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viernes, 3 de mayo de 2019

EL CID, EN CALANDA


2.40. EL CID, EN CALANDA (SIGLO XI. CALANDA)

Rodrigo Díaz de Vivar —uno de los mayores estrategas, guerreros y políticos de su tiempo— fue un viajero de constante caminar, apareciendo siempre mezclado en acciones bélicas de todo tipo o en foros políticos diversos, tanto en territorio bajo dominio cristiano como musulmán, convirtiéndose, sin ningún género de dudas, en un personaje decisivo en la configuración geopolítica peninsular del momento.
En ese constante ir y venir de un lado a otro, el Cid Campeador vivaqueó en varias ocasiones por las tierras altas y quebradas del Bajo Aragón y, sobre todo, por las del Maestrazgo, llegando incluso a fundar, según la legendaria tradición, una nueva población para que le sirviera de apoyo logístico en sus acciones guerreras. / La Iglesuela del Cid /

Muchas son las evidencias del paso del Cid en varios pueblos de tan amplias comarcas, cual es el caso de Calanda, población en la que, en cierta ocasión, tuvo que refugiarse a todo galope dada la persecución de que era objeto, saltando con su caballo el arroyo que las lluvias torrenciales habían crecido, célebre y recordado salto del que todavía queda hoy una huella visible en la roca, la llamada «Pota del Caballo». Las prisas de la acción no le permitieron entrar normalmente ni por el «puente Cil» ni por el «arco del Cid», nombres que los calandinos les pusieron en honor de tan famoso personaje.
[Anónimo, «Puente y Portal del Cid», en Variedades, BHGBA, I-II (1908), 35.]


El Puente Cid de Calanda, también llamado "Puente romano", es un viaducto situado sobre el río Guadalopillo. Data del finales del siglo XVIII. Recibe este nombre en homenaje al Cid Campeador, quien pasó por estas tierras.

Templo del Pilar (Calanda)



domingo, 28 de abril de 2019

LA TOMA DE CALANDA POR LOS MUSULMANES


11. LA TOMA DE CALANDA POR LOS MUSULMANES (SIGLO VIII. CALANDA)

La población de Calanda, como todos los núcleos del actual bajo Aragón, pasó muy pronto a poder de los moros una vez que capituló la ciudad de Zaragoza, llave del Ebro. Durante el asedio, asalto y conquista por los musulmanes tuvo lugar en la villa, según reza la tradición, un portentoso suceso relacionado con un convento de religiosas benitas que allí había, en el que se congregaban en torno a trescientas monjas o más.
En efecto, temerosas las religiosas de caer en manos de los invasores, de cuyo comportamiento habían oído verdaderas atrocidades, se congregaron todas en el coro para rezar, rogando a Dios que las salvase de aquel peligro que sobre ellas se cernía. Mientras los hombres de armas luchaban por la suerte de Calanda, las religiosas entonaban cánticos de súplica al cielo. Sin duda alguna, su plegaria fue escuchada pues, de improviso, tras un estruendo que se oyó por toda la comarca, se hundió completamente el monasterio bajo sus pies, quedando sepultadas sin sufrir daño alguno sus moradoras.
La actividad continuó bajo tierra, y mientras vivieron las religiosas que habían quedado sepultadas, parece ser que a menudo se oían el órgano y las campanas, indicadores de que la vida de la comunidad continuaba, enterrada bajo la tierra, mientras que la firmeza del terreno proporcionaba en la superficie paso seguro a los musulmanes y sus caballerías.
Cuando transcurrió el tiempo y era imposible que ninguna de las religiosas pudiera vivir ya, fácilmente comenzaron a abrirse simas donde se precipitaban las aguas de la acequia para reaparecer a gran distancia; muchas personas aprovecharon estas aberturas para curiosear el contenido de los subterráneos misteriosos, donde afirmaban haber visto bodegas, bóvedas y muchos maderajes.
[Vidiella, Santiago, «Calanda y Foz Calanda»... BHGBA, I-II (1-XI-1909), 23.]

Boletín de Historia y Geografía del Bajo Aragón









Rompida de la hora, 2019