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sábado, 27 de julio de 2019

EL NOMBRAMIENTO DEL PRIMER CONDE DE LUNA

146. EL NOMBRAMIENTO DEL PRIMER CONDE DE LUNA (SIGLO XIV. DAROCA)
 
Zaragoza, 1310. Una dama perteneciente a una distinguida familia aragonesa, con ramificaciones en Daroca, ante el temor que le producía el parto que esperaba, prometió visitar los Corporales si todo se desarrollaba con bien y dedicar el neófito a la Iglesia. En efecto, tras nacer el niño, madre e hijo se trasladaron para cumplir la promesa ofrecida. Desde muy corta edad, el muchacho, llamado Lope de Luna, fue educado en las artes marciales, hasta ser armado caballero por el rey en 1336.
 
Esta ceremonia, ante Pedro IV, fue celebrada en La Seo zaragozana, en presencia de prelados, nobles y
síndicos de las villas y ciudades del reino. 
 
Cuando el rey le preguntó a Lope el porqué de querer ser armado caballero, el joven le contestó que para servir a Dios, a la Religión y a su dama. Tras el espaldarazo real, caballeros, damas y doncellas le fueron
colocando los restantes atributos del caballero, para finalizar Bernardo de Cabrera ciñéndole la espada e Isabel de Urrea la espuela, una espuela tan bella que en adelante se le conocería como Lope, el «caballero de la espuela».
 
Poco tiempo después, estalló en Aragón una tremenda conspiración contra el rey, la denominada Unión. Pedro IV huyó a Barcelona y desde allí viajó a Valencia, donde trató de apaciguar a los nobles levantiscos. En Aragón, todas las ciudades excepto Calatayud, Huesca, Teruel y Daroca se aliaron con la Unión.
 
Como pudo, reorganizó su ejército Pedro IV y Lope de Luna capitaneó las tropas de las ciudades leales
al rey. Concentró sus huestes en Daroca, reconstruyó sus murallas —incluido el torreón que se llamaría del «caballero de la espuela», hoy de Cariñena— y se aprestó a la defensa del rey, declarando la guerra a la Unión. Acudió con sus tropas a Tarazona, por donde entraba el rey de Castilla, y luego a Épila, donde más de quince mil desleales, capitaneados por el infante don Fernando, creían poder asestar el golpe definitivo al rey.
 
El encuentro fue sangriento, pero las tropas llegadas de Daroca con don Lope de Luna fueron decisivas en la victoria real. Pedro IV, al vencer en Épila el 21 de junio de 1348, pudo anular los privilegios de la Unión, castigó a los nobles insurrectos y concedió al «caballero de la espuela», don Lope de Luna, el título de conde de Luna, el primer título condal que se concedía a una persona que no fuera hijo de rey.
 
[Sas, Antonio, Compendio histórico de los reyes de Aragón..., II, págs. 38-49.
Beltrán, José, Tradiciones y leyendas de Daroca. Daroca, 1929.]
 
 
 
El condado de Luna fue un título nobiliario aragonés,​ creado el 18 de agosto de 1348, por el rey Pedro IV de Aragón, a favor de Lope de Luna, III señor de Segorbe y IX señor de Luna, con motivo de la victoria en la batalla de Épila contra la Unión de Aragón.
 
Su denominación hace referencia a la localidad de Luna, en la provincia de Zaragoza, en la comarca de las Cinco Villas. Quedó extinguido en 1430, cuando Alfonso V de Aragón desposeyó de sus títulos y posesiones, incorporándolas a la corona, a Fadrique de Aragón por traición.
 
En la actualidad está vigente el condado de Luna creado por Felipe II el 18 de agosto de 1598, a favor de Francisco de Gurrea y Aragón, VI duque de Villahermosa, a cambio de su renuncia al condado de Ribagorza.
 
Lope de Luna, IX señor y I conde de Luna, III señor de Segorbe.
María de Luna, II condesa de Luna, IV señora de Segorbe.
Martín I de Aragón, II conde consorte de Luna, IV señor consorte de Segorbe.
Martín I de Sicilia, III conde de Luna, V señor de Segorbe.
Fadrique de Aragón, IV conde de Luna, VI señor de Segorbe.
 
Este condado de Luna es diferente y sin ninguna relación con el condado de Luna, que con la misma denominación, se creó posteriormente en Castilla por el rey Enrique IV de Castilla, el 22 de febrero de 1462, a favor de Diego Fernández de Quiñones.
 
 
 
 
 
EL NOMBRAMIENTO DEL PRIMER CONDE DE LUNA
Página del Armorial de Gelre donde aparece el escudo de la Casa de Luna.
 
 

viernes, 3 de mayo de 2019

LA RECONQUISTA DE LUNA

2.38. LA RECONQUISTA DE LUNA (SIGLO XI. LUNA)
 
En la mente y en el deseo de los cristianos aragoneses estaba la toma del enclave de Huesca, una de las llaves que podrían abrir el camino hacia Zaragoza. Pero para ello era preciso ir eliminando paulatinamente otros obstáculos menores, como el que significaba la hoy villa zaragozana de Luna, situada al pie de la sierra de Luna, junto al río Arba de Biel.

Preparada la correspondiente campaña, Luna fue reconquistada a los musulmanes, en 1092, por Sancho Ramírez, rey de Aragón y Navarra, al que sorprendería accidentalmente la muerte dos años después en
el sitio de Huesca.

Como en tantas otras ocasiones, la configuración del terreno sobre el que se asentaba el caserío había
dado el nombre a la villa, que entonces era el de Monte Mayor, merced a su estratégica situación, y ante Monte Mayor se apostaron los guerreros de Sancho Ramírez.

Dada la topografía del enclave, no era fácil apoderarse de la villa, a la que se cortó toda posibilidad de
recibir refuerzos externos. Se estudió detenidamente la estrategia a seguir y se convino en esperar a que luciera en lo alto del cielo la luna llena para atacar de noche, como así se hizo.

Tras la conquista de Monte Mayor todo fueron novedades, e incluso sus nuevos dueños cambiaron su anterior denominación por la de Luna, en recuerdo de aquella luna llena que iluminara desde el firmamento los edificios, las calles y las plazas de la villa, convirtiéndose así en el mejor aliado del rey
cristiano y de sus tropas.

[Zapater, Alfonso, Aragón pueblo a pueblo, tomo X, pág. 1.543.]
 
 
 
 
 
 
 
LA RECONQUISTA DE LUNA
 
Luna es un municipio y población de España, de la Comarca de las Cinco Villas, perteneciente al partido judicial de Ejea de los Caballeros al noroeste de la provincia de Zaragoza, comunidad autónoma de Aragón, a 65 km de Zaragoza. Tiene un área de 308,92km² con una población de 733 habitantes (INE 2016) y una densidad de 2,37 hab/km². El código postal es 50610.
 
Desde el punto de vista eclesiástico, depende de la diócesis de Jaca que, a su vez, es sufragánea de la archidiócesis de Pamplona.
 
Actualmente, lo que se conoce como municipio de Luna comprende los siguientes núcleos:
 
Luna
Lacorvilla
Júnez
Lacasta
 
Su término municipal linda por el norte con el de la población de El Frago y con Agüero, al este con Valpalmas, Piedratajada y Gurrea de Gállego, al sur con Las Pedrosas, Erla, Sierra de Luna y Castejón de Valdejasa, y al oeste con los de Ejea de los Caballeros y Orés.
 
Las mayores alturas corresponden al Fragal (856 m), que marca la divisoria entre Luna, El Frago y Orés; a Monlora (657 m); a la Peña del Valiente (620 m); y a Santiá (389 m), que marca la separación entre Erla, Luna y Ejea.
 
Está atravesado de norte a sur por el río Arba de Biel, del que es afluente el río Júnez, así como diversos barrancos.
 
Castillo palacio de los Luna o torre del reloj.
Castillo de Villaverde (Luna).
Castillo de Obano.
Castillo de Yéquera.
Iglesia parroquial de Santiago y San Miguel.
Iglesia de Santiago de la Corona.
Iglesia de San Gil de Mediavilla.
Santuario de Nuestra Señora de Monlora.
 

jueves, 21 de noviembre de 2019

LUCHAS DE LOS LUNA CONTRA LOS URREA

172. LUCHAS DE LOS LUNA CONTRA LOS URREA (SIGLO XV. LA ALMUNIA)
 
Hallándose en Antequera preparando hueste contra el moro el noble castellano don Fernando, llegaron al campamento mensajeros con la triste noticia de la muerte, sin heredero directo, de don Martín el Humano, rey de Aragón, su tío.

Por los mismos mensajeros supo, asimismo, cómo las tierras del reino aragonés quedaban enormemente alteradas por las intrigas de varios pretendientes, fundamentalmente por la pugna entre don Pedro de Urrea (partidario y defensor del propio don Fernando), que «quería justicia» frente a los demás pretendientes, y don Antón de Luna, erigido en defensor del conde de Urgell como rey «por fuerza» y no por razón y derecho.
 
don Antón de Luna, que estaba acampado con sus guerreros junto a Almonacid de la Sierra
 
 
Ante la difícil situación creada, intentó el arzobispo zaragozano don García de Heredia actuar de mediador entre ambas partes, dirigiéndose para ello hacia La Almunia de Doña Godina, con el fin de «concertallos» y hacerles entrar en razón, pero don Antón de Luna, que estaba acampado con sus guerreros junto a Almonacid de la Sierra, le salió por sorpresa al encuentro arropado por más de cincuenta caballeros armados quienes, tras herirle con sus lanzas, provocaron su muerte.
 
Enterado don Pedro de Urrea del crimen perpetrado en la persona del arzobispo, acudió presto con sus huestes a Zaragoza para enfrentarse al conde de Urgell, quien, como monarca que pretendía ser, se había trasladado con celeridad a la capital acompañado de un gran ejército y la intención de tomarla y coronarse en San Salvador como tal. Junto al mercado, cerca del Ebro, al pie de las murallas romanas, con el torreón de la Zuda por testigo, tuvo lugar una sangrienta batalla, en la que el conde quedó vencido y obligado a huir de la ciudad vadeando como pudo el río.
 
LUCHAS DE LOS LUNA CONTRA LOS URREA (SIGLO XV. LA ALMUNIA)
 
 
Poco después llegaba desde Caspe la noticia de la proclamación de Fernando de Antequera como rey de Aragón, solución que el conde urgellés no aceptaría, dando lugar a una serie de batallas y actos belicosos que ensangrentaron el reino durante mucho tiempo.
 
[Gella, José, Romancero Aragonés, págs. 118-119.]
 
 
Fernando I, Aragón, Antequera, habemus rex, ya tenim rey, Aragó
 
 
Almonacid de la Sierra (sierra de Algairén) debe su nombre a la antigua comunidad árabe y a su situación aunque hay discrepancias sobre su significado, pues podría significar «lugar fronterizo» o
«el monasterio».

// Ahora leed aquí abajo: al-Munascid //
 
El Castillo y la villa de Almonacid de la Sierra fueron fundados por el musulmán al-Munascid, siendo citados por el cronista al-Udri. Por ello, la época de dominación musulmana fue importante para la localidad; el topónimo, el trazado de sus calles y la tradición alfarera así lo atestiguan. De su pasado morisco dan cuenta una serie de manuscritos árabes y aljamiados encontrados en la localidad, que se custodian en la biblioteca Tomás Navarro Tomás, del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC.
El hallazgo tuvo lugar al reparar una casa antigua en el verano de 1884, constituyendo uno de los más importantes hallazgos de este tipo realizados en la península ibérica.
 
Como reducto árabe, Almonacid resistió los envites cristianos hasta el reinado de Alfonso I el Batallador. Tras su reconquista, la población pasó a manos de la condesa doña Sancha y más tarde a las de Pedro de Sessé, señor de Medina. A finales del siglo XIII, Almonacid fue concedida a Pedro Martínez de Luna, fundador de los Luna de Almonacid y de los que derivarían los de Illueca.
 
Pero los Luna perdieron la población cuando Antón de Luna, ferviente partidario del pretendiente a la corona Jaime II de Urgel, asesinó en 1412 al obispo de Zaragoza, García Fernández de Heredia, (arzobispo) quien apoyaba a Fernando de Antequera, a la postre rey después del Compromiso de Caspe. El nuevo monarca de Aragón confiscó a Antón de Luna todos sus bienes, entre ellos la villa de Almonacid, pasando ésta a ser propiedad de Pedro Ximénez de Urrea en 1414, quien sería primer Conde de Aranda.
La casa de Urrea regiría los destinos de la localidad hasta la supresión de los señoríos en 1812.
 
La población de Almonacid, que contaba con 88 hogares​ —unos 400 habitantes— de acuerdo al fogaje de 1495, estaba mayoritariamente compuesta por moriscos, conviviendo junto a judíos y cristianos. Por ello, la expulsión de los moriscos a comienzos del siglo XVII, tuvo importantes repercusiones para la localidad. El geógrafo portugués Juan Bautista Labaña recogió en su Itinerario del Reino de Aragón, realizado entre 1610 y 1611, que «Almonazir es un lugar grande situado al pie de la sierra, es del conde de Aranda, quien tiene en este lugar una muy buena casa situada en lo alto de un otero, al pie del cual yace el lugar». Asimismo explica que «fue población de moriscos y fueron los últimos que salieron de este reino, había 300 vecinos y ahora no hay más que cincuenta». Las cifras aportadas por historiadores apuntan que pudo haber más de 1 200 habitantes de Almonacid expulsados de sus casas. Ello conllevó un gran retraso en el desarrollo de la localidad que no fue superado hasta muchos años después, aunque los señores concedieron en 1628 una carta de población a los colonos con que se repobló Almonacid. 
Coincidiendo con el 400 aniversario de estos sucesos, se realizó la serie Expulsados 1609: la tragedia de los moriscos, coproducción de TVE, TV3, Aragón TV, Canal de Historia, Sagrera Audiovisual y la Casa Árabe.
 
 
Pascual Madoz, en su Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España de 1845, describe a Almonacid en los términos siguientes: «Tiene 300 casas de regular construccion distribuidas en varias calles y plazas espaciosas y bien empedradas; un pósito, una carniceria, dos posadas públicas, una escuela de primeras letras... y una iglesia parroquial bajo la advocación de Nuestra Señora». Refiere que «el terreno llano en general es de buena calidad y muy feraz, aunque pudiera serlo mas á tener las aguas suficientes para el riego». En cuanto a la economía, señala que la localidad «produce vino, trigo puro, centeno, cebada, avena, garbanzos, judías, pocas frutas y hortalizas, y cria ganado lanar, cabrío y alguna caza» y que quedaban algunas alfarerías, la fábrica de aguardiente y la arriería.

Aquí un texto de Fernando I de Aragón en perfecto occitano, como solían usar muchos de los reyes de Aragón: (y alguna Reina, como Petronila, ya que su madre era de Peitieu, Poitiers.)

Lo Rey. – En Ramon Fivaller: com per rao de la entrada per nos Deu migençant e en breu faedora en aquexa ciudat vullam haver aquella jornada per servey de nostra persona una cota un manto e un juppo de drap daur de aquell tall e manera e semblants que eren les cota manto et juppo ab que entra novellament com a rey en aquexa ciutat lo senyor rey en Marti de bona memoria oncle nostre e per aquesta rao nos trametam aqui lo feel sastre nostre mestre Johan Dalvernia: pregamvos et manam que decontinent donets recapte que sia comprat tant drap daur com a aço sia manester et axi mateix arminis per afolradures et que prestament se façan los dits manto cota et juppo a fi que un dia abans de la nostra entrada aqui nos puscam haver les dites robes acabades: car en Barthomeu Gras regent nostra tresoreria dara o fara donar bon recapte aqui sobre la paga dels dits drap e arminis e altres coses a aço necessaries. E en aço dats aquella bona cura et diligencia ques pertany. Dada en Tortosa sots nostre segell secret a XVII dies de noembre del any MCCCCXII. – Rex Ferdinandus. – Gabriel Mascaroni mandato domini regis facto ad relationem Didaci Fernandez de Vadillo secretarii.

martes, 23 de junio de 2020

316. EL CADÁVER DEL PAPA LUNA


316. EL CADÁVER DEL PAPA LUNA (SIGLO XV. ILLUECA)

Las grandes tribulaciones del papa/antipapa Benedicto XIII, el aragonés Pedro Martínez de Luna, sólo terminaron con su fallecimiento, ocurrido en su voluntario retiro de Peñíscola, en el año 1423. Pero, incluso después de muerto, su recia personalidad siguió dando origen a constantes y múltiples anécdotas y aseveraciones que circulaban de boca en boca, de reunión en reunión, incluso de crónica en crónica.

Benedicto XIII había recibido sepultura en la propia iglesia del castillo roquero que le había servido de baluarte y aún siete años más tarde de su inhumación tuvo lugar allí mismo un hecho ciertamente prodigioso e inexplicable, sobre todo para los más escépticos.

Narra el cronista Martín de Alpartir, quien fuera prior de la Seo zaragozana y camarero del antipapa, que tanto el Domingo de Ramos y como el día de Jueves Santo de 1430, a partir de la humilde tumba de Pedro de Luna, comenzó a extenderse por todas las estancias del castillo-fortaleza una fragancia extraordinaria, cual si fuera fruto del néctar de las más bellas y lozanas flores. Pero, según las crónicas, el aroma embalsamó, asimismo, el ambiente de toda la ciudad y alrededores.

En vista de tal prodigio, el entonces alcaide del castillo —ciertamente desconcertado y temeroso por lo sucedido— mandó aviso urgente al rey Alfonso V, que a la sazón estaba de visita en la villa de Cariñena, pidiéndole consejo sobre qué hacer ante tal prodigio. Entonces, don Juan de Luna, sobrino de Benedicto XIII y conocedor de lo ocurrido, imploró al monarca que ordenara al alcaide del castillo de Peñíscola que le entregase el cuerpo sin vida de su tío para trasladarlo solemnemente a Illueca, su patria chica.

El rey Alfonso V el Magnánimo, conmovido por aquella manifestación última del inefable don Pedro Martínez de Luna, cuya proverbial tozudez tantos problemas diplomáticos le había causado en vida, accedió a lo que se le solicitaba, de modo que el cuerpo incorrupto del antipapa fue llevado desde Peñíscola hasta Illueca y depositado en un sepulcro ubicado en la misma cámara del palacio donde había nacido.

[García Ciprés, G., «Ricos hombres de Aragón. Don Pedro Martínez de Luna (el
«antipapa»)», en Linajes de Aragón, II (1911), págs. 187-188.]

miércoles, 5 de junio de 2019

Tomo I, texto IX, lit vellut + fallecimiento de doña María de Aragón

IX. 30 de diciembre.

Carta del rey al camarero de la reina, pidiéndole la cama de terciopelo, y la tunicella con que se había consagrado reina su mujer, para en el caso de que le subsiguiese la muerte.
/ ya ha muerto, 29 de diciembre de 1406 según la wikipedia, hay que tener en cuenta la numeración de los años como indica Próspero de Bofarull en la introducción.
A continuación va el documento que manifiesta el fallecimiento de dicha reina doña María de Aragón.

Martín el Humano, rey, Aragón
Martín el humano (Retrato de Martín I en el retablo de San Severo.)
 
 
IX.

Legajo de cartas reales, n.° 107. 30 de diciembre de 1407.

Al feel nostre en Marçal de la cambra de nostra muller la reina.
- Lo Rey. - En Marçal. Per lo cas inopinat que ses subseguit de la mort de nostra muller la reina qui Deus haja es asi necesaria la tunicella ab que la dita Reina se consagra et lo lit seu de vellut tanat: perque volem eus manam que de continent vista la present nos trametats la tunicella et lit dessus dits: e si es cas que eren en poder dels consellers daqui de Barchinona hajatslos de continent a vostra ma et enviatsnoslos de continent com los hajam necessaris pera la sepultura de la dita reina. Perque non haja falla en res quens ho trametats de continent.
Dada en Valense sots nostre segell secret a XXX dies de decembre del any mil CCCCVII. - Sperendeo (l).
Sperans-in-Deo /

(1) No hallándose en este archivo el testamento de doña María, se inserta el siguiente documento, que acredita su otorgación e indica algunas de sus disposiciones.

Reg. 2311, fol. 137. 3 de agosto de 1407.

Pateat universis: quod nos Martinus Dei gratia Rex Aragonum Valentie Majorice Sardinie et Corsice
comesque Barchinone Rossilionis et Ceritanie nostro propio nomine et ut executor testamenti seu ultime voluntate illustris Marie regine Aragonum conjugis nostre clare memorie et ut
princeps et dominus necnon ut pater et conjuncta persona illustris
Martini regis Sicilie carissimi primogeniti nostri heredisque
universalis conjugis nostre predicte et etiam ut detentor bonorum
omnium que ipsa regina cum ageret in humanis possidebat et nos jure
viduitatis et fori beneficio possidemus: et nos frater
Bartholomeus Borras frater Franciscus Eximenez frater Johanes
Eximenez magistri in sacra Theologia ordinis minorum et
Gilabertus de Scintillis alias Raymundus de Rivosico
miles consiliarius et camerlengus dicti domini regis
manumissores et executores testamenti domine regine predicte una cum
dicto domino rege ut constat de dicta manumissoria per
testamentum per dictam illustrem reginam firmatum in posse
Anthonii Valls scriptoris sui et auctoritate regia notarii
publici in loco de Villaregali regni Valentie die XXVIIIa
decembris anni presentis et infrascripti prospicientes grandia
onera dicte manumissorie que diversis creditoribus et servitoribus
dicte illustris regine et aliis personis tenetur et obligata existit
et quod pro traslatione corporis dicte illustris regine fienda ad
monasterium Populeti erat nobis summe necessarium habere
diversas peccuniarum quantitates ad premissa satisfaciendum que
faciliori via et magis prompta et absque dispendio facultatum dicti
heredis et manumissorie pretense haberi non poterant quam per viam
arrendationis reddituum emolumentorum locorum et villarum comitatus
de Luna et nonnullorum aliorum locorum infra regnum Aragonum
sitorum quam fecimus Francisco Berengarii mercatori ville
Muriveteris ad certum tempus et sub certis conditionibus et ad
pretium inter nos conventum ut constat de dicto arrendamento per
publicum instrumentum datum et actum Valentie ac clausum per fidelem
secretarium nostrum Bernardum Medici auctoritate regia
notarium publicum die presenti et infrascripta in cujus instrumenti
arrendationis confectione et longe ante fuit habitum et in pactum
deductum inter nos et dictum Franciscum Berengarii quod
constitueremus procuratores legittimos habentes potestatem ad
infrascripta suficientem pro
corroboratione contractus
arrendationis predicte: ideo facimus constituimus et ordinamus certos
speciales et generales procuratores nostros et cujuslibet nostrum
prefatis nominibus videlicet vos Enecum Eximenez de Galloz et Dominicum Cosida habitatores civitatis Cesarauguste et
utrumque vestrum in solidum absentes ut presentes ita quod occupantis
conditio potior non existat sed quod per unum vestrum inceptum fuerit
per alium mediari valeat et finiri ad confitendum et concedendum in
judicio et extra pro nobis et nostro nomine et cujuslibet nostrum
nominibus jam dictis coram regente officium gubernationis
dicti regni vel justitia Aragonum ipsius locumtenente
seu alterius eorum dictum arrendationis instrumentum per nos dicto
Francisco Berengarii firmatum et omnia et singula in capitulis et in
eo contenta et ad audiendum laudandum acceptandum pro nobis et
cujuslibet nostrum dictis nominibus sententiam condemnatoriam per
dictos regentem officium gubernationis justitiam Aragonum ipsius
locumtenentem vel alterum eorum sub obligationibus renunciationibus
securitatibus firmitatibus modis et conditionibus tam in dicto
instrumento arrendationis quam in libello ac petitione ipsius
pretextu seu vigore contra nos et quemlibet nostrum per dictum
Franciscum Berengarii arrendatorem seu ipsius legittimum procuratorem
offerendo contentis et expressatis: dantes et concedentes vobis
dictis procuratoribus nostris et vestrum utrique in solidum plenum
posse et facultatem agendi respondendi deffendendi excipiendi
conveniendi replicandi triplicandi litem vel lites contestandi
renunciandi et concludendi requirendi et protestandi fidancias jure
et de servando indempnem et de tenendo de manifesto et quascumque
alias necessarias et opportunas offerendi sententiam et sententias
tam interlocutorias quam difinitivas audiendi laudandi et acceptandi
et demum omnia et singula alia generaliter faciendi et libere
exercendi agendi et procurandi que merita earum postulant et
requirunt esto quod fuerint graviora aut majora et que requirerent
speciale mandatum sine quibus predicta expediri comode non valerent.
Promittentes nominibus predictis habere ratum gratum et firmum
perpetuo quicquid per vos dictos procuratores aut vestrum utrumque in
predictis et circa predicta cum dependentibus et emergentibus ex
eisdem fuerit dictum confessatum acceptum factum gestum seu
procuratum ac si per nos metipsos et quemlibet nostrum confessatum
fuisset concessum laudatum factum dictum et procuratum et nullo
tempore revocare contrafacere aut venire. Promittentes inquam nos
dicti constituentes et quilibet nostrum dictis nominibus in posse
notarii infrascripti ut publice persone a nobis paciscentis
stipulantis et recipientis pro dicto Francisco Berengarii interesse
suo et pro illis quorum interest aut interesse poterit in futurum
dictos procuratores seu aliquem ipsorum per nos in vim dicti pacti
constitutos non revocare nec revocari facere et minus inhibere
directe nec indirecte donec dictus contractus arrendationis et omnia
et singula in eo contenta sententiatus fuerit que sententia in rem
transiverit judicatam et fecerit jus inter partes. Et si contigeret
contrarium fieri per nos seu aliquem nostrum quod non credimus
volumus quod talis revocatio ac inhibitio nullius valoris existant
immo habeantur pro nova constitutione. Et ut premissa majori robore
fultiantur volentes vos dictos procuratores nostros aut vestrum
alterum relevare ab omni onere satisdandi promittimus dictis
nominibus judicio sisti et judicatum solvi cum suis clausulis
universis sub obligatione omnium bonorum manumissorie jamdicte. Quod
est datum et actum in civitate Valentie IIIa die augusti anno a
nativitate Domini MCCCCVII regnique nostri duodécimo.
- Signum + Martini etc. qui hec dictis nominibus laudamus concedimus et firmamus sigillumque nostrum appendicium hic jussimus apponendum. - REX MARTINUS.


María de Luna, reina de Aragón:


WIKI:

María era aragonesa de nacimiento, su familia pertenecía a la Casa de Luna de la alta aristocracia aragonesa. Probablemente nació en Pedrola (Zaragoza), donde su padre tenía su residencia, aunque poseía señoríos por todo el reino. Sus padres fueron don Lope de Luna, primer conde de Luna, y Brianda d'Agout. Fue comprometida en matrimonio con el infante Martín, hijo de Pedro IV el Ceremonioso, cuando todavía no llegaba a los ocho años. En cuanto cumpliese los ocho años debería ser entregada a la reina Leonor, para que fuera educada en la corte.

Su casamiento fue el domingo 13 de junio de 1372, en la catedral de Santa Eulalia de Barcelona. De este matrimonio nacieron cuatro hijos Martín, el primogénito, Jaime, Juan y Margarita; los tres últimos murieron niños.
Martín, rey de Sicilia, muere a la edad de 33 años. / En esta misma página aparece ... Martini regis Sicilie carissimi primogeniti nostri heredisque universalis...


Fue reina de Aragón, condesa de Luna, duquesa de Montblanc, señora de Bolea, Berbegal, Loarre, Vall de Uxo (Uxò, Uxó), Segorbe y otros lugares.


En 1396 ascienden al trono al morir Juan I El Cazador. Martín se encontraba en Sicilia, por lo que la nueva reina tuvo que actuar como Lugarteniente General ante las pretensiones al trono del conde de Foix y de la reina viuda Violante de Bar. En 1397, Martín I volvió de Sicilia e inmediatamente juró fueros siendo coronado en la Catedral de San Salvador de Zaragoza, realizándose los festejos en la Aljafería.

Fue una mujer noble, pues descendía de la casa de los Luna, caritativa y amante de la justicia, de profundas convicciones religiosas, sin llegar a la superstición, y aficionada a la música y a la lectura.

Mujer elegante y austera, la pompa y frivolidad de la Corte no influyeron en esta mujer, que superaba a su marido en la capacidad de gobierno. Mujer cercana al pueblo, protegió siempre a los más desfavorecidos, ayudándoles económicamente, incluso les eximió de impuestos; defendió a los payeses de remensa, a las aljamas de moros y judíos de Calatayud y Daroca; intentó poner paz entre los clanes familiares que estaban asolando el reino, incluidos los de su propia familia; escribió varias cartas al Papa, Benedicto XIII, para abolir los malos usos que consideraba contrarios al derecho humano y divino.

Francesc Eiximenis le dedicó una obra suya: Scala Dei, que es un pequeño tratado sobre moral y teología, escrito en occitano (al que llaman catalán) quizás en 1399, con motivo de su coronación como reina (23 de abril), que pertenece al género de los devocionarios, muy comunes entre las clases altas en la Edad Media.

La reina María tuvo una precaria salud. Murió de un ataque de apoplejía en 1406 en Villarreal camino de sus tierras de Segorbe, cuando iba a reunirse con su esposo que se encontraba en Valencia. / En esta misma página sale Villaregali /


En su testamento, redactado en 1404, donaba a los frailes franciscanos el monasterio de Sancti Spiritu que ella había promovido para ellos (a 10 km de Sagunto y 35 de Valencia), así como una renta de 5000 sueldos valencianos que se cobrarían de las rentas de Almonacid, aumentada más tarde en 1500 sueldos que debían destinarse para vestuario y manutención y 500 sueldos más a cobrar de las rentas de Paterna para reparaciones en el edificio.


María de Luna, reina de Aragón, escudo, monasterio, Poblet
escudo, monasterio de Poblet
 

 

María de Luna, reina de Aragón, enterrada, monasterio de Poblet


https://es.wikipedia.org/wiki/Cartuja_de_Vall_de_Cristo

  1.  «Gran enciclopedia aragonesa». Consultado el 4 de diciembre de 2017.
  2. Brines, Lluís. Biografia documentada de Francesc Eiximenis. Valencia. AVL. 2009. Pp. 191 ss. (en prensa) (en catalán)
  3. Silleras Fernández, Núria (2003). «La piedad urbana de María de Luna, reina de la Corona de Aragón (1396-1406». En Salvador Claramunt Rodríguez (coordinador). El món urbà a la Corona d'Aragó del 1137 als decrets de Nova Planta: XVII Congreso de Historia de la Corona de Aragón. Actas II. pp. 889-894. ISBN 84-475-2740-9.

domingo, 28 de junio de 2020

355. EL MAR RECONOCE A PEDRO DE LUNA COMO PAPA


355. EL MAR RECONOCE A PEDRO DE LUNA COMO PAPA (SIGLO XV. PEÑÍSCOLA)

El aragonés don Pedro de Luna era en aquellos momentos todavía Benedicto XIII, pero se había iniciado ya el principio del fin, cuando el mundo le había comenzado a volver la espalda. Estamos en 1415. Tras recibir a varias embajadas encabezadas por el propio Emperador, en las que el rey de Aragón, don Fernando I de Antequera, también participaba solicitando su renuncia al papado, don Pedro siguió terne (en sus trece) en su decisión agravando con ello el conflicto.

Estando en Colliure, donde recibió a los últimos embajadores, y presionado por el desarrollo de los acontecimientos, decidió apartarse a meditar en medio de la soledad y la calma del castillo de Peñíscola. Preparó en poco tiempo el viaje y se embarcó en la pequeña localidad francesa.

No es normal que el mar Mediterráneo presente ribetes bravíos, pero en esta ocasión, cuando el barco de Benedicto XIII había zarpado, se desencadenó una auténtica tempestad. Las olas eran de tamaño oceánico de modo que la nave de don Pedro de Luna desaparecía por momentos. Todo el mundo creyó llegado su último suspiro, de manera que —arrodillados en la bodega, puesto que en la cubierta se corría el riesgo de ser barridos por las enormes olas— los acompañantes pontificios imploraban a Dios.

Don Pedro de Luna, el Papa del Mar como se le denominó en alguna ocasión, desafió la tempestad y se encaminó a la proa de la embarcación. Arrodillado, mirando al cielo, solicitó la salvación para él y para los suyos si la Providencia le reconocía como verdadero vicario de Cristo, de manera que si no era así deseaba y solicitaba que la tempestad hundiera su nave.

Lo cierto es que la tempestuosa tormenta amainó casi en el acto y el mar quedó en absoluto reposo, aunque el cielo seguía enviando una auténtica cortina de agua. El pontífice, dirigiéndose a los suyos, que no daban crédito al portento, les gritó: «¡Proa al sur! ¡Vamos a Peñíscola!».
Aquella prueba divina, en la que el mar representó papel tan decisivo, le reafirmó en su idea de no renunciar a la dignidad pontificia. Peñíscola era el lugar perfecto para la resistencia ante los hombres.

[Simó Castillo, Juan B., Pedro de Luna, el papa de Peñíscola, pág. 161.]

358. EL PAPA LUNA SE TRASLADA EN SECRETO A ROMA


358. EL PAPA LUNA SE TRASLADA EN SECRETO A ROMA (SIGLO XV. PEÑÍSCOLA)

Don Pedro de Luna, o sea, el papa Benedicto XIII, llevaba algún tiempo recluido en su retiro del castillo-fortaleza de Peñíscola terne en su actitud de no ceder ante las presiones que recibía de toda Europa, incluida la de su rey, para que renunciara oficialmente a la dignidad pontificia con objeto de solucionar la crisis abierta en el papado.

Los días de don Pedro en Peñíscola transcurrían densos y tensos, preparando argumentos con las que salir al paso de las medidas tomadas por el Concilio o por el propio colegio cardenalicio. Pero cada día estaba más solo pues quienes habían sido sus valedores, como el rey aragonés Fernando I de Antequera o el propio Vicente Ferrer, que fuera su confesor y confidente, le dieron al fin la espalda.

Así es que don Pedro de Luna determinó acudir personalmente y en secreto a Roma, jugándose en ello incluso su libertad personal. Así es que preparó el viaje sin confiar su salida fuera de Peñíscola nada más que sus más fieles colaboradores.

La noche elegida descendió por la escalera llamada todavía hoy del Papa Luna, un estrecho pasadizo que, mandado horadar al decir de la leyenda por propio don Pedro en la roca, comunicaba secreta y directamente con el mar desde lo alto del castillo, y cuya salida estaba camuflada en el acantilado de la parte opuesta a la costa.

Aquella noche, triste y desalentado por la deslealtad de los suyos, descendió hasta el mar y una vez allí extendió su manto pontificio sobre las olas relativamente calmadas del Mediterráneo. Luego, apoyado en el báculo que llevaba consigo como atributo papal, subió sobre el manto y sin hundirse puso rumbo a Roma, donde se presentó de improviso ante sus enemigos para entrevistarse con ellos.

Regresó a Peñíscola aquella misma noche sin que sus gestiones personales hubieran hecho variar las escasas esperanzas que aún le quedaban de vencer en sus tesis y retornar a la silla de san Pedro.

[Simó Castillo, Juan B., Pedro de Luna..., págs. 161-163.

martes, 23 de junio de 2020

310. LA ABSOLUCIÓN DE LOPE FERNÁNDEZ DE LUNA


310. LA ABSOLUCIÓN DE LOPE FERNÁNDEZ DE LUNA (SIGLO XIV. VILLARROYA DE LA SIERRA)

Don Lope Fernández de Luna, nombrado arzobispo de Zaragoza en 1352, era un genuino representante de la casa de los Luna, influyente familia dentro del contexto del reino de Aragón e incluso fuera de él.

Al nuevo arzobispo zaragozano le vemos interviniendo, en un momento u otro, en los principales asuntos públicos: trata sobre la paz y la guerra, sobre leyes y sobre embajadas...

Con motivo de la cruel «guerra de los dos Pedros» —el de Aragón y el de Castilla—, de tan nefastos resultados para los aragoneses, a Lope Fernández de Luna se le encomendó, en calidad de capitán general, la defensa de las fronteras comunes entre Castilla y Aragón, para lo cual dividió y distribuyó las fuerzas y fortificó la ciudad de Calatayud, así como varias plazas ubicadas en estos confines.

En medio de tales afanes, se le ocurrió visitar la imagen de Nuestra Señora de Villarroya. Despachó por delante a sus criados, mientras él cabalgaba detrás junto con un capellán amigo. Iban ambos hablando y rezando cuando, desde un pinar cercano, les llegó una voz lastimera y quejumbrosa. Desmontaron de sus cabalgaduras, las ataron y se internaron entre los pinos en dirección a los lamentos.

Sorprendidos, en un claro del pinar, vieron la cabeza de un hombre que estaba separada de su cuerpo. La cabeza, volviendo los ojos hacia don Lope, le dijo a éste: «Arzobispo, confesión». Aunque un tanto confundido, el religioso confesó a aquel penitente, y, cuando hubo acabado, continuó diciendo que «la causa de haberle favorecido el cielo con el confesor que pedía había sido por la devoción que siempre tuvo a san Miguel, al cual se había encomendado cuando una cuadrilla de castellanos le habían herido de tal suerte, conservando milagrosamente la vida en la cabeza, y que el santo le había ofrecido su asistencia hasta que se confesase». Dicho esto, expiró.

El arzobispo, confundido por el prodigio que acababa de vivir, mandó sepultar el cadáver y, años después, cuando la guerra llegó a su fin, comenzó a edificar la capilla que lo conmemoraría para siempre.

[García Ciprés, G., «Ricos hombres de Aragón. Los Luna», Linajes de Aragón, II
(1911), 245-246.]

domingo, 28 de abril de 2019

LA CONQUISTA MUSULMANA DE AGIRIA (DAROCA)

9. LA CONQUISTA MUSULMANA DE AGIRIA (DAROCA) (SIGLO VIII. DAROCA)

LA CONQUISTA MUSULMANA DE AGIRIA (DAROCA)

 
Las huestes musulmanas de Tarik avanzaban hacia Cesaraugusta. Tras su paso, todo era desolación y rencor; por delante, temor y huidas precipitadas. En Agiria (luego Daroca), ante las noticias de que los moros estaban ya en las fuentes del Tajo, unos huían temerosos y otros se aprestaban a la lucha.
En medio de este cuadro dantesco, llegó a Daroca, sobre un agotado caballo, un joven, desconocido en principio por el lamentable estado en el que encontraba, aunque era darocense. Pronto se le reconoció como a Juan de Luna.

Narró Juan lo ocurrido en Guadalete, donde estuvo en la infausta jornada de la derrota cristiana; después relató las calamidades de su cautiverio en Córdoba y Toledo. Por fin, refirió las penalidades de su huida durante más de quince días hasta llegar a Daroca. Muchos, los que venían eran muchos y buenos jinetes sobre caballos inimaginables, fieros e indómitos. Tras descansar mientras narraba lo sucedido, Juan de Luna fue a buscar a Matilde, su joven amada, quien ya le había dado por muerto cuando supo lo de Guadalete y le lloraba. El sol se ocultó en el horizonte mientras el amor renacía.

Al día siguiente, ante las noticias que llegaban de las torres de señales, los darocenses y las gentes que acudían de las aldeas cercanas prepararon la resistencia. Por fin, los moros se presentaron ante sus muros exigiendo la rendición. Embistieron hasta diez veces antes de abrir brecha, pero al final todo acabó. No obstante, a pesar de haber caído el castillo y toda la población, los agarenos se encontraron con la resistencia inusitada que desde una de las torres ofrecía Juan de Luna con un puñado de hombres. El jefe moro, que pretendía proseguir la marcha hacia Zaragoza, dejó una guarnición con orden expresa de atacar al «Jaque» (al valiente) hasta que se rindiera.

Pero Juan de Luna, el Jaque, resistió y abatió a varios adversarios. Éstos, ante el peligro que suponía aproximarse a la torre, decidieron cercarla, dejando que la falta de alimentos hiciera mella entre sus defensores. Pasaron los días y en la torre cesó todo movimiento. Así es que decidieron derribar la puerta y entrar. En el centro de la estancia yacía el cadáver de Juan de Luna, muerto de hambre. Su cabeza fue expuesta en el muro, mientras su cuerpo era arrojado a un barranco. Matilde cayó muerta cuando se enteró de la trágica noticia. Hoy, la torre de Jaque es testigo mudo de tan grande gesta.
[Beltrán, José, Tradiciones..., págs. 43-47.]

domingo, 28 de junio de 2020

356. LA TOZUDEZ DE BENEDICTO XIII


356. LA TOZUDEZ DE BENEDICTO XIII (SIGLO XV. PEÑÍSCOLA)

Discurría el año 1415 y el aragonés don Pedro Martínez de Luna, es decir, el papa Benedicto XIII se hallaba en la ciudad de Perpignan donde fueron a reunirse con él el rey Fernando I de Aragón, el emperador Segismundo, los embajadores del Concilio y los representantes de casi todos los príncipes cristianos. El objetivo que llevaban era único: intentar poner fin al cisma pontificio que tenía divididos a todos los Estados de occidente. Benedicto XIII, al que se le pedía su renuncia, en un largo discurso de seis horas, expuso sus tesis en defensa de sus derechos a ser Papa, de modo que no pudieron arrancarle la dimisión que todos esperaban.

Para buscar el sosiego del que tan necesitado estaba, se trasladó el Papa Luna a la población de Colliure donde a los pocos días se vio obligado a recibir una segunda embajada semejante, con idéntica pretensión y con los mismos resultados negativos.

Muy inquieto ya por el desarrollo de los acontecimientos, Benedicto XIII determinó por fin poner rumbo al castillo fortaleza de Peñíscola, donde recibió un tercero e idéntico mensaje que obtuvo, una vez más, su negativa tajante, demostrando su ánimo, tan inquebrantable y firme como la roca misma que sostenía el castillo de su retiro.

Fue en este último escenario y dentro de ese ambiente tan cargado y enrarecido cuando, al parecer —para reafirmar todavía más su decidida negativa a renunciar a los que creía legítimos derechos para ser papa—, dijo:
«Estoy en mis trece».

La frase, tan corriente hoy entre nosotros para demostrar nuestra pertinacia sobre alguna cosa, tenía en boca de don Pedro Martínez de Luna el sentido de que reclamaba para sí el décimotercer lugar entre los pontífices llamados Benedicto. A pesar de todo, el 6 de enero de 1416 el rey de Aragón, hasta entonces su aliado, le abandonaba a su suerte. Comenzaba para el Papa Luna el comienzo del fin.

[García Ciprés, G., Ricos hombres de Aragón. D. Pedro Martínez de Luna (el «antipapa»), «Linajes de Aragón», II (1911), 186.]

lunes, 22 de junio de 2020

255. ANTECEDENTES DEL MONASTERIO DE TRASOBARES

255. ANTECEDENTES DEL MONASTERIO DE TRASOBARES (SIGLO XI. TRASOBARES)

255. ANTECEDENTES DEL MONASTERIO DE TRASOBARES (SIGLO XI. TRASOBARES)


Estamos en Jaca, capital del reino. Sancho Ramírez, rey de los aragoneses, estima que debe coordinar sus esfuerzos con los cristianos de Castilla para oponer un frente común a los musulmanes que dominan el valle del Ebro. Prepara, pues, un viaje a tierras castellanas, que debe hacerse con toda discreción para no levantar sospechas.

Acompañado solamente por un criado, emprendió el viaje disfrazado de arriero y, tras cabalgar día y noche, ambos se perdieron en el camino. Estaban en tierra de moros y, por lo tanto, temerosos de caer en sus manos. De repente, el canto de un gallo al alborear el nuevo día les indicó que se hallaban cerca de un poblado. Decidieron hacer un alto y redoblaron la vigilancia para no verse sorprendidos por los vigías moros.

El criado, con sumo cuidado, se adentró en la desconocida población y, dirigiéndose a una de las casas de su barrio mozárabe, le proporcionaron las vituallas necesarias para proseguir el viaje y le informaron que el poblado se llamaba Trasobares. Luego, durante el retorno junto a don Sancho que le estaba esperando ansioso, en medio de una intensa y casi cegadora luz, vio una imagen de la Virgen. Se sintió emocionado y sorprendido, y corrió cuanto pudo para contarle al rey lo que acababa de sucederle.

A pesar del peligro que suponía, los dos fueron al lugar de la aparición. Entonces, el rey, con sumo cuidado, tomó y envolvió la imagen entre paños y, tras acomodarla en la silla de su montura, decidió suspender el viaje a Castilla y regresar a Jaca sin dilación para, una vez allí, ir a depositar la imagen en el monasterio de San Pedro de Siresa.

Años más tarde, Alfonso I el Batallador reconquistó Trasobares para Aragón. A petición de los cristianos del pueblo, el rey ordenó devolver la imagen al lugar donde se apareciera, construyendo para ella una ermita, germen del monasterio femenino cisterciense que allí se fundaría, cuya sala capitular sería presidida por la imagen, de manera que pronto se le conocería como Nuestra Señora del Capítulo.

[Bernal, José, Tradiciones..., págs. 78-79.
Sánchez Pérez, José A., El culto mariano en España, págs. 112-113.]


El origen de la villa actual es medieval, y debe su existencia al monasterio de monjas cistercienses o «bernardas» fundado en dicho lugar en el siglo XII. La elección de este apartado lugar, en el somontano del Moncayo y a orillas del río Isuela, para dicha fundación se debe a la aparición de la Virgen María al mismísimo rey de Aragón, Sancho Ramírez, allá por el año 1092, en este lugar. Al parecer, y según la tradición, por estas fechas el rey Sancho Ramírez emprendió una peligrosa expedición desde Aragón a Castilla para entrevistarse con el rey castellano Alfonso VI. Para ello tuvo que atravesar las tierras del poderoso reino taifa de Zaragoza. De incógnito, y con solo unos criados por compañía, Sancho Ramírez emprendió el viaje por «caminos ocultos», según dice la tradición. Ya cerca de Castilla el rey y compañía acamparon para pasar la noche en una hondonada junto al río Isuela, lugar donde encontraron la acogida de tres leñadores cristianos y sus familias que vivían en unas cabañas en este lugar. Aquella noche, mientras el rey dormía un gran resplandor iluminó el lugar, tanto que los gallos comenzaron a cantar. Asombrados, los presentes presenciaron la aparición de la Virgen rodeada de ángeles que la veneraban. Una vez acabado el prodigio, y vuelta la oscuridad, los presentes, al acercarse al lugar donde se había producido el hecho, descubrieron una imagen en madera de la Virgen que el rey Sancho decidió llevarse a Aragón a su vuelta de Castilla. Así la imagen fue trasladada al monasterio de Siresa, en el Pirineo. El rey Alfonso I el Batallador, hijo de Sancho Ramírez, reconquistó toda la zona de Trasobares en fechas posteriores a 1118 y, a petición de la gente que habitaba el lugar, llamado ya «Trium Obantium» o «Tres Obares» —Tres vencedores— en recuerdo de los tres leñadores que habían conservado el lugar para los cristianos, devolvió la imagen a su lugar de origen, fundándose una pequeña ermita para su veneración. Textualmente el privilegio firmado por El Batallador dice: «volo enim ut restituatis supradictam imaginem sindicis vel procuratoribus loci Trium Obantium». La tradición ha conservado incluso el nombre de aquellos «tres vencedores»: Hernando Sánchez, García Aznar y Beltrán Gascón. Son apellidos que históricamente se encuentran en el pueblo, lo que da verosimilitud a la tradición. Posteriormente, sobre 1168, se produjo la fundación del monasterio ya citado, alrededor del cual creció una pequeña villa, que fue Trasobares. Fue una dama noble castellana, doña Toda Ramírez, tercera abadesa del monasterio navarro de Santa María de la Caridad de Tulebras, quien lo fundó tras pedir a la reina Petronila de Aragón el lugar donde se encontraba la pequeña ermita dedicada a la Virgen como sede de este nuevo monasterio para hijas de «ricos hommes» (homnes, homines, etc) de Aragón. Previamente la animosa dama había viajado hasta París para entrevistarse con Bernardo de Claraval, fundador del Císter y futuro santo, para solicitar su permiso para esta fundación. El privilegio de fundación lo concedió el rey Alfonso II el Casto, en 1188. Este privilegio incluía el señorío de la villa de Trasobares, a las que ya a finales del siglo XII se añadiría la donación de los términos de Aguarón y Tabuenca, lo que convirtió a sus habitantes en vasallos del monasterio. También recibió el monasterio otros privilegios, como los de pacer sus ganados en diversos lugares del reino, tal como lo hacían los ganados reales. La iglesia del monasterio quedó dedicada a Santa María de los Ángeles, en alusión a las circunstancias de la aparición de la Virgen a Sancho Ramírez. El monasterio, que nunca fue grande en capacidad —unas treinta monjas, más sirvientes—, quedó sujeto espiritualmente al gran monasterio cisterciense del otro lado del Moncayo, Santa María de Veruela. La llamada Guerra de los dos Pedros, entre Pedro IV de Aragón y Pedro I de Castilla, entre 1356 y 1369, supuso el primer quebranto importante en la vida del monasterio, al estar cerca de la frontera castellano-aragonesa. En 1357 el ejército castellano destruyó las villas de Trasobares y Calcena, teniéndose que refugiar sus habitantes en el cercano castillo de Tierga, aguas abajo del Isuela. Las monjas eligieron retirarse a Aguarón, en tierras de Cariñena, junto a Cosuenda, lugar más lejano y seguro, y que les pertenecía. El Compromiso de Caspe (1412) supuso la inesperada ruina del convento. La abadesa de Trasobares, Violante de Luna, se negó (ja ja ja !!) a aceptar el fallo que nombraba rey de Aragón al castellano Fernando de Antequera, un Trastámara, (descendiente de los reyes de Aragón) ya que los Luna apoyaban al candidato Jaime de Urgel. En una novelesca peripecia la abadesa huyó de Trasobares, refugiándose en el castillo de Loarre junto con su primo, y, dicen, que amante, Antón de Luna, cabeza de los partidarios «urgelistas» en Aragón e instigador del asesinato del arzobispo de Zaragoza García Fernández de Heredia, partidario de Fernando de Antequera. Tras un riguroso asedio que duró un año, y que sobrepasó en duración y tenacidad al que el propio candidato al trono, Jaime de Urgel, (Jayme Darago) llevó a cabo al castillo de Balaguer, la abadesa «guerrera» fue detenida y se dispuso su traslado al castillo de Sora, en las Cinco Villas. Pero nuevamente Violante (Yolanda) volvió a fugarse sirviéndose de un falso salvoconducto. El Papa Benedicto XIII, otro Luna (Papa Luna) y tío de la abadesa rebelde, actuó expeditivamente, tal vez para demostrar al nuevo rey la fidelidad de su familia; excomulgó a la abadesa, que incluso había tenido un hijo con su primo, ordenó a las monjas abandonar el convento de Trasobares, trasladándolas nuevamente a Aguarón, y ordenó su demolición, a excepción de la iglesia. El castigo incluía además la prohibición de que las monjas se llevaran la imagen de la Virgen de Trasobares. Durante el derribo del convento se cuenta que se produjo el milagroso suceso de que al caer un cascote sobre la nariz del niño Jesús que sostiene la imagen de la Virgen, de ella manara sangre. Dicho suceso dicen ocurrió porque la imagen, desde siempre, no se encontraba en la iglesia del convento —que no se derribó—, sino en la sala capitular, lo que le valió a la talla el otro nombre, aparte del de «Nuestra Señora de los ángeles», que ostenta y que es más popular: «Nuestra Señora del Capítulo». Otro hecho prodigioso del que se da noticia sucedió durante la ausencia de las monjas. Un día los habitantes de la villa escucharon el canto de la salve en la iglesia, a la hora en que las monjas lo solían realizar. Al entrar en la iglesia, pensando que las monjas habían vuelto, se la encontraron vacía, por lo que tuvieron por cierto que habían sido los propios ángeles los que habían cantado la Salve. Hasta 1419, por medio de una bula del Papa Martín V, no fueron autorizadas las monjas a regresar al monasterio, reconstruyéndolo en su totalidad excepto la iglesia. La vida de la comunidad monástica, y de la villa, continuó apaciblemente, aunque con sobresaltos como el del 18 de enero de 1810, en plena Guerra de la Independencia, cuando una partida francesa apresó al párroco del pueblo, Manuel Sancho, saqueando el archivo parroquial y desapareciendo varios libros antiguos y dinero. El monasterio pervivió hasta 1837, fecha en que la Desamortización de Mendizábal desalojó a las monjas - quedaban diez - del lugar y las agregó a las del monasterio de santa Lucía en Zaragoza. Sin embargo, unas pocas fueron al monasterio de Tulebras (Navarra), llevándose el rico báculo de plata que el Papa Luna (Benedicto XIII) había regalado a la abadesa Violante de Luna. Actualmente dicho báculo se encuentra en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid. Las propiedades del convento pasaron, teóricamente, a manos particulares. Sin embargo, solo un par de edificios fueron adquiridos por estos, quedando el resto abandonado y arruinándose con el tiempo.

jueves, 21 de noviembre de 2019

LOS LUNA Y LOS URREA, ENFRENTADOS

171. LOS LUNA Y LOS URREA, ENFRENTADOS (SIGLO XV. ZARAGOZA)
 
Acababa de fallecer el (REY) Martín el Humano sin sucesión. El solar aragonés fue escenario entonces de acciones sangrientas protagonizadas por los partidarios de algunos de los candidatos al trono, intentando forzar con el estruendo de las armas a los compromisarios de Caspe, que trataban de hallar un sucesor. Entre las familias encontradas por el problema dinástico, destacaban los Luna y los Urrea. Tanto en los campos como las ciudades y villas la pugna originaba zozobra. Las cosechas ardían, se sacrificaban rebaños enteros, las casas no eran seguras.
 
En este clima de tragedia, el obispo de Zaragoza don García, montado en su yegua, se dirigía confiado y acompañado por sus familiares hacia la capital sin escolta alguna, cuando, en un recodo del camino, de manera inesperada, le salió al encuentro Antón de Luna, belicoso partidario del conde de Urgell y enemigo por dicha causa de los Urrea. Tras conminarle a abandonar el partido del regente de Castilla
y ante la negativa del arzobispo, el de Luna, amparado en los cien hombres armados que le acompañaban, le arremetió con la espada segándole la mano derecha y huyendo a toda prisa del escenario. A duras penas pudo sobrevivir a la herida el obispo mutilado, que llegó malherido al palacio arzobispal de Zaragoza.
 
A duras penas pudo sobrevivir a la herida el obispo mutilado, que llegó malherido al palacio arzobispal de Zaragoza.
 
 
Días después, en la villa de Caspe, donde se hallaban reunidos los compromisarios de Aragón, Cataluña y Valencia para elegir al futuro rey de Aragón de entre los diversos pretendientes al trono, irrumpió retador en la sala de sesiones del castillo Antón de Luna. En aquellos instantes, tenía la palabra Juan Rodríguez de Salamanca, quien se hallaba defendiendo la causa del pretendiente castellano frente a los otros.

De pronto, el agresor del obispo zaragozano, interrumpiendo el discurso, alzó la voz para defender a don Jaime, conde de Urgell.

Juan Rodríguez, enfurecido, contestó al de Luna aludiendo, entre otros argumentos, al lamentable episodio ocurrido al arzobispo de Zaragoza, cuya mano, «aun cortada, al conde opone su diestra». 

Ante el inmenso murmullo que ello originó en la sala, los partidarios del conde salieron corriendo, mientras ganaba la causa de Fernando, el castellano, que pronto fuera coronado como rey de Aragón, acompañado de todos sus seguidores.

[Gisbert, Salvador, «Con don Antón te topes», en Revista del Turia, 21 (1884), 1213; 22 (1884), 12-14.]
 
 
Salamanca y Salamanca, Juan de. Burgos, 2.XII.1607 ant. – 21.IX.1667. Gobernador y capitán general de Cuba.
 
Hijo del capitán Luis de Salamanca y del Hospital y de Ana de Salamanca y Salamanca (hija del alcalde mayor de Burgos y familiar del Santo Oficio, Juan Alonso de Salamanca Polanco), fue bautizado el 2 de diciembre de 1607. Continuó la carrera militar de su padre, quien habiendo servido durante trece años en Nápoles, Milán y Flandes como alférez de Infantería (donde se halló en el sitio de Ostende y en el socorro del dique de Amberes), pasó luego al Regimiento del Conde-Duque, en el que se licenció como capitán. 
 
Pertenecía a una familia de notables burgaleses de origen salmantino, desplazada a Burgos en el siglo XV siguiendo a la Corte de Juan II (de aquí el cambio de apellido, ahora toponímico), y dedicada desde entonces a la política local, a la milicia y al comercio. 
 
En efecto, desciende de Juan Rodríguez de Salamanca (hijo de Ruy González de las Varillas), regidor de Salamanca, doctor por su Universidad, caballero de la banda, procurador en Cortes por esta ciudad, que acompañó a Fernando de Antequera a la Guerra de Granada, asistió al Compromiso de Caspe, y fue luego del Consejo de Juan II). 
 
El abuelo de Juan de Salamanca, Luis de Salamanca Paredes, miembro destacado de la Universidad de mercaderes de Burgos, fue propietario (junto con su sobrino Jerónimo) de una compañía mercantil que traficaba con Flandes y otras plazas. Su muerte en 1578, que produjo la disolución de la compañía, coincidió con el declive, en gran parte debido a la guerra de Flandes, del comercio burgalés. Por ello, su hijo Luis (padre de este Juan de Salamanca), nacido ese mismo año, siguió la carrera militar (Jerónimo creó una nueva compañía, con la que hizo gran fortuna, pero acabó quebrado y murió en la cárcel).
 
Juan de Salamanca ingresó como soldado en 1625 en la Armada Real del Mar Océano, en la compañía de Nicolás Giudice, en la que estuvo embarcado (“siendo nombrado para los abordos”) hasta 1629. Asistió, entre otras acciones, al “Socorro de Cádiz” en 1625 contra los ingleses (acción inmortalizada por Zurbarán en un cuadro para el Salón de Reinos del Buen Retiro). Pasó después a tierra, contrajo matrimonio y tuvo a sus hijos. En 1632 obtuvo merced de hábito de la Orden de Calatrava. En 1639, destinado en las Cuatro Villas de la Costa del Mar (Santander, Laredo, Castro Urdiales y San Vicente de la Barquera), se halló en la defensa de Colindres (Cantabria) contra la entrada del Ejército francés al mando del arzobispo de Burdeos.
 
En 1641 partió a Flandes, como capitán de una compañía de Infantería. Peleó “en el Canal de Inglaterra con tres Navíos de Olanda y con su fragata hecho una del enemigo a pique”. Participó luego en diversas acciones: socorro del castillo de Gennep (Holanda), intervención en Blerick (Holanda), defensa de la ribera de Gante y apoyo de las tomas de Lens (Francia) y de La Bassée (Francia). Se halló en la batalla de Honnecourt (26 de mayo de 1642, Francia), en la que los tercios españoles, al mando del general Francisco de Melo (fue nombrado gobernador de los Países Bajos ese mismo año) vencieron al ejército francés. “Fue uno de los capitanes que cargaron al enemigo con la mosquetería que abrió la barrera con que se dio entrada a la caballería”, se lee en su relación de servicios. Formó parte de las tropas españolas en Calais y Lillers (Francia). Para J. de la Pezuela, fue “uno de los oficiales de más confianza para el archiduque Alberto y para don Francisco de Melo”. Pero asistió después a la sucesión de fracasos militares de los Tercios. Se halló en la batalla de Rocroi (19 de mayo de 1643, Francia), que significó el fin de la supremacía del Ejército español, en la que procedió con mucho valor: “sólo su tercio quedó en pie, habiendo sido atacado por tres veces”, pero fue hecho prisionero. Por su actuación, el general Francisco de Melo le ofreció la primera compañía de caballos corazas que vacase.
 
Continuó participando en numerosas acciones de socorro y fortificación, con el grado, desde enero de 1645, de capitán de caballos corazas (aunque Melo había sido cesado en 1644): así, en Mons (Bélgica) a las órdenes de Andrea Cantelmo, Gravelines (Francia), Mardyck (Francia), ribera del río Mosa, Hulst (Holanda), Dunkerque (Francia), defensa de la provincia de Güeldres (Holanda), toma de Courtrai (Bélgica), y otras. Fue felicitado por el sucesor de Melo, el marqués de Castel-Rodrigo.
 
Nuevamente fue hecho prisionero en la batalla de Lens (20 de agosto de 1648, Francia), perdida por el Ejército español, dirigido ahora por el archiduque Leopoldo Guillermo de Austria, gobernador de los Países Bajos, frente a las tropas francesas comandadas por el príncipe de Condé, el vencedor de Rocroi. La actuación de Salamanca en la batalla (“el gruesso que D. Juan mandava después de haver roto otro del enemigo y mezcladose con él se rehizo en el mismo puesto y bolvió a chocar segunda vez y siendo desecho se incorporó con otro capitán y assistió hasta que fue desecho quedando segunda vez prissionero”) fue destacada en el informe presentado al archiduque. Al año siguiente, 1649, a pesar de habérsele concedido licencia de tres meses, no usó de ella y se halló en la entrada que hizo en Francia el archiduque para recuperar Ypres (hoy Bélgica).
 
Vuelto a España, alcanzó la graduación de maestre de campo. Fue nombrado gobernador de Ciudad Rodrigo “en ocasión de la guerra con Portugal” (según recoge un árbol genealógico, en el Archivo de Campo Alange, que no precisa el año). Pleiteó en 1650 con el condestable de Castilla por compras de tierras en la jurisdicción de Briviesca (Burgos).
 
En 1657 fue nombrado gobernador y capitán general de Cuba en sustitución de Diego Rangel. Durante su mandato (tomó posesión el 5 de marzo de 1658) son de destacar dos de sus principales preocupaciones. La primera, la constante presión, especialmente inglesa y holandesa, militar, corsaria y contrabandista, muy intensificada desde que Inglaterra arrebató Jamaica a España en 1655. La segunda, la laxitud en las costumbres en general y del clero en particular: requirió del obispo un mayor control, pero “se empezaron a amotinar los eclesiásticos”, muriendo el obispo “con celeridad y según dice el vulgo [...] ayudado [... ]”, por lo que Salamanca escribió al Rey en 1658 solicitando que un nuevo prelado “venga cuanto antes, para que se ponga remedio en cosa tan grave”. También tuvo problemas con el comisario del Santo Oficio quien, excediéndose en sus funciones (“este comisario excede en todo lo que obra”), quiso utilizar a la Inquisición en la lucha contra el contrabando y “tiene a toda esta ciudad en una medrosa esclavitud”, escribió Salamanca al Rey en 1662. Intentó, sin conseguirlo por falta de financiación, la fundación en Cuba de un colegio de jesuitas. Fomentó el cultivo de tabaco en la isla. Aunque cesó en su cargo el 12 de septiembre de 1662, ocurrió poco después, en palabras de J. de la Pezuela, “uno de los sucesos más desastrosos para la Isla”: una expedición naval inglesa de novecientos hombres procedente de Jamaica desembarcó el 18 de octubre de 1662, cerca de Santiago de Cuba. El gobernador de este territorio, Pedro Morales, fue derrotado, y la ciudad fue ocupada y saqueada por los ingleses. Juan de Salamanca, aunque estaba enfermo, se puso el 15 de noviembre al frente de setecientos hombres en dirección a Santiago de Cuba. Al llegar a Trinidad supo que los ingleses se habían reembarcado, por lo que volvió a La Habana.
 
En 1659 había solicitado su sustitución por motivos de salud. Fue nombrado ese año, sin que ello guardara relación alguna con su solicitud, gobernador y capitán general de Filipinas y presidente de la Audiencia de Manila. Por alguna razón, los títulos de nombramiento no llegaron a su destino, por lo que en 1660 se le enviaron unos duplicados por el secretario del Consejo de Indias, junto con un escrito avisando a los oficiales reales de Veracruz de la importancia de los despachos dirigidos a Juan de Salamanca. A pesar de ello, continuó Salamanca en su destino en Cuba hasta 1662, y Sabiniano Manrique de Lara, que era el gobernador de Filipinas desde 1653 continuó en su puesto hasta 1663, posiblemente porque la sublevación en algunas provincias de Filipinas que tuvo lugar en 1660 aconsejó aplazar el cambio de gobernador. En la relación de servicios de Salamanca, conservada en el Archivo de Indias, una anotación marginal dice que habiendo sido promovido “a la Presidencia de filipinas [...] no aceptó, por lo qual acavo su quinquenio en la Havana”. Ello a pesar de que en 1661 había reiterado su solicitud de sustitución.
 
Contrajo matrimonio con Francisca Alonso de Salinas y Gallo de Avellaneda (perteneciente a una familia de hacendados burgaleses, tenía por ascendientes ilustres a Alonso Yáñez Fajardo, adelantado mayor del Reino de Murcia, y a Juan Álvarez Delgadillo, alférez mayor de Juan II), con quien tuvo en 1630 a Juan y en 1633 a María Francisca, casada con Francisco Orense Manrique. Su citado hijo Juan, casado en Briviesca con Clara Gutiérrez de Salazar (de donde era natural, hija de su alcalde), sería alcalde de esta villa en 1670 y regidor perpetuo de Burgos. Fue progenitor de los marqueses de Villacampo y de los condes del Campo de Alange, y también de los duques de Peñaranda de Duero, de las Torres, marqueses de Guadalcázar, Breña, Pacheco, La Granja, Acapulco, Rincón de San Idefonso, la Laguna, condes de Buelna, Lugar Nuevo, Castroponce y otros. El gobernador Juan de Salamanca fue enterrado en Burgos, según dispuso en su testamento, en la capilla de la Santa Cruz (llamada “de los Salamanca”), de la que era patrono, en la iglesia de San Lesmes, donde había sido bautizado.
 
Se le atribuye el inicio de la construcción en Briviesca de la que se conocería como “Casa de los Salamanca”, que terminaría su hijo Juan. Años después se alojaría en ella la reina María Luisa de Saboya, primera mujer de Felipe V, en cuyo recuerdo se puso cadena en la fachada (no se pudo alojar en su viaje de venida a España, que hizo por barco desde Niza a Figueras, pero pudo hacerlo en 1706 o, aún mejor, en 1710, fechas de las evacuaciones de Madrid realizadas por Felipe V durante la Guerra de Sucesión). Hoy día sólo queda de ella un cubo cilíndrico de piedra, con el escudo familiar, adosado a la reconstrucción posterior del edificio, propiedad del Ayuntamiento.
 
Fuentes y bibl.: Archivo Histórico Nacional, Secc. Nobleza, Frías, C. 382, D. 11; Secc. Estado, legajos 1337 y 2097, Relación de los servicios de D. Juan de Salamanca, Caballero de la orden de Calatrava y capitán de cavallos corazas españolas en los Estados de Flandes, año 1651; Archivo General de Indias (Sevilla), Indiferente General, 116, n.º 63, Relación de servicios del Maestre de Campo Don Juan de Salamanca cavallero del abito de Calatrava y corregidor de la ciudad de Ciudad Rodrigo, diosele el gobierno de la Havana el año de 659; Audiencia de Santo Domingo, Cartas de Gobernadores, r. 1, n. 7, n. 24, n. 32, n. 33, n. 43 n. 45; Archivo de los Condes del Campo de Alange, Árboles genealógicos del apellido Salamanca, y Testamento del Maese de Campo don Juan de Salamanca caballero dela horden de calatraba Gobernador y Capitan General dela isla de Cuba y ciudad de san Cristóbal dela abana, a quien su Majestad de Felipe quarto que esta en el cielo confio el gobierno y birreynato delas islas filipinas y presidencia dela Real Chancillería de Manila, otorgado en Burgos el 19 de septiembre de 1667 ante Antonio Ruiz de Vallejo; Real Academia de la Historia, Col. Salazar y Castro, D-34 fols. 8-10-v.
 
L. Salazar y Castro, Historia genealógica de la Casa de Lara, Madrid, Imprenta Real, 1696 [Bilbao, Wilsen Editorial, 1988, t. IV (moderno), pág. 779]; F. J. Alegre, Historia de la Compañía de Jesús en Nueva España, t. III, México, por C. M. Bustamante, 1842; P. Santacilia, Lecciones orales sobre la Historia de Cuba. Pronunciadas en el Ateneo Democrático Cubano de Nueva York, Nueva Orleans, Imprenta de L. E. del Cristo, 1859; J. de la Pezuela, Diccionario geográfico, estadístico, histórico de la Isla de Cuba, Madrid, Imprenta del Est. de Mellado, 1863, t. I, págs. 183-184, y t. II pág. 175, y t. IV, Madrid, Imprenta del Banco Industrial y Mercantil, 1866, pág. 393; M. Villar Macías, Historia de Salamanca, t. II, Salamanca, Imprenta de F. Núñez Izquierdo, 1887; G. Chacón (atrib.), “Crónica de Don Juan II”, en Colección de Documentos Inéditos para la Historia de España, t. XCIX, Madrid, por el marqués de la Fuensanta del Valle, Imprenta de R. Marco y Viñas, 1891, págs. 82 y 132; F. Figueras, Cuba y su evolución colonial, La Habana, Editorial Cenit, 1907, págs. 279-282 (La Habana, Editorial Isla, 1959); A. Ballesteros Beretta, Historia de España y su influencia en la Historia Universal, t. IV, Barcelona, Salvat Editores, 1926, pág. 473; M. Basas Fernández, “Mercaderes burgaleses del siglo XVI”, en Boletín de la Institución Fernán-González (Burgos), año XXXIII, n.º 127 (1954), pág. 164; I. García Rámila, “La capilla de la Cruz o de los Salamanca, en la Iglesia parroquial de San Lesmes, Abad”, en Boletín de la Real Academia de la Historia (Madrid), t. CXXXVI, cuad. II (1955), págs. 217-249; M. Basas Fernández, El Consulado de Burgos en el siglo XVI, Madrid, Escuela de Historia Moderna, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), 1963; C. Fernández Duro, Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y de Aragón, t. IV, Madrid, Museo Naval, 1972; G. Parker, El ejército de Flandes y el Camino Español. 1567- 1659, Madrid, Alianza Universidad, 1985 (Barcelona, Alianza Editorial, 2006); V. Cadenas Vicent, Caballeros de la Orden de Calatrava que efectuaron sus pruebas de ingreso durante el siglo XVIII, t. II, Madrid, Editorial Hidalguía, Instituto Salazar y Castro, CSIC, 1987, págs. 153-154; A. C. Ibáñez Pérez, Burgos y los burgaleses en el siglo XVI, Burgos, Ayuntamiento, 1990; F. Oñate Gómez, Blasones y linajes de la provincia de Burgos, Tomo I. Partido judicial de Briviesca, Burgos, Artecolor Impresores, 1991; Tomo II, Partido judicial de Burgos, Burgos, Diputación Provincial, 2001; G. Parker, La Guerra de los Treinta Años, Madrid, Machado Libros, 2003; E. A. Alonso López, “Mohínas de la Inquisición”, en http://www.kislakfoundation.org/prize/200201.html; B. M. Cahoon, “World Statesmen”, en http://www.worldstatesmen.org/Cuba.html