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sábado, 7 de marzo de 2020

Catálogo 11-15

11. Misal. Un volumen en 4.° en
pergamino, de 280 páginas. Es del siglo XII. De este Misal histórico
hacen mención varios escritores.
Martorel lo cita en su
Historia de Tortosa. También se ocupan del mismo el P. Risco en su
«España Sagrada» y el P. Villanueva en su «Viaje literario.» 



Describiendo Martorel este Misal dice: «Está con cubiertas de
finísima plata, y en ellas un Cristo pintado con esmalte de
finísimos colores, clavados los dos pies en la Cruz con dos clavos,
señal evidente de grande antigüedad, y a la otra parte un Salvador,
y al derredor de él muchas piedras finas.» Hasta aquí
Martorel.
Dichas piedras actualmente no están en el Misal. Es de
creer que se sacaron por temor de que fueran robadas en algún sitio
o guerra, dándoles después otro destino, pues antiguamente había
mucha afición de adornar con piedras finas los ornamentos sagrados.

Las figuras de las cubiertas a que alude Martorel son de estilo
bizantino, y están sobre una plancha de metal dorado. En una
cubierta hay un Crucifijo, que tiene esta inscripción con
abreviaturas: Iesus Nazarenus Rex Iudoeorum; a un lado está
la imagen de la Santísima Virgen, con esta inscripción: María; y
al otro la imagen de San Juan, con esta inscripción. Ioannes. En los
ángulos superiores hay dos figuras de ángeles. Al lado de uno de
ellos se lee: Sol; y al del otro: Luna.
En la otra cubierta hay
una imagen del Salvador, que tiene en las manos un libro donde se
lee: Ego sum qui sum. A los lados del Salvador están las
iniciales de las palabras griegas Alpha et Omega; y en los
ángulos de esta cubierta hay las figuras alegóricas de los cuatro
evangelistas.
Los extremos o bordes de las dos cubiertas están
circuidos con una plancha de plata. En la de una cara se lee:
Sum Deus, et vendor. Sum Rex, et in hac cruce pendor. Y en la
plancha de la otra cara dice: Adstans altari, pia mens gaude
lacrimari
.
Esta última inscripción se halla mutilada;
lo que no es de estrañar atendidas las muchas vicisitudes que
ha pasado este Misal, y las distintas veces que ha estado escondido,
tal vez fuera de la catedral, para poder salvarlo.
En las
crónicas y notas antiguas de esta iglesia se designa este Misal con
el nombre de Misal de San Rufo, únicamente porque en él se
halla la oración propia de dicho Santo. Pero conviene advertir, y lo
hace constar el P. Villanueva en el tomo V de su «Viaje literario»,
que al encuadernarse hubo el descuido de truncar algunos folios,
resultando que la oración propia de San Rufo no está en el lugar
que corresponde
, sino en el folio 61. Y lo mismo sucede con el
Cánon de la Misa, como está allí anotado.
Es de creer que el
Misal que nos ocupa debía destinarse para los Pontificales de
los Prelados, y por eso se adornó con tanto lujo. Hay en el
texto viñetas de muy buen gusto, según el estilo de aquel tiempo.
Antes del Cánon se ven reproducidas las dos figuras del Cristo y del
Salvador que están en las cubiertas; pero las del Cánon son de un
dibujo más perfecto.
A propósito de estas figuras, se comprende
que en aquella época debían estar muy en uso, al menos en esta
iglesia; pues según veremos al reseñar otros Misales, casi todos
los de aquel tiempo las tienen, con la particularidad de que aunque
sean de dibujos más vulgares, todas concuerdan en el fondo, o sea en
el Salvador, en el Cristo, y en las alegorías que tienen a los
lados.

12. LAS CARTAS DE SAN PABLO. Un volumen en folio
grande, en pergamino, de 626 páginas. Es del siglo XIII. Contiene
las cartas del Santo, y los comentarios de Rábano Mauro. Este sabio
escritor, a quien ya hemos citado en el Códice de número 2, nació
en Maguncia por los años de 776, y fue Arzobispo de
dicha ciudad. Comentó la Sagrada Escritura, y por ello en algunos
otros Códices que contienen libros de la Escritura, hacemos mención
de sus comentarios. También escribió un Martirologio,
Homilías, y Poesías religiosas, entre las cuales está
el Himno Veni Creator Spiritus.
El Códice que nos ocupa
como objeto de arte caligráfico es de los más notables del archivo.
Está escrito en tres tipos o letras distintas. En
medio, con caracteres muy grandes, se hallan las cartas de San
Pablo
; y a los lados circuyendo el texto, hay dos
clases de comentarios; unos inmediatos al
texto, y otros
más separados de letra muy diminuta y escrita con suma
perfección
.
Así en este Códice como en algunos otros de la
misma época, se observa en el escrito una circunstancia que merece
notarse. Las líneas de lápiz que suelen servir de pauta,
no están al pie de las letras, sino entre una y otra línea o
sea en el medio. No se sabe el motivo de colocarlas en esta
forma.
De todos modos revela un gran pulso en el escribiente,
el hacer las líneas con tanta rectitud, sin que las letras lleguen
hasta el lápiz. Al principio y al fin de este Códice faltan
algunas hojas destruidas sin duda por la acción del tiempo.


13. ORACIONES DE LAS MISAS DE TODO EL AÑO. Un volumen en
folio en pergamino, de 286 páginas. Es del siglo XIII. También hay
un Calendario. Ante todo está el rito referente a la celebración
del Sacramento del matrimonio. Se dice allí en primer lugar,
que los matrimonios deben celebrarse públicamente, y
que está prohibido celebrarlos: Desde el Adviento hasta la octava de
Reyes. Desde Septuagésima hasta después de la octava de
Pentecostés. Pero esto fue modificado posteriormente por el Concilio
de Trento.

En los antiguos Códices solía ponerse alguna
nota referente a hechos históricos. En el que reseñamos al final
del folio 4.° se lee lo siguiente, que traducimos del latín.
«Año 1352. El día primero de Agosto fue consagrado el Altar
(o Ara) de San Esteban, por D. Bernardo, Arzobispo
de Galatea
» Este altar ahora no existe, y debió ser substituido
por otro.
Después del folio 72, antes de los Prefacios de la
Misa
, hay una figura del Cristo y otra del Salvador, semejantes a
las del Códice n.° 11, aunque el dibujo es de menos mérito, y los
colores ya están muy deteriorados.

14. CAPÍTULOS Y
ORACIONES DE TODO EL AÑO. Un volumen en 4.° mayor, en pergamino, de
368 púginas. Es del siglo XIV. Está escrito con caracteres
muy grandes, pues se comprende que este libro servía para el
Canónigo Semanero, y entonces los Maitines y Laudes
eran por la noche. Llama la atención una oración
propia, del rezo de Nuestra Señora de la Cinta, que
está en una hoja de pergamino suelta, dentro de este Códice, al
folio 173, escrita en letra que se conoce es de aquel mismo siglo.
Esto manifiesta que ya se rezaba entonces dicha oración; lo cual
confirma la tradición relativa a la aparición de la Santísima
Virgen
en esta catedral, y entrega de su Santa Cinta.
Por ser un documento de mucho interés histórico lo copiamos
literalmente. Dice así:

«Deus, qui Ecclesiam Dertusensem
Beatissimae Virginis Maríae Visitatione et Cingulo
decorasti; ejus nobis intercesione concede, ut cingulo fidei
et puritatis accinti, a cunctis peccatorum nexibus eruamur . Per
Dominum...»

En el Códice núm. 81 de que trataremos más
adelante, y que también es del siglo XIV, se halla esta oración en
el mismo Capitulario, sin estar añadida en hoja suelta.
Son
de notar así mismo las oraciones de Santo Tomás de Aquino y
de San Vicente Ferrer, que están al margen con diferente
letra; y es porque cuando se escribió este Capitulario dichos Santos
aún no habían sido canonizados.

15. DIÁLOGOS DE
PEDRO ALFONSO, ex Iudeo Christianus.
Así consta en una nota
antigua que hay al principio de este libro, lo cual indica que el
autor era Judío antes de su conversión. Está en 4.°
mayor prolongado, y tiene 232 páginas en papel cartulina. Es del
siglo XIII. Hállase dividido en 12 títulos, que tratan de diversos
puntos de la religión cristiana. Al principio el autor pone
lo siguiente, que traducimos del latín: «La gracia del Espíritu
Santo nos asista. Amen.» Y después añade: «En nombre de la
Santísima y Divina Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo,
principia el proemio de Pedro Alfonso, de Judío
Cristiano.» Al fin del libro repite esto mismo, e invoca otra vez la
divina gracia.






lunes, 18 de octubre de 2021

UN CUCURUCHO DE VERDADES AGRIDULCES A PROPÓSITO DE EL TANTO POR CIENTO.

UN
CUCURUCHO DE VERDADES AGRIDULCES A PROPÓSITO DE EL TANTO POR
CIENTO.


Con un secreto temor de lastimar la modestia del
público que frecuenta nuestros teatros, nos atrevemos a compararle
al rucio de cierta fábula, cuya mansueta condición corría parejas
con su buen seso. El honrado cuadrúpedo tenía un amo roñoso y
zalamero en una pieza, que, al darle sus tres piensos cotidianos de
paja, solía decirle:
-¿Te gusta, eh? Pues cómela a tus anchas,
hijo mío, y que aproveche. -
Hubo de repetírselo tantas veces
que el rumiante, cansado al fin de tragar saliva en balde y pasar por
primo, le contestó bufando de coraje:
- ¡Mal rayo te calcine,
amen! Dame cebada y verás si la escupo.



Si
el público fuese capaz de atufarse, ¿no podría dar un soplamocos
parecido a los encarnizados detractores de su honra, que diariamente
le echan la culpa de las majaderías que deslustran de continuo los
gloriosos blasones de la escena española? Bien podría encararse con
ellos aquel suavísimo borrego y descerrajarles a quema ropa un
trabucazo del tenor siguiente: - «Venid acá, Larras en calderilla,
torpes curanderos de la hispana literatura, gente ruin, de malas
entrañas y de peor entendimiento, ¿con que tildáis de crónica
estupidez mi exceso de benevolencia y cortesía? Sí: haceos miel, y
papáros han moscas. ¿Sería cristiano, sería decente que
emplease yo mi resoplido en silbar a todos los dramaticidas de
España? ¿Hay, por ventura, fuerzas humanas para tan enojosa tarea?
Y si os inclináis al uso de proyectiles, debo yo entretenerme todas
las noches en alfombrar el escenario de patatas, tomates y
zanahorias? Antes me cortaría la diestra que hacer servir a tan vil
oficio lo que Dios ha criado para sustento y regalo de la criatura. A
más de que ¿no sería barbaridad insigne quitar el pan de la boca a
los desventurados autores, sólo porque la naturaleza les ha
regateado su ración de chirúmen y su parte cotativa
de sentido común? Porque son tontos, ¿no han de comer? porque son
poco abiertos de mollera, ¿no tienen derecho a vivir? ¿No franqueó
el divino Salvador las puertas del cielo, no trató con especial
cariño a los pobres de espíritu? Pero ya adivino lo que vais a
contestarme. - Que coman, diréis, que vivan, que engorden, mas no a
expensas del buen gusto nacional y del limpio nombre de las musas
castellanas, sino echando sulcos, (surcos) sembrando hortaliza, educando vacas de leche, vendiendo café de moka,
despachando mostruarios, (muestrarios) haciendo copias a tanto el pliego, o
dedicándose a cualquier trabajo manual conforme con la rudeza de su ingenio y lo craso de su ignorancia.-¿Y no tenéis en cuenta,
desalmados, el titánico esfuerzo que se necesita para hacer cambiar
repentinamente de cauce a la actividad humana, para sacudir hábitos
inveterados; y sobre todo, lo mucho que cuesta al que una vez se ha
dejado engolosinar por los halagos de la gloria literaria, renunciar
espontáneamente al mentido panorama de sus futuros deleites?...
Sabed, en fin, raza antropófaga de pesimistas, que mi genial bondad
me mueve con más fuerza a amar entrañablemente a la dulce, la
noble, la celeste belleza artística, que a encarnizarme con los que
la deshonran y escarnecen.
Así ninguna gota de acíbar amarga la
copa de mis sabrosos banquetes espirituales, así la bendita
tolerancia y el ejercicio incesante de la caridad, lejos de amenguar
los placeres sublimes de mi alma, les prestan singular serenidad y
dulcedumbre.



Razón
le sobraría al discreto, sesudo y misericordioso público español
para discurrir en el sentido que llevamos apuntado. La necesidad
estética que corresponde a las funciones teatrales, no es ficticia
ni convencional: arranca del centro mismo de la humana naturaleza, y
consiste en ese vivo y sagrado interés que nos inspira todo cuanto
atañe a nuestros semejantes; sentimiento con tanto primor como
energía expresado por Terencio en aquel conocido verso: homo sum, et
nihil a me humani alienum puto.
El espectáculo de la vida humana
pierde en el teatro las dolorosas y terribles impresiones que nos
causa cuando es real y verdadero, al mismo tiempo que se acrisola,
ennoblece e idealiza con el mágico poderío del arte. Sentado ese
principio que por su llaneza está al alcance de todo el mundo, el
teatro es casi una condición de nuestra existencia social. Luego el
público que lo frecuenta, no ha de renunciar a los goces dramáticos,
cuya necesidad irresistiblemente a él le arrastra, sólo porque los
abastecedores de estos comestibles usuales de su espíritu se los
venden adulterados, o (para emplear una frase tan vulgar como
expresiva) les dan gato por liebre. La indulgente cordura que
caracteriza al público hispano no le permite abochornar con
injuriosas demostraciones de desagrado a los que así le engañan;
por esto, al igual de un convidado prudente y cortés, se ciñe a
dejar intacto el plato que no cuadra a su paladar, y a repetir cuando
le llena y satisface. Además (y aquí estriba principalmente la
defensa de nuestro público), ¿qué producciones dignas de alto
renombre ha dejado de honrar y enaltecer? ¿No ha saludado con
vítores de entusiasmo, con extremos de admiración los primeros
albores de todos los astros que hoy señorean el cielo de nuestras
modernas glorias dramáticas? ¿Quién sino él ha esculpido con
letras de imperecedero diamante en los anales contemporáneos de la
nación los nombres de Saavedra, Bretón, Hartzenbusch, Martínez de la Rosa, García Gutiérrez, Vega, Tamayo y Ayala? ¿No les ha
labrado con amorosa diligencia los pedestales de oro bruñido en
donde, estatuas vivientes, presiden a las fiestas de la Talía
nacional?



El
acontecimiento literario que acaba de remover en España todas las
inteligencias, todos los corazones, todos los entusiasmos y todas las
envidias, bastaría por sí sólo para dar la razón al público de
nuestra escena contra sus mal aconsejados fiscalizadores, si otros
hechos de igual índole no abogasen poderosamente en su favor.



Después
del espectáculo siempre antiguo y siempre nuevo de la naturaleza,
testimonio flagrante y vivo de la grandeza de Dios, ninguno tan grato
y sublime, a la vez, como el que ofrece el espíritu del hombre,
testimonio inmortal de su grandeza y de la de su Hacedor, avasallando
con misteriosa tiranía el espíritu colectivo de sus semejantes.



En
parte alguna como en el teatro resplandece con tan vívidos fulgores
esa propiedad del genio, patrimonio exclusivo suyo y compendio de sus
derechos dinásticos al trono del mundo moral. La última obra
dramática de Ayala ha conseguido y consigue en todos los ámbitos de
la monarquía, ese triunfo supremo, sin el cual las producciones de
su clase se hunden por su propio peso en las profundas aguas del
Leteo, a pesar de las sospechosas adulaciones de la amistad, y aunque
las prohijen y aclamen todas las escuelas estéticas, conocidas y por
conocer. No hay que hacerse ilusiones. La crítica por más títulos
que tenga para ejercer su dignidad censoria, nunca sujetará a las
leyes de su variable codificación la fantasía y el corazón del
hombre, que lleva, por otra parte, grabado en su alma todo aquello
que sus preceptos tienen de inmutable y eterno.
Lo que el público
ha celebrado ante todo en El tanto por ciento es la potencia
intelectual que revela. Cansada de medianías, harta de vulgaridades,
su hambre de verdad y de belleza vela en el fondo de su alma muchas
veces distraída pero pocas satisfecha. La obra de Ayala viene en pos
de producciones bastardas, flojas, necias e insustanciales, que han
dado singular realce a su valor intrínseco. Si exceptuamos La
Campana de la Almudaina, El mal apóstol y el buen ladrón, El sol de
invierno y Un duelo a muerte, largo tiempo hace que el público
necesitaba algún alimento nutritivo, sano y delicioso, para su
espíritu estomagado de tanto manjar fofo e indigesto. He aquí
porqué los aplausos que prodiga a El tanto por ciento van
adquiriendo la robustez y el arraigo de la gratitud. He aquí porqué
no sólo se muestra plácidamente dominado por la beldad del
conjunto, sino que, haciendo gala de un gusto sibarítico, y de un
criterio minuciosamente sagaz, logra saborear las bellezas de menos
bulto y los primores más sutiles y afiligranados de la dicción. El
entusiasmo popular que ha acogido el drama de Ayala, lleva, pues,
todas las condiciones apetecibles de fuerza, de espontaneidad y hasta
de una conciencia literaria muy superior al incauto abandono del
simple instinto.



¿Quiere
esto decir que El tanto por ciento carezca de imperfecciones? La
crítica ha andado certera señalando algunas, pero un pesimismo
exagerado le regatea hasta las bellezas más salientes, formándole
en cambio un capítulo interminable de cargos destituidos por lo
general de fundamento. Todos han sido refutados por multitud de
plumas distinguidas, y por lo mismo podría tacharse de oficioso
insistir en el particular. Pero conviene buscar las causas probables
de aquel encarnizamiento, como un dato más que acredite la bondad
innata del corazón humano, y lo mucho que ennoblece y purifica el
alma el comercio al por menor de eso que llaman letras.



Cuando
Ayala tenía apenas borrajeado (esbozado; borrón;
borrajear)
el croquis de su drama, cuando bajo el radiante cielo
valenciano meditaba concienzudamente su concepción, las auras del
Turia vinieron a Madrid henchidas de encomiásticas ponderaciones de
una obra que se hallaba todavía en el misterioso período de la
incubación. Concluida, subió de punto la estática (extática en
el original
) admiración de los que se vanagloriaban de haberla
oído. Pronto una turba mal nacida de turibularios imbéciles hizo de
Ayala el J. C. del arte, y de El tanto por ciento una obra inspirada
por el Espíritu Santo en persona y bajada respetuosamente del cielo
en alas de querubines nombrados ad hoc para ese nuevo mensaje a los
hombres de buena voluntad. Los que conocen la exquisita, noble y
veraz modestia de Ayala podrán rastrear lo que debió sufrir su
grande alma con tales demostraciones. Dada la primera representación,
los leales amigos y sinceros admiradores del autor, proclamaron como
excelente y bellísima su nueva producción, sin traspasar los
límites de su entrañable y puro entusiasmo. Pero la raza viperina
de envidiosos puso todo el fuego a la máquina para que estallase,
pero se quedó lindamente chasqueada cuando vio que el empavesado
navío, orgullo del arsenal que lo botó al agua, y regalo de los
ojos que lo contemplaban, hendía las olas con tranquila majestad,
dirigido el rumbo hacia las playas encantadas de la gloria. La
envidia, que es naturalmente diplomática, había procurado
exasperar, por decirlo así, la admiración popular, aguardando con
calma mefistofélica su período de reacción; pero el público no se
arrepintió de su entusiasmo y la reacción no vino. Entonces el lobo
arrojó su piel de zorra y empezó a clavar sus rabiosos colmillos y
sus garras carnívoras en la obra que poco antes ponía sobre el
mismo triángulo equilátero del Padre Eterno.
¡O abominación
de las desolaciones! La envidia convirtió contra la obra de Ayala
los mismos en encomios estáticos (extáticos) que antes le
prodigaba sin tasa ni medida. He aquí, con algunas raras
excepciones, el secreto de tantas diatribas como caen sobre la de El
tanto por ciento.


Para
coronar ese cuadro tan honroso para la literatura contemporánea,
dechado de alto decoro y mosaico riquísimo de todas las virtudes
imaginables; añadiremos que los dramaturgos despechados que no
pueden dar salida a sus géneros, hacen una guerra tanto más cruda
al drama, cuanto que es puramente mercantil, pues lo que más les
escuece no es la mayor suma de espléndida gloria que ha adquirido
Ayala, sino los medros materiales que ha granjeado, granjea, y lleva
camino de granjear el laureado poeta. Así es que cuando a invitación
de un sincero amador de la belleza artística, se ha tratado de
ofrecer un tributo de cariñosa admiración al autor de El tanto por
ciento, los primeros ingenios dramáticos y los más ilustres
escritores de España se han apresurado a suscribirse a este objeto;
y al contrario, los dramaticidas se han metido, verdes de ira, en la
concha de su propio envidiosamiento


¡Y
cómo les cuesta, Dios mío, digerir esa condenada manifestación con
que la literatura española (,) trata de perpetuar su profunda
simpatía por el autor afortunado de El tanto por ciento!...
«;Jesuuuus!, exclaman con voz de espeluzno y rostro de mal
disfrazada intención. ¿Qué van a decir D. Manuel y D. Juan
Eugenio? ¿Qué modo de honrar sus limpias y gloriosas canas! ¡Qué
modo de pagarles sus inmortales luengos servicios, premiando a sus
barbas con tan absurda solemnidad a un joven que empieza a
escribir!... ¡O país de cafres!» ¿Queréis (quéreis)
saber qué dirán aquellos dos patriarcas de la escena contemporánea?
Pues leed sus nombres coronados con la triple aureola del genio, de
la virtud, y de los cabellos blancos, leedlos al frente de la
suscripción (suscricion) para el proyectado obsequio. ¡Ah!
D. Manuel Bretón de los Herreros y
D. Juan Eugenio Hartzenbusch,
están acostumbrados a pasearse por las regiones luminosas en donde
mora el arte puro, y en su sagrado recinto se respira un ambiente de
serenidad y fortaleza que infunde pensamientos altos y acrisola el
sentir. Por eso la hidrópica vanidad ni el torcedor angustioso de la
envidia, no pueden anidarse en sus magnánimos pechos. Por eso se
complacen en aumentar con la majestuosa lumbre de su ocaso los
primeros albores del astro que nace festejado por la música de los
corazones.
Abrid los ojos, ensanchad el alma, y veréis que ese
tributo, no sólo es un estímulo para Ayala, sino para toda la
juventud de España que reúna elementos para enriquecer el parnaso
español con producciones de valía; para vosotros mismos, si
desertáis la infame bandera del mercantilismo literario, si
renunciáis a mirarlo todo al través de vuestra absorbente
personalidad, si en la fecunda admiración por el talento ajeno,
sacáis nuevos bríos para cultivar el propio.


Hora
es ya de que la necedad sea arrojada a latigazos del templo de las
musas patrias. Hora es ya de que sus buenos y esclarecidos
cultivadores mancomunen sus esfuerzos y fraternicen ardorosamente en
pro del porvenir intelectual de nuestra nación. Hora es ya de que se
oponga una imponente cruzada de inteligencias sanas y robustas a esa
horda de bandidos que han convertido los dominios inviolables de la
belleza artística en teatro de sus merodeos.
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sábado, 25 de septiembre de 2021

LOS CIEN NOMBRES DE DIOS. ELS CENT NOMS DE DEU. I-XIX, 1-19

LOS
CIEN NOMBRES DE DIOS.


La extensa obra que bajo este título
escribió Raimundo Lulio en Roma por el año de 1285, se compone de
cien salmos hechos quizás para el canto plano, puesto que si bien
sus versos no carecen de rima dejan de guardar orden en la medida o
en el número de sus sílabas. El prólogo en prosa que el autor
colocó al frente del poema nos explica el objeto con que Lulio lo
compusiera, dispensándonos por consiguiente de entrar en ulteriores
observaciones.



Algunos
han querido deducir del contexto del citado prólogo que Lulio no
poseía el latín, puesto que dirige su voz al Santo Padre de la
Iglesia y a los cardenales para que dispongan una versión latina del
poema. Mas sobre no probar esto la suposición, consta por otra parte
de datos positivos, que Raimundo no sólo sabía escribir en aquel
idioma, sino que en él explicaba su Arte general en la Universidad
de París y en muchas de las escuelas en que le enseñó; y aún
manifiesta que le fue necesario introducir en el poema algunas voces
latinas para explicar más propiamente los conceptos; por
consiguiente, aquel dicho en que se apoyan los antagonistas de Lulio,
que se empeñan deprimir su saber, no justifica otra cosa, sino que
deseaba que el poema se pusiese en un latín castizo, bello y
elegante; cosa a decir verdad no muy asequible en aquel tiempo en que
tanto se había barbarizado el idioma de Horacio.



Lo
que hace a veces pesada la lectura de esta obra es la circunstancia
de estar trazada en muchas de sus partes, según el método de su
Arte demostrativo: de modo que llega a menudo a una sutileza casi
incomprensible, más regular en los tratados escolásticos que en la
poesía. Sin embargo el carácter que domina por lo general en la
composición es el sentencioso, y de ella pudieran entresacarse un
sin número de máximas de la moral más exquisita. - "Poner en
obra, dice, un amor virtuoso, y una inteligencia sin vanidad, vale
más que edificar altas torres o soberbios castillos. - Poco sabe la
naturaleza del amor quien ama a Dios para salvarse o para evitar los
eternales castigos. - El hombre a quien el pecado esclaviza no tiene
franca la voluntad, porque la justicia se la aprisiona. - Santo es
Dios en sí mismo, y de él no puede venir mal, antes santifica a
quien le sigue. - Quien vilmente vive, muere cada día. - La virtud
tiene más valor que cualquier tesoro, porque ella es la mejor
defensa del hombre contra su enemigo. - La verdad hace al hombre rico
de bondad y de espíritu, al paso que la mentira le hace mendigo. -
La verdad se encuentra en el dadivoso y no en el avaro, porque la
verdad es amiga de dar. - La justicia hace humilde a la criatura y
inspira piedad, misericordia y amor; y el que a sí mismo se juzga,
está próximo a ser perdonado y tiene los pies en el camino de la
salvación. - El que se defiende con lealtad, rectitud y verdad, se
defiende mejor que el que va armado.
- Más vale defenderse con
la virtud que con escudo y lanza, porque con ella mejor se levanta el
hombre cuando caído. - Quien tuviere el entendimiento enfermo, ponga
en alto sus pensamientos y lo sanará; quien tuviere enfermo el amor,
diríjalo a Dios con todo su entendimiento y su memoria. - No es
esforzado ni valiente quien no cumple con sus deberes, pues el mal
obrar hace cobardes. - La caridad está vestida de suavidad. - Mejor
sirve el hombre a Dios con pensamientos leales y humildes que con
lanza y riquezas: y vale más la buena intención que todo el oro y
la fortuna que tuvieron Salomón y Alejandro."



Cuando
no brotan del talento fecundo de Raimundo las ideas sentenciosas, o
no divaga en deducciones teológicas según su sistema, toma a veces
la obra un carácter individual al par que elegíaco. - "Con
grande tristeza estoy, exclama, cuando veo que la trinidad del Dios
omnipotente es ignorada y no amada de todos. Tú eres, o Dios, mi
padre, porque de la nada me criaste; mas yo no soy hijo tuyo porque
estoy en pecado. - Ah Espíritu Santo, que por el amor fuiste
concebido! tuyo es el mundo, que casi perdido está porque poco te
ama y te conoce. Por ti se unen grandeza y bondad por naturaleza de
amante, amable y amado, une pues en nosotros piedad y misericordia. -
Dios mío! tú que oyes las súplicas de cada uno de los mortales
para el bien especial, ¿por qué no me oyes a mí que te ruego para
el bien general, que vale más que todo? Pídote que infundas a los
hombres saber y voluntad para que te sirvan, y no sé si querrás
escucharme; y con suspiros y lágrimas te imploro la gracia de que me
des predicadores celosos que publiquen tus excelencias. - Dios me ha
dado gran fuerza de voluntad para hacer bien, mas por castigo de mis
culpas no me ha dado gran poder para ejecutarlo. - Largo tiempo ha
que soy procurador de Cristo para que se le ensalce y se le honre por
toda la faz de la tierra; mas por desgracia no encuentro quien me
ayude." -



Como
ejemplo de inspiración melancólica es notable, entre otros, el
salmo XLIV, que no podemos menos de traducir en su mayor parte. -
"Dios, dice, da consuelo al hombre culpable, cuando le
representa en su memoria la penosa pasión que quiso sufrir por el
amor que nos tiene; mas, ay! yo no puedo consolarme cuando veo el
menosprecio en que al Criador se tiene por los hombres en el mundo.
¿Y quién no ha de dar rienda suelta a sus lágrimas al ver cuán
poco es el amor que le dispensan aquellos que tanto le deben? Día y
noche estoy sumido en la más profunda aflicción si considero las
ofensas que recibe, y los eternos castigos que aguardan a los que así
le ultrajan con sus pecados. Quien se consuela cuando ve a su Señor
vituperado por sus mismos servidores, no sabe ni conoce la fuerza del
amor. Dios consuela al hombre con los dones de amor y de esperanza,
con el perdón y dádivas de inestimable precio. La paciencia y la
piedad, la justicia y la lealtad consuelan al que se ve sumido en las
amarguras del vilipendio. Y a quien tiene abierto a Dios su corazón,
poco le importa la pérdida de todos los bienes mundanales, porque
Dios satisface completamente todas las necesidades; ni cabe ya el
consuelo en quien está sumido en el lodazal del pecado, porque el
culpable desespera siempre de la divina misericordia." -



Seríamos
difusos en las citas si hubiésemos de detenernos en los pasajes
dignos de mentarse por el mérito de los conceptos, así como lo
fuéramos también si debiésemos tildar todos aquellos de pesada y
fastidiosa lectura. Mas de todos modos tenemos por resultado que el
poema de los Cien nombres de Dios, a pesar de que contiene no pocas
bellezas, es seguramente la obra poética de Lulio que menos gloria
reporta a su autor, si bien es la que con más frecuencia ha corrido
en manos de los aficionados al estudio de las obras del célebre
mártir. Varias son las copias que andan manuscritas de este poema,
debidas a la avidez sin duda con que han procurado proporcionárselo
los adeptos de Lulio; lo cual no ha dejado de contribuir a que fuese
más generalmente conocido, aun en perjuicio de las otras poesías de
un mérito mayor, muchas de las cuales no sabemos que existan más
que en los códices que tenemos la fortuna de poseer. Y visto esto,
ya no es extraño que algunos escritores al tratar de hacer mención
de Lulio, considerado como poeta, le designen con el nombre de el
autor de los Cien nombres de Dios, como si no tuviera títulos
mejores y más valederos para alcanzar la fama poética de que
generalmente se ha querido prescindir al tratar de tan gran maestro.



No
concluiremos empero sin hacer observar al lector las palabras que
Raimundo Lulio estampa en el prólogo del poema, repetidas en
muchísimas obras de su pluma, y que se refieren al Padre Santo y a
la Iglesia, a cuya corrección somete completamente el escrito por si
acaso contiene algunos errores. Esta humilde sumisión en un poema de
moralidad sin tacha, fruto de la más cristiana y ardorosa fé y del
más acendrado catolicismo, demuestra la injusticia y la sinrazón
con que se han ensañado contra Lulio sus contrarios, al contar en el
catálogo de los heresiarcas al más celoso apóstol de la doctrina
de Cristo, y al más entusiasta por la dilatación de la fé
católica.





ELS
CENT NOMS DE DEU. (Se encuentra más veces los como artículo
plural )



Deus,
ab ta virtud comença RAMON aquest libre qui es del Cent noms
teus.



Com
los sarrayns entenen provar lur lley esser donada per Deus,
per ço car l' Alcorá es tan bell dictat que no 'l poria fer null
hom semblant d' éll, segons que ells dien; eu, Ramon indigne,
me vull esforçar ab ajuda de Deus, de fer aquest libre, en qui ha
meyllor materia que en l'Alcorá e a significar que en axí com eu
fas libre de meyllor materia que en l'Alcorá, pòt esser altre home
que aquest pos en axí bell dictat com l' Alcorá. E aço fas que hom
puscha arguir los sarrayns que l'Alcorá no es dat de Deus: jat sia
aço que sia bell dictat. Empero deim que aquest libre e tot bé es
donat de Deus, segons que dir se cové. Perque eu, Ramon, supplich al
sant Pare Apostolich e als senyors Cardenals qu' el fassen pausar en
lati, car eu no li sabria pausar, per ço car ignor
grammática. E si eu en alguna cosa erre en aquest libre contra la
fe, sotmet lo dit libre a correcció de la santa Esgleya romana.



Los
sarrayns dien que en l'Alcorá son noranta nou Noms de Deus, e qui
sabria lo centé sabria totes coses, perque eu fas aquest libre de
CENT NOMS DE DEUS, los quals scé. E per tot ço no's
segueix que sapia totes coses, e aço fas a rependre lur falsa
opinió.
En aquest dictat pos mols noms que son pus
propris a Deus, que alguns qu'els sarrayns a Deus apropien. La manera
que propós tenir en aquest libre es que parla naturalment dels noms
de Deus qui simplament a éll se pertanyen; e que de aquells noms qui
a Deus se pertanyen parle segons esguardament de creatura e segons ço
que als noms de Deus se pertanyen. En cascun dels Noms de Deus posam
X versos, los quals hom pòt cantar segons que els psalms se canten
en la Esgleya. E aço fem per ço car los sarrayns canten l'Alcorá
en lur mesquita. Aquest libre es bon a contemplar e a conexer Deus e
a provar la fe christiana, segons que en éll appar. E es libre de
gran consolació e plaer, e es bon a preycar. En aquest libre coven
usar de alguns vocables que son en latí, sens los quals no' l
poriam tan bellament ne bon a fer. Lo primer Nom es Deus, lo segon
Essencia, e axí dels altres segons que en las rubriques appar. Com
Deus haja pausada virtud en paraules, pedres, e en herbes, quant mes
donchs la ha pausada en los seus noms. Perque eu conseyl que hom
cascun dia diga los CENT NOMS DE DEUS, è ab si escrits los aport.
Com haurá dit un capítol diga aquella Laor en loch de Gloria Patri,
la qual es escrita avall en la fí de aquest libre. Aquests versos
arrimam per ço que hom los puscha mils saber de còr. E no fem força
si en alguns versos ha mes síllabes que en altres, per ço que
meyllor materia puscham pausar en aquest libre. E ha major dificultat
pausar tan subtil (pareix subtll) materia en rims, que no es
pausar l' Alcorá en lo dictat que es pausat.



I.



iO
DEUS!







¡O
Ens divinal! tú est Deus per obrar,



Que
en tú has axí com est Deus per estar,



Perque
en tú null accident no y pòt estar.
Si no fosses Deus en obrant



E
que fosses Deus en estant,



Fóres
menor Deus en amant.
Tú est Deus per ta bontat,



E
ta bontat per deitat,



E
est Deus per lur unitat.
Si en bondat no fós deificar,



E
si en deitat no fós bonificar,



Deus
no fóre Deus per son obrar.
Tú est un Deus per unitat,



Si
com est Deus per deitat,



Est
amorós per voluntat.
Infinit bé en Deus no pogra estar



Si
en sa bontat no hagués bonificar,



Per
natura de entendre e de amar.
Aquell Ens qui es Deus appellat,



Cové
que sia sens peccat,



Sens
temps e sens quantitat.
Si en Deus fós ociositat,



De
sa granea e bontat,



Covengra
que en éll fós peccat.
Tant es Deus larch del nom seu



Que
home Christ fá nomnar Deu,



Al
qual present tot mí e 'l meu.



Aorte
Deus en ta majestat,



De
deificant, deificable, deificat,



Distincts
tots tres en trinitat.







II.



¡O
ESSENCIA!







¡O
Essencia, qui est eternal e infinida



E
qui estas de tot ben cumplida!




est mon conort, gaug e ma vida.
¡O Essencia paternal, filial,
espirital!




ets tres en nombre personal,



E
estás una en nombre substancial.
Tú, Essencia, estás sens
ociositat



De
bontat, infinitat, eternitat;



De
essenciant, essenciar, essenciat.
Si tú, Essencia, fosses sens
essenciar,



Bona
e gran fóres en ton amar,



E
no bona ne gran en substanciar.
Si Essencia no fós luny a
minoritat



Per
essenciant, essenciar, essenciat,



Fóre
prop a no esser per ociositat.
Essencia divina! tú estás aytant
infinidament



Per
infinit, infinir, infinient,



Com
fas per amant, amable, e amament.
Tú, Essencia, estás
indistincta en trinitat,



Qui
está distincta proprietat,



De
tú, Essencia, en personalitat.



Si
tú, Essencia, no fósses en essenciar,



No
pogres esser en concordança ni en concordar,



Ne
egualtat, egualar no pogra en tú estar.
O esser qui est de tot
altre esser senyor!



Esdevengut
es lo meu esser peccador,



Perque
't prec te membres esser perdonador.
¡O esser infinit, tan luny
a peccat,



Que
peccat en sí no pòt haver entitat,



Per
ço que en res no 't sia assemblat!







III.



¡O
UNITAT!



Eternitat
e infinitat



Son
un esser en singularitat,



Lo
qual esser es Deus appellat.



Si
fossen molts Deus o fóre la U termenat,



O
fóre l' altre en infinitat,



Qui
no fóre en gran singularitat.



Cové
donchs que sia un Deus tan solament,



Per
ço que sia gran bé e gran compliment,



E
en sa Unitat omnipotent.
Granea de la divina Unitat,



Es
que en sí haja gran unificat,



Distinct
de unificant, unificar en trinitat.
Si en divina Unitat no fós
unificar,



No
hagra gran poder, saber e amar,



E
pogra en sí mateixa ociosa estar.
Enaxí se han Unitat e unir,



Com
se han compliment e son complir,



Perque
Unitat e unir no 's poden departir (1).
Major poder ha Unitat en
unir,



Que
no ha sensualitat en sentir,



Ne
volentat d' home en desir.
Tan gran poder ha divina Unitat,



Que
pòt estar en distincta trinitat,



E
romanir U en substancialitat.



Enaxí
's coven que en Deus U sia de un,



Com
se coven que éll sia un,



Per
ço que en éll sia propri e comun.



Volch
Deus mostrar lo poder de sa Unitat



E
en esser home unit ab divinitat,



Una
persona de deitat e humanitat.


IV.



¡O
TRINITAT!



¡O
divina molt alta Trinitat!



Enaxí
es per tú tota pluralitat,



Com
es unitat creada per divina unitat.
Si Deus no fós en distincta
Trinitat,



No
fóren en éll concordança, concordar e egualtat,



E
fóre prop a contrariar, desagualar, e contrariat.
Estan en Deus
divinas proprietats,



Per
ço que en éll sian entenduts e amats,



Actus
distincts de deitat no separats,
Está Trinitat deitat divina en
paternitat,



Filiació,
espirabilitat,



E
totes tres están una essencia en una deitat.
En Deus no pòt
quaternitat estar,



Pus
que a deitat poren bastar,



Deificant,
deificable e deificar.
Sens Trinitat no pogra deitat



Estar
en natura de amable, amant e amat,



Sens
los quals fóre en vacuitat.
Si no fós distincció entre
entenent, entendre e entes,



No
pogra Deus saber negun dels tres qual es,



Ne
infinit e eternat no pogra esser nulla res.
En tristicia estich e
en pensament,



Car
la Trinitat de Deus omnipotent



No
es amada e sabuda per tota gent.



Cell
qui sab Trinitat e no la vòl mostrar



A
aquells qui la porian saber e amar,



No
par que de colpa se puscha escusar.



V.
¡O
PARE!

¡O Deus Pare, qui est molt gloriós!



Tú,
has fill Deus ab qui est poderós,



En
espirar Sant Esperit d' amdós.
Deus es Pare en sa
substancialitat



Entenent
sa gran potestat,



En
engenrar lo fill de sa deitat.
Es de Deus Pare fill Deu,



Al
qual ha dat lo esser seu,



Al
qual fá esser Deus meu.
Es Deus Pare en singularitat,



Per
ço que a una paternitat



Abast
una infinitat.



Deus
es Pare en engenrant,



Entenent
que éll pòt en aytant,



Com
es son poder en estant.
Es Deus Pare en comensamen,



En
qui done esser e no 'l pren



D'
altre perque Pare s' enten.
Aytant es Deus Pare substancialment,



Com
está Pare relativament,



E
per ço está Pare sens negun accident.
Si fós Deus Pare per
sola relació,



Sens
deitat, pogren dir que no



Es
tan gran Pare com per creació.
Tú est, Deus, mon Pare en
creant,



Mas
eu no son ton fill en peccant,



Fem
donchs ton fill mercé clamant.



Si
tú est Pare bò, sávi e virtuós,



Eu
so fill, mal fill e viciós,



Quit
clam Pare just e misericordiós.





VI.
¡O
FILL!







¡O
Deus Fill! Per çó estás sens quantitat,



Car
est Fill en infinitat e eternitat,



De
infinida e eternal paternitat.




est, Fill, per ço que pare puscha estar,



E
que tú e éll Deus posqués donar,



Que
es Sant Esperit per espirar.



Car
entre pare e Fill se pertany major volentat,



Major
poder e major egualtat,



Son
pare e Fill en Deus de necessitat.



Si
en Deus pare e Fill no poguessen estar,



No
pogra en Deus estar major concordar



Per
natura de entendre e de amar.
E están lo pare e lo Fill en
unitat



De
natura, essencia e deitat,



E
son distincts en natura de engenrant e engenrat.
Está lo Fill en
lo pare per amor,



El
pare, el Fill per ardor d' amor,



Ix
d' amdós espirant Deus d' amor.



Deus,
qui es Fill de Deitat,



Es
pare de home deificat,



Per
ço que en deificar sia al pare ressemblat.
Si el Fill de Deus en
home no fós encarnat,



Mes
pogra home de Deus pendre bontat,



Que
no li 'n volgra dar divina volentat.
Car Fill eternal e Fill
creat



Están
en major proporcionitat;



No
fó lo pare n' el Sant Esperit encarnat.



A
tú, Fill home Deus encarnat,




mon enteniment e ma volentat,



Si
't plau qu' els muts de pena e de peccat.




VII.



¡O
SANT ESPERIT!







¡O
Sant Esperit, qui estás espirat



De
engenrant e de engenrat,



Hages
merce de nos e pietat!



Es
Sant Esperit per ço que complir



Puscha
infinitat lo seu infinir,



E
divina amor lo seu desir.



Car
lo pare e 'l fill s' han gran volentat,



Espiren
Sant Esperit qui es proprietat,



En
qui s' ha fina natura d' amor e d' amistat (2).
Axí com lo pare
ha lo fill entenent conçebut,



Han
lo pare e 'l fill lo Sant Esperit volgut,



Amantlo
un e l' altre ab granea de virtut.



Si
el amar qu' el pare e 'l fill s' han no fós personat



En
natura de infinitat e eternitat,



Fóre
lur amar finit ab quantitat.
Tant s' aman lo pare e ‘l fill en
unitat,



Que
amdos han una sola espiritivitat,



En
espirar una sola espirabilitat.
¡O Sant Esperit, en qui' s
complex lo nombre de trinitat,



Per
ço car no espires, estás espirat,



Espira
a nos a fer la volentat!



Entre
‘l pare e 'l fill cové esser espirar,



Per
ço que en amdós sia gran concordar



Per
natura d' amor e d' amar.



Ah
Sant Esperit, qui per amor est conçebut!



Lo
mon es teu, e es tot quaix perdut,



Per
ço est poch amat e conegut.



Com
per tú, Sant Esperit, sian conjuntes granea e bontat,



E
aço per natura d'amant, amable e amat,



Conjuny
per nos misericordia e pietat.




VIII.



¡O
SINGULAR!







¡O
Ens, qui estás Singular



En
infinir e eternar!



A
tú tot sol dó mon amar.
Molt major es eternitat



Si
está ‘n singularitat



Que
si fós en dualitat.



Axi
com Deus es Singular en infinitat,



Cové
que sia Singular en eternitat,



Per
ço que en éll haja egualtat.
Singular es Deus en infinir,



En
eternitat e en complir,



E
en deificar e en unir.



En
Deus poder, saviesa e volentat



Están
en singularitat,



En
quant ensemps son una unitat.
Amar es Singular en amor



De
amable e de amador,



E
axí mateix es de lausor.
Singularment es granea bona per bontat,



E
singularment es amada per volentat,



E
materialment es creació de creat.
Deus ha presa una humanitat,



Per
ço que en una singularitat



Encarnació
haja mays de bontat.
Si en Deus no fós singularitat,



De
propria proprietat,



No
fóra gran sa unitat.



Car
Deus es Singular en valor,



A
éll pertany singular honor



Que
sia a totas major.


IX.



¡O
ESTANT!



¡O
rey qui est Deus en Estant!




estás Deus en engenrant,



E
estás Deus en espirant.
Enfre Estant e estar



Está
molt gran concordar



De
entificant e entificar.
Está poder en amar,



Está
amar en possificar,



Está
infinit en infinitar.
Poder, saber, e volentat



Están
en Deus en unitat



De
essencia, natura e deitat.
Está granea en bontat,



Está
bonea en eternitat,



Está
Deus bò, eternal en infinitat.
Deus está aondós



De
gloria e de gloriós,



A
la qual gloria ha creat nos.
Car en Deus está jutjar,



Pietat
e perdonar,



Devem
estar en temor e en esperar.
Com en Deus estiga veritat,



Home
estant en falsetat



No
pòt estar en amabilitat.
Car en Deus está egualtat



De
intelligibilitat e amabilitat,



A
amar e a entendre es hom obligat.
Está mon cor en tristor,



Car
no pusch empetrar honor



A
Deu digne de lausor.



X.



¡O
FAENT!



Deus
pare obra en virtut,



Fill
qui d' éll es conçebut,



Esperit
Sant d' amdos produt.



Obrant,
obrable e obrar



Fan
la trinitat estar



Per
natura de' entendre e d' amar,



Obra
que sia de bontat,



De
infinitat è eternitat,



No
ha de rè necessitat.



Si
en Deus no fós obrar



De
infinit e eternar,



Falliment
en éll pogra estar.



Bon
fá de veritat



Verificable,
verificat



Ab
verificar qui ix d' amich e d' amat.
Obrar amar que sia virtuós,



E
entendre que no sia ergullós,



Val
mes que obrar castells ne tors.
Deus ha obrat hom ab bontat,



E
hom mal obra ab peccat,



Mal
dir e mala volentat.



Si
no fós Deus per son obrar,



Fóre
major per son estar



Que
per son entendre e amar.
Obrá sens fé e caritat



Esperança
e fermetat,



Es
obra de mal e peccat.



Mes
val haver bon pensament



Que
guessanyar aur ne argent,



Ne
haver fills ne honrament.







XI.



¡O
ENS NECESSARI!



Deus,
qui est de necessitat,



Per
çó car est infinitat e eternitat,




sias conegut, amat e honrat.
En infinitat es necessari infinir,



Axí
com en compliment complir,



Sens
lo qual compliment no 's pogra sofferir.
Si no fós eternitat



Seguir
es de necessitat



Que
çó qui es, fós per sí començat.
Necessari es que en Deus sia
poder,



E
qu' en volentat se puschan saber,



Amant,
amable e voler.



En
Deus poder, saviesa e volentat,



Son
una natura de necessitat,



Per
ço que éll sia infinit en unitat.
Necessari es que en Deus
obrar



Sia
aytant gran com son estar,



Perqu'
en Deus puscha esser deitar.
En Deus es necessari concordar,



Distinccionar
e egualar,



Per
ço que ociós no puscha estar.
No ha Deus fora sí necessitat,



Car
complit es de tota bontat,



Perque
ha en sí obra e obrat.
Deus es nostra necessitat,



Car
sens Deus no fóre ens sustentat,



Ne
a neguna fí menat.



Necessari
es a hom Deus amar,



Conexer,
servir e honrar,



E
bé está en Deus mercé e perdonar.



XII.



¡O
PERSEITAT!

Deus está per sí en poder,
En volentat é en
saber,
E pòt en tot quant vòl haver.
Es Deus causa e no
causat,
Perque tot hom es obligat
A obeir sa volentat.
Deus
está per sí aondós,
E assí mateix ha creat nos,
Aytal per
sí es gloriós.
Es Deus per sí paternitat,
Filiació,
espirabilitat,
Es donchs per sí en trinitat.
Deus está per sí
en bontat,
Infinitat e eternitat,
Donchs deu esser per sí
amat.
Qui ama Deus per sí salvar,
E que infern puscha
esquivar,
Poch sab de natura d'amar.
Null hom pòt per sí
estar,
Ne pòt per sí negun be far,
Perque no's deu en sí
fiar.
Per si es null hom senyor,
Perque no li tany
servidor,
Pus que per sí no há honor.
Pus que per mí no son
creat,
Tort ay e fas gran pecat
Si per mí vull esser
honrat.
Per sí está hom peccador,



E
enemich de bona amor,
Perque de mí ay gran pahor.

XIII.
¡O
LIBERTAT!

Franch es Deus en son estar,
E es franch en son
obrar,
Ab possificant, possificable, possificar.
Poder franch
ha Deus en sa bontat,
De bonificant, bonificar e bonificat,
E
aço mateix en infinitat e eternitat.



Deus
es pus franch en son poder
Que no es home en son voler:
Sa
Libertat ¿quí la poria saber?
Está Deus franch en infinir,
En
eternar e en complir,
A Deus no pòt rè contradir.
Mays val
franquea en voler,
En remembrar e en saber,
Que en regnar ne en
haver.
Creá Deus hom franch en virtut,
Mays hom es servu
esdevengut,
Per ço car s'es desconegut.
Tot hom pòt Libertat
haver
En amar Deus e car tener,
Car Deus no força null
voler.
Hom qui es servu de peccat,
No está franch de
volentat,
Car justicia l'ha encarçerat.
No está servu hom ab
virtut,
Ne está franch home caút
En pecat trò s'es
conegut.
Mays val servitut en turment
Ab que hom hi sia
justament,
Que Libertat en honrament.




XIV.



¡O
SIMPLE!



Car
Deus es sa simplicitat,



Es
aytant Simple en trinitat,



Com
es Simple en Unitat.
En Deus está simplificar,



Per
engenrar e espirar,



E
en éll compost no pòt estar.
Deus de la sua simplicitat,



Simplifica
simplificat,



En
simplificat engenrat.
Está Deus Simple en estant,



E
está Simple en obrant,



Car
no ha detrás ne davant.
Está en Deus Simple poder,



Simple
saber, Simple voler,



E
per ço pòt Simple haver.
Simplement están en bontat,



Bonificant,
bonificat,



Ab
bonificar espirat.
Concordança e egualtat



Están
en Deus simplicitat,



Per
natura de trinitat.



A
vos, ver Deus omnipotent,



Me
dó enaxí simplement,



Que
d' altre no vull honrament.
Aquell que ha Simple saber,



Simple
membrar, Simple voler



En
honrar Deus, no pòt caer.



Aquell
ama Deus simplement



Qui
fá per éll principalment



Tot
ço que fá a son scient.







XV.



¡O
SANCT!



¡O
Sanct dels sancts qui est sanctetat!



A
tú dó tota ma entitat



E
tú donem paciencia e caritat.
Deus es Sanct en sí mateix,



E
d' éll negun mal no 's segueix,



E
es tot hom Sanct qui 'l serveix.



Car
Deus es Sanct, se cové



Qu'
en éll sia Sanct de bé



E
que 'l Sanct sia de sé.
Sanct está Deus en amar,



E
Sanct está en son jutjar,



E
Sanct está en perdonar.
Qui ha bona volentat



Está
fill de sanctetat,



Qui
'l vest de sa puritat.
Mays val home per sanctetat,



Que
per emperi ne regnat,



Per
vida e sanitat.
Sanctetat fá hom humil,



E
li fá fér fayts gentil,



E
'l guarda de mal e peril.
Sanctetat fá humilitat,



Mesura
gran e leyaltat,



E
aporta de Deus bon grat.
Mays val en sanctetat morir



Que
tostemps viure sens finir,



Ço
que val Sanct ¿qui ho pòt dir?



Esguardats
els sancts qui son passats



Per
quants homens son remembrats,



E
los no sants com son oblidats.




XIV.



¡O
VIDA!

¡O divina, eternal e sancta Vida!



En
tú viu bonea infinida,



De
bonificant, bonificable, bonificar complida.
Viu Deus en amant,
amable e amar,



Vivificant,
vivificable e vivificar,



Per
natura de engenrar e espirar.
Deus es viu sens mortalitat,



E
en éll viuen misericordia e pietat,



Perque
null hom no deu esser desesperat.
Viu bon entendre de bon amar,



E
viu amar de bon cogitar,



E
viuen entendre e amar de bon membrar.
Viu bonea de magnificar,



E
viu granea de bonificar,



E
mòr bonea en malificar.



Aquell
viu qui ha bon pensament,



E
aquell mòr qui fá falliment,



E
aquell viu qui ama mes Deus que son parent.
Qui vòl viure per
haver honrament,




com muyra en foch ardent,



Deshonrat
perpetualment.
Mays val morir honradament



Que
longa vida croyament,



Car
tots jorns mòr qui viu vilment.
Hom qui ben viu no pòt morir,



Ne
qui mal viu no pòt servir



A
Deus, ne a vida venir.



No
deu hom viure per menjar,



Per
honrament, per sajornar,



Mays
per servir Deus e honrar.







XVII.



¡O
INFINITAT!



¡O
Deus qui estás Infinit,



En
Pare, Fill e Sanct Esperit!



Mal
fá aquell qui t' ha en oblit.
Deus es Infinit en estar,



E
Infinit en son obrar,



Per
engenrar e espirar.
No pogra esser Infinitat



Sino
en singularitat,



En
qui no sia quantitat.
Infinit es Deus en bontat,



Ab
bonificant, bonificat,



E
ab bonificar eternat.
Si en Deus no fós Infinir,



No
pográ son poder complir



De
Infinitat nostre desir.
Poder, saber e volentat,



Son
Infinits en unitat,



De
natura e deitat.
Deus pare infinidament



Infinix
fill extensament,



Sens
quantitat e moviment.
Infinit es de Infinitat,



Sens
la qual fóre termenat,



En
poder, temps e quantitat.
Plasent causa es consirar



Infinit
d' entendre e d' amar,



En
eternitat sens cessar.



Be
n' es foll e desconexent



Qui
ama mays petit movent



Que
Infinit sens mudament.




XVIII.



¡O
ETERNITAT!







Si
fós ver que no fós Eternitat,



Ço
qui es fóre per sí comensat,



E
fóre no res sa potencialitat.



Es
donchs Eternitat sens dubtar,



En
la qual covenen estar



Eternant,
eternable, eternar.



Si
eternar en Eternitat no fós,



Fóre
per son poder avar e ociós,



E
no fóre amable ne gloriós.



Eternar
cové esser de Eternitat,



Sens
la qual no poria esser abastat,



Eternat
de entendut e d' amat.



Plasent
causa es membrar



En
Eternitat, eternar,



Engenrar
e espirar.



Greu
causa es consirar



En
foch eternal estar,



E
’n ira de Deus sens perdonar.



Deus
pòt de sa Eternitat



Plus
en sa natura de bontat,



Que
en tot ben que haja creat.



Si
fós ver que Eternitat hagués par,



No
fóre per ella Deus singular,



E
infinir valgra plus que eternar



No
ha conexensa de Eternitat,



Qui
diu qu' el mon no es creat,



Ne
de Eternitat e infinitat sab egualtat.





XIX.



¡O
TOT!







¡O
Deus, qui est Totalitat



De
ta essencia e de ta bontat!




est Tot sens divissibilitat.



No
fóre Deus tota essencia de bontat,



Si
no fós bonificant, bonificar, bonificat,



Perque
cové en éll esser trinitat.



En
Deus poder es Tot saber,



E
en Deus saber es Tot poder,



E
per ço pòt en Tot quant vòl, voler.



Poder,
saber e volentat



No
están en tota bontat



Si
donchs no son en una unitat.



Deus
ama ab Tot son voler,



Axí
com sab ab Tot son saber,



Amemló
donchs ab Tot nostre poder.



Sens
distincció e concordar,



Començament
e egualar,



Totalitat
de bé no pòt estar.



Tot
está Deus en unitat,



E
Tot está en trinitat



Per
natura de infinitat.



Aquell
qui 's dona Tot a Deu,



pòt
dir que Deus está Tot seu,



Perque
eu li dó Tot mí e 'l meu.



Cascun
hom pòt Deus Tot haver,



Ab
que l' am de Tot son poder,



Car
Deus no 's frany ans es sencer.



Deus
está Tot en veritat,



Perque
no ha gens falsetat,



Ni
es enemich de leyaltat.