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miércoles, 21 de julio de 2021

IX , LES CAMPANES.

IX

LES CAMPANES.



Considerada
com harmonía, la campana
es una bellesa de primera classe.



(Lo
geni del Cristianisme.)



I

La finestra de ma cambra
Dona entrada als primers raigs
Que de
l´auba falaguera
La lluna dexa passar.



Al
punt, desde l´alta torre
Sona´l religiós aram,
Retruny per
los dormitoris,
Pe´ls carrers de la ciutat.



Ab
l´oració que començan
Los preberes en l´altar,
Comença
també del poble
La pregaria del traball.





IX

LAS CAMPANAS.



Considerada
como armonía, la campana
es una belleza de primera clase.



(El
genio del Cristianismo.)







I

Abro
la ventana de mi cuarto, y entran con los últimos rayos de la luna,
los primeros de la naciente aurora.




De
pronto en la alta torre de la iglesia, suena el religioso bronce; le
responden los ecos de los dormitorios y de las calles.



Con
la oracion que principian los presbíteros en el altar, principian
tambien los hijos del pueblo la plegaria del trabajo.







Los
estols de venedores
Envers la plaça s´en van;
Escometen
als pagesos
Los estols de menestrals.



La
llum en l´orient se mostra,
Per ço ressona lo clam
De cent
beneytes campanes
Que nos diuen: Despertáus.



ENDREÇA.

Matinera
campaneta,
Qu´axí conmous les ciutats,
¿Per qué ton ressò
benévol
Emprendre nos fa el traball?







II

La
Mort á la capsalera
S´asseu del llit d´un malalt;
Verda
l´home té la cara
Quant la mira al seu costat.

Un
sacerdot lo aconsola,
Li diu que plor sos pecats
Y que´s
prepar á la ditxa
De rebre´l Pa celestial.



Ben
prest la melancolía
D´un llament ompl els espays,
Sa tristor
permet entendre
Qu´es lo seny d´un combregar.







Grupos
de vendedoras se dirigen al mercado; los menestrales departen
amigablemente con los campesinos.



La
luz se muestra en Oriente; por eso se oye el clamoreo de cien
benditas campanas, que nos dicen: Despertad.



Dulce
campana del alba, que así pones en movimiento las ciudades, ¿qué
secreta virtud tienen tus sonidos, que nos hacen emprender la
cuotidiana tarea?







II

La
Muerte se sienta á la cabecera del lecho de un enfermo; el infeliz
palidece al mirarla á su lado.



Un
sacerdote le consuela, le dice que llore sus pecados, y se prepare
con alegría para recibir el Pan de los cielos.



Luégo
recorre el espacio un melancólico lamento; su tristeza misma da á
entender que es la señal del Santo Viático.







Recòrdat,
home, qu´ets pols,
Diu, y pols te tornarás,
Eleva una tendra
súplica
Per l´infeliç qui s´en va.”

Los feels ab
atxes de cera
L´Hostia santa seguint van,
Y al sò d´un altra
campana
Pregan fervents pe´l malalt.



ENDREÇA.

Campanetes
llastimoses,
Qu´endolciu l´últim afany,
¿Per qué vostres
veus planyívoles
Aconhortan als cristians?

III

Un
día el blassó de gloria
D´Espanya fou trapijat
Sobre
l´africana platja,
De Mafumet pe ´ls esclaus.



Llevòrs
Espanya era Espanya,
Y´s sentí lo cor nafrat,
Y unida, y
forta, y valenta
Sos enemichs humiliá.



Quant
los prous d´allí tornaren,
Cenyits de llorers triunfals,
Un
crit inmens de l´Espanya
Com héroes los saludá.





Acuérdate,
hombre, que eres polvo, y en polvo te has de convertir; eleva tierna
súplica por el cristiano que se muere.”

Los fieles con
hachas encendidas acompañan la Sagrada Hostia; y, al són de otra
campana, ruegan fervorosamente por el enfermo.



Campanas
lastimeras, que endulzáis los postreros instantes de la vida, ¿por
cuál virtud vuestras voces quejumbrosas consuelan á los
moribundos?

III

Un día el glorioso blason de España
fué pisoteado en las playas de Marruecos, por los viles esclavos de
Mahoma.



Entónces
España era España, y sintió la afrenta como una herida en el
corazon; y unida, robusta, valiente, humilló á sus infames
enemigos.



Cuando
los guerreros volvieron de allá, ceñidos de lauro triunfador,
inmenso grito de la España toda los saludó como á héroes.





Un
crit d´ardent alegría,
D´entussiasme y d´amistat,
Que de
les torres baxantne
S´escampava per les valls.



Á
un temps meteix desde Asturies
Fins les platjes d´Alacant,
La
pura gloria espanyola
Cantavan cent campanars.



ENDREÇA.


Ecos de la patria gloria
Que ´ls esperits
escalfau,
¿Per qué teniu tanta vida
Que sabeu encoratjar?



IV

Los
jardins del cementeri,
Ve la gent de visitar,
De mort totes les
esglesies
Tocan que més tocarán.



Sota
les naus endolades
De cristiana catedral,
Vestida la gent de
negre
S´agenolla y resa baix.



Llanties
y ciris encenen
De les lápides devant,
Y á los fills la noble
mare
Parla dels vells enterrats.







Grito
de ardiente alegría, de entusiasmo y amistad, que, bajando de las
torres, se derramaba por los escondidos valles.



Á
un tiempo mismo, desde las sierras asturianas hasta las playas de
Alicante, cien campanarios cantaban la pura gloria española.



Ecos
de gloria patria, que enardecéis el espíritu, ¿por qué tenéis
tanta vida que lográis infundir valor?

IV

El pueblo
visita los jardines del campo santo; en todas las iglesias se oye
tocar incesantemente á muerto.



Bajo
las enlutadas naves de la Catedral, la gente, vestida de negro, se
arrodilla y reza en voz baja.



Ante
las lápidas sepulcrales, enciéndense lámparas y cirios; y la noble
matrona habla á sus hijos de los ascendientes allí enterrados.





Cántichs
de mort los preberes
Desde´l cor suspiran ja,
Pujan á Deu les
pregaries
Per lo repòs dels finats.



Á
cada toch de campana
S´estremeix lo cor cristiá,
Puix sembla
que de les tombes
Se volen los morts alçar.



ENDREÇA.



Quant
per les mudes arcades
De l´esglesia retronau,
¿Per qué,
campanes fatídiques,
Nos retreys lo temps passat?

V
ACABAMENT.



Veus
tant suaus ó tant ferestes,
Que lo cor feu bategar,
Del cel ix
vostra harmonía,
Vos tramet l´Esperit Sanct.



Ja
com avís que á los hòmens
La matinada donau,
Ja com uns
consols que´ns dona
La derrera caritat;
Be com expansió
vivíssima
De la gloria nacional,
Ó com suspir d´anyorança
Que
á los defunts enviam;




Los
sacerdotes en el coro suspiran cantos de muerte; suben á Dios las
plegarias por el eterno reposo de los finados.



Á
cada repique de las campanas, se estremece el corazon, como si los
muertos quisiesen alzarse de los sepulcros.



Cuando
retumbáis por las calladas bóvedas de los templos, ¿por qué
virtud, campanas fatídicas, nos recordáis los tiempos ya pasados?







V

Voces
tan suaves ó tan tristes, que hacéis latir el corazon; del cielo
viene vuestra armonía; el Espíritu Santo os manda á la tierra.



Ya
como aviso que dáis por la madrugada á los mortales, ya como
consuelos que nos proporciona la caridad última;

Hora cual
expansion vivísima de la gloria naciona, hora cual suspiro de
nostalgia que á los difuntos enviamos:







Sempre
que l´home há fretura
Del Be per combatre ´l mal,
Ara en mig
de les grandeses,
Ara en ermes soledats;

Sou un crit de
l´esperança,
Recort de l´eternitat,
Un adeu del
Cristianisme,
Una llengua celestial.



TORNADA.



¡Vulla
Deu que quant la terra
Répia mon derrer esguart,
Lo grat sò
d´una campana
Fins al Cel no´m dexi may!



1869.







Siempre
que el hombre necesita del Bien para combatir el mal, ya en medio de
las grandezas de la vida, ya desamparado en yermas soledades;

Sois
grito de la esperanza, recuerdo de la eternidad, un adios del
Cristianismo, una lengua de los cielos.



¡Quiera
Dios que, cuando el mundo reciba mi mirada postrimera, el grato
sonido de una campana me acompañe hasta la eterna Gloria!

martes, 23 de junio de 2020

314. LOS PRESAGIOS DE LA CAMPANA


314. LOS PRESAGIOS DE LA CAMPANA (SIGLO XV. VELILLA DE EBRO)

Cuando la ciudad de Gaeta fue sitiada por las naves genovesas, acudieron a levantar conjuntamente el cerco los reyes Alfonso de Aragón, Juan de Navarra y Juan de Portugal. Comenzada la importante batalla el día 5 de agosto de 1435, finalizó no sólo con la derrota de los coaligados sino también con la prisión de los tres monarcas y de numerosos caballeros y soldados.

Aunque la desagradable noticia llegó al Reino, como es natural, algunas jornadas después, sin embargo es sabido que el día antes de producirse la derrota, una de las campanas de la ermita de San Nicolás de Bari, de Velilla de Ebro, tañó por sí sola, presagiando, sin duda, el triste acontecimiento.

Según la tradición, muchos han sido los acontecimientos, generalmente luctuosos, que han sido vaticinados por la extraordinaria campana de Velilla, cuya figura campea sobre gules en el escudo de la villa: la pérdida de España (711), el triunfo de Alfonso V en Nápoles (1442); el martirio de san Pedro Arbués (1485); o el fallecimiento de Fernando el Católico (1516), entre otros.
La campana llegó flotando por mar hasta la desembocadura del río Ebro, y llevaba encima dos velas encendidas que no se consumían ni apagaban nunca, a pesar del viento y del oleaje. Cuando alguien intentaba cogerla, se hundía para volver a reaparecer un poco más allá, fuera del alcance de los hombres y con las velas encendidas. Lo mismo ocurrió cuando, sin que nadie la impulsara, comenzó a navegar aguas arriba del río, remontándolo lentamente hasta detenerse frente al pueblo de Velilla de Ebro.

Cuando los habitantes de Velilla repararon en la presencia de la campana como varada a la vera del Ebro, intentaron cogerla, pero aquí también se hundía para reaparecer a algunos metros, hasta que, acercándosele dos doncellas, salió del río sin que nadie la tocara, permitiendo luego que los habitantes de Velilla, por fin, la llevaran hasta la ermita de San Nicolás de Bari, donde fue instalada.

[López de Ayala y del Hierro, Jerónimo, Las campanas de Velilla. Disquisición histórica acerca de esta tradición aragonesa. Madrid, 1886.
Carrillo, Martín, Anales y memorias cronológicas. Libro 5º, fol. 354. Bernal, José,Tradiciones..., pág. 224.
Beltrán, Antonio, De nuestras tierras..., II, pág. 127.]

domingo, 17 de octubre de 2021

LA CAMPANA DE LA ALMUDAINA, DRAMA ORIGINAL DE DON JUAN PALOU Y COLL.

LA


CAMPANA
DE LA ALMUDAINA,


DRAMA
ORIGINAL DE


DON
JUAN PALOU Y COLL.


I.


Isla
dorada llaman a Mallorca sus naturales, y bien pudieran llamarla Isla
de oro. Una sonrisa de Dios la hizo brotar llena de hermosura en
medio de las aguas del Mediterráneo. La cobija con amor un cielo de
azul claro, la orean aires puros y deleitables y sus entrañas
dadivosas pagan con usura la solicitud del hombre.
En las cumbres
de sus montañas altísimas crecen el romero, el boj, el tomillo, el
lentisco, el brezo, el enebro y la alhucema, cual si quisiesen
aromatizar de cerca el trono del Señor: más abajo se asientan y
fortalecen espesos bosques de pinos y encinas; en las laderas los
olivares hacen ostentación de su fruto bendecido, y en las faldas
mil viñas, huertas y jardines lujosamente desplegan su
pomposa ufanía. El marinero percibe desde lejos el olor suavísimo
de los limoneros y naranjales que piadosas le traen las auras del
mar. Corren por todas partes las aguas, ora sueltas y libres entre
olmos y álamos blancos, ora aprisionadas en multitud de acequias
toscas vestidas de yedra y musgo. El caserío de pueblos y aldeas,
tan pronto se encarama desparramándose por los riscos y pendientes,
cual bandada de palomas que hacen alto, como se ajunta y recoge en
hondos valles a manera de ovejas que se apiñan a los gritos del
pastor. El frecuente contraste que forman las magnificencias del
cultivo con los horrores más sublimes de la naturaleza salvaje, da a
los paisajes de la isla un carácter maravilloso de originalidad.

¿Qué mucho que trinen ruiseñores en un vergel tan floreciente
y deleitoso?
¿Qué mucho que en tan poético país haya poetas
de valía?


Rigurosa
justicia es, y nada más, dar entre ellos el asiento de preferencia a
uno de los restauradores más beneméritos del habla
lemosina
, Mariano Aguiló, que ha versificado siempre en
este antiguo y glorioso idioma, en menoscabo de la extendida
celebridad que merece, pero con singular provecho de sus propias
concepciones. Digno rival, a veces, de Tomas Moore, deslumbra
con la esplendidez de su fantasía exuberante, otras parece inspirado
por la musa de Schiller; tal es la profunda intención de su lirismo
y la magistral sobriedad que en sus baladas históricas y
tradicionales resplandece. Quien haya leído Esperanza, Una visita a
los muertos, El entendimiento y el amor, A un ciprés, A Dios, D.
Alfonso de Castelnegro y las poquísimas composiciones poéticas que
ha dado a luz aquel escritor, no encontrará ciertamente sobrado
nuestro elogio. - José María Quadrado, que goza de indisputable
nombradía en España como apologista católico, historiador y
publicista, es entrañablemente patético en El último Rey de
Mallorca, ideal y levantado en Aspiración, y revela gran fuerza
dramática en Armadans y Españols. Los verdaderos amantes de las
letras patrias deploran que ingenio de tanto valer no cultive
la poesía con ahínco y constancia. - Tomás Aguiló, aleccionado
tempranamente en la dura escuela del desengaño, toma por inspiración
su quejumbroso aburrimiento y traduce en estrofas la flojedad y
cansancio de su alma. Unas veces se entusiasma con las pueriles
ilusiones de un amor petrarquista, otras imita con notable acierto, y
no pocas se encumbra a muy altas esferas, circunstancia inconcebible
en quien tiene a Renjifo por maestro. Paciente joyero del ritmo,
infatigable buscón de consonantes difíciles y más disertador que
poeta, ha sabido llorar con todas las reglas del arte y enardecerse
sin soltar nunca las andaderas gramaticales. Debemos añadir, sin
embargo, a fuer de justos, que algunas de sus Rimas varias y sus
Baladas mallorquinas son joyas de subido quilate y felicísimas
excepciones de la soñolienta monotonía que por lo general distingue
sus composiciones. - Miguel Victoriano Amer no ha necesitado más que
rimar los latidos de su corazón para encontrar en los ajenos dulce y
tierna consonancia. Con dos alas de oro se eleva su musa a las
regiones de luz; con la caridad y la esperanza. Sencillo, apacible,
resignado, sus versos son, por decirlo así, la respiración
tranquila de su alma. ¡Feliz quien la tiene tan hermosa con Miguel
Victoriano! ¡Feliz quien, como él, no sabe cantar sin mirar el
cielo, ni mirar el cielo sin cantar! - Las poesías de Gerónimo
Rosselló se caracterizan por lo delicadas y primorosas. En sus Hojas
y flores hay sonetos de admirable contextura, romances lindísimos,
odas de robusta entonación y elegías llenas de sentimiento.
-
Victoria Peña y Joaquín Fiol debieran dedicarse con empeño a la
poesía. Dotada la una de bastante imaginación y de exquisita
sensibilidad el otro, la modestia excesiva de sus pretensiones
literarias les impide utilizar debidamente dotes de tan alto precio.


No
hace mucho tiempo que el menos conocido de los poetas baleáricos era
Don Juan Palou. Los celadores de la literatura mallorquina no se
habían dignado extenderle pasaporte para el Parnaso. Su nombre era
el de un simple mortal para aquellos semidioses. Ahora todos le
conceden un puesto de honor en su olimpo. Ahora el deslumbrante
resplandor de su gloria eclipsa las demás. Las nieblas del desdén y
de la duda se han disipado. El drama de Palou se pasea triunfalmente
por todos los teatros de España, con la tranquila seguridad del que
ha hecho prisionera a la victoria. ¿Por qué La Campana de la
Almudaina ha obtenido un éxito tan asombroso y universal?


Aparte
de las dotes extraordinarias que lo avaloran, debe a circunstancias
especialísimas la unanimidad, sin ejemplo, con que ha sido
aplaudida. Para señalarlas no se necesita ser un fenómeno de
sagacidad; basta conocer superficialmente los vicios radicales de que
adolece la escuela dramática de más reciente boga (voga en el
original
) en el teatro español, y las necesidades estéticas que
el público sentía cuando se puso en escena La Campana de la
Almudaina.


El
drama romántico se inauguró en España con una obra memorable que,
siendo producto del espíritu más irresistible de imitación que en
la literatura europea modernamente se ha enseñoreado, conserva un
sello profundo de nacionalidad. Concepción tan original y grandiosa
ha tenido una prole bastarda, en mengua de la escena española,
nodriza de las demás en épocas de gloriosa recordación. Los
mancomunados esfuerzos de la cultura social y del buen gusto lograron
arrojar al crimen del teatro que cedió completamente el
puesto al vicio cuya indulgente condición y dorado libertinaje le
rodean siempre de simpatías. Más tarde, temeroso el drama de que su
negra reputación la malquistase para siempre con la gente sesuda,
determinó formalmente moralizar su conducta hasta entonces
escandalosa, llevando a todo trance en la boca virtud y buena
doctrina. Por fin, dando un paso más, ha lavado sus iniquidades con
una confesión general en regla, ha entrado seriamente en
negociaciones con Dios, y de sirena pecaminosa, se ha convertido en
misionero apostólico.


Desde
entonces su devoción edifica, fervor religioso le hace acreedor, en
concepto de muchos, a la borla de doctor seráfico. ¡Oh milagros de
la gracia! Algunos ascetas de quevedos y guante blanco, aspirando sin
duda a los honores póstumos de la beatificación, ocupan nuestro
teatro, y no está lejano el día en que veremos poner en escena Los
diez mandamientos de la ley de Dios y Los cinco de la Iglesia, Los
soliloquios de San Agustín, y El Flos Sanctorum por añadidura. ¿Y
quién sabe si tendremos la fortuna de ver a la entrada de los
teatros españoles una pila de agua bendita y de ganar, asistiendo a
ellos, indulgencia plenaria?


Lejos,
muy lejos estamos de ridiculizar la reacción saludable que ha sido
la causa primordial de nuestro drama religioso; lo que conceptuamos
absurdo es la forma


que
actualmente se da a un impulso tan bello y regenerador. Cualidad
esencial de las composiciones teatrales es la acción, no la
oratoria. La moral debe brotar espontáneamente de la acción
dramática, o mejor, flotar en ella como una celeste aureola. En las
producciones a que aludimos acontece lo contrario. Su acción es nula
o desaparece en un océano de disertaciones en verso asonantado,
campanudas, huecas, interminables; y su moraleja o quod erat
probandum, cuando no de falsa, peca de enojosamente trivial y se
prepara, se anuncia, se discute, se motiva con impertinentísima
minuciosidad. Por otra parte, ¿cuántas máximas heterodojas,
cuántos desvaríos, cuántas blasfemias pueden escaparse a
escritores de sospechosa piedad, cuya fé es puramente question d‘
argent, cuya bandera religiosa es una bandera mercantil!


Cansado
el público español de no oír en el teatro más que sermones en
romance destartalado, discreteo lírico, diálogos sempiternos y
sentenciosas majaderías; mal hallado también desde mucho tiempo con
las fechorías del melodrama que sólo acertaba a producirle ataques
nerviosos; y sediento de verdaderas emociones, no pudo menos de
acoger con frenético entusiasmo la obra de Palou que tan
cumplidamente llenaba sus deseos. Acontecíale a este público, el
más desorientado y acomodaticio de Europa, lo que a un catador que
detesta tanto los licores azucarados y flojos que su mala estrella le
depara, como las bebidas alcohólicas que sólo convienen a groseros
y estragados paladares. El drama de Palou ha sido para él un vino
generoso de exquisito sabor y fortaleza, igualmente distinto de los
licorcillos ruines que despachan los flamantes evangelizadores del
teatro, como de las repugnantes pociones melodramáticas.


Indicada
esta circunstancia extrínseca que tan poderosamente ha contribuido
al éxito extraordinario de La Campana de la Almudaina, examinemos
ahora sus cualidades intrínsecas hasta donde alcance nuestro juicio
inexperto y bisoño.


Palou,
con no menos atrevimiento que fortuna, ha fundido en la producción
que


nos
ocupa, la historia, en el crisol de su poderosa fantasía,
trasformándola a su antojo. Si tal ejemplo se generalizase, no sólo
quedaría bruscamente anulado el drama histórico y rota la cadena de
sus legitimas tradiciones, sino que popularizaríanse ideas falsas de
las edades que fueron, acrecentándose más y más la desapoderada
anarquía que reina en la actual escena española. Sin hablar de
aquellos sublimes Ezequieles del arte, Shakespeare, Goëthe, Schiller
y otros genios inmortales, cuyas creaciones son más verdaderas que
la historia misma; Corneille, Racine y Voltaire que ajustaron sus
concepciones imperecederas a principios convencionales y a una
etiqueta dramática, ceremoniosa y glacial; Victorio Alfieri, que
hizo cómplices a los tiempos pasados de su pasión demagógica у de
su odio elocuente contra todas las tiranías; hasta los mismos
melodramaturgos que han sido y son los falsificadores más descarados
de la historia, nunca han variado radicalmente los sucesos ni
creádolos a su sabor, por más que hayan desfigurado los caracteres
que intentaban retratar. Palou, cuya alteza de juicio raya tan alto
como su ilustración, no desconoce seguramente cuán perniciosa sería
esta libertad, aunque con su drama la haya, en cierto modo,
autorizado. Fútil de todo punto sería la excusa de que La Campana
no lleva el título de drama histórico, pues, sabido es que: le nom
ne fait rien a la chose.


En
compensación de este defecto radical, la obra de Palou tiene un
valor dramático a todas luces subido. Su cualidad predominante es
aquella fuerza avara de sí misma que suele constituir el sello
característico de la verdadera potencia intelectual. Tan genuina
robustez artísticamente moderada por cierto instinto secreto y
maravilloso, se armoniza en este drama con una delicadeza suave de
sentir sobre manera exquisita. ¡Consorcio admirable que recuerda
aquel panal de miel que encontró el más fuerte de los hebreos en la
boca del león! En La Campana los caracteres se desarrollan con
vigorosa espontaneidad, estalla el diálogo con reconcentrada
energía, la palabra hierve sin soltar el freno a su expansivo
impulso, y la acción camina con paso firme y seguro a su
originalísimo desenlace. Imponderable es su mérito psicológico; si
se atiende a la doble y complicada lucha que traban entre sí
pasiones llevadas a su apogeo de exaltación y sentimientos
intensísimos. Para aquilatar dote de tanta valía basta analizar
ligeramente las dos grandes figuras fundamentales del drama: Doña
Constanza y el gobernador Centellas. El carácter de la primera nos
parece trazado con maestría y es sin duda uno de los más bellos que
se han visto en la escena.


Hay
un amor de amores inmenso, profundo, inagotable como las entrañas de
la divina misericordia; esencia suya son la ternura y la fortaleza;
lágrimas, abnegación y sacrificio perenne lo nutren, y también
misteriosas venturas y alegrías inefables; todos los idiomas lo
apellidan santo, y su símbolo inmortal está en el cielo.
¡Bendito
sea el amor de madre! Este sentimiento llevado a su grado superlativo
de tensión, señorea despóticamente el alma de la reina viuda. Su
Jaime es a un tiempo para ella recuerdo vivo de su desventurado
esposo y esperanza de la dinastía cuyas glorias y blasones cubre el
luto con su gasa funeral. El ardiente deseo de contemplar a su hijo
sentado algún día en el trono ensangrentado de sus mayores, infunde
a Doña Constanza, sin igual heroísmo y bizarría, y da a su
sentimiento maternal el portentoso alcance y tenacidad de la pasión.
En este bellísimo carácter entran como elementos constitutivos su
amor de madre, su orgullo de reina, su ambición de reina y de madre,
y la ternura que siente por Isabel, hija adoptiva suya.


Centellas
tiene el corazón labrado al fuego de una lealtad indomable. Pero el
amor que le inspira una hija largos años buscada con afán, y cuyo
inesperado encuentro coincide con el peligro terrible, inminente de
perderla, si su lealtad no entra en vergonzosas capitulaciones, hace
bambolear su berroqueño corazón con tremendas sacudidas. Por otra
parte una irresistible simpatía mezclada de gratitud le atrae
involuntariamente hacia Doña Constanza.


Esta,
lucha a brazo partido con la voluntad del gobernador. Ora sagaz y
astuta, ora radiante de centelladora energía, busca afanosamente en
el corazón del aragonés la misma poderosa cuerda que en el suyo
propio vibra, para socavar los cimientos de su constancia y poner su
planta victoriosa sobre el cuello de su obstinada lealtad. ¡Qué
sublime terror, cuando los dos llegan a tener pendientes las vidas de
sus hijos idolatrados de la vibración de aquella campana cuya cuerda
pasa alternativamente a sus manos crispadas!


El
instinto de madre hace ver a Doña Constanza que, enardeciendo hasta
el frenesí el cariño paternal de Centellas con la amenaza terrible
de asesinarla él mismo si toca la campana, le vencerá sin remedio.
Por esto da el golpe de gracia a la moribunda lealtad de Centellas
gritando con voz aterradora:


¿No
quieres? ¿No?


¡Pues
bien, tocarela yo!
Movimiento de suprema exaltación, grito más
de victoria que de lucha. Ninguna intención tiene de tocar aquella
campana cuyo tañido llevaría la muerte al seno de su hijo. Lo único
que quiere es acabar de una vez su triunfo haciendo estallar a
pedazos el corazón de Centellas, bajo la presión de la más
horrorosa angustia.


Sobre
manera lógico nos parece este bellísimo carácter, circunstancia de
incalculable mérito si se atiende a lo que suben en él de punto las
pasiones que lo forman y animan. No brilla esta preciosa cualidad en
el carácter de Centellas. ¿Cómo se comprende que este milagro de
lealtad se crea irresponsable del crimen de traición que pesa sobre
él en concepto de su soberano, por el abrazo de una hija que antes
se conceptuaba capaz de sacrificar en el ara de su honor? Recuérdese
aquel arranque salido del fondo de sus entrañas:


¡Si
por azar


en
ser traidor yo soñara,


la
existencia me arrancara


por
no volverlo a soñar.


::::::::::::::


Mas
ved:


(Vuélvese
de improviso y dice señalando el cuadro de mujer de la izquierda.)


Si
ella respirara


y
el fruto de nuestro amor,


en
holocausto a mi honor,


conmigo
las inmolara.


Estos
rasgos, unidos a otros muchos, quedan desmentidos altamente con su
conducta final. Por demás intenta justificarse con la frívola
excusa formulada en estos versos:


Yo
a mi rey no soy traidor:


¡mi
rey es traidor a mí!
¿Qué noble de aquella época, en la que
el monarca siempre tenía razón, hubiera juzgado la conducta de su
soberano de potencia a potencia como lo hace el espejo de lealtad
Centellas, que tan alto ha hecho sonar en el drama la suya?
Sentimos
que haya escapado a la certera sagacidad de Palou, que, vista la
frescura con que el gobernador se disculpa de lo que debía
forzosamente ser en concepto suyo el mayor de los atentados posibles,
las bellas expresiones con que blasona de su acrisolada fidelidad, se
rebajaban al nivel de fanfarronadas. Los demás caracteres son de
insignificante o nula importancia, menos el simpático Tornamira que
en un sólo rasgo da a conocer su hidalga condición. Dice así:
TORN. ¿Y le habéis curado? (a Centellas.)
CONST. ¡Sí! Y esta
tarde a Palma torna.
TORN. ¿Y podrá reñir?


Qué
hábito de sentir limpiamente, qué nobleza revela esta pregunta:
¿Y
podrá reñir?


Un
lirismo sobrio y de gran valía enaltece a La Campana. Recuérdese la
admirable comparación del sol que dora las nubes que quieren tapar
su luz, los versos en que pinta Doña Constanza el cariño que
profesa a Isabel, y los ardorosos arranques de amor filial de Don
Jaime.


Lunares
nacidos de las mismas cualidades que en La Campana resplandecen,
hacen resaltar con más viveza las perfecciones que la adornan. El
lenguaje peca algunas veces de incorrecto y de poco castizo. La
robustez y energía del estilo rayan a menudo en aspereza.


Palou
ha pasado en un sólo día de la oscuridad a la luz, encontrándose
de súbito frente a frente al sol de su gloria que ni aurora ha
tenido. España ha saludado al joven dramaturgo con hurras de
universal admiración y aplauso.
Mallorca, sacudiendo sus hábitos
de vida material, ha dado el tierno espectáculo de una madre
cariñosa que llorando de gozo ciñe las sienes de un hijo amado con
la corona de laurel que le granjearon sus triunfos. Desde el fondo de
nuestro corazón enviamos la enhorabuena más entrañable a la Isla
dorada que tan hermosamente ha galardonado las fatigas de uno de sus
hijos que más la honran!
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lunes, 23 de agosto de 2021

ALMOYNA Y ORACIÓ. Geroni Rosselló

L'ALMOYNA Y L'ORACIÓ.


(Á n'en M. V. Amer.)


N'es una, una verge bella,

Tota perfum, blanca flòr;

N'es l'altre germana d'ella,

Tota bàlsam, tota còr.


Ne tenen d'àngel la cara;

Las ama Déu mes que tot;

Filles d'una sola mare,

Com dos llíris d'un sol brot.


De senzillés van compostes

Y vesten blancor de néu;

De un palau molt alt son hostes,

Que illumina el llum de Déu.


LA LIMOSNA Y LA ORACIÓN.

(Á D. M. V. Amer.)

Hay una virgen bella, toda perfume, flor de blancura deslumbrante; tiene una hermana, cáliz es su corazón de bálsamo esquisito.

Ambas de rostro angelical, son las muy amadas del Señor, hijas gemelas de una madre, como dos lirios de un mismo tallo.

La amable sencillez,  aquí su atavío; blancas son sus vestiduras más que la nieve, y habitan en un excelso palacio, donde la divina luz resplandece.


L'hermosura les iguala,

Sos còrs son copes de mèl;

L'una en terra 'ls ulls acala,

Y los alsa l' altre al cèl.


Totes dues reclinades,

Apenas dormen de nit,

Escoltant el món callades,

Per si n'òuen algun crit.


Y las vetla y las contempla

Una dama ab gran amor,

D'hermosura sens exempla

Rodada de resplandor.


Cuant despunta l'auba clare,

Cuant l'auba n'ha despuntat:

- Salut, mare! salut, mare!

Nostra mare Caritat!


- Filles mies! filles mies!

Per los homens tots, salut!

Empreniu las vostres vies,

qu'un nou jorn ja n'es vengut.


Al home el dolor mòu guèrra

Y me dolen los seus crits;

Per ço baixau a la tèrra

A albergar dins los esprits. -


Son iguales en belleza y sus corazones copas de miel. Una, con ojos de insondable melancolía, mira el triste suelo; la otra los alza a las celestes esferas.

En vela siempre y atentas a los eternos gemidos del mundo, escuchan silenciosas de día y de noche, por si alguno de ellos hiere sus oídos.

Contemplándolas con amor infinito las vigila una matrona de sin igual gallardía, rodeada de celestes resplandores.

Apenas el alba sonríe a los mortales, apenas ha despuntado: - Salud, madre! salud, madre! Madre nuestra Caridad!

- ¡Hijas mías! ¡hijas mías! A los hombres todos salud! Emprended vuestros caminos, que nuevo día clarea ya en el horizonte.

Contra el hombre batalla el implacable dolor; sus gritos congojosos mi corazón entristecen: descended; sean los espíritus vuestro albergue.-


Y aixamplant ses ales blanques

Los dos àngels de consòl,

Com los aucells de les branques,

Baixan en tèrra d'un vòl.


Per lo camí d'un vilatge

Van a cumplir lo vòt séu,

Parlant ab son dols llenguatge

Y sols visibles de Déu.


- Germaneta, ma germana,

Germaneta ¿ahont vols anar?

- Del monastir la campana,

Vaig la campana a tocar.


Ja se mòren les estrelles,

Despértense aucells y flòrs,

Y al Déu de les maravelles

Vull elevar tots los còrs.


Y tú, germana, en lo poble

¿Qué hi dirá ta veu suau?

- Parlará á lo còr del noble,

Cercantlo dins son palau.


A comensar vá lo dia

Per guanyar l'home el sustent,

e pobres hi ha en la agonía

Qui no tenen aliment.


Y los dos ángeles de consolación estienden sus alas de cisne, como pájaros que de un vuelo saltan a la tierra desde la alta copa del árbol.

Caminito de un lugar, van a cumplir el voto suyo, hablando su armonioso lenguaje, y únicamente visibles de Dios.

- Hermanita, hermana mía, ¿adónde quieres ir? - Del monasterio la campana, la campana voy a tañer.

Ya las estrellas se apagan, las aves y las flores ya despiertan; quiero que al Dios de las maravillas levanten el vuelo todos los corazones.

- ¿Y tú, hermana, qué dirás en el pueblo con tu voz de suavidad hechicera?- La haré resonar en el alma del magnate, sorprendiéndole en su tugurio.

El día empieza, ha llegado la hora de que los mortales ganen su cotidiano sustento, y hay muchos desvalidos que en vano hambrientos lo reclaman.


Per çò m'en vaig a l'orella,

L'orella del rich altiu,

Y es ma veu que l'aconsella

Cuant sent son còr que li diu:


¿Veus lo gòig que te rodetja,

Lo pler que sempre 't segueix,

La ditxa que te festetja,

L'òr qu'en tes mans resplandeix?


No cregues que l'Etern vulla

Que, ab tant, el còr tengues buyt,

Y qu'árbre de molta fulla,

No li dones flòr ni fruyt.


No cregues tant t'asistesca

Perque entri el vici en ton còr,

Y fart de mèl de la bresca,

Olvits l'abella y la flòr.


Pensa que lo que te sobra ,

Li falta a lo téu germá;

Que es la misèria del pobre

Lo que Déu damés te dá.


Que per cada gust que 't donas,

Plora cent llágrimes éll;

Que ab las púes tú 'l coronas

De las flòrs de ton raméll.


Por esto me inclino al oído del rico altanero; y es mi voz que le aconseja cuando le dice su corazón:

¿Ves el júbilo que te circunda, el placer que siempre te sigue, la dicha que te corteja, y el oro que en tus manos resplandece?

No te figures que permita el Altísimo, que abundoso en tantos bienes terrenales, quede pobre y desmedrado tu corazón, y que, árbol de mucha hoja, no le des flor ni fruto.

No creas que tanto te mime para que entre el vicio en tu alma, y harto de la miel del panal, de la abeja te olvides y de la flor.

Piensa que tus sobras hacen falta a tus hermanos menesterosos, y que la miseria del pobre es lo que Dios te concedió con exceso.

¡Infeliz! ¡Cuántas lágrimas vierte por cada uno de tus gustos! Con las espinas de tu pomposo ramillete martirizas su frente mustia.


Que n'es llarga s'agonia,

Com los teus plaers son bréus;

Que sa fortuna faria

Cada gust petit del téus.


Dónalos, donchs, lo que tiras

Als pobrets necesitats;

Floretes que sols no miras,

Y jòchs que tens olvidats.


No vullas que mentres goses,

Muyra de fam ton vehí;

Que 't fassa ton llit de roses

Qui no 'n té sols per dormí.


Puis lo qu'el rich sacrifica

Mogut per la caritat,

Déu l'hi torna y centuplica

Cuant entra en la eternitat.


Y aconsellant la riquesa,

Vaix inspirant sempre el bé,

Per lo bé de la pobresa

Y lo del qui 'l bé vol .


Y tú, ma dolsa germana,

¿Qué fás en est mon per l'hom?
- Prench la veu de la campana

Perque me senta tothom.


Porque larga es su agonía, como fugaces son tus placeres; y el menor de tus goces labraría su fortuna.

Haz dádiva pues a los necesitados de lo que locamente desperdicias, florecillas que apenas miras, juguetes pueriles que ya olvidados tienes.

¡Guardéte Dios de gozar, mientras tu hermano desfallece de hambre; de que mulla tu blando lecho de rosas el que no sabe en donde reclinar su soñolienta cabeza.

Pues lo que el opulento, a impulsos de su caridad, sacrifica, se lo devuelve Dios centuplicado, cuando traspasa los umbrales de la Eternidad.

Y aconsejando así a la riqueza, inspiro siempre el bien, en pro de mis muy amados pobrecillos y para bien de los que desean practicarle.

- Y tú, dulce hermana mía, ¿qué haces en este mundo para el hombre?- Tomo la santa voz de la campana, para que a todas partes llegue mi celestial reclamo:


Y anant per tot invisible,

Convertida en sò argentí,

M'en entr' en lo còr sensible,

Y llavòrs li parl'axí:


¿Veus l'univers que 't sustenta,

La vida que 't dona Déu?

¿Veus lo sòl que te calenta,

Tot cuant l'home té per séu?


No cregues que el Etern vulla,

Puis éll te tregué a la llum,

Que ton còr la fe no aculla,

Y sias flòr sens perfum.


No cregues qu'ets sa semblansa,

Perque li sias ingrat;

Ni que culles l'esperansa

Per tenir l'àrbre olvidat.


Tos ulls axeca a l'altura,

Jonolls en terra, ab fervor;

Parla ab ton Déu, criatura

Que ton Déu te sed d'amor.


Ou l'aucellét que li canta,

Ou lo suspir de los vents,

Del bòsch la música santa,

Remor de fonts y torrents.


Y en todas invisible, convertida en argentino acento, penetro en los corazones afectuosos y les hablo así:

Estiende la mirada por el maravilloso universo, considera la vida que el Señor te regala, contempla el sol que te calienta, todo cuanto el hombre juzga suyo.

No creas que permita el Eterno, que habiéndote sacado de las tinieblas del no ser, la fe no acojas en tu corazón, y que seas flor sin perfume.

No juzgues que te crease a semejanza suya para que tan inmenso beneficio le pagues con negra ingratitud, para que descuidases el árbol que por fruto te da la celeste Esperanza.

Levanta los ojos a las alturas, y humildemente postrado, platica con tu criador, criatura, que sediento está de tus adoraciones.

Oye al pajarito que le canta, oye los suspiros del viento, la música del bosque, el rumor de torrentes y fontanas.


Com ab son alé la rosa,

Agraït feslí oració,  (fesli, fésli)

Per la corona que 't posa

De rey de la crëació.


Pensa qu'es l'home, s'imatge,

De tot lo mes noble y bell,

Que té esperit y llenguatje

Per poder parlar ab ell.


Pensa que ni ha que l'ofenen,

Essent tan bò, essent tan gran;

Que no comprenen d'on venen,

Que no comprenen ahont van.


Que ni ha que sa lley flastoman,

Que ni ha que no tenen fe,

Que la supèrbia no doman,

Desconeguent sa mercé.


Qu'olvidan lo sacrifici

Que ha fet Déu per sa salut,

Y exemple donan del vici

Fent bèfa de la virtud.


Pensa que Déu tot ho olvida

Ab un sol suspir del còr,

Que sa bòndat no té mida,

Cuant sént d'un home lo plòr.


Agradecido envíale tu oración, como la rosa su perfume, por la corona de rey de la creación con que ciñe tu frente.

Piensa que el hombre, hecho a imagen suya, es de todo lo mas bello y más noble: que tiene espíritu y lenguaje para poder hablar con él.

Reflexiona que, con ser tan bueno, con ser tan grande, hay quienes le ofenden, ignorantes de su destino y sin saber de donde vienen ni a donde van.

Que no faltan blasfemos de su ley divina, desamparados de la fé sacrosanta, que no saben enfrenar su soberbia, y desconocen sus mercedes.

Que olvidan el sacrificio que ha hecho Dios para su salvación, y ejemplo dan del vicio, escarneciendo la virtud.

Piensa que Dios todo lo perdona con un solo suspiro del corazón; que su bondad es infinita, cuando el llanto de los hombres llega a sus misericordiosos oídos.


Pensa que ni ha qui se feran

En guèrra sanguenta y cruèl;

Que ni ha qui se desesperan

Desconfiant de tot lo cèl.


Que ni ha qu'ab sanch de llurs venes

Compran la vida, mesquins;

Que ni ha mesos en cadenes,

Y de estraviats p'els camins.


Pobres de esprit qui s'arrufan,

Viudes y òrfens sens consòl,

Despullats qui s'escarrufan,

Sens que tengan agombòl.


Malats qui 'n son mal gemegan,

Espaordits devant la mòrt;

Y navegants qui se negan,

Lluny de la platje ó del pòrt.


Qu'esperant dels qui no 's cansan

Prechs al cèl por lo be séu,

Hi ha difunts que no descansan

Encare en la pau de Déu.


Pensa qu'Éll en tot cuant obra,

De bondat hi possa el dó;

Qu'una pregaria li sobra

Per dar remey y perdó.


No olvides que en lucha sangrienta se maltratan muchos cuitados: no olvides que, desconfiando del cielo, hay muchos que desesperanzan.

Que hay quienes con sangre de sus venas compran ¡mezquinos! la vida; que los hay entre cadenas, que los hay descarriados;

Pobres de espíritu que se amilanan, viudas y huérfanos sin consuelo, desnudos ateridos que anhelan un abrigo bienhechor.

Enfermos acongojados que ante la muerte despavoridos tiemblan, y náufragos presa de las olas traicioneras, lejos de la playa o del puerto.

Almas doloridas, que desde su morada de espiacion, esperan su libertad de los que por ellas ruegan al cielo; difuntos que aun no han conseguido descansar en la paz del Señor.

Piensa que todas las obras suyas llevan el sello indeleble de su bondad; que una plegaria le sobra para remedio y perdón.


Per ço, alsa els ulls del abisme,

Y encén, ánima de néu,

La llum d'amor al prohisme,

La llum del amor a Déu.


Y recúllte solitaria,

Posa fòch en l'urna d'òr;

Fés l'encens de ta pregària.

Y l'encenser de ton còr.


- Germaneta, germaneta,

Gran Déu es qui 'ns feu axí!

Al poble aném via dreta,

Y Déu mos dó bon camí. -


Y surt l'auba ab llum de rosa,

Y esquinsa a la nit los vels;

S'òbri la ponsella closa,

Y apaga el cèl los estels.


El puig mes alt del paratge

Innunda la llum del sòl,

Y el campanars del vilatge

Tocan campanes al vòl.


¡Ó dels àngels santes obres!

¿Quín miracle ab ells es féu?

Sonriuen avuy los pobres,

Y s'úmpl'el temple de Déu!


Aparta pues tu vista del abismo, y enciende, alma de nieve, la luz del amor al prójimo, la luz del divino amor.

Y en solitario recojimientopón fuego en la urna de oro; sea incensario tu corazón, celestial incienso tus oraciones.

- Hermanita, hermanita, grande es el Dios que nos hizo! Al pueblo vamos derechamente, y que nos conceda buen viage. -

Y el alba clarea circundada de celajes sonrosados, rasgando el velo de la noche; ábrese el aromoso botón de las acopadas flores, y las estrellas se apagan.

Las más empinadas cumbres con la luz del naciente sol resplandecen, y en los campanarios tocan a vuelo las campanas.

¡O de los ángeles obras santísimas ¡O milagro! Hoy los pobres sonríen, hoy está lleno el templo del Señor.


Geroni Rosselló - almoyna y oració