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domingo, 30 de junio de 2019

LA VICTORIA NAVAL DE ALFONSO I EL BATALLADOR (SIGLO XII. AMPOSTA)


104. LA VICTORIA NAVAL DE ALFONSO I EL BATALLADOR (SIGLO XII. AMPOSTA)

LA VICTORIA NAVAL DE ALFONSO I EL BATALLADOR (SIGLO XII. AMPOSTA)


Tras la derrota de Alfonso I el Batallador en Fraga después de haber reconquistado casi todo el valle del Ebro, las noticias de su suerte fueron confusas. Unos le daban por muerto en Zaragoza; otros, en San Juan de la Peña o Huesca. Por eso, algunos creyeron que estaba vivo cuando cuarenta años después se presentaba un falso Alfonso I.

Lo cierto es que una narración legendaria, debida al monje normando Orderic Vital, lo mantiene vivo tras el desastre de Fraga pues, una vez repuesto de sus heridas aparece de nuevo, sus guerreros se pusieron gozosos inmediatamente a su disposición. Rehízo como pudo sus tropas, hizo acopio de vituallas para varios días y, por caminos recónditos, se presentó en la orilla del Mediterráneo, donde numerosos sarracenos estaban cargando todavía las naves con el botín que habían ganado tras su victoria en tierras fragatinas. A la vista de las fuerzas enemigas, desde su puesto de observación estudió Alfonso I el Batallador la mejor táctica a emplear en aquella ocasión especial y se lanzó por sorpresa sobre los moros en el momento preciso, causándoles una gran mortandad.
Una de las naves iba cargada con las cabezas de los soldados cristianos derrotados, como presente que Buchar (Texufin ben Alí ben Yusuf) enviaba a África a su padre en testimonio de la victoria. También hallaron los hombres de Alfonso I a más de setecientos prisioneros, hacinados como animales en las bodegas de varias naves, y cuantioso botín capturado en Fraga y durante el camino victorioso de regreso.

Los prisioneros cristianos —tras la sorpresa que supuso la llegada inesperada de los soldados aragoneses, y aprovechando que sus guardianes intentaban repeler el ataque de Alfonso I el Batallador— fueron soltando sus cadenas en sus respectivas naves y, poco a poco, se incorporaron a la pelea. La derrota de los moros fue total.
Pudo Alfonso I enterrar cristianamente las cabezas de los muertos en Fraga, controló a los prisioneros moros para llevarlos a Zaragoza y recuperó multiplicado el botín. Pero la alegría por la victoria naval que acababa de conseguir se vio empañada por la enfermedad del propio rey que, fatigado y exhausto, acabó por morir ocho días después.

[Lacarra, José María, Vida de Alfonso el Batallador, pág. 132.]



Edificios religiosos:


Iglesia Arciprestal de la Asunción. Se empezó a construir en el siglo XVIII y está inacabada, ya que falta uno de los dos campanarios proyectados.
Iglesia de San José, en el barrio del Grao.
Iglesia del Sagrado Corazón en el barrio de Valletes.
Ermita de la Virgen del Montsiá (Mare de Déu del Montsià). Situada a pie de la montaña del Montsianell.

Museos:

Museo de las Tierras del Ebro, antiguo Museo del Montsià, situado en el antiguo edificio de las escuelas públicas. Contiene diversas exposiciones permanentes de arqueología del Montsià, fauna y flora del Delta del Ebro, y también cuenta con algunas salas de exposiciones temporales.
Casa de Fusta (Casa de Madera), cerca de l'Encanyissada, ubicada en un antiguo refugio de cazadores. Contiene una amplia exposición de flora y fauna del Delta.
Patrimonio civil:

Puente colgante de Amposta, construido entre 1915 y 1921, proyectado por el ingeniero José Eugenio Ribera.
Torre de la Carrova, torre defensiva s.XIV situada sobre un montículo en el margen derecho del Ebro a unos 3,5 km de la ciudad.
Torre de Sant Joan, torre defensiva s.XVII-s.XIX, ordenada construir por el rey Felipe II para la protecció de la boca del puerto de los Alfaques de los ataques sarracenos.
Restos del Castillo, s.XIII-s.XV, actualmente sede de la Biblioteca Comarcal y de la Escola d'Art i Disseny.

Enlaces wiki:

http://www.castillosnet.org/espana/informacion.php?ref=T-CAS-103

sábado, 29 de junio de 2019

EL RETO DE LA VARONA A ALFONSO I EL BATALLADOR

101. EL RETO DE LA VARONA A ALFONSO I EL BATALLADOR (SIGLO XII. SORIA)
 
EL RETO DE LA VARONA A ALFONSO I EL BATALLADOR  (SIGLO XII. SORIA)
 
 
Alfonso I el Batallador, el rey que saliera victorioso de tantas batallas campales frente a los moros ensanchando el reino de Aragón hasta casi llegar al mar Mediterráneo, se jactaba un día ante el rey Alfonso VI de Castilla de que ningún caballero castellano sería capaz de vencerle, incluido el famoso Cid Campeador.
 
El monarca castellano reconocía el valor, la fortaleza y la técnica del Batallador en la lucha personal, pero también estaba seguro del coraje de los suyos, de modo que ideó la manera de hacer cambiar de criterio al rey aragonés humillándole con una derrota, humillante a poder ser.
 
Para ello hizo llamar a María Pérez, una mujer de tierras de Soria y de valor temerario, que había salido
victoriosa en muchas lides personales frente a los hombres más aguerridos, invitándola a pelear contra Alfonso I de Aragón.
 
Cuando la soriana aceptó, habló el rey castellano con el Cid y le explicó la trama que había urdido.
Éste retaría al Batallador, pero quien realmente vestiría su armadura sería María Pérez, de manera que si vencía en la pelea la derrota sería más vergonzante.
 
La pelea fue dura, como teóricamente correspondía a dos buenos gladiadores, de modo que fue la fortuna quien decidió, y decidió que el vencedor fuera el teórico Cid, que acabó desarmando al rey aragonés.
 
Si el orgullo de Alfonso I el Batallador se sintió profundamente herido por ser vencido por un caballero castellano, hay que imaginar qué pasó por su mente cuando se descubrió que, en realidad, había sido vencido por una mujer, pues cuando aún estaba tendido en el suelo vio llegar al Cid.
 
Alfonso VI de Castilla no sólo regaló un anillo a la dama vencedora, sino que además le otorgó el título
de Varona, de donde parece derivar el nombre de Barahona, lugar donde al parecer tuvo lugar el singular combate.
 
[Zamora Lucas, Florentino, Leyendas de Soria, págs. 205-207.]
 
 
http://www.sorianitelaimaginas.com/localidades/barahona
 
 
https://www.futuropasado.com/?p=6110
 
 
 
 

 

miércoles, 8 de mayo de 2019

LA CAÑADA DE LA CELADA, siglo XII, Cutanda

2.54. LA CAÑADA DE LA CELADA (SIGLO XII. CUTANDA)

 
Tras más de cuatro siglos de espera, el rey aragonés Alfonso I el Batallador acababa de reconquistar para
los cristianos la ciudad de Zaragoza, que era la llave de todo el valle del Ebro. No obstante, su posesión todavía no estaba asegurada, pues cabía pensar una lógica reacción de los almorávides que, en efecto, no se dilató mucho, tras reunir un importante contingente de hombres y animales en al-Andalus.
 
 

Alertado del imponente ejército almorávide que se avecinaba desde Levante, el rey Alfonso I preparó de manera concienzuda la batalla que se presumía definitiva, de modo que ordenó a sus vigías y ojeadores que localizaran posibles escenarios favorables. Luego, en su tienda de campaña, rodeado por todos sus capitanes, el rey eligió de entre los lugares seleccionados una cañada —un valle estrecho pero poco empinado— que estaba cerca de la población de Cutanda, zona muy apropiada para poner tropas en celada, es decir, ocultas y amparadas por el terreno. Una vez que se aseguró de que no había espías enemigos que pudieran descubrir su táctica, dirigió y concentró en la cañada elegida a sus huestes, ordenando destacar en dirección a la marcha de los almorávides algunas partidas poco numerosas de hombres armados. Cuando estos grupos fueron avistados por los moros, simularon que rehuían la lucha por miedo, y fueron retrocediendo hacia la «cañada de la celada».

Al-Tamín, el jefe almorávide, se cebó en aquellas partidas a las que trató de perseguir y, sin darse
cuenta de la estratagema del Batallador, se encontró con la sorpresa que ni esperaba ni deseaba. La celada urdida en la cañada había dado su fruto y el lugar quedó sembrado de cadáveres, restos de los
cuales se pueden descubrir todavía hoy.
 
Aparte del significado moral y de las consecuencias que la victoria tuvo para la seguridad de las tierras
que Alfonso I había reconquistado, incluida Zaragoza, el botín tomado al enemigo fue impresionante, destacando más de dos mil camellos.

[Esteban, Rafael, Estudio histórico-político..., págs. 43-44.]
 
 
Cutanda es una localidad española perteneciente al municipio de Calamocha, en el Jiloca, provincia de Teruel, Aragón. Está situada a 1059 msnm y a una distancia de 83 km de Teruel. Su población era de 187 habitantes en el censo de 1990, 76 en el 2011.
 
Solo pasa un río cerca de este municipio en época de lluvias o cuando hay riadas (por lo general su cauce sirve de sendero), por lo tanto el cultivo de secano es su principal fuente de ingresos. De esta localidad era originario el edil del PP Gregorio Ordóñez, asesinado por ETA. Su padre era natural de Cutanda.
 
Por este pueblo pasa la ruta del Cid.
 
Cutanda se encuentra a 14 km al levante de Calamocha, y su castillo, conocido por la victoria de Alfonso I (1120), estuvo bajo varios tenentes y perteneció a aquella marca que gobernaban los señores de Belchite. A fines del siglo XIII se inició el señorío de la mitra de Zaragoza, que duró siglos. El castillo fue atacado por los castellanos en 1445, y todavía estaba en servicio en 1839, aunque no lo asaltaron los carlistas, pero se derruyó después de la segunda guerra carlista. Sus ruinas yacen sobre un otero próximo al pueblo y se reducen a un muro de 12 metros de longitud y 2 de espesor, recubierto de sillería, en cuya cara interna conserva restos de una bóveda de crucería, y sería la capilla o una sala, al parecer, de buena arquitectura. Andrés y Valero cita obras realizadas en 1243, 1500 y 1554, éstas, según el manuscrito de Espés, se referían a terminar aposentos, escalera, chimenea, etc. Los arzobispos lo destinaban a cárcel y depósito de cobros. Sería pues, una de las muchas obras que acometió el arzobispo Hernando de Aragón.
 
A diferencia de otros lugares de alrededor, la villa de Cutanda no formó parte de la Comunidad de Daroca.
 
 
La Batalla de Cutanda:
 
Tras la conquista de Zaragoza (por parte de Alfonso I), los Almorávides al mando de Ibrahim ibn Yuüsuf organizaron un gran ejército que frenara los avances de Alfonso I. La batalla favorable al rey aragonés (ayudado por Guillermo IX, duque de Aquitania), se dio el 17 de junio de 1120 en los campos de Cutanda, cerca de Calamocha. Así pudo el batallador consolidar sus conquistas, ocupando Calatayud, Daroca, alto Jalón y la orilla derecha del Ebro.
 
En el siglo XIV aún se decía: “Peor fue que la de Cutanda”.
 
En invierno tiene unas temperaturas muy frías, sin embargo en verano el calor es sofocante.
 
 
 
https://es.wikipedia.org/wiki/Guillermo_de_Poitiers
 
Guillermo de Poitiers —en occitano, Guilhem de Peiteus—, conocido también como Guillermo IX de Aquitania o Guillermo el Trovador —en francés, Guillaume le Troubadour— (22 de octubre de 1071-Poitiers, 10 de febrero de 1126), fue un noble francés, noveno duque de Aquitania, séptimo conde de Poitiers y primero de los trovadores en lengua provenzal del que se tiene noticia.
 
Nació en 1071, hijo de Guillermo VIII de Aquitania y de su tercera esposa, Audéarde de Borgoña, hija del duque Roberto I de Borgoña. Cuando falleció su padre en 1086, heredó unos dominios más extensos que los del propio rey de Francia, de quien era nominalmente vasallo. En los años 1101 y 1102, participó tardíamente en la primera cruzada tras la caída de Jerusalén. Sostuvo varias guerras contra los condes de Tolosa. Fue excomulgado en dos ocasiones, una de ellas por abandonar a su esposa legítima y arrebatarle a la fuerza la mujer a su vasallo el vizconde de Châtellerault. Entre 1120 y 1123 combatió junto a Alfonso I el Batallador, su concuñado, para intentar arrebatar a los musulmanes el reino de Valencia.

La vinculación de Guillermo el Trovador y Alfonso el Batallador es doble. De una parte, Inés de Aquitania —hermana de Guillermo el Trovador— casó con Pedro I de Aragón, el cual falleció sin descendencia masculina, heredando sus reinos su hermano Alfonso el Batallador. De otra, porque a la muerte del Batallador, que falleció sin descendencia, heredó sus reinos su hermano Ramiro II el Monje, el cual casó con Inés de Poitou, hija de Guillermo el Trovador. De ahí que el Trovador resultara cuñado de Pedro I de Aragón y concuñado de sus hermanos, Alfonso el Batallador y Ramiro el Monje.

De su matrimonio con Felipa de Tolosa tuvo los siguientes hijos:
 
Inés de Poitou (c. 1105-c. 1159), esposa de Aimar de Thouars y de Ramiro II de Aragón; Guillermo X de Poitiers (1099-1137), último duque de Aquitania; Raimundo de Poitiers (c. 1115-1149), por su matrimonio con Constanza, príncipe consorte de Antioquía.
 
Guillermo de Poitiers es el primer poeta de nombre conocido en las literaturas románicas. Se conservan 11 poemas suyos, en que la temática amorosa es tratada a veces con gran crudeza: se autodenominaba «trichador de dòmnas», alardeaba de sus proezas sexuales y muchos de sus poemas están dedicados a su amante, Maubergeonne, a la que llama la Peligrosa. En otra composición, pide a sus caballeros que le ayuden a escoger caballo:
 
Caballeros, aconsejadme en esta duda:
—nunca escoger me fue tan difícil—:
No sé si quedarme con [la dama] Agnes o con [la dama] Arsen.
 
—Anc mays no fuy issaratz de cauzimen—:
Res non sai ab qual me tengua, de n'Agnes o de n'Arsen.

En chapurriau de Beseit:

Caballés, donéume consell de un pensamén:
Perque may me va sé tan difíssil triá:
No sé en quina quedám, en la Agnes o en la Arsen.

 
En otros poemas, muestra una sensibilidad enteramente diferente:
folhon li bosc e li auzel
chanton chascus en lor lati
segon lo vers del novel chan:
adonc esta ben qu'om s'aizi
d'aisso dont om a plus talan.
 
Con la dulzura de la primavera
bullen los bosques y los pájaros cantan
cada uno en su latín
según el ritmo del nuevo canto:
así conviene que cada uno se regocije
en lo que más desea.
 
En chapurriau de Beseit:

En la dolsó del nou tems
lo bosque se cubrix de fulles y piulen los muixons,
canten cadaú en lo seu latín
segons lo vers del nou can:
aixina que está be que chalem
en lo que mes mos agrade.

Acogió en su corte al bardo galés Blédri ap Davidor, quien introdujo en las literaturas románicas la leyenda celta de Tristán e Isolda.
 
 
 

miércoles, 3 de julio de 2019

APARICIÓN DE UN FALSO ALFONSO I

113. APARICIÓN DE UN FALSO ALFONSO I (SIGLO XII. ZARAGOZA)
 
Corrían tiempos en los que el reino de Aragón se hallaba inmerso en una pacífica minoría de edad de su
rey Alfonso II, tutelado por su madre doña Petronila —la hija del rey monje—, cuando un hecho verdaderamente singular vino a turbar ese sosiego sobre todo entre el pueblo, por otra parte bastante
crédulo y ávido de noticias sobre los componentes de la monarquía, institución siempre algo distante e inaccesible.
 
Lo cierto es que poco a poco se fue corriendo la desconcertante noticia de que Alfonso I el Batallador
—que para todo el mundo había fallecido tras la triste derrota de Fraga ante los musulmanes— no sólo estaba vivo sino que había sido visto en público en repetidas ocasiones y en lugares diversos.
En efecto, un hombre desconocido comenzó a aparecer a los ojos de todos diciendo que era el mismísimo Batallador.
 
Entre el pueblo hubo quienes, por razones e intereses muy diversos, quisieron dar crédito a un personaje que, con ciertos artificios, logró algunos adeptos. Como la memoria del añorado Batallador era todavía venerada entre los aragoneses, sobre todo entre los más ancianos, todos quisieron ver en él a aquel que decía ser, máxime cuando era capaz de hablar de hechos concretos y hazañas que los oyentes recordaban perfectamente e incluso dar razones convincentes de ciertos linajes y familias.
 
Sin embargo, entre los seniores y ricos hombres nadie creía que aquel anciano pudiera ser el mismo Batallador, por mucho que quisiera justificar su ausencia del reino por haber marchado a Asia como peregrino, interviniendo allí en múltiples batallas contra los turcos. Buena parte de esta nobleza, sobre todo la que estaba más próxima al palacio real, instó a que doña Petronila pusiera fin a aquella situación, propicia para quienes deseaban nuevas alteraciones de las que sacar provecho.
 
Habiéndose llegado a originar ya algunos disturbios, y hallándose en Zaragoza doña Petronila y su
hijo, que pronto sería Alfonso II, ciudad donde el eco era mayor, se ordenó prender al impostor, que acabó siendo ahorcado, con lo cual de nuevo llegó el sosiego necesario.
 
[Zurita, Jerónimo, Anales de la Corona de Aragón, libro II, págs. 71-73.
Ubieto, Antonio, «La aparición del falso Alfonso I...»,
Argensola, 33 (1958), 29-33. Balaguer, Federico, «Alusiones de los trovadores al pseudo Alfonso el
Batallador», Argensola, 33 (1959), 39-47.]

se ordenó prender al impostor, que acabó siendo ahorcado
lacito amarillo para los catalanistas

miércoles, 8 de mayo de 2019

LA CAPITULACIÓN DE LOS MOROS ZARAGOZANOS, siglo XII

2.49. LA CAPITULACIÓN DE LOS MOROS ZARAGOZANOS (SIGLO XII. ZARAGOZA)
 
Alfonso I el Batallador se había adueñado de Zaragoza y se aprestó a organizar la vida de la ciudad,
en la que todavía permanecía la mayor parte de los musulmanes vencidos. Dio facilidades para que se quedaran quienes quisieran pagando los mismos impuestos que antes abonaban a las autoridades moras. Además, conservarían sus propias autoridades, legislación y religión, aunque reglamentaba el procedimiento a seguir en las causas entre ambos pueblos. Estas y otras condiciones de amparo tan
benevolentes constituían una clara política de captación de los vencidos para que no abandonaran sus casas, si bien les obligaría a concentrarse en un barrio aparte, el de la morería, para evitar cualquier tipo de problema. No obstante, aún no habían entrado los cristianos en la ciudad cuando había comenzado el éxodo.

Alfonso I, preocupado por la sangría humana que este hecho suponía, además de las medidas indicadas, quiso tener un rasgo humano que pudiera convencerles para no huir.
Nada más tomar la ciudad, salió de ella y ordenó detenerse a la larga comitiva de moros, obligando a todos a que mostraran los bienes que cada uno llevaba consigo. Aparte de enseres útiles, aparecieron numerosos tesoros de todo tipo, pero el rey no cogió ni un solo anillo o copa de oro, siendo consciente de que aquella riqueza desaparecería con sus dueños.

No sólo no utilizó la fuerza que le proporcionaba su victoria inapelable, sino que les dijo: «Si no hubiera pedido que me enseñaseis las riquezas que cada cual lleva consigo, hubierais podido decir: «El rey no sabía lo que teníamos; en otro caso, no nos hubiera dejado ir tan fácilmente». Ahora podéis ir a donde os plazca, en completa seguridad». Y les puso una escolta especial para garantizar su integridad hasta los confines de sus dominios, cobrándoles sólo el «miqal» que cada persona estaba obligada a pagar antes de salir.

El cronista moro que narra estos hechos, en los que reconoce generosidad y caballerosidad por parte de Alfonso I, admite que muchos de los que pretendían abandonar Zaragoza, ante aquel gesto del rey cristiano, decidieron quedarse en las casas que sus familias habían poblado durante siglos, acogiéndose al estatuto de mudéjares.

[Lacarra, José María, Vida de Alfonso el Batallador, pág. 67.]
 
 
 
LA CAPITULACIÓN DE LOS MOROS ZARAGOZANOS, siglo XII, Lacarra
José María Lacarra y de Miguel (Estella, 24 de mayo de 1907-Zaragoza, 6 de agosto de 1987) fue un historiador, filólogo, medievalista y heraldista español, cuya especialidad fue el estudio de la historia de Aragón y de Navarra. Fue asimismo catedrático de Historia Medieval en la Universidad de Zaragoza, puesto que desempeñó durante más de cuarenta años hasta su muerte.
En 1923 viajó a Madrid, donde realizó simultáneamente estudios de Derecho e Historia. Alumno de Gómez Moreno, Millares Carlo y Sánchez-Albornoz, en 1930 se graduó e ingresa ese mismo año al Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, con destino en el Archivo Histórico Nacional. En 1933 obtiene su doctorado en Historia y su licenciatura en Historia. Pudo obtener una beca para estudiar en París de 1933 a 1934.
 
Durante la Guerra Civil Española, Lacarra realiza una fecunda labor de salvar el tesoro bibliográfico español. Una vez concluida la guerra, marchó a Zaragoza. En 1940 se le asigna la cátedra de Historia Medieval en su Universidad, que impartiría hasta su muerte. Ese mismo año es nombrado primer secretario general de la recién creada Institución Príncipe de Viana, cargo en el que permanecerá durante cuatro años1​. Ese mismo año lanzan el primer número​ de la revista en la cual él mismo colabora asiduamente.
 
En 1941 funda el Centro de Estudios Medievales de Aragón. Por llamamiento de la Diputación Foral de Navarra organizó excavaciones arqueológicas y restauraciones, las que recogería en su revista Príncipe de Viana.
 
Para 1945 fundó una revista titulada Estudios de Edad Media de la Corona de Aragón. Entre 1949 y 1967 dirige la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Zaragoza, donde reorganizó el sistema creando incluso nuevos departamentos. Estuvo al frente de otras instituciones, como la Escuela de Estudios Medievales, la Universidad de Verano de Jaca y el Archivo de Protocolos de Zaragoza.
 
Destaca su labor como conferenciante a lo largo de su carrera, no sólo en España sino en el resto del mundo. Presentó sus estudios sobre la Edad Media española en Roma, Estocolmo y Texas. Fue invitado como profesor a varias universidades, entre ellas la Universidad de Berkeley. Fue nombrado doctor honoris causa por la Universidad de Deusto en 1982 y por la de Zaragoza en 1985; la Universidad de Navarra, su tierra natal, le confirió tal distinción a título póstumo en 1989.
 
Los libros de Lacarra se centran principalmente en el estudio de Aragón y Navarra en la Edad Media, desde la conquista de Zaragoza por Alfonso I el Batallador hasta los honores y tenencias de Aragón en el siglo XI. Brindó especial importancia al desarrollo urbano de los núcleos aragoneses de población, sobre todo a Jaca. Como biógrafo, Lacarra analizó la vida y la psicología del Batallador, personaje que siempre le cautivó.
 
Principales trabajos de Lacarra:
 
Historia política del reino de Navarra (Caja de Ahorros de Navarra, Pamplona, 1972)5​
Aragón en el pasado (Col. Austral, Espasa-Calpe, Madrid, 1972)
Historia del Reino de Navarra en la Edad Media (Caja de Ahorros de Navarra, Pamplona, 1975)6​
Zaragoza en la Alta Edad Media (Historia de Zaragoza, I, Zaragoza, 1976)
Alfonso I el Batallador (Guara editorial, Zaragoza, 1978)
Colonización, parias, repoblación y otros estudios, 1981
Documentos para el estudio de la Reconquista y repoblación del valle del Ebro, 1981-1985
Investigaciones de Historia navarra, 1983
Estudios dedicados a Aragón, 1987
  •  (Jusué Simonena, 1993, p. 514)
  1.  «Príncipe de Viana - Número 1».
  2.  Doctores Honoris Causa (Universidad de Navarra)
  3.  Véase el prólogo a su libro Alfonso el Batallador, Zaragoza, Guara, 1978. ISBN 84-85303-05-9.
  4.  Lacarra De Miguel, José María (1972). Historia Política del Reino de Navarra 3. Pamplona: Caja de Ahorros de Navarra. ISBN 9788450056990. Archivado desde el original el 2015.

domingo, 12 de mayo de 2019

ALFONSO I EL BATALLADOR, CASTIGADO POR DIOS EN FRAGA


2.64. ALFONSO I EL BATALLADOR, CASTIGADO POR DIOS EN FRAGA
(SIGLO XII. FRAGA)

Alfonso I el Batallador, tras recorrer de forma victoriosa casi todo el actual Aragón central, se dispuso a asediar Fraga, importante población musulmana enclavada a orillas del río Cinca. Ante los preparativos llevados a cabo, Abén Ganya, de la tribu de los moabitas, gran príncipe de Valencia y Murcia, organizó un gran ejército y acudió a tierras fragatinas para socorrer a sus correligionarios. Pero, a pesar de su numerosa y aguerrida hueste, fue vencido dos veces consecutivas por el Batallador, dejando a los cristianos un enorme botín para repartirse como era costumbre.

La doble victoria de Alfonso I se debió, sin duda alguna, a que llevaba consigo una bella arca de oro, adornada con múltiples piedras preciosas. Dentro de ella guardaba varias reliquias, entre las que destacaba un leño de la cruz en la que murió Jesús. El rey aragonés había conseguido el arca en el transcurso de una de sus numerosas guerras, en casa de los mártires Primitivo y Facundo, allá por tierras del río Cea, en León.
Además de esta caja-relicario, que era la más preciada por él, poseía otras de marfil, oro, plata y piedras preciosas, en las que guardaba reliquias múltiples y variadas de la Virgen María; del leño del Señor; de apóstoles, mártires y confesores; de vírgenes; de patriarcas y profetas. Todas esas arquetas eran custodiadas por soldados y sacerdotes en la capilla ambulante que el rey llevaba consigo siempre que entraba en campaña.
Tras la doble victoria de los aragoneses sobre Abén Ganya, los moros de Fraga quisieron pactar y entregarse, pero el Batallador no quiso aceptar la rendición que se le ofrecía si no era con un baño de sangre, porque Dios había endurecido su corazón, en castigo, sin duda alguna, por los males que hizo a los cristianos de León y Castilla, tierras que recorrió en varias ocasiones con sus huestes.
Al fin, Abén Ganya, que recibió refuerzos extraordinarios de al-Andalus, venció a Alfonso I, apoderándose de las arcas.
[Huici, Ambrosio, «Chronica Adefonsi imperatoris», en Las crónicas latinas de la reconquista, t. II, pág. 228.]






Huici, Ambrosio, Chronica Adefonsi imperatoris


sábado, 29 de junio de 2019

LA RECONQUISTA DE EJEA RECONCILIÓ A ALFONSO I Y URRACA

98. LA RECONQUISTA DE EJEA RECONCILIÓ A ALFONSO I Y URRACA (SIGLO XII. EJEA DE LOS CABALLEROS)
 
LA RECONQUISTA DE EJEA RECONCILIÓ A ALFONSO I Y URRACA  (SIGLO XII. EJEA DE LOS CABALLEROS)
 
 
Las cosas entre Alfonso I el Batallador y doña Urraca, su mujer y reina de Castilla, no iban bien, como era
notorio y sabido. Las desavenencias entre ambos eran constantes, motivadas fundamentalmente por las indecentes satisfacciones que la reina usaba con algunos de sus ricos hombres castellanos y por los
recelos que levantaban los soldados aragoneses y navarros en sus constantes andanzas por tierras de Castilla. Sin embargo, también existieron momentos de calma entre don Alfonso y doña Urraca,
logrados a veces de manera sorprendente, como en el caso que ahora nos ocupa.

Era Ejea un enclave tan importante y tan bien guardado dentro del sistema defensivo musulmán que su reconquista causó sensación no sólo entre los aragoneses, a los que llenó de gozo la noticia, sino también entre los castellanos, de modo que esta importante victoria del rey aragonés surtió mejores efectos en las relaciones turbulentas del matrimonio que cuantos oficios pacificadores se habían intentado hasta entonces.

Ante los ojos de doña Urraca, la figura de su marido, Alfonso I, se agrandó y llegó la paz de momento a la pareja, que se reconcilió, causando enorme disgusto en algunos nobles castellanos que deseaban el fracaso definitivo del matrimonio.

Aunque quedaba por delante todavía mucha tierra de moros por reconquistar, como luego haría el rey aragonés, la fiesta inundó al campamento cristiano y el Batallador, en una sencilla pero emotiva ceremonia, decidió tomar para sí el título de Emperador de España.

Por esta razón, lo mismo que la ciudad de Toledo había recibido en su momento el calificativo de Imperial, bien pudiera Ejea haber pretendido igual tratamiento y honor.
 
[Ferrer y Recax, Joseph Felipe, Idea de Exea, págs. 67-69.]
 
 

(no confundir con la urraca ave, aunque algún parecido tendrían).
 
urraca, picaraza, garsa, pica pica, Urraca de León, Alfonso I el batallador
 

domingo, 30 de junio de 2019

DOÑA URRACA SOLICITA EL DIVORCIO A ALFONSO I

103. DOÑA URRACA SOLICITA EL DIVORCIO A ALFONSO I (SIGLO XII. MONTERROSO)
 
DOÑA URRACA SOLICITA EL DIVORCIO A ALFONSO I  (SIGLO XII. MONTERROSO)
 
 
Alfonso I el Batallador, rey de Aragón, y doña Urraca, reina de Castilla, habían convenido y contraído matrimonio, un enlace promovido con fines políticos, que se proyectó no sin grandes resistencias por parte de sus respectivos vasallos, tanto en Castilla como en Aragón, y que finalizó de mala manera, tras vivir momentos y enfrentamientos muy tensos, incluidos varios confinamientos de la reina castellana.
 
En Galicia, por razones de índole política que no vienen ahora al caso, la resistencia contra la celebración del matrimonio fue constante y enorme, de manera que ambos monarcas decidieron acudir allí con sus ejércitos para tratar de pacificar a sus nobles. Comenzaba el verano del año 1110 y la expedición primera, tras dura y sangrienta batalla, supuso la toma y captura del importante castillo de Monterroso, dentro de cuyas defensas fue hallado y apresado uno de los rebeldes, el noble Prado.
 
Al poco de tomar la fortaleza, tuvo lugar allí una tensa y dramática escena, pues Prado se aclamó a
doña Urraca, su señora natural, de modo que se refugió materialmente bajo su manto. La reina lo cubrió por completo e incluso extendió los brazos sobre él para demostrar que lo tomaba bajo su protección y amparo. Aquella situación, a la que asistían como testigos varios nobles tanto castellanos como aragoneses, se hizo embarazosa e interminable, mirándose a los ojos fijamente los dos esposos en son de reto.
 
A los pocos instantes, el rey Alfonso I el Batallador, sin tener ningún tipo de consideración hacia la reina, su esposa, según la versión de la crónica que nos relata lo sucedido, tomó un venablo y lo lanzó contra Prado hiriéndole de muerte. La situación se hizo entonces insostenible y doña Urraca, aconsejada por sus nobles y muy molesta personalmente por lo sucedido, planteó al rey aragonés la disolución del matrimonio solicitándole el divorcio. Luego, sin mediar más palabras, tomó sus enseres y emprendió el regreso hacia León, mientras Alfonso I el Batallador continuaba en Galicia.
 
[Ubieto, Antonio, Crónicas anónimas de Sahagún, págs. 30-35.]
 
 
 
 
 

 

Antonio Ubieto Arteta , ed. 1987. Crónicas Anónimas de Sahagún . Textos Medievales, 75. Zaragoza: Anubar Ediciones.

Julio Puyol y Alonso , ed. 1920. "Las Crónicas Anónimas de Sahagún." Boletín de la Real Academia de la Historia , 76 : 7-26 , 111-22 , 242-57 , 339-56 , 395-419 , 512-19 ; y 77 : 51-59 , 151-92 .

 

 
venablo , lanza arrojadiza
venablo, lanza arrojadiza,
comprar en aceros de Hispania (Castelserás, Teruel, Aragón)
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Monterroso es una localidad y municipio español, situado en el oeste de la provincia de Lugo, cerca del centro geográfico de la comunidad autónoma de Galicia. Es capital de la comarca de Ulloa, partido judicial de Chantada, y comprende 30 parroquias, compuestas por 108 núcleos de población. En dicho término municipal se encuentra el establecimiento penitenciario de A Vacaloura.
 
Se denomina Monterroso porque a mediados del siglo XII se asientan a vivir en el monte, donde está construido el pueblo actual, llamado Monterroso.
 
Durante la época romana, el concello era atravesado por varias vías, incluyendo la XIX del Itinerario Antonino, que unía Lugo con Braga.
 
Por Ligonde pasa el Camino de Santiago. Concretamente el Camino Francés, siendo ésta parroquia la etapa número 27 en el susodicho Camino.
 
Parroquias que forman parte del municipio:
 
Arada (Santa María)
Balboa (San Salvador)
Bidouredo (Santiago)
Bispo (Santa María do)
Cumbraos (San Martiño)
Fente (San Martiño)
Frameán (San Pedro)
Fufín (San Martiño)
Lavandelo (Santiago)
Leborei (Santa María)
Ligonde (Santiago)
Lodoso (San Xoán)
Marzán (Santa María)
Milleirós (San Pedro)
Esporiz (San Miguel)
Novelúa (San Cristovo)
Os Ferreiros (San Cibrao)
Pedraza (Santa María)
Penas (San Miguel)
Pol (San Cibrao)
Salgueiros (Santa María)
San Breixo (San Salvador)
Satrexas (Santa Eufemia)
Sirgal (Santo André)
Sucastro (Santa Mariña)
Tarrío (Santa María)
Vilanova (San Pedro)
Viloíde (San Cristovo)
 
La base económica del ayuntamiento es el sector primario, especialmente la ganadería. Siguiente en importancia es el sector terciario, concentrado en Monterroso (educación, sanidad, administración, comercio, bancos,etc.), así como el Centro Penitenciario de A Vacaloura.
 
En estos momentos, empieza a resurgir el Turismo en la zona, especialmente el rural, ya que existen alojamientos de calidad en este concello, sumándose poco a poco nuevas incorporaciones...
 
En semana santa, se celebra el torneo promesas “José Manuel Alvelo”, en el que participan de media, 80 equipos de toda Galicia.

sábado, 29 de junio de 2019

LA ESCOLTA CHESA DE ALFONSO I (SIGLO XI. ECHO)

97. LA ESCOLTA CHESA DE ALFONSO I (SIGLO XI. ECHO)
 
LA ESCOLTA CHESA DE ALFONSO I (SIGLO XI. ECHO)
 
 
Aunque nacido en Echo, el que luego sería Alfonso I el Batallador fue educado en el monasterio de San
Pedro de Siresa no sólo en el dominio de las letras, sino también en el arte de la caza.

Desde allí, con apenas doce años, decidió un día salir de caza, encaminando sus pasos hacia los roquedos de la Boca del Infierno, desfiladero que había recorrido en varias ocasiones. Pero aquella mañana a punto estuvo de morir.

Aunque atentos, el joven Alfonso y sus acompañantes iban confiados cuando un enorme oso (onso) les cortó el paso con gesto amenazador. Los servidores, aterrados, retrocedieron dejando solo al infante, quien, con serenidad impropia de su corta edad, apuntó con el arco al animal hiriéndole con una flecha y
logrando detenerle en un primer instante.

La herida no fue suficiente y el oso, recuperado, se abalanzó sobre don Alfonso, que retrocedió unos
pasos para defenderse, hasta caer de espaldas por el precipicio, aunque pudo asirse milagrosamente a un boj, mientras una piedra lanzada desde lejos abatía a la fiera. A la vez, un fornido mozo, que no formaba parte de la expedición, pudo coger al infante por la cintura y lo elevó al camino, mientras los integrantes de la comitiva estaban todavía ocultos.

Preguntó Alfonso quiénes eran su salvador y los otros jóvenes que le acompañaban, resultando ser
pastores que habían visto la escena desde el otro lado del río, decidiendo intervenir. También el mocetón preguntó al joven cazador quién era, quedando sorprendido cuando le dijo que era el hijo del rey.
 
Don Alfonso, gratamente sorprendido por el arrojo de sus salvadores, pidió al mayoral que entraran a su
servicio, pero éste, antes de dar una contestación, le preguntó que en calidad de qué se les requería. Y el infante, sin dudarlo ni un momento, les dijo que como monteros reales, y, como tales, le acompañarían siempre no sólo en la caza sino también en las campañas militares que sin duda habría de emprender.

Decidió formar así una escolta personal de monteros reales compuesta por chesos, a los que la
historia recuerda como valerosos y abnegados, siempre al servicio del Batallador.
 
[Celma, Enrique, «Los monteros reales...», en Aragón, 229 (1953), 8-9.]
 
 
 
 
Jota en cheso, s´ha feito de nuei (nuey), noche, nit.


jueves, 9 de mayo de 2019

LA RECONQUISTA DE MALUENDA, siglo XII

2.56. LA RECONQUISTA DE MALUENDA (SIGLO XII. MALUENDA)
 
A lo largo y ancho del valle del Ebro, algunas poblaciones como Belchite, por ejemplo, decidieron capitular sin lucha nada más caer Zaragoza en manos de Alfonso I el Batallador, pero no ocurrió así en otros núcleos importantes del reino moro sarakustí, como son los conocidos casos de Calatayud,
Daroca o Tarazona que, dada la tenaz e importante resistencia que opusieron, tuvieron que ser tomadas por la fuerza de las armas.
 
En efecto, el rey aragonés, crecido por el éxito logrado ante los imponentes muros de Zaragoza y
auxiliado por varios caballeros franceses, como el conde Guillermo de Poitiers, se dirigió hacia Calatayud —amparada en su magnífico castillo y considerada como la auténtica llave del Jalón— y la sitió. Luego, una vez asegurado su cerco, partió inmediatamente siguiendo el curso del río Jiloca para tratar de salir al paso de los almorávides, quienes, por fin, se decidieron a socorrer a sus correligionarios del valle del Ebro, y a los que Alfonso I vencería en Cutanda en 1120.
 
LA RECONQUISTA DE MALUENDA (SIGLO XII. MALUENDA)
 
 
Pero el camino de los expedicionarios desde Calatayud a Daroca y Cutanda no fue nada fácil, puesto que
cerca de la primera, en el lugar de Maluenda —donde se habían concentrado moros de otras poblaciones aledañas— tuvo lugar un encarnizado e inesperado combate campal en el límite con las casas del poblado, circunstancia que no sólo retrasó la expedición hacia su principal objetivo sino que, según la leyenda, originó importantes pérdidas humanas en la hueste de los cristianos aragoneses.
 
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Restos del Castillo de Maluenda, sitiado en el siglo X por Abderramán III.
 
 
Aunque acabó saliendo victorioso Alfonso el Batallador de la contienda y la guarnición mora de Maluenda tuvo que entregar al fin las llaves (lo cual significaba un problema menos para Calatayud que seguía sitiada), una partida de soldados aragoneses tuvo que retrasarse del resto de expedicionarios
para enterrar a sus muertos, asistir a los heridos y hacerse cargo de los prisioneros. Fue entonces cuando los canteros que formaban parte de la expedición labraron y erigieron la Cruz Blanca —todavía existente como testigo de aquel suceso— y la colocaron enhiesta en el mismo sitio en el que tuvo lugar la batalla, en conmemoración y recuerdo de quienes cayeron allí.

[Recogida oralmente.]


https://es.wikipedia.org/wiki/Maluenda

Maluenda es un municipio español en la provincia de Zaragoza, perteneciente a la Comunidad de Calatayud, comunidad autónoma de Aragón. Tiene un área de 40,09 km² con una población de 989 habitantes (INE 2016) y una densidad de 26,94 hab/km².

Maluenda está situada en el Sistema Ibérico a orillas del Jiloca a 581 msnm. Comprende una superficie de 4 037 hectáreas, de las cuales 400 son de regadío y 2 000 de secano, correspondiendo el resto al casco urbano y al monte público. Dista 9 km de la capital comarcal, Calatayud, y 90 km de Zaragoza.

Límites:
Noroeste: Paracuellos de Jiloca
Norte: Paracuellos de Jiloca
Noreste: Villalba de Perejil
Oeste: Munébrega
Este: Belmonte de Gracián
Suroeste: Olvés
Sur: Alarba
Sureste: Velilla de Jiloca y Morata de Jiloca


Aunque los orígenes de Maluenda no están completamente esclarecidos, se sabe que existió un asentamiento en la Edad de Bronce, situado en el cerro detrás del Castillo, en donde aún se perciben restos de muros y otras edificaciones. En él se han encontrado diversos materiales como molinos barquiformes, cerámicas de tipología diversa y utillaje lítico en sílex, hoy expuestos en el Museo arqueológico de Calatayud.

En cuanto a época indígena, el hallazgo más notable es un tesoro de denarios ibéricos, junto a un número importante de denarios romanos republicanos que se fechan entre los años 90 y 79 a.C., por lo que su ocultación se relaciona con la Guerra de Sertorio, tan determinante en este territorio. Asimismo, hasta hace pocos años se conservaba un puente romano que permitía cruzar el río Jiloca.

En la Edad Media Maluenda fue una importante plaza militar, como así lo atestiguan sus importantes restos fortificados, y el hecho de ser mencionada por fuentes árabes en las luchas de la Marca Superior contra el poder central de Córdoba. La fortaleza de la plaza existía ya en el siglo X, y es que, según el geógrafo al-Udri, el califa Abderramán III acampó ante los muros del castillo de Malonda, nombre con el que aparece nombrada la villa en documentos de la época. Ello sucedió en los años 933-934, durante la primera campaña de castigo contra el rebelde Muhammad al-Tuyibí de Zaragoza, y luego en (937), cuando la fortaleza, defendida por el propio al-Tuyibí, fue definitivamente ocupada por los ejército califales.

En 1120, Maluenda fue reconquistada para los reinos cristianos por Alfonso I el Batallador y en 1255 pudo ser el escenario de una reunión secreta mantenida entre Jaime I de Aragón y Enrique de Castilla —hermano de Alfonso X el Sabio—, narrada en el Libro de las tres razones del Infante Don Juan Manuel. Posteriormente, en la Guerra de los dos Pedros, desempeñó un importante papel en la defensa del corredor del Jiloca, entre Daroca y Calatayud.​ Tropas castellanas se apoderaron del castillo en 1363. En Maluenda se encontraba el Archivo de la Comunidad de aldeas de Calatayud que en el día de hoy aún no se ha localizado.

Ya en el siglo XIX, el historiador Pascual Madoz, en su Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España de 1845, describe a Maluenda en los términos siguientes: «Tiene 150 casas de mala fábrica y 100 cuevas de peor calidad, que se distribuyen en calles estrechas y 2 plazas; casa de ayuntamiento; escuela de niños». Menciona también la existencia de tres iglesias parroquiales: la de la Asunción de Nuestra Señora, la de San Miguel y la de las Santas Justa y Rufina, así como seis ermitas. Refiere que «Los vecinos se surten para sus usos de las aguas del río Jiloca, de buena calidad» y resalta la producción de trigo, cebada, vino, cáñamo, legumbres y hortalizas, indicando que había «1 fábrica de papel de estraza, batanes, tintes y 2 molinos harineros».

El Castillo, actualmente en ruinas, es una de las pocas fortalezas auténticamente musulmanas de tapial. De acuerdo a La Chanson de Roland, cuando Carlomagno organizó su marcha contra Zaragoza, era Blancandrín su alcaide, lo que indica que fue una de las primeras fortalezas construidas por los musulmanes en Al-Andalus.

La fortaleza se alza sobre una pelada muela oblonga desde donde se domina el pueblo. Tiene planta alargada, cuyo eje mayor era de unos 80 m, adaptada a la cumbre del monte. Consta de dos torreones y un recinto amurallado, parcialmente conservado en el lado orientado hacia la población, pero prácticamente desaparecido en el lado opuesto. Los torreones se sitúan en el lado oeste, son rectangulares y de gran volumen.

http://www.castillodemaluenda.com/vinos/index.php