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jueves, 14 de marzo de 2019

Libro quinto

LIBRO QVINTO
DE LA HISTORIA DEL REY DON IAYME DE ARAGON, PRIMERO DESTE NOMBRE,
LLAMADO EL CONQUISTADOR.

Capítulo primero. De lo mucho que el
Rey se afligía por no haber salido antes a hacer guerra a los Moros,
y del honesto descargo que para esto le daban los suyos.

Año
era de nuestra redención MCCXXVIII cuando el Rey, habiendo ya
cumplido los xx de su edad, y hallándose muy dispuesto para
ejercitar las armas, y que por eso tanto más deseaba extender con
ellas su nombre y fama por el mundo, andaba muy afligido y
descontento, por no haber aun salido de sus reynos, ni hecho cosa
alguna insigne en los extraños. Señaladamente por no haber
perseguido antes a los Moros vecinos a sus reynos, ni a imitación de
sus antepasados, tomado les por fuerza de armas algunas villas y
castillos para introducir la fé y nombre de Cristo en ellos: por
haber sido este su principal fin y designo, desde que comenzó y
reynar, y de cuando fundó la religión y orden de nuestra Señora de
la Merced para la redención de cautivos Cristianos. La cual le había
ofrecido como primicia de la general redención que había de hacer
dellos, conquistando los reynos de los Moros. Pues como desta
tardanza tuviese el Rey alguna manera de empacho, y mostrase dello
descontento, no faltaron algunos antiguos criados suyos que le habían
seguido en todas las jornadas que hizo desde que comenzó a reynar
(según algunos escritores lo significan) que se atrevieron con
buenas razones a distraerle de aquella su persuasión (
psuasió)
y prepostero sentimiento. Para esto se valieron de las que le
causaban empacho, para más abonarle el entretenimiento pasado: con
fin de darle mayor ánimo para llevar adelante su tan heroico
intento. Porque le mostraron claramente, como el haber salido antes
de sus reynos para tan importantes empresas de guerra, fuera tan
errado negocio, cuanto el entretenerse había sido del todo acertado,
y muy en su lugar y tiempo hecho. Pues antes, ni la edad, ni el
consejo, ni la autoridad y experiencia, que tan necesarias son para
llevar guerras en tierras extrañas, le acompañaban: ni la necesidad
que tuvo de dejar primero sus reynos apaciguados le permitían la
salida. Sino que le fue mucho mejor, con sus pequeños y bien regidos
ejércitos, pasar los primeros ejercicios de la milicia dentro de sus
tierras, antes que con muy grueso campo andar desvelado por las
ajenas: según que la experiencia lo trae, y la razón después de
bien considerado todo, lo aprueba. Porque de comenzar poco a poco, y
con pocos, a ejercitarse en la guerra: de ir en persona por general
de una hueste mediana: de ver depender de si todo el gobierno de
ella: claro está que a este le será forzado y también posible
llevar el cuidado de todos, y que pues los conoce, y va por lugares
conocidos, ya no por sus tenientes (como en los ejércitos grandes)
sino por si mismo podrá fácilmente no solo regirlos, pero en los
principales ejercicios de guerra hallarse presente ante todos. Como
es para ser en el concertar los escuadrones, y en el trabar de las
escaramuzas el primero: para según la ocasión y tiempo, así
presentar, o no, batalla a los enemigos: para darles muchas veces
alarma, y no por esto luego acometerles: para ponerse en celada, o
descubrir y falsear la de los otros. Finalmente para tener siempre
los ojos con la sospecha abiertos, y prevenir antes que ser
prevenido: con los demás ejercicios y advertimientos militares, que
por haber pasado su persona Real tan en particular por ellos, habían
sido ocasión y medio para pasarle de soldado a gran capitán, como
lo era. De manera que por haber empleado sus primeros ejercicios de
armas dentro sus reynos, como quien echa mayores raíces para dentro,
había sido como creciente de río represada, que al fin sale con
mayor ímpetu de madre: o como en las baterías de las ciudades que
solían dar contra el muro con las machinas arietarias, o
bayuenes:
las cuales cuanto más se retiraban , y con debido espacio se
entretenía, tanto mayor era la arremetida, y más terribles
encuentros hacían. Verificaban esto los mismos, con heroicos
ejemplos de los más célebres capitanes Romanos, señaladamente del
gran Scipion Africano. El cual se entretuvo por algún tiempo en
Sicilia, en la ciudad y puerto de
Saragosa,
para fabricar y trazar consigo mismo la presa de la ciudad de
Carthago. Porque cuanto más sin ruido daba orden en el aparejo de
sus machinas e instrumentos
bellicos
para la empresa, y con pocos soldados trazaba el pelear contra
muchos, tanto mejor salió de repente afuera, y con mayor gloria
alcanzó la presa y conquista de ella. Lo cual refiriendo Valerio
Maximo con muy grande admiración, concluye su dicho sabiamente con
esto, Que los ilustres y extremados ingenios, cuanto más se recogen,
tanto con más glorioso ímpetu sacan a luz sus cosas. Por donde
concluyeron su razón para más animar al Rey a poner en ejecución
sus generosos propósitos, con decir, que todo lo que la ciudad de
Saragosa en Sicilia en cosas de mar y tierra pudo aprovechar y valer
al Africano para la conquista de la ciudad de Carthago: en todo
aquello podía valer y servir al Rey para que cualquier conquista que
allende el mar quisiese emprender contra moros, la ínclita y antigua
ciudad de Tarragona, nobilísima colonia de Romanos, y muy celebrada
por las historias dellos, donde a la sazón el Rey se hallaba. De
cuyo asiento y comodidades grandes de mar y tierra para paz y guerra
hablaremos en el capítulo siguiente.

Capítulo
II. Del asiento, antigüedad y excelencias de la ciudad de
Tarragona.

La ciudad de Tarragona, que fue antiguamente cabeza
de la provincia Tarraconense, y de la España citerior, está fundada
sobre un cabo de monte que da sobre la mar al oriente, cuya población
antigua fue tan grande, que según fama, se extendía el monte abajo
por lo llano con mucho número de casas, hacia el puerto de Salou, el
cual mira al lebeche, y se le descubre entre levante y medio día.
Puesto que la ciudad, a respeto de su antigua grandeza y
vezinos,
agora es muy pequeña. Y porque entendamos la causa dello, brevemente
recorreremos lo que por los
Annales y
historias
de la corona de Aragón se
halla escrito de ella. Como desde la primitiva iglesia, cuando esta
ciudad por los méritos e intercesión de su gloriosa patrona santa
Tecla mártir, recibió la fé y religión Christiana, hasta por todo
el tiempo de los Godos, no solo mantuvo mucha parte de su población
y grandeza:
pero también en lo espiritual, fue cabeza de muchas
yglesias Cathedrales. Porque con la asistencia de su Prelado, y
suffraganeos,
que sin los de Cataluña, lo eran también los Obispos de Aragón,
Valencia, y Navarra, se celebraron en ella muchos concilios
provinciales, con decretos santísimos que en ellos se publicaron: y
que por la grande devoción que había de la misma santa fue su
iglesia, que es la mayor de la ciudad, muy venerada y amplificada de
muchos predios y dones, por los mismos Reyes Godos y otros devotos, a
ella concedidos. Hasta que sobrevino la general entrada y destrucción
(destruycion) que hicieron los Moros en España. Los cuales tomaron a
esta ciudad y la arruinaron y destruyeron de manera, que por algún
tiempo quedó yerma. Lo que fue ocasión para que el trato grande de
mar que en ella había comenzase a pasar a Barcelona. Teniendo pues
aviso desto el Papa Vrbano segundo (como lo refiere en sus Annales
Geronymo çurita) y considerando lo mucho que esta ciudad en tiempo
antiguo había florecido, y sido potentísima en lo temporal: las
muchas calidades y comodidades que tenía para poder volver a
sustentar el estado antiguo,que también tuvo en lo espiritual: luego
que entendió que los Condes de Barcelona habían echado los Moros de
ella y de todo el campo, restituyó en ella la silla Pontifical
Metropolitana, que antes tenía, dándole pastor y Prelado, y por sus
suffraganeas las siete iglesias Cathedrales de Cataluña, con las
demás, que como hemos dicho, ya se teñía antes. De ahí quedó
hecha cabeza de la que agora
llaman provincia en Cataluña.
Siguiose poco después que el Conde don Ramón Berenguer abuelo del
Rey don Alonso el segundo, viendo la ciudad tan mal parada y
despoblada, y que no la podía restaurar como debía, la dio con todo
lo temporal a la iglesia de santa Tecla y al Arzobispo S. Oldegario
que entonces era, y a sus sucesores: con fin que la reparasen, y
defendiesen de los Moros, y que se mantuviese con la autoridad y
devoción que a su patrona santa se debía. Lo cual efectuado, como
luego se hallase el Arzobispo empachado con el cargo y regimiento
secular la dio en feudo a un Barón principal de la tierra llamado
Roberto de Aguilon. Este de ahí a pocos años no la quiso tener,
sino que la restituyó a la iglesia, y al Arzobispo llamado don
Bernaldo. El cual finalmente volvió el señorío antiguo, y gobierno
temporal de ella, con ciertas reservaciones de rentas y derechos, al
Conde Berenguer, de esto reclamó Guillen Aguilon hijo de Roberto,
pretendiendo ser suya la ciudad en el estado que su padre la tuvo.
Sobre ello pleiteó con el Arzobispo que sucedió llamado Vgo de
Ceruellon, y hubo entre los dos tantos debates, y altercaciones
terribles
que el demonio fue parte para que el el Aguilon matase
al Arzobispo don Vgo, por defender los derechos de su iglesia. Y
acaeció que en el mismo año Thomas Becket (Thomas Becheto)
Arzobispo de Canterbury (Cóturbé) en Inglaterra fue martirizado
también por defender los derechos e inmunidades de su iglesia. Pues
como el conde don Berenguer procediese contra Guillé el matador,
privole de todo el derecho que pretendía, y echole para siempre de
la tierra. Por donde hubo nuevo concierto entre los Arzobispos y
Condes, de cierto mixto Imperio y gobierno de la ciudad, y por este
han pasado todos los Reyes sucesores hasta hoy en día: el cual
dejaremos de especificar, por ser ajeno de nuestro propósito e
historia. Pues ni aun lo de arriba se ha dicho a otro fin, que por
mostrar, no fue falta de la tierra, sino sobra de grandes ruinas y
persecuciones que pasaron por esta ciudad, el haber vuelto a tan
pequeña población, a respeto de su antigua grandeza. La cual aunque
la vemos en el monte recogida, allí está muy fuerte y bien
edificada, con su iglesia mayor, tan suntuosa y bien labrada, como
haya otra en la corona, y tan adornada de Prelado, dignidades,
cabildo y clero: que por eso, y ser su ciudad tan antigua cabeza de
la mayor provincia de España, puede tenerse por la más principal de
toda ella. Demás que por tener tantas iglesias suffraganeas, y haber
con ellas celebrado muchos concilios, como dicho habemos, con harto
buen título ha pretendido siempre el Primado de las Españas,
También por la liberalidad que con la ciudad usan sus Prelados, la
vemos en nuestros tiempos notablemente mejorada, a causa de la
universidad para todas sciencias, que de nuevo han fundado en ella.
Pues con el edificio de las escuelas, colegios, y hospitales que se
levantan junto al muro, por lo menos se halla un tercio más
acrecentada. Mas si volvemos a lo que ella por si misma vale y puede,
vemos que con la oportunidad del mar abunda de toda cosa. Así por la
gran copia que tiene de mucho y muy delicado pescado, como por el
gran concurso de naves en su puerto para ser proveída de toda
mercaduría. Porque en lo que toca a las demás provisiones y
auituallamientos, no le falta cosa de la vida. Mayormente por tener a
la parte del septentrión muy fértiles dehesas para el pasto, y
crianza de todo género de ganados, con mucha diversidad de caza y
montería. Y sobre todo por la extraña abundancia que de su gran
campo, que llaman de Tarragona, se le acarrea. El cual a vista de
ella se extiende hacia el poniente sobre una espaciosa y deleitosa
llanura, cercada de altos montes, y solo hacia el mar abierta, por
donde le entran los embates de él con mucha frescura. Es este campo
de si tan fértil, y con la muchedumbre de fuentes y acequias para su
regadío, tan aparejado y hecho a producir todo género de mieses, y
variedad de frutos, que de su tamaño no hay cosa mejor en la Europa,
y que por eso ha llegado a ser de lo muy poblado de ella: por las
muchas y muy grandes villas y lugares que en él se hallan, como
colonias fundadas por los Arzobispos, cuyo es el mando y señorío
del Campo. Y así como pueblos salidos de las entrañas de la
ciudad, la obedecen y proveen de todo lo necesario. De suerte que se
conoce, como a causa de tan buenas comodidades y auituallamientos que
esta ciudad alcanza por su campo y puerto, tuvieron antiguamente los
Romanos, sus procónsules y ejércitos alojados en ella, como cabeza
y fortaleza puesta para la defensa y gobierno de su provincia
antigua, que comprendía la mayor parte de España, para de allí
hazer rostro a los Carthaginenses, sin dejarles entrar, ni poner el
pie en ella. Por esto la fortificaron muy bien, entre otros, los dos
Scipiones que mucho tiempo residieron en ella, y no solo la dotaron
de los privilegios y prerrogativas de las ciudades de Italia, pero la
ennoblecieron grandemente, con muy ilustres e insignes edificios de
Theatros, tropheos, sepulchros, y templos, con otras muy magníficas
y suntuosísimas obras, de las cuales quedan admirables vestigios y
señales. Mayor nombre de los que se descubren hoy en día cavando
debajo tierra, que son tan grandes, tan profundos, y conformes a los
edificios antiguos que por ellos se muestra realmente como está una
ciudad sobre otra, y que por las ruinas de ella ha venido a ser
manifiesto
que por ventura era llano. Puesto que la obra costosísima de los
conductos que hicieron para traer el agua de muy lejos y que hoy
vendría (
vernia) cauallera
a la ciudad, señala, que parte, o lo mejor de ella, o su alcázar,
estuvo edificado en alto. Como se ve por los arcos que pasan y
atraviesan de monte a monte, y aunque están rotos en algunas partes,
no por eso se tiene por difícil del todo ni demasiado costosa la
restauración y reparo dellos. Y es cierto que restituyéndose el
agua a la ciudad, mejoraría notablemente, y la población se
acrecentaría. Ni hay porqué dejar de hacer memoria de otra
maravillosísima obra que los mismos edificaron, y fue al muelle, o
puerto fabricado, que al pie del monte hicieron en la mar, para
encerrar en él las galeras y otros bajeles pequeños, que en Salou
no se tenían por seguros. El cual estaba hecho a semejanza de otro
de Roma, con el mismo artificio, junto a Ostia a las bocas de Tiber,
delante un pueblo que por razón del puerto, se llama Portu, y de no
haberse frecuentado el uno ni el otro, están los dos casi ciegos,
pero no imposibilitados para ser restituidos en su primer estado.
Concluyamos pues, que por las mismas causas y fines porque los
Romanos se aprovecharon del asiento y campaña, del mar y puerto de
esta ciudad, con las demás comodidades dichas: por las mismas
también los Reyes de Aragón y Cataluña se valieron desta, para
fabricar y poner en orden sus armadas, y hacer sus salidas y empresas
por mar. Por las cuales llegaron los Cathalanes a ser tan señores, y
temidos por la mar, que yendo en corso contra infieles, siempre
volvían muy prosperados y ricos. Mas porque la armada que en esta
ciudad y puerto se aderezó (adreço) para la empresa de Mallorca por
orden y mandado del Rey, fue de las más principales que Catalanes
hicieron, será bien que descubramos la ocasión y motivos, que al
Rey se ofrecieron dentro la ciudad, para emprender esta conquista,
con el favor y ayuda que tuvo de Cataluña para también acabarla.






Capítulo
III. De la nueva ocasión que al Rey se ofreció para la empresa de
Mallorca, con el convite (cóbite) de Pedro Martel, y de lo que
respondió al Rey sobre la pregunta de las Islas, vecinas a
Tarragona.


Apaciguados los alborotos, alteraciones y
bandos que en los dos reynos de Aragón y Cataluña había , así de
los vasallos contra el Rey como de los pueblos y vasallos contra
vasallos: y restituida la Condesa Aurembiax en su estado de Urgel con
el favor del Rey, y por su mano casada con don Pedro de Portugal:
partió el Rey de Lerida (como dijimos antes) para Tarragona, y
llevando consigo a don Nuño Sánchez (el cual por muerte de su padre
el Conde don Sancho, había sucedido en el condado de Rosellón con
el de Conflent y Cerdaña y otros pueblos) y a don Vgo Conde de
Ampurias, a don Guillen de Moncada Vizconde de Bearne en la Gascuña,
con otros señores y Barones de Cataluña, entró en la ciudad con
mucho triunfo, por el grande recibimiento que en ella se le hizo. A
donde a causa de visitarle, concurrieron muchos principales hombres
de las ciudades y villas de los dos reynos, con otras gentes, que de
todas partes venían, a darle gracias por la general y tan deseada
paz, que por su mano gozaban todos. De manera que estando la ciudad
muy puesta en recrear al Rey con juegos, espectáculos, y
representaciones de las que allí antiguamente se usaban, Pedro
Martel ciudadano principal y rico, del número de los del consejo y
regimiento de la ciudad, hizo al Rey, y a todos los grandes y barones
de los dos reynos, que allí se hallaban, un
convite
solemnísimo, y muy espléndido, a uso y costumbre de la tierra.
Porque suelen los Catalanes, que de suyo son medidos y concertados en
el comer, y gente de pocas palabras, y muchas manos, convidar muy de
tarde en tarde, pero magnífica y espléndidamente. Tenía Pedro
Martel su casa donde fue el convite al cabo de la ciudad, y el
asiento y cuadra donde se celebró la fiesta del, en una muy
espaciosa y descubierta galería, que demás de estar muy bien
aderezada (adreçada), daba sobre la mar. De donde a todas partes se
descubría una muy larga y extendida vista. Pues como fuese la comida
opulentísima, y cual al convidado se debía, alzados los manteles,
cuando después de contento y saciado el apetito y gusto, también
buscan los otros sentidos sus pastos y adecuados objetos, de música,
de buenos olores y espectáculos, que suelen en aquella hora ser muy
acceptos, y que no faltaron, volvieron todos los ojos a contemplar la
mar, que siempre
hinche
la vista, y la recrea más que otra cosa. Y estando con gran silencio
comenzó el Rey a preguntar, qué Islas había por aquel mar más
cercanas a la costa de Cataluña, y cuan grandes y bien pobladas
eran, y pues sabía que todas las poseían Moros, qué trato seguro
tenían con ellos los Cristianos, siendo tan infestado aquel mar de
corsarios infieles, que no solo robaban a cuantos bajeles encontraban
de Cristianos, pero aun cautivaban a la gente, y según las quejas
que de esto llegaban a sus oídos debía ser el daño mayor de cada
día. Entonces se levantó en pie Pedro Martel, por ser el hombre que
más había navegado por aquellas partes, y tenía bien vistas y
reconocidas todas las Islas del mar mediterráneo: y hecho su debido
acatamiento al Rey, y a los demás (como quien pide licencia para
hablar primero) respondió desta manera. Rey y señor nuestro, las
Islas pobladas, y más propinquas a Cataluña son cuatro. Las dos que
llamaron los griegos Baleares, le dicen Mallorca y Menorca, y las
otras dos que están más conjuntas a la tierra firme en derecho del
Reyno de Valencia, que también los Griegos llamaron Pityusas, son
Yuiça y la Formentera. De todas estas, Mallorca es la mayor y más
fértil y poblada, y en segundo grado Menorca, que dista poco de
ella. Son todas pobladas de Moros, súbditas, y que obedecen al Rey
que se intitula de Mallorca, en donde reside de contino, y tiene sus
Xeques como gobernadores puestos en cada una de las otras. Son muy
fértiles y abundantes de todo lo que importa para el mantenimiento
humano: y con todo eso salen de allí grandes corsarios por la mar a
causa del aparejo que tienen para hacer armadas, con las cuales hacen
robos y daños grandes a cuantos navíos encuentran de Cristianos.
Porque a los que cautivan tratan con grandísima crueldad si no
reniegan la fé para ser moros: y entre otros es este reyno el más
molestado y perseguido de ellos. Mas si los reyes de España se
juntasen con buena armada para conquistarlos, no se tiene por
imposible salir con la empresa. Y es cierto que tomadas estas Islas,
no solo se limpiaría nuestro mar de corsarios, y sería la
navegación segura y muy provechosa para la Cristiandad: pero con
poca armada de galeras que se pusiese en ellas, se impediría el paso
a los Moros de África, para que no pasasen tan a su salvo a
favorecer a los de Valencia y Granada, para la ruina de los reynos
circunvecinos de Cristianos. Porque como son Islas tan fértiles de
pan, vino, y aceite, y de todo género de ganados con lo demás
necesario para abastecer y sustentar ejércitos: y que sin eso
abundan de madera y metal para hacer naves y galeras, podriase muy
bien de allí por mar, y de Cataluña y de Aragón, por tierra
emprender la conquista del reyno de Valencia. De manera que quien
fuere señor destas Islas no solo lo será absoluto deste mar de
España, pero hará muy prósperos y ricos a estos reynos: y les
abrirá el paso para ir más al seguro a dar con sus armadas en la
costa de Berbería (Berueria). Como acabó Pedro Martel su
razonamiento, todos los convidados
platicos
de mar que le oyeron, aprobaron su buen discurso y parecer, y con más
razones lo confirmaron, facilitando mucho al Rey la conquista: así
por el grande aparato de armada y municiones que en Cataluña tenía
para emprenderla: como por lo que se entendía de la afición y buena
gana con que la gente Catalana le seguiría en esta jornada, por ir a
vengarse de los Mallorquines Moros, por tantos robos y daños dellos
recibidos. Mayormente por haber tentado tantas veces de emprenderla
sus Reyes antepasados, y nunca proseguido la empresa: que parecía
quedaba, por la voluntad divina, reservada a él: para que echada de
allí la impía secta de Mahoma (siendo este su principal fin y
deseo) fuese por su mano introducida en ellas nuestra santa fé
Catholica.





Capítulo IV.
De la nueva ocasión que
Retabohihe
Rey de Mallorca dio para que se le moviese guerra, y de lo que la
Isla era en tiempo de los Reyes Moros.


En este medio que
el Rey se detenía en Tarragona, se ofreció una nueva ocasión dada
por el Rey de Mallorca, que puso en mayor obligación al Rey para
tomar muy de veras esta empresa, como se entenderá por lo que se
sigue. Había pocos días que reynando en estas Islas Retabohihe
Moro, sus corsarios de Menorca saliendo en corso (como solían) a
robar, encontraron con ciertas naves de mercaderes Catalanes que
venían de hacia el poniente de Sevilla, cargadas de muy rica
mercaduría, y aunque a los principios hicieron alguna resistencia,
pero como el poder de los corsarios fuese sobrado, por salvar la
principal mercadería que son las vidas, se rindieron y entregaron
con sus naves a ellos: y luego los llevaron con toda la presa a
presentar a Retabohihe a Mallorca. El cual se holgó mucho con tan
buena presa, y hinchió su palacio de lo bueno y mejor de ella,
dejando para los cosarios, se aprovechasen, del rescate de los
cautivos. Pues como se supo todo esto en Barcelona, y era pérdida
que tocaba a muchos, la ciudad hizo gran sentimiento de ellos: y de
presto formó su embajada, empleando el nombre del Rey, para el de
Mallorca, rogando le tuviese por bien de mandar a sus corsarios
restituyesen las naves con los marineros gente, y mercadería que
habían tomado de mercaderes Catalanes, por mayor conservación de la
antigua amistad, que entre Mallorca y Cataluña había: que
haciéndolo, obligaría mucho al Rey de Aragón para gratificarle con
otra cortesía, por la que en esto haría a los Catalanes sus
vasallos. A lo cual respondió Retabohihe con gran cólera y
soberbia: de qué Rey es esta demanda que traes? Es, dijo el
embajador, del Rey don Jaime de Aragón, hijo de aquel gran Rey don
Pedro, que hallándose con su ejército en la famosísima batalla de
Vbeda contra los ejércitos de los moros de África y España, en
compañía de los Reyes de Castilla y Navarra, fue gran parte para
los sojuzgar, y alcanzar gloriosísima victoria de ellos. Como oyó
esto Retabohihe se encendió en tanta saña contra el embajador, y
con tan airado rostro le maltrató de palabras, que faltó poco para
mandarle echar por las ventanas. Pero aplacado por los suyos que
escuchaban al embajador por sus libertades, mandó que por horas se
saliese de la Isla, y sin esperar más respuesta se embarcó y partió
de ella. Este llegó a la sazón a Tarragona, y contó puntualmente
ante el Rey, y los de su Corte, lo que en su embajada le aconteció
con el Rey de Mallorca, y el soberbio y desenfrenado ímpetu con que
le echó de la Isla, sin darle otra respuesta. Lo cual oído por el
Rey, de común acuerdo y parecer de todos, se concluyó, que la
guerra contra Retabohihe y sus Islas era justa, y que se pregonase a
fuego y a sangre, así por relevar de tan continuos daños y gruesas
pérdidas a la gente y costa de Cataluña: como por librar millares
de cautivos Cristianos que estaban detenidos en ellas: principalmente
por introducir la fé y religión Cristiana en ellas. Con esta
deliberación y sentencia quedó determinada la guerra contra estas
Islas. De las cuales brevemente tocaremos lo que fue de ellas estando
en poder de Moros. Como habían sido sojuzgadas dellos, del tiempo
que entraron y destruyeron a España. Cuyos Reyes vivían muy
disolutamente como tiranos: pues no contentos de la gran riqueza y
fertilidad de ellas, hacían sus armadas, y por mano de cosarios, que
salían en corso cogían cuantas naves y bajeles encontraban de
Christianos: cautivando las personas y robando para el Rey toda la
mercadería y naves que llevaban. Por esta causa se fundaron tantos
castillos y torres por la costa destas Islas. Señaladamente por la
de Mallorca que está llena de puertos y calas, y quedan hoy en día
por atalayas, para descubrir los navíos que por tormenta, o por
otras necesidades tocaban en la Isla, para luego cogerlos. Y así

son tantos los castillos y torres de las atalayas, que a la vista
parece a los navegantes que es la más poblada Isla del mundo. Por lo
cual y ser ella tan rica y abundante, como en los dos libros
siguientes mostraremos, fue tan preciada de los Cosmographos que la
llamaron la Isla dorada, y en las tablas Geographicas, la pintaron
dorada, a imitación de la Aurea Chersoneso de Asia, que llaman la
provincia de Calicut. En esta Isla que es la mayor de todas, residían
los Reyes Moros con su corte, las demás eran súbditas a esta, y se
regían por los Xeques, o gobernadores que el Rey ponía en cada una
de ellas. Los cuales eran grandes corsarios, y tenían tanto dominio
sobre el mar de su comarca, que de sus manos muy pocos navegantes
escapaban. Lo cual era en muy grande afrenta de los Reyes de España,
y mucho más para los de Aragón y Cataluña por no haberlas
sojuzgado antes. Puesto que las continuas guerras que tenían con los
de Valencia y de Granada
no les dejaba emprender jornada fuera de
sus reynos.


Capítulo V. Como el Rey tuvo cortes generales
en Barcelona, y del gran razonamiento que en ellas
hizo para
persuadir la guerra de Mallorca.

Como acabó el Rey de
entender la tiranía y mal trato del Rey de Mallorca, y las continuas
presas y daños que sus corsarios hacían de cada día contra las
haciendas de los mercaderes, por mar y en la costa de Cataluña, de
suerte que ya eran absoluto señores del mar mediterráneo de España:
propuso determinadamente en su ánimo de llevar a delante esta
conquista. Para ello mandó convocar cortes generales a Catalanes en
la ciudad de Barcelona para el mes de diciembre siguiente. Acudieron
a ellas todos los Prelados, y Abades señores de vasallos, con todos
los grandes y señores de título, y Barones del reyno: juntamente
con los Síndicos de las ciudades y villas Reales: con poderes
bastantísimos, para entrevenir y consentir en todo lo que el Rey
para tan santa y provechosa
empresa para el reyno, pidiese, y en
las cortes se determinase. Llegado el plazo y congregados todos, se
ayuntaron en el palacio real, adonde después de dada por cada uno,
según su orden y grado, la obediencia al Rey, estando sentado en su
Real solio, vestido de púrpura, con su cetro (sceptro) en la mano, y
las demás insignias reales, habló en voz alta y suave que la podían
oír todos, desta manera. Fieles vasallos, de vuestro gran concurso y
alegre rostro con que os veo aquí todos congregados, vengo a juzgar,
que os ha de ser muy grato y acepto todo lo que hoy, por grave que
sea, he de proponeros. Mayormente por la experiencia que de mí
tenéis, que ni he jamás demandado cosas que no pudiessedes muy bien
cumplir, ni otras algunas sino las que para mí son honrosas, y para
vosotros útiles y provechosas. Cuanto más, que la que propondré
(proporne) agora, puesto que se encara para la comodidad y ampliación
de nuestros reynos y señoríos: nuestro principal fin es para mayor
ensalzamiento y dilatación de nuestra fé católica, con la
extirpación de la perversa secta Mahometica. Porque estas tres cosas
son las que desde que comencé a reynar propuse en mi ánimo de
llevar siempre adelante. Y si las ocupaciones que hasta aquí he
tenido, en asentar las diferencias y altercaciones de nuestros reynos
no me lo estorbaran, sin duda saliera con ellas. Mas pues al presente
se nos ofrece la ocasión tal, con la desocupación que deseamos,
para entrar en la demanda: es menester, que tomando el favor divino
por nuestra verdadera guía, y vuestra ayuda y fuerzas por
compañeras, os dispongáis a proseguir con nosotros la cruel guerra
que por mar y por tierra determinamos mover contra los infieles
Moros. Y que pues aún no es llegada la sazón y aparejo que se
requiere para mover la contra los de tierra firme, pasemos primero
con buen ejército la mar,
y los echemos de las Islas de Mallorca
y sus circunvecinas. Así para librar a esta ciudad y reyno de los
daños que recibe de ellas: como para dedicarlas al nombre, y fé
santa de nuestro Señor Iesu
Christo, y su bendita madre: y para
incorporarlas en nuestros reynos de la corona.
Porque si bien lo
miráis, los Moros de todas estas Islas mayores perros y enemigos
vuestros son, y mucho más perniciosos para vuestra navegación y
tratos de mar, que los que tenemos en tierra firme vecinos, Pues no
solo os privan del trato y comercio, no consintiendo que os alegéis
(allegueys) a ellas, ni os valgáis de su increíble fertilidad y
copia de mantenimientos para beneficio destos reynos: pero aun con
las continuas correrías que sus corsarios hacen por mar contra
vuestros
vaxeles y mercaderías, y por tierra robando la costa,
os causan muchísimos daños, cautivándoos las personas, y por el
rescate,
llevando se os
lo mejor de vuestras haciendas. De manera que si salimos
con la
empresa: demás de los provechos grandes que sacaréis de ellas,
seguirse han dos cosas importantísimas. La una que aseguraréis
vuestra navegación y costa de los corsarios dellas, y de los de
África, con la buena armada que pondremos en ellas. La otra que con
este nuevo señorío, facilitaremos la empresa de Valencia. Y aunque
a la verdad vemos ser esta conquista muy difícil y ardua, y no menos
costosa que trabajosa, porque se hace por mar, cuya experiencia no
tenemos, y por esto nos será algún tanto lícito el temerla: pero
confiando en lo mucho que vosotros en el arte del navegar y pelear
por mar, excedéis a las otras naciones, y el poder y fuerzas que
para proveer de gente, armas, y dineros tenéis: demás que pelearéis
por vuestra común utilidad y provecho: no hay duda, sino que en todo
nos valdréis de manera, que tendrá (
terna)
muy próspero suceso esta jornada. Mas porque aprovecharía poco
mover guerra por defuera, no quedando la paz firme en casa, ha se de
procurar cuanto a lo primero, que todas las diferencias y discordias
así públicas, como secretas, que andan sembradas por el Reyno,
entre gente que no atiende sino a inquietarse los unos con los otros,
que ante todas cosas, mediante nuestra autoridad y decreto, se
asienten y apacigüen. Para que pacificados entre si los ánimos de
esta gente distraída, revuelvan, y encaren todo su furor e ir a
contra los Moros de esta conquista. Pues es muy cierto que terna poca
fuerza la guerra movida contra Moros. que no fuere nacida de la
concordia firme
dentre
Christianos.





Capítulo VI.
Como fue aprobada por todos la proposición de la conquista, y de lo
que el Reyno, Prelados, Señores y Barones ofrecieron para ella, y de
la general paz que se hizo por toda Cataluña.


Acabado el
razonamiento del Rey, súbitamente se oyeron grandes voces de aplauso
y contentamiento por toda la congregación, alabando mucho los buenos
fines y determinaciones del Rey, con la general aprobación de su
demanda. Y así luego se levantaron en pie los prelados que allí se
hallaban, el Arzobispo de Tarragona, y Obispos de Barcelona y Girona
con los Abades, y de uno en uno fueron con palabras santas y de mucha
afición (cuales refiere el Rey en su historia) a darle gracias por
tan santa, y útil demanda, y tan enderezada al servicio de Dios, y
bien común de sus reinos: ofreciéndose de acompañarle y seguirle
en ella con sus personas, o de ayudarle según la posibilidad de cada
uno, con gente y dineros para esta guerra. Y así por contentar al
Rey, y que se quitasen todos los estorbos para la ejecución de la
empresa se determinó en las mesmas cortes, se hiciesen treguas y
universal paz entre todos los del reyno: no embargante cualesquier
diferencias que hubiese
entrellos,
so pena de la vida, o destierro perpetuo, para los que rehusasen la
paz y tregua. Las cuales se pregonasen desde el río Cinca donde
entra el Ebro, hasta la fortaleza
de Salsas, de allí al río de
la Cenia, volviendo al mismo río Cinca. Porque toda Cataluña se
contiene dentro de una figura triangular, cuyas dos lineas
colaterales salen de Cinca. La una por las raíces de los Pyrineos la
vía de Salsas hasta el mar, hacia el levante, la otra va Ebro abajo
hasta el río de la Cenia al medio día. De donde comienza la basis o
fundamento del triángulo, y vuelve por la costa de la marina de
Tortosa, Tarragona, Barcelona, Girona, y Rosellón hasta dar en
Salsas. Lo segundo fue que por tan justas y honestas causas y razones
y tan evidente provecho y utilidad del reyno, se otorgase para esta
jornada el tributo del bouage, del cual hablamos en el precedente
libro, que pues se solía dar a los Reyes el primer año de su
Reynado, y no se les negaba cuando se ofrecían algunas muy grandes
necesidades, que por ser esta para tan gran beneficio del reyno, y
servicio del Rey, cuanto podía ser otro, se le otorgase para esta
guerra. Este tributo, como dijimos, no dejaba de valer mucho en aquel
tiempo, a causa que todos criaban ganados mayores y menores, y daban
tanto por cabeza, con lo demás que se acostumbraba por las
haciendas. Y como el fin de los capitanes no era de acumular para si,
sino de vencer, y no alargar la guerra, bastaban estos tributos para
los gastos de ella. Junto con esto los señores de título, y los
ricos hombres, y barones del reyno, prometieron de ayudar al Rey en
esta empresa liberalísimamente. Porque el conde de Bearne ofreció
de seguirle con CCCC hombres de armas, con su persona, a su propia
costa. Y don Nuño Sánchez ofreció su persona con cierto número de
caballos ligeros a su costa, y admitió por todos sus estados de
Rosellón, Conflent y Cerdaña se publicase y ejecutase el edicto de
la general paz y tregua, y también consintió en el tributo del
bouage por todas ellas. Tras estos todos los señores y Barones, y
luego las ciudades y villas Reales, a competencia ofrecieron de
servir y seguir al Rey con gente y dinero.












Capítulo
VII. Como se pregonó la guerra contra Mallorca, y de las
capitulaciones que se hicieron conforme a los sucesos de ella.


Luego se pregonó por todos los reynos de Aragón y Cataluña,
y también por Mompeller, y
la Guiayna, la guerra contra
Mallorca: y se hizo mucha gente de a pie y de a caballo. Señalose el
plazo para el embarcar de allí a cuatro meses, que sería para los
XIII de mayo siguiente. Y el lugar, en la ciudad de Tarragona, y
puerto de Salou, a donde se habían de juntar todas las naves y
galeras: para lo cual se había ya hecho general embargo de ellas por
todos los puertos de Cataluña, porque estuviesen a punto para dicho
plazo. Así mismo para más atraer y asegurar los ánimos de los
capitanes y soldados, mandó el Rey ordenar y sacar en pública forma
las condiciones y estatutos que se habían de observar por todos en
el discurso desta guerra, prometiendo él por su parte de cumplirlos
al pie de la letra, debajo su real fé y palabra. Y así los
publicaron, y contenían lo siguiente. Lo primero que con todos
aquellos que a su propria costa, con sus personas, o con gente de a
pie, o de a caballo, o con sus navíos, o galeras, o con aparatos
navales, seguirían el ejército del
Rey, con todos: y con cada
uno se había de hacer partición de cuanta presa y despojos se
ganasen, así de la campaña como de pueblos de enemigos, guardando a
cada uno su proporción según los gastos y servicios en la guerra
hechos, y según el tiempo que comenzó y perseveró en hacerlos. Lo
segundo, que de todo lo que se adquiriese por la guerra, así de
tierras y campos, como de lugares y pueblos grandes y pequeños, se
hiciese la división entre los señores y capitanes del ejército,
conforme a la misma razón del tiempo y gastos, y según por su
calidad a cada uno le pertenecía. Reservando para el Rey y corona
Real la mayor parte, y también las casas reales, palacios grandes,
dehesas, con los prados, huertas y jardines principales, que en las
ciudades, villas y otros cualquier lugares se hallasen: juntamente
con los castillos y pueblos fuertes, como cosas necesarias y
pertenecientes a la corona real, a efecto de poner en ellos su
guarnición y gente de guarda para la defensa del reyno. Y también
para que teniéndolas a su mano, y siendo señor dellas, pudiese
mejor igualar y allanar las altercaciones que en el repartir de los
despojos suelen seguirse, prevaleciendo a la razón y derecho las
armas. Que mediante su autoridad, y el juicio de hombres buenos, se
decretase todo conforme a razón y justicia. Para lo cual nombró por
jueces árbitros a Berenguer Palou, o Palauesin (como otros dicen)
Obispo de Barcelona, persona insigne en letras y en santidad de vida,
y a los Condes don Nuño de Rosellón, y don Vgo de Ampurias, a don
Guillén Vizconde de Bearne, don Ramón Folch Vizconde de Cardona,
don Guerao Conde de Cabrera, el cual, aunque privado del condado de
Urgel, no por esto le faltó poder con su hábito de Templario, para
seguir al Rey en esta, y otras jornadas. Añadiose a los decretos que
los Prelados, Arzobispos y Obispos, que a sus costas ayudasen con
gente en esta jornada, demás de los diezmos y primicias que por
derecho común y divino se les debiesen acogidos y llamados para la
general repatriación de los despojos, y de las tierras y lugares,
como de los demás en la forma dicha.
Otrosi
que para la fábrica y edificio de los Templos, que tomadas las Islas
se tenían que edificar para el culto divino, se les señalasen con
las competentes y rentas a arbitrio de los mismos jueces. Últimamente
deliberaron, porque no quedasen las Islas desiertas, que los Barones,
y otros caballeros, a quien por su parte y porción les hubiese
cabido algunas villas, o lugares, fuesen obligados a residir
personalmente en ellas, o dejar otros en su lugar: otramente fuesen
luego sus villas y lugares incorporados en la corona real. Estas
fueron las condiciones y capitulaciones que para la buena y concorde
ejecución desta guerra y empresa se ordenaron. Estando a todo esto
presentes el Rey, y los señores, y Prelados, con los demás
nombrados en las Cortes, y aceptando los jueces árbitros el cargo de
las reparticiones. Con esto se concluyeron las Cortes, y el Rey dio
licencia a todos volviesen a sus tierras por mejor ponerse con orden
para la jornada, y acudir al plazo y puerto señalado.













Capítulo VIII.
Como el Rey fue a Tarazona, y halló de paso en Calatayud a Zeyt
Abuzeyt, Rey de Valencia, y de las causas de su venida, y favor que
se le dio para cobrar su reyno.

Entre tanto que pasaba
todo esto en Barcelona, y el Rey andaba muy puesto en el aderezo de
la armada para la empresa, y en dar prisa en collectar el bouage,
entendió como era llegado a Tarazona, Ioan, Cardenal de santa
Sabina, a quien el Papa Gregorio IX, enviaba por Legado a latere con
muy grandes poderes y facultades para tratar y concluir negocios muy
arduos con el Rey, señaladamente para declarar sobre el divorcio que
había puesto contra la Reyna doña Leonor el mismo Rey. El cual
luego se puso en camino, acompañado de algunos Prelados y grandes de
Aragón que se hallaban con él en Barcelona. Como llegase de paso a
la ciudad de Calatayud, la cual como en fertilidad y belleza de
tierra, en nobleza y autoridad de ciudadanos, y grandeza de comunidad
y pueblos que se rigen por ella, sea la segunda de Aragón, hizo muy
gran recibimiento al Rey: el cual tuvo en mucho los buenos servicios
que los pocos días que se detuvo allí se le hicieron: donde fue
avisado como Zeyt Abuzeyt Rey de Valencia con pocos de a caballo
había entrado en la ciudad, y pedía con instancia le llevasen ante
el Rey, porque tenía que tratar con él negocios de grande
importancia. Como oyeron esto los que iban con el Rey, maravilláronse
mucho de esta novedad. Pero el Rey que ya sabía la causa de la
venida de Abuzeyt, alegroles con decir estuviesen de buen ánimo,
porque con la llegada deste se le abría la entrada del reyno de
Valencia, por haber recibido poco antes cartas del mismo, con las
cuales muy en secreto le avisaba de parte suya y del Príncipe
Abahomad su hijo, lo mucho que deseaban los dos tener amistad y
alianza con él, y verse * para comunicarle cosas muy graves, y que
cumplían mucho a todos, mas les dijo, que como los de Valencia
hubiesen entendido algo destas cartas, y por ellas sospechado de él
cosas contra su secta, y seguridad del Reyno, comenzaron a indignarse
contra él; y por eso antes de verse, con algún trabajo, se había
salido secretamente del reyno a verse con él. Esta fue la causa de
la venida de Abuzeyt, según refirió el Rey, y lo escribió en su
historia. Pero el Obispo de Burgos, que compuso la historia general
de Castilla en lengua Latina, muestra como fue mayor la causa de la
venida de Abuzeyt, diciendo como este, no solo escribió al Rey de
Aragón, pero que envió a Roma embajada secreta al sumo Pontífice,
significándole como estaba muy dispuesto y aparejado para hacerse
Cristiano, y que daba por testimonio desta su voluntad firme, haber
ya mucho tiempo que no usaba
de la crueldad que solía con los
cautivos Christianos, ni de hacer entradas, ni robos en tierras de
ellos. Y que como fue descubierta esta embajada y cartas, uno de los
principales del reyno llamado Zaen, con el favor de otros, echó a
Abuzeyt del Reyno, y se alzó con él. De manera de llegado a
Calatayud y entrado a ver al Rey, fue recibido por él, y por todos
con mucha honra y real respeto, como el Rey lo mandó. Declarado por
Abuzeyt el ánimo y afición que al Rey, y a los Christianos tenía,
y lo mucho que certificaba se haría Cristiano luego que cobrase el
reyno, comenzó a pedir favor y socorro al Rey para cobralle:
prometiendo y protestando que cobrado que le hubiese, se
lo
entregaría, porque Abahomad su único sucesor e hijo también estaba
en lo mismo. Y tenían por muy cierto que mucha parte del reyno en
sabiendo que se valía del favor y ayuda del Rey de Aragón, se
declararían por él contra Zaen, al cual no querían tener por
señor. Como oyó esto el Rey, tuvo su consejo, y entendiendo la
verdad y llaneza con que Abuzeyt trataba su negocio, y que era muy
creíble que pondría en ejecución y cumpliría lo que prometía:
concluyeron, que vista su justa demanda y afición para ser
Cristiano, debía ser oído y creído, y que no había porqué
negarle el favor y socorro que pedía, y así convenía ayudarle con
gente y armas. Porque de esta manera poco a poco se comenzaría la
conquista de Valencia, y sería hacer gran prevención para la de
Mallorca.
Porque entreteniendo con esta guerra, aunque lenta, a
los Valencianos, ningún socorro ni ayuda osarían dar a los de
Mallorca. Ni tampoco los de Murcia y Granada viendo a sus vecinos los
de Valencia puestos en guerra dejarían de favorecer a ellos por
acudir a los de Mallorca. Y así llamado Abuzeyt, el Rey se le
ofreció liberalísimamente, y prometió luego valerle con gente y
dinero.


Capítulo IX. Del socorro que dio el Rey a
Abuzeyt para cobrar su reino, y fue por capitán de él don
Blasco
de Alagón, del cual fue esta la causa de su entrada en el reyno, y
no la que otros dicen.

Determinado ya el Rey o los de su
consejo de favorecer a Abuzeyt para cobrar su reino, y que poco a
poco fuese recogiendo lo perdido: o si quiera entretuviese la guerra
hasta que el Rey, acabada la conquista de Mallorca, emprendiese la de
Valencia, y se valiese de Abuzeyt y sus amigos para pasar delante. Y
así entendieron en hacer las capitulaciones y conciertos que se
habían de observar en el proseguimiento de la guerra, sobre lo que
el uno al otro se prometieron. Primeramente que todas las villas y
castillos que Abuzeyt cobrase, las cuales por la antigua división de
los Reynos tocasen a la corona de Aragón, que la cuarta parte de lo
conquistado con todos sus derechos y pertinencias, recayese a la
señoría del Rey. Que las fortalezas de las villas que se ganasen,
se pusiesen en poder de caballeros Aragoneses, y las que tomasen
fuera de la división, fuesen de Abuzeyt. El cual por hacer valederos
y firmes los conciertos, prometió dar en rehenes seis villas de su
reino con sus fortalezas en los confines de Aragón y Cataluña: que
fueron Peñíscola, Morella, Cullar, Alpuente, Xerica y Segorbe.
También el Rey prometió de su parte valer y defender a Abuzeyt con
todo su poder, y dar en rehenes a Castielfauich y Ademuz, dos villas
fuertes con sus castillos, muy propincuas al Reyno de Aragón, las
cuales el Rey don Pedro su padre había ganado por fuerza de armas en
el Reyno de Valencia: condición que dos caballeros Aragoneses
tuviesen las fortalezas y tenencia dellas por Abuzeyt. Puesto que no
hallamos que pasase en efecto el entrego de las unas, ni de las otras
conforme al concierto. Desde entonces comenzó Abuzeyt a entender en
la recuperación del Rey no con el pequeño ejército que el Rey le
formó: dándole por capitanes a don Blasco de Alagón, y a don Pedro
Azagra señor de Albarracín, con la gente de caballo de Teruel. Y
cierto que parece esta más verdadera causa de la entrada y
detenimiento de don Blasco en el reyno de Valencia, que la infame y
muy indigna de su valor y persona le aplican algunos escritores
falsamente, diciendo, que estando indignado don Blasco contra el Rey
por gran suma de dinero que le debía, y le entretenía con palabras
por no pagársela, salió con gente armada al camino a la Reyna doña
Leonor, al tiempo que pasaba de Aragón para Castilla, despedida del
Rey por el divorcio que con ella hizo (del cual se hablará luego), y
que llevando su recámara muy rica, y llena de joyas que el Rey le
había dado a la despedida, la salteó y robó don Blasco: y que por
huir del Rey se metió por el Reyno de Valencia adentro, donde estuvo
dos años, hasta que el Rey le perdonó. Lo cual cierto parece
desatino, porque tan atroz y descomedido robo, ya que no se pudiera
reparar por parte del Rey con prender y condenar a muerte a don
Blasco, debiérase enmendar con recompensar a la Reyna su pérdida, y
la injuria, que el Rey tomara por propia para ejecutar el castigo en
don Blasco siempre que haberle pudiese, o perpetuamente desterrarle:
Pero que al cabo de dos años, como dice, volviese ante el Rey, y que
sin restituir las joyas le perdonase, fuera tanta la infamia que por
esto incurriera el Rey, que pudiera muy bien don Blasco transferir en
él su pecado. Ni se ha de creer que el Rey, si quiera por su
descargo, dejara de hacer mención alguna dello. Y así como cosa de
sueño lo damos por fabuloso.






Capítulo X.
Como el Rey puso divorcio contra la Reyna doña Leonor, y que es
falso lo que dicen que doña Theresa se opuso al matrimonio de ella,
y de los matrimonios anticipados.

Luego que el Rey hubo
despedido a Zeyt Abuzeyt con la gente y capitanes para comenzar la
guerra del Reyno de Valencia, determinó, para poder más sin cuidado
atender a la de Mallorca, proveer de heredero en sus reynos, pues
según los sucesos de la guerra son inciertos, no quedasen sin
sucesor. Y así le pareció que lo mejor sería declarar al Príncipe
don Alonso su hijo único, y de la Reyna doña Leonor. por sucesor en
ellos. Por esto deseaba ya verse con el Legado para decretarlo con su
autoridad. Sino que se lo estorbaba notablemente el divorcio que
antes había hecho con la Reyna, por las causas que poco después
alegó ante el Legado: que fue por el impedimento de cuarto grado
de
consanguinidad había entre los dos, para el cual no fueron
dispensados por el sumo Pontífice: y también por haberse casado
ante la edad legítima, que no pasaba de XII. años cuando casó con
ella, por lo que muchas veces dijo, y lo confirmó en su historia.
que pasaron XVIII meses que no pudo tener acceso carnal con ella. De
donde claramente se ve ser errónea la opinión del curioso
historiador el maestro Pedro Antonio Beuter y de otros, cerca la
venida del Cardenal Legado en aquella fazó. Diciendo como en
Cataluña hubo una nobilísima mujer llamada doña Theresa Gil de
Vidaure, la que se opuso al matrimonio que el Rey hizo con la Reyna
doña Leonor: pretendiendo que había sido antes el suyo con el mismo
Rey, de quien tuvo dos hijos varones: y porque se vio desechada de él
se fue a Roma y presentó su libelo al Pontífice, el cual envió por
esta causa al Legado para declarar sobre el divorcio de doña Leonor,
y matrimonio de doña Theresa. Pero todo
esto es falso, por
muchas causas, y por sola esta, que arriba tocamos, imposible. Porque
si casó con doña Leonor a los X años de su edad, y por su
imbecilidad pasaron tantos meses que no fue apto para mujer, como era
posible que ya antes hubiese comunicado con doña Theresa, y que
tuviese
dos hijos de ella. Demás que no es creíble, habiendo
(como dicen) venido el Legado a instancia de doña Theresa para
declarar en favor de su matrimonio, que por entonces instase el Rey
por el divorcio de doña Leonor, para dar más lugar a la demanda de
doña Theresa habiéndosela negado por toda la vida. Pues dado que
fue verdad lo que de doña Theresa dicen, que tuvo dos hijos del Rey,
a don Iayme y a don Pedro, y que los heredó (como adelante diremos)
y a doña Teresa dio rentas en Valencia, en cuyos arrabales en un
sitio llamado la Saydia, edificó un principalísimo
monasterio
de monjas, adonde pasó su vida con gran religión y recogimiento.
Pero cuanto a lo demás, lo que se halla por muy cierto es, que el
matrimonio al cual se opuso ella, no fue el de doña Leonor, sino el
segundo que el Rey hizo con doña Violante hija del Rey de Vngria. Y
que del engaño del nombre de Leonor por Violante, nació este error
manifiesto. Volviendo pues al divorcio de doña Leonor, como no
hallamos que el Rey alegase en público otras más causas para
descasarse, de las que arriba hemos dicho, y estas por legitimar al
Príncipe don Alonso, que nació de ellos,
eran muy fáciles de
remediar, y se podía muy bien ratificar el matrimonio entre ellos:
todavía en ver que el Rey tanto instaba el divorcio, se creyó debía
tener alguna grande causa oculta, que notificó
muy en secreto a
los jueces, y que fue tal que hizo algún efecto: como en el
siguiente capítulo diremos. La cual, como algunos imaginan, debió
nacer de algún íntimo odio entre los dos que pudo concebirse del
anticipado matrimonio, y por la imbecilidad del agente, y ardor de la
concupicencia
sin poderse
amatar,
se sigue tal menosprecio entre ellos que pasa a divorcio. Y así se
ve destos matrimonios anticipados, o como dicen, antecogidos, que
muchos de ellos para en separación y aborrecimiento, y que en alguna
manera se habrían de evitar: pues no es justo que a los particulares
intereses y comodidades de los hombres, se haya de posponer la
madureza y
sazón de naturaleza que el matrimonio y sus adyacentes requieren.
Pues así como no puede durar mucho tiempo
el fruto del árbol
que antes de tiempo madura, así los tales matrimonios no solo suelen
ser infructuosos y estériles, pero están muy sujetos a causar odios
y divisiones.





Capítulo XI.
Como el Legado tuvo Concilio de Prelados en Tarazona, ante quien el
Rey propuso
el divorcio hecho con doña Leonor, y que tenía por
legítimo a don Alonso hijo de los dos.

Llegado pues el
Cardenal Legado para tratar del divorcio de doña Leonor, y declarar
sobre negocio tan grave, que había de resultar en notable injuria de
ella, y hacer dudosa la legitimidad de don
Alonso único hijo y
sucesor del Rey, luego convocó Concilio nacional en Tarazona, para
que donde se celebraron las bodas allí se hiciesen las obsequias de
este matrimonio. Acudieron a él los principales Prelados de España,
don Rodrigo Arzobispo de Toledo, don Aspargo Arzobispo de Tarragona,
que ya era muy viejo, con nueve Obispos que fueron, Burgos,
Calahorra, Segovia, Sigüenza (Ciguença), Osma, Lerida, Huesca,
Bayona, y Taraçona, personas de mucha autoridad y doctrina y de muy
gran ejemplo de vida. Los cuales después de estar muy bien
informados por los
aduogados
y procuradores de las dos partes, y alegado todo lo que se podía por
parte de la Reyna: vistos y muy bien reconocidos los méritos de la
causa: estando ya para pronunciar la sentencia, el Rey compareció en
persona en el Concilio el día antes de la publicación della: adonde
assentado
en medio de los Prelados, y en presencia de los señores y grandes
del reyno que consigo vinieron,
habló desta manera. Apostólico
Legado, y muy Reverendos Prelados. No puedo dejar de confesar, como
ha poco más de ocho años que en esta misma ciudad, yo casé en faz
de la santa madre yglesia, mediante su autoridad, con la Reyna doña
Leonor de Castilla, y que nuca he dudado de la verdad y firmeza de
este matrimonio: tanto que perseverando en esta fé hube en ella a mi
único hijo don Alonso, al cual siempre he tenido y tengo por propio
y legítimo, y como tal lo he llamado, y declarado por sucesor para
después de mis días, en todos mis reynos y señoríos. Por tanto
quiero avisaros como tengo esta mi declaración de sucesor en don
Alonso mi hijo, por muy rata y firme, y si menester es vuestra
autoridad para ello, la hago y confirmo de nuevo, salvos mis derechos
en lo del divorcio con doña Leonor, por las causas que cada uno de
vosotros tiene, por mi descargo, de mí entendidas. Y así os
requiero declaréis sobre estos dos artículos decisivamente. Esto
dicho se levantó para salirse de la sala del Concilio, y como todos
se levantasen para acompañarle, hizo los quedar, rogando les
considerasen, y determinasen este negocio con mucho acuerdo,
señalando la sucesión de don Alonso. Porque dudando ya el Rey de
ella, por el divorcio que quería hacer poco antes teniendo cortes en
Lerida a los Aragoneses, le había declarado por su heredero y
sucesor en el reyno de Aragón, y ciudad de Lerida con su distrito:
queriéndola incorporar en el reyno de Aragón, y le juraron por
Príncipe sucesor. Esto hizo con fin que los demás hijos que de otra
mujer le naciesen, sucediesen en los otros estados de Cataluña y
Mompeller.




Capítulo XII. Que por las secretas causas que
para esto tuvieron los Prelados, pronunciaron por el divorcio, y como
se despidió doña Leonor del Rey, el cual tomó la insignia de la
cruz de mano del Legado.


Como los Prelados hubiesen de
pronunciar la sentencia sobre el divorcio, salva la legitimidad de
don Alonso: para concordar dos cosas en si tan diferentes y
contrarias, tuvieron sobre ello sus alteraciones y consideraciones
secretas: que no se podía deducir ni comunicar en proceso. Por donde
venía a ser entre si muy diferentes los votos, y muy difícil el
pronunciar la sentencia, por las informaciones aparte dadas por el
Rey. Mas considerando que a los jueces, o que muchas veces suele
mover más una secreta razón y causa importante, que cuanto esta
deducido en proceso, o que en las causas de los Reyes, conviene
alguna vez por beneficio universal de los reynos, juzgar más presto
por la universal consideración y ley de buen gobierno, que por las
leyes escritas y alegadas, y que de estos juicios hay cada día
muchos: fue así que
inferida
la confesión del Rey en la sentencia, pronunciaron. Que no
embargante la legitimidad de don Alonso hijo del Rey don Iayme de
Aragón y de la Reyna doña Leonor de Castilla, y que era verdadero y
legítimo sucesor del Rey su padre, tenía lugar el divorcio hecho
por el Rey contra la Reyna, con la total disolución del vínculo
conyugal (
cójugal).
Esta sentencia fue muy solemnemente in pleno concilio publicada y
notificada al Rey, y a doña Leonor, y aunque pareció muy extraña,
toda vía
ella fue vista y revista, y también suscrita por el Legado
Apostólico y nueve Prelados, entre Arzobispos y Obispos, los más
principales y doctos de toda España, y con decreto de concilio, sin
discrepar ninguno: siendo la mayor parte dellos de reynos extraños,
y no súbditos del Rey. Porque se vea no tuvieron particular afecto,
sino toda libertad para descargar su conciencia y conforme a ella dar
su voto cada uno. Con esta sentencia no se derogó la donación de
las villas y pueblos de Aragón hecha en favor de doña Leonor, de
las cuales fue dotada al tiempo que casó con el Rey. Con esto, y
muchas joyas y riquezas que el Rey le dio, se despidió de ella, y le
envió a Castilla. Y así queda más justificada y confirmada la
rectitud de la sentencia: con esto que ni la Reyna doña Berenguela
su hermana, ni don Fernando su sobrino Rey de Castilla, tuvieron por
alevoso el divorcio: pues ni hicieron sentimiento alguno de ello, ni
se apellaron de la sentencia para el sumo Pontífice, que a sobrar
razón, appellaran. Hecho esto, el Rey se despidió del Legado y de
los Prelados, usando con ellos de toda liberalidad y magnificencia,
conforme a quien él y ellos eran: y se partió para Tarragona, por
llegar a ella antes del día del plazo, cuando toda la gente que se
hacía para la jornada de Mallorca se había de hallar junta en la
ciudad y puerto de Salou. Aunque no pudo ser tan presto la junta, por
mucho que el Rey lo trabajó, que no se alargase hasta por todo el
mes de Setiembre, que para entonces estuvo ya el armada aprestada.
Pues como se hallasen ya congregados en la ciudad los señores,
Barones, y caballeros de todas partes para embarcarse, de nuevo se
publicaron y aprobaron los capítulos que en Barcelona se firmaron
sobre la división de las tierras, y despojos que se adquiriesen en
la conquista: entrando y siendo acogidos a igual repartimiento de lo
capitulado los Aragoneses que seguirían el ejército real, y en la
guerra y servicios, se igualarían con los demás. Añadieron para la
misma división dos jueces más de los arriba nombrados, que fueron
el Obispo de Girona y don Bernardo Campà Comendador de Miravete
(
Mirauete):
el cual era Vicario del gran Maestre del Temple en los reynos de
España. Finalmente pareciendo al Rey que importaba poco ir los
soldados Cristianos a pelear con los infieles, muy armados de lanza y
escudo y todas armas si no llevaban los ánimos guarnecidos de
verdadera fé Cristiana, impresa y sellada en sus corazones con el
señal de la Cruz, y pasión de Cristo su capitán soberano: mandó
que todos tomasen la insignia de la Cruz, y la pusiesen sobre sus
armas y arneses. Y para que esto se hiciese con más solemnidad, se
partió con los capitanes y principales de su Corte para Lerida, a
dos jornadas de Tarragona, por donde ya pasaba el Legado de vuelta
para Roma: y ayuntados en la iglesia mayor, comenzando el Rey,
tomaron la Cruz los demás de mano del Legado para ponerla sobre sus
armas. Y para los ausentes dio el mismo Legado comisión y facultad a
los Prelados que se hallaban en el ejército, diesen la Cruz a todos
los soldados que quedaban en Tarragona. Demás de esto, muchos de
aquellos señores y capitanes fueron armados caballeros por mano del
Legado. El cual hecho esto, con mucho contentamiento y satisfacción
del Rey se despidió de él, y se partió para Roma: y el Rey volvió
con su gente a Tarragona para dar calor a la empresa de Mallorca.


Fin del libro quinto.






sábado, 2 de octubre de 2021

LA CONQUISTA DE MALLORCA. De Lulli. DE LULIO.

LA
CONQUISTA DE MALLORCA.



La
composición que bajo este título ofrecemos al lector, cuyo hallazgo
debemos al diligente anticuario D. Joaquín María Bover, no
constituye por desgracia más que un fragmento. Sea que el autor
dejase truncada o sin concluir la relación de los hechos de la
célebre expedición de Don Jaime I, sea que falten hojas en el
códice de donde la sacó el Sr. Bover; lo cierto es, que en ella
quedan omitidas las principales hazañas que distinguieron aquella
grande empresa del siglo XIII, tan dignamente contada por el mismo
conquistador, por Marsilio, Desclot y otros muchos cronistas
lemosines. Este poema, que tiene por objeto un asunto
verdaderamente épico, empieza con una bella introducción en la que
recuerda el autor su insuficiencia para relatar la renombrada
conquista, echando menos el éstro con que Ovidio cantó los
Fastos, y con que Horacio se elevó en alas de su entusiasmo; o la
energía y entonación de Bertran de Born, príncipe de
los poetas provenzales. Ábrese después el poema, aumentando
la medida de sus versos, con la narración del viaje de la numerosa
armada hacia Mallorca, sujeta a la sazón al poderío de los
mahometanos. Habla de la tormenta que se desencadenara entonces y que
estuvo a punto de destruir las naves expedicionarias; de las
oraciones con que el rey y la hueste imploraban la ayuda de Dios en
tan duro trance; de su feliz arribo a la Palomera; de la entrevista
que tuvo Don Jaime I con el moro Alí que le predice sus triunfos; de
su desembarco; de la deslealtad del caballero Gil de Alagón; del
ardor belicoso del rey y de la batalla en que perecieron los nobles
caudillos Guillén y Ramon de Moncada en el terrible
encuentro de la Porrasa. Aquí queda sin duda alguna truncada
la obra, faltando por consiguiente los detalles de aquel sangriento
combate; la relación de los funerales de los Moncadas en el
campamento, de las palabras que vertiera el rey en aquellos solemnes
instantes, y de las lágrimas que derramó sobre los inanimados
restos de aquellos dos héroes; de la marcha del ejército hacia la
ciudad, de las operaciones del sitio, de la alianza del moro Benabet,
y de tantos y tantos hechos heroicos que en aquella ocasión tuvieron
lugar. Después de tan inmenso vacío, siguen algunas estrofas, con
las cuales termina el poema. Hácese mención del caudillo moro
Infantilla, vencido por los cristianos, pero nada se dice del
asalto general de la ciudad y de la entrada en ella de los sitiadores
hasta clavar el pendón aragonés en las torres del palacio
de la Almudayna.



Mucho
sentimos en verdad la pérdida de tan gran parte de este precioso
monumento, doblemente importante por su interes histórico al par que
literario; monumento desconocido hasta ahora e ignorado de todos
cuantos se han desvivido para restituir a Lulio toda su gloria que en
días de ignorancia y ciega parcialidad se quiso poner en tela de
juicio. ¡Ojalá que las investigaciones que nos proponemos hacer en
honra y prez de nuestra patria, nos diesen algún día por resultado
feliz el hallazgo de todo lo que nos falta de esta antigua y notable
epopeya de los siglos medios.



Duélennos
también las adulteraciones que ha debido sufrir el texto, pues se
hace necesario suponerlas en vista de las palabras oscuras que en él
encontramos, y en presencia de otras, cuyas terminaciones no son propias del siglo en que el poema hubo de ser escrito.
Continuamos la obra tal cual la hemos encontrado; y la creemos de
Lulio porque así lo expresa el título "De Lulli" que
leemos a su frente, y porque hasta en cierto modo nos lo indica su
mismo estilo. No sabemos la fecha en que la escribió, mas la cita de
un autor provenzal y de dos poetas latinos que
observamos en su introducción, nos hace presumir si la escribiría
Lulio antes de su conversión, antes de entregar completamente su
éstro a la poesía mística y a la didáctica, cuando es muy
regular estuviese familiarizado con las epopeyas de la antigüedad y
con las producciones de los trovadores provenzales.



Los
notables rasgos que en este fragmento descubrimos, no nos hacen
posible resistir al deseo de ofrecer a nuestros lectores un ensayo de
traducción que colocamos a la vista del mismo original. No
pretendemos haber atinado en todos los pasajes la verdadera
equivalencia de las palabras; la adulteración y oscuridad que
observamos en algunos vocablos, nos lo han hecho a veces poco menos
que imposible, sin embargo hemos procurado conservar cuanto nos ha
sido dable el verdadero sentido de la frase y hasta la grandiosa
sencillez del original.






DE
LULLI.



LO
CONQUERIMENT DE MAYLORCHA (1).

Si huy xant lo fayt gotjós,
Si
huy, donchs, ay pausament
Per xantar al conquerós
En Jacques,
l‘ hom portentós,
Que mays feu tant en Pelós (2)
Ab
els maures esquarment;

Es perque en l‘ esvesiment
De
Maylorcha, fon trobada,
Sa maravela bassent (3),
Par la má de
Deus scient,
En son laus omnipotent,
Conquerent yla
argentada.

DE LULIO.


LA CONQUISTA DE MALLORCA.



Si
hoy canto con placer la grande empresa; si hoy hallo ocasión para
cantar al rey Don Jaime el Conquistador, al varón portentoso que
siendo terror y escarmiento de los moros, dejó atrás las gloriosas
hazañas de Wifredo el Velloso; (Pelós, Pilós; Joffre,
Wilfred
)



Es
porque con la toma de Mallorca fue encontrada una maravilla;
maravilla que la sabiduría inmensa de Dios y su omnipotente poder,
permitió que se descubriese al conquistarse una isla de plata.







Unitat,
donchs, mant levada;
Trò qu' eu puscha ben xantar,
¿Dariatzme
ben pleguada
D' Abú-Soleyman (4) vessada
L' ira e la
má coretjada
Per en ma pensa escampar?



De
ferre e de sanch parlar,



Placia
a Deus en mon pregon,



En
mon pregon consirar;



Vos
volria eu donar



Els
fayts grans que vá ordonar
N‘ Ovide per tot lo mon.
(Ovidio)







Donchs,
xantar per eu no son



Els
pus grans esvesiments,



Que
xantar pogrés l' enton



De
n‘ Horace e B. De Bon (5)
E d' altre nuyl
compaynon;



Els
fayts eu xantats sovens (6).







Unidad,
que te sientas en el lugar más elevado; para que mi canto sea digno
¿por qué no reúnes en mí la ira tremenda, y el esforzado brazo de
Abu-Soleyman, y haré pensamiento se dilate del uno al otro confín
del mundo?



Pluguiese
a Dios que me fuese dado hablar en estilo digno del estruendo de las
armas y de la sangre que se vierte en los combates; y que
extendiéndome en hondas consideraciones, os pudiese ofrecer una obra
que rivalizara con la de los Fastos con que Ovidio dotó
al orbe.



Mas
ya que no son para mi éstro
las más grandes conquistas del mundo, dignas tan sólo del numen de
Horacio o de Bertrán de Born y tantos otros poetas insignes;
recuerdo en mi canto los hechos siguientes.




I.



Ab
son stòl de navyls pus armats



Ix
a la mar lo Jacques ab desir;



Ab
sos barons, donçeyls e lurs prelats (7)



Qui
brochan mils, qui volen acorrir



A
lur desir mantz benaventurats.







II.







E
cant fó exit lo stòl de mil galeas (8)
Vas en la mar,
feent pònt de sas fustas,
Cell qui los cèls té e 'l trò sens
maleas,



Lança
en lo mon e en nostras ribeas
D' ayre e de fòch e de maleas
muytas (9).







II.







La
nau lavors qui guia a son desir



A
l' alt en Jacq a lur conqueriment,



Cridá
lo stól qui devesit consir:



Mays
ja lo stol nient pòt acorrir (leemos stòl, stòl, stol en pocas líneas)



A
son desir del gran esvesiment.







IV.







Lavors
lo rey endreça a Deus sa pensa,



E
plòrs e plants, ab muyta de tristança:



-
“Senyor! vuylatz acorrir ma partensa
Per vos honrar, com Nabuch
e Faruensa (10);
Datz lum al cèl, datz a la mar bonança."








I.



Inflamado
por el deseo de la conquista, sale el rey Don Jaime a la mar con su
armada compuesta de numerosas naves: acompáñanle sus barones,
donceles y prelados, los mejores guerreros de su tiempo, los cuales
secundan con ardor el bienaventurado deseo de su monarca.




II.



Flotaba
la armada de mil galeras, formando sobre las ondas un puente
de madera, cuando aquel que tiene en el cielo su esplendente trono,
lanzó sobre nuestras riberas y nuestros mares todos los horrores de
los vientos desencadenados, del rayo y de la tempestad.







III.


La
nave que a su placer conduce el esclarecido rey a la gran conquista,
hizo sus señales para reunir la armada que consideraba ya extraviada
y perdida; mas la flota no puede favorecer el gran deseo del rey para
llevar a cabo la atrevida empresa.




IV.



Dirigió
entonces el rey su pensamiento a Dios, y sollozando y vertiendo
lágrimas, dijo con mucha tristeza: - "Señor! dignaos prestarme
vuestro auxilio en este viaje, que emprendí por honra vuestra, así
como protegiste a Nabucodonosor y a Faraon después de
haberlos castigado; restituid la luz al cielo y al mar la calma."







V.







*Senyor!
placiatz qu' es puscha ben complir
Per exalçar la cròtz de
vostre axyll;
Placiatz, Senyor, qu' es faça mon desir,
E que
puscatz de Maylorches ausir '
Als infaels, sens que no spectetz
nuyll (11)." -



VI.







Pausá
lavors de Christ el ganfaró;



Pausa
lavors d' en Jacques la senyera



Lo
gran estòl; trastot sens d' avisó



Perdut
se ha; mays quax perdut, no fó



A
Deus plasent; a Deus qui
d'Aragó



Ubert
tenia de los cèls la quarrera (12).







VII.







Tantost
la mar que devesit havia



Lo
stòl d' en Jacq qui Maylorcha vessaba,



Torná
a son point, e donchs bé tot cell dia



De
Deus el brás tendut pus fòrt tenia;



E
lum e soyl de sus lo cèl envia,



Laus,
no trestura, ja tot lo stól guardava.







VIII.







Dix
en Bonet (13), que guia la gran nau



Que
ab crits e laus a lo Jacques venia:



-
"A Deus ja plach, guardau, Senyor, guardau
El vostre stòl;
e si voletz anau



Sens
triguá nient, virant vers de mitj dia." -







IX.



Cant
viu lo rey lo stòl tant desirats,
Dix ab plòrs muytz, ab muyta
de tristança:



-
“Senyor! lo stòl que vos me havetz tornats



Irá
vers vos a metra sotterrats
Dins los inferns dels maures l'
adunança." -





V.


"Plázcaos
que pueda llevar a feliz término el hecho que emprendí, para
ensalzar la cruz donde espirasteis en el destierro de este mundo.
Plázcaos, Señor, que se cumpla mi deseo, a fin de que no oigáis
más a los infieles de Mallorca sin que nada de ellos podáis
esperar." -



VI.



Entonces
el rey hizo enarbolar en el mástil de su nave el pendón de
Jesu-Christo, y en los bajeles apareció la bandera aragonesa.
Casi toda la armada había estado a punto de perecer, mas no plugo
esto a Dios, que había abierto a las armas de Aragón el
camino de la gloria.







VII.



Las
ondas del mar que enfurecidas habían desbaratado aquel
inmenso escuadrón de naves, recobró su perdida calma. Las cumbres
de la isla aparecían ya a los ojos de los conquistadores: y el brazo
de Dios que durante aquel día tan adverso se había mostrado, hizo
aparecer en el cielo la luz del sol, y la armada toda trocó en
alegría su tristeza.



VIII.



Entonces
el almirante Bonet que guía la nave mayor, con gritos de alegría se
acercó a la galera del rey y le dijo: - "Ya plugo a Dios por
fin! Mirad, señor, mirad otra vez reunida vuestra flota, y si es la
voluntad de mi rey, dirijámonos sin tardanza hacia la parte de
mediodía.” -



IX.



Cuando
el rey vio todas sus naves, que en tanto cuidado le habían tenido,
dijo pesaroso, derramando lágrimas de ternura: - " Señor! la
grande armada que habéis querido restituirme, salva de los horrores
de la tormenta, os prometo que irá por vos a lanzar en las
profundidades del infierno el coaligado poder de los mahometanos."
-




X.




Dementre
en Jacq al cèl sos uyls tenia



E
nuyl repòs, consirant son dampnatje,



En
Nono (14) viu, que vers de eyl venia,



E
dix lavors ah gaug e ab alegria:



-
“Senyor en rey!; Placiatz fer lo viatje!" -







XI.







Alors
d' en Jacq la nau pausá senyera,



E
tot lo stòl son ganfaró pausá;



Bonança
el mar, del cèl la lumanera




pus suau a lo stòl sa quarrera;



Partech
lo stòl, cridant d' esta manera:



-"¡
Assatz, assatz! a maures massacrá!" -







XII.







Pauch
consiron dementre es fá la via,



E
cant lo gaug de tròp lo stòl estava;
En Nono dix, ab sos uyls
vers mitj dia:
- "Senyor en rey! Si 'us plau bé se poria

Auració fer a la dona María.” -
Donchs de Maylorcha lo
menaret vessaba (15).







XIII.



Plach
a lo rey cant en Nono ha parlat;
Pausá senyera d' en Jacques la
gran nau;
Son ganfaró tot lo stòl ha pausat;
Lavors lo rey,
e l' avesque (16), e l' abat (17), (vispe, bisbe, obispo,
episcopus
)
Ab dolent còr sa pensa han endreçat,
E
auració a tot lo stòl fer plau.







XIV.







Lavors
l' avesque ab veu pus tremolosa



Dix
d' Ave maris (18) a la dona est xant;



E
li prelat, e lo rey fervorosa



Auració
dix, xantant ab veu penosa



E
ab devoció suau maraveylosa



De
dona sancta lo Kyrieley xantant.







X.



Y
en tanto que así hablaba el rey, con sus ojos fijos en el cielo,
inquieto por el daño que había sufrido su flota, vio al bajel de
Don Nuño que hacia él se adelantaba, y díjole el esforzado
caudillo con el gozo y la alegría pintados en su semblante: - “Señor
rey! plázcaos seguir adelante en vuestro viaje." -



XI.



Entonces
la nave real hizo seña, a la cual respondieron todos los bajeles,
levantando en alto sus confalones. El mar acabó de serenarse, y la
brillante lumbrera del cielo hacía más agradable el camino que la
flota seguía; y esta continuó su curso gritando todos:
- "Sús!
sús! guerra a muerte a los moros!” - (sus, sús : arriba;
amunt
)



XII.



La
flota se desliza rápidamente sobre las aguas sin que apenas lo
adviertan los guerreros, entregados todos a la alegría. Don Nuño
exclama, fijando sus ojos a la parte de mediodía y distinguiendo los
elevados minaretes de la isla: - "Señor rey! si os place,
pudiéramos dirigir nuestras preces a la virgen María." -



XIII.



Plugo
al rey lo que Don Nuño proponía; la nave real dio aviso por medio
de sus señales, y la flota contestó levantando en alto sus
confalones. Entonces el rey, el obispo y el abad, con ánimo
contrito, dirigieron su pensamiento al cielo y la hueste toda se puso
en oración.



XIV.



Y
el obispo, con voz trémula, entonó el Ave-Maris en honor de
la reina de los cielos, y todos los prelados juntamente con el rey,
puestos en fervorosa oración, cantaron devotamente y con voz triste
el Kirieleyson. (Kyrie eleyson, kirie eleison)




XV.



-
"Senyor en rey! ja poretz desirar,
En Nono dix, cant huy se
puscha fer
Per lo començ, si volets conquerar
De maures
buckrs, donchs ja deixam la mar, (se lee en textos
anteriores leixar, no deixar
)
E de Maylorches lo pòrt poretz
prener.” -







XVI.



Consira
en Jacq cant fer huy se poria:



Dix
a l' avesque, e dix a lo Guastó (19):



-
"Un gualeot si ‘us par eu trametria



Per
aguayt far dementre ix lo dia,



E
per guardar lo lòchs seretz meyló." -







XVII.


- "Si ‘us plau, en rey, l' avesque li respòs,
Pora ‘y
anar den Bonet lo navyll,
Per enquerir lo lòch meyns perylós,

Hont tot lo stòl pendre puscha redós,
E vostras gents
entrar sens gran peryll." -







XVIII.



Plach
a lo rey e dix a n' en Bonets:
- "Alors, alors, ab
vostra nau ixquiu,
E de Maylorches lo point hon bé porets

Cercats sens triguá nient, e tornarets
Per dir si un bon
point prest haurets viu." -



XIX.



-
"Senyor en rey! li dix a sa requesta
L' hom de la mar, cant
bé ensercatz havia,



Pendrer
no 's pòt lòch nient per aquesta
Meytat de l' yla pus brossa e
enquesta (20);
Si ‘us plau, virar poretz vers de mitj dia."
-



XV.



Entonces
D. Nuño exclamó: - "Señor rey! puesto que ya dejamos la mar y
nos es necesario tomar puerto en Mallorca, pensad en lo que debemos
hacer para dar comienzo a nuestra empresa, si os place batallar con
la odiosa horda sarracena.” -



XVI.



Reflexiona
el rey lo que en tal ocasión conviene hacer, y dice al obispo y a D.
Gastón:
- "Si os parece, podríamos enviar un galeote hacia
la costa para explorarla, en tanto que el día amanece, y elegir el
lugar mejor en donde pueda dar fondo nuestra flota." -



XVII.



-
"Si lo tenéis a bien, le respondió el obispo, podría prestar
este servicio la nave del almirante Bonet, el más apto para inquirir
el sitio, en el cual con menos peligro la armada toda pueda
guarecerse, y que ofrezca mayores ventajas para el desembarco de
vuestro ejército." -



XVIII.



Plugo
al rey cuanto propuso el obispo y dijo al almirante Bonet: - "Vamos!
vamos! adelantáos con vuestro bajel y buscad sin tardanza el punto
de la costa mallorquina más apropósito para nuestro objeto, y
volved enseguida a decírnoslo, si habéis conseguido encontrarle."
-







XIX.



Cuando
con su nave el intrépido marino hubo hecho la exploración que se le
había confiado, volvióse a la flota y dijo al rey: - "Señor!
por esta mitad de la isla no es posible tomar puerto, porque la costa
es brava y escarpada. Si os place podremos dirigirnos hacia la parte
de mediodía.” -







XX.



De
los barons ab seny lo stòl viraba,



E
vench lo rey en vers la Palomera (21);



E
cant en Jacq tots sos navyls vesaba,



Las
mans e 'ls uyls lavors al cèl levaba,



E
dix: - "Aydatzme, Deus, en la quarrera." -







XXI.
E vench n' Alí (22) del rey en la galea,
E dix an Jacq ab lo
ginoyl ficat:
- "Cuytatz, senyor, corretz a la ribea,

Vostr‘ es, en rey, cesta yla sens malea:
Ma mayre ho dix,
ma mayre ho ha trobat (23).” -







XXII.



Ab
tant lo rey dix a ceyls dels navils;



-
"Façetz camí cant la nuyt será entrada;



Gardatz
lo lòch hon exir fora mils." -



E
‘nsemps volgren anar a lo perils



En
Nono Sanç e 'n R. De Monchada (24).







XXIII.



E
lurs navyls ab muyt de caylament



Tuyta
la nuyt faéren lur aguayt;



E
cant exí lo jórn vers l' orient,



En
Nono dix: - "Senyor, no tembretz nient!



Dessá
ví lòch hon l' exir fora fayt (25)." -




XXIV.



E
tuyt lo stòl ensemps e sens brugit
En vers lo pòrt la lur
quarrera féu;
Mays li paguá trò ‘l cèl levá lur crit,
E
‘n Jacques dix, coratjós e ardit:



-
"Tòst, companyon! anem en nom de Deu!" -







XX.



Con
acuerdo de los barones y ricos hombres del ejército, la armada
cambió de rumbo, hasta anclar en el lugar llamado la Palomera; y
cuando el rey vio allí reunidas todas sus naves, elevó sus ojos y
sus manos al cielo, exclamando :- "Ayudadme, o Dios, en esta
grande empresa!" -



XXI.



Y
entonces vino el moro Alí en la galera real, y prosternándose de
rodillas ante el rey Don Jaime, exclamó: - "Apresuráos, señor!
corred hacia la ribera! vuestra es esta preciosa isla en donde el mal
nunca se albergó! Así me lo ha dicho mi anciana madre, que escrito
lo encontró en el libro de los destinos." -



XXII.



Mientras
esto acontecía, el rey dijo a los marineros: - "Seguid el
camino tan luego como entre la noche; y observad cual sea el lugar
mejor para nuestro desembarco." -
Y émulos en gloria y
valor D. Nuño Sanz y D. Ramón de Moncada, quisieron lanzarse juntos
al lugar del peligro.



XXIII.



Y
sus naves con mucho silencio y cautela exploraron la costa durante
toda la noche, y estuvieron en acecho, y cuando el albor de la mañana
apareció en el oriente, dijo D. Nuño al rey: - “Señor! nada
temáis: por esta parte encontré lugar donde pudiéramos desembarcar
felizmente." -



XXIV.



Y
la armada entera levó las anclas sin hacer el menor ruido, y se
encaminó hacia el punto designado. Mas los paganos no bien de ello
se hubieron apercibido, cuando levantaron hasta el cielo su gritería:
y entonces el rey Don Jaime dijo, lleno de ardimiento y valor:
-
"Pronto, compañeros! adelante en nombre de Dios!" -




XXV.


E ‘n Nono Sanç, e 'n Pònç (26) e ‘n Cerveyló (27)

Volgren exir en terra deventers;
Et en Guilem (28) de
tot son còr hi fó;
E lo Ramon son frare (29) e lo
Guastó (30), (Guillem, Guillermo y Ramón de Moncada)



E
puis lo rey, barons e cavaylers.







XXVI.




Dementre
en Jacq de lur navyl ixia,



Los
sarrahins ferí lo de Monchada;



E
ab los lurs pus fòrt escometia;



E
'spahordit tuyt li maure fugia;



E
a negun la vida fon lexada (31).







XXVII.



Cant
viu lo rey ja fayta la bataya,



Irat
eyl dix: - "Fortment nos en dolem!



Bataya
's féu, e 's féu sens nos! Malhaya!



¡Ah,
cavaylers! a nos seguir eus playa;



Dels
maures buckrs la sanch veser volem (32).” -







XXVIII.




E
'n son cavayl lo rey bé cavalcant,



Ab
mantz dels lurs entrassen en la terra,



De
çá e lá de son còr massacrant;



Et
enapres ardits, de bò talant,



Vaéren
tuyt li maur sus en la serra (33).




XXIX.



Lavors
lo rey un maure viu armat,



Et
en vers d' eyl ab lança s' endreçava;



E
li dixqué lo rey: - Réntte, malvat!" -



E
'l maur respòs:- "Hanc no me só rendat."



E
un cavayler, de mòrt lo colpejava (34).

XXV.



Obedientes
a esta voz D. Nuño Sanz, D. Ponce Hugo y D. Gerardo de Cervellón
quisieron los primeros saltar en la enemiga tierra, y D. Guillén
de Moncada lo hizo con la mayor decisión y denuedo, y tras él su
hermano D. Ramón con D. Gastón de Bearne, y luego el rey con todo
su séquito de barones y ricos hombres.



XXVI.


Y en tanto que Don Jaime saltaba a tierra, D. Ramón de Moncada
acometió valerosamente al enemigo, y con los bravos soldados de su
mesnada arrolló las contrarias filas. Espantados los moros con el
fuerte empuje, huyeron despavoridos y en desorden, y no hubo
sarraceno que quedase con vida de cuantos estuvieron al alcance de
las armas cristianas.



XXVII.


Cuando el rey hubo puesto pie a tierra y encontró ganado el
primer encuentro, dijo enojado: - "Mucho nos duele! Batalla
travóse sin que nos estuviésemos en ella! Malhaya! ¡Sús,
caballeros! Seguidme, que tengo afán de ver sangre musulmana."
-



XXVIII.



Y
montando Don Jaime a caballo, entróse tierra adentro con varios de
los suyos, persiguiendo a los fugitivos. Peleando a derecha y
siniestra, muchos fueron los enemigos que cayeron bajo el filo de su
espada. Poco después el monarca y los que le seguían vieron con
placer la hueste numerosa de los sarracenos que se había tomado
posición sobre un cerro.



XXIX.



Entonces
distingue el rey a un moro armado de pies a cabeza que hacia él se
dirigía, amenazándole con la punta de su lanza. Al columbrarle el
rey, le dijo: - "Ríndete, malvado! " - Y el sarraceno
respondió: - "Jamás estuve acostumbrado a rendirme!"
-
Y en tanto un caballero del séquito del rey le hirió de muerte.




XXX.



E
cant lo rey pus luny viu en la terra
A Mem-Ladró (35) ab els
maures combatre,
Dix an en Nono: - "Féu aguayt en la serra

Ab n‘ Alagó (36) e n' Arnau Finisterra (37),
Dementr' eu
ixq per III maures abatre." -







XXXI.



Mays
n' Alagó a lo rey descresent,
Ab còlps de mayns nafrá a II
maurs lo càp;
Lavors lo rey a n' Alagó vinent,
Li dixqué:
- "Dònchs ¿no sàp l' ordonament
De bon donçeyl, l'
ordonament no sàp?". -







XXXII.



-
Dix n' Alagó: - "Senyor en rey! sapietz



Qu'
eu som açi per maures massacrá;



Poretz
si ‘us platz si als res ne voletz,



A
mal baró cant vos l' ordonaretz



Maleficar,
e bon donçeyl no irá (38)."


XXXIII.



"Donchs
n' Alagó nient vostre servey,
E ‘ls maures vos massacraretz,
si ‘us platz,
Que donçeyl bon il vostre stòl ferrey
Lurs
guarretjiers, quax n' Alagó porrey." -
E lo rey dix: -
"Anatz, pelós, anatz! (39)" -







XXXIV.



E
‘n vers lo còyl la hòst aná lavòrs (collado; coll)



Firent
li maur, faéntli gran dampnatje;



Entrò
de M. lá sus ne foren mòrs,



E
'spahordits ab critz,
sospirs e plòrs,
Fugiren tuyt en vers de lo boscatje.







XXX.



Y
cuando Don Jaime vio más lejos en el campo a Mem-Ladrón
que combatía con los sarracenos, dijo a D. Nuño: - "Acechad
tras ese collado con Gil de Alagón y Arnaldo de Finisterra, en tanto
que voy a vencer aquellos tres moros que más allá distingo.” -







XXXI.



Mas,
Gil de Alagón, desobedeciendo las órdenes del rey, se precipitó
sobre dos sarracenos, hiriéndoles el rostro con sus puños, y Don
Jaime entonces corriendo hacia
D. Gil, le dijo: - "¡Qué!
¿Acaso no sabe el de Alagón el ordenamiento de buen doncel?" -







XXXII.



Y
D. Gil de Alagón contestó: - "Señor rey! Sabed que aquí vine
para matar infieles. Si es otra vuestra voluntad, podéis reprender
al mal barón cuando os desobedece, pero no ofender de tal modo al
buen doncel."


XXXIII.



"Y
sabed también que Gil de Alagón se separa desde ahora de vuestro
servicio. Sarracenos matareis vos si os place; y donceles hay que
sabrán batir a los guerreros de vuestro ejército, y aun a Gil de
Alagón le será dado hacerlo.” - Y el rey le replicó:
- "Id,
miserable, id enhoramala.” -







XXXIV.



Y
la hueste se dirigió entonces hacia el collado cargando sobre los
moros, y haciéndoles gran destrozo. Muy cerca de mil de los
sarracenos cayeron allí sin vida; y espantados los demás, dando
alaridos, huyeron internándose por la selva.







XXXV.



Lo
rey torná 's a lo camp ab plaer,



E
'nfaylonit Ramon dix ab raysós:



-
"¿E qu' havetz fayt, en rey? ¿voletz perdrer
A vos mateix
e 'l vostre cavayler?
E vos perdut ¿e quí viurá de nos? (40)"
-







XXXVI.







E
no respós lo rey a lo sermó,
E 'n Guilem
dix: - "Gran eximpli 'ns donatz
De bon guerrer, qu' altre
semblant no ‘n fó;
Mas foylament vos havetz fayt en ço;

Pus no ho façatz, en rey, pus no ho façatz! (41)" -







XXXVII.



E
cant la nuyt lo cèl escurahia,



Tuyt
li baró lurs aguaytas pausá;



Dementre
'l xech (42) ab tota l' hòst ixia



De
la ciutat pus bela qu' es vesia;



En
sús de Portupí s‘ apareylá (43).




XXXVIII.







Per
ço qu' el rey saubes la gran noveyla,



Lo
Mem-Ladró trameslí missatger;



L'
alba levá 's e l' hòst levá 's ab eyla;



A
missa el rey tuyt li guerrer apeyla;



E
lavòrs dix l' avesque en Berenguer:







XXXIX.



-
"Anatz, barons! pus per l' honor de Deus



Armada
havetz ab ferre vostra má,
Deus es en vos, e tuyts eus ha per
seus;
¡Ah, bons guerrers! feritz ab còlps pus greus,
N'
haurá lo cèl lo qui de vos morrá (44)."




XXXV.

Y luego el rey volvióse al campo muy satisfecho de la jornada, y
al verle Ramón de Moncada le dijo con razón y enojado: - “¿Qué
hicisteis, señor rey? ¿Os habéis acaso propuesto perderos y
perdernos a todos? Si lanzándoos al peligro sucumbierais, ¿quién
de nosotros escaparía con vida de esta tierra?" -



XXXVI.



Guardó
silencio el rey a estas palabras, y añadió D. Guillén de Moncada:
- "En verdad que nos demostráis ser modelo de caballeros. Sin
duda que ninguno hay tan valiente y esforzado como vos; mas con poco
seso procedéis exponiéndoos así al peligro. No obréis otra vez
así, señor rey, no obréis otra vez así.” -



XXXVII.



Y
cuando la noche empezaba a difundir la sombra por el cielo, todos los
barones pusieron en el campo sus avanzadas; y en tanto el xeque
(jeque; xaíc) de Mallorca salía con toda su hueste de la
capital, que hermosa aparecía en lontananza; y allí sobre los
cerros de Portopí se preparó para dar la gran batalla.



XXXVIII.



Apresuróse
Mem-Ladrón a dar noticia de esto al rey, enviándole desde luego
mensajeros. Entretanto vino la luz del alba y con ella se levantó la
hueste toda. Llama el rey a los guerreros para que asistan al santo
sacrificio de la misa que ordena celebrar; y acabado que fue, dijo el
obispo D. Berenguer:



XXXIX.



-
"Marchad, barones! puesto que vuestra mano ha empuñado las
armas por la honra de Dios, Dios os acompañará en el combate y a
todos os tendrá por suyos. Adelante, paladines! herid con golpes
fuertes y certeros, que alcanzará el cielo el que de vosotros muera
por la fé de Jesu-Cristo." -

LX.







Et
en Guilem e 'n Ramon de Monchada



Ixen
denant abduy ab li templer (45);



E
lá, detrás lo còyl, la vil maynada



Dels
descresents pus tòst fó ben vesada,



E
ab gran brugit faé de son poder (46).







XLI.



Al
sarrahi noent, la deventera
Ben guerretjá lá sús per son
Salvayre (47);
E lá 'n Guilem fení la lur quarrera (48),
E
lo Ramon deffenent lur senyera (49),
Et en Desfar (50), e
n' Huch lo bòn trovayre (51). (dez Far, Dezfar, Desfar)







XLII.



........................................................



(52).



***



De
n' Infantyl (53) lo stòl pos abatut,
Dels maures buckrs víu d'
en Jacques lo ferra
Pauchs environ; a lo Deus ha plascut



Donar
de mayll lo phloch que fóu digut;
E dix lo rey: - "Presem
pus prest la terra! (54)" -



****



E
d' Aragó se víu prest la senyera,
De Mafumet se víu trestot
cremat;
E' n Nono dix ab gaug pus vertadera:



-
"Senyor en rey! acesta es la quarrera
De vostra terra,
presetzla la primera." -
E de Maylorcha rey fó prest cridat
(55).







XL.



Y
en seguida empezó a moverse la vanguardia, que se componía de los
soldados de D. Guillén y D. Ramón de Moncada y de los
templarios; y pronto se distinguió tras el collado a la horda
sarracena, preparada para el combate; y dada la señal, con pavoroso
estrépito se trabó la lid, haciendo cada parte cuanto podía.







XLI.



La
vanguardia hizo experimentar grandes daños al enemigo, porque los
cristianos peleaban con denuedo por la fé de Cristo. Mas allí acabó
peleando D. Guillén de Moncada su gloriosa carrera; allí murió
también D. Ramón de Moncada como un héroe defendiendo su
estandarte, y con ellos el valiente Desfar y Hugo de Mataplana, el
buen trovador
.







XLII.



.............
***


Hallábase
ya derrotado y vencido el ejército de Infantilla, y las armas de la
hueste del rey Don Jaime apenas encontraban ya enemigos que vencer
por aquellos alrededores. Plugo a Dios dar a los infieles el castigo
que merecían, y dijo el valeroso monarca:
- "Entremos en la
ciudad!" -
***



Y
pronto se vio tremolar sobre las torres de sus muros el pabellón aragonés, y reducido a cenizas el de Mahoma: y D. Nuño, con
muestras de verdadero gozo, dijo a Don Jaime:
- "Señor rey!
esta es la puerta de la ciudad que ya os pertenece, tomadla ante
todo, y sed vos el primero que entre por ella.” -
Y en seguida
fue aclamado y victoreado por rey de Mallorca.



***



-
"Alors! alors! dix en Jacques cant víu
De Maylorches la
vila mant dampnada,
A sos prelats e sos barons; porriu
L'
esgard haver (56), dònchs huy bé la teniu
La vila ferma, e
lexatz lo morriu (57);
Dònchs plach a Deus, Maylorqu‘ es
conquerada (58)." -



***



E
lavors lo rey per haver refòrs



De
fatigues greus, de tants maleficis,



Levant
lo dur èlm, despuylant lo còrs,



Levá
tot son ferre e dixqué lavòrs



-
"Honrem a Maylorcha ab molts beneficis (59)." -



***



E
dònchs que lo rey leixant ferramentas



Qu'
a vostron servey havian honrat;



E
dònchs, alt Senyor, las lanças luentas



Leixadas
están, sens plaurs ne lamentas,



Huy
los meus bordons, huy s' han acabat (60).



***



-
"Adelante! adelante! dijo Don Jaime a sus prelados y barones,
cuando vio a la hermosa ciudad llena de escombros, extended vuestras
miradas; y pues tenemos segura la posesión de la capital, podéis
desceñiros el casco, que con el auxilio de Dios, está ya
conquistada la isla de Mallorca." -



***



Y
entonces el rey para descansar de las fatigas de aquel día, y para
reponerse del daño que había experimentado, se quitó el yelmo,
depuso su espada y se desnudó de su armadura. Y luego exclamó: -
"Honremos a Mallorca, colmándola de beneficios." -



***



Y
ya que el rey, ó Dios mío, ha dejado las armas que con tanto
esfuerzo ha empleado en honra y servicio vuestro; ya que las afiladas
lanzas están descansando sin que arranquen a los combatientes
lágrimas ni lamentos, razón es que suspenda mis versos y dé fin a
mi canto.






Nos Don Iavmes por la gta (gratia, gracia) de dius, (dios) rey daragon "et" (símbolo que parece un 7) de mauiorgas (no leo exacto lo que pone, Mallorcas) et de ualentia (parece ualen+letra pi+a), conte de barçalona et de urgel et seynnor de montperler, Montpellier....  (Montis Pesulani)