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jueves, 14 de marzo de 2019

Libro quinto

LIBRO QVINTO
DE LA HISTORIA DEL REY DON IAYME DE ARAGON, PRIMERO DESTE NOMBRE,
LLAMADO EL CONQUISTADOR.

Capítulo primero. De lo mucho que el
Rey se afligía por no haber salido antes a hacer guerra a los Moros,
y del honesto descargo que para esto le daban los suyos.

Año
era de nuestra redención MCCXXVIII cuando el Rey, habiendo ya
cumplido los xx de su edad, y hallándose muy dispuesto para
ejercitar las armas, y que por eso tanto más deseaba extender con
ellas su nombre y fama por el mundo, andaba muy afligido y
descontento, por no haber aun salido de sus reynos, ni hecho cosa
alguna insigne en los extraños. Señaladamente por no haber
perseguido antes a los Moros vecinos a sus reynos, ni a imitación de
sus antepasados, tomado les por fuerza de armas algunas villas y
castillos para introducir la fé y nombre de Cristo en ellos: por
haber sido este su principal fin y designo, desde que comenzó y
reynar, y de cuando fundó la religión y orden de nuestra Señora de
la Merced para la redención de cautivos Cristianos. La cual le había
ofrecido como primicia de la general redención que había de hacer
dellos, conquistando los reynos de los Moros. Pues como desta
tardanza tuviese el Rey alguna manera de empacho, y mostrase dello
descontento, no faltaron algunos antiguos criados suyos que le habían
seguido en todas las jornadas que hizo desde que comenzó a reynar
(según algunos escritores lo significan) que se atrevieron con
buenas razones a distraerle de aquella su persuasión (
psuasió)
y prepostero sentimiento. Para esto se valieron de las que le
causaban empacho, para más abonarle el entretenimiento pasado: con
fin de darle mayor ánimo para llevar adelante su tan heroico
intento. Porque le mostraron claramente, como el haber salido antes
de sus reynos para tan importantes empresas de guerra, fuera tan
errado negocio, cuanto el entretenerse había sido del todo acertado,
y muy en su lugar y tiempo hecho. Pues antes, ni la edad, ni el
consejo, ni la autoridad y experiencia, que tan necesarias son para
llevar guerras en tierras extrañas, le acompañaban: ni la necesidad
que tuvo de dejar primero sus reynos apaciguados le permitían la
salida. Sino que le fue mucho mejor, con sus pequeños y bien regidos
ejércitos, pasar los primeros ejercicios de la milicia dentro de sus
tierras, antes que con muy grueso campo andar desvelado por las
ajenas: según que la experiencia lo trae, y la razón después de
bien considerado todo, lo aprueba. Porque de comenzar poco a poco, y
con pocos, a ejercitarse en la guerra: de ir en persona por general
de una hueste mediana: de ver depender de si todo el gobierno de
ella: claro está que a este le será forzado y también posible
llevar el cuidado de todos, y que pues los conoce, y va por lugares
conocidos, ya no por sus tenientes (como en los ejércitos grandes)
sino por si mismo podrá fácilmente no solo regirlos, pero en los
principales ejercicios de guerra hallarse presente ante todos. Como
es para ser en el concertar los escuadrones, y en el trabar de las
escaramuzas el primero: para según la ocasión y tiempo, así
presentar, o no, batalla a los enemigos: para darles muchas veces
alarma, y no por esto luego acometerles: para ponerse en celada, o
descubrir y falsear la de los otros. Finalmente para tener siempre
los ojos con la sospecha abiertos, y prevenir antes que ser
prevenido: con los demás ejercicios y advertimientos militares, que
por haber pasado su persona Real tan en particular por ellos, habían
sido ocasión y medio para pasarle de soldado a gran capitán, como
lo era. De manera que por haber empleado sus primeros ejercicios de
armas dentro sus reynos, como quien echa mayores raíces para dentro,
había sido como creciente de río represada, que al fin sale con
mayor ímpetu de madre: o como en las baterías de las ciudades que
solían dar contra el muro con las machinas arietarias, o
bayuenes:
las cuales cuanto más se retiraban , y con debido espacio se
entretenía, tanto mayor era la arremetida, y más terribles
encuentros hacían. Verificaban esto los mismos, con heroicos
ejemplos de los más célebres capitanes Romanos, señaladamente del
gran Scipion Africano. El cual se entretuvo por algún tiempo en
Sicilia, en la ciudad y puerto de
Saragosa,
para fabricar y trazar consigo mismo la presa de la ciudad de
Carthago. Porque cuanto más sin ruido daba orden en el aparejo de
sus machinas e instrumentos
bellicos
para la empresa, y con pocos soldados trazaba el pelear contra
muchos, tanto mejor salió de repente afuera, y con mayor gloria
alcanzó la presa y conquista de ella. Lo cual refiriendo Valerio
Maximo con muy grande admiración, concluye su dicho sabiamente con
esto, Que los ilustres y extremados ingenios, cuanto más se recogen,
tanto con más glorioso ímpetu sacan a luz sus cosas. Por donde
concluyeron su razón para más animar al Rey a poner en ejecución
sus generosos propósitos, con decir, que todo lo que la ciudad de
Saragosa en Sicilia en cosas de mar y tierra pudo aprovechar y valer
al Africano para la conquista de la ciudad de Carthago: en todo
aquello podía valer y servir al Rey para que cualquier conquista que
allende el mar quisiese emprender contra moros, la ínclita y antigua
ciudad de Tarragona, nobilísima colonia de Romanos, y muy celebrada
por las historias dellos, donde a la sazón el Rey se hallaba. De
cuyo asiento y comodidades grandes de mar y tierra para paz y guerra
hablaremos en el capítulo siguiente.

Capítulo
II. Del asiento, antigüedad y excelencias de la ciudad de
Tarragona.

La ciudad de Tarragona, que fue antiguamente cabeza
de la provincia Tarraconense, y de la España citerior, está fundada
sobre un cabo de monte que da sobre la mar al oriente, cuya población
antigua fue tan grande, que según fama, se extendía el monte abajo
por lo llano con mucho número de casas, hacia el puerto de Salou, el
cual mira al lebeche, y se le descubre entre levante y medio día.
Puesto que la ciudad, a respeto de su antigua grandeza y
vezinos,
agora es muy pequeña. Y porque entendamos la causa dello, brevemente
recorreremos lo que por los
Annales y
historias
de la corona de Aragón se
halla escrito de ella. Como desde la primitiva iglesia, cuando esta
ciudad por los méritos e intercesión de su gloriosa patrona santa
Tecla mártir, recibió la fé y religión Christiana, hasta por todo
el tiempo de los Godos, no solo mantuvo mucha parte de su población
y grandeza:
pero también en lo espiritual, fue cabeza de muchas
yglesias Cathedrales. Porque con la asistencia de su Prelado, y
suffraganeos,
que sin los de Cataluña, lo eran también los Obispos de Aragón,
Valencia, y Navarra, se celebraron en ella muchos concilios
provinciales, con decretos santísimos que en ellos se publicaron: y
que por la grande devoción que había de la misma santa fue su
iglesia, que es la mayor de la ciudad, muy venerada y amplificada de
muchos predios y dones, por los mismos Reyes Godos y otros devotos, a
ella concedidos. Hasta que sobrevino la general entrada y destrucción
(destruycion) que hicieron los Moros en España. Los cuales tomaron a
esta ciudad y la arruinaron y destruyeron de manera, que por algún
tiempo quedó yerma. Lo que fue ocasión para que el trato grande de
mar que en ella había comenzase a pasar a Barcelona. Teniendo pues
aviso desto el Papa Vrbano segundo (como lo refiere en sus Annales
Geronymo çurita) y considerando lo mucho que esta ciudad en tiempo
antiguo había florecido, y sido potentísima en lo temporal: las
muchas calidades y comodidades que tenía para poder volver a
sustentar el estado antiguo,que también tuvo en lo espiritual: luego
que entendió que los Condes de Barcelona habían echado los Moros de
ella y de todo el campo, restituyó en ella la silla Pontifical
Metropolitana, que antes tenía, dándole pastor y Prelado, y por sus
suffraganeas las siete iglesias Cathedrales de Cataluña, con las
demás, que como hemos dicho, ya se teñía antes. De ahí quedó
hecha cabeza de la que agora
llaman provincia en Cataluña.
Siguiose poco después que el Conde don Ramón Berenguer abuelo del
Rey don Alonso el segundo, viendo la ciudad tan mal parada y
despoblada, y que no la podía restaurar como debía, la dio con todo
lo temporal a la iglesia de santa Tecla y al Arzobispo S. Oldegario
que entonces era, y a sus sucesores: con fin que la reparasen, y
defendiesen de los Moros, y que se mantuviese con la autoridad y
devoción que a su patrona santa se debía. Lo cual efectuado, como
luego se hallase el Arzobispo empachado con el cargo y regimiento
secular la dio en feudo a un Barón principal de la tierra llamado
Roberto de Aguilon. Este de ahí a pocos años no la quiso tener,
sino que la restituyó a la iglesia, y al Arzobispo llamado don
Bernaldo. El cual finalmente volvió el señorío antiguo, y gobierno
temporal de ella, con ciertas reservaciones de rentas y derechos, al
Conde Berenguer, de esto reclamó Guillen Aguilon hijo de Roberto,
pretendiendo ser suya la ciudad en el estado que su padre la tuvo.
Sobre ello pleiteó con el Arzobispo que sucedió llamado Vgo de
Ceruellon, y hubo entre los dos tantos debates, y altercaciones
terribles
que el demonio fue parte para que el el Aguilon matase
al Arzobispo don Vgo, por defender los derechos de su iglesia. Y
acaeció que en el mismo año Thomas Becket (Thomas Becheto)
Arzobispo de Canterbury (Cóturbé) en Inglaterra fue martirizado
también por defender los derechos e inmunidades de su iglesia. Pues
como el conde don Berenguer procediese contra Guillé el matador,
privole de todo el derecho que pretendía, y echole para siempre de
la tierra. Por donde hubo nuevo concierto entre los Arzobispos y
Condes, de cierto mixto Imperio y gobierno de la ciudad, y por este
han pasado todos los Reyes sucesores hasta hoy en día: el cual
dejaremos de especificar, por ser ajeno de nuestro propósito e
historia. Pues ni aun lo de arriba se ha dicho a otro fin, que por
mostrar, no fue falta de la tierra, sino sobra de grandes ruinas y
persecuciones que pasaron por esta ciudad, el haber vuelto a tan
pequeña población, a respeto de su antigua grandeza. La cual aunque
la vemos en el monte recogida, allí está muy fuerte y bien
edificada, con su iglesia mayor, tan suntuosa y bien labrada, como
haya otra en la corona, y tan adornada de Prelado, dignidades,
cabildo y clero: que por eso, y ser su ciudad tan antigua cabeza de
la mayor provincia de España, puede tenerse por la más principal de
toda ella. Demás que por tener tantas iglesias suffraganeas, y haber
con ellas celebrado muchos concilios, como dicho habemos, con harto
buen título ha pretendido siempre el Primado de las Españas,
También por la liberalidad que con la ciudad usan sus Prelados, la
vemos en nuestros tiempos notablemente mejorada, a causa de la
universidad para todas sciencias, que de nuevo han fundado en ella.
Pues con el edificio de las escuelas, colegios, y hospitales que se
levantan junto al muro, por lo menos se halla un tercio más
acrecentada. Mas si volvemos a lo que ella por si misma vale y puede,
vemos que con la oportunidad del mar abunda de toda cosa. Así por la
gran copia que tiene de mucho y muy delicado pescado, como por el
gran concurso de naves en su puerto para ser proveída de toda
mercaduría. Porque en lo que toca a las demás provisiones y
auituallamientos, no le falta cosa de la vida. Mayormente por tener a
la parte del septentrión muy fértiles dehesas para el pasto, y
crianza de todo género de ganados, con mucha diversidad de caza y
montería. Y sobre todo por la extraña abundancia que de su gran
campo, que llaman de Tarragona, se le acarrea. El cual a vista de
ella se extiende hacia el poniente sobre una espaciosa y deleitosa
llanura, cercada de altos montes, y solo hacia el mar abierta, por
donde le entran los embates de él con mucha frescura. Es este campo
de si tan fértil, y con la muchedumbre de fuentes y acequias para su
regadío, tan aparejado y hecho a producir todo género de mieses, y
variedad de frutos, que de su tamaño no hay cosa mejor en la Europa,
y que por eso ha llegado a ser de lo muy poblado de ella: por las
muchas y muy grandes villas y lugares que en él se hallan, como
colonias fundadas por los Arzobispos, cuyo es el mando y señorío
del Campo. Y así como pueblos salidos de las entrañas de la
ciudad, la obedecen y proveen de todo lo necesario. De suerte que se
conoce, como a causa de tan buenas comodidades y auituallamientos que
esta ciudad alcanza por su campo y puerto, tuvieron antiguamente los
Romanos, sus procónsules y ejércitos alojados en ella, como cabeza
y fortaleza puesta para la defensa y gobierno de su provincia
antigua, que comprendía la mayor parte de España, para de allí
hazer rostro a los Carthaginenses, sin dejarles entrar, ni poner el
pie en ella. Por esto la fortificaron muy bien, entre otros, los dos
Scipiones que mucho tiempo residieron en ella, y no solo la dotaron
de los privilegios y prerrogativas de las ciudades de Italia, pero la
ennoblecieron grandemente, con muy ilustres e insignes edificios de
Theatros, tropheos, sepulchros, y templos, con otras muy magníficas
y suntuosísimas obras, de las cuales quedan admirables vestigios y
señales. Mayor nombre de los que se descubren hoy en día cavando
debajo tierra, que son tan grandes, tan profundos, y conformes a los
edificios antiguos que por ellos se muestra realmente como está una
ciudad sobre otra, y que por las ruinas de ella ha venido a ser
manifiesto
que por ventura era llano. Puesto que la obra costosísima de los
conductos que hicieron para traer el agua de muy lejos y que hoy
vendría (
vernia) cauallera
a la ciudad, señala, que parte, o lo mejor de ella, o su alcázar,
estuvo edificado en alto. Como se ve por los arcos que pasan y
atraviesan de monte a monte, y aunque están rotos en algunas partes,
no por eso se tiene por difícil del todo ni demasiado costosa la
restauración y reparo dellos. Y es cierto que restituyéndose el
agua a la ciudad, mejoraría notablemente, y la población se
acrecentaría. Ni hay porqué dejar de hacer memoria de otra
maravillosísima obra que los mismos edificaron, y fue al muelle, o
puerto fabricado, que al pie del monte hicieron en la mar, para
encerrar en él las galeras y otros bajeles pequeños, que en Salou
no se tenían por seguros. El cual estaba hecho a semejanza de otro
de Roma, con el mismo artificio, junto a Ostia a las bocas de Tiber,
delante un pueblo que por razón del puerto, se llama Portu, y de no
haberse frecuentado el uno ni el otro, están los dos casi ciegos,
pero no imposibilitados para ser restituidos en su primer estado.
Concluyamos pues, que por las mismas causas y fines porque los
Romanos se aprovecharon del asiento y campaña, del mar y puerto de
esta ciudad, con las demás comodidades dichas: por las mismas
también los Reyes de Aragón y Cataluña se valieron desta, para
fabricar y poner en orden sus armadas, y hacer sus salidas y empresas
por mar. Por las cuales llegaron los Cathalanes a ser tan señores, y
temidos por la mar, que yendo en corso contra infieles, siempre
volvían muy prosperados y ricos. Mas porque la armada que en esta
ciudad y puerto se aderezó (adreço) para la empresa de Mallorca por
orden y mandado del Rey, fue de las más principales que Catalanes
hicieron, será bien que descubramos la ocasión y motivos, que al
Rey se ofrecieron dentro la ciudad, para emprender esta conquista,
con el favor y ayuda que tuvo de Cataluña para también acabarla.






Capítulo
III. De la nueva ocasión que al Rey se ofreció para la empresa de
Mallorca, con el convite (cóbite) de Pedro Martel, y de lo que
respondió al Rey sobre la pregunta de las Islas, vecinas a
Tarragona.


Apaciguados los alborotos, alteraciones y
bandos que en los dos reynos de Aragón y Cataluña había , así de
los vasallos contra el Rey como de los pueblos y vasallos contra
vasallos: y restituida la Condesa Aurembiax en su estado de Urgel con
el favor del Rey, y por su mano casada con don Pedro de Portugal:
partió el Rey de Lerida (como dijimos antes) para Tarragona, y
llevando consigo a don Nuño Sánchez (el cual por muerte de su padre
el Conde don Sancho, había sucedido en el condado de Rosellón con
el de Conflent y Cerdaña y otros pueblos) y a don Vgo Conde de
Ampurias, a don Guillen de Moncada Vizconde de Bearne en la Gascuña,
con otros señores y Barones de Cataluña, entró en la ciudad con
mucho triunfo, por el grande recibimiento que en ella se le hizo. A
donde a causa de visitarle, concurrieron muchos principales hombres
de las ciudades y villas de los dos reynos, con otras gentes, que de
todas partes venían, a darle gracias por la general y tan deseada
paz, que por su mano gozaban todos. De manera que estando la ciudad
muy puesta en recrear al Rey con juegos, espectáculos, y
representaciones de las que allí antiguamente se usaban, Pedro
Martel ciudadano principal y rico, del número de los del consejo y
regimiento de la ciudad, hizo al Rey, y a todos los grandes y barones
de los dos reynos, que allí se hallaban, un
convite
solemnísimo, y muy espléndido, a uso y costumbre de la tierra.
Porque suelen los Catalanes, que de suyo son medidos y concertados en
el comer, y gente de pocas palabras, y muchas manos, convidar muy de
tarde en tarde, pero magnífica y espléndidamente. Tenía Pedro
Martel su casa donde fue el convite al cabo de la ciudad, y el
asiento y cuadra donde se celebró la fiesta del, en una muy
espaciosa y descubierta galería, que demás de estar muy bien
aderezada (adreçada), daba sobre la mar. De donde a todas partes se
descubría una muy larga y extendida vista. Pues como fuese la comida
opulentísima, y cual al convidado se debía, alzados los manteles,
cuando después de contento y saciado el apetito y gusto, también
buscan los otros sentidos sus pastos y adecuados objetos, de música,
de buenos olores y espectáculos, que suelen en aquella hora ser muy
acceptos, y que no faltaron, volvieron todos los ojos a contemplar la
mar, que siempre
hinche
la vista, y la recrea más que otra cosa. Y estando con gran silencio
comenzó el Rey a preguntar, qué Islas había por aquel mar más
cercanas a la costa de Cataluña, y cuan grandes y bien pobladas
eran, y pues sabía que todas las poseían Moros, qué trato seguro
tenían con ellos los Cristianos, siendo tan infestado aquel mar de
corsarios infieles, que no solo robaban a cuantos bajeles encontraban
de Cristianos, pero aun cautivaban a la gente, y según las quejas
que de esto llegaban a sus oídos debía ser el daño mayor de cada
día. Entonces se levantó en pie Pedro Martel, por ser el hombre que
más había navegado por aquellas partes, y tenía bien vistas y
reconocidas todas las Islas del mar mediterráneo: y hecho su debido
acatamiento al Rey, y a los demás (como quien pide licencia para
hablar primero) respondió desta manera. Rey y señor nuestro, las
Islas pobladas, y más propinquas a Cataluña son cuatro. Las dos que
llamaron los griegos Baleares, le dicen Mallorca y Menorca, y las
otras dos que están más conjuntas a la tierra firme en derecho del
Reyno de Valencia, que también los Griegos llamaron Pityusas, son
Yuiça y la Formentera. De todas estas, Mallorca es la mayor y más
fértil y poblada, y en segundo grado Menorca, que dista poco de
ella. Son todas pobladas de Moros, súbditas, y que obedecen al Rey
que se intitula de Mallorca, en donde reside de contino, y tiene sus
Xeques como gobernadores puestos en cada una de las otras. Son muy
fértiles y abundantes de todo lo que importa para el mantenimiento
humano: y con todo eso salen de allí grandes corsarios por la mar a
causa del aparejo que tienen para hacer armadas, con las cuales hacen
robos y daños grandes a cuantos navíos encuentran de Cristianos.
Porque a los que cautivan tratan con grandísima crueldad si no
reniegan la fé para ser moros: y entre otros es este reyno el más
molestado y perseguido de ellos. Mas si los reyes de España se
juntasen con buena armada para conquistarlos, no se tiene por
imposible salir con la empresa. Y es cierto que tomadas estas Islas,
no solo se limpiaría nuestro mar de corsarios, y sería la
navegación segura y muy provechosa para la Cristiandad: pero con
poca armada de galeras que se pusiese en ellas, se impediría el paso
a los Moros de África, para que no pasasen tan a su salvo a
favorecer a los de Valencia y Granada, para la ruina de los reynos
circunvecinos de Cristianos. Porque como son Islas tan fértiles de
pan, vino, y aceite, y de todo género de ganados con lo demás
necesario para abastecer y sustentar ejércitos: y que sin eso
abundan de madera y metal para hacer naves y galeras, podriase muy
bien de allí por mar, y de Cataluña y de Aragón, por tierra
emprender la conquista del reyno de Valencia. De manera que quien
fuere señor destas Islas no solo lo será absoluto deste mar de
España, pero hará muy prósperos y ricos a estos reynos: y les
abrirá el paso para ir más al seguro a dar con sus armadas en la
costa de Berbería (Berueria). Como acabó Pedro Martel su
razonamiento, todos los convidados
platicos
de mar que le oyeron, aprobaron su buen discurso y parecer, y con más
razones lo confirmaron, facilitando mucho al Rey la conquista: así
por el grande aparato de armada y municiones que en Cataluña tenía
para emprenderla: como por lo que se entendía de la afición y buena
gana con que la gente Catalana le seguiría en esta jornada, por ir a
vengarse de los Mallorquines Moros, por tantos robos y daños dellos
recibidos. Mayormente por haber tentado tantas veces de emprenderla
sus Reyes antepasados, y nunca proseguido la empresa: que parecía
quedaba, por la voluntad divina, reservada a él: para que echada de
allí la impía secta de Mahoma (siendo este su principal fin y
deseo) fuese por su mano introducida en ellas nuestra santa fé
Catholica.





Capítulo IV.
De la nueva ocasión que
Retabohihe
Rey de Mallorca dio para que se le moviese guerra, y de lo que la
Isla era en tiempo de los Reyes Moros.


En este medio que
el Rey se detenía en Tarragona, se ofreció una nueva ocasión dada
por el Rey de Mallorca, que puso en mayor obligación al Rey para
tomar muy de veras esta empresa, como se entenderá por lo que se
sigue. Había pocos días que reynando en estas Islas Retabohihe
Moro, sus corsarios de Menorca saliendo en corso (como solían) a
robar, encontraron con ciertas naves de mercaderes Catalanes que
venían de hacia el poniente de Sevilla, cargadas de muy rica
mercaduría, y aunque a los principios hicieron alguna resistencia,
pero como el poder de los corsarios fuese sobrado, por salvar la
principal mercadería que son las vidas, se rindieron y entregaron
con sus naves a ellos: y luego los llevaron con toda la presa a
presentar a Retabohihe a Mallorca. El cual se holgó mucho con tan
buena presa, y hinchió su palacio de lo bueno y mejor de ella,
dejando para los cosarios, se aprovechasen, del rescate de los
cautivos. Pues como se supo todo esto en Barcelona, y era pérdida
que tocaba a muchos, la ciudad hizo gran sentimiento de ellos: y de
presto formó su embajada, empleando el nombre del Rey, para el de
Mallorca, rogando le tuviese por bien de mandar a sus corsarios
restituyesen las naves con los marineros gente, y mercadería que
habían tomado de mercaderes Catalanes, por mayor conservación de la
antigua amistad, que entre Mallorca y Cataluña había: que
haciéndolo, obligaría mucho al Rey de Aragón para gratificarle con
otra cortesía, por la que en esto haría a los Catalanes sus
vasallos. A lo cual respondió Retabohihe con gran cólera y
soberbia: de qué Rey es esta demanda que traes? Es, dijo el
embajador, del Rey don Jaime de Aragón, hijo de aquel gran Rey don
Pedro, que hallándose con su ejército en la famosísima batalla de
Vbeda contra los ejércitos de los moros de África y España, en
compañía de los Reyes de Castilla y Navarra, fue gran parte para
los sojuzgar, y alcanzar gloriosísima victoria de ellos. Como oyó
esto Retabohihe se encendió en tanta saña contra el embajador, y
con tan airado rostro le maltrató de palabras, que faltó poco para
mandarle echar por las ventanas. Pero aplacado por los suyos que
escuchaban al embajador por sus libertades, mandó que por horas se
saliese de la Isla, y sin esperar más respuesta se embarcó y partió
de ella. Este llegó a la sazón a Tarragona, y contó puntualmente
ante el Rey, y los de su Corte, lo que en su embajada le aconteció
con el Rey de Mallorca, y el soberbio y desenfrenado ímpetu con que
le echó de la Isla, sin darle otra respuesta. Lo cual oído por el
Rey, de común acuerdo y parecer de todos, se concluyó, que la
guerra contra Retabohihe y sus Islas era justa, y que se pregonase a
fuego y a sangre, así por relevar de tan continuos daños y gruesas
pérdidas a la gente y costa de Cataluña: como por librar millares
de cautivos Cristianos que estaban detenidos en ellas: principalmente
por introducir la fé y religión Cristiana en ellas. Con esta
deliberación y sentencia quedó determinada la guerra contra estas
Islas. De las cuales brevemente tocaremos lo que fue de ellas estando
en poder de Moros. Como habían sido sojuzgadas dellos, del tiempo
que entraron y destruyeron a España. Cuyos Reyes vivían muy
disolutamente como tiranos: pues no contentos de la gran riqueza y
fertilidad de ellas, hacían sus armadas, y por mano de cosarios, que
salían en corso cogían cuantas naves y bajeles encontraban de
Christianos: cautivando las personas y robando para el Rey toda la
mercadería y naves que llevaban. Por esta causa se fundaron tantos
castillos y torres por la costa destas Islas. Señaladamente por la
de Mallorca que está llena de puertos y calas, y quedan hoy en día
por atalayas, para descubrir los navíos que por tormenta, o por
otras necesidades tocaban en la Isla, para luego cogerlos. Y así

son tantos los castillos y torres de las atalayas, que a la vista
parece a los navegantes que es la más poblada Isla del mundo. Por lo
cual y ser ella tan rica y abundante, como en los dos libros
siguientes mostraremos, fue tan preciada de los Cosmographos que la
llamaron la Isla dorada, y en las tablas Geographicas, la pintaron
dorada, a imitación de la Aurea Chersoneso de Asia, que llaman la
provincia de Calicut. En esta Isla que es la mayor de todas, residían
los Reyes Moros con su corte, las demás eran súbditas a esta, y se
regían por los Xeques, o gobernadores que el Rey ponía en cada una
de ellas. Los cuales eran grandes corsarios, y tenían tanto dominio
sobre el mar de su comarca, que de sus manos muy pocos navegantes
escapaban. Lo cual era en muy grande afrenta de los Reyes de España,
y mucho más para los de Aragón y Cataluña por no haberlas
sojuzgado antes. Puesto que las continuas guerras que tenían con los
de Valencia y de Granada
no les dejaba emprender jornada fuera de
sus reynos.


Capítulo V. Como el Rey tuvo cortes generales
en Barcelona, y del gran razonamiento que en ellas
hizo para
persuadir la guerra de Mallorca.

Como acabó el Rey de
entender la tiranía y mal trato del Rey de Mallorca, y las continuas
presas y daños que sus corsarios hacían de cada día contra las
haciendas de los mercaderes, por mar y en la costa de Cataluña, de
suerte que ya eran absoluto señores del mar mediterráneo de España:
propuso determinadamente en su ánimo de llevar a delante esta
conquista. Para ello mandó convocar cortes generales a Catalanes en
la ciudad de Barcelona para el mes de diciembre siguiente. Acudieron
a ellas todos los Prelados, y Abades señores de vasallos, con todos
los grandes y señores de título, y Barones del reyno: juntamente
con los Síndicos de las ciudades y villas Reales: con poderes
bastantísimos, para entrevenir y consentir en todo lo que el Rey
para tan santa y provechosa
empresa para el reyno, pidiese, y en
las cortes se determinase. Llegado el plazo y congregados todos, se
ayuntaron en el palacio real, adonde después de dada por cada uno,
según su orden y grado, la obediencia al Rey, estando sentado en su
Real solio, vestido de púrpura, con su cetro (sceptro) en la mano, y
las demás insignias reales, habló en voz alta y suave que la podían
oír todos, desta manera. Fieles vasallos, de vuestro gran concurso y
alegre rostro con que os veo aquí todos congregados, vengo a juzgar,
que os ha de ser muy grato y acepto todo lo que hoy, por grave que
sea, he de proponeros. Mayormente por la experiencia que de mí
tenéis, que ni he jamás demandado cosas que no pudiessedes muy bien
cumplir, ni otras algunas sino las que para mí son honrosas, y para
vosotros útiles y provechosas. Cuanto más, que la que propondré
(proporne) agora, puesto que se encara para la comodidad y ampliación
de nuestros reynos y señoríos: nuestro principal fin es para mayor
ensalzamiento y dilatación de nuestra fé católica, con la
extirpación de la perversa secta Mahometica. Porque estas tres cosas
son las que desde que comencé a reynar propuse en mi ánimo de
llevar siempre adelante. Y si las ocupaciones que hasta aquí he
tenido, en asentar las diferencias y altercaciones de nuestros reynos
no me lo estorbaran, sin duda saliera con ellas. Mas pues al presente
se nos ofrece la ocasión tal, con la desocupación que deseamos,
para entrar en la demanda: es menester, que tomando el favor divino
por nuestra verdadera guía, y vuestra ayuda y fuerzas por
compañeras, os dispongáis a proseguir con nosotros la cruel guerra
que por mar y por tierra determinamos mover contra los infieles
Moros. Y que pues aún no es llegada la sazón y aparejo que se
requiere para mover la contra los de tierra firme, pasemos primero
con buen ejército la mar,
y los echemos de las Islas de Mallorca
y sus circunvecinas. Así para librar a esta ciudad y reyno de los
daños que recibe de ellas: como para dedicarlas al nombre, y fé
santa de nuestro Señor Iesu
Christo, y su bendita madre: y para
incorporarlas en nuestros reynos de la corona.
Porque si bien lo
miráis, los Moros de todas estas Islas mayores perros y enemigos
vuestros son, y mucho más perniciosos para vuestra navegación y
tratos de mar, que los que tenemos en tierra firme vecinos, Pues no
solo os privan del trato y comercio, no consintiendo que os alegéis
(allegueys) a ellas, ni os valgáis de su increíble fertilidad y
copia de mantenimientos para beneficio destos reynos: pero aun con
las continuas correrías que sus corsarios hacen por mar contra
vuestros
vaxeles y mercaderías, y por tierra robando la costa,
os causan muchísimos daños, cautivándoos las personas, y por el
rescate,
llevando se os
lo mejor de vuestras haciendas. De manera que si salimos
con la
empresa: demás de los provechos grandes que sacaréis de ellas,
seguirse han dos cosas importantísimas. La una que aseguraréis
vuestra navegación y costa de los corsarios dellas, y de los de
África, con la buena armada que pondremos en ellas. La otra que con
este nuevo señorío, facilitaremos la empresa de Valencia. Y aunque
a la verdad vemos ser esta conquista muy difícil y ardua, y no menos
costosa que trabajosa, porque se hace por mar, cuya experiencia no
tenemos, y por esto nos será algún tanto lícito el temerla: pero
confiando en lo mucho que vosotros en el arte del navegar y pelear
por mar, excedéis a las otras naciones, y el poder y fuerzas que
para proveer de gente, armas, y dineros tenéis: demás que pelearéis
por vuestra común utilidad y provecho: no hay duda, sino que en todo
nos valdréis de manera, que tendrá (
terna)
muy próspero suceso esta jornada. Mas porque aprovecharía poco
mover guerra por defuera, no quedando la paz firme en casa, ha se de
procurar cuanto a lo primero, que todas las diferencias y discordias
así públicas, como secretas, que andan sembradas por el Reyno,
entre gente que no atiende sino a inquietarse los unos con los otros,
que ante todas cosas, mediante nuestra autoridad y decreto, se
asienten y apacigüen. Para que pacificados entre si los ánimos de
esta gente distraída, revuelvan, y encaren todo su furor e ir a
contra los Moros de esta conquista. Pues es muy cierto que terna poca
fuerza la guerra movida contra Moros. que no fuere nacida de la
concordia firme
dentre
Christianos.





Capítulo VI.
Como fue aprobada por todos la proposición de la conquista, y de lo
que el Reyno, Prelados, Señores y Barones ofrecieron para ella, y de
la general paz que se hizo por toda Cataluña.


Acabado el
razonamiento del Rey, súbitamente se oyeron grandes voces de aplauso
y contentamiento por toda la congregación, alabando mucho los buenos
fines y determinaciones del Rey, con la general aprobación de su
demanda. Y así luego se levantaron en pie los prelados que allí se
hallaban, el Arzobispo de Tarragona, y Obispos de Barcelona y Girona
con los Abades, y de uno en uno fueron con palabras santas y de mucha
afición (cuales refiere el Rey en su historia) a darle gracias por
tan santa, y útil demanda, y tan enderezada al servicio de Dios, y
bien común de sus reinos: ofreciéndose de acompañarle y seguirle
en ella con sus personas, o de ayudarle según la posibilidad de cada
uno, con gente y dineros para esta guerra. Y así por contentar al
Rey, y que se quitasen todos los estorbos para la ejecución de la
empresa se determinó en las mesmas cortes, se hiciesen treguas y
universal paz entre todos los del reyno: no embargante cualesquier
diferencias que hubiese
entrellos,
so pena de la vida, o destierro perpetuo, para los que rehusasen la
paz y tregua. Las cuales se pregonasen desde el río Cinca donde
entra el Ebro, hasta la fortaleza
de Salsas, de allí al río de
la Cenia, volviendo al mismo río Cinca. Porque toda Cataluña se
contiene dentro de una figura triangular, cuyas dos lineas
colaterales salen de Cinca. La una por las raíces de los Pyrineos la
vía de Salsas hasta el mar, hacia el levante, la otra va Ebro abajo
hasta el río de la Cenia al medio día. De donde comienza la basis o
fundamento del triángulo, y vuelve por la costa de la marina de
Tortosa, Tarragona, Barcelona, Girona, y Rosellón hasta dar en
Salsas. Lo segundo fue que por tan justas y honestas causas y razones
y tan evidente provecho y utilidad del reyno, se otorgase para esta
jornada el tributo del bouage, del cual hablamos en el precedente
libro, que pues se solía dar a los Reyes el primer año de su
Reynado, y no se les negaba cuando se ofrecían algunas muy grandes
necesidades, que por ser esta para tan gran beneficio del reyno, y
servicio del Rey, cuanto podía ser otro, se le otorgase para esta
guerra. Este tributo, como dijimos, no dejaba de valer mucho en aquel
tiempo, a causa que todos criaban ganados mayores y menores, y daban
tanto por cabeza, con lo demás que se acostumbraba por las
haciendas. Y como el fin de los capitanes no era de acumular para si,
sino de vencer, y no alargar la guerra, bastaban estos tributos para
los gastos de ella. Junto con esto los señores de título, y los
ricos hombres, y barones del reyno, prometieron de ayudar al Rey en
esta empresa liberalísimamente. Porque el conde de Bearne ofreció
de seguirle con CCCC hombres de armas, con su persona, a su propia
costa. Y don Nuño Sánchez ofreció su persona con cierto número de
caballos ligeros a su costa, y admitió por todos sus estados de
Rosellón, Conflent y Cerdaña se publicase y ejecutase el edicto de
la general paz y tregua, y también consintió en el tributo del
bouage por todas ellas. Tras estos todos los señores y Barones, y
luego las ciudades y villas Reales, a competencia ofrecieron de
servir y seguir al Rey con gente y dinero.












Capítulo
VII. Como se pregonó la guerra contra Mallorca, y de las
capitulaciones que se hicieron conforme a los sucesos de ella.


Luego se pregonó por todos los reynos de Aragón y Cataluña,
y también por Mompeller, y
la Guiayna, la guerra contra
Mallorca: y se hizo mucha gente de a pie y de a caballo. Señalose el
plazo para el embarcar de allí a cuatro meses, que sería para los
XIII de mayo siguiente. Y el lugar, en la ciudad de Tarragona, y
puerto de Salou, a donde se habían de juntar todas las naves y
galeras: para lo cual se había ya hecho general embargo de ellas por
todos los puertos de Cataluña, porque estuviesen a punto para dicho
plazo. Así mismo para más atraer y asegurar los ánimos de los
capitanes y soldados, mandó el Rey ordenar y sacar en pública forma
las condiciones y estatutos que se habían de observar por todos en
el discurso desta guerra, prometiendo él por su parte de cumplirlos
al pie de la letra, debajo su real fé y palabra. Y así los
publicaron, y contenían lo siguiente. Lo primero que con todos
aquellos que a su propria costa, con sus personas, o con gente de a
pie, o de a caballo, o con sus navíos, o galeras, o con aparatos
navales, seguirían el ejército del
Rey, con todos: y con cada
uno se había de hacer partición de cuanta presa y despojos se
ganasen, así de la campaña como de pueblos de enemigos, guardando a
cada uno su proporción según los gastos y servicios en la guerra
hechos, y según el tiempo que comenzó y perseveró en hacerlos. Lo
segundo, que de todo lo que se adquiriese por la guerra, así de
tierras y campos, como de lugares y pueblos grandes y pequeños, se
hiciese la división entre los señores y capitanes del ejército,
conforme a la misma razón del tiempo y gastos, y según por su
calidad a cada uno le pertenecía. Reservando para el Rey y corona
Real la mayor parte, y también las casas reales, palacios grandes,
dehesas, con los prados, huertas y jardines principales, que en las
ciudades, villas y otros cualquier lugares se hallasen: juntamente
con los castillos y pueblos fuertes, como cosas necesarias y
pertenecientes a la corona real, a efecto de poner en ellos su
guarnición y gente de guarda para la defensa del reyno. Y también
para que teniéndolas a su mano, y siendo señor dellas, pudiese
mejor igualar y allanar las altercaciones que en el repartir de los
despojos suelen seguirse, prevaleciendo a la razón y derecho las
armas. Que mediante su autoridad, y el juicio de hombres buenos, se
decretase todo conforme a razón y justicia. Para lo cual nombró por
jueces árbitros a Berenguer Palou, o Palauesin (como otros dicen)
Obispo de Barcelona, persona insigne en letras y en santidad de vida,
y a los Condes don Nuño de Rosellón, y don Vgo de Ampurias, a don
Guillén Vizconde de Bearne, don Ramón Folch Vizconde de Cardona,
don Guerao Conde de Cabrera, el cual, aunque privado del condado de
Urgel, no por esto le faltó poder con su hábito de Templario, para
seguir al Rey en esta, y otras jornadas. Añadiose a los decretos que
los Prelados, Arzobispos y Obispos, que a sus costas ayudasen con
gente en esta jornada, demás de los diezmos y primicias que por
derecho común y divino se les debiesen acogidos y llamados para la
general repatriación de los despojos, y de las tierras y lugares,
como de los demás en la forma dicha.
Otrosi
que para la fábrica y edificio de los Templos, que tomadas las Islas
se tenían que edificar para el culto divino, se les señalasen con
las competentes y rentas a arbitrio de los mismos jueces. Últimamente
deliberaron, porque no quedasen las Islas desiertas, que los Barones,
y otros caballeros, a quien por su parte y porción les hubiese
cabido algunas villas, o lugares, fuesen obligados a residir
personalmente en ellas, o dejar otros en su lugar: otramente fuesen
luego sus villas y lugares incorporados en la corona real. Estas
fueron las condiciones y capitulaciones que para la buena y concorde
ejecución desta guerra y empresa se ordenaron. Estando a todo esto
presentes el Rey, y los señores, y Prelados, con los demás
nombrados en las Cortes, y aceptando los jueces árbitros el cargo de
las reparticiones. Con esto se concluyeron las Cortes, y el Rey dio
licencia a todos volviesen a sus tierras por mejor ponerse con orden
para la jornada, y acudir al plazo y puerto señalado.













Capítulo VIII.
Como el Rey fue a Tarazona, y halló de paso en Calatayud a Zeyt
Abuzeyt, Rey de Valencia, y de las causas de su venida, y favor que
se le dio para cobrar su reyno.

Entre tanto que pasaba
todo esto en Barcelona, y el Rey andaba muy puesto en el aderezo de
la armada para la empresa, y en dar prisa en collectar el bouage,
entendió como era llegado a Tarazona, Ioan, Cardenal de santa
Sabina, a quien el Papa Gregorio IX, enviaba por Legado a latere con
muy grandes poderes y facultades para tratar y concluir negocios muy
arduos con el Rey, señaladamente para declarar sobre el divorcio que
había puesto contra la Reyna doña Leonor el mismo Rey. El cual
luego se puso en camino, acompañado de algunos Prelados y grandes de
Aragón que se hallaban con él en Barcelona. Como llegase de paso a
la ciudad de Calatayud, la cual como en fertilidad y belleza de
tierra, en nobleza y autoridad de ciudadanos, y grandeza de comunidad
y pueblos que se rigen por ella, sea la segunda de Aragón, hizo muy
gran recibimiento al Rey: el cual tuvo en mucho los buenos servicios
que los pocos días que se detuvo allí se le hicieron: donde fue
avisado como Zeyt Abuzeyt Rey de Valencia con pocos de a caballo
había entrado en la ciudad, y pedía con instancia le llevasen ante
el Rey, porque tenía que tratar con él negocios de grande
importancia. Como oyeron esto los que iban con el Rey, maravilláronse
mucho de esta novedad. Pero el Rey que ya sabía la causa de la
venida de Abuzeyt, alegroles con decir estuviesen de buen ánimo,
porque con la llegada deste se le abría la entrada del reyno de
Valencia, por haber recibido poco antes cartas del mismo, con las
cuales muy en secreto le avisaba de parte suya y del Príncipe
Abahomad su hijo, lo mucho que deseaban los dos tener amistad y
alianza con él, y verse * para comunicarle cosas muy graves, y que
cumplían mucho a todos, mas les dijo, que como los de Valencia
hubiesen entendido algo destas cartas, y por ellas sospechado de él
cosas contra su secta, y seguridad del Reyno, comenzaron a indignarse
contra él; y por eso antes de verse, con algún trabajo, se había
salido secretamente del reyno a verse con él. Esta fue la causa de
la venida de Abuzeyt, según refirió el Rey, y lo escribió en su
historia. Pero el Obispo de Burgos, que compuso la historia general
de Castilla en lengua Latina, muestra como fue mayor la causa de la
venida de Abuzeyt, diciendo como este, no solo escribió al Rey de
Aragón, pero que envió a Roma embajada secreta al sumo Pontífice,
significándole como estaba muy dispuesto y aparejado para hacerse
Cristiano, y que daba por testimonio desta su voluntad firme, haber
ya mucho tiempo que no usaba
de la crueldad que solía con los
cautivos Christianos, ni de hacer entradas, ni robos en tierras de
ellos. Y que como fue descubierta esta embajada y cartas, uno de los
principales del reyno llamado Zaen, con el favor de otros, echó a
Abuzeyt del Reyno, y se alzó con él. De manera de llegado a
Calatayud y entrado a ver al Rey, fue recibido por él, y por todos
con mucha honra y real respeto, como el Rey lo mandó. Declarado por
Abuzeyt el ánimo y afición que al Rey, y a los Christianos tenía,
y lo mucho que certificaba se haría Cristiano luego que cobrase el
reyno, comenzó a pedir favor y socorro al Rey para cobralle:
prometiendo y protestando que cobrado que le hubiese, se
lo
entregaría, porque Abahomad su único sucesor e hijo también estaba
en lo mismo. Y tenían por muy cierto que mucha parte del reyno en
sabiendo que se valía del favor y ayuda del Rey de Aragón, se
declararían por él contra Zaen, al cual no querían tener por
señor. Como oyó esto el Rey, tuvo su consejo, y entendiendo la
verdad y llaneza con que Abuzeyt trataba su negocio, y que era muy
creíble que pondría en ejecución y cumpliría lo que prometía:
concluyeron, que vista su justa demanda y afición para ser
Cristiano, debía ser oído y creído, y que no había porqué
negarle el favor y socorro que pedía, y así convenía ayudarle con
gente y armas. Porque de esta manera poco a poco se comenzaría la
conquista de Valencia, y sería hacer gran prevención para la de
Mallorca.
Porque entreteniendo con esta guerra, aunque lenta, a
los Valencianos, ningún socorro ni ayuda osarían dar a los de
Mallorca. Ni tampoco los de Murcia y Granada viendo a sus vecinos los
de Valencia puestos en guerra dejarían de favorecer a ellos por
acudir a los de Mallorca. Y así llamado Abuzeyt, el Rey se le
ofreció liberalísimamente, y prometió luego valerle con gente y
dinero.


Capítulo IX. Del socorro que dio el Rey a
Abuzeyt para cobrar su reino, y fue por capitán de él don
Blasco
de Alagón, del cual fue esta la causa de su entrada en el reyno, y
no la que otros dicen.

Determinado ya el Rey o los de su
consejo de favorecer a Abuzeyt para cobrar su reino, y que poco a
poco fuese recogiendo lo perdido: o si quiera entretuviese la guerra
hasta que el Rey, acabada la conquista de Mallorca, emprendiese la de
Valencia, y se valiese de Abuzeyt y sus amigos para pasar delante. Y
así entendieron en hacer las capitulaciones y conciertos que se
habían de observar en el proseguimiento de la guerra, sobre lo que
el uno al otro se prometieron. Primeramente que todas las villas y
castillos que Abuzeyt cobrase, las cuales por la antigua división de
los Reynos tocasen a la corona de Aragón, que la cuarta parte de lo
conquistado con todos sus derechos y pertinencias, recayese a la
señoría del Rey. Que las fortalezas de las villas que se ganasen,
se pusiesen en poder de caballeros Aragoneses, y las que tomasen
fuera de la división, fuesen de Abuzeyt. El cual por hacer valederos
y firmes los conciertos, prometió dar en rehenes seis villas de su
reino con sus fortalezas en los confines de Aragón y Cataluña: que
fueron Peñíscola, Morella, Cullar, Alpuente, Xerica y Segorbe.
También el Rey prometió de su parte valer y defender a Abuzeyt con
todo su poder, y dar en rehenes a Castielfauich y Ademuz, dos villas
fuertes con sus castillos, muy propincuas al Reyno de Aragón, las
cuales el Rey don Pedro su padre había ganado por fuerza de armas en
el Reyno de Valencia: condición que dos caballeros Aragoneses
tuviesen las fortalezas y tenencia dellas por Abuzeyt. Puesto que no
hallamos que pasase en efecto el entrego de las unas, ni de las otras
conforme al concierto. Desde entonces comenzó Abuzeyt a entender en
la recuperación del Rey no con el pequeño ejército que el Rey le
formó: dándole por capitanes a don Blasco de Alagón, y a don Pedro
Azagra señor de Albarracín, con la gente de caballo de Teruel. Y
cierto que parece esta más verdadera causa de la entrada y
detenimiento de don Blasco en el reyno de Valencia, que la infame y
muy indigna de su valor y persona le aplican algunos escritores
falsamente, diciendo, que estando indignado don Blasco contra el Rey
por gran suma de dinero que le debía, y le entretenía con palabras
por no pagársela, salió con gente armada al camino a la Reyna doña
Leonor, al tiempo que pasaba de Aragón para Castilla, despedida del
Rey por el divorcio que con ella hizo (del cual se hablará luego), y
que llevando su recámara muy rica, y llena de joyas que el Rey le
había dado a la despedida, la salteó y robó don Blasco: y que por
huir del Rey se metió por el Reyno de Valencia adentro, donde estuvo
dos años, hasta que el Rey le perdonó. Lo cual cierto parece
desatino, porque tan atroz y descomedido robo, ya que no se pudiera
reparar por parte del Rey con prender y condenar a muerte a don
Blasco, debiérase enmendar con recompensar a la Reyna su pérdida, y
la injuria, que el Rey tomara por propia para ejecutar el castigo en
don Blasco siempre que haberle pudiese, o perpetuamente desterrarle:
Pero que al cabo de dos años, como dice, volviese ante el Rey, y que
sin restituir las joyas le perdonase, fuera tanta la infamia que por
esto incurriera el Rey, que pudiera muy bien don Blasco transferir en
él su pecado. Ni se ha de creer que el Rey, si quiera por su
descargo, dejara de hacer mención alguna dello. Y así como cosa de
sueño lo damos por fabuloso.






Capítulo X.
Como el Rey puso divorcio contra la Reyna doña Leonor, y que es
falso lo que dicen que doña Theresa se opuso al matrimonio de ella,
y de los matrimonios anticipados.

Luego que el Rey hubo
despedido a Zeyt Abuzeyt con la gente y capitanes para comenzar la
guerra del Reyno de Valencia, determinó, para poder más sin cuidado
atender a la de Mallorca, proveer de heredero en sus reynos, pues
según los sucesos de la guerra son inciertos, no quedasen sin
sucesor. Y así le pareció que lo mejor sería declarar al Príncipe
don Alonso su hijo único, y de la Reyna doña Leonor. por sucesor en
ellos. Por esto deseaba ya verse con el Legado para decretarlo con su
autoridad. Sino que se lo estorbaba notablemente el divorcio que
antes había hecho con la Reyna, por las causas que poco después
alegó ante el Legado: que fue por el impedimento de cuarto grado
de
consanguinidad había entre los dos, para el cual no fueron
dispensados por el sumo Pontífice: y también por haberse casado
ante la edad legítima, que no pasaba de XII. años cuando casó con
ella, por lo que muchas veces dijo, y lo confirmó en su historia.
que pasaron XVIII meses que no pudo tener acceso carnal con ella. De
donde claramente se ve ser errónea la opinión del curioso
historiador el maestro Pedro Antonio Beuter y de otros, cerca la
venida del Cardenal Legado en aquella fazó. Diciendo como en
Cataluña hubo una nobilísima mujer llamada doña Theresa Gil de
Vidaure, la que se opuso al matrimonio que el Rey hizo con la Reyna
doña Leonor: pretendiendo que había sido antes el suyo con el mismo
Rey, de quien tuvo dos hijos varones: y porque se vio desechada de él
se fue a Roma y presentó su libelo al Pontífice, el cual envió por
esta causa al Legado para declarar sobre el divorcio de doña Leonor,
y matrimonio de doña Theresa. Pero todo
esto es falso, por
muchas causas, y por sola esta, que arriba tocamos, imposible. Porque
si casó con doña Leonor a los X años de su edad, y por su
imbecilidad pasaron tantos meses que no fue apto para mujer, como era
posible que ya antes hubiese comunicado con doña Theresa, y que
tuviese
dos hijos de ella. Demás que no es creíble, habiendo
(como dicen) venido el Legado a instancia de doña Theresa para
declarar en favor de su matrimonio, que por entonces instase el Rey
por el divorcio de doña Leonor, para dar más lugar a la demanda de
doña Theresa habiéndosela negado por toda la vida. Pues dado que
fue verdad lo que de doña Theresa dicen, que tuvo dos hijos del Rey,
a don Iayme y a don Pedro, y que los heredó (como adelante diremos)
y a doña Teresa dio rentas en Valencia, en cuyos arrabales en un
sitio llamado la Saydia, edificó un principalísimo
monasterio
de monjas, adonde pasó su vida con gran religión y recogimiento.
Pero cuanto a lo demás, lo que se halla por muy cierto es, que el
matrimonio al cual se opuso ella, no fue el de doña Leonor, sino el
segundo que el Rey hizo con doña Violante hija del Rey de Vngria. Y
que del engaño del nombre de Leonor por Violante, nació este error
manifiesto. Volviendo pues al divorcio de doña Leonor, como no
hallamos que el Rey alegase en público otras más causas para
descasarse, de las que arriba hemos dicho, y estas por legitimar al
Príncipe don Alonso, que nació de ellos,
eran muy fáciles de
remediar, y se podía muy bien ratificar el matrimonio entre ellos:
todavía en ver que el Rey tanto instaba el divorcio, se creyó debía
tener alguna grande causa oculta, que notificó
muy en secreto a
los jueces, y que fue tal que hizo algún efecto: como en el
siguiente capítulo diremos. La cual, como algunos imaginan, debió
nacer de algún íntimo odio entre los dos que pudo concebirse del
anticipado matrimonio, y por la imbecilidad del agente, y ardor de la
concupicencia
sin poderse
amatar,
se sigue tal menosprecio entre ellos que pasa a divorcio. Y así se
ve destos matrimonios anticipados, o como dicen, antecogidos, que
muchos de ellos para en separación y aborrecimiento, y que en alguna
manera se habrían de evitar: pues no es justo que a los particulares
intereses y comodidades de los hombres, se haya de posponer la
madureza y
sazón de naturaleza que el matrimonio y sus adyacentes requieren.
Pues así como no puede durar mucho tiempo
el fruto del árbol
que antes de tiempo madura, así los tales matrimonios no solo suelen
ser infructuosos y estériles, pero están muy sujetos a causar odios
y divisiones.





Capítulo XI.
Como el Legado tuvo Concilio de Prelados en Tarazona, ante quien el
Rey propuso
el divorcio hecho con doña Leonor, y que tenía por
legítimo a don Alonso hijo de los dos.

Llegado pues el
Cardenal Legado para tratar del divorcio de doña Leonor, y declarar
sobre negocio tan grave, que había de resultar en notable injuria de
ella, y hacer dudosa la legitimidad de don
Alonso único hijo y
sucesor del Rey, luego convocó Concilio nacional en Tarazona, para
que donde se celebraron las bodas allí se hiciesen las obsequias de
este matrimonio. Acudieron a él los principales Prelados de España,
don Rodrigo Arzobispo de Toledo, don Aspargo Arzobispo de Tarragona,
que ya era muy viejo, con nueve Obispos que fueron, Burgos,
Calahorra, Segovia, Sigüenza (Ciguença), Osma, Lerida, Huesca,
Bayona, y Taraçona, personas de mucha autoridad y doctrina y de muy
gran ejemplo de vida. Los cuales después de estar muy bien
informados por los
aduogados
y procuradores de las dos partes, y alegado todo lo que se podía por
parte de la Reyna: vistos y muy bien reconocidos los méritos de la
causa: estando ya para pronunciar la sentencia, el Rey compareció en
persona en el Concilio el día antes de la publicación della: adonde
assentado
en medio de los Prelados, y en presencia de los señores y grandes
del reyno que consigo vinieron,
habló desta manera. Apostólico
Legado, y muy Reverendos Prelados. No puedo dejar de confesar, como
ha poco más de ocho años que en esta misma ciudad, yo casé en faz
de la santa madre yglesia, mediante su autoridad, con la Reyna doña
Leonor de Castilla, y que nuca he dudado de la verdad y firmeza de
este matrimonio: tanto que perseverando en esta fé hube en ella a mi
único hijo don Alonso, al cual siempre he tenido y tengo por propio
y legítimo, y como tal lo he llamado, y declarado por sucesor para
después de mis días, en todos mis reynos y señoríos. Por tanto
quiero avisaros como tengo esta mi declaración de sucesor en don
Alonso mi hijo, por muy rata y firme, y si menester es vuestra
autoridad para ello, la hago y confirmo de nuevo, salvos mis derechos
en lo del divorcio con doña Leonor, por las causas que cada uno de
vosotros tiene, por mi descargo, de mí entendidas. Y así os
requiero declaréis sobre estos dos artículos decisivamente. Esto
dicho se levantó para salirse de la sala del Concilio, y como todos
se levantasen para acompañarle, hizo los quedar, rogando les
considerasen, y determinasen este negocio con mucho acuerdo,
señalando la sucesión de don Alonso. Porque dudando ya el Rey de
ella, por el divorcio que quería hacer poco antes teniendo cortes en
Lerida a los Aragoneses, le había declarado por su heredero y
sucesor en el reyno de Aragón, y ciudad de Lerida con su distrito:
queriéndola incorporar en el reyno de Aragón, y le juraron por
Príncipe sucesor. Esto hizo con fin que los demás hijos que de otra
mujer le naciesen, sucediesen en los otros estados de Cataluña y
Mompeller.




Capítulo XII. Que por las secretas causas que
para esto tuvieron los Prelados, pronunciaron por el divorcio, y como
se despidió doña Leonor del Rey, el cual tomó la insignia de la
cruz de mano del Legado.


Como los Prelados hubiesen de
pronunciar la sentencia sobre el divorcio, salva la legitimidad de
don Alonso: para concordar dos cosas en si tan diferentes y
contrarias, tuvieron sobre ello sus alteraciones y consideraciones
secretas: que no se podía deducir ni comunicar en proceso. Por donde
venía a ser entre si muy diferentes los votos, y muy difícil el
pronunciar la sentencia, por las informaciones aparte dadas por el
Rey. Mas considerando que a los jueces, o que muchas veces suele
mover más una secreta razón y causa importante, que cuanto esta
deducido en proceso, o que en las causas de los Reyes, conviene
alguna vez por beneficio universal de los reynos, juzgar más presto
por la universal consideración y ley de buen gobierno, que por las
leyes escritas y alegadas, y que de estos juicios hay cada día
muchos: fue así que
inferida
la confesión del Rey en la sentencia, pronunciaron. Que no
embargante la legitimidad de don Alonso hijo del Rey don Iayme de
Aragón y de la Reyna doña Leonor de Castilla, y que era verdadero y
legítimo sucesor del Rey su padre, tenía lugar el divorcio hecho
por el Rey contra la Reyna, con la total disolución del vínculo
conyugal (
cójugal).
Esta sentencia fue muy solemnemente in pleno concilio publicada y
notificada al Rey, y a doña Leonor, y aunque pareció muy extraña,
toda vía
ella fue vista y revista, y también suscrita por el Legado
Apostólico y nueve Prelados, entre Arzobispos y Obispos, los más
principales y doctos de toda España, y con decreto de concilio, sin
discrepar ninguno: siendo la mayor parte dellos de reynos extraños,
y no súbditos del Rey. Porque se vea no tuvieron particular afecto,
sino toda libertad para descargar su conciencia y conforme a ella dar
su voto cada uno. Con esta sentencia no se derogó la donación de
las villas y pueblos de Aragón hecha en favor de doña Leonor, de
las cuales fue dotada al tiempo que casó con el Rey. Con esto, y
muchas joyas y riquezas que el Rey le dio, se despidió de ella, y le
envió a Castilla. Y así queda más justificada y confirmada la
rectitud de la sentencia: con esto que ni la Reyna doña Berenguela
su hermana, ni don Fernando su sobrino Rey de Castilla, tuvieron por
alevoso el divorcio: pues ni hicieron sentimiento alguno de ello, ni
se apellaron de la sentencia para el sumo Pontífice, que a sobrar
razón, appellaran. Hecho esto, el Rey se despidió del Legado y de
los Prelados, usando con ellos de toda liberalidad y magnificencia,
conforme a quien él y ellos eran: y se partió para Tarragona, por
llegar a ella antes del día del plazo, cuando toda la gente que se
hacía para la jornada de Mallorca se había de hallar junta en la
ciudad y puerto de Salou. Aunque no pudo ser tan presto la junta, por
mucho que el Rey lo trabajó, que no se alargase hasta por todo el
mes de Setiembre, que para entonces estuvo ya el armada aprestada.
Pues como se hallasen ya congregados en la ciudad los señores,
Barones, y caballeros de todas partes para embarcarse, de nuevo se
publicaron y aprobaron los capítulos que en Barcelona se firmaron
sobre la división de las tierras, y despojos que se adquiriesen en
la conquista: entrando y siendo acogidos a igual repartimiento de lo
capitulado los Aragoneses que seguirían el ejército real, y en la
guerra y servicios, se igualarían con los demás. Añadieron para la
misma división dos jueces más de los arriba nombrados, que fueron
el Obispo de Girona y don Bernardo Campà Comendador de Miravete
(
Mirauete):
el cual era Vicario del gran Maestre del Temple en los reynos de
España. Finalmente pareciendo al Rey que importaba poco ir los
soldados Cristianos a pelear con los infieles, muy armados de lanza y
escudo y todas armas si no llevaban los ánimos guarnecidos de
verdadera fé Cristiana, impresa y sellada en sus corazones con el
señal de la Cruz, y pasión de Cristo su capitán soberano: mandó
que todos tomasen la insignia de la Cruz, y la pusiesen sobre sus
armas y arneses. Y para que esto se hiciese con más solemnidad, se
partió con los capitanes y principales de su Corte para Lerida, a
dos jornadas de Tarragona, por donde ya pasaba el Legado de vuelta
para Roma: y ayuntados en la iglesia mayor, comenzando el Rey,
tomaron la Cruz los demás de mano del Legado para ponerla sobre sus
armas. Y para los ausentes dio el mismo Legado comisión y facultad a
los Prelados que se hallaban en el ejército, diesen la Cruz a todos
los soldados que quedaban en Tarragona. Demás de esto, muchos de
aquellos señores y capitanes fueron armados caballeros por mano del
Legado. El cual hecho esto, con mucho contentamiento y satisfacción
del Rey se despidió de él, y se partió para Roma: y el Rey volvió
con su gente a Tarragona para dar calor a la empresa de Mallorca.


Fin del libro quinto.






Libro octavo

LIBRO
OCTAVO

Capítulo primero, de la fama y renombre que el Rey
ganó por la conquista de Mallorca, y como fue llamado y prohijado
por el Rey de Navarra.

Conquistada la ciudad
y
Isla de Mallorca, el nombre y fama del Rey fue tan célebre, y se
extendió con tanta gloria y reputación suya, por todas partes: que
no solo acrecentó el temor y espanto a los Reyes Moros, pero mereció
todo favor y gracia para con los Príncipes Cristianos. Porque demás
que amedrentó al Rey de Túnez, uno de los más poderosos de África,
para que no osase enviar el socorro prometido al Rey de Mallorca: Y a
quien el sumo Pontífice y ciudades de Italia tuvieron en tanto, que
invocaron su favor y ayuda (como adelante se dirá) para contra el
Emperador Federico: También el Rey don Sancho de Navarra, entendidos
sus tan prósperos
successos
y señaladas hazañas, se le aficionó en tanta manera, que lo
prohijó, y aunque con desigualdad suya, quiso también ser de él
prohijado. Mas porque tratemos agora de este tan señalado efecto de
amor y afición, como se arguye de la adopción, o prohijamiento, que
pasó entre estos dos Reyes, junto con los varios
successos
del: declaremos quien fue este Rey don Sancho de Navarra, juntamente
con las causas y razones que tuvo, así para prohijar al Rey de
Aragón, como para ser prohijado del, no embargante que el partido
del de Aragón fuese muy aventajado al suyo. Fue este Rey don Sancho,
el mejor y más esforzado que jamás tuvo Navarra, a quien por su
grande constancia en llevar siempre sus empresas adelante, demás de
ser muy valiente de su persona, llamaron el fuerte. El cual después
que salió victorioso de aquella famosísima, y siempre memorable
batalla de Vbeda, en las Navas de Tolosa, cuando hecho un cuerpo con
los Reyes de Castilla y Aragón, vencieron a doscientos mil Moros
(como en el primero libro se ha dicho) volviendo a Navarra, con el
ocio se hizo excesivamente gordo, y también con la dolencia de gota
que le sobrevino, que miserablemente le atormentaba, vino a ser tan
gafo, y lisiado de pies y de manos, que ya no podía moverse de un
lugar, sino estarse tullido siempre en la cama, volviéndose tan
deforme
(difforme),
que tenía empacho de ser visto en público. Puesto que dicen otros,
que su mal fue una muy grave dolencia de cáncer que se le encendió
en una pierna, y que por esto se estuvo siempre retirado en el
castillo de Tudela, sin salir del mucho tiempo, y sin dejarse ver
sino a muy pocos de sus privados. Le hacía (
haziale)
a este buen Rey, viejo, enfermo, y sin hijos continua y solapada
guerra el Rey de Castilla, pretendiendo tener derecho al reyno de
Navarra, y para no mostrarse en ella, solicitaba a don Diego López
de Haro
señor de Vizcaya (que es la Cantabria marítima) con el cual
de mucho antes tenía el Rey de Navarra diferencias, por los pueblos
de Álava (
Alaua)
y Guipuzcua entre Navarra y Vizcaya. Y así con esta ocasión el de
Castilla le valía con gente y dinero para proseguir la guerra en su
nombre contra el de Navarra. Con esto don Diego con la gente
Castellana corría el campo a don Sancho, y no había quien le
resistiese. De suerte que viéndose don Sancho imposibilitado para
defenderse dellos, y que por mucho que se acomodaba en los partidos
de paz que les movía, no querían venir a concordia: determinó de
avenirse con el Rey de Aragón, y con su favor y ayuda valerse contra
ellos. Pues como se hallase en Tudela, ciudad de las principales de
Navarra, de muy alegre, llano y hermoso asiento, a la ribera del Ebro
río caudalosísimo, en los confines de Aragón y de Castilla, y a
vista del gran monte de Moncayo, envió sus embajadores al Rey don
Iayme a Zaragoza, donde a la sazón era llegado de la conquista de
Mallorca, para hacerle saber, como tenía muy grande voluntad y
afición de alcanzar su amistad, y hacer ciertas alianzas y
conciertos con él muy a su gusto y provechosos para sus Reynos. Y
como por sus manifiestos impedimentos de edad y dolencias, no pudiese
ir en persona a verse con él, le rogaba muy de veras quisiese venir
a verle en Tudela, pues estaba propinca a Zaragoza. Oído esto por el
Rey, y entendida la gran dolencia y impedimentos de don Sancho, pues
la distancia no era más de una jornada, determinó de ir a verle, y
contentarle: así por conocer a un tan esclarecido y bien nombrado
Rey que tan amigo y estimado fue del Rey don Pedro su padre: como por
lo bien que a los Reyes está visitarse, y conocerse por las
personas: a fin de que viéndose como en espejo los unos a los otros,
y lo que son, con lo que representan vengan en mayor conocimiento de
si mismos: y consideren que el sujeto de su grandeza y dignidad Real
es naturaleza humana, y que en sustancia no son más que los otros
hombres, sino que viene de la mano de Dios, alzar los muchos a uno
por Rey y sujetarle. Llevó pues consigo el Rey a don Atho de Foces
su mayordomo mayor, a don Rodrigo Lizana, don Guillen de Moncada,
Pedro Pérez justicia de Aragón, y a don Blasco Maza (no Alagón),
del cual sobrenombre está equivocada la historia del Rey, como sea
así que don Blasco de Alagón andaba entonces por el reyno de
Valencia con Zeyt Abuzeyt en la conquista, como dijimos en el libro
cuarto. Llegados pues a Tudela, no pudo ser el Rey, ni en la ciudad,
ni fuera de ella, tan decentemente recibido, como a su Real persona
se debía, por los impedimentos y dolencias del de Navarra. Antes fue
necesario subir al castillo, y entrar dentro del
retrete
donde el Rey estaba, para en llegando, poderle más presto hablar que
ver. Y así por entonces hechos sus cumplimientos de palabras
amorosas, se salió a su aposento dentro en palacio, donde fue con
todos los suyos muy espléndidamente hospedado. El día siguiente
volvió a visitar al Rey don Sancho: el cual se esforzó a
enderezarse en la cama, y comenzando su plática dijo al Rey. Que el
grande amor y afición que le tenía junto con el deseo de ver su
persona, por ser hijo de tan esclarecido padre como lo fue el Rey don
Pedro su mayor amigo y compañero que tuvo en la victoria de Vbeda
contra los Moros, había sido la principal causa para procurar su
venida a Tudela: pero mucho más por acabar de entender del los
felices successos que había oído de sus memorables empresas:
habiéndose aventajado con ellas en valor y gloria, a todos los Reyes
de España: y no menos por la proximidad (
propinquidad)
y vínculo del parentesco que entre ellos había: pues con ningún
otro le tenía más conjunto que con él, excepto don Tibaldo su
sobrino hijo de Tibaldo Conde de Champaña, y de doña Blanca su
hermana. Al cual por su ingratitud y menosprecio de muchas buenas
obras de padre que le había hecho: en fin le había dado ocasión
para tratar y acabar con sus vasallos, le privasen de la sucesión
del Reyno, y llamasen a él que tanto les convenía para todo
beneficio común y defensa del mismo reyno. Por esto hallaba que para
debilitarle la sucesión, ninguna otra vía mejor, ni más firme
había, que prohijándose el uno al otro, y acogiéndose en el total
derecho y sucesión de sus reynos. Pues podría con harto mejor
partido ser él llamado a la sucesión de Navarra, que no él a la de
Aragón: siendo ya viejo de LXXVIII años, y que no era posible
naturalmente vivir más que él siendo mozo que apenas llegaba a los
XXIIII (XXIV). Como acabó su plática el de Navarra, el Rey hizo
muchas gracias por el buen concepto que de él tenía, y la afición
y benevolencia con que lo confirmaba: que no faltaría por él de
corresponder con su amor, y con todo el oficio de agradecimiento que
le debía. Y en lo que tocaba al negocio de la adopción, que para él
era muy nuevo y de mucha consideración, que pensaría sobre ello,
comunicándolo con los suyos, y que entendido lo que era, y adonde
podía llegar el efectuarse, sin perjuicio de sus reynos y sucesor,
él se revolvería y le respondería. Con esto se salió afuera, y se
fue a su aposento a tratar y consultar una tan grande novedad con los
suyos.











Capítulo II. Como el Rey sabido el parecer y resolución de los de
su consejo cerca el prohijamiento, la dio por respuesta al de
Navarra, el qual tuvo por buena, y del concierto que hicieron.





Maravillado quedó
el Rey extrañamente de la proposición hecha por el de
Nauarra.
Y recogido en su aposento mandó llamar a los de su consejo que traía
consigo: a los cuales notificó la larga plática que con el Rey de
Navarra había tenido, y lo que muy de veras le había propuesto
cerca de la adopción y prohijamiento que habían de hacer el uno al
otro, para poder entrar en la sucesión de los reynos. Puesto que el
fin y alma de esta proposición le parecía no era otro, que por
obligarle a la
defensión
de Navarra contra Castellanos. Oyendo esto los del consejo se
admiraron muy mucho de
tal demanda, y aunque a la verdad parecía
cosa muy aventajada para el de Aragón, todavía se
altercó
mucho, y hubo diversos pareceres sobre ello. Pues aunque al Rey le
estaba muy bien, y le convenía el partido, si quiera para mayor
confirmación del derecho antiguo que por sus antepasados fue
adquirido al Reyno de Navarra: pero que adoptar el Rey al de Navarra,
no le podía hacer, siendo vivo don Alonso su hijo único, ya jurado
Príncipe sucesor por los barones y grandes, y por las villas y
ciudades del Reyno, y también por los de Lérida. Porque era cosa
monstruosa un viejo de casi 80 años, ser prohijado por un mozo de
tan poca edad: y que también era muy fuera de razón y justicia
convidar a otro a la sucesión del Reyno, echando fuera al legítimo
sucesor del. Pues como se tratase esto entre ellos, y como cosa muy
desaforada y contra toda razón, se dejase indeterminada y dudosa:
con las mismas razones y dudas fue referida por don Blasco Maza,
Foces y Lizana, al Rey de Navarra. El cual lo representó así a los
de su consejo. Pero como su fin era no tanto prohijar al Rey, cuanto
valerse de su favor y ayuda contra los Castellanos, y esto importase
muy mucho al Reyno: todavía volvió por respuesta a los mesmos, e
insistió, en que cumplía se hiciese esta alianza y confederación
por vía del prohijamiento: puesto que por él ningún derecho le
quedase a la sucesión de Aragón sino muertos el Rey y el Príncipe
don Alonso sin hijos. De suerte que leída esta
determinación y
decreto de los Navarros al Rey, los halló tan útiles, y honrosos
para si, y para el Reyno de Aragón tan provechosos, que luego, con
la aprobación de los de su consejo, solo que le quedase la sucesión,
prometió de ayudar al Rey de Navarra con todo su poder y estado: y
cumplir con diligencia cuantos conciertos y capítulos sobre esto se
formasen: y así el uno al otro se adoptaron de la manera que está
dicho. Se hallaron (
hallaronse)
presentes a este célebre acto los principales señores de título,
y Barones, con los síndicos de las ciudades y villas Reales del
Reyno de Navarra, y también los señores y de su consejo que tajo
(
truxo) el
Rey de Aragón. Los cuales por ambas partes con juramento afirmaron,
que tendrían perpetuamente ellos y sus descendientes, por rato, y
grato todo lo allí concertado y decretado. La cual adopción y
prohijamiento, aceptados por los dos Reyes, y con la mano y sello de
ellos firmados, se concluyó con tanta autoridad y firmeza, que no
deben tener en poco los Reyes de Aragón su derecho tan justamente
por esta vía adquirido a este Reyno: si quiera para más justificar
la antigua y pacífica posesión que del tienen. Porque si se atiende
a lo que significa adopción, si se considera que el Rey con todo el
reyno de Navarra, que podían, la hicieron, y con expreso juramento
confirmaron el concierto y cumplimiento de ella: si se examinare la
causa dello, que fue por valerse del favor y ayuda del Rey que
adoptó, para beneficio y defensa del Reyno constituido en tan
manifiesta necesidad: si en fin se tiene respeto, a que la cumplió
el adoptado, y que lo defendió con su persona, gente, y dinero,
muchas veces, y las hubo contra el Rey de Castilla, no embargante que
era su propio yerno, como adelante se dirá, no hay
otro que
inferir de todo esto, sino que con la muerte del Rey don Sancho
adoptante, se acabó de confirmar y consolidar la sucesión y
derechos del Rey don Iayme el adoptado, y sus sucesores, en el reyno
de Navarra. Según se muestra por el mesmo instrumento y auto de
adopción, el cual pone Geronymo Zurita en el libro tercero de sus
Annales de los Reyes de Aragón. Y que por ser auto tan célebre y
solemne le inferiremos aquí palabra por palabra. Si quiera porque se
entienda del lenguaje que había entonces en el Reyno de Aragón,
haber sido poco diferente en los vocablos, del que agora se usa,
salvo en la pronunciación y estilo.







Capítulo III. Contiene el tratado formal del auto de concordia y
adopción que los dos Reyes de Aragón y Navarra se hicieron el uno
al otro.



Conocida cosa
sea ad todos los que son, & son por venir, que yo don Iayme por
la gracia de Dios Rey de Aragón, desaffillo ad todo ome, &
affillo a vos don Sancho Rey de Navarra de todos mios regnos, &
de mias tierras, & de todos mios señoríos que
oue
ni he ni deuo auer, & de castiellos & de villas & de
todos mis señorías. Et si por auentura deuiniesse de mi Rey de
Aragó, antes q d vos Rey de Navarra, vos Rey d Navarra que herededes
todo lo mio, assi como de suso es escrito, sines contradezimiento
(cótradezimiéto), ni contraria (cótraria) d nulhome del mundo. Et
por mayor firmeza de est feyto, & de esta auinença, quiero &
mando (mádo) que todos mios ricos homes, & mios vassallos, &
mios pueblos juren a vos señoría Rey de Navarra, que vos atiendan
lealmente (lealmét), como escrito es de suso. Et si no lo fiziessen,
que fincassen por traydores, & que nos pudiessen saluar en ningún
logar. Et yo el Rey de Aragon vos prometo, & vos conuiengo
lealmét, que vos faga aentender, & vos atienda luego, assi como
de suso es escrito: & si non (nó) lo fiziesse, que fosse traydor
por ello. Et si por auétura embargo
y
aue
nenguno de part de Roma, o
houiere, yo Rey de Aragon so tenudo por conueniença por desferlo ad
todo mio poder. Et si nul home dl sieglo vos quisiesse fer mal por
est pleyto, ni por est paramiento que yo è vos femos, que yo vos
ayude lealment contra todo home del mundo. Adonde mas que nos
ayudemos cótra el Rey de Castiella toda via por fe sines engaño.

Et yo dó Sancho Rey de Navarra por la gracia de Dios, por estas
palabras, & por estas conueniéças desafillo ad todo home, &
afillo a vos don Iayme Rey de Aragon de todo el Regno d Navarra, &
de aquello qui el reyno de Navarra pertañe: & quiero & mádo
que todos mios ricos homes & mios Concellos juren a vos señoría,
que vos atiendan esto con Navarra, & có los castiellos, &
con las villas si por auentura deuéiesse antes de mi que de vos. Et
si no lo fiziessen que fossen traydores, assi como escrito es de
suso. Et ambos ensemble femos paramiéto & conueniençia, que si
por auétura yo en mía tierra camiasse ricos homes, o Alcaydes, o
otros qualesquiere en mios castiellos, aquellos aqui yo los diere
castiellos, o castiello, quiero & mádo que a qll qui los reciba
por mi que viéga a vos, & vos faga homenage. Que vos atiéda
esto assi como sobre escrito es. Et vos Rey de Aragon, que lo fagades
cúplir a mi desta misma guisa, & por estas palabras en vuestra
tierra. Et vos Rey de Aragó atendiendo me esto, yo don Sancho de
Navarra por la gracia de Dios, vos pmeto a buena fe que vos atienda
esto assi como escrito es é esta carta. Et si no lo fiziesse que
fosse traydor por ello, vos Rey de Aragó atédiédome esto assi como
sobre escrito es en esta carta. Et sepá todos aqllos qui esta carta
verá, que yo dó Iayme por la gracia de Dios Rey de Aragó: Et yo dó
Sancho por la gracia de Dios Rey de Navarra, amigamos entre nos por
fe sines engaño & fiziemos homenage el vno al otro d boca &
de manos, & juramos sobre quatro Euangelios que assi lo
atendamos, Et son testimonios de est feyto, & de est paramiento
que fizieró el Rey de Aragon, & el Rey de Navarra, & del
Affillamiento assi como escrito es en estas cartas, don Atho de Foces
mayordomo dl Rey de Aragó, & don Rodrigo d Liçana, & don
Guillen de Moncada, & don Blasco Maça, & don Pedro Sanz
notario & repostero del Rey de Aragon. Et don Pedro Perez
justicia de Aragon, & frayre Andreu Abad de Oliua, & Eximeno
Oliuer móge, & Pedro Sáches d Variellas, & Pedro Exemenez
de Valtierra, & Aznar d Vilana, & dó Martin de Miraglo, &
don Guillé justicia de Tudela, & don Arnalt Alcalde de Ságuessa.
Facta carta domingo segúdo día de Febrero en la fiesta de santa
Maria Cádelera, in Era Millesima ducétissima sexagessima nona en el
castillo de Tudela. Que fue año d la natiuidad del Señor M.CCXXXI.

puesto que en este instrumento de la adopción, ninguna mención
se hace del infante don Alonso, como el Rey lo affirma, por ventura
de consentimiento de ambas partes.





Capítulo IV. Como se trató entre los dos Reyes de la defensa de
Navarra, y de lo que prometió el de Aragón para ella, y del súbito
arrepentimiento del de Navarra, y del dinero que le pidió prestado
el de Aragón.




Hecho ya el auto, e
instrumento de la adopción entre los dos Reyes sellado y firmado por
muchos,comenzó a tratar de la guerra y medios que se habían de
inquirir para echar el enemigo de la tierra. Sobre lo cual los Reyes
y los grandes de los dos reynos que allí se hallaron trataron largo.
Pero sobre todos el Rey don Sancho como muy platico y cursado en
cosas de guerra, advertía lo que más convenía hacer en el
proseguirla, animando mucho a todos, y concluyendo su larga plática
y discurso, con decir que gente por gente no debían nada los
Nauarros a los Castellanos, los cuales en número podían sobrarles
pero no en valor y fuerzas. Y que valiéndose Navarra de la compañía
y favor y amparo de Aragón ayuntados los dos ejércitos, no solo
defenderían muy bien a Navarra, pero aun serían poderosos para
entrar en Castilla, y echar de sus reynos al mismo Rey. No contradijo
en cosa alguna el Rey a lo que el de Navarra habló: sino que
concluyó la conversación, con decir que estaría presto y en orden
para cierto plazo con dos mil caballos, con tal que los Nauarros
acudieren con otros mil para el mismo plazo y no en otra manera. Lo
cual prometieron ellos de cumplir muy a su tiempo. Pero ni dieron el
modo, ni mostraron la posibilidad para ello. Porque su Rey aunque
quedó rico de la jornada y despojos de Vbeda, no solo estaba enfermo
de la podagra que comienza por los pies pero aun enfermaba más de
las manos, por tenerlas siempre muy atadas a la bolsa. Y así era
fama que la mayor parte de los trabajos que por la guerra tenía,
nacían de la avaricia, por no querer gastar, ni sustentar las
guarniciones necesarias por las fronteras del Reyno, para hacer
rostro al enemigo. De manera que, o por los dos males, o porque ya se
hubiese arrepentido de haber privado del Reyno a don Thibaldo su
sobrino, súbitamente dio muestras muy contrarias del concierto
primero. Y de ahí adelante en las pláticas que se tenía de la
guerra, comenzó a hablar con mucha tibieza y disgusto, sin dar calor
a los negocios, sino respondiendo con algún fastidio a lo que sobre
ellos le preguntaban. Mas no embargante esto, volvió el Rey a
confirmar lo dicho y prometido, que fue de traer los mil caballos
para la fiesta de pascua de Resurrección, y los otros mil para el
día de S. Miguel de Setiébre y que los tendría en orden en los
confines de Aragón y Navarra: siempre que los Navarros tuviesen los
otros mil prometidos como está dicho, para el mismo plazo.
Finalmente como quedase concertado que se vería otra vez en Tudela
en la fiesta de Pascua: el Rey entendió en despedirse, y en
tanto que se trataba de esto, pidió al de Navarra prestados cien mil
sueldos. Los cuales le prestó don Sancho de buena gana, y se le
ofrecieron por rehenes y prendas cuatro villas del Reyno de Aragón
vecinas a Navarra, que fueron Herrera, Peñaredonda, Ferrel y
Faxina. Recibiendo la moneda el Rey la empleó toda en beneficio del
Reyno de Navarra. Porque las compañías de soldados que poco antes
había mandado hacer en Zaragoza para otra parte, mandó venir luego
a estar en guarnición y guarda de aquellas villas y castillos de
Navarra que están en frontera de Castilla, hacia donde don Lope
hacía sus correrías y entradas.






Capítulo
V. Como se partió el Rey para Zaragoza, y de allí a Tarragona, y de
los conciertos que hizo con don Pedro de Portugal por pasar al
condado de Vrgel.


Se volvió (
volvióse)
el Rey de Tudela a Zaragoza algún tanto desabrido, después de
hechas sus promesas y conciertos con el de Navarra, y halló que
andaban muchos rumores por la tierra, cerca del grande aparato de
guerra, que el Rey de Túnez hacía para venir con gruesa armada
sobre Mallorca, con ánimo de conquistarla para si. Esta nueva se
confirmaba por lo que se sabía de ciertas naves de Genoveses y
Pisanos que el mismo de Túnez mandó embarcar en el puerto de Bona
de su reyno, y mucho más por las cartas que recibió el Rey de
Santaugenia gobernador de la Isla, venidas con una fragata a gran
prisa para avisar de lo mismo. Sintió mucho el Rey esta nueva,
porque le obligaba a volver luego a Mallorca. Y así partió en la
hora para Tarragona, a donde mandó convocar cortes para Catalanes y
Aragoneses
, llamando sobre todos a los que gozaban de caballerías de
honor, y mucho más a los que tenían campos y heredamientos en la
Isla, que les cupieron por la repartición hecha al tiempo de la
conquista, para que a cierto día se hallasen todos puestos en orden
en el puerto de Salou, donde él en persona se había de embarcar con
el ejército para Mallorca. Entretanto que el Rey aguardaba la gente
de Aragón y Cataluña, vino al puerto don Pedro de Portugal, a quien
poco antes casó el Rey con Aurembiax condesa de Urgel, y le había
hecho merced de algunas villas en el campo de Tarragona, y también
la Condesa su mujer, que poco antes era muerta, le había dejado
heredero del Condado: al cual recibió muy bien el Rey, y se holgó
mucho con su vista. Y como por una parte desease hacerle todo favor y
mercedes: y por otra mejorar el patrimonio Real para si, y a sus
sucesores, pensó prudentísimamente lo que a los dos estaría bien.
Que el Condado de Urgel, que era de los más poderosos y principales
de Cataluña, no solo en fertilidad de campo, pero en valor y número
de gente guerrera, se incorporase en la corona Real, y entrase en
posesión del antes que don Poncio Cabrera por muerte del mismo don
Pedro pretendiese haberlo: y que en recompensa, se le diese la Isla
de Mallorca, y también Menorca en ser conquistada. Lo cual propuesto
ante don Pedro, vino bien en ello, más por
condescender
con la voluntad del Rey, que así lo quería, y lo pedía con algún
afecto: que por trocar la vida y asiento de tierra firme con la
Isleña. Sobre esto hicieron su concierto y escritura de concordia.
Que transferido y transportado por don Pedro en el Rey, todo el
derecho por el testamento de la condesa su mujer le pertenecía al
Condado de Urgel, transportase el Rey en el la señoría del Reyno de
Mallorca, y derecho de Menorca, con las demás Islas conjuntas,
siempre que se conquistasen, tomándolas en feudo, y poseyéndolas
durante su vida, conforme a la costumbre y Ley de Barcelona:
reservándose el Rey para si la fortaleza de la ciudad, dicha
Almadayna, con las villas y castillos de Alaró y Pollença: y que
fuese él y su ejército acogido en todos los otros lugares fuertes
de la Isla mayor, siempre que menester fuese. Que don Pedro tratase
bien y tuviese por amigos los que el Rey tenía en la Isla. Que
muerto don Pedro, sus herederos quedasen con sola la tercera parte de
la Isla, y la tuviesen con el mesmo feudo ellos y sus sucesores. Lo
postrero, que de presente gobernasen las Islas en nombre y con poder
de don Pedro, los mesmos don Pero Maça, y su compañero Sentaugenia
gobernadores puestos por el Rey, por ser muy platicos en el gobierno
y en la continua defensa de ella. Estos tratos y conciertos se
hicieron allí en el puerto, presente Pedro Pérez justicia de
Aragón, y los demás señores y barones que allí se hallaban. Los
cuales loó y aceptó don Pedro, y con juramento solemne prometió de
guardar en todo y por todo. Este fue realmente el derecho que don
Pedro tuvo a las Islas de Mallorca y Menorca. De donde se
collige
ser fingido y fabuloso lo que refiere un antiguo historiador: que don
Pedro por si mismo conquistó y sojuzgó estas Islas. Como sea muy
averiguado, que vino de Portugal muy pobre y desterrado que ni tenía
gente, ni dineros, para salir con tan grande empresa. Y aun si no
fuera recogido y amparado por el Rey su primo, nunca él hubiera
llegado a aquel estado de intitularse Rey de Mallorca. Demás que era
hombre tan remiso y desaprovechado que no tenía ánimo para pensar
en tan alta empresa. Porque amonestado por el Rey, se pusiese luego
en orden para navegar, y ir a defender su reyno y Islas, y por esto
le hiciese general
del
armada: fue tal su diligencia, que llegó el postrero de todos los
señores y Barones del reyno al puerto, con solos cuatro caballeros
de compañía, ya cuando el Rey había entrado en la galera, a donde
le recogió con harto empacho y paciencia: por ser hombre don Pedro
que cuanto más propinquo era en sangre al Rey, tanto más se le
alejaba en magnanimidad y valor.


Capítulo VI. Como el
Rey pasó a Mallorca, y sabido que el de Túnez no armaba, movió
guerra contra los Moros de la Isla que se habían rebelado, de los
cuales se rindieron la mayor parte.



Llegado ya el
plazo para pasar a la Isla, ajuntada la armada y embarcados los
trescientos caballos ligeros, con nueve compañías de infantería,
gente muy lucida, que se hicieron en los dos reynos:
como
aguardasen tiempo hecho, para hacerse a la vela, llegaron al Rey don
Aspargo Arzobispo de Tarragona, y don Guillen Ceruera antiguo y
valeroso capitán que fue del Rey don Pedro, que entonces era monje
de Poblete, hombres ya muy viejos, y le suplicaron muy
encarecidamente mirase bien lo que hacía, y que por entonces no
navegase, ni tantas veces tentase la fortuna que era variable por
mar: ni con tan poca gente como llevaba, saliese en campo contra un
tan poderoso Rey como el de Túnez: que sería mejor enviar a don
Nuño capitán valerosísimo, tan platico en la Isla, y experto en
las cosas de la guerra, para solo fortificar y defender la ciudad,
hasta que su Real persona, con mayor ejército, y más gruesa armada
fuese a socorrer la Isla: pero aprovechó poco su pía amonestación.
Antes encomendándose el Rey en las oraciones y sacrificio
dllos
se hizo a la
vela, y con viento próspero a tercero día llegó
con la mayor parte del armada a la Isla, al puerto de Sollar. De
donde tomó la posta y se puso en la ciudad antes que se supiese su
partida de Tarragona. Al cabo de tres días llegó la otra parte del
armada a la ciudad. Cuya tan impensada venida con su Real persona,
espantó mucho a los de la Isla, aunque estaban tan apercibidos para
la guerra que se holgó extrañamente de verlos, y los alabó mucho.
Pasados XV días después de llegado, vino nueva cierta de África,
por las espías que el Rey al punto que llegó a la Isla envió a
Berbería con una fragata armada en hábito de mercaderes, como el
Rey de Túnez ni hacía armada, ni por aquel año podía emprender
jornada alguna, por estorbos y alborotos que se habían levantado en
su Reyno, lo cual alegró mucho a toda la Isla. Hallándose pues el
Rey libre de este recelo, determinó con el
ejército que trajo,
y la demás gente que hizo en la Isla, hacer guerra de nuevo contra
tres mil moros que se habían juntado y tomado las fortalezas de
Pollença, Sátuer (Santver), y Alarò, y se defendían en ellas
valerosamente con muy grande daño de toda la Isla, impidiendo la
contratación de ella, robando y persiguiendo a todos los Christianos
hasta los Moros de paz, porque no se ayuntauan con ellos. Era cabeza
y capitán de esta conjuración y motín un valeroso Moro llamado
Xuarpio. El cual como entendió que el Rey iba a buscarle con campo
formado, no quiso seguir el mal ejemplo de otros capitanes Moros
pertinaces, ni provocar al Rey a mayor ira contra si: sino que debajo
de
honrosos conciertos y condiciones, hizo saber al Rey por medio
de un cautivo Christiano que le envió, se pondría en sus manos con
toda su gente. El Rey se holgó mucho de la demanda y prometió de
cumplirla con las convenciones que el Moro pidió. El cual luego vino
para él con toda su gente, dejadas las armas aparte, y le entregó
las fortalezas que tanto importaban, señaladamente la de
Alarò,
como antes dijimos, que también había tomado. Las cuales cobradas
por el Rey, movido por la generosidad y buen trato de Xuarpio, a él
y cuatro capitanes o cabodescuadras parientes suyos
hizo mercedes
de campos y heredades, con otros beneficios de estima: y por su
respeto perdonó a todos los que le siguieron, los cuales de allí
adelante le fueron muy fieles. Demás destos había otros
dos mil
rebelados que no quisieron darse al Rey por mucho que ofreció
perdonarles, y tratarles como a Xuarpio y a los suyos: antes se
subieron a los más altos montes de la Isla, donde se rehicieron, con
otros más que se juntaron con ellos, y llegaron a número de tres
mil. Mas pues quedaba ya la Isla poblada de Christianos, para
poderles resistir: no quiso el Rey por entonces detenerse en
perseguirlos, porno perder el tiempo, que tan forzado le era emplear
en averiguar negocios graves con su presencia en los dos reynos, y
mucho más en acudir al Rey don Sancho de Navarra, por ser ya llegado
el plazo para verse con él.






Capítulo VII. Del
recelo que el Rey tuvo, no mudasen de propósito los Navarros, cuyo
origen, ingenios y costumbres se describen.

No fuera parte
otra razón ni causa alguna para hacer desistir al Rey de la guerra
comenzada, con los rebeldes de la Isla, que tanto se la inquietaban,
sino el haber empeñado su palabra al Rey de Navarra de acudir con su
caballería a Tudela para el día del plazo: recelándose del, no
pretendiese con
este achaque de la tardanza, salirse de lo
concertado entre ellos: según que a la despedida le dio algún
indicio y sentimiento dello. Sospechando también de los Navarros, no
pretendiesen lo mismo: así por seguir la opinión de su Rey, como
por cubrir por esta vía su imposibilidad de poner en campo, y tener
en orden para el mesmo plazo los mil caballos que habían prometido.
Porque tenía muy conocidas las condiciones y costumbres de ellos, y
temía que de ser ellos no menos cortos de paciencia que de
posibilidad, no dejarían de culparle de tardo, sin tener
consideración, que de su tardanza no se les había recrecido daño
alguno, y así se dio toda la prisa que pudo por salir de la Isla, y
ser luego en Navarra. Mas porque el recelo del Rey cerca la
impaciencia y corta posibilidad de los Nauarros, no nos haga
sospechar de ellos cosas que no sean dignas de tan esclarecida
nación, y gente valerosa: será bien que hagamos una breve relación
de lo que se entiende de sus usos
y costumbres, y que saquemos a
luz sus generosas virtudes y señalados hechos, para que a respeto
destos, sean de poco momento algunos descuidos (si se pueden llamar)
de naturaleza, que se hallan en ellos, como en qualesquiere otras
naciones los suyos, y mayores. Porque son los Navarros y Vizcaynos (a
los cuales juntos llama Plinio Cántabros, y los pone en un cantón
de la España, entre Septentrión y Poniente) gente que no solo en
batalla campal, pero en los particulares desafíos de uno a uno, se
han mostrado siempre valentísimos: y que de ser hombres de grandes
fuerzas, puestos en el ejercicio de las armas, hacen un ánimo y
pecho tan generoso, que no se ofrece en la guerra cosa por muy ardua
y peligrosa que sea, que no sean ellos de los primeros en
emprenderla. Viene les esto de su proprio natural y cosecha, y no por
ser descendientes de los Godos, como algunos muy al revés de lo que
pasa piensan. Como sea verdad, que la fama y
belicoso
valor de los Cántabros antecedió muchos años y siglos a la venida
de los Godos en España. Pues ya en el tiempo del Emperador Augusto
Cesar, el Poeta Horacio llama belicosos a los Cántabros y confiesa
el mismo Augusto, por lo que escribe del, Suetonio Tranquillo, que
ninguna guerra tuvo en su vida más difícil, ni más peligrosa y
dudosa, que la de los Cántabros. De los cuales se halla ser hombres,

y mujeres bien hechos, de afable rostro, y bien proporcionados
miembros: aunque en común no muy grandes ni dispuestos, pero
alegres, y en un punto coléricos. Son gente muy unida entre si, y
muy aparejada para morir por la defensa de su patria. Los ingenios de
si no son muy eminentes, sino cuando se cultivan, ejercitándose en
letras, y en otras
qualesquier
artes
mechanicas,
porque se aplican, y las trabajan más que otros; Puesto que de su
natural inclinación y fines, son todos casi iguales, y desean unas
mesmas cosas, señaladamente los Vizcaínos: de los cuales a este
propósito dijo uno, que no había más de un Vizcaíno en el mundo.
Demás que son tan amigos de guardar
siempre unas mismas
costumbres de vida, y trajes de vestir, que apenas solían permitir
se les apegase algo de los extraños. Su lenguaje se cree comenzó en
ellos, o que es la primera lengua que se habló en España. Y por eso
es burla creer, les quedó de los Romanos, o Godos, porque no hay
lengua más diferente de la suya, que la Española moderna, así
Castellana como Aragonesa, con haber nacido estas dos de la Romana
(como adelante probaremos) pues demás de ser muy obscura y
remotísima del común hablar de España la Vizcaína, apenas se
puede bien pronunciar, y ni escribir,
según lo afirma Pomponio
Mela. Tampoco se cree haber salido del lenguage de los Godos, por ser
muy diferente del Vizcayno lo que se halla escrito dellos. Asimismo
son los Vizcaynos y Nauarros
pobres de vocablos propios y
aquellos en el hablar
preposteramente
collocados
. Lo que se entiende dellos,
cuando recién salidos de su patria hablan en Romance, porque las más
veces, o han de usar de superfluos circunloquios para declarar sus
conceptos, o en medio de la plática callar, y así hablan más sobre
pensado. De aquí es que en la fidelidad, a la cual es proprio el
silencio, exceden a las otras naciones, y huyen de los que mucho
parlan, como de que quien mucho yerra: y como tienen el ánimo bueno
y sencillo, es tanta la estima y cuenta que hacen de su hidalguía,
como del más fino instrumento que se puede hallar para mantener fama
y honra, que constituyen su principal riqueza en gozar de ella, mas
la tienen en tanto, que por ella morirá así el pobre como el rico,
así el pequeño como el grande, puesto que no haya sujeto de
hacienda para mantener el estado della. Con esta
su grandeza de
ánimo han emprendido por mar y por tierra hazañas muy arduas y
valerosas, y que han salido con ellas. Porque no se ha de poner en lo
ínfimo de sus hechos, que por mucho que los
conquistaron los
Moros, no fueron del todo echados de sus tierras, y patria, y que
también fueron los Navarros de los primeros que las cobraron de los
Moros, y los echaron dellas. Sobre todo porque de tal manera han
conservado siempre la verdadera fé y religión Christiana, que jamás
se halla haber poco ni mucho discrepado de ella. Por donde se
concluye de ellos, que según su valor y ánimo, son pocas las
tierras y reyno que poseen. Y así (volviendo a la historia) se
entiende que no fue falta de ellos, sino de la tierra, no haber
puesto en campo la caballería prometida. Y que por eso tanto menos
razón hubo para zaherir al Rey la tardanza. Cuya magnanimidad y
valor fue tanto, que no embargante que los Navarros, muerto su Rey
don Sancho, no dieron lugar a que el Rey se valiese del
prohijamiento, les fue padre, y les tuvo siempre por hijos, pues en
la primera y segunda vacante del Reynado (como adelante se verá)
nunca les faltó, antes los defendió y amparó del Rey de Castilla
con su persona, ejército, y hacienda por muchas veces. De manera que
por acudir a
Navarra, se despidió de la Isla, dejando por
gobernador a don Pero Maça en ella: al cual hizo merced de la villa
de san Gairén (
Gayren).
Porque con el mesmo orden que había repartido en la ciudad las
casas, y defuera los campos y heredades, así a los principales de su
consejo, y del ejército, había hecho mercedes de pueblos y
Baronías.
Tabien
dexo al
mesmo Santaugenia por compañero de la gobernación a don Pero Maça:
y encargó mucho a los dos, que aparejasen lo necesario para la
guerra y empresa de Menorca, porque volvería muy presto para solo
entender en la conquista de ella.

Capítulo VIII. Como el Rey
volvió a Tudela, y hallando a don Sancho disgustado por no haber
llegado al plazo, se despidió del con buena gracia, y de lo que pasó
con un soldado que halló en la antecámara.

Partiose luego el
Rey de la Isla con solas tres galeras, y a tercero día aportó en
Tarragona. De allí hechos algunos negocios, que no faltaron, de la
provincia, pasó a Zaragoza, a donde se le ofrecieron algunos bien
importantes, pero los unos resolvió, los otros dejó comenzados para
averiguar a la vuelta de Tudela, donde se daba extraña prisa por
llegar antes que se supiese de su venida. Pues como entendió que el
Rey don Sancho siempre estaba en Tudela, se partió a verse con él
con los mesmos don Atho su mayordomo, Lizana, Moncada, Pedro Pérez
que fueron antes con él a Tudela, salvo don Pero Maça que se quedó
en la Isla. Como llegase a vista de la ciudad saliole a recibir don
Pedro Ximeno de Valtierra nobilísimo caballero de Navarra, y de
antes conocido del Rey, al cual notificó como don Sancho su Rey
estaba, muy desabrido contra él por no haber acudido su Real persona
para el día de Pascua con la caballería prometida. Como oyó esto
el Rey, tanto más deseó verse luego con el de Navarra, y llegado a
Palacio, se entró para él, que le halló en el mismo retrete y cama
donde le dejó. Luego le significó las justas y bastantes causas de
su tardanza, y de cuan grande y evidente peligro había librado la
Isla con su presencia, y cuan necesario le había sido el detenerse
en ella, o se perdiera todo. Mas que de su tardanza no recibiese
pena, que la recompensaría con añadir doscientos caballos más a
los dos mil que tenía prometidos para ayuda de la guerra: sobre la
cual en este medio no hallaba que se hubiese innovado cosa alguna ni
hecho movimiento por el señor de Vizcaya: y así no había por qué
culparle por la tardanza. Que en fin estaba prompto y en orden para
acudir con su caballería, si también lo estaban los mil caballos de

Navarra. Pero que se maravillaba del poco estruendo de armas, y
de los pocos, o ningún caballo que había hallado en la ciudad, ni
fuera de ella: que mandase hacer muestra general, porque juntados los
dos ejércitos iría él en persona con ellos a echar a fuera los
Castellanos, y presentarles batalla. Como el Rey acabase su
razonamiento, y aguardase la respuesta de don Sancho, y ninguna le
diese, antes mostrase le fatigaban mucho sus males, saliose un poco
fuera del retrete, y vio un soldado con semblante de valeroso y
platico, que andaba triste y pensativo paseando por la antecámara.
Al cual
preguntó quién era, y qué negocios de palacio le
distraían de la guerra, de qué ejército venía allí enviado.
Vengo, dijo el soldado, con
recaudos
del capitán de las compañías y gente que está
en guarnición
y guarda del reyno por las fronteras, para significar al Rey, como se
ofrece una muy buena ocasión para hacer salto sobre don Lope y los
Castellanos en cierto puesto donde han de
acudir, para que
ninguno dellos escape de preso o muerto, con solos doscientos
caballos ligeros que de nuevo le provean: y con haber hoy cuatro días
que vine con este despacho, no se me ha dado lugar para hablar a su
alteza. Alterose tanto el Rey de oír esto, que sin avisar primero,
tomó de la mano al Soldado, y se metió por el retrete adentro,
quejándose al mismo don Sancho de la flojedad
de los suyos, por
dejar perder tan buena ocasión como se les ofrecía para triunfar de
sus enemigos, haciendo contar al soldado lo que pasaba, a lo cual
añadió el Rey que le proveyese de vituallas
para unos catorce
días, que partiría luego con su gente para ellos, y los acometería.
Mas don Sancho, o que por sus dolencias estuviese muy fatigado, o por
causa de Thibaldo su sobrino que ya era vuelto en su gracia, hubiese
mudado de propósito, y se arrepintiese del prohijamiento hecho,
fuele muy pesado todo cuanto el Rey le decía. El cual como entendió
que don Sancho ni quería proveer lo que convenía para beneficio de
su reyno, ni tampoco en cosa alguna valerse, ni
aprovecharse de
sus ofrecimientos, y que era perder tiempo porfiarle más sobre ello:
mostró que estaba siempre prompto y en orden para cumplir lo
prometido, y con esto se despidió del y de los Navarros. Y pues se
hallaba libre desta guerra determinó volver a Zaragoza, y de allí
pasar a delante a los confines del reyno de Valencia, por reprimir
las entradas y correrías que los Moros hacían en los dos reynos, y
para dar orden como acabar la guerra de Mallorca contra los
rebelados.







Capítulo
IX. De las nuevas que el Rey tuvo de la guerra de Mallorca, y de la
venida de los gobernadores a persuadirle pasase a ella, porque a solo
él querían rendirse los Moros.

Partiendo el Rey de Tudela
vino a Thauste pueblo antiguo camino de Zaragoza, a donde encontró
con unos mercaderes de Cataluña que pasaban a Navarra. A los cuales
preguntó qué nuevas
había en Barcelona de la guerra de
Mallorca, respondió uno de ellos, como se decía por muy cierto, que
los Moros que se habían rebelado en las montañas estaban fuertes: y
que por mucho que los gobernadores de la Isla con su ejército daban
en ellos, y con diversas escaramuzas los habían muy maltratado y
muerto a muchos, todavía se defendían con gran daño de los
Christianos, a los cuales salteaban por los caminos, y hacían muy
grandes robos y muertes por la Isla. También se decía que con la
esperanza que los Moros tenían de la venida del rey de Túnez en su
socorro se entretenían, sin quererse dar a ningún partido. Puesto
que el día que partimos de Barcelona se dijo, como trataban, de
concierto con los gobernadores: pero que no se tenía por nueva
cierta. Agradecioles el rey la relación hecha, y no dejó de creer
algo de lo que le dijeron. Estando pues con algún pensamiento y
recelo de lo que sería, llegó un correo de a caballo con cartas de
los gobernadores de la Isla, que eran llegados a Zaragoza, avisando
como para el día siguiente serían con su alteza. No dejó el Rey de
recibir mayor alteración de esta nueva que de la que los mercaderes
le dieron, y así pasó toda aquella noche con el mismo recelo.
Venida la mañana levantose antes del día, y dichas sus devociones
estando oyendo misa sintió grande estruendo de gente de a caballo
que entraba por palacio y sabido que eran los gobernadores, que
partieron de Zaragoza de buena madrugada llegaban en aquel punto,
acabada la misa mandó que entrasen. Como los vio el Rey: sospechando
que no sin muy grande causa, y necesidad urgente, venían los dos
juntos, pues dejaban la Isla sola: después de haberlos muy bien
recibido y abrazado con mucho amor y muestra de alegría, venciendo
con su magnanimidad el sobresalto y mala sospecha que de esta venida
tenía, preguntoles medio riendo. Quereys me ya decir como la Isla es
perdida? O que se la ha sorbido la mar, o que la han vuelto a cobrar
los Moros con el favor del Rey de Túnez? y que solos vosotros habéis
escapado de las manos dellos para traerme la nueva? Los pilotos han
desamparado la nave, sin duda que es perdida. A estas palabras,
haciéndose adelante don Pero Maça por atajar la mala sospecha del
Rey, respondió. No querays, Rey y señor nuestro, atormentaros con
tan engañosa sospecha: ni a nosotros privarnos de la buena opinión
que para con vos hemos siempre ganado. Mas presto pensad de la Isla y
de nosotros, que si no quedase sana y salva a vuestra devoción y
servicio, y tan segura como está la nave con buenas ancoras en el
puerto, que los pilotos nunca la dejaran, ni jamás apartaran la mano
del timón, y gobierno de ella. Antes por haberla dejado muy a
recaudo y segura, os traemos
una nueva muy alegre, y no menos
honrosa para nosotros que útil y provechosa para toda la Isla. La
cual porque no
menospreciassedes,
no
creheyendola:
ni la
desechassedes
por falta de no haber bien
entendido lo que pasa: pensad cual
ella es, que venimos los dos en persona a darla. Sabed señor que los
Moros que poco ha, al tiempo de vuestra partida, dejastes en la Isla
rebelados y retirados a la montaña, han hecho tantos daños y males
por toda ella, que otra vez nos han traido casi a punto de perderla,
y a nosotros con ella. Y así ha sido necesario hacerles de nuevo
guerra, y ir a perseguirlos dentro de sus cuevas con campo formado.
Mas como no
pudiessemos
sacarlos de ellas, y en volver las espaldas luego se esparciesen por
la Isla a hacer sus acostumbradas cabalgadas, determinamos de subir a
los montes más altos a talar y destruirles sus campos que allí
tenían muy cultivados, y cogerles el infinito ganado de que se
mantenían. Lo cual fue parte y causa, para que acometiéndoles de
partido lo escuchasen. Aunque las condiciones que pedían eran muy a
gusto de ellos, y que tiraban a toda libertad. Las cuales nos pareció
no admitir, por no concluir cosa tan perniciosa, como era dejarlos a
toda su libertad, sin vuestra Real autoridad y consulta: ni tampoco
desecharles del todo su demanda: por que ellos como desesperados no
se arrojaren sobre nosotros, y como tales hiciesen algún grande daño
y destrozasen los nuestros. Porque a causa de haberlos tan maltratado
así en las escaramuzas como en haberles talado sus campos, y quitado
el ganado, están tan mal con nosotros, que se han juramentado a que,
o a ningún otro se rendirán que a vuestra Real persona:
o que a
muy gran costa de nuestras vidas perderán las suyas ante nosotros.
Por tanto señor os suplicamos que os deis toda prisa, para que con
vuestra pronta ida y presencia, entendáis en apagar del todo esta
centella que tantas veces vuelve a revivir, para el continuo incendio
y ruina de la
Isla. Porque si os detenéis, haced cuenta que
dentro pocos días quedaréis sin ella. Pues el Rey de Túnez en
quien siempre confían estos perros y le llaman, por una parte, y la
Isla de Menorca por otra, con las otras dos propinquas, como miembros
que son de la mayor, viéndoos absente se nos atreverán a hacer
cruel guerra, por cobrar su cabeza.

Capítulo X. Como
determinó el Rey de pasar a la Isla, y del testamento que hizo,
dejando por su universal heredero a don Alonso su hijo.

Oídas
por el Rey las buenas razones de don Pedro, con tan mejoradas nuevas
de las que había entendido antes de los mercaderes, se holgó mucho
con ellos, y se animó en grande manera para pasar de nuevo a
Mallorca. Y así mandó recoger ciertas compañías de soldados que
para la conquista de Menorca tenía ya hechas. Y luego sin más
detenerse en Zaragoza que de paso, se partió para Tarragona, por dar
prisa a la embarcación. Puesto que atendiendo a lo por venir, y
porque andando de cada día envuelto en tantos peligros de guerras y
continuas navegaciones, si falleciese improvisadamente, no quedase
confusa para los suyos la sucesión de sus reinos, hizo testamento de
nuevo, e instituyó a don Alonso su hijo único, a quien la Reyna
doña Leonor su madre criaba en Castilla, por su universal heredero y
sucesor en todos sus reinos y señoríos, así de Aragón, como
también del Reyno de Mallorca después de los días de don Pedro de
Portugal, y de los Condados de Barcelona y Urgel, del Principado de
Mompeller, con todos los otros estados que por tiempo conquistase por
su mano. Mandando a todos los grandes y señores de título, y a los
Barones de sus reinos, y a las ciudades y villas Reales, que le
tuviesen por legítimo y universal heredero suyo, y por tal le
obedeciesen. El cual si muriese sin hijos, sustituya por heredero con
las mismas condiciones a su primo hermano don Ramón Berenguer Conde
de la Prohença y sus hijos y sucesores. Faltando todos estos, a don
Fernando su tío: para que aplacase su antigua cobdicia de reynar,
solo por sus días, por ser ya monje profeso, y que no se podía
casar. Después deste constituyó herederos los más propinquos
parientes de la casa y sangre Real. Así mismo estando con algún
recelo de la institución y crianza de don Alonso, después de
haberle mucho encomendado, y puesto debajo del amparo de la santa
sede apostólica, mandó que tuviesen el cargo de criarlo, y bien
instituirle el buen viejo don Aspargo Arzobispo de Tarragona, por
haber sido el que instituyó a él, y le tuvo en sus brazos al tiempo
que le juraron por Rey en las primeras Cortes que tuvo en Lérida: y
también a los maestres del Ospital y Temple de la corona de Aragón,
y a don Guillen Ceruera monge de Poblete. Mas declaró, que por
cierto tiempo le tuviesen en la fortaleza de Monzón, donde él había
tomado su crianza y primera disciplina del comendador Monredon, al
cual, si vivo fuera, se lo encomendara. Finalmente quiso que esta
sucesión fuese válida, si doña Leonor, y el Rey de Castilla, en
cuyo poder estaba el Príncipe don Alonso, lo entregasen liberalmente
a los
tudores
nombrados, y que entrase en posesión de los Reynos pacíficamente,
no por fuerza, ni con mano armada. El cual testamento fue firmado, y
publicado en Tarragona, en presencia del mismo Arzobispo, del Abad de
Poblete, y de fray Pedro Cendra, religioso doctísimo y de muy santa
vida, que entonces era Prior del convento, y monasterio de
Predicadores en la ciudad de Barcelona, y don Guillen de Moncada, y
de otros grandes y barones de los dos reynos. Del cual testamento y
sucesión del Príncipe don Alonso, se siguió muy grande
contentamiento y aplauso por todos los reynos.










Capítulo
XI. Como pasó el Rey por tercera vez a Mallorca, y determinó
conquistar a Menorca,
cuyo
aßiento
y excelencias de Isla se describen.

Hecho que fue y publicado
el testamento muy a gusto del Rey, y de todos cuantos lo oyeron
(puesto que no se había de poner en ejecución cosa de las que en él
se contenían, sino en caso que falleciese el Rey) entendió luego en
embarcarse con los señores y Barones nombrados, en dos galeras, y
otras naves y bajeles que llevaban las compañías de Infantería que
habían de quedar en la Isla, y partiendo de Salou, a tercero día
aportó con toda la armada en la ciudad de Mallorca. Lo primero que
el Rey hizo en desembarcar fue subir con los Canónigos y Clero que
le salió a recibir en procesión, a la iglesia mayor, donde se holgó
extrañamente viendo la obra que iba muy adelante, con tan admirable
y suntuosa traza, cuanto de ningún otro Templo él había visto: del
cual estaba la capilla mayor acabada. Allí hizo infinitas gracias a
nuestro Señor y a su bendita madre, por tan felices y prósperos
successos que por tierra y por mar siempre le concedían. Luego tuvo
consejo de guerra con los principales capitanes y maestre de campo,
que allí se hallaba el comendador Serrano del Temple expertísimo en
guerra, y con ellos don Assalid Gudal, y los dos gobernadores de la
Isla, con los demás que en el precedente capítulo nombramos. Ante
los cuales propuso la conquista que determinaba hacer de la Isla de
Menorca, por lo mucho que importaba para la conservación y defensa
de Mallorca: antes que los de Túnez y de la Berbería se apoderasen
della, y le naciese allí un cruel
padrastro
para siempre inquietarla: por ser Isla muy fértil y con los puertos
y fortalezas que tenía, muy bastante para mantener ejército: y que
por eso cumplía anticiparse a tomarla. Pues como a todos pareciese
bien la proposición y deliberación del Rey, determinose la
conquista della: y que los soldados bisoños se quedasen en la
ciudad, y los
platicos
entrasen en dos galera y fuesen a Menorca con el orden secreto que se
diese a los capitanes de ellos. Y así se armaron luego y
abastecieron las dos galeras, en las cuales se embarcaron dos
compañías de Infantería muy platica y
lucida, y se partieron
para Menorca. Esta es la menor Isla de las Baleares, la cual tiene a
Mallorca casi (
quasi)
al poniente, y dista de ella (según Plinio, y el Rey en su historia)
XXX millas, hasta el cabo de Formentor, al cual responde enfrente el
puerto de una pequeña, y bien fortalecida ciudad, que llaman
Citadela: que está fundada en alto sobre el puerto bien seguro y
ancho: y es muy deleitosa, por estar rodeada de arrabales, y
caserías, con su campo muy fértil y plantado de frutales y
arboledas, entretejidas con mucha hortaliza (
ortaliza)
y yerbas saludables. Puesto que según la opinión de Marsilio, que
escribió esta historia, solamente es buena para criar todo género
de ganados mayores y menores, y no para todos granos ni mieses. Pero
Tito Livio, y la experiencia dicen, y muestran, que su campo es muy
fértil, y hábil para producir todo aquello que produce el de
Mallorca. Hay dentro de la Isla muy grandes montes, aunque no tan
ásperos y levantados, ni tan cavernosos como los de Mallorca. En el
más alto de estos en medio de la Isla, había edificado un palacio
grande y casa de placer donde se recreaban los Reyes Moros, todas las
veces que pasaban a
ella. En la cual se hallan cuatro puestos,
que son la Citadela, Serinao, Fornel, y Mahò. Este es el más famoso
de toda la Europa porque es muy ancho y muy seguro: y se nombro así,
del Capitán Magon hermano de Anibal famosísimo capitán de
Carthagineses. Los cuales poblaron esta Isla que está al septentrión
de ellos. Según en ella quedan aun señales y memorias de los
pobladores. Y no falta quien escribe que nació Anibal en ella. De
suerte que Mahón y Ciudadela, como principales, y más seguros
puertos de la Isla, tenían guarnición de gente de guerra
sujeta
a los corsarios, y estaban en defensa.




Capítulo
XII. Como llegaron las dos galeras a Citadela, y saltó la gente en
tierra, y del ardid que usó el Rey con los de la Isla para que se le
entregase luego.

Llegaron las dos galeras con los soldados
viejos a tomar puerto en la Citadela, sin que ninguno de la tierra se
los estorbase (
estoruasse)
y luego saltaron en tierra, y publicaron ser gente Christiana,
enviada por el Rey Christiano de Mallorca, y trataron con el
gobernador de la Isla por sus intérpretes, notificándole, que pues
su Rey antiguo de Mallorca había sido vencido y sojuzgado por el Rey
de Aragón, y la ciudad porque no quiso luego rendirse, fue tomada
por fuerza de armas y saqueada, con tanto derramamiento de sangre, y
los demás daños que padeció, que por eso tuviesen los de la Isla
por bien de rendirse y entregarse a toda merced del mismo Rey, que de
su condición era tan benigno y piadoso, que les haría toda merced,
y consentiría se quedasen con sus casas y posesiones pacíficamente
en ella. De otra manera, no queriendo darse a buenas, supiesen que
habían de padecer mayores crueldades y muertes que la ciudad de
Mallorca, y que los echarían de la Isla. Como oyeron esto el
gobernador y principales de ella, que luego fueron allí todos, y
sabían muy bien todo cuanto había pasado en Mallorca, pidieron
tiempo para tener su consejo y dar la respuesta. Y luego les
presentaron mucha cantidad de pan y carnes, pasas y higos para que en
el entretanto comiesen sin desmandarse por la ciudad, y ellos se
entraron en la fortaleza: donde mientras trataban de rendirse,
puestos a unas ventanas que miraban a Mallorca, el Rey que quedaba en
ella con parte del ejército, acompañado con tres de a caballo se
subió en un monte, que es un principal cabo de la Isla llamado, como
dicho se ha, Formentor, o de Menorca, porque la mira de allí, y está
enfrente de la Citadela. Esto era al tiempo que anochecía, y
pensando el Rey en lo que harían los soldados, y el entretenimiento
que podrían hacer los de la Isla por no darse, usó deste ardid con
ellos, y como lo pensó le sucedió. Porque llamó a los capitanes
que le seguían, para que mandasen a los soldados que en un mismo
punto cada uno encendiese las retamas en diversas partes del monte,
señaladamente donde más se descubrían a la Citadela, de manera que
les pareciesen diversas hogueras y para los que las viesen de lejos
representasen lumbres de algún grande ejército. A donde como
echasen los ojos los de la ciudad, que estaban en la fortaleza,
conjeturaron, que aquella visión, o prodigio, no significaba, ni era
otro, que de algún grandísimo ejército de los Cristianos que
estaba muy en orden, aguardando lo que ellos responderían a las
condiciones y partido que se les había ofrecido de parte del Rey:
para que en sabiendo que no querían darse, y que rehusaban su
clemencia, fuesen luego sobre ellos. De suerte que alterados por la
visión, y atajados del miedo luego sin más consulta determinaron
darse a toda merced del Rey. Para esto llamaron a los capitanes
Cristianos, y quien abiertas las puertas de la fortaleza libremente
se la entregaron con toda la Isla. Solo suplicaron se les permitiese
a todos los de la Isla quedar en ella, y no ser echados a otra parte:
pues prometían servir al Rey, y a sus oficiales fidelísimamente,
como perpetuos esclavos. Con esta nueva despacharon luego los
capitanes para el Rey una fragata con el principal dellos, y llegado
ante el Rey hizo relación de todo lo que había pasado en la
Citadela, y como realmente pensaron los Moros, vistos los fuegos del
cabo de Menorca, eran de algún muy grande ejército que venía
sobrellos, y con esto luego en aquel punto se rindieron. Holgó mucho
el Rey del próspero successo, y pacífica entrada de la Isla. Y así
mandó que la tomasen a toda merced suya, y les asegurasen personas y
haciendas con lo demás que pedían. Tomada la fortaleza y pueblo de
la Citadela con todos los otros puertos y pueblos de la Isla, sin
permitir dar a saco tierra alguna: el gobernador con otros
principales de la Isla fueron llevados en una de las galeras al Rey,
y en saltando en tierra todos se le postraron a los pies con su
ceremonia morisca, y besada la rodilla se le rindieron como a su
señor y Rey en su nombre y de toda la Isla.









Capítulo XIII. Como los Moros rebeldes en sabiendo que Menorca era
tomada, se rindieron al Rey, y les perdonó, y como dejando puestos
gobernadores en las dos Islas se volvió para Cataluña.



Desta manera que
habemos dicho, se sojuzgó, y vino en poder del Rey la Isla de
Menorca, cuya nueva fue luego divulgada por toda Mallorca. Pues como
los Moros rebeldes de la montaña, que
hasta allí se estuvieron
a la mira, y no cumplieron lo que habían prometido a los
gobernadores de entregarse a la persona (psona) del Rey en llegando,
entendieron que Menorca se había rendido, y la benignidad y todo
buen partido que el Rey había usado con los de la Isla: en el mismo
punto salieron de sus montes y cuevas, y sin esperar la presencia del
Rey, se esparcieron por los
caminos, y a cualquier soldado
Christiano que encontraban, se le echaban a los pies y se le rendían,
pidiendo perdón a voces. De lo cual gustó mucho el Rey, y fue muy
reída (
reyda)
la burla por todo el ejército. Y habido consejo sobre lo que
dispondrían (
dispornian)
de los Moros rebeldes, fueron los más condenados a perpetuos
esclavos, y trasladados a vender en la tierra firme. Puesto que
algunos probando como fueron forzados por los otros ha haberlos
(
auerlos)
de seguir en la rebeldía, cobraron por merced del Rey parte de sus
campos y caserías, y quedaron en la Isla obligados a servir con sus
personas, y haciendas en los edificios y obras públicas de ella.
Concluida esta guerra de la montaña, quedando ya el Rey absoluto
señor de las dos Islas, se detuvo dos meses más en ellas, y mandó
al uno de los gobernadores residiese con buena guarnición de gente
la mayor parte del año en Menorca, en guarda de la Citadela, por ser
de allí el más breve paso de mar de la una a la otra Isla, para que
se ayudasen y de noche se hiciesen señales de paz y de guerra con
fallas de fuego. Hecho esto, de lo que más se preció el Rey fue,
dejar la Isla mayor muy fortificada de gente y armas: mandando
reedificar los castillos y torres de las atalayas que estaban en los
puertos y calas de mar alrededor de la Isla, y donde no las hubiese,
siendo necesarias, que se edificasen de nuevo, poniendo en ellas
guardas contra la furia de los corsarios de Berbería. De aquí vino
que toda la Isla está cercada de torres y atalayas. Esta guarda
encargó mucho el Rey a los caballeros y barones que tenían campos y
lugares en la Isla: certificándoles usaría de todo rigor, y
condenaría so graves penas, a los que en esto se
houiessen
con descuydo
, señalando la psona
de don Pedro de Portugal, a quien, como está dicho, el Rey había
dado las Islas por su vida. Pero llegó a tanto su flojedad y
tibieza, que hecho de si todo el gobierno y cuidado dellas, porque no
quería quedar allí, según por todas vías procuraba de volver a
tierra firme. Por esta causa, no mucho después, el Rey conquistando
el Reyno de Valencia, le dio ciertas villas en él, las cuales
recibió don Pedro de buena gana, y contento de la recompensa,
renunció libremente en el Rey todo el derecho que a las Islas tenía,
como adelante diremos. De manera que cesando las guerras, vuelta
Mallorca a su buen gobierno de paz, y a ser bien cultivada la tierra,
creció tanto la fertilidad y abundancia de ella, en frutos y las
demás mercaderías de la tierra, que se restituyó en su trato y
comercio primero, con todas las partes marítimas de la Europa. De
suerte que así por la ocasión de su fertilidad, y de las muchas
mercaderías que a ella se traen, como por las que a la Isla sobran y
se llevan a todas partes, no solo volvió a su opulencia antigua:
pero también por las continuas contiendas y escaramuzas que su gente
tiene con los moros corsarios de África, es más belicosa y
ejercitada en armas que ninguna otra.




Fin del libro octavo.