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lunes, 13 de julio de 2020

CAPÍTULO XLII.


CAPÍTULO XLII.

Dapifer de Moncada, por muerte de Otger, es capitán de los catalanes, y venida de Carlo Magno a Cataluña.

La pérdida de los cristianos con la muerte de Otger Catalon se reparó con el valor del sucesor que nombró, que fue Dapifer de Moncada, muy estimado y querido de todo el ejército que estaba en Cataluña. Las incomodidades que, viviendo Otger, se sentían, perseveraban aún. Armáronse los moros, sabida su muerte, y se juntaron para socorrer los sitiados de Empurias, que ya lo pasaban mal. Los más principales caudillos de los moros fueron el rey de Fraga, el rey de Tortosa, el rey de Roda, el rey de Tarragona, el rey de Gerona y el rey de Barcelona. Era costumbre entre los moros a todos los señores y capitanes de pueblos grandes darles nombre y título de reyes, de donde nació haber entre ellos muchos reyes (reinos de Taifas), así como el día de hoy entre nosotros muchos duques, marqueses y condes. El número de combatientes que estos llevaban era inumerable; Dapifer de Moncada no quiso aventurar su gente, alzó el cerco y se retiró a la Seo de Urgel y los montes, donde, por quitar estorbos, habían dejado las mujeres e hijos. Los franceses que con Otger habían entrado se volvieron a su naturaleza, salvo algunos pocos que se quedaron aquí. Los moros, escarmentados con la entrada de Otger, cada día se fortalecían, recelando otra. 

En este intermedio de tiempo, que era el año del Señor 741, murió Carlos Martel, cuya muerte acarreó guerras a sus sucesores, y cuidados domésticos, que retardaron el favor que de Francia aguardaban. Los catalanes que en el monte Pirineo estaban retirados se sustentaban en ellos como mejor podían, poblando aquellos montes y edificando en ellos los castillos e iglesias que el día de hoy se conservan en aquellas partes, indicio y testimonio verdadero y cierto de la morada que (pone hallí) allí hicieron nuestros antiguos catalanes; y allí Dapifer de Moncada, con la aspereza de los montes y natural fortaleza del sitio y castillos que se edificaron, valerosamente se conservó y vino a ser señor casi de toda la tierra de Cerdaña, Seo de Urgel, vizcondado de Castellbó, Pallars, valles de Aran y Andorra, y de todo lo más inaccesible y montuoso de aquellas ásperas montañas, donde ya florecía la fé católica, y los vecinos de ellas ya reconocían al rey de Francia, en cuyo nombre todo se gobernaba, y a quien la nobleza y pueblo catalanes, para que sus empresas tuviesen la debida reputación, reconocían como a rey, dueño y cabeza poderosa que los gobernase, y a quien los enemigos respetasen.
Quedóse allí Dapifer y sus compañeros, como en tierra suya propia, cobrada con su valor y esfuerzo; repartíanse los despojos y todo lo que se ganaba, según los méritos de cada uno: los socorros que de Francia aguardaban no tenían el efecto deseado, porque en aquel reino había hartas cosas a que acudir. Carlos Martel era muerto a 21 de noviembre de 741: dejó dos hijos, Carlo Mano, que fue el mayor, y Pepino el segundo: ambos dejó el padre 
gobernadores de Francia y entendieron en ello; pero Carlo Mano, como sabio, renunció al mundo y a sus vanidades, y se retiró a Roma, donde recibió el orden sacerdotal, y tomando el hábito de san Benito, se retiró al monte Casino.

Pepino, su hermano, quedó con la misma autoridad y poder que tuvo
Carlos Martel, su padre. La flojedad de Childerico, rey que era entonces de Francia, era grande, y mayor su incapacidad para reinar. Hablando de él Paulo Emilio, dice que era regio nomine indignus soliique dehonestamentum. Pepino era el que lo gobernaba todo. Presidía en la Iglesia de Dios el papa Zacarías, griego de nación; representósele el valor de Pepino, y los servicios que 
él y Carlos Martel, su padre, habían hecho a la Iglesia, la incapacidad de Childerico e ignorancia; y movido de esto, le privó del reino, dándole a Pepino, el cual y su descendencia fueron legítimos reyes de Francia; y Childerico, sin hacer a esto resistencia, pasó por lo que el papa había hecho, ordenóse en órdenes sacras, y se retiró en un convento. Pepino reinó diez y ocho años, empleándolos en servicio de la Iglesia y sus pontífices, defendiéndoles de aquellos que impíamente les perdían el respeto. Murió Pepino el año 768, y sucedióle su hijo Carlo Magno, así en el reino de Francia, como también en el señorío que Pepino tenía en los Pirineos y demás tierras de Cataluña, donde vivían los que con Otger habían venido. Dolióse Carlo Magno de aquellos cristianos que vivían en las asperezas de aquellos montes y otros que vivían entre los moros, y determinó de entrar en Cataluña para librarles de tan dura servidumbre, restituyendoles (pone restituyén-les) la antigua libertad. Entraron en su compañía muchos señores y príncipes de Alemania y Francia, que: después se quedaron acá. Era el poder de los moros y desvergüenza en estos tiempos grande y de cada día crecía más; su ánimo insaciable no podía contenerse dentro de los límites de España, y pasaron a Narbona, que, cansada de largo cerco, se rindió. Carlo Magno juntó largos ejércitos para cobrarla, y para divertir al enemigo, le puso la guerra en casa, y envió a España grandes ejércitos. Marineo Sículo dice que los de a caballo eran veinte mil: había entre ellos famosos capitanes (uno era aquel Gerardo Rocelio, que quieren fuese el primer conde de Rosellón), y llevaban orden de destruir toda la tierra por donde pasasen, de suerte que del todo quedase borrado el nombre de los moros. Entraron por los Pirineos, y aquí se juntaron con las gentes de Dapifer de Moncada, cuyo encuentro causó a todos general
contento, y saliendo de allí, después de muertos muchos enemigos, a la postre todo el poder de ellos se juntó en el campo de Urgel, y por ser la tierra rasa y llana, podían pelear sin embargo. Venían por caudillos de los moros Farrega, rey de Toledo, Superim, rey de Fraga, y Alfac, rey de Segovia. Trabóse la batalla en que murieron los tres reyes y treinta mil hombres de la gente que llevaban, y fuera lo mismo de los demás, si no se escaparan. De los cristianos murieron algunos, pero el que más falta hizo fue Otger Normandino, (Normandía) muy querido de Carlo Magno; y victoriosos todos, se volvieron a Rosellón, donde Carlos les aguardaba, y contento de lo que habían hecho, les honró y premió según los méritos de cada uno de ellos. Quedaron de aquella vez los franceses apoderados de la parte de Cataluña vecina a Francia, que llamaron algunos Cataluña Vieja, por haber sido cobrada de los moros mucho antes que la otra parte, que confina con el reino de Valencia y Aragón por la parte de poniente. Con esta entrada de Carlo Magno se aumentaron las fuerzas de los catalanes y menoscabaron las de los moros; los vecinos de Barcelona le reconocían superioridad, y ponía en ella gobernador a quien nombraba conde, que era más nombre de oficio que de dignidad.

domingo, 26 de julio de 2020

CAPÍTULO LIX.

HISTORIA DE LOS CONDES DE URGEL.

CAPÍTULO LIX.

Vida de don Armengol de Cabrera, XVI conde de Urgel. - Estado del condado de Urgel cuando murió el conde don Álvaro. - El conde de Foix trata de que el conde Armengol cobre el condado de Urgel, y déjase de hacer, por estar el conde en desgracia del rey.
- De las disensiones que hubo entre el rey y los condes de Urgel y otros señores de Cataluña. - De los servicios hizo el conde de Urgel al rey don Pedro, pasando a África, hasta tomar el reino de Sicilia. - De lo que pasó entre el rey y el conde don Armengol, sobre algunas pretensiones tenía el rey en los estados del conde. - De algunas cosas particulares del conde y condado de Urgel. - De la muerte y testamento del conde Armengol, y fundación del convento de Predicadores de la ciudad de Balaguer.

Muerto don Álvaro, quedó el condado de Urgel en el más mísero e infeliz estado que jamás se hubiese visto, lleno de confusión y división. El rey don Jaime, que después de haber tomado las tenencias de los castillos se quedó son (con) ellos, tenía ocupado casi lo mejor de él, y los pueblos y castillos más principales. Don Álvaro murió empeñado, cargado de inumerables deudas y obligaciones; era su recámara pobre y poca, y las rentas de los estados tenía en Castilla se cobraban con dificultad, y los acreedores, que eran muchos, pedían su dinero, y no había de dónde acudirles, y el rey no quería por entonces pagar na*
Guerau de Cabrera, vizconde de Cabrera, hermano * conde, que era de edad de veinte y cuatro años, decía * él era conde de Urgel, y que le competía aquel estado * el testamento de su padre, que había hecho muchos gra* de substitución, y entre otros, que muriendo su hijo segundo, que él llamaba Rodrigo, sin hijos varones de legítimo matrimonio, fuese heredero Guerau, su cuarto hijo, * había nacido poco antes que muriera el padre, porque *cia que don Armengol y don Alfonso no eran legítimos, * tenían derecho ni podían suceder en el condado de Urgel * y él les había de ser preferido; pero el rey poseía en sí * aquel estado o lo mejor de él, y don Guerau, que no te* posibilidad de pagar las muchas deudas de padre y herma* no continuó su pretensión. El rey, por mejor asegurarse en el condado, y por dar satisfacción a los que era justo * fuesen pagados, fue pagando 
lo que le pareció legítimamente deberse, que era mucho y pasaba más de doscientos cincuenta mil sueldos, que era más que ahora doscientos cincuenta mil ducados; porque hallamos en memorias * estos tiempos ser grande el valor de la moneda, por ha* poca y estimarse mucho, de donde se originaba el * barato de las cosas, porque de aquello que hay más abundancia se hace menos estima, y mucha de lo que * poco: por eso en estos tiempos un par de capones, según parece en registros y tarifas antiguas, valía diez y ocho dineros, un par de gallinas diez y seis dineros, un par de perdices ocho dineros, un par de xíxelles cuatro dineros, una liebre ocho dineros, un par de tórtolas cuatro dineros, y el cuarto del mejor carnero diez y ocho dineros, y un *cabrito lo mismo; y a ese precio estaban tasados estos mantenimientos en Barcelona; y el real era del mismo metal, peso, cuño y quilate que es el día de hoy; y este barato tan grande no era solo en Barcelona y Principado de Cataluña, pero aun en Castilla era lo mismo. Refiere el padre Mariana, que en el año 1239 se padecía en Córdoba mengua de mantenimientos, y valía la hanega de trigo doce maravedis, que, según la cuenta y averiguación del maestro Ambrosio de Morales, eran cuatro reales, porque el maravedí antiguo valía poco más que once de los de ahora, y tres maravedís antiguos hacían un real del mismo peso y quilate que es el día de hoy; así que vale el real castellano treinta y cuatro maravedís de los de ahora y tres de los antiguos, y la hanega de la cebada tres, que es un real y un maravedí de ahora, y esto en aquel tiempo se tenía por grande y subido precio; y en una hambre que hubo el año de 1228 en Cataluña, lo que se padecía era igual a lo que se padece en largos cercos: valía la cuartera del trigo veinte y ocho reales, que era un precio excesivo y muy extraordinario, y lo cuentan por cosa en aquellos tiempos no vista ni oída; y esto no solo pasaba en los tiempos que digo, pero en los años después era lo mismo. González de Ávila, en su historia de Salamanca, refiere el barato que había en el año 1415 en aquella ciudad, donde la hanega de trigo valía diez maravedís, el arrael de la vaca dos maravedís, y otro tanto el azumbre del vino. ¡Dichoso tiempo en que tanta abundancia había de mantenimientos y tan grande era el valor del dinero! Quisiera que consideraran esto algunos de levantado espíritu, que hacen escarnio y menosprecio cuando oyen hablar del gasto de los reyes y señores de aquellos tiempos y de lo que daban de dote a sus h*teniéndolo por bajeza y mengua, sin considerar la falta * oro y de plata que había, y el valor tan subido en que *taba entonces este metal, y que no acudían las flotas * las Indias con la abundancia y facilidad que hoy vien* porque pasaron muchos años antes que no se descubr* aquel nuevo mundo; y es muy verisímil que si el comer* de las Indias cesaba, o por acabarse las minas, o faltar * que trabajan en ellas, o por cualquier accidente, volve*mos al mismo tiempo de los romanos; y si queremos ir * atrás, en tiempo de Salomón era grande la copia de oro y plata que corría por sus señoríos, y las cosas se vendían * caras; pero después cesó todo eso, y los tiempos se m*ron, por faltar los minerales y los que trabajaban en * y vino a haber tanta carestía de oro y de plata y barat* mercaderías, como lo conocerá el que con atención le* las historias antiguas y modernas, y viere los autos y *tratos de unos siglos y otros. 

Volviendo, pues, a nuestra historia, digo, que * que murió el conde don Álvaro, los ejecutores de su testamento, que eran Jaime de Cervera, A. de Fluvia, abad de Fontfreda y antes de Poblet, y Juan, abad * Nuestra Señora de Bellpuig, tomaron posesión de los *estados de don Álvaro, para pagar lo que debía; pero por estar * pueblos más principales en poder del rey, se vieron * imposibilitados de poder acudir a las obligaciones del *difunto, y defender el condado y vizcondado de tantos *ensores como cada día salían, y por esto le renunciaron * favor del rey, con obligación y promesa de pagarse de * doscientos cincuenta mil sueldos que se le debían, y que * salían otros acreedores del conde, o se hubiese de pagar algo de las pías causas dejadas en su testamento o de su padre, lo cumpliría, según lo ordenarían los dichos ejecutores, y que luego que fuese pagado y satisfecho de todo, restituiría los estados e aquellos a quien de derecho pertenecieren.
Obligóse el rey a recuperar a sus costas los castillos y lugares del dicho condado, y que le fuesen pagadas solo las costas hiciere en la guarnición de los tales castillos y no más.
Esto pasó en Aljecira a 4 de los idus de marzo del año de la Encarnación 1267; y prometió que haría que el infante don Pedro, su hijo, lo firmase y jurase. Esto no agradó a don Guerau, hermano de don Álvaro, que decía que aquella renunciación habían hecho los marmesores le era muy perjudicial; pero porque estaba del todo imposibilitado de alcanzar el señorío de Urgel, que había sido de su hermano y pasados, suplicó al rey que, en satisfacción y enmienda de sus derechos, le asignase alguna parte de él con que pudiese vivir, y él renunciaría en su favor lo que le pertenecía por razón del testamento de su padre; y el rey, que no deseaba otra cosa, vino en ello. Entonces don Guerau renunció en favor del rey todos los derechos le competían en los estados de su hermano, y los derechos le competían sobre el conde de Foix, por razón del vizcondado de Castellbó, que poseía, y contra cualquier persona que tuviese tierras del dicho vizcondado, reservándose el castillo de Ager franco de todo servicio, y con obligación de dar las tenencias siempre que por parte del rey fuese requerido, y los castillos y villas de Os, Tartareu, Claramunt, Millas, Montsor, Boix é Ivars, en puro y franco alodio, y muriendo él sin hijos, hereden los dichos lugares Ramón y Guillen de Peralde, don Guillen de Peralta y doña Marquesa, su mujer y hermana de don Guerau, que ya era muerta, y que * castillo de Monfort no se pueda reedificar de nuevo, y que * que está edificado se derribe del todo, y si acaso de nuevo * se hiciera algún edificio, pueda el rey mandarlo derribar * sin embargo ni contradicción alguna. Este castillo está * sobre la Noguera Ribagorzana, y a los límites de Aragón y Cataluña, y debía ser gran conveniencia del rey, según * veras con que lo prohíbe; y por mayor seguridad, se obli* como a fianza G. de Anglesola. Esto pasó en Aljecira (Alcira, Alzira, vemos Valencia; no Algeciras) a 12 de las calendas de abril de este año de la Encarnación de 1267; y porque los hijos de don Álvaro y de doña Cecilia de Foix, favorecidos del conde de Foix, su curador y d*do muy cercano, pretendían suceder a su padre, según la disposición del testamento de don Ponce, su abuelo, conc* que en caso se pleitease esto, tomase él por propio el pleito y le continuase hasta sentencia definitiva, a gastos del rey, y que ganado, transfiriese y cediese todo su derecho en favor del rey: esto se concertó por medio de don Sancho de *ralta, obispo de Zaragoza, Jaime de Cervera, Guillen Bernat de Fluviá, arcediano de Ribagorza, y Jayme Gruny, ciudadano de Barcelona; y entonces el rey se quedó en posesión de dicho condado y de todas las villas y castillos de * y cobró algunas que había tomado el vizconde de Cardona cuando murió don Álvaro, y dejada en ellas buena guarnición, el rey se vino de Valencia a Aragón, y mandó * infante don Pedro que se fuese a Cervera y estuviese * cuidadoso del condado de Urgel, y si alguna cosa se movía en él, diese pronto remedio; y el rey de Aragón se *vino a Barcelona, para pasar a la conquista de la Tierra Santa de Jerusalén, movido por lo que refiere Zurita y otros autores.
Doña Constanza de Moncada, por razón de sus créditos dotales, quedó señora de cuatro lugares del condado de Urgel y vizcondado de Ager, y eran Agramunt y Linyola, Ager y Castelló de Farfanya; pero estos dos últimos el rey se los tenía ocupados. Pareció a Jaime de Cervera y a Guerau de Cabrera, que entre otros eran ejecutores del testamento del conde don Álvaro, que el valor de estos dos pueblos excedía a los créditos de doña Constanza, y que de aquellos les había de ayudar a pagar las deudas del conde, que eran muchas; pero ella no venía bien en eso, porque a más de sus créditos dotales, había de ser pagada de los gastos había hecho en Roma y otras partes, por razón de la causa matrimonial. Sobre esto había cada día contiendas, sin concluir nada; y Jaime de Cervera la llamó a juicio delante del rey: argumento claro que debía ser grande la justicia de los
testamentarios, pues les obligaba a convenir a la condesa delante del rey, que era deudo suyo muy cercano. Ella no quiso comparecer, sino que envió un caballero de su casa,
llamado Maymon de Castellaulí, y dijo que ella no podía pagar lo que se le pedía, porque el rey la había desheredado de Agramunt y Linyola, y que cuando se los restituyese, haría lo que debía; y que aunque es verdad que le quedaban Ager y Castelló, pero que aquel no era negocio para tomarse delante del rey, por ser aquellos castillos alodiales; y en este caso no quiere responder sino en poder de mano criminal, por ser esta la costumbre de Cataluña y observarse así, y más que ella poseía aquellos castillos por prenda, y no debía volverlos sino a aquel que se los dio o * sus herederos; pero dado que todo fuese como pretendían los ejecutores, aquella causa se había de tratar, no delante del rey, sino delante de juez eclesiástico, por ser cosa de última voluntad y legado pío, y que ella estaría a lo que fuese legítimamente declarado. Esto pasó en Lérida a * de las calendas de julio de 1268; el rey se sintió mucho de ello, porque no gustaba que declinase de fuer* y se quisiese apartar de su juicio, y se lo dio muy bien a entender dos días después; pero no pasó mucho tiempo que * se concertaron los ejecutores del testamento del conde, * y la pagaron de su dote y concertaron que de tres mil morabatines que ella tenía de esponsalicio (escreix, que decimos), recibiese dos mil a sus voluntades, y que pues el rey
tenía casi todo el condado de Urgel, que la pagase; * así lo prometió, dándole tres mil sueldos jaqueses de renta hasta que fuera pagada de dichos dos mil morabatines, por ello le obligó las rentas de Vallobar y Tamarit, con pacto que si las rentas excedían tres mil sueldos jaqueses el exceso fuese del rey, y si faltaba, el rey lo supliese, * que el año que se le pagasen los dos mil morabatines, * fuese pagada íntegramente de los dichos tres mil sueldos. Este concierto fue a 3 de las nonas de octubre de este año 1268; pero no quedó contenta de él doña Constanza porque le pareció que aquello perjudicaba a los derechos
tenía ella en los bienes del conde, por razón * gastos y marcas que en su favor habían adjudicado el romano pontífice y otros jueces apostólicos, y que obstaba a sucesión y derechos pertenecían a Leonor, su hija, en * condado de Urgel; pero el rey le dio satisfacción cumplida declarando no serle de perjuicio alguno. Estos lugares de Vallobar y Tamarit no debieron de quedar mucho tiempo en poder de la condesa, porque ya en mayo de 1273 el rey los dio a don Guerau de Cabrera, hermano de don Álvaro, por razón de ciertos concambios que hicieron.
Por estos tiempos los marmesores de don Álvaro dieron el lugar de Llorens, que les había quedado, a Maymon de Castellulí y Berenguer de Cardona, ejecutores del testamento de don Guillen de Cardona, y pidion guiaje al rey y seguridad, porque cada día les inquietaban en la posesión; y el rey lo concedió, y mandó a sus oficiales, que ninguno del dicho lugar pudiese ser preso o ejecutado, sino por delito líquido y claro, pues el rey les metía bajo su salvaguardia. En el año 1270, a 5 de los idus de noviembre, el rey, estando en Valencia, incorporó en la corona real los lugares y castillos de Albesa y Menargues, que habían sido de la condesa doña Margarita, madre del conde don Álvaro, que ya era muerta; y declara que los dichos lugares sean inseparables de la corona real, salvo en caso que de justicia perteneciesen a los hijos del conde don Álvaro, y les confirmó todos los privilegios.
El año de 1271, a 19 de las calendas de enero, dio el rey la bailía de Menargues a Arnaldo de Calaph, la cual dice el rey ser suya, y le enfeudó el castillo y lugar de Ivars, que dice el rey haber sido del conde de Urgel, y quiere que tenga de dar las tenencias, iratus et pacatus, según la costumbre de Cataluña. Este Arnaldo de Calaph había sido muy gran servidor del conde; el rey hacía mucha cuenta de él, y en vida del conde había tenido en custodia cuatro años y medio el castillo de Castelló de Farfanya, y aun muerto
el conde perseveró en ella, y se le debían once mil cuatrocientos y diez sueldos jaqueses, así por razón de dicha guarda, como por haber tenido otras cuentas con el conde * y el rey se lo mandó pagar todo en mayo de 1273, y asignó la paga sobre los derechos recibía el rey de la cal*ra de Lérida, de que hablamos en otra ocasión.
No poseyó mucho tiempo Arnaldo la villa de Ivars, * que convino al rey cobrarla, y en enmienda de ella le * el lugar y castillo de Gil, en el reino de Aragón, en feu* honrado, según consuetud de Cataluña y Usajes de Barcelona, y que le haya de dar, iratus et pacatus, las tenencias siempre que sea requerido, y que no esté obligado a hacer servicio alguno, y que cuando diere las tenencias * esté obligado a dar escombrado el castillo, antes bien * den en él todos los bienes muebles que hubiere, y el * se los asegure; y que en caso él los queira sacar del castillo y meter en poder de otro, donde quiera que fuere, el *rey se los guía y asegura; y por mayor seguridad, mandó el *rey a Jaime de Roca, sacrista de Lérida, que en su nombre lo jurase y prometiese, y después el rey lo firmó, y el * Arnaldo de Calaph se hizo hombre del rey, el cual le ace* por tal: esto pasó en Lérida a 9 de las calendas de * del año 1273, y he visto este auto en el Archivo Real de Barcelona, en un registro de estos años, del rey don Jaime, y hay copia de él en el armario de Sobrarbe, saco A, * 23. De esta manera iba el rey cobrando y añadiendo a la corona los castillos y villas del condado de Urgel y vizcondado de Ager.
Por este mismo tiempo, a 9 de las calendas de mayo de 1273, estando el rey en Lérida, le pidió Guerau de Cabrera alguna enmienda, porque no tenía efecto la donación que le había hecho del vizcondado de Ager y demás lugares y pueblos de aquel valle, porque el vizconde de Cardona y sus valedores le poseían; y el rey entonces cobró el *echo competía a don Guerau, y en recompensa de ello, *ió el castillo y villa de Vallobar, y el castillo y villas de *uarres y de Lesquarte, en franco alodio, y también el castillo y villa de Estopanyá, en feudo, y con obligación de las tenencias; pero que no alcanzando don Guerau el condado de Urgel por vía de justicia, esta permuta fuese * ningún valor, y las cosas volviesen como estaban antes de * este concambio. Están estos tres lugares en el reino de Aragón, y parece en memorias antiguas, que el dicho Guerau de Cabrera, a 16 de las calendas de enero del año 1277,los volvió al infante don Pedro, hijo del rey, y no * lo que cobrase el castillo de Ager y demás lugares de * Val de Ager (Val + Ager : Balaguer).
Estando en poder del rey el condado de Urgel y vizcondado de Ager, sucedieron las guerras civiles o deseximents * enviaron al rey el vizconde de Cardona y sus valedores
y amigos: cuéntanlos muy largamente Zurita en sus Anales, * el rey, en su historia, y Miedes en sus comentarios, y * muy ajustados con lo que hallamos en los registros *
este rey y escrituras de su tiempo. Turbóse entonces todo el Principado, y por los grandes disgustos que el vizconde y los de su bando dieron al rey, cayeron en su *desgracia y merecieron castigo. El conde Armengol y don *aro, su hermano, se declararon por el vizconde, y dieron cartas de deseximent de esta manera: que el conde * en la del vizconde, que se despachó en Solsona, donde *ban fortificados, su jornada de 6 de las nonas de julio de 1274; y don Álvaro dio la suya a 7 de las calendas de octubre del mismo año; y a 3 de las calendas de noviembre * dio el rey sus respuestas, escribiendo al vizconde de Cardona y a los que con él habían firmado una carta, y otra a don *varo. Hay de todo esto un registro en el real archivo, titulado Jacobi I, annorum 1273, 74 et 75. Sobre esto *nacieron entre el rey y estos barones muchas discordias, * duraron todo el tiempo de su vida, que refieren largo * autores arriba alegados.
Murió el rey don Jaime en Aljecira del reino de Valencia a 27 de julio del año 1276, después de haber reinado *sesenta y tres años y le sucedió en el reino el infante don
Pedro, su hijo, a quien sus hechos gloriosos dieron el nombre de Grande. Este rey tuvo grandes disgustos con los mismos que los había tenido su padre; porque en *ocasión
que estaba él ocupado en guerra con los moros del reino de Valencia, llamaron los barones de Cataluña a Roger Bernat, conde de Foix, que era muy poderoso y rico: jun*ronse con él Armengol, conde de Urgel, don Álvaro, su hermano, Arnaldo Roger, conde de Pallars, Ramón Rog* don Ramón de Anglesola, don Ramón Guillen de Jo*
Guillen Ramón, vizconde de Vilamur, Pedro de Moncada, Berenguer de Puigvert, Guerau Alamany de Cervelló y su hermano, Pons de Ribelles, Hugo de Troja, Guerau y Berenguer Despes, Gispert de Guimerá, Guillen de Belle* Ferrer de Abella, Ponç Çacosta, Ramón de Boxadors, P* de Oluja, Juan de Ponç, Guerau de Meyá, Guerau de *Aguiló, Jaime de Peramola y otros. Estos, después de haber enviado al rey sus cartas de deseximent, se confederaron * juramento de hacer guerra al rey, aunque ausente y ocupado en la guerra de los moros; combatieron muchos lugares y pueblos reales, y arruinaron toda la tierra. El de Foix y el de Urgel, con sus valedores, hicieron más daño: el obispo de Urgel, don Pedro Urg, fue notablemente damnificado, y dió razón de ello al rey, que estaba en Montesa, y firmó de derecho delante de él, prometiendo de estar a lo que fuese de justicia y declarase el rey; pero no aprovechó, porque sin hacer caso de unas letras reales que el
rey envió al conde, cada día hacían mil daños, y tomaba cada uno lo que podía. Pons de Ribelles tomó los castillos y lugares de Aguilar, de Çaclusa y Dansamora, y B. de Josa
el castillo de Tuxent, que eran de la mensa episcopal de Urgel: el rey les mandó los restituyesen, y que si no lo hacían, que Ferrico de Liçana, gobernador de Cataluña, o su lugarteniente, los sacase de paz y tregua, y a todos los vegueres, bailes, paeres y demás oficiales reales y subditos suyos, que favorezcan y den favor y valenza al obispo y a sus vasallos y cosas, siendo requeridos. El conde de Foix hizo también muchos daños; y el rey mandó, desde Valencia, al gobernador de Cataluña, que procediese contra de él, obligándole a dar satisfacción y enmendar el daño había dado al obispo y a sus cosas, y no por eso obedeció. El motivo porque hacían esto era porque el rey, después de su coronación, no acudía a tener cortes a los catalanes y confirmarles con juramento las leyes, privilegios y libertades que los reyes y condes de Barcelona, sus pasados, les habían concedido; y la causa era porque había algunas cosas que el rey no quería confirmar, sino que fuesen revocadas, por ser de algún perjuicio, dejando lo demás en su ser y disposición.
Los barones de Cataluña, sentidos de la resistencia * el rey hacía, hicieron su liga y enviaron al rey cartas de deseximent y despedida, firmadas y selladas de todos; y el *rey
respondió, que a él poco cuidado le daba lo que ellos *podían hacer; pero con todo ofreció y prometió de estar * ellos a lo que fuese de justicia, y enmendarles lo justo * debido.
Pero ellos no por eso se sosegaron, ni quisieron seg* sus causas por vía y medio de justicia, y partieron con *sus gentes a correr las tierras, y más en particular las del obispo de Urgel, sin que le valiese haber ofrecido estar a lo *que fuese juzgado por el rey, el cual mandó a don Ramón de Moncada, gobernador del reino de Aragón, que con la *gente que tenía fuese en ayuda del obispo, y lo mismo mandó a los bailes de Ribagorza y Pallars y a los vegueres de Cervera y Urgel; y por medio de don Estévan de *Cardona, repostero de la reina, trató con el conde de Pallars, don Guerau de Cabrera, don Guillen de Anglesola, don Ramón de Peralta, don Ramón de Cervera, don Ramón de Moncada, don Bernat y don Ramón de Anglesola y otros, *q diesen favor al obispo contra los condes de Foix y de Urgel; mandó que los concejos de Lérida, Tamarit, *Almenara, Camarasa, Cubells y Mongay se ajuntasen para *resistirle; y escribió a todos los barones que tenían feudos en Cataluña, que por todo el mes de marzo siguiente *estuviesen juntos, para irle a servir contra los condes de Foix y Urgel. Dejó el rey aparte todos los negocios de Aragón y Valencia y vino a Cataluña, y con las huestes habían acudido a *su llamamiento, fue al condado de Urgel, en ocasión que el conde de Foix había tomado a Pons y a Monmagastre, * se había fortificado con él. El conde de Urgel y los vizcondes de Cardona y de Ager, y otros que, temiendo al rey, habían escapado como mejor pudieron por no dar en sus manos, se fortificaron en Balaguer y otros castillos; y el conde de Foix, no se teniendo seguro allá, se pasó a Ciudad, castillo muy fuerte, en el vizcondado de Castellbó, con intento de defenderse: tomó el rey a Pons y a Monmagastre, y mandó derribar los castillos, y de allá pasó a Agramunt, y puso cerco a la villa y castillo. Entonces se movieron tratos de paz entre el rey y los condes y sus valedores, los que ofrecieron dejar las armas, si el rey les hacía derecho y les daba lo que *era suyo. Fueron los medianeros el obispo de Tarragona y *el abad de Poblet; y entre otras cosas que se trataron, fue *casar al infante don Jaime, hijo segundo del rey, que después sucedió en la corona (Jaime II), con doña Constanza, hija primogénita del conde de Foix y de doña Margarita, hija única y heredera de don Gaston de Moncada, señor de Bearne, a * quien Guillermo de La Perriere, en la historia de los condes de Foix, llama Juana, y la hace hija tercera del conde *(es error, así como lo es afirmar que tuvo efecto aquel casamiento). El rey, por contemplación de este matrimonio, *hacía donación al infante de todas las tierras tenía en Ribagorza y Pallars; y el conde daba a su hija el vizcondado de Castellbó, y muriendo sin hijos varones, el condado de Foix. Fueron los concertadores de este matrimonio, Ponce *Hugo, conde de Ampurias, Arnaldo Roger, conde de Pallars, Ramón de Peralta, Ponce de Ribelles y Pedro Martínez de Artesona. En esta ocasión, valiéndose el de Foix * favor del rey, le suplicó que el conde de Urgel fuese restituido en su condado y cobrase todos los pueblos y castillos de aquel estado, que estaban en poder del rey y sus ministros, y el rey, que no deseaba otra cosa sino dar *gusto al conde y obligarle más en su servicio, vino bien en *ello y estando en la villa de Agramunt, le dio a don Armengol en feudo el dicho condado de Urgel y el vizcondado de Ager (porque, a lo que conjeturo, era ya don Álvaro muerto – (pone esto en el texto en latín: Ermegaudo filio quondam nobilis Alvari quondam), según uso y consuetud de Barcelona, con todas las villas, castillos y lugares, grandes y pequeños, hombres y mujeres, * jurisdicciones, con todo lo demás que había en quel condado y vizcondado, con gran largueza y cumplimiento.
Reservóse el rey valenza contra cualquiera que le *ofendiese - es valenza la obligación que tiene el vasallo de valer * favorecer al señor cuando está en necesidad, y ayudarle con armas contra sus enemigos, y las tenencias de todos los castillos en el auto mencionados, y en ciertos casos de *rompimientos de paz y tregua, se reserva el rey la cognicion * ello. Oblígale a haber de asistir a las convocaciones generales de cortes, así como los otros nobles y caballeros, * esto porque estos condes de Urgel pretendían ser tan señores en sus tierras, que no les obligaban las Constituciones * Usajes de Cataluña, ni tenían obligación de asistir a cortes. A todo previno el rey para asegurarse de ello; pero nada bastó, según veremos adelante. El auto de esta donación, sacado del real archivo, es el siguiente:

Nos Petrus dei gratia rex Aragonum etc. ob gratiam et *honorem nobilis viri Rogerii Bernardi comitis damus et *concedimus per nos et nostros ad feudum ad consuetudinem *Barchinone vobis Ermegaudo filio quondam nobilis Alvari quondam *comitis Urgellensis et vestris perpetuo totum comitatum et vicecomitatum Urgelli cum omnibus castris et villis scilicet *castrum et villam de Balagario et de Albesia et de Menarguis et *de Linyola et de Acrimont et de Munmagastre et de Pontibus (Pons, Ponts, Ponç) de * Ribes et de Collfret de Uliana et de Tiurana et de Vilaplana et de Castilion (Castelló de Farfanya) et de Ager et de Os et de Tartareu et de Boix et de *Montassor et de Milla et de Claramunt et de Ivars et de Camols et de Peramola et de Lavansa et de Pinell et de Madrona et de Biosca et de Taltahull et omnia alia castra et munitiones villas et loca tam parva quam magna cum militibus et dominabus et aliis hominibus cujuscumque conditionis sint in dictis comitatu et vicecomitatu castris villis sen (seu) aliis locis heremitibus et habitalis et cum justitiis jurisdictionibus moneta questiis ademprivis usibus servitiis servitutibus senioraticis et cum montibus et planis silvis *guarrigiis (garrigas, garrigues) nemoribus aquis fluviis et omnibus aliis juribus universis salva tamen et retenta nobis et nostris in omnibus predictis valensa contra omnes homines et quod de predictis comitatu et vicecomitatu castris villis et aliis locis et omnibus aliis predictis que vobis damus et concedimus ad feudum faciatis nobis et nostris vos et vestri homagium et sacramentum et quod vos et vestri detis nobis et nostris potestates de omnibus predictis castris et locis irati et pacati quandocumque et quotienscumque a nobis et nostris fueritis requisiti ad consuetudinem et usaticos Barcinone quos in predictis comitatu et vicecomitatu et aliis locis volumus observari salvis specialibus consuetudinibus predictarum terrarum. Retinemus etiam nobis in predictis comitatu et vicecomitatu et aliis locis paces et treguas in hunc modum: quod si vos vel alius de terra vestra frangeretis pacem et treguam contra aliquem hominem nostrum vel regionum terre nostre quod pro his habeatis firmare et respondere in posse nostro vel officialium nostrorum secundum forum pacis et tregue: et si vos frangeretis pacem et treguas in aliquo exceptis hominibus nostris teneamini similiter firmare et respondere pro pace et tregua in posse nostro vel officialium nostrorum: si vero homines nostri inter se frangerent pacem vel treguam vel hominum religiosorum existentium in comitatu et vicecomitatu habeatis vos in eis pacem et treguam quam pro nobis teneatis ad feudum sicut alia que vobis damus ad feudum in hoc instrumento. Retinemus etiam nobis et nostris quod teneamini vos et vestri venire ad curiam (corte, cortes) nostram sicut alii nobiles Cathalonie: confirmantes et concedentes vobis et vestris nihilominus omnia jura vobis competentia quoquomodo in predictis ante *hujusmodi donationem et concessionem salvis tamen nobis et re*tis omnibus supradictis ut superius sunt expressa. Ad hec * Ermegaudus (Ermengaudus, Armengol) predictus recognoscentes vobis domino regi * fieri per vos gratiam specialem gratis et ex certa scientia *pimus a vobis predictum comitatum et vicecomitatum et *castris villas et omnia alia loca predicta et omnia alia suprascripta * feudum secundum usaticum Barcinone sub forma et *consuetudinibus seu conventionibus supradictis salvo tamen jure *abbatis monasterii Sancii Petri Agerensis in castro de Ager: et *promittimus et convenimus per nos et nostros vobis et vestris *facere homagium pro predictis feudis et dare vobis potestates * omnibus predictis castris villis et locis que a vobis recipi* in feudum irati et paccati quandocumque et quotiescumque
vobis vel vestris fuerimus requisiti et venire ad curiam * alii nobiles Cathalonie et juvare et valere vobis et vestris * et nostri cum corpore nostro et cum terra nostra et *hominibus nostris et servare et complere inviolabiliter omnia et singula que vobis retinetis in hac donatione et omnes conventiones * superius continentur. Et ad majorem vero cautelam juramus * Deum et ejus sancta quatuor evangelia per nos corporaliter *tacta omnia et singula attendere et complere inviolabiliter ut superius sunt expressa et ea bona fide firmiter observare et *fecimus vobis de presenti homagium ore et manibus pro *bus supradictis. Quod est actum in Acrimonte tertio idus *decembris anno Domini millessimo ducentessimo *septuagessimo octavo (1278).- P. Marquesii.

Esta fue la enfeudación que hizo el rey a don Armengol del condado de Urgel y el título con que lo poseyó, y otra vez que después de haberlo tomado los reyes lo volvieron a los descendientes de aquellos primeros Ermengaudos, *que tan libre y francamente lo poseyeron, y sin tantas condiciones como después añadieron los reyes, los cuales, cada vez que le volvían a los condes, los hacían obligar de nuevo, *para asegurarlos más en su servicio: pero no bastaban las prevenciones de los reyes, porque cuanto más se aseguraban de * más irritados los dejaban, y luego que hallaban sazón * tenían poder, era cierta la guerra entre ellos, para echar *de sí los pactos y obligaciones de nuevo impuestas; porque *aunque lo aceptaban y recibían de mano de los reyes y * las condiciones que ellos querían, no atendían sino solo * la sangre y gran linaje de donde venían, y va* con que sus ilustres progenitores habían adquirido aquel * de los moros, con sus armas y vasallos, y sin tantos *reconocimientos y sujeciones como después se les añadieron. Pocos días después, que fue a 17 de diciembre de 1278, el conde, en presencia de algunos magnates de la corte del rey, le hizo homenaje por todo el condado de Urgel y vizcondado de Ager, confesando y reconociendo tenerlos por el rey, con los cargos y obligaciones que quedan referidas; y *porque se había ya tratado, por medio de Arnaldo Roger, conde de Pallars, Ramón de Peralta y Pons de Ribelles y Pedro Martínez de Artesona, justicia de Aragón, que luego * el conde tuviese donación del condado, asegurase al rey * pagarle dentro de diez años, con diez iguales pagas, lo que se le debía de tiempo de don Álvaro, su padre, de cuan* los ejecutores de su testamento le entregaron el condado; * cumplimiento de ello obligó al rey todas las rentas y *provechos del condado y vizcondado y de todos los lugares tenía en feudo del rey, y por mejor asegurarlo, dio por fianza * conde de Foix; y el rey, con conocimiento del conde de Urgel,
dio en comanda al de Foix todo aquello que el de Urgel le había obligado, para que lo tenga por espacio de *ocho años en feudo del rey, y que no tenga obligación, durante el dicho tiempo, de volverlos o dejarlos, sino es que él se lo mandase, y que todos los frutos y provechos qued* en poder del de Foix. Y el rey prometió al conde de Urgel que, cuando llegue a edad de veinte y cinco años, le restituirá todo aquello que había dado en comanda al de Foix para que el conde lo tenga con los mismos pactos que se había dado en el auto arriba referido, obligándole al conde y a don Álvaro, su hermano, que se intitulaba vizconde de Ager y tenía algunos lugares en la Val de Ager, hiciesen * debido homenaje, siempre que por parte del rey fuesen requeridos. Todo esto pasó a los 16 de diciembre * dos días después prometió el rey al conde de Foix, que dentro de los dichos ocho años no le pediría ninguno de * pueblos y castillos le había encomendado: y por cuanto * castillo, villa y Val de Ager estaban en feudo del monasterio de San Pedro de Ager, de canónigos regulares de San Agustín, Pedro, abad de aquel monasterio, aprobó aquella donación que el rey había hecho, el cual prometió * haría el debido reconocimiento por razón de aquel, siempre que fuese requerido por parte de él y de los abades sucesores. Todo esto hacía el rey para facilitar la paga * aquello que se le debía, y asegurar más al conde y a sus valedores en su servicio, aunque aprovechó poco, por las *alteraciones y novedades que después de esto acontecieron en este principado de Cataluña.
No tuvo efecto el matrimonio se trataba entre la hija del conde de Foix y el hijo del rey; y el conde de Foix se * a Perpiñan a ver el rey de Mallorca, su cuñado, casado con Esclaramunda, su hermana. Tenía el rey de Mallorca algunos disgustos con el de Aragón, por razón del supremo *dominio tenía en sus estados; y aunque se vieron los dos reyes por dar asiento a ellos, quedaron más disgustados, como suele acontecer de las vistas de dos reyes. El de Foix se volvió dentro de pocos días a Cataluña, y juntóse con los demás señores del principado, y los halló muy quejosos del rey. El autor del Flos mundi dice que eran cuatro las quejas tenían del rey: la primera, porque no celebraba cortes generales; la segunda, porque no les confirmaba los privilegios y libertades; la tercera, porque les hacía nuevas demandas, pidiéndoles nuevos servicios; y la última, querían que les hiciese francos en alodio sus bienes, así como lo eran antiguamente: y por esto le enviaron sus embajadores, y el rey no lo quiso otorgar. Por esto se juntaron con el de Foix, el de Urgel y Álvaro, su hermano el conde de Pallars, el vizconde de Cardona, Pons de Ribelles, Arnau Roger, sobrino del de Pallars, Ramón de Avella, Pedro de Josa, Guillen de Canet, Bernat Roger de Eril, Ramón Roger, Ramon de Anglesola, Guillen Ramón, vizconde de Vilamur, Pedro de Moncada, Berenguer de Puigvert, Guerau Alemany de Cervelló, Hugo de Troja, Berenguer Despes, Guerau Despes, Gispert de Guimerá, Guillen de Bellera, Ferrer de Abella, Pons Çacosta, Ramón de Boxadors, Pons de Oluja, Juan de Pons, Guerau de Mejá, Guerau de Aguiló, Jaime de Peramola y otros, y enviaron al rey sus mensajeros con cartas de despedida o desafío, selladas con los sellos del de Foix y de los demás; y la respuesta del rey fue: que aunque sus desafíos y despedidas le daban poco
cuidado, quería estar a justicia y derecho con ellos en todas sus demandas y pretensiones, ofreciéndoles que les desagraviaría; pero ellos, que estaban poderosos, no hicieron caso de esto, y el rey, indignado, les sacó de la paz y tregua en que con él estaban, por pretender que ellos la habían *rompido. Hallábase el rey en Aragón, y allá mandó fortificar muchos castillos y convocó muchas gentes de armas, dejando en defensa toda su tierra. En esta ocasión Ramón Folc, vizconde de Cardona, con su gente, pasó una *noche el río de Llobregat, y corrió toda aquella comarca, hasta llegar a los muros de Barcelona, de donde salió Gombau Benavent, que era veguer, y le hizo retirar a Cabrera, dejando muchos heridos y maltratados: luego él y todos los pueblos reales dieron al rey aviso de lo que pasaba, pidiéndole con mucha instancia socorro y favor, porque los condes de Foix y Urgel también corrían la tierra y *llegaban a las puertas de Lérida, haciendo notables daños, y los labradores no osaban salir al campo; que por eso fue poca la *sementera de aquel año, y por faltar los mantenimientos *hubo hambre en Cataluña, y se pusieron a precio desmesurado.
Aunque el rey sabía lo que pasaba, no pudo acudir tan pronto como deseaba a remediarlo; pero mandó a sus *caballeros y pueblos que eran de su obediencia, estuviesen *prevenidos para cierto día, que él diría lo que habían de hacer. *Estando aún en Aragón, supo como el conde de Foix y sus valedores y amigos estaban en la ciudad de Balaguer, *con seiscientos hombres de a caballo y siete mil infantes, * intención de hacer una gran entrada en tierras del rey y sus servidores: el rey, con gran diligencia y con intento de tomarles desapercibidos, caminando de día y de noche, llegó a Lérida, y aquí tomó gente de nuevo, y con la que él ya llevaba, llegó al amanecer a Balaguer, en ocasión que los de dentro aún estaban en las camas. Ellos, oyendo el ruido de armas, se asomaron al muro y vieron que el rey con muy lucida gente asentaba su castro en una parte, y en otra el infante don Alonso el suyo, y que por momentos iban creciendo, por
la mucha gente que llegaba, así que, en breve tiempo se halló el rey con tres mil caballos y cien mil infantes, y entre ellos el rey de Mallorca, su hermano, que aunque entre los dos reyes habían pasado algunas disensiones, en razón de los feudos, pero no por esto dejó al rey, su hermano, en esta ocasión. Cercaron entonces la ciudad de Balaguer, y con cinco trabucos, que llamaban brígolas, (fonévols) muy grandes, de día y de noche, con piedras, combatían los muros y casas de aquella ciudad. Los cercados, que no eran gente bisoña, sino muy valientes y pláticos en aquel menester, se defendían muy bien, y de noche levantaban aquello que de día había derribado la batería, y la ciudad amanecía más fortificada, y ellos se ponían a la defensa, con gran valor y ánimo, sin que les espantase el numeroso ejército que les tenía cercados por todas partes. Esto pasó a la fin de junio de este año 1280. Estando en esto, aconteció que Ramón Roger, hermano del conde de Pallars, Ramón de Anglesola, Ramón de Marcha-Fava, caballero de la Gascuña, y Squiu de Miralpeix, caballero de Tolosa, con sesenta ballesteros de ballestas de cuerno, y cuarenta de a caballo, se juntaron en la villa de Agramunt, para entrar a dar socorro a los de Balaguer, y de allí enviaron un correo muy diligente, con cartas para los cercados, asegurándoles el socorro, y que en teniendo la entrada segura, sacasen dos faginas ardiendo en lo más alto del castillo, y después las dejasen caer en el foso, y con esta señal, ellos, con sesenta soldados y cuarenta caballos, acudirían la noche siguiente a la puerta de la ciudad. El correo fue desgra* porque llegando al real y conocido de los guardas *fue preso y llevado al rey: en las cartas supieron lo *que pasaba, y como se iban acercando a la torre de Alm* (Almenar?) por estar más cercanos a la ciudad, el rey, por mejor *gerlos, mandó que en la misma noche desde lo más alto de la iglesia de Nuestra Señora de Almata, donde * aposentado el rey, sacasen dos faginas ardiendo y las dejasen caer; y como era de noche y el castillo e iglesia * cerca y en igual altura, creyeron que los del castillo habían recibido las cartas y hacían la señal concertada * marcharon a toda prisa por dar el socorro a los cercados * el rey no mandó atajar los pasos, porque pensaba que darían el socorro hasta la noche siguiente, como decían las cartas, pero ellos, que ya estaban en la torre de Alme*, vistas las señales, no aguardaron más, sino que *salieron luego, caminaron tan aprisa, que a la media noche *estaban ya muy cerca de las trincheras del real. Enviaron *una espía, porque mirase si había centinelas o quien
*pudiese descubrir por la parte que habían de entrar, q* por el vado del río, que estaba entre ellos y los cercados * que por la puente era imposible la entrada, porque *los del rey la guardaban con mucha diligencia: la espía volvió y dijo que no había nadie que les pudiese impedir la entrada, y que ya los de la ronda habían pasado por aquella parte.
Con esto, caminaron hasta la orilla del río, * viendo estorbo, sin cuidar del vado, caminaron río a* hasta llegar a la puente: en ella tenían los de la ciudad *centinelas, e ignorantes del socorro, pensaron que los *del *rey escalaban la ciudad; tocaron alarma, y todos acudían a los muros, y los caballeros que habían de entrar, por no perder tiempo en allanar el paso de la puente, arrojados en el agua, pasaban nadando, y apellidaban: ¡Foix y Cardona! para darse a conocer, porque los de la villa no les dañasen.
Los del rey, que oyeron estos gritos, con ballestas y hondas les dieron una rociada; pero no impidieron el paso, y dieron poco daño; y uno de ellos se acercó a la ciudad y pidió por el conde de Pallars, y le dijo, que acudiese a socorrer a su hermano y a los demás que, por socorrerles, se habían echado a pasar el río, y que temía, por ser en aquella parte muy hondo, que no se habiesen ahogado. El conde, muy enojado de oír tales nuevas, echó de sí con despecho y enfado el escudo y celada y acudió a la puerta, donde halló a su hermano y los demás caballeros y peones, excepto cuatro caballeros y veinte y cinco de los demás, que quedaban ahogados en el río; y fue tal el contento de ver aquellos que se habían salvado, que les hizo olvidar la pérdida de los otros. Uno de los que hallaron menos fue Squiu de Miralpeix: éste, hallándose bajo la puente y en la parte donde corre el agua con más ímpetu, perdió el caballo, que se le fue al fondo, y él, como mejor pudo, se asió a un pilar de la puente y quedó abrazado en él, con harta pena, porque estaba armado; los caballeros de la ciudad salieron para recogerle a él y a otros, si hallaban por el río, y con un barco se pusieron bajo la puente, porque se dejase caer en él; pero estaba muy alto, y no se quiso aventurar, temiendo errar el salto y anegarse, y así le dejaron, porque la corriente no les dejaba parar en aquel lugar, y prosiguieron buscando los demás, y no hallaron ninguno. Creciendo el día, los del rey descolgaron al de Montesquiu de aquel lugar, y preso, le subieron a Almata, donde estaba el rey, el cual le preguntó él quién era, y le dijo * nombre y que iba a socorrer al conde de Foix, su deu* con diez y ocho caballeros y otros tantos peones. El rey * mandó desarmar y le dio un vestido suyo muy rico, y * mandó poner en buena guarda, quedando muy descontento del socorro que en la ciudad había entrado; y por impedi*le otra vez, mandó labrar dos puentes, una de estacas, * arriba de la ciudad, y otra más abajo, de barcas *atadas con cadenas, y en ellas muchos soldados de guarnición, que de día y de noche impedían la entrada a cualquiera. Quedaron con esto los cercados tan oprimidos, que por ninguna parte, si no era volando, podían salir, ni entrarles * la batería nunca cesaba, aunque salían ellos algunas veces a impedirla; sentíase ya falta de mantenimientos, y los *vecinos de Balaguer estaban cansados del cerco, y más de ver * sus ojos sus alquerías y huertas destruidas, y las casas, *por todas partes, con las piedras de los trabucos *derribadas
no podían tolerar tantos daños y pérdidas, y temían ser *dos a saco, si el rey entraba la ciudad por fuerza. * excusar todo esto, avisaron al rey con grande secreto, que si dentro de breve tiempo los caballeros cercados no daban traza de concierto, su voluntad era entregar la ciudad. Esto no fue tan secreto que no llegase a oídos de ellos, y consideraban que si los paisanos daban entrada al rey, sin saberlo ellos, habían todos de morir a sus manos, porque era hombre que no toleraba desobediencias, como, * siendo infante, lo había experimentado Fernán Sánchez, * hermano. Tuvieron entonces todos aquellos magnates, * estaban recogidos en el castillo, por mejor partido entregarse
en mano del rey y rendírsele: los que sentían *esto eran Ramón Roger, Ramón de Anglesola y Pons de Ribelles, y se lamentaban mucho de haberse de meter en poder
del rey, porque desconfiaban del perdón y de las vidas suyas y de los que con ellos estaban; pero habían llegado a un punto, que no lo podían excusar, y enviaron al rey a darle aviso de su venida, y poco después salieron desarmados de la ciudad, y llegados ante el rey, postrados a sus piés, le pidieron perdón y misericordia, suplicándole los tratase con piedad; *mas el rey, casi sin hacer semblante de oírles, mandó al infante don Alfonso, su hijo, les llevase presos, con buenas guardas, no curando de prender a los demás caballeros y peones que les habían servido, antes les dejó ir seguros, con sus
armas y caballos, y a todos los que le habían servido dio licencia para ir a descansar a sus casas. Esto pasó el día de santa Margarita de este año; y el infante llevó los presos
a Lérida y los encerró en una casa fuerte: Zurita dice en el castillo, y el anal de Ripoll dice esparcidos en diversos castillos de sus reinos; y cargados, según dice Desclot, de grillos y cadenas, con buenas guardas, estuvieron en ellas mucho tiempo. Al conde de Foix, que fue el caudillo de todos, y de quien más sentido estaba el rey, porque muchas veces le faltó en lo que le había prometido, y muy atrevidamente daba a entender al rey, que, si salía de la prisión, le haría mayor daño y guerra que hasta allí le había hecho, mandó de pasar al castillo de Ciurana. Tomic dice que el rey metió algunos de los prisioneros en el castillo de Miravet, que está a la ribera del Ebro, muy fuerte por arte y por naturaleza; y el conde de Foix, impaciente de la prisión, echaba bravatas de hacer, si estaba en libertad, todos los deservicios que pudiese al rey, el cual le mandó dar libertad, porque entendiese el poco caso que hacía de él, y que * poderoso, si se atrevía a hacer lo que decía, de castiga* así por lo hecho, como por lo que podía hacer.
Quedaron en la cárcel hasta el mes de mayo del * 1281; y Ramón Folc, vizconde de Cardona, Arnau *Roger, conde de Pallars, y Ramón, su hermano, Bern* Roger de Erill y Ramón de Anglesola, por cobrar la libertad, se concertaron con el rey, y pusieron en su poder los castillos y villas que tenían, hasta que fuese dada *entera satisfacción a los que se quejaban de ellos, y pag* al rey las costas que hizo su ejército real en el cerco de Balaguer, según fuese juzgado; y en caso que debieran * confiscados aquellos castillos, se los volvería, porque * tuviesen en feudo por el rey, otorgándoles toda jurisdicción
civil y criminal, y que estuviesen obligados a dar al rey las tenencias, siendo requeridos; y después estando el rey en Lérida, a 20 de agosto de este año, los jueces que fueron
nombrados para esto condenaron a los dichos en * suma inmensa, y por quedar imposibilitados a la paga de ella, dieron al rey sus castillos y villas, y el rey se los *
en feudo, obligándoles a ciertos reconocimientos; y de aquella hora en adelante todos quedaron en su servicio.
Fuera de esta concierto quedaron por entonces los condes de Foix, de Urgel y don Álvaro, su hermano, Guillen Ramón de Josa, Pons de Ribelles, Ramón de *Vilamur, Guillen y Galceran de Cartellá, y otros caballeros que * tiempo después* con el íntegro dominio de sus cosas, *vieron en servicio y gracia del rey, el cual los ocupó * cargos y puestos muy preeminentes en sus reinos, valiéndose de ellos en todos las empresas y sucesos de más importancia, * porque, olvidadas las cosas pasadas, y reconociendo la benignidad con que el rey les había tratado, hicieron en su servicio todo lo que pudiese hacer cualquier buen vasallo por su rey y señor.
Referiré sumariamente lo que hallo en memorias antiguas del conde don Armengol: él fue uno de los caballeros catalanes que con el rey don Pedro el Grande pasaron
a Berbería, llevando consigo muchos de sus vasallos que en aquella empresa quisieron seguir su fortuna; aquí guardó la vida al conde de Pallars, que siendo más valiente de lo
que debiera, solo, acometió un escuadrón de sesenta moros, y después de haber muerto a dos, que eran caudillos de los demás, otro le dio una cuchillada en un muslo. Por escaparse del peligro en que estaba, picó el caballo y atravesó todo el escuadrón, y se vio en manifiesto peligro de perderse: el conde de Urgel, con dos hijos de Vidal de Sarriá, acudió a socorrerle; pasó por medio de los sesenta moros (-2 muertos) hasta juntarse con el de Pallars, y dio una lanzada a un moro, que le pasó adarga y pecho, llevándose el caballo al moro, sin que el conde pudiese cobrar la lanza; sobrevino el de Pallars, que confiado en sus fuerzas, mayores que las del conde de Urgel, asió del cuento, y tiró tan fuertemente, que rompiendo las correas de la adarga, se la llevó atravesada en la lanza, cayendo el moro en tierra muerto.

Cuando fueron los desafíos tan nombrados entre el rey don Pedro y Carlos de Anjou, rey que fue de Sicilia, el conde de Urgel fue uno de aquellos cuarenta caballeros que en nombre del rey don Pedro, y por su parte, habían de jurar que cumpliría el rey todo lo que con Carlos estaba concertado, en razón de sus desafíos, so ciertas penas que refieren los autores que cuentan estos desafíos.
Fue asímismo uno de aquellos cien caballeros que el rey don Pedro escogió para combatir con el dicho rey Carlos y con otros tantos que habían de venir con él al desem*
aplazado en la ciudad de Burdeos, del reino de Francia * poseída entonces de Eduardo, rey de Inglaterra.
En aquel general entredicho que puso el pontífice *Martín en todas las tierras del rey don Pedro y de sus vasallos * los estados del condado de Urgel fueron de los más *trabajados, y duró mucho tiempo que no se ministraron otros *sacramentos, sino el bautismo a los que nacían, y la penitencia a los que morían: solo se permitía en las iglesias catedrales y colegiales una vez cada semana celebrar misas, para renovar la santísima Eucaristía para los que estaban en peligro de muerte, y esto era cerrados los templos.
Cuando Felipe, rey de Francia, hijo de san Luis, entró en Cataluña para la conquista de ella, jamás dejó las armas para defensa de ella y del rey, a quien siempre asistió; y fue
uno de aquellos caballeros que aconsejaron al rey, después de haberse fortificado en la villa de Peralada, que se saliese de ella, por no estar aquella villa para poderse defender
del ejército del rey de Francia largo tiempo, porque supo que había trazado el rey don Jaime de Mallorca, cómo el rey y el conde don Armengol y los demás estaban allá vinieran en poder del rey de Francia.
Menos faltó en los reencuentros que tuvo el rey con los franceses, cerca del cerro de Tudela, el día de Nuestra Señora de Agosto de este año 1285, en que el rey se vio en grandes peligros. De esta manera le fue sirviendo, hasta que murió, que fue a 10 de noviembre de 1285, en Igualada. (como Fernando I, el de Antequera)
Muerto el rey, fue a visitar la ciudad de Balaguer y demás pueblos de su estado, y arregló el regimiento de ellos, porque con las continuas guerras hubo en el principado de Cataluña necesitaban todas aquellas tierras de su presencia.
No estuvo mucho tiempo allá, porque el rey don Alfonso *, hijo del rey don Pedro y sucesor suyo en la corona, le *llamó, porque él y todos los demás caballeros de su corona asistieran a las exequias había de hacer al rey, su padre, en el monasterio de Santas Cruces, donde fue sepultado, *ara el mes de febrero de este año 1286.
Por estos tiempos, y por ser muerto el gran rey don Pedro, suscitó el vizconde de Cardona algunas pretensiones que *venían de años atrás, sobre algunos lugares y castillos del condado de Urgel; el vizconde rompió las treguas que había entre los dos, y el conde de Urgel le desafió, y *la uno de ellos llamó en su favor a sus valedores, y se
*citaron grandes bandos que de cada día se iban encen*ndo, y el rey, que de Valencia había de ir a Huesca, vino a Cataluña y los dejó en paz.
En la conquista del reino e isla de Menorca, sirvió al rey don Alfonso con quinientos infantes y grandes sumas de * y cebada, en socorro de la armada real que pasó a aquella isla.
Cuando el rey prometió dar libertad a Carlos, príncipe de *o, hijo del rey Carlos, que lo fue de Sicilia y estaba * en estos reinos, dio por rehenes al rey de Inglaterra, * intervino en aquel negocio, al infante don Pedro, su hermano, a los condes de Urgel y Pallars y al vizconde de Cardona.
Muerto el rey don Pedro, su hijo, el rey don Alfonso * fue continuando las empresas a que aquel gran rey no *pudo dar fin: para apartar de estos reinos a los enemigos, pa*
las conquistas de Mallorca, Menorca e Iviza; tuvo guerra con el rey de Castilla, y en la mar sustentaba gran armada, que gobernaba el almirante Roger de Lluria. Era * rey de natural liberal y dadivoso, por donde le quedó el nombre de franco, y así le nombran comunmente, para diferenciarle de los demás Alfonsos. Esta naturaleza del rey conocieron todos los barones y demás vasallos suyos, y *abusaron de ella: el rey no sabía negar cosa que le pidiesen, y * lo que daba le parecía poco, medido con su deseo; no *
ninguno de los que le cortejaban, que no saliese med* y rico. Obligaban al rey (a más de su natural) a ser ta* liberal y franco, la gran necesidad tenía él de sus vasallos, * notable perjuicio le había de ser, si le dejaban; y ello* entendían así, y le vendían muy caro el servicio que le hacían.
Entre muchas mercedes que hallamos en sus registros, * una en favor del conde Armengol, que, sacada de su *nal, dice así:

Noverint universi quod Nos Alfonsus dei gratia rex Arago* Majoricarum et Valentie ac comes Barcinone attendentes * vos nobilis Ermengaudus comes Urgelli exibuistis illustri* domino regi patri nostro inclite recordationis et nobis * grata et idonea servitia et quotidie exiberis et que de vob* posterum speramus idcirco concedimus vobis quod habeatis * et vestri comitatum Urgelli cum omnibus pertinentiis et ju* universis ad feudum prout nobilis Alvarus pater vester quondam comes Urgelli ipsum comitatum habebat et tenebat ad feudum pro domino rege avo nostro sic quod vos et vestri ipsum comitatum castra et alia loca ipsius comitatus teneatis pro nobis ad feudum sub illa conditione sub qua dictus pater vester ipsum tenebat pro dicto rege avo nostro. Salvamus igitur nobis et successoribus nostris integre jus quod pertinebat dicto domino regi Jacobo in comitatu predicto tempore quo vivebat dictus Alvarus pater vester revocantes de presenti ex certa scientia instrumenta conveniencias atque pacta inita inter dominum reem * patrem predictum ex una parte et vos seu nobilem Rogerium Bernardi comitem Fuxiensem nomine vestro ex altera super restitutione dicti comitatus et vicecomitatus Agerensis vobis facta per ipsum dominum regem patrem nostrum que quidem instrumenta convenientias et pacta inita carere volumus omni robore firmitatis: salvo tamen nobis et successoribus nostris in
predicto comitatu jure nobis pertinente et pertinere debente prout superius est jam dictum. Absolventes nihilominus de presenti omnes ricos homines milites et alios in dicto comitatu et vicecomitatu habitantes ab omni homagio et sacramento quod dicto domino regi patri nostro fecerunt ratione dictorum instrumentorum convenientiarum et pactorum initorum inter ipsum dominum regem patrem nostrum ex una parte et vos seu comitem Fuxiensem nomine vestro ex altera super restitutione dicti comitatus et vicecomitatus. Non tamen intendimus ipsos absolvere ab illo vinculo quo tenebantur dicto domino avo nostro tempore dicti nobilis Alvari patris vestri. Data Osce XII kalendas julii M.CC.LXXXVI. (1286)

Después, a 7 de las calendas de julio, se despacharon letras, absolviendo a todos los del condado de Urgel de todo sacramento y homenaje prestado al rey su padre, por razón de los instrumentos y concesiones hechas entre el dicho rey su padre y los condes de Urgel y Foix, sobre la restitución del condado de Urgel.
Eran estas y las demás donaciones muy por fuerza; por eso, estando el rey en su palacio real de Tarragona, con el mayor secreto le fue posible, a las idus de diciembre del año 1287, siendo testigos de ello Pedro Marqués, (P. Marquesii) su secretario, y Juan Sabata, juez de su casa y corte, mandó a Miguel Boter, notario de Tarragona, tomase auto y memoria de las donaciones y mercedes había hecho por fuerza contra su voluntad, y entre ellas, dice, donationem factam nobili Ermengaudo comiti urgellensi de quibusdam castris et juribus ipsius comitatus; y porque entendiesen mejor su intención, declara ser inválidas y contra su voluntad aquellas en que faltan estas palabras: gratis et spontanea voluntate et ex certa scientia; y pareciéndole que con esta primera declaración no quedaba bien explicada su voluntad, estando en Barcelona, a 17 de las calendas de abril de 1288, siendo testigos el dicho Pedro Marqués y Bernardo Guillen y notario Pedro Marc, con el mismo secreto, hace memoria de muchas mercedes y concesiones, entre ellas, donatio quam fecit comiti Urgelli de comitatu Urgelli; y dice haberlas hecho *inverec
petentium inhiatione et impressione et non motus de propria voluntate sed nimia impressione petentium, y siendo de menor edad, en caso que no le era lícito disminuir el real patrimonio; que su intención era, cuando tuviese oportunidad, revocarlas públicamente, porque todo lo hecho era con temor que los donatarios no le fuesen contrarios en aquellas guerras o estorbo en sus empresas.
No debieron ser, a lo que se puede conjeturar, estas revocaciones tan secretas, que no llegasen a noticia del conde, porque después de hechas, no hallo que asistiese al rey ni le sirviese como de antes; sino que todo el tiempo que vivió el rey, *asta 18 de junio de 1291, vivió retirado de la *casa real.
* el rey don Alfonso, heredó los reinos de la corona * don Jaime, rey de Sicilia, su hermano, que llama*uroso, el cual dejando aquel reino a don Fadrique * hermano, se pasó a Cataluña. Las cosas más notables * acontecieron al conde y condado de Urgel, conti*, según las he hallado en las memorias y regis*te rey.
*e las idus de mayo de 1297, reconociendo el *rvicios del conde y de sus pasados, estando en Va* confirmó la donación que a 12 de las calendas de *1286 le hizo el rey, su hermano, del condado de *clarando nulas cualesquier revocaciones que hubiese *icho rey, y en caso que pareciesen, quiere sean de *uerza o valor.
* mismo año le nombró el rey por juez, para de* juntamente con el maestre del Templo y el vizconde de Cardona, las diferencias había entre los pretenso* ndado de Pallars, que fueron tales, que pusieron * encender crueles guerras en estos reinos.
* en el mes de agosto del año 1298, el rey don * embarcó su gente en la marina de Pati, en la *Sicilia, se le rindieron, entre otros, el castillo de * el cual se volvió después a la obediencia del rey *.
El rey, o sentido de la mudanza, o porque le im*uella plaza, envió para tomarla al conde de Ur* na buen número de soldados, y la combatió por * hasta llegar a darle asalto; pero fue poco afor* porque los paisanos con piedras, vigas y armas, se defendieron animosamente, de manera que obligaron * conde y a su gente a haberse de retirar, dejando del to* el castillo; y pensando los de dentro que el conde había *ido por más gente, para dar más recio el combate, desampararon la plaza, la cual quedó vacía de gente, así de la del rey como de los enemigos, de la manera que en nuestros días
aconteció en el campo de Leucata, en el año de 163* cuando se retiró el duque de Cardona, dejando todo bagaje y artillería.
Fue esta misma campaña poco favorable al vizconde de Ager, hermano del conde, el cual, con don Berenguer y * hermano don Ramón de Cabrera, capitaneando un buen número de gente que estaba bajo de sus banderas, corrieron las campañas de Petra Percia, con pensamiento de tomar * los sicilianos, sus enemigos, todo lo que hallasen por aquellas comarcas; de lo que teniendo noticia don Blasco de Alagón, capitán del rey don Fadrique, puso su gente en celada, en un lugar llamado Jaretania, y acometiéndolos en un paso estrecho, por todas partes, en una noche muy tempestuosa de 
relámpagos y truenos, fueron desbaratados * presos, y llevados a Catania y presentados al rey Fadrique (Federico, Frederic) * los capitanes y cabos fueron llevados con buena guarda, * los demás ensartaron atándoles a todos en una larga cuerda * y así los entraron en aquella ciudad. 

En el año 1299, cuando el rey pasó a Italia, fueron con él el conde y don Álvaro, su hermano; y en el mes de mayo, cuando a instancia del rey Carlos dio libertad a
Berenguer de Entença, prometió que en diez años no tomaría las armas contra el rey Carlos, so pena de dos mil marcos de plata, que era suma notable en aquellos tiempos. Dio por *fianza al conde, a don Guillen de Entença, su hermano, a Ramón de Cervera y a Pedro Giménez, obligándose cada * por quinientos marcos.
En este tiempo, en las batallas navales que tuvieron él y *rey, y su hermano don Fadrique, en que fue herido el * de Aragón, murieron don Álvaro y don Berenguer de *Cabrera, y don Arnaldo, su hermano; y entonces el vizconde de Ager volvió a unirse con el condado de Urgel, y el * fue conde de Urgel y vizconde de Ager, porque no *daron ningunos hijos de don Álvaro, aunque fue casado * doña Sibilia de Cardona. Esta Señora murió a 11 de
las calendas de setiembre (no dicen las memorias que he * de qué año) y está sepultada en el real monasterio de *Poblet, sobre la puerta que pasa de la iglesia al claustro, *ce la memoria que era hermana de Ramón Folc, vizconde de Cardona, y dejó fundado, entre otras pías instituciones, un aniversario en la iglesia del monasterio de San *ente, de la villa de Cardona, celebrador perpetuamente * mismo día que murió.
En el mes de febrero de este mismo año declaró el rey, * la remisión y venta había hecho en favor del principado de Cataluña del derecho llamado bovaje, no fuese en perjuicio ni diminucion del que el conde solía recibir de sus *vasallos, porque si es que tal derecho le compita, su inten* solo era remitir y vender lo que él recibía, sin perjudicar al conde, el cual, aunque le recibía en algunas partes, no * era debido, y así, después de muerto, sus albaceas lo *restituyeron, como veremos en su lugar. Esto pasó en la ciudad de Barcelona, en las nonas del dicho mes del año 1299, *ante Ponce Hugo, conde de Ampurias, Ramón Folc, vizconde da Cardona, Hugueto de Mataplana, conde de Pallars, don Guillen de Entença y don G. de Anglesola.
El mismo día, delante de los dichos, confirmó al con* todas las donaciones, privilegios y concesiones le había hecho el rey, su hermano, y quiere sean firmes y válidas, así como lo eran antes de la celebración de las últimas cortes; por razón de lo hecho en ellas, no quiere sea de perjuicio al conde. El haber tenido noticia de las revocaciones había hecho el rey don Alfonso, siempre le tenía con recelo * sospecha.
En las cortes celebró el rey don Jaime en el año 1300 se hizo una constitución, que es la sesta, título de accione * y obligaciones, que habla del conde Armengol.
Fundóse por el rey don Jaime, este año de 1300, el estudio general de Lérida, (universidad) de quien en otra parte se hace larga mención.
Asímismo en este año, siendo viudo el conde de doña Sibilia de Moncada, hija de don Pedro de Moncada, y no teniendo hijos de ella, casó con doña Faydida, dama francesa, hija de Jordan, quinto de este nombre, vizconde de Illa (Dilla, D´Illa), y de madama Guillerma de Durfort, caballeros muy principales del reino de Francia; y hallo memoria como en dicho día el padre de la condesa y sus hermanos, Bernardo Jordan y Jordan de Illa, confesaron deber al conde Armengol cuatro mil quinientas libras *turonensium parvorum. Era este linaje muy antiguo y principal en el reino de Francia, y descendían de los condes de Tolosa: escribe de ellos Arnaldo Oihenarto, autor francés, en su Notitia Vasconiae, libro lleno de gran erudición y verdad.
* año 1307, a 4 de los idus de marzo, siendo tes* ello Guillen de Anglesola, Guillen de Moncada, * Ribelles, Bernardo de Bibelles, Berenguer de *, Hugo de Cardona, arcediano de Barcelona, *er de Sarriá, almirante, se concordaron el rey * de sobre la jurisdicción de algunos lugares con* con el condado de Urgel. El caso fue, que los * y otros oficiales reales de Lérida, Tárrega y Cer*an del mero y misto imperio en los lugares y cas* La Morana, Concabella, Hostafranchs, Riber, *Garayó, Montalé, Lo Canós, Queralt, Conil, Riudo*, Figuerosa, Luçá, Altet, Claresvalls, Cespigol, *Tornabous, Castelladral, Montclé, Roda, Lyll, La Foliola, Val* apçenic, Lo Pual, Guaten, Belvis, Termens, Çafa*galls, Ceteró, Spallargues, Florejáchs, Les Siges, * Belver, Ratera, Ganalon, Orçó, Besaldú, Alma*ascó, Ballestar y Castellserá, y el conde pretendía * él. Sobre la cognicion de esto nombró el rey por * Pedro .... , obispo de Lérida, y a Juan de *, capiscol de aquella iglesia, para que averiguasen *jercían estas jurisdicciones en tiempo del rey don * primero, y de don Álvaro, padre del conde; y * hay un proceso de testigos en el real archivo de *Barcelona.
Después cometió el rey esta causa a Berenguer *guers, arcediano de Urgel, y a Ramón de Penyafrac*lo de Lérida, que fue subrogado en el lugar del *po. Sobre esto se hicieron grandes averiguaciones, * el conde de ello, por evitar pleitos, que ya en *pos eran tan largos y enfadosos como usan hoy, *do en manos del rey, porque escogió antes alcanzar su derecho por vía de gracia y merced que de justicia * nombró por esto algunas personas que le hicieron relación de todo, y entonces hizo el rey merced al conde de la *íntegra
jurisdicción de los lugares de La Morana, Florejac*, Siges, Spallargues, Concabella, Hostafranchs, Ratera, Orç* Montalé, Castellserá, Ballestar, Bellvis, Tarascó, Almaç*
Besaldú, La Foliola, Valvert, Castelladral, Tornabous, Cespigol, Lo Pual, Xarapçenic, Çafaretg y Guaten, concediéndole la misma jurisdicción que tiene en el condado de Urgel
y declara que esta concesión no sea en perjuicio de * derechos y jurisdicciones que en dichos lugares *tuvieran otros, y que el conde lo haya de tener todo en feudo, * como tiene la ciudad de Balaguer y las otras jurisdicciones * y él lo aceptó todo. Está este auto con los sellos del rey * del conde pendientes: el del conde es de cera colorada con su figura a caballo, armado de todas piezas, con un escudo en la una mano de sus armas, y espada desnuda en la otra, silla y estribos de armar a la antigua, encubertado * caballo de paramentos jaquelados, y con unas letras por * orla, que dicen: Sigillum Ermengaudi comitis urgellensis; los listones do pende el sello son de seda amarilla y negra * tejidos a jaqueles como son las armas de Urgel; y el *sello o signum del conde es el que los condes de Urgel han usado siempre como a señal propio y particular de ellos.
A 14 de las calendas de setiembre de 1311 se decl* sobre la pretensión que tenía Ramón de Vilalta, rector de Balaguer, que la notaría o escribanía de aquella ciudad era suya y de la iglesia de Balaguer, y que el escribano de la corte del conde podía hacer las escribanías judiciales o procesales y los autos de los negocios pertenecientes al conde y a sus oficiales, y no otros, y que a solo el notario de dicho rector e iglesia pertenecía hacer escrituras públicas; y después, a 13 de las calendas de noviembre de 1331, el rey lo confirmó en Tortosa.
Con cuidado he visto los registros del rey don Jaime que están en el real archivo de Barcelona, y hallo que uno de los caballeros que más asistieron a aquel rey en las ocasiones de paz y de guerra, fue el conde, el cual por eso y continuos servicios fue muy estimado y preferido a muchos señores de sus reinos y señoríos.
El testamento del conde se otorgó en la villa de Camporells, del condado de Ribagorza, donde se era retirado, para gozar de buenos y saludables aires: allí le apretó la última enfermedad y acabó la vida. Tomólo Arnaldo de Gerona, notario de Balaguer, a 10 del mes de julio del año 1314; y en él ordenó de sus cosas en esta manera: que si quedare hijo varón, que sea heredero, y a la hija que en tal caso dejare, lega diez mil áureos; y si quedaren dos hijos varones, al mayor deja heredero, y al otro aquello que, por derecho de legítima, le perteneciere: si quedare una hija sola, la nombra heredera, y si muchas, heredera la primogénita, y diez mil áureos a cada una de las demás; y no quedando hijos, ordena y quiere que sus albaceas, que eran fray Ramón de Trebailia, obispo de Urgel, del orden de San Benito, Guillen de Moncada, tío y consanguíneo del testador, Bernardo de Peramola, señor de Peramola, Bernardo de Guardia, caballero, y Arnaldo de .... de
Balaguer (a quien nombra baile general de todas sus tierras, tanto cuanto tiempo estuviesen en poder de los testamentarios, confirmándole la gracia le había hecho de la
*bailía de Balaguer, y a quien encarga muy en particular * el manejo de la ejecución de su testamento y marme* con plenísimo poder), ejecuten y cumplan su testamento *siguiendo en todo el consejo y parecer de fray Bernardo Pi* la orden de San Francisco, conventual de Lérida, * muerto, del guardián que fuere de san Francisco de Lérida, y dando forma a su disposición, manda que vendan el condado de Urgel y vizcondado de Ager al rey don Jaime de Aragón, por precio de cien mil libras jaquesas, y a más de ellas, haya de dar a la condesa Faydida, su mujer, *por dote y esponsalicio, quince mil libras barcelonesas, a *
deja también mille aureos alfonsinos y todas sus joyas * recámara de ella, para que pueda hacer a su voluntad * albedrío, y que el rey haya de casar al infante don Alfonso * su hijo segundo, que después fue rey, con doña Teresa de Entença, y tomar armas de Urgel, sin mezcla algu* intitularse conde de Urgel, y asímismo cualquier que *viniere a suceder en dicho condado y vizcondado. Era doña Teresa hija de don Gombaldo de Entença y de doña *Constanza de Antillón, su mujer, que era hija de Sancho de Ant* y de doña Leonor, hermana del testador, por parte de padre, y no de madre, porque ella era hija de doña
Constanza de Moncada, y él de doña Cecilia de Foix.
Era este linaje de los Entenças muy antiguo y prim* en Aragón, y eran ricos hombres de natura y de gran * tuvieron señorío de honor en Zaragoza, Calatayud y T* y fueron muy estimados de los reyes. Fue esta casa de las más ricas de la corona, y hubo en este linaje muchos *varones principalísimos, que tuvieron muy gran parte en la conquista de los reinos de Valencia, Cerdeña y Sicilia y otros.
Sus armas eran un escudo de oro, con la cabeza negra.
En Cataluña y en las orillas del Ebro hay otra baronía que llaman de Entença, que fue de los duques de Cardona; pero es diferente de la baronía de Entença del reino de Aragón, que consiste en los pueblos que diremos después, en el capítulo siguiente.
En caso que el infante don Alfonso, hijo primogénito del rey, muriese antes de casar doña Teresa con él, quiere que esta case con el infante don Pedro, hijo tercero del rey don Jaime, que después casó con doña Guillerma de Moncada; y en caso que muera doña Teresa antes de casar, quiere que case don Alfonso con doña Urraca, su hermana, que después casó con Arnaldo Roger, conde de Pallars, hijo de Hugo de Mataplana, que sucedió a la condesa Saurina en aquel estado; y faltando Alfonso y Teresa, quiere que case el infante don Pedro con doña Urraca; y si antes de casar faltaren las dos hermanas Teresa y Urraca, llama al condado y vizcondado al infante don Alfonso, y él muerto, a don Pedro, obligándoles a que en su debido tiempo se hayan de casar; y si Alfonso viniere a ser rey de Aragón, como lo fue, quiere que suceda en el condado y vizcondado su hijo segundo. Revoca una donación que él y Álvaro, su hermano, años atrás habían hecho al
conde de Foix, que después movió harto ruido, como veremos en su lugar, ante Arnaldo de Gerona, notario de Balaguer, por muchas razones, y en particular por ser mayor de quinientos escudos, y carecer de los requisitos que el derecho dispone, y porque no cumplió ciertas cosas a que era obligado, y no le tenía buena correspondencia. Declara
también y quiere que sean revocados unos codicilos * antes de pasar el rey a Sicilia había otorgado, a 5 de los idus de julio de 1298, en que ordenó que, muerto Álvaro, su hermano, sin hijos, fuese heredero el conde de Foix, *con tal que estuviese en gracia del rey, y cuando no, le priva * la herencia, porque no quiere goce de sus bienes *hombre que no fuese muy servidor y buen vasallo del rey, y lo *repite dos veces.
Escogió su sepultura en el monasterio de Nuestra Señora de Bellpuig de las Avellanas, del orden Premostratense, * entiendo ser suyo un sepulcro muy suntuoso con un *simulacro sobre la tapa de la tumba, que está en la capilla * Cristo de la dicha iglesia, a la parte del evangelio; y dejó *para el gasto de las funerarias cien escudos, y sus armas y caball* y si no le tiene, quiere que sea comprado uno de valor * mil sueldos acrimonteses; y para reparar los edificios * aquel convento, mandó mil áureos, y dos mil en enmienda
de los daños o tuertos hubiere hecho al dicho monasterio * a sus cosas, a conocimiento del dicho su confesor, de *fray Pedro Olivon, del orden de predicadores, del maestro
Ramón Vilalta, rector de Balaguer, y de Berenguer Sala, *letrado de Lérida, a quienes, antes de morir, dio facultad * plenísimo poder para juzgar, conocer y enmendar y *mandó
restituir cualquier injurias, agravios, dineros u otras cosas cualquier cosas a que estuviese obligado en conciencia, *como realmente lo hicieron, y pasó el conde por lo que ellos
*saron, al revés de aquellos que de todas sus cosas *aguardan la enmienda para después de muertos, como * sus albaceas hubieran de saber mejor sus obligaciones y cargos, que ellos mismos que las hicieron; y mandó asímismo fuesen pagados los legados y dejas de sus pasados.
A su confesor legó cincuenta morabatines, para que los reparta en limosnas; y a los monasterios de Poblet y de las Franquesas, que era de monjas cistercienses y estaba en la vega de Balaguer, deja a cada uno, en enmienda de sus pecados y de sus mayores, mil morabatines, y quiere que las monjas de las Franquesas hayan de comprar bienes raíces en aumento del convento.
Al monasterio de Trago dejó doscientos morabatines; y quiere que si fuese declarado ser deudor a los dichos tres monasterios de Poblet, Franquesas y Trago, por razón de
injurias o daños causados a ellos o sus cosas, sean en pago de ello, y cuando no bastaren, sea hecho debido cumplimiento, según fuere tasado por los dichos nombrados para descargar su conciencia.
A los monasterios de Vallbona, Pedregal, Vallsanta y Bonrepós, dejó cincuenta morabatines a cada uno, y doscientos a la iglesia de Nuestra Señora de las Parrellas, junto a Balaguer,
Al monasterio de Nuestra Señora de Monserrate quiere sea hecha una campana de valor de cuatrocientos morabatines, y que de ciento cincuenta morabatines sea creado un
censal de pensión de diez quintales de aceite, o de cien sueldos acrimonteses, para que ardan diez lámparas perpetualmente en aquel monasterio.
A las monjas de los conventos de Santo Domingo y San Francisco de Lérida, deja doscientos morabatines a cada uno, y así a los dichos dos monasterios, como a los de
la Merced y Trinidad para rescatar cautivos, a la obra de la iglesia de Santa Eulalia de Agramunt, a Santa María de Pons, y a la iglesia de Albesa, y a la de Serriols y de Monmagastre, treinta morabatines a cada uno; a la iglesia * Seo de Lérida, setenta áureos para la obra; a la iglesia de Santa María de Salas, para ornamentos, cien *morabatines a Nuestra Señora de Almata, que era la iglesia *mayor de Balaguer, dejó cien morabatines, y otros cien a la cofradía * aquella, de la cual dice ser él cofrade, para que de ell* compre un censal; a la obra de san Salvador de Balaguer cuarenta morabatines, y a las iglesias de Nuestra Señora de Gualter, San Pedro de Pons, y Agramunt, cien morabatines a cada una, para cálices, y veinte a san Pedro de *Ager * Nuestra Señora del castillo de Farfanya; y a cada iglesia, *hospitales de sus tierras y señoríos, dejó a cada uno *
morabatines para cálices; a Santa Quiteria de Ayre, en *Gascuña, in cujus commenda, dice, nos sumus, deja setenta morabatines; y finalmente, que para satisfacción de sus pecados, hayan sus albaceas de distribuir diez mil *morabatines de oro alfonsíes en limosnas a los pobres del condado y otros señoríos del conde.
A don Guillen de Moncada dejó quinientos morabatinos, y a los demás, a Berenguer de Morello, Pons de Casti* a Jacinto, sobrino del conde, hijo de Pedro Martínez, * a cada uno; y así mismo a muchos caballeros y *servidores suyos, que nombra en su testamento, hace diversos *legados y mandas.
Quiere que sean fundados cinco perpetuos aniversarios * uno en Almata, otro en Ager, otro en Agramunt, otro en Pons, otro en Bellpuig, y deja, para fundación y *dota de ellos, doscientos cincuenta morabatines, y que le * de celebrar tal día como aconteciere el morir: y que Ager, Balaguer, Pons, Agramunt, Albesa y Castilló sean fundados seis cirios, de peso de una libra de cera cada uno, para llevar delante del santísimo Sacramento, cuando fuere a los enfermos, y que sea hecho un censo perpetuo de seiscientos sueldos, para vestir pobres en Pons, Balaguer y Agramunt.
Y aunque es verdad que todas estas instituciones fueron muy señaladas y pías, el día presente hay poca memoria de ellas, así por haber subido el precio de las cosas, como por haberse perdido muchas de las rentas se fundaron para ellas. Lo que es más notable y duradero es la fundación del monasterio de Predicadores de la ciudad de Balaguer, que
mandó fuese edificado en la huerta o llano de Villanueva, cerquita del cabo de la puente del río Segre, delante de la ciudad de Balaguer, uno de los mejores y más apacibles sitios de Cataluña; y ordena que le sean comprados libros, cálices de plata, cruces, paños y cualesquier ornamentos, y todos los demás aparamentos y aderezos que fuesen necesarios, y un censal de mil y quinientos sueldos de renta cada año, y le diesen la agua fuese menester de la acequia que pasa junto aquel puesto, y que hayan de vivir en él un prior y doce frailes: este convento no se edificó hasta el año 1323, y para ello alcanzó el rey don Jaime una bula del papa Juan XXII, dada en Aviñon, en que dio licencia paras esta fundación. Es obra y edificio muy suntuoso y bien labrado, todo de sillería, muy grande y capaz, con muchas y muy buenas capillas, y dos claustros muy grandes y espaciosos: hay buenos dormitorios, y todos los cuartos y oficinas necesarias para un gran convento y de los mejores de la Corona; pues anduvieron en este edificio tan liberales los testamentarios como el conde, si viviera. Hay en la iglesia muchas sepulturas de caballeros de la ciudad de Balaguer y condado de Urgel: en la capilla de san Pedro, mártir, hay una caja * mármol, muy bien labrada, larga cuatro palmos, y en la *dra que la cubre dos figuras que denotan ser de m*chos hijos del rey, con sus coronas en las cabezas y esp* en las manos; las almohadillas tienen bajo sus cabezas es* sembradas de escudos muy pequeños, unos con los palos * Cataluña, otros con las armas de Entença, señal cierto * de los hijos de los infantes don Alfonso y doña Teresa de Entença. El año 1636 algún curioso movió la tapa y * halló dentro de la caja cosa alguna: pudo ser que el *tiempo *que ha pasado desde doña Teresa de Entença hasta el d* año, que son más de trescientos años, haya consumido *aquellos cuerpecitos, o que de allí los hayan mudado a *Poblet o Almata, donde dice el rey don Pedro en su historia que tienen sepultura sus hermanos, que todos fueron *hijos de doña Teresa.
Este convento, aunque de esta vez quedó tan magníficamente edificado, el año 1413 fue muy maltratado de la *gente de guerra del rey don Fernando el primero de Aragón cuando asedió en aquella ciudad al último conde de Urgel * y se alojó en el convento el tercio del duque de Gandía, y *recibió mucho daño de la casa fuerte de la condesa, que *estaba vecina a aquel lugar, aunque después se reparó el *daño recibido, mandando el rey que Hernando de Bardaxí, *ector general del condado de Urgel, pagase dos mil * florines de oro de Aragón, para reparo de este *convento que de la guerra quedaba muy arruinado. Despachó el rey *esta orden en Montblanc, a 3 de octubre de 1414. Han *salido de este convento insignes religiosos en santidad y letras: uno de ellos fue fray Bartolomé de Panadés, lector de Sentencias en el sacro palacio, y después provincial de la Corona, y fray Bartolomé de la Rápita, que también fue provincial; y se han celebrado en este convento cinco capítulos provinciales, y seis congregaciones.
Continuando la disposición del testamento del conde, reconoció y declaró, que él ni sus antepasados no tenían bovaje ni monedaje en los hombres de sus lugares, ni en los vasallos de las iglesias del condado, ni en otras personas; y reconociendo y confesando que todo lo que por ello había recibido era injusto, quiere que sea plenariamente restituido a aquellos de quien lo había exigido.
A los vasallos manda obedezcan a sus albaceas en todo, correspondiendo con ellos, así como a él mismo, si viviera. Y porque fuesen conservadas a sus vasallos sus franquezas
y privilegios, manda, que antes que su heredero o su sucesor, cualquiera que sea, reciba el homenaje y juramento de sus vasallos, les apruebe y confirme plenísimamente, y con
auto público, todas las libertades, inmunidades y privilegios, en especial o en general por él y sus pasados a ellos concedidos; y si aquellos a quien tocare ejecutar su voluntad fueren en cumplirlo descuidados, ruega al obispo de Urgel les obligue a ello, y suplica al rey no lo impida; y que si alguno moviere pleito contra lo contenido en este su testamento, haya de perder lo que le manda, aunque sea su heredero, e instituye los pobres de Jesucristo nuestro Señor. Ratifica asímismo la donación había hecho a Bernardo de Foix, del lugar de Vilaplana, y a Ramón de Mur de ciertas rentas junto a Balaguer.
Tuvo el condado como cuarenta y seis años, y fue el último de los condes de la casa y linaje de Cabrera, que señorearon aquellos estados de Urgel y Ager, y que tanto trabajaron por poseerlos pacíficamente. Poseyéronle, con cortas interrupciones, por espacio de ciento y seis años, que tantos pasaron desde la muerte de Armengol, el octavo, en 1208, hasta la de este conde, y a la postre se acabaron así como los demás señoríos del mundo.


jueves, 14 de marzo de 2019

Libro décimo quinto

Libro décimo quinto.






Capítulo
primero. De lo mucho que el Rey sintió la muerte del Rey don
Fernando de Castilla
, y murmurando de esto los suyos, las vivas
razones que dio para abonar su sentimiento.






Al
tiempo que acabada la guerra y conquista del Reyno de Valencia el Rey
se retiraba a la ciudad para entender en la ampliación y ornato de
ella: le llegó nueva, como el Rey de castilla don Fernando el III,
su consuegro, después de haber gloriosamente conquistado de los
Moros e incorporado en sus Reynos la mayor parte de la Andalucía,
habiendo adolecido de una recia calentura, era muerto de ella como un
santo dentro de la ciudad de Sevilla. Sintió el Rey tan gravemente
esta nueva, que luego se retiró a lo íntimo de palacio, y por
algunos días no fue visto en público, pasándolos con mucho
sentimiento y tristeza, por haber perdido, como él decía, un tan
principal consuegro de quien tan buenas obras había recibido y a
quien por sus maravillosas hazañas de valeroso y pío, había tenido
santa envidia de continuo (
cótino).
Maravilláronse mucho de esto los criados y domésticos del Rey,
señaladamente los capitanes que fueron y vinieron con él del Reyno
de Murcia, y se habían hallado en la defensa de los extremos del
Reyno de Valencia contra el Príncipe don Alonso hijo del muerto,
para reprimir las entradas y daños que hacía en ellos. Y así
murmuraban mucho del Rey porque se dolía tanto de la muerte de quien
tan poco bien le hizo, o permitió que se le hiciese mal. Mayormente
porque mientras
durò
la guerra y conquista de Valencia, con ser contra Moros, no solo no
ayudó al Rey con gente y armas: pero se creyó que supo del secreto
favor y socorro que el mismo don Alonso su hijo envió a los Moros de
Xatiua, al tiempo que tenía el Rey puesto cerco sobre ellos: porque
no era posible que ignorase el padre los acometimientos que el hijo
hacía. Y así concluían su murmuración con decir, que quien
pudiendo no vedaba, mandaba. Estas palabras fueron recitadas al Rey
por los mismos de palacio, y por esto mandó luego llamar algunos de
los que sobre esto más largo hablaron: a los cuales dio mano por
ello, y les habló de esta manera. No puedo dejar de maravillarme
mucho de vuestro poco saber y falta de discurso: pues del amor y
amistad grande que yo he siempre tenido con el buen Rey don Fernando
mi consuegro, juzgáis tan
iniquamente,
y tan al revés de lo que entre los dos ha pasado. Porque habiéndole
yo amado como a mi propio hermano, y él a mí valido con su favor y
armas en cuantas guerras he movido contra Moros, pensáis vosotros
que mientras vivió me fue contrario. Mas porque descubráis como de
lejos vuestro error con la lumbre de la razón, quiero yo ser ahora
el fanal de ella: para que consideréis de este buen Rey, como las
guerras y conquistas que llevó tan adelante en la Andalucía contra
los Moros que estaban apoderados de ella, todas ellas me valieron y
ayudaron grandemente para poder yo alcanzar las victorias y triunfos
que gané de los Moros de Mallorca y Valencia. Porque mientras él
entendió en ganar por fuerza de armas los dos tan poderosos reynos
de Córdoba y Sevilla, y de tal manera perseguir a los de Granada con
todo su poder, que los hizo arrinconar en su Reyno: no fue en esto
gran parte para que la infinidad de enemigos Moros que habían de dar
sobre nosotros, la entretuviese, y nos defendiese de ellos? No os
parece que en ocuparlos, y divertirlos de acá, se ha habido con
nosotros, de la manera que nosotros para con él? Pues con hacer
guerra contra los de Mallorca y Valencia los entretuvimos de suerte,
que ni por mar, ni por tierra pudieron valer, ni socorrer contra él
a los del Andalucía? Porque quién duda de ellos, que si los dos no
los ocupáramos allá y acá, que por su bien común, convirtieran
sus odios particulares contra cualquier de nosotros: y que juntadas
sus fuerzas debilitaran las nuestras, y del todo las postraran? Para
que veáis claramente, como vino de la mano de Dios, que en un mismo
tiempo juntamente emprendiésemos nuestras conquistas: él la de
Córdoba (
Cordoua)
y Sevilla (
Seuilla)
y yo la de Mallorca y Valencia: no solo para echar de ellas la
perversa secta de Mahoma, pero mucho más por introducir en ellas
nuestra verdadera fé y religión Cristiana. Y pluguiese a Dios que
mi yerno don Alonso su hijo y sucesor, heredase aquella buena
intención y ánimo, aquella misma afición y diligencia que en
perseguir los Moros su tan buen padre tuvo. Porque no dudo, que los
dos juntos en voluntad y armas, seríamos parte para echarlos, y no
dejar Moro en toda España. Por eso, habiéndonos Dios juntado a los
dos en edad y costumbres, en una voluntad, y buenas intenciones, y
con igual aparejo de armas encaminado nuestros ejércitos contra sus
infieles enemigos, para que alcanzásemos tantas victorias de ellos:
no queráis vosotros juzgar que habemos tenido formada enemistad
entre los dos: antes: pensad de mí que he sido siempre envidioso
imitador de su fama y gloria: y de él tened tal fé y crédito, que
por las causas ya dichas, ha sido participante, y como autor de todos
mis triunfos y victorias. Con esto os persuadiréis y creeréis muy
de veras, que en mi vida he sentido cosa tanto como su muerte. Como
los suyos oyeron al Rey estas palabras, concluidas con mucha pasión
y sollozos, no solo se maravillaron muy mucho de su Cristianísimo
razonamiento: pero considerando su grande equidad y modestia que
guardaba en todas sus acciones, quedaron como pasmados de ver, que
con tan gentil y cortesana plática, quisiese sus propias victorias y
triunfos atribuirlos al rey don Fernando: habiéndole sido por si, o
por los suyos, realmente contrario, y por tal tenido. Mas no contento
con esto, mandó hacerle las obsequias con tanta pompa, trofeos,
música, y alabanzas, como las hiciera por el propio Rey don Pedro su
padre.











Capítulo
II. Como el Rey envió a consolar al Príncipe don Alonso, y de la
poca estima que hizo de los embajadores, y que tentó hacer divorcio
con doña Violante, enviando a pedir la hija del Rey de Noruega por
mujer, y otras cosas.






Hechas
las obsequias del Rey don Fernando, envió el Rey sus embajadas a don
Alonso su yerno, heredero universal y sucesor en los Reynos de
Castilla y de León, y en los conquistados de la Andalucía: para
consolarle por la muerte de tan buen padre y hermano como habían los
dos perdido: prometiéndole de su parte todo el poder y fuerzas para
valerle como a propio hijo en cuanto se le ofreciese: exhortándole
mucho a que no dejase de proseguir la guerra tan prósperamente
comenzada por su padre: porque en ser contra Moros no dejaría de
hallarse siempre a su lado. Mas don Alonso aunque valeroso y
belicoso, como fuese mozo vario y mudable, y de haberse dado tanto a
los estudios y variedad de ciencias (como adelante diremos) no muy
amigo de lo que convenía para el buen gobierno del Reyno, sino muy
desapegado de negocios, tomó esta embajada muy al revés de lo que
debiera: mostrando al parecer que se holgaba de los buenos
advertimientos del Rey su suegro, siendo en lo demás muy corto de
respuesta: diciendo que le hacía muchas gracias por tan buenos
ofrecimientos como le hacía: y que en su lugar y caso haría la
recompensa. Vueltos los embajadores, no quedó el Rey tan descontento
de la corta respuesta de don Alonso, cuanto de lo que entendió del,
que en verse heredado de tantos Reynos, luego se hizo con grande
suntuosidad y pompa coronar Rey en Sevilla, intitulándose don Alonso
el Christianísimo, y no se curó más de continuar la guerra contra
los de Granada, que la pudiera muy bien acabar con el favor y ayuda
del Rey su suegro, por hallarse entonces desocupado de la guerra de
Valencia: antes por gozar del ocio de las letras, luego entendió en
hacer treguas con el de Granada (no quedando ya otro Rey Moro en
España) sin consultarlo primero con el Rey: y esto todo por el
rencor que le tenía, de no haberle querido dar a Xatiua, y que vino
a tanto, que tentó de repudiar a doña Violante su mujer, y so color
de estéril, hacer divorcio con ella. Y así llegó el negocio a
término que con gran diligencia envió sus embajadores al Rey de
Noruega, pidiéndole por mujer a su hija la infanta Christina. Por
esta causa se cree que en este tiempo comenzó a renovarse la guerra
entre los dos Reyes en los confines de los Reynos de Valencia y
Murcia con ejércitos formados de ambas partes, enviando al Rey un
buen escuadrón de gente de a caballo y de a pie, para solo defender
los términos del Reyno: donde por las entradas y cabalgadas que
habían hecho en él los Castellanos, entraron e hicieron otras
tantas en el Reyno de Murcia los del Rey. Pero como se pusiesen de
por medio algunos Prelados y señores de Aragón y de Castilla,
vinieron a parar los unos y los otros en este concierto y concordia.
Que los daños, presas, y robos que los del un Reyno habían hecho en
el otro se recompensasen, y que los términos y límites de la
conquista, según las antiguas divisiones, de nuevo se amojonasen: y
los derechos que cada uno sobre ellos tenían, se renovasen.
Determinado esto, y hechas las revistas de los términos, y dejadas
las guarniciones por los lugares convenientes a entrambas partes,
cesó por entonces la guerra pública entre ellos, pero no el secreto
odio y rencor que el de Castilla al Rey tenía.






Capítulo
III. Como vino la hija del Rey de Noruega, y por hallarse preñada
doña Violante, cesó el divorcio, y como casaron a la infanta con
don
Felippe
hermano de don Alonso.







Por
este tiempo que se hicieron las treguas, vino la Infanta Christina
hija del Rey de Noruega, muy acompañada de los suyos para efectuar
el casamiento prometido con el Rey don Alonso. Pero fue en vano su
esperanza y venida, porque a ese tiempo se sirvió Dios que doña
Violante la Reyna se hiciese preñada, y con esto se apartó don
Alonso de hacer divorcio con ella. El cual hallándose muy confuso
sobre lo que haría de doña Christina, no se dijese que había
burlado de ella y de su padre, y de tan principales personas que de
tan lejos habían venido con ella, determinó decir lo que pasaba.
Como con la nueva preñez de la Reyna doña Violante cesaba la
esterilidad que había de dar por causa para el divorcio: que se
contentase de tomar en su lugar por marido a don Felippe su hermano
segundo, Abad que entonces era de
Valladolit,
y electo Arzobispo de Sevilla, aunque sin ningunos órdenes.
Comunicado esto con ella y con sus criados y compañía, a ninguno
dio gusto el cambio, antes se sintieron tanto de ello, que dieron muy
grandes voces, quejándose de la burla hecha a la Infanta su señora
hija de un tan principal Rey, sobre la Real palabra de don Alonso, y
con esto hinchieron todo el palacio de gritos, quejas, lloros, y
lamentaciones conforme a su bárbara costumbre y meneos, y fueron
tantos los extremos que sobre esto hicieron, que se hubieron de poner
los Prelados y grandes del Reyno muy de propósito en
quietarlos,
prometiéndoles de parte del Rey, que daría un grande Principado y
estado a don Felippe su hermano: y luego de presente le haría
Adelantado de Galicia, y más que muriendo el Rey sin hijos, sin duda
ninguna vendrían a heredar los hijos de doña Cristina todos los
Reynos y estados de Castilla. Se apaciguaron con esta promesa la
Infanta y los suyos: y hechas sus capitulaciones, casó Cristina con
don Felipe, y se celebraron sus bodas en el palacio del Rey con toda
la solemnidad y grandeza que por el mismo Rey se hiciera. De lo cual
los criados con la demás gente que acompañaron a la Infanta
quedaron muy contentos, y con las mercedes y joyas que el Rey les
repartió se volvieron muy alegres y satisfechos a Noruega. Puesto
que después con la mala condición y poca fé de don Alonso, ni a
don Felipe se le dio el gobierno de Galicia, ni a la Infanta Cristina
la honra y acatamiento Real que se le debía, ni aun lo necesario
para su Real sustento. De donde nacieron grandes discordias entre don
Felipe y el Rey, y se apartó de él, y se pasó al Rey de Navarra
contrario del Rey su hermano, como se dirá más adelante.











Capítulo IV. De la muerte de Tibaldo Rey de Navarra, y que el Rey
visitó a la Reyna viuda, y de los conciertos que hicieron, y como
vino el Rey de Castilla sobre Navarra, y la defendió el Rey.






Estando
el Rey en el camino de Valencia para Zaragoza, le dieron nueva que
Tibaldo sobrino del Rey don Sancho, de quien hablamos antes que
reinaba en Navarra, era muerto en Pamplona, ciudad principal y cabeza
de aquel Reyno: dejando dos hijos pequeños Theobaldo y Enrrico con
su madre la Reyna Margarita tutora (
tudora)
de ellos y gobernadora general del Reyno. Certificado de esta nueva
el Rey, juntó algunos señores de título de Aragón, y con poca
gente de a caballo se fue para Tudela a visitar a la Reyna, que
estaba allí muy triste y desconsolada con sus dos hijos. La cual se
consoló mucho con su venida, por estar ya muy determinada de poner a
si y a sus hijos con todo el Reyno debajo su Real protección y
tutela, para poderse defender del continuo adversario que tenían en
el Rey de Castilla. Esto lo emprendió el Rey de muy buena gana. Y
luego con la asistencia de don Alonso su hijo, y del Obispo de
Tarazona, y muchos otros señores de Aragón y de Navarra, y de los
Síndicos de las ciudades y villas Reales, el Rey, y la Reyna viuda
hicieron entre si estos conciertos. Que Theobaldo heredero del Reyno
tomase por mujer a doña Constanza (
Gostáça),
o a doña Sancha hijas del Rey, luego que fuesen de edad para
casarse. Que el Rey diese todo su favor y ayuda a Theobaldo, y a la
Reyna su madre contra el Rey de Castilla que siempre los perseguía
por haber para si el Reyno de Navarra. Estos conciertos, no solo
ellos, pero los prelados y señores de los Reynos con el mismo
Príncipe don Alonso juntos, se obligaron con juramento solemne de
guardarlos. Como el Rey con la Reyna viuda, y los conciertos que
habían hecho, persuadiéndose que todo era por hacerle tiro, y en su
menosprecio, mandó por toda Castilla pregonar guerra contra Navarra,
y con grande ejército llegó a la frontera de ella, con ánimo de
entrarse por toda ella como por su tierra, no solo para alzarse con
el Reyno, pero aun para echar a la Reyna y a sus hijos fuera. Lo que
sin duda pudiera muy bien hacer, si nuestro Rey no se lo impidiera,
que luego le salió al encuentro con otro ejército no menos poderoso
que el suyo. Porque temiéndose de esto, luego que partió de
Zaragoza para Navarra, dejó secreto orden a las ciudades de Iaca,
Huesca, y Zaragoza, pusiesen en orden su gente para cuando tuviesen
segundo aviso. Y así se metieron muy en breve dentro de Navarra, y
tras ellas, todas las demás villas de Aragón acudieron a
defenderla. Quedaron los Castellanos tan maravillados de tan prompto
y bien armado socorro, que hicieron treguas con el Rey, y se
Vieron.











Capítulo V. Que el Príncipe don Alonso fue con el Rey a Barcelona,
y aprobó las divisiones de tierras hechas a sus hermanos: y como
volvió el de Castilla sobre Navarra, y el Rey volvió a defenderla.






Defendida
Navarra y hechas treguas con el de Castilla, el Rey y el Príncipe
don Alonso su hijo (que por entonces mostraban estar muy concordes)
se fueron juntos a Barcelona, a donde congregados en palacio los
Prelados y señores más principales del Reyno, con los Príncipes
don Pedro y don Iayme, fue así que don Alonso en presencia de todos
pública y solemnemente aprobó, sin excepción alguna, las
donaciones y asignaciones hechas por el Rey, así del Principado de
Cataluña, como del Reyno de Valencia, en favor de don Pedro y don
Iayme sus hermanos, besando las manos al Rey, y abrazando con mucho
amor a sus dos hermanos. Y con esto pareció haberse restituido en
total gracia de ellos, y del Rey su padre. También tuvo por rato y
grato lo que el Rey había decretado en la división de Lérida y su
distrito, del Reyno de Aragón, que poco antes había sido
dismembrada de Cataluña por las causas arriba dichas. Además de
esto soltó a todos los señores y ciudades de Cataluña la fé que
le había dado de guardar los primeros términos. Mas se obligó con
juramento de tener por rato y firme todo lo prometido conforme a la
costumbre y uso antiquísima del Reyno, que se hacía, atando el Rey
muy fuerte los dedos pulgares al Príncipe. El cual con este solemne
pacto y rito prendó su fé y palabra para siempre. Halláronse
presentes a esto, y fueron testigos, los Prelados arriba dichos, y
entre otros señores, Vgo Conde de Rosas, y don Ramon Folch Vizconde
de Cardona, con otros nueve caballeros principales de Cataluña.
Hecho esto, como entendiese el Rey que los Castellanos viéndole
ausente con mayor ejército que antes movían guerra de nuevo contra
Navarra, sin tener cuenta con los conciertos hechos, hizo su camino
para allá, y habló con el Rey Theobaldo en la villa de Montagudo,
donde renovaron su confederación y amistad contra qualesquier
enemigos de los dos, o de cada uno dellos, y se dieron el uno al otro
ciertas fortalezas en rehenes. De estos pactos y consideraciones el
Rey no quiso excluir a otri que a Carlos de Anges Conde de la
Provenza hermano del Rey de Francia, por lo que tocaba al Conde
Berenguer su primo, que estaba excluido del Condado por rebelión de
sus vasallos y el Carlos se le había entrado en el estado. Este
mismo fue después Rey de Sicilia (como adelante diremos) y tuvo
grandes guerras con el Príncipe don Pedro sobre el mismo Reyno,
según en su historia se dice. Theobaldo eximió solamente al Rey de
Francia y a sus hermanos. Los cuales conciertos algunos señores de
Aragón que con el Rey se hallaron, y los principales de Navarra
(
Nauerra)
prometieron guardar en cuanto les sería posible (
ppssible).
Y como los dos Reyes estuviesen muy determinados de salir contra los
Castellanos, se siguió por buenos medios que firmaron treguas de
nuevo con ellos, y con esto Navarra estuvo algunos años libre de
guerra. Y el Rey se volvió al Reyno de Valencia.











Capítulo VI. Como se rebelaron los Moros de Valencia con el capitán
Alazarch, del cual se cuenta la gran privanza que tuvo con el Rey, y
de la traición que urdió.






Con
la larga ausencia que el Rey hizo del Reyno de Valencia, andando
metido en las cosas de Aragón y Cataluña, los Moros de Valencia que
se le habían sujetado con condiciones que pudiesen vivir a su modo,
y quedarse en la secta de Mahoma, no contentos con esto, como les
fuese natural la infidelidad, descubrieron su malicia. Y viendo al
Rey envuelto en guerras fuera de sus tierras, secretamente comenzaron
a tomar armas y se alzaron contra él. Para esto tomaron por su
caudillo y capitán a un Moro dicho Alazarch que tenía fama de muy
valiente y diestro guerrero entre ellos, al cual poco antes el Rey
había perpetuamente desterrado del Reyno, y se había pasado a los
de Granada. De donde le hicieron venir, y llegado, se rebeló la
mayor parte de la región de allende el Xucar contra el Rey. Era este
Alazarch nacido de padre Africano y madre Granadina en los confines
del Reyno de Murcia y criado allí mismo. Y aunque de color moreno, y
rostro feroz, pero de buena y agraciada disposición, y muy diestro
en las armas. Era en hacienda de mediano estado muy afable, porque no
solo entendía y sabía muy bien la lengua Castellana como la propia
Arauiga, pero era muy elocuente en las dos, y también muy astuto y
disimulado: porque en la conquista del Reyno se juntó con el Rey, al
cual con la familiaridad de la lengua prometió todo buen servicio y
fidelidad: y fue creído: por haber muchas veces descubierto al Rey
los secretos y
desinos
de los Moros, y por esto comunicaba también el Rey los suyos con él.
Llegó a tanto la familiaridad, que el Rey muchas veces le persuadía
se hiciese Cristiano que le haría grandes mercedes, a lo cual
respondía el Moro sonriéndose, yo bien me haría Cristiano, si me
diesen por mujer a la hermana de Carroz señor de Rebolledo. Era esta
la más hermosa dama que en aquel tiempo se hallaba. Con esta
privanza y conversación del Rey era tenido en mucho de toda la
morisma: y entendiendo muy bien nuestros tratos y modo de pelear, y
regir un campo, se había engreído mucho: y así imaginaba de cada
día como haría un buen salto contra los Cristianos: como a la
verdad lo hizo tan alto cuanto se podía, si le sucediera a su
propósito. Porque faltó muy poco, por fiarse mucho el Rey del, de
caer una vez en sus manos, y de los Moros. Y fue cuando los años
antes andaba el Rey conquistando el val de Bayrén, yendo muy deseoso
de tomar el castillo de Reguart, el cual estaba muy fuerte y
enriscado, y abastecido de gente y armas, y le impedía el paso para
entrar en lo más hondo del valle. Mas Alazarch que entendió este
gran deseo del Rey, se vino para él, y prometió dar el castillo en
sus manos, con que él mismo en persona viniese a la media noche con
pocos a entrar en él, por no ser sentido de otros castillos cercanos
al de Reguart, también porque así lo tenía concertado con el
Alcayde de que era muy aficionado a su persona Real. El Rey
creyéndole, se holgó mucho de esto, confiado de su larga
familiaridad y amistad. Pues como llegase la hora, el Rey salió con
los XXV de a caballo, enviando delante otros tantos escuderos hacia
el castillo. Luego que Alazarch sintió venir gente, pensando que el
Rey sería con los delanteros, salió de la celada que tenía puesta
junto al castillo en tres partes, con trescientos Moros: y con
grandes alaridos, y estruendo de trompetas y atambores, arremetió
para los escuderos, y tomándoles en medio sin matar ninguno,
mientras buscaban entre ellos con gran contento al Rey, que venía
más atrás y se escapó de ellos, tuvo lugar para retirarse a los
suyos que le seguían de lejos con todo el cuerpo de guardia. Con
esto quedó Alazarch burlado con muchas pérdidas acuestas, de la
familiaridad y favores del Rey, y de la opinión de los Moros, y
también de la tierra, porque tuvo necesidad de salirse de ella a más
que de paso. Y así fue, que el día siguiente, considerando él
mismo, que el Rey no desearía tanto tomar el castillo cuanto a él
para hacerle pedazos por la traición usada, desamparó el castillo
con toda su gente y se fue al Reyno de Murcia: y el Rey se entró
luego en él y puso gente de guarnición. Desde entonces Alazarch se
ausentó del todo de Valencia, y se entretuvo con los de Murcia y de
Granda. Por eso fue luego condenado a muerte por el crimen Lesae
Magistatis, o a destierro perpetuo de todos los Reynos de la corona
de Aragón, y confiscados todos sus bienes. De manera que siendo como
decíamos, Alazarch llamado para caudillo de los rebeldes, vino al
Reyno, y tomó ciertas villas y castillos que estaban por los
Cristianos en el val de Gallinera, no lejos del de Bayrén, donde
tenía el Rey algunas guarniciones de gente de guardia. Pues como
todo esto llegase a noticia del Rey, que por entonces residía en
Calatayud, recogió su gente ordinaria de guerra, e hizo alguna más,
y con ejército formado se vino para Burriana. Donde entendió como
Alazarch había venido con muchos Moros a la villa de Penaguila,
pueblo fuerte y de extraño sitio en las montañas de la Contestania,
y que a medio día a escala vista había tentado de dar asalto a la
fortaleza, o castillo de ella: pero que había sido valerosamente
rebatido de los que estaban en guarnición dentro.






Capítulo
XII. De la llegada del Rey a Valencia, y que entendida más en
particular la rebelión de los Moros, determinó echarlos del Reyno a
todos, y de las personas que mandó convocar para tratar de ello.






Entendiendo
el Rey más por extenso el atrevido acometimiento del Capitán
Alazarch sobre el castillo de Penaguila, partiose con gran presteza
de Burriana, y llegó a Valencia. Donde informándose mejor de la
conjuración de los Moros, y de los primeros que la comenzaron, y
eran más culpados en ella: halló que dessotra parte de Xucar, casi
todas las villas y castillos de aquella región, (excepto Xatiua y
Alzira con algunas villas de las montañas, que ya eran de
Cristianos) se habían rebelado muy a la descubierta: y tomado por su
general y Caudillo a Alazarch, como está dicho, y que desta parte de
Xucar algunos pueblos secretamente favorecían a los rebeldes, y aun
ellos habían intentado de hacer lo mismo. Por esta tan manifiesta
infidelidad, y poca seguridad que de los Moros se esperaba para con
los Cristianos, y que mientras hubiese Moros en el Reyno, siempre
habría (
auria)
rebelión y sobresaltos, por ser ellos casi infinitos, y los
Cristianos pocos: propuso en su ánimo de echarlos a todos del Reyno:
para que su tan pretendido fin de introducir en él la fé y religión
de Cristo pudiese venir a efecto. Lo cual determinó de consultar
primero con el Prelado y otros. Para esto mandó convocar los grandes
y Barones del Reyno, y a todos los demás que en esto podían
pretender interés, o perjuicio alguno. A don Andrés de Albalate
Obispo de Valencia con los del estamento Ecclesiástico: a don Pedro
Fernández de Azagra, don Pedro Cornel, don Guillem de Mócada, don
Artal de Luna, don Rodrigo Liçana, don Ximeno de Vrrea (este fue
hijo de aquel valerosísimo Ximeno, que se halló en las conquistas
de Mallorca, y Burriana, y tuvo en ellas los más principales cargos
de la guerra, y con su fama y memorables hechos acrecentó y
ennobleció mucho la ínclita y esclarecida familia de los Vrreas, y
a quien fue hecha merced después del Condado de Aranda en Aragón,
del cual gozan hoy sus descendientes, y sucesores) y a otros
principales señores, y Barones de Aragón y Cataluña, que estaban
ya heredados de lugares y vasallos en el Reyno: Y también a los
Iusticias y Iurados con los demás principales de la ciudad, que
representaban el estamento Real. Para que habiendo de ser su
proposición y demanda muy poco menos importante y ardua, que si de
nuevo se hubiese de conquistar el Reyno, y que por haberse de
atravesar el interés (
interesse)
de muchos, había de ser muy impugnada, y contradicha, no faltasen
ninguno de los tres estamentos, para que le ayudasen a esforzar lo
bueno, y que por el interés particular no se perdiese el bien
universal de todos. Iuntados pues en la iglesia mayor, y oída con
mucha devoción la Missa del Espíritu santo, que celebró el Prelado
con gran solemnidad, encomendándose todos a nuestro Señor para que
les inspirase el consejo recto y deliberación santa de su mano,
sentados por su orden, y el Rey en su trono más alto, les habló de
esta manera.











Capítulo VIII. Del grave razonamiento que el Rey hizo y los
convocados, significando su determinación y causas, para echar todos
los Moros del Reyno.






Prelado,
Grandes, y Barones prudentísimos, a vosotros que habéis sido
compañeros y participantes en todas nuestras empresas y guerras,
damos por testigos de los grandes trabajos y fatigas que habemos
padecido en la conquista de esta ciudad y Reyno, y de los que hoy en
día padecemos por llevarla adelante: no tanto por sojuzgar las
villas y lugares con las personas de los Moros: cuanto por ganar para
Cristo nuestro Redemptor, y su religión Cristiana, las almas de
todos ellos. Lo cual puesto que dentro la misma ciudad y por sus
arrabales lo habemos medianamente acabado, porponiéndoles que, o se
hiciesen Cristianos, o se saliesen de la ciudad y sus contornos: y
con esto, junto con la solicitud del Prelado en instruirlos en la fé
nuestra, se han convertido algunos: no ha sido posible acabar lo
mismo en los otros lugares del Reyno: ni aun cuando estábamos sobre
ellos con las armas en las manos: sino que para atraerles a que a
buenas se nos entregasen, fue necesario permitirles se quedasen en su
secta. Porque a compelirles la dejasen antes de entregarse, era muy
cierto que se determinaran a morir por ella, para más alargarnos la
conquista, y hacemos la victoria más dudosa y sangrienta. Mas aunque
el perder nuestras vidas en tal demanda fuera ganarlas, para más
consagrarlas a Dios, y a la eternidad: pero las almas de ellos, que
por ventura pudieran salvarse, matarlas juntamente con los cuerpos,
nos parecía cosa horrible, y muy contraria a nuestra religión. Y
así po esto pareció mejor el disimular entonces con ellos, y
encomendar este negocio a Dios, como cosa suya: esperando, si con el
tiempo y buen tratamiento nuestro, poco a poco
arrostrarían
a su conversión. Pero que siendo acabada la conquista, y echada la
guerra fuera, con tanta ventaja de ellos, quedándose en sus villas y
lugares, con sus casas y posesiones, y lo que más es, en su secta,
con mayor libertad, y más tolerable yugo de lo que jamás tuvieron
que no contentos de esto, se nos hayan (
ayan)
rebelado, y tan desvergonzadamente tomado armas contra nosotros:
verdaderamente que han descubierto del todo su natural infidelidad y
pérfida malicia, claramente señalando, que ni a Dios, ni a nos
serán en ningún tiempo fieles, y que siempre viviremos entre ellos
con recelo, como en medio de nuestros capitales enemigos. Demás de
lo que con su conversación y trato se puede de su infidelidad y
abominable modo de vivir, apegar algo a los Cristianos, en gran
ofensa de nuestro Señor: según que el Padre santo de Roma por sus
patentes letras Apostólicas nos ha advertido muy bien de ello, y de
nuevo animado a llevar adelante nuestro propósito. Por donde, para
que arranquemos de raíz una tan perniciosa cizaña (
zizania),
y que nuestra mies Cristiana limpia de tan mala yerba crezca mejor
para el cielo, nos determinamos en lo siguiente. Que puesta, cuanto a
lo primero, buena gente de guarnición en las dos fortalezas de
Xatiua, y bien guardado el paso de Alzira, y fortificados para
defensa de la ciudad los Castillos de Murviedro, Almenara, Enesa, y
Chiva, echemos del Reyno esta infiel canalla de Moros, y en lugar de
ellos le poblemos de Cristianos de los dos Reynos, para habitar y
cultivar la tierra que dejarán ellos: pues ella es tal, y la fama de
su gran fertilidad tan divulgada por todas partes, que no habrá
persona que no trueque de buena gana su tierra natural por la de
Valencia. Y así os rogamos a todos muy encarecidamente tengáis por
buena y acepta esta nuestra determinación. Pues demás del gran
servicio que haremos a nuestro Señor en quitar de medio de nosotros
sus enemigos, y blasfemos, para mayor puridad y conservación de
nuestra fé y religión: en lo demás estad de buen ánimo, y tened
por muy cierto, que no serán tantos los daños, cuanto mucho mayores
los beneficios y provechos (
puechos)
que para la buena cultura de la tierra y seguridad del Reyno, se
seguirá con echar tan infiel y perversa gente de entre (
détre)
nosotros.











Capítulo IX. De la aprobación que el Prelado, Ecclesiásticos, y
braço Real hizieron de la proposición del Rey, y de la
contradicción de los Señores de vasallos, con las razones de ambas
partes, y como se publicó el edicto.






Como
acabó el Rey su razonamiento con la demanda propuesta, luego el
Prelado en nombre suyo, y de todo el estado Ecclesiástico respondió,
que tenía por muy santa y como inspirada del Espíritusancto la
proposición y determinación hecha por su Real alteza, por los
grandes bienes espirituales junto con los temporales que de ella se
seguirían, y que no embargante qualesquiere daños y pérdida
(
pdida)
de intereses que de esto se le podía seguir, la aprobaba, y se
suscribía en ella, de común voto suyo, y de todo el estamento
Ecclesiástico. Oído esto, quiso el Rey antes que los Grandes y
Barones profiriesen el suyo, certificarse del parecer de los del
brazo Real y Ciudadanos. Los cuales por mano de los jurados y
consejeros se firmaron en el mismo parecer y voto del Prelado. Luego
se volvió el Rey a los del brazo militar, que eran los señores y
Barones en quien había repartido las rentas y vasallajes de Moros,
para que declarasen el suyo. Los cuales en oír que se habían de
echar los Moros del Reyno, comenzaron a murmurar y alborotarse tanto
sobre ello, que en suma declararon, eran de contrario parecer: pues
aunque las razones que el Rey daba
pa
echar los Moros en lo espiritual eran concluyentes: pero que para el
beneficio de la tierra, eran muy perjudiciales, diciendo que los
Cristianos que vendrían a poblar sus tierras dejadas por los Moros,
no serían tan hábiles como se requiere para cultivarlas, y ni el
provecho y renta de ellas sería tanto como solía, para poder
cumplir con el feudo y obligación con que se las había dado, de
seguir a sus propias costas la guerra. Y sobre esto hacían grandes
extremos, mezclados con algunas amenazas. Mas como el Rey tenía ya
al Prelado con todas las órdenes y estamento Ecclesiástico,
juntamente con la ciudad y brazo Real, de su parte, determinó de
llevar adelante su propósito, y mandó publicar el edicto de
destierro contra la morisma del Reyno. Y así para más sanear su
conciencia, hizo publicar la bulla, o rescripto del Pontífice
Innocencio IV, que mucho antes le había enviado: por el cual le
exhortaba en grande manera echase los Moros del Reyno, por lo mucho
que convenía apartar a los católicos del continuo concurso y
conversación de los infieles (según que en el libro de los Índices
de los Annales de Geronymo Surita Latinos, está este rescripto, o
bulla largamente contenida). De manera que estando el Rey muy firme
en su deliberación, mandó poner nueva guarnición de gente en las
fortalezas y castillos arriba dichos, y distribuir el ejército por
la ciudad y villas por donde habían de pasar los Moros. A los cuales
se mandaba so pena de la vida que dentro de un mes saliesen del Reyno
con todas sus
ahinas
las que llevar pudiesen, y no parasen en todo él. Con este edicto,
no se puede creer cuan grande alboroto y mudanza de cosas se
siguieron por todo el Reyno, pensando que había de nacer de aquí la
total ruina y pérdida del. Por parecer a algunos, que con la ida de
los Moros, siendo como eran infinitos, el Reyno se despoblaría del
todo, y ni Aragón, ni Cataluña juntos bastarían a henchir el vacío
de ellos, y que por esto padecería la cultura: y la tierra, aunque
de si es fértil, se convertiría en bosque, y de ahí como yerma
sería desamparada: para que los mismos Moros que la conocían, con
el favor de los de África volviesen a cobrarla. Sin eso porfiaba que
no se esperaba otro de echar tan grande infinidad de Moros juntos,
sino que llegados a los Reynos de Murcia y Granada para do se
encaminaban, con el favor de ellos revolverían sobre el Reyno, y que
hallándolo vacío, lo oprimirían en un día todo. Por lo contrario
otros tenían por más cierto, que en sabiendo que los Moros eran
idos, vendrían como lluvia gentes de toda España a poblarle,
señaladamente de las montañas y lugares ásperos de Aragón y
Cataluña: viendo que por una sola mies, y miserable cosecha de pá,
que para todo el año dejarían, cogerían en el Reyno tantos y tan
varios géneros de frutos dentro del mismo año, y donde no habían
de pelear más con la tierra dura que sacude y escupe los arados (
las
rejas
)
y azadones (
açadones)
como la suya: sino con la fertilísima y benigna, que no rehúsa
imperio, ni sujeción alguna del labrador. Lo cual averiguaban con
manifiesto ejemplo de lo que pasaba en la vega y huertas de la
ciudad. Pues se hallaba que en el arte de cultivar la tierra, en
ninguna cosa excedían los Moros a los Cristianos. Porque luego que
la ciudad fue tomada, y emprendida la vega de ella por los
Cristianos, se halló que ningún campo del Reyno cultivado por los
Moros igualaba con el de los Cristianos. Además que los Moros por
darse mucho a la cogida de granos menudos, de que suelen mantenerse
no tenían cuenta con el trigo, ni en criar ganado de ovejas, ni
vino, ni tocino, que son los cuatro más principales alimentos de la
vida, ni curaban del provecho grande, que de los cueros y lanas que
sale de esto para el vestido del hombre se siguen: lo que no se puede
suplir con sola la crianza de cabrío que los Moros usaban, por ser
esta carne desabrida para muchos, y el cuero de ella deslanado.
Finalmente concluían que los señores y Barones no solo aventajarían
sus rentas y estados con mejores y más ricas granjerías: pero aun
mejorarían en calidad de vasallos, y que siendo todos Cristianos,
gozaría el Reyno de mucha paz y tranquilidad, y en ocasión de
guerra mucho mejor se defendería. Con estas y otras razones se iba
por el vulgo ventilando, si era justa, o no, la salida de los Moros,
y no dejaba de haber muchos indiferentes, y otros que decían se
echasen, pero no todos, ni de una juntos: y esto parecía mejor a los
más. Pero aunque de todo esto era sabedor (
sabidor)
el Rey, y a todos escuchaba, siempre perseveraba en su propósito, y
el término del edicto corría.






Capítulo
X. Como don Pedro de Portugal fue el que más contravino al edicto, y
como el Rey le ablandó, y de las crueldades que los Moros rebeldes
hicieron en las tierras del Rey, sin tocar en las de los señores y
Barones.






Publicado
el edicto por todas las villas y lugares principales de los Moros,
hubo secretas congregaciones entre los señores y Barones del Reyno,
con fin de hallar modos tales con que poder contravenir a él, sin
dar disgusto al Rey, sino por vía de ruegos, o de buenas razones,
acompañadas de buena justicia. Pero quien las hizo públicas, y más
que todos se sintió del edicto, fue don Pedro de Portugal, que como
tan conjunto pariente, y allegado al Rey, osaba contradecirle muy a
la clara. El cual vuelto de Mallorca, habiendo renunciado el Reyno
(como dicho habemos) y tomado la recompensa en tierras de Moros
dentro el Reyno de Valencia, y que a la sazón se hallaba en
Murviedro una de ellas: vino a Valencia: donde comenzó a bravear y
hablar muy largo contra el edicto, abusando de la paciencia del Rey,
la cual nunca fue vencida. Pues como los Señores y Barones le vieron
tan puesto en impugnar el edicto, y que el Rey, no podía dejar de
tenerle muy grande respeto, por ser su tan allegado deudo, osaron con
el amparo suyo emprender muy de propósito la causa, y defensa de los
Moros, y así rogado de ellos don Pedro ofreció muy de buena gana de
tomar este negocio por propio, por lo mucho que también a él le
tocaba. Porque esperaba gozar muy presto de cuatro principales
pueblos del Reyno, Murviedro, Almenara, Segorbe, Castellón de la
Plana, que fueron los que se le consignaron en recompensa de las
Islas de Mallorca y Menorca. Puesto que aun estaban como secuestrados
en manos de los Jueces, por el concierto que arriba en el precedente
libro notamos, pero se trataba ya como a señor de ellos. Y así por
esto, como por ser la gente de estos pueblos la más belicosa del
Reyno, don Pedro los animaba mucho más a no obedecer el edicto, y de
aquí muchos del Reyno teniéndole por caudillo, así los Moros como
los Cristianos de parte de los señores y Barones, se habían ya
puesto en armas. Esto le llegó al Rey mucho al alma, y le dio muy
grande molestia y pesadumbre: y vio claramente que si don Pedro no
desistía de la demanda, él no saldría con la empresa. Y así,
mandado llamar, y venido ante él, se le quejó mucho, diciendo que
adrede en cuantas cosas emprendía para el beneficio y buen gobierno
de sus Reynos se preciaba de contradecirle. Pues habiendo emprendido
ahora cosa tan necesaria para la pública tranquilidad y quietud de
los Reynos, la quería impedir por sus particulares intereses: que le
rogaba por el beneficio común, y buenas obras que le debía, se
apartase de tan mala querella: y si tenía alguna cosa contra él,
por la cual pretendiese enmienda, se lo dijese, y se cometiese al
arbitrio de los Prelados, y grandes, que pasaría sin falta por lo
que ellos juzgarían. Fue contento de esto don Pedro, y nombrados
Jueces por ambas partes, y oídas sus pretensiones: determinaron dos
cosas. Lo primero, que pagase el Rey a don Pedro luego cierta
cantidad de dinero. Lo segundo, que en tanto que durase la guerra
movida por los Moros, fuese obligado el Rey a su costa, fortalecer, y
poner gente de guarnición, a elección de don Pedro, en las cuatro
villas suyas nombradas. Como esta sentencia contentase a las dos
partes, y se quietasen los ánimos de entrambos, el Rey se valió de
don Pedro, y él se le ofreció de buena gana para la ejecución del
edicto. Pero como poco antes, con el favor del mismo don Pedro, se
hubiesen muchos de los Moros demasiadamente animado para impugnar el
edicto, movieron crudelísima guerra en las villas y lugares, que
estaban por el Rey, sin tocar en las de los señores y Barones, por
haber echado fama que contra el voto y opinión de ellos, y no más
de por solo quererlo el Rey, se había determinado el echarlos fuera
del Reyno. De donde se siguió, que los Capitanes del Rey, que
estaban en los presidios, por querer contentar a los Señores, o por
el descuido, e insolencia que de las victorias pasadas les quedaba,
se descuidaron de tal manera, que los Moros les tomaron hasta doce
villas y fortalezas de las que estaban por el Rey, y en los soldados
de guardia ejecutaron bárbaras crueldades.






Capítulo
X. Como no embargante la rebelión, pasó el edicto adelante, y de lo
que ofrecían los Moros por que les asegurasen la salida, y del
infinito número de ellos, y como fueron rescatados en el Reyno de
Murcia.






Por
mucho que Alazarch, hecho de simple soldado Capitán de LX mil Moros,
maquinó, y se esforzó a impedir el edicto, y que los Moros quedasen
en el Reyno, no pudo en esto resistir a la magnanimidad y poderío
del Rey, o por mejor decir, a la voluntad de nuestro señor Dios, que
parece milagrosamente mostró en esto su omnipotencia: porque con
todo el favor y ayuda que los Moros tenían en el ejército de
Alazarch, se siguió, que siendo tan inmenso, y casi infinito el
número de la gente que determinaba salir del Reyno (pues realmente
con las mujeres y niños pasaban de cien mil) fue tanto el miedo y
vileza de ánimo que les comprendió con el edicto, que en el mismo
día que se cumplía el término, y habían de salir, los principales
de ellos hablaran a don Ximen Pérez de Arenos camarero mayor del
Rey, y como temblando le dijeron, que darían al Rey la mitad de
todos sus bienes y haciendas, por solo que les diese salvo conducto,
y gente de guardia con que pudiesen seguramente, y sin lesión alguna
salir del Reyno. Como supo esto el Rey rió mucho de ello, y no
permitió que se les tomase nada, antes dio licencia en confirmación
del edicto, para que se llevasen de sus haciendas cuanto quisiesen y
pudiesen llevar: y envió con ellos mucha gente de guerra que los
acompañase hasta ser fuera del Reyno, y pusiese en el de Murcia, por
donde ellos deseaban pasar a Granada. Fue tan innumerable la gente
que salió, que refiere el Rey en su historia, que de los delanteros
a los postreros, con ir bien juntos, cubrían XV mil pasos de camino:
y fue fama, que fuera de la guerra de Vbeda, en ningún otro tiempo
se había visto en España tan grande número de Moros juntos. Por
eso con mucha razón tan grande empresa como esta de echar los Moros,
quedó reputada por una de las más insignes hazañas que el Rey hizo
en su vida. Porque no solo mostró su incomparable valor y fuerzas
para echarlos a pesar del grande ejército de rebeldes que estaban
puestos en defenderlos: pero aun fue mucho más la necesidad que tuvo
de echarse el escudo a las espaldas para recibir en él los
encuentros de amenazas, quejas, y maldiciones que los señores y
Barones le echaban por la pérdida de tantos vasallos. Pues como los
Moros fuesen guiados hasta Villena primer pueblo del reyno de Murcia,
don Federique hermano del Rey de Castilla fue luego con ellos, y les
compelió a que pagasen un besante por cabeza, y pasando de allí,
parte de ellos se quedaron en los Reynos de Murcia, y de Granada,
parte se repartieron en el campo de Cartagena, llamado Esparthario
que en Arauigo llaman Manxa, parte se pasaron con sus mujeres e hijos
en África, y algunos se volvieron al Reyno juntándose con los
rebeldes.











Capítulo XI. Que los Moros rebelados se hicieron fuertes en las
montañas, con su Capitán Alazarch, al cual favoreció el Rey de
Castilla, y de lo que sobre esto pasó.






Por
mucho que se procuró de echar todos los Moros del Reyno, y que
fueron como está dicho innumerables, los que salieron, todavía
quedaron tantos, que se pudo formar ejército de ellos, y subieron a
las montañas de la Contestania a ponerse debajo la compañía de
Alazarch, con el cual se rehicieron, y tuvieron muchas escaramuzas
con los Cristianos y ejército del Rey, y se entretuvieron tres años:
así por la astucia de su Capitán, como porque don
Federique y don
Manuel hermanos del Rey de Castilla que vivían en Villena
secretamente le favorecían y daban ánimo para entretener la guerra:
consintiendo en ello el mismo Rey, pues sin tener cuenta con las
treguas les ayudaba, disimulando, como quien hace por todos, a fin de
tener en pie un perpetuo enemigo contra el Rey su suegro. Llegó a
tanto su desconocimiento, que envió sus embajadores a Valencia, a
rogar al Rey otorgase treguas por un año a Alazarch. Las cuales
otorgó el Rey por solo contentar a su yerno, puesto que sabía muy
bien el mal ánimo con que las pedía. De donde comenzó el capitán
Moro a tenerse en mucho, y a ensoberbecerse con el favor de los
Castellanos, amenazando que había de poner las banderas y armas del
Rey de Castilla su señor por todas las villas y castillos por él
ganados. Todo esto sabía el Rey, y disimulaba, recociendo su cólera
para emplearla contra Alazarch, luego que fuesen acabadas las
treguas. Por esto determinó, con enemigo vanaglorioso y artero,
tratar artificiosamente. Y así habló con un Moro familiar suyo
grande amigo de Alazarch, le indujese a vender el trigo y panes que
le sobraban, porque a la sazón valían a bien alto precio, y haría
muy gran suma de dinero: pues no tenía por entonces guerra, ni la
tendría después, porque estaba en mano del Rey de Castilla su señor
alcanzarle, no solo más treguas, pero aun perpetua paz del Rey de
Aragón, siempre que la quisiese. Entretanto el Rey dio cargo a don
Ramón de Cardona, y a don Guillé Angresola con otros principales
capitanes de Aragón y Cataluña que para la Pascua siguiente de la
Resurrección del Señor, que era el término de las treguas,
estuviesen muy a punto con el ejército de los dos Reynos puesto en
Valencia. El Moro hizo su oficio, y creyéndole Alazarch vendió todo
su trigo, y como se vio tan rico de dinero, y descansado con las
treguas, deseando gozar de la ociosidad sin ningún cuidado de
guerra, se descuidó tanto, que apenas se acordó de confirmar las
treguas con el Rey, ni de escribir al de Castilla le hubiese la
prórroga (
porrogació)
de ellas, hasta medio mes antes que se cumpliese el año. Y así el
de Castilla envió su embajador, rogando al Rey tuviese por bien de
renovar, y alargar las treguas hechas con Alazarch para otro año.
Respondió el Rey, que se maravillaba mucho del Rey su yerno, fuese
tan amigo y favorecedor de un su vasallo traidor y enemigo, que
tantas veces había acometido de quitarle la vida, y alzado se le con
tantas villas y castillos, y que dentro de su propio Reyno de
Valencia se lo quisiese defender y amparar, para que no pudiese como
señor castigar a su esclavo. Con esta respuesta, sin ninguna otra
resolución despidió a los Embajadores, y se volvieron a Castilla.











Capítulo XII. Como el Rey persiguió a Alazarch, y cobró todo lo
que había tomado, y se le huyó, y el Rey acomodó sus parientes
del, y de la embajada que envió al de Castilla.






Venida
la Pascua de Resurrección, y celebrada en Valencia por el Rey, se
partió la última fiesta para Xatiua con solos cincuenta de a
caballo, donde tomando muchos más, subió a la montaña, y llegó a
la insigne villa de Cocentayna, que ya estaba medio poblada de
Cristianos. Porque a causa de haber salido tanta infinidad de Moros,
había quedado el Reyno como desierto, señaladamente las villas de
las montañas: pues aunque los Alcaydes y oficiales Reales con otros
muchos que las poblaban eran Cristianos: pero se quedaban muchos
Moros en ellas, de los cuales echados todos por el edicto, mandó el
Rey que así para poblarlas, como para que estuviesen en guarnición
y guardia del Reyno, se estableciesen las casas y campos a los que
quisiesen venir a habitarlas. Y por esta causa muchos soldados viejos
fueron en ella, y en las otras villas heredados, y se quedaron para
defenderlas, con los demás que vinieron de muchas partes a vivir en
ellas. Lo cual se hizo en muy breve tiempo: y las fortalecieron de
muro y barbacana: como fueron Alcoy, Penaguila, Ontiñena, y la
Ollería, que nombra la historia, con las demás que de entonces acá
se han fundado, y aumentado, que son muchas y grandes, y aunque
algunas dellas son muy ásperas, pero las vemos muy ricas y
abundantes de panes y ganados con otras cosas. Holgose pues el Rey
mucho en Cocentayna viendo su buen asiento tan aparejado para ser de
los principales pueblos de las montañas, como lo es en nuestros
tiempos, hecha Condado que le posee la ilustre y antigua familia de
los Corellas. Allí pues tuvo nueva como la gente que mandó hacer en
Aragón y Cataluña era llegada, y se había juntado en Valencia, de
lo cual se alegró mucho. Y luego saliendo de Cocentayna dio vuelta
por la marina, y tomó de paso las fortalezas de Planes, Castell, y
Pego. El siguiente día, oída Missa, se fue para la villa de Alcalá,
a donde Alazarch de ordinario residía. Pero el buen capitán como de
ninguna cosa menos curase que de pelear (porque luego que vendió el
trigo despidió el ejército) saliose de Alcalá con muy poca gente,
y pasando por el val de Gallinera, de un lugar en otro iba huyendo
del Rey que le perseguía. Por donde cobrado por el Rey parte del
valle, con Alcalá y su fortaleza,
acabò
de cobrar los xvi castillos que Alazarch le había tomado: no
hallando en ellos resistencia alguna. Entendiendo pues el moro que el
Rey no cesaría de perseguirlo hasta que le tuviese en su poder, y
quitase la vida: procuró con buenos medios hacer concierto con él,
prometiendo que para siempre se apartaría del Reyno, solo que el Rey
perdonase a los de su casa y familia, y que no echase a sus parientes
del Reyno. Como Alazarch lo cumplió y se fue, así el Rey usó de
toda liberalidad con su sobrino hijo de hermano, a quien hizo merced
por su vida del Castillo y villa de Polope a la marina, que está
cerca del Promontorio Yfachs, o cabo de Calpe, al medio día. Hecho
esto, y desterrado del Reyno un tan porfiado y mañoso enemigo,
cesaron también con él las disimuladas astucias del Rey de
Castilla: al cual envió el Rey sus embajadores, como para dar razón
de la guerra que entonces acababa, y que le dijesen como él se había
dado estos días a la caza, y dentro de ocho días había cazado xvi
castillos. Con este dicho quiso el Rey aludir a otro semejante que
pocos días antes Alazarch había dicho en presencia, y con muy
grande gusto del Rey de Castilla, cuando preguntado Alazarch, si era
dado a caza de fieras, no cierto, dijo él, sino de hombres, si ya no
queréis que sea vuestro cazador de los castillos del Rey de Aragón.
Lo cual fue muy reído, y celebrado por el Rey de Castilla, y los
suyos.











Capítulo XIII. Por qué causa dio el Rey la gobernación de Aragón
y Valencia al Príncipe don Alonso, y de la venida del señor de
Albarracín, y don Diego López de Haro, y del acogimiento y mercedes
que a los dos hizo.






Por
este tiempo don Alonso Príncipe de Aragón, que aun no estaba libre
de la encendida codicia de reinar, atizado y conmovido por la
persuasión de malsines, de cada día sembraba nuevas quejas contra
el Rey, por el descontento que tenía de la donación, o asignación
que de consentimiento suyo hizo a don Pedro su hermano del Reyno de
Cataluña, y también del Reyno de Valencia, y de Mallorca a su otro
hermano don Iayme, declarándolos por verdaderos sucesores en ellos:
lo cual cedía en muy grande perjuicio suyo, por ser estos Reynos de
la conquista de Aragón, y debidos a él como a primogénito y
Príncipe de Aragón, y que este derecho no le podía renunciar él,
si bien en Barcelona, por contentar al Rey su padre, hubiese hecho
muestra de renunciarle: esto lo hablaban los Aragoneses a boca llena.
Lo cual llegando a oídos del Rey lo sintió muy mucho. Mas por
librarse de tan importunas y pesadas quejas, a consejo de los suyos,
dio la gobernación de los dos Reynos de Aragón y Valencia a don
Alonso. Esta gobernación de Reynos, puesto que por los fueros
antiguos de Aragón se debía al Príncipe primogénito del Rey, a
ninguno fue en algún tiempo dada hasta don Alonso, y con darle este
cargo pararon un poco tiempo sus quejas. A esta sazón llegó don
Aluaro Perez Azagra, que por la muerte de don Pero Fernádez su padre
había sucedido en la señoría de Albarracín, para ofrecerse con su
persona y estado al Rey: del cual fue muy bien recibido, y
acordándose de la gran amistad que tuvo con su padre, y de tan
buenos servicios como en todas sus empresas le hizo, no pudo sin
mucho sentimiento celebrar su memoria y nombre, diciendo mil bienes
de él. Y así para más testificar la gran voluntad y afición que
le tuvo, consintió que pasasen en don Álvaro, y se continuasen las
mismas mercedes que el padre tuvo y poseyó de la casa Real, que
fueron cincuenta Caballerías, y otros gajes. Entendió de ahí a
poco el Rey, que los Castellanos de nuevo asomaban con mano armada en
los confines de Murcia y Valencia, y conociendo sus mañas, partió
luego la vuelta de Biar con el ejército que se hallaba, y les
presentó batalla. En esta villa el Príncipe don Alonso prometió en
presencia de muchos al Rey, que por ningún tiempo tendría tratos
con el Rey de Castilla, ni se confederaría con él en ninguna
manera. Los Castellanos que vieron al Rey tan en orden para
resistirles, se volvieron luego, deshecho su ejército, para
Castilla, y el Rey también tomó la vuelta pa Zaragoza, donde
pasados pocos días después de llegado, se partió para Estella
villa muy principal del Reyno de Navarra: a donde llegó también don
Diego López de Haro señor de Vizcaya: el cual apartándose del Rey
de Castilla por ciertas ocasiones, se vino para el Rey a ofrecerle su
servicio con todo su poder y estado, del cual fue muy bien recibido,
y prestado su fé y homenaje, también le hizo mercedes, mandándole
asignar cincuenta caballerías. De esto fueron testigos los Prelados
y Grandes de los reynos de Aragón y Cataluña que allí se hallaron,
con la más gente hidalga que don Diego trajo consigo de Vizcaya, que
también se aplicaron con sus gajes al servicio del Rey. No era cosa
nueva para los Señores de Vizcaya, siempre que por algunas
desgracias se salían de Castilla, hallar principal acogimiento y
mercedes en los Reyes de Aragón, como lo halló don Diego padre de
este mismo don Diego Señor de Vizcaya, siendo mozo, cuando después
de haber ido en servicio del Rey don Alonso VIII de Castilla a la
guerra contra los Moros en aquella gran batalla de Vbeda a las Navas
de Tolosa, (de la cual hablamos en el primer libro) acaeció que
después de vueltos a Castilla, don Diego fue desterrado de ella por
el mismo Rey, y pasó su destierro en Aragón en servicio del Rey don
Pedro padre de nuestro Rey.











Capítulo XIV. Como el Rey fue muy inquietado del de Castilla, y de
los grandes que se apartaron del, y fueron a vivir en Aragón con el
Rey, y de los nuevos conciertos que los dos Reyes hicieron en Soria.






Dice
pues la historia, que como en este medio las treguas hechas entre el
Rey y el de Castilla se acabasen, y por la poca constancia del de
Castilla determinase el Rey, que de una vez se averiguasen por fuerza
de armas las diferencias entre ellos, y se pusiese muy de propósito
en salir con ello: quiso Dios que con la buena diligencia y medio de
los Prelados y personas religiosas de ambos Reynos se atajó la
cólera de los dos Reyes: señaladamente con la destreza de Bernad
Vidal Besalù, caballero Catalán, que procuró se viesen los dos
entre Ágreda y Tarragona, adonde fue concordado entre ellos, que el
Reyno de Navarra, que era la simiente de estas discordias, viniese a
la tutela y amparo del Rey de Aragón. Pero con la inconstancia de
don Alonso luego fueron renovadas las diferencias y vueltos a la
antigua distensión: aunque no se vino a las manos. Además de esto,
cuando poco antes el Rey estuvo en Estella, don Enrique hermano de
don Alonso de Castilla, y don López Díaz de Haro señor de Vizcaya,
hijo de don Diego, que ya era muerto, vinieron al Rey de Aragón por
apartarse del mal trato del de Castilla, y fueron de él muy bien
recibidos, mayormente don Enrique, tratándole como a persona Real, y
ofreciéndosele muy de veras, hasta que se remediasen las diferencias
que con el Rey su hermano tenía. También se ofreció al de Haro,y
tuvo en mucho la venida del mozo: el cual por imitar a su padre,
seguía muy de corazón, y de hecho el bando de Aragón, y venía a
servir al Rey con otros xx hidalgos vasallos suyos de los más
principales de Vizcaya, también sus parientes. Los cuales dieron su
fé al Rey por el don Lope mozo, y por su parte prometieron que no
volvería a la obediencia del Rey de Castilla, hasta que las
diferencias de los dos Reyes suegro y yerno fuesen acabadas, y
defenecidas por sentencia de don Sancho Salzedo, y don Lope Velasco,
a los cuales como a personas muy principales, y mayores letrados de
aquella era, fue remitida la causa. Después llegaron a Zaragoza dos
principales señores de Castilla que se pasaron al Rey, llamados don
Ramiro Rodríguez, y se le ofrecieron por vasallos, y porque fueron
despojados de todos sus bienes y haciendas por don Alonso, el Rey les
hizo mercedes de campos y posesiones, y de cien caballerías. Venían
de cada día de Castilla y Navarra tantas personas de cuenta, que a
la fama de la liberalidad del Rey, se pasaban y se le avasallaban,
que por mantenerlos casi consumía su patrimonio Real. A los cuales
recibía tan de buena gana, no tanto por hacer tiro a don Alonso,
cuanto porque no se pasasen a Reyes extraños, mayormente al de
Granada, para de allí maquinar la ruina de don Alonso con la de toda
España. Además que fue la justicia de este Rey tan mezclada con la
liberalidad, que en sabiendo que poseía algo injustamente, luego lo
restituía a su verdadero dueño liberalísimamente, por muy
incorporado que ya estuviese en la corona Real. Porque en aquella
sazón dio a don Guillem de Moncada hijo de don Ramón, y a su
sobrino hijo de hermano, en feudo la villa de Fraga a la ribera de
Cinca, en recompensa de ciertos censos, y campos que junto a Lérida
los suyos habían poseído, y con el tiempo y guerras los habían
perdido, y entrado en la corona Real: con condición que faltando
legítimos herederos, volviese Fraga a ser del patrimonio Real, como
por tiempo volvió. Finalmente procurándolo don Alonso, que por
entonces llevaba mayores designos en su pensamiento, y creía llegar
a ser Emperador de Alemaña (por haber sido nombrado Rey de Romanos
por la mitad de los Electores del Imperio) fue él mismo en persona a
verse con el Rey en la villa de Soria, cabeza (como dijeron algunos)
de los Celtíberos. Allí se renovaron los conciertos y
confederaciones antiguas, hechas entre los Reyes de Aragón y de
Castilla, y prometió don Alonso que entregaría ciertas fortalezas
en rehenes de la confederación hecha. Y de esta manera asentadas las
diferencias entre ellos, pasaron mucho tiempo sin guerras.











Capítulo XV. Que murió la Reyna de Navarra, y fue el Rey a
pacificar los movimientos de ella, y también a verse con el Rey Luys
de Francia
, y de los matrimonios que hicieron, y otras cosas.






Por
este tiempo murió doña Margarita mujer que fue de Tibaldo Rey de
Navarra
, y madre de don Theobaldo, fue sepultada en el monasterio de
Claraval de Navarra. La cual mientras vivió y Theobaldo fue menor de
edad, rigió el Reyno con mucha prudencia y tranquilidad. Pero
después de muerta comenzaron a levantarse muchos alborotos en el
Reyno. Los cuales se apaciguaron hechas treguas con don Iaufredo de
Beamont
Senescal de Navarra. El cual pro intercesión del Rey que se
halló en Navarra, se concordó del todo con Theobaldo nuevo Rey de
ella: y con la misma sombra y favor del Rey poseyó a Navarra muy
pacíficamente. Esto hecho el Rey se vino para Valencia, donde
recibió cartas del Rey de Francia (este fue el Rey Luys el santo, de
quien hablaremos más largo) que le rogaba se hallase dentro de un
mes en la Guiayna, que le aguardaría en la villa de Carbolio cerca
de Mompeller, para tratar negocios importantes al beneficio común de
los Reynos, y para dar asiento a otras cosas que a la vista
entendería. Respondió el Rey, que sería con él dentro del plazo.
De estas idas tantas a Francia señaladamente para la Guiayna recibía
el Rey poco fastidio, por la ocasión que juntamente se le ofrecía
de visitar a Mompeller, por ser su propia patria, donde extrañamente
se recreaba. Y así partió luego para allá: dejando a don Ximen de
Foces nobilísimo caballero Aragonés, hijo de don Atho, por
gobernador del Reyno de Valencia: porque don Alonso su hijo no hacía
lo que debía en el gobierno. Puesto ya en camino, le vino al
encuentro don Pedro Alonso, hijo bastardo de don Pedro de Portugal,
que era comendador de Alcañiz, adonde confirmada la donación hecha
en su favor de ciertos campos y heredades, pasó adelante, hasta que
llegó a Mompeller. Y como entendió que el de Francia era llegado a
Carbolio luego se fue para él, y abrazándose los dos con mucha
alegría, antes que tratasen del asiento de las diferencias que se
ofrecían, concordaron en que doña Ysabel hija menor del Rey casase
con don Felippe Príncipe de Francia que llaman ahora Delphin:
precediendo la gracia y dispensación Apostólica por el parentesco
de consanguinidad que entre ellos había. Y en razón de dote y arras
se había de asignar a la Infanta, según el antiguo uso y costumbre
de Francia, la cuarta parte del Reyno del esposo: entregándose las
villas y castillos incluidos en la dicha parte. Concluido el
matrimonio, los dos se concordaron, y se remitieron el uno al otro,
todos los derechos y pretensiones que ellos y sus predecesores
tuvieron de los estados que ahora se dirá. Porque el de Francia
había puesto en demanda los señoríos de Barcelona, Besalù, Vrgel,
Rossellon, Ampurias, Cerdaña, Confluent, Girona, Osona, con sus
villas y castillos. Y el Rey de Aragón por el de Carcassona,
Carcasses, Roda, y Rodes, Lauraco, y Lauragues: Y por Beses y su
vizcondado. Leocata, Albiges, Ruent, y por el Condado de Foix,
Cahors, Narbona, y su Ducado, Mintrua, y el Mintrués, Fenolleda,
tierra de Salto, Perapertusa, y por el Condado de Aimillá, y
Vizcondado de Crodon, Gaualdan, Nimes, y Solòs, y sant Gil, con
todos sus derechos. Hizo también entonces el Rey donación a
Margarita Reyna de Francia, del derecho que le pertenecía en los
Condados de la Proença, y Folcalquier, y en todo el Marquesado que
también llaman de la Proença, y en el señorío de las ciudades de
Arles, Auiñon y Marsella, que fueron del Conde don Ramon Berenguer
que fue echado de su estado por los mismos Proençales sus vasallos,
con ayuda de los Condes de Tolosa, y se apoderó después del estado,
Carlos de Anjous hermano del Rey Luys, que casó con Beatriz la menor
de las hijas del Conde de la Provenza y se quedó con él: con grande
contradicción y descontento de la Reyna Margarita que fue hija mayor
del Conde de la Provenza. Esta donación hizo el Rey en favor de la
Reyna Margarita por excluir a Carlos, pero valió poco: porque fue
muy favorecido y mantenido por los Reyes hermano y sobrino. Y no solo
dejó aquel estado pacífico a sus sucesores, pero quedó muy formada
enemistad por esto, y por lo que se siguió de Sicilia, con la casa
de Aragón











Capítulo XVI. Donde se cuenta en breve la vida y muerte del SantoRey Luys de Francia, y como fue canonizado.






Esta
concordia que entre si hicieron los dos Reyes, con la cual remataron
todas las diferencias y pretensiones que hasta allí tuvieron sus
Reyes antepasados, y las que sus descendientes podían tener en algún
tiempo, pareció cosa del Espíritu santo, por ser tan manifiesta
obra de paz, y para quietar de raíz toda mala ocasión que de
distensión y guerra se podía mover entre dos tan principales Reynos
vecinos, en donde resplandeció siempre y se mantuvo la fé y
religión Cristiana también como en todos los demás Reinos de la
Cristiandad
. Señaladamente en la feliz era de estos Reyes: pues en
un mismo tiempo gozó la República Cristiana de tres los mejores que
jamás tuvo: uno en Francia que fue este Luys sancto, otro en Aragón
valentísimo, que fue nuestro don Jaime, otro en Castilla don
Fernando III, valerosísimo, del cual al principio de este libro
hablamos, y a quien este título de santo le quedó después de
muerto hasta hoy. Pero como entre los tres, la verdadera opinión de
santo, y de vida religiosísima, la alcanzó el Rey Luis por la
aprobación que la universal Iglesia con el supremo pastor y
Pontífice hizo de su santidad y vida, y le canonizó por santo: será
justo que para la edificación y ejemplo de todos, brevemente
contemos la vida, y señalados hechos suyos: junto con lo admirable
que antes de su nacimiento acaeció en el casamiento de sus padres.
Lo cual por hallarse curiosamente escrito en las historias Francesa y
Castellana, tocaremos con brevedad lo que más hace a nuestro
propósito. Como el Rey de Francia llamado Philipo II, quisiese casar
a su hijo Luis Príncipe y sucesor del Reyno, que fue Luis VIII,
envió tres embajadores al Rey don Alonso VIII de Castilla, con
poderes bastantísimos para tratar y concluir matrimonio de su hija
la mayor con el Príncipe de Francia. El Rey los recibió muy bien, y
fue contento de la embajada: y aunque los embajadores pedían la hija
mayor, mandó venir ante ellos las dos Infantas sus hijas muy
apuestas, sobre ser de si hermosísimas. Las cuales vistas por ellos
se pagaron mucho de ellas, y pidiendo los nombres de ellas, fueles
dicho que la mayor se llamaba doña Urraca (Vrraca), y la menor doña
Blanca. Como en oír Urraca se ofendiesen mucho del nombre, dijeron
que les contentaba más doña Blanca. Y así no embargante el orden
que traían, capitularon con ella, y fue llevada con muy grandísimo
acompañamiento de Castilla a la ciudad de París, donde se hicieron
las bodas de ambos. Y finalmente nació el Príncipe Luis con mucha
alegría de todos. Al cual la Reyna doña Blanca su madre quiso criar
a sus pechos con su propia leche, y afirma la historia que fue esta
Reyna tan santa y temerosa de Dios, que todas las veces que le había
de dar leche, lo bendecía antes, y le decía estas palabras. Hijo
ruego a Dios que antes te vea muerto, que caído en pecado mortal.
Fueron estas palabras como prenuncias de su santidad. Porque se
refiere en la misma historia, que no le vieron jamás pecar
mortalmente. Y así se entiende que desde que comenzó a reinar, fue
Rey pacífico, pío, y religioso, tan temeroso de Dios y apartado de
hacer guerra contra Cristianos, que jamás la emprendió sino contra
Moros, por ser tan enemigos de nuestra santa fé católica. Y que por
sacar de poder de infieles la tierra santa de Jerusalén, pasó la
mar con grandísimo ejército, y llegado a ella en el primer
encuentro desbarató y venció un muy grande ejército de Moros: y la
ganara sin duda, sino que para probar su paciencia Cristiana,
permitió nuestro Señor la grandísima pestilencia que se siguió en
su ejército, donde murieron tantos, que revolviendo los infieles
sobre él fue vencido de ellos, y (como su historia lo refiere) fue
presa su Real persona con la de su hermano Carlos de Anjous, (de
quien arriba dijimos). Mas concertándose con ellos, y rescatándose
los dos con grandísima suma de dinero que le enviaron de Francia
(como Dios guiase sus cosas) le dejaron ir libre con todo el ejército
que le quedó. Y pasando por la Asia menor, por la ciudad y puerto de
Acon, que era de Moros, se detuvo en ella algunos días, para reparar
su armada para el pasaje y con su buen ejemplo de vida, y
exhortaciones por medio de buenos intérpretes convirtió a la fé
Cristiana a los principales, y de ahí a toda la ciudad. También
reparó y favoreció con su dinero de paso, algunas ciudades
marítimas de Cristianos Griegos que estaban perdidas y arruinadas
por las entradas que hacían en ellas los Turcos corsarios, adonde le
llegó nueva de la muerte de la Reyna su madre, que en su ausencia
regía y gobernaba sus Reynos. Y por esto le fue forzado volver a
Francia. Llegado a ella y siendo muy bien recibido, luego se ocupó
en asentar las cosas generales del Reyno, y en las particulares
guardar su justicia y razón a cada uno, ejercitando su persona en
los oficios espirituales, y de caridad para con los pobres, visitando
y proveyendo los Espitales, para edificar con su gran ejemplo de
humildad y vida santa a los de su Reyno, y con la fama de estas
virtudes a los otros Reyes de la Cristiandad. En lo cual se
entretuvo, hasta que se ofreció nueva ocasión de guerra contra
Moros, y pasó en África contra los de Túnez, adonde habiendo
llegado con grande ejército, y puesto su Real a vista de ellos,
encendiose tan gran pestilencia en el ejército, que fue herido de
ella, y sin poderse remediar murió luego. Por esto el ejército
habiendo perdido tan principal caudillo, volvió a embarcarse, y
trayendo su cuerpo con grande veneración, con la misma fue llevado
hasta la ciudad de París: a donde fue muy llorado, y
solemnísimamente sepultado. Y como de cada día se descubriesen muy
grandes milagros sobre su sepultura, constando de ello al sumo
Pontífice Bonifacio VIII, fue canonizado por santo. A este imitó
nuestro Rey don Jaime en perseguir los Moros continuamente, y
persiguiera mucho más, si no fuera impedido por sus émulos, y
guerras domésticas que siempre le distrajeron y estorbaron muchas
buenas empresas que contra infieles hiciera.






Capítulo
XVII. De las distensiones que se renovaron por el Príncipe don
Alonso contra el Rey, y del odio que de allí adelante le tuvo, y de
lo que don Artal de Alagón pasó (
paßó)
con el Príncipe.






Asentados
los negocios y diferencias entre los dos Reyes por ellos y sus
sucesores, de despidieron con mucho amor, y el Rey vuelto a
Mompeller, tuvo nueva de Aragón, como el Príncipe don Alonso volvía
a sus revueltas antiguas, con el favor de muchos señores y barones
del Reyno, que tomaban por propia la injuria que pretendían le había
el Rey hecho, privándole de la herencia y universal sucesión de
todos sus Reynos que de derecho le pervenían: y mucho más por haber
separado no solo a Cataluña de la Corona Real, pero aun a Valencia,
con las Islas de Mallorca y Menorca, que siendo de la conquista de
Aragón, las dio a don Jaime menor de los hermanos. Con estos
apellidos comenzaron a despertarse nuevos alborotos entre algunos
principales del Reyno, y también entre algunos señores de título
de Cataluña. Para resistir a esta nueva conjuración que se
levantaba, determinó el Rey ocurrir a ella, y por contentar a los
Aragoneses, juntar el Reino de Valencia con el de Aragón, y hacer de
los dos señor a don Alonso. Pero esto como el Rey lo hizo muy contra
su voluntad y forzado: así de ahí adelante don Alonso quedó muy
excluido y privado de su amor y gracia, y ni le quiso ver más, ni
comunicarse con él, ni tratar cosa que no fuese como de extraño.
Porque concediéndosele a don Alonso en el término de Huesca la
villa de Luna, y enviando un Gobernador para tomar posesión, y
presidir en ella: don Artal de Alagón, uno de los principales del
Reyno, que tenía la villa, y pretendía que el Rey le había hecho
merced de ella por vía de feudo, echó al Gobernador, que ya se
había entregado de ella, muy ignominiosamente, sin tener respeto
alguno a la patente del Rey, ni a la de don Alonso, por más que
fuese general Gobernador del Reyno. Por lo cual envió luego don
Alonso un embajador al Rey a Mompeller, para dar queja de la injuria
y menosprecio de don Artal. Oída la embajada, respondió el Rey a
ella con mucha flema, diciendo que de buena gana castigaría a don
Artal por el desacato, y tendría cuenta con todo lo que le convenía,
y le dio cartas para don Alonso: en las cuales respondía a sus
quejas contra Artal, oscura y dudosamente, ni bien se dejaba
entender: mas de que no innovase cosa alguna, que volvería presto a
Zaragoza, y castigaría a don Artal: pero ni volvió luego, ni
tampoco proveyó, ni mandó a don Artal entregase la villa a don
Alonso.











Capítulo XVIII. Que estando el Rey en Mompeller entendió de la
rebelión de los de Turín contra su señor el Conde Bonifacio, y de
lo que hicieron contra él los de Aste, y como por lo que el Rey les
envió a amenazar lo libraron.






En
este medio que el Rey se detenía en Mompeller, oyó decir que los de
la ciudad de Turín en el Piamonte, a la ribera del Po, mayor río de
Italia, rebelándose contra Bonifacio su señor Conde de Saboya le
pusieron en prisión: y que sabiendo esto los de Arte del mismo
Condado, ciudad potente, con arte y maña que tuvieron le sacaron de
las cárceles de Turín, y lo pusieron en las de su ciudad con buena
guardia, y luego fueron los deudos y criados de Bonifacio a pedirle.
Mas entendiendo de ellos que no lo librarían sin rehenes, o muy
grande suma de dinero, les llevaron a los hijos del Conde, con otros
principales hombres del Condado, que los de Aste habían señalado.
Los cuales venidos y retenidos, antes que pusiesen en libertad a
Bonifacio, no contentos con esto, tomaron por fuerza de armas algunas
villas y Castillos del estado que estaban sin defensa: y después de
bien fortificadas, y puesta su guarnición de gente, pusieron en
libertad a Bonifacio, y a los principales: reteniéndose los hijos.
Mas Bonifacio de tan quebrantado de los hierros (yerros) y trabajos
que había padecido en las dos prisiones, murió luego. Por donde los
de Aste viendo el Condado de Saboya como desamparado, y sin señor,
movieron guerra de nuevo contra todo el estado. Como esto contasen al
Rey ciertos Capitanes que de Italia pasaran a España, se encendió
en tanta cólera contra los de Aste, que a la hora envió un
embajador para que denunciase a toda la ciudad guerra cruel, y los
desafiase de su parte, si dentro de un mes no libraban de las
cárceles, y ponían en toda la libertad a los hijos de Bonifacio,
restituyéndoles todas las tierras que les habían tomado. Con estas
amenazas del Rey, los de Aste quedaron tan amedrentados y confusos,
viendo sus pocas fuerzas para resistir a las del Rey, y por otra
parte lo mucho que les convenía quedarse con las tierras que se
habían usurpado del Condado, que ni sabían qué responder, ni cómo
despedir al embajador. Como esto supo Pedro de Saboya tío de
Bonifacio, valiéndose de tan buena ocasión, con la sombra y nombre
de él movía guerra contra los de Aste, diciendo que la hacía por
orden y mandado del Rey, y pasándola adelante, llegó a ponerlos en
tanto aprieto, que no tuvieron fuerzas ni ánimo para defenderse, y
así cobró a despecho de ellos las villas y Castillos que habían
tomado, y libró los hijos de Bonifacio, y sin eso hizo muchos robos
y presas en la campaña de ellos. Conociendo los de Saboya que todo
este buen suceso, se debía al nombre y buen favor del Rey con el
fiero que mandó hacer a los de Arte, le enviaron sus embajadores a
dar las gracias por la merced y amparo que les había hecho, lo cual
en su tiempo reconocerían. Pues como el Rey entendió que la guerra
había
succedido
a toda satisfacción de los Saboyanos, y lo que había aprovechado
haber interpuesto su nombre y autoridad en esto holgose mucho del
buen succeso, por haber en aquella guerra acabado con sola su fama,
cuanto pudiera con la persona, y armas.












Capítulo XIX. Como el Rey vuelto para Aragón, concertó de paso a
don Artal de Luna, con el señor de Albarracín, y ayudó al Rey de
Castilla, y del Príncipe don Alonso como se casó y murió.






Partió
el Rey con mucha prisa de Mompeller para Aragón, y entrando en él,
le salieron al encuentro don Artal de Luna, y el señor de Albarracín
para que averiguase y asentase ciertas diferencias que entre ambos
(
entràbos)
tenían sobre el Castillo y villa de Codes, en la comarca de
Albarracín. Y entendiendo que don Artal
había
muchos años que poseía el Castillo y villa pacíficamente, y sin
habérsele puesto demanda, se la aplicó para siempre. Llegando a
Zaragoza halló que le aguardaban los embajadores del Rey de Castilla
para pedirle, que por cuanto le había ya movido guerra el Rey de
Granada, diese lugar para que los nobles, e hidalgos de Aragón
fuesen a ayudarle en ella, pues así lo habían poco antes asentado
en la consulta que tuvieron en Soria. Condescendió a ello el Rey,
exceptuando los hidalgos que no tenían de él tierras, ni
caballerías: porque se había capitulado así. Recelando el Rey con
justa causa, que según las cosas de Aragón andaban turbadas con los
movimientos del Príncipe don Alonso, no tentase el de Castilla con
la inteligencia de los nobles de Aragón que llevaría consigo, hacer
alguna secreta liga contra él, so color de favorecer al Príncipe su
primo: con todo eso permitió que los Caballeros de Aragón que eran
vasallos de señores de título, o los acompañaban, tomando gajes de
ellos, pudiesen ir a servir en aquella guerra al Rey de Castilla. De
la cual también exceptuaba al Miramamolin de Marruecos, y al Rey de
Túnez: con los cuales había hecho treguas, por el mucho trato y
negociación que los mercaderes de Cataluña y Valencia tenían en
los Reynos de ellos. En este tiempo el Príncipe don Alonso daba
mucho que decir de si y de sus cosas a todo el mundo, viéndole tan
desgraciado y corto de ventura a respecto de la del padre y hermanos.
Pues siendo ya de edad cumplida para casar, que pasaba de los xxxii
años: y jurado Príncipe de tan insigne Reyno como el de Aragón, no
se le ofreció casamiento alguno: siendo así que al Rey su padre,
con no tener aun doce años cumplidos, se le ofreció tan principal
con doña Leonor de Castilla madre del mismo Príncipe. Le vino todo
esto por estar de él muy olvidado el Rey, y en su desgracia: como se
podía muy bien entender del antiguo odio que doña Violante su
madrastra le tuvo, y de la envidia y rencor de los hermanos. Lo cual
todo junto le deslustró de manera que ningún Rey se aventuró a
darle su hija por mujer, pues el Rey no la pedía, mayormente por ser
muy notorias a todos las diferencias que entre él y el Rey su padre
y hermanos había: hasta que de importunado consintió se tratase de
casarlo con doña Gostança de Moncada, hija mayor del Vizconde de
Bearne hijo de aquel ínclito y valeroso Vizconde don Guillen, que
murió en la guerra y conquista de Mallorca, como en el libro vi se
ha contado. De manera que hechos los capítulos matrimoniales, doña
Gostança fue traída de Bearne muy acompañada de la familia y
linaje de los Moncadas, a la ciudad de Calatayud: donde las bodas,
que en muy breve se hicieron, quiso la desgracia que muy más en
breve se deshiciesen. Porque apenas se cumplieron los días de la
fiesta y bodas, cuando el Príncipe de muy descontento y quebrantado
de espíritu por verse en tanta desgracia de su padre, y
aborrecimiento de sus hermanos, que se excusaron todos de hallarse en
sus bodas, adoleció de tan cruel enfermedad, sin poderse hallar
remedio alguno de los Médicos que
secándole
la tristeza, con muy grande dolor y lágrimas de muchos pasó de esta
vida, sin dejar hijos, ni aun hacer testamento. Al cual se le
hicieron allí mismo sus obsequias Reales con toda la pompa y
solemnidad que a Príncipe jurado de debía: y fue sepultado en el
monasterio de Veruela de la orden de Cistels, en tierra de Calatayud.
De donde poco después fueron trasladados sus huesos a la ciudad de
Valencia, y puestos en un sepulcro muy bien labrado dentro de la
iglesia mayor en la capilla de sant Iayme, donde está fundada la
cofradía de los Caualleros, y nobles de Valencia, por el mismo Rey
don Iayme. Fue don Alonso Príncipe harto modesto, provechoso y de
buen conocimiento: si las persecuciones de los suyos, y malos
consejos de algunos no le pervirtieran para perder, y nunca cobrar la
gracia de su padre.




Fin
del libro XV