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viernes, 13 de octubre de 2023

Complaintes Historiques. I. Quascus plor e' planh son dampnatge,

Complaintes Historiques.


I.


Quascus plor e' planh son dampnatge,

Sa malanansa e sa dolor,

Mas ieu las! n' ai en mon coratge

Tan gran ira e tan gran tristor

Que ja, mos jorns, planh ni plorat

Non aurai lo valen prezat,

Lo pros Vescomte, que mortz es,

De Bezers, l' ardit e 'l cortes,

Lo gai e 'l mielh adreg e 'l bon,

E 'l melhor cavallier del mon.


Mort l' an, et anc tan gran otratge

No vi hom, ni tan gran error

Mais far, ni tan gran estranhatge

De dieu et a nostre senhor,

Cum an fag li can renegat

Del fals linhatge de Pilat

Que l' an mort; e pus dieus mort pres

Per nos a salvar, semblans es

De lui, qu' es passatz al sieu pon

Per los sieus estorser laon.


Mil cavallier de gran linhatge

E mil dompnas de gran valor

Iran per la sua mort a ratge,

Mil borzes e mil servidor

Que totz foran gent heretat,

Si 'lh visques, e ric et honrat:

Ar es mortz, ai dieus! quals dans es!

Guardatz quals etz ni quo us es pres,

Ni selhs qui l' an mort qui ni don,

Qu' eras no ns acuelh ni ns respon.


A senhor tan fort deu salvatge

Esser, al gran et al menor,

Quan del sieu honrat senhoratge

Nos membrara e de l' honor

Que ns fetz et de la fezautat

Vas selhs qu' eron a mort jutjat:

Ar es mortz, ai dieus! quals dans es!

Caitieu, cum em tug a mal mes!

Vas qual part tenrem, ni ves on

Penrem port, tot lo cor m' en fon!


Ric cavallier, ric de linatge,

Ric per erguelh, ric per valor,

Ric per sen, ric per vassallatge,

Ric per dar e bon servidor,

Ric d' erguelh, ric d' umilitat,

Ric de sen e ric de foldat,

Belhs e bos, complitz de totz bes,

Anc no fo nulhs hom que us valgues;

Perdut avem en vos la fon

Don tug veniam jauzion.

Selh dieu prec que fetz trinitat

De se mezeis en deitat,

Qu' el cel, on lo maior gaugz es,

Meta l' arma, e non li pes,

Et a totz selhs qui pregatz son

De son ben soccor' et aon.

Guillaume, moine de Beziers.

https://www.persee.fr/doc/ccmed_0007-9731_1968_num_11_44_1461

https://commons.wikimedia.org/wiki/Category:Viscounts_of_B%C3%A9ziers


Index:


II, mon chan fenisc ab dol et ab maltraire

III, Si cum sel qu es tan grevatz

IV, Fortz chauza es, que tot lo maior dan

V, Cascus hom deu conoisser et entendre

VI, Ailas! per que viu lonjamen ni dura

VII, Era par ben que valors se desfai,

VIII, Anc non cugey que m pogues oblidar

IX, Belh senher dieus, quo pot esser sufritz

X, Planher vuelh En Blacatz en aquest leugier so,

XI, Molt mes greu d' En Sordel, quar l' es falhitz sos sens,

XII, Pus partit an lo cor En Sordel e 'N Bertrans

XIII, Ab marrimen et ab mala sabensa

XIV, Razos non es que hom deya chantar

XV, Ples de tristor, marritz e doloiros

XVI, Aissi quo 'l malanans,

XVII, Planhen, ploran ab desplazer


Pièces sur les croisades.


I.


Pus de chantar m' es pres talens,

Farai un vers don sui dolens;

Non serai mais obediens

De Peytau ni de Lemozi.


Ieu m' en anarai en eyssilh;

Laissarai en guerra mon filh,

En gran paor et en perilh;

E faran li mal siey vezi.


Pus lo partirs m' es aitan grieus

Del seignoratge de Peytieus,

En garda de Falco d' Angieus

Lais ma terra e son cozi.


Si Falco d' Angieus no 'lh secor

E 'l reys de cui ieu tenc m' onor,

Mal li faran tug li pluzor

Qu' el veyran jovenet meschi.


Si molt non es savis e pros,

Quant ieu serai partit de vos,

Tost l' auran abayssat en jos

Fello Guasco et Angevi.


De proeza e de valor fui,

Mais ara nos partem abdui;

Et ieu vauc m' en lay a selui

On merce clamon pelegri.


Aissi lais tot quant amar suelh,

Cavalairia et orguelh,

E vauc m' en lay, ses tot destuelh,

On li peccador penran fi.


Merce quier a mon companho,

S' and li fi tort, que lo m perdo,

Et ieu prec ne Jeshu del tro

Et en romans et en lati.


Mout ai estat cuendes e gais,

Mas nostre seingner no 'l vol mais;

Ar non posc plus soffrir lo fais,

Tant soi apropchatz de la fi.


Totz mos amicx prec a la mort

Qu' il vengan tuit al meu conort,

Qu' ancse amey joi e deport

Luenh de me et en mon aizi.


Aissi guerpisc joy et deport

E var e gris e sembeli.


Comte de Poitiers.

//

Index.

II, senhors per los nostres peccatz

III, En honor del Paire en cui es

IV, Er nos sia capdelhs e guerentia

V, So qu' hom plus vol e don es plus cochos,

VI. Ara sai eu de pretz quals l' a plus gran

VII, Era nos sia guitz Lo vers dieus Iheus Critz,

VIII, Nostre senher somonis el mezeis

IX, Pus flum Jordan ai vist e 'l monimen,

X, Ara parra qual seran enveios

XI, Per pauc de chantar no me lays,

XII, Si m laissava de chantar

XIII, Hueimais no y conosc razo

XIV, Aras pot hom conoisser e proar

XV, Lo senher que formet lo tro

XVI, Baros Ihesus qu' en crotz fon mes

XVII, Bel m' es, quan la roza floris

XVIII, Quan lo dous temps ven, e vay la freydors,

XIX, Totz hom qui ben comensa e ben fenis

XX, Tornatz es en pauc de valor

XXI, Emperaire, per mi mezeis,

XXII, Ira e dolor s' es dins mon cor asseza,

XXIII, El temps quan vey cazer fuelhas e flors,

XXIV, Qui vol aver complida amistansa

XXV, Ab grans trebalhs et ab grans marrimens


Croisades

martes, 26 de octubre de 2021

XII. UN LECHO DE ESPINAS.

XII.

UN LECHO DE ESPINAS. 

Toda la tarde había llovido, y apenas transitaba nadie por la puerta antigua del Muelle. En el cuarto destinado al comandante de la guardia se hallaban reunidos varios oficiales y un capitán retirado, que solía detenerse allí un ratito al concluir su cotidiano paseo. Hombre ya maduro, alto de talla, enjuto de rostro, de bigote entrecano, y con una afluencia de palabras que podía dar quince y falta al hablador más impertérrito, gustaba de referir las cosas con todos sus pelos y señales. Más que un velón encendido, y colocado sobre una mesa de pino cubierta de bayeta verde, alumbraba la vasta, desnuda y destartalada pieza una respetable cantidad de troncos y astillas que ardían sucesivamente en la chimenea. Aunque reducido el número de las sillas era mayor que el de los oficiales; pero ninguna estaba desocupada, porque estos, inclinando cada cual la suya y apoyando el respaldar en la pared, hacían descansar en otra los tacones de sus botas. Así medio echados y envueltos en la densa atmósfera que producía el humo de sus cigarros, arrastraban penosamente una conversación que no salía del estrecho círculo acostumbrado. Poco a poco se fue animando: desaparecieron las preguntas frívolas, las respuestas de cajón y las interjecciones de ripio. Empezó a discutirse si el valor es una cualidad física o moral, si es absoluta o relativa, si procede del temperamento o de la reflexión, si presenta fases contradictorias o si es consecuente en todas ocasiones, y cada cual aducía en favor de su opinión observaciones propias, ejemplos vulgares y anécdotas más o menos conocidas. 

El retirado tomó la palabra, y después de algunas frases preliminares habló así: No quiero meterme en estas honduras; pero, supuesto que viene el caso, voy a referiros un hecho de cuyos pormenores estoy seguro de ser la única persona bien enterada. Y lo más particular y curioso es que el lance tuvo origen y comienzo en este mismo sitio; y a presencia de una reunión como esta de la cual yo también formaba parte.

Al oír este sencillo exordio que preparaba los ánimos a un relato de nuevos o misteriosos acontecimientos, los circunstantes movieron sus sillas, les dieron mayor inclinación, cruzaron sus piernas una sobre otra, y acomodando el cuerpo a todo su sabor so dispusieron a prestar la atención más profunda y religiosa.

Después de una breve pausa el retirado continuó. 

Habéis leído en los papeles públicos la gloriosa muerte del capitán Bustamante, ocurrida hace poco en las Provincias, donde parece que la guerra civil va a ser una guerra larga y encarnizada. Yo la admiro porque ha sido la muerte de un héroe, y la siento porque es la muerte de un amigo. Vosotros, no le conocisteis; pero sabiendo como ha muerto no podéis poner en duda su valor y bizarría. 

Era una figura atlética, con una musculatura de hierro, y en cuanto a destreza en el manejo de las armas podía dar lecciones al mismo Carranza. Hallábase aquí de teniente de caballería cuando yo lo era de infantería en el regimiento que guarnecía esta plaza. Mí coronel le apreciaba muchísimo, y Bustamante, prevalido de este afecto, obsequiaba a su hermana Carolina. Todos le creíamos correspondido, pero cierto día, en este mismo sitio, nos dijo que había moros en la costa. Hicímonos cruces, soltamos la carcajada al decirnos que estaba celoso del capitán Valdivia. Parecíanos el absurdo más absurdo que podía caber en la mollera de un enamorado. Carlos Valdivia servía en mi regimiento, era un santurrón, un encogido, un huraño: su aspecto, su continente era más de fraile que de soldado. Nosotros le llamábamos “el capitán cogulla." En su vida había oído silbar una bala, y generalmente era tenido por cobarde. Nadie sabía en qué fundaba este juicio, ni nadie se había tomado el trabajo de rectificarlo. Así es que todos le profesábamos una aversión decidida, aunque velada por la urbanidad y cortesía. 

Una de las últimas tardes del mes de octubre estábamos reunidos aquí una porción de amigos. Bustamante nos hablaba de sus cuitas amorosas, si bien no podía llegar a persuadirse de que sus celos tuviesen verdadero fundamento. 

Estaba más inquieto que irritado, y mitad por broma, mitad por pasión, nos propuso un medio, que nada tenía de ingenioso, para humillar o dar una lección a Valdivia. Como iba a ser una diversión para nosotros lo aprobamos sin discusión ni cortapisas. Estaba la tarde hermosísima, y a poco rato vimos a Valdivia que salía a dar un paseo con un paisano amigo suyo, Bustamante le llamó indicándole que tenía que decirle dos palabras, el paisano se despidió, y Valdivia entró aquí saludando cortésmente. Nadie le devolvió el saludo, nadie se movió, nadie le ofreció un asiento. Todos aparentábamos estar engolfados en una conversación la más frívola e insignificante. El oficial de guardia apoyaba sus talones en una silla, y Bustamante se entretenía haciendo dar rápidas vueltas a otra que giraba sobre un pie. Valdivia se sentó sobre la mesa. En el marco de la chimenea había una bandejita con habanos: todos fumábamos y nadie ofreció uno a Valdivia; pero él con toda calma sacó su petaca y se puso a fumar un cigarrito de papel. Cruzábanse palabras sin ton ni son: de un asunto baladí pasábamos a otro del mismo calibre; pero en todos afectábamos la misma animación. Tres cuartos de hora duró esta maniobra. Qué papel tan desairado hacía para nosotros el tal Valdivia! Cómo nos burlábamos interiormente de su paciencia! Nunca nos lo hubiéramos figurado tan cobarde o tan cachazudo. Al cabo se levantó y dijo: 

- Señor de Bustamante, me habéis llamado para decirme alguna cosa. Estoy a vuestras órdenes. 

- De veras? Y qué tengo yo que deciros? 

- Vos lo sabréis. 

- Pues señor, se me ha olvidado. 

- Sois flaco de memoria. Me habéis hecho perder el sol, pero me pasearé a la sombra. 

- Si por mi culpa habéis perdido algo estoy pronto a daros una satisfacción. 

- Cuando no la pido es claro que no la necesito. 

- No tan claro: tal vez no la pedís por no arriesgaros a que os la den.

- Señor de Bustamante me estáis provocando sin haberos dado pie para ello. 

- Si examinaseis vuestra conciencia tal vez encontraríais algún pecadillo oculto. 

- Mi conciencia de nada me reprende delante de los hombres. 

- Pues si tan limpia la lleváis, cómo es que tenéis tanto miedo a la muerte? 

- A la muerte? os aseguro que no la temo. Es muy probable que más miedo le tengáis vos? 

- Señor de Valdivia, exclamó el teniente dando con el pie un golpe en el suelo, estas palabras encierran un doble sentido. Ahora soy yo quien pide una satisfacción. Ya sabéis cómo se arregla esta clase de negocios: vos mismo dictaréis las condiciones.

Valdivia se puso reflexivo.

- La primera, dijo, es que aplacéis para de aquí a tres días esta provocación.

Titubeó un poco Bustamante, y luego dijo: Concedido.

- La segunda... ¿tendréis valor para admitir la segunda?

- Vive Dios que me estáis insultando!

- Tendréis valor para poneros a mi disposición durante algunas horas de uno de esos tres días, y seguirme a donde yo fuere, e imitarme en lo que yo hiciere?

- Aunque sea arrojarme de cabeza desde el campanario de la Catedral.

- Corriente. Señores, hasta la vista.

- Qué diablos de farsa será esta? exclamó el que estaba de jefe de día.

- Qué contará hacer en ese extraño plazo? preguntó uno.

- Escaparse, fingirse enfermo, dar parte al coronel, qué sé yo? le contestó otro.

- De todos modos está perdido a los ojos de Carolina, dijo Bustamante para sí.

Habían pasado ya dos días completos sin que Valdivia diera el menor indicio de cuáles podían ser sus intenciones. Se le había visto en los actos de servicio puntual, sereno e indiferente como en otra ocasión cualquiera. En su rostro se leía la calma de su espíritu, calma incomprensible para los que conocían la gravedad de sus compromisos. Bustamante a fuerza de esperar con impaciencia las imprevistas escenas de aquel drama se fastidió de su lentitud y se dijo a sí mismo: «veremos»; pero su orgullo se resentía de no poder adivinar lo desconocido, y experimentaba una irritabilidad nerviosa que en valde trataba de ocultarnos. Todas sus chanzas de aquellos dos días fueron pesadas: todas sus bromas sarcásticas y punzantes. Estaba de malísimo humor. Atronado del continuo clamoreo de las campanas las maldecía como si nunca las hubiese oído.

Serían sobre las once de la noche cuando sonó un golpe en la puerta de su posada: sobrecogióle un poco, pero logró disimular completamente su emoción a los ojos de Valdivia quien después del saludo le dijo:

- Espero no tendréis inconveniente en venir conmigo:

- Adonde? fue la palabra que se le vino a los labios y que estuvo a pique de caerse de ellos; pero rehaciéndose luego la retiró como si fuera una blasfemia y la sustituyó diciendo: ni el más mínimo. Es preciso tomar armas?

- Traigo? Pero si preferís las vuestras a las mías...

- Cualesquiera me bastan, que no es el acero sino el brazo lo que importa.

Valdivia calló. Embozados en sus capotes, bajaron los dos, atravesaron algunas calles, y abriéndoles el postigo de esta misma puerta salieron fuera de la ciudad.

Seguían dando la vuelta a sus muros. La ciudad que poco antes gemía, chillaba, mugía con cien lenguas de metal, la ciudad que poco antes ensordecía los vientos con sus lúgubres clamores, imitaba entonces el silencio de los difuntos. Era un silencio más imponente que el no interrumpido cañoneo de una sangrienta batalla. Bustamante echaba menos el ruido que tanto le incomodara aquella tarde. Su imaginación estaba fija en esta pregunta: adónde vamos? 

pero no se atrevía a traducir en palabras su pensamiento. Quería distraerse, o al menos (aloménos) aparecer distraído. Trataba de entablar alguna conversación frívola, y no sabía por dónde empezar: probaba a silbar alguna contradanza, y todas sus reminiscencias musicales se habían evaporado. 

De pronto le asaltó esta idea, si se tratará de hacerme caer en una zalagarda?

Necio de mí que no llevo conmigo más que mis puños! A poco rato le dijo Valdivia con toda sencillez y espontaneidad: Vos camináis a la ligera y yo cargado, si tuvieseis la complacencia de llevar la caja de mis pistolas... y se la entregó. La respiración de Bustamante fue como la del náufrago que consigue sacar fuera del agua su pecho y cabeza.

- Vive Dios, exclamó después, que ya comprendo. Pues, señor, la cosa es grave, mucho más grave de lo que podía esperarse. Ni el diablo lo hubiera soñado. Pero a mí nada me arredra. Aquí se trata nada menos que de un duelo de noche y sin testigos. 

- Testigos nunca faltan, replicó Valdivia. Vos lleváis en vuestra conciencia el vuestro, como yo el mío. Y además hay un Dios que es testigo imparcial para entrambos. 

- Sermonicos a mí? Pues si para esto me habéis hecho dejar el abrigo de la cama, medrados estaremos. Sería un lance curioso! 

Valdivia callaba. Tentaciones le vinieron a Bustamante de apostrofarlo con el apodo de capitán cogulla; pero comprendió en seguida que insultarle en aquellos momentos sería dar indicios de flaqueza. Prosiguió su camino un buen trecho y deteniéndose de golpe le preguntó. 

- Y estas pistolas? 

- Están cargadas. 

- Y si ahora retrocediese dos pasos, y cogiendo una os descerrajase un tiro? 

- Confío en que vuestro honor no os dejaría acoger tan mal pensamiento, y confío en que Dios tampoco os permitiría realizarlo. 

- Ese hombre es todo un valiente, dijo Bustamante para sí: su aspecto nos ha engañado a todos. Es un rival tanto más temible cuanto más digno. Oh! el negocio es serio, porque si no me desbanca. 

En eso vieron brillar a lo lejos una luz que se acercaba lentamente. Era un hombre que les salía al encuentro, que sin hablar palabra dejó en manos de Carlos un farolillo y una cosa de hierro, desapareciendo en seguida como un personaje de fantasmagoría. La aventura se complicaba de una manera misteriosa en la imaginación de Bustamante. 

Así llegaron a las puertas del cementerio. Carlos abrió la verja de hierro con la llave que había recibido, la entornó después de haber los dos entrado, depuso el farolillo al pie de una piedra sepulcral, y saliendo fuera del andén se introdujo en el áspero terreno labrado a sulcos. Su compañero le seguía maquinalmente y ambos se detuvieron al borde de una zanja. Tenían a sus pies dos hoyas iguales y contiguas, cavadas a lo largo de un mismo sulco, y recientemente abiertas como lo indicaban el olor y la humedad de la tierra. Esta situación presentaba bastante analogía con la que ha creado Walter Scott en su novela El Monasterio. Valdivia y Bustamante eran un nuevo Alberto Glendinningun nuevo Piercie Shafton. Lo real y conocido hacía aquí el papel de lo maravilloso; pero no era menos tétrico e imponente. Valdivia estaba cruzado de brazos, Bustamante sentía escalofríos, y juró en su corazón de sofocar toda emoción de terror y sorpresa, de no dejar traslucir ni el más leve síntoma de cobardía. 

- Voto al diablo, exclamó dirigiéndose a su antagonista, que os habéis tomado una molestia inútil si pensabais intimidarme como un chiquillo. Creéis que soy alguna mujer para que los cementerios me espanten? A mí no me dan más que asco y repugnancia. Con todo ese aparato teatral, qué os habéis propuesto? No falta sino un coro de frailes o de sepultureros para hacer la escena más divertida. Pensáis que voy a figurarme que ha de poblarse esto de fantasmas, y que he de echar a correr y abandonaros el campo? Estáis completamente equivocado. Aquí nada ni nadie ha de interrumpirnos. Vamos a ver las condiciones del desafío. 

- Valdivia contestó con toda calma y sosiego. Ni he admitido vuestro desafío, ni os provoco a ningún combate sangriento. Habéis supuesto que yo temía a la muerte, y os he contestado que acaso más la temíais vos. Nos hallamos a punto de hacer la experiencia. El más cobarde, o si queréis, el menos valiente de los dos será el primero que atraviese aquella verja. Yo no temo a la muerte porque estoy familiarizado con ella. La he visto muchas veces cara a cara aunque no sea en los campos de batalla. Es una amiga que suele visitarme en un rincón del templo o en mi gabinete de estudio. También nos encontramos al aire libre, a cielo abierto. Vos creéis que solamente se la puede ver al reflejo de un acero o al resplandor de un fogonazo; pero yo la veo en el sol que traspone la montaña, en la nube que se evapora, en la flor que se marchita, en la hoja que el viento arrebata: yo la veo en esta incesante descomposición de lo que existe para dar lugar al renacimiento de lo que ha de existir. La he visto muchas veces y por eso ya no me causa miedo. La suya es una fealdad a que mis ojos están habituados. No me hace temblar con sus amenazas, porque confío en sus promesas: sé todo lo que puede quitarme, y sé también todo lo que puede añadirme. 

Dejóse oír entonces la primera campanada de las doce. Un estremecimiento involuntario a manera de relámpago recorrió el cuerpo de Bustamante que exclamó casi gritando. 

- Pero, en fin, qué pretendéis? 

- Una cosa muy fácil y hacedera, que nos echemos cada uno en su hoya respectiva, que nos tendamos embozados en nuestras capas, y que por espacio de tres horas, sólo tres horas, permanezcamos en ella tranquilos. 

Una imprecación terrible, hija del terror y de la extrañeza, de la indignación y del aturdimiento, iba a salir de los labios de Bustamante; pero reprimiéndose al momento dijo: 

- Ni a ligero me ganáis; pero tened entendido que de esta noche tan original como incómoda, de este cambio de un lecho mullido y abrigado por uno duro y frío, me daréis estrecha cuenta. 

Y dejando las pistolas en el suelo, con precipitado movimiento se arrebujó en su capa, y se tendió cuan largo era en su inesperada sepultura. 

- Quién me dijera que había de verme convertido en trapense? fue la primera reflexión que acudió a su fantasía; pero, qué hay que hacer? Durmamos, se decía y se repetía a sí mismo. Dormir? ¡Ah este es un deseo que en ciertos casos su misma intensidad sirve de obstáculo a su cumplimiento. Nunca el sueño había estado tan lejos de sus párpados. ¿Cómo conciliarlo teniendo la parte moral tan excitada. Nada valía cerrar los ojos, como si la obscuridad no 

fuese lo que más estaba allí de sobra. Revolvíase en su lecho de espinas con la esperanza de que cambiando de postura disminuirían su incomodidad y su desvelo. No había más que algunos minutos y ya empezó a comprender que perseguía un imposible. De buena gana hubiera dado tres años de su vida por tener a mano una fuerte dosis de opio, y la hubiera tomado aun a riesgo de envenenarse: Experimentaba un acerbo frío en los pies, y vértigos en la cabeza. 

Tendíase boca abajo y se ahogaba: volvíase de espaldas y los muros de su tumba le parecían de una altura formidable, y el pedazo de cielo que descubría, horriblemente negro y encapotado. Si al menos un plateado rayo de luna atenuase aquella lobreguez espantosa! Una piedrecilla cayó rodando cerca de él y su ruido le estremeció como si fuera el de un peñasco. Parecíale que su tumba se desmoronaba, y como que una cascada de tierra le cayese encima. 

Y de pensamiento en pensamiento vino a reflexionar que aquello sucedería alguna vez, y se imaginó cadáver. Este nuevo giro de sus ideas le dio calentura. No pudo aguantar más y se puso en pie; reflexionó empero que Valdivia podría oírlo y volvió a tenderse. Los latidos de su pecho redoblábanse con rapidez espantosa. Apretábase con los codos y mordía su capote. Asaltábanle deseos de pasar a la otra tumba y estrangular a su adversario. Pero su imaginación estaba ya encarrilada en el camino de las ideas más tétricas y funestas. Cadáver vivo entre aquella multitud de cadáveres medio corrompidos parecíale que percibía el hedor de su descomposición, parecíale que los estaba viendo bajo la capa de tierra con sus rostros pálidos y descarnados, parecíale ver los gusanos que se movían en confuso hormiguero y que oía el ruido de sus mordeduras. Una asquerosa picazón invadió de improviso todo su cuerpo: sentía el contacto frío de los gusanos que corrían por sus muslos y piernas, sentíalos que se desarrollaban lentamente sobre sus mejillas, sentíalos que iban a devorarle sus ojos. No pudo (puedo en el original) aguantar más y saltó de la tumba, y sacudió todo su cuerpo como perro lanudo que sale de un estanque, y echó a correr hacia la verja, pero el ruido de sus pasos le hizo volver en sí, tembló de que Valdivia lo percibiera y se quitó las botas. Descalzo y pisando de puntillas iba a salir por la verja; mas recordando las palabras de su adversario no se atrevió a abrirla. Empezó a vagar desatentado con una especie de delirio producido por la fiebre. Tropezaba con las elevadas lápidas sepulcrales que le parecían otros tantos espectros vestidos de blanco, y se figuraba que se movían a su alrededor y que pretendían agarrarle. Quiso huir de allí a todo trance, y a favor de un montón de tierra saltó la pared que le rodeaba. Entonces echó a correr sin reparar en que cada paso magullaba las plantas de sus pies. 

Lejos ya del cementerio sentóse para respirar libremente, para que refrescase el aire sus fatigados pulmones. Con el reposo del cuerpo se amortiguó la sobreexcitación (sobreescitación en el original) de su espíritu, y recobró algún tanto de libertad su pensamiento. Púsose a reflexionar (reflxionar): soy acaso algún supersticioso? Han de aterrarme a mí con cuentos de fantasmas y espectros? He de tener miedo a un puñado de huesos? Qué dirá Valdivia? 

Qué dirían mis camaradas si tal supieran? Y resolvió volver al cementerio, y puso en planta su resolución: pero caminaba muy lentamente, y para disculpar su lentitud decíase a sí mismo que los pies le dolían. Llegado a la verja la abrió con el menor ruido posible y anduvo a gatas (agatas) hasta el sitio en que estaba el farolillo. Notó entonces que traía algunos cigarros habanos y su corazón saltó de alegría. Tenía a mano un medio de distraerse algún tanto y pasar con menos angustia el resto de la noche. En aquella coyuntura el teniente de caballería no se hubiera deshecho de ellos por una faja de teniente general. Levantó el farolillo para encender uno y su luz iluminó de repente un nombre grabado en la humilde lápida que ante él se levantaba. Era el nombre de una pobre muchacha con quien había estado en íntimas relaciones. La infeliz seducida y pronto abandonada, a fuerza de disgustos contrajo una tisis de la que había muerto. Nadie más que Bustamante conocía aquel horrible misterio. El farolillo le cayó de las manos, y se acurrucó meditabundo. Acaso no la había llevado él a una muerte prematura? Acaso no era él un asesino? El epíteto de doncella que en la losa había leído le atarazaba el corazón. Él la había despojado furtivamente de esta cualidad con que el mundo la creía aún condecorada. El mundo se engañaba; pero su engaño era noble. Él solo había sido el villano, y ¿nadie, nadie debía pedirle cuenta de esta villanía? La justicia de Dios se le apareció tan clara, tan lógica, tan indudable, como su existencia. 

Y no es esta justicia lo que hace terrible la muerte? Es al polvo y ceniza, es a los huesos corroídos, es a la corrupción de la materia, o bien es a otra cosa a lo que tenemos miedo? Estas ideas le abrumaban, con un peso espantoso. El roce frío de los gusanos vivos no era nada en comparación de la mordedura de este gusano interior. A trueque de abandonar aquel lugar funesto Bustamante iba a sacrificar su reputación a sus remordimientos; por fortuna resonaron tres golpes en un reloj de la ciudad. Las tres! las tres! gritó con satisfacción indecible, cogió el farolillo y fue a llamar a Valdivia. Carlos estaba profundamente dormido. 

Ah! dijo para sí Bustamante, este lleva la conciencia tranquila, y por eso duerme, y por eso no teme a la muerte! 

Valdivia se levantó, se esperezó y plantándose en seguida de pie en el borde de la tumba, dijo: 

- Ahora, qué queréis de mí? 

- Me habéis hecho pasar una malísima noche, y quiero vengarme, quiero mataros. Defendeos. 

Y le entregó una de las dos pistolas. 

- Paréceme que este farolillo está mal colocado. Como no tenemos aquí maestre de campo que nos parta el sol... 

Bustamante lo cogió, lo retiró obra de veinte pasos y luego se plantó al extremo de la otra tumba. 

- Aguardad, continuó Valdivia. De todos modos la completa obscuridad cuadra mejor a las malas acciones. 

Y disparando al farolillo lo hizo añicos. 

- Ahora, añadió, arrojando la pistola y cruzando los brazos, podéis hacer fuego si tenéis corazón para ello. 

Bustamante apuntó al bulto inmóvil que distinguía apenas. La admiración triunfó de las malas pasiones. Arrojó también su pistola, extendió los brazos, fuese corriendo a Valdivia, y casi con lágrimas en los ojos: 

- Sois un valiente, le dijo, sí, sois un valiente. 

- Pues sabed que no he admitido nunca, ni pienso admitir jamás ningún desafío. 

- Y esto qué importa? Amáis a Carolina, os casaréis con ella; pero en cambio sed mi amigo. 

Terminada esta escena con un recíproco, estrecho y prolongado abrazo, disponíase a marchar y Valdivia se adelantó para salir el primero. Oyóse entonces un reloj que daba la una. Bustamante confuso, y corrido de haber medido tan mal el tiempo, de ningún modo quiso ceder a la cortesía de su nuevo amigo. 

La tarde de aquel día nos reunimos como de costumbre esperando el enlace o desenlace de aquel suceso. Bustamante tardó un buen rato: al fin le vimos aparecer pálido y desencajado. Sus ojos estaban hundidos, sus labios amoratados y acribillados por la calentura. 

- Y Valdivia? le preguntamos sorprendidos. 

- Valdivia se casa con Carolina, yo mismo he pedido su mano al coronel que a mis ruegos ha cedido. 

- Y eso? 

- Es que Valdivia es un valiente, queráis creerlo o no. 

- Y cómo lo sabéis vos? 

- Es un secreto que yo me reservo. 

Y este secreto me lo confió después a mí, añadió el retirado, como a su único y especial confidente. 

(Muy interesante el número tres en este relato. En algunos pueblos suenan los cuartos, incluso de noche, como en Beceite, mi pueblo, por lo que escuchó la 1 menos cuarto : 12:45, y creyó que eran las 3, tenían que estar 3 horas desde las 00 que sonaron estando ya en el cementerio).

lunes, 13 de julio de 2020

CAPÍTULO XLII.


CAPÍTULO XLII.

Dapifer de Moncada, por muerte de Otger, es capitán de los catalanes, y venida de Carlo Magno a Cataluña.

La pérdida de los cristianos con la muerte de Otger Catalon se reparó con el valor del sucesor que nombró, que fue Dapifer de Moncada, muy estimado y querido de todo el ejército que estaba en Cataluña. Las incomodidades que, viviendo Otger, se sentían, perseveraban aún. Armáronse los moros, sabida su muerte, y se juntaron para socorrer los sitiados de Empurias, que ya lo pasaban mal. Los más principales caudillos de los moros fueron el rey de Fraga, el rey de Tortosa, el rey de Roda, el rey de Tarragona, el rey de Gerona y el rey de Barcelona. Era costumbre entre los moros a todos los señores y capitanes de pueblos grandes darles nombre y título de reyes, de donde nació haber entre ellos muchos reyes (reinos de Taifas), así como el día de hoy entre nosotros muchos duques, marqueses y condes. El número de combatientes que estos llevaban era inumerable; Dapifer de Moncada no quiso aventurar su gente, alzó el cerco y se retiró a la Seo de Urgel y los montes, donde, por quitar estorbos, habían dejado las mujeres e hijos. Los franceses que con Otger habían entrado se volvieron a su naturaleza, salvo algunos pocos que se quedaron aquí. Los moros, escarmentados con la entrada de Otger, cada día se fortalecían, recelando otra. 

En este intermedio de tiempo, que era el año del Señor 741, murió Carlos Martel, cuya muerte acarreó guerras a sus sucesores, y cuidados domésticos, que retardaron el favor que de Francia aguardaban. Los catalanes que en el monte Pirineo estaban retirados se sustentaban en ellos como mejor podían, poblando aquellos montes y edificando en ellos los castillos e iglesias que el día de hoy se conservan en aquellas partes, indicio y testimonio verdadero y cierto de la morada que (pone hallí) allí hicieron nuestros antiguos catalanes; y allí Dapifer de Moncada, con la aspereza de los montes y natural fortaleza del sitio y castillos que se edificaron, valerosamente se conservó y vino a ser señor casi de toda la tierra de Cerdaña, Seo de Urgel, vizcondado de Castellbó, Pallars, valles de Aran y Andorra, y de todo lo más inaccesible y montuoso de aquellas ásperas montañas, donde ya florecía la fé católica, y los vecinos de ellas ya reconocían al rey de Francia, en cuyo nombre todo se gobernaba, y a quien la nobleza y pueblo catalanes, para que sus empresas tuviesen la debida reputación, reconocían como a rey, dueño y cabeza poderosa que los gobernase, y a quien los enemigos respetasen.
Quedóse allí Dapifer y sus compañeros, como en tierra suya propia, cobrada con su valor y esfuerzo; repartíanse los despojos y todo lo que se ganaba, según los méritos de cada uno: los socorros que de Francia aguardaban no tenían el efecto deseado, porque en aquel reino había hartas cosas a que acudir. Carlos Martel era muerto a 21 de noviembre de 741: dejó dos hijos, Carlo Mano, que fue el mayor, y Pepino el segundo: ambos dejó el padre 
gobernadores de Francia y entendieron en ello; pero Carlo Mano, como sabio, renunció al mundo y a sus vanidades, y se retiró a Roma, donde recibió el orden sacerdotal, y tomando el hábito de san Benito, se retiró al monte Casino.

Pepino, su hermano, quedó con la misma autoridad y poder que tuvo
Carlos Martel, su padre. La flojedad de Childerico, rey que era entonces de Francia, era grande, y mayor su incapacidad para reinar. Hablando de él Paulo Emilio, dice que era regio nomine indignus soliique dehonestamentum. Pepino era el que lo gobernaba todo. Presidía en la Iglesia de Dios el papa Zacarías, griego de nación; representósele el valor de Pepino, y los servicios que 
él y Carlos Martel, su padre, habían hecho a la Iglesia, la incapacidad de Childerico e ignorancia; y movido de esto, le privó del reino, dándole a Pepino, el cual y su descendencia fueron legítimos reyes de Francia; y Childerico, sin hacer a esto resistencia, pasó por lo que el papa había hecho, ordenóse en órdenes sacras, y se retiró en un convento. Pepino reinó diez y ocho años, empleándolos en servicio de la Iglesia y sus pontífices, defendiéndoles de aquellos que impíamente les perdían el respeto. Murió Pepino el año 768, y sucedióle su hijo Carlo Magno, así en el reino de Francia, como también en el señorío que Pepino tenía en los Pirineos y demás tierras de Cataluña, donde vivían los que con Otger habían venido. Dolióse Carlo Magno de aquellos cristianos que vivían en las asperezas de aquellos montes y otros que vivían entre los moros, y determinó de entrar en Cataluña para librarles de tan dura servidumbre, restituyendoles (pone restituyén-les) la antigua libertad. Entraron en su compañía muchos señores y príncipes de Alemania y Francia, que: después se quedaron acá. Era el poder de los moros y desvergüenza en estos tiempos grande y de cada día crecía más; su ánimo insaciable no podía contenerse dentro de los límites de España, y pasaron a Narbona, que, cansada de largo cerco, se rindió. Carlo Magno juntó largos ejércitos para cobrarla, y para divertir al enemigo, le puso la guerra en casa, y envió a España grandes ejércitos. Marineo Sículo dice que los de a caballo eran veinte mil: había entre ellos famosos capitanes (uno era aquel Gerardo Rocelio, que quieren fuese el primer conde de Rosellón), y llevaban orden de destruir toda la tierra por donde pasasen, de suerte que del todo quedase borrado el nombre de los moros. Entraron por los Pirineos, y aquí se juntaron con las gentes de Dapifer de Moncada, cuyo encuentro causó a todos general
contento, y saliendo de allí, después de muertos muchos enemigos, a la postre todo el poder de ellos se juntó en el campo de Urgel, y por ser la tierra rasa y llana, podían pelear sin embargo. Venían por caudillos de los moros Farrega, rey de Toledo, Superim, rey de Fraga, y Alfac, rey de Segovia. Trabóse la batalla en que murieron los tres reyes y treinta mil hombres de la gente que llevaban, y fuera lo mismo de los demás, si no se escaparan. De los cristianos murieron algunos, pero el que más falta hizo fue Otger Normandino, (Normandía) muy querido de Carlo Magno; y victoriosos todos, se volvieron a Rosellón, donde Carlos les aguardaba, y contento de lo que habían hecho, les honró y premió según los méritos de cada uno de ellos. Quedaron de aquella vez los franceses apoderados de la parte de Cataluña vecina a Francia, que llamaron algunos Cataluña Vieja, por haber sido cobrada de los moros mucho antes que la otra parte, que confina con el reino de Valencia y Aragón por la parte de poniente. Con esta entrada de Carlo Magno se aumentaron las fuerzas de los catalanes y menoscabaron las de los moros; los vecinos de Barcelona le reconocían superioridad, y ponía en ella gobernador a quien nombraba conde, que era más nombre de oficio que de dignidad.

jueves, 13 de febrero de 2020

VIII, reg 1529, pars I fol 54, sin fecha


VIII.
Reg.n°.1529 Pars I fol. 54. Sin fecha.

Experiencia qui es maestra de totes coses clarament demostra quel senyor rey ne les sues gents no deuen seguir les vestigies de lurs predecessors en los fets de les armes car ells se armaven es combatien a cavall e ara veu hom quels homens quis armen a la guisa es combaten a peu vencen les batalles als homens a cavall et conquisten regnes et terres et en altra manera son pus forts et pus greus denvehir que no los de cavall. On jatsia quel senyor rey et sos predecessors en los temps passats hajen menades lurs guerres et fets los fets de les armes ab homens a cavall: empero veen lo dit senyor rey quels altres reys del mon et en special sos vehins qui per semblant manera solien fer los fets de les armes ab homens a cavall han leixada aquella manera es son girats a la manera darmarse a la guisa et combatres a peu de la qual manera de la guisa los pren be: per ço lo dit senyor rey consideran les dites coses deliberadament et ab gran acord per gran profit et tuicio de la cosa publica del principat de Cathalunya entenen a fer semblant en los altres seus regnes et terres ha feta la ordinacio seguent.
- Primerament ordena lo senyor rey que tot hom havent domicili en les ciutats viles et lochs et parroquies reyals qui haja bens valents de VI milia tro a XII milia solidos inclusivament haja a tenir jubet o espatleres lança espasa punyal bacinet o paves o jubet e cuyraces bacineta gorjera o golero ballesta e troch e LXX passadors o arch et XL fletxes. E si ha bens velents de XII milia a XXIIII milia solidos inclusivament haja a tenir los dos arneses damunt dits ço es un de cascun dels dits dos arneses. E si algun daquests prop dits volra tenir I daquests arneses davall escrits que ho puga fer et en aquest cas no sia tengut a tenir los dos arneses prop dits. E si per ventura haura bens valents menys de VI milia solidos haja a tenir aquell arnes et en aquella manera que los veguers o batles de les dites ciutats viles lochs et parroquies ordonaran. Pero declara lo dit senyor que en aquestes extimacions damunt et davall escrites sien meses et compreses bens dotals com la dita ordinacio se faça axi a defensio et conservacio dels bens de les mullers com dels marits et los marits vivents les mullers sien tenguts per los bens dotals en aytals carrechs com ells prengan los fruyts daquells bens. - Item que tota persona sia hom o fembra que haja bens valents de XXV milia solidos inclusive haja a tenir I arnes ço es bacineta ab cara et barbuda de ferre et cuyraces e cota de ferre perpunt manegues de ferre o braçals guants gamberes et cuxeres de ferre bragues de mayla çabates de launa un glavi una atxa e daga o espunto. E si per ventura haura bens valents de L milia fins en LXXX milia solidos inclusive haja a tenir tot aquest arnes doblat. E si haura bens de LXXX milia fins a qualque quantitat se vulla haja a tenir III arneses daquests en aquest present capitol declarats. - Item que lo veguer et batle de les dites ciutats viles lochs et parroquies ab los consellers paers consols jurats et procuradors demanats per lo veguer o batle dels dits lochs si esserhi volran facen la extimacio dels dits bens a lur bona conexença et arbitre haut esguart en la tatxacio dels dits arneses que tota vegada la extimacio dels bens mobles sie augmentada et pujada del terç mes que la dita extimacio del sient axi que XXX milia solidos de sient sien enteses per XX milia de moble et axi sia servat lo compte fins a qualsevol quantitat que munt lo valor dels bens. Empero siti de alberchs o de algunes possessions mal profitoses sien extimades a aquella quantitat que a ells mils sera vist faedor. - Item que cascu dels habitadors dels dits lochs sia tengut de haver et tenir en casa sua larnes o arneses los quals deuria tenir per la valor dels dits bens segons la forma dessus declarada dins .... comptador apres la publicacio que a ell sera feta dels arneses que haura a tenir. E passat lo dit temps haja a fer mostra encontinent et dalli avant tots anys dues vegades lany ço es lo primer dicmenge de maig et lo primer dicmenge de octubre si lo temps sera covinent a fer les dites mostres sino aquell dicmenge apres seguent qui sia covinent. E si algun sera trobat qui no tinga larnes o arneses que deu tenir sia punit a pagar lo primer any la valor del arnes que li falra et en lo segon si nou havia complit la doble del dit arnes o daquell que li falgues. Pero que no constrastant que les dites penes fossen pagades cascun fos forçat per preso de persones et altres remeys covinents a tenir los dits arneses. - Item que de les ordinacions per los damunt dits faedores et de totes altres coses quels covenga de fer segons la forma dessus dita e de les costretes per los dits ordinaris faedores e de totes altres coses a ells pertanyents segons los capitols dessus dits nos puxa algu appellar ni proposar raho de nullitat ni reclamar ni haver recors a arbitre de bon varo ans totes aquestes coses qualsevol altres dilacions foragitades sien complides et exseguides segons la forma dels dits capitols.
- Item que los dits arneses sien guiats et assegurats axi que per negun delicte ne crim de qualsevol condicio sia ni per deute reyal ne fiscal o altre ne per comanda ne per neguna cosa que dir se puxa encara que altres bens defalguessen no puguen esser penyorats ne venuts o alienats en qualsevol manera ne algun noy gos prestar ne prendrels en penyora. E sis feya que haja perduda la quantitat quey haura prestada et larnes sia tornat a aquells de qui seria. - Item que la ordinacio sia publicada en cascun loch ab veu de crida e no resmenys sia posada en loch public per scrit de guisa que cascun la puga legir: pero declara lo senyor rey que per la present ordinacio la qual es feta segons les facultats que cascu ha o en altra manera negu sia tengut de portar en defensio de la terra o en altra manera per si o per altri los dits arneses ne fer major servey sino aytant et en aquella forma et manera que era tengut abans de la present ordinacio. - Item que per ço que negu no puga allegar ignorancia o metre en dubte quals arneses deu tenir mana lo senyor rey et ordona que fetes les extimacions dels bens de cascuns segons les formes damunt dites sien trameses a cascuns albarans de la forma seguent: Yo aytal veguer o batle com segons ordinacions fetes per lo senyor rey a vos aytal covenga tenir aytals arneses mana lo senyor de que de huy .... los dits arneses hajats hauts complidament. Certificantvos que si passat lo dit temps nols havets hauts pagarets per pena la extimacio del arnes queus falra part que serets costret en persona et en bens a tenir et dar compliment als dits arneses. Escrit etc. E los dits albarans sien liurats a cascu per I porter o per dos saigs et sien registrats los dits albarans: et apres que seran presentats sia feta relacio al scriva qui tindra lo registre daquells albarans lo qual haja a continuar et a escriure la dita relacio et sia dada tots temps fe al dit registre.


sábado, 25 de septiembre de 2021

Cent noms Deu, LX-LXIX, 60-69

 LX.

¡O PIADÓS!


Car Deus ha los homens començats,

Per ço que élls sian salvats,

Quant peccan ha d' ells pietats.

Piadós es Deus per força d' amor,

E per ço cové que li peccador

Amen Deus e la sua honor.

Ja peccador no será perdonat

Si de sí mateix no ha pietat,

E a son prohisme caritat.

Home qui sia piadós

Ama a Deus e es d' éll temerós,

Perque a Deus está molt graciós.

Qui pietat no vòl haver,

No vòl Deus amar ne molt temer,

Ans lo gita en exeller (14).

Home qui sia piadós

Tan tost que fall es vergonyós,

E plora e es temerós.

Mays val a home pietat

Que senyoría de regnat,

Ne amistat de hom honrat.

Ab pietat poren los homens querir

A Deus qu ' els perdó lur fallir,

Als quals Deus no pòt de no dir.

Home qui no es piadós

Está cruel e ergullós,

E ama homens traydors.

Deus hac de nos tal pietat

Que volch esser mòrt e penjat,

E de espinas coronat.

LXI.

¡O ABUNDÓS!


Deus es Abundancia de plaer,

Car de Deus pòt tot hom haver

Aytant com han mester a son voler.

Es Deus Abundancia d' enteniment,

Lo qual fá de sí mateix tan conexent,

Que se' n pòt guardar de falliment.

Abunda Deus ab bon remembrament,

Quant li fá membrar lo greu turment

Que volch sofferir per tota gent.

Deus es Abundós a home per sentir,

En quant volch hom esdevenir

Per nostres peccats a delir.

Es Deus Abundós en poder,

Saviesa e bon voler,

Perque ' ns ahonda de bon esper.

Deus es Abundós en perdonar,

En donar e en esperar

Los peccadors a confessar.

Deus es Abundós a bondat,

De bonificant, bonificar, bonificat,

Los quals son de sa entitat.

Es Deus Abundós en tot bé

Perque tot hom mal se capté

Qui fá contra éll nulla re.

Mays val esser abundós de leyaltat,

De esperança e caritat,

Que de castells, diners ne blat.

Cell qui es abundós de virtut,

Está abundós de salut,

E no plany si res ha perdut.



LXII.
¡O
REY!


¡O Rey de creada virtut!
Tú est Rey de tot ço qui es
pogut
Perque hom es esdevengut.
Deus es Rey ab altetat,
E es
Rey ab humilitat,
Ab libertat e caritat.
Car Deus es Rey de
començament.
De mitjá e d'affinament,
Fá sobre cors
naturalment.
Aquell es Rey qui Deus serveix,
E aquell es Rey
qui sí coneix,
E Rey es qui no 's desconeix.
Mays val esser
Rey de voler
Que de regnat ne d'haver,
Car ab voler per Deus
haver (15),
Rey es per fer jutjament,
E si en jutjar fá
falliment,
Lo nom de Rey en sí desment.
Null hom no es rey per
menjar,
Per caçar, ne per sajornar,
Mays per son poble a
guardar.
Tot rey es servú de son regnat,
Perque fá
gran tort e peccat,
Si vòl esser en libertat.
A tot rey se
pertany donar,
Ver dir, jutjar, a perdonar,
E per ço no pòt
franch estar.
Ah! Qui pogués tal Rey trobar
Que a tot son
regne fés honrar,
Deus molt faria a loar! 


LXIII.
¡O
HUMIL!

Deus no hagra major humilitat
Si no hagués home
deificat,
E que per home no fós mort e penjat.
Per ço que
Deus major humilitat pogués haver,
E qu'els homens pausás en
major esper,
Volch esser hom e per éll gran treball
sostener.
Aquella humilitat está major
Que fá devallar lo
major valor,
A honorificar lo major peccador.
Aquell fó lo
major peccat
Que per Adam fó en tuyt originat,
E fó vençut
per major humilitat.
Aquell home qui está major al mon,
E qui
devallá a mercé pus pregon,
Ha de humilitat major dón.
Major
ergull e major humilitat,
Estegren adonchs en contrarietat,
Quant
Christ fó prés, venút, mòrt, e penjat.
Molt me sembla home
ergullós
Aquell qui está vergonyós
En far bé e en querre
perdós.
Cell qui per ergull vòl esser honrat,
No sab que s'es
humilitat
E qui li fá honor no li 'n ha grat.
Aquell ama
humilitat
Qui n'ha plaer quant es blasmat,
Falsament contra
veritat.
Aquel sab pauc de humilitat,
Qui per saber está
inflat
E qui 'l toca tost es irat.


LXIV.


¡O
SUAU!





Deus
es Suau de sa bontat,


De
son saber e sa volentat,


E
de tota sa potestat.


Cell
qui es Suau per dever


E
per virtuts a conquerer,


Ha
Suau saver e voler.


Hom
es suau ab pietat,


Humilitat
e leyaltat,


Justicia
e caritat.


Deus
qui ha tan gran potestat,


Ama
tan gran suavetat


Que
volch esser pres e ligat.


Esser
suau quant es irat


Es
hábit de suavetat


D'hon
es vestida caritat.


Hom
suau pòt deliberar


Com
justament puscha parlar,


E
de mal se puscha guardar.


Hom
suau a negun no toll,


Ne
té negun per foll,


E
a tot home pára son coll.


Suavetat
fá home abstenir


De
crueltat e de maldir,


E
fá per bé tots mals sofferir.


Cell
qui es Suau en amar,


En
entendre e membrar,


Suavetat
lo fá honrar.


Qui
per suavetat es pres,


En
carçre d' amor es mes


Qui
'l consola en tota res.





LXV.


¡O
MEMBRAT!





Deus
qui estás Remembrat


No
‘ns remembres en nostre peccat,


Mays
membranos en pietat.


Molt
es gran bé en Deus membrar,


Justicia
e perdonar,


Car
hom se guard de mal far.


Membrar
com Deus es poderós,


De
bé fár volenterós,


Es
membrar que fá hom joyós.


Qui
membra Deus per ço qu' éll dó


Mays
que per ço car éll es bo,


No
membra Deus segons rahó.


Qui
membra Deus per sa bontat


Mays
que per sa felicitat,


Per
Deus es amat e membrat.


Aquell
pòt membrar granea de bontat


Qui
en ella remembra bonificat,


E
bonificar qui d' amdós es dat.


Aquell
ha major membrament


Qui
membra major operament,


Major
voler, major enteniment.


Qui
en deitat no membra deificar,


E
en Deus no membra bonificar,


No
pòt en Deus molt estendre son membrar.


Cell
qui no membra son peccat


Penedent,
no será membrat


En
la mort hont será jutjat.


Molt
val mays membrar per amor


Que
membrar qui es per pahor,


Car
l'ú es servú l' altre senyor.





LXVI.


¡O
LOAT!





¡O
Deus qui est Loat per ta unitat,


Trinitat
e car est incarnat,


E
car est Creador, tú sias amat!


Es
Deus Loat car es infinit,


E
car es de tot bé complit,


E
car en re no ha fallit.


Aytant
es Deus digne de laor


Per
son amar com per sa amor,


Car
ensemps han igual valor.


Loada
es eternitat


Per
eternant e eternat,


Eternar
d' amdós espirat.


Deus
es Loat de tal poder,


Que
sobre natura pòt fer


Tot
ço que li es de plaer.


Loat
es Deus de major veritat,


Major
virtut e caritat,


E
de tota majoritat.


Aquells
no saben Deus loar,


Qui
no 'l loan per deitar,


Per
engenrar e espirar.


Mays
val una laor per infinitar,


Que
per tot quant se poria crear,


Car
infinit no poria estar.


Nos
poria bonea loar ab majoritat


Si
no havia bonificant e bonificat,


E
bonificar qui sia de sa entitat.


Si
Deus no hagués presa humanitat


No
fóre Loat en majoritat


D'
amor, enfre causant e causat.





LXVII.


¡O
NOMENAT!


Lo
nom de Deus es unitat,


Trinitat
e infinitat,


Jesus
granea de bontat.


Per
molts vocables pòt hom Deus nomenar;


Ço
es Deus, deitat e deitar,


Infinitat,
amar e eternar.


Tot
nom per qui Deus sia Nomenat,


Cové
que sia de gran sanctetat,


Virtut,
valor e humilitat.


Qui
nomena Deus sens gran amor,


Del
nom no sab sa gran valor,


Car
no li fá neguna honor.


Aytant
cové esser Deus Nomenat


Per
deitar, com es per deitat,


Perque
ab obrar es Nomenat.


De
creat et de creador


Se
cové un hom qui major


Sia
en lo anomenador.


Mays
val nomenar Deus soven ab paupertat,


Que
nomenarlo tard ab riquetat,


Qui
'l nom de Deus té deshonrat.


Lo
nom de Deus es tan honrat,


Que
qui 'l nomena ab peccat


Lo
nom de Deus té deshonrat.


Al
nom de Deus fá gran honor


Cell
qui il nomena ab gran amor


E
qui no 'l desment per nulla pahor.


Aquells
qui nomenan Deus e han en lo nom plaer,


Fan
honor al nom e poren haver


Honor
de Deus e bon esper.


Tot
ço ab que ‘l nom de Deus se pòt nomenar,


Deuria
hom tant fort guardar e honrar, 

Que no dixes ne fés null mal
estar.



LXVIII.


¡O
HONRAT!





Deus
es honrable ab honrament


E
no ab viltat e falliment,


Ab
qu' el cuyden honrar molta gent (16).


Hom
deu honrar Deus ab son cogitar,


Ab
virtut d' entendre e d' amar,


D'
humilitat e de membrar.


No
honra Deus qui en cantán


Nomena
Deus e va pensán


En
vils fayts d' hon es desirán.


Qui
per petit vòl Deus jurar


E
jurant se vòl perjurar,


No
sab lo nom de Deus honrar.


¡Ah,
las! E tant ha Deus home honrat


En
est mon, qui'l té deshonrat


En
son saber e volentat.


A
Deus se pertany tal honor


Que
de totas sia major,


Ço
es, que muyra per sa amor.


Aquell
fá a Deus gran viltat


Qui
no 'l ama mays que peccat,


Qui
no ha neguna bontat.


Mays
val de Deus un honrament,


Qu'
el honrament de tota gent,


Lo
qual torna a nient.


Qui
volria Deus molt honrar,


Sovén
deuria remembrar


L'
honor qu' ens feu per encarnar.


Cell
qui poria per tot lo mon Deus fár honrar,


Car
no ho fá, en gran pahor deuria estar,


Car
al judici no se poria escusar.





LXIX.
¡O
RECLAMAT!


Deus
es reclám dels peccadors,


Quant
son en perill e en plors


E
a Deus demanan socors.


Es
Deus reclám d' hom qui 's penet,


E
qui ab bé far se sotsmet


A
satisfacció e a dret.


Car
Deus ha los homens creats,


E
'ls porta bona volentats,


vòl
per éll esser reclamats.


Reclamar
a Deus que li ajut


Com
puscha guanyar virtut,


Es
reclám per Deus molt volgut.


Tantost
com Deus es Reclamát,


Es
l' hom per éll ajudat,


Ab
qu' el reclám ab leyaltat.


Qui
reclama Deus per haver,


Per
viure e honor haver,


No
es reclam de gran plaer.


Cell
qui reclama Deus en la mort


Que
li remeta pena e tòrt,


Cové
qu' el reclám molt fort.


Molt
fá meyllor Deus reclamar,


Per
ço qu' el puscha molt honrar,


Que
per ço qu' éll vulla salvar.


Segurament
pòt reclamar


Aquell
qui Deus vòl molt honrar,


Car
Deus no 's pòt a éll negar.


Tú,
Señor Deus, est mon recorriment,


Perqu'
eu te prech humilment











































































































































































































Que
m' ajuts a ton honrament. 

Tú, Señor Deus, est mon recorriment,  Perqu' eu te prech humilment  Que m' ajuts a ton honrament.