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domingo, 8 de marzo de 2020

72-82

72. TRATADO
DE LAS ELECCIONES CANÓNICAS. 



Un volumen en 4.° prolongado, en
pergamino, de 93 páginas. Es del siglo XIV. Toda la materia
referente a los tres modos de hacer las elecciones según el derecho
canónico, hállase expuesta en este libro con mucha claridad. Aunque
no hay capítulos que dividan los asuntos, todas las cuestiones están
señaladas con epígrafes de letra encarnada.
Este Códice está
escrito con gran perfección y se halla bien conservado. Como los de
su clase, abunda en letras con dibujos de colores. Al lado del texto
hay comentarios del mismo autor. En el principio del libro se lee un
epígrafe, que traducido del latín dice: «Comienza aquí el libro
compuesto por el Maestro Guillermo de Mondagoto, Arcediano
Nemausense
, sobre el modo de hacer las elecciones y ordenar los
procesos relativos a las mismas».





73. FLOS
SANCTORUM O VIDAS DE SANTOS.
Un volumen en 4.° mayor, en
pergamino, de 673 páginas Es del siglo XIV. Al principio le faltan
algunas hojas; el final está completo. Tiene de especial este libro,
que antes de la vida de cada Santo se explica la etimología
del nombre
y su significado, con datos sumamente curiosos
que suponen en el autor mucha erudición. No consta quien sea éste.
Es muy probable que fue algún religioso agustino, porque la
única viñeta que hay está en la vida de San Agustín,
obispo y doctor, viéndose allí una imagen del Santo.
Además
de las vidas de los santos, hay pláticas sobre varios
asuntos, como la Cuaresma, Dominicas que la preceden.
Resurrección, y otros misterios y fiestas de la
Santísima Virgen.

74. PRISCIANO EL MAYOR. TRATADO DE
GRAMÁTICA.
Un volumen en 4.° mayor prolongado, en pergamino, de
258 páginas. Es del siglo XI. Dicho autor fue un célebre
gramático latino que nació en Cesarea a fines del
siglo IV. El año 525 abrió una escuela que tuvo gran
fama por el número de gramáticos distinguidos que de allí
salieron. Compuso varias obras; pero la más notable es esta.
/
Nota: Si nació a finales del siglo
IV, pongamos 399, y en el año 525 abrió él mismo una escuela,
vivió más de 125 años. Priscianus Caesariensis (fl. 500), más
conocido como Prisciano, fue un importante gramático del latín,
nacido en Caesarea, Mauritania, (en la actualidad la ciudad de
Cherch
ell en Argelia). Según Casiodoro enseñó latín en
Constantinopla. https://es.wikipedia.org/wiki/Prisciano
Su obra más
importante es una gramática del latín que recibe el nombre
de Institutiones Grammaticae. /
Se divide en 18 libros, y
no en 14 como dice algún escritor. Al principio, después de un
prólogo, pone el autor un índice o resumen de los 18 libros. Antes
hay dos hojas que no pertenecen a este Códice; en la primera se ve
parte de un índice sumamente curioso por la forma con que está, el
cual debía pertenecer a alguna obra de derecho del siglo XI, o
quizás de antes.
Este Códice es el que se conserva en mejor
estado entre todos los de aquel siglo, a pesar del servicio que se
conoce prestó en su tiempo. La letra es muy legible. Hay muchas
notas en el margen, todas con caracteres pequeñísimos hechos con
gran perfección. Pero lo que llama la atención principalmente es el
extraordinario número de notas puestas entre las líneas del texto,
tan diminutas, que admira cómo pudieron escribirse allí.
Los
títulos en que se dividen los libros, o sea los epígrafes de cada
asunto, están señalados con letras encarnadas. Las iniciales de los
apartados son de colores; pero sin dibujos, según el estilo de aquel
tiempo. También hay una viñeta al principio, de muy buen gusto, y
algunas otras en lo demás del libro.
Al fin de todo se ve
una nota, en caracteres encarnados muy grandes, que traducida dice:
«Concluye el libro de Prisciliano, Gramático, Doctor de la ciudad
de Roma.»

75. TOMÁS DE HIBERNIA. MANOJO DE FLORES. Un
volumen en 4.° mayor prolongado, en pergamino, de 254 páginas. Es
del siglo XIV. Contiene un repertorio por orden alfabético de varios
nombres o asuntos pertenecientes a la Teología dogmática y moral,
Sagrada Escritura, Filosofía, etc. De ahí el título de Manojo de
flores, que se le aplica con muchas propiedad.
Está en
forma de diccionario. Pero además el autor tuvo el buen gusto de
señalar en el margen, por medio de alfabetos de letras minúsculas,
los párrafos en que se divide el asunto que allí se trata.
Cada
nombre del diccionario tiene la inicial adornada con dibujos de
colores. También son de colores las iniciales de todos los párrafos.
Al principio le faltan algunas hojas; el final está completo. Hay un
índice que contiene todos los nombres de los asuntos que se explican
en este diccionario. Después siguen cuatro folios que son como una
ampliación.
Antes del índice hay una nota que traducida dice
así: «Esta obra fue compilada por el Maestro Tomás de Hibernia, en
algún tiempo Sócio de Sorbona».

76.
SANTO TOMÁS DE AQUINO. SOBRE EL LIBRO II DEL MAESTRO DE LAS
SENTENCIAS. Un volumen en 4.° mayor prolongado, en pergamino, de 146
páginas. Es de últimos del siglo XIII o de principios del XIV. En
la parte superior de cada página están señaladas por su orden las
44 distinciones en que se divide esta obra. Al final hay un índice
hecho posteriormente, que sólo llega hasta la Distinción 35.
Antes
del índice se leen unas notas de diversa letra, que traducidas
dicen: «Concluye el escrito de Fray Tomás, sobre el segundo
de las Sentencias.» Prueba esto que cuando se escribió el Códice
aún no había sido canonizado Santo Tomás. Después
hay otra nota que dice. «Este libro es de (sigue un nombre que está
raspado). Cualquiera que lo vendiere sea anathema. Luego hay
otra que dice así: «Este libro es de Fray (sigue un nombre raspado)
de la orden de Frailes predicadores del convento de (hay otro nombre
raspado) de la provincia de Aragón».
Al fin de todo en
la última página todavía hay otras notas que dicen: «Yo Antonio
Aymerich
, Bachiller en artes, el viernes día 29 de Abril
compré este libro al Reverendo confesor del
Rey de Navarra, en la ciudad de Valencia, el año 1435
del Nacimiento del Señor.» Y más abajo se lee: «Este libro es de
Pascual March, quien lo compró por 44 sueldos

77.
LETANÍAS Y ORACIONES. Un volumen en 4, en pergamino, de 44 páginas.
Es del siglo XIV. Se comprende que este Códice se usaba en todas las
rogativas que se hacían en esta catedral. Después de las Letanías
de los Santos, siguen las preces y oraciones pertenecientes a cada
rogativa. Entre otras de las que ofrecen interés histórico, está
la tradicional plegaria que se canta en esta catedral
en las rogativas pro pluvia, que dice así: «Dómine
rex, Deus Abraham, dona nobis pluviam super faciem terrae, ut discat
pópulus tuus quia tu es Dóminus Deus noster.»

También hay
una oración propia de la Santa Cinta, diferente de la que se
halla en el Breviario de esta catedral. En dicha oración se
expresa la aparición de la Santísima Virgen en esta
iglesia y la entrega de su Sagrado Cíngulo. Como es un
documento de grande valor histórico, pues confirma aquella veneranda
tradición, creemos conveniente insertarlo tal como está: Dice así:

«Omnipotens sempiterne Deus, qui gloriosae Virginis Matris
Mariae corpus et animam, ut dignum Filii tui habitaculum effici
maereretur, Spiritu Sancto cooperante praeparasti; da, ut cujus
Visitatione et Cinguli traditione hanc Ecclesiam
decorasti, ejus pia intercessione ab instantibus malis et á
morte perpètua liberemur. Per Dominum...»

/ Nota: á
y perpètua aparecen con tilde en el pdf que tengo, otros textos en
latín también están con tilde en este libro.
La ae del latín,
æ, la escribo en este libro ae -

https://www.delcastellano.com/errores-pronunciacion-latin/


ae (y oe)


Por increíble que pueda parecer, el
diptongo ae se pronuncia [ae̯]. Por tanto, hay que evitar la
pronunciación arromanzada como una simple *[e]: quae se lee [kʷae̯]


, no *[ˈkwe]. Tortosa : Tortose,
Lleida : Lleide, Maella : Maelle, Favara : Favare, etc.
La
bibliografía anglosajona tiende a considerar que ae se pronunciaba
[ai], aunque esta pronunciación es de época arcaica (siglo iii a.
C. y anteriores). Lo mismo se aplica al diptongo oe, menos frecuente,
que se pronuncia [oe̯]: amoenus se pronuncia [aˈmoe̯.nus]


, no *[aˈmenus] /

78. PEDRO DE
TARANTASIA. COMENTARIOS SOBRE EL LIBRO II DEL MAESTRO DE LAS
SENTENCIAS. Un volumen en 4.° mayor, en pergamino, de 242 páginas.
Es del siglo XIII.
El autor es conocido con este nombre por ser
natural de Tarantasia, provincia y condado de los antiguos
estados sardos. Las 44 Distinciones del libro II del Maestro
de las Sentencias están completas en este Códice, y se señalan con
números en la parte superior de cada página, y además en el
margen. Hay algunas notas de época posterior. Las iniciales de los
párrafos están adornadas con dibujos de colores.
Al principio
hay un índice. También se ve allí una hoja de distinta época y
diferente letra, que no pertenece a este libro.

79. ALANO DE
INSULIS. SOBRE LAS DIVERSAS SIGNIFICACIONES O USOS QUE TIENEN ALGUNOS
NOMBRES EN LA SAGRADA ESCRITURA. Un volumen en 4° en pergamino, de
321 páginas. Es de principios del siglo XIII. Este curioso libro
tiene alguna semejanza con las Concordancias de la Sagrada Escritura,
aunque es más reducido y su objeto también es distinto.
Le
precede un prólogo dirigido a Ermengaldo, Abad de San Gil.
Después siguen los nombres por orden alfabético. Antes de cada
letra hay un índice; luego siguen los nombres cuyo uso se trata de
explicar, estando señalados con letras encarnadas en el texto los
libros de la Sagrada Escritura a que se refiere el uso de cada
nombre.
A pesar de su mucha antigüedad está muy bien conservado
este Códice. Todas las iniciales de cada párrafo son de colores, y
algunas están adornadas con hermosas viñetas. Al final hay la
acostumbrada nota que dice. «Este libro ha sido escrito; el que lo
escribió sea bendito».

80. FRAGMENTOS DE LOS CLÁSICOS Y
OTROS AUTORES ANTIGUOS. Un Volumen en 4.° de 328 páginas. Está
escrito parte en cartulina, que pertenece al siglo XIII, y parte en
pergamino, que es del siglo XII.
Contiene escritos de Horacio,
Juvenal, Marcial, Salustio, Cicerón y Séneca. También los hay de
Macrobio, (las Saturnales) y de Macer (del poder de las hierbas.)

Además un tratado de Geometría con figuras geométricas, y otro
del eclipse del sol.

81. CAPITULARIO PARA TODO EL AÑO. Un
volumen en 4.° en pergamino, de 380 páginas. Es del siglo XIV. Al
principio hay un Calendario muy deteriorado por el uso, en el cual
falta una hoja que debía contener los meses de Noviembre y
Diciembre.
Tiene de particular este Códice, que se halla en él
la oración propia de la Santa Cinto,
(Cinta, Cingulis, Cíngulo) de que ya hemos tratado en el
Códice de n.° 14; pero en el que nos ocupa dicha oración está en
el mismo Capitulario, y no en hoja añadida como en el otro Códice.
También hay algunas otras oraciones de interés histórico. Todas
las iniciales de los capítulos y de las oraciones se hallan
adornadas profusamente con dibujos de colores.

82. MISAL. Un
volumen en 4° en pergamino, de 460 páginas. Es del siglo XIII. Está
escrito con muy buen gusto y con profusión de letras de adorno.
Tiene además algunas viñetas muy distinguidas y de un estilo
especial. Hay un Calendario muy completo; y lo mismo que en otro
Códice reseñado, el día 4 de Febrero hay una nota que traducida
dice: «Aquí comienzan a cantar las aves». Y el día 24 de Abril
otra que dice: «Salida de Noé del arca.»
En este Calendario ya
está la fiesta de la Concepción de la Virgen, el día 8 de
Diciembre; la oración está añadida en el margen en su lugar
respectivo, y es diferente de la que se usaba antes de la actual.
También se halla el día 18 de Diciembre la fiesta de la
Expectación del parto de Nuestra Señora
, que se puso después
porque la letra no es la misma que lo demás del Calendario.




83-93

120-129




120.
BREVIARIO SEGÚN EL USO DE LA IGLESIA DE TORTOSA. Un volumen en 4.°
en pergamino, de 666 páginas. Es del siglo XIV. así este
Breviario como el del número anterior, se conoce que estaban
destinados por el uso diario de esta catedral, porque además de
contener algunos rezos ú oficios propios de esta iglesia, se dice en
los mismos el número de cantores que en el coro correspondían a
cada festividad.
En el que nos ocupa, después del Calendario hay
una especie de lista donde se expresan, como hemos dicho, las
festividades en que debía haber seis, cuatro, y dos cantores.
También está el oficio de la fiesta de San Rufo y el de la
octava. Al final hay dos o tres hojas de letra más moderna, que
contienen varias explicaciones y notas sobre la liturgia de esta
iglesia.

121. LECCIONARIO CON LAS HOMILÍAS. Un volumen en
4.° mayor, en pergamino, de 419 páginas. Es del siglo XIV. También
fue escrito este Códice para esta catedral, o sea para el coro;
sirviéndose de él en las lecciones los canónigos y
beneficiados a quienes correspondía por turno. Está
incompleto, pues al principio y al fin le faltan muchas
hojas. Por lo demás se halla en buen uso y se conoce que el trabajo
de este libro se hizo con mucha perfección. Todas las iniciales de
las lecciones están adornadas con dibujos de colores.

122.
HONORIO AUGUSTODUNENSE. ELUCIDARIO. Un volumen en 4.° prolongado, en
pergamino, de 164 páginas. Es del siglo XII. Al principio de la
primera página hay una nota de letra más moderna que dice,
Quoestiúnculae Theologicae. Después sigue este epígrafe:
Capitula Lucidarii. Las cuestiones se dilucidan en forma de
diálogo, figurando un discípulo que pregunta, y un maestro que
contesta dando la explicación.
Al principio de cada uno de los
libros en que se divide esta obra, hay un largo índice de todos los
puntos que se han de explicar. Después en las últimas hojas, que
son de otra época, hay los siguientes breves tratados. De la
Iglesia. De los sagrados órdenes. Del Sumo Pontífice. De la
dedicación de la iglesia. Del agua bendita. De las palmas y ramos,
etc. El final del libro está muy deteriorado y faltan además
algunas hojas.

123. EL EVANGELIO DE SAN JUAN. Un volumen en
4.° prolongado, en pergamino, de 204 páginas. Es del siglo XII.
Tiene los comentarios de Rábano Mauro, como los otros Códices de la
Sagrada Escritura de que hemos hecho mención; pero este es de época
más antigua, y de ahí que sea completamente distinto, así en el
tamaño como en lo demás del escrito, viñetas, etc.
En este
Códice se nota la particularidad de que el texto apenas ocupa una
quinta parte de cada página, a fin de dejar extenso margen para los
comentarios. También hay bastante distancia de línea a línea para
poner notas, viéndose allí muchas. Al principio de la primera plana
se ve con letra más moderna la nota que hemos copiado de otros
Códices: «Es de Santa María de Tortosa; si alguno lo quitare, sea
anatema» . Y al final después del evangelio de San Juan, hay una
página comentando las palabras de la profecía de Balaam,
Orietur stella ex Iacob.

124. COMENTARIOS SOBRE EL
MAESTRO DE LAS SENTENCIAS. Un volumen en 4.° mayor, en pergamino, de
242 páginas. Es del siglo XIII. No consta el hombre del autor. No
hay separación ni epígrafes que indiquen los libros del Maestro de
las Sentencias que se exponen en este Códice. Es de notar que los
comentarios principian por el libro segundo, como lo indican las
palabras de la primera página, que traducidas dicen: «Sobre el
principio del segundo libro del Maestro de las Sentencias propongo
una cuestión.»
En el folio 29 comienza el comentario al libro
primero, según lo expresa una nota de letra muy pequeña y de época
distinta que dice, Circa primum Sententiarum.
En los
folios 87 y 88 hay un índice de las cuestiones.

125. HUGO DE-NOVOCASTRO. Un volumen en folio en pergamino, de 292 páginas. Es
del siglo XIV. Principia este libro del siguiente modo: Incipit
secundus lecturae, Fratris Hugonis de Novocastro, Ordinis Fratrum
minorum, suppletus ab eodem.
Tal es el título que tiene. Su
contenido es una exposición o comentario del Maestro de las
Sentencias. El autor, que era un teólogo inglés,
(Nota: Novocastro : Newcastle : Castellnou etc...) vivió a
principios del siglo XIV. Dividió el libro en distinciones,
subdivididas en cuestiones, que se indican con números romanos en la
parte superior de cada página. Pero al llegar a la distinción XXI
se omitió el señalarlas. También se omitió desde esta distinción
hasta el fin del Códice, poner las iniciales del principio de cada
cuestión, que sin duda debían adornarse con dibujos como las demás,
y no se hizo; notándose que falta una letra y hay un claro en el
texto.
Al final está un índice muy completo de las cuestiones
que se tratan en este libro. Después del índice hay una nota, que
traducida del latín dice así refiriéndose al libro: «El que me
escribía, el nombre de Nicolás tenía.»

126.
FORMULARIOS PARA TODA CLASE DE INSTRUMENTOS. Un volumen en folio en
pergamino, de 114 páginas. Es del siglo, XV. Este Códice ofrece
especial curiosidad por la multitud de formularios que contiene,
redactados con mucha extensión y según derecho. No está completo.
Al principio le faltan algunas hojas, pues comienza el primer folio
por el instrumento de número XIV.
Aunque no hay foliación,
todos los instrumentos están numerados por su orden en el margen.
Además, al principio de cada instrumento hay un breve título o
epígrafe con letras encarnadas. Todos los instrumentos o formularios
de este Códice ascienden a 337, y aún faltan algunas hojas al fin.
De un mismo asunto hay varios formularios según las diversas
combinaciones y casos que pueden ofrecerse.

127. COMENTARIOS
A LOS LIBROS DE LAS DECRETALES. Un tomo en folio, en cartulina, de
238 páginas. Es del siglo XV. Este Códice se puede dividir en dos
partes; hasta la mitad del libro donde hay algunas hojas en blanco, y
desde allí hasta el fin. La primera parte comienza por los
comentarios del segundo libro de las Decretales, que tratan de los
juicios o procedimientos; no hay allí división ni señal alguna de
títulos ni capítulos. En la segunda parte están los comentarios a
los libros tercero y cuarto; y aunque tampoco hay separación de
títulos ni capítulos, cada caso que se resuelve está señalado con
letras más grandes.
También se observa lo que ya hemos dicho de
otros Códices; que la inicial quedó sin adornar, viéndose un claro
o blanco en el texto.

128. LOS CUATRO EVANGELIOS. Un tomo en
4.° en pergamino, de 394 páginas. Es del siglo XII. Al principio de
cada evangelio hay un índice y un prólogo. En el evangelio de San
Lucas el prólogo está sin concluir, pues sólo tiene algunas líneas
escritas, y siguen dos páginas en blanco donde parece que debía
concluirse.
Las primeras palabras de los evangelios son de letras
de muy buen gusto, y según el estilo de aquel siglo; siendo lástima
que las principales que sin duda hubieran sido muy notables, quedasen
por hacer, viéndose los claros donde debían estar. También son de
colores las iniciales de todos los capítulos y párrafos. Este
Códice a pesar de su mucha antigüedad se halla perfectamente
conservado.
Según se ve en el ultimo folio, después de los
cuatro Evangelios debían seguir en este Códice los Evangelios y
Capítulos para todo el año; pero probablemente se continuaron en
otro Códice.

129. SUMA O COMPENDIO DEL CÓDIGO DE
JUSTINIANO. Un volumen en 4.° mayor, en pergamino, de 234 páginas.
Al principio tiene un índice de los nueve libros en que se halla
dividida esta obra; pero le falta algún folio, pues comienza por el
índice del libro cuarto. Antes del primer capítulo, que se titula
de Sacrosanctis Ecclesiis, hay un breve prólogo que comienza
así, traducido del latín: «En nombre de Dios Padre, y del Hijo, y
del Espíritu Santo, principia la suma de todos los libros de leyes
promulgada por los jurisconsultos.» Siguen luego por su orden los
libros, que están indicados en la parte superior de cada folio. Los
capítulos se indican en el margen con números romanos; y los
epígrafes de cada asunto o cuestión están como es costumbre en
estos Códices, con letras encarnadas a continuación del texto. Las
iniciales de los capítulos son todas de colores, y las del primer
nombre de cada libro están adornadas con dibujos.
Este Códice
además del mérito de su antigüedad, tiene la especialidad de ser
muy raro en las bibliotecas de Europa. Lo prueba, que al poco tiempo
de haber publicado los señores Denifle y Chatelain el Inventario
de los Códices de esta catedral
, en la Revista que ya hemos
dicho impresa en París, titulada Revue des Bibliothéques, un
publicista de aquella ciudad nos escribió pidiendo copia de algunos
capítulos de este Códice, para completar y ampliar según dijo, una
obra de derecho regional que había publicado en Francia hacía pocos
años.




domingo, 28 de junio de 2020

HISTORIA DE LOS CONDES DE URGEL, Diego Monfar Sors

COLECCIÓN DE DOCUMENTOS INÉDITOS DEL ARCHIVO GENERAL DE LA
CORONA DE ARAGÓN,
PUBLICADA DE REAL ORDEN
POR
SU CRONISTA,
D. Próspero De Bofarull y Mascaró.

TOMO IX.

HISTORIA DE LOS CONDES DE URGEL,
escrita por D. Diego Monfar y Sors,
archivero del Real Archivo de Barcelona,
y
PUBLICADA DE REAL ORDEN
POR
D. Próspero de Bofarull y Mascaró,
cronista de la Corona de Aragón.
Tomo I.
Barcelona.
En el establecimiento litográfico y tipográfico de
D. JOSÉ EUSEBIO MONFORT.
1853.

/ Edición de Ramón Guimerá Lorente.
Se actualiza la ortografía en parte, y añado comentarios entre paréntesis y cursiva (así). Faltan bastantes páginas y otras están mal escaneadas /.
Deseando la Reina Ntra. Sra. (Q. D. G.) que vean la luz pública en esta colección diplomática, no solo los documentos interesantes a la historia y demás ramos de literatura en general, si que también diferentes códices inéditos que igualmente custodia este antiquísimo archivo, por considerarlos no menos conducentes al digno objeto de su ilustrado desvelo, según anunciamos y ofremos en el preliminar de esta empresa; daremos con oportunidad la preferencia a la Historia inédita de LOS CONDES DE URGEL, de D. Diego Monfar, por tratarse en ella de unos personajes, estados y hechos tan enlazados con los de la Corona de Aragón, como con sus Parlamentos, Compromiso de Caspe y demás documentos que acabamos de publicar, a tenor de las reales instrucciones que hemos recibido. En efecto, desde que Carlos Calvo dividió la Septimania en marcas, cediendo en plena soberanía la española, o marquesado y condado de Barcelona con sus agregados, a Vifredo el Velloso, que en su muerte heredó a su hijo Seniofredo con el de Urgel; este condado, erigido en la región de los antiguos Ilergetes, ha estado constantemente bajo el señorío de príncipes de la dinastía de Barcelona y Aragón, hasta que al cabo de cuatro largos siglos de gloriosa existencia la falta de sucesión en Don Martín, el fallo de los nueve compromisarios de Caspe y la rebelión de Don Jaime el desdichado contra el electo Don Fernando, autorizó a este nuevo rey a proceder militar y judicialmente contra su malhadado primo, confiscándole sus estados y condenándole a cárcel perpetua, en la que murió al cabo de muchos años, asesinado en el castillo de Játiva por los infantes hijos de su mismo antagonista.
Diego Monfar y Sors, ciudadano honrado y natural de Barcelona, hizo sus estudios, con el aprovechamiento que manifiestan sus obras, en la antigua y acreditada universidad literaria de Lérida: fue escribano de mandamiento de la cancillería de Aragón, y uno de los rehenes que envió a Luis XIV el Principado, en seguridad del ejército francés con que aquel monarca ausilió a Cataluña durante la guerra que sostuvo contra Felipe IV de España, llamada de los segadores. En 1641 fue nombrado por dicho rey de Francia archivero de su Real Archivo de Barcelona; y por estos años, hasta el de 1652, en que murió en la villa de Tarrasa, escribió este códice o Historia de los Condes de Urgel, después de haber examinado detenidamente, no solo los infinitos autores que en ella cita, si que también varios archivos de Aragón y Cataluña, y en especial este de la Corona de Aragón que tuvo a su cargo, del que copia muchos documentos curiosísimos e interesantes.
Consta este códice de 500 folios, escritos de puño propio del autor, en papel muy ordinario, con letra bastante difícil para quien no está versado en la paleografía; y se ignora cómo fue a parar al archivo de los Padres Mercenarios de Barcelona, del que lo recogió el archivero de la Corona de Aragón el año de 1835, depositándole en este mismo establecimiento donde probablemente fue escrito. El padre maestro Izquierdo, de la orden de san Agustín, sacó de él una copia en dos grandes volúmenes, que hemos consultado y existe en el archivo de la Academia de Buenas Letras de Barcelona; pero la hemos hallado llena de erratas, aunque en el testo esté conforme con el original que tenemos a la vista. Como Monfar escribió en una época tan turbulenta, cual fue la de aquella asoladora y desgraciada guerra, no es de admirar que no diese la última mano a su obra, ni que se hallen en ella algunas lagunas, no pocos barbarismos y otras faltas de lenguaje, que difícilmente podía evitar un catalan que escribía en castellano a mediados del siglo XVII, cuando el Principado conservaba aún en toda su fuerza el entusiasmo patrio por sus fueros e idioma.
a pesar de esto, para conservar en todo lo posible la pureza del testo, rara vez nos hemos atrevido a rectificar más que aquellos defectos que podían producir confusión en el sentido de la frase, y que sin duda ninguna hubiera el mismo autor corregido, a haber tenido espacio y sosiego para limar su obra. Nos hemos contentado con regularizar y uniformar su ortografía, suprimiendo todas las inflexiones exclusivas del catalan, más o menos antiguas, que Monfar aplicó al castellano, y que hemos sustituido con las letras con que propiamente debía escribirse en este idioma, a saber: ny por ñ, cuando se halla banyo por baño; I en principio de dicción por ll, cuando escribe levar por llevar; s líquida por es en las voces que deben empezar con estas dos letras; t por d, en algunos finales en ad; y doble s por la s sencilla, única y fuerte, castellana; y haciendo desaparecer todos los afijos, especialmente en los genitivos de los nombres que empiezan por vocal, que llevaban una d al principio, cuyo uso hemos variado, suprimiendo por consiguiente la sinalefa, y marcando el de.
La idea que nos guía, y el útil objeto que llevamos al publicar este libro, quedarán aun más patentes a medida que el lector se haga cargo de la importancia del códice, cuya corrección, para darlo a luz, esperamos con justicia que nos habrá de agradecer.

sábado, 7 de marzo de 2020

Catálogo 11-15

11. Misal. Un volumen en 4.° en
pergamino, de 280 páginas. Es del siglo XII. De este Misal histórico
hacen mención varios escritores.
Martorel lo cita en su
Historia de Tortosa. También se ocupan del mismo el P. Risco en su
«España Sagrada» y el P. Villanueva en su «Viaje literario.» 



Describiendo Martorel este Misal dice: «Está con cubiertas de
finísima plata, y en ellas un Cristo pintado con esmalte de
finísimos colores, clavados los dos pies en la Cruz con dos clavos,
señal evidente de grande antigüedad, y a la otra parte un Salvador,
y al derredor de él muchas piedras finas.» Hasta aquí
Martorel.
Dichas piedras actualmente no están en el Misal. Es de
creer que se sacaron por temor de que fueran robadas en algún sitio
o guerra, dándoles después otro destino, pues antiguamente había
mucha afición de adornar con piedras finas los ornamentos sagrados.

Las figuras de las cubiertas a que alude Martorel son de estilo
bizantino, y están sobre una plancha de metal dorado. En una
cubierta hay un Crucifijo, que tiene esta inscripción con
abreviaturas: Iesus Nazarenus Rex Iudoeorum; a un lado está
la imagen de la Santísima Virgen, con esta inscripción: María; y
al otro la imagen de San Juan, con esta inscripción. Ioannes. En los
ángulos superiores hay dos figuras de ángeles. Al lado de uno de
ellos se lee: Sol; y al del otro: Luna.
En la otra cubierta hay
una imagen del Salvador, que tiene en las manos un libro donde se
lee: Ego sum qui sum. A los lados del Salvador están las
iniciales de las palabras griegas Alpha et Omega; y en los
ángulos de esta cubierta hay las figuras alegóricas de los cuatro
evangelistas.
Los extremos o bordes de las dos cubiertas están
circuidos con una plancha de plata. En la de una cara se lee:
Sum Deus, et vendor. Sum Rex, et in hac cruce pendor. Y en la
plancha de la otra cara dice: Adstans altari, pia mens gaude
lacrimari
.
Esta última inscripción se halla mutilada;
lo que no es de estrañar atendidas las muchas vicisitudes que
ha pasado este Misal, y las distintas veces que ha estado escondido,
tal vez fuera de la catedral, para poder salvarlo.
En las
crónicas y notas antiguas de esta iglesia se designa este Misal con
el nombre de Misal de San Rufo, únicamente porque en él se
halla la oración propia de dicho Santo. Pero conviene advertir, y lo
hace constar el P. Villanueva en el tomo V de su «Viaje literario»,
que al encuadernarse hubo el descuido de truncar algunos folios,
resultando que la oración propia de San Rufo no está en el lugar
que corresponde
, sino en el folio 61. Y lo mismo sucede con el
Cánon de la Misa, como está allí anotado.
Es de creer que el
Misal que nos ocupa debía destinarse para los Pontificales de
los Prelados, y por eso se adornó con tanto lujo. Hay en el
texto viñetas de muy buen gusto, según el estilo de aquel tiempo.
Antes del Cánon se ven reproducidas las dos figuras del Cristo y del
Salvador que están en las cubiertas; pero las del Cánon son de un
dibujo más perfecto.
A propósito de estas figuras, se comprende
que en aquella época debían estar muy en uso, al menos en esta
iglesia; pues según veremos al reseñar otros Misales, casi todos
los de aquel tiempo las tienen, con la particularidad de que aunque
sean de dibujos más vulgares, todas concuerdan en el fondo, o sea en
el Salvador, en el Cristo, y en las alegorías que tienen a los
lados.

12. LAS CARTAS DE SAN PABLO. Un volumen en folio
grande, en pergamino, de 626 páginas. Es del siglo XIII. Contiene
las cartas del Santo, y los comentarios de Rábano Mauro. Este sabio
escritor, a quien ya hemos citado en el Códice de número 2, nació
en Maguncia por los años de 776, y fue Arzobispo de
dicha ciudad. Comentó la Sagrada Escritura, y por ello en algunos
otros Códices que contienen libros de la Escritura, hacemos mención
de sus comentarios. También escribió un Martirologio,
Homilías, y Poesías religiosas, entre las cuales está
el Himno Veni Creator Spiritus.
El Códice que nos ocupa
como objeto de arte caligráfico es de los más notables del archivo.
Está escrito en tres tipos o letras distintas. En
medio, con caracteres muy grandes, se hallan las cartas de San
Pablo
; y a los lados circuyendo el texto, hay dos
clases de comentarios; unos inmediatos al
texto, y otros
más separados de letra muy diminuta y escrita con suma
perfección
.
Así en este Códice como en algunos otros de la
misma época, se observa en el escrito una circunstancia que merece
notarse. Las líneas de lápiz que suelen servir de pauta,
no están al pie de las letras, sino entre una y otra línea o
sea en el medio. No se sabe el motivo de colocarlas en esta
forma.
De todos modos revela un gran pulso en el escribiente,
el hacer las líneas con tanta rectitud, sin que las letras lleguen
hasta el lápiz. Al principio y al fin de este Códice faltan
algunas hojas destruidas sin duda por la acción del tiempo.


13. ORACIONES DE LAS MISAS DE TODO EL AÑO. Un volumen en
folio en pergamino, de 286 páginas. Es del siglo XIII. También hay
un Calendario. Ante todo está el rito referente a la celebración
del Sacramento del matrimonio. Se dice allí en primer lugar,
que los matrimonios deben celebrarse públicamente, y
que está prohibido celebrarlos: Desde el Adviento hasta la octava de
Reyes. Desde Septuagésima hasta después de la octava de
Pentecostés. Pero esto fue modificado posteriormente por el Concilio
de Trento.

En los antiguos Códices solía ponerse alguna
nota referente a hechos históricos. En el que reseñamos al final
del folio 4.° se lee lo siguiente, que traducimos del latín.
«Año 1352. El día primero de Agosto fue consagrado el Altar
(o Ara) de San Esteban, por D. Bernardo, Arzobispo
de Galatea
» Este altar ahora no existe, y debió ser substituido
por otro.
Después del folio 72, antes de los Prefacios de la
Misa
, hay una figura del Cristo y otra del Salvador, semejantes a
las del Códice n.° 11, aunque el dibujo es de menos mérito, y los
colores ya están muy deteriorados.

14. CAPÍTULOS Y
ORACIONES DE TODO EL AÑO. Un volumen en 4.° mayor, en pergamino, de
368 púginas. Es del siglo XIV. Está escrito con caracteres
muy grandes, pues se comprende que este libro servía para el
Canónigo Semanero, y entonces los Maitines y Laudes
eran por la noche. Llama la atención una oración
propia, del rezo de Nuestra Señora de la Cinta, que
está en una hoja de pergamino suelta, dentro de este Códice, al
folio 173, escrita en letra que se conoce es de aquel mismo siglo.
Esto manifiesta que ya se rezaba entonces dicha oración; lo cual
confirma la tradición relativa a la aparición de la Santísima
Virgen
en esta catedral, y entrega de su Santa Cinta.
Por ser un documento de mucho interés histórico lo copiamos
literalmente. Dice así:

«Deus, qui Ecclesiam Dertusensem
Beatissimae Virginis Maríae Visitatione et Cingulo
decorasti; ejus nobis intercesione concede, ut cingulo fidei
et puritatis accinti, a cunctis peccatorum nexibus eruamur . Per
Dominum...»

En el Códice núm. 81 de que trataremos más
adelante, y que también es del siglo XIV, se halla esta oración en
el mismo Capitulario, sin estar añadida en hoja suelta.
Son
de notar así mismo las oraciones de Santo Tomás de Aquino y
de San Vicente Ferrer, que están al margen con diferente
letra; y es porque cuando se escribió este Capitulario dichos Santos
aún no habían sido canonizados.

15. DIÁLOGOS DE
PEDRO ALFONSO, ex Iudeo Christianus.
Así consta en una nota
antigua que hay al principio de este libro, lo cual indica que el
autor era Judío antes de su conversión. Está en 4.°
mayor prolongado, y tiene 232 páginas en papel cartulina. Es del
siglo XIII. Hállase dividido en 12 títulos, que tratan de diversos
puntos de la religión cristiana. Al principio el autor pone
lo siguiente, que traducimos del latín: «La gracia del Espíritu
Santo nos asista. Amen.» Y después añade: «En nombre de la
Santísima y Divina Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo,
principia el proemio de Pedro Alfonso, de Judío
Cristiano.» Al fin del libro repite esto mismo, e invoca otra vez la
divina gracia.






miércoles, 25 de agosto de 2021

III, continúa la Biografía

III.



Los
que suponen, para dar al hecho más visos de sobrenatural, que
Raimundo Lulio después de su conversión, así como pasó desde la
vida sensual y mundana a la espiritual y contemplativa, desde la
vanidad y los devaneos a la virtud más sublimada, pasó también de
la ignorancia al grado de la más alta sabiduría, cometen un error
harto visible. No es justo que el afán de hacer ver que la gloriosa
era de su sabiduría empezó por un milagro, así como la de su
libertinaje había acabado por un desengaño, haya de apartar
nuestros ojos de los testimonios que el mismo Raimundo nos da de lo
que fuera él durante su vida cortesana y caballeresca. Si su
inteligencia apareció como iluminada prodigiosamente por un destello
de clara luz, no es que el sacro fuego no estuviese depositado en el
fondo de su alma grande, creada para altísimos fines, sino que su
ardor permanecía como extinguido bajo el peso de su misma
degradación moral, y ahogado al parecer por la indómita carne que
le envolvía. ¡Qué mucho pues que al recibir el doble y continuo
incentivo de la contemplación y del estudio, no radiase en poco
tiempo y se convirtiese en una antorcha de claridad vivísima y
deslumbrante!



Raimundo,
además de nacer con el privilegio del genio estampado en su frente,
recibió una educación la más esmerada que en aquellos tiempos
podía apetecerse, al lado de la nobleza y entre los más altos
príncipes de la época: y si bien a las armas se había propuesto
consagrar toda su existencia, no por eso dejó de alternar en este
noble ejercicio con el de las letras, para ser más tarde un
caballero tan apto para defender a su patria con su brazo, como para
aconsejar a su rey con su saber. A pesar de lo independiente de su
carácter y de lo indómito de sus pasiones, contra las cuales, según
el mismo manifiesta, no bastaban palabras ni astucias, castigos ni
halagos, el joven Raimundo se hizo uno de los donceles de más
inteligencia y talento de la corte aragonesa. La instrucción
en los negocios de estado, el conocimiento de la índole, usos y
costumbres de los pueblos, el arte de la guerra, la política, la
cosmografía, la historia y las letras, venían a formar los más
bellos adornos de su espíritu, en términos de que por lo claro de
su entendimiento tanto quizás como por su hidalguía, y por los
servicios que prestara su padre al rey Don Jaime el Conquistador
en sus bélicas expediciones, le escogió este de entre la
muchedumbre que formaba la nobleza de su reino, para senescal
de su hijo el príncipe Don Jaime, más tarde rey de Mallorca.

Tan
alto y distinguido empleo no era a la verdad propio de sus juveniles
años, pero lo que le sobraba en talento suplía lo que en años le
faltaba; y tan a gusto de su señor desempeñó en palacio su
cometido, que conquistó enteramente su afecto y se granjeó por do
quiera las más vivas simpatías. Tratando con los más altos y
distinguidos personajes adquiría mayor experiencia, así como en los
viajes en que acompañaba a su príncipe se hacía con mayor
instrucción. Por eso en los comienzos de su vida contemplativa pudo
escribir aquellos preciosos y ya citados libros sobre el Régimen de
príncipes y del Orden de caballería, y más tarde su Arte política
que cita Alfonso de Proaza en su catálogo de las obras de Lulio,
fruto de su experiencia y de sus observaciones durante su existencia
palaciega.



Una
de las tareas literarias empero que más ocupaban los ocios de su
brillante juventud, fue el dulce estudio de la poesía. Aspirando al
título de trovador, con que se habían honrado hasta los Alfonsos y
los Pedros de Aragón, y que tanto había ennoblecido desde
antiguo la protección que los Berengueres de Barcelona
dispensaron a la gaya ciencia, poco costó sin duda a su rica
imaginación hacerse el mejor lugar entre los que ocupaban entonces
la atención general. Y el aura popular de que le rodeara la viveza
de su ingenio y la gracia de sus trovas, haciéndole objeto del amor
de las damas y del respeto de los caballeros, fue quizás lo que
contribuyó a que despertase su corazón a los malos instintos de la
vanidad у a que se rindiese a las seducciones de la vida galante y
sensual que acabaron por conducirle a los mayores extravíos.



Mas
aunque después, tal vez a pesar suyo, hubo de abandonar la corte
aragonesa
que tantos incentivos ofrecía a su espíritu, para
pasar a Mallorca con el infante Don Jaime a quien servía; ni
la vista de su nativo suelo, ni el reposo a que la pacífica isla le
brindaba, pudieron desviarle de la existencia inquieta y aventurera a
que se había lanzado. Sus devaneos se hicieron públicos, sus
amoríos llegaron al escándalo y sus compatricios no veían ya en él
sino a un loco disipado a quien la providencia había concedido un
talento que deplorablemente malograba. Así como en Barcelona la
emulación y la sed de gloria literaria le dictaron tal vez más de
un lais para aspirar a la violeta de oro que en premio se ofrecía en
los poéticos certámenes al que mejor rimaba, en Mallorca destinó
solamente el habla divina de la poesía con que el cielo le dotara,
para cantar por las noches lánguidos suspiros de amor bajo la reja
de desdeñosa doncella, o para insinuar con la magia de su poder en
el alma de cándidas vírgenes el sensualismo que le estaba
devorando.



Por
desgracia de las letras mallorquinas estos rasgos de la pluma juvenil
de Raimundo se han perdido. Toda aquella vida de exaltación y de
amorosa fiebre, de quejas y suspiros, de temores y desdenes, de
exigencias y reproches, de placeres y orgías que estampaba en el
papel en armoniosas consonancias el más ardiente y mejor hablista de
los trovadores lemosines de su época, ha quedado envuelta en
las tinieblas de los siglos; o quizás las aniquiló el remordimiento
del poeta sin dejar de ellas rastro alguno, al aniquilar en su propio
corazón hasta el más mínimo rastro de sensación mundana y de
profano sentimiento. Ay! ¿Quién pudiera tener en sus manos uno solo
de aquellos inspirados cantares del amante trovador, una sola de las
concepciones poéticas que trazara aquella imaginación poderosa,
aquella alma de fuego, cuando concentrada toda en el amor, por el
amor vivía, por el amor deliraba y de amor enloquecía! ¡Quién
pudiera tener en sus manos aquel precioso romance que, en medio del
despecho amoroso que le produjera el más terrible de los desengaños,
escribía para dar salida a los sollozos de su corazón dilacerado,
poco antes de representarse a sus abrasados ojos la figura del
Redentor, para que tras él emprendiese el camino de la virtud!
¡Quién pudiera fijar una mirada sobre aquellos sentidos versos con
que se despedía de un amor que tan cruelmente le había desengañado,
y de la idolatrada hermosura que de tan terrible manera le había
hecho comprender lo falaz y miserable de los placeres del mundo (1)!



Ni
una canción siquiera de las que escribió Lulio durante su
existencia de corte ha llegado a nuestros días; y si el autor
coetáneo de su vida y el poeta mismo en varios pasajes de sus obras
no nos dijese que en escribirlas se ocupó mucho durante su
extraviada juventud, creyéramos sin duda que su afición a la rima y
su arte en manejarla, fue uno de tantos resultados que alcanzó su
entendimiento luego de entregarse a la contemplación y al estudio.



(1)
Hay divergencia entre los biógrafos de Lulio acerca el nombre de la
bellísima genovesa que tan amorosamente perdido tenía a Raimundo, y
que en tan gran manera contribuyó a su conversión, haciéndole ver
la repugnante enfermedad que corroía su seno, y mostrándole que
solo lo eternamente bello e incorruptible era digno de ser amado.
Leonora es el nombre que unos dan a tan interesante hermosura; otros,
y entre ellos Solerio, asegura que se llamaba Ambrosia del Castello.




Sin
embargo ha habido biógrafos estrangeros que han trascrito una
versión, sino del poético billete con que Raimundo declaraba a su
dama la pasión que le devoraba, de la contestación que la bella
hizo llegar a sus manos. He aquí como cuenta uno de dichos biógrafos
la singular aventura. - “Costumbre era entre los poetas catalanes celebrar en sus versos la belleza, objeto de su
adoración. En una trova que Raimundo Lulio dirigió a Ambrosia, hizo
grande elogio del seno de la hermosa dama, pintando la admiración y
el ardiente amor que le inspiraba. La trova no ha llegado a nuestros
tiempos, pero sí la contestación de Ambrosia, cuya lectura ofrece
algún interes. "Señor, dice, los versos que me habéis
dirigido, si bien demuestran la excelencia de vuestro espíritu,
hacen ver al mismo tiempo el error, cuando no la debilidad de vuestro
juicio. No es extraño que pintéis con tan vívidos colores la
hermosura, cuando sabéis embellecer aun la fealdad misma. Mas ¿cómo
consentís en serviros de vuestro divino ingenio para prodigar
alabanzas a un poco de arcilla coloreada con el tinte de la rosa?
Emplear debierais toda vuestra habilidad en ahogar el amor que os
consume en vez de declararle. No es que no os considere digno del
aprecio de las damas más distinguidas, mas sin duda desmereceríais
mucho ante ellas si persistiéseis en servir a la menor de todas.
Así, no es regular que un alma esclarecida como la vuestra, creada
únicamente para Dios, se ciegue hasta el extremo de adorar una
criatura. Olvidad, pues, una pasión que degrada vuestra nobleza, y
no expongáis por tan poco vuestra reputación: que si continuáis en
tan loco empeño me veré en la necesidad de desengañaros,
haciéndoos ver que lo que forma el objeto de vuestro entusiasmo no
debe serlo sino de vuestra aversión. Me decís en vuestros versos
que mi seno os ha flechado el corazón! Bien, yo convengo en
descubríroslo para curar vuestra llaga. Mas en el ínterin podéis
estar seguro de que os tengo tanto amor, como aparento no amaros."
Raimundo Lulio, como amante, interpretó estas líneas enigmáticas
en favor de su pasión, y se enamoró más locamente de Ambrosia.
Seguíala a todas horas, y tal era su frenético afán de verla, que
un día cabalgando Raimundo por la plaza mayor de Palma, en el
momento mismo en que Ambrosia se dirigía a la catedral, llevado de
su ciega pasión la siguió montado hasta el interior del templo.
Aunque esta extravagancia fue objeto de burla y de muchos comentarios
en toda la ciudad, Raimundo llevó a tal extremo su indiscreción,
que la dama, que en lo que menos pensaba era en tal amor, resolvió
poner fin a un asunto cuyos resultados podían llegar a ser
desagradables. Con posterioridad a la carta que había enviado a
Lulio, ni las manifestaciones más visibles de desagrado ni hasta los
desdenes que empleó la linda genovesa, pudieron contener a su
constante perseguidor. Cansada en fin de tan inútiles medios, se
decidió, acorde con su esposo, a emplear el último recurso.
Escribió a Raimundo y le dio en su casa una cita; acudió volando a
ella el joven amante, quien no pudo menos de conmoverse, viéndose en
presencia del objeto que adoraba, y al notar la calma, la gravedad y
el sello de tristeza que se vislumbraba en su semblante. La dama fue
la que rompió el silencio preguntándole el motivo porque tan
obstinadamente la perseguía; a cuyas palabras Raimundo, más
insensato que nunca, le dijo que siendo ella la criatura más hermosa
de la tierra le era imposible no adorarla, o dejar de seguirla.
Hallándose pues en su tema favorito de la belleza de su ídolo, no
vaciló en loar con entusiasmo los hechizos que le habían inspirado
sus versos. Entonces la infeliz Ambrosia decidióse a sanar a
Raimundo de su amorosa locura. "Vos me creéis, le dijo, la más
bella de las mujeres; ¡cuánto os engañáis! Mirad, añadió, mirad
lo que tanto amáis, mirad lo que causa vuestro delirio; y le
descubrió su seno que un espantoso mal estaba devorando. Pensad en
la podredumbre de este pobre cuerpo que alimenta vuestras esperanzas,
y aviva vuestros deseos. Ah! exclamó Ambrosia no pudiendo comprimir
sus lágrimas, dirigid a mejor fin vuestra pasión, y en vez de amar
a una imperfecta criatura que se consume, amad a Dios que es perfecto
e incorruptible.” Apenas hubo Ambrosia proferido estas palabras,
cuando se dirigió al interior de su estancia, dejando solo a
Raimundo entregado a sus reflexiones." -



Sea
como fuere, nosotros deseáramos que los que estampan palabras tan
textuales, hubiesen dado pruebas de su autenticidad, trascribiéndonos
el original de tan interesante carta, o citándonos el cronista del
sentido coloquio. Por lo demás es lo cierto que esta aventura al
mismo tiempo que puso término a los amoríos y locuras de Raimundo,
dio fin también a sus apasionadas trovas; y que conduciendo el alma
del amante a más elevadas regiones, dio a su estro un carácter
sublime, grave y severo.



Si
en este cambio vino a ganar o no la poesía de Lulio no es fácil
determinarlo cuando no hay posibilidad de comparar; sin embargo es de
creer que perdiese en la forma y en la gracia de la expresión lo que
por otra parte ganaba en elevación y grandeza: pues como sus
galantes y amorosos versos tenían por objeto exclusivo deleitar con
su armonía a las beldades que le inspiraban para hacer más fácil
la conquista de su corazón, o lucir quizás sus dotes poéticas en
los concurridos certámenes, era regular fuesen escritos con más
esmero todavía que aquellos en que, prescindiendo algún tanto de
semejante atractivo, se dirigían noblemente a más altos fines y a
mayores empresas. La guerra abierta que declaró a cuanto pudiese dar
el menor halago a los sentidos, al mismo tiempo que le circunscribió
a un género de vida extremadamente rígido, le hizo adoptar hasta en
sus escritos un lenguaje ajeno de todo artificio, si bien puro y
agradable; y a tal extremo llevó su severidad, que hasta se duele en
varios pasajes de sus obras de que sus contemporáneos gustasen de
las pinturas y vanos adornos en los libros y prescindiesen del
espíritu que en ellos se encerraba.



Su
devoción le aficionó a los asuntos místicos y religiosos; sus
contratiempos le hicieron a veces plañidero y elegíaco; la magnitud
de sus proyectos le dio atrevimiento y osadía en sus versos de
circunstancias; su fé, caridad y amor al prójimo le convirtió en
cantor de la moral más pura y de las excelencias de Dios; y la
idolatría con que amaba la ciencia le hizo poeta didáctico: y así
como durante los desvíos de su juventud, según él mismo
manifiesta, la hermosura de las mujeres era el imán de sus ojos; más
tarde lo fueron de su corazón la poética figura de María, bajo
cuyo manto procuraba conducir a los que vivían en las tinieblas del
error, la imagen (imájen) sagrada de la religión por la que
tanto se desvelaba, y la majestad sublime de la sabiduría de que
quiso ser hijo predilecto.



Remordiéndole
la conciencia por el sensualismo de las profanas canciones que había
escrito, cuyos consonantes exhalaban, dice, el hedor de la
concupiscencia (1), quiso expiar su falta dedicándose a los asuntos
místicos y escribiendo lleno de devoción y en sentidos versos una
bella composición elegíaca sobre el Llanto y dolores de María, y
otra que tituló las Horas de la Virgen; para inmortalizar sus
infortunios nos dejó el Canto de Raimundo y el Desconsuelo; para
alentar a la cristiandad en los grandes proyectos que tenía
meditados compuso el Concilio; para que la criatura conociese los
misterios y las grandezas del Todo-poderoso trazó su Dictado de
Raimundo y los Cien nombres de Dios; para inculcar los sanos
principios de la moral cristiana y enseñar a aborrecer el vicio puso
en rimas el extenso libro que llamó Medicina del pecado; y para la
mejor aplicación de su doctrina, delineó un poema sobre la Lógica,
y otro sobre las Reglas para la aplicación del Arte general.



(1)
Teniendo presente Lulio sus pasadas trovas escribía en el libro de
Contemplación, que fue uno de los primeros que compuso en su retiro:
- “Luxuria fá, Senyor, fer cançons, dançes, é voltas, é lays
als trobadors é cantadors. On ¿qu'els val, Senyor, loament de
fayçons, ni de agensament de paraules, pus que la obra per la qual
son cantadors es tota plena de pudors é de sucietats?" - Cap.
143.



Siendo
pues la poesía nuestro exclusivo objeto, ocuparémonos de cada una
de estas obras en particular, por el orden cronológico con que
fueron escritas, y daremos de las mismas los textos originales,
inéditos todavía (1), con toda la exactitud que nos sea dable,
prefiriendo siempre en los pasajes que nos han parecido oscuros, transcribirlos letra por letra y tal como están en los antiguos
códices que poseemos, antes que alterar en lo más mínimo ni la
idea ni la expresión del autor, y notando las principales variantes
que nos resulten del minucioso cotejo de ambos códices; mas no
consentimos en dar fin a nuestro bosquejo sin que insertemos un
fragmento de la carta que por vía de nota acompaña la bellísima
Descripción histórica artística del castillo de Bellver, escrita
por el célebre Jovellanos. - “El solo nombre de Lull, dice, vale
por cuantos testimonios se pudieran alegar en favor de Mallorca. En
la esfera inmensa de sus escritos se descubre un amor decidido, y un
felicísimo talento para la poesía. Han perecido a la verdad los
innumerables versos de amor y galanterías que confiesa haber escrito
en su extraviada juventud, y aún yacen olvidados muchos de sus
poemas piadosos; pero bastan los que se conocen para prueba de que
ningún trovador del siglo XIII le igualó ni en hermosura de
dicción, ni en pureza de estilo. Lo más digno de notar es, que
mientras los demás trovadores envilecían su profesión y numen,
copiándose y repitiéndose unos a otros ideas lúbricas y
pensamientos frívolos, solo Lull levantándose en las alas de la
filosofía y de la religión, consagraba su estro ora a la expresión
de las ideas más sutiles y abstractas, tal como en su lógica y
retórica en metro catalan, ora a los pensamientos más
sublimes y piadosos, como en su patético poema del Desconort, y en
los que escribió sobre los cien nombres de Dios y sobre el orden del
mundo. De forma que si V. considera que Lull nació en Mallorca dos
años después de la conquista; que recibió en ella su educación, y
que pasó su juventud en la corte de sus reyes, no sólo hallará que
la musa balear ganó por él un puesto muy distinguido en el
Parnaso catalan, sino que a él le deben la lengua y la poesía catalana su majestad y esplendor."



(1)
No sabemos que se haya impreso en su original ninguna de las obras
poéticas de Raimundo Lulio. Algunas lo han sido en latín por
algunos amantes de las glorias de nuestro célebre paisano. D.
Nicolás de Pax publicó en el siglo XVII una traducción castellana
del Desconort que se ha reproducido en nuestros días.




Yo
no sé si esta fue la razón que tuvo el docto Mariana para decir que
los poetas de la corte de Don Juan I componían y trovaban en
lenguaje mallorquín; pero el suyo fue siempre muy exacto, y
sus frases siempre muy pensadas, para que creamos que asentó aquella
sin alguna buena razón. Lo que no tiene duda es que el ilustre
ejemplo de Lull no fue perdido para su patria. Si el descuido ha
dejado olvidar en ella como en otras partes las producciones de sus
trovadores, la frecuente residencia de los reyes de Mallorca
en Cataluña y Francia; la gran cabida que tuvieron los
mallorquines, así, en su corte como en la de Aragón;
su afición constante a los buenos estudios, y el genio que en ellos
acreditaron, y que se podría comprobar con muchos y buenos
testimonios, no permite que se les excluya de la participación de
esta gloria, cuanto menos constándonos el aprecio que siempre
hicieron de los escritos de su ilustre paisano, cuyos libros andaban
a todas horas en sus manos, y el esplendor con que sus discípulos
cultivaban todavía la poesía nacional en el siglo XV y a la entrada
del XVI.

martes, 21 de septiembre de 2021

Raimundo Lulio. III.

III.



Los
que suponen, para dar al hecho más visos de sobrenatural, que
Raimundo Lulio después de su conversión, así como pasó desde la
vida sensual y mundana a la espiritual y contemplativa, desde la
vanidad y los devaneos a la virtud más sublimada, pasó también de
la ignorancia al grado de la más alta sabiduría, cometen un error
harto visible. No es justo que el afán de hacer ver que la gloriosa
era de su sabiduría empezó por un milagro, así como la de su
libertinaje había acabado por un desengaño, haya de apartar
nuestros ojos de los testimonios que el mismo Raimundo nos da de lo
que fuera él durante su vida cortesana y caballeresca. Si su
inteligencia apareció como iluminada prodigiosamente por un destello
de clara luz, no es que el sacro fuego no estuviese depositado en el
fondo de su alma grande, creada para altísimos fines, sino que su
ardor permanecía como extinguido bajo el peso de su misma
degradación moral, y ahogado al parecer por la indómita carne que
le envolvía. ¡Qué mucho pues que al recibir el doble y continuo
incentivo de la contemplación y del estudio, no radiase en poco
tiempo y se convirtiese en una antorcha de claridad vivísima y
deslumbrante!



Raimundo,
además de nacer con el privilegio del genio estampado en su frente,
recibió una educación la más esmerada que en aquellos tiempos
podía apetecerse, al lado de la nobleza y entre los más altos
príncipes de la época: y si bien a las armas se había propuesto
consagrar toda su existencia, no por eso dejó de alternar en este
noble ejercicio con el de las letras, para ser más tarde un
caballero tan apto para defender a su patria con su brazo, como para
aconsejar a su rey con su saber. A pesar de lo independiente de su
carácter y de lo indómito de sus pasiones, contra las cuales, según
el mismo manifiesta, no bastaban palabras ni astucias, castigos ni
halagos, el joven Raimundo se hizo uno de los donceles de más
inteligencia y talento de la corte aragonesa. La instrucción
en los negocios de estado, el conocimiento de la índole, usos y
costumbres de los pueblos, el arte de la guerra, la política, la
cosmografía, la historia y las letras, venían a formar los más
bellos adornos de su espíritu, en términos de que por lo claro de
su entendimiento tanto quizás como por su hidalguía, y por los
servicios que prestara su padre al rey Don Jaime el Conquistador
en sus bélicas expediciones, le escogió este de entre la
muchedumbre que formaba la nobleza de su reino, para senescal
de su hijo el príncipe Don Jaime, más tarde rey de Mallorca.

Tan
alto y distinguido empleo no era a la verdad propio de sus juveniles
años, pero lo que le sobraba en talento suplía lo que en años le
faltaba; y tan a gusto de su señor desempeñó en palacio su
cometido, que conquistó enteramente su afecto y se granjeó por do
quiera las más vivas simpatías. Tratando con los más altos y
distinguidos personajes adquiría mayor experiencia, así como en los
viajes en que acompañaba a su príncipe se hacía con mayor
instrucción. Por eso en los comienzos de su vida contemplativa pudo
escribir aquellos preciosos y ya citados libros sobre el Régimen de
príncipes y del Orden de caballería, y más tarde su Arte política
que cita Alfonso de Proaza en su catálogo de las obras de Lulio,
fruto de su experiencia y de sus observaciones durante su existencia
palaciega.



Una
de las tareas literarias empero que más ocupaban los ocios de su
brillante juventud, fue el dulce estudio de la poesía. Aspirando al
título de trovador, con que se habían honrado hasta los Alfonsos y
los Pedros de Aragón, y que tanto había ennoblecido desde
antiguo la protección que los Berengueres de Barcelona
dispensaron a la gaya ciencia, poco costó sin duda a su rica
imaginación hacerse el mejor lugar entre los que ocupaban entonces
la atención general. Y el aura popular de que le rodeara la viveza
de su ingenio y la gracia de sus trovas, haciéndole objeto del amor
de las damas y del respeto de los caballeros, fue quizás lo que
contribuyó a que despertase su corazón a los malos instintos de la
vanidad у a que se rindiese a las seducciones de la vida galante y
sensual que acabaron por conducirle a los mayores extravíos.



Mas
aunque después, tal vez a pesar suyo, hubo de abandonar la corte
aragonesa
que tantos incentivos ofrecía a su espíritu, para
pasar a Mallorca con el infante Don Jaime a quien servía; ni
la vista de su nativo suelo, ni el reposo a que la pacífica isla le
brindaba, pudieron desviarle de la existencia inquieta y aventurera a
que se había lanzado. Sus devaneos se hicieron públicos, sus
amoríos llegaron al escándalo y sus compatricios no veían ya en él
sino a un loco disipado a quien la providencia había concedido un
talento que deplorablemente malograba. Así como en Barcelona la
emulación y la sed de gloria literaria le dictaron tal vez más de
un lais para aspirar a la violeta de oro que en premio se ofrecía en
los poéticos certámenes al que mejor rimaba, en Mallorca destinó
solamente el habla divina de la poesía con que el cielo le dotara,
para cantar por las noches lánguidos suspiros de amor bajo la reja
de desdeñosa doncella, o para insinuar con la magia de su poder en
el alma de cándidas vírgenes el sensualismo que le estaba
devorando.



Por
desgracia de las letras mallorquinas estos rasgos de la pluma juvenil
de Raimundo se han perdido. Toda aquella vida de exaltación y de
amorosa fiebre, de quejas y suspiros, de temores y desdenes, de
exigencias y reproches, de placeres y orgías que estampaba en el
papel en armoniosas consonancias el más ardiente y mejor hablista de
los trovadores lemosines de su época, ha quedado envuelta en
las tinieblas de los siglos; o quizás las aniquiló el remordimiento
del poeta sin dejar de ellas rastro alguno, al aniquilar en su propio
corazón hasta el más mínimo rastro de sensación mundana y de
profano sentimiento. Ay! ¿Quién pudiera tener en sus manos uno solo
de aquellos inspirados cantares del amante trovador, una sola de las
concepciones poéticas que trazara aquella imaginación poderosa,
aquella alma de fuego, cuando concentrada toda en el amor, por el
amor vivía, por el amor deliraba y de amor enloquecía! ¡Quién
pudiera tener en sus manos aquel precioso romance que, en medio del
despecho amoroso que le produjera el más terrible de los desengaños,
escribía para dar salida a los sollozos de su corazón dilacerado,
poco antes de representarse a sus abrasados ojos la figura del
Redentor, para que tras él emprendiese el camino de la virtud!
¡Quién pudiera fijar una mirada sobre aquellos sentidos versos con
que se despedía de un amor que tan cruelmente le había desengañado,
y de la idolatrada hermosura que de tan terrible manera le había
hecho comprender lo falaz y miserable de los placeres del mundo (1)!



Ni
una canción siquiera de las que escribió Lulio durante su
existencia de corte ha llegado a nuestros días; y si el autor
coetáneo de su vida y el poeta mismo en varios pasajes de sus obras
no nos dijese que en escribirlas se ocupó mucho durante su
extraviada juventud, creyéramos sin duda que su afición a la rima y
su arte en manejarla, fue uno de tantos resultados que alcanzó su
entendimiento luego de entregarse a la contemplación y al estudio.







(1)
Hay divergencia entre los biógrafos de Lulio acerca el nombre de la
bellísima genovesa que tan amorosamente perdido tenía a Raimundo, y
que en tan gran manera contribuyó a su conversión, haciéndole ver
la repugnante enfermedad que corroía su seno, y mostrándole que
solo lo eternamente bello e incorruptible era digno de ser amado.
Leonora es el nombre que unos dan a tan interesante hermosura; otros,
y entre ellos Solerio, asegura que se llamaba Ambrosia del Castello.




Sin
embargo ha habido biógrafos estrangeros que han trascrito una
versión, sino del poético billete con que Raimundo declaraba a su
dama la pasión que le devoraba, de la contestación que la bella
hizo llegar a sus manos. He aquí como cuenta uno de dichos biógrafos
la singular aventura. - “Costumbre era entre los poetas
catalanes
celebrar en sus versos la belleza, objeto de su
adoración. En una trova que Raimundo Lulio dirigió a Ambrosia, hizo
grande elogio del seno de la hermosa dama, pintando la admiración y
el ardiente amor que le inspiraba. La trova no ha llegado a nuestros
tiempos, pero sí la contestación de Ambrosia, cuya lectura ofrece
algún interes. "Señor, dice, los versos que me habéis
dirigido, si bien demuestran la excelencia de vuestro espíritu,
hacen ver al mismo tiempo el error, cuando no la debilidad de vuestro
juicio. No es extraño que pintéis con tan vívidos colores la
hermosura, cuando sabéis embellecer aun la fealdad misma. Mas ¿cómo
consentís en serviros de vuestro divino ingenio para prodigar
alabanzas a un poco de arcilla coloreada con el tinte de la rosa?
Emplear debierais toda vuestra habilidad en ahogar el amor que os
consume en vez de declararle. No es que no os considere digno del
aprecio de las damas más distinguidas, mas sin duda desmereceríais
mucho ante ellas si persistiéseis en servir a la menor de todas.
Así, no es regular que un alma esclarecida como la vuestra, creada
únicamente para Dios, se ciegue hasta el extremo de adorar una
criatura. Olvidad, pues, una pasión que degrada vuestra nobleza, y
no expongáis por tan poco vuestra reputación: que si continuáis en
tan loco empeño me veré en la necesidad de desengañaros,
haciéndoos ver que lo que forma el objeto de vuestro entusiasmo no
debe serlo sino de vuestra aversión. Me decís en vuestros versos
que mi seno os ha flechado el corazón! Bien, yo convengo en
descubríroslo para curar vuestra llaga. Mas en el ínterin podéis
estar seguro de que os tengo tanto amor, como aparento no amaros."
Raimundo Lulio, como amante, interpretó estas líneas enigmáticas
en favor de su pasión, y se enamoró más locamente de Ambrosia.
Seguíala a todas horas, y tal era su frenético afán de verla, que
un día cabalgando Raimundo por la plaza mayor de Palma, en el
momento mismo en que Ambrosia se dirigía a la catedral, llevado de
su ciega pasión la siguió montado hasta el interior del templo.
Aunque esta extravagancia fue objeto de burla y de muchos comentarios
en toda la ciudad, Raimundo llevó a tal extremo su indiscreción,
que la dama, que en lo que menos pensaba era en tal amor, resolvió
poner fin a un asunto cuyos resultados podían llegar a ser
desagradables. Con posterioridad a la carta que había enviado a
Lulio, ni las manifestaciones más visibles de desagrado ni hasta los
desdenes que empleó la linda genovesa, pudieron contener a su
constante perseguidor. Cansada en fin de tan inútiles medios, se
decidió, acorde con su esposo, a emplear el último recurso.
Escribió a Raimundo y le dio en su casa una cita; acudió volando a
ella el joven amante, quien no pudo menos de conmoverse, viéndose en
presencia del objeto que adoraba, y al notar la calma, la gravedad y
el sello de tristeza que se vislumbraba en su semblante. La dama fue
la que rompió el silencio preguntándole el motivo porque tan
obstinadamente la perseguía; a cuyas palabras Raimundo, más
insensato que nunca, le dijo que siendo ella la criatura más hermosa
de la tierra le era imposible no adorarla, o dejar de seguirla.
Hallándose pues en su tema favorito de la belleza de su ídolo, no
vaciló en loar con entusiasmo los hechizos que le habían inspirado
sus versos. Entonces la infeliz Ambrosia decidióse a sanar a
Raimundo de su amorosa locura. "Vos me creéis, le dijo, la más
bella de las mujeres; ¡cuánto os engañáis! Mirad, añadió, mirad
lo que tanto amáis, mirad lo que causa vuestro delirio; y le
descubrió su seno que un espantoso mal estaba devorando. Pensad en
la podredumbre de este pobre cuerpo que alimenta vuestras esperanzas,
y aviva vuestros deseos. Ah! exclamó Ambrosia no pudiendo comprimir
sus lágrimas, dirigid a mejor fin vuestra pasión, y en vez de amar
a una imperfecta criatura que se consume, amad a Dios que es perfecto
e incorruptible.” Apenas hubo Ambrosia proferido estas palabras,
cuando se dirigió al interior de su estancia, dejando solo a
Raimundo entregado a sus reflexiones." -



Sea
como fuere, nosotros deseáramos que los que estampan palabras tan
textuales, hubiesen dado pruebas de su autenticidad, trascribiéndonos
el original de tan interesante carta, o citándonos el cronista del
sentido coloquio. Por lo demás es lo cierto que esta aventura al
mismo tiempo que puso término a los amoríos y locuras de Raimundo,
dio fin también a sus apasionadas trovas; y que conduciendo el alma
del amante a más elevadas regiones, dio a su estro un carácter
sublime, grave y severo.



Si
en este cambio vino a ganar o no la poesía de Lulio no es fácil
determinarlo cuando no hay posibilidad de comparar; sin embargo es de
creer que perdiese en la forma y en la gracia de la expresión lo que
por otra parte ganaba en elevación y grandeza: pues como sus
galantes y amorosos versos tenían por objeto exclusivo deleitar con
su armonía a las beldades que le inspiraban para hacer más fácil
la conquista de su corazón, o lucir quizás sus dotes poéticas en
los concurridos certámenes, era regular fuesen escritos con más
esmero todavía que aquellos en que, prescindiendo algún tanto de
semejante atractivo, se dirigían noblemente a más altos fines y a
mayores empresas. La guerra abierta que declaró a cuanto pudiese dar
el menor halago a los sentidos, al mismo tiempo que le circunscribió
a un género de vida extremadamente rígido, le hizo adoptar hasta en
sus escritos un lenguaje ajeno de todo artificio, si bien puro y
agradable; y a tal extremo llevó su severidad, que hasta se duele en
varios pasajes de sus obras de que sus contemporáneos gustasen de
las pinturas y vanos adornos en los libros y prescindiesen del
espíritu que en ellos se encerraba.







Su
devoción le aficionó a los asuntos místicos y religiosos; sus
contratiempos le hicieron a veces plañidero y elegíaco; la magnitud
de sus proyectos le dio atrevimiento y osadía en sus versos de
circunstancias; su fé, caridad y amor al prójimo le convirtió en
cantor de la moral más pura y de las excelencias de Dios; y la
idolatría con que amaba la ciencia le hizo poeta didáctico: y así
como durante los desvíos de su juventud, según él mismo
manifiesta, la hermosura de las mujeres era el imán de sus ojos; más
tarde lo fueron de su corazón la poética figura de María, bajo
cuyo manto procuraba conducir a los que vivían en las tinieblas del
error, la imagen (imájen) sagrada de la religión por la que
tanto se desvelaba, y la majestad sublime de la sabiduría de que
quiso ser hijo predilecto.



Remordiéndole
la conciencia por el sensualismo de las profanas canciones que había
escrito, cuyos consonantes exhalaban, dice, el hedor de la
concupiscencia (1), quiso expiar su falta dedicándose a los asuntos
místicos y escribiendo lleno de devoción y en sentidos versos una
bella composición elegíaca sobre el Llanto y dolores de María, y
otra que tituló las Horas de la Virgen; para inmortalizar sus
infortunios nos dejó el Canto de Raimundo y el Desconsuelo; para
alentar a la cristiandad en los grandes proyectos que tenía
meditados compuso el Concilio; para que la criatura conociese los
misterios y las grandezas del Todo-poderoso trazó su Dictado de
Raimundo y los Cien nombres de Dios; para inculcar los sanos
principios de la moral cristiana y enseñar a aborrecer el vicio puso
en rimas el extenso libro que llamó Medicina del pecado; y para la
mejor aplicación de su doctrina, delineó un poema sobre la Lógica,
y otro sobre las Reglas para la aplicación del Arte general.







(1)
Teniendo presente Lulio sus pasadas trovas escribía en el libro de
Contemplación, que fue uno de los primeros que compuso en su retiro:
- “Luxuria fá, Senyor, fer cançons, dançes, é voltas, é lays
als trobadors é cantadors. On ¿qu' els val, Senyor, loament de
fayçons, ni de agensament de paraules, pus que la obra per la qual
son cantadors es tota plena de pudors é de sucietats?" - Cap.
143.







Siendo
pues la poesía nuestro exclusivo objeto, ocuparémonos de cada una
de estas obras en particular, por el orden cronológico con que
fueron escritas, y daremos de las mismas los textos originales,
inéditos todavía (1), con toda la exactitud que nos sea dable,
prefiriendo siempre en los pasajes que nos han parecido oscuros,
transcribirlos letra por letra y tal como están en los antiguos
códices que poseemos, antes que alterar en lo más mínimo ni la
idea ni la expresión del autor, y notando las principales variantes
que nos resulten del minucioso cotejo de ambos códices; mas no
consentimos en dar fin a nuestro bosquejo sin que insertemos un
fragmento de la carta que por vía de nota acompaña la bellísima
Descripción histórica artística del castillo de Bellver, escrita
por el célebre Jovellanos. - “El solo nombre de Lull, dice, vale
por cuantos testimonios se pudieran alegar en favor de Mallorca. En
la esfera inmensa de sus escritos se descubre un amor decidido, y un
felicísimo talento para la poesía. Han perecido a la verdad los
innumerables versos de amor y galanterías que confiesa haber escrito
en su extraviada juventud, y aún yacen olvidados muchos de sus
poemas piadosos; pero bastan los que se conocen para prueba de que
ningún trovador del siglo XIII le igualó ni en hermosura de
dicción, ni en pureza de estilo. Lo más digno de notar es, que
mientras los demás trovadores envilecían su profesión y numen,
copiándose y repitiéndose unos a otros ideas lúbricas y
pensamientos frívolos, solo Lull levantándose en las alas de la
filosofía y de la religión, consagraba su estro ora a la expresión
de las ideas más sutiles y abstractas, tal como en su lógica y
retórica en metro catalan, ora a los pensamientos más
sublimes y piadosos, como en su patético poema del Desconort, y en
los que escribió sobre los cien nombres de Dios y sobre el orden del
mundo. De forma que si V. considera que Lull nació en Mallorca dos
años después de la conquista; que recibió en ella su educación, y
que pasó su juventud en la corte de sus reyes, no sólo hallará que
la musa balear ganó por él un puesto muy distinguido en el
Parnaso catalan, sino que a él le deben la lengua y la
poesía catalana
su majestad y esplendor."







(1)
No sabemos que se haya impreso en su original ninguna de las obras
poéticas de Raimundo Lulio. Algunas lo han sido en latín por
algunos amantes de las glorias de nuestro célebre paisano. D.
Nicolás de Pax publicó en el siglo XVII una traducción castellana
del Desconort que se ha reproducido en nuestros días.




Yo
no sé si esta fue la razón que tuvo el docto Mariana para decir que
los poetas de la corte de Don Juan I componían y trovaban en
lenguaje mallorquín; pero el suyo fue siempre muy exacto, y
sus frases siempre muy pensadas, para que creamos que asentó aquella
sin alguna buena razón. Lo que no tiene duda es que el ilustre
ejemplo de Lull no fue perdido para su patria. Si el descuido ha
dejado olvidar en ella como en otras partes las producciones de sus
trovadores, la frecuente residencia de los reyes de Mallorca
en Cataluña y Francia; la gran cabida que tuvieron los
mallorquines, así, en su corte como en la de Aragón;
su afición constante a los buenos estudios, y el genio que en ellos
acreditaron, y que se podría comprobar con muchos y buenos
testimonios, no permite que se les excluya de la participación de
esta gloria, cuanto menos constándonos el aprecio que siempre
hicieron de los escritos de su ilustre paisano, cuyos libros andaban
a todas horas en sus manos, y el esplendor con que sus discípulos
cultivaban todavía la poesía nacional en el siglo XV y a la entrada
del XVI.

sábado, 15 de febrero de 2020

XX, perg 1339, Jaime I, 1 agosto 1253


XX.
Perg. N° 1339. Jai.I. 1 agos. 1253.
(Nota: Aragon aparece sin tilde, pero lo pongo Aragón).

Sepan todos quantos esta carta vedran e odiran quomo nos don Jayme por la gracia de Dios rey de Aragón de Mayllorcas et de Valencia conte de Barcelona et de Urgel e senyor de Montpesler queriendo que siempre por todos los tiempos del mundo sea amor e amiçtat entre nos et vos dona Margarita por aquella misma gracia reyna de Navarra e de Campayna e de Bria contessa palazina e don Tubaldo vuestro fillo rey de Navarra e qualquier otro fillo de vos devant dita reyna qui sera rey de Navarra: prometemos a vos devant dita reyna et al dito vuestro fillo don Tubaldo rey de Navarra et a qualquier otro vuestro fillo qui sera rey de Navarra que daqui anant seremos amigos de vos et de todos vuestros amigos e enemigos de todos vuestros enemigos: et si por aventura guerra auredes con algun rey o con poder de rey qui quisies venir sobre vos o guerriar con vos o vos con el sobre el regno o el senyorio de Navarra que nos vos ajudemos con todo
nuestro poder a defender vos et el regno et la senyoria de Navarra contra todos homnes del mundo nos con nuestro cuerpo seyendo en Aragón: e si nos en Aragón no eramos que aquel o aquellos qui tenran por nos los regnos de Aragón et de Valencia que vos ajuden con todo nuestro poder de Aragón et de Valencia moviendo de Aragón por ajudarvos apres de trenta dias al mas tarde pues que auremos recebido vuestro mandado con vuestras letras abiertas con seyello vuestro pendiente: e que vayamos et vos ajudemos con nuestra propria mission: e si nos per ajudar a vos e per deffender vuestro regno e la senyoria de Navarra o por nos mismos por qualquier razon aviemos guerra con el rey de Castieylla o con qualquier otro rey prometemos a vos que no faremos con eyllos tregua ni paz ni amiztat ni avinienza ninguna menos de vuestra volontat. Prometemos encara a vos devant dita reyna que nos daremos nuestra fylla dona Costança por muyller a leyal matrimonio al devant dito vuestro fillo don Tubaldo rey de Navarra o a qualquier otro vuestro fillo qui sera rey de Navarra si don Tubaldo muria lo que Dios no quiera ante quel dito casamiento fuesse feyto. E si por aventura el que Dios non quiera la devant dita dona Costança nuestra filla muria ante quel dito casamiento fuesse feyto: prometemos de dar nuestra filla dona Sancha a don Tubaldo vuestro fillo rey de Navarra o a qualquier otro vuestro fillo qui sera rey de Navarra por muyller a leyal matrimonio e que nunqua filla nuestra ninguna non daremos por muyller ad ermano de don Alfonso rey de Castieylla ninguno ni ad otra persona ninguna que el lo tracte ni lo parle ni otro por el senes vuestra volontat. E prometemos a vos a bona fe senes mal engayno que todas las cosas sobredites e quada una deyllas atendremos et compliremos planament todo mal punto sacado: e si no lo faziamos que finquemos por malo e por traydor. E a mayor fermeza de todas estas cosas prometemosvos que enviaremos nuestros procuradores al apostoligo e quel rogaremos por nuestras letras que el que firme todos estos paramientos et promissiones e convenienças que desuso son ditos et que escomengue e aya poder de escomengar a nos et a toda nuestra tierra si nos aquestos paramientos et promissiones e convinienças entegrament no atendiamos tro que ayamos emendado todo el menoscabo que vos auredes feyto por nos no atender las cosas devant ditas: et el dito menoscabo seamos tenidos emendar dentro seys meses continuament venientes despues que demanda nos end sera feyta del qual menoscabo seades creudos por vuestra plana jura senes otra prueva ninguna. Pero feyta la emienda que seamos quitos del escomengamiento e de la traycion e del mal precio e con todo exo lamor e lamiçtat devant dita non sea trencada: mas la emienda feyta remanga firma e leyal lamor e lamiztat por todos tiempos entre nos et vos assi quomo desuso vos lo avemos prometido. E si esto nos no podiamos acabar con lapostoligo que dito es desuso por exo no remanga que lamor e lamiçtat nuestra et vuestra et todas las promissiones e las convinienças sobreditas non sean firmas antes sean firmas en todas cosas assi quomo desuso es dito. E porque todas estas cosas que desuso son ditas mas firmament atendamos tocados de nos corporalment la cruz e los sanctos evangelios juramos e femos homenage a vos devant dita reyna por vos e por vuestro fillo que todas estas cosas que desuso son ditas atendremos et compliremos entegrament et fielment e senes todo engayno e que faremos jurar todos los ricos homnes de Aragón e todos los cavaylleros e todos los homnes de las ciudades e de las villas de Aragón et del regno de Valencia que vos querredes que eyllos que attiendan e fagan atender e complir todas las cosas e cada una que desuso son ditas a todo lur poder. E todas estas cosas segunt que desuso son ditas et escritas compliremos e faremos complir a todo nuestro poder daqui tro a quinze dias despues sant Miguel primero qui viene a bona fe senes enganno nos sano sediendo o no aviendo justa e manifesta escusacion porque nos non podiessemos esto complir tro ad aquel dia e complida aquella justa escusacion luego seamos tenidos de venir et de complir todas las cosas devant ditas assi quomo dito es desuso. E nos devant dita dona Margarita por aqueylla misma gracia reyna de Navarra de Campanya e de Bria contessa palazina queriendo que siempre por todos tiempos del mundo sea amor et amiztat entre nos e nuestro fillo don Tubaldo rey de Navarra o qualquier otro fillo nuestro que sera rey de Navarra e vos devant dito don Jayme rey de Aragón prometemos a vos devant dito don Jayme rey de Aragón que seremos daqui enant nos e nostro fillo qui sera rey de Navarra amigos de vos et de todos vuestros amigos et enemigos de todos vuestros enemigos: e si por aventura guerra auredes con alguno qui sea rey o con otro qui con poder de rey quisies guerreyar con vos o vos con el sobre los regnos vuestros e la senyoria de Aragón e de Valencia que nos e el fillo nuestro qui sera rey de Navarra con todo nuestro poder de Navarra et con nuestro aver de Campayna deffendamos et ajudemos a vos et a los regnos et a la senyoria vuestra de Aragón et de Valencia contra todos homnes del mundo exceptados el rey de França el emperador de Alamayna et aqueyllas personas de França a qui nos somos tenudos por seynoria: nuestro fillo qui sera rey de Navarra con so cuerpo et con todo so poder de Navarra e con so aver de Campayna e nos con todo nuestro poder de Navarra et con laver nuestro de Campayna sediendo en Navarra. E si nos o nuestro fillo qui sera rey de Navarra no eramos en Navarra que aquel o aquellos qui tenran por nos el regno de Navarra vos ajuden con todo nuestro poder de Navarra e con nuestro aver de Campayna a bona fe moviendo de Navarra por ajudarvos apres de trenta dias al mas tarde pues que auremos recebido vuestro mandado con vuestras letras abiertas con vuestro seyello pendient e que vayamos nos ajudarvos con nuestra propria mession. Maguera si vos quisiessedes ir sobre moros por conquerir tierra sobre ellos que nos non seamos tenidos de vos ajudar: mas si por aventura lo que Dios non quiera rey de moros o otro rey o otro qualquier con poder de rey exceptados aquellos que avemos exceptados desuso vos entrassen o quisiessen entrar en vuestra tierra nos que vos ajudemos planament quomo dito es desuso. E si nos por ajudar a vos e por deffender vuestros regnos e la vuestra seynoria de Aragón et de Valencia o por nos mismos por qualquier razon auremos guerra con el rey de Castieylla o con qualquier otro rey prometemos a vos que non faremos con eyllos tregua ni paz ni amiztat ni aviniença ninguna menos de vuestra volontat. Prometemos encara a vos devant dito rey Daragon que nos tractaremos por todo nuestro poder et acabaremos et faremos acabar que nuestro fillo don Tubaldo rey de Navarra faga matrimonio con vuestra filla dona Costança: e si ante quel dito matrimonio sia feyto la devant dita vuestra filla dona Costança el que Dios non quiera muria que el nuestro fillo devant dito faga matrimonio con vuestra filla dona Sancha. E si por aventura el que Dios non quiera el devant dito nuestro fillo don Tubaldo ante quel dito matrimonio sia feyto muria que nuestro fillo qualquier qui sera rey de Navarra case con la devant dita vuestra filla dona Costança: e si el dito matrimonio nos podia fer por aqueyllo quel dito fillo nuestro non endovies conseyllo de los parientes de so padre et de los nuestros e que la mayor e la meyllor partida deyllos a fer el dito matrimonio non quisiessen consentir: prometemos a vos a bona fe senes engayno e faremos prometer a vos por nuestro fillo rey de Navarra que unquas en ningun tiempo de so vida non case con ermana de don Alfonso rey de Castieylla filla del rey don Ferrando e de la reyna dona Johanna ni con filla del dito rey de Castieylla de leyal conjugio o no de leyal conjugio ni con parienta suya que sea filla de nuyl rey ni de nuyl homne Despayna qui sea morador en Espayna que el lo tracte e lo parle o otro por el senes vuestra volontat e que ninguna de nuestras fillas non case con ermano ninguno del dito rey de Castieylla ni con ningun fillo suyo senes vuestra volontat e que por ninguna razon ni por ninguna manera nos ni los ditos fillos nuestros no faremos amor ni amiztat ni convinienças con el rey de Castieylla ni con sos ermanos senes vuestra volontat. E prometemos a vos devant dito rey en bona fe senes malo engayno que todas las cosas que desuso son ditas e cada una deyllas atendremos e compliremos planament todo mal puncto sacado e las feremos attender al fillo nuestro qui sera rey de Navarra e si no lo faziamos que finquemos por malos et por traidores. E a mayor fermeza de todas estas cosas prometemosvos que enviaremos nuestros procuradores al apostoligo e quel rogaremos por nuestras letras que el que firme todos estos paramientos e promisiones et convinienças que desuso son ditas e que escomengue et aya poder de escomengar a nos et a toda nuestra tierra si nos aquestos paramientos e promissiones e convinienças entegrament non atendiamos tro que ayamos emendado el menoscabo que vos auriades feyto por nos no atender las cosas devant ditas: et el dito menescabo seamos tenidos de emendar dentro seys meses continuament vinientes depues que demanda nos end sera feyta e daqueyl menoscabo seades vos creudo por vuestra plana jura senes otra prueva ninguna. Pero feyta la emienda nos e nuestros fillos seamos quitios del escomengamiento e de la traicion e del mal precio e con todo exo lamor et lamiztat devant dita non sea rota: mas la emienda feyta remanga firma et leyal lamor e lamiztat por todos tiempos entre nos e vos assi quomo desuso vos la hemos prometido. E si esto nos non podemos acabar con lapostoligo que dito es desuso por exo non remanga que lamiztat e lamor nuestra e vuestra e todas las convinienças e las promissiones sobreditas no sean fermas antes sean fermas en todas cosas assi quomo desuso es dito. E porque todas estas cosas que desuso son ditas mas firmament atendamos tocados de nos corporalment la cruz et los sanctos evangelios juramos et femos homenage a vos rey Daragon devant dito por nos e por nuestro fillo qui sera rey de Navarra que todas estas cosas que desuso son ditas atendremos e compliremos entegrament a bona fe senes todo engayno et que faremos jurar e fer homenage a nuestro fillo qui sera rey de Navarra de complir et datender firmament senes ningun engayno todas las cosas sobreditas e que faremos jurar todos los richos homnes de Navarra e todos los cavaylleros e todos los homnes de la ciudat e de las villas de Navarra que vos querredes que eyllos que atiendan e fagan atender e complir todas las cosas que desuso son ditas e quada una a todo lur poder. E todas estas cosas segunt que desuso son ditas et escriutas compliremos et faremos complir a todo nuestro poder daqui tro a quinze dias despues sant Miguel primero que viene nos sediendo sanos o no aviendo justa e manifesta escusacion porque nos non podiessemos esto cumplir tro ad aqueyl dia: e complida aquella justa et manifesta escusacion que luego seamos tenidos de venir et de complir todas las cosas devant ditas. Esto fue feyto en Tudela el primero dia de agosto en el ayno de la Incarnacion de nuestro seynor Jesu-christo de mil e dozientos e cinquanta e tres en presencia de don Garcia por la gracia de Dios obispo de Taraçona et en presencia de don Alfonso infant de Aragón et en presencia de todos estos richos homnes e cavalleros de Aragón et de Navarra qui dejuso son escritos qui juraron atender e fer atender todas las cosas que desuso son ditas a lur poder: assaber es don Garcia Romeu don P. Corneyl don Exemen de Fozes don Exemen Periz de Arenoso don Ferriz de Liçana don P. Mertineyz de Luna don S. Dantillon don Palazin de Fozes don Artal de Fozes don Guillem de Puyo don Rodrigo Perez de Tarazona don Martin Perez justicia de Aragón qui son de Aragón e don Garcia Almoravit don Sancho Ferrandez de Montagut don Garcia Gomiz de Agonçiello don Gonçalvo Ivaynes don Corbaran de Leet don Martin Garcez de Ussa don Pero Gonçalveyz de Morentin don Martin Gonçalvez de Morentin don Guerrero syre Symon Grossos don Pero Exemenez de Valtierra e don Lop Arceyç dean de Tudela qui son de Navarra. - Sey+nal de Miguel de Pomplona escrivano de dona Margarita reyna de Navarra qui por mandamiento de la dita reyna et de don Jayme rey Daragon et de los otros devant ditos escrivi esta carta en el logar et en el dia et en el ayno devant dito.