente perpetua de metales, y que Pluton, dios de las riquezas, mora en sus entrañas, y más en particular en los montes de los pueblos Ilergetes; pues los ríos que de ellos salen llevan arenas de oro, dando indicio y cierta señal de lo mucho que hay escondido en el centro de ellos. De estas riquezas de España hablan las divinas letras en los Macabeos (1), diciendo: Et audivit Judas nomen romanorum, quia sunt potentes viribus, …. et quanta fecerunt in regione Hispaniae, et quod in potestatem redegerunt metalla argenti et auri, quae illic sunt, et possederunt omnem locum consilio suo, et patientia. Y Diodoro Sículo las encareció más que todos, y con grandes exageraciones; y por ser tanta la abundancia de él, era muy poco estimado de los naturales: y dice Aristóteles como cosa notable, que los antiguos fenicios navegaron a Tarteso, que era a las riberas del río Guadalquivir, y que los españoles les dieron tanta plata en trueque de aceite y otras mercaderías viles (2), que no cupo en los navíos, y así se vieron obligados, al partir, de hacer de plata todos los vasos ordinarios, hasta las áncoras de los navíos; y así tengo por indubitado, que toda aquella abundancia de oro y plata que había en Jerusalén en tiempo de Salomón, referida por la sagrada Escritura (3), toda era de España, que era la tierra más abundante de estos metales que se conocía en aquellos siglos, y no solo de esto, pero aun de pavos, dientes de elefantes y monas, que traían apuellas (aquellas) flotas; porque pudo ser que se criasen en ella entonces y abundase de estos animales, así como carecía de aceite, cosa de que ahora tanto abunda; que largo espacio de tiempo todo lo puede mudar, y así como vemos hoy acabadas y sin beneficiarse las minas, es muy verisímil (verosímil) se acabase la especie de estos animales, que tan poco conocidos y naturales son hoy en ella.

(1) Macab., lib. 1, c. 8.
(2) Arist., De Mirabilibus Ausculta. in fine.
(3) Lib. 3 de Los Reyes, c. 10; y en el Paralipómenon, lib. 2, c. 9.

Todas estas venidas de gentes extranjeras no eran por amor que tuviesen a esta nuestra España y a sus naturales, sino para su provecho e interés de ellos; y así se puede considerar, qué agravios, qué opresiones, qué tiranías usarían con los naturales, porque el mejor rey, si es estraño pone en trabajo a sus estados, y cuando ame como debe a sus vasallos, siempre trae consigo ministros y privados de otros reinos, que todos son a maltratar y despojar la provincia que gobiernan, y más si no hallan en ella resistencia tal que les sirva de freno a sus ambiciones y codicias. Vímoslo en las Indias. ¡Qué de daño recibió aquella gente de los que fueron a la conquista de aquellos reinos Cuántos acabaron míseramente en el labor de las minas, sacando oro y plata y trayendo cargas de unos lugares a otros, como lo refiere fray Bartolomé de las Casas, obispo de Chiapa, (Chiapas) que cuenta cosas nunca oídas ni escritas! (Alejandro Magno fue un bonachón y campechano). Pues lo mismo pudieron nuestros españoles, señoreados de tantas y tan diversas naciones; y es cierto, que habiendo naturales de la tierra, (alguno habría antes que esos, aunque fuesen los macacos de Gibraltar) no habían ellos de trabajar en sacar las minas y beneficiar los metales que salían de ellas (hombre, hay que aprovechar las cualidades genéticas de los nietos de Noé), y es muy verisímil que muchos fenecieron sus días en aquellos insoportables trabajos (como los mineros de Asturias en el siglo XXI, o los buscadores de diamantes de África): así que, lo que les había de hacer ricos y prósperos, les hizo pobres y abatidos, mayormente, que ni ellos conocían el valor del oro y su estima, así como los de las Indias que por cascabeles, espejos, y otras bujerías semejantes daban cantidades de oro notables; y estos, sin duda trabajaron tanto en sacarlo de la tierra, que lo acabaron del todo, o se acabaron los que trabajaban las minas, pues después de salidos los romanos, no se sacaba ya cosa de consideración ni de valor, y después de la venida de los moros en ella, hasta los reyes Católicos, que descubrieron las Indias, (ellos no, un Pinzón) hubo tanta penuria en estos reinos de estos metales y de moneda, que fue necesario hallar los cornados, blancas, maravedises, ardites, dineros, pugesas, mallas y otras monedas de poco valor y precio, que usaron y aun quedan en Castilla y Corona de Aragon, donde no se contaba por escudos y ducados como ahora, sino por sueldos; así que, quien tenía mil sueldos de renta era riquísimo, cosa que hoy apenas basta para la vida y sustento ordinario de un hombre: y esta falta de oro y plata nació de la solicitud y codicia que pusieron estas naciones bárbaras y extranjeras en llevarse estos preciosos metales, y de acabarse los que los sacaban y trabajaban en ellos, como será muy contingente no suceda lo mismo en los dilatados reinos de las Indias; y después que fueron acabados los naturales de España, se valieron de esclavos; y en tiempo de los romanos estos eran los que trabajaban en esto, porque ya no se encomendaban a hombres libres, ni había quien se pusiese en tan peligroso trabajo por solo el jornal ordinario, porque el riesgo de la vida era evidente, y así solo los esclavos y forzados se ocupaban en este mortal ejercicio:
y se halla, que en las minas de Cartagena trabajaban cuatrocientos esclavos, y en esto metían a los que tomaban en la guerra, y condenaban a los que habían cometido delitos, y enviaban a ellas muchos de los santos mártires de Jesucristo señor nuestro, según vemos en todas las historias eclesiásticas, que era lo que decían dari ad metalla, y era pena muy usada, por tener muchos que sacar: y si el día de hoy no se benefician en España, es lo uno, por lo mucho que viene de las Indias, a costa y sudor de los naturales y esclavos de aquellos reinos; y lo otro, por haber faltado la mucha gente que había en España, y quedar esta provincia muy despoblada, y los delincuentes que la justicia condena y esclavos que se toman, haberse de emplear en el servicio de las galeras. Y si después de haber tantos años que este ejercicio es acabado, y quedar las minas ya perdidas, sin saberse dónde están, ni cuidar de ello los naturales, los ríos del condado de Urgel y sus pueblos ilergetes llevan aún arenas de oro, y estas con abundancia; se infiere de aquí, qué ricos y abundantes de ello serían estos pueblos en aquellos tiempos, y qué trabajos padecerían los naturales de ellos con las venidas de tantas y tan bárbaras naciones y gentes.

CAPÍTULO XXI.


CAPÍTULO XXI.

Del lenguaje (que) se usaba en España en estos tiempos, y de las cosas que hizo Sertorio hasta su muerte.

En aquellos tiempos, que eran algunos ochenta años antes de la venida del Hijo de Dios al mundo, se comenzó a perficionar (perfeccionar) en España el uso de la lengua y letra latina, y se fue perdiendo el uso y noticia de la antigua y natural de ella, y quedó tan olvidada, que apenas queda hoy memoria ni rastro de aquella, mas de lo que se saca de diversos autores latinos y españoles, antiguos y modernos, y de algunas medallas o monedas antiguas, donde se ven ciertos caracteres, ni griegos, ni latinos, sino del todo bárbaros e incógnitos, que casi es imposible salir con la inteligencia de ellos. Con los maestros que puso Sertorio en esta su universidad, aprendieron los españoles muy perfectamente la lengua latina, la cual se quedó en España como natural y propia; y aunque ya antes de la venida de Sertorio y erección de la universidad la hablaban, por haberla aprendido con la larga comunicación y trato que habían tenido con los romanos, como es uso tomarla todos los pueblos conquistados de los conquistadores; pero hablábanla tosca y groseramente, sin elegancia ni arte alguno. De esta hora adelante la aprendieron con preceptos, reglas y uso: y junto todo esto, quedó en los españoles la lengua latina tan perficionada y culta, como pudieran usarla los mismos romanos nacidos y criados dentro los muros de Roma; y por eso salieron de esta provincia tantos y tan excelentes oradores y poetas; y de cada día se perficionaba (perfeccionaba) más esta lengua, y duró hasta que vinieron los godos a ella, que entonces, mezclados los naturales con aquellas gentes bárbaras, de tal manera la corrompieron, que quedó casi poco o ningún rastro de ella (qué tonterías llega a decir el tío este !), y el que quedó con la venida de los moros se vino del todo a perder; y dice Marineo Sículo: Quod si neque goti, neque mauri, barbarae gentes, in Hispaniam venissent, tam latinus esset nunc hispanorum sermo, quàm fuit romanorum tempore Marci Tulii; y por ser tan natural y vulgar en España, dice Ludovico Vives casi lo mismo, cuando hablando de lo mucho que importa a un buen latino saber griego, dice: Ex sermone enim graeco latinus, ex latino italus, hispanus, gallus manarunt, quibus elim nationibus lingua latina erat vernacula; y Andrés *Resendio, en una epístola que escribe a Juan Vaseo, que está en el cap. 22 de la crónica de este autor, dice: Cum latina lingua multùm, non romani modo qui in Hispania erant, sed etiam ipsi hispani uterentur; y el eminentísimo y santo varón Roberto Belarmino (Tomo I., lib. 2, De Verbis Domini, cap. 15.), dice: a multis saeculis jam desiit in Hispania lingua latina esse vulgaris; nam ante mille et centum annos separata fuit à romano imperio, et subjecta partim gotis, partim mauris, qui novam linguam sine dubio invexerunt; gotos enim, quos getas alii vocant, propriam linguam habuisse docet Hieronimus initio epistolae ad Nuniam et Fratellam; de donde se echa de ver cuán natural y propia era en España la lengua latina, y cómo se perdió y corrompió con la venida de los godos y moros, y se originó la que ahora usamos, que con el continuo uso de ella, de cada día se va más y más perficionando; y llegaremos a tiempo, que si resucitaran nuestros agüelos, ni ellos nos entenderían a nosotros, ni nosotros a ellos, pues vemos el lenguaje y estilo antiguo tan diferente del de hoy, que parece una confusión de Babilonia. (Qué idioteces llega a escribir !)
Esta fundación de la universidad y academia de Huesca, inventada de Sertorio, no fue tanto con intención y ánimo de hacer bien y aprovechar a los españoles, como para tener como en rehenes a los hijos de los más nobles y principales de ellos, para asegurarse que de esta manera no tomarían las armas contra de él, sino que siempre le serían confederados y buenos amigos.
Sin estas artes y mañas, fingía que una cierva blanca que había domesticado le revelaba las cosas venideras (que para esto se la había enviado la diosa Diana); y públicamente se le llegaba al oído y parecía hablarle, por estar hecha a ello, porque desde pequeña la había enseñado a tomar la comida de las orejas, y luego que veía a Sertorio, corría a él, y le ponía la boca a la oreja, buscando la ordinaria comida; y eran tan rudos los de aquel siglo, que creían que le hablaba y descubría grandes misterios, o le anunciaba cosas que habían de suceder, o revelaba los pensamientos de sus anemigos. Con esto creció su poder y crédito, y llegó a tal punto, que estuvo en duda algunos años cuál era más, o el de Sertorio en España, o el de los romanos en Italia, y quién había de señorear el mundo, o Italia o España. Sentíase en el senado de Roma mal de esto que pasaba en España, y más cuando supieron lo mucho que en España era bien quisto; y para domar su potencia, envió el senado gente contra de él, y por capitanes a Quinto Metelo Pio (Mételo piu) y a Lucio Domicio; y esto fue el año de 79 antes del nacimiento del Hijo de Dios; pero Sertorio envió contra ellos un capitán suyo llamado Hertuleyo que alcanzó dos grandes victorias, aunque no es cierto el lugar donde se dieron las batallas. Domicio luego envió a pedir socorro a Francia a Lucio Lulio Manilio, procónsul de la Galia narbonense (Narbona, Narbonne), el cual, con tres legiones y mil quinientos caballos, entró en España y llegó hasta los pueblos ilergetes. Aquí salió Hertuleyo, y otro hermano suyo del mismo nombre (cuánta imaginación la de sus padres romanos); trabóse batalla, y Manilio quedó vencido, y el real tomado, y él se huyó a la ciudad de Lérida, (Ilerda, aún no se llamaba ni Leyda, ni Lleida, ni Lleidae) que aún estaba por el senado de Roma, y aquí murió de las heridas que había recibido en la refriega pasada; y dice Pedro Antón Beuter, que esto pasó junto al monasterio del Guayre, dos leguas lejos de la ciudad de Lérida, donde murieron casi todos aquellos que habían venido de Francia con Manilio.
Estas victorias de Sertorio, y el haber él formado nuevo senado y hablar con mucho desacato de Roma, obligó a los cónsules que enviasen a Pompeyo Magno; pero Sertorio no desmayó por eso, antes se puso a punto lo mejor que pudo, y con la venida de Perpena, (recuerda a Perpignan, Perpinyà, Perpiñán) noble romano y enemigo de Sila, que llevaba treinta compañías de soldados de Cerdeña, engrosó de tal manera el ejército, que se halló más poderoso que nunca. Tuvieron algunos encuentros por España, que por ser cosa que no toca a los ilergetes dejo, y a la postre fueron sobre las ciudades de Huesca, Lérida y Tarragona; pero Sertorio llevó lo peor, que parecía que ya la fortuna le dejaba para entronizar a Pompeyo, para despeñarle, como veremos. Metelo, que temía el poder e industria de Sertorio, determinó hacerle morir como mejor pudiese, porque no hallaba otro atajo para acabar su empresa, sino este, y concertó con un caballero romano llamado Perpena, que lo ejecutase; y éste, pensando que, muerto Sertorio, quedaría en su lugar y se levantaría con el gobierno y señorío de España, se encargó de ello, como traidor y mal hombre; y para meter cizaña entre él y los españoles, y que estos le desamparasen, él y su gente les hacían muchos agravios y publicaban que los hacían con voluntad y mandamiento de Sertorio; y lo que se sacó de esto fue, que muchos pueblos que eran amigos y confederados suyos, no pudiendo sufrir tales injurias, se levantaron. Sertorio, que ya había mudado de condición y estaba ya lleno de crueldad y furor, y creía que con castigar a los que se habían levantado todo se allanaría y todos temerían, hizo un hecho tan feo y malo, que con él amancilló todas las demás virtudes que en él habían conocido y buenas obras que les había hecho; y fue que mandó degollar a muchos de aquellos mancebos que estudiaban en Huesca, y vender por esclavos los demás; y con esto fue tan aborrecido y su nombre tan abominable a los españoles, que ya no aguardaban otra cosa, sino ver cuándo quedaría vengada aquella maldad y traición: y no tardó mucho, porque Perpena, que andaba con temores que un día no le hiciese matar a él, así como había hecho con los hijos de los españoles que estaban en Huesca, se adelantó a ello, y estando en un convite en la ciudad de Huesca, le mataron a puñaladas. Lo demás que pasó después de su muerte, y sentimiento que se hizo por ella, y más en particular en la ciudad de Vique, donde era muy amado, por no tocar a los pueblos ilergetes, lo dejo, remitiéndome a lo que escribieron Beuter, Ambrosio de Morales, Plutarco, Mariana, Pujades y otros muchos, que lo cuentan muy largamente.