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lunes, 29 de abril de 2019

RAMIRO I LUCHA POR CALAHORRA


2.24. RAMIRO I LUCHA POR CALAHORRA (SIGLO XI. CALAHORRA)

Cuenta la leyenda, que fuera recogida en forma de romance, cómo resolvieron los hermanos Fernando I, rey de Castilla y León, y Ramiro I, rey de Aragón, la contienda entablada entre ambos por la posesión de Calahorra, importante enclave del curso medio del Ebro en tierras riojanas. «Por quitar muertes y guerras», acordaron que lidiasen solamente dos caballeros, uno de cada bando, de modo que el vencedor obtendría la plaza para su señor, quien la dominaría en adelante.
Fernando, el monarca castellanoleonés, nombró para que le representara en la lid al famoso guerrero Rodrigo de Vivar, mientras Ramiro, el aragonés, depositaba su confianza en Martín González. Ambos paladines acudieron convenientemente pertrechados al campo de batalla convenido al efecto, entablando un duro y cruento combate cuerpo a cuerpo. Cuando ya estaban quebradas las lanzas y heridos ambos contendientes, Martín gritó bravuconamente al Cid que
«non volveréis a Castilla
/ni Jimena, vuestra esposa,
/jamás vos verá a su lado».
Rodrigo, enfurecido por aquellas palabras, se encomendó a Dios y comenzó a combatir a Martín con tales fuerzas, que lo derribó al suelo, segándole la cabeza con su espada.
Tras limpiar parsimoniosamente de sangre el arma y dar gracias a Dios por la victoria que acababa de lograr para su rey y su reino, se dirigió el Cid Campeador a los jueces de la contienda preguntándoles si debía hacer algo más para ganar definitivamente la ciudad, concluyendo éstos que, según el trato pactado, el rey aragonés Ramiro I había perdido todos sus posibles derechos sobre la misma. El rey Fernando se dirigió raudo hacia él para abrazarlo y felicitarlo. Calahorra sería en adelante castellana.
[Gella, José, Romancero Aragonés, págs. 48-49.]


Calahorra es un municipio y ciudad de la comunidad autónoma de La Rioja, España, perteneciente a la comarca de la Rioja Baja. Tiene 23.827 habitantes,4​ según los datos del INE para el año 2016, una extensión de 91,41 km² y una densidad poblacional de 260,5 hab/km². Ostenta los títulos de Muy Noble, Muy Leal y Fiel Ciudad. Desde los siglos IV-V es sede de la diócesis de su mismo nombre, que en tiempos pasados llegaba hasta el Cantábrico. Es la segunda ciudad de la comunidad autónoma de La Rioja en importancia y población tras la capital, Logroño y la más importante dentro de La Rioja Baja.


Destaca por su producción agrícola, sus viñedos y su antigüedad. Fue una importante ciudad romana: Calagurris Nassica Iulia que se hizo famosa con el asedio de Pompeyo pues prefirió que murieran de hambre casi todos sus habitantes antes que rendirse al enemigos (esta es la Fames Calagurritana simbolizada por la Matrona) y por su ceca que mantuvo hasta la Edad Media. Por ello ofrece una gran variedad de monumentos y rasgos históricos, fundamentalmente romanos. Calahorra, además, es cuna del gran maestro en oratoria Marco Fabio Quintiliano, autor de varios textos y maestro en la corte romana, y de uno de los mejores poetas cristianos de la Antigüedad, Aurelio Prudencio, autor del Peristephanon, catorce himnos dedicados a santos mártires (entre los que se encuentran los patronos de Calahorra: San Emeterio y San Celedonio). Como curiosidad, en honor a la ciudad se le otorgó a un cráter de Marte el nombre de Calahorra.


RAMIRO I LUCHA POR CALAHORRA (SIGLO XI. CALAHORRA)









  • Amela Valverde, Luis (2002) "Calagurris y la fijación de nuevos límites territoriales en la antigüedad". Kalakorikos, n.º 7, pp. 31-50.
    • Amigos de la Historia de Calahorra (2011). "Historia de Calahorra"
    • Catalán Carbonell, Fernando; Valoria Escalona, Miguel Ángel; Catalán Carbonell, José Joaquín (1970). "Conozca Calahorra y su comarca". Calahorra: Gráficas Numancia.
    • de Felipe Castillón, Jesús (2000). "Calahorra". León: Edilesa.
    • Gómez Fraile, José M.ª (2001) "Sobre la adscripción étnica de Calagurris y su entorno en las fuentes clásicas". Kalakorikos, n.º 6, pp. 27-70.
    • Gutiérrez Achútegui, Pedro (1959) "Historia de la muy noble, antigua y leal ciudad de Calahorra". Logroño: Talleres Gráficos de Editorial Ochoa
    • Schulten, Adolf (1927) "Las referencias sobre los Vascones hasta el año 810 después de J.C.". Revista Internacional de Estudios Vascos.



  • Ayuntamiento de Calahorra

  • domingo, 8 de marzo de 2020

    130-139

    130.
    EXPOSICIÓN DEL APOCALIPSIS DE SAN JUAN. Un volumen en 4.° mayor, en
    pergamino, de 550 páginas. Es del siglo XII. No consta el autor.
    Aunque no es muy suntuoso este Códice, en su clase es de los que se
    escribieron con más gusto, siendo de admirar lo bien conservado que
    está no obstante su grande antigüedad. 



    Al principio tiene un
    prólogo. Después sigue la exposición del Apocalipsis, del modo que
    los autores de épocas más recientes acostumbran expositar
    los libros de la Sagrada Escritura; esto es, insertando primeramente
    uno o más versículos del texto, y poniendo luego la exposición. En
    este Códice el texto del Apocalipsis está escrito con bellísimas
    letras encarnadas. En el margen se anotan los libros sagrados a que
    hacen referencia las citas de la exposición.
    Al fin hay una nota
    que dice haberse puesto la pena de excomunión al que quitare
    este libro (que es de la iglesia de Santa María), o lo poseyere
    injustamente por cualquier modo furtivo.
    Y concluye con un breve
    tratado de San Agustín, que se titula de Córpore et Sanguine
    Christi
    .

    131. RITUAL DE LA IGLESIA DE TORTOSA. Un
    volumen en 4.° mayor prolongado, en pergamino, de 234 páginas. Es
    del siglo XV. Por razón del objeto a que estaba destinado este
    libro, fue escrito en caracteres muy grandes. Además de lo referente
    al Sacramento del bautismo, y a otros actos parroquiales, contiene la
    consagración de los santos Óleos, el lavatorio del Jueves Santo, la
    bendición de las palmas, etc.
    También hay otras bendiciones.
    Entre ellas está la de cordero de Pascua, que solía practicarse en
    algunas casas; la bendición del báculo o bastón
    antes de emprender un largo viaje, etc.

    132. RICARDO DE SAN
    VÍCTOR. TRATADO DEL SUEÑO MÍSTICO DEL REY NABUCODONOSOR.
    Un
    volumen en 4.° mayor, en pergamino, de 248 páginas. En el primer
    folio hay un índice de todos los puntos o materias que comprende
    este tratado. El folio segundo donde principia el texto tiene una
    sencilla y bonita orla. Los capítulos se indican en el margen con
    números romanos, estando las iniciales adornadas con dibujos.

    Concluido este tratado sigue otro muy breve exponiendo el sentido
    de varios nombres. Y al fin está la exposición de las peticiones de
    la oración dominical.

    133. PONTIFICAL. Un volumen en 4.°
    mayor, en pergamino, de 481 páginas. Es del siglo XIII. Está
    escrito con caracteres muy grandes, y adornado con profusión de
    dibujos, orlas y viñetas; lo cual se comprende atendido el servicio
    que debía prestar este libro, destinado para las funciones
    pontificales, como ordenaciones, consagraciones, etc.
    Pero lo que
    llama la atención principalmente son las orlas de muchas páginas,
    así como el gran número de letras iniciales con dibujos; y algunas
    viñetas donde compite el capricho con el buen gusto, las cuales a
    pesar de su mucha antigüedad conservan perfectamente los colores y
    dorados.

    134. METAMÓRFOSES DE OVIDIO. Un volumen en
    4.° prolongado, en pergamino, de 234 páginas. Es del siglo XII.
    Este curioso libro se halla completo, y no obstante el mucho uso que
    se conoce haberse hecho del mismo, se conserva en muy buen estado.
    Todos los versos de Ovidio están seguidos, sin separación ni
    división, si se esceptúa alguna inicial grande que se ve en el
    texto, aunque son muy pocas.
    Hay un sinnúmero de notas de letra
    muy pequeña en el margen y aún entre las líneas. Al final hay una
    nota que traducida dice; «Concluye el Metamòrfoses de
    Ovidio». Siguen después cinco o seis versos, y luego una nota sobre
    el número de versos que contiene este libro.

    135. LIBRO DE
    LA ANTIGUA LITURGIA DE LA CATEDRAL DE TORTOSA. Un volumen en 4.°
    mayor prolongado, en pergamino, de 286 páginas. Es de últimos del
    siglo XII o de principios del XIII. Este Códice contiene algunos
    cantos con notas de música, que antiguamente solían intercalarse en
    el canto litúrgico de la Misa. Indicaremos algunos, traduciéndolos
    del latín, para que se pueda formar idea.
    Al cantar los Kyries
    se intercalaba lo siguiente:
    «Sumo Dios, que todo lo crías. Tú,
    Cristo, espejo del Padre. Espíritu divino, que procedes de ambos.
    Ten piedad de nosotros.»
    En la Misa de la Virgen, al Gloria, se
    intercalaba esto.
    «Primogénito de la Virgen María, que quitas
    los pecados del mundo. Ten piedad de nosotros. Tú, que estás a la
    diestra del Padre, para gloria de María. Pues que Tú sólo eres
    Santo, que santificas a María. Tú sólo eres Señor, que gobiernas
    a María. Tú sólo eres Altísimo; que coronas a María.»
    Al
    Agnus Dei se intercalaba lo que sigue:
    «Cordero de Dios, que
    quitas los pecados del mundo. A quien recibió María como rocío,
    conservando su candor virginal. La planta nos dio una flor en la que
    está nuestra salvación. Ten piedad de nosotros.»
    Hay
    muchísimos cantos, y todos por el estilo; de ahí que este libro sea
    curiosísimo. Aunque le faltan algunas hojas al principio y al fin,
    lo demás está muy bien conservado. Este Códice es el único de
    esta clase
    que hay en el archivo, y por ello es más apreciable.

    Los cantos están con notas de música escritas con gran
    claridad. Hay muchas letras adornadas con dibujos de colores, y
    alguna viñeta del estilo de aquel tiempo.

    136. BREVIARIO
    SEGÚN LA COSTUMBRE DE LA IGLESIA DE TORTOSA. Un volumen en 4.°
    mayor, en pergamino, de 410 páginas. Es del siglo XIV. El gran
    número de residentes que había en esta catedral en los tiempos
    pasados, requiría una buena colección de libros para poder cumplir
    con el rezo y canto del coro; así es, que aunque se han perdido
    algunos, todavía quedan muchos Códices relativos a la sagrada
    liturgia. El que nos ocupa se comprende que es de los que prestaron
    más servicio en aquel tiempo.
    Le faltan algunas hojas al
    principio y al fin; y como los demás de su clase que hemos reseñado,
    tiene todas las iniciales de cada párrafo adornadas con dibujos de
    colores.

    137. SUMA O COMPENDIO DEL DICTAMEN DEL MAESTRO TOMÁS
    DE CÁPUA.
    Un volumen en 4.° mayor, en cartulina, de 614 páginas.
    Es del siglo XV. Este Códice contiene varios informes o dictámenes
    relativos al modo de funcionar la Curia Romana en aquel tiempo. Al
    principio hay algunos folios en blanco; antes del texto está el
    índice. En la segunda página se ve una nota, que traducida dice
    refiriéndose a este libro: «Es de la iglesia de Santa María de
    Tortosa».
    Después del dictamen del expresado autor, sigue otro
    de escritor distinto cuyo epígrafe traducido del latín dice:
    «Principia la suma del dictamen, compuesta por el Maestro Ricardo
    de Pofis
    , extractada de los registros de los señores Papas,
    Urbano, Clemente, y otros Papas». Y al fin dice así: Concluye la
    suma del Maestro Ricardo de Pofis, según el estilo de la
    Curia Romana.

    138. TRATADO DE GRAMÁTICA LATINA. Un volumen
    en 4.° mayor, escrito parte en cartulina y parte en pergamino, de
    428 páginas. Es del siglo XV. Este Códice contiene un extenso
    tratado de latinidad. No consta quien es el autor. La materia está
    bien ordenada, señalándose cada asunto con letras grandes al
    principio del párrafo o capítulo. También hay iniciales de
    colores. En el margen se ven algunas notas.
    Merece notarse en este
    libro lo que ya hemos indicado de otros, respecto a estar escritos
    parte en cartulina y parte en pergamino. En este se observa que a
    cada seis hojas de cartulina siguen dos de pergamino, ignorándose el
    motivo de esta distribución tan especial.

    139. SAN AGUSTÍN
    Y OTROS SANTOS PADRES Y AUTORES.
    Un volumen en 4.° mayor, en
    pergamino, de 360 páginas. Es del siglo XIII. Contiene un tratado de
    San Agustín sobre los Académicos. Y otros breves escritos de San
    Jerónimo, San Ambrosio, San Hilario, San Isidoro, San Basilio,
    Casiodóro, Orígenes, Boecio, Séneca y otros.
    Al principio hay
    un índice que expresa los tratados de cada autor, y el folio donde
    se hallan; y al fin, o sea en el folio 166, comienza un largo índice
    alfabético que termina así: «Explicunt exceptiones ex libris
    XXIII trium actorum
    .
    Después sigue un codlibeto de Alejandro
    de Alejandría
    , que termina con esta nota que traducimos del
    latín: «Concluye el codlibeto del Maestro Alejandro de Alejandría,
    de la orden de Frailes menores, que contiene XXI cuestiones, cuyos
    títulos están escritos abajo por su orden» Luego se insertan los
    títulos.
    Por último contiene este Códice las cuestiones del
    Maestro Juan de Escocia, de la orden de Frailes menores,
    disputadas en París. Tal es el epígrafe que precede a este trabajo.




    140-147

    jueves, 14 de marzo de 2019

    Libro noveno (nono)

    LIBRO NONO




    Capítulo primero. De la
    ocasión que al Rey se ofreció estando en Alcañiz para determinar
    la conquista del Reyno de Valencia.




    Apenas había
    el Rey acabado la conquista de los reynos de Mallorca y Menorca (que
    bastara sola esta para perpetuar su glorioso nombre y fama) cuando
    por orden de y disposición del cielo, se le ofreció nueva ocasión
    para para emprender otra mayor y más provechosa a sus reynos, que
    fue la de sus vecinos los Moros y reyno de Valencia. Negocio arduo, y
    por muchas causas harto más dudoso que el pasado: así por la
    infinidad de moros, que por aquel tiempo estaban muy extendidos por
    España, y eran casi señores de la mitad de ella, y que moviendo
    guerra contra algunos de ellos, era cierto que habían de favorecer
    unos a otros contra los Cristianos: como por ser el Reyno marítimo y
    vecino de África para poder ser de ella muy presto socorrido: demás
    de ser de si fértil, y muy cultivado, y que por su mucha abundancia
    podría mantener guerra por mucho tiempo: principalmente por haber en
    él gente belicosa, y que para su defensa, estaba de todo género de
    armas bien provista. Finalmente por querer el Rey a solas, sin
    valerse del favor y ayuda de otros Reyes en prenderla, confiado, de
    que pues en esta empresa tenía las mismas intenciones que tuvo en la
    de Mallorca, de echar fuera del la impía secta de Mahoma, por
    introducir la fé Christiana, no emprendería cosa deste jaez por
    ardua que fuese, que con el favor divino, no saliese con ella. Mas
    porque ya antes comenzó el mismo esta jornada, y por estar muy
    ocupado y distraído en otras, no pudo proseguirla, será bien que
    declaremos, donde, y por quién al Rey se ofreció la ocasión, qué
    causas y motivos tuvo para emprender tan de veras esta conquista, de
    la cual nunca partió mano hasta verla del todo acabada. Dice pues la
    historia, que como el Rey partiendo de Mallorca llegase a tomar
    puerto en los Alfaches en Cataluña junto a las bocas del Ebro, y de
    allí diese licencia a don Nuño para visitar su condado de Rosellón,
    y el se quedase con el Comendador Folcalquier vicario del gran
    Maestre del Ospital: determinó de irse con él a Aragón: y pasando
    por el campo, y a vista de Tortosa, junto a las sierras de Benifaça
    (donde tomada Morella comenzó el Rey a edificar un monasterio
    devotísimo del orden de Cistels, como adelante diremos) entró por
    tierra de Morella en Aragón, y fue a parar en la villa de Alcañiz
    de la frontera (nuestra patria
    carissima)
    así dicha porque tiene enfrente de si a Cataluña, donde quiso
    reposar y solazarse por algunos días, pareciéndole pueblo de arte,
    muy alegre y aparejado para todo género de recreación, por ser una
    de las más insignes villas del reyno, que tiene a Cataluña al
    levante, y a Valencia al medio día, y está asentada en un recuesto
    de monte que mira al poniente, con una muy fructífera y extendida
    vega, que la rodea de todas partes salvo del Septentrión, donde tiene
    montes que la defienden de la tramontana. Es población de Mil casas
    altas y hermosamente labradas, con las calles y plazas enlosadas, y
    con su cercado muy ancho, fuerte, y bien torreado muro. Tiene para su
    defensa, a la parte de arriba en lo más alto del recuesto, una
    fortaleza y castillo inexpugnable, y por la de abajo, un río
    profundo llamado Guadalope (
    Guadalobos)
    que la cerca: cuya agua con la de muchas otras fuentes ayuda tanto
    con su riego a fertilizar sus campos y bien cultivada vega, que no
    solo producen todo género de mieses y varios frutales, pero son muy
    suaves y delicados: y que sin esto es su campaña riquísima de
    carnes, y de toda diversidad de caza y venados, según que de todo
    esto y de los ingenios de sus ciudadanos, se hace más copiosa
    mención en nuestros comentarios de Sale libro 5. De los cuales solo
    diremos, como cerca el gobierno de su República se tratan con tan
    pía y ahidalgada concordia: que como fruto que nace de ella, han
    emprendido grandísimas y suntuosísimas obras públicas por
    beneficio de la patria, y han salido con ellas: mas la han tanto
    ennoblecido, que no sin causa se siguió por disposición divina que
    el Rey para conformar con los suyos, y determinar una tan santa y
    memorable empresa, se retirase a este pueblo tan hecho a conformidad
    y concordia. Donde en aquella sazón para mejor deliberar sobre ella
    era llegado a ver al Rey don Blasco de Alagón, el cual había bien
    dos años que andaba por el mismo reyno en compañía de Zeyt Abuzeyt
    (como se ha dicho antes) reconociendo con curiosidad los pueblos y
    fortalezas que estaban en defensa, anotando las entradas y salidas
    dellos, con las comodidades para batirlos, y las armas y gente de
    guerra que había en la tierra para su defensa: además de haber
    ganado muchos amigos de los Moros, de cuyo favor y avisos se
    aprovechó después mucho el Rey para la conquista. De suerte que
    hallándose allí don Blasco con el comendador Folcalquier
    aposentados en lo alto de la villa, subieron con el Rey una mañana a
    un sobrado de la casa, adonde en un tanto que el Rey y don Blasco
    miraban a todas partes, y gozaban de tan deleitosa y extendida vista
    como por lo llano, y tan arbolado de la vega se descubría: el
    comendador se puso a una parte del sobrado a contemplar muy de
    propósito la bellísima presencia y
    personado
    del Rey (andaba a la sazón, por ser tiempo caluroso,
    horro
    de vestiduras
    luengas)
    como siendo de tan eminente estatura y grandeza de cuerpo, que se
    entiende fue de cuatro
    cobdos
    y medio de alto, era tan bien proporcionado de miembros, blanco y
    rubio claro de barba y cabello, y de tan suave aspecto y majestad de
    rostro, que otro más dispuesto, ni más bel hombre (
    hóbre)
    que él no se hallaba en todos sus reynos. Considerando, pues, del
    que no siendo de edad mayor de XXV años no solo hubiese apaciguado
    sus reynos, y domado los rebeldes, pero que fuera de ellos tuviese ya
    conquistadas las Islas Baleares, y triunfado de su Rey y destas:
    movido por inspiración divina, puso los ojos tan de hito en su Real
    persona, que lo echó de ver el Rey, y le dijo: qué es lo que estáis
    tan atentamente contemplando, nuestro gran Comendador? En verdad
    (señor y Rey nuestro) dijo el comendador, que cuanto más miro y
    contemplo vuestra tan admirable y graciosa presencia, y debajo de
    ella considero las extrañas y tan señaladas empresas que desde niño
    coménçastes a hazer, junto con el felice successo de todas ellas:
    tanto más vengo a creer, que algún Ángel bueno las guía, y que
    pues tenéis a Dios de vuestra parte, debéis pasar adelante y
    emprender otras mayores. Y pues con la presa de las Islas sois ya
    señor del mar Ibérico, y habéis triunfado de los corsarios del,
    volváis a tierra firme, y deis por las tierras marítimas, sobre
    todas, por la ciudad y Reyno de Valencia, pues lo tenéis tan vecino
    a los vuestros, y como dentro de casa. Porque saliendo con él, no
    solo libraréis a los vuestros de tan continuos daños y pérdidas
    que padecen con tan mal vecindado: pero seréis el primero que
    haureys
    abierto el paso a la corona de Aragón para osar entrar en la
    conquista de África. Demás de ser muy justo y debido que conquista
    que fue tantas veces comenzada por vuestros antepasados, sea por vos
    proseguida y acabada. Pues con la ventaja que lleváis a todos ellos
    en el poder y acrecentamiento de Reynos, no hay duda, sino que
    mediante el favor divino, saldréis con la empresa. Mayormente
    estando el Reyno diviso, y puesto, como vemos, en dos parcialidades,
    y que podemos bien decir, que sois ya señor de la una, pues tenéis
    la de Abuzeyt por vuestra. Y más con la presencia y asistencia de
    don Blasco, que tan sabidas y reconocidas tiene las salidas y
    entradas del reyno, y sus pocas, o muchas fuerzas y aparejo de
    guerra, y que con su consejo y guía, no habrá (
    haura)
    cosa que no se acierte. Y así en conclusión me parece, que a vos y
    a vuestros reynos importa tanto llevar a delante esta empresa, que
    haureys
    ganado muy poca honra, y menos opinión de sabio y prudente capitán,
    en
    hauer hechado
    los enemigos de lejos,
    quedándoseos
    los mayores y más perniciosos en casa. Don Blasco, que oyó razones
    tan verdaderas, y tan bien deducidas para mover el ánimo del Rey a
    hecho tan heroico desta conquista, loó y aprobó , sin más réplica
    todo lo que por el comendador fue tan sabia y prudentemente apuntado:
    en tanto, que después de haber hecho él también sus razones y
    discursos sobre ello, y en todo conformado con los del comendador,
    concluyó su plática, diciendo, que para comenzar la conquista con
    toda comodidad y ventaja del Rey y su ejército, ninguna otra tierra,
    ni plaza en todo el reyno se ofrecía más oportuna, que la villa de
    Burriana. Así por ser pueblo grande, bien fortificado, y cabeza de
    toda su comarca: como por ser muy fértil de campaña, y bastante
    para mantener la guerra. Pues aunque estaba metida muy adentro del
    Reyno, también era marítima, para poder ser muy presto por mar
    socorrido el ejército cuando estuviese sobre ella. Demás que siendo
    tomada, se podría muy bien fortificar de manera, que a pesar de la
    ciudad, que está a una jornada, y de todo el reyno, podría allí
    hibernar (
    yuernar)
    el ejército, y con solas las cabalgadas y correrías del campo
    mantenerse sin otras muchas comodidades para el ejército, que puesto
    el cerco sobre ella se descubrirían.



    Capítulo II. Como
    cuadró al Rey el parecer del comendador y don Blasco, y de las
    nuevas causas de la empresa, y del Bouage que fue impuesto a los
    Catalanes, y
    tallon
    a los Aragoneses para esta guerra.






    Fueron al Rey muy
    aceptas las palabras y advertimientos del comendador, en conformidad
    de lo que también dijo don Blasco sobre la conquista del Reyno de
    Valencia. La cual no tanto por el provecho que se le podía seguir:
    cuanto por relevar a sus reynos de tan continuos daños como
    recibían, tenía muy grande obligación de
    emprendella.
    Y así determinó emplearse del todo en ella. Para esto mandó
    convocar a los demás de su consejo en la misma villa, ante quien
    propuso esta su voluntad y empresa, por oír las razones de cada uno
    para mayor justificación de ella. La cual como a todos pareciese muy
    santa y provechosa,
    tomose
    por resolución. Que muy justa y debidamente se podía mover guerra
    contra Zaen Rey de Valencia, por ser tirano que había usurpado el
    Reyno ajeno: y porque había ofendido a su Real Majestad, y a sus
    reynos en muchas maneras. Lo primero porque sin preceder causa justa
    para ello, echó del reyno a Zeyt Abuzeyt verdadero y legítimo Rey
    de Valencia, y le desposeyó del, por solo que se había retirado de
    hacer correrías con la tala de campos en sus vecinos de Aragón y
    Cataluña, y porque no trataba con crueldad a los cautivos
    Cristianos. Lo segundo porque estando el Rey y los suyos ocupados en
    la guerra y conquista de Mallorca, Zaen había salido, con mano
    armada a correr el campo, y hecho gran daño en los confines de
    Cataluña, hasta llegar junto a Tortosa y Amposta fortaleza muy
    principal de los del Ospital: y no contento de haber talado los
    campos y hecho muy grande presa de cautivos en su comarca, de vuelta
    había acometido a Vldecona villa grande de la mesma orden, puesto
    que se le defendió valerosamente, y se retiró con gran daño suyo.
    Finalmente porque habiéndole enviado el Rey sus embajadores para
    querellarse dl por todos estos daños y excesos que había hecho en
    su tierra, y que no por eso se apartaría de su amistad, solo que le
    pagase la quinta parte de los portazgos de Murcia que cada año se le
    debían, y en el pasado no se le habían pagado: los despreció, e
    hizo burla de ellos, y de la recompensa que por los daños hechos le
    pedía. Y de los portazgos, respondió, que le quitaría cada año la
    mitad de ellos. Oídas por el Rey todas estas causas, de común
    parecer y voto de los del consejo fue Zaen condenado, a que fuese
    perseguido, y se le moviese guerra a fuego y a sangre pues por ser el
    Reyno de Valencia por antigua división comprendido en la conquista
    de Aragón, tocaba al Rey reparar estos daños, y echar del reyno a
    los causadores dellos. Con esto se partió el Rey para Monzón
    (
    Monçon),
    a donde mandó convocar cortes. Y
    ayuntados
    los grandes y Barones de los dos reynos, con algunos Prelados de
    iglesias, y con los Síndicos de las ciudades y villas reales, les
    propuso los grandes beneficios y provechos que para la provisión y
    seguridad de sus reynos se seguirían con la conquista del Reyno de
    Valencia, por ser tan rico y abundante de todas cosas, como
    claramente todos lo sabían y entendían: y mucho más por echar del
    tan mala vecindad de infieles enemigos de Dios y de su santo nombre,
    que no atendían sino a robarles sus haciendas, y cautivar los
    Cristianos: que por evitar esto, era su principal fin ganarle para
    introducir en él la santa fé católica y religión Cristiana: que
    todo redundaba en muy gran servicio de nuestro señor, y evidente
    beneficio y utilidad de sus reynos circunvecinos al de Valencia. Para
    lo cual les notificaba los grandes y excesivos gastos que en la
    empresa se habían de hacer: que les rogaba no dejasen de ser largos
    en ayudarle con sus haciendas: siendo para empresa donde él había
    de aventurar su persona por hacer bien a ellos. Como a todos
    pareciese muy santa y justa la proposición y demanda del Rey, y
    viniesen bien en lo que tocaba a los gastos: fue impuesto el Bouage a
    los Catalanes, que lo prometieron de muy buena gana, y con mayor
    brevedad que nunca lo cogieron y se lo dieron. Demás desto se
    ofrecieron las ciudades y villas Reales de Cataluña a servirle en
    esta guerra con gente y armas, por mar y por tierra. Por lo semejante
    fue demandado favor a los Aragoneses, los cuales para la misma
    guerra, de buena gana, y con mucha afición de servir al Rey
    consintieron el
    tallon
    que se les impuso, que algunos le llamaron
    herbage,
    y era un tanto conforme a los frutos que cada uno cogía de sus
    heredades y tierras, el cual pagaron más gustosamente, y en mayor
    cantidad, los que estaban más apartados del Reyno de Valencia:
    porque los vecinos y comarcanos ya contribuían en ser quintados para
    haber de ir personalmente a la guerra. Con esto comenzó el Rey a
    hacer gente, y bastecer su ejército, dándose toda la prisa posible
    por no perder otra tan oportuna ocasión como se le ofrecía a causa
    de las distensiones y discordias que entre si tenían los Reyes Moros
    de España, los cuales, o por la amistad de Abuzeyt, o por otras
    causas estaba mal con Zaen. Aunque las discordias entre los mismos,
    Abuzeyt y Zaen cabezas del reyno, fueron más al propósito que
    todas. Porque ya por esta causa se había dividido el Reyno en dos
    parcialidades. Y es cosa natural que lo dividido y esparcido es más
    débil y flaco que lo que está conjunto y unido.








    Capítulo III. Como
    consultado el sumo Pontífice sobre la conquista de Valencia la
    aprobó, y concedió la cruzada para ella, y del concierto hecho con
    don Blasco para comenzar la guerra.






    No le pareció bien
    al Rey comenzar guerra tan ardua y dudosa, mayormente por ser contra
    infieles sin consultarla primero con el sumo Pontífice Gregorio IX,
    que entonces regía la iglesia de Dios. Por esto envió sus
    embajadores a Roma para representar ante él, y su colegio de
    Cardenales la gran utilidad y provecho que a sus Reynos se le seguía,
    y a toda España con esta conquista, juntamente con el
    acrecentamiento de la fé católica y Cristiandad que en lo
    conquistado se introduciría para más aumento y obediencia de la
    sede Apostólica: que para mejor proseguir la empresa suplicaba a su
    Santidad le enviase la bendición, con la gracia e indulto de la
    santa Cruzada. A los cuales respondió el Papa con muy grande
    contentamiento: que le placía y se alegraba mucho de entender los
    buenos intentos y santos fines que el Rey llevaba en sus empresas,
    por verlas tan endreçadas al servicio de nuestro Señor, y
    acrecentamiento de su santo nombre y de su iglesia: que las pasase
    adelante con la gracia del Señor, y que no solo con dones
    espirituales, pero con hacienda y gente, si menester fuese, le
    favorecería con todo el amor y diligencia como era obligado: por ser
    esta empresa tan propia y dedicada al beneficio y aumento de la
    universal iglesia. Y así le enviaba la triunfante insignia y armas
    de la santísima Cruz de Iesu Christo nuestro Señor: certificándole
    que en virtud de aquella vencería a los enemigos de ella. También
    abrió el Thesoro de la sacratísima pasión y méritos del Señor,
    concediendo con la santa Cruzada poder de absolver de todos pecados,
    a los que con la insignia de la Cruz, y con ánimo de ensalzar la
    santa fé católica fuesen a esta guerra. Fue publicada esta
    bulla
    en Monzón en tanto que las cortes se tenían, y por los predicadores
    de ella muy encarecida y ensalzada. Entendió también el Rey, en que
    así los grandes y barones de los reynos como todos los capitanes y
    soldados tomasen y llevasen sobre sus armas y vestidos una Cruz
    colorada. De ahí acabadas las cortes el Rey volvió a Alcañiz, a
    donde muy de continuo consultaba con don Blasco sobre la conquista,
    informándose de los lugares más fuertes del reyno y por cuales se
    comenzaría la conquista. Mas siempre insistía don Blasco en que
    Burriana era el más cómodo puesto para comenzarla. Pero el Rey
    todavía era de diverso parecer, y decía que sería mejor entrar por
    Morella, por ser villa fortificada y más cercana y frontera de
    Aragón, para tener las espaldas seguras, no quedase nada atrás por
    conquistar. Y así teniendo el Rey por muy cierto que haría mucho a
    su propósito que don Blasco la comenzase por Morella, perseveró en
    persuadírselo, puesto que ya antes habían los dos altercado sobre
    ello algunas veces, mas don Blasco nunca había querido arrostrar a
    ello. Por lo cual determinó el Rey venir a conciertos con él: y
    para más atraerle a su propósito, prometió dejarle de buena gana
    todos los lugares y villas que él se ganase de los Moros. Fue
    contento del partido don Blasco, y hecho este concierto se partió
    para Morella que no está lejos de Alcañiz. Llegando pues a vista de
    ella, puso su gente en celada, y con la inteligencia y favor que
    tenía dentro con algunos principales de la villa, tuvo por cierta la
    presa.











    Capítulo IV. De la ida del Rey a Teruel, y como pasó a Exea de
    Aluarrazin a cazar, a donde le vino nueva como la gente de Teruel
    habían tomado a Ares, y don Blasco a Morella.






    Luego que don Blasco
    partió para Morella el Rey se fue para Teruel, trayendo consigo al
    comendador Folcalquier, y pasó a un pueblo principal más arriba
    junto al mismo río que se llama Exea de Albarrazin para recrearse
    con la montería de venados y puercos
    jaualies
    de que tanto abunda aquella tierra, por habérselo mucho encarecido
    don Pedro Azagra señor de Albarracín, que le convidó a la caça, y
    le aposentó y regaló muy magníficamente en dicho pueblo: lo que
    para el Rey fue de mucho gusto y recreo. Estando pues en lo mejor de
    la caza llegó a él un correo de a pie con aviso que los soldados de
    Teruel, que por su orden estaban en guarnición en la frontera del
    reyno de Valencia, con cierto ardid de guerra se habían entrado en
    la villa de Ares, y tomado el castillo de ella: y que lo defenderían,
    si les proveyesen de más gente, antes que el Rey de Valencia enviase
    la suya para cobrarlo.
    Holgose
    estrañamente
    el Rey con esta nueva.
    Porque es Ares pueblo fuerte, y puesto en lo más eminente de todo el
    reyno, que está por la parte de oriente y medio día altísimo y a
    peña tajada levantado: tanto que sirve de atalaya para descubrir lo
    muy lejos del reyno, y que aprovecharía con la gente de guarnición
    no solo para impedir las correrías de los Moros, pero para con más
    seguridad hacer contra ellos las suyas los Cristianos. Luego el Rey
    envió allá quien de su parte des dijese el gran servicio que había
    recibido dellos con tal presa: que tuviesen buen ánimo y defendiesen
    la villa y fortaleza, porque él mismo en persona sería presto con
    ellos. Y así se partió luego, mandando a la gente que tenía hecha
    en Teruel de a pie y de a caballo que le siguiesen. La cual Fernando
    Díaz y Rodrigo Ortiz hidalgos principales de Teruel, llevaron a la
    villa de Alfambra (cuyo nombre morisco tiene el río que pasa por
    ella y entra más
    abaxo
    en Guadalauiar) donde se había de ayuntar el Rey con ellos. Pues
    como partiese de Exea, y pasando por el barranco de Caudet llegase a
    Alhambra al anochecer, cenó y durmió poco: porque a la media noche
    se levantó, y no embargante el gran frío de la tierra, por ser ya
    entrada de invierno, se puso en camino, y a largo paso llegó al
    amanecer al puerto de Montagudo. De allí ya tarde arribó a
    Villarroya lugar de la orden del Ospital: a donde el comendador
    Folcalquier, que siempre le seguía, le hospedó muy regaladamente, y
    durmiendo pocas horas, muy de mañana volvió a su camino. Llegando
    pues a lo más alto de aquellas sierras, descubrieron de lejos un
    ballestero de a caballo que a campo
    traviesso
    venía a más andar, enviado por don Blasco, y llegado al Rey dio
    aviso como la gente de don Blasco había tomado la fortaleza de
    Morella, y con ella apoderándose de la villa. El Rey que oyó esto,
    mostró muy grande alegría y regocijo con la nueva: aunque a la
    verdad en su ánimo no dejó de entristecerse harto: porque conforme
    al concierto hecho, Morella quedaba por don Blasco: y se dolía mucho
    porque en comenzar la conquista, la presa de una tan importante plaza
    no le hubiese cabido a él, sino a don Blasco.












    Capítulo V. Como fue aconsejado el Rey tomase el camino de Morella,
    y de los grandes trabajos, y hambre que padeció por llegar a ella
    antes que don Blasco.






    Caminando el Rey muy
    dudoso y pensativo de la vía que tomaría, si proseguiría la de
    Ares, o entraría en la de Morella: llegó a una encrucijada donde se
    partía el camino para Morella, y paró allí. Como juntase con él
    Fernando Díaz, y le viese parado, y dudoso sobre cual de los dos
    caminos tomaría, pensando lo que podía ser, dijo. No queráis señor
    (os suplico) seguir agora el camino de Ares, y dejar el de Morella,
    siendo esta villa la más importante fortaleza de todo el reyno,
    hecha tan a vuestro propósito, y para espantar los ánimos de los
    Moros, antes seguid el camino de ella con toda prisa, primero que don
    Blasco se meta dentro. Porque conozco la condición y tesón del
    hombre tan soberbio y interesado, que si una vez se apodera de ella,
    más dificultad tendréis en cobrarla del que de los Moros. Entonces
    llamó el Rey a don Pedro Azagra, y a don Atorella, y al Comendador,
    y pidioles qual de los dos caminos debían seguir. Como sintió esto
    Fernando Díaz luego fue con ellos a esforzar más su parecer y voto
    de nuevo: añadiendo que en la diligencia y presteza estaba puesto el
    buen suceso desta empresa: que por eso le había de mandar a la gente
    de a pie de Teruel, que dejado el bagaje atrás, pues caminaban por
    tierra segura, siguiesen a la ligera el estandarte de los de a
    caballo. Pareciendo a todos esto bien, entraron en el camino de
    Morella, y llegados al río Calderas , de allí caminaron por montes
    y valles desiertos, y los más ásperos del mundo, sin haber rastro
    de camino hasta que llegaron al río que pasa a
    rayz
    del monte donde está puesta Morella: y sin más aguardar, ni tomar
    aliento, subió el Rey a lo alto del con extraño afán y diligencia,
    por ser asperrimo , con el ejército que de verlo ir delante fue
    luego en su seguimiento. Adonde asentó su Real (que por esto aun hoy
    se llama el collado del Rey) y está tan
    propinco
    a la villa, que de allí se podía fácilmente impedir a cualquiera
    la entrada y salida de ella. Luego mandó que a los primeros soldados
    que subieron, se les diese algún refresco, que apenas se halló por
    quedar el bagaje abajo, para que se pusiesen en el paso, y no dejasen
    salir, ni entrar en la villa a ninguno que no fuese preso, y
    traydo
    ante si. La causa por que el Rey mandó guardar aquel paso tan
    estrechamente, y nunca partir los ojos de la villa, porque los
    soldados de la fortaleza que estaban por don Blasco, no pudiesen
    darle aviso de su venida, pues tampoco don Blasco los podía
    descubrir viniendo por la otra parte de la villa. Y así estuvo el
    Rey toda la noche padeciendo intolerable frío, por la mucha nieve
    que había en el collado, y más por el continuo velar, sin estar
    debajo de cubierto. Y por lo mismo, los de caballo que por seguirle
    dejaron sus caballos y subieron a pie por el monte arriba, estaban
    muy fatigados y desacomodados, a causa de no haber podido subir al
    monte por su aspereza las acémilas (azemilas) cargadas con el bagaje
    y tiendas. Y que se halla por verdad que el Rey entre todos padeció
    grande hambre, ni comió de propósito por tres días desde la cena
    de Villarroya hasta allí, por no perder tan buena ocasión del
    collado.











    Capítulo VI. Que don Blasco fue preso al entrar en Morella y traído
    ante el Rey, le rogó le entregase la villa y la entregó. Y como el
    Rey fue a la villa de Ares y proveyó a los soldados.





    Luego el día
    siguiente después que el Rey subió al collado, y puso su guarda a
    vista de la puerta de la villa, llegó por la mañana don Blasco con
    algunos de a caballo para entrar en ella, no sabiendo de los que
    estaban en celada por el Rey. Y así fue preso por Ferná Pérez de
    Pina, que era capitán de la guarda.
    Traydo
    ante el Rey le recibió con abrazos y mucha fiesta, alabando mucho su
    valor y destreza en haber tan presto ganado la villa, y de lo mucho
    que se había holgado con el aviso que le dio de ello. Por lo que le
    rogaba con toda llaneza tuviese por bien de entregársela con la
    fortaleza, prometiendo le reconocería este servicio con muy buena
    recompensa. Como esto oyó don Blasco comenzó a pensar mucho sobre
    ello, y casi a negar la demanda. Pero volviendo el Rey y los
    capitanes a instarle sobre ello, queriendo ya poner las manos en él,
    si no condescendía con los ruegos del Rey, en fin se determinó en
    hacer de necesidad virtud, y perder de su derecho por contentar al
    Rey. Luego se fue con toda la gente de guarda, y llamando a sus
    soldados de la fortaleza, vinieron y la entregaron con la villa a los
    capitanes del Rey. Al cual don Blasco primero que todos prestó los
    homenajes y entró con él en Morella. De donde sacados sus soldados,
    y la guarnición de la fortaleza, dio lugar a que pusiesen el
    estandarte con la guarnición y gente del Rey en ella. A quien con
    los de la villa también se rindieron luego todas las Aldeas. Y
    dejando allí a uno de los principales barones que traía consigo
    encomendada la tierra, se puso en camino para la villa de Ares, así
    dicha (según fama) porque a causa de la gran altura del lugar,
    fueron en él puestas antiguamente las Aras, o altares para
    sacrificar a los Dioses. Entrando allí el Rey alabó mucho, y
    agradeció a los soldados de Teruel la presa de la villa, mandando
    les dar dobles pagas, y reforzar la guarnición de ella. Al otro día
    queriendo se partir de allí, oyó misa por la mañana, y puesto de
    rodillas hizo gracias al santísimo sacramento por la victoria de
    aquellas dos tan importantes plazas, ganadas sin derramamiento de
    sangre, y como primicias de su empresa, mandó luego edificar en las
    dos sus templos, para que se continuasen en ellos los oficios y
    sacrificios divinos. De allí partió para Teruel, llevando consigo a
    Zeyt Abuzeyt, el cual se halló presente al entrego de las dos
    villas, y de nuevo se sujetó al Rey, dada su fé que no dejaría
    durante la guerra, de hallarse con su persona, en ella, y que con
    todos sus deudos y amigos que tenía en el Reyno le serviría.











    Capítulo VII. De la donación que el Rey hizo a don Blasco del
    condado de Sástago por Morella, y de las dos encomiendas mayores de
    Aragón, y del ejército con que comenzó la conquista.






    Salió de Teruel el
    Rey a dar una vista y reconocer los pueblos de Aragón comarcanos a
    los de Castilla, por atajar algunas diferencias que entre ellos se
    ofrecían. Como fuese en Calatayud, acordándose de aquel memorable
    servicio y liberalidad de don Blasco en conquistar a Morella, y
    entregársela con la fortaleza, pareciole debía hacerle alguna
    honesta recompensa con la villa de Sástago, que era de las buenas
    Aragón con sus arrabales y término fertilísimo, que lo riega el
    río Ebro: por haber sido esta antes empeñada por el Rey don Pedro
    su padre en muy poca suma de dinero a don Artal de Alagón padre de
    don Blasco. La cual le dio con todo el estado perpetua y libremente,
    y más la fortaleza de María que está en el campo de Zaragoza. Del
    cual tiempo acá la gente y familia Alagonesa que ya en aquella Era
    florecía en antigüedad, en sangre Real, y hechos memorables, con el
    aumento del estado, quedó entre los Aragoneses después de la casa
    Real por muy principal entre todas. Hizo se esta donación y
    recompensa a don Blasco muy sobrepensado, de consejo y parecer de los
    grandes del reyno que se hallaron presentes, y así fue con mucho
    aplauso de todos sellada y firmada por el Rey. El cual como fuese ya
    señor de las dos villas, y hubiese puesto en ellas guarnición de
    soldados, para pasar adelante a poner cerco sobre Burriana, mandó
    convocar cortes en Teruel, por hacer allí junta de todo el ejército,
    y de propósito entrar en la conquista del Reyno. Donde se ayuntaron
    los Vicarios de los maestres del Temple y del Ospital, con los
    maestres de Vcles y de Calatrava. Destos dos últimos, aunque la
    fundación y cabezas estaban en Castilla, también había en Aragon
    algunas encomiendas instituidas por los Reyes, para contra Moros: y
    destas, la encomienda mayor de Ucles (
    Vcles),
    está fundada en la villa de Montalbán, de la cual se hablará
    presto. Y la encomienda mayor de Calatrava en la villa de Alcañiz:
    con otras menores de las mismas dos órdenes fundadas en otros
    lugares de Aragón. También se fundaron otras en el reyno de
    Valencia después de conquistado.
    Assi
    mismo se juntó con ellos don Bernaldo Montagudo Obispo de Zaragoza,
    que por muerte de don Sancho Ahones poco antes había sido elegido,
    Don Pedro Azagra señor de Albarracín, don Ximen Pérez de Taraçona,
    a quien después el Rey hizo merced de la Baronía de Arenos, con
    otros muchos señores del reyno. Con los cuales cuando se comenzó a
    formar el ejército, no pasaba de ciento y veinte caballos ligeros, y
    mil infantes, sin los que hizo Teruel, y los que enviaron Calatayud y
    Daroca, que todos llegaban a doscientos y cincuenta caballos, y mil y
    quinientos infantes.











    Capítulo
    VIII. Que después de
    auituallado
    el ejército en la comarca de Teruel, partió el Rey con el campo
    para la villa de Xerica, y de las escaramuzas que tuvo con los Moros
    de ella.







    Confiando el Rey
    sería pronta la venida de la gente que le había de enviar de la
    Proença el conde su primo, con la de Cataluña que había mandado
    hacer, salió de Teruel con tan pequeño ejército como dijimos. Y
    porque su fin era, por atemorizar a los moros, irles talando los
    campos y destruyendo cuanto le viniese delante, mandó muy bien
    proveer el ejército de pan y
    ceuadas,
    de los campos del Pobo (
    Pouo)
    y Visiedo lugares principales de la comunidad, y también de muy
    buenos tocinos y saladuras de Teruel y Albarracín. Más adelante,
    llegado a la Puebla de Valverde tomó copia de carneros, y del campo
    de Sarrión muy buenas vacas por ser estas dos tierras de grandes
    pastos para crianza de ganados mayores y menores. Con esto prosiguió
    el campo para Xerica villa primera del Reyno de Valencia. Y
    comenzando a marchar, llegaron de Sarrión a la Iaquesa postrer lugar
    de Aragon, donde está la casa de la Aduana, y registro de las
    mercadurías
    que entran y salen del un Reyno al otro. De allí pasado el río
    seco, que agora divide los reynos (porque antiguamente la división
    solía ser por el río Aluentosa que está más hacia Aragón y en
    las divisiones era el límite) entraron en el de Valencia, y hicieron
    sus correrías por algunas Aldeas de Xerica moderadamente, por estar
    mezcladas con Cristianos. De ahí descendieron por el monte de la
    Lacoua, de cuyo alto se descubría muy bien la villa de Xerica,
    principal entre los antiguos Edetanos, cercada de muy recio muro,
    demás de ser su asiento naturalmente fuerte. Porque está en un
    montecillo algo enhiesto y levantado, y en lo más alto del fundada
    la fortaleza, casi inexpugnable: porque tiene delante de si la villa
    por defensa, y detrás el río profundo, del cual hasta lo alto de
    ella es todo peña tajada. Su principal fuerza consiste en ser la
    gente belicosa, cual suele ser la que está en frontera: por tener
    siempre por enemigos los vecinos que son de diferente señor, y se
    ofrecen ocasiones para venir muchas veces a las manos, y estar
    siempre unos contra otros malintencionados. Sabida por Zaen la
    entrada del Rey con ánimo y aparejo de conquistar el Reyno por la
    parte de Xerica, temiéndose no le acaeciese como en lo de Morella,
    que por no haber enviado el socorro con tiempo se perdió: les
    proveyó de cuatro compañías de soldados escogidos: los cuales con
    la gente de la tierra hacían buena defensa. Destos salieron al
    camino ochocientos infantes muy bien armados para estorbar a los
    nuestros la tala de sus campos, y tan apacible y fructífera huerta:
    pero mandó el Rey no se comenzase a talar cosa hasta el día
    siguiente: porque no peleasen los nuestros sobre cansados del camino,
    sin tener primero hecho algún asiento y reparo para el ejército. Y
    como luego después de la bajada del monte poco más de una legua
    llegasen a un pequeño pueblo llamado Viver, que agora es principal,
    mandó parase cerca de allí el campo junto al río Palancia, que va
    a dar en Murviedro. En viniendo la mañana comenzaron a talar los
    campos y huertas que están entre Viver y Xerica con gran dolor de
    sus dueños que lo veían. Eran mil infantes y treinta de a caballo
    los que iban guardando los lados a los gastadores que pasaban hacia
    la villa haciendo la tala, sin que saliesen a impedirlo de cerca los
    del pueblo por miedo de la caballería que los alancearía: pero de
    lejos, puestos en lugares escondidos los ballesteros, hacían gran
    daño en los gastadores, y por esto no pasaron aquella tarde más
    adelante. El día siguiente remediaron los del Rey este daño muy a
    su salvo. Repartiendo la gente de a caballo, parte por el monte que
    está cerca de la vega a la mano diestra, del otra parte del río,
    parte por los mismos campos: tomando los primeros de la vanguardia de
    pie las adargas de los de a caballo, para defender con ellas a los
    que les seguían de las saetas de los Moros, los cuales por venir de
    lejos no encarnaban. Y así sosteniendo este primer ímpetu, pasaban
    adelante. Tras estos venían los ballesteros que en asomar el Moro le
    derribaban, y luego los gastadores, los cuales seguros del peligro del
    día antes, lo destruían (destruyan) todo.












    Capítulo IX. Que por haberse pasado adelante gran parte del
    ejército, dejó el Rey de cercar a Xerica, y pasó hasta llegar a
    vista de Burriana, cuyo asiento y campaña se describe.






    En tanto que esto pasaba
    en el campo de Xerica, los maestres del Temple, y del Ospital con los
    de Vcles y Calatrava, por atraer al Rey a lo de Burriana, se pasaron
    con una buena banda de caballos, y setecientos infantes, más
    adelante de Xerica, sin tocar en Segorbe por estar a la devoción de
    Abuzeyt. Y siguiendo el río abajo se metieron muy adentro en el
    Reyno hasta que llegaron a vista del castillo de Murviedro, que está
    a cuatro leguas de la ciudad, donde a mano izquierda está el camino
    para el valle de Segó dicho antiguamente de Sagunto que sale hacia
    la mar. El cual estaba muy cultivado, con mucha variedad de mieses,
    de granos menudos, de que le mantienen mucho los moros, y muy poblado
    de lugares. Como este se mandó también talar, y destruir, salieron
    luego a tropel gran muchedumbre de rústicos, sin ningún orden, para
    reconocer la gente nueva de guerra que se les metía por la tierra,
    pensando poderles impedir el paso. Entendido por el Rey, de los
    maestres y gente que se había desmandado, y que por codicia de
    llegar a Burriana se pasaban tan adelante, dejó de cercar a Xerica,
    y se fue con todo el campo en seguimiento dellos, y aunque encontró
    de camino con una pequeña villa dicha Torrestorres, no quiso
    detenerse en ella, siendo de enemigos, sino de paso talarle sus
    campos y vega, que tenía bien cultivada, por no divertirse de la
    conquista de Burriana: mayormente que no menos que los maestres
    desearía el llegar a ella, luego con todo el ejército junto. Con
    esto pasó muy adelante por el mismo valle, dejando a Almenara a la
    mano derecha, y por la falda de su castillo llegó a dar en el grande
    llano de Burriana. Allí se le descubrió un campo espaciosísimo y
    fertilísimo, y a la vista muy deleitoso, cercado de montes a modo de
    media luna, desde Almenara que está junto a la mar, al medio día,
    hasta el promontorio, o cabo de Orpesa al Septentrión, que distan
    entre si una jornada, tomando la linea recta ribera del mar, del un
    cabo al otro. Está el llano muy lleno de acequias que de las fuentes
    y río, vulgarmente dicho Millàs, se derivan, y riegan muy grande
    parte del hasta la mar: y con esto es tanta su fertilidad, que
    ayudada de la buena cultura del labrado, no es inferior en provecho a
    cualquier otro campo del Reyno. Pues demás del mucho pan, vino,
    aceite, ganados mayores y menores que produce, con otras muchas
    semillas, y morales para la seda, solía también ser muy abundante
    de arroz y de azúcar, que son de las principales mercaderías del
    Reyno: también de mucho pescado y mercadurías infinitas, que por
    ser marítimos gozan todos los pueblos que en este llano se
    encierran, que son muchos porque así de los que están situados en
    lo llano como por los montes y valles que van a dar en él, se
    descubren al pie de treinta entre villas y lugares. Era entonces la
    villa de Burriana la mayor y más fuerte de todas, así porque les
    excedía en la fertilidad y cultura, como por la vecindad del mar
    para ser bien provista: la cual por su grande sitio y altos muros era
    como alcázar de toda aquella comarca. Y demás que abundaba de todo
    género de vituallas, no dejaba de ser la gente de ella muy belicosa,
    y con esto estaba muy puesta en defensa: mayormente después que Zaen
    le envió los mil y quinientos soldados de refresco: sabiendo que la
    intención y venida del Rey se encaraman contra ella. Y así la
    proveyó de todas armas y pertrechos, y de ingenieros para repararla
    y defenderla: con fin de enviar mucho más socorro, por lo que se
    persuadía que la salud y conservación de todo el reyno dependía de
    la defensa de ella.











    Capítulo X. Como el Rey asentó el cerco sobre Burriana, y de las
    escaramuzas que cada día se tenían con los de la villa.






    Llegó el Rey con
    todo su ejército mediado Mayo a los contornos de Burriana. Y después
    de haber bien mirado su gran
    circuytu
    con tan bien torreado muro, mandó, por ser el tiempo ya muy
    adelante, y la tierra calurosa, asentar el campo con gran diligencia
    para más abreviar la empresa. Puso se el cerco por toda ella, aunque
    otros dicen que no, sino a la parte de la tierra. Porque hacia la
    marina era muy pantanosa y también porque a respecto del gran
    circuytu, el ejército era pequeño y tan limitado por entonces, como
    dicho
    hauemos.
    Fue pues avisado el Rey por los adalides y espías, de la grandeza y
    municiones de la villa, de la gente que había de pelea también de
    las más flacas, y más fuertes partes de la muralla, y a qué parte
    de ella podrían mejor encararse las máquinas y trabucos: finalmente
    del
    auituallamiento,
    y como tenían cumplida provisión para medio año de cerco. Asimismo
    los de la villa en este medio no dormían, antes con la misma
    curiosidad que los nuestros echaban sus espías, y se entendían con
    algunos moros que fingiendo ser Cristianos, andaban revueltos en el
    campo del Rey como soldados, y por estos tenían aviso de los
    discursos y designios del Rey y sus cosas. También se entendió como
    se hallaban dos mil y quinientos hombres de pelea dentro, entre los
    de Zaen y los de la villa, gente esforzada y bien proveyda, y que
    mostraron muy bien a los Cristianos lo que podían y valían, demás
    del buen ánimo y esperanza cierta que Zaen les daba, desde la
    ciudad, diciendo sería con ellos muy presto con ejército formado
    para socorrerles. Pues para que luego diesen alguna muestra de si, y
    comenzasen a poner la guerra en campo, cuatrocientos dellos, los más
    lucidos de Zaen, salían cada día a escaramuzar con los nuestros, y
    a estorbar que no acabasen de cercar el Real con el palenque y
    cestones, acometiéndolos bien diestramente por la parte más flaca:
    de manera que siempre hacían más daño que recibían, y que
    encargar sobre ellos el campo con muy gentil orden se retiraban. Como
    esto vio el Rey, mandó poner en tres partes guarda de cada ciento y
    cincuenta caballos, para que al salir de los moros hiciesen señal a
    los del ejército, y los entretuviesen: y que la una parte del
    ejército se estuviese queda en guardia del Real y la otra corriese a
    la escaramuza, y que en retirándose los Moros tentasen de entrarse
    revueltos con ellos en la villa, porque les seguiría todo el
    ejército. Era la ocasión y asidero destas escaramuzas el ganado de
    carneros y vacas del ejército, que entre el Real y la villa se
    apacentaban, y en estos daban los de dentro haciendo presa de ellos
    todas las veces que salían a escaramuzar, la cual los nuestros les
    quitaban de las manos. Y desta manera continuando las escaramuzas,
    volvían siempre de ambas partes con las manos sangrientas.












    Capítulo IX. Como crecía de cada día el ejército del Rey, y de la
    batería que se dio a la villa con las machinas, y como fueron rotas
    por los Moros, y en la defensa dellas el Rey herido.






    En este medio, a la
    fama de tan encendida guerra que llevaba el Rey en la conquista del
    Reyno, venían gentes de todas partes para hallarse en ella,
    señaladamente de Aragón y Cataluña llegaron las compañías de
    infantería y de a caballo que el Rey había mandado hacer. Con las
    cuales el ejército vino a ser de hasta veinte y cinco mil infantes,
    y dos mil caballos. Con esto los asaltos fueron de allí adelante más
    recios y porfiados. Porque llegadas por mar las machinas y
    instrumentos grandes de guerra, de Mallorca, y de Cataluña, que se
    quedaban en las atarazanas desarmados, y venían en piezas, mandó el
    Rey armarlas muy de propósito. Entre otras levantaron una gran torre
    hecha de trabazón
    (trauazon)
    de muchas tablas dobles, conforme a las que antiguamente usaban los
    Romanos, y las que usó el mismo Rey en el cerco de Mallorca. La
    movían los soldados a todas partes con tan buen arte y concierto,
    que se sentía poco el trabajo inmenso que les daba, a respeto de lo
    que se holgaban de contentar y servir al Rey en ello: viendo su
    graciosa presencia, y la afabilidad y humanidad con que los exhortaba
    y animaba. Llegaron pues con la machina tan cerca del muro, que
    estaba a menos de un tiro de piedra: y como se sobrepujase la
    muralla, con facilidad descubría lo interior de la villa, la cual
    batían con piedras, azagayas, lanças y saetas, haciendo muy grande
    estrago en ella: tanto que ninguno de los vecinos se tenía por
    seguro en su casa. Con todo eso el valor y destreza de los soldados
    de Zaen con los de la villa era tanto, y con tan valeroso ánimo la
    defendían, que a la postre pudieron muy bien resistir con sus
    contramáquinas a la nuestra, y con sus bien encaradas saetas mataron
    tantos de los que de lo alto de la machina peleaban, que ya no había
    quien pelease, e hicieron parar a los que por la parte de abajo la
    meneaban. Porque eran tantas las saetas y pasavolantes que de las
    torres del muro que sobrepujaba a la machina, tiraban, así contra
    los de arriba, que la defendían, como contra los de abajo que la
    movían, y le iban alrededor: que ni el Rey con andar a pie
    empavesado animando con su presencia a todos, ni los capitanes
    recibiendo en sus escudos las saetas, y esforzando a voces, fueron
    parte para entretener que la torre con otras machinas no fuesen
    desamparadas, hasta que la noche despartió la pelea: quedando el Rey
    herido con cuatro flechazos, aunque por gracia de Dios ninguno de
    ellos hizo llaga peligrosa. Entonces confesó el Rey (según en la
    historia refiere) que los Moros de Valencia eran harto más valientes
    que los de Mallorca.











    Capítulo XII. Que se armaron nuevas machinas, y de la gran hambre
    que en el campo hubo, y falta de dinero, y como se remedió todo.






    Quedaron los nuestros y
    los de la villa tan cansados de la escaramuza pasada, que de aquellos
    tres días siguientes, ni los Moros salieron a escaramuzar como
    solían, ni los nuestros atendieron a otro, que a tener puesta gente
    de guardia para las demás machinas, y a entender luego por la mañana
    en retirar a fuera la torre machina, porque estaba tan maltratada y
    deshecha, que antes causaba embarazo a los nuestros, que daño a los
    enemigos. Ayuntado el consejo sobre lo que debían hacer determinaron
    por otra vía batir la villa, y fue haciendo sus trincheras, y
    allegándose el ejército poco a poco al muro. Para esto juntaron
    todas las machinas y trabucos menores por encararlos hacia aquella
    parte del muro, a donde se enderezaban las trincheras, hasta tanto
    que por allí le abriesen, ya que no había lugar para minarle, a
    causa de ser la tierra muy húmeda y pantanosa, y que con la vecindad
    del mar manaba toda agua. Estuvo hasta aquel tiempo el Real provisto
    de pan y cebadas, y de toda cosa abundantemente, que lo daba la
    tierra. Mas como de cada día acudiese gente de todas partes, y el
    ejército fuese creciendo, comenzó a haber hambre, y vino a ser tan
    grande, señaladamente de pan y cevadas, que compelidos desta
    necesidad, se trató de alzar el cerco, y que cada uno se volviese a
    su tierra. Lo cual como tuviese al Rey afligido y triste: porque
    apenas se podía defender de la importunidad de muchos, que insistían
    en que se retirase el campo, y repartiese por las fronteras de Aragón
    y Cataluña, antes que la hambre los echase, y Zaen sobreviniese y
    triunfase de ellos. Estando en esto, vino nueva al campo de que
    habían arribado a la playa dos galeotas, la una de Bernaldo de
    Sentaugenia, gobernador de Mallorca, y la otra de Pedro Martel, de
    Tarragona, y Tortosa, que traían gran abundancia de trigo y cebadas
    con otras vituallas para el campo. Por las cuales, como si vinieran
    del cielo, el Rey hizo gracias infinitas a nuestro señor, y mandó
    que se tomasen, y pagasen sesenta mil sueldos por ellas. Aunque con
    la falta de pan, también se descubrió la que había de dinero: que
    ni se hallaba de donde pagar estos panes, ni quien se obligase por
    ellos, entre los del campo, sino los vicarios de los Maestros del
    Temple y del Ospital. Y aun estos no se obligaran, si no tuvieran
    firme esperanza, que de los lugares y villas que se ganasen de los
    Moros les había de caber buena parte para sus órdenes. Con esto se
    tomó a cambio el dinero de los mercaderes que seguían el campo, y
    se pagó lo que por el pan y cebadas se debía. Finalmente mandó el
    Rey, que las galeotas se quedasen por guarda de la costa del mar, de
    algunos corsarios que Zaen enviaba a fin de impedir al campo la
    provisión de mar. Y como las galeotas hicieron rostro, acudieron de
    toda aquella marina barquillos con vituallas.











    Capítulo XIII. Como por las dificultades que había en tomar a
    Burriana, quiso el Abad don Fernando persuadir al Rey alzase el cerco
    de ella.






    Aunque las necesidades de
    pan y vituallas se remediaron, en el campo el Rey escribió de nuevo
    al gobernador de Mallorca, continuase en proveerlo de más. Por otra
    parte descubrían de cada día mayores dificultades para ganar la
    villa, y comenzaban a murmurar sobre ello los que nacidos y criados
    en lo más alto y frío de Aragón, les fatigaba mucho el calor de la
    tierra baja, y deseaban extrañamente salir deste extremo, como
    ganado de ovejas, por volver al suyo. Por esto el Abad don Fernando,
    y otros del consejo, que nombra el Rey, Don Blasco, don Ximen de
    Vrrea, Liçana, Muça, y Taraçona consintiendo en un mismo parecer,
    procuraba en todo caso persuadir al Rey levantase el cerco y se
    fuesen, pensando que gustaría el Rey dello, por verle tan triste y
    pensativo, a causa del mal successo de la torre machina, y que se
    quejaba por verse tan desgraciado, y para menos que sus antepasados
    diciendo que a ellos todo les sucedía prósperamente, no como a él,
    que en el cerco de una sola villa le salía todo al revés. Con esta
    ocasión, pensando hacerle servicio se fueron para él juntos, y
    tomando la mano don Fernando le habló desta manera. Señor y Rey
    nuestro, el haberos sucedido hasta aquí en la guerra todas las cosas
    prósperamente, causa que agora destas, como de muy adversas, os
    aflijáis demasiado, y que de veros, que no sois mucho más dichoso y
    felice que los capitanes antiguos, os tengáis por infelice y
    desdichado. Lo cual parece cosa fuera de razón, y que no conviene a
    vuestro honor y reputación el tanto despreciaros por ello. Ya que
    todo esto os viene de no querer medir las cosas de la guerra con la
    fortuna adversa, sino solamente con la próspera, y así se sigue
    desto, que derraméis muy fuera tiempo tantas quejas de vos mesmo,
    diciendo, que vuestros antepasados fueron más venturosos que vos en
    armas: como sea así que en su tiempo tuvieron ellos sus desgracias y
    pérdidas, como en este de agora tenemos las nuestras. Porque no solo
    alcanzaban ellos sus victorias con derramamiento de sangre, y dudosos
    successos, pero con mucho desaliento, y largas de día en día, hasta
    que con intolerable trabajo y paciencia llegaban al cabo de ellas: y
    aun con todo eso se les fueran de las manos, sino siguieran el tiempo
    conforme al discurso de su mudanza y ocasiones: y así es menester en
    esto imitarles. Pues habéis emprendido guerra, harto ardua, y más
    difícil y peligrosa de lo que pensábamos. La cual a vos, y a
    nosotros con todo el ejército pone en tanta estrechura, que se
    pueden de hoy más esperar mucho mayores males que hasta aquí de
    ella, si no dais lugar al tiempo, y os conformáis con el estado y
    oportunidad que se os ofrece agora para ganar el renombre y fama de
    prudente. Porque tenéis señor muy bien experimentado el valor y
    esfuerzo de los enemigos, que tan valerosamente se defienden: habéis
    hallado la villa tan fortificada de gente y armas, que no solo no les
    habemos derribado ninguna de sus machinas y reparos: pero las
    nuestras nos han tanto maltratado, que ha sido forzado retirarlas: y
    que deste daño nuestro ha crecido tanto ánimo a los enemigos,
    cuanto creo de cada día va faltando a los nuestros. Los cuales ya
    murmuran de nosotros, y nos dan en rostro la falta que tenéis de
    consejo: porque siendo tan maltratado, y habiendo padecido lo que
    todos hemos visto, en esta guerra: no tratéis de dejarla, o
    diferirla para otro tiempo. Y que habiéndoos puesto tan adentro en
    tierras de enemigos, ya no esperéis sino que os cerquen por todas
    partes, y nos podamos todos. Añádese a esto la gran falta de dinero
    que se padece, y que no puede durar mucho la abundancia de pan que
    agora tenemos, por lo que acrecienta de gente el ejército de cada
    día: y sabemos que está ya agotada de vituallas toda la comarca.
    Sin eso, comienza ya mucho a fatigarnos la incomodidad del tiempo que
    está tan adelante, así por ser la tierra caldísima, como por el
    Sol ferventísimo que anda ya para entrar en la Canícula. Dejo
    aparte lo mucho que se quejan, y dan voces los escuadrones de las
    ciudades, y villas Reales, diciendo que las mieses están ya en
    sazón, y que es menester darle licencia para ir a segarlas, y a
    coger lo suyo cada uno. Demás de otras muchas causas, hay una que no
    importa poco para dejar sin daño la guerra: que Zaen desea más
    presto acometeros con dineros que con armas, y sabemos ha prometido
    dar una muy grande suma, porque nos apartemos del cerco. Lo que no
    dejamos de aconsejaros, y que se debe recibir eso y mucho más de un
    tan bárbaro y tirano enemigo: para que con ese mismo dinero podáis
    hacer mayor ejército contra él, y con más oportuno tiempo del año
    volver a conquistarle, no digo a Burriana, pero a la misma ciudad de
    Valencia con todo el Reyno.







    Capítulo XIV. Que
    oído don Fernando, tuvo el Rey su acuerdo, y por las causas y
    razones que de si dio, determinó de continuar el cerco.





    Oída la larga plática
    que don Fernando en su nombre y de los principales del consejo tuvo
    ante el Rey, le dijo que respondería a ella. Y revolviendo su
    pensamiento sobre cuanto se le había dicho, por ser cosas bien
    dignas de considerar, y que tenían su haz y envés: todavía como
    fuese de tan alto y divino ingenio, pasando por muchas cosas que le
    inclinaban a seguir lo mejor: consideró que era perder mucho de su
    honra y reputación, levantar el cerco de la villa, donde apenas
    había dos meses que le tenía puesto: no habiendo querido apartarse
    de la conquista de Mallorca harto más ardua y desviada de sus reynos
    que esta, por mucho que algunos de los suyos también lo procuraban,
    cuando había ya un año que la proseguía. Demás que sería, con
    semejante muestra de flaqueza y temor, dar ánimo a sus enemigos para
    que le tuviesen en poco:y también mucho más afrentoso, trocar el
    honesto triunfo que esperaba de la victoria, con el vil dinero del
    enemigo: teniendo por cierto que el consejo que para esto le daban
    los suyos, particularmente don Fernando, que siempre le fue siniestro
    para sus empresas, era vendido, a quien se creía, que Zaen con
    dádivas había para este efecto sobornado. Por esto determinó dejar
    los de este consejo y parecer, y sobre negocio tan grave oír el de
    otros menos apasionados y más celosos del bien común. Señaladamente
    del Arzobispo de Tarragona, y Obispo de Zaragoza, y los demás
    Prelados que allí se hallaron: también de los Maestres y Vicarios
    de las órdenes, con los otros grandes y Capitanes del ejército,y de
    don Guillen de Mompeller su tío. Los cuales ajuntados en la tienda
    del Rey, y consultados, si atentas las causas y razones que don
    Fernando había propuesto ante él (que se recitaron fielmente todas)
    para alzar el cerco de Burriana, y dejar por entonces de proseguir
    esta guerra, estaría bien al Rey seguir este parecer, sin perder
    nada de su honra y reputación, o sería mejor seguir lo contrario. A
    lo cual todos, siendo de un mismo voto y sentencia, respondieron, que
    no solo importaba a la honra del Rey, pero a la de sus Reynos, y
    mucho más a la de todos los Capitanes y principales del ejército,
    siendo tan grande y poderoso, perseverar hasta morir sobre el cerco.
    Quien otro sentía, no tenía gana de pelear, y le sería mejor, el
    consejo que daba de recogerse el ejército, tomarlo para si. La cual
    determinación se envió luego a don Fernando y los de su opinión,
    por resolución y respuesta.











    Capítulo XV. Que don Guillen Dentensa tomó a cargo la guarda y
    gobierno de las machinas, y como salieron de la villa y ponerles
    fuego, y defendiéndolas fue herido, y curado por la mano del Rey.






    Determinado que hubo
    el Rey de no partirse del cerco, por las buenas causas arriba dichas,
    don Guillen que fue el principal autor deste consejo, tomó a su
    cargo llevar adelante las trincheras con las machinas hasta las
    puertas de la villa, y de estar en la defensa dellas, con ánimo de
    no partirse de aquel puesto con sus soldados, que trajo de Guiayna,
    hasta que fuese el foso lleno, y quedase el paso llano para
    arremeter, y dar el asalto. Mandó también el Rey a los de su guarda
    Real de quien más se confiaba, que eran los Almugauares (destos se
    hablará más adelante) que estuviesen siempre en guarda de don
    Guillen, para cuando los de la villa saliesen a dar contra las
    machinas, para lo mismo se ofrecieron muy de veras los caballeros del
    Temple, y se pusieron en orden para esta defensa, como aquellos que
    siempre solían ser en las escaramuzas de los primeros. De manera que
    con la diligencia de don Guillen, y de don Ximen Pérez Taraçona, y
    de sus soldados, que se juntaron con él, allegaron las machinas,
    que por entonces solo servían por escudo y defensa de los que
    entendían en henchir y cegar el foso, hasta igualarlo con el suelo
    de arriba, y en agujerear el muro. Con este allegamiento de machinas,
    comenzaron a enojarse los de dentro, y a más embravecerse contra
    ellas, no echando de ver los agujeros que se hacían en el muro. Y en
    tanto que por aquella tarde cesó la batería de las machinas, y se
    fue la gente a reposar, salieron doscientos soldados de la villa con
    grande silencio, con sus manojos de esparto encendidos para dar fuego
    a las machinas: haciéndoles la centinela los del muro, puestos por
    todo él muchos ballesteros para llover saetas sobre los que
    acudiesen del campo a la defensa de ellas. Esto no pudo ser intentado
    tan a la sorda que no dejase de sentirlo don Guillen, el cual estaba
    muy atento para notar cualquier mínimo movimiento de los enemigos. Y
    así arremetió con su gente y los Templarios contra los que ponían
    fuego, y dio tan valerosamente con ellos que sin dejarles efectuar
    cosa alguna, los hizo retirar con grande estrago a la villa. Puesto
    que desta refriega quedó herido don Guillen de una saeta en la
    pierna por los del muro: y como lo supo el Rey, mandó que lo
    trajesen a su tienda Real, a donde de su propia mano le sacó el
    hierro de la saeta, que se le había quedado enclavado en la pierna,
    y le lavó la herida, y se la vendó (
    enbendo)
    en presencia de todos los cirujanos del campo, que se admiraron, y
    alabaron la destreza y mano del Rey en tal oficio: como aquel que se
    había preciado de hallarse en la cura de muchos heridos, y con su
    buen ingenio aprendido en aquel particular el modo de
    curallos.
    Estuvo luego sano don Guillen, y no bastó el Rey a detenerle, que no
    fuese las noches a asistir en su puesto. Con todo eso los de la villa
    no dejaban cada noche de hacer sus salidas, y dar sobre las machinas:
    aunque eran también recibidos de la gente de guarda, que siempre se
    volvían con alguna pérdida.












    Capítulo XVI. Como el Rey se puso en guarda de las machinas, y
    corriendo tras los que salían a quemarlas, llegó a hincar su lanza
    en las puertas de Burriana.






    Viendo el Rey el
    buen efecto que las machinas hacían en el cegar del foso, y
    aportillar del muro, entendía con grande curiosidad en la
    fortificación y conservación dellas: y por lo mismo los de la villa
    conociendo el mal que les hacían, no pudiendo prevalecer contra
    ellas del muro, como antes contra la torre máquina, no atendían a
    otro que a darles fuego. Como esto lo acometiesen cada noche, púsose
    el mismo Rey muy de propósito a rondar el campo, y a reconocer la
    guarda que de las machinas se hacía. Y como una noche no hallase
    puestos en centinela aquellos a quien de día la había encomendado,
    ni diesen el nombre, determinó de ahí adelante hacer él mismo en
    persona la guarda con nueve caballeros, y poner su escudo colgado en
    las máquinas, como
    decurión,
    o cabo
    descuadra
    que asiste a los de guardia. Como supieron esto por sus espías los
    de la villa, luego muy alegres, pensando hacer una gran presa de la
    persona del Rey, salieron doscientos y cincuenta de ellos los más
    escogidos, con sus manojos encendidos para dar fuego a las machinas:
    de los cuales solos cuarenta iban con escudos y fuego, los demás
    todos eran ballesteros: llegando ya para poner fuego, fueron
    descubiertos de dos escuderos del Rey, el cual en tocar alarma salió
    con los nueve caballeros de su puesto, siguiéndole los demás de
    guarda, y dio en los Moros con tanto ánimo, que sin más esperar,
    volvieron las espaldas, y el Rey que los siguió, con la oscuridad,
    se revolvió de tal suerte con ellos, que llegó a las puertas de la
    villa, e hincó su lanza en la principal dellas. Pero como las saetas
    anduviesen muy espesas, le fue forzado echado su escudo a las
    espaldas retirarse con buen orden hasta salir del peligro, del cual
    se recelaron tanto en el Real, que ya llegaba casi todo el ejército
    con antorchas encendidas, y muy en armas, a buscar su persona, con
    muy grande sobresalto de todos, a causa del rumor que se había
    esparcido por el campo, que no parecía el Rey, que se había
    perdido, que era preso, o muerto. Y aunque el sentimiento y
    alteración era común por la pérdida, no todos la lloraban de
    pesar: porque alguno de los que más entonaba la mala nueva, tomara
    la muerte del Rey por vida.











    Capítulo XVII. De la memorable, y nunca oída hazaña que el Rey
    hizo por salvar la honra de su ejército.






    No se puede dejar de
    escribir con letras de oro, lo que refieren del Rey todos los
    historiadores de su tiempo en este caso, de su tan heroica, singular,
    y nunca oída hazaña, o por mejor decir, sacrificio que de si mismo
    quiso hacer, por la salud y honra de su ejército: con la cual no
    solo se igualó con todos los Reyes y capitanes del mundo, pero les
    excedió con mayor gloria y prudencia, que cualquier de los Decios
    capitanes Romanos, cuando por salvar sus ejércitos perdieron
    indiscretamente las vidas. Cuentan pues del Rey que continuando su
    cerco, como estuviese muy triste y despechado, de ver por una parte
    la brava resistencia de los de la villa, y nuevo socorro que Zaen
    entendía en enviarles: por otra, la porfía de don Fernando, y los
    de su opinión, porque alzase el cerco, y se retirase a Aragón: y
    que si le alzaba sin hacer algún buen efecto, o sin alguna honesta
    causa y razón, en cuan grande mengua y afrenta ponía a si, y a todo
    su ejército: determinó, aunque con manifiesto riesgo de su vida y
    persona, dar tal salida al negocio, que contentase a la mayoría (
    a
    los más
    ) y salvase la honra (honrra)
    de todos. Para esto, sin dar parte dello a persona alguna, se
    encomendó a Dios y a su bendita madre, y saliendo noche y día a las
    escaramuzas, se desabrochaba el jubón, y desmallada la cota,
    descubría su pecho y persona, oponiéndose a las saetas, y a los
    demás siniestros de las escaramuzas: para que padeciendo en algo su
    Real persona, tuviese el ejército una honesta causa para levantar el
    cerco, y anteponer la salud de su Rey a la presa de una villa. Pero
    con el favor divino pudo hacer muy verdadera experiencia de su
    animosísimo e incomparable valor, y quedar su persona y cuerpo libre
    de todo riesgo y peligro, cuyo ánimo había ya sido tan asaetado de
    angustias que le causaban los suyos: porque en fin no dudó de
    aventurar su persona, solo que la honra y salud de su ejército se
    salvase.











    Capítulo XVIII. Como caída una torre del muro se dio el asalto, y
    aunque resistieron los Moros, se dieron a partido, y se tomó la
    villa, y de las mercedes que el Rey hizo aquel día.





    Continuando noche y
    día las machinas y trabucos en hacer su oficio encarándolas a una
    torre que estaba en una esquina de la muralla, quiso Dios que vino
    toda al suelo, y por ella quedó abierta la entrada a los nuestros.
    Los cuales cobrando grande ánimo, el día siguiente, como el foso
    estuviese ya lleno con la ruina de la torre, no solo por ella, pero
    por otras partes tentaron de escalar el muro, y de una acometieron la
    entrada. Pero el valor y virtud de los de dentro fue tanto, con hacer
    rostro y cuerpo de guardia detrás de la torre caída, poniendo allí
    un tercio de la gente, y la demás repartida por la muralla, que por
    todo aquel día, aunque con gran pérdida suya, se entretuvieron
    valerosamente: y quedó para el siguiente hacer todo el ejército del
    Rey su mayor fuerza. Como esto entendieron los de dentro, comenzaron
    a desconfiar de su salud y vida, así por verse acometer por tantas
    partes, y que las ruinas del muro eran irreparables: como por
    entender que las fuerzas y poder de los Cristianos siempre iban
    aumentando, viendo que los combates postreros eran muy más recios
    que los primeros. Por donde tardando ya mucho el socorro de Zaen,
    determinaron de entregarse al Rey, si les escuchaba de partidos que
    sería permitiéndoles se saliesen todos con sus mujeres y hijos, y
    también con su ajuar y alhajas (
    axuar y
    halaxas
    ), a la villa de Nules, muy
    cerca de allí: lo cual notificaron al Rey por sus embajadores. Pues
    como el partido pareciese bien a los grandes y consejeros del Rey,
    fue también él contento dello, y se les concedió de buena gana, y
    así más si más pidieran, por haberlos hallado tan valerosos en la
    defensa de la villa. Y así se salieron luego con mucha presteza, y
    asegurados de todo daño se trasladaron a la villa de Nules. Puesto
    que por la prisa no pudieron cargar con todo, quedó algo para los
    soldados, los cuales en un punto lo dieron a saco. Entró pues el Rey
    con su ejército en Burriana la víspera del glorioso Apóstol
    Santiago, después de pasados dos meses de cerco sobre ella, villa
    célebre, y que por su valerosa defensa de entonces acá ha sido, y
    será siempre muy nombrada. Donde el día siguiente del santo Apóstol
    celebró el Rey su fiesta, con muy grande regocijo y alegría de todo
    el ejército, a honor y gloria de nuestro señor, y de su bendita
    madre, mostrándose muy liberal para muchos: señaladamente lo fue
    para los caballeros del Temple que más se señalaron en esta
    conquista. Hizo merced de cierta parte de la villa y de sus campos,
    la cual poseen hoy los comendadores de la orden de Montesa.
    Finalmente después de puesto asiento en las cosas del gobierno de la
    villa con su comarca, y su gente de guarnición, por si Zaen quisiese
    mover algo, y renovar la guerra, despidió por entonces el ejército:
    alabando mucho a todos los soldados, y prometiéndoles que en la
    presa de la ciudad, para la cual los emplazaba, tendría muy grande
    cuenta con ellos, y con los buenos servicios que de ellos había
    recibido. Con esto cada uno se fue a sus tierras, y también al Rey
    por negocios urgentes le era forzado dar vuelta por Aragón. Para
    esto dejó a don Blasco, y a don Ximen de Urrea para solos dos meses
    con gente de guarnición en guarda de Burriana, hasta que don Pedro
    Cornel, a quien había nombrado por gobernador de ella, y de su
    comarca viniese de Aragón. No quiso el Rey desamparar esta plaza que
    tanto le costaba, por mucho que el Obispo de Lerida, y don Guillen
    Cervera monje de Poblete, que allí se hallaron, se lo porfiaron en
    presencia de Pero Sanz, y Bernaldo Rabaça, que servían de
    secretarios y eran de los prudentes hombres que el Rey tenía en su
    consejo. Satisfizo el Rey a la porfía con muchas razones en
    contrario, concluyendo que con el mismo ánimo y fuerzas que había
    ganado a Burriana la había de conservar: por lo mucho que estimaba
    la comodidad y oportunidad del lugar, para proseguir desde allí la
    guerra y conquista comenzada.











    Capítulo XIX. Como el Rey fue a Teruel, y entendido que Peñíscola
    se le entregaba, fue allá y se apoderó de ella, y de las tierras,
    que ganaron los Comendadores y don Ximen de Vrrea.






    Presa Burriana, y dejada
    gente de guarnición en ella, se partió el Rey para Tortosa, y de
    allí dio vuelta para Teruel donde hizo gracias a los Ciudadanos y
    hidalgos por el buen servicio que en esta guerra le habían hecho, y
    que se acordaría del. En tanto que atendía en asentar algunos
    negocios del reyno que allí acudieron, le vino aviso de Burriana, de
    don Ximen de Vrrea como había convidado a los de Peñíscola se
    diesen con las condiciones y partido que quisiesen, a su Real
    persona, que serían bien recibidos, donde no, que les denunciaba
    crudelísima guerra. Y que habían respondido que si el Rey viniese
    en persona a ellos se le rendirían a toda merced suya, porque sabían
    la benignidad y amor con que recibía a los que libremente se le
    entregaban, más que por conciertos. Como entendió esto el Rey,
    luego tomó siete de a caballo de los principales que le seguían,
    con los de su guarda y bagaje ordinario, y se fue para Peñíscola
    por el mismo camino que fue antes para Ares y Morella, y llegando
    bien adelante, tomó a mano derecha, con tanta prisa que a tercero
    día que partió de Teruel al anochecer, llegó a las puertas de
    Peñíscola. Como se certificó de los ánimos y determinación del
    pueblo, por que no pareciese que era cautelosa su entrada, mandó
    poner las tiendas en el campo, y quiso dormir allí aquella noche. Al
    cual salieron los principales de la villa, y le besaron la mano, y le
    proveyeron de vituallas y ropa para su persona y los demás, con
    grande solicitud y afición. El día siguiente salieron el Alcayde y
    oficiales reales con todo el pueblo, y dadas las llaves recibieron al
    Rey con gran triunfo, y como a su verdadero señor se entregaron la
    fortaleza. El cual les ofreció todo buen tratamiento, y concedió
    cuanto le pidieron. En este medio los Vicarios del Temple y del
    Ospital con sus Comendadores y gente de guerra, partieron de Tortosa
    hasta donde habían poco antes acompañado al Rey, y dando vuelta por
    el reyno, fueron a Xivert y Cervera villas de Moros no lejos de
    Peñíscola, y pusieron cerco sobre ellas. Por cuanto mucho antes por
    los Reyes don Alonso y don Pedro abuelo y padre del Rey, fue hecha
    merced dellas a sus órdenes, para siempre que el Reyno se
    conquistase por ellos, o por sus sucesores. Como los pueblos vieron
    la gente de guerra, y el aparato que había sobre ellos para
    combatirlos, se dieron luego con las fortalezas, y quedaron para
    siempre sujetos a las dos órdenes. Por el mismo tiempo volviendo el
    Rey de Peñíscola para Burriana, tomó de paso a los Polpis, pueblo
    señalado, pero apenas hay agora vestigio del: donde le alcanzó el
    ejército que volvió de Teruel y de otros pueblos comarcanos, y hizo
    capitán del a don Ximen de Urrea, el cual tomó todos los pueblos de
    aquella comarca que agora llaman el Maestrado, hasta Burriana, por
    fuerza o a partido. Tomó entre otros a Castellón de Burriana, que
    agora llaman de la plana: y es el más principal pueblo de toda ella,
    así en su asiento llano y vega fertilísima y muy extendida, como en
    grandeza de sitio y bien labrados edificios, y que son gente de
    lustre y belicosa. Tomada esta plaza volvió sobre Burriol, las
    Cuevas, y Vilafanes, que entonces eran pueblos cercados, y se le
    entregaron: de Cabanes que agora es pueblo insigne por las ferias que
    allí se tienen, como de moderno, no hace memoria del la historia.
    Finalmente tomó Alcalá de Xivert que era el más fuerte, y como
    amparo de toda aquella comarca, a causa de su fortaleza, que estaba
    con guarda y muy provista de todas armas. Cuyo Alcayde, y los del
    pueblo (puelo) como entendieron que todos los pueblos comarcanos se
    habían rendido, se dieron sin más resistencia. Desta fortaleza como
    cosa de confianza hizo merced el Rey de su tenencia y derechos al
    mismo capitán don Ximen de Vrrea, para él y a sus descendientes
    perpetuamente. Allegó el Rey a Burriana antes de cumplirse los dos
    meses que había tomado de plazo hasta la venida de don Pedro Cornel,
    a quien había dado el gobierno de Burriana, y quedose allí hasta
    que llegase.











    Capítulo XX. Como el Rey yendo a caça de grullas le dieron tan
    grandes graznidos que tomó ocasión dello, para proseguir la guerra
    contra los Moros en la ribera de Xucar. Y del río de los ojos y
    otras cosas.






    En este medio que se
    aguardaba la venida de don Pedro Cornel, el Rey por su recreación se
    dio a montería, principalmente de jabalíes, que los hay por los
    pantanos de Burriana (que allí dicen Almarjales) junto a la marina,
    en abundancia y grandísimos: y a vuelta dellos también a caza de
    grullas. Las cuales como se levantaron y pusieron en su orden
    triangular pareciéronle al Rey dignas de ser admiradas y
    contempladas por la gente de guerra. Pero siguiéndolas, como en
    llegar el Rey junto a ellas diesen tan excesivos graznidos por el
    aire, cuales nunca antes sintieron los que seguían la caza: el Rey
    que más atentamente consideraba el graznar (
    graznear)
    dellas, vino a persuadirse, que le amonestaban, como al buen capitá
    le estaría mejor en tierra de enemigos turbar el orden de ellos, que
    no de ellas. Y así, propuso luego de ir a dar una refriega por toda
    aquella tierra que está de la otra parte de la ciudad ribera del
    río Júcar (
    Xucar),
    por atemorizar a Zaen, talando los campos y saqueando los lugares.
    Para esto juntó su ejército que estaba alojado por los pueblos
    comarcanos: y escogió solos treinta de a caballo con ciento y
    cincuenta Almugauares y más setecientos infantes, todos a una gente
    muy lucida: y puesto en orden su bagaje, pasada la media noche
    comenzó a marchar con ellos: pero no pudo ir tan secreto, que al
    pasar por junto la villa de Almenara no fuese descubierto por las
    guardas. Los cuales viendo que andaba gente nueva por la tierra,
    luego desde su castillo y fortaleza que está en un monte alto dieron
    señal y aviso con fuegos a los de Muruiedro a una legua de ella, y
    de allí por las atalayas dispuestas en cada pueblo hicieron también
    sus señales y fuegos a Puçol y a Valencia. De manera que hasta los
    del río Xucar, y por toda su ribera voló la fama, en menos de vn
    hora, que entraban enemigos por la tierra. Mas aunque sintió el Rey
    era ya descubierto, no por ello (como dice la historia) dejó de
    continuar su viaje, antes mandó que el bagaje pasase a delante. Y
    así a paso tirado llegaron a Paterna y Manizes dos buenos lugares y
    muy nombrados, por la obra y vajilla de barro maravillosa que allí
    se hace, los cuales están a una legua de la ciudad. Apenas pues fue
    de día, cuando ya el Rey tuvo el ejército
    dessotra
    parte del río de Valencia, pasando los de a caballo por la parte que
    se podía vadear: y los de a pie hecho un escuadrón, por la puente
    de Quarte, que estaba más abajo hacia la ciudad. De allí fueron por
    la torre de Espioca: de donde se adelantaron doscientos soldados con
    el bagaje la vuelta de un pueblo llamado Alcocer, rico y muy
    abundante de arroz y seda y otros frutos junto a Xucar. Siguiendo el
    mismo camino el Rey llegó a un pueblo llamado Maçalabès, también
    de muy fértil tierra y abundosa de lo mismo, y es una de las
    baronías del reyno. La cual poseen los de la familia y linaje de los
    Milanes, descendientes de aquellos antiguos dos hermanos Ramon y
    Vguet del Milan, que dieron origen y principio a esta familia en este
    reyno (cuya principal cabeza son los Illustres Condes de Albayda)
    porque sirvieron estos hermanos al Rey caballerosamente en la
    conquista con sus personas y haciendas, como se muestra por haber
    sido nombrados, y heredados entre aquellos, en quien el Rey ganada la
    ciudad de Játiva (
    Xatiua),
    mandó hacer repartimiento de las heredades y tantos Reales para cada
    uno de los que en esta jornada le siguieron. Y es cierto que a este
    repartimiento no fueron acogidos ínfimos, o simples soldados, sino
    caballeros y gente señalada, como capitanes y criados del Rey, o
    caballeros aventureros que a su propia costa le seguían en la
    guerra: como se declara por un libro intitulado Memoria de los
    repartimientos: el cual está en el Archivo de la mesma ciudad de
    Xatiua muy bien autenticado, y los susodichos Ramon y Vguet del
    Milan, en él contenidos. Hízose este libro, o Aranzel de los
    repartimientos en el año del señor MCCXLVII. Siendo el Rey de edad
    de XXXVIII años. Está pues este pueblo asentado a la ribera del río
    que llaman de los Ojos, dicho así, porque poco más arriba de él
    nascen en
    tierra llana muchas fuentes como ojos de agua que hechos muy grandes
    arroyos, luego se recogen en una canal, y hacen este río formado: y
    hay opinión que nacen de otras tantas aguas que pocas leguas más
    arriba se hunden bajo tierra. Otros dicen que son brazos secretos del
    río Xucar que pasa muy cerca, porque le vehen crecer cuando crece
    Xucar, mas no es por eso, sino que creciendo el Xucar impide la
    entrada al de los Ojos, que va a dar en él, y le hace regolfar en
    tanta manera, que viene su agua a salir de madre, y extenderse por
    los campos para dejarlos bien (
    pa dexar
    los bié
    ) fertilizados. Tiene otra
    propiedad este río a causa de tantos ojos, que no solo donde nace,
    pero también hay de ellos río abajo: porque
    acaesce
    que si una res cae (
    cahe)
    en él, y cualquier otra cosa grande, se hunde que nunca más
    parece,
    y así es muy peligroso su paso.







    Capítulo XXI.
    De la acequia Real que mandó el Rey sacar del Xucar en el territorio
    de Alzira, de su admirable
    architectura
    y provecho, y de los muchos lugares que se han fundado por ocasión
    de ella.









    Como llegase el Rey
    a vista de Alzira, y desde un alto contemplase toda aquella tierra de
    la otra parte del Xucar, tan hermosa y bien cultivada, tan llena y
    fértil de árboles, y variedad de mieses, a causa del riego que el
    mismo río hacía por toda ella: y viese que la tierra que desotra
    parte del río pisaba, era tan llana y aparejada para producir tantos
    y tan diversos géneros de frutos y mieses como la otra, si fuese
    igualmente cultivada, y ayudada con el riego del mismo río:
    considerando también que este era grande y caudaloso, que podría
    así bien dar razón a las dos partes, sin mucha disminución suya:
    consultó
    sobre ello
    con sus ingenieros y expertos. Los cuales tanteada la tierra, y
    pesada el agua, hallaron podía muy bien sacarse del mismo río una
    muy grande acequia, para regar con ella mayor cantidad de tierra
    desta, que de la otra parte del río: y dado que había algunas
    notables y bien costosas dificultades para traer la acequia,
    resolvieron, que no faltaría ingenio ni industria para vencerlas, y
    salir con la empresa. Con esto propuso el Rey en su ánimo siempre
    que fuese señor de la villa de Alzira, poner en ejecución esta
    obra. Mas aunque el Rey no mandó poner luego mano en ella, hasta
    después de tomada Alzira: todavía pues hallamos ya hecha la
    acequia, y con tanto ingenio acabada, la describiremos en este lugar
    de la historia. Mandó pues el Rey en siendo señor de Alzira, sacar
    esta tan principal acequia (que por eso llamaron del Rey) del río
    Xucar, y para llevarla se cavó una madre o canal tan profunda y
    ancha, que casi cabe y se va por ella la tercera parte del río:
    tomando el agua desde un pueblo que llaman Antella, que está junto a
    él, tres leguas más arriba de Alzira: cuya canal abraza dentro de
    si el término y territorio desotra parte, a modo de una media luna,
    conforme al término que está de la otra parte regado con otra
    acequia antigua, aunque no tan grande, sacada del mismo río. Pero lo
    que más hay que notar en la del Rey es, que no fue parte para
    impedir la obra, la extraña dificultad que se hallaba para dar al
    agua su corriente: porque se le oponía de travieso, un gran
    torrente, o río que hoy llaman de Algemesi, lugar antiguamente
    pequeño, y agora es villa grande y de las más ricas del reyno, por
    la comodidad del acequia: cuyos márgenes son tan altos, y el agua va
    tan profunda dentro dellos, que no se podía pasar ni atravesar con
    arcos, o conductos por encima del torrente, ni lo sufría el peso del
    agua: sino que con admirable arte de los ingenieros se venció la
    dificultad de naturaleza, desta manera. Que antes de llegar la
    acequia al barranco, o torrente, abrieron la tierra, y por debajo de
    ella a picos, o como mejor pudieron, hicieron una canal, o madre de
    más de cuarenta pasos de largo, con tan firmes y bien argamasadas
    paredes y con su encaramada bóveda por do encaminaron el agua hasta
    que volviese a descubrirse, y pasar adelante y esto con tan firme y
    permanecedera obra, que de cuatro cientos años, o poco menos a esta
    parte, ni jamás se ha cegado, ni por muchas crecientes y avenidas
    del torrente que por encima han pasado, se ha sumido el agua sobre
    ella, ni el curso de la acequia poco ni mucho impedido: antes con su
    próspera y continua corriente, riega y fertiliza el término de más
    de XX lugares, que por la comodidad de la acequia, como está dicho,
    se han fundado después acá por los contornos de ella. Y así
    comenzando a cultivar y regar aquel territorio, se descubrió tanta
    fertilidad y abundancia en todo género de mieses y frutos, que no
    solo se iguala con las demás tierras del Reyno, pero en arroz y seda
    se aventaja a todas. Porque es tanto el provecho que destas dos
    mercaderías de allí se saca, que por ellas realmente vienen a ser
    estos lugares los más ricos y prósperos de todo el Reyno.








    Capítulo XXII. Como los soldados del bagaje saquearon a Alcocer, y
    con otras cabalgadas que el Rey hizo, se volvió a Burriana, y como
    se le rindió Almenara.






    Llegado pues el Rey
    al río de los Ojos, y hecho alto en Maçalaues la gente y soldados
    que iban primeros con el bagaje se metieron a saquear el primer
    pueblo grande que les vino delante que fue Alcocer, junto, y desta
    parte del Xucar, y hecha la presa se volvieron al bagaje y retiraron
    hacia donde estaba el Rey. En el mismo tiempo los de a caballo que se
    habían echado a la mano izquierda hacia la marina, y habían robado
    los lugares de aquella partida que eran aldeas de Alzira, se volvían
    al Rey con la presa delante: el cual se detuvo en Albalate de
    Pardinas, pueblo que está junto al río, hasta que toda su gente que
    se había esparcido a robar se recogiese, y en fin con sesenta Moros
    que vinieron a su parte se contentó, y volvió por el mismo camino,
    pasando el río de Valencia por la misma puente de Quarte sin hallar
    ningún estorbo, ni muestra de enemigos, hasta Burriana, donde
    celebró la fiesta de la natividad del señor con mucha solemnidad.
    Este mismo día don Pedro Cornel entró allí, con una buena banda de
    caballos, y el Rey le dio la gobernación y tenencia de Burriana, con
    toda su comarca: y demás de la gente de a caballo, le añadió
    seiscientos infantes para que hiciese sus cabalgadas contra Onda,
    Nules, el val de Uxò, y Almenara, talando campos y haciendo presas,
    conque mantuviese su gente, y amedrentase los Moros de la tierra. A
    esta sazón un escudero antiguo de don Pedro llamado Miguel Perez, a
    quien había enviado antes con su recámara a Burriana, y tenía
    amistad con algunos vecinos de la villa de Almaçora pueblo pequeño,
    pero fuerte, y una legua de Burriana, le dijeron que para cierta
    noche enviase el gobernador algunos pocos soldados, que les darían
    entrada en la villa por aquella parte del muro donde verían un
    faron
    encendido, y que los repartirían en tres torres, para que
    sobreviniendo el ejército se apoderase de la villa: porque así era
    la voluntad de los más. Siendo dello contento, y muy alegre Miguel
    Pérez: y prometiéndoles sería la villa muy bien tratada, y ellos
    bien galardonados del Rey, relató al gobernador su señor lo que de
    los de Almaçora había entendido, y hecho trato con ellos: llevó el
    gobernador a su escudero ante el Rey, y como supo del trato lo
    aprobó. Y luego mandó poner en celada cerca de la villa un
    escuadrón de hasta quinientos soldados de a pie y treinta de a
    caballo. Destos envió veinte con otros tantos de a pie a las ancas
    de los caballos, con la gente que llevaba las escalas, y otros
    instrumentos de guerra, guiados por Miguel Pérez. Acudiendo pues a
    la segunda vela y hora del concierto, y descubierto el faron,
    pusieron las escalas al muro, y subiendo cinco dellos, hallaron a los
    del concierto que les ayudaron a subir, y entrar en la villa: y los
    llevaron a una casa, donde acudieron muchos del pueblo, y sin
    decirles nada los ataron y pusieron en una mazmorra los dos dellos:
    pero los tres últimos viendo la traición, escapándoseles de entre
    las manos, se acogieron a una torre del muro, y haciéndose allí
    fuertes, dieron grandes voces, llamando traición: oyendo esto los
    que estaban en celada acudieron de presto y hallando las escalas
    puestas subieron el muro, y echadas del abajo las guardas, se
    metieron por las casas y calles, y librados los presos, antes que
    amaneciese fue la villa ganada, y saqueada, y muertos o huidos los
    vecinos de ella. Desta manera se ganó Almaçora sin pérdida de
    ningún Cristiano. Entró luego en ella el Rey y reconociéndola toda
    puso gente de guarnición, y la incorporó (
    encorporola)
    en la tenencia de don Pedro, y pues los Moros se habían ido, por ser
    pequeña y fuerte, mandó se poblase de Cristianos, a los cuales
    repartió las casas campos y heredades, que fueron soldados viejos ya
    cansados de seguir la guerra: de allí se volvió a Burriana. La cual
    siempre mandaba fortificar y poner en defensa, para de allí
    continuar la conquista. Luego salió a dar una vista por todas
    aquellas villas y lugares de la comarca que ya se habían ganado de
    los Moros, y en esto se detuvo otros dos meses para más animar al
    gobernador, y gente de guarnición con su presencia.












    Capítulo XXIII. Como llevando el Rey consigo a don Blasco y a don
    Ximen de Vrrea se fue para la villa de Montalbán, cuyo asiento se
    describe, con los admirables efectos y causas de su frescura.






    Asentado ya lo del
    gobierno y tenencia de Burriana, y puesto don Pedro Cornel en la
    presidencia de ella, partió el Rey para Aragón los últimos de
    Mayo, llevando consigo a don Blasco y a don Ximen de Vrrea, que de
    fatigados de residir tanto tiempo en Borriana tierra baja y calurosa,
    deseaban subir a la sierra para pasar el verano en tierra fresca. Y
    porque lo mismo deseaba el Rey, y la guerra daba lugar a ello por
    entonces, fue le dicho como ningún pueblo de todo Aragón era más
    fresco, ni regalado de verano que la villa de Montalbán, donde
    estaba la encomienda mayor del orden de Sanctiago en el reyno de
    Aragón
    , a medio camino de Teruel y Alcañiz, y a jornada y media de
    Zaragoza. Luego se partió el Rey para ella, y llegado a la gran
    sierra que llaman del Buytre, recreose mucho con tan larga y
    extendida vista de tierras que de ella se descubren y montes a más
    de veinte leguas. De allí descendió en unos muy profundos valles,
    donde está metido Montalbán al pie de un monte alto y blanco en
    medio de un muy ancho valle puesto, por donde pasa un río que llaman
    Martín, que más adelante es grande y caudaloso. Descubriose pues el
    valle rodeado de montes altísimos, y aunque muy blancos: nace con
    todo esto de las entrañas dellos aquella piedra negra que en Latín
    llaman Gagates, y en Romance Azabaje: de la cual, parece cosa
    increíble, ver las imágenes (
    imagines)
    y figuras lucientes (
    luzientes)
    de bulto que los artífices de aquel pueblo
    dolan
    y acaban con tanta perfección (
    perficion),
    que como mercadería de valor la remiten con mucha ganancia a
    diversas partes del mundo. También se descubrió la grande espesura
    de viñas que hay por los montes que están juntos a la villa. Los
    cuales puesto que son poco dispuestos para dar pan y otras mieses,
    por estar muy inhiestos: están, como dicho es, tan llenos de viñas
    y con sus pámpanos hacen tan alegre vista de lejos, que no parecen
    otro que las guirnaldas de Baco (
    Bacho).
    Y es así que el vino que sale de ellas es mucho y muy bueno, con una
    propiedad natural de templanza, que por muy largo que del se beba
    alegrará bien, pero no desatinará al que le bebiere. La causa que
    para esto dan son las cuevas, o bodegas que hay en cada casa de la
    villa, profundísimas a pico hechas, y fresquísimas (
    frigidissimas)
    de verano: porque a causa del gran calor del sol que reverbera por
    aquel valle, y es muy caluroso, el frío se recoge a lo íntimo de
    ellas, y como se experimenta por los agujeros, o respiraderos que
    dellas salen a las calles, echan soplos de viento
    frigidissimo,
    quando el sol más hierve: llega esto a tanto que como los que de
    presto se echan en el río, se espeluznan de frío, así los que
    pasan por delante aquellos respiraderos se alteran de tan frío aire
    como sale dellos. Con esto las calles y casas están de aire, que se
    goza en ellas del más suave fresco que se puede desear por aquellos
    tres meses de verano. De manera que el vino y agua salen de las cavas
    tan fríos, que bebidos, casi igualan con la nieve. Y esta es la
    causa porque bebiendo mucho no se turba el juicio del
    bebiente:
    por lo que el frío comprime los vapores en el estómago, y no los
    deja subir ardientes, sino templados al
    celebro.
    De aquí se entiende claramente, como está dicho, que para gozar de
    todo regalo en el tiempo del gran calor, no hay otro asiento de
    pueblo más saludable, ni más regalado que Montalbán en España:
    pues allende del beber fresco, y de bueno, también es en el comer
    regaladísimo y muy provisto (
    proveydo)
    de excelentísimo pan, carnes, y cazas. Demás de ser pueblo
    regocijado y de gente llana y conversable.












    Capítulo XXIV. Del contento que el Rey tuvo en Montalbán, y de las
    mercedes que hizo a don Blasco, y de la plática que tuvo con don
    Ximen de Vrrea sobre las cosas de Mallorca.






    Bien se le pareció
    al Rey quedar contento del asiento y templanza de la villa de
    Montalbán, junto con el regalo y servicios que los del pueblo le
    hicieron el tiempo que allí estuvo, pues como suelen los hombres de
    contentos dar en agradecidos, y hacer mercedes, se acordó en ella de
    los memorables servicios de don Blasco, así por la libre
    renunciación
    que le hizo de la villa de Morella, como por el buen consejo que le
    dio de comenzar la guerra por Burriana, que por haberle sucedido
    también las dos cosas, quiso hacerle mercedes. Y así le concedió,
    que de vida suya poseyese a Morella, y fuese señor de ella,
    reservando para si solamente la torre más alta y más fuerte del
    castillo, que llaman
    celoquia,
    que debe ser la del homenaje, y que presidiese como alcayde de ella
    el Capitán Fernando Díaz, o Ximeno Taraçona con gente de
    guarnición. Esta merced la tuvo don Blasco en tan grande estima y
    favor, que le besó las manos por ella: y dio su fé y palabra por si
    y por su hijo don Artal en presencia de don Ximen y los criados del
    Rey, que muerto él, se restituiría Morella a la casa Real sin
    contradicción alguna. También confirmó el Rey de nuevo en favor
    del mismo don Blasco, para él y a sus sucesores, la donación que le
    hizo antes del Condado de Sástago, y lugar de María. Aguardando
    pues el Rey que pasase el estío, y solazándose mucho con el buen
    fresco de la tierra, vino en buena conversación con don Ximen y don
    Blasco, a discurrir sobre las guerras pasadas, y prósperos successos
    dellas, hasta que llegaron a tratar de Mallorca, y del pacífico
    estado de que las dos Islas gozaban. Con cuyas conquistas, decía,
    que puesto que le habían costado trabajos, y sangre de amigos, pero
    que había con ellos ampliado y aprovechado mucho a sus reynos, no
    solo con la provisión de tantas y tan excelentes mercaderías como
    salían dellas: más aun por haber purgado todo aquel mar de los
    corsarios dellas, y de la de Berbería: concluyendo, que a no tener
    las Islas, fuera vana, y por demás la empresa de Valencia. Y que por
    esto tenía más cuidado que nunca del gobierno y conservación de
    ellas. A esto salió don Ximeno, que también había tenido cargos en
    aquella conquista, y sabía muy bien lo que pasaba por entonces sobre
    el gobierno y regimiento dellas, diciendo. Ciertamente, mi señor y
    Rey, puesto que no tengáis necesidad de consejo, porque os sobra
    para todos, que oiréis de mi, por vía de advertimiento, uno, aunque
    falto de prudencia, pero bien cumplido de fidelidad y es que tengo
    recelo no se pierdan muy presto esas Islas que tanto preciáis, por
    vuestra culpa. Porque todo cuanto
    pusistes
    de trabajo y diligencia en ganarlas, agora es mayor el descuido y
    negligencia que usáis en mantenerlas: por haberlas puesto en mano de
    don Pedro de Portugal, hombre (como todos sabemos) para
    defendellas,
    de los más inútiles y impertinentes del mundo. Como oyó esto el
    Rey con tanta verdad dicho, y que lo hablaba Vrrea con afición y
    buen celo, se le sonrió, mandando que no pasase adelante
    sobre
    ello
    : porque vería muy presto la
    enmienda de su yerno: pues ya don Pedro había salido de las Islas, y
    vuelto a Cataluña, y por la recompensa que le había dado de ciertas
    villas y castillos, le había vuelto a renunciar las Islas libremente
    con todos sus derechos y acciones. Finalmente como comenzó ya el
    tiempo a refrescar, hechas por el Rey gracias con algunas mercedes a
    los de Montalbán, por el buen servicio y hospedaje que le hicieron,
    se partió para Zaragoza, y de allí a Huesca.







    Fin del libro nono.