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domingo, 28 de junio de 2020

CAPÍTULO V.


CAPÍTULO V.

Vienen diversas gentes a España, llamadas de las grandes riquezas que descubrieron los incendios de los montes Pirineos, y lo que padecieron los naturales de ella.

Pasado el trabajo que Dios había enviado a la mísera España, y regada aquella con las lluvias abundantes que vinieron del cielo, fue ocasión que gran muchedumbre de gente extranjera viniera a poblarse en ella, acordándose de la prosperidad que en tiempos pasados habían visto en los fértiles campos de ella, y de la gran riqueza de que esta
provincia abundaba. Vinieron pueblos enteros, y cada cual tomaba aquella parte de tierra que entendia ser mejor para la comodidad de los ganados o para la labor de la tierra:
vinieron entonces muchas familias de los mismos españoles que se habían salido en el tiempo de la seca, y cobraron lo que habían dejado cuando se salieron de ella; y entraron también los Celtas (1: Plinio, lib. 3, c. 1.), Egipcios, Milesios, Lidios, Tracios, Rodios, Troyanos, Cipriotas, Fenicios, Persas, Carios, Lesbios, Focenses y otras muchas gentes que dejaron varias fundaciones de pueblos y ciudades, que traen los autores de las historias generales de España. Al principio que estas gentes y naciones entraron en España, sucedió aquel incendio tan nombrado de los Pirineos, que algunos atribuyen a descuido de ciertos pastores; otros que fue acaso para quemar los árboles y matorrales con intento de desmontar y romper los campos, para que se pudiesen cultivar y habitar, y apacentar en ellos los ganados. Este fuego lo encendieron sobre lo último de ellos, no temiendo el daño que después sucedió, y fue, que la llama prendió de tal arte, que muy gran trecho de las montañas ardieron muchos días, y con la calor demasiada se rompieron las peñas de los valles y recuestos, y echaban de sí tales ondas y grupadas de fuego, que no se puede imaginar cosa más espantable y temerosa. Vióse de la mayor parte de España el incendio, y pocas provincias hubo en ella de donde no se divisasen las llamas o la calina, con toda la sobra de su calor; y no solo se quemaron los árboles y las piedras, yerbas y verdura, sino también las venas de los metales escondidos en el corazón y entrañas de aquellos montes, porque se derritieron a todas partes con grandes arroyos de plata, y corrieron desde lo más alto a lo más bajo de aquellos montes con abundancia maravillosa, forzados del ardor excesivo, y penetró por los mineros adentro; y a la fama de tal suceso acudieron muchas de las dichas naciones a gozar de la riqueza de este reino, que era tanta, que se puede comparar con lo que se saca de las Indias; porque si en aquellas tierras se han hallado en su principio pedazos de oro en mucha abundancia, lo mismo sucedió en España en estos siglos; y por eso dijo Plinio (Lib.3.c.3): Argenti et auri tota ferè Hispania scatet; y Apiano, referido por Marineo Sículo, dice: Hispania quoque, terra ferax auri et argenti, gemmarum ac metallorum: y Lucio Floro, al fin del cuarto libro, hablando de ella, dice: Natura regionis circa se omnis aurifera, minisque ef chrysocollae et aliorum colorum ferax: y Estrabon (1: Lib. 3. ), De Situ orbis, libro tercero, dice: Montes extant auri et argenti, habentes indaginem, quam metalleam nuncupant; y de aquí es llevar los ríos de Noguera Pallaresa y Segre arenas de oro, por estar llenas de él las entrañas de los Pirineos, que son aquellos montes de donde salen estos ríos que traviesan el condado de Urgel.
Este incendio de los Pirineos fue muy notorio a los antiguos autores, y Aristóteles hace memoria de él (2: Arist. De Mirabilibus Ausculta. ), diciendo: «dicen que en España quemaron los pastores en ciertos tiempos los montes, y que se calentó con el fuego de tal manera la tierra, que se derritió la plata; y como sobreviniesen terremotos, hiciéronse grandes grietas en la tierra, y por ellas cogieron mucha cantidad de plata, de la cual tuvieron grandes provechos los vecinos de Marsella.» Y Diodoro Sículo lo refiere (3: Lib. 6., Bibliothe. cap. 9. ), diciendo: «los montes que llamaron Pirineos son superiores a otros en longitud y altura, porque desde el mar del mediodía, (midi francés) hasta el océano del septentrión, dividen a España de Francia, y también se extienden por la Celtiberia más de tres mil estados: están llenos de selvas, y refieren, que en tiempos antiguos les pusieron fuego los pastores, y se abrasaron todas estas montañas, y por esta causa se llamaron Pirineos. Durando el fuego muchos días, corrieron arroyos de plata, que compraron a vil precio después los mercaderes fenicios de los naturales de la tierra, que no conocían el valor de este metal, y lo llevaron a Grecia y Asia, y adquirieron con él hartas riquezas; y de aquí quedó a aquellos montes el nombre de Pirineos, que les dieron los griegos moradores de España, y ha durado hasta el día de hoy, porque aquella palabra pyr, en griego, significa fuego. (pyros, pirómano
Entonces quieren algunos hubiesen venido a ella el gran poeta Homero y Hesiodo, que florecieron en el año 1140 antea del nacimiento de Jesucristo señor nuestro, según Casiodoro, y lo refiere Herodoto en su vida. La venida de Nabucodonosor, rey de Babilonia, con muchos hebreos, persas y caldeos, fue por estos tiempos; y todos venían por gozar de las grandes riquezas de este reino (sojuzgando a sus naturales), que eran en tanta abundancia, que, a más de lo que he dicho, de sus riquezas dice Estrabon (Lib. 3, De Situ orbis.), que había en ella montes de oro y plata, y que causaba admiración la destreza de los españoles en beneficiar las minas de que está lleno todo el reino. Y después, hablando el dicho autor de la ventaja que hay de los metales de España a los de Francia, dice: que se hallan pedazos de oro de a media libra, sin haber necesidad de acrisolarlos, y que ha acontecido quebrar las piedras y hallar dentro pedazos de oro del tamaño y forma del pezon de una muger, como sucedió también en tiempo de los reyes Católicos en las Indias. Y en otra parte dice: que del interés de las minas había hombres que solían sacar cada tres días un talento, que, según la cuenta de Ambrosio Morales, vale seiscientos ducados de doce reales; y Posidonio, autor griego, referido por Celio Rodigino (Rodeg., lib. 10, c. 22.), ponderando estas riquezas, y hablando del incendio de los Pirineos, dice: que todos los montes y collados de España dan materia para acuñar moneda, y que quien considerare esta tierra, hallará que es un erario de tesoro y una fuente perpetua de metales, y que Pluton, dios de las riquezas, mora en sus entrañas, y más en particular en los montes de los pueblos Ilergetes; pues los ríos que de ellos salen llevan arenas de oro, dando indicio y cierta señal de lo mucho que hay escondido en el centro de ellos. De estas riquezas de España hablan las divinas letras en los Macabeos (1), diciendo: Et audivit Judas nomen romanorum, quia sunt potentes viribus, …. et quanta fecerunt in regione Hispaniae, et quod in potestatem redegerunt metalla argenti et auri, quae illic sunt, et possederunt omnem locum consilio suo, et patientia. Y Diodoro Sículo las encareció más que todos, y con grandes exageraciones; y por ser tanta la abundancia de él, era muy poco estimado de los naturales: y dice Aristóteles como cosa notable, que los antiguos fenicios navegaron a Tarteso, que era a las riberas del río Guadalquivir, y que los españoles les dieron tanta plata en trueque de aceite y otras mercaderías viles (2), que no cupo en los navíos, y así se vieron obligados, al partir, de hacer de plata todos los vasos ordinarios, hasta las áncoras de los navíos; y así tengo por indubitado, que toda aquella abundancia de oro y plata que había en Jerusalén en tiempo de Salomón, referida por la sagrada Escritura (3), toda era de España, que era la tierra más abundante de estos metales que se conocía en aquellos siglos, y no solo de esto, pero aun de pavos, dientes de elefantes y monas, que traían apuellas (aquellas) flotas; porque pudo ser que se criasen en ella entonces y abundase de estos animales, así como carecía de aceite, cosa de que ahora tanto abunda; que largo espacio de tiempo todo lo puede mudar, y así como vemos hoy acabadas y sin beneficiarse las minas, es muy verisímil (verosímil) se acabase la especie de estos animales, que tan poco conocidos y naturales son hoy en ella.

(1) Macab., lib. 1, c. 8.
(2) Arist., De Mirabilibus Ausculta. in fine.
(3) Lib. 3 de Los Reyes, c. 10; y en el Paralipómenon, lib. 2, c. 9.

Todas estas venidas de gentes extranjeras no eran por amor que tuviesen a esta nuestra España y a sus naturales, sino para su provecho e interés de ellos; y así se puede considerar, qué agravios, qué opresiones, qué tiranías usarían con los naturales, porque el mejor rey, si es estraño pone en trabajo a sus estados, y cuando ame como debe a sus vasallos, siempre trae consigo ministros y privados de otros reinos, que todos son a maltratar y despojar la provincia que gobiernan, y más si no hallan en ella resistencia tal que les sirva de freno a sus ambiciones y codicias. Vímoslo en las Indias. ¡Qué de daño recibió aquella gente de los que fueron a la conquista de aquellos reinos Cuántos acabaron míseramente en el labor de las minas, sacando oro y plata y trayendo cargas de unos lugares a otros, como lo refiere fray Bartolomé de las Casas, obispo de Chiapa, (Chiapas) que cuenta cosas nunca oídas ni escritas! (Alejandro Magno fue un bonachón y campechano). Pues lo mismo pudieron nuestros españoles, señoreados de tantas y tan diversas naciones; y es cierto, que habiendo naturales de la tierra, (alguno habría antes que esos, aunque fuesen los macacos de Gibraltar) no habían ellos de trabajar en sacar las minas y beneficiar los metales que salían de ellas (hombre, hay que aprovechar las cualidades genéticas de los nietos de Noé), y es muy verisímil que muchos fenecieron sus días en aquellos insoportables trabajos (como los mineros de Asturias en el siglo XXI, o los buscadores de diamantes de África): así que, lo que les había de hacer ricos y prósperos, les hizo pobres y abatidos, mayormente, que ni ellos conocían el valor del oro y su estima, así como los de las Indias que por cascabeles, espejos, y otras bujerías semejantes daban cantidades de oro notables; y estos, sin duda trabajaron tanto en sacarlo de la tierra, que lo acabaron del todo, o se acabaron los que trabajaban las minas, pues después de salidos los romanos, no se sacaba ya cosa de consideración ni de valor, y después de la venida de los moros en ella, hasta los reyes Católicos, que descubrieron las Indias, (ellos no, un Pinzón) hubo tanta penuria en estos reinos de estos metales y de moneda, que fue necesario hallar los cornados, blancas, maravedises, ardites, dineros, pugesas, mallas y otras monedas de poco valor y precio, que usaron y aun quedan en Castilla y Corona de Aragon, donde no se contaba por escudos y ducados como ahora, sino por sueldos; así que, quien tenía mil sueldos de renta era riquísimo, cosa que hoy apenas basta para la vida y sustento ordinario de un hombre: y esta falta de oro y plata nació de la solicitud y codicia que pusieron estas naciones bárbaras y extranjeras en llevarse estos preciosos metales, y de acabarse los que los sacaban y trabajaban en ellos, como será muy contingente no suceda lo mismo en los dilatados reinos de las Indias; y después que fueron acabados los naturales de España, se valieron de esclavos; y en tiempo de los romanos estos eran los que trabajaban en esto, porque ya no se encomendaban a hombres libres, ni había quien se pusiese en tan peligroso trabajo por solo el jornal ordinario, porque el riesgo de la vida era evidente, y así solo los esclavos y forzados se ocupaban en este mortal ejercicio:
y se halla, que en las minas de Cartagena trabajaban cuatrocientos esclavos, y en esto metían a los que tomaban en la guerra, y condenaban a los que habían cometido delitos, y enviaban a ellas muchos de los santos mártires de Jesucristo señor nuestro, según vemos en todas las historias eclesiásticas, que era lo que decían dari ad metalla, y era pena muy usada, por tener muchos que sacar: y si el día de hoy no se benefician en España, es lo uno, por lo mucho que viene de las Indias, a costa y sudor de los naturales y esclavos de aquellos reinos; y lo otro, por haber faltado la mucha gente que había en España, y quedar esta provincia muy despoblada, y los delincuentes que la justicia condena y esclavos que se toman, haberse de emplear en el servicio de las galeras. Y si después de haber tantos años que este ejercicio es acabado, y quedar las minas ya perdidas, sin saberse dónde están, ni cuidar de ello los naturales, los ríos del condado de Urgel y sus pueblos ilergetes llevan aún arenas de oro, y estas con abundancia; se infiere de aquí, qué ricos y abundantes de ello serían estos pueblos en aquellos tiempos, y qué trabajos padecerían los naturales de ellos con las venidas de tantas y tan bárbaras naciones y gentes.

domingo, 14 de junio de 2020

194. EL TORO DE ORO QUE ESPERA OCULTO


194. EL TORO DE ORO QUE ESPERA OCULTO (SIGLO XI. AYERBE)

Avanzado ya el siglo XI, el empuje de los ejércitos cristianos, apoyado en los cercanos e inexpugnables castillos de Marcuello y de Loarre, obligó a los musulmanes a abandonar su tradicional fortaleza de Ayerbe, que había servido durante tres siglos de vigía frente al paso natural que el río Gállego abre hacia el corazón del viejo Aragón.
Como el empeoramiento de la situación fue progresiva, la preparación de la huida o de la rendición (pues muchos musulmanes optaron por quedarse) no fue precipitada. Se discutió entre todos qué hacer y, entre las decisiones adoptadas antes de emigrar, una llama poderosamente la atención: la de fundir todos los tesoros y objetos que llevaran oro y modelar un hermoso y grande toro dorado, que decidieron ocultar en uno de los pasadizos subterráneos del castillo ayerbense, en espera de que, una vez que mejorara la situación, volverían a recuperarlo.
Lo cierto es que el castillo moro de Ayerbe pasó unos meses después a manos de los cristianos para siempre y el paradero del toro de oro celosamente escondido se convirtió en un secreto. Su existencia estaba fuera de toda duda, y la noticia despertó la codicia de los nuevos señores cristianos, que contrataron a varios adivinos para que les indicaran el lugar exacto de su ubicación, pues los moros que permanecieron en la villa jamás dieron pista alguna sobre el paradero exacto del toro dorado.
Se contrataron, asimismo, jornaleros para que excavaran por turnos en el aljibe donde habían vaticinado los augures que se hallaba la res dorada.
Y aparecieron armas, utensilios varios y bellos vasos de cerámica, pero del toro de oro no había ni rastro, y eso que se había profundizado más de treinta metros. Tras varias semanas de ahondar en la tierra, se abandonó al fin la búsqueda con la burla de todos y la satisfacción íntima de los nuevos mudéjares ayerbenses.
El caso es que todavía en la actualidad, de cuando en cuando, surge alguien que trata de huronear en torno al derruido castillo que fuera de los moros, buscando un toro de oro que los musulmanes ayerbenses enterraron en espera de tiempos mejores.
[Proporcionada por Anusca Aylagas, Manuel Bosque y Juncal Mallén, del Colegio Nacional «Ramón yCajal». Ayerbe.]

domingo, 24 de noviembre de 2019

UN TORO DE ORO ESPERA, Griegos


4. EL MUNDO MUSULMÁN

188. UN TORO DE ORO ESPERA (SIGLO VIII. GRIEGOS)

En lo alto de la Muela de San Juan, en plena sierra de Albarracín, se dice que hubo en tiempos una gran ciudad amurallada, adornada de palacios y jardines, y abundante en tesoros.

UN TORO DE ORO ESPERA (SIGLO VIII. GRIEGOS)


A comienzos del siglo VIII, los ejércitos musulmanes fueron apoderándose con rapidez de toda España, sin encontrar apenas resistencia o, cuando la hallaron, no supuso un obstáculo insalvable, como ocurrió en la hasta entonces tranquila ciudad de la serranía albarracinense. Porque los habitantes de la ciudad de la Muela de San Juan se aprestaron a defenderse, tras esconder sus tesoros, entre los que se hallaba un magnífico toro de oro macizo, heredado del templo pagano de la urbe primitiva. Se reforzaron las defensas, se llenaron almacenes y silos, se prepararon las armas. Pero todo fue inútil; la ciudad ardió, las murallas de seguridad fueron arruinadas y sus habitantes, asesinados.

Uno de los asaltantes, un corpulento berberisco llamado Abén Jair, tuvo la fortuna de encontrar el toro de oro y lo escondió a su vez para intentar sustraerlo al comunitario reparto del botín. Por la noche, tras tirarlo por las desmanteladas murallas a un frondoso bosque, se adentró en éste para enterrarlo en profundo hoyo, cuyo emplazamiento tan sólo conocía él.

El ejército sarraceno prosiguió su avance y la ciudad de la Muela de San Juan quedó desierta, tanto que hoy se desconoce su auténtico emplazamiento. 

Aldeas, pueblos y ciudades fueron cayendo uno tras otro. Al pie de una almena, también dejó la vida Abén Jair, truncada por una saeta, pero antes de morir desveló su secreto a Abén Jaye, su amigo berberisco, para que recuperara el toro dorado y repartiera el fruto de su venta entre él y la familia de Abén Jair.

Buscó Abén Jaye una y otra vez en el lugar indicado por su amigo, pero todo fue inútil. El tesoro no apareció jamás. Y el secreto fue transmitido de generación en generación entre los berberiscos de Albarracín, que siguieron durante siglos removiendo la tierra en vano, porque, según dice la leyenda, el toro de oro no aparecerá hasta que sobre la Muela de San Juan no se reedifique la ciudad incendiada.

[Tomás Laguía, César, «Leyendas y tradiciones...», Teruel, 12 (1954), 140-142.]


La Muela de San Juan es una extensa plataforma calcárea situada entre Griegos y Guadalaviar (provincia de Teruel, Aragón). Su altura media supera los 1.800 metros y alcanza los 1.841 de máximo. Forma parte del conjunto de muelas calcáreas de los Montes Universales, y está aislada por los valles del río Griegos y el valle del alto Guadalaviar cuyo nacimiento se encuentra en la vertiente sur de la Muela. Como casi todas las demás muelas de los Montes Universales, es un sinclinal con pliegues bajos en los flancos y bellas representaciones de llanuras erosivas finiterciarias, recordando externamente a las muelas de la Depresión del Ebro.


El nivel superior duro se compone de estratos de calizas y dolomías del cretácico superior que forman las cornisas kársticas llamadas 'cinglos' y dolinas en embudo. Los niveles más bajos son también más huecos y de materiales terrosos de las formaciones Utrillas y Weald, con arenas y arcillas.

Es una zona en la que la vegetación más abundante es el bosque de Pino Albar junto con sabinas chaparras, estando presente también el enebro, y está muy presente en la zona más alta. En las zonas más bajas y con terreno más arcilloso y húmedo se encuentran los pastos.

La Muela de San Juan cuenta desde hace unos años con una pista de esquí de fondo y un restaurante llamados 'La Colocha'.


domingo, 12 de mayo de 2019

LA CABRA DE ORO INALCANZABLE, Tierga, siglo XII

2.62. LA CABRA DE ORO INALCANZABLE (SIGLO XII. TIERGA)

Es tradición secularmente transmitida que Tierga —emplazado a la vera del minúsculo río Isuela que nace de las nieves del Moncayo—, como tantos otros fue fundado por los musulmanes durante su secular estancia en nuestra Península. Sus casas, blancas y pequeñas, se apiñaban en las faldas del castillo a lo largo de calles tortuosas pensadas para romper el viento helador del invierno. En aquella enorme fortaleza, solitario y apartado del resto de la población, tenía su residencia el señor del lugar, generalmente dependiente del gobernador o, como en estos momentos, del rey de la taifa sarakustí.

LA CABRA DE ORO INALCANZABLE, Tierga, siglo XII


Amparada en su privilegiada ubicación, su fortaleza era prácticamente inexpugnable para las armas ofensivas de aquellos tiempos, por lo que resistió numerosos embates de los ejércitos cristianos aragoneses, hasta que Alfonso I el Batallador, el reconquistador de Sarakusta, tras asediar y tomar por las armas las cercanas y más importantes poblaciones musulmanas de Tarazona y Calatayud, ordenó poner cerco al castillo de Tierga, sin posibilidades reales de que pudiera recibir socorro alguno desde el exterior dada la situación.
La suerte de Tierga estaba echada y sus defensores, conscientes de ello, decidieron adoptar algunas precauciones. De modo que, a la vista del sitio que padecían y antes de entregar las llaves de la fortaleza al propio Batallador, los moros tierganos decidieron esconder su más preciado tesoro (una cabra fundida en oro) en un pasadizo subterráneo que, al parecer, comunicaba el interior del castillo con un lugar próximo al río Isuela. Luego taponaron cuidadosamente las dos entradas para que la dorada cabra no pudiera ser hallada por los cristianos, con la oculta y remota esperanza de poder recuperarla si la suerte de las armas les era favorable en algún momento.
Tierga, en efecto, no pudo resistir el prolongado asedio de las huestes de Alfonso I el Batallador y cayó por fin en manos cristianas. Como ocurriera en tantos otros lugares, una buena parte de los musulmanes vencidos se quedó y continuó viviendo en las viejas casas en las que habían nacido y cultivando las huertas de siempre. Como jamás retornó a poder musulmán, su secreto continúa sin ser desvelado, aunque los cristianos, generación tras generación, han buscado el túnel que les conduzca a la cabra de oro.
[Recogida oralmente.]

https://es.wikipedia.org/wiki/Tierga

Tierga, la Tertakom celtíbera, es un municipio español de la provincia de Zaragoza situado en la comarca de Aranda, comunidad autónoma de Aragón. Situado a una altitud de 700 msnm, tiene un área de 65,81 km² con una población de 197 habitantes (INE 2016) y una densidad de 2,98 hab/km².


La villa de Tierga está situada en la Comunidad Autónoma de Aragón (España), en la zona Oeste de la Provincia de Zaragoza y forma parte de la Comarca del Aranda.


Está enclavada en pleno Sistema Ibérico, a unos 30 km al Sureste de la Sierra del Moncayo, y situada en la margen izquierda del Isuela, afluente del Río Jalón.


Fue ciudad celtíbera de los lusones conocida con el nombre de Tertakom que emitió su propia moneda.


Severino Aznar Embid, sociólogo, representante del catolicismo social, fundador del Partido Social Popular, miembro de la Asamblea Nacional Consultiva y procurador a Cortes durante cinco legislaturas durante el período franquista.


Cabe destacar la iglesia de San Juan Bautista.


https://es.wikipedia.org/wiki/Tierga

En


https://www.calatayud.org/noticias/MAYO-19/140519_15.htm han econtrado esta leyenda en esta web y la enlazan. Gracias !

lunes, 22 de junio de 2020

230. EL TESORO ESCONDIDO DE MUSTAFÁ


230. EL TESORO ESCONDIDO DE MUSTAFÁ (SIGLO XII. MONREAL DEL CAMPO)

230. EL TESORO ESCONDIDO DE MUSTAFÁ (SIGLO XII. MONREAL DEL CAMPO)


El empuje de las tropas cristianas amenazaba con apoderarse de las tierras turolenses donde está enraizada la actual población de Monreal. El entonces alcaide moro de este enclave —que en realidad era un alquimista que pasó gran parte de su vida intentando hallar, como tantos otros, la piedra filosofal— vivía completamente solo y la gente murmuraba que lo que en realidad hacía era amasar oro en grandes cantidades para enterrarlo, en previsión de lo que parecía avecinarse, pues las noticias que llegaban desde la frontera no eran nada halagüeñas.

Todos los días, Mustafá recorría pausadamente con su caballo el camino que le llevaba a un abrevadero de aguas limpias situado en las afueras de Monreal, en el que gustaba refrescarse y dar de beber al animal. Mas sus convecinos moros pudieron observar cómo detrás del abrevadero había una loma que, aunque de manera imperceptible, iba creciendo de volumen poco a poco. El hecho cierto, en efecto, era que Mustafá se valía de una piel de toro para ir transportando oro a la loma donde lo enterraba y cubría diariamente para que no fuera descubierto.

No tardó mucho el día en el que las tropas cristianas, tras una pelea muy disputada, se apoderaron de Monreal. El ex-alcaide Mustafá no huyó al exilio, como hicieron muchos de sus correligionarios, sino que decidió permanecer en su casa, acogiéndose a la legislación que los reyes aragoneses dispusieron para amparar a los mudéjares. Por supuesto, como la vuelta al pasado parecía imposible de momento, tanto Mustafá como sus correligionarios jamás hablaron ni revelaron nada acerca de la existencia del montículo, esperando que llegaran tiempos mejores.

No es de extrañar, por lo tanto, que en Monreal se oiga de cuando en cuando cantar una jota que dice:
«De brillantes, plata y oro
hay un entierro en Monreal,
el de la «Guasa del Moro»,
que sólo es un pedregal».

[Datos proporcionados por Pablo Marco, José Martínez, Luis Moreno y Jesús Valenzuela. Colegio de «Ntra. Sra. del Pilar». Monreal del Campo.]




domingo, 28 de junio de 2020

348. SALMÓN A PRECIO DE ORO


348. SALMÓN A PRECIO DE ORO (SIGLO ¿XV? ALAGÓN)

Alagón era, durante la Edad Media, paso obligado para todas las mercancías que, venidas del norte, tenían como destino último la ciudad de Zaragoza. Eso quiere decir que muchos productos de todo tipo pasaban de largo sin que los vecinos de la villa tuvieran la oportunidad de adquirirlos, a no ser que fueran a comprarlos a la capital del Ebro.

En cierta ocasión, llegó a Alagón, de camino para Zaragoza, un comerciante de pescado con una gran carga de salmones, preciado alimento que siempre veían pasar de largo los alagoneses. Enterados varios vecinos del contenido del cargamento, intentaron adquirir algunos ejemplares para sus mesas. Trataron de convencer al pescatero, pero éste se negó a venderles ni una sola pieza, aduciendo que ya estaban comprometidas en el mercado de Zaragoza y, en buena parte, iban a ir a parar al palacio real.

Ante la negativa reiterada, se apoderaron por la fuerza de buena parte de la carga, comprometiéndose a abonarla al precio que pagaran en Zaragoza. El pago se efectuaría al regreso del comerciante, previa presentación del documento notarial que testificara cuál había sido su precio en la capital. El arriero siguió su camino ciertamente enfadado y aligerado de peso y llegó a Zaragoza. Ya en la ciudad, consiguió que un comprador adquiriera y un notario testificara que el trueque había sido de onza de oro por onza de salmón, precio desorbitado que no respondía a su verdadera tasación.

A su regreso, el comerciante pretendió cobrar la deuda de los vecinos de Alagón, exhibiéndoles el documento notarial. La cantidad a abonar era tan alta que no la podían satisfacer los compradores, ni siquiera el propio concejo, que se reunió para tratar el asunto. Ante esta realidad, el pescatero denunció el hecho y la justicia dictaminó a su favor, condenando a los alagoneses a arbitrar un impuesto anual, a pagar por las familias afectadas, hasta que quedara totalmente saldada la deuda. Esta era tal, que el impuesto se estuvo pagando hasta tiempos de la II República.

[Serrano, Manuel, La leyenda del preciado y costoso salmón de Alagón, en «El Periódico» (9/VI/1994), pág. 24.]

lunes, 13 de julio de 2020

CAPÍTULO XLIX.


CAPÍTULO XLIX.

Que contiene la vida de Armengol de Barbastro, sexto conde de Urgel.

Cuando murió el conde Armengol, que llamaron el Peregrino, quedó su hijo de edad de cinco años, y en poder de doña Constanza su madre, que fue una de las más varoniles mujeres de estos tiempos, y vivía con su hijo retirada en lo más fuerte y seguro del condado de Urgel, para poder con mayor seguridad criarle. Era entonces muy pequeño este condado, que casi todo consistía en los montes, y al llano poco se extendía, porque estaba aún en poder de los moros, que ya en estos tiempos estaban muy amedrentados y sin ánimo para intentar al descubierto cosa de consideración, como antes, porque el conde Ramón Berenguer había ya cobrado todo lo que a su padre habían quitado, y los tenía muy sojuzgados, tanto, que doce reyes moros le eran tributarios y cada uno le pagaba parias, en reconocimiento del supremo señorío que tenía sobre ellos, y por esto adquirió título de muro y defensa del pueblo cristiano y de sojuzgador de España; y Arnaldo Miron de Tost, que fue el primer vizconde de Ager, los había sacado del vizcondado y orillas de las dos Nogueras, Pallaresa y Ribagorzana, y les hacía continuamente guerra.
En el año 1040, que era el décimo de Enrique, rey de Francia, a 10 de las calendas de noviembre, asistieron doña Constanza y Armengol, su hijo, y Guifre, arzobispo de Narbona, que fue hijo del conde Jofre de Cerdaña; y los obispos Embaldo, de Urgel; Guifredo, de Barcelona; Arnulfo, de Roda; Berenguer, de Elna, a la dirección de la dedicación de la iglesia de la Seo de Urgel, y todos ofrecieron dones, según la posibilidad y devoción de cada uno.
Ramón Vifredo conde de Cerdaña hijo de Vifredo y nieto de Oliva Cabreta, a quien privaron del condado de Barcelona eligiendo a Borrell, conde de Urgel, no quedaba satisfecho de ello y le quedaban pensamientos de cobrarle, porque la incapacidad del abuelo no había de dañar al nieto ni menos a su padre, y tuvo recurso a las armas. Ramón Berenguer llamó a los barones de Cataluña, para que en tal caso le valieran y se apartaran del de Cerdaña. El conde de Urgel tenía muchos vasallos que confinaban con el de Cerdaña, el cual así por vecindad, como por el parentesco, confiaba mucho de él.
El de Barcelona ganó la mano al de Cerdaña y se confederó con el de Urgel, y le dio fé y palabra de ayudarle todo lo posible contra don Ramón, y de no hacer paz con él ni con Adelesa, su mujer, ni con Guillen Ramón y Enrique, sus hijos, hasta que el de Barcelona lo consintiese, so pena de doscientas onzas de oro; y para seguridad de su promesa le dio por rehenes seis caballeros de su condado, que eran Ricardo Altemir, Arnaldo Miron Izarno, Raimundo de *Labevez, Hugo Guillen, Dalmau Izarno y Bernat Izarno, su hermano; y para mejor asegurar esto, el conde de Urgel y Adaleta, su mujer, se concertaron con los hermanos del conde de Cerdaña, que eran Guillermo, obispo de Urgel, Bernardo, conde de Bergadá, y otro Guillermo. Estos, aunque hermanos del de Cerdaña, prometieron al de Urgel hacer guerra a su hermano, y no hacer paz con él ni
con los suyos, sin su consentimiento y voluntad y de la condesa Adeleta, su mujer, so pena de pagar cada uno de los tres cien onzas de oro; y el conde de Urgel se obligó a lo propio, so pena de otras trescientas onzas de oro. Muy poca cosa debía ser la justicia del conde de Cerdaña, pues hasta sus hermanos le eran contrarios, y por esto y no arrostrar ninguno su pretensión y ver al de Barcelona poderoso y determinado, se vinieron a reconciliar los dos, y el de Urgel y sus rehenes quedaron fuera de obligación.
Movióse cerca de estos tiempos otra guerra contra Alcajib, moro y capitán de Almugdabar, rey moro de Zaragoza, el cual muy a menudo hacía entradas y daños en las tierras del conde de Urgel que estaban en el condado de Ribagorza. Ramón Berenguer, conde de Barcelona, tenía también en aquel condado algunos pueblos, y los dos, antes que el moro se hiciese más poderoso, hicieron liga entre sí, y con intervención de Guilaberto, obispo de Barcelona; Guillermo, de Urgel; otro Guillermo, de Vique; Arnaldo Miron de Tost, vizconde de Ager; Amat Elrico, Bernat Amat, Ricardo Altemir, Brocardo Guillen, Giberto Miron y Pedro Miron, concordaron que el de Urgel valiese en todo lo que le fuese posible, sin engaño alguno, al de Barcelona y a Almodis, su mujer, así solos como juntos, contra el dicho capitán Alcajib, y que en el ejército se formase contra de él hubiese el de Urgel de contribuir con la tercera parte, así de la gente como del gasto se ofreciese, excepto donum de habere donum de ingeniatores et dispensa de sagitas, porque el gasto de estas tres cosas quiere que sea a cuenta del conde de Barcelona, y que lo que se ganase fuese la tercera parte para el conde de Urgel, y las otras dos para el de Barcelona; y en caso que haciendo paces hubiese el moro de contribuir alguna cosa, fuese lo mismo. Cuando se hicieron estas convenciones, poseía mucha parte de aquel condado de Ribagorza el rey don Ramiro de Aragón, que fue abuelo del otro don Ramiro, el Monje; y lo demás tenían los condes de Urgel, Barcelona y los moros. Había allá dos lugares llamados Pilzan y Puigroig, que poco había les habían ganado, y por excusar los daños que los vecinos recibían de los moros, concordaron que en la colina o peña que se levanta delante de Puigroig (podium: pueyo, puig, puch) que era lugar acomodado, se edificase un fuerte a costa de los dos condes, y mudasen allí los vecinos de los dichos dos lugares, y que este castillo fuese la mitad del conde de Barcelona y de Almodis, y la otra del de Urgel; y no edificándose el tal castillo, quedase el de Urgel señor de Pilzan y de la tercera parte de Puigroig: y a lo que se entiende no se edificó este fuerte. Pilzan por entero, y Puigroig por la tercera parte, quedaron al conde de Urgel, y lo demás al de Barcelona. Esto pasó a 5 de setiembre del año veinte y ocho del rey Enrique, que es de Cristo señor nuestro 1058.
Al conde no agradó el concierto, pareciéndole era poco ir en compañía del conde de Barcelona con la tercera parte de las fuerzas, por lo cual hizo resolución de congregar un buen ejército e ir por sí solo contra los infieles. Comunicáronlo los dos, y a 25 de julio de 1063 se concertó entre los dos, que el de Urgel estuviese obligado a valer al de Barcelona con lo que tocaba a sus estados y los castillos de Cardona, Tamarit, Tárrega, Cervera, Cubells, Camarasa y Estopañá, y a las dos partes tenía en Cañellas y otras dos en Puigroig, et ad castra et castella et terras quas habet praedictus Raymundus, comes, in comitatu Ribagorza et habere debet, et ad ipsas parias de Hispania, quas jam dictus Raymundus, comes, inde habet et habere debet et quae sunt convengude ad eum; y a las fortalezas y castillos y tierras que tiene y debe tener el de Barcelona en Ribagorza y a las parias que tiene en España: que los vasallos del de Urgel, por orden y mandato suyo, estuviesen obligados a seguir al de Barcelona, así contra moros, como contra cristianos, siempre que él quisiese: que de todo lo que él de allí adelante ganase, así a Alcajib, como a Almugdabar, hubiese de darle la tercera parte, exceptuando solamente el castillo de Drodo y las parias con que le hubiesen de servir estos moros, en caso que llegase a rendirles y a hacer paz con ellos. Dióse entonces asiento sobre lo que se había de guardar en la partición de los castillos que aconteciesen ganarse, en caso que los dos no pudieran concertarse, y por seguridad de esto dio el de Urgel en rehenes cinco caballeros principales de su tierra, llamados Dalmacio Izarno, Guitardo Guillen de Mediano, Brocardo Guillen, Pedro Miron y Ramón Miron, su hermano, cada cual de ellos por diez mil sueldos que, juntos, eran cincuenta mil sueldos. Al punto se aprestó para la guerra, e hízola con tanta furia a los moros, que se le hicieron tributarios los reyes de Balaguer, Lérida, Monzón, Barbastro y Fraga, y otros que se le obligaron a hacerle parias, con que quedó su casa muy rica y ennoblecida. Usó de aquí adelante el título de marqués, por haber conquistado y tenido victorias de tierras comarcantes y confinantes con los moros, que llamaban marquias, de donde derivó el nombre de marqués; que por estos tiempos tuvo principio en España, y los condes de Barcelona y Urgel, que eran de los más ricos y nobles de ella, fueron los primeros que se intitularon marqueses, imitando el de Urgel al de Barcelona. El uso de este título quedó después muchos años en silencio, hasta que el rey don Enrique segundo de Castilla lo dio a don Alonso, hijo de don Pedro, conde de Ribagorza y nieto del rey don Jaime, el 
segundo, y el autor de la Historia de los Girones le tiene por el primer marqués de España; pero ya antes de él fueron estos dos condes de Urgel y Barcelona, y el infante don Fernando, hijo del rey Alonso de Aragón y de Eleonor, el cual murió antes que fuese el rey don Enrique, el segundo; y este don Fernando lo fue tanto cuanto vivió, y en su sepultura, que está en San Francisco de Lérida, está intitulado marqués de Tortosa, que es el título que por importunación de doña Eleonor, su madre, le dio el rey. Este título antes no era en propiedad, sino que se daba a los presidentes y gobernadores de provincias, y duraba tanto como la presidencia o gobierno, y se mudaba cuando quería el príncipe que daba el tal gobierno, el cual acabado, lo era el título de marqués, y el quitarle estaba en la voluntad del que le concedía, y no era tan estimado como después que se dio en propiedad. 
Reinaba por estos tiempos en Castilla el rey don Sancho, que después de haber tenido con el rey de Aragón crueles guerras, habían hecho la paz. Durante aquella, persuadió el de Castilla a Abderramen, rey moro de Huesca, que negase el tributo que prestaba al de Aragón y se le rebelase: el moro, que le vio ocupado en guerras, siguió el consejo del de Castilla; imitóle el rey moro de Zaragoza, llamado Almugdabar, que también le era tributario. El de Aragón enfadado del atrevimiento de estos dos moros, concertó paces con Castilla, para vengarse de ellos. Era el rey moro de Huesca valiente mozo, y tenía guardadas las espaldas por la parte de Zaragoza, y al de Aragón por esto le convenía más emprender aquella guerra por la parte de Barbastro, porque por aquí tenía socorro más cierto y seguro de Ribagorza, Urgel y Pallars, y tomada Barbastro, le era más fácil la conquista de Huesca y otras que tenía intento de hacer. Valióse del conde de Urgel, al cual siguieron muchos caballeros amigos y deudos suyos, domiciliados en el condado de Urgel y su vecindad. De los más principales y que consigo más gente llevaron fueron don Guillen de Anglesola, Ramón o Amorós de Ribellas, Tomás de Cervera, Berenguer de Spes, Berenguer de Puigvert, Ramón de Peralta, Juan de Pons, Juan de Ortafá, Guillen de Alentorn, que después acompañó a Armengol de Gerp a la conquista de Balaguer, Galceran de Alenyá, Pere de Çacosta, Galceran de Çacosta, que después con el conde de Urgel se halló en la batalla de Úbeda (Navas de Tolosa), y otros muchos, y todos fueron con gran deseo de expeler los moros de aquella tierra y exaltar en ella la santa fé católica. Pusieron cerco a la ciudad de Barbastro y allá tuvieron varios y diversos sucesos que los historiadores callan, y concuerdan todos que, después de varios encuentros con los moros, tomaron la ciudad de Barbastro, sacándola de poder de infieles, habiéndola defendido varonilmente, y que en un asalto en que quiso señalarse más que todos el conde de Urgel, quedó muerto, estando en la flor de su edad, pues no pasaba de los treinta y ocho años. Sucedió su muerte en el año 1065. Sintió esta desgracia más que todos el rey de Aragón, su yerno, por haber perdido uno de los mejores caballeros que había en aquel ejército, como también todos los caballeros y demás gente de Cataluña que con él habían ido. Gobernó su estado veinte y nueve años, aumentándole muchos castillos y lugares, tanto, que hasta entonces ninguno de sus predecesores le tuvo tan aumentado. Por haber muerto en el dicho cerco, le quedó el apellido de Barbastro con que es diferenciado de los demás condes Armengoles que tuvieron aquel condado de Urgel.
Fue su sepultura en el monasterio de Ripoll, en el sepulcro de los condes de Barcelona, sus antecesores.
Tuvo tres mujeres: una de ellas, dice Zurita que fue doña Clemencia, y hubo en ella muchos hijos, y entre ellos, según se entiende por muy evidentes conjeturas, fue la reina Felicia, mujer del rey don Sancho Ramiro, y madre de tres reyes, todos de Aragón, y abuela de doña Petronila, que casó con Ramón Berenguer (IV), conde de Barcelona. Asímismo entiendo que eran suyos los tres hijos del conde, llamados Guillen, Ramón y Berenguer, aunque es tan poca la memoria que hay de ellos, que no se puede con certeza afirmar quién era la madre, ni de qué edad murieron.
La otra mujer fue doña Adaleta, de la cual queda hecha mención en el auto de las convenciones contra del conde de Cerdaña; y en esta, a lo que yo entiendo, tuvo al conde Armengol que llamaron de Gerp.
La última fue doña Sancha, que el padre Diago dice ser hija del rey don Sancho de Aragón, que fue casada con el conde de Tolosa, que a buena razón había de ser Guillermo Tallafer, que murió en el año 1045, lo que impugna muy eruditamente don Juan Briz Martínez, abad de San Juan de la Peña, con aquella destreza que suele tratar todas las cosas. El haber tenido este conde una mujer llamada Sancha nadie lo puede dudar, pero sí quién era su padre. Toda la opinión del padre Diago se funda en dos autos que él alega y deseaba mucho haber visto el abad de san Juan, sacados del archivo real de Barcelona y del libro primero de los Feudos, que es uno de los libros de más autoridad de toda España. Hame parecido ponerlos aquí, porque si el curioso quiere averiguar las opiniones de estos dos autores y tener noticias ciertas y verdaderas de las cosas del condado de Urgel, pueda fundarse en escrituras antiguas, ciertas y verdaderas.
Instrumento primero, sacado del libro primero de los Feudos, fol. 147, en que consta que el conde Armengol de Barbastro estuvo casado con Sancha, la cual dio a Raimundo, conde de Barcelona, y a Almodis, su mujer, el castillo de Pilzan y la tercera parte del castillo de Puigroig, que le pertenecían por donación le había hecho el conde Armengol de Urgel, su marido.

In nomine Domini. Ego Sanctia comitissa donatrix sum vobis domno Raymundo comiti Barchinonensi et domne Almodi comitisse. Per hanc meae donationis scripturam dono vobis ipsum castrum de Pilzano cum turribus et edificiis omnibus et cum ecclesiis et decimis et primitiis et oblationibus et cum terris et vineis cultis et heremis et arboribus universis simul cum silvis atque garriciis et pradis et pasquis et terminis et pertinentiis et omnibus rebus sibi pertinentibus quantum potest dici vel terminari: et extra hoc dono vobis tertiam partem quam habeo in castro de Podio-Royo (Puigroig, puchroch, pueyo royo o rojo) cum omnibus finibus et terminis ejus. Advenerunt mihi haec omnia per donationem viri mei Ermengaudi comitis Urgelensis (Armengol): et sunt predicta castra cum suis terminis et pertinentiis in extremis finibus marchiarum juxta Hispaniam et habent afrontationem ab oriente in termino de Castro Serris, a meridie in termino de Stopiniano et de Gavasa, de occiduo in termino de castro de Calasantio et de Josset, et circio iterum in termino de Benavarri et de Falch. Quantum istae afrontationes includunt et isti termini ambiunt dono vobis ab integro ad vestrum proprium allodium excepto ipso manso de Pasqual cum suis pertinentiis et cum quatuor pariliatis terrae juxta terminum de Stagna quod ego dedi ecclesiae Sancti Petri de Ager pro anima Domini Ermengaudi comitis vir mei. Et de meo jure sic trado hoc totum in vestrum dominium ad quod volueritis faciendum: et qui hoc vobis voluerit dirrumpere nullo modo possit facere sed pro sola presumptione hoc totum vobis in duplo componat et posthec haec scriptura donationis firma permaneat. Quae est facta sexto kalendas augusti anno septimo regni Philippi regis. (Rey Felipe de Francia) Sig+num Sanctiae comitisse quae hanc scripturam donationis scribere jussi et firmavi et firmare firmarique rogavi.
Sig+num Geraldi Alemanni. Sig+num Guilermi Bernardi de Odena. Sig+num Sicarci Salomonis. Sig+num Raimundi Mironis de Acuta. Sig+num Raymundi Raymundi.Sig+num Berengarii fratris ejus. Sig+num Bernardi Raymundi de Camarasa. Sig+num Mironis Izarni. Sig+num Ugonis Arnaldi. Sig+num G. Raymundi de Callaris. Sig+num Raymundi G. de Odena. Sig+num Arnaldi Bernardi de Castelleto. Sig+num Guillermi de Monte Catano. Sig+num Bernardi Raymundi de Sancto Minato. Sig+num Alberti Raymundi. Sig+num Bernardi Izarni. Sig+num Alberti lzarni. Sig+num Bernardi Dalmatii. Sig+num Ugonis Dalmatii. Sig+num Berengarii Regulfi.
Nos omnes hujus rei testes sumus.
Sig+num Ugonis Dalmatii de Bergedan. Sig+num Arnaldi Mironis. Sig+num Geraldus Gibert Mir.
Petrus decanus hujus cedulam largitionis scripsit sub die et anno praefixo.

Instrumento segundo, en que se prueba, por confesión del conde Armengol de Gerp y Luciana, su mujer, que el conde Armengol de Barbastro dio el castillo de Pilzan a la condesa Sancha, hija de Ramiro, rey de Aragón, la cual lo vendió al conde de Barcelona por dos mil mancusos de moneda barcelonesa.

In nomine Domini. Ego Ermengaudus comes Urgelensis et Luciana comitissa uxor ejus donatores et definitores ac evacuatores sumus tibi Raymundo Berengario Barchinonensi comiti. Volumus satis ut sciatur a cunctis tam presentibus quam futuris quia hactenus habuimus magnam querelam de te per directum et per vocem quam et quas proclamabamus in castro de Pilzano et de Podio Rubro (rubro, rubeo, royo, rojo, roig, roch) et de Castro Serris et eorum decimis et pertinentiis: nunc autem approbando recognoscimus quia noluisti nobis hoc placitare per voces et aucthoritates quas inde habebas et per quas totum hoc retinebas et directum inde facere. Manifestum est satis quia pater meus Ermengaudus comes dedit solide et libere castrum de Pilzano et de Podio-rubro Sanctiae comitisse filiae Ranimiri regis et ille vendidit praedicta castra tibi et Arnaldo Mironis vendidit tibi praelibatum castellum de Castro Serris quod ipse tulerat a sarracenis: sed conciliante episcopo Urgelensi Dalmacio Izarni et Brocardo Guillelmi et Raymundo Gondeballi cum ceteris nostris hominibus qui interfuerunt venimus ad firmam pacem et sinceram concordiam in presentiarum scriptam: videlicet quia accepimus de
te duo millia mancussos Barcinonensis monete ideo donamus et jachimus et evacuamus ac definimus tibi omnes voces et omne directum quas et quod qualicumque modo apellabamus et proclamabamus tibi et praedicte Sanctiae et jamdicto Arnaldo in supradictis castris et in eorum terminis et pertinentiis ita ut ab hodierno die et tempore nihil unquam in supradictis rebus omnibus requerimos nec repetamus nec nos nec posteritas nostra nec ullas ex successoribus nostris nec ullus homo vivens pro nobis sed solide et libere absque ulla reservatione et sine fraude et malo ingenio maneant hec omnia in tua potestate ut facias inde quidquid tibi placuerit facere absque ullios hominis inquietudine et contradictione et sicut est super scriptum per …. bonam voluntatem et per sinceram fidem sine ullo enganno confirmamus tibi hoc totum ad tuum propriam allodium ad quod volueris faciendum. Quod si nos qui sumus donatores et evacuatores ac difinitores hoc voluerimus repetere ac disrumpere aut aliquo modo unquam minuere aut mutare nichil inde valeat sed in triplo hoc totum componamus et postea haec scriptura donationis et evacuationis sive difinitionis plenissimum robur semper obtineat et quisquis fecerit similiter hoc totum adimpleat et faciat. Quod est actum decimo kalendas apprilis (pone appilis) XII anno Philippi regis.
Nos qui hoc scribere jussimus et manibus propriis firmavimus et firmari rogavimus.
Sig+num Dalmatii Izarni. Sig+num Brocardi Guillelmi. Sig+num Raymundi Gondebaldi. Sig+num Berengarii Gondebaldi. Sig+num Alberti Izarni. Sig+num Guillelmi Arnaldi. Sig+num Mumis Aguet. Sig+num Bernardi Raymundi de Camarasa. Sig+num Guillelmi fratris ejus. Sig+num Ugonis Dalmatii. Sig+num Bernardi Dalmatii. Sig+num Giberti Guitardi. Sig+num Dalmatii Guitardi.
Nos sumus hujus rei auditores et testes.
Sig+num Pontii levite qui hoc scripsit die et anno quo supra.

viernes, 28 de junio de 2019

LA PRESA DE ALMONACID (SIGLO XIII. ALMONACID DE LA CUBA)


2.86. LA PRESA DE ALMONACID (SIGLO XIII. ALMONACID DE LA CUBA)

LA PRESA DE ALMONACID (SIGLO XIII. ALMONACID DE LA CUBA)
Imagen de J. Lozano Allueva, Wikipedia

En un pequeño y caprichoso río que recorre las tierras resecas de Almonacid de la Cuba, el pasado nos ha dejado una de las obras más importantes de la ingeniería antigua, sin duda de época romana. Sin embargo, la leyenda retrasa a pleno siglo XIII su construcción.
El río Aguasvivas es generalmente tan magro en caudal como temible cuando sus aguas se desbordan rumorosas en las épocas de lluvia o tras una tormenta de verano. Y así ha sido ahora y siempre, incluso en los tiempos en que era rey de Aragón don Jaime I el Conquistador, quien, según la leyenda, mandó construir a sus expensas la presa de cien varas de largo por diez de espesor que todavía vemos y nos asombra hoy.

Cómo lograron los vecinos de Almonacid convencer al rey para que realizara precisamente allí esfuerzo tan considerable es cosa poco probada, pero tiene que ver, sin duda alguna, con la ayuda que aquéllos y los vecinos de Belchite prestaron a don Jaime I el Conquistador en sus mil batallas y andanzas por tierras levantinas. Si unos precisaban la presa para preservar su huerta y sus campos de las avenidas devastadoras, los otros la necesitaban para poder elevar el nivel del agua y dar nacimiento a la acequia vivificadora que asegurara sus cosechas en la buena tierra reseca de su llanada.
Lo cierto es que precisado el rey de brazos armados para asegurar la huerta valenciana que había conquistado, convocó hueste y prometió recompensas a quienes le ayudaran. Señores y municipios enviaron caballeros y peones, yendo los más por conseguir tierras en tan feraz región. Pero los hombres de Almonacid y Belchite —cuya tradición de excelentes guerreros se remontaba a la época en la que se constituyera allí un siglo antes la famosa cofradía de Belchite— sólo accedieron a colaborar ante la promesa real de construir una presa para sujetar y dominar al río Aguasvivas.
La ayuda de la partida mixta organizada fue tan importante y decisiva en la batalla que el monarca decidió cumplir con la palabra que había empeñado, destinando a la construcción del ingenio una buena parte del botín capturado a los moros valencianos.

[Tradición recogida oralmente.]






WIKI:

Almonacid de la Cuba es una localidad y municipio de la provincia de Zaragoza, en Aragón, España. Está situado en la comarca del Campo de Belchite. Tiene una población de 252 habitantes (INE 2012).


Al sureste de la provincia de Zaragoza. Se accede desde la capital por la carretera N-232, con desvío, pasando El Burgo de Ebro, a la carretera. C-222, y nuevo desvío al SO de Belchite por una carretera local.

El término municipal cubre una superficie de 55,2 km². Está a una distancia de 55 km de Zaragoza. Situado a una altitud de 488 m.

Escudo:

Cuadrilongo de base circular, que trae, de azul, una perla de oro, acompañada en el jefe de un monograma A-M de oro, y en los flancos de una lanza de plata a la diestra y una espada de lo mismo a la siniestra, al timbre, Corona Real cerrada

Cuadrilongo de base circular, que trae, de azul, una perla de oro, acompañada en el jefe de un monograma A-M de oro, y en los flancos de una lanza de plata a la diestra y una espada de lo mismo a la siniestra, al timbre, Corona Real cerrada.

Bandera: Paño azul, de proporción 2/3, con perla horizontal amarilla.

https://es.wikipedia.org/wiki/Almonacid_de_la_Cuba#/media/Archivo:Almonacid_de_la_Cuba_Spain.svg

SAN JORGE: 23 de abril. La romería se celebra el último fin de semana de mayo (Tradicionalmente, se celebraba el martes de pentecostés)
SAN ROQUE: 16 de agosto (Fiestas Patronales)
NATIVIDAD DE MARIA: 8 de septiembre. (Fiestas de la Virgen De Las Prioras), se celebra en la Ermita de los Dolores.
FERIA ROMANA: Mediados de junio.

Iglesia de Santa María la mayor.
Ermita de la Virgen de los Dolores.
Ermita de la Virgen de las Nieves.
Ermita de San Jorge.



  • Alvaro Zamora, María Isabel; Ibáñez Fernández, Javier. (Coord.) (2008). Patrimonio hidráulico en Aragón. Zaragoza: Cajalón.
  • Arenillas, Miguel;Hereza Domínguez, J. Íñigo;Jaime Dillet, Fernando;Díaz-Guerra Jaén, Carmen;Cortés Gimeno, Rafael (1995). «La presa romana de Almonacid de la Cuba y otros aprovechamientos antiguos en el río Aguasvivas»Revista de Obras Públicas (142, (3345)): 43-66.
  • Arenillas, Miguel (2002), La presa romana de Almonacid de la Cuba, consultado el 24 de octubre de 2009
  • Beltrán Lloris, M. (2006). La presa romana de Almonacid de la Cuba. Zaragoza: Prames.
  • Beltrán Lloris, M.; Viladés Castillo, J.M. (1994). Aquae Romanae.Arqueología de la presa de Almonacid de la Cuba (Zaragoza) (nº 13). Zaragoza: Museo de Zaragoza. pp. 127-293.
  • Beltrán Lloris, M.; Viladés Castillo, J.M. (1997). «La presa romana de Almonacid de la Cuba». Arqueología Aragonesa (Zaragoza): 145-152.
  • Castillo Barranco, Juan Carlos (2007). «Las presas romanas en España»Revista de Obras Públicas (154 ,(3475)): 65-80.
  • Fernández Ordóñez, J.A (Dir.) (1984). Catálogo de noventa presas y azudes españoles anteriores a 1900=. Madrid: Biblioteca CEHOPU.Comisión de Estudios Históricos de Obras Públicas y Urbanismo.
  • Hereza Domínguez, J.Íñigo. (Dir.) (1996). La presa de Almonacid de la Cuba: Del mundo romano a la IIustración en la cuenca del río Aguas Vivas. Gobierno de Aragón.
  • VV.AA. (2004). «Campo de Belchite». Colección RUTASCAI por Aragón (Zaragoza: Gobierno de Aragón) (17).

domingo, 28 de junio de 2020

CAPÍTULO XVII.


CAPÍTULO XVII.

Del estado de las cosas de España después de muertos Mandonio e Indíbil; y de Belistágenes, príncipe de los ilergetes.

La muerte de Mandonio e Indíbil y el castigo de sus ilergetes sosegaron de tal manera a España, que pasaron más de cuatro años después que no hubo en ella ningún movimiento; y así no queda que escribir de estos tiempos. Solo diré, según se infiere de los autores, que era ya diferente el gobierno romano de esos tiempos, de lo que en tiempo de los Scipiones: ya aquella mansedumbre de ellos se era trocada en rigor, y la liberalidad en codicia, y todo su pensamiento juntar oro y plata para llevarlo a Roma y meterlo en el erario público, y enriquecerse los capitanes y soldados que acá residían: y según se saca de Tito Livio y otros autores, es increible la cantidad de marcos de plata y oro que pasaron a Roma; y refiere Polibio, de quien lo tomó fray Juan de Lapuente, que solas las minas de Cartagena daban a los romanos cosa de tres mil escudos cada día; y toda aquella abundancia de oro y plata que había en ellas, de que hablamos al principio, no era bastante a saciar los ánimos de los romanos, cuyas Indias era España. Por esta codicia y otros muchos agravios que cada día recibían los naturales, no pudo perseverar muchos años el sosiego en que quedó después de muertos Mandonio e Indíbil. Levantábase ya una parte de España, ya otra, así que siempre habían de estar los romanos con las armas en las manos; y hubo muchas batallas campales, en que murieron muchos millares de los unos y de los otros. Pareció al senado romano, que esta provincia de la España Citerior, que comprendía Cataluña y Aragón, Valencia y mucha parte de Castilla, que había sido hasta ahora pretoria, por haberse gobernado por pretores, fuese consular y se gobernase por cónsules, cuya autoridad y poder eran mayores. Enviaron a ella con poderosa armada a Marco Porcio Caton, a quien después llamaron el Censorino, por haber sido censor en Roma que era cargo de grande importancia y preeminencia, y haberle gobernado con grande integridad, así como los demás oficios que tuvo de aquella república. Llegado en los mares de Cataluña, dio sobre el castillo y villa de Rosas, donde se habían fortificado unos catalanes (se les conocía por la barretina y el espetec en la boca), y no se le querían rendir y habían tomado las armas; y después de haberles dado combate, se rindieron, y quedó aquella plaza por el senado romano, y Caton (a partir de ahora pondré Catón) puso en ella guarnición de soldados romanos (que ya hablaban catalán, por supuesto, era imprescindible para opositar a la plaza).
De aquí pasó con todo su ejército a la ciudad de Empurias, que estaba dividida en dos cuarteles o partes: la que miraba a la mar, habitaban griegos y marselleses que habían quedado de aquellos pobladores que vinieron a España; la otra parte habitaban españoles, y había un fuerte muro que dividía los unos de los otros, y solo había una puerta de la una parte de la ciudad a la otra. Los griegos eran gente que vivían de la mercancía y eran amigos de todos; y luego que llegó Marco Porcio Catón, le abrieron las puertas y se declararon amigos del pueblo romano: pero los españoles, que estaban a la otra parte de la ciudad, le cerraron las puertas y se hicieron fuertes en su ciudad, declarándose enemigos del pueblo romano. Corrió la gente de Catón el campo, talando y quemando todo cuanto halló, y asurado de los vecinos y desviado el socorro que les podía venir, puso con su gente cerco a la ciudad.
Cuando pasaba esto, aunque todas aquellas comarcas vecinas de Empurias estaban quietas y no había nadie que se osase mover, por temor del ejército vecino; dentro de Cataluña (ya tenían estelada entonces) y a las partes de los pueblos ilergetes estaban más alborotados (abalotats) que cuando vivían Mandonio e Indíbil, y todas aquellas gentes querían que alguno de los más principales de aquellas regiones se levantara, y todos juntos hicieran guerra a los romanos y los echaran de la tierra. Era príncipe o rey de los ilergetes un caballero a quien Livio llama Belistágenes (bellum, bélico : guerrero, guerra, etc.), y a lo que conjeturo, había heredado los estados de Mandonio e Indíbil, o estaría casado con alguna de las hijas de éste. Este caballero, escarmentado de las desdichas que habían acontecido años atrás a los señores ilergetes, y que por una victoria que ellos tuvieran, los romanos las tuvieron sin número, y era escupir al cielo, pues, a la postre, todo redundaba en daño y destrucción de los mismos españoles; aunque sus vecinos se habían declarado ya contra Roma, él estaba a la mira de todo. Enojáronse los vecinos y le amenazaron que, si no seguía su opinión, volverían la guerra contra él y su tierra y la talarían, pues más estimaba ser amigo de los romanos, que valer a sus paisanos. Estas amenazas le turbaron algún tanto, y más viéndose sin fuerzas para poder resistirles, si era que volviesen la guerra contra él. Para remediar estos peligros, envió a un hijo suyo con otros dos embajadores a Catón, lamentándose que por no haber ellos querido seguir en el levantamiento contra los romanos a los otros sus vecinos, ahora ellos les destruían su tierra y les combatían las fortalezas donde se habían recogido, y que ninguna esperanza tenían de poder resistirles y escapar de este peligro, si no les enviaba el cónsul socorro; y que les bastaban cinco mil soldados, pues con estos solos que allá fuesen al socorro, los enemigos sin duda no osarían esperarlos. Respondióles Marco Catón, que verdaderamente le lastimaba verlos puestos en tal peligro, y con tanta congoja y miedo de su perdición; mas que teniendo tan cerca los enemigos con grandes ejércitos, y siéndole forzado pelear en campo abierto muy presto con ellos, él no tenía tanta gente, que osase ni pudiese seguramente partir sus fuerzas y su poder, con darles alguna parte de sus soldados. Oída e triste respuesta, dice Livio, flentes ad genua consulis provolvuntur, que llorando y con la mayor amargura se echaron a los pies de Catón, suplicándole con lágrimas, que no les desamparase en una miseria tan cruel, que ¿dónde habían de ir, si los romanos no les favorecían, que ya no tenían amistad de nadie ni les quedaba otra esperanza? « Muy bien pudiéramos, decían ellos, hallarnos fuera de este peligro y angustia, si quisiéramos ser desleales a los romanos y conjurar con los otros españoles, mas ni las crueldades con que nos amenazaban, ni los peligros que nos representaban tan ciertos como ahora los vemos, no nos pudieron mover de la fé que una vez os dimos, con la esperanza que teníamos de nuestra seguridad en solo vuestro socorro, y si es que lo neguéis, hacemos testigos a los dioses y a los hombres que forzados, por no sufrir lo que los de Sagunto, faltaremos a la fé y amistad, y moriremos antes con los otros españoles, que solos. »
Con todo esto no les dio Catón aquel día respuesta, y la noche la pasó muy congojado y pensativo: no quería faltar a los amigos en tiempo de tan estrecha necesidad; y por otra parte no quería quitar nada de su ejército, porque haciendo esto, o le era forzado dilatar la batalla que deseaba dar luego, o si pelease era cierto su peligro, por la falta de la gente. Resolvióse en fin en no dar nada de su ejército, y a los embajadores gran esperanza y muestra de socorro. Saepè enim, dice Livio, vana pro veris, maximè in bello, valuisse; et credentem se aliquid auxilii habere, perindè atque haberet ipsa fiducia, et sperando atque audendo, servatum. Porque, dice Livio, en la guerra muchas veces lo fingido vale por verdadero, y los que creen que tienen algún socorro, así como si lo tuviesen, con la esperanza, osando y esperando se defienden. Con esta resolución el día siguiente llamó a los embajadores y les dijo que quería tener más respeto al peligro de los amigos, que no al suyo en que había de quedar socorriéndoles. Mandó luego que la tercera parte de su ejército aparejase lo necesario y cociese pan para embarcarse al tercer día, y mandó volver a Belistágenes sus dos embajadores, para que le diesen aviso de aquello; y para estar más seguro de él y de sus ilergetes, se detuvo a su hijo, haciéndole fiestas y mercedes. Pero los embajadores no se partieron de allí hasta ver la gente embarcada, y después publicando el socorro por cosa cierta, no solo lo hicieron saber a los suyos hinchéndoles de buena esperanza; mas también la fama de él llegó a los enemigos y los acobardó de manera, que dejaron de dañar a Belistágenes y a los ilergetes: y Catón, contento de haber librado con aquel ardid a sus amigos, mandó desembarcar la gente, porque el ejército de los españoles llegaba ya a la vista de la ciudad de Empurias, y Catón pensaba darles la batalla lo más presto que fuese posible: y las cosas y tratos que pasaron, y sucesos que tuvieron, cuentan Livio y todos los autores, y por ser hechos que no pertenecen a los pueblos ilergetes, los dejo.