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lunes, 22 de junio de 2020

265. SAN MARCIAL VISITA BENASQUE


7.2. LOS PEREGRINOS

265. SAN MARCIAL VISITA BENASQUE (SIGLOS XIII-XIV. BENASQUE)

En una época incierta, pero desde luego en pleno apogeo de las peregrinaciones a Santiago de Compostela, llegó un día a Benasque un peregrino solitario, cansado del viaje y de cierta edad, que regresaba de orar y hacer penitencia ante la tumba del Apóstol e iba en dirección a San Beltrán de Comminges.

No tardó el romero en ser acogido por los benasqueses, pues estaban acostumbrados a visitas semejantes, pues no en vano Benasque era hito obligado de uno de los muchos «caminos» que unían Europa con Santiago. El aspecto venerable, el trato afable y cortés, así como los hechos y las palabras sabias del peregrino —que se declaró sirviente devoto de san Marcial— atrajeron a los benasqueses, que pronto le distinguieron de los demás romeros con su amistad y con su admiración.

Mas un día, el bondadoso peregrino de la palabra consoladora, del consejo acertado y de la ayuda desinteresada desapareció para siempre de Benasque, sin dejar ningún rastro, ningún indicio. Aunque indagaron por todas las casas, nadie le había visto partir, y en los pueblos y caseríos de los alrededores tampoco supo dar nadie razón de él. Era como si no hubiera existido, como si no hubiera vivido con ellos, como si se tratara de un sueño colectivo.

Durante bastante tiempo, en los corros de la plaza y en todas las casas de Benasque todo fue hacerse cábalas acerca de la identidad de aquel hombre bueno, que tantas cosas sabía de la vida y de la obra de san Marcial: de sus curaciones milagrosas, de cómo aplacaba las más mortíferas epidemias, de qué manera resucitaba a los muertos...

Por fin, como no acertaban a darse una explicación verosímil, llegaron a pensar que aquel hombre inigualable sólo podía ser sobrenatural. Sin duda alguna, aquel peregrino únicamente podía ser un santo auténtico. De serlo, como estaban ya seguros, no podía ser otro que el propio san Marcial, y así se cree todavía.

[Ballarín Cornel, Ángel, Civilización pirenaica, págs. 127-131.]

domingo, 28 de junio de 2020

CAPÍTULO XX.


CAPÍTULO XX.

De la venida y hechos de Quinto Sertorio; favores y mercedes que hizo a los españoles, y fundación de un estudio general que hizo en los pueblos ilergetes, en la ciudad de Huesca, y del provecho que dio.

Vencidos los cimbrios y echados de España, la cosa más notable y de consideración que hallamos haber sucedido en esta tierra y en los pueblos ilergetes, fue la venida de Quinto Sertorio. Este fue el primer romano que dio honras y privilegios y exenciones a los españoles, y desterró de ellos aquella barbaridad y fiereza que hasta estos tiempos habían tenido, e introdujo la policía (política) y cortesía y otras muchas cosas buenas que aún perseveran.
Fue Quinto Sertorio natural de un pueblo llamado *(no se lee bien) Nurtia, cercano a Roma; su linaje era de los nobles de la plebe, digo, que no bajaba de linaje antiguo de patricios o senadores, sino de gente plebleya que por su virtud y merecimientos había merecido la nobleza: en su mocedad se dio a la oratoria, y fue muy estimado, por ser aventajado orador. En la guerra de Numancia (Soria) fue soldado, y se halló en muchas batallas contra los cimbrios, en que dio claras muestras de su ánimo y valor. Cuando Tito Didio, cónsul de Roma, vino a España, Sertorio fue su tribuno; en las guerras civiles de Roma entre Sila y Mario, fue del bando de Mario, y tan perseguido de Sila, que le obligó a salirse de Roma, y se vino a España con título de pretor. En el camino padeció muchos trabajos, y los vientos le echaron a Francia, y queriendo venir a España, las guardas que estaban en los Pirineos se lo vedaron; pero corrompidos con dinero, dieron lugar que pasase, y estando en España, con su apacible trato ganó muchos amigos. Sila, que sentía mal el poder de Sertorio, envió (en) contra de él a Cayo Anio, español, con un poderoso ejército; y Sertorio, para impedirle la entrada, envió a Lucio Salinator con seis mil hombres de armas. Anio, que no se sentía poderoso contra de él, le pidió paz, y para tratarla, le envió a Calpurnio Lanario. Salinator, que se fió de ellos, se vio con Anio y con Calpurnio, y estando tratando la paz, Calpurnio le mató a traición; y Sertorio, por faltarle tal capitán, quedó casi del todo destruido, y Anio se entró en España sin hallar resistencia. Sertorio se pasó a África, perseguido de la fortuna, y a la postre volvió a España, y en Portugal fue muy bien recibido de los lusitanos, y algunos pueblos que habían negado la obediencia a los romanos le tomaron por capitán y caudillo, y después lo vino a ser de la mayor parte de España, porque veían en él prendas tales, que le hacían merecedor de cosas mayores. Como él había sido criado en España, conocía el humor y condición de los naturales, y sabía cuán mal llevaban el mal trato y poca honra que les hacían los romanos, que los tenían en cuenta de bárbaros, y los trataban como si fuesen esclavos suyos. Usó por esto con ellos de grandes liberalidades y honras; quitóles primero algunos de los vectigales y tributos que pagaban a los romanos; más, otorgó a los pueblos que se declarasen por él, que no hubiesen de dar alojamiento a los soldados, antes bien hizo que estos se alojasen, tanto de verano como de invierno, en la campaña; y fue el primero que lo hizo; y para más honrar y autorizar a España, ordenó una manera de gobierno muy semejante al de Roma en la autoridad y representación, y con los mismos nombres y dignidades y cargos que en el senado de aquella ciudad se usaba; y de los españoles más principales escogió trescientos, y les dio título y nombre de senadores, y a la junta de ellos llamó senado; y dice Apiano Alejandrino, que lo hizo, no tanto por similitud, cuanto por hacer burla y escarnio del senado romano; de lo que quedaron todos muy pagados, aunque este senado no tenía más que el nombre y apariencia, porque Sertorio siempre se reservó el mando y señorío muy entero para si; y como los españoles no habían recibido jamás otra tanta honra de los romanos, estaban contentísimos de esto (como lo siguen estando los muy idiotas, sumando el congreso de los diputados y otros mamones, en el siglo XXI). Hacíales armar a la usanza romana; mostrábales el seguir el orden de los escuadrones, quitándoles el pelear a tropeles como hasta estos tiempos lo habían usado tan en su daño, que más parecía acometimiento de salteadores, que batalla de soldados. Dábales celadas, espadas y otras armas doradas y ricas, y escudos muy adornados, con que ablandaba la natural fiereza de ellos, y aumentaba el amor que le tenían; porque todos se daban a entender, que el poder de los españoles, por medio de Sertorio, oscurecería la gloria de los romanos, o abajaría sus bríos y quitaría la tiranía de ellos; y para mejor asegurarse de los naturales, sin ofensa de ellos, representó un día en su senado la falta tan grande que en España se sentía de letras y de sabiduría, que eran dos cosas que no engrandecían menos los pueblos y los reinos, que las armas; y que él, por el amor que tenía a nuestra nación, sentía mucho la ignorancia y barbaridad (que) había en ella; y para remediar esto, les propuso de fundar una universidad y estudio general para los hijos de los españoles, donde se enseñasen las lenguas griega y latina, y todas las artes y ciencias y buenas costumbres, y se desterrase la ignorancia y barbaridad, que era mucha. Para esto escogió en la región de los pueblos ilergetes la ciudad de Huesca, y fue la primera universidad de España y aun de casi toda la Europa, donde se enseñasen letras. Fue esta fundación tan grata a los españoles, que quedaron más contentos de ella, que de los muchos privilegios y honras que les había dado Sertorio. Llamó para esta universidad maestros doctísimos, que públicamente enseñasen, y les pagaba a su cuenta gruesos salarios, y él mismo, aunque fuese capitán y hombre de guerra, se deleitaba en examinar a los mancebos españoles que cursaban en aquella universidad, y señalaba premios a los más doctos, dándoles piezas de oro, vistiéndoles el traje romano con aquellas vestiduras que llamaban pretextas, que en Roma solo las vestían los hijos de los nobles y caballeros, y con ellas y una broncha de oro que llevaban en los pechos, eran conocidos. Era esta vestidura muy grave y honesta, y duraba has los diez y siete años; y dice Plutarco que holgaban mucho los padres ver a sus hijos con aquel traje, y más con las esperanzas que daba Sertorio, de que aquellos muchachos habían de tener cabimiento en el gobierno y administración de la república romana, y en el senado que él había instituído en España. Fue de gran lustre para España todo lo que hizo Sertorio; porque de aquel tiempo adelante florecieron hombres en ella tan eminentes en letras y doctrina, que pudieron igualarse con los mismos de Roma, y aún de Atenas.
En poesía tuvimos a Marco Valerio Marcial, cuyo libro de epígramas el emperador Elio Vero llamaba su Virgilio, y a Liciano, contemporáneo del mismo Marcial (todos de
Calatayud), de quien habla cuando dice (1: Marc., lib. 1, epig. 29. ):
Gaudet jocosè Caninio suo Gades,
Emerita Daciano meo;
Te, Liciane, gloriab tur nostra,
Nec me tacebit, Bilbilis.
Caninio Rufo, de quien habla aquí Marcial y en muchas partes (2: Id., lib. 3, ep. 20, y lib. 7, ep. 68. ), fue celebradísimo en Roma por la dulzura y gracia de sus versos, y era jovial y de buen gusto, que nunca le vieron menos que alegre o riendo. El epígrama de su sepulcro trae Ciriaco Anconitano entre los otros de España, de quien lo tomó Ambrosio de Morales. Fueron sin duda muy célebres Daciano, natural de Mérida, y Marco, único pariente de Marcial; pues como a tales les alaba en sus epígramas. Voconio fue natural de Italica, pueblo que fue muy vecino de Sevilla, y escribió muchas elegías y epígramas. En Córdoba nacieron Lucio Aneo Séneca, autor de tragedias, Sextilio Henas, y Marco Aneo Lucano, que escribió en verso heroico las guerras civiles de Roma. *Silio Itálico y natural, según la más común opinión, de Itálica, que escribió la segunda guerra púnica en verso heroico, fue varón muy rico y, en tiempo del emperador Domiciano, cónsul de Roma y procónsul de Asia. De Juvenal, poeta satírico, dicen muchos ser español y natural de Segovia. Flavio Dextro hace memoria de Claudiano, poeta español que florecía en el año 388 de Cristo señor nuestro, y también de Marabaudes, poeta lírico, ciego, que vivía en Barcelona por los años de 423 (Barcino, Barchinona). Entre los cristianos fueron célebres poetas san Dámaso, papa, de nacion catalan; Juvenco, presbítero, y Aurelio Prudencio, insignes en virtud y piedad, como lo atestiguan sus obras y poemas que han dejado.
En la oratoria y filosofía tuvimos a Fabio Quintiliano, natural de Calahorra, de quien nos quedan unas instituciones oratorias y declamaciones muy estimadas de los doctos; y este fue el primero que en Roma abrió escuela pública de elocuencia, y recibió salario del fisco del emperador, como lo dice Eusebio (anno Domini 90.), aunque Morales dice y siente lo contrario (lib. 9, c. 27.). Este Quintiliano fue maestro de Juvenal y de Plinio el Mozo. Los Sénecas nacieron en Córdoba; y el uno de ellos fue maestro del emperador Neron (Nerón), de tanta prudencia y cordura, que, para alabar a un hombre sabio y de buenas costumbres, decimos ser un Séneca. Lucio Jurnio Moderato Columela, que fue cónsul en Roma el año 43 de Jesucristo señor nuestro, escribió De re rustica fue natural de Cádiz; así como el otro, que no se sabe su nombre más de lo que dice Plinio (lib. 2., epist. 23.): nunquam ne legisti *gaditanum quendam, Titi Livii nomine gloriaque commotum, ad videndum eum ab ultimo terrarum orbe venisse, statimque ut vidit abiisse; lo que después, escribiendo a Paulino, admiró el padre San Gerónimo. Pomponio Mela fue andaluz, (del Betis era) y a Trogo Pompeyo muchos le hacen español; y sin estos, pudiera referir otros muchos de quien hacen particular mención Ambrosio de Morales y otros; y no solo en la poesía y oratoria florecieron tales varones, pero en el gobierno y política hubo tantos, que sería nunca acabar, y se puede ver en los catálogos de los cónsules y emperadores de Roma; porque, dejados muchos, Nerva, Trajano, Adriano y Antonino Pio fueron españoles, y tan justos, que pocos gentiles les llevaron en estas y otras virtudes ventaja. Toda esta abundancia de varones doctos y señalados y otros muchos que dejo, se debe al fruto que dio esta escuela sertoriana, de la cual es muy verisímil haber estos ilustres varones mucha parte de su erudición y doctrina; pues es cierto que, después de muerto Sertorio, a ciudad de Huesca amparó aquella universidad y sustentó los maestros y catedráticos de ella con salario público.

domingo, 8 de marzo de 2020

72-82

72. TRATADO
DE LAS ELECCIONES CANÓNICAS. 



Un volumen en 4.° prolongado, en
pergamino, de 93 páginas. Es del siglo XIV. Toda la materia
referente a los tres modos de hacer las elecciones según el derecho
canónico, hállase expuesta en este libro con mucha claridad. Aunque
no hay capítulos que dividan los asuntos, todas las cuestiones están
señaladas con epígrafes de letra encarnada.
Este Códice está
escrito con gran perfección y se halla bien conservado. Como los de
su clase, abunda en letras con dibujos de colores. Al lado del texto
hay comentarios del mismo autor. En el principio del libro se lee un
epígrafe, que traducido del latín dice: «Comienza aquí el libro
compuesto por el Maestro Guillermo de Mondagoto, Arcediano
Nemausense
, sobre el modo de hacer las elecciones y ordenar los
procesos relativos a las mismas».





73. FLOS
SANCTORUM O VIDAS DE SANTOS.
Un volumen en 4.° mayor, en
pergamino, de 673 páginas Es del siglo XIV. Al principio le faltan
algunas hojas; el final está completo. Tiene de especial este libro,
que antes de la vida de cada Santo se explica la etimología
del nombre
y su significado, con datos sumamente curiosos
que suponen en el autor mucha erudición. No consta quien sea éste.
Es muy probable que fue algún religioso agustino, porque la
única viñeta que hay está en la vida de San Agustín,
obispo y doctor, viéndose allí una imagen del Santo.
Además
de las vidas de los santos, hay pláticas sobre varios
asuntos, como la Cuaresma, Dominicas que la preceden.
Resurrección, y otros misterios y fiestas de la
Santísima Virgen.

74. PRISCIANO EL MAYOR. TRATADO DE
GRAMÁTICA.
Un volumen en 4.° mayor prolongado, en pergamino, de
258 páginas. Es del siglo XI. Dicho autor fue un célebre
gramático latino que nació en Cesarea a fines del
siglo IV. El año 525 abrió una escuela que tuvo gran
fama por el número de gramáticos distinguidos que de allí
salieron. Compuso varias obras; pero la más notable es esta.
/
Nota: Si nació a finales del siglo
IV, pongamos 399, y en el año 525 abrió él mismo una escuela,
vivió más de 125 años. Priscianus Caesariensis (fl. 500), más
conocido como Prisciano, fue un importante gramático del latín,
nacido en Caesarea, Mauritania, (en la actualidad la ciudad de
Cherch
ell en Argelia). Según Casiodoro enseñó latín en
Constantinopla. https://es.wikipedia.org/wiki/Prisciano
Su obra más
importante es una gramática del latín que recibe el nombre
de Institutiones Grammaticae. /
Se divide en 18 libros, y
no en 14 como dice algún escritor. Al principio, después de un
prólogo, pone el autor un índice o resumen de los 18 libros. Antes
hay dos hojas que no pertenecen a este Códice; en la primera se ve
parte de un índice sumamente curioso por la forma con que está, el
cual debía pertenecer a alguna obra de derecho del siglo XI, o
quizás de antes.
Este Códice es el que se conserva en mejor
estado entre todos los de aquel siglo, a pesar del servicio que se
conoce prestó en su tiempo. La letra es muy legible. Hay muchas
notas en el margen, todas con caracteres pequeñísimos hechos con
gran perfección. Pero lo que llama la atención principalmente es el
extraordinario número de notas puestas entre las líneas del texto,
tan diminutas, que admira cómo pudieron escribirse allí.
Los
títulos en que se dividen los libros, o sea los epígrafes de cada
asunto, están señalados con letras encarnadas. Las iniciales de los
apartados son de colores; pero sin dibujos, según el estilo de aquel
tiempo. También hay una viñeta al principio, de muy buen gusto, y
algunas otras en lo demás del libro.
Al fin de todo se ve
una nota, en caracteres encarnados muy grandes, que traducida dice:
«Concluye el libro de Prisciliano, Gramático, Doctor de la ciudad
de Roma.»

75. TOMÁS DE HIBERNIA. MANOJO DE FLORES. Un
volumen en 4.° mayor prolongado, en pergamino, de 254 páginas. Es
del siglo XIV. Contiene un repertorio por orden alfabético de varios
nombres o asuntos pertenecientes a la Teología dogmática y moral,
Sagrada Escritura, Filosofía, etc. De ahí el título de Manojo de
flores, que se le aplica con muchas propiedad.
Está en
forma de diccionario. Pero además el autor tuvo el buen gusto de
señalar en el margen, por medio de alfabetos de letras minúsculas,
los párrafos en que se divide el asunto que allí se trata.
Cada
nombre del diccionario tiene la inicial adornada con dibujos de
colores. También son de colores las iniciales de todos los párrafos.
Al principio le faltan algunas hojas; el final está completo. Hay un
índice que contiene todos los nombres de los asuntos que se explican
en este diccionario. Después siguen cuatro folios que son como una
ampliación.
Antes del índice hay una nota que traducida dice
así: «Esta obra fue compilada por el Maestro Tomás de Hibernia, en
algún tiempo Sócio de Sorbona».

76.
SANTO TOMÁS DE AQUINO. SOBRE EL LIBRO II DEL MAESTRO DE LAS
SENTENCIAS. Un volumen en 4.° mayor prolongado, en pergamino, de 146
páginas. Es de últimos del siglo XIII o de principios del XIV. En
la parte superior de cada página están señaladas por su orden las
44 distinciones en que se divide esta obra. Al final hay un índice
hecho posteriormente, que sólo llega hasta la Distinción 35.
Antes
del índice se leen unas notas de diversa letra, que traducidas
dicen: «Concluye el escrito de Fray Tomás, sobre el segundo
de las Sentencias.» Prueba esto que cuando se escribió el Códice
aún no había sido canonizado Santo Tomás. Después
hay otra nota que dice. «Este libro es de (sigue un nombre que está
raspado). Cualquiera que lo vendiere sea anathema. Luego hay
otra que dice así: «Este libro es de Fray (sigue un nombre raspado)
de la orden de Frailes predicadores del convento de (hay otro nombre
raspado) de la provincia de Aragón».
Al fin de todo en
la última página todavía hay otras notas que dicen: «Yo Antonio
Aymerich
, Bachiller en artes, el viernes día 29 de Abril
compré este libro al Reverendo confesor del
Rey de Navarra, en la ciudad de Valencia, el año 1435
del Nacimiento del Señor.» Y más abajo se lee: «Este libro es de
Pascual March, quien lo compró por 44 sueldos

77.
LETANÍAS Y ORACIONES. Un volumen en 4, en pergamino, de 44 páginas.
Es del siglo XIV. Se comprende que este Códice se usaba en todas las
rogativas que se hacían en esta catedral. Después de las Letanías
de los Santos, siguen las preces y oraciones pertenecientes a cada
rogativa. Entre otras de las que ofrecen interés histórico, está
la tradicional plegaria que se canta en esta catedral
en las rogativas pro pluvia, que dice así: «Dómine
rex, Deus Abraham, dona nobis pluviam super faciem terrae, ut discat
pópulus tuus quia tu es Dóminus Deus noster.»

También hay
una oración propia de la Santa Cinta, diferente de la que se
halla en el Breviario de esta catedral. En dicha oración se
expresa la aparición de la Santísima Virgen en esta
iglesia y la entrega de su Sagrado Cíngulo. Como es un
documento de grande valor histórico, pues confirma aquella veneranda
tradición, creemos conveniente insertarlo tal como está: Dice así:

«Omnipotens sempiterne Deus, qui gloriosae Virginis Matris
Mariae corpus et animam, ut dignum Filii tui habitaculum effici
maereretur, Spiritu Sancto cooperante praeparasti; da, ut cujus
Visitatione et Cinguli traditione hanc Ecclesiam
decorasti, ejus pia intercessione ab instantibus malis et á
morte perpètua liberemur. Per Dominum...»

/ Nota: á
y perpètua aparecen con tilde en el pdf que tengo, otros textos en
latín también están con tilde en este libro.
La ae del latín,
æ, la escribo en este libro ae -

https://www.delcastellano.com/errores-pronunciacion-latin/


ae (y oe)


Por increíble que pueda parecer, el
diptongo ae se pronuncia [ae̯]. Por tanto, hay que evitar la
pronunciación arromanzada como una simple *[e]: quae se lee [kʷae̯]


, no *[ˈkwe]. Tortosa : Tortose,
Lleida : Lleide, Maella : Maelle, Favara : Favare, etc.
La
bibliografía anglosajona tiende a considerar que ae se pronunciaba
[ai], aunque esta pronunciación es de época arcaica (siglo iii a.
C. y anteriores). Lo mismo se aplica al diptongo oe, menos frecuente,
que se pronuncia [oe̯]: amoenus se pronuncia [aˈmoe̯.nus]


, no *[aˈmenus] /

78. PEDRO DE
TARANTASIA. COMENTARIOS SOBRE EL LIBRO II DEL MAESTRO DE LAS
SENTENCIAS. Un volumen en 4.° mayor, en pergamino, de 242 páginas.
Es del siglo XIII.
El autor es conocido con este nombre por ser
natural de Tarantasia, provincia y condado de los antiguos
estados sardos. Las 44 Distinciones del libro II del Maestro
de las Sentencias están completas en este Códice, y se señalan con
números en la parte superior de cada página, y además en el
margen. Hay algunas notas de época posterior. Las iniciales de los
párrafos están adornadas con dibujos de colores.
Al principio
hay un índice. También se ve allí una hoja de distinta época y
diferente letra, que no pertenece a este libro.

79. ALANO DE
INSULIS. SOBRE LAS DIVERSAS SIGNIFICACIONES O USOS QUE TIENEN ALGUNOS
NOMBRES EN LA SAGRADA ESCRITURA. Un volumen en 4° en pergamino, de
321 páginas. Es de principios del siglo XIII. Este curioso libro
tiene alguna semejanza con las Concordancias de la Sagrada Escritura,
aunque es más reducido y su objeto también es distinto.
Le
precede un prólogo dirigido a Ermengaldo, Abad de San Gil.
Después siguen los nombres por orden alfabético. Antes de cada
letra hay un índice; luego siguen los nombres cuyo uso se trata de
explicar, estando señalados con letras encarnadas en el texto los
libros de la Sagrada Escritura a que se refiere el uso de cada
nombre.
A pesar de su mucha antigüedad está muy bien conservado
este Códice. Todas las iniciales de cada párrafo son de colores, y
algunas están adornadas con hermosas viñetas. Al final hay la
acostumbrada nota que dice. «Este libro ha sido escrito; el que lo
escribió sea bendito».

80. FRAGMENTOS DE LOS CLÁSICOS Y
OTROS AUTORES ANTIGUOS. Un Volumen en 4.° de 328 páginas. Está
escrito parte en cartulina, que pertenece al siglo XIII, y parte en
pergamino, que es del siglo XII.
Contiene escritos de Horacio,
Juvenal, Marcial, Salustio, Cicerón y Séneca. También los hay de
Macrobio, (las Saturnales) y de Macer (del poder de las hierbas.)

Además un tratado de Geometría con figuras geométricas, y otro
del eclipse del sol.

81. CAPITULARIO PARA TODO EL AÑO. Un
volumen en 4.° en pergamino, de 380 páginas. Es del siglo XIV. Al
principio hay un Calendario muy deteriorado por el uso, en el cual
falta una hoja que debía contener los meses de Noviembre y
Diciembre.
Tiene de particular este Códice, que se halla en él
la oración propia de la Santa Cinto,
(Cinta, Cingulis, Cíngulo) de que ya hemos tratado en el
Códice de n.° 14; pero en el que nos ocupa dicha oración está en
el mismo Capitulario, y no en hoja añadida como en el otro Códice.
También hay algunas otras oraciones de interés histórico. Todas
las iniciales de los capítulos y de las oraciones se hallan
adornadas profusamente con dibujos de colores.

82. MISAL. Un
volumen en 4° en pergamino, de 460 páginas. Es del siglo XIII. Está
escrito con muy buen gusto y con profusión de letras de adorno.
Tiene además algunas viñetas muy distinguidas y de un estilo
especial. Hay un Calendario muy completo; y lo mismo que en otro
Códice reseñado, el día 4 de Febrero hay una nota que traducida
dice: «Aquí comienzan a cantar las aves». Y el día 24 de Abril
otra que dice: «Salida de Noé del arca.»
En este Calendario ya
está la fiesta de la Concepción de la Virgen, el día 8 de
Diciembre; la oración está añadida en el margen en su lugar
respectivo, y es diferente de la que se usaba antes de la actual.
También se halla el día 18 de Diciembre la fiesta de la
Expectación del parto de Nuestra Señora
, que se puso después
porque la letra no es la misma que lo demás del Calendario.




83-93

jueves, 2 de julio de 2020

CAPÍTULO XXVIII.

CAPÍTULO XXVIII. 

Viene el apóstol Santiago a España, y predica en los pueblos Ilergetes: memorias que hay de esta venida, y otros sucesos hasta la muerte del emperador C. Calígula.- Del imperio de Claudio; venida de los apóstoles san Pedro y san Pablo a España, y cosas notables acontecidas en los pueblos Ilergetes hasta la muerte del emperador.

En el año 37 después de la natividad del Señor, en cumplimiento de lo que había mandado a sus sagrados apóstoles, que fuesen por todo el mundo predicando el Evangelio, vino Santiago el Mayor a España. De la certeza y verdad de esta venida no tengo qué decir ni probar nada, porque además de ser opinión común y averiguada de todos los historiadores, lo confirman las memorias y acuerdos que quedan de ella, que negarla sería impiedad; particularmente en la ciudad de Zaragoza queda la columna o pilar en que apareció al santo apóstol la Virgen nuestra señora.
Por qué parte entrase en España el glorioso apóstol y qué orilla fue la dichosa que le recibió, cuando vino de Jerusalén, está en duda; y aunque don Mauro Castellá Ferrer en su historia de este glorioso apóstol averigua con gran diligencia todo lo que toca a su vida y hechos, pero acerca de esta entrada por dónde fue no puede afirmar cosa cierta. Lo que da por firme y verdadero, es su venida a España, y haber predicado en Braga, Iria-Flavia, que hoy llaman el Padrón, en las ciudades de Lugo, Sevilla, Granada, Cartagena, Toledo, Astorga, Palencia y Julio-Briga, que algunos dicen ser Logroño; y en la corona de Aragón, en las ciudades de Zaragoza, Tarragona, Barcelona, Valencia; y
a las más dejó obispos y memorias de su santa predicación. Sin estas ciudades y otras muchas de España, llegó también a los pueblos ilergetes, y en ellos predicó; y en la ciudad de Lérida, cabeza de ellos, además de haber predicado el Evangelio, hizo muchos milagros, y entre otros sanó un pie a un peregrino, en cuya memoria está instituida en aquella ciudad una capilla que es llamada lo Peu del Romeu, y en memoria de estos milagros obró Dios por el santo apóstol, cada año, el día de su fiesta, hacen los niños unas lanternillas de papeles de colores, y meten dentro unas candelillas de cera, y con aquello andan por las calles celebrando la memoria del glorioso apóstol, y porfían entre ellos sobre qué lanternilla está mejor, cumpliéndose lo que dice el salmista: Ex ore infantium et lactantium, etc. Esto refiere el doctor Antonio Juan García, canónigo de Barcelona, en la historia de san Olaguer; y el Licenciado Gaspar Escolano, cronista del reino de Valencia, no solo afirma esta venida del santo apóstol a Lérida, pero añade haberse el santo aposentado en el Iugar donde hoy queda la dicha capilla, y todo aquel barrio se llama hoy El Pie del Romeu. El doctor Pujades dice lo mismo. Fue esta venida cuando el santo venía de Zaragoza a Tarragona y Barcelona; y así se puede afirmar por cosa cierta y averiguada, que los primeros pueblos de Cataluña que merecieron oír la predicación del santo apóstol y recibir la ley evangélica, fueron los pueblos ilergetes, en quienes había de dar el santo primero que en otros, por ser confinantes con Aragón, de donde venía; así que, se pueden con mucha razón gloriar los pueblos ilergetes de haber sido la primera tierra de Cataluña en que fue predicado el Evangelio, y experimentó el poder de Dios con los milagros del santo apóstol, patrón y amparo de las Españas, por cuyo medio recibieron nueva luz y conocimiento del verdadero Dios, cosa que generalmente desearon todos los españoles, pues es cierto que pocos meses después de muerto Cristo señor nuestro, según dice Lucio Dextro (que escribía con la zurda), o su autor, enviaron embajadores al Colegio Apostólico, para que alguno de ellos viniera a dar noticia de Dios, enseñar su ley sacrosanta y el camino del cielo, que con su muerte dejó llano y abierto para todos los que supiesen aprovechar su muerte y predicación.
De lo que pasó en Tarragona, y del primer obispo que dejó en ella y en Barcelona el santo apóstol, y demás cosas que hizo, lo dejo, remitiendo al curioso a Flavio Dextro y demás autores que tratan de ello.
Vivía por estos tiempos en la ciudad de Lérida Porcia Nigrina, hija de Cayo Porcio Nigrino, que fue cónsul en Roma. Esta señora casó con Cayo Licinio Saturnino, hijo de Cayo, y muerto él, quiso se perpetuara su memoria, como lo usaban los romanos, y se conserva en la Seo de Lérida en un mármol que está al lado del evangelio, en la capilla mayor, o junto a ella, en la pared, que dice de esta manera:
C. LICINIO
C. F. GAL.
SATURNINO
AEDIL. II. VIR.
PORCIA P. F. NIGRINA
UXOR.
Que Porcia Nigrina, hija de Porcio, mujer de Cayo Licinio Saturnino, hijo de otro Cayo, de la tribu Galeria, que había sido edil y del regimiento de la ciudad y sacerdote, dedicaba aquella memoria a su marido difunto.
Esta Nigrina fue muy alabada por el grande amor que tuvo a su marido, y cuando quemaban su cuerpo, como se usaba entre los romanos, quiso ser quemada con él, y lo fuera, si los que estaban con ella no la sacaran de las llamas. Fue este hecho muy admirado en aquellos siglos, y no lo pudo disimular Marcial, el cual, aunque siempre andaba en burlas, pero en este hecho cantó con muchas veras estos versos:
O faelix animo, faelix Nigrina marito,
Atque inter latias gloria prima nurus.
Te patrios miscere juvat cum conjuge census,
Gaudentem socio participemque viro.
Arserit Evadne flammis injecta mariti:
Haec minus Alcestim fama sub astra ferat.
Tu melius certe memisti pignora vitae,
Ut tibi non esset morte probandus amor.
Dichosa tierra y dichosos pueblos, que tales mujeres producían !
En el año 38 de Cristo señor nuestro, murió el emperador Tiberio César, después de haber gobernado el imperio romano veintitrés años, sucediéndole Cayo Calígula, que murió el año de 42, después de haber imperado tres años, poco más o menos.
Favorecía Dios a España, dándole por medio de santísimos predicadores la luz del santo Evangelio y doctrina cristiana, y cada día llegaban a ella varones verdaderamente apostólicos a trabajar en esta viña del Señor. En el año 44 vino de Jerusalén san Tesifonte, discípulo de Santiago, que le había acompañado cuando se volvió a Jerusalén. Era este santo árabe de nación, y antes que se convirtiera a la fé, se llamaba Abenatar; tuvo un hermano llamado Cecilio, que también es santo, y fue obispo iliberitano: nacieron el uno ciego y el otro mudo, y Cristo señor nuestro les dio vista y habla (vista al mudo y habla al ciego), y les encomendó al apóstol Santiago. Fueron estos dos hermanos de aquellos doce discípulos que traía consigo el apóstol y le iban acompañando por España, predicando el evangelio; y cuando el santo apóstol se volvió a Jerusalén, fueron con él, y después de haber padecido martirio, que fue el año de 42, y haberle dado sepultura, siete de ellos, que fueron Torcuato, estos dos hermanos, Segundo, Idalecio, Hesiquio y Eufrasio, se fueron a Roma, donde el apóstol san Pedro les hizo obispos y les envió a España, para continuar la predicación evangélica que su maestro había comenzado, como lo dicen claro Dextro y el papa Gregorio séptimo en una carta que escribió al rey Alfonso de Castilla, y lo refiere Baronio en las anotaciones al Martirologio romano, a 15 de mayo, que se celebra la fiesta de estos siete santos. Dejo los lugares donde predicaron los seis, y vengo a san Tesifonte, como a cosa nuestra. Este santo, viniendo de Roma, predicó el evangelio con gran fervor y fundó el cristianismo en la ciudad de Urgel. Así lo dicen fray Prudencio de Sandoval, dignísimo obispo de Pamplona, en la Historia de los monasterios del orden de san Benito de Castilla, y el padre Francisco Diago en la Historia de Valencia (lib. 4, c. 6.); y añade que la ciudad de Urgel se llama Vergidum, porque está en un lugar y asiento donde los montes Pirineos, tan nombrados, comienzan a torcerse y derribarse algún tanto a la parte del mediodía; y de aquella torcedora le vino el nombre de Vèrgido, que lo significa, como derivado del verbo vergo, el cual tiene esta significación; y no sería fuera de propósito afirmar qué este santo fuese el primer obispo de la ciudad de Urgel; y lleva camino, porque no es verosímil que habiendo en este tiempo obispos en Zaragoza, Barcelona, Tarragona, y no muchos años después en Tortosa, viniese a faltar en los pueblos o región de los ilergetes, que era de las pobladas y fértiles de España, donde predicó la palabra de Dios, viviendo santísimamente. Fue san Tesifonte hombre muy docto, y dejó escritos dos libros en tablas de plomo, para que durasen más; y por merced y favor de Dios, han comparecido en nuestros días, como diré después: el uno se llama Fundamentum Ecclesiae y el otro De Essentia Dei. Duró su predicación hasta el año 57, en que, como dice el autor de Dextro, fue al concilio iliberitano, que se iba juntando no muy lejos de donde está hoy la ciudad de Granada, donde iban llegando los discípulos de Santiago y otros para conferir cosas muy importantes al alto oficio que tenían; y antes que estuviesen allá juntos, llegó un ministro de Satanás, llamado Aloro, juez de Nerón y tal el uno como el otro, y les prendió y hurtó todo lo que tenían, y les mandó quemar, y pasando por este martirio, se fueron a gozar de Dios, cuya ley santa predicaban. Sus huesos y cenizas y los libros que estos santos dejaron escritos tomaron sus discípulos, y los escondieron en partes secretas, donde les dejaron hasta que el Señor, por quien murieron, lo descubriese para mayor gloria suya y consolación del pueblo cristiano; y fue del modo dirémos en el capítulo siguiente, que no es justo dejarlo, por ser cosa tocante a nuestro primer prelado y predicador.

domingo, 28 de abril de 2019

Leyendas para una historia paralela del Aragón medieval

Leyendas para una historia paralela del Aragón medieval

http://ifc.dpz.es/recursos/publicaciones/30/14/_ebook.pdf

Agustín UBIETO ARTETA. 


https://es.wikipedia.org/wiki/Agust%C3%ADn_Ubieto_Arteta

Originario de Ayerbe, nacido en plena guerra civil, a su inequívoca vocación docente (fue profesor ayudante de universidad, catedrático de instituto y de escuela universitaria e inspector de bachillerato antes de convertirse en el primer profesor titular hispano de universidad de didáctica de la historia) une la investigadora, siendo autor de más de treinta libros y medio centenar de artículos, tanto de historia medieval (varios cartularios y crónicas; El real monasterio de Sigena (1188-1300); Toponimia medieval aragonesa; Los tenentes de Aragón y Navarra en los siglos XI y XII; Historia de Aragón en la Edad Media: bibliografía para su estudio; Aproximación al estudio de la nobleza aragonesa -siglos XI y XII-: aspectos genealógicos; La documentación eclesial aragonesa de los siglos XI al XIII, dentro del contexto socioeconómico de la época, etc.) como de didáctica de la historia (Ideas para comentar textos históricos; Los mapas históricos: análisis y comentario; Lecturas para comprender Aragón; Aragón, comunidad histórica –Atlas histórico-didáctico–; Cómo se formó Aragón; El entorno, lo que nos rodea, como fuente histórica y materia de estudio; Archivos locales y didáctica de la Historia: utilización de fuentes de acceso fácil para el estudio de la localidad; etc.), además de la faceta divulgadora a través de la serie de cortometrajes didácticos titulada Comprender Aragón (El porqué de los despoblados; El lenguaje de los castillos; Los nombres de nuestros pueblos; La sal, instrumento del poder; El debe y el haber de los monasterios; El Derecho aragonés, indultado; El lino y el cáñamo; etc.).


http://manuelsiurana.blogspot.com/2008/04/don-agustn-ubieto-arteta-por-manuel.html


http://dialnet.unirioja.es/servlet/busquedadoc?db=2&t=Agust%C3%ADn+Ubieto+Arteta&td=todo






























































































































  • 1972: Toponimia aragonesa medieval.

    • 1976: Un obituario calahorrano del siglo XV.
    • 1978: Notas sobre el patrimonio calceatense en los siglos XII y XIII.
    • 1987: Los Mapas históricos: análisis y comentario.
    • 1988: El Entorno, lo que nos rodea, como fuente histórica y materia de estudio.
    • 1994: Aragón: territorio, evolución histórica y sociedad.
    • 1997: Vicisitudes históricas del cenobio sijenense.
    • 1998: Leyendas para una historia paralela del Aragón medieval.
    • 1999: Los monasterios medievales de Aragón. Función histórica.
    • 1999: El Monasterio dúplice de Sigena.
    • 2001: El largo camino hacia las comarcas en Aragón: (aproximación didáctica).
    • 2005: Cómo se formó Aragón (versión web y .pdf).
    • 2007: Propuesta metodológica y didáctica para el estudio del patrimonio.
    • 2007: Lecturas para comprender Aragón 2.

    La reconstrucción histórica se ha basado fundamentalmente en las fuentes documentales escritas (en general, las emanadas del poder establecido) y en las arqueológicas, pero cada vez va adquiriendo más empuje otro tipo de fuentes y ayudas, como las que proporcionan la arqueología industrial, la elaboración seriada y estadística de datos, la fotografía, los exvotos, la cartografía histórica, etc. Entre las que últimamente han adquirido un fuerte vigor en Aragón están las leyendas, transmitidas oralmente, en principio, pero recogidas ya la mayor parte por escrito en un momento determinado, aunque en los medios de difusión más variopintos, dispersos o inalcanzables.
    Las trescientas cincuenta y nueve leyendas recopiladas permiten hilvanar una historia más o menos paralela del Aragón medieval, una historia quizás algo alejada de la realidad, pero creada por el pueblo, que ha tratado de buscar explicaciones a hechos cuya trama interna no alcanzaba a descifrar ni comprender. La Historia que el pueblo ha trazado con estos relatos legendarios carece de rigor científico, pero gana en calor humano, en sencillez y en naturalidad.
    Primera edición,
    1998 Segunda edición, 2010

    Publicación número 2.817 de la Institución «Fernando el Católico»,
    Organismo autónomo de la Excma. Diputación de Zaragoza, plaza de España, 2, 50071 Zaragoza (España)

    ifc@dpz.es http://ifc.dpz.es
    Diseño de la colección Víctor M. Lahuerta
    Impresión Gráficas Mola, SC
    ISBN 978-84-9911-081-3 D.L. Z 3265/2010
    © Agustín Ubieto Arteta. Zaragoza, 2010
    © del diseño gráfico, Víctor M. Lahuerta. Zaragoza, 2010
    © de la presente edición, Institución «Fernando el Católico». Zaragoza, 2010 Impreso en España Unión Europea / Printed in Spain European Union


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    IV. ÍNDICES (la paginación corresponde con el PDF original)

    II.1. ÍNDICE DE LEYENDAS

    1. LA CONQUISTA MUSULMANA.......... 43
    6. La pérdida de Belmonte .......... 47
    10. El origen de Centenero .................. 51

    2. RECONQUISTA Y REPOBLACIÓN ............... 55
    2.1. RECONQUISTA ................... 55
    13. El primer almogávar aragonés.............. 55
    14. La defensa de Mediano........................... 56
    15. La localización de Saz ....... 57
    17. La reconquista de Aínsa ...................... 59
    18. La reconquista de Jaca..................... 59
    19. Las mujeres en la reconquista de Jaca................. 60
    22. La Santa Cruz guía el camino.................... 63
    25. La reconquista de Alquézar........... 65
    28. El sitio de Barbastro de 1064............. 68
    38. La reconquista de Luna.......... 77
    40. El Cid, en Calanda............................... 78
    43. La traición del moro Glafar................ 81
    44. La reconquista de Monzón ............ 81
    50. La reconquista de Alagón ..................... 87
    51. La reconquista de Borja ............... 87
    52. Borja, en manos del Batallador ............... 88
    54. La cañada de la celada ......... 90
    56. La reconquista de Maluenda ......... 92
    57. La reconquista de Daroca ........ 93
    59. El exilio de Zafadola ............. 95
    60. La reconquista de Alcañiz.............. 96
    62. La cabra de oro inalcanzable............. 97
    67. La reconquista de Camañas.......... 102
    69. El origen de Alcorisa...................... 104
    70. La fundación de Teruel..................... 105
    71. El juez traidor........... 105
    72. La reconquista de Villel............ 106
    75. La reconquista de Morés ............... 109
    80. La promesa del guerrero.......... 114
    2.2. REPOBLACIÓN....................... 115
    86. La presa de Almonacid ........... 119
    87. El legado de Martina Pérez.............. 120
    3. EL MUNDO CRISTIANO ............. 123
    3.1. LOS REYES.......... 123
    109. La burla de Ramiro II ................. 141
    112. La muerte de Ramiro II ............ 144
    113. La aparición de un falso Alfonso I................. 145
    118. La primera espada de Jaime I ............... 150
    120. La espada de Villardell................ 151
    126. La pérdida de Pitilla......... 156
    127. Pedro III desafió a un dragón................. 157
    128. El guante de Conradino para Pedro III ............... 158
    130. Jaime II elige esposa (1314) .............. 160
    132. La condesa de Urgell pretende envenenar a Fernando I.
    134. Fernando II, armado caballero de María....... 163
    3.2. LA NOBLEZA Y LOS SEÑORÍOS ............... 165
    136. El nacimiento de la nobleza aragonesa .... 165
    137. El origen de los Aysa .............. 166
    138. García Aznárez, asesino de Céntulo de Bigorra....... 167
    139. La cruenta muerte del barón de Espés...... 168
    140. El origen de los Maza ............. 169
    142. El origen del topónimo Nonaspe....... 170
    143. El señorío de Albarracín, vasallo de Santa María ..... 171
    144. Origen de la baronía de Escriche ....... 172
    145. Pedro Fernández de Azagra, milagrosamente ileso . 173
    146. El nombramiento del primer conde de Luna .... 173
    147. La fuerza de las armas ................... 174
    148. Revuelta campesina........................... 175
    149. La muerte del conde Artal, señor de Mequinenza . 176
    150. Las herraduras del marqués de Ayerbe ...... 177
    151. La historia también gasta bromas .... 178
    152. El mal «señor» de Fabara ........... 179
    153. La curación milagrosa del hijo del conde de Ribagorza .... 180
    3.3. LA VIDA CORTESANA................................. 181
    154. La condesa traidora ....................... 181
    155. Los afectos castellanos de la reina Sancha ... 182
    156. La prisión de la reina doña Urraca ....... 182
    157. El duque de Híjar y la hija de Jaime I....... 183
    158. Jaime I castiga a su trovador.... 184
    159. La sombra de la princesa doña Blanca ...... 185
    160. Nace la Orden de la Banda de la Virgen del Pilar.. 186
    161. La reina María llora la ausencia de Alfonso V .. 187
    162. El trovador de la Aljafería ..... 188
    163. El príncipe de Viana escapa de Mallén .. 189
    164. El trovador que murió de amor .......... 189
    3.4. LAS PUGNAS FAMILIARES............................... 190
    165. Las primeras armas de Jaime I............ 190
    166. Las consecuencias de la pugna entre los Albir y los Frago 191
    167. Los Marcilla y los Segura, frente a frente......192
    168. La pelea de Pedrola............................. 193
    169. Los Urrea contra los Cornel ................ 194
    170. La loca enamorada de Montalbán..... 195
    171. Los Luna y los Urrea, enfrentados................ 196
    172. Luchas de los Luna contra los Urrea ....... 197
    173. Los Muñoz y los Marcilla, frente a frente .... 197
    3.5. LA GUERRA ENTRE CRISTIANOS....198
    174. Las mujeres, vencedoras ante las tropas de Pedro el Cruel 198
    175. Miguel de Bernabé, en el sitio de Daroca ... 199
    176. La defensa del castillo de Báguena.......... 200
    177. La resistencia heroica de Bueña ........... 201
    178. El portal de la traición................................... 202
    3.6. AMORES Y DESAMORES ................. 203
    179. Los celos de Alfonso de Barbastro............ 203
    180. Los amores de Clara y Manfredo......... 204
    181. Un nuevo puente sobre el Turia: el de doña Elvira.205
    182. La venganza de Arnaldo, señor de Castro de Malavella.. 206
    183. Los amores de Berenguer de Azlor y Aldonza de Entenza 206
    184. El juramento incumplido ....... 207
    187. Los rosales del amor............................ 210
    4. EL MUNDO MUSULMÁN................................ 213
    188. Un toro de oro espera ............... 213
    190. La reina mora de Guarrinza .......... 215
    191. Las tres moras de Zaragoza........... 215
    192. La piedra horadada por el amor ........ 216
    193. La princesa mora que buscó la libertad.......... 217
    194. El toro de oro que espera oculto.......... 218
    195. La construcción del castillo de Trasmoz........ 219
    196. La venganza de Abdelmelic............. 220
    197. El tesoro escondido de Alí Mohal......... 221
    198. Las revueltas musulmanas previas a la reconquista de Sarakusta .. 222
    199. El tesoro de Cañarda ......... 223
    200. La eterna espera de la mora de Guadalaviar..224
    201. El tesoro de la reina mora ................. 224
    202. La mora de la basa............. 225
    203. La mora encantada de Bastarás ............. 226
    204. La mora encantada de Sallaón............................................................... 227
    205. El amor de Zoraida y los alarifes de Teruel...... 228
    206. La losa mora............................................... 229
    207. El tesoro de la mora de Siresa ......... 230
    208. La larga espera de la reina mora.............. 230
    209. El tesoro de El Castellar ............. 231
    5. EL MUNDO JUDÍO ............ 233
    210. El Cid expulsa a los judíos de Tamarite ....... 233
    211. Los amores de Juan el herrero y la bella hebrea ....... 234
    212. El milagroso hallazgo del cuerpo de santo Dominguito
    de Val........... 235
    213. El monasterio de San Miguel de Foces, asaltado ...... 236
    214. La venganza del judío noble................. 236
    215. El augurio de Vicente Ferrer............. 237
    216. La conversión de los judíos darocenses......... 238
    217. La conversión del judío dormido ................ 239
    6. RELACIONES ENTRE CRISTIANOS Y MUSULMANES............. 241
    6.1. RELACIONES AMISTOSAS ............. 241
    218. Los mozárabes de Peralta de la Sal........... 241
    219. Los amores imposibles de Zoma y María ....... 242
    220. La enamorada del Cid ................ 243
    221. El nacimiento de un mudéjar ................ 244
    222. Los amores de Roderico de Mur y Zulima......... 245
    223. Almanzor y los mozárabes de La Almunia .......... 245
    224. Dos pretendientes para Zaida .............................. 246
    225. La cueva de la mora encantada ................ 247
    226. El amor pudo a la religión ....................... 248
    227. El alma del castillo de Gallur ........... 249
    228. El amor, nueva religión.......................... 250
    229. La conversión del moro Tocón.................... 251
    230. El tesoro escondido de Mustafá................. 252
    231. El amor de don Pedro de Azagra................ 252
    232. La mora que acudió a la Virgen de Salas.............. 253
    233. La mora peinadora..................................... 254
    234. La cristiana peinadora ......................... 255
    235. La conversión del alfaquí zaragozano................ 256
    236. La lavandera morica de Sena ................. 257
    237. Las tres doncellas encantadas ............................. 258
    238. La mora solitaria y el pastor de Luesia............ 259
    6.2. RELACIONES PROBLEMÁTICAS........ 260

    239. Orosia muere a manos musulmanas......... 260
    240. Nunilo y Alodia, víctimas de la intransigencia religiosa...... 261
    241. Visorio, asesinado por una partida de moros ..... 261
    242. La persecución de Elena.............. 262
    243. Los mozárabes de Zaragoza, expulsados a El Burgo .... 263
    244. El agua de Tarazona .................... 264
    245. La venganza del conde cristiano...... 265
    246. El celebrado salto de Pero Gil, escudero del Cid .... 266
    247. La conversión de un moro ............ 267
    248. Galiano Galinás roba un cáliz a los moros ............... 268
    249. El pozo de Ainés.............. 269
    250. La expulsión de los moros de Pina................ 270
    7. ASPECTOS RELIGIOSOS ..................................... 271
    7.1. LOS MONASTERIOS................... 271
    251. Nacimiento de San Juan de la Peña.................... 271
    252. Voto y Félix, en San Juan de la Peña ........... 272
    253. García Jiménez funda San Juan de la Peña ................ 273
    254. Fundación del monasterio de San Martín de Cercito .... 274
    255. Antecedentes del monasterio de Trasobares.......... 275
    256. Balandrán, elegido heraldo de la virgen del Pueyo ... 275
    257. Fundación del monasterio de Trasobares........ 276
    258. Don Pedro de Atarés, fundador de Veruela...... 277
    259. La reina Sancha funda el monasterio de Sigena ...278
    260. Los condes de Sástago construyen el santuario de Monler. 279
    261. Gil de Atrosillo, señor de Estercuel, y la aparición de la Virgen ................ 280
    262. La fundación del monasterio de Santa Fe............. 281
    263. Los condes de Sástago crean la cartuja de Fuentes..... 282
    264. El túnel bajo el Ebro........................... 283
    7.2. LOS PEREGRINOS ......................................... 283
    265. San Marcial visita Benasque......................... 283
    266. El peregrino anónimo ........................284
    267. Los peregrinos escultores................... 285
    268. El romero de Castiello................................. 286
    269. San Gregorio, peregrino ...................... 287
    7.3. LOS SANTOS ................... 288
    270. El vaticinio de san Valero ..................... 288
    271. El destierro del obispo san Ramón................... 289
    272. San Ramón cura a una joven desahuciada..................... 290
    273. San Ramón libera a dos soldados...................... 291
    274. San Licer quiso reposar definitivamente en Zuera........ 291
    275. Santo Domingo predica la devoción del rosario ..... 292
    276. Santo Domingo intercede por la noble Alejandra........... 293
    277. Santo Domingo, amamantado por una vaca ........ 294
    278. San Roque, en el hospital de Valdealgorfa ........ 295
    279. Los predicadores Gregorio y Domingo, en Besiáns ............... 296
    280. Vicente Ferrer, predicador en Mora de Rubielos ..... 297
    281. La endemoniada de Piedra................... 297
    282. El crucifijo de san Vicente Ferrer .................. 298
    283. Vicente Ferrer salva su propia vida ......... 299
    284. Vicente Ferrer se apiada de la madre trastornada.................. 300
    285. Vicente Ferrer vaticina la destrucción de Teruel..................... 301
    286. Vicente Ferrer predica en Calatayud................................................. 302
    287. Los falsos frailes ............... 302
    288. Vicente Ferrer impide que los diablos se acerquen a Caspe 303
    289. Vicente Ferrer aplaca una tempestad .... 304
    290. Vicente Ferrer instituye la procesión de la disciplina........... 305
    291. La palabra de Vicente Ferrer en Aínsa ........ 306
    292. El mas de Ferrer................ 307
    293. El cuadro desprendido............................ 307
    294. Pedro Arbués, pretendiente de santa Bárbara ...... 308
    295. San Gil y san Ginés, predicadores........ 309
    296. San Blas elige Torrecilla de Alcañiz para quedarse..... 310
    297. Elección de santa Tecla como patrona 311
    7.4. LOS PORTENTOS ......................... 312
    298. La justicia del obispo Bencio.......... 312
    299. Un antídoto contra la sequía............. 312
    300. La Virgen viajera ........................... 313
    301. Los corporales llegan a Daroca......... 314
    302. Invención del rosario............................ 315
    303. Un episodio de la guerra albigense.......... 316
    304. La palidez de la Virgen de Salas ... 317
    305. Las avenidas del Ebro y de la Huerva . 318
    306. Martín Visagra, perjuro.................... 319
    307. Los corporales de Aniñón...... 319
    308. Los corporales de Andorra ..... 320
    309. El agua, transformada en sangre .... 321
    310. La absolución de Lope Fernández de Luna . 322
    311. Los corporales de Fraga .......... 323
    312. Los corporales de Aguaviva........ 324
    313. Los corporales de San Juan de la Peña, intactos ... 325
    314. Los presagios de la campana ......... 325
    315. Graus salvada de la inundación ......... 326
    316. El cadáver del papa Luna............... 327
    317. Catalina, librada de los demonios.......... 328
    318. San Macario cura una quebradura............ 329
    7.5. LAS RELIQUIAS ............. 330
    319. El brazo del apóstol san Pedro, en Siresa ..... 330
    320. García Aznárez trae a Aragón los restos de san Indalecio. 331
    321. El relicario de Jaime I.......... 332
    322. Jaime I dona una espina de la corona de Cristo al monasterio de Samper..... 333
    323. Pan de la Última Cena salvado de las llamas.... 333
    324. El Santo Grial, en Aragón ............ 334
    325. Europa busca el Graal.................. 335
    8. ASPECTOS SOCIO-CULTURALES............... 337
    8.1. LA JUSTICIA................ 337
    326. Nacimiento de los fueros de Sobrarbe y del Justicia ............. 337
    327. La justicia real en entredicho.......... 338
    328. Los falsificadores de moneda ............ 339
    329. Justicia para todos ................ 340
    330. Alfonso V interviene en la lucha de los Marcilla y los Muñoz 340
    331. El escudo de armas del Justicia de Aragón....... 341
    8.2. PLAGAS Y EPIDEMIAS ............................ 342
    332. El miedo a la peste .................... 342
    333. La fundación de Salinas de Hoz ............................. 343
    334. San Miguel lucha contra la plaga de la langosta .... 344
    335. San Sebastián libró de la lepra a Fayón......... 345
    336. La peste de la calle Baja ....................... 346
    337. La plaga de la langosta dominada por la Virgen ... 347
    338. San Sebastián detiene la peste en Azanuy ....... 347
    339. La lucha contra la peste ................. 348
    340. La desaparición de un pueblo: Daymús...... 349
    341. Fuentes de Ebro salvada de la plaga de la langosta................ 350
    342. La peste despuebla Niablas..................... 351
    8.3. LA CULTURA ................. 352
    343. Las medicinas de san Caprasio....... 352
    344. Los excrementos del caballo de Roldán .......... 353
    345. Contienda juglaresca ................. 354
    346. El quitamiedos de Robres ......... 354
    347. Surge la jota................. 355
    348. Salmón a precio de oro ................ 356
    8.4. ARAGONESES ALLENDE LAS FRONTERAS........ 357
    349. Embajada de Pedro Martínez de Bolea a Castilla... 357
    350. Santa Isabel hizo de monedas rosas ............. 358
    351. El cautivo de los griegos........................ 359
    352. El rescate de un esclavo aragonés en Jerusalén.... 360
    353. Sancho Fernández de Heredia y la conquista de Cerdeña .... 361
    8.5. ARAGONESES CON PERSONALIDAD............ 362
    354. Juan Fernández de Heredia lucha contra los turcos... 362
    355. El mar reconoce a Pedro de Luna como papa ... 363
    356. La tozudez de Benedicto XIII......................... 363
    357. El envenenamiento de Benedicto XIII ............. 364
    358. El Papa Luna se traslada en secreto a Roma ...... 365
    359. Benedicto XIII recibe a los emisarios del concilio de Constanza....366

    2. ÍNDICE DE LUGARES DE ORIGEN

    Acumuer (H): 82/186/254. Adahuesca (H): 240/332. Aguaviva (T): 312.
    Aguilar de Alfambra (T): 66. Aínsa (H): 17/291/303.
    Aísa (H): 137.
    Alagón (Z): 50/348.
    Albarracín (T): 45/143/159/192/196/231. Albentosa (T): 123.
    Alcañiz (T): 60.
    Alcolea de Cinca (H): 266. Alcorisa (T): 69/165.
    Alcubierre (H): 343. Almonacid de la Cuba (Z): 86. Alquézar (H): 25/26/213.
    Andorra (T): 308/318. Aniñón (Z): 307.
    Aquilué (H): 233.
    Arándiga (Z): 337.
    Atea (Z): 15.
    Ayerbe (H): 150/151/194. Azanuy (H): 338.
    Báguena (T): 176.
    Barbastro (H): 28/29/30/31/164/179/245/256/271/289/326. Bastarás (H): 203.
    Belmonte (Z): 6.
    Benabarre (H): 292.
    Benasque (H): 265.
    Besiáns (H): 279.
    Bestué (H): 3.
    Betorz (H): 240.
    Biescas (H): 242.
    Bijuesca (Z): 53.
    Binaced (H): 87.
    Binéfar (H): 83.
    Biscarrués (H): 33.
    Blecua (H): 187. Boltaña (H): 241/267. Bono (H): 258.
    Borja (Z): 7/51/52/195/347. Broto (H): 77.
    Bueña (T): 177.
    Bujaraloz (Z): 336.
    Burbáguena (T): 177.
    Calanda (T): 11/40/61. Calasanz (H): 23.
    Calatayud (Z): 215/286/347/349. Camañas(T): 67.
    Capella (H): 299.
    Caspe (Z): 37/283/288. Castejón de las Armas (Z): 134. Castejón de Valdejasa (Z): 209. Castellote (T): 199.
    Castelnou (T): 270. Castiello de Jaca (H): 268. Cella (T): 224.
    Centenero (H): 10.
    Cervera de la Cañada (Z): 297. Chía (H): 248.
    Cimballa (Z): 309.
    Cortes de Aragón (T): 247. Cretas (T): 68.
    Cubel (Z): 80.
    Cuevas de Cañart (T): 201. Cutanda (T): 54.
    Daroca (Z): 9/57/58/65/78/79/125/146/175/189/216/219/229/287/301/ 306.
    Echo (H): 97/112/190.
    Ejea de los Caballeros (Z): 27/46/98/156.
    El Burgo de Ebro (Z): 243.
    El Frasno (Z): 133. El Grado (H): 204. Escatrón (Z): 264.
    Escriche (T): 144.
    Estercuel (T): 261.
    Fabara (Z): 152.
    Fayón (Z): 335.
    Fraga (H): 63/64/311.
    Frías de Albarracín (T): 193. Fuentes de Ebro (Z): 341.
    Fuentes de Jiloca (Z): 174.
    Gallur (Z): 42/226/227. Gistaín (H): 202.
    Graus (H): 94/221/222/290/315.
    Griegos (T): 188/220. Guadalaviar (T): 200.
    Híjar (T): 157.
    Huesca: 34/35/36/95/107/109/110/111/140/232/293/304.
    Ibieca (H): 214.
    Illueca (Z): 316.
    Inogés (Z): 352.
    Jaca (H): 18/19/21/108/239/320.
    La Almunia (Z): 172/223. La Fresneda (T): 185.
    La Iglesuela del Cid (T): 41. Labuerda (H): 241.
    Lagueruela (T): 121. Lanaja (H): 55/263. Loarre (H): 1.
    Lobera (Z): 277.
    Luesia (Z): 238.
    Luna (Z): 38.
    Lupiñén (H): 295.
    Maella (Z): 5/148/284. Magallón (Z): 166/321. Mallén (Z): 163.
    Maluenda (Z): 56.
    Mediano (H): 14.
    Mequinenza (Z): 149.
    Monreal del Campo (T): 197/230. Montalbán (T): 170/183.
    Montearagón (H): 323.
    Monzalbarba (Z): 305.
    Monzón (H): 44/116/118/119/122.
    Mora de Rubielos (T): 74/280.
    Morés (Z): 75.
    Mosqueruela (T): 76/124. Munébrega (Z): 282/354. Murero (Z): 15.
    Nonaspe (Z): 142.
    Ortilla (H): 295.
    Oto (H): 342.
    Pedrola (Z): 168.
    Peñarroya de Tastavíns (T): 339.
    Peralta de Alcofea (H): 39.
    Peralta de la Sal (H): 32/218. Piedra (Z): 145/182/281/317.
    Pina de Ebro (Z): 250.
    Pueyo de Araguás (H): 22.
    Rasal (H): 208/234.
    Ricla (Z): 228.
    Roda de Isábena (H): 272/273. Robres (H): 346.
    Rueda de Jalón (Z): 43/59.
    Sabiñán (Z): 237. Salinas de Hoz (H): 333.
    Sallent de Gállego (H): 138.
    Samper de Salz (Z): 322.
    San Juan de la Peña (H): 81/88/136/251/252/253/313/324/325.
    Sástago (Z): 147/260.
    Seira (H): 16.
    Sena (H): 236.
    Siresa (H): 207/319. Sopeira (H): 139/327.
    Tamarite (H): 210.
    Tarazona (Z): 180/225/244/249.
    Tauste (Z): 334. Cómo ta usté? Muy bien, gracias. Pueblo natal de Chusé Inazio Nabarro.
    Teruel: 70/71/117/167/173/178/181/205/285/329/330. Tierga (Z): 62.
    Torla (H): 77.
    Torralba (Z): 20.
    Torrecilla de Alcañiz (T): 296.
    Tosos (Z): 294.
    Tramacastilla (T): 246. Trasmoz (Z): 195/328.
    Trasobares (Z): 4/255/257.
    Valdealgorfa (T): 120/278. Valdesgorfa.
    Velilla de Cinca (H): 340.
    Velilla de Ebro (Z): 314.
    Veruela (Z): 211/258.
    Villanueva de Sigena (H) 259.
    Villarroya de la Sierra (Z) 310. Villel (T): 72.
    Yebra de Basa (H): 239.
    Zaragoza: 2/8/12/47/48/49/93/113/132/135/153/160/161/162/169/ 171/191/198/212/217/235/262/269/275/276/300/331/345/152.
    Zuera (Z): 274.
    Aragón: 90/99/105/106.
    Castilla: 154.
    Cataluña: 127.
    Chipre: 130.
    Aibar (NA): 89.
    Amposta (T): 104.
    Belem (Portugal): 350.
    Burdeos: 129.
    Calahorra (Rioja): 24.
    Monterroso (Galicia): 103.
    Montpellier (Francia): 115.
    Nájera (Rioja): 91.
    Palermo: 128.
    Pamplona: 141.
    Peñíscola: 355/356/357/358/359.
    Perpignan: 158.
    Roma: 114.
    San Miguel de Aralar: 96.
    Soria: 100/101/102.
    Tafalla: 92.
    Valencia: 131.
    Sin lugar: 155/206/302/344.

    3. ÍNDICE ANALÍTICO

    Abad: Alaón: Benito Larrás, 327; Leire: García, 108; Montearagón: 169; Rueda: Gastón de Ayerbe, 147; Samper del Salz: Guillermo, 322; San Ponce de Tomeras: 110; San Juan de la Peña: Jimeno, 88; Paterno, 93; Sancho, 320; San Pedro de Tabernas: 90; Veruela: 169.
    Abárzuza, 253.
    ABDALA, alarife turolense, 205.
    ABDELMELIC BEN RAZIN, señor de Albarracín, 196. ABDERRAHMAN, rey de Huesca, 36.
    ABDELAZIZ, gobernador musulmán de Zaragoza, 81. ABDEL-MECH, rey de Zaragoza, 43.
    ABDEMELIC, militar moro de Zaragoza, 81. ABDERRAHMAN AL-GAFEQUI, 343.
    ABD-AL-RAHMAN [III] AL NASIR, califa de Córdoba, 12. ABEL EL MALEK, walí de Jaca, 18.
    ABEN AMED MUTAMIN, alcaide moro de Borja, 52. ABEN-GAMA, gobernador moro de Daroca, 57, 65. ABEN GANYA, rey de Valencia, 63, 64.
    ABEN JAIR, 188. ABEN JAYE, 188.
    ABEN JOT, creador de la jota, 347.
    ABENLUPO, juez moro de Jaca, 239. Abetito, monte, 88.
    Abiego (H), 26, 332.
    Abín Ferruz, almunia, 338.
    ABU-AMER, santón moro de Daroca, 219. Abuán, 224.
    ABUHASALEM, moro de Zaragoza, 198.
    ABU MERUAN, señor moro de Albarracín, 192. ABU ZEYT, rey moro de Valencia, 78, 125.
    ACISCLO, obispo, 239.
    ACMET, moro, 21.
    Acol, antecedente de Alcorisa, 69.
    Acueducto: de Cella, 192. Acumuer (H), 82, 186, 254.
    Adahuesca (H), 240, 332. Adakún (Vid. Alacón).
    ADELFA, mora de Zaragoza, 198. África, 1, 18, 104, 161.
    Agiria (Vid. Daroca).
    AGNES, reina y esposa de Ramiro II, 107. Ágreda (Soria), 100.
    Aguaviva (T), 309, 312.
    Aguasvivas, río, 86.
    ÁGUEDA, santa, 338.
    Aguilaniu (H), 271.
    Aguilar de Alfambra (T), 66. Aguilón (Z), 294.
    AHMAR, moro de Daroca, 189. AHMED BEN IBRAIN, 58.
    AHMED BEN ABD-AL-MALIK, rey de Rueda de Jalón, 59. AIMERICO DE NARBONA, 28.
    AINES, mudéjar turiasonense, 249. Ainielle (H), 342.
    Aínsa (H), 3, 17, 19, 23, 253, 291, 292, 303.
    Aísa (H), 137.
    AIXA, hija del rey de Albarracín, 193; mora de Aquilué, 233. Alacón (T), 196.
    Alagón (Z), 50, 348.
    ALAMAÑAC, compañero de san Jorge, 36. Alaón, monasterio, 327.
    Alarcos, batalla, 63, 155.
    Alarife: Abdalá, de Teruel, 205; Omar, de Teruel, 205. ALBA, esposa del rey Lobo, 231.
    Albalate del Arzobispo (T), 318.
    Albarracín (T), 45, 143, 145, 159, 167, 177, 188, 192, 193, 196, 197, 200, 220, 231,
    246.
    ALBAYACETO, judío de Zaragoza, 212. Albentosa (T), 123.
    Albero Alto (H), 165. Alberuela de Laliena (H), 332. Albigenses: 303.
    ALCADIR, rey moro de Valencia, 197.
    Alcaide: 185, 192, 195, 316; Báguena: Miguel de Bernabé, 175, 176, 177, 178; Borja: Abén Amed Mutamín, 52; Cella, Garcí Núñez (224); Daroca: Pedro Gilbert, 175; Zoma (219); Gallur: 226; Graus: 221; Monreal: Mustafá, 230; Peralta de la Sal: 218; La Puebla de Castro: Alhor Ben Alí, 222; Villel: Setí Mahomat, 72.
    Alcalá, despoblado cerca de Pina (Z), 250. Alcanadre, río, 55, 236, 259, 266, 271, 344.
    Alcañiz (T), 12, 60, 285, 288, 296.
    Alcolea de Cinca (H), 266. Alcoraz, batalla, 34, 36, 37, 52.
    Alcorisa (T), 69, 165.
    Alcubierre (H), 343.
    ALDA, hija de Vicente Belbís, 78. ALDONZA DE ENTENZA, 183.
    ALEJANDRA, dama zaragozana, 276. ALEJANDRO [V], papa, 359.
    Alfajarín (Z), 169.
    Alfambra (T), 67, 173.
    Alfaquí: de Zaragoza, 235; Jahy ben Jaldún, 58. ALFONSO [I], falso, 113.
    ALFONSO [I] EL BATALLADOR, rey de Aragón, 5, 6, 15, 34, 43, 46, 47, 48, 49, 50, 52,
    53, 54, 55, 56, 57, 58, 59, 60, 62, 63, 64, 68, 95, 97, 98, 99, 100, 101, 102, 103, 104,
    105, 106, 107, 108, 110, 111, 113, 138, 141, 142, 156, 198, 229, 243, 255, 257, 258,
    259, 266, 271, 272, 273, 346.
    ALFONSO [II], rey de Aragón, 66, 68, 70, 71, 74, 76, 113, 144, 155, 199, 259.
    ALFONSO [III], rey de Aragón, 120. ALFONSO [IV], rey de Aragón, 130.
    ALFONSO [V] EL MAGNÁNIMO, rey de Aragón, 131, 132, 160, 161, 173, 311, 314, 316,
    324, 330, 334.
    ALFONSO [VI], rey de Castilla, 101. ALFONSO [VII], rey de Castilla, 59, 63. ALFONSO [VIII], rey de Castilla, 155. ALFONSO DE BARBASTRO, 179.
    Algás: castillo, 68; río, 68.
    Alhambra, 134.
    ALHOR, moro de Zaragoza, 191.
    ALHOR BEN-ALI, alcaide de La Puebla de Castro, 222. ALI MALHALI, moro de Zaragoza, 191.
    ALI MOHAL, moro, 197. ALICIA, 149.
    Aljafería, palacio, 12, 39, 43, 93, 161, 198, 246, 324, 350. Aljama: judía de Barbastro, 289; judía de Zaragoza, 212. ALMANZOR, 154, 223.
    Almazán, 100.
    Almenar, 39.
    Almería, 320.
    Almériz, término de Huesca, 304.
    Almohades: 155.
    Almonacid de la Cuba (Z), 86. Almonacid de la Sierra (Z), 172. Almorávides: 45, 54, 56, 59.
    AL-MOSTAIN, gobernador moro de Zaragoza, 35. AL-MOTAMID, rey de Sevilla, 320.
    ALMUGDAVIR, rey moro de Zaragoza, 93. AL-MUZAFFAR, señor de Lérida, 30.
    ALODIA, santa, 240.
    ALONSO DE ARAGÓN, conde de Ribagorza, 153. ALONSO DE ARHUELLO, arzobispo de Zaragoza, 235. ALONSO DE RUBIELOS, señor de Rubielos de Mora, 73.
    Alpuente, taifa, 196.
    Alquézar (H), 25, 26, 213, 240, 271.
    ALSHAMA, moro de Zaragoza, 191. Altabás, arrabal de Zaragoza, 35. AL-TAMIN, jefe almorávide, 54.
    ALVAR PÉREZ DE AZAGRA, señor de Daroca, 65. ALVAR SÁNCHEZ MUÑOZ, 173.
    ALVARADO, peregrino darocense, 216. AMAD DOLA, rey moro de Zaragoza, 198. Amán, peña, 111.
    Ambel (Z), 51.
    Amezcóa, 253.
    Amposta, 104.
    ANA, santa, 353.
    Andalucía, 59, 168, 320.
    Andorra (T), 308, 309, 318.
    Andorra la Vella, 308, 318.
    ANDRÉS MARTÍNEZ DE GOMBALTE, 177.
    Anento (H), 270.
    ANFORTAS, hijo de Titurel, 325. Aniñón (Z), 307.
    Antequera, 172.
    Antioquía, 68; batalla, 36, 37.
    ANTÓN GUILLEN, 90.
    ANTÓN DE LUNA, 171, 172.
    ANTONIO ARTAL, 162.
    Añavieja, laguna, 244. Apriz, castillo de Jaca, 18. Aquilué (H), 233.
    Aquitania, ducado, 239.
    Ara, río, 17, 267, 291, 342.
    Arabia, 2, 57.
    Aragón, río, 19, 101, 252.
    Aralar, monte, 96.
    Arán, valle, 298.
    Aranda, río, 337.
    Arándiga (Z), 337. Arba de Biel, río, 38.
    Arba de Luesia, río, 238.
    Arco: del Cid, en Calanda, 40.
    ARGENTINA, esposa del conde Garcí Fernández, 154. Arguedas, 209.
    Armas: Aguja de salmar, 72; alabarda, 139; alfanje, 13; almajaneque, 63; arco, 70,
    112, 185; armadura, 165; ballesta, 69, 70, 92; cortaplumas, 25; cuchillo, 72; escudo, 109; espada, 24, 109, 111, 139, 143, 144, 146, 165, 171; espada corta, 127;
    flecha, 97, 112, 185; lanza, 18, 24, 70, 102, 172; máquina, 175, 178; mazas, 35,
    140; puñal, 211, 276; saeta, 34, 95, 188; venablo, 103.
    ARMENGOL, conde, 31.
    ARMENTARIO, conde de Ribagorza, 16. ARNALDO, señor de Castro de Malavella, 182.
    ARTAL, conde y señor de Mequinenza, 149; hijo de Blasco de Alagón, conde de Sástago, 263.
    ARTAL DE ALAGÓN, señor de Gallur, 227.
    ARTAL DE MUR Y PUYMORCA, barón de Aínsa, 303. ARTURO, rey, 325.
    Arzobispo: Zaragoza: 169, 171, 308; Alonso de Arhuello, 235; García Fernández de Heredia, 172, 283; Lope Fernández de Luna, 310.
    Asia, 113.
    Atarés (H), 88, 251.
    Atea (Z), 15.
    Ateca (Z), 134.
    ATO GARCÉS, señor de Barbastro y alférez real, 100. ATÓN, obispo de Pallars, 23.
    Aurín, río, 254.
    AVA, condesa de Ribagorza, 154. Avignon, 147, 331, 359.
    Ayerbe (H), 150, 151, 194, 208.
    Ayerbe de Broto (H), 342. Aytona, 163.
    Azanuy (H), 338.
    AZNAR, conde, 18, 19, 21, 82, 254.
    AZNAR ATÓNEZ, 138.
    AZUCENA, hija de la gitana Estrella, 162.
    Babilonia: Baligante, emir de, 2. Badajoz, 42.
    Báguena (T), 65, 175, 176, 177, 178.
    Bailo (H), 324.
    BALANDRÁN, santo, 256.
    BALIGANTE, emir de Babilonia, 2. BANU HUD, familia, 59.
    BANU JALAFEL, walí de Alquézar, 25.
    Baños: árabes de Tarazona, 225. Barahona, 101.
    BÁRBARA, santa, 294.
    Barbastro (H), 23, 28, 29, 30, 31, 100, 164, 179, 245, 256, 271, 273, 274, 289, 291,
    292, 326.
    Barcelona, 122, 130, 146, 180, 257, 324, 351.
    Barcos: chalanas, 2; galeras, 2.
    Bardallur (Z), 59.
    BARIO, Nuestra Señora de, 3.
    Barón: de Escriche, 144; de Espés, 139; Artal de Mur y Puymorca, 303; Francisco de Ezpeleta, 216.
    Barrancohondo, foz del Guadalaviar, 246.
    Barrio: Alcañiz, Alcañiz Viejo, 60; Calanda, mozárabe, 61; Pina, morería o de la Parroquia, 250; Trasobares, mozárabe, 255; Zaragoza, mozárabe, 243; morería,
    235; Altabás, 35.
    BARTOLOMÉ, san, 294.
    Basarán (H), 342. BASCUEL DE CUTANDA, 179.
    Bastarás (HB), 203.
    Batalla: naval, 104; Aínsa, 17; Alarcos, 63, 155), Alcoraz, 34, 36, 37, 52; Antioquía,
    36, 37; Chío, 301; Cutanda, 54, 56, 58; Épila, 146; Fraga, 55, 63, 68, 99, 100, 104,
    110, 113; Graus, 94; Guadalete, 9; Jaca, 19; Maluenda, 56; Muret, 119; Navas de
    Tolosa, 137, 155, 274; Piedratajada, 33; Zalaca, 63.
    Batea, 68.
    Bea (T), 121.
    Bearn, 274, 320.
    BEATRIZ, de Daroca, 65.
    BEATRIZ DE LUNA, mujer de Blasco de Alagón, conde de Sástago, 263. Beceite (T), 68.
    Belchite (Z), 12, 56, 86.
    Belem (Portugal), 350.
    BELLA, nodriza de la reina Constanza, 180. Belmonte (Z), 6.
    Belsierre (H), 3.
    BELTRÁN, escudero, 21, 145. BELTRÁN GASCON, de Trasobares, 4. BEN AL-AFHIR, cronista, 105.
    BEN ALHAG, moro de Zaragoza, 198. BEN AWARRE, 13.
    BENCIO, obispo de Zaragoza, 8, 16, 93, 298.
    Benabarre (H), 292.
    Benasque (H), 52, 248, 265.
    BENEDICTO, monje de San Juan de la Peña, 252, 253. BENEDICTO [XIII], papa, 316, 331, 355, 356, 357, 358, 359.
    BENITO LARRAS, abad de Alaón, 327. Berbegal (H), 23.
    Berbería, 161.
    Berdejo (Z), 53. Berdún, canal de, 23.
    BERENGUER DE AZLOR, 183.
    BERENGUER DE ENTENZA, señor de Ricla, 228, 301. BERENGUER DE PERATALLADA, 129.
    Bergua (H), 342.
    BERNARDO, fray, 275; san —, fundador del Cister, 257; BERNARDO DE CABRERA, 146.
    BERNARDO DE RIBAGORZA, conde, 23; hijo del conde Ramón, 21, 23. BERNAT AGUILÓ, estafador, 287.
    Besináns (H), 279.
    Beso, fuente de Tarazona, 180. Bestué (H), 3.
    Betorz (H), 240.
    Bielsa (H), 191.
    Biescas (H), 242. Bigorra, conde de, 27. Bijuesca (Z), 53.
    Biscarrués (H), 33.
    BLANCA, reina de Navarra y esposa de Juan II de Aragón, 160; infanta aragonesa, 159. BLANCA DE ANJOU, esposa de Jaime II de Aragón, 130.
    BLANCA DE NAVARRA, reina y mujer de Juan II de Aragón, 163. BLAS, santo, 296.
    BLASCO DE ALAGÓN, 129; conde de Sástago, 147, 263. BLASCO GARCÉS DE MARCILLA, caballero, 70.
    BLASCO MAZA, señor de Gallur, 227. BLASCO PÉREZ, sacristán de Tarazona, 328. Blecua (H), 187.
    Boca del Infierno, 97. Bohemia, ducado, 239.
    Boltaña (H), 191, 241, 267.
    Bono (H), 298.
    Borau (H), 324.
    BORIBONIO, duque de Bohemia o Aquitania, 239. Borja (Z), 7, 51, 52, 106, 107, 195, 232, 258, 321, 347.
    Botaya (H), 81.
    Botín: 18, 64, 86, 92, 104.
    Brecha de Roldán, 111. BRIANDA DE LUNA, 169.
    Bruja: Kundrie, 325; de Trasmoz, 328.
    BUCAR, rey, 45.
    BUCHAR, sobrenombre de Texufín ben Alí ben Yusuf, 104. Bueña (T), 177.
    Buera (T), 25.
    Bujaraloz (Z), 336.
    Burbáguena (T), 125, 353.
    Burdeos, 129.
    BUVES DE COMARCIS, hijo de Aimerico de Narbona, 28.
    Cacabiello, castillo, 10.
    Cadeillán, 241.
    Cadrete (Z), 262.
    CAJAL, 108.
    Calahorra, 24.
    Calamocha (T), 125.
    Calanda (T), 11, 40, 61.
    Calasanz (H), 23.
    Calatayud (Z), 12, 56, 62, 145, 146, 174, 175, 177, 178, 215, 286, 309, 347, 349, 352.
    CALATRAVA, Orden, 68, 137.
    Calcena (Z), 324.
    CALILA, mora de Ricla, 228.
    Calle: Alquézar: San Gregorio, 213; Bujaraloz: Baja, 336; Daroca: Gragera, 219; Ejea:
    Mediavilla, 156; Ramón y Cajal, 156; Fayón: Arrabal, 335; Monzón: Traición, 44;
    Mosqueruela: Ricoshombres, 124; Zaragoza: Buenaire, 12; Sepulcro, 169.
    Camañas (T), 67.
    Camarero real, Pedro Martínez de Bolea, 349.
    Camarlengo real, de Fernando II, 133.
    Campana de Huesca, 109, 110, 111.
    Candespina, 102.
    Canigó, monte, 127.
    Cannes, 343.
    Cañarda, sierra, 199.
    Capella (H), 271, 299.
    Carabantes, 53.
    Carboneras, castillo, 87,
    Carcasona, 343.
    Cárcel: de Florencia, 357. Cariñena (Z), 146, 178, 316.
    CARLOMAGNO, 2, 21, 23, 111, 189.
    CARLOS, rey de los francos, 16; príncipe de Viana, 160, 162, 163.
    CARLOS DE ANJOU, 128, 129.
    CARLOS MARTEL, 343.
    CARLOS [III] DE NÁPOLES, 130.
    Cartuja: de Nuestra Señora de Fuentes, 263. Casasnovas, 87.
    Caspe (Z), 37, 131, 171, 172, 280, 283, 285, 288.
    Castejón de las Armas (Z), 134. Castejón de Valdejasa (Z), 209. Castellote (T), 199.
    Castelnou (T), 270.
    Castelserás (T), 296. Castiello de Jaca (H), 268.
    Castilla, 24, 45, 64, 91, 92, 94, 98, 99, 100, 101, 102, 103, 105, 131, 133, 135, 140, 143,
    146, 154, 171, 175, 177, 178, 209, 255, 273, 310, 349.
    Castillo: Abuán, 224; Aguilar de Alfambra, 66; Alacón, 196; Alagón, 50; Albarracín,
    143, 193; Albentosa, 123; Albero Alto, 165; Alcañiz, 60; Alcolea, 266; Alfajarín,
    169; Algás, 68; Alquézar, 25; de Antón de Luna, 171; Apriz, en Jaca, 18; Ayerbe,
    194; Báguena, 176, 177, 178; Barbastro, 28, 29; Batea, 68; Belmonte, 6; Bijuesca,
    53; Borja, 7, 52; Cacabiello, 10; Calatayud, 56; Carboneras, 86; Castejón de las
    Armas, 134; Castro de Malavella, 182; Panifico, en Cercito, 82; Peña, 126; Peñíscola, 316, 355, 356, 357, 358; Peralta de la Sal, 218; Pitilla, 126; Pomar, 116; Ricla, 225; Rueda de Jalón, 43; Sabiñán, 237; Santa María de Eruson, 82; Sástago, 147; Sora, 156; Sos, 184; Suelves, 84; Tamarite, 210; Tarazona, 180; Tierga, 62;
    Trasmoz, 51, 126, 195, 328; Trasobares, 4; Valtierra, 209; Villel, 72.
    Castro de Malavella, 182. CATALINA, endemoniada, 317.
    Cataluña, 135, 171, 266.
    Catarroja, 301.
    Catedral: Albarracín, 143; Barbastro, 289, 290; Barcelona, 122; Jaca, 43; Valencia,
    131, 307; San Salvador de Zaragoza, 132, 146, 172, 212, 235, 287, 316.
    Caulor, 59.
    Cazorla, tratado, 155.
    Cea, río, 64.
    Cella (T), 70, 192, 224, 330.
    Centenero (H), 10. CÉNTULO DE BEARN, 320.
    CÉNTULO DE BIGORRA, conde, 138.
    Cercito (H), 82, 254.
    Cerdeña, 353.
    Cervera de la Cañada (T), 297.
    CHAFAR AMAD BEN HUD, llamado Zafadola, 59. Chaves, cueva, 203.
    Chía (H), 248.
    Chinchín, puerta de Graus, 222. Chío (H), castillo, 301.
    Chipre, 130.
    Chistau (Vid. Gistaín).
    Ciezmo, monte de Tarazona, 249. Cillas (H), 342.
    Cimballa (Z), 309.
    Cinca, río, 3, 14, 17, 22, 31, 55, 64, 116, 122, 139, 191, 204, 262, 266, 271, 291, 340.
    Cinco Villas, 156.
    Cinegia, puerta de Zaragoza, 8. CIRIACO, obispo de Zaragoza, 319. CÍSTER, orden, 257.
    CLARA, muchacha de Tarazona, 180. Clarés, río, 20.
    CLARIÓN DE VAUDUNE, 28.
    CLEMENCIO, acólito de san Visorio, 241. CLEMENTE, papa, 331.
    Cóculo, monte, 252.
    Cofradía: Albentosa: Nuestra Señora de los Angeles, 123; Belchite, 86; Binaced, San Marcos, 87; Pedrola: Nuestra Señora de los Angeles, 168; Zaragoza: del Rosario, 275, 276.
    Colegiata: Ejea: San Salvador, 156; Mora de Rubielos, 280. Colliure, 355, 356.
    Comendador: Berenguer de Azlor, de Santiago, 183; de San Miguel de Foces, 213. Comminges, 274.
    Compromiso de Caspe: 131, 171, 288.
    Comunidad: Albarracín, 177; Calatayud, 177, 309; Daroca, 177, 307; Teruel, 124, 177.
    Concilio: 16; Constanza, 359; Pisa, 359.
    Conde: Armengol, 31; Artal, señor de Mequinenza, 149; Gómez de Candespina, 102; González Salvadórez, 43; Guillermo de Poitiers, 56; Lope de Luna, 146; Nuño Álvarez de Lara, 43; Ramón, 21; Waldo, hijo de don Rodrigo, 18; Alfambra: Rodrigo, 67; Aragón: Fortún Jiménez, 88, 239; García Aznar, 136; Atarés: 88; Barbastro: 245; Barcelona: Ramón Berenguer IV, 65, 257; Bigorra: 27; Céntulo, 138; Camañas: Rodrigo, 67; Castellano: Fernán González, 154; Garcí Fernández, 154; Sancho, 95; Castilla: García Ordóñez de Nájera, 35, 36; Gonzalvo, 36; Gutierre
    Fernández, 59; Rodrigo Martínez, 59; Entenza: Fernando, 164; Jaca: Aznar, 18,
    19, 21, 82, 254; Galindo, 21, 82, 254; Poitou: 106, 107; Provenza: Ramón, 119; Ribagorza: Alonso de Aragón, 153; Armentario, 16; Bernardo, 21; Ramón II, 154;
    Sancho, 92; Sástago: 260, 263; Urgell: 262, 283; Jaime, 171, 172.
    Condesa: de Urgell, 132; Ava, de Ribagorza, 154; Blanca de Navarra, de Ribagorza, 160; Garsenda de Ribagorza, 154; Hermenjart, 28; Maribel, hija de Fernando de Entenza, 164.
    CONRADINO, sobrino de Manfredo de Sicilia, 128, 129. CONRADO DE LLANZA, 129.
    Conserans, obispo de, 274. Constantinopla, 323, 351.
    Constanza, 359.
    CONSTANZA, reina de Aragón y mujer de Pedro III, 128, 180. Córdoba, 9, 12, 28, 29, 63, 154, 189.
    CORNELIO, hermano de santa Orosia, 239.
    Corporales: Aguaviva, 309, 312; Andorra, 308, 309; Aniñón, 307; Daroca, 146, 216,
    301, 312; Fraga, 309, 311; Montearagón, 309; San Juan de la Peña, 313.
    CORSOUT DE TABARIE, moro, 28.
    Cortes: Aragón, 336;
    Borja, 106, 107;
    Monzón, 106, 107;
    Teruel, 330;
    Zaragoza, 169.
    Cortillas (H), 342.
    Cretas (T), 68.
    CRISTINA, hija del Cid, 119.
    Crucelos, 332.
    Cuarte de Huerva (Z), 262.
    Cubel (Z), 80.
    Cuenca, 58, 196.
    Cueva: Biescas, 242; El Grado, 204; Rasal, 234; San Juan de la Peña, 251; San Vicente de Labuerda, 241; Yebra de Basa, 279; Chaves, en Bastarás, 203; Forato de la Mora, en Aquilué, 233; de la Mora, en Guadalaviar, 200.
    Cuevas de Cañart (T), 201. Cutanda (T), 54, 56, 58, 125.
    Dachera, puerto, 190.
    Daroca (Z), 9, 56, 57, 58, 65, 78, 79, 125, 146, 175, 176, 177, 178, 189, 216, 219, 229,
    287, 301, 306, 307, 312.
    Daymús, despoblado, 340.
    Despoblados: Alcalá, cerca de Pina, 250; Daymús, 340; El Castellar, 100, 102, 162, 209;
    Lascasas de Sevil, 332; Niablas, 342; Novillas, 5; Saz, 15; Torrenublos, 41; Villa,
    333.
    DIEGO, escudero, 145.
    Diócesis: Lérida, 262; Zaragoza, 298.
    DIONÍS, rey de Portugal, 180, 350.
    DOMINGA LÓPEZ, mujer de Vicente Belbís, 78. DOMINGO: santo, 275, 276, 277, 300, 302; beato, 279. DOMINGO DE LA FIGUERA, mercader, 129.
    DOMINGUITO DE VAL, 212.
    DONATO, abad de San Pedro de Tabernas, 16.
    Ducado: Bohemia o Aquitania, Boribonio y Ludemila, 239; Híjar, 157; Villahermosa, Alonso de Aragón, 153.
    Ebro, río, 2, 3, 4, 5, 9, 12, 13, 20, 24, 32, 33, 39, 42, 46, 47, 50, 54, 56, 81, 94, 95, 99,
    102, 104, 132, 147, 156, 169, 172, 189, 190, 209, 212, 218, 227, 243, 255, 259, 260,
    264, 269, 305, 314, 319, 341, 344, 348.
    Echo (H), 97, 112, 190, 254.
    EDUARDO, rey de Inglaterra, 129.
    Ejea de los Caballeros (Z), 27, 46, 98, 156, 277. Exea.
    El Burgo de Ebro (Z), 243, 341.
    El Castellar, hoy despoblado, 100, 102, 162, 209; monte de Mora de Rubielos, 74.
    El Frasno (Z), 133.
    El Grado (H), 204. El Pilaret, 340.
    ELENA, santa, 242.
    ELISENDA DE MONCADA, mujer de Jaime II de Aragón, 130. ELOÍSA, hija del rey de Chipre, 130.
    ELVIRA, 181; mujer de Alfonso de Barbastro, 179.
    Endemoniada: Aínsa, 291; Piedra, 281; Soria, Catalina, 317.
    Enfermedades: cólera, Villa, 333; dolor de genitales, Pedro I, 96; lepra, Fayón, 335; mal de amores, 343; migraña, 343; peste, Azanuy, 338; Bujaraloz, 336; Lascasas de Sevil,
    332; Niablas, 342; Peñarroya de Tastavíns, 339; Vallibona, 339; Villa, 333; quebradura, 318; reumatismo, 343.
    ENRIQUE [III] EL DOLIENTE, rey de Castilla, 161.
    Épila (Z), 146.
    Ermita: 47, 80, 85, 96, 116, 119, 122, 131, 166, 229, 242, 247, 257, 262, 263, 269, 275,
    300, 304, 340.
    Escalas, paso, 327.
    Escartín (H), 342.
    Escatrón (Z), 147, 264.
    Esclavo: 71, 72; aragonés en Jerusalén, 352; Gracia, cristiana, 76; Teófilo, cristiano de
    Zaragoza, 198.
    Escó (Z), 126.
    Escondilla, 72.
    Escriche (T), 144.
    Escudo: Aragón, 17, 22; Justicia de Aragón, 331; los Aysa, 137; los Isarre, 26; Alcorisa, 69; Caspe, 37; Jaca, 19; Maella, 148; Monzón, 44.
    Escultor: peregrino, 266, 267; de Zaragoza, 300; de Jaime I, 122.
    Esera, río, 22, 248, 290, 315.
    Espada: de Jaime I, 118; de don Lope Juan, 108; «Durandel», de Roldán, 344; «Preclara», del conde Bernardo, 21; «Tizona», del Cid y Jaime I, 119; «San Martín», de Jaime I, 119; «Villardell», de Jaime I, 119, 120.
    ESPARZA, 141.
    ESPÉS, barón de, 139.
    ESTEBAN, obispo de Huesca, 271, 272, 273, 299. ESTEFANÍA, reina de Pamplona, 94.
    Estercuel (T), monasterio, 261. ESTHER, judía de Alquézar, 213. ESTRELLA, gitana, 162.
    Europa, 325, 331. EUROSIA (Vid. OROSIA).
    EVANCIO, monje pinatense, 320. Extremadura, 59.
    Fabara (Z), 152.
    FACUNDO, mártir, 64. Falsificador: de moneda, 328. Fantova (H), 279.
    FÁTIMA, señora musulmana de Mora, 73. Fayón (Z), 68, 335.
    FELIPA DE LA CASA, 292. FELIPE [III] DE ANJOU, 161. FÉLIX, santo, 252, 253, 313.
    FERNANDO, infante, 146; hermano de Pedro II de Aragón, 126; conde de Entenza, 164.
    FERNANDO [I], rey de Aragón, 131, 132, 171, 172, 283, 288, 355, 356, 358; rey de Castilla, 24, 91, 92.
    FERNANDO [II], rey de Aragón, 133, 134, 135, 153, 209, 263, 314.
    FERNÁN GONZÁLEZ, conde de Castilla, 154. FERRER DE LANZA, justicia de Aragón, 311. FERRIZ, 108.
    FIRMINIANO, acólito de san Visorio, 241.
    FLOR, amante de Arnaldo, señor de Castro de Malavella, 182. Florencia, 357.
    FLORINDA, la Caba, 1.
    Flumen, río, 111, 344.
    Forato de la Mora, cueva de Aquilué, 233. FORTÚN, 139; Maza, 35; obispo de Jaca, 88. FORTÚN DE GARDE, 90.
    FORTÚN JIMÉNEZ, conde de Aragón, 88, 239. FORTUÚN DE LIZANA (Vid. Fortún de la Maza).
    FORTUÑO FERNÁNDEZ DE HEREDIA, señor de Godojos, 353. FORTUÑO DE VIZCARRA, 13.
    Foz: de Barrancohondo, en el río Guadalaviar, 246.
    Fraga (H), 31, 55, 63, 64, 68, 99, 100, 104, 110, 113, 266, 309, 311, 340.
    Francia, 1, 2, 28, 107, 128, 129, 154, 191, 239, 257, 268, 274, 298, 303, 331, 344, 349.
    FRANCISCO DE EZPELETA, barón de Daroca, 216. FRANCISCO DE VILLANUEVA, juez de Teruel, 330.
    Frías (T), 193.
    Fuenclara, monasterio, 262.
    Fuente: Barbastro, 30; Beso (Tarazona), 180; de la Bóveda (Sos), 184; Cella, 224;
    Mentirosa (Frías), 193; Monzón, 118; Rasal, 208; Saso (Monzón), 119, 122; San
    Juan (Tarazona), 244.
    Fuentes de Ebro (Z), 12, 341. Fuentes de Jiloca (Z), 174.
    Fuero: del Reino, 136; Pamplona, 141; Sobrarbe, 326; Teruel, 71, 178, 330.
    Gaeta, 314.
    Galias, 2, 103, 343.
    GALIANO GALINAS, cristiano de Chía, 248.
    GALINDO, conde, 21, 82, 254; hermano de García Aznárez, 138.
    Gállego, río, 10, 194, 269, 274.
    Gallipienzo, 126.
    Gallocanta (Z), 58.
    Gallur (Z), 42, 126, 226, 227.
    GARCÍA, monje pinatense, 320; abad de Leire, 108; obispo de Zaragoza, 171.
    GARCÍA [III], rey de Pamplona, 91, 92, 93, 94, 108.
    GARCÍA AZNAR, de Trasobares, 4.
    GARCÍA AZNÁREZ, señor de Latrás, 138; señor del valle de Tena, 320. GARCÍ FERNÁNDEZ, conde castellano, 154.
    GARCÍA FERNÁNDEZ DE HEREDIA, arzobispo de Zaragoza, 172, 283.
    GARCÍA ÍÑIGUEZ, rey de Pamplona, 89, 90; rey de Sobrarbe, 19.
    GARCÍA JIMÉNEZ, rey de Sobrarbe, 17, 253.
    GARCI NÚÑEZ, señor de Cella, 224.
    GARCÍA ORDÓÑEZ DE NÁJERA, conde de Castilla, 35, 36. GARCÍ PÉREZ, escudero, 145.
    GARCÍA SÁNCHEZ [II], rey de Pamplona, 88.
    GARSENDA, esposa del conde Ramón II de Ribagorza, 154. Gas, río, 19.
    Gascuña, 27, 35.
    GASTÓN DE AYERBE, abad del monasterio de Rueda, 147. GASTÓN DE ESPES, 27.
    Gavarnié, 344.
    Gelsa (Z), 250.
    Génova, 331.
    Germania, 2.
    Gerona, 130.
    Gibraltar, 1, 4, 7.
    GIL, santo, 295; hermano de Pelegrín de Atrosillo, 165. GIL DE ATROSILLO, señor de Estercuel, 261.
    GINÉS, santo, 295.
    GINFAR AMAD, rey de Rueda de Jalón, 43. GIOMAIL BEN ZEYAN, moro de Valencia, 78. GISBERTA, esposa de Fortuño de Vizcarra, 13. Gistaín (H), 90, 191, 202.
    GLAFAR, rey moro de Rueda de Jalón, 43. Godojos (Z), 353.
    GÓMEZ DE CANDESPINA, conde, 102. GONZÁLEZ SALVADÓREZ, conde, 43.
    GONZALO GARCÍA, mayordomo del infante Jaime, 329. GONZALVO, conde de Castilla, 36.
    GRACIA, esclava cristiana, 76.
    Gran maestre: Juan Fernández de Heredia, de la Orden de Malta, 354. Granada, 134, 168.
    Graus (H), 94, 221, 222, 271, 290, 291, 292, 315.
    GREGORIO, santo, 269; beato, 279; papa, 319.
    GREGORIO [VII], papa, 319, 320. GREGORIO [XII], papa, 359.
    Grial: 307, 324, 325.
    Griegos (T), 188, 220.
    Gruta del Gato, en Monreal, 197.
    Guadalaviar, río, 72, 143, 159, 192, 200, 224, 246.
    Guadalope, río, 296.
    Guara, sierra, 111, 191.
    Guarrinza, valle, 190.
    Guaso (H), 19.
    GUILEIN, hijo de Buvés de Comarcís, 28.
    GUILLÉN DE MONTRODÓ, maestre del Temple, 119.
    GUILLERMO, abad de Samper del Salz, 322; obispo de Pamplona, 48.
    GUILLERMO DE POITIERS, conde, 56.
    GUIRART, hijo de Buvés de Comarcís, 28. Gurrea (H), 34.
    GUTIERRE FERNÁNDEZ, conde, 59.
    GUZMÁN, cristiano de Ricla, 228. GUZMÁN EL BUENO, 177.
    HERMENJART, condesa, 28.
    HERNANDO, conde del castillo de Abuán, 224.
    HERNANDO DÍEZ DE AUX, caballero de Daroca, 79. HERNANDO SÁNCHEZ, de Trasobares, 4.
    Híjar (T), 12, 157.
    Horca, cerro, en Villel, 72.
    Horno: Villel, 72. Horta de San Juan, 68
    Hospedería: Boltaña, 267; Castiello de Jaca, 268. Hospital: Boltaña, 267; Lascasas de Sevil, 332. HOSPITAL, Orden, 87.
    Huecha, río, 347.
    Huerva, río, 262, 305.
    Huesca, 8, 30, 34, 35, 36, 37, 38, 39, 91, 93, 95, 104, 107, 109, 110, 140, 146, 165, 191,
    208, 232, 233, 240, 271, 274, 293, 299, 304, 323.
    HUGO DE LUSIGNAN, rey de Chipre, 130. HURTADO, renegado cristiano, 78.
    Ibieca (H), 214.
    Ibiza, 77.
    IBN ABDALA, gobernador de Zaragoza, 189.
    Iglesia: Alcolea: San Juan Bautista, 266; Andorra: Santa María Magdalena, 308; San Julián, 318; Ayerbe: San Pedro, 150; Burbáguena: parroquial, 353; Daroca: San Marcos, 301; Santa María la Mayor, 125; Ejea: Santa María, 156; Escatrón: San Javier, 264; Graus: San Miguel, 315; Loarre: mozárabe, 1; Montalbán: parroquial, 183; Munébrega: parroquial, 282; Teruel: San Martín, 205; San Salvador, 205; Santa María, 329; Zaragoza: San Gil, 212; San Miguel de los Navarros, 243, 341; Santa María la Mayor, 8, 12, 198, 269.
    Illueca (Z), 316.
    INDALECIO, san, 253, 313, 320.
    Inglaterra, rey, 129.
    INOCENCIO [III], papa, 114, 119.
    Inogés (Z), 352.
    ÍÑIGO, san, 215.
    ÍÑIGO ARISTA, rey de Pamplona y Sobrarbe, 22, 90.
    ÍÑIGO DE AXUAR, 108.
    ÍÑIGO FORTUÑONES, 142.
    ÍÑIGO ZAIDÍN, alférez y amigo de Jaime I, 77.
    Inquisidor: Pedro de Arbués, 294.
    ISABEL, doncella de Borja, convertida en Zaida, 52. ISABEL LA CATÓLICA, reina, 133, 153.
    ISABEL DE PORTUGAL, infanta aragonesa, mujer de Dionís de Portugal, 180, 350.
    ISABEL SEGURA, amante de Teruel, 167.
    ISABEL DE URREA, 146.
    Isábena, río, 21, 290, 315.
    ISARRE, hermanos, 26.
    Isuela, río (del Moncayo), 62, 257, 337; (del Pirineo), 344.
    Italia, 161.
    Jaca (H), 18, 19, 21, 23, 108, 138, 239, 251, 255, 313, 320, 324. JAHY BEN JALDUN, alfaquí, 58.
    JAIME, conde de Urgell, 171, 172; hijo de Jaime II, 329; san, 41.
    JAIME [I], rey de Aragón, 75, 76, 77, 78, 79, 86, 115, 116, 117, 118, 119, 120, 121, 122,
    123, 124, 125, 126, 157, 158, 165, 301, 321, 322, 328.
    JAIME [II], rey de Aragón, 130, 329.
    JAIME DE BOLEA, 183.
    JAIME DÍEZ DE AUX, caballero de Daroca, 57. JAIME PÉREZ EL MENOR, juez de Teruel, 329.
    JAIME DE URGELL, 132.
    Jalón, río, 43, 50, 56, 75, 134, 174, 215.
    Jérica, 197, 301.
    Jerusalén, 130, 352.
    Jiloca, río, 58, 174, 175, 197, 215, 306.
    JIMENA, esposa del Cid, 24.
    JIMENO, abad de San Juan de la Peña, 88.
    JIMENO GARCÉS, 142.
    JIMENO DE RADA, tenente, 126.
    JORGE, san, 34, 36, 37, 41, 52, 338.
    JOSÉ DE ARIMATEA, 324.
    JUAN, san, 269; Fray, 78; herrero, 211; habitante de Escatrón, 264; rey de Navarra, 314; rey de Portugal, 314.
    JUAN [II], rey de Aragón, 133, 153, 160, 162, 163, 186, 307.
    JUAN ALBIR, habitante de Magallón, 166.
    JUAN DE ARAGÓN, infante de Aragón, luego Juan II, 160. JUAN DE ATARÉS, eremita, 251, 252, 253.
    JUAN BAUTISTA, san, 251, 252, 266.
    JUAN FERNÁNDEZ DE HEREDIA, Gran maestre de la Orden de Malta, 354.
    JUAN LER, anacoreta, 260.
    JUAN DE LUNA, sobrino de Benedicto XIII, 316; el Jaque, de Daroca, 9.
    JUAN MARTÍNEZ DE MARCILLA, 173; amante de Teruel, 167.
    JUAN MIGUEL, pastor de Tena, 186.
    JUAN MORENO, caballero de Daroca, 79.
    JUAN DE LA PIEDAD, habitante de El Frasno, 133.
    JUAN DE PRÓCIDA, caballero siciliano, 128.
    JUAN RODRÍGUEZ DE SALAMANCA, compromisario, 171. JUAN XIMÉNEZ CERDÁN, justicia de Aragón.
    JUANA, reina de Nápoles, 161.
    JUANA ENRÍQUEZ, esposa de Juan II de Aragón, 133, 163.
    Judíos: aragoneses, 284, 308; darocenses, 58; Barbastro, 31, 245, 289; Calatayud, 215;
    Ibieca, 214; Lérida, 210; Munébrega, 282, Peñalba, 283; Tamarite, 210; Teruel,
    285; Trasmoz, 211; Zaragoza, 132, 212, 217; Albayaceto, de Zaragoza, 212; Esther, de Alquézar, 213; Leví, de Alquézar, 213; Manasés, de Daroca, 216.
    Juegos: ajedrez, 126; dados, 126; pelota, 150.
    Juez: Alquézar, musulmán, 240; Bujaraloz, 336; Huesca, Zumail, 240; Jaca, Abenlupo, 239; Peñarroya de Tastavíns, 339; Teruel, 173, 178; Francisco de Villanueva, 330; Ibáñez Domingo Mortón, 71; Jaime Pérez el Menor, 329; Martín de Orihuela, 330.
    Juglar, 179, 345.
    JULIÁN, conde visigodo, 1. Juslibol (Z), 209, 269.
    Justa: Burdeos, 129; Peralta, 39; Soria, 101.
    Justicia: Ferrer de Lanza, de Aragón, 311, 326; Juan Ximénez Cerdán, de Aragón, 331.
    JUSTINA, pastora de Tarazona, 244. KUNDRIE, bruja, 325.
    La Almunia de Doña Godina (Z), 172, 223. La Codoñera (T), 296.
    La Fresneda (T), 185.
    La Ginebrosa (T), 312.
    La Iglesuela del Cid (T), 41. Labuerda (H), 241.
    Lagueruela (T), 121.
    Lanaja (H), 55, 263.
    Langa (Z), 229.
    Lagres (Francia), 343.
    Las Arcas, puerto de montaña, 139. Las Facenas, 87.
    Las Tiesas, 137.
    Lascasas de Sevil, despoblado, 332. Laspuña (H), 3.
    Lastra, monte, 145.
    Latrás (H), 138.
    LEANDRO, san, obispo de Sevilla, 319. Leciñena (Z), 166, 321.
    Lecumberri (Navarra), 90.
    Leire, monasterio, 108.
    León, 64, 102, 179.
    LEÓN ISAURIO, emperador de Constantinopla, 351. LEONOR SESÉ DE URREA, 162.
    Lérida, 63, 93, 99, 163, 210, 262, 266; Al-Muzaffar, señor de, 30. Lerins, isla de Francia, 343.
    Levantamiento: campesino de Maella, 148. LEVÍ, judío de Alquézar, 213.
    LICER, san, 269, 274.
    Lizana, 165.
    LIZANA, noble, 111.
    Lledó (T), 68.
    Loarre (H), 1, 194.
    Lobera de Onsella (Z), 277.
    LOBO, en realidad Muhammad ben Mardanis, rey, 45, 231. LOPE DE ALBERO, señor de Alcorisa, 165.
    LOPE ARTAL DE AZLOR, noble, 162.
    LOPE FERNÁNDEZ DE LUNA, arzobispo de Zaragoza, 310. LOPE JUAN, espada de don, 108.
    LOPE XIMÉNEZ DE URREA, 169.
    LÓPEZ DE GURREA, hermanos, 34.
    LOPE DE LUNA, el «caballero de la espuela», primer conde de Luna, 146. LORENZO, san, 324, 325.
    LUDEMILA, duquesa de Bohemia o Aquitania, 239. Luesia (Z), 238.
    LUIS CORNEL, 169.
    LUIS DE FRANCIA, santo y rey de Francia, 28, 128. Luna (Z), 38.
    Lupiñén (H), 295.
    MACARIO, SAN, 318.
    Maella (Z), 148, 284.
    Maestrazgo, 40, 41.
    Maestre: Guillén de Montrodó, del Temple, 119. Magallón (Z), 78, 166, 321.
    Maladeta, Pico, 252, 298.
    Malanquilla (Z), 53.
    Maleján (Z), 347.
    Mallén (Z), 5, 163.
    Mallo, castillo, junto a Mosqueruela, 76. Mallorca, 77, 261.
    Malta, isla y orden, 354. Maluenda (Z), 56, 174.
    MANFREDO, trovador, 213; rey de Sicilia, 128, 129; paje de la reina Constanza, 180. Manises, 301.
    MANRIQUE DE LARA, trovador, 162.
    MARCELO, monje de San Juan de la Peña, 252, 253. MARCOS, cofradía, 87.
    Marcuello (H), 194.
    MARÍA, joven de Alquézar, 25; cristiana de Daroca, 219; nombre cristiano de Zulima, 222; reina y esposa de Pedro II, 115; reina y esposa de Alfonso V, 161, 311.
    MARÍA BAYOD, hija natural de Jaime I, 157.
    MARÍA DE LUSIGNAN, hija del rey de Chipre y esposa de Jaime II, 130.
    MARÍA PÉREZ, la Varona, 101.
    MARIBEL, condesita, hija de Fernando de Entenza, 164. MARIETA, Zaida de mora, 221.
    Marqués: de Ayerbe, 150, 151;
    Marqués de Suelves, 84.
    Martín, río, 85, 157.
    Mártires: de Zaragoza, 198; Orosia, 239;
    San Pedro de Arbués, 314. MARSILIO, walí de Zaragoza, 2, 20.
    MARTÍN, santo, 254; hijo de Fortuño de Vizcarra, 13; obispo de Albarracín, 143.
    MARTÍN [I], rey de Aragón, 171, 172, 215, 280, 309, 324.
    MARTÍN [V], papa, 359.
    MARTÍN DE ALPARTIR, cronista, 316.
    MARTÍN DE AYSA, 137.
    MARTÍN GONZÁLEZ, caballero aragonés, 24.
    MARTÍN MARTÍNEZ DE GOMBALTE, 177.
    MARTÍN DE ORIHUELA, juez de Teruel, 330.
    MARTÍN PÉREZ, señor de Escondilla y de Villel, 72.
    MARTÍN PÉREZ DE LUNA, noble aragonés, 125.
    MARTÍN PÉREZ DE VILLEL, señor de Ricla, 228.
    MARTÍN DE RAVANERA, 65.
    MARTÍN VISAGRA, vecino de Daroca, 306.
    MARTINA, pastora de Acumuer, 186; prometida de Hernando Díez de Aux, 79.
    MARTINA PÉREZ DE LOZANO, fundadora de la cofradía de San Marcos, en Binaced, 87.
    Mas de Ferrer (H), 292.
    Mas de la Pudiola, 292.
    Matamoros, barranco, 20.
    Matarraña, río, 68, 148.
    MATEO MARTÍNEZ, mosén darocense, 301.
    MATILDE, prometida de Juan de Luna, 9.
    Mayordomo: Gonzalo García, del infante Jaime, 239. Mediano (H), 14.
    Medicinas: brebajes, 343; conjuros, 117; hierbas, 117; medicinas de san Caprasio, 343; músicas, 117; pócima, 67; quitamiedos de Robres, 346; sopas de ajo, 117.
    MELEK, hijo del walí de Albarracín, 224.
    MELILAH, princesa mora, 57.
    MENCIA, mujer de Arnaldo, señor de Castro de Malavella, 182. Mequinenza (Z), 149.
    Mercado: Bujaraloz, 336; Valencia, 71; Zaragoza, 172.
    METODIO, santo, 239.
    Mezquita: Daroca, 219.
    Midi, 269.
    MIGUEL, arcángel san, 48, 74, 310, 334.
    MIGUEL DE BERNABÉ, alcaide de Báguena, 175, 176, 177, 178. MIGUEL IN EXCELSIS, santo, 96.
    MIGUEL PÉREZ ZAPATA, señor de Cuarte, Cadrete y Purroy, 262. Milagro, 209.
    Mirabayo, paradero, en Híjar, 157. Miralsot (H), 340.
    MOHAMAD, moro turolense, 205.
    MOHAMED ALTABILL, rey moro de Zaragoza, 191. Molina de Aragón, 58, 145, 196.
    Molino: Albentosa (de Arriba), 123; Villel, 72. Momagastre, castillo, 32.
    Mombrún, 87.
    Monasterio: Alaón, 327; Fuenclara, 262; Leire, 108; Montearagón, 99, 169, 309, 323;
    Montserrat, 351; Piedra, 145, 182, 281, 309, 317; Predicadores, de Zaragoza, 275;
    Rueda, 147, 264; Samper del Salz, 322; San Juan de la Peña, 17, 19, 81, 88, 93,
    104, 136, 251, 252, 253, 313, 320, 324, 325; San Martín de Cercito, 82, 254; San
    Pedro de Siresa, 82, 97, 207, 254, 255, 257, 319, 324; San Pedro de Tabernas, 16,
    90, 324; San Ponce de Tomeras, 107, 110; Santa Cruz, 90; Santa Fe, 262; Santa
    María de Obarra, 21, 23, 139; Selvamayor, 27; Sigena, 155, 259; Trasobares, 255,
    257; Trinitarios, de Daroca, 306; Veruela, 169, 211, 258.
    Moncayo, 62, 195, 211, 244, 257, 258, 324.
    Monedas: aragonesa, 328; mazmudinas, 126; morabetinos, 126, 209; morabetinos aiars, 126; morabetinos alfonsinos, 126; morabetinos lupinos, 126; siclos de plata, 88.
    Monegros, 55, 155, 259, 263, 283.
    Monreal del Campo (T), 65, 197, 230.
    Montalbán (T), 170, 173, 183. Monte Mayor (antigua Luna), 38. Monte Perdido, pico, 77.
    Montearagón, monasterio, 99, 169, 309, 323.
    Monteros: reales, 97.
    Monterroso, 103.
    Monler, santuario, 260.
    Monsalvat (Vid. San Juan de la Peña). Montpellier, 115, 301.
    Monzalbarba (Z), 166, 305.
    Monzón (H), 39, 44, 77, 83, 106, 107, 116, 118, 119, 122, 126.
    Mora: 65; de Albarracín, 220; de la Basa, 202; Bastarás, 203; Borja, 232; Gallur, 226;
    Guadalaviar, 200; Guarrinza, 190; Luesia, 238; Rasal, 208, 234; Sabiñán, 237; Sallaón, 204; Saravillo, 206; Sena, 236; Siresa, 207; Tarazona, 225; Aixa, de Albarracín, 193; Aixa, de Aquilué, 233; Calila, de Ricla, 228; Fátima, de Mora, 73; Serena Alma, de Gallur, 227; Zaida, de Cella, 192; Zoraida, de Teruel, 205.
    Mora de Rubielos (T), 73, 74, 280.
    Morata (Z), 174.
    Morella, 100, 132, 163, 261.
    Morería de: Pina, 250; Zaragoza, 47, 49, 235.
    Morilla de Ilche (H), 256. Mosqueruela (T), 76, 124.
    Mozárabes: 13, 15, 20, 42, 60, 61, 137, 152; Cretas, 68; Daroca, 219; Huesca, 240; La
    Almunia, 223; Loarre, 1; Peralta de la Sal, 218; Tamarite, 210; Tarazona, 244;
    Trasobares, 255, 257; Zaragoza, 243, 305, 341; Pedro Cardona, valenciano, 78.
    Mudéjares: 49, 194, 205, 208, 230; Borja, 232; Langa, 229; Pina, 250; Tamarite, 210;
    Zaragoza, 235; Ainés, turiasonense, 249; alcaide de Graus, 221; Tocón, 229.
    MUDIELOS, hermanos, 34. Muela, en Teruel, 70.
    Muela de San Juan, 188, 200.
    MUHAMMAD BEN MARDANIS, llamado rey Lobo, 231. MUHAMMAD BEN MAXIN, de Zaragoza, 12.
    MULEY TAREC, gobernador moro de Valencia, 347. Munébrega (Z), 282, 354.
    Muniesa (T), 247.
    Muralla: Alagón, 50; Aguilar de Alfambra, 66; Albarracín, 193; Báguena, 175, 176;
    Bijuesca, 53; Bueña, 177; Calatayud, 215; Constantinopla, 351; Daroca, 58, 146,
    175, 189; Ejea, 156; Fraga, 63; Fuentes de Jiloca, 174; Huesca, 34, 95, 140; Lizana, 165; Mora de Rubielos, 74; Muela de San Juan, 188; Pomar, 116; Teruel, 178;
    Valencia, 79; Zaragoza, 47, 48, 56, 172, 300, 305.
    Murcia, 59, 63, 64, 231.
    Murero (Z), 15.
    Muret, batalla, 119.
    MURID OMED, moro de Daroca, 57.
    Música: flauta, 67; tamboril, 161; trompeta, 161. MUSTAFA, alcaide moro de Monreal, 230.
    MUZA, 8, 10, 18, 189.
    Nájera, corte de, 91.
    Nápoles, 130, 160, 161, 314, 349.
    Narbona, 343; obispo de, 79; Aimerico de, 28.
    Navarra, 19, 51, 90, 126, 163, 177, 186, 314.
    Navas de Tolosa, batalla, 137, 155, 274.
    Niablas, despoblado, 342.
    Nimes (Francia), 343. Noguera Ribagorzana, río, 21. Nonaspe (Z), 68, 142.
    Novillas (Z), 5.
    Nuestra Señora: Alegría: Barcelona, 122; Monzón, 122; Aliaga: Muniesa, 247; Ángeles:
    Albentosa, 123; Cubel, 80; Pedrola, 168; Zaragoza, 351; Antigua: Monzalbarba,
    305; Bario: Bestué, 3;
    Blanca: Piedra, 317;
    Cantal: Oliete, 85; Capítulo: Trasobares,
    255, 257; Castillo: Alagón, 50; Aniñón, 307; Belmonte, 6; Bijuesca, 53; Cerro: Castejón de las Armas, 134; Cigüela: Torralba, 20; Encontrada: Chía, 248; Fuente: Peñarroya de Tastavíns, 339; Fuentes: Lanaja, 263; Guía del Guerrero: Cubel, 80; Huerta: Arándiga, 337; Huesca, 304; Magallón, 166, 321; Humillada: Calanda, 61; Jerusalén: Inogés, 352; Linares: Benabarre, 292; Magallón: Leciñena, 166; Mar: Munébrega, 354; Mártires: Atea, 15; Mayor: Zaragoza, 8, 12, 166, 198, 269; Milagro: Zaragoza, 300; Miramonte: Biscarrués, 33; Monler: Sástago, 260; Mora: Peralta de la Sal, 32; 218; Nieves: Bujaraloz, 336; Oliva: Ejea, 46; Olivar: Estercuel, 261;
    Zaragoza, 275, 300; Palacios: La Almunia, 223; Peña: Aguilar de Alfambra, 66; Pilar: Zaragoza, 61, 135, 153, 160; Portillo: Zaragoza, 47, 166; Pueyo: Barbastro, 256;
    Ríos: Rasal, 208; Rosario: Zaragoza, 276; Sagrada: Monzalbarba, 166, 305; Salas:
    Huesca, 232, 304; Silla: Lagueruela, 121; Tocón: Langa, 229; Veruela: Veruela, 258;
    Victoria: Jaca, 19; Villarroya: Villarroya, 310; Zaragoza la Vieja: El Burgo, 243, 341.
    NUNILO, santa, 240.
    NUÑO ÁLVAREZ DE LARA, conde, 43.
    OBAIDALA, señor moro de Alacón, 196.
    Obispo: Acisclo, 239; Albarracín: Martín, 143; Barbastro: Ramón, 271, 272, 273, 299;
    Conserans: Licer, 274; Huesca: Esteban, 271, 272, 273, 299; Jaca: Fortún, 88; Narbona, 79; Pallars: Atón, 23; Pamplona: Guillermo, 48; Ribagorza: 16; Sevilla: san
    Leandro, 319; Zaragoza: 93, 125; Bencio, 8, 16, 93, 298; Ciriaco, 319; García, 171;
    Paterno, 93.
    Oliete (T), 85.
    Olite (Navarra), 160.
    Olsón, sierra, 13.
    OMAR, alarife turolense, 205.
    OMAR BEN AHMED, jerife, 58.
    Onda, 39.
    Ontiñena (H), 344.
    Orden: Órdenes Militares, 152, 199; Banda, 160; Calatrava, 68, 137; Císter, 257, 258,
    281, 322; Dominicos, 309; Franciscanos, 98, 309, 351; Hospital o San Juan, 68,
    87, 155, 213, 259; Jarra, 161; Malta, 354; Montesa, 359; Predicadores, 275, 279,
    287, 293, 300; 315; San Agustín, 310; Santiago, 183; Temple, 65, 77, 118, 119,
    122, 227, 259; Trinitarios, 306.
    ORDERIC VITAL, cronista, 104. Ordesa, valle, 344.
    Oroel, monte, 19.
    OROSIA o EUROSIA, santa, hija de los reyes de Bohemia o Aquitania, 239. Ortilla (H), 295.
    Otal (H), 342.
    Oto (H), 342.
    OTO DE POITIERS, emir, 21.
    Oza, selva, 112.
    PALACÍN, señor de Gallur, 227.
    Palacio: Real de: Nájera, 91; Pamplona, 89; Zaragoza, 348; Albarracín, 193, 196; Daroca, 219; Lanaja, 55; Olite, 160; árabe de Zaragoza, 198; la Aljafería, 12, 43, 93,
    161, 246, 324, 350; la Alhambra, 134; la Zuda, 12; de Almanzor, en La Almunia, 223; de doña Urraca, en Soria, 100, 102; de Urriés, de los marqueses de Ayerbe, 150, 151; duque de Híjar, 157; conde de Ribagorza, en Zaragoza, 153; de Jaime I, en Mosqueruela, 124.
    Palermo, 128.
    Pallars, Atón, obispo de, 23. Palomera, sierra, 67.
    Pamplona, 19, 89, 90, 92, 94, 95, 108, 141.
    Panifico, castillo de Cercito, 82.
    Panillo, sierra, 22.
    Pano, sierra, 22, 81, 251.
    PANTALEÓN, santo, 269.
    Papa: Alejandro V, 359; Benedicto XIII, 316, 331, 355, 356, 357, 358, 359; Clemente,
    331; san Gregorio VII, 319, 320; Gregorio XII, 359; Inocencio III, 114, 119; Martín V, 359; san Sixto, 324. Paracuellos de Jiloca (Z), 174.
    Paradero o parque: de Mirabayo, en Híjar, 157. París, 23, 28, 257.
    Parroquia, barrio de Pina, antigua morería, 250. PARSIFAL, 325.
    Pastor: 33, 302; de El Burgo, 243; Fuentes de Ebro, 341; Lobera, 277; Luesia, 238; la
    Maladeta, 298; Sigena, 259, Yebra de Basa, 239; san Balandrán, 256; san Visorio,
    241; Justina, de Zaragoza, 244; Pedro Novés, 261.
    PATERNO, abad de San Juan de la Peña y obispo de Zaragoza, 93.
    Patrón: San Bartolomé (Tosos), 294; san Blas (Torrecilla de Alcañiz), 296; san Caprasio (Alcubierre), 343; san Gil (Ortilla), 295; san Ginés (Lupiñén), 295; san Macario (Andorra), 318; san Pedro Arbués (Aguilón), 294; san Sebastián (Fayón), 335; san Vicente Ferrer (Graus), 290.
    Patrona: Santa Bárbara (Tosos), 294; santa Pelagia (Cretas), 68; santa Tecla (Cervera de la Cañada), 297.
    PEDRO, santo, 289, 319; abad de San Pedro de Tabernas, 90; fray, 78; señor de Mediano, 14; habitante de Zaragoza, 275; doncel, hijo de Ato Garcés, 100; infante de Aragón, luego Pedro I, 320.
    PEDRO [I], rey de Aragón, 34, 35, 36, 37, 39, 44, 95, 96, 106, 140, 273; rey de Castilla, 174, 175, 176, 177, 178.
    PEDRO [II], rey de Aragón, 114, 115, 118, 119, 122, 126, 155, 274, 303.
    PEDRO [III], rey de Aragón, 120, 127, 128, 129, 180, 349, 350.
    PEDRO [IV], rey de Aragón, 146, 169, 174, 177, 178, 336, 347.
    PEDRO AHONES, noble aragonés, 125. PEDRO ALFONSO, 345.
    PEDRO ARBUÉS, santo e inquisidor, 294, 314. PEDRO ATARÉS, señor de Borja, 106, 108, 258.
    PEDRO DE AZAGRA, señor de Albarracín, 231. PEDRO DE BIOTA, 142.
    PEDRO CARDONA, mozárabe de Valencia, 78.
    PEDRO FERNÁNDEZ DE AZAGRA, 167; señor de Albarracín, 145. PEDRO GIL, escudero del Cid, 246.
    PEDRO GILBERT, alcaide de Daroca, 175. PEDRO GONZÁLEZ DE LARA, 102.
    PEDRO MARTÍNEZ DE BOLEA, camarero real, 349.
    PEDRO MARTÍNEZ DE LUNA (Vid. Benedicto XIII).
    PEDRO NOVES, pastor, 261.
    PEDRO RUIZ DE AZAGRA, señor de Albarracín, 45, 143. PEDRO SEGURA, 167.
    PEDRO DE SESÉ, 90. PEDRO TIZÓN, 106.
    PEDRO DE URREA, noble aragonés, 172. Pedrola (Z), 168.
    PELAGIA, santa, patrona de Cretas, 68.
    PELEGRÍN DE ATROCILLO, noble, 165.
    Peña, castillo, 126.
    Peña del Morrón, en La Iglesuela del Cid, 41. Peñacil (o Peña del Cid), en Montalbán, 170, 183. Peñalba (H), 283.
    Peñalén (Navarra), 141. Peñarroya de Tastavíns (T), 339.
    Peñíscola, castillo, 316, 355, 356, 357, 358, 359. Peralta de Alcofea (H), 39.
    Peralta de la Sal (H), 32, 218. Perarrúa (H), 279, 299.
    Peregrino: De Alcolea, 266; Boltaña, 267; Castiello de Jaca, 268; Monzón, 118; conde francés, 154; Alvarado, de Daroca, 216; Blasco de Alagón, 147; García Aznárez, 320; san Gregorio, san Juan, san Licer y san Pantaleón, 269; san Marcial, 265.
    PEREGRINO DE CASTILLAZUELO, 106.
    Perpignan, 158, 331, 343, 356.
    PETRONILA, reina de Aragón, 107, 113, 257.
    Piedra, monasterio, 145, 182, 281, 309, 317; río, 145. Piedra del Moro, 32.
    Piedratajada, batalla, 33.
    Pina (Z), 250.
    Pirineos, 190, 207, 239, 241, 253, 269, 270, 274, 298, 324, 325, 326, 343, 346.
    Pisa (Italia), 359.
    Pitilla (Navarra), 126.
    Plagas: De la langosta en: Arándiga, 337; Fuentes de Ebro, 341; Tauste, 334. Plan (H), 202.
    Plaza: De Aínsa, 291; Alta, de Ayerbe, 150; Mercado, de Calatayud, 286; Mercado, de Teruel, 329.
    Poitou, conde de, 106, 107. Pomar de Cinca (H), 116. Portalé, puerto de montaña, 138.
    Portento: 301, 302, 307, 308, 309, 310, 311, 312, 313, 314, 315.
    Portugal, 180, 314.
    Posada: Mora de Rubielos, 280; cerca de Sariñena, 263. Pota del Caballo, 40.
    PRADO, noble gallego, 103.
    Presa hidráulica: Almonacid de la Cuba, 86. PRIMITIVO, mártir, 64.
    Provenza, 119.
    Puebla de Fantova (H), 279.
    Puente: Calanda, del Cid, 40; Mediano, 14; Teruel: san Francisco, 181; doña Elvira, 181. Puerta: Barcelona: San Ibo, en la catedral, 122; Calanda, de Valencia, 61; Calatayud, de Zaragoza, 286; Graus, de Chinchín, 222; Teruel, de la Traición, 178; de Zaragoza, 178; Zaragoza, Cinegia, 8; Oriente, 8; Quemada, 305; Valencia, 48.
    Puerto de mar: Barbastro, 28; Ragusa, 351.
    Puerto de montaña: Dachera, en Guarrinza, 190; Tena, 186. Puértolas (H), 3.
    Puebla de Castro (H), 222. Pueyo, santuario, 256.
    Pueyo de Araguás (H), 22. Punta la Mora, en Luesia, 238.
    Purroy (Z), 262.
    Puyarruego (H), 3.
    Queiles, río, 180.
    QUELO, habitante de Fayón, 335. Quemada, puerta de Zaragoza, 305. Quicena (H), 323.
    QUITERIA, santa, 119, 122.
    Ragusa, puerto, 351.
    RAMIRO, infante pamplonés, 141; habitante de Mosqueruela, 76. RAMIRO [I], rey de Aragón, 24, 91, 92, 93, 94, 105, 221.
    RAMIRO [II], rey de Aragón, 106, 107, 108, 109, 110, 111, 112, 257.
    RAMIRO GARCÉS, infante de Pamplona, 43.
    RAMIRO SÁNCHEZ, señor de Monzón, 119.
    RAMÓN, conde, 21; infante pamplonés, 141; conde de Provenza y primo de Jaime I, 119.
    RAMÓN [II], conde de Ribagorza, 154.
    RAMÓN BERENGUER [IV], conde de Barcelona, 65, 257.
    RAMÓN GUILLERMO o SAN RAMÓN, santo, obispo de Barbastro, 271, 272, 273, 299.
    Rasal (H), 208, 234.
    Reina: Agnes, esposa de Ramiro II de Aragón, 107; Alba, mujer del Rey Lobo, 231; Blanca de Navarra, mujer de Juan II, 163; Constanza, mujer de Pedro III, 128, 180; Elisenda de Moncada, mujer de Jaime II, 130; Estefanía, de Pamplona, 94; Isabel de Aragón, reina de Portugal, 180, 250; Isabel la Católica, 133, 153; Juana Enríquez, mujer de Juan II, 133, 163; María, esposa de Pedro II, 115; María, mujer de Alfonso V, 161, 311; María de Lusignan, mujer de Jaime II, 130; Petronila, de Aragón, 107, 113, 257; Sancha de Castilla, mujer de Alfonso II, 155, 259; Urraca, de Castilla, 98, 99, 100, 102, 103, 105, 156.
    Reino: De Albarracín, 200; Granada, 134; Monzón, 116; Pomar, 116. Redonda, monte de la, 261.
    Relicario: Alfonso I, 64; Jaime I, 321; Montearagón, 323; Samper de Salz, 322; San Juan de la Peña, 324, 325.
    Reliquia: 16, 64, 319, 320, 321, 322, 323, 324, 325.
    Rey: Albarracín, 246; Almería, 320; Francia, 331, 349; Nápoles, 349; Sarakosta, 246; Sevilla, 320; Sobrarbe, 82; Abderrahmán, de Huesca, 36; Abdel-Mech, de Zaragoza, 43; Abu Zeyt, de Valencia, 78, 125; Ahmed ben Abd al Malik, de Rueda de Jalón, 59; Alcadir, de Valencia, 197; Alfonso [I], de Aragón, 5, 6, 15, 34, 43, 46,
    47, 48, 49, 50, 52, 53, 54, 55, 56, 57, 58, 59, 60, 62, 63, 64, 68, 95, 97, 98, 99, 100,
    101, 102, 103, 104, 105, 106, 107, 108, 110, 111, 113, 138, 141, 142, 156, 198, 229,
    243, 255, 257, 258, 259, 266, 271, 272, 273, 346; Alfonso [II], de Aragón, 66, 68,
    70, 71, 74, 76, 113, 144, 155, 199, 259; Alfonso [III], de Aragón, 120; Alfonso [IV],
    de Aragón, 130; Alfonso [V], de Aragón, 131, 132, 160, 161, 173, 311, 314, 316,
    324, 330, 334; Alfonso [VI], de Castilla, 101; Alfonso [VII], de Castilla, 59, 63; Alfonso [VIII], de Castilla, 155; Al-Motamid, de Sevilla, 320; Almugdavir, de Zaragoza, 93; Amad Dola, de Zaragoza, 198; Arturo, de Inglaterra, 325; Bucar, 45; Carlos [II], de Nápoles, 130; Dionís, de Portugal, 180, 350; Eduardo, de Inglaterra, 129; Enrique [III], de Castilla, 161; Fernando [I], de Aragón, 131, 132, 171,172, 283, 288, 355, 356, 358; Fernando [I], de Castilla, 24, 91, 92; Fernando [II],
    de Aragón, 133,134, 135, 153, 209, 263, 314; García [III], de Navarra, 91, 92, 93, 94, 108; García Íñiguez, de Pamplona y Sobrarbe, 19, 89, 90; García Jiménez, de Sobrarbe, 17, 253; García Sánchez [II], de Pamplona, 88; Ginfar Amad, de Rueda de Jalón, 43; Glafar, de Rueda de Jalón, 43; Hugo de Lusignan, de Chipre, 130; Íñigo Arista, de Pamplona y Sobrarbe, 22, 90; Jaime [I], de Aragón, 75, 76,77, 78, 79, 86, 115, 116, 117, 118, 119, 120, 121, 122, 123, 124, 125, 157, 158, 165,
    301, 321, 322, 328; Jaime [II], de Aragón, 130, 329; Juan, de Navarra, 314; Juan,
    de Portugal, 314; Juan [II], de Aragón, 133, 153, 160, 162, 163, 186, 307; Lobo, de Murcia y Valencia, 45, 231; san Luis, de Francia, 28, 128; Manfredo, de Sicilia, 128, 129; Martín [I], de Aragón, 171, 172, 215, 280, 309, 324; Mohamed Al-tabill, de Sarakosta, 191; Pedro [I], de Aragón, 34, 35, 36, 37, 39, 44, 95, 96, 106,
    140, 273; Pedro [I], de Castilla, 174, 175, 176, 177, 178; Pedro [II], de Aragón,
    114, 115, 118, 119, 122, 126, 155, 274, 303; Pedro [III], de Aragón, 120, 127, 128,
    129, 180, 349, 350; Pedro [IV], de Aragón, 146, 169, 174, 177, 178, 336, 347; Ramiro [I], de Aragón, 24, 91, 92, 93, 94, 105, 221; Ramiro [II], de Aragón, 106,
    107, 108, 109, 110, 111, 112, 257; Sancho [II], de Castilla, 94; Sancho [III] el Mayor, de Pamplona, 91; Sancho [IV], de Pamplona, 141; Sancho [IV], de Castilla, 349; Sancho [VII], de Navarra, 126, 155; Sancho Garcés, de Pamplona y Sobrarbe, 22, 89, 90, 136, 319; Sancho Ramírez, de Aragón, 26, 27, 30, 33, 34, 38, 44,
    94, 95, 138, 140, 141, 255, 257, 320.
    Ribagorza, 13, 16, 21, 23, 32, 92, 93, 153, 160, 298, 299.
    Ribota, río, 20.
    Ricla (Z), 78, 223, 228.
    Riguala (H), 13.
    Ríos: Aguasvivas, 86; Alcanadre, 55, 236, 259, 266, 271, 344; Algás, 68; Ara, 17, 267,
    291, 342; Aragón, 19, 101, 252; Aranda, 337; Arba de Biel, 38; Arba de Luesia,
    238; Aurín, 254; Cea, 64; Cinca, 3, 14, 17, 22, 31, 55, 64, 116, 122, 139, 191, 204,
    262, 266, 271, 291, 340; Clarés, 20; Ebro, 2, 3, 4, 5, 9, 12, 13, 20, 24, 32, 33, 39,
    42, 46, 47, 50, 54, 56, 81, 94, 95, 99, 102, 104, 132, 147, 156, 169, 172, 189, 190,
    209, 212, 218, 227, 243, 255, 259, 260, 264, 266, 269, 305, 314, 319, 341, 344, 348;
    Ésera, 22, 248, 290, 315; Flumen, 111, 344; Gállego, 10, 194, 269, 274; Gas, 19;
    Guadalaviar, 72, 143, 159, 192, 200, 224, 246; Guadalete, 9; Guadalope, 296;
    Huecha, 347; Huerva, 262, 305; Isábena, 21, 290, 315; Isuela (Moncayo), 62,
    257, 337; Isuela (Pirineo), 344; Jalón, 43, 50, 56, 75, 134, 174, 215; Jiloca, 58, 174,
    175, 197, 215, 306; Martín, 85, 157; Matarraña, 68, 148; Noguera Ribagorzana,
    21; Piedra, 145; Queiles, 180; Ribota, 20; Segre, 344; Selcós, 244; Sosa, 122; Sotón, 295; Tajo, 9; Turia, 117, 178, 181, 270; Vero, 29, 30, 163, 290, 299.
    Rivas (Z), 347.
    Robres (H), 346.
    Roda de Isábena (H), 13, 272, 273, 299. RODRIGO, rey visigodo, 1; conde de Camañas, 67.
    RODRIGO DÍAZ DE VIVAR (EL CID), 24, 39, 40, 41, 45, 94, 101, 119, 192, 196, 197, 210,
    220, 224, 246.
    RODRIGO DE LIZANA, noble aragonés, 165. RODRIGO MARTÍNEZ, conde, 59.
    RODERICO DE MUR, caballero grausino, 222. ROLDÁN, 2, 344; descendiente de Roldán, 111.
    Roma, 96, 114, 147, 271, 319, 320, 324, 325, 358, 359.
    Romería: Santa Quitería, 340. ROQUE, santo, 278, 338.
    Rosario: 275, 276, 302.
    Rosellón, 174.
    Royuela (T), 143. Rubielos de Mora (T), 73.
    Rueda, monasterio, 147, 264.
    Rueda de Jalón (Z), 43, 59.
    Sabiñán (Z), 237.
    Sabiñánigo (H), 138.
    Sagunto, 65.
    Sahla, 196.
    Salerno, 96.
    Salinas de Hoz (H), 334. Sallaón, collado, 204.
    Sallent de Gállego (H), 138. Samper del Salz (Z), 322.
    San Beltrán de Comminges, 265. San Clemente, peña, 279.
    San Francisco, puente de Teruel, 181. San Juan, sierra, 19.
    SAN JUAN, Orden, 68, 155.
    San Juan de Mozarrifar (Z), 269.
    San Juan de la Peña (H), 17, 19, 81, 88, 93, 104, 136, 251, 252, 253, 313, 320, 324,
    325.
    San Lázaro, próximo a Teruel, 71.
    San Martín de Cercito, monasterio, 82, 254. San Miguel, peña, 111.
    San Miguel de Aralar, santuario, 96.
    San Pedro de Siresa, monasterio, 82, 97, 207, 254, 255, 257, 319, 324.
    San Pedro de Tabernas, monasterio, 16, 90, 324. San Pedro de Torrecilla, 94.
    San Ponce de Tomeras, monasterio, 107, 110. San Salvador, ermita, 116.
    San Vicente, ermita de Monzón, 119. San Vicente de Labuerda, 241.
    SANCHA, reina de Aragón y mujer de Alfonso II, 155, 259; Ava, condesa de Ribagorza, 154.
    SANCHA LÓPEZ, mujer de Pelegrín de Atrocillo, 165. SANCHA MARTÍNEZ DE MARCILLA, 173.
    SANCHO, infante de Pamplona, 43; hijo de Sancho [III] el Mayor y conde de Ribagorza, 92; conde castellano, 95; infante, hijo ilegítimo del rey García de Pamplona, 94; hijo de Garcí Fernández, 154; abad de San Juan de la Peña, 320.
    SANCHO [II] GARCÉS (ABARCA), rey de Pamplona, 22, 89, 90, 136, 319; rey de Sobrarbe, 22.
    SANCHO [II], rey de Castilla, 94.
    SANCHO [III] EL MAYOR, rey de Pamplona, 91. SANCHO [IV] DE PEÑALÉN, rey de Pamplona, 141. SANCHO [IV], rey de Castilla, 349.
    SANCHO [VII] EL FUERTE, rey de Navarra, 126, 155. SANCHO FERNÁNDEZ DE HEREDIA, 353.
    SANCHO FRAGO, habitante de Magallón, 166.
    SANCHO RAMÍREZ, rey de Aragón, 26, 27, 30, 33, 34, 38, 44, 94, 95, 138, 140, 141, 255,
    257, 320.
    SANCHO DE RAVANERA, de Daroca, 65. SANCHO SÁNCHEZ MUÑOZ, caballero, 70.
    Sangüesa (Navarra), 186. Santa Isabel, sierra, 10. Santa Cruz, monasterio, 90.
    Santa Cruz de la Serós (H), 81. Santa María de las Cellas, 119. Santa María de Eruson, 82.
    Santa María la Mayor, iglesia de Zaragoza, 93. Santa María de Obarra, monasterio, 21, 23, 139. Santa Quiteria, ermita de Monzón, 119.
    Santas: Águeda, 338; Alodia, 240; Ana, 353; Bárbara, 294; Elena, 242; María Magdalena, 308; Nunilo, 240; Orosia, 239; Pelagia, 68; Quiteria, 119, 122, 340; Tecla,
    297.
    Santiago, 154, 265, 266, 268.
    SANTIAGO, apóstol, 41, 269; Orden, 183. Santísimo, acampo de Zaragoza, 269.
    Santo Domingo, sierra, 277.
    Santos: Agustín, 311; Balandrán, 256; Bartolomé, 294; Bernardo, 257; Blas, 296; Caprasio, 343; Domingo, 275, 276, 277, 300, 302; Dominguito de Val, 212; Félix,
    252, 253, 313; Francisco, 351; Geraldo, 27; Gil, 295; Ginés, 295; Gregorio, 269,
    319; Indalecio, 253, 313, 320; Íñigo, 215; Jaime, 41; Jorge, 34, 36, 37, 41, 52, 338;
    Juan, 269; Juan Bautista, 251, 252, 266; Julián, 318; Leandro, 319; Licer, 269,
    274; Lorenzo, 324, 325; Macario, 318; Marcial, 265; Marcos, 87, 301; Martín, 254;
    Metodio, 239; Miguel, 48, 310, 315, 334, 341; Miguel Arcángel, 74; Miguel in Excelsis, 96; Nicolás de Bari, 314; Pablo, 289; Pantaleón, 269; Pedro, 289, 319, 324,
    331, 358; Pedro Arbués, 294; Ramón, 271, 272, 273, 299; Roque, 278, 338; Santiago, 41; Sebastián, 296, 335, 338; Sixto, 324; Valero, 270, 296, 340; Vicente, 119,
    122; Vicente Ferrer, 132, 215, 216, 217, 266, 280, 281, 282, 283, 284, 285, 286,
    287, 288, 289, 290, 291, 292, 293, 309, 315, 331, 358; Victorián, 36; Visorio, 241;
    Voto, 252, 253, 313.
    Santos Lugares, 354.
    Santuario: Albarracín: Nuestra Señora de los Dolores, 143; Aralar: San Miguel, 96; Atea: Nuestra Señora de los Mártires, 15; Barbastro: Nuestra Señora del Pueyo, 256; Biescas: Santa Elena, 242; Ibieca: San Miguel de Foces, 213; Huesca: Nuestra Señora de Salas, 232, 304; de Monler: 260; Monzalbarba: Nuestra Señora de la Antigua, 305; Monzón: Nuestra Señora de la Alegría, 122; y San Vicente y Santa Quiteria, 119, 122; Selgua: San Salvador, 116; Velilla de Ebro: San Nicolás de Bari, 314; Zaragoza: Nuestra Señora del Olivar, 275; y San Miguel de los Navarros, 48.
    Saona, 331.
    Saravillo (H), 202, 206.
    Sariñena (H), 263.
    Sasa (H), 342.
    Saso, fuente, en Monzón, 118, 119, 122.
    Sástago (Z), 147, 260, 263.
    SEBASTIÁN, santo, 296, 335, 338; vaquero de Soria, 244.
    SEGISMUNDO, emperador, 356, 359.
    Segorbe, 197, 301.
    Segre, río, 344.
    Seira (H), 16.
    Selcós, río, 244.
    Selgua (H), 116.
    Selva, Oza, 112.
    Selvamayor, monasterio, 27.
    Sena (H), 236.
    Sens (Francia), 343.
    Señés (H), 90.
    Señor: Alacón: Obaidalá, 196; Albarracín: 159, 167; Abdelmelic ben Razín, 196; Abú Meruán, 192; Pedro de Azagra, 231; Pedro Fernández de Azagra, 145; Pedro Ruiz de Azagra, 45, 143; Alcorisa: Lope de Albero, 165; Amezcoa y Abárzuza: García Jiménez, 253; Atarés: 88; Barbastro: Ato Garcés, 100; Borja: Pedro Atarés, 106,
    108, 258; Camañas: Rodrigo, 67; Castro de Malavella: Arnaldo, 182; Cella: Garcí Núñez, 224; Cuarte, Cadrete y Purroy: Miguel Pérez Zapata, 262; Daroca: Alvar Pérez de Azagra, 65; Escondilla: Martín Pérez, 72; Espés:, 139; Estercuel: Gil de Atrosillo, 261; Fabara: 152; Gallur: Artal de Alagón, 227; Blasco Maza, 227; Orden del Temple, 227; Palacín, 227; Godojos: Fortuño Fernández de Heredia, 353; Híjar, 157; Latrás y Valle de Tena: 138, 320; Lérida: Al-Muzaffar, 30; Mediano: Pedro, 14; Mequinenza: conde Artal, 149; Monzón: Ramiro Sánchez, 119; Ricla: Berenguer de Entenza, 228, 301; Martín Pérez de Villel, 228; Rubielos de Mora: Alonso, 73; Sástago: Blasco de Alagón, 147, 260, 263; Somed: 182; Suelves: 84; Villel: Martín Pérez, 72.
    Señora: Fátima, de Mora, 73; Martina Pérez de Lozano, de Mombrún, Fuenclara, Las Facenas y Casasnovas, 87.
    Sepúlveda, 102.
    SERENA ALMA, mora de Gallur, 227.
    SETI MAHOMAT, alcaide moro de Villel, 72. Sevilla, 42, 320.
    Sicilia, 128, 129, 130.
    Sierra/monte: Abetito, 88; Albarracín, 188, 224, 246; Alcubierre, 343; Amán, 111; Ara-
    lar, 96; Canigó, 127; Cañarda, 199; Ciezmo, 249; Cóculo, 252; Frías, 193; Guara,
    111, 191; Ibérico, 133; Lastra, 145; Luna, 38; Maladeta, 252, 298; Morena, 80; Ol-
    són, 13; Oroel, 19, 251; Palomera, 67; Panillo, 22; Pano, 22, 81, 251; Peñacil, 170;
    Perdido, 77; Pueyo, 256; Redonda, 261; Sallaón, 204; San Clemente, 279; San
    Juan, 19, 251; San Miguel, 111; San Valero, 340; Santa Isabel, 10; Sevil, 332; Sil,
    13; Troncedo, 22.
    Sigena, monasterio, 155, 259.
    Sil, sierra, 13.
    SIMÓN DE MONTFORT, 119, 303.
    Sinagoga: Zaragoza, 212.
    Siresa (H), 2, 82, 112, 207, 319, 324, 325.
    SIXTO, papa, 324.
    SOBEYA, hija de Mohamed Altabill, 191.
    Sobrarbe, 17, 19, 22, 23, 32, 93, 136, 241, 251, 253, 326.
    Sobrepuerto, 342.
    Somed, 182.
    Somontano, 164, 218, 292.
    Somport, 268.
    Sopeira (H), 139, 327.
    Soperún (H), 23.
    Sora, castillo, 156.Soria, 100, 101, 102, 244, 300, 317.
    Sos, 248.
    Sos del Rey Católico (Z), 126, 133, 184.
    Sosa, río, 122.
    Sotón, río, 295.
    Sotonera, 295.
    Suelves (H), 84.
    SULAIMAN BEN YAQZAN BEN AL-ARABI, 2.
    Taifa: Reinos taifales, 59; Albarracín, 195, 196; Gallur, 42; Rueda, 59; Zaragoza, 43,
    52, 62, 195, 198.
    Tajo, río, 9.
    Tamarite (H), 210.
    Tarazona (Z), 56, 62, 100, 146, 177, 180, 225, 244, 249, 328.
    Tarbes (Francia), 274.
    Tarifa, 177.
    TARIK, 8, 9, 219.
    Tauste (Z), 5, 334.
    TECLA, santa, 297.
    TEMPLE, Orden, 65, 77, 118, 119, 122, 227.
    Templos: Mezquita, 2; sinagoga, 2.
    Tena, valle, 138, 186, 320.
    TEÓFILO, esclavo cristiano de Zaragoza, 198.
    Terremoto: Valencia, 131.
    Teruel, 65, 70, 71, 72, 73, 74, 76, 78, 117, 124, 125, 146, 167, 173, 174, 176, 177, 178,
    181, 205, 285, 329, 330.
    Tesoro: 42, 49, 55, 108; Ayerbe, 194; Castellote, 199; Cuevas de Cañart, 201; El Cas-
    tellar, 209; Griegos, 188; Guarrinza, 190; Monreal, 197, 230; Siresa, 207; Sos, 248;
    Tierga, 62.
    TEXUFIN BEN ALI BEN YUSUF, 104.
    Tierga (Z), 62.
    TITUREL, 325.
    TOCÓN, moro de Langa, 229.
    TODA, hija del conde Galindo, 21; mujer del conde Bernardo de Ribagorza, 23. TODA RAMÍREZ, fundadora del monasterio de Trasobares, 257.
    Toledo, 8, 9, 42, 59, 98.
    Torla (H), 344.
    Torneo: Mora de Rubielos, 73. Torralba de Ribota (Z), 20.
    Torre: Albarracín: Doña Blanca, 159; Daroca: Jaque, 9; del «caballero de la espuela» o de Cariñena, 146; Graus: Peña del Moral, 221; Teruel: San Martín, 205; San Salvador, 205; Zaragoza: Santa María la Mayor, 269; Zuda, 172.
    Torrecilla de Alcañiz (T), 296. Torrelapaja (Z), 53.
    Torrenublos, 41.
    Torrijo (Z), 53.
    Tórtoles (Z), 328.
    Tortosa, 99, 100.
    Tosos (Z), 294.
    Tozal de las Forcas, en Alquézar, 26.
    Tozal de la Mora, en Sena, 236. Tramacastilla (T), 246.
    Trasmoz (Z), 51, 126, 195, 211, 328.
    Trasobares (Z), 4, 255, 257.
    Tratado: Cazorla, 155.
    Tributo: 93, 203.
    Troncedo, sierra, 22.
    Trovador: de Barbastro, 164; de Jaime I, 158; Guzmán, 228; Manfredo, 213; Manri-
    que de Lara, 162; Pedro, 100.
    Tudela (Navarra), 5.
    Túnel: Ejea: Carasoles, 156; Corona, 156; Cuco, 156; Rueda: bajo el Ebro, 264; Tierga, 62.
    Turia, río, 117, 178, 181, 270.
    Urci, 320.
    Urgell, 132, 171, 172, 262, 283.
    URRACA, reina y mujer de García Íñiguez, 89, 90; reina y mujer de Alfonso I el Batallador, 98, 99, 100, 102, 103, 105, 156.
    Urrea (Z), 59.
    Usón (H), 319.
    Valdealgorfa (T), 278.
    Valderrobres (T), 68.
    Valencia, 45, 58, 63, 64, 71, 75, 76, 77, 78, 79, 117, 119, 121, 124, 131, 146, 171, 173,
    197, 199, 220, 231, 246, 261, 284, 301, 307, 324.
    VALERIANO, emperador romano, 324. VALERO, santo, 270, 296, 340.
    Vallibona, 339.
    Valtierra (Navarra), 209. Vaudune, Clarion de, 28. Velilla de Cinca (H), 340. Velilla de Ebro (Z), 314. Velilla de Jiloca (Z), 174.
    Vero, río, 29, 30, 163, 290, 299.
    Veruela, monasterio, 169, 211, 258.
    VICENTE, santo, 119, 122.
    VICENTE BELBÍS, de moro llamado Abu Zeyt, rey de Valencia, 78.
    VICENTE FERRER, fraile dominico y santo, 132, 215, 216, 217, 266, 280, 281, 282, 283,
    284, 285, 286, 287, 288, 289, 290, 291, 292, 293, 309, 315, 331, 358.
    VICMAR, fraile, 21.
    VICTORIÁN, santo, 36.
    Villa, despoblado, 333.
    Villafeliche (Z), 80.
    Villahermosa, ducado, 153.
    Villanueva de Sigena (H), 236, 259.
    Villar (T), 246.
    VILLARDELL, espada, 119, 120.
    Villarroya de la Sierra (Z), 310. Villel (T), 72.
    VISORIO, santo, 241.
    Vitoria, 95.
    VOTO, santo, 252, 253, 313.
    WALDO, conde e hijo de don Rodrigo, 18.
    Wali: Albarrarín, 224; Alquézar, 25; Borja, 195; Cella, 224; Jaca, 18; Tarazona, 244;
    Zaragoza, 2, 12, 20.
    WITIZA, 1.
    Yebra de Basa (H), 239, 324.
    YUSUF, alcaide moro de Camañas, 67.
    ZAFADOLA, de nombre Chafar Amad ben Hud, 59.
    ZAIDA, hija de Abú el Malek, 18; hija del alcaide de Cella, 192; de Cella, 224; la cristiana Isabel convertida en, 52.
    Zaidín (H), 340.
    Zalaca, batalla, 63.
    ZALDÍVAR, vasco, 21.
    Zaragoza, 2, 5, 8, 9,11, 12, 16, 20, 35, 36, 37, 38, 39, 42, 43, 46, 47, 48, 49, 50, 52, 53,
    54, 56, 58, 59, 60, 61, 62, 63, 81, 93, 104, 105, 113, 121, 125, 132, 133, 134, 135,
    146, 153, 156, 160, 161, 162, 165, 166, 169, 189, 191, 196, 198, 209, 212, 217, 227,
    229, 233, 235, 243, 246, 252, 260, 262, 269, 274, 275, 276, 287, 298, 300, 305, 310,
    319, 326, 331, 345, 348, 351.
    ZILA, moro de Zaragoza, 198. ZOMA, alcaide de Daroca, 219.
    ZORAIDA, hija del rey moro de Mallorca, 77; mora de Graus convertida como Marieta, 221; mora de Teruel.
    Zuda, palacio de Zaragoza, 12. Zuera (Z), 35, 191, 269, 274.
    ZULEIKA, mercader, 57.
    ZULEYA, hija del walí Abén Amed Mutamín, de Borja, 52. ZULIMA, hija del alcaide de La Puebla de Castro, 222.
    ZUMAIL, juez moro de Huesca, 240.

    ÍNDICE GENERAL
    I. INTRODUCCIÓN ..................................................................................... 5
    1. Algunas cuestiones previas ................................................................. 7
    2. Una historia paralela a través de las leyendas 13
    II. ANTOLOGÍA DE LEYENDAS 41
    1. La conquista musulmana (1/12) 43
    2. Reconquista y repoblación (13/87) 55
    2.1. Reconquista (13/80) 55
    2.2. Repoblación (81/87) 115
    3. El mundo cristiano (88/187) 123
    3.1. Los reyes (88/135) 123
    3.2. La nobleza y los señoríos (136/153) 165
    3.3. La vida cortesana (154/164) 181
    3.4. Las pugnas familiares (165/173) 190
    3.5. La guerra entre cristianos (174/178) 198
    3.6. Amores y desamores (179/187) 203
    4. El mundo musulmán (188/209) 213
    5. El mundo judío (210/217) 233
    6. Relaciones entre cristianos y musulmanes (218/250) 241
    6.1. Relaciones amistosas (218/238) 241
    6.2. Relaciones problemáticas (239/250) 260
    7. Aspectos religiosos (251/325) 271
    7.1. Los monasterios (251/264) 271
    7.2. Los peregrinos (265/269) 283
    7.3. Los santos (270/297) 288
    7.4. Los portentos (298/318) 312
    7.5. Las reliquias (319/325) 330
    8. Aspectos socio-culturales (326/359) 337
    8.1. La Justicia (326/331) 337
    8.2. Plagas y epidemias (332/342) 342

    Índice general
    8.3. La cultura (343/348) 352
    8.4. Aragoneses allende las fronteras (349/353) 357
    8.5. Aragoneses con personalidad (354/359) 362
    III. BIBLIOGRAFÍA 369
    IV. ÍNDICES 379
    1. Índice de leyendas 381
    2. Índice de lugares de origen 391
    3. Índice analítico 397

    ALGUNAS CUESTIONES PREVIAS

    La reconstrucción histórica se ha basado fundamentalmente en las fuentes documentales escritas (en general, las emanadas del poder establecido) y en las arqueológicas, pero cada vez van adquiriendo mayor empuje otro tipo de fuentes y ayudas, como las que proporcionan la arqueología industrial, la elaboración seriada y estadística de datos, la fotografía, los exvotos, la cartografía histórica, etc. Entre las que últimamente han adquirido un fuerte vigor en Aragón están las leyendas, transmitidas oralmente, en principio, pero recogidas ya la mayor parte por escrito en un momento determinado, aunque en los medios de difusión más variopintos, dispersos o inalcanzables.
    Aunque todavía quedan bastantes por plasmar en letra impresa, es habitual hallar leyendas escritas sueltas en programas de fiesta, hojas parroquiales, revistas escolares, boletines municipales, novelas, cuadernos culturales, prensa e incluso intercaladas en libros de temática diversa. Algunos medios de información incorporan de cuando en cuando colaboraciones sueltas en las que aparecen firmas habituales, como las de Salvador Gisbert (siglo XIX), Rafael Andolz, Víctor Azagra, Manuel Iglesias, etc.
    Por otra parte, si en los cincuenta y siete años que median entre 1929 y 1986 aparecieron al menos cinco libros monográficos sobre leyendas (José Beltrán, Tradiciones y leyendas de Daroca, 1929; César Tomás, Leyendas y tradiciones de la sierra de Albarracín, 1954; Jaime de Caruana, Relatos y tradiciones de Teruel, 1965; Lucía Dueso, Leyendas de l’Alto Aragón, 1985; y Juan Domínguez Lasierra, Aragón legendario, 1984-86), en los siete últimos años —19901996— han visto la luz no menos de siete monografías (Antonio Beltrán, Leyendas aragonesas, 1990; Francisco Lázaro, El bardo de la memoria. Historias y leyendas turolenses, 1992; Alberto Serrano, Guía mágica de la provincia de Teruel, 1993; Rafael Andolz, Leyendas del Pirineo para niños y adultos, 1994; Alberto Serrano, Historia fantástica del viejo Aragón, 1994; José Ramón Marcuello, Mitos, leyendas y tradiciones del Ebro, 1996; y Alberto Serrano, El Moncayo, fantástico, legendario y misterioso, 1996), cuya lectura recomiendo por el atractivo que encierran.
    Es en este contexto en el que hemos intentado aportar una antología de leyendas históricas aragonesas de temática medieval —trescientas cincuenta y nueve concretamente—, que nos pueden permitir esbozar una jugosa historia paralela del Aragón medieval a través de la leyenda, puesto que las hay desde las que explican a su manera la conquista musulmana o el posterior proceso reconquistador y repoblador cristiano, pasando por nuestros reyes, la nobleza y los señoríos, la vida cortesana, las pugnas familiares, las guerras entre cristianos, los amores y desamores. También retratan el mundo musulmán y el judío, así como las relaciones entre cristianos y moros, sin olvidar los aspectos religiosos (los monasterios, los peregrinos, los santos, los portentos y las reliquias) y los socio-culturales (la justicia, la cultura, las plagas y epidemias, los aragoneses allende las fronteras y los aragoneses con personalidad), todo ello en el marco cronológico que va del siglo VIII al XV.
    Por otra parte, el presente trabajo nació con vocación didáctica y, a pesar de las vicisitudes sufridas, pretende tener también una aplicación didáctica, pues gracias a las conclusiones extraídas hoy creemos estar en condiciones de aportar resultados, aunque sea en otro momento y en otro lugar, para su aplicación en el aula.
    Originariamente, el trabajo consistía en lograr que algunos profesores, en varios colegios e institutos, recogieran con sus alumnos leyendas de sus respectivas comarcas para trabajarlas en clase, y no fueron pocas las aportaciones recibidas allá por el año 1982, pero los resultados obtenidos, individualmente considerados, fueron escasos.
    Se involucraron bastantes centros educativos —a cuyos profesores y alumnos agradezco su inestimable colaboración—, que no sólo hicieron una importante tarea recopiladora sino que, además, trabajaron en las aulas con el material conseguido. Sus aportaciones quedan patentes en cada leyenda lograda por esta vía, que vienen a suponer un 4,8% del total de las referencias, pues otras muchas propuestas no eran leyendas, se salían del marco temporal de la Edad Media o ya habían sido fijadas en algún tipo de texto escrito. A este grupo de narraciones recogidas por vía oral en los centros hay que añadir las conseguidas personalmente que no estuvieran publicadas o no tuviera constancia de ello, lo que supone otro 8,6%, de modo que las 59 aportaciones meramente orales a la obra suponen un 13,4% del total.
    Todo esto significa que el 86,6% de las narraciones que presentamos (antes o después, desde el siglo XIII hasta el XX) ya se habían fijado en textos escritos, aunque muchas veces hayan sido difíciles de detectar. La pluralidad de fuentes es enorme, lo que nos obliga a reagruparlas:
    De libros específicos sobre leyendas se han tomado 55 referencias, lo que supone un 12,5% del total.
    Un 0,4% (2 referencias) han sido tomadas de manuscritos de los siglos
    XII y XIII.
    Un 0,9% (4) son leyendas incrustadas en canciones de gesta.


    Un 3,5% (16) han sido localizadas en crónicas medievales de los siglos
    XIII (5), XIV (9) y XV (2).
    El romancero ha aportado un 1,4% (6 referencias).
    En diversas historias generales de España hemos hallado un 10,4% del total, 2 del siglo XVIII y 10 del XX.
    Diversos libros de historia sobre Aragón han aportado el 18,2% del total de referencias: siglo XVI (7), XVII (3), XVIII (44), XIX (8) y del XX (18).
    Las historias de comarcas han contribuido en un 6,5%, distribuidas así: siglo XVII (2), siglo XIX (23) y siglo XX (4).
    Las historias locales han supuesto un 11,1% de aportaciones: del siglo
    XVIII (3), del XIX (8) y del XX (38).
    En libros sobre historias personales o familiares se ha recogido un 6,3%: del siglo XVII (2), del XVIII (10), del XX (16).
    En libros de temática general sobre Aragón se han tomado 21 referencias, lo que significa un 4,7% de la totalidad.
    De libros generales atípicos, 2 (un 0,4%).
    Las revistas, a pesar del enorme esfuerzo de búsqueda, sólo han significado un 8,6%, 7 del siglo XIX y 31 del XX.
    Una fuente que a priori se vislumbraba importante era el periódico, pero la realidad ha sido bien distinta, pues la mayor parte de las leyendas presentadas ya habían aparecido escritas con anterioridad en otros de los medios enumerados. Al siglo XIX pertenecen 3 (un 0,7%) y al XX, 31 (un 7%) del total.
    Como en el caso anterior, los programas de fiestas han sido parcos en resultados, pues únicamente se han tomado 3 referencias, un 0,7%.
    Exactamente igual se puede decir de los periódicos escolares, que han aportado 3 referencias (un 0,7%).
    Por último, permítaseme abrir un capítulo de varios, con 11 referencias o, lo que lo mismo, un 2,4% de aportación.
    Está claro, por lo tanto, que un enorme porcentaje de las leyendas aragonesas de temática medieval, o al menos las que en esta obra quedan recogidas —cerca de un 90%, un 86,6% exactamente— han alcanzado antes o después la letra impresa. Ello quiere decir que, si pretendemos ampliar el 13,4% de las que no lo han sido, a este esfuerzo, que ha sido grande, se debe sumar el de todos, pues donde menos se espera puede aparecer una joya ignorada. En este sentido, esta aportación queda abierta por inacabada.
    Todos y cada uno de los textos ofrecidos —unos conocidos, otros novedosos— son igualmente queridos para el recopilador, que ha tenido que meditar sobre cada uno de ellos (tarea en la que, en parte, han colaborado

    Teresa Sas, del Instituto de Estudios Altoaragoneses, y mi hija María) y proponer una redacción cuidada para no perder datos e intenciones y ajustarlos todos a una medida estándar, lo cual ha supuesto no pocas dificultades.
    Pero no todas las leyendas han tenido la misma fortuna en su devenir. Unas han pasado de puntillas en libros apenas leídos, otras yacen enmascaradas en crónicas de los siglos XIII al XV («Crónica de los Estados Peninsulares», «Chronica Adefonsi imperatoris», «Crónica de los Reyes de Navarra», «Crónica de Pedro Valencia», «Crónica de Desclot», «Crónica de Muntaner», «Crónica latina de los Reyes de Castilla», «Crónicas Anónimas de Sahagún», «Primera Crónica General» y «De rebus Hispaniae» de Ximénez de Rada, entre otras), textos de donde ha habido que arrancarlas. Unas son casi coetáneas al momento al que se refieren, otras son muy posteriores, incluso de pleno Romanticismo; unas son cultas, otras populares. No obstante, todas pretenden dar sentido a hechos y situaciones concretos.
    Un buen puñado de leyendas debieron ser cantadas o glosadas por trovadores y juglares, puesto que, al menos con certeza cuatro, dieron origen a canciones de gesta, y otras tres con mucha probabilidad. De una canción de gesta del siglo XIV nace, o ella misma da origen a la canción, la toma de Zaragoza por Carlomagno y Roldán [leyenda 4] —a lo largo de los 1.410 versos conservados—, con un argumento absolutamente fantástico. El conde Bernardo de Ribagorza, que gobernó a principios del siglo X, dio origen, asimismo, a un relato épico [21, 23], como lo orignaran el sitio de Barbastro por los cruzados en 1064 (canción de 7.392 versos, de finales del siglo XII o comienzos del XIII, narración fantástica donde las haya) [28], y la muerte de Sancho Ramírez ante los muros de Huesca [95]. Prosificada nos ha llegado la canción de gesta que narra la elección de Ramiro II como rey de Aragón [106], mientras alcanzaba más fortuna a través de los siglos, en canción de gesta redactada hacia 1224-1227, la famosa «Campana de Huesca» [110]. Por último, un posible cantar de gesta narró el enfrentamiento de Pedro de Ahones con el rey Jaime I y la muerte de aquel noble [125].
    Otras leyendas alcanzaron tal notoriedad que dieron origen nada menos que a los cuarteles del escudo de Aragón. La victoria de las tropas de García Jiménez en Aínsa, estimuladas por la aparición de una cruz roja sobre una encina [17], es una de ellas, como también lo es la cruz blanca sobre fondo azul, cruz que alentó y guió a los guerreros de Íñigo Arista en Araguás [22], mientras que las cuatro cabezas del tercer cuartel representan a las de los jefes moros que quedaron segadas tras la batalla de Alcoraz [37].
    En torno a la religión, hoy podemos recogernos en la iglesia de San Miguel de los Navarros zaragozana, que recuerda la ayuda del santo en la reconquista de Zaragoza [48], o podemos venerar a santo Dominguito de Val, asesinado por los judíos, porque una luz cegadora delató dónde estaba enterrado su cuerpo [212]. Por otro lado, aunque no fueron los únicos que se originaron, los Corporales de Daroca se basan en una bella tradición legendaria [301], como el importante «voto» que múltiples pueblos de Aragón ofrecieron a los restos de san Indalecio traído desde al-Andalus hasta San Juan de la Peña [320], mientras que el Santo Grial todavía se puede venerar hoy en la seo valenciana, tras haber permanecido en el monasterio pinatense y en la Aljafería [324, 325], y haber dado origen a la célebre ópera Parsifal. Por fin, celebrado fue en toda la Península, pero sobre todo en Portugal y en Aragón, el portento obrado por santa Isabel de Portugal, la reina que naciera en el palacio de la Aljafería, al trocar en rosas las monedas que no quiso que viera su marido [350].
    Importante para los aragoneses fueron sus Fueros y el Justicia de Aragón, ambos fundamentados en una narración legendaria [326], como lo es el famoso «Torico» turolense [70], o el «Primer viernes de mayo» jacetano, que conmemora anualmente la victoria del conde Aznar sobre los musulmanes, ayudado por las mujeres jacetanas y por la Virgen de la Victoria [19].
    Por último, los amores de Manrique de Lara, el «Trovador» prisionero de la Aljafería, inspirarían al italiano Verdi su ópera «Il Trovatore», representada en todo el mundo [162], mientras que otros enamorados, los
    «Amantes de Teruel» se han convertido en espejo mundial donde se miran quienes viven amores atormentados [167].

    Pero si estas y algunas otras leyendas han alcanzado fortuna y fama, con la suma de todas las demás, incluida la más modesta, es posible ensamblar una historia paralela, aunque legendaria, del Aragón medieval, una historia menos fiel que la tramada por otro tipo de fuentes, sobre todo las escritas, pero mucho más jugosa, la historia que esbozamos a continuación.

    1. UNA HISTORIA PARALELA A TRAVÉS DE LAS LEYENDAS

    1. LA CONQUISTA MUSULMANA

    La presente historia comienza cuando un grupo armado de musulmanes atraviesa el estrecho de Gibraltar para apoyar a uno de los dos bandos políticos que se disputaban el trono hispanogodo. En menos de diez años, la administración cambió por completo y los musulmanes se extendieron como un reguero de pólvora por toda la Península. Pues bien, nuestra historia, la tejida con las trescientas cincuenta y nueve leyendas que siguen, ya nos reserva una de ellas para estos momentos iniciales y no pequeña: el conde visigodo don Julián, a quien se le achaca el hecho de haber llevado las conversaciones que facilitaron la entrada de los moros, estuvo preso de éstos en Loarre, donde murió y fue enterrado en terreno no sacro por los cristianos en castigo de lo que para ellos fue una traición [1].
    Lo cierto es que la avalancha mora fue imparable y todo lo que ahora es Aragón capituló o cayó en sus manos por las armas en menos de diez años. De estos momentos, no existen muchos testimonios escritos, ni siquiera de los cronistas árabes, por eso son de agradecer algunos relatos legendarios que van desde la profecía de san Valero, en el siglo IV, de que Castelnou nunca sería invadido por los musulmanes, cuando éstos todavía no existían, hasta los actos heroicos más diversos.
    Sabemos, por las leyendas, naturalmente, que Bestué, al norte de Aínsa, no fue conquistado nunca por los moros [3]; conocemos cómo se produjo el despoblamiento y la huida de las gentes de Novillas antes de que llegaran los soldados [5] o el despoblado de Saz, descubierto en el siglo XII [15]; o el traslado de los habitantes de Centenero buscando seguridad [10], así como la huida a las montañas del obispo de Zaragoza,Bencio, con todas las reliquias y objetos de valor de la sede, pocas horas antes de que entraran en la ciudad los islamitas [8]. Algunas poblaciones resistieron denodadamente y los cristianos dieron grandes pruebas de valor y astucia colectiva e individual, cuales son los casos de Trasobares [4], Belmonte (de Gracián) [6], Borja [7] o Daroca [9], aunque al final acabaron sucumbiendo.

    Capítulo aparte lo constituyen las narraciones sobre la conquista de la Sarakusta mora por los ejércitos de Carlomagno —episodio bélico en el que llega a intervenir hasta el propio emir de Babilonia Baligante [2]—, y de la recuperación de la levantisca Zaragoza por el califa Abderrahmán III, quien nombró walí suyo a Abén Aire, cuya fama y aprecio llegaron a ser tales que cuando Sarakusta pasó a manos de los cristianos, la Zaragoza cristiana le dedicaría una calle, la de Bonaire [12], que ha llegado hasta nuestros días.

    2. RECONQUISTA Y REPOBLACIÓN

    2.1. RECONQUISTA

    El proceso de recuperación por los cristianos de las tierras que los moros les habían arrebatado fue lento y lleno de dificultades. Si las fuentes escritas son relativamente abundantes en datos y nombres, las leyendas al respecto son también muchas y bastante más jugosas en su información.
    Sólo a través de la leyenda tenemos conocimiento del nombre del primer almogávar que se echó al monte para resistir y hostigar al moro: Fortuño de Vizcarra, en las tierras quebradas de Roda [13]; o cómo el monasterio de San Pedro de Tabernas —donde fueron a parar varios obispos a cuya cabeza estaba el zaragozano Bencio— se convirtió en el primer núcleo organizado de resistencia, desde donde se conectó con el mundo carolingio [16] en busca de ayuda.
    Las primeras y estimuladoras victorias de los cristianos se centran en Aínsa, Jaca y Pueyo de Araguás. En Aínsa, la portentosa aparición de una cruz roja sobre una encina dio bríos a los hombres del rey de Sobrarbe, García Jiménez, y al origen posterior de uno de los cuarteles del escudo actual de Aragón [17]. En Jaca, la lucha por la reconquista se fragua entre amores imposibles [18] —los de Waldo y Zaida—, con la intervención armada de las mujeres jacetanas, así como la colaboración de la Virgen que fue decisiva para asegurar la ciudad [19], más la ayuda que prestara el conde Bernardo de Ribagorza al jacetano Galindo [21]. Muy cerca, en Araguás, cuando todo parecía perdido para los cristianos sitiados, una cruz dibujada en el cielo permitió al rey Íñigo Arista llegar con los refuerzos precisos para vencer a los moros [22], proporcionando así motivo para un nuevo cuartel del escudo aragonés de hoy: una cruz en campo azul celeste.
    Se sublevaron los mozárabes de Torralba en pleno siglo IX y reconquistaron su terruño, aunque efímeramente [20], mientras Bernardo de Ribagorza continuaba con sus gestas de fábula tomando el enclave de Calasanz y ensanchando su condado por el sur [23].
    Por el oeste, Ramiro I y su hermano, el castellano Fernando I, pugnaban por la estratégica plaza de Calahorra, decidiendo jugársela en lucha personal entre el Cid y el aragonés Martín González, que perdió [24]. Poco después caería en manos cristianas Alquézar, donde fueron decisivos tanto la valentía de una muchacha de Buera que dio muerte al walí [25] como el arrojo de los hermanos Isarre, a los que distinguió Sancho Ramírez [26], a quien, por cierto, vemos reconquistando transitoriamente Ejea con ayuda de guerreros franceses [27].
    La toma y ocupación de Barbastro, en 1064, cuya campaña motivara la predicación de la primera cruzada conocida, nos ha legado varios relatos legendarios, algunos de ellos encumbrados a la categoría de canción de gesta, como aquel que trajo a los narbonenses y al propio rey Luis de Francia al puerto marítimo barbastrense [28]; o la terrible matanza de moros mientras buscaban el agua vivificadora del Vero [29]; o el relato que narra cómo un moro traidor debió delatar al enemigo cristiano dónde estaban las fuentes de agua de la ciudad, lo cual significaba entregarla [30], o, por último, el rasgo humanitario del caballero cristiano liberando a una esclava [31].
    Si singular es la huida del señor moro de Momagastre, que quedó sepultado bajo una enorme losa cuando pretendía llevar consigo la imagen de la Virgen [32], curiosa es la solicitud de ayuda de Sancho Ramírez a la Virgen en Biscarrués que le condujo a la victoria en la inexistente batalla de Piedratajada [33], o la toma de Monte Mayor que, por haber ocurrido en una noche de luna llena, pasó a denominarse Luna [38]. Mientras, el Cid, que dejaba huellas que llegan hasta hoy en Calanda donde se refugió [40], era ayudado por Santiago en la conquista de Torrenublos, junto a La Iglesuela del Cid [41], o por Pedro Ruiz de Azagra, el albarracinense, en la toma de Valencia [45], o sus tropas se peleaban con las de Pedro I de Aragón cerca de Peralta de Alcofea [39].
    El cerco de Huesca, por su parte, fue prolífico en detalles legendarios, encabezados por la muerte de Sancho Ramírez [95] y la ayuda prestada por el caballero san Jorge en la batalla de Alcoraz [36], pero no son menos interesantes los relatos que nos hablan del recuento de guerreros famosos que había en cada bando, lo que permitió a Pedro I predecir el triunfo de los suyos al contar con uno más [35]; o las gestas de los hermanos Mudiello a lo largo de la muralla oscense, que dieron origen al linaje de los López de Gurrea [34], y la aportación de los bravos caspolinos, en cuyo territorio quedaron las cabezas segadas de tres de los cuatro reyes moros que perecieron en la batalla y que quedarían inmortalizados en las tres y cuatro cabezas de los escudos de Caspe y de Aragón [37], respectivamente.
    Además de tomar Monzón, al parecer con la ayuda traicionera de alguno de sus habitantes moros que dieron la señal de ataque con una campana [44], los prolegómenos del cercode Sarakusta adquieren forma legendaria en Gallur, Rueda de Jalón y Ejea. En la taifa de Rueda, tuvo lugar una alevosa traición del moro Glafar [43], mientras la taifa de Gallur, gobernada por una mujer, caía en manos cristianas [42], en tanto que Ejea era ganada por Alfonso I el Batallador, con la ayuda de la Virgen y de los franceses [46], victoria tan importante que le hizo merecer la reconciliación con su esposa Urraca [98].
    Por fin, le tocaba el turno a Zaragoza, en cuyo asedio y posterior ataque Alfonso I se vio socorrido por los navarros y éstos por san Miguel, lo que daría origen a la iglesia de San Miguel de los Navarros actual [48]. El monarca aragonés capituló las condiciones de la rendición con los moros zaragozanos dando muestras de magnanimidad [49], aunque tuvo que soportar el levantamiento de los mudéjares que quedaron en la ciudad que a punto estuvieron de recuperarla para el Islam, lo que no consintió la virgen del Portillo, que avisó del peligro a los guardianes cristianos que estaban dormidos [47].
    Tras la caída de Zaragoza, el Batallador asedió y tomó Alagón guiado durante la noche por la luz intensa que les producía la Virgen [50] y, poco después, Borja, que cayó en sus manos a pesar del pacto que el alcaide moro había hecho con el diablo [51, 52]. En Bijuesca, los islamitas a punto estuvieron de recuperar el castillo, pero lo impidió la Virgen con sus ánimos a los exhaustos cristianos [53]. Luego sitió Calatayud, tomó Tierga —donde todavía aguarda un enorme tesoro— [62], reconquistó Maluenda [56] y se encaminó a Daroca, en cuyo asedio y toma destacó Jaime Díez de Aux [57], población ésta que estuvo a punto de perderse cuando, dormidos los centinelas cristianos, los moros fueron descubiertos al despertarse aquéllos por los ruidos producidos por una bandada de ocas [58]. Como puede verse, rodeado por las tierras recién ganadas por Alfonso I, quedaba Zafadola en su reinecillo taifal de Rueda, de modo que tramó y logró una espectacular huida a Castilla [59].
    El Batallador, sabedor de los refuerzos almorávides que llegaban del Levante, les preparó concienzudamente una celada en Cutanda [54] y con su victoria no sólo aseguró las tierras que había ganado sino que pudo proseguir su camino triunfante. Así entraron los cristianos en Lanaja, donde la hija del alcaide se convirtió en toro al ser perseguida por el cristiano que la amaba [55], se adueñó de buena parte de Los Monegros —destacando el valor de los guerreros de Robres gracias al quitamiedos que ingerían antes de cada combate— [346], y se apoderó de Alcañiz, de donde huyeron al exilio muchos moros [60].
    Y llega así el momento culminante de la lucha por la importante plaza de Fraga, donde, en principio, Alfonso I obtuvo una victoria parcial gracias al influjo de las singulares reliquias que atesoraba en una arqueta que siempre llevaba consigo [64], pero no aceptó la rendición de los fragatinos, a los que pretendía vencer por completo por las armas o por las imprecaciones de un monje [63]. Lo cierto es que, tras ser derrotado y herido de muerte, tuvo todavía fuerzas para vencer a sus enemigos en una batalla naval [104], y su muerte fue considerada por muchos como un castigo de Dios [99].

    Afortunadamente para los cristianos aragoneses, la capital del Ebro resistió la contraofensiva almorávide e incluso Ramón Berenguer IV reconquistaba Monreal del Campo, donde brilló con luz propia el darocense Sancho de Ravanera [65]. A partir de ahí, ya en época de Alfonso II, se incorporan Aguilar de Alfambra —valiéndose de un rebaño de cabras con teas encendidas que pusieron en fuga al enemigo— [66], Camañas—conseguida por el señor de Alfambra como venganza a las relaciones del alcaide moro con su propia mujer— [67] y Cretas, cuyos habitantes eligieron a santa Pelagia como patrona por ser este el día de la liberación [68]. Para entonces se habían hecho famosos los guerreros de Alcorisa [69].
    La toma de Teruel y su ubicación actual, en el montículo donde apareció un toro entre cuyas astas brillaba una estrella [70], constituyó otro hito importante en el proceso reconquistador aragonés, aunque la ciudad estuvo a punto de perderse por la traición de uno de sus jueces [71], pues se aseguraba un punto estratégico. Así, por ejemplo, cayeron a continuación Villel —gracias a la actuación heroica de una mujer— [72] y Mora de Rubielos, cabiendo la duda si tras un asedio prolongado [74] o por el matrimonio de la señora musulmana de Mora de Rubielos y del señor cristiano de Rubielos de Mora, ambos profundamente enamorados [73].
    Las últimas actuaciones reconquistadoras de los cristianos aragoneses tuvieron lugar en tiempos de Jaime I, que cercó Morés durante meses, pues no supo cortar el aprovisionamiento de agua y pescado de los moros sitiados [75], y la toma del castillo de Mallo, junto a Mosqueruela, aprovechando la estratagema urdida en torno a la bella muchacha Gracia [76].
    Todavía, sin embargo, continuó la pugna de los aragoneses contra los musulmanes fuera de los límites de Aragón, como en Ibiza —de cuyo fracaso se culpó Íñigo Zaidín, que se retiró apesadumbrado a Monte Perdido [77], o en Valencia, donde brilló el valor del darocense Hernando Díez de Aux [79], sin olvidar al guerrero de Villafeliche que cada año iba a luchar al Sur y que prometió construir, como hizo, un santuario a la Virgen si regresaba ileso [80].
    Las acciones bélicas y reconquistadoras de los aragoneses, como acabamos de ver, están suficientemente representadas en este corpus legendario, explicando, a su manera, alguno de los hechos acaecidos que son callados u omitidos por otro tipo de documentación.

    2.2. LA REPOBLACIÓN

    Tras la conquista del territorio quedaba una ingente tarea por hacer: repoblar, reconstruir, organizar, administrar... Es cierto que en este terreno existen muchas menos noticias, pero algunas hay.

    Sabemos, por ejemplo, cómo los cristianos que huyeron a las montañas pirenaicas en el momento de la invasión construyeron, cerca de donde luego surgiría el monasterio pinatense, una ciudad de nueva planta, la de Pano, aunque no pudo aguantar el primer ataque moro y fue arrasada hasta no quedar vestigio alguno [81]. Asimismo, conocemos los pormenores de la fundación de la villa de Acumuer, en el siglo IX, a cuyo municipio se asignó el recién fundado monasterio de San Martín de Cercito [82]. Y los casos de la repoblación de Suelves, cuyo señor (el marqués de Suelves) repartió entre sus vasallos tierra para su supervivencia [84] y la reconstrucción de Oliete tras su reconquista, con el hallazgo bajo una piedra de una imagen de la Virgen, que por eso se llamó del Cantal [85].
    Si lo que serían luego los términos municipales fueron generalmente pactados por aquellos que estaban en condiciones de hacerlo, generalmente reyes y señores, conocemos un procedimiento mucho más cercano al pueblo y con intervención del pueblo, cual es el caso de la delimitación de los términos de Monzón y Binéfar encomendada a dos ancianas mujeres [83].
    También tenemos un ejemplo de legado territorial, el de la señora Martina Pérez de Lozano, quien, una vez rechazado por el concejo de Binaced entregó su extenso patrimonio a los frailes sanjuanistas [87].
    Por último, la leyenda nos ha dejado testimonio de la construcción de una importante obra de utilidad pública que ha llegado hasta nosotros, la presa de Almonacid de la Cuba en el cauce del río Aguas, fruto de la ayuda militar pactada por los hombres de Almonacid y de Belchite con Jaime I el Conquistador a cambio de su construcción [86].

    3. EL MUNDO CRISTIANO

    3.1. LOS REYES

    Entre los reyes aragoneses hay algunos absolutamente legendarios, inexistentes, pero sobre casi todos los monarcas reales existen leyendas más o menos verosímiles. Los dos tipos están representados en los relatos reunidos.
    Entre los reyes fabulosos, nos encontramos a un primer rey de Sobrarbe, llamado García Jiménez, al crear el primer cenobio pinatense [253] y vencer a los moros a las puertas de Aínsa tras aparecérsele una cruz roja sobre una encina [17] y a Iñigo Arista en acción semejante ante el Pueyo de Araguás [22]. También nos dice la leyenda que muerto el rey sobrarbense Sancho García los nobles se reunieron para nombrar nuevo monarca y pactaron con él [136], o que García Sánchez II otorgó a San Juan de la Peña la heredad de Abetito [88], mientras que de Sancho García, llamado Abarca,

    tenemos dos versiones de cómo fue arrancado del vientre de su madre, la reina, una vez que ésta fuera asesinada por unos desalmados [89, 90].
    Sobre Ramiro I tenemos varias noticias legendarias, encabezadas por la que nos narra cómo debió el reino a la defensa que hiciera de su madre, acusada de adulterio por su propio hermano, al negarle ésta la montura de un caballo [91]. Luego le veremos huir desnudo de Tafalla cuando el campamento aragonés fue asaltado por los hombres del rey de Pamplona, su hermano [92], y peleará contra el hermano castellano, Fernando I, por la posesión de Calahorra [24]. También nos aparece nombrando obispo de los mozárabes zaragozanos al abad pinatense Paterno [93], para acabar muriendo a manos de Sancho II de Castilla por haber dado cobijo a la esposa de éste [94].
    A su hijo y sucesor, Sancho Ramírez, lo hallamos varias veces: distingue a los hermanos Isuerre por sus acciones bélicas en la toma de Alquézar [26], es apoyado por guerreros franceses en la efímera reconquista de Ejea [27], se adentra en solitario en terreno enemigo y rescata la virgen de Trasobares que llevará a Siresa [255], solicita ayuda a la Virgen para que le valga en la batalla de Piedratajada [33] o asedia y conquista la plaza de Monte Mayor, o sea, Luna [38] y de Monzón [44], desterrando de Navarra a los Esparza [141] y de Aragón al noble García Aznárez por haber asesinado a Céntulo de Bigorra [138], aunque éste se ganará su perdón cuando llevó a San Juan de la Peña los restos de san Indalecio [320]; o para acabar muriendo frente a los muros de Huesca [95], ante los cuales hace jurar a los suyos de que acatarán a su hijo Pedro I.
    A Pedro I lo vemos ante las murallas de Huesca cuando manda hacer recuento de efectivos [35], premia el valor demostrado por los hermanos Mudielo [34], o levanta el destierro a Maza que acude a ayudarle con una nueva arma [140]. Sabemos de él en la batalla de Alcoraz, cuando recibiera la ayuda de san Jorge [36] o recompensara a los caspolinos por su arrojo [37]. Cambiando de escenario, lo hallamos en el asedio y toma de Monzón [44] y, cerca de allí, en Peralta de Alcofea, enfrentándose en una escaramuza al Cid [39]. Pero también es humano cuando acude a San Miguel in Excelsis para ser curado de una grave dolencia [96].
    La riqueza legendaria sobre Alfonso I el Batallador es variada y rica en matices, pues no en vano fue uno de los personajes más populares de la Europa del momento. Ya siendo niño se hizo rodear de una escolta personal de chesos que le acompañarán toda la vida [97]. Como soldado, que conoce las características de todos sus hombres [346], lo vemos en la conquista de Ejea [46], de Zaragoza [47, 48, 49], de Alagón [50], de Borja [52], de Maluenda [56], de Daroca [57], de Tierga [62] y de Alcañiz [60], y prepara concienzudamente la celada que le condujo a la importante victoria de Cutanda frente a los almorávides [54], e incluso a una primera victoria sobre los fragatinos [64], ante quienes fue derrotado [63], aunque luego, herido de muerte, vencería en una fantástica batalla naval [104].

    Aunque se reconcilió con su mujer, Urraca, tras la toma de Ejea [98], la encerró en El Castellar [156] y en Soria [100] y acabó divorciándose de ella [103], vengando su propio honor en Candespina [102], pero nada tuvo que ver el fracaso de su matrimonio en la pretendida homosexualidad que le achacaron sus enemigos [105]. Antes de su muerte, que fue considerada por algunos como un castigo de Dios por haber sido negligente con él [99], tuvo que sufrir el oprobio de verse vencido en Soria por la Varona [101]. Lo cierto es que su fama hizo que muchos años después de su muerte apareciera un falso Alfonso I, durante la minoría de edad de Alfonso II, que creó no pocos problemas sociales y políticos [113].
    La trama legendaria nos presenta a Ramiro II siendo elegido rey en Monzón por los nobles frente a Pedro Taresa [106] y obligado a casarse con doña Agnés para dotar al reino de un heredero [107]; unos nobles y guerreros que se burlan de él cuando monta armado a caballo [109] y de los que se toma cumplida venganza, dando origen a una de las más famosas leyendas de la historia, la de la Campana de Huesca [110]. Pudo huir ileso de la trampa que le tendiera en Pamplona García Ramírez [108] y llegó a enfrentarse con éxito a Roldán, un descendiente del famoso Rolando carolingio [111], antes de morir en Echo de manera accidental durante una cacería [112].
    A la reina Petronila, siendo todavía menor de edad, la encontramos dando su conformidad a doña Toda Ramírez para que fundara el monasterio de Trasobares [257], y a su marido, el conde barcelonés Ramón Berenguer IV, en la reconquista de Monreal del Campo [65].
    El escenario en el que vemos a Alfonso II es, naturalmente, el de la actual provincia de Teruel. Está en el asedio de Aguilar de Alfambra, en cuya fortaleza entra tras un rebaño de cabras con los cuernos en llamas [66], y entra triunfador en Cretas el día de santa Pelagia [68], pero su acción más importante se desarrolla ante Teruel [70], donde tuvo que actuar con celeridad para castigar al juez que estuvo a punto de entregar la ciudad al enemigo [71]. Por otro lado, los defensores del castillo sarraceno de Mora a punto estuvieron de disuadirle para que levantara el cerco cuando arrojaron por los muros todo tipo de vituallas, como indicando que podrían resistir indefinidamente [74], aunque no les sirvió la estratagema y la plaza pasó a poder del monarca aragonés. Por último, lo hallamos nombrando barón de Escriche al valiente que logró librar a la comarca de una terrible fiera que tenía atemorizados a todos [144]. En cuanto a su mujer, la reina Sancha, de quien se decía que estaba enamorada en secreto del rey castellano Alfonso VIII [155], la hallamos fundando el monasterio de Sigena [259].
    Pedro II no ha sido excesivamente afortunado con las leyendas, pero conservamos una que muestra el carácter del monarca, cuando urdió una estratagema para no ser coronado por el Papa con los pies, pues hizo amasar una corona con miga de pan lo que obligo al pontífice a tomarla con las manos [114].

    Sin embargo, Jaime I el Conquistador ha visto enriquecer su ya bien documentada biografía con abundantes relatos legendarios que comienzan antes incluso de su nacimiento, puesto que, según la tradición, fue concebido merced a una treta palaciega [115]. Siendo todavía niño, recibe su primera espada en Monzón [118], a la que luego añadiría las espadas Villardell [120] y Tizona, heredada ésta del propio Cid [119]. Hombre cultivado por sus preceptores templarios tanto en las artes marciales como en las letras, pronto asistimos a su estreno con las armas luchando contra Rodrigo de Lizana en favor de don Lope de Albero, desde entonces incondicional apoyo [165], o imponiendo su autoridad ante el díscolo Pedro Ahones [125], a la par que observamos las buenas relaciones con el duque de Híjar de quien será huésped su hija María [157].
    Se distinguió don Jaime I en completar la reconquista aragonesa y aun en sumar a su corona otras tierras, de modo que tenemos noticias legendarias de la incorporación de los reinos de Monzón y Pomar al vencer a sus sobrinos [116], o ganando Morés tras larguísimo asedio [75] y el castillo del Mallo [76], cercano a Mosqueruela, villa ésta a la que convirtió en sede veraniega de la corona [124]. Luego le veremos intentando recuperar Ibiza, donde su íntimo amigo de la niñez Íñigo Zaidín fracasó como jefe de la expedición [77], y recibiendo al rey moro valenciano Abu Zeyt como aliado [78], para acabar conquistando Valencia [79]. Por cierto que, antes de esta importante expedición, a punto estuvo de morir a causa de una misteriosa enfermedad en Teruel, de la que se salvó gracias a unas sopas de ajo [117]. Pero no sólo guerreó, sino que también repobló la tierra adentro, cual es el caso de la construcción de la presa sobre el río Aguas en Almonacid [86] a cambio de ayuda militar en la huerta levantina.
    Fue hombre cultivado y sensible —por eso castigó a su trovador que había destrozado las vasijas de un ceramista que tarareaba una canción suya [158]— y bastante religioso, por lo que podemos verle regalando una preciada espina de la corona de Cristo al monasterio de Samper [322] o un relicario personal a la virgen de la Huerta de Magallón [321]. Asimismo, hace donación de la imagen de la Virgen que llevaba siempre en su silla de montar a las gentes de Lagueruela [121] o se hace cofrade de la de los Ángeles en Albentosa [123], pero su principal devoción mariana era, sin duda alguna, la virgen de la Alegría del Monzón de su niñez, de manera que hizo colocar una réplica exacta en la catedral de Barcelona [122]. Por todo eso no encaja mucho el hecho de haberse jugado la plaza de Petilla con el rey navarro [126].
    Pedro III —hijo de don Jaime I y doña Violante de Hungría y padre de santa Isabel de Portugal— nos es mostrado como un valiente tanto cuando desafía a un dragón en solitario en el monte Canigó [127], como cuando acepta el reto de vengar a Conradino de Sicilia [128] y acude rodeado de peligros y enemigos a la justa de Burdeos [129]. Pero también es magnánimo al perdonar a Pedro Martínez de Bolea, quien, actuando por su cuenta, pactó con el rey de Castilla evitando una guerra segura [349]. De cuando en cuando iba a su palacio de Tarazona que tanto gustaba a su mujer, la reina Constanza, donde tuvo lugar el drama amoroso entre la turiasonense Clara y Manfredo, el paje siciliano de ésta [180].
    De sus hijos Alfonso III y Jaime II no abundan las noticias legendarias, pues sólo conocemos lo acontecido en Chipre a los embajadores del segundo cuando fueron a procurarle una esposa [130].
    Si la leyenda pasa de puntillas sobre Alfonso IV, no ocurre lo mismo con su hijo Pedro IV el Ceremonioso, a quien vemos nombrar como primer conde de Luna a don Lope de Luna, que le había ayudado a luchar contra los unionistas [146], intervenir en la pugna entablada entre los Urrea y los Cornel en Zaragoza [169], o abolir los fueros turolenses tras la traición del juez que permitió la entrada de los ejércitos castellanos en Teruel [178]. Pero también sabe recompensar a los herederos de los hermanos Gombalte, que fueron inmolados por el alcaide de Bueña antes que entregar la plaza a Pedro I el Cruel de Castilla [177], en la lucha que durante años mantuvo con éste.
    De los hijos del Ceremonioso, don Juan I pasa desapercibido por nuestras páginas y Martín I el Humano nos aparece como responsable del traslado del Santo Grial de San Juan de la Peña a la Aljafería zaragozana [324] y del agua que se convirtió en sangre en Cimballa al monasterio de Piedra [309].
    El primer monarca de la casa castellana, Fernando I de Antequera, no sólo tuvo que luchar directamente en el campo de batalla contra su opositor, el conde de Urgell, sino que estuvo a punto de ser envenenado por la condesa [131]. No fue así, y le vemos nombrando confesor suyo a fray Vicente Ferrer, su gran valedor en Caspe, tras enterarse de cómo había logrado impedir que los diablos se acercaran a esa ciudad durante las deliberaciones de los compromisarios [288].
    De Alfonso V sabemos que nació entre terremotos y espanto [132] o cómo su mujer, la reina María, lloraba su prolongada ausencia italiana [161], pero también lo vemos en Teruel interviniendo para poner fin a las sempiternas luchas entre los Muñoz y los Marcilla [173, 330], incluso recortando los fueros turolenses, o accediendo a que se trasladara el cadáver de Benedicto XIII desde Peñíscola a su villa natal, Illueca [316].
    No tuvo mucha más suerte Juan II, pero aún le podemos ver encerrando en Mallén a su hijo Carlos, el Príncipe de Viana, que logró evadirse de la prisión [163], y conocemos al soldado Juan Miguel, que marchó a la guerra con el rey [186] y todavía le espera en Acumuer Martina, su prometida. Pero mayor repercusión tuvieron dos milagrosas curaciones de la virgen del Pilar, la de su mujer, la reina doña Blanca [160] —en cuyo honor instituyó la Orden de la Banda— y la de su nieto, hijo de don Alonso de Aragón, conde de Ribagorza [153].
    Por fin, de Fernando II el Católico sabemos, por ejemplo, que fue engendrado en El Frasno [133], armado caballero de María, poco antes de dirigirse a la conquista de Granada, en Castejón de las Armas [134], y salvado de la muerte por la virgen del Pilar [135].
    A través de este repaso de urgencia, vemos cómo la imaginación popular ha tratado de explicar algunas sinrazones y no pocos hechos que carecían de sentido desde la ignorancia. Pero también observamos, en ocasiones, noticias premeditadas de cronistas del bando contrario que pronto se convirtieron en leyenda, pues muchas de las invenciones se escribieron en crónicas coetáneas con claras intenciones, generalmente descalificadoras. No obstante, por ser leyendas no dejan de tener su porqué y su para qué.


    3.2. LA NOBLEZA Y LOS SEÑORÍOS

    Pero no sólo los reyes aragoneses dieron origen a esta trama legendaria, enormemente jugosa, divertida unas veces o cruel otras. También la nobleza y sus señoríos, todo un régimen social y político característico del antiguo régimen, desempeñaron un papel estelar.
    Sabemos, por ejemplo, cuándo tiene lugar su nacimiento, tras la muerte del cuarto rey de Sobrarbe, Sancho García, y del quinto conde de Aragón, García Aznar. En torno a San Juan de la Peña, donde estaban refugiados, los guerreros más influyentes creyeron llegado el momento de cambiar el rumbo de los acontecimientos y para ello decidieron nombrar de entre ellos a doce barones, en quienes recayó el gobierno del territorio, con lo que dieron origen a los «seniores», poco después llamados «ricos-hombres», germen de la nobleza aragonesa [136].
    Conocemos, asimismo, el origen de algunas de las casas y familias de nobles aragoneses, como la de los Aysa, en las montañas de Jaca [137]; la de los Esparza navarros, en tiempos de Sancho Ramírez [141]; o el influyente linaje de los Maza, nacido junto a los muros de la Huesca sitiada por Pedro I [140]. Asistimos al nacimiento de la baronía de Escriche, cuando Alfonso II nombró primer barón al valiente que libró a la comarca de una terrible fiera [144], y al alumbramiento del condado de Luna, merced de Pedro IV a don Lope de Luna por la ayuda que le prestara con sus soldados frente a los coaligados unionistas [146].
    Somos testigos del vasallaje que Pedro Ruiz de Azagra hiciera del liberado feudo de Albarracín a Santa María [143], y también de algunas actuaciones negativas, como el asesinato que García Aznárez cometiera en la persona de Céntulo de Bigorra, que le valió ser desterrado por Sancho Ramírez [138], o la cruenta muerte del barón de Espés durante uno de sus frecuentes viajes a Obarra [139]. Terrible fue, asimismo, el comportamiento del señor de Sástago cuando asesinó al abad del monasterio de Rueda para solventar las diferencias existentes entre ambos [147], y trágica la muerte del conde Artal, a la sazón señor de Mequinenza, por tratar de abusar de una muchacha [149]. Noticias tenemos del marqués de Ayerbe y de su palacio [150], así como de la burla que vivió el prócer por parte de las gentes de la villa por su vil comportamiento [151].
    Y es que los problemas de algunos señores con sus súbditos fueron frecuentes, cual es el caso del enfrentamiento del de Nonaspe con los suyos [142], o la bella historia de amor que se teje al calor de una revuelta campesina que dio origen al nombre de la villa de Maella [148], así como la precipitada huida del señor de Fabara ante las protestas del pueblo por sus constantes vejaciones y tiranía [152].
    Los relatos legendarios nos hablan también de algunos hechos singulares como, por ejemplo, la milagrosa salvación de don Pedro Fernández de Azagra, señor de Albarracín, que salió indemne tras perderse durante una noche tormentosa por las cercanías del monasterio de Piedra [145]; o lo sucedido al hijo del conde ribagorzano Alonso de Aragón, hijo del rey Juan II, que fue salvado in extremis por la propia virgen del Pilar cuando ya los médicos lo habían dado por muerto [153].
    Podemos seguir, por fin, la actuación de un trovador en Barbastro en la pequeña corte del conde de Entenza [164].

    3.3. LA VIDA CORTESANA

    Poseemos interesantes informaciones tanto de la corte real como de los salones de algunos señoríos, en los que las mujeres constituyeron un foco de atención primordial. Ese es el caso de la condesa ribagorzana Ava, a la que hallamos en Castilla donde, tras apasionadas escenas de amores y desamores, entra en connivencia con el propio Almanzor [154]; o sabemos de la amistosa acogida que el duque de Híjar dispensara en su palacio a María, hija de Jaime I [157]. También conocemos con cierto detalle el exilio de la princesa aragonesa doña Blanca en la corte albarracinense, donde no sólo fue muy querida sino donde ha dejado una imperecedera huella legendaria que llega hasta hoy, puesto que todavía se puede ver su leve figura en las noches limpias de plenilunio [159].
    Varias reinas se asoman también a las páginas legendarias. La que más huella ha dejado es, sin duda alguna, la castellana y controvertida doña Urraca, esposa de Alfonso I el Batallador, a la que vemos confinada por éste en El Castellar, desde donde caminaba a Ejea por un larguísimo túnel
    [156] y donde se reconcilió con su esposo tras tomar el rey la villa [98], para encontrarla de nuevo enclaustrada en Soria [100] antes de solicitar el divorcio [103]. Conocemos, asimismo, las desventuras de doña Sancha, mujer de Alfonso II y fundadora del real monasterio de Sigena, a la que muchos creían enamorada en silencio del rey castellano Alfonso VIII, aunque jamás le declaró su amor [155]. Más tarde advertimos la grave enfermedad y curación milagrosa de doña Blanca de Navarra, quien peregrinó a Zaragoza para dar gracias a la virgen del Pilar por haberle salvado la vida y

    donde instituyó en su honor la Orden de la Banda [160]. Vemos, por fin, a la queridísima reina María llorando la prolongada ausencia de su esposo, el rey Alfonso V [161].
    Desde la leyenda, podemos asistir a las desventuras y vicisitudes amorosas del noble Manrique de Lara, el famoso trovador prisionero en la Aljafería, que llegaría a su consagración definitiva a través de una famosa ópera [162], a la par que vemos encarcelado por su padre Juan II, en Mallén, al Príncipe de Viana, si bien logró fugarse con sus bienes merced a la ayuda de sus incondicionales [163].
    Podemos oír, por fin, las melodías de los trovadores que van de corte en corte, de modo que al famoso juglar de la Aljafería se le unirá el que en Barbastro actúa para el conde de Entenza, de cuya hija se enamora locamente hasta morir [164]. E incluso asistimos al castigo impuesto por Jaime I a su trovador por haber destrozado éste las vasijas de un ceramista porque entendía que tarareaba mal sus tonadas [158].


    3.4. LAS PUGNAS FAMILIARES

    En este mundo cortesano, fueron frecuentes las pugnas entre familias de abolengo, de modo que el monarca se vio obligado a intervenir en múltiples ocasiones para tratar de imponer la paz entre ellas. No es extraño, por lo tanto, que Jaime I hiciera sus primeras armas luchando contra Rodrigo de Lizana que había atacado injustificadamente a don Lope de Albero [165].
    Los Albir y los Frago dirimieron con las armas sus diferencias en Magallón hasta terminar su contienda en drama, cuando Juan Albir fue muerto en la misma ermita de la Virgen, que acabó huyendo a los montes de Leciñena, donde se apareció a un pastor [166]. Los Segura y los Marcilla, dos importantes familias turolenses, turbaron la paz de la ciudad durante años, finalizando en tragedia los amores de Isabel y Diego, inmortalizados para siempre por la leyenda como los «Amantes de Teruel» [167]. También en Teruel lucharon los Marcilla contra los Muñoz, lo que dio origen a unos segundos «amantes», a la par que para sofocar el conflicto se viera obligado a intervenir el propio rey Alfonso V [173].
    Existen todavía más casos de enemistades, y así podemos ver a los Luna y los Urrea, enfrentados por la cuestión sucesoria al trono, ensangrentando el solar aragonés, como cuando Antón de Luna cortó la mano al obispo García de Zaragoza [171] o cuando tras matar el mismo don Antón
    —defensor del conde de Urgell— al arzobispo de Zaragoza, Pedro de Urrea le presentó batalla campal junto a la Zuda cesaraugustana [172] obligándole a huir.
    Los Urrea, una vez más, y los Cornel lucharon a muerte en Zaragoza y sus alrededores debido a la fuga perpetrada por los amantes Brianda de Luna y Luis Cornel, hasta que Pedro IV llevó el caso ante las mismas Cortes del reino [169].
    Con final más feliz acabaron las desavenencias de dos muchachos de familias rivales de Pedrola pues, tras perdonar la vida uno de ellos al otro, fueron a dar gracias a la Virgen [168], hecho que todavía se conmemora hoy en la localidad, como se recuerda con simpatía en Montalbán el enlace de una muchacha y un joven de familias antagónicas, tras fingir ella que estaba loca [170].

    3.5. LA GUERRA ENTRE CRISTIANOS

    Pero además de las pugnas internas entre familias rivales, las leyendas nos han transmitido abundantes e impresionantes testimonios del enfrentamiento entre los castellanos y los aragoneses en la llamada «guerra de los dos Pedros», Pedro IV el Ceremonioso de Aragón y Pedro I el Cruel de Castilla.
    A lo largo del recorrido del ejército castellano —que se adueñó de parte de las Comunidades de Calatayud, Daroca, Albarracín y Teruel—, encontramos hitos señalados, como, por ejemplo, la victoria aragonesa en Fuentes de Jiloca, donde las mujeres de la localidad sorprendieron a los invasores [174]. Luego asistiremos al asedio de Daroca, en cuya defensa tuvo una participación destacada Miguel de Bernabé [175], el alcaide de Báguena, que poco después prefirió morir abrasado entre los muros de su castillo antes que rendirse al invasor [176].
    En el camino hacia Teruel, las tropas de Pedro I el Cruel hallaron resistencia inusitada ante la fortaleza de Bueña, a cuyos pies murieron los hermanos Gombalte por negarse su alcaide a entregar la plaza, lo que motivó el reconocimiento de Pedro IV a los herederos de los hermanos sacrificados [177]. Poco después, el juez de Teruel abrió el «Portal de la Traición» a los castellanos que dominarían la ciudad durante varios años [178].


    3.6. AMORES Y DESAMORES

    Para finalizar este repaso de urgencia a las vivencias legendarias del mundo cristiano medieval aragonés, antes de adentrarnos en el musulmán y el judío, señalaremos unas historias de amores y desamores, alguna de las cuales finalizó bien, como les ocurriera a los enamorados de Montalbán [170], e incluso otras están todavía por terminar, como en el caso de Martina, que todavía espera en Acumuer a que regrese su Juan Miguel, que se fue a la guerra a luchar al lado de Juan II [186], pero, por regla general, la tragedia fue el denominador común.

    Recordemos los dramas amorosos en los que estuvieron mezcladas las familias turolenses de los Marcilla con los Segura [167] y con los Muñoz
    [173] y las tormentosas relaciones por cuestión semejante entre los Urrea y los Cornel en Zaragoza [169]. Pero también asistimos al desenlace borrascoso provocado por los celos de Alfonso de Barbastro que le llevaron a la cárcel [179], o a la muerte del paje siciliano Manfredo que murió en Tarazona a manos de su despechada enamorada, la turiasonense Clara [180].
    En Teruel, la joven doña Elvira costeó las obras de un nuevo puente sobre el río Guadalaviar, que todavía está hoy en pie, para no tener que atravesar el entonces existente en el que fue asesinado su marido por un enamorado celoso [181]. Constancia queda en una oquedad del monasterio de Piedra de los cuerpos inertes de Flor y su amante, muertos por el marido de aquélla, el señor de Castro de Malavella, don Arnaldo [182].
    Sabemos, asimismo, de las desventuras amorosas de Berenguer de Azlor y Aldonza de Entenza que, como en el caso de los amantes turolenses, fueron enterrados juntos en la iglesia de Montalbán [183].
    También murió por amor la hija del alcaide del castillo de La Fresneda a manos de los arqueros de su padre [185].
    Por otra parte, la hija del señor de Sos del Rey Católico todavía vaga por los contornos de la villa por haber faltado al juramento de fidelidad a su prometido mientras éste luchaba contra los moros para tratar de hacer fortuna [184], mientras en Blecua tenía lugar un singular drama fruto de la costumbre de los padres de comprometer el matrimonio de sus hijos. En efecto, una muchacha de la localidad no aceptó como marido al joven que sus padres le habían destinado enamorándose de otro y, tras aparecer muertos por el candidato despechado, fueron enterrados en tumbas cercanas, entrelazándose poco después las ramas de los rosales que nacieron en sus cabeceras [187].

    4. EL MUNDO MUSULMÁN

    Aunque no con tanta abundancia como en el caso de los aragoneses cristianos, también nos ha quedado constancia legendaria de los aragoneses musulmanes, a quienes poco después de la conquista ya los vemos buscar los tesoros escondidos por los cristianos en su precipitada huida, cual es el caso de la Muela de San Juan, junto al actual pueblo turolense de Griegos [188]. Y es que el de los tesoros es un tema recurrente en las relaciones entre ambas comunidades.
    Así, por ejemplo, antes de pasar a manos cristianas el castillo de Ayerbe, los sarracenos escondieron un tesoro para el día que regresaran [194], como hiciera Alí Mohal, que peregrinó con el suyo desde Valencia hasta Monreal, quedando enterrado con él [197]. Exactamente igual hicieron los moros de Castellote quienes, ante la inminencia de la conquista cristiana, escondieron sus riquezas en la montaña Cañarda [199], tal como hicieran la reina mora de Cañart [201] y los habitantes de El Castellar en su huida hacia Castejón de Valdejasa [209]. También sabemos de la mora codiciosa de Siresa que vagaba por los bosques atesorando riquezas [207] o cómo Mustafá de Monreal que, aunque se quedó a vivir como mudéjar esperando tiempos mejores, jamás reveló dónde había escondido el suyo [230].
    Comentario aparte merecen algunas mujeres agarenas que se retiraron en soledad a esperar el regreso de los suyos, regreso que nunca se produjo, como le ocurriera a la mora de Guadalaviar que aún confía en la vuelta de su guerrero [200], o la mujer musulmana que vagó de valle en valle buscando a su enamorado hasta dar con su cuerpo muerto [206], o la reina mora de Rasal que todavía confía en el retorno de su marido [208].
    Por otra parte, es normal hallar noticias legendarias de moras encantadas que suelen narrar historias de convivencia pacífica, siendo casi siempre aceptadas con cariño y asombro por los cristianos que las contemplan, excepto en el caso de la mora de Bastarás, que tenía atemorizados a todos los pastores de la comarca [203]. Preciosa es la historia de la joven y bella islamita que decidió vivir sola en la actual Basa de la Mora, cerca de Saravillo, hastiada por las continuas luchas entre los hombres [202] y que muchos dicen verla aún en el fondo de aguas limpias del ibón, como enternecedora es la historia de la mora encantada de Sallaón, en El Grado, que se unió a un cristiano y ambos todavía mantienen limpios los pozos de agua [204]. Aún recuerdan en Sena la siempre joven mora que tendía la ropa limpia al sol, aunque nunca era vista de día [236].
    Como en el lado cristiano, no es difícil hallar referencias legendarias acerca de problemas cortesanos, cual es el caso del gobernador moro de Zaragoza permanentemente rechazado por la darocense Salima, a la que mandó enterrar viva por despecho y aún pide venganza en ocasiones desde la muralla [189]. Vemos, asimismo, a la inmensamente rica reina mora de Guarrinza, pero aislada de los suyos en pleno Pirineo [190].
    Sabemos con cierto detalle, por otro lado, de las tres hijas del rey moro de Sarakusta que huyeron a Francia para librarse de su padre, si bien murieron heladas bajo la nieve, siendo delatadas hoy por la montaña de las Tres Sorores [191]. También huyó Aixa, subyugada por su padre, el rey de Albarracín, que buscó la libertad, aunque una hechicera la convirtió en fuente cerca de Frías [193].
    Entrañable es la historia de amor entre el joven príncipe Abenracín y Zaida, hija del señor moro de Cella, de cuyo romance nos queda hoy, según la leyenda, el acueducto que toma sus aguas en el Guadalaviar [192]. Como fruto de la pugna amorosa por la hermosa Zoraida podemos admirar ahora las torres de San Martín y San Salvador de Teruel levantadas por sus dos pretendientes [205].

    Por fin, noticias tenemos de Abdelmelic, señor de la taifa de Albarracín, que sufrió un atentado en casa del alcaide de Alacón, su cuñado y vasallo, por lo que recibió un castigo ejemplar [196], como poseemos datos acerca de las revueltas internas que tuvieron lugar en Zaragoza poco antes de su reconquista, entre los que destaca la que protagonizó uno de sus prohombres, Zila [198].

    5. EL MUNDO JUDÍO

    Respecto al mundo judío, son frecuentes los intentos de conversión a la fe católica, fundamentalmente por parte de fray Vicente Ferrer, a quien encontramos en su tarea evangelizadora en Daroca [216] o en Zaragoza, donde logró convencer a un afamado rabino [217], si bien en Calatayud fue apedreado por toda la población, incluida la cristiana, lo que le condujo a predecir que la ciudad sería inundada por los ríos que allí se juntan, el Jalón y el Jiloca, aunque san Íñigo salió en defensa de los bilbilitanos [215].
    Las relaciones entre católicos y hebreos no fueron excesivamente cordiales a juzgar por las leyendas que nos son conocidas. Así, por ejemplo, Juan, herrero que trabajaba en la construcción del monasterio de Veruela, se vio rechazado por una bella judía de Trasmoz, lo que le llevó a quitarse la vida [211], pero más grave fue el incidente ocurrido en la aljama zaragozana, cuando los hebreos asesinaron a Dominguito de Val, cuyo cuerpo, ocultado por aquéllos, fue delatado por una luz fantástica [212]. Asimismo, el monasterio de San Miguel de Foces fue totalmente arrasado por mandato de un judío despechado porque los monjes no quisieron acudir en ayuda de su hija [213, 214]. No es extraño, pues, que los miembros de esta minoría religiosa fueran expulsados de algunas poblaciones, como ocurriera en Tamarite, donde se reclamó la presencia para ello del propio Cid [210].


    6. RELACIONES ENTRE CRISTIANOS Y MUSULMANES

    6.1. RELACIONES AMISTOSAS

    Entre las comunidades cristiana y musulmana hubo trato constante, siendo abundantes los casos de tolerancia y comprensión mutua. Así, por ejemplo, vemos al alcaide moro de Peralta de la Sal permitiendo que los mozárabes de la localidad siguieran venerando a la Virgen, a la que incluso invocó su propia mujer en más de una ocasión [218]. Por su parte, los cristianos de Graus facilitaron que el antiguo alcaide musulmán y su hija Zoraida siguieran viviendo entre ellos, llorando amargamente la muerte de ambos [221], aunque más

    sorprendente parece el hecho de que el propio Almanzor consintiera que los cristianos de La Almunia de Doña Godina veneraran públicamente a la Virgen [223] o que, en Langa, la imagen de la Virgen en cuya ermita se había cometido un crimen eligiera la casa del moro Tocón para buscar refugio [229]. Pero todavía es más llamativo el hecho de que una mora de Borja, preocupada por la incurable enfermedad de su hijo, decidiera peregrinar hasta la ermita de la virgen de Salas de Huesca, donde alcanzó la curación [232].
    Ejemplos de relaciones amistosas existen varios, como el de la mora encantada de Aquilué que peinaba todos los días a una señora cristiana [233] o el contrario, el de la mujer cristiana de Rasal que hacía lo propio con la esposa de un ganadero mudéjar [234], aunque más singular es la actitud del pastor cristiano de Luesia que llevaba todos los días leche a una mora solitaria [238]. En este clima no es de extrañar, por lo tanto, alguna conversión, como le ocurriera a un alfaquí zaragozano [235].
    Abundantes son, por otra parte, las relaciones amorosas entre miembros de ambas comunidades, relaciones que no siempre tuvieron el resultado feliz de Zoma, el alcaide moro de Daroca, con la cristiana María [219], de Zaida de Cella con el conde cristiano Hernando [224], del joven cristiano de Tarazona que se fue a vivir con una mora encantada [225], o de la bella mora de Ricla y su enamorado cristiano que decidieron olvidar de sus respectivas religiones aquello que les separaba y mantener lo que les unía [228].
    En otras ocasiones, las cosas no resultaron tan positivas. Y así, la hija del rey moro de Albarracín, que estaba enamorada del Cid, fue encantada por una bruja para impedir que el amor prosperara [220]. Más dramático fue el final de Zulima, la hija del alcaide sarraceno de La Puebla de Castro, quien tras enamorarse y unirse al reconquistador de la plaza, Roderico de Mur, fue asesinada en Graus por moros enemigos de su padre [222].
    Final dramático tuvieron, asimismo, el joven guerrero cristiano que, una vez liberada Gallur, regresó para unirse a una muchacha musulmana [226], y el tenente de la misma localidad, don Artal de Alagón, quien enamorado del espectro de Alma Serena, enloqueció de amor [227], mientras que Alba, la mujer del Rey Lobo, se enamoró de don Pedro de Azagra, aunque falleció llevándose su secreto [231]. Por fin, recordemos la bella historia de las tres doncellas moras de Sabiñán que fueron encantadas y convertidas en tres palomas por querer a tres muchachos cristianos, a los que todavía esperan revoloteando en torno a las torres del viejo castillo [237].

    6.2. RELACIONES PROBLEMÁTICAS

    Pero no siempre las relaciones entre moros y cristianos fueron amistosas, pues en ocasiones privó la intransigencia religiosa, como le ocurriera a la joven Orosia, que fue hecha prisionera y sentenciada a muerte [239], lo mismo que les sucedió a las muchachas Nunilo y Alodia, que prefirieron

    morir antes que renunciar a su fe [240]. O la actitud del conde cristiano que se negó, una vez reconquistada Barbastro, a propiciar el rescate de dos jóvenes agarenas [245], mientras que un mudéjar turiasonense fue engullido por la tierra por trabajar en domingo [249].
    Existieron persecuciones enconadas y encarnizadas, como la que terminó con la vida del joven Visorio, asesinado por una partida de moros [241], o la que puso en aprietos a Elena de Biescas, que se salvó de manera milagrosa [242], aunque más espectacular fue la huida de un escudero del Cid, quien, acorralado por varios soldados musulmanes, dio un salto inverosímil con su montura en la foz del Guadalaviar y burló a sus perseguidores [246].
    Hubo apresamientos inhumanos, cual es el caso de un mozárabe de Tarazona, que lo fue porque descubrió de dónde procedía el agua que manaba en las fuentes de la ciudad, circunstancia que las autoridades musulmanas querían mantener en secreto para que nadie pudiera envenenarla [244], o el apresamiento de un joven cristiano de Muniesa que se salvó gracias a la intervención prodigiosa de la Virgen [247].
    También tenemos noticias legendarias de robos cometidos entre ambas comunidades, como el caso protagonizado por un cristiano de Chía, quien sustrajo un cáliz a los moros de Sos y pudo salvarse de su persecución al producirse una avenida repentina del río Ésera una vez que él lo había cruzado [248].
    No es de extrañar, por lo tanto, que se produjeran expulsiones por uno y otro lado. Así vemos cómo los mozárabes de Sarakusta fueron echados de la ciudad y confinados en lo que desde entonces se llamaría El Burgo de Ebro, acudiendo allí la imagen de la Virgen que veneraban [243], pero también asistimos al exilio de los mudéjares de Pina merced a una estratagema de los cristianos de la localidad [250].

    7. ASPECTOS RELIGIOSOS

    En la sociedad medieval aragonesa, todo lo relacionado con la religión tuvo una gran importancia, por eso no es de extrañar que sean abundantes las leyendas que tienen como fondo alguna motivación religiosa. De entre la variada gama de este tipo de leyendas, nos detendremos fundamentalmente en aquellas que hablan de los monasterios, los peregrinos, los santos, los milagros o portentos y las reliquias.

    7.1. LOS MONASTERIOS

    Los monasterios desempeñaron un papel primordial en el sistema religioso, político, económico y social de la época, y son muchos los relatos legendarios que nos dicen cosas de ellos.

    Entre los viejos cenobios pirenaicos, tenemos noticias de San Martín de Cercito —que fue asignado a la recién nacida villa de Acumuer [82] tras haber sido fundado por el conde Galindo [254]—; de Alaón, cuyo abad fue condenado a muerte por el rey por haberle desobedecido [327]; de San Pedro de Tabernas, convertido en el primer núcleo de la resistencia cristiana tras la invasión musulmana [16]; de San Pedro de Siresa, donde fue a parar un brazo del apóstol san Pablo [319]; y, sobre todo, de San Juan de la Peña. De éste sabemos de su primer eremita, Juan de Atarés [251], de la construcción del primer cenobio por parte del rey García Jiménez [253], de la instalación de la primera comunidad cenobítica con Voto y Félix [252], de la donación de Abetito que recibió de García Sánchez II [88], así como de la arqueta que contenía el Santísimo Sacramento y quedó intacta tras un pavoroso incendio de su iglesia [313] y del Santo Grial hasta que Martín I lo mandó a la Aljafería [324] o Parsifal se lo llevó a Oriente [325].
    Hallamos luego los cenobios del Somontano y aledaños, como el levantado en honor de la Virgen del Pueyo de Barbastro después de aparecerse a Balandrán [256], el de San Miguel de Foces, junto a Ibieca, donde tuvieron lugar dos luctuosos hechos protagonizados por los judíos [213, 214], y el de Montearagón, en el que se declaró un gran incendio del que quedó indemne el fragmento de pan de la Última Cena que en él se conservaba [323].
    Por último, tenemos noticias de los monasterios que nacieron con la expansión territorial del reino. Así sabemos de las fundaciones del convento de Trasobares por doña Toda Ramírez [255, 257], del de Veruela por Pedro Atarés [258] y de Sigena por la reina doña Sancha [259]. Los condes de Sástago propiciaron tanto el nacimiento de Monler [260] como de la Cartuja de las Fuentes [263], y don Gil de Atrosillo, señor de Estercuel, levantaba el de Nuestra Señora del Olivar [261]. Del de Rueda tenemos dos noticias: el asesinato de su abad a manos del señor de Sástago [147] y el descubrimiento del pasadizo que por debajo del Ebro unía el monasterio con Escatrón [264]. Por su parte, los monjes de Fuenclara, molestados por los hombres del conde de Urgell, decidieron instalarse en Santa Fe, levantado su nueva casa cerca de Zaragoza, a la vera del Huerva [262]. Por último, tenemos noticias tanto del monasterio de Samper, al que Jaime I donó una espina de la corona de Cristo [322], como del que fundaron los monjes franceses de San Caprasio, en la Sierra de Alcubierre [343], que fue famoso por las medicinas que ellos mismos elaboraban.

    7.2. LOS PEREGRINOS

    No son ajenos al mundo legendario los peregrinos que iban y venían de un confín a otro. Algunos de ellos eran santos que tomaban esta caracterización, como sucediera en Benasque con san Marcial [265], o el viaje conjunto que emprendieron los santos Licer, Juan, Gregorio y Pantaleón [269], que fueron quedándose en Zuera, San Juan de Mozarrifar, montes aledaños a Zaragoza y Juslibol, respectivamente.
    En Alcolea se recuerda todavía al peregrino anónimo que, después de tallar un magnífico crucifijo, desapareció sin dejar rastro [266], tal como sucediera con otros dos romeros escultores en la villa de Boltaña [267]. Por su parte, en Castiello de Jaca se conservan todavía las reliquias que transportara un romero que iba a Santiago y al que fuerzas ocultas no le dejaban salir de la población [268].

    7.3. LOS SANTOS

    Abundantes son las noticias legendarias referentes a diversos santos en todo Aragón. Muchas de ellas explican por qué algunos pueblos los eligieron como patrones. Si san Licer lo es de Zuera se debe a que al paso de sus reliquias por allí, llevadas por soldados franceses, las campanas comenzaron a repicar solas [274]. San Pedro Arbués, patrón de Aguilón, tuvo problemas cuando intentó cortejar a santa Bárbara, patrona de Tosos [294]. San Blas eligió Torrecilla de Alcañiz para quedarse [296] y santaTecla fue nombrada patrona de Cervera de la Cañada después de salir repetidamente su nombre de entre las bolas introducidas en un saquete [297]. Por su parte, san Gil y san Ginés, que predicaron juntos por tierras de la Hoya de Huesca, se vieron sorprendidos por una avenida del río Sotón, quedando uno a cada orilla, de modo que uno se refugió en Ortilla y el otro en Lupiñén, cuyos habitantes acabaron proclamándolos patrones respectivos [295]. Los habitantes de Cretas, por otro lado, tal como habían decidido con antelación, nombraron patrona a la santa del día de la liberación por Alfonso II, santa Pelagia [68]. En Graus, por último, sus habitantes eligieron como patrón a san Vicente Ferrer, población en la que vivió durante algún tiempo y donde instituyó la procesión de la disciplina [290].
    Vemos en nuestras páginas a varios santos aragoneses, comenzando por el citado san Pedro Arbués [294]. Así hallamos a san Ramón cuando huye de su diócesis barbastrense hacia Roda, presionado por el obispo de Huesca, obrando milagros por los pueblos que pasa [271] y, más concretamente, resucita a una joven desahuciada en Roda [272], libera a distancia de la cárcel a dos soldados cargados de grilletes a quienes vemos en Roda para orar ante la tumba de su libertador [273] o provoca la lluvia que tan necesaria era para las gentes de Capella [299]. San Balandrán, un joven pastor de Ilche a quien se le aparece la virgen del Pueyo, será su heraldo ante los barbastrenses [256]. En san Voto y su hermano Félix está el germen de la primera comunidad de San Juan de la Peña [252]. Santas Nunilo y Alodia morirían como mártires en Huesca por no renunciar a su fe cristiana [240], como le sucedió a san Visorio, asesinado por una partida de moros incontrolados [241]. Y, por último, nos encontramos con santa Isabel, hija de Pedro III de Aragón y reina de Portugal, convirtiendo en rosas las monedas que llevaba para repartir entre los pobres cuando fue descubierta por su marido, el rey portugués [350].
    Hallamos, asimismo, nombres tradicionales en el santoral cristiano. San Valero, un hombre del siglo IV, por ejemplo, al pasar por Castelnou hacia su destierro, pronosticó que dicha población no sería invadida por los musulmanes cuando éstos todavía no existían [270]; san Gregorio se instala en las proximidades de Zaragoza [269]; san Roque visita el hospital de Valdealgorfa donde todavía quedan pertenencias suyas [278]; san Blas eligió a Torrecilla de Alcañiz para quedarse [296]; san Miguel vence a la plaga de la langosta en tierras de Tauste [334]; san Sebastián no sólo libró de la lepra a las gentes de Fayón [335], sino que también detuvo la peste en Azanuy [338]; san Marcial fue peregrino por tierras de Benasque [265]; san Macario salvó de la muerte a un muchacho de Andorra [318]; y santa Orosia era sentenciada a muerte en tierras jacetanas [239], mientras los beatos predicadores Gregorio y Domingo morían en Besiáns dando origen a un hecho portentoso [279].
    Consideración aparte merecen santo Domingo, san Indalecio y san Vicente Ferrer. Santo Domingo, que fue amamantado de niño por una vaca en tierras de Lobera de Onsella [277], lo hallamos en Zaragoza predicando la devoción del Rosario [275] e intercediendo por la noble y pecadora Alejandra, de modo que logró que su alma no se escapara de su cabeza separada del cuerpo antes de que pudiera confesar [276]. Los restos mortales de san Indalecio, por su parte, fueron traídos desde Andalucía a San Juan de la Peña por el proscrito García Aznárez, lo que le valió el perdón de Sancho Ramírez [320], pero lo más importante fue el multitudinario voto al que se sumaron multitud de pueblos de Aragón. Por último, es de destacar la gran cantidad de leyendas propiciadas por san Vicente Ferrer.
    El dominico valenciano, que desempeñara tan importante papel en la crisis dinástica que se resolvió en Caspe, ha dejado abundante constancia legendaria de su paso por todo Aragón en su intento de convertir a los judíos. Aunque en alguna ocasión tuviera problemas, cual es el caso de Calatayud, donde fue apedreado [215], o de Teruel, cuya destrucción vaticinó tras marchar de la ciudad sin haber logrado convertir a ningún hebreo [285], lo normal es hallar leyendas positivas de su peregrinar. Lo vemos predicando con éxito ante los judíos de Daroca [216], de Calatayud, donde salvó de la muerte a un muchacho despeñado [286], y de Zaragoza, donde fue capaz de convertir a un influyente rabino [217]. Predica en Mora [280], Maella [284], Barbastro [289], Graus [290], Aínsa [291], Benabarre [292], lugares todos ellos en los que queda constancia de los milagros realizados. Además, en Piedra, sanó a una endemoniada [281], logró salvar su propia vida en Caspe ante los sicarios del conde de Urgell [283] e impide que los demonios entren en la ciudad del Compromiso durante las deliberaciones [288]; descubre a los falsos frailes que timaban a los comerciantes de Daroca [287]; en el convento de Huesca, cuando ya había fallecido, hizo que
    se desprendiera un cuadro sobre la cabeza del prior dominico por negarse a festejar su aniversario por coincidir con la Semana Santa [293]. Y si Munébrega conserva un crucifijo tallado por el propio fraile [282], Graus se salvó de la inundación provocada por los ríos Ésera e Isábena gracias al crucifijo que legara al pueblo el fraile predicador [315].

    7.4. LOS PORTENTOS

    Las páginas legendarias están repletas de narraciones milagrosas o portentosas, de hechos y circunstancias inexplicables a la luz de la razón: victorias militares casi imposibles, curaciones inverosímiles, castigos ejemplarizantes, favores especiales, victorias contra los elementos naturales desatados, etc.
    Una buena parte de este tipo de relatos legendarios se centran en la ayuda portentosa, milagrosa podríamos decir, que los guerreros cristianos recibieron en el momento menos esperado. La aparición de una cruz roja sobre una encina dio ánimos a los hombres de García Jiménez para reconquistar Aínsa [17] y otra cruz recortada en el cielo azul posibilitó la victoria de Íñigo Arista en Araguás [22]. La intercesión de la Virgen fue determinante en la reconquista de Ejea [46], Zaragoza [47], Alagón [50], Bijuesca
    [53] y Calanda [61] o en la liberación de prisioneros [247]. San Jorge intervino en la reconquista de Huesca [36], Santiago ayudó al Cid en Torrenublos [41] y san Miguel en Zaragoza [48], mientras san Ramón ayudaba a evadirse a dos soldados [273]. Por fin, Alfonso I venció a los musulmanes en Fraga con la ayuda de las reliquias que portaba consigo [64].
    Llenas están las páginas legendarias, asimismo, de curaciones portentosas. Pedro I fue curado por san Miguel in Excelsis [96]; la virgen del Pilar sanó a Fernando II [135], al hijo del conde ribagorzano [153] y a la reina doña Blanca de Navarra [160]; san Ramón arrancó de la muerte a una joven de Roda [272], san Vicente Ferrer a un muchacho en Calatayud [286] y san Macario a otro de Andorra [318]. La peste fue detenida en Azanuy por san Sebastián
    [338] y este mismo santo libró a Fayón de la lepra [335]. Por último, diversas endemoniadas fueron sanadas por san Vicente Ferrer en Piedra [281] y en Aínsa [291], y por la intercesión de la virgen Blanca en Piedra [317].
    Asistimos a castigos ejemplares, como el caso del mudéjar de Tarazona que vio abrirse la tierra bajo sus pies por haber trabajado en domingo [249], la petrificación de un pastor y sus reses cerca de Bono por el obispo Bencio de Zaragoza [298], o la conversión en estatua de piedra del darocense Martín Visagra por perjuro [306].
    Varios son los casos en los que los elementos naturales desatados (riadas, tempestades, plagas, etc.) fueron aplacados milagrosamente, como el caso de la tempestad que conjuró san Vicente Ferrer en Barbastro [289], la avenida del Ebro en Monzalbarba contenida por la Virgen [305] o la riada padecida en Graus que remitió gracias al crucifijo que allí había dejado san Vicente Ferrer [315], mientras que san Ramón, por el contrario, hizo llover en Capella que padecía una pertinaz sequía [299]. La plaga de la langosta fue abortada de manera portentosa en sitios tan dispares como Tauste [334], Arándiga [337] o Fuentes de Ebro [341].
    Por otra parte, varias fueron las poblaciones aragonesas, además de Daroca [301], en las que se produjeron Corporales —Aniñón [307], Andorra [308], Fraga [311], Aguaviva [312] y San Juan de la Peña [313], entre otras— lo que dio origen a todo un reguero de fervorosas peregrinaciones, mientras en Cimballa el agua utilizada en misa, ante la duda del sacerdote que la celebraba, se convirtió en sangre, reliquia que el rey Martín I hizo llevar al monasterio de Piedra [309].
    El fervor de algunos fieles consiguió favores especiales a la hora de la muerte, como los casos de la noble Alejandra, que conservó el alma en la cabeza que tenía separada del cuerpo hasta que logró ser confesada [276] y del hombre decapitado en Villarroya de la Sierra que, en idénticas circunstancias, fue confesado por el arzobispo de Zaragoza [310].
    Hallamos narraciones curiosas, como la ayuda que Gallinás recibió de la Virgen tras haber robado un cáliz a los moros [248], la de la imagen de la Virgen que viajó varias veces entre Soria y Zaragoza [300], el caso del pastorcillo que vio transformados en rosas milagrosamente los nudos que hacía en un junto, con lo que inventó el rosario [302], la palidez que le ha quedado a la virgen de Salas de Huesca tras haber sido profanado su templo [304], o el olor a néctar que despidió el sepulcro del Papa Luna en Peñíscola antes de ser trasladado a Illueca [316]. En otro caso, una fulgurante luz mostró dónde había sido enterrado santo Dominguito de Val tras ser asesinado por los judíos [212], o sonó una campana sin que nadie la tañera, como ocurriera cuando los restos de san Licer pasaban por las calles de Zuera [274] o las varias veces que la campana de Velilla de Ebro ha presagiado acontecimientos diversos [314].
    Por último, no faltan casos de relación con el propio Diablo, como el pacto que sellara el walí moro de Borja para defender la plaza de los cristianos [51, 52], o como cuando san Vicente Ferrer impidió que se acercara a Caspe durante la celebración de las deliberaciones del Compromiso
    [288] o el pacto que hiciera con él el barón Artal de Mur, en honor del cual llegó a instituir en Aínsa la «misa del Diablo» [303].

    7.5. LAS RELIQUIAS

    Para finalizar este somero repaso acerca del sacralizado mundo medieval aragonés, haremos referencia a las reliquias, que dieron lugar a un curioso movimiento en todo el mundo cristiano, rivalizando iglesias, monasterios, reyes y nobles.

    Ya hemos visto al obispo Bencio de Zaragoza, en su huida hacia el Pirineo poco antes de tomar los moros la ciudad, transportando los tesoros y las reliquias de la sede cesaraugustana para ponerlos a salvo [8], cómo Alfonso I logró vencer a los musulmanes gracias a las reliquias que siempre le acompañaban [64] o lo que le sucedió en Castiello de Jaca al romero que transportaba un saco lleno de ellas [268].
    Sabemos, por otra parte, que Jaime I el Conquistador hizo entrega del preciado relicario que siempre llevaba consigo a la virgen de la Huerta de Magallón en reconocimiento a la ayuda que ésta le prestara en la guerra [321] y donó una espina de la corona de Cristo al monasterio de Samper [322]; o cómo el rey Sancho Garcés sólo logró sanar de la grave enfermedad que padecía ante el brazo del apóstol san Pedro custodiado en Siresa [319]. También nos ha llegado noticia legendaria del traslado de los restos de san Indalecio al monasterio de San Juan de la Peña [320], cenobio en el que estuvo durante mucho tiempo una de las reliquias más importantes que puedan existir, el Santo Grial [324, 325].
    Por último, recordemos cómo el monasterio de Montearagón pudo vanagloriarse de custodiar pan de la Última Cena, que se salvó milagrosamente de un pavoroso incendio [323].

    8. ASPECTOS SOCIO-CULTURALES

    8.1. LA JUSTICIA.

    Si otras fuentes han sido incapaces de precisar el nacimiento exacto de la institución del Justicia de Aragón, la leyenda precisa cuándo y en qué circunstancias, justamente cuando alumbran los no menos legendarios fueros de Sobrarbe [326], un Justicia al que vemos al final de nuestro recorrido en la Seo zaragozana dando origen a su escudo de armas ante el Papa Luna [331].
    Por otra parte, hallamos algunas leyendas referidas a la administración de justicia, sobre todo la real. En una ocasión, con motivo de la condena a muerte del abad de Alaón, quedó en entredicho [327]; en otra, la vemos actuar con contundencia, cual es el caso de los falsificadores de moneda de Trasmoz [328]. En Teruel, dos son las ocasiones que motivaron enfrentamiento entre la justicia real y los jueces turolenses apegados al Fuero, una con motivo de la visita a la ciudad del infante don Jaime, hijo de Jaime II [329], y otra cuando Alfonso V se vio obligado a intervenir en la secular lucha entre los Marcilla y los Muñoz, recortando las libertades del fuero turolense, lo que motivó un gran descontento popular [330].

    8.2. PLAGAS Y EPIDEMIAS

    Abundantes son, asimismo, las noticias legendarias referentes a plagas y epidemias, verdadero azote de una sociedad que no disponía de medios técnicos ni médicos para combatirlas.
    La peste, por ejemplo, originó el despoblamiento de Lascasas de Sevil [332] y de Niablas —cuyos supervivientes fueron a parar a Oto [342]— y, si no sucedió lo mismo en Azanuy, fue debido a la intercesión protectora de san Sebastián [338]. Por otro lado, tras perecer ahogados en el río Cinca casi todos los habitantes de Daymús, la peste afectó a los escasos supervivientes, muy pocos de los cuales pudieron buscar nuevo acomodo fundando el poblado de Velilla de Cinca [340]. Por su parte, el juez de Bujaraloz dio órdenes de aislar toda la calle Baja para que la terrible enfermedad no contagiara al resto de la población [336]. Finalmente, tenemos noticias de las siete muchachas de Peñarroya de Tastavíns que accedieron a casarse con siete jóvenes supervivientes de la enfermedad en Vallibona, gracias a lo cual se salvó de la desaparición este pueblo [339], hecho que todavía se conmemora actualmente cada siete años.
    Tenemos noticias de la gran mortandad que causó el cólera en Villa que quedó despoblada pues los pocos supervivientes abandonaron sus casas y dieron lugar al nacimiento de Salinas de Hoz [333], aunque mejor suerte corrió Fayón, a la vera del Ebro, pues san Sebastián libró milagrosamente a sus gentes del contagio de la lepra [335].
    Por último, veamos tres ejemplos de la demoledora plaga de la langosta. Tauste se vio libre merced a la lucha titánica de san Miguel [334] y Arándiga gracias a la intercesión de la Virgen [337], tal como sucediera en Fuentes de Ebro, cuya feraz huerta se vio cubierta por estos voraces insectos, aunque Nuestra Señora de Zaragoza la Vieja, trasladada desde El Burgo de Ebro para la ocasión, les hizo levantar el vuelo y desaparecer salvando las cosechas de la supervivencia [341].

    8.3. LA CULTURA.

    Desafortunadamente no nos han llegado muchas las leyendas de tipo cultural y las existentes lo son de temática variada y dispersa, lo cual no permite hacer síntesis coherente, aunque un aspecto destaca de los demás, la existencia y proliferación de trovadores, como aquel al que Jaime I castigó por haber destrozado las vasijas de un ceramista por el hecho de que éste tarareaba con entonación deficiente una de sus trovas [158]. Famoso fue el trovador Manrique de Lara, encarcelado en la torre de la Aljafería e inmortalizado por Verdi [162]. También sabemos de los amores y desventuras del juglar que actuó en Barbastro para el conde de Entenza y su familia [164] y podemos asistir a una contienda de juglares en Zaragoza que fue solventada por el propio rey [345].
    Aparte de esto, son de destacar las medicinas que hicieron famosos a los monjes franceses de san Caprasio, asentados en la Sierra de Alcubierre [343], y el quitamiedos que elaboraban e ingerían los soldados de Robres que lucharon junto a Alfonso I el Batallador, que les hacía ser superiores a todos los demás, aunque guardaron en secreto su composición [346].
    Por último, cabe destacar la llegada al reino de un moro valenciano exiliado que se asentó en Borja o Calatayud, no queda claro, y que trajo consigo unos nuevos acordes musicales que darían origen a la jota [347].

    8.4. ARAGONESES ALLENDE LAS FRONTERAS.

    Tenemos constancia legendaria de algunos aragoneses que vivieron fuera de su tierra desiguales aventuras. Hallamos así en la corte portuguesa a santa Isabel, la princesa hija de Pedro III, nacida en la Aljafería, y reina del país vecino, convirtiendo en rosas las monedas que a punto estuvo de descubrirle su marido cuando las iba a dar a los pobres [350]. Sabemos de las andanzas en Castilla de Pedro Martínez de Bolea quien, arriesgando su vida y hacienda, logró que Pedro III no entrara en guerra con el monarca castellano [349]. Hallamos a Sancho Fernández de Heredia regresando a su Burbáguena natal y trayendo consigo una imagen de santa Ana que aún se venera en la localidad [353]. Conocemos noticias de un aragonés que estuvo cautivo en Constantinopla y trajo a Zaragoza, tras vivir varias peripecias, una hermosa imagen de la Virgen que halló enterrada junto a los muros de la ciudad oriental [351]. La leyenda nos cuenta, en fin, las vicisitudes que padeció otro aragonés que vivió como esclavo en Jerusalén y que, tras lograr su liberación, trajo consigo a su pueblo de Inogés otra talla mariana [352].

    8.5. ARAGONESES CON PERSONALIDAD.

    Para finalizar este recorrido temático a través de las narraciones legendarias que constituyen esta antología, nos detendremos momentáneamente en la consideración de dos personajes reales y legendarios a la vez. Por una parte, hallamos a Juan Fernández de Heredia quien, tras vencer a los turcos en los Santos Lugares, recaló en su pueblo, Munébrega, donando una bella imagen de la Virgen que había adquirido como botín de guerra [354]. Pero el personaje que ha originado más relatos legendarios, no podía ser de otra manera, es don Pedro de Luna, a quien el propio mar reconoció como auténtico papa [355], se salvó de morir por envenenamiento gracias al aviso que le hizo llegar una bruja [357], hizo un viaje de incógnito a Roma sobre su propia capa [358] y recibió a los emisarios del Concilio de Constanza [359].

    Terne en no abdicar como pontífice, cuando toda Europa —incluso su rey— estaba en su contra, nos lanza su famosa frase de «estoy en mis trece», refiriéndose a Benedicto XIII, naturalmente [356], y es capaz, en plena crisis, con su personalidad arrolladora, de dar origen al escudo de armas del Justicia de Aragón en la seo de San Salvador de Zaragoza [331]. Por eso no es extraño que de su tumba de Peñíscola irradiara olor a néctar, poco antes de ser trasladados sus restos mortales a su villa natal, Illueca [316], por decisión de Alfonso V.

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