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domingo, 28 de junio de 2020

CAPÍTULO XXIV.

CAPÍTULO XXIV. 

De las incomodidades que tuvo César, lluvias y hambre que hubo mientras sobre Lérida, barcos que mandó labrar para pasar el Segre, y asedio que puso a la ciudad.

Quedó la campaña por los cesarianos, y tenían como a cercados los de Pompeyo que se habían recogido en Lérida; pero como eran señores de la puente, lo pasaban bien, pues podían tomar las provisiones y refrescos que era menester por ella, lo que no podían hacer los de César, porque estaban cercados por todas partes de ríos: al mediodía tenían el Segre, al oriente el Noguera, a poniente el Cinca, y por la parte de tramontana era poco el bastimento que les podía venir, por ser tierra áspera, y los dueños de los ganados los habían metido tierra adentro, huyendo de la guerra y peligros de ella. Todas estas incomodidades sentía mucho César; pero aumentáronse con las crecientes de los ríos Segre y Cinca. Esto era ya en el verano, y las nieves se derretían (has estado alguna vez en verano en Lérida? Se derrite hasta el asfalto, tontolaba!), y fueron tan terribles las crecientes, que en un día se llevó Segre las dos puentes que Fabio había hecho: y este fue un notable daño para César, porque de esta otra parte quedaron algunos ganados que habían salido a repastar, y los de Pompeyo los tomaron; y menos fue posible a las ciudades amigas suyas poderle enviar mantenimientos y socorros, como habían hecho hasta entonces, porque no podían pasar el río, ni los socorros que habían venido de Italia y Francia podían llegar a él. Sentía gran falta de pan, porque era en el verano y los trigos aún no eran sazonados ni estaban para cogerse, y todo lo que había en aquella comarca los pompeyanos lo habían tomado, y lo que había quedado, que era poco, ya la gente de César lo había consumido. Salían algunos soldados de César y corrían la campaña, y buscaban de esta manera el sustento; cuando podían atrapar alguna liebre, no la mataban, la ordeñaban y la volvían a soltar, pero tenía Pompeyo unos andaluces y portugueses tan diestros, que luego les daban encima, pasando el río sobre unos odres llenos de viento; y era costumbre de ellos siempre que iban a la guerra de llevarlos consigo, para nadar sobre ellos en todo tiempo; y según eso, es verosímil que estarían o de esta parte del río, pues para molestar a los de César, que estaban a la otra, habían de pasar el río, o que los de César le pasarían con barcas y ellos con sus odres, en seguimiento de los que salían a buscar la comida; porque era forzoso la buscasen de esta otra parte del río, que estaba por los de Pompeyo y abundaba de lo necesario para el sustento de la vida; y es verosímil que no les dejaban pasar la puente de Lérida, pues habían de nadar con sus odres.
Mientras estaba César con estas aflicciones y cuidados, vinieron unas lluvias tan grandes, que no había memoria de hombres haber jamás visto tales inundaciones. César, por pasar a esta otra parte, trabajó en hacer las puentes, y no le fue posible, porque el río venía muy crecido y rápido, como suele siempre, y los de Pompeyo, que estaban a esta otra parte, tiraban tantos dardos y saetas a los que trabajaban en las puentes, que les era imposible trabajar, ni defenderse del daño que recibían de los ballesteros, con que la obra hubo de parar. Crecía entretanto en el campo de César la hambre (Pomponio Flato registra en su libro De Profunditas Segrae et Cincae, que decían los soldados: per Tutatis, quína fam mes gran!), y no solo fatigaba con la falta presente, sino con el miedo grande de lo que sería después.
Nada de estas incomodidades se sentía en la ciudad, porque señores de la puente, y pasando por ella, daban sobre gentes de César que estaban de esta otra parte del río, y no podían pasarle, porque no tenían con qué.
Estos aprietos en que César se veía eran grandes; pero Petreyo y Afranio los hacían mayores, escribiendo a Roma y toda España avisos de esto muy aventajados, encareciendo más de lo que era: y así de muchas partes les enviaban parabienes y muchos se venían a hallarse con ellos, para gozar de la victoria que tenían por suya.
En Italia hubo muchos hombres principales que se pasaron a Grecia con Pompeyo, unos por llevarle estas buenas nuevas, otros por darle a entender que ellos no habían aguardado el último suceso de esta guerra, ni eran los postreros en seguirle.
Cuando César estaba en estos aprietos, dice que tuvo aviso Afranio que habían llegado muchos ballesteros de los *, y gran caballería francesa, y con ellos algunos seis mil hombres, con muchos esclavos y gente de servicio: pero no llevaban ningún orden ni concierto, ni se mostraba en ellos capitán ni cabeza (capitas), e iban como si no había guerra y la tierra gozara de la paz que había tenido en tiempos pasados. Había entre ellos muchos mancebos honrados, hijos de senadores y de caballeros, y muchos embajadores de ciudades y algunos legados del mismo César, que los venían acompañando; pero llegados a la orilla del río, no pudieron pasar, porque ni había puentes ni barcas. Afranio salió de noche con tres legiones y con toda su caballería, para batalla; y guardó esta orden, que llegaron primero a ellos los caballos y los hallaron descuidados; pero los caballeros franceses presto se pusieron en orden, y la batalla se comenzó, y pocos resistieron a muchos. En medio de esta pelea descubriéronse las banderas de las legiones de Pompeyo que venían en ayuda y socorro de los suyos y ellos se retiraron a los montes cercanos, que yo conjeturo deberían ser los que hay desde la ciudad de Balaguer, a la orilla del Segre, hasta la villa de Camarasa (nada, a un tiro de piedra de Lérida); y César quedó muy contento de esta retirada, porque si los cogieran en el raso, era muy posible que no se escapara ninguno de ellos. Murieron, con todo, doscientos ballesteros, algunos caballeros, y algunos pocos de los esclavos, y del bagaje que llevaban perdieron poco; pero estas pérdidas fueran de buen tolerar, si la hambre y necesidad de mantenimientos no apretara a los cesarianos, que todos iban decaídos y macilentos; siendo lo contrario en los reales de Pompeyo, donde había abundancia y copia de todo lo que habían menester, y aun les sobraba. Valióse César de las ciudades confederadas; pero estas no le podían dar pan, porque no le tenían, sino ganados; y enviaba azemileros a las ciudades más lejos, y de esta manera procuraba remediar la falta presente y necesidad que le apretaba.
No era el ánimo de César tan menguado que de estas adversidades se espantara, antes, al paso que ellas crecían se aumentaba en él el espíritu y valor: buscó trazas y modo como remediarse y salir de aquel aprieto, y mandó para esto a sus soldados que hiciesen unas grandes barcas, como otras que los años antes había visto en Inglaterra, de que aquellos isleños usaban en la guerra. El suelo y vientre eran de maderos no muy gruesos, y lo demás entretejido de mimbres y cubierto y calafateado con cuero; y de estas usaban también los españoles de Galicia por aquellas marinas fronteras de Inglaterra.
Cuando tuvo acabadas algunas de estas barcas, mandólas tirar de noche con carros tres leguas lejos del real, más arriba de donde había hecho Fabio las puentes. Echadas en el río, mandó pasar con ellas un buen número de soldados, y de improviso tomaron un collado que se tendía por las riberas del río, y antes que lo supiesen los de Afranio, lo tuvieron fortificado. César con aquellas barcas mandó pasar allá seis mil soldados y seiscientos caballos; y pues tenía allá buen número de gente, mandó que los de la una parte y los de la otra del río trabajasen juntos; y de esta manera, en dos días quedó la puente acabada, y pudo su real recibir las provisiones que de diversas partes llevaban aquellos que César había enviado a buscarlas, y los ganados pasaron a gozar de la pastura que había de esta otra parte, y los que aquí estaban detenidos pasaron a la otra parte, como si no hubiese río, y de allí adelante, pues César estaba fuera de aquellos peligros, solo entendía en ofender al enemigo: y el mismo día que se acabó la puente, hubo César una victoria en que mató una cohorte entera y otros muchos de sus contrarios, y hubo mucha presa de ganados y despojos; y dentro de pocos días hizo la fortuna un gran trueque en la guerra, porque los de Pompeyo no osaban salir de Lérida, temerosos de la caballería y soldados de César, que no les dejaban reposar un punto, y parecía que estaban cercados en la ciudad. Estos prósperos sucesos de César se aumentaron con la nueva que tuvo de gran victoria que los suyos habían alcanzado en Francia, tomando la ciudad de Marsella, que cuando César vino a Cataluña, había dejado cercada. Averiguóse también ser falsas otras nuevas que se habían esparcido en España, de que Pompeyo venía por la Mauritania, (mauro : moro) que es lo que hoy decimos Berbería, (bereber, bereberes) con muchas legiones de soldados, de quien confiaban mucho sus amigos; pero después que se supo ser falso esto, muchas ciudades y pueblos se declararon por César. Los de Huesca, que habían valido a Pompeyo, le desampararon y enviaron embajadores a César para que les mandase; y lo mismo hicieron los de Calahorra y, a imitación de ellos, hicieron lo mismo los de Tarragona, los cosetanos, ausetanos, lacetanos y, pocos días después, los ilercavones; y a todos recibió César con mucho amor y demostración de benevolencia, y les pidió le valiesen con pan, de qué necesitaba mucho, y dice César que se lo prometieron, y después lo cumplieron muy bien, porque en Cataluña más dificultad tienen los naturales de ella de prometer, que de cumplir lo prometido, y esto es tan natural a la tierra, que siempre lo han usado. Había también en el real de Afranio y Petreyo una compañía de ilercavones, que son pueblos que llaman ahora morellanos y del reino de Valencia: estos, que supieron que sus padres y amigos y deudos estaban confederados con César, dejaron a Afranio y se pasaron a él.
Hubo tal mudanza de las voluntades en España, adhiriéndose a César, tan de hecho, que tras de los de Cataluña e ilercavones, otros muchos, más lejos, comenzaron a tomar su voz y seguirle; y los de Pompeyo ya de buena gana estaban encerrados, unos dentro los fuertes, y otros dentro la ciudad de Lérida; y con miedo de los caballos de César, que lo corrían todo, no osaban sacar muy lejos al pasto los ganados, para poderse retirar con tiempo. Otras veces, con grandes rodeos, escusaban el ser vistos de las guardas de sus contrarios; y otras, con solo ver asomar de lejos la gente de a caballo, que era la más temida, o poco acometimiento que ella hiciese, dejaban muy apriesa lo que llevaban, para huir más lijeros; y podía tanto el miedo, que fuera de toda costumbre de guerra, solo salían de noche al pasto.
Érale a César muy enfadoso que sus caballos no pudiesen pasar de esta parte de Segre, sino por la puente o con los barcos que había hecho; y para escusar tanto camino, intentó una cosa maravillosa y casi increíble a los que conocen la fuerza y naturaleza del río Segre, y saben cuán caudaloso es; y fue que, en puesto acomodado, mandó abrir muchas acequias de treinta pies en alto cada una, que serían poco más de cuarenta y cinco palmos, y por ellas derramó gran parte de la agua que llevaba el río, y de esta manera por ninguna llevaba mucha, y con esto vino a hallar y facilitar el paso. No dejaré de poner aquí las palabras de César, porque una cosa tan increíble como esta (que ni a Moisés se le hubiese ocurrido), por haberse hecho en tiempo que aquel río venía muy crecido, es necesario que se pruebe y corrobore las palabras del mismo César.
Quibus rebus, perterritis *(animis ? no se lee) adversariorum, Caesar, ne semper magno circuitu per *partem equitatus esset mittendus, nactus idoneum locum, fossas *pedem XXX in altitudinem complures facere instituit, quibus parte aliqua Sicorim (Segre) averteret, vadumque in eo flumine *effixeret. His penè effectis, magnum in timorem Affranius pervenit, etc. Esta obra, aunque no acabada, espantó mucho a los de Pompeyo, porque tuvieron ya por quitados del todo los mantenimientos y el pasto, por tener conocida la mucha ventaja que César tenía con la gente de a caballo, que tan fácilmente les estorbaba las escoltas. Por esto se resolvieron Afranio y Petreyo de levantar su campo y salirse de Lérida y pasarse más tierra adentro, hasta llegar a la Celtiberia, que es en el reino de Aragón con alguna parte de Cataluña; porque allí esperaban tener mejor aparejo para continuar la guerra. Movióles a tomar esta resolución el considerar como, de las guerras pasadas con Sertorio, las ciudades que Pompeyo dejó vencidas por fuerza tenían y estimaban su nombre y poder aún en ausencia, y las que habían perseverado en su amistad, le eran muy aficionadas, por los grandes beneficios que habían recibido; y así esperaban tener allí muy buena gente de a caballo y grandes socorros de todas partes, para continuar la guerra todo el verano: al contrario César, allá ni era conocido, ni respetado. Con este pensamiento, mandaron buscar muchas barcas por el río Ebro y que se juntasen más abajo de Octogesa, que es lugar que está cinco leguas río abajo, lejos de Lérida, en el puesto donde hoy está la villa de Mequinenza. Aquí hicieron de estas barcas puente sobre el Ebro, y pasando en Lérida el río Segre, por la puente de la ciudad, dos legiones de Afranio, se fueron a poner en un fuerte que hicieron de esta otra parte del río; y esto, todo se hacía para poner el río entre ellos, y los de César, teniendo por cierto, que no pudiendo él pasar con su ejército sino por la puente que estaba muy arriba, ellos llegarían en salvo sin contraste donde querían, antes que él pudiera alcanzarlos: y César, que entendió esto, se dio mucha prisa para acabar el vado, sacando más y más acequias, y, en fin, en un mismo tiempo quedaron acabados cerca de Mequinenza la puente y en Lérida el vado; y la caballería de César ya se atrevía a pasar, y también los de a pie, dándoles la agua en los pechos, aunque pasaban con mucha dificultad, por la hondura y recia corriente del río; y por esto los de Pompeyo daban más priesa a su partida: y dentro de la ciudad de Lérida dejaron solo dos cohortes ausiliares, que eran quinientos hombres por cada cohorte, y eran estas cohortes de gente forastera o asalariada, que así nombraban a la tales compañías.

CAPÍTULO XXIII.


CAPÍTULO XXIII.

Toma César la montaña de Gardeny, Junto a Lérida; hácese fuerte en ella, y queda señor de la campaña.

Pasados dos días después de esto, llegó Julio César, que venía de Francia, dejando allá hechas las cosas que cuenta en sus Comentarios; y reconociendo el lugar donde halló sus capitanes, y enterado de la naturaleza de aquel terreno, mandó hacer otra vez aquella puente que se había llevado la corriente del río, y que la labrasen de noche por más disimular, y puso en guarda de ellos y de los ganados y fardaje que allí había, seis cohortes, que eran mil seiscientos y veinte hombres, y luego, con toda la demás gente de su ejército, dividido en tres escuadrones, presentó la batalla a los capitanes de Pompeyo, Afranio y Petreyo. Afranio sacó toda su gente y puso su real en medio de la montaña de Gardeny, y allá se entretenía excusando la batalla, porque no la deseaba. Entonces conoció César que aquella guerra no se podía acabar de una vez, y mudó de pensamiento, y quiso acercar su real al de los enemigos; y para hacerlo más secreto y a su salvo, ordenaba cada mañana los escuadrones y poco a poco se fue acercando al pie de la montaña de Gardeny; así que Afranio y Petreyo estaban un poco más arriba y en punto superior al de César. César, para mejor fortificarse, dividió su ejército en tres escuadrones: los dos puso en la delantera; y tras de estos dos quedó el otro, trabajando en abrir un foso que distaba del real de los pompeyanos cerca de cuatrocientos pasos; y esto lo hicieron con gran secreto, sin que lo entendiesen ni viesen los enemigos, porque los escuadrones y la caballería estaba delante de los que trabajaban en la obra: y de esta manera quedaron hechos los fosos, antes que los pompeyanos lo supiesen ni viesen; y metida la gente de César dentro, y dejándolo todo muy fortificado y a punto para resistir cualquier acometimiento que quisiesen hacer los de Pompeyo, mandó venir aquí las cohortes y el fardaje, y todo lo demás que había dejado y quedaba junto de las dos puentes que estaban más arriba de Lérida, cerca de Balaguer. Puestos aquí los de César, y defendidos con aquel foso que habían abierto, que tenía quince pies de alto y otros quince de ancho (y nadie vio ni oyó la excavación), fueron levantando el terraplén, aunque con trabajo, por haber de traer la fagina y forraje de lejos; porque aquella comarca es muy falta de leñas, y habiéndola de llevar de lejos, habían de llevar los que trabajaban en la obra mucha guarda; y aunque Afranio y Petreyo bajaron del puesto donde estaban a impedirlo, no pudieron, porque César con tres legiones y el foso que había hecho estaba muy defendido, y así se hubieron de retirar al lugar de donde habían salido.
Pasados tres días, pensó César en tomar un cerro o altura (podium: pueyo : pui : puig: puch; collem : coll : collado) que estaba entre la ciudad de Lérida y aquel montecillo donde está edificado el castillo de Gardeny, confiando que, siendo él señor de ella, podría mucho estrechar a los de la ciudad de Lérida y aún ganarles la puente, que era lo que él más deseaba; y contando esto César, lo dice con estas palabras:
Erat inter oppidum Ilerdam et proximum collem ubi castra Petreius atque Affranius habebant planities circiter passuum CCC, atque in hoc ferè medio spatio tumulus erat paulo editior, quem si occupasset Caesar et communisset, ab oppido, et ponte, et commeatu omni quem in oppidum contulerant, se interclusurum adversarios confidebat: que entre la ciudad de Lérida y el montecillo o collado de Gardeny donde Petreyo y Afranio tenían sus reales, había una llanura de trescientos pasos, poco más o menos, y en medio de esta llanura había un cerro o altura algo levantada que, tomándola César y fortificándola, confiaba que quitaría a sus enemigos la ciudad y la puente, y todo el bastimento que en la ciudad tenían. Porque, si bien se mira, la distancia que hay entre la ciudad de Lérida y el collado de Gardeny, no muy lejos de donde está el monasterio de los padres capuchinos, parece que en siglos pasados estaba esta altura que César deseaba tomar, la cual el día de hoy está allanada, para poder mejor correr por allá el agua de las acequias y regar aquella fresca y deleitosa huerta; porque el espacio de mil setecientos años que han pasado desde aquellos tiempos hasta el día de hoy, ha allanado, no montecillos como estos, sino montes, reinos y dilatadas provincias; pues no hay cosa que coma y consuma más que un dilatado espacio de tiempo.
Codiciaba mucho Julio César este puesto, para apoderarse después de la puente de la ciudad: pero los de Pompeyo se lo defendían muy bien, como a paso para ellos no solo importante, sino muy necesario, y perdido él, eran todos perdidos. Es esta puente de que habla César la que el día de hoy está cerca el monasterio de san Agustín, aunque queda poco rastro de ella. Antes del año 1617 se descubrían cuatro arcos; y después, con las avenidas e inundaciones tan notables que hubo en Cataluña el dicho año, quedaron muy mal tratados; y por debajo de esta puente pasaba en tiempo de César el río, y la ciudad se podía rodear de todas partes, sin impedimento de él, porque estaba tan lejos de ella, como hay el día de hoy desde el portal que llaman de la Puente hasta esta puente de San Agustín; porque la puente por donde se pasa el día de hoy cuando entramos en la ciudad de Lérida, es obra nueva y moderna, y ha sido necesario edificarse, por haber dejado el río el álveo antiguo, y haber vuelto su curso hacia la ciudad. Sobre el tomar esta altura, hizo venir César tres legiones, y formó de ellas sus escuadrones, y mandó a los alfereces (alférez, alféreces) de una legión que corriesen a ocupar aquella altura o cerro; pero los de Afranio y Petreyo, que conocieron el pensamiento de César, corrieron por camino más corto, y ocuparon el lugar antes que los de César llegaran, y sobre querer echarlos de allí, trabaron una gran pelea. Señaláronse en ella los portugueses y otros españoles que estaban en el campo de Pompeyo, y peleaban con correrías y acometimientos súbitos y repentinos; y lo mismo hacían los romanos de Pompeyo, que ya lo habían aprendido de los nuestros (escaramuza); y fingían muchas veces huir de ellos y retirarse a la ciudad, y con esta estratajema los llevaron hasta los muros, y cuando estuvieron aquí, unos los acometieron por la parte del río, y los otros rodearon la ciudad y bajaron por la parte donde es el monasterio de Predicadores, y los cogieron en medio y mataron muchos, porque peleaban en puestos desiguales, y los de César estaban bajos y los otros altos; y como los de César no estaban acostumbrados a pelear con correrías, sino a pie quedo y con escuadrón cerrado, estaban desatinados, porque aquel modo de pelear, para ellos era extraordinario y muy inusitado. Al principio se peleó con dardos y saetas, y ningún tiro hicieron los pompeyanos en valde, y cada día les acudía gente; y acabadas estas armas arrojadizas, se llegó a pelear con espadas y dagas, y duró esta pelea cinco horas, y los de César se vieron en grandes aprietos; y diee César que no se declaró la victoria por ninguna de las partes, antes, todos se juzgaron vencedores. Murieron, de los de César, según él dice, setenta hombres, y seiscientos quedaron heridos: de los de Pompeyo murieron doscientos. Afranio y Petreyo mandaron fortificar el alto era entre la ciudad y el collado, de Gardeny, que tanto habían codiciado los de César, y puso en él tal guarnición que no pensó más César en quitársele, y quedó contento de verse señor de la campaña, que está sobre el río Segre, y que los enemigos quedasen cerrados dentro de Lérida, y en las fortificaciones que habían hecho en el collado de Gardeny, y cerro que habían tomado.

jueves, 2 de julio de 2020

CAPÍTULO XXVI.


CAPÍTULO XXVI.

César, vencidos Afranio y Petreyo, se vino a Lérida, y le quitó el nombre que le habían sobrepuesto, y le volvió el antiguo; y de los sucesos de España hasta la venida del Hijo de Dios al mundo.

Gerónimo Pujades, en su Crónica de Cataluña, dice, no sin fundamento, que César, después de vencidos los enemigos y quedado señor de toda la España Tarraconense y en particular de la ciudad de Lérida, se partió para ella, así para descansar del trabajo pasado, como para ordenar el regimiento de la tierra y aparejar lo necesario para emprender las guerras que pensaba tener en la España Ulterior. Entonces dicen que le quitó el nombre de Mont public que así se llamaba aquella ciudad, y le volvió el nombre de Lérida, que dura hasta el día de hoy. Esta mutación de nombre solo la hallo en Pedro Tomic; y holgara yo mucho de saber aquel autor de dónde la sacó, no hallando tal cosa en los autores antiguos que hacen memoria de esta ciudad, ni aun en el mismo César, que, contando los sucesos que tuvo antes de tomarla y después por menudo, no olvidaría este, y más siendo hecho suyo y que redundaría en honra y decoro de aquella ciudad. Los que han tenido esta opinión dicen que Lérida, por mal nombre y por escarnio, la llamaron Mont public, por ser lugar público y común a los pueblos ilergetes y a cualesquier otros, para sacrificar a los falsos dioses; y el más principal de ellos a buena razón había de ser la diosa Venus, pues, por ocasión de estos sacrificios, siete rameras hicieron su habitación en la plaza que hoy llaman la Zuda, y por la publicidad en que vivían y ejercitaban su deshonesto oficio, llamaban a la ciudad, como por escarnio y burla, Mont public, como hoy suelen llamarse las casas donde vive tal gente: y entre aquellos ciegos gentiles era religión venerar aquel ídolo con mujeres que, perdido el velo de la honestidad, libremente se entregaban a los devotos que visitaban aquella falsa diosa, para honrarla con tales actos; pero no por esto quedó olvidado el nombre de Lérida, antes conservándole aquella ciudad, le daban este otro de Mont public que del todo mandó olvidar César, como a deshonesto y de mal sonido.
Antes que se saliese de España Afranio, acordándose que los infortunios que tuvo se los había pronosticado una esclava que tenía, llamada Afrania, que sería augur o adivina, y había muerto por aquellos días; ya que él había de dejar la España, no quiso que la memoria de ella se perdiera, sino que durase para siempre; y para mejor conservarla, mandóla labrar un suntuoso sepulcro, y en él una inscripción que dice: Afrania. L.L.Chrocale. S., esto es, que aquella memoria la dedicaba a Afrania, que había sido esclava y después fue liberta de Lucio Afranio, y le había pronosticado los infelices sucesos que tuvo en aquella guerra. Hacen mención de esta mujer don Antonio Agustín, Diálogo 6 y el doctor Pujades.
Consérvase aún esta memoria en aquella ciudad, en la calle que baja de la iglesia de san Lorenzo al hospital, sobre la puerta principal de la casa del doctor José Sabata,
catedrático de prima en aquella universidad, y uno de los más doctos e insignes varones que hemos conocido en estos tiempos.
Vencidos ya los enemigos de César, y hecho ya señor de la España Tarraconense, después de haber descansado algunos días en la ciudad de Lérida, pasó a la Ulterior, y allí venció a Marco Varron, legado de Pompeyo; y dejando buen gobierno y regimiento en las dos Españas, se volvió a Roma a recibir la honra del triunfo, que por muchas razones, según el uso de aquellos siglos, le era debido.
Cuarenta y cinco años antes del nacimiento del Señor, según la mejor cuenta, fue la muerte de Pompeyo, a quien sus hechos dieron nombre de grande. Murió en Egipto; y confiado de la autoridad del rey Tolomeo Dionisio que se le declaró amigo, se había recogido en aquel reino y metido por sus puertas, y él le mandó alevosamente matar. Dejó dos hijos: el mayor se llamó Neyo Pompeyo, y Sexto Pompeyo el menor; y fueron los dos valerosos soldados y tan poco afortunados como el padre: quisieron cobrar en España lo que César le había tomado, y pasaron a ella con gran poder; pero César, dejados los negocios que tenía en Roma, con la mayor celeridad que pudo vino a España, y después de varios sucesos quedó vencedor, Neyo Pompeyo muerto, y Sexto se escapó huyendo; y vencidos de esta manera los pompeyanos, César quedó otra vez señor de España, triunfando de sus enemigos, e hizo muchas mercedes a los naturales; y en Cataluña, Tarragona y Ampurias quedaron hechas colonias. (“Ens culunitzan”, dijo otro Pompeyo, Fabra, unos cuantos siglos más adelante, aproximadamente en 1920).
Apaciguada España, dejó en ella César sus gobernadores y se volvió a Roma. Apenas había llegado allá y cuando Sexto Pompeyo, que había estado retirado en la Lacetania, que es parte de Cataluña, comenzó a tentar los ánimos de los paisanos, y halló entre ellos buenos amigos, juntó los que habían quedado de su hermano, y con los suyos se puso en campaña, con ánimo de renovar las guerras pasadas y cobrar lo perdido.
Estando en esto, aconteció la muerte de Julio César, a quien mataron con veinte y tres puñaladas (fue sin querer) en el senado cuando estaba en la cumbre de su majestad y poder, mandándolo todo, sin que nadie osase contradecirle. Fue su muerte en los idus de marzo, esto es, a quince, que, según se lo habían pronosticado Espurina y otros augures y adivinos, era para él, aquel día infausto, aciago y triste, y él haciendo poco caso de tales vaticinios, había hecho burla de ellos y escarnio de los que le adivinaban tales infortunios. Con este suceso quedó tan animoso Sexto Pompeyo, que, sin hallar resistencia en los cesarianos, que con la pérdida de su capitán y caudillo iban con turbación descarriados, se apoderó de toda España Citerior, y pasó a la Andalucía con grande poder.
Marco Lépido había quedado por César en la España Tarraconense, pero imposibilitado de resistir a Sexto Pompeyo; y lo que no pudo acabar con fuerza, lo alcanzó con maña, y concertó con él, que con el dinero y riquezas que había recogido se saliese de España, y fuese a gozar de ellas en Roma; y así lo hizo, y Lépido quedó en España con autoridad y poder de procónsul. Octavio, sobrino de César, fue heredero y sucesor universal, por haberle nombrado tal en su testamento. Era Octavio hijo de Accia, sobrina de César, y de Octavio, pretor de Macedonia. Accia fue hija de Julia, hermana de César, y de Accio Balbo. Tuvo Octavio en el principio muchos encuentros con Antonio y con Marco Lépido que pretendió gran *parte de las provincias del senado romano; y después de haber pasado varias cosas, concordaron que fuese el señorío romano dividido en tres partes, y esta división llamaron triunvirato, de que tantas memorias hallamos en * historias romanas. Octavio quedó con Italia, África, Cerdeña y Sicilia; Marco Antonio con Francia y Flandes, Marco Lépido con las dos Españas, Citerior y Ulterior, y * la Galia Narbonense. De Grecia y Asia no se habló, porque Bruto y Casio, homicidas de César, se habían quedado con ellas. Pactaron que esta división o triunvirato durara por cinco años; pero no se efectuó, porque Octavio se alzó con todo, dejando vencidos a Lépido y Antonio;
y el señorío romano vino a quedar en poder de solo Octavio, que con título de emperador, lo vino a regir y gobernar todo. Vino entonces por procónsul a España Neyo Domicio Calvino, el cual tuvo en nuestra Cataluña guerras con los de Cerdaña, y les venció y tomó tanto tesoro, que quedó muy rico; y la parte que cupo a Octavio fue tal, que bastó para el gasto de su triunfo y reedificar su palacio, que quedaba destruido de un incendio, y le dejó adornado de muchas figuras y artificiosas labores. Pasó esto en el año 38 antes del nacimiento de nuestro señor Jesucristo, cuando comenzó la cuenta de las eras, que tantos años duró en nuestra España, donde no contaban por el año del Señor, sino por el principio del gobierno de Octavio César Augusto, hasta que el rey don Pedro el cuarto de Aragón, como a católico príncipe, dejando la cuenta de las eras de César, mandó contar por los años de la natividad de Cristo señor nuestro (1). Era este modo de contar, que añadían al año de la natividad 38 años, así que el corriente año 1639 de la natividad del Señor, añadiéndole 38 años, será el de la era de César 1677.
(1) Aun cuando el autor afirma que el rey D. Pedro IV fue el que mandó dejar la cuenta de la era de César, debe hacerse presente, que en Cataluña rara vez se encuentra un documento fechado de este modo, ni aún en tiempo de los reyes de Aragón, como puede verse en su archivo; a no ser algunos, pero muy escasos, del tiempo de los primitivos condes, que solían fechar por años de los reyes de Francia, y acumular a veces en un mismo instrumento dos o más cuentas diferentes; de manera, que la referencia de Monfar, cuando supone que D. Pedro introdujo tan útil reforma, debe entenderse respecto a la cuenta por la Encarnación, que era la que se usaba en este país, y no a la era de Cesar. Véase la pracmática de dicho rey, sancionada en las cortes de Perpiñan de 1350.

domingo, 26 de julio de 2020

ÍNDICE , tomo primero, Historia Condes Urgel

ÍNDICE
de los capítulos que contiene este tomo primero de la Historia de los condes de Urgel.
/ Se omiten las páginas, no concuerdan con este formato (doc, html) /

Razón de la Obra.
Capítulo I.- Ed que se describen los pueblos ilergetes.
II. - En que se describe el condado de Urgel.
III. - De las etímologias del nombre de Urgel, y de la ciudad de Balaguer y de su fundación.
IV. - De los primeros pobladores de España, hasta la seca de ella.
V. - Vienen diversas gentes a España, llamadas de las grandes riquezas que descubrieron los incendios de los montes Pirineos, y lo que padecieron los naturales de ella.
VI. - De la venida de los cartagineses a España.
VII. - De la venida de los romanos: sucesos y guerras entre ellos y los cartagineses.
VIII. - De lo que hicieron los romanos en España hasta llegar a los pueblos ilergetes.
IX. - De cómo Asdrúbal llegó a los pueblos ilergetes, y de lo que hizo en ellos.
X. - De los hermanos Mandonio e Indíbil, príncipes de los ilergetes, y de los sucesos tuvieron con Neyo Scipion.
XI. - Varios sucesos de los romanos y cartagineses en España: cóbranse los rehenes que estaban en poder de los cartagineses, y otras cosas notables que acontecieron en ella, y muerte de los Scipiones.
XII. - De la venida de Publio Scipion y presa de Cartagena, y de lo que pasó con las hijas de Indíbil y la mujer de Mandonio, grandes señores de los pueblos ilergeles.
Xill. - De cómo Scipion dio libertad a la mujer e hijas de Mandonio e Indíbil, y de la oración que hizo Indíbil delante de Scipion.
XIV. - De la enfermedad de Scipion, y de cómo Mandonio e Indíbil quisieron echar a los romanos de España.
XV. - De las paces que después de vencidos hicieron Mandonio e Indíbil con Scipion, y de su vuelta a Roma.
XVI. - De cómo Mandonio e Indíbil se volvieron otra vez a levantar, y de la muerte de los dos.
XVII. - Del estado de las cosas de España después de muertos Mandonio e Indíbil, y de Belistágenes, príncipe de los ilergetes.
XVIII. - Estado de las cosas de España, y de los gobernadores que vinieron a ella: presa de Corbins y Arbeca, pueblos ilergetes.
XIX. - De la venida de los cimbrios a España, y del uso de las cimeras que de ellos ha quedado.
XX. - De la venida y hechos de Quinto Sertorio; favores y mercedes que hizo a los españoles, y fundación de un estudio general que hizo en los pueblos ilergetes, en la ciudad de Huesca, y del provecho que dio. (Universidad Sertoriana)
XXI. - Del lenguaje se usaba en España en estos tiempos, y de las cosas que hizo Sertorio hasta su muerte.
XXII. - De lo que hizo Pompeyo en España, y principio de las guerras civiles entre él y Julio César.
XXIII. - Toma César la montaña de Gardeny, junto a Lérida; hácese fuerte en ella, y queda señor de la campaña.
XXIV. - De las incomodidades que tuvo César, lluvias y hambre que hubo mientras estaba sobre Lérida, barcos que mandó labrar para pasar el Segre, y asedio que puso a la ciudad .
XXV. - César va en seguimiento de los pompeyanos, y no para hasta haber vencido a Petreyo y Afranio, sus capitanes.
XXVI. - César, vencidos Afranio y Petreyo, se vino a Lérida, y le quitó el nombre que le habían sobrepuesto, y le volvió el antiguo; y de los sucesos de España hasta la venida del Hijo de Dios al mundo.
XXVII. - Nace Cristo Señor nuestro. Herodes es desterrado a Lérida. Muere Herodías en Segre, y cuántos Herodes ha habido.
XXVIII.- Viene el apóstol Santiago a España, y predica en los pueblos ilergetes: memorias que hay de esta venida, y otros sucesos hasta la muerte del emperador C. Calígula.
- Del imperio de Claudio; venida de los apóstoles san Pedro y san Pablo a España, y cosas notables acontecidas en los pueblos ilergetes hasta la muerte del emperador.
XXIX. - Descúbrense en el Monte Santo de Granada las reliquias y libros de san Tesifonte y de otros santos, discípulos del apóstol Santiago.
XXX. - De la sentencia que dieron el arzobispo de Granada y las personas que juntó para ello, sobre la verdad y certidumbre de estas santas reliquias.
XXXI.- De la venida y predicación de san Saturnino al condado de Ribagorza, y de los apostóles san Pedro y san Pablo a España, y fundación de Fraga en los pueblos ilergetes, y demás sucesos de ellos, hasta la muerte del emperador Domiciano.
XXXII.- Del imperio de Nerva, y de los demás emperadores hasta Diocleciano y Maximiano, y sucesos de los pueblos ilergetes.
XXXIII.- Del imperio de Constantino Magno; cómo lo dividió entre sus hijos, y de los demás emperadores hasta Arcadio y Honorio, y venida de las naciones bárbaras a España.
XXXIV. - Entran los godos en España, y de los reyes que hubo de aquella nación hasta Amalarico; y de san Justo, obispo de Urgel.
XXXV. - Del rey godo Teudio, y del concilio que se celebró en su tiempo en la ciudad de Lérida, de los pueblos ilergetes.
XXXVI. - De los obispos ha habido en Lérida y Huesca, ciudades principales de los pueblos ilergetes.
XXXVII. - De los obispos de Lérida que fueron después de la pérdida de España, hasta el año 1433, en que murió don Jaime de Aragón, último de los condes de Urgel.
XXXVIII. - De los obispos de Huesca, desde el primero de ellos, hasta don Hugo de Urries, que lo era cuando murió don Jaime de Aragón, último conde de Urgel.
XXXIX. - Prosigue la historia de los reyes godos, desde Teudiselo hasta Recesvinto, y los obispos de Urgel que hubo en este tiempo.
XL. - De los últimos reyes godos, y de la pérdida de España.
XLI.- Del estado en que quedaron las cosas en Cataluña. Venida de algunas familias ilustres, y muerte de Otger Catalon.
XLII.- Dapifer de Moncada, por muerte de Otger, es capitán de los catalanes, y venida de Carlo Magno a Cataluña.
XLIII. - De la creación del título de conde de Barcelona, de Urgel, vizconde de Ager y otros.
XLIV.- De Armengol de Moncada, primer conde de Urgel, y vida de san Hermenegildo, de quien deriva este nombre. - De cómo el nombre de san Hermenegildo fue muy recibido en España, y de los muchos nombres que de este se han formado. - Prosíguense los hechos que se saben de Armengol de Moncada.
XLV. - De Sunyer, segundo conde de Urgel.
XLVI. - De la vida del conde Borrell, tercer conde de Urgel.
XLVII. - Que contiene la vida de Armengol de Córdoba, cuarto conde de Urgel.
XLVIII. - De Armengol, el Peregrino, quinto conde de Urgel.
XLIX.- De Armengol de Barbastro, sexto conde de Urgel.
L. - Que contiene la vida de Armengol de Gerp, séptimo conde de Urgel. - De la conquista de Balaguer, y descripción de aquella villa.
LI. - En que se escribe la vida de Armengol de Moyeruca, octavo conde de Urgel.
LII. - De Armengol de Castilla, nono conde de Urgel. - Privilegio que dio a la ciudad de Balaguer, en que hace francos en alodio todos sus términos. - Conquista de la ciudad de Almería, y todo lo demás que se sabe de este conde de Urgel, hasta su muerte.
LIII. - que trata de Armengol de Valencia, décimo conde de. Urgel.- De la donación que hizo el rey don Fernando de León al conde Armengol, de los lugares de Almenarilla y Santa Cruz. - Principio del sagrado orden Premostratense, y de un monasterio que edificaron de él los condes de Urgel en su condado. - De la muerte, hijos y testamento del conde.
LIV. - Que contiene la vida de Armengol, octavo de este nombre, y undécimo conde de Urgel.- De cómo el conde Armengol volvió en gracia del rey, so casamiento, y disgustos con Ponce de Cabrera. - Del casamiento del conde, muerte y testamento suyo.
LV. - Que contiene la vida de don Guerau de Cabrera, conde de Urgel. - Pretende don Guerau pertenecerle el condado de Urgel, y con mano armada se pone en posesión de él. - Doña Elvira casa con Guillen de Cervera.- De algunas memorias y testamento de esta señora y de su marido. - Acomete don Guerau el condado de Urgel, quítaselo el rey, y sucede la famosa batalla de Ubeda. - De las cosas que sucedieron en Cataluña durante la menor edad de él, y cómo el vizconde don Guerau con armas se apoderó del condado de Urgel. - El vizconde se reconcilia con el rey; doña Aurembiaix, hija del conde don Armengol, le pide el condado de Urgel. - De la donación que la condesa doña Aurembiaix hizo al rey de la ciudad de Lérida, y del pleito entre la condesa y el vizconde don Guerau.
- Continúa el pleito con la condesa y el vizconde, y de lo que se declaró, y cómo el rey tenía algunos lugares del condado de Urgel. - Cuéntase la presa de la ciudad de Balaguer, y de los ingenios y máquinas de guerra que usaban en aquellos tiempos.
- Prosigue la presa de la ciudad de Balaguer. - De la muerte del vizconde de Cabrera, de su linaje y sucesión.
LVI. - Que trata de la vida de Aurembiaix, XIII condesa de Urgel. - De los casamientos se trataron a la condesa, y de que solo tuvo efecto el del infante don Pedro de Portugal.
- De lo que hizo el infante don Pedro después de renunciado el condado de Urgel, hasta que murió.
LVII.- Vida de don Ponce de Cabrera, XIV conde de Urgel.- Pretende el conde don Ponce tocarle el condado de Urgel, y mueve guerra al rey. - De la concordia hicieron el rey y el vizconde sobre el condado de Urgel.
LVIII. - De don Álvaro de Cabrera, XV conde de Urgel y vizconde de Ager. - Venida de don Álvaro, y cómo por muerte de su hermano heredó de su padre. - Del pleito que se movió entre el conde don Álvaro y doña Constanza, su mujer, sobre la validez de su matrimonio.
- De lo que hizo doña Cecilia de Foix después que el conde volvió con doña Constanza de Moncada; y de lo que declararon los obispos de Francia.

Fin del índice.


domingo, 28 de junio de 2020

HISTORIA DE LOS CONDES DE URGEL. Capítulo I.


HISTORIA DE LOS CONDES DE URGEL.

Capítulo I.

En que se describen los pueblos Ilergetes.

Están el condado de Urgel y el vizcondado de Ager en el Principado de Cataluña, en una partida o región de tierra que los antiguos llamaron los pueblos Ilergetes, nombrados así de la ciudad de Lérida, llamada de ellos Ilerda, que fue la cabeza y pueblo más principal de ellos. Ocupaban muy gran parte del reino de Aragón y Principado de Cataluña, y no acaban de determinarse los autores qué tierra era la que correspondía bajo o dentro los límites de estos pueblos; pero siguiendo la más común y cierta opinión, hallo que, mirados todos juntos, eran de figura cuadrangular y constaban de cuatro lados y puntas. El primer lado, de la parte de oriente, tenía la distancia de tierra que corre desde la fuente del río Gállego hasta la fuente o nacimiento del río Llobregat, fingiendo o tirando una línea de la una fuente a la otra. De la parte del mediodía, les dieron Florián de Ocampo y otros por límite el río Segre; pero es cierto dilatarse muy gran espacio de tierra de la otra parte del dicho río, extendiéndose hasta los montes de Segarra y tirando o fingiendo una línea desde la fuente del Llobregat hasta el río Ebro. Por la parte de poniente tenían al río Ebro, cuanto discorre de la entrada del Gállego hasta la villa de Flix, que está a las orillas del mismo Ebro; y por el septentrión, considerada cierta raya, según la postura que Tolomeo señala, desde la fuente del Gállego hasta el Ebro, dividiendo la región de estos Ilergetes de otros españoles nombrados Vascones. Hay dentro de esta tierra diez ríos caudalosos, cuyas riberas son tan pobladas y fértiles, que pocas en España las aventajan. El más principal de estos ríos es Ebro, al que Marineo Siculo da el primer lugar entre los ríos de España, como aquel de quien esta provincia fue llamada Iberia, según dice Plinio (Lib. 3, c. 3.): quem propter universam Hispaniam Graeci appellavere Iberiam; y tiene su nacimiento cerca de un puerto llamado Fuentible, que es lo mismo que fuentes de Ebro, que está cerca de Aguilar del Campo, y corre a raíz de Cantabria, atraviesa Navarra, Aragon y Cataluña, y después de haber corrido más de ciento y diez leguas, junto a Tortosa entra en el mar Mediterráneo, con tan grande furia, que gran trecho aun queda su agua dulce y sabrosa. Es río navegable, y antiguamente lo fue mucho más; y en tiempo de los romanos se navegaba hasta Logroño, en el reino de Navarra, que, comparado, lo que hoy se navega es poco; y así parece que quieren afirmar algunos autores (Garibay), que Tubal, cuando vino a poblar España, empezó por Cantabria, subiendo y navegando por este río arriba. Recibe en sí diez y siete ríos grandes y caudalosos, sin las otras muchas aguas que entran en él de Navarra, Aragón y Cataluña. Abunda de mucha pesca, especialmente de sábalos, que son admirables: sus aguas son muy sanas y apacibles, y las estiman mucho las mujeres, por hacer las manos y cara muy blancas y blandas; y por esto son traídas de unas partes a otras: cujus aqua, dice Sículo, vel ad bibendum, vel ad lavandum perutilis, in cadis ad regiones alias transfertur; ea siquidem manus albiores et facies molliores facit, et pota, corpora saniora; y finalmente, cuando fue la seca general de España, no quedó en ella cosa verde sino fue en la orilla de este río y de Guadalquivir.
Segre es el otro río que hay en estos pueblos; y este traviesa por el condado de Urgel: es muy celebrado por haber salido de sus riberas los pobladores de la isla y reino de Sicilia, que le dieron el nombre de Sicania. Llamáronle los antiguos Sicano y Sicoris o Segre los modernos. Vivían en sus orillas una gente que se llamaban Sicanos: estos, dice Tucídides que echaron de sus casas y moradas los Sigios, gente húngara, feroz y bárbara, que, dejada su tierra, vinieron a poblar en España, movidos por ventura del oro y plata que manó del incendio de los Pirineos, que convidó a muchas naciones bárbaras, que vinieron para gozar del tesoro que aquellos montes dentro de sus entrañas tenían. Salidos de aquí los Sicanos, pasaron a la isla de Sicilia, que hasta entonces se llamaba Trinacria, por razón de las tres puntas o promontorios que hace, y quedó con el nombre de Sicania, y vivieron en ella mucho tiempo nuestros Sicanos; y Tucídides, autor griego, que vivía el año 450 antes del nacimiento de Jesucristo señor nuestro, afirma, que en su tiempo aún había descendientes de aquella nación, que tenían una parte de aquella isla, hacia el occidente. Marineo Sículo da otra causa de haber pasado esta gente a Sicilia, y dice que hubo en la España citerior algunas guerras civiles entre los vecinos y moradores de las orillas del Segre, y los que quedaron vencidos dejaron esta provincia y pasaron a Italia, y de aquí a Sicilia, donde llegaron cansados y codiciosos de tomar asiento y reposo; y por hallar aquella isla casi deshabitada, conociendo su fértil y buen terruño, se quedaron en ella; y Silio lo cantó con estos versos:

Post dirum Antiphae sceptrum et ciclopea regna,
Vomere verterunt primum nova rura Sicani;
Pyrene missit populos, qui, nomen ab amne
Asciti patrio, terrae imposuere vacanti.

Lleva este río arenas de oro, que se coge en él con harta abundancia, y por eso son sus aguas muy saludables: nam aureas affert arenas, et potus est valde salubris. Recoge el Cinca, las dos Nogueras, Pallaresa, porque viene del marquesado de Pallars, y Ribagorzana, porque viene del condado de Ribagorza, y Balira, que viene por la parte del septentrion, y después de haber regado y fertilizado mucha tierra, desaguan en él. Por la parte del mediodía recibe los ríos de Bragos, Lo Corp, Sió y río de Cervera, que traviesan y fertilizan el llano de Urgel; y con estos ríos que, entrados en él, pierden su nombre, y con otras muchas aguas que recoge, después de haber regado y fertilizado gran parte de tierra, acaba en Ebro, que, recogiéndole en sí, le quita y acaba el nombre.
Es notable este río, pues en él, por permisión divina, recibió la hija de Herodias el justo castigo de haber complacido a su impía madre, pidiendo la cabeza del santo precursor Bautista; y fue que los delitos y maldades de Herodes Antipas y de Herodias, su manceba, les merecieron ser echados de Judea y desterrados a Francia y de aquí a Lérida, donde murió infelizmente; y Herodias bailando por su gusto sobre este río, que estaba helado, se rompió el hielo, y ella quedó sumergida, sacando solo la cabeza, que cortaron los mismos pedazos de hielo sobre que ella había bailado, pereciendo en aquel baile. Lucio Dextro, hijo de san Paciano, obispo de Barcelona, lo dice en su Omnimoda Historia, que apareció escrita en nuestros días, por estas palabras: Herodias vero, saltans super Sicorim, flumen llerdae, glacie concretum, summersa, miserabiliter periit. Pero mejor lo dijo Niceforo Calixto, aunque no nombra el río: Eundum filiae Herodiae erat brumali tempore, et fluvius trajiciendus, qui, cum glacie contractus coagmentatusque esset, pedes eum transibat; glacie autem rupta, idque non sine Dei numine, demergitur illa statim, capite tenus, et inferioribus corporis partibus lasciviens moltiusque se movens, saltat, non in terra, sed in undis: caput scelestum, frigore et glacie concretum, deinda etiam convulneratum, et a reliquo corpore, non ferro, sed glaciei crustis ressectum, in
glacie ipsa saltationem letalem exhibuit, spectaculoque ejus omnibus praebito, in memoriam ea que fecerat spectantibus revocat. Y de todo había hablado aquel apostólico varón san Vicente Ferrer, el qual en el sermón hizo en la fiesta del martirio del gran Precursor, dijo estas palabras: Filia vero ejus, cum super glaciem tripudiaret, ub ea glacies resolvitur, et ipsam in aquis continuò submersit, et modo tripudiat cum daemonibus in inferno. Herodes autem in exilium missus ab imperatore, et ibidem miserabiliter vitam finivit.
Hay edificados en esta región de los Ilergetes muchísimos pueblos: los más principales en Aragón son: Huesca, Gurrea, Montaragon, Ayerbe, Balbastro, Monzon, Benavarre, Ripop, Alcolea, Bellver, Fraga, Calamera, Vallobar, Alcubita, Perdiguera, Bujaraloz, Mequinenza, Xelse, Vililla y otros muchos. En Cataluña: Balaguer, ciudad y cabeza del condado de Urgel; la ciudad de Urgel llamada la Seo, donde reside el obispo y cabildo; Agramunt, Tárrega, Linyola, Bellpuig, Anglesola, Aytona, Camarasa, cabeza de estos dos marquesados, Pons, Oliana, Castelló de Farfanya, Áger y otros muchos, que, entre Aragón y Cataluña, pasan de más de cuatrocientas poblaciones con campanario (1: Ocampo, lib. 3°, c. a° ).
Tolomeo en su geografía, después de haber tratado de los Vascones y referido los pueblos hay entre ellos, dice estas palabras: et post hos etiam Ilergetes. In quibus civitates mediterraneae Bergusia, a la que da de longitud 16° y 30, y de latitud 43°, y la traducción italiana dice ser Balaguer; Celsa, de longitud 16°, y de latitud 42° y 45; Bergidum, que quieren algunos sea la Seo de Urgel (y con ellos el padre Gordoño en su Cronología), y tiene de longitud 15° y 30, y 42° y 30 de latitud; Erga, a la que da 15° de longitud y 45, y de latitud 42° y 15; Succosa, a la que da 15° y 10 de longitud, y 42° y 30 de latitud; Osca, que es la ciudad de Huesca, a la que da 16° de longitud, y 42° y 30 de latitud; Burtina, que dicen ser Balbastro, 15° y 10 de longitud, y 41° y 56 de latitud; Gallica Flavia, que dicen ser Fraga, a la que da 15° 30 de longitud, y 41° y 40 de latitud; Orcia, que dicen ser Alcarraz, 15° de longitud y 41° y 30 de latitud; y Ilerda, que es Lérida, 15° y 56 de longitud, y 41° y 26 de latitud.
De estos pueblos era la cabeza la ciudad de Lérida, a la que dan los historiadores varios fundadores. Unos quieren que haya sido Brigo, antiguo rey de España y bisnieto de Tubal, que reinó el año 400 después del diluvio y dejó fundadas muchas ciudades principales, y entre ellas fue la de Lérida. Otros atribuyen la fundación de esta ciudad a Hércules Libio, de quien dicen que, armado de una porra o maza y vestido de una piel de león, iba por el mundo domando monstruos, valiéndose de estas armas, porque aún no estaban inventadas las de acero que después se usaron para destrucción del género humano. Este, dicen que más de 1600 años antes del nacimiento de Jesucristo señor nuestro, llegó en el puesto donde hoy la vemos edificada, con muchos griegos de Acaya y del Ilirico que le seguían, y agradados de la tierra por su apacibilidad y grasura, y por ser en cierta manera semejante a la que ellos habían dejado en Grecia, edificaron en un montecillo que está casi en el medio del llano de Urgel, cuyas faldas baña el río Segre, una ciudad que en su lengua llamaron Ilerda, aludiendo al nombre del Ilirico que hoy decimos Esclavonia, de donde ellos habían salido. Juan Vazeo sigue la opinión de los que dicen ser fundación de Troyanos 1139 años después del diluvio, y que le dieron este nombre en honra del dios Apolo, a quien ellos llamaron llleus, y de aquí vino que muchos escriben Illerda con dos eles y lllergetes asímismo; pero hallamos en los poetas lo contrario, y hacen la primera sílaba breve, lo que no podría ser si se escribiese con dos eles. / Leyda, Lleyda, Lleida /
Es esta ciudad muy celebrada de César en sus Comentarios, por las victorias que cerca de ella alcanzó de Marco Varron, Lucio Afranio y Marco Petreyo, capitanes de Pompeyo; célebre en edificios, templos, casas y copia de vecinos; regalada por su fértil, apacible y dilatada huerta, y por las aguas del río Segre que bañan sus muros y la proveen con abundancia de pescado; ilustre por su antigua universidad, que ha dado al mundo una infinidad de varones doctísimos en todas facultades y ciencias, a la cristiandad un papa, que fue Calixto tercero, que en ella recibió el grado de doctor, como dice Platina, y a la iglesia un santo, que fue san Vicente Ferrer, que en ella recibió el grado de Maestro en Teología; y por eso la alaba Jacobo Mendedorpio en su tratado Academiarum orbis celebrium. Era antiguamente marquesado; y Ramón Berenguer, conde de Barcelona y príncipe de Aragón, se intitulaba marqués de Lérida y Tortosa, como parece en muchas escrituras de su tiempo.
Es est ciudad madre de la de Valencia, y de ella salieron mil mancebos y otras tantas doncellas que, después que el rey don Jaime la conquistó de los moros, la poblaron. Lérida le dio peso y medida, y le comunicó parte de sus armas o señal con que hoy señala la moneda de vellon de aquel reino; y de cuatro flores de lis que hacía Lérida en sus escudos, le dio una, y ella se quedó con tres, en premio de haber sido sus vecinos los primeros que la entraron cuando el rey don Jaime la tomó: reconoce Lérida a Valencia por hija y esta a aquella por madre, y con estos títulos se tratan, reconociendo siempre Valencia, como buena y agradecida hija, lo que debe a Lérida, su madre. Marineo Sículo, tratando de la moneda de Valencia, lo dijo muy bien: Caeterum Valencia suae monetae signum tamquam munus accepit ab Ilerda civitate; nam cum rex Jacobus Valenciam, mauris plenam, propugnatoribus obsideret, convocatis ducibus et cujusque civitatis praefectis, constituit, cunctis assentientibus, ut quae civitas primum Valenciae muros oppugnando prorrumperet et civitatem ingrederetur, ea, in suae virtutis et honoris memoriam, Valenciae colonias mitteret, et pondera, mensuras et monetae signum conferret. Cum igitur Ilerdae cives, acriter oppugnantes, primùm Valenciae muros dirruissent, expugnatam civitatem, mauris fugatis et occissis, ingressi, summa laetitia gestientes, ei, prout rex imperaverat, cultores adolescentes numero mille totidemque puellas virgines tradiderunt, et cum mensuris et ponderibus florem lilii unum quo monetam insignirent. Nam prius Ilerda quatuor in suis armis et insignibus lilii floribus utebatur, nunc vero tribus dumtaxat; quamobrem Valenciae gratissima civitas, in litteris quas ad Ilerdam scribit, eam matrem semper appellat, et in magnis rebus non secus ac parentem charissimam consulit; et Ilerda Valenciam filiam vocat, cujus commodis et honoribus diligenter incumbit.
Lucano en el libro tercero describe esta ciudad y con breves palabras comprende mucho de lo bueno que hay en ella:
Colle tumet modico, levique excrevit in altum
Pingue solum tumulo: super hunc fundata vetusta
Surgit Ilerda manu.

Acordóse de ella también Horacio en sus sermones, cuando hablando con su poema, le dice:

Contrectatus ubi manibus sordescere vulgi,
Corporis aut tineas pasces taciturnus inertes,
Aut fugies Uticam, aut unctus mitteris Ilerdam.

domingo, 26 de julio de 2020

CAPÍTULO LVII.

CAPÍTULO LVII.

Vida de don Ponce de Cabrera, XIV conde de Urgel. - Pretende conde don Ponce tocarle el condado de Urgel, y mueve guerra al rey. - De la concordia hicieron el rey y el vizconde sobre el condado de Urgel.

Grande estorbo le pareció al vizconde de Cabrera que le había quitado para cobrar el

condado de Urgel, el hab* muerto sin hijos la condesa Aurembiaix, a la cual por testamento de Armengol VIII, su padre, pretendió sucede* porque muriendo ella sin hijos, había llamado a María Miracle, su hermana, que ya por estos tiempos era muerta, Ponce, que era nieto de ella, pretendía ser preferido a don Guillen de Cardona, primo que era de la condesa Aurembiaix, decía que no había podido disponer la condesa * favor del infante don Pedro del condado de Urgel, y menos transferirle en mano del rey, por ser prohibidas de derecho las transportaciones de cosa litigiosa en mano poderosa. Al principio se persuadió el vizconde, que el rey se lo volvería graciosamente, así como lo había hecho con el padre. Estaba el rey en Barcelona, y fue allá el vizconde a suplicárselo; pero el rey lo iba dilatando, porque no tenía tal obligación, porque no pasaba al vizconde el derecho de su abuela María Miracle, la cual murió sin verse heredera de los bienes de Armengol VIII, su hermano, y que Aurembiaix pudo hacer de ellos a su albedrío; en lo que el rey no se apartaba de lo que era razón y justicia: pero el viconde, que no estaba hecho a estas sutilezas de derecho y debía aborrecer los pleitos, así como su padre, resolvió hacerse él mismo la justicia, y tomar por fuerza la posesión que el rey no le quería dar. Tomó las armas, convocó gentes de guerra, y con ellas se entró en el condado de Urgel, ocupaado los pueblos que podía, y causando grandes daños en los que le resistían, sin reparar en el respeto que se debía al rey, olvidado del rigor con que trató a su padre, cuando no quiso obedecer y estar a lo de justicia con la condesa Aurembiaix, y de todo tenía noticia Ponce, por haberse hallado en todo, y dejado en manos del rey los lugares que tenía en el condado, que eran muchos, cuando el rey llamó a juicio a su padre con la condesa Aurembiaix. Parece que estos condes de Urgel, descendientes de la casa de Cabrera,
siempre quisieron resistir a la voluntad del rey, sin advertir si lo que pretendían era justo o no, guiados por su antojo y propio parecer (y porque eran más tontos que el que asó la manteca); lo que causó grandes daños en sus tierras y vasallos. Estos movimientos tuvieron principio después de muerta la condesa, y uno de los impulsos mayores que tuvo el rey, para concambiar el condado de Urgel con las * de Mallorca y Menorca, fue porque don Ponce no se *derase de dicho condado, desposeyendo de él al infante Pedro. Las quejas que don Ponce tenía era la donación * la ciudad de Lérida en favor del rey, y la deja que * condado de Urgel había hecho la condena en favor del infante don Pedro, y el concambio que él había hecho por * islas con el rey. Estas alteraciones duraron cerca de cuatro años, porque el vizconde tenía buenos valedores, que eran Arnaldo de Castellbó, que era feudatario del condado Urgel, Roger Bernat, sexto conde de Foix, Arnaldo Rog* conde de Pallars, con muchos señores de Aragón y Cataluña * estos se juntaron en Solsona, y allá se confederaron *contra el rey, por parecerles que cualquier disgusto que el rey d*se a uno de ellos redundaba en daño de todos, y podía *suceder lo mismo a cada uno de ellos, y así se solían confederar, hasta que el disgustado quedase satisfecho; pero no * tan grande el poder de ellos, que bastase a resistir al *rey el cual, con numeroso ejército, puso cerco en el castillo * Pons, donde se habían acogido, y les dio batería con las máquinas terriblemente, y taló la campaña de aquel y otros pueblos que, por fuerza o por grado, se habían declarado por el vizconde.
Era obispo de Urgel en esta ocasión Pons de *Vilamur Berenguer de Eril lo era de Lérida, y ambos varones * gran calidad y prudencia, y estaban muy apesarados de estas guerras. Estos, por evitar el daño que recibían sus feligreses y súbditos, se pusieron de por medio, y trataron concierto entre el vizconde y el rey, porque a la * hicieron conocer que era intentar imposibles el tomar armas * contra de un rey que tan poderoso era y bien quisto de todos sus vasallos, por grandes y reales virtudes y merecimientos, que no solo le hacían amable a los suyos, pues aún a los estraños, y hacía ya proceso contra el vizconde, queriéndole castigar por inquieto y revoltoso y usurpador del patrimonio real, según por justicia fuese declarado; y así, aconsejado de los dichos obispos, dejó su porfía y se sometió a la voluntad del rey, el cual, como rey justo, quiso pasar por lo que fuese de justicia, como solía. Esto todo pasó en Barcelona; y después, miércoles, a 12 de las calendas del mes de febrero, que es 21 de enero de 1235, en Tárrega, se hizo auto de este concierto, y fue, que el dicho Ponce de Cabrera voluntariamente se puso a merced del rey, con ánimo de hacer todo lo que el rey le mandase, el cual, aceptando esto, ordenó que las ciudades de Lérida y Balaguer fuesen en propiedad y franco alodio del rey y de sus sucesores, y el rey le dio en feudo los castillos y villas de Linerola, Menargues, Albesa, Albelda, y todo aquello que pudiese cobrar del condado de Urgel, y quiere que lo tenga en feudo del rey, prometiéndole para ello su favor y ayuda, y que las villas de Calasans, Tartareu * Pinsá, Ager y Casserres las tenga francas, y que los conciertos hechos entre el rey y Ramón de Peralta, ya dichos, queden salvos, haciendo él lo que estaba obligado; y el rey en dicho auto le llama conde de Urgel, del cual título usó toda su vida, y el rey se quedó con el mismo, así que, en un tiempo había dos títulos de conde de Urgel, uno en persona del rey, y otro en persona del vizconde, como también había sucedido en tiempo del rey don Pedro, con Guerau de Cabrera, padre de Ponce: y porque el dicho auto viene a propósito, sacado del Archivo Real de Barcelona, le *traigo
aquí por entero, y es el que se sigue:

In Christi nomine: manifestum sit omnibus quod post m* contenliones guerras et placita diutius agitata inter domin* Jacobum Dei gratia regem Aragonum ex una et inter *Pontii
de Capraria
ex altera super comitatu Urgelli et super juri* que comes Urgelli consuevit habere in civitate Illerde et su* guerris et damnis hinc inde datis tandem dictus Pontius *de Capraria per planam suam et spontaneam voluntatem missit * in posse domini regis predicti juramento in forma que infer* continetur. Ego Pontius de Capraria de plana nostra et spontanea voluntate juro per Dominum et hec sancta Evangelia cor* me posita quod de tota querimonia et demanda sive petitio* comitatus Urgelli et de omnibus aliis querimoniis quas *proponebam vel proponere poteram contra vos dominum Jacobu*
regem
predictum vel vos contra me stabo ad bonam mercede* vestram et ad vestrum bonum et legale causimentum et sta* de his omnibus supradictis ad quodcumque mandatum mi* inde facere volueritis. Nos igitur Jacobus rex predictus *recipimus vos dilectum nostrum Pontium comitem Urgelli in nost* posse in forma superius comprehensa exprimentes cons* nostrum bonum et legale causimentum in hunc modum: q* civitas Illerde et jura que comes Urgelli consuevit ibi habere* castrum et villa de Balagario cum terminis et pertinentiis *suis et juribus universis sint semper nostra et nostrorum succesorum per alodium francum perpetuo possidenda imponen* vobis jam dicto Petro comiti (Petro; Ponce, Pontius, Ponç, Pons) et vestris succesoribus silentium perpetuum in premissis. Preterea damus concedimus et *com damus vobis in feudum castrum et villam de Acrimonte et castrum et villas de Linerola de Menarguis de Albesa et de Albelda et ea que vos adquirere et recuperare poteritis de *comitatu predicto ut ea per nos et successores nostros vos et successores vestri habeatis et teneatis in feudum ad fidelitatem nostram * nostrorum successorum et ad bonam consuetudinem *Barchinone et habeamus ibi semper pacem et guerram contra omnes *homines et nullus contra nos et detis nobis et nostris successoribus *irati et paccati potestatem de omnibus et singulis supradictis *quandocumque et quotiesqumque per nos vel per nostras literas *el per nuntium nostrum inde fueritis requisiti: et concedimus *vobis omnes actiones quas habemus contra quemlibet possi* entem aliquid de comitatu predicto et in vestro jure juvabimus * et defendemus et de comitatu predicto et de omnibus pos* vos valere contra omnes homines exceptis semper nobis et successoribus nostris. De Calasantio autem et de Tartareu et * Pinsano et de Ager et de Casserris nunquam potestatem tene*ini nobis dare nec successoribus nostris conventionibus autem *er nos et Raymundum de Peralta habitis in suo robore dura*is ipso faciente vobis justitie complementum. De his omnibus * singulis fideliter observandis recipimus vos in hominem * a vobis juramento et homagio quod juramentum et homagium facietis vos et successores vestri nobis et nostris successoribus per secula cuncta. Nos igitur Pontius comes Urgelli *edictus cum gratiarum actionibus et cum spontanea voluntate recipimus dictam mercedem et dictum vestrum bonum * legale causimentum et tenemus nos pro pacatis bene per * et nostros successores de omnibus supradictis promiten* virtute sacramenti et homagii quod in presenti vobis * per nos et successores nostros quod omnia et singula * superius continetur tenebimus et observabimus et attende*us fideliter ad bonam fidem. Denique omnia placita et deman* quas inter nos possemus demandare vel facere aliqua ratio* usque in hodiernam diem ad invicem perpetuo absolvimus * deffinimus et relaxamus. Datum apud Tarregam die mercurii XII* kalendas februarii anno Domini M.C.C.XXXV. (1235).
Sig+num Jacobi Dei gratia regis Aragonis et regni Majoricarum comitis Barchinone et Urgelli et domini Montis-pessulani.
Sig+num Pontii Dei gratia comitis Urgelli qui hec laudo * et concedo et testes firmare rogo.
Hujus rei testes sunt Gombaldus de Ribelles.- Petrus Cornelii majordomus Aragonis. - Guilelmus de Cervaria.- Petrus de Granyana.- R. de Cervaria. - R. Berengarius de Ager.
- Eximenus de Orrea.- Petrus de Vilamuro. - Frater Ugo de Forcalquerio magister Hospitalis. - Domnus Atorela.
Sig+num Guillermi qui de mandato domini regis et de Pontii comitis Urgelli pro Guillermo de Sala notario domin * gis hanc cartam scripsit loco die et anno prefixis.

Con estas capitulaciones y con lo que el rey le había de * que, mirada su justicia, era harto, quedó el ánimo de P* quieto y sosegado, sin pasarle ni aun por la cabeza *volver a intentar novedades y alterar la paz y sosiego de Cataluña y Aragón, antes bien en unas cortes que dice Zurita celebró en Monzón el rey don Jaime el año 1236, fu* dicho Ponce uno de los que asistieron a ellas, y lo *mismo fue en otras celebradas en Lérida el año 1240, según *parece en el título de la Santa Fé Católica, cap. 3, e* Constituciones de Cataluña; y poco después, que f* 16 calendas de febrero de 1242, le dio el rey, por *na amor y voluntad, el castillo y ciudad de Balaguer, * feudo, a uso de Barcelona, y que siendo requerido, * obligado a darle las tenencias del dicho castillo; y el *conde lo aceptó, y ratificó al rey la donación o título que *vor tenía de la ciudad de Lérida, que, como queda *dicho, se la había dado años atrás la condesa Aurembiaix, y *prometió no pedir nada al rey de lo que él tenía del *condado de Urgel, y en caso que lo haga, quiere que ni Geral*
Cabrera, su hermano, ni Guillermo de Moncada, ni Ramón Berenguer de Ager, ni Ramón de Peralta le valgan ni favorezcan, aunque estaban obligados a ello, por tener a* nos feudos por el conde. Esto se hizo delante de Fernando* infante de Aragón, don Vidal de Cañelles, obispo de Huesca, de H., castellano de Amposta, Berenguer Ramón de Ribelles, Berenguer de Anglesola, Pedro Pérez, *justicia de Aragón, y Berenguer de Finestres; y está este auto en el Archivo Real, armario de Urgel, n°. 188.
Murió el año de 1243, después de haber gozado trece años el título de conde de Urgel: casó con doña María Giron, hermana de Rodrigo González Giron, de quien descienden por recta linea los duques de Viana, condes de Ureña. De esta señora dice el doctor Gudiel, en el árbol de la casa de los Girones, que casó con don Martín Alonso, hijo del rey don Alonso segundo de León; y debió ser así, según lo discurro, pues él lo dice; que lo que yo he hallado, es que casó también con don Ponce, conde de Urgel. Pruebo este segundo casamiento con el dicho de los testigos dados por parte de doña Constanza de Moncada, en el pleito que llevaba con don Álvaro, su marido, y que están en el armario de Urgel, del Archivo Real de Barcelona; y de este matrimonio quedaron cuatro hijos varones y dos hembras: estos fueron Armengol, a quien el padre nombró por heredero, y muerto este sin hijos, como murió, a su hijo Rodrigo, que era el segundo, que se criaba en Castilla, a quien dejó todo lo que tenía allá y le había venido por razón de doña Elo, su madre, y de don Pedro Fernández, su tío, y por cualquier otra causa y razón; muerto este, llamó a Guerau, que era su cuarto hijo, nacido aquel mismo año en que él murió, a quien había heredado de todos los alodios y feudos que tenía en Ribagorza, excepto Albelda, y de mil mazmudinas jusefinas, llamadas así por haberlas batido el rey Jusef, moro, de Granada, y valía cada una …. sueldos; y estas había asegurado sobre la villa y castillo de Algerre; y quiere que el dicho hijo sea canónigo de la iglesia de Tarragona, y ruega al arzobispo y canónigos de aquella iglesia que le acepten con las dichas mil mazmudinas, y que mientras que tardare el heredero a pagar aquellas sean el dicho castillo y villa de Algerre, si ya no ca* sen Jaime de Cervera o Raimundo, su hermano, que *lo habían empeñado al conde; y si muriere antes de ser orde* en órdenes sacros, que las dichas mazmudinas queden * iglesia de Tarragona, y se sustenten de ellas dos clér* que rueguen para siempre a Dios por su alma y de sus *sucesores; y si el dicho don Guerau falleciere sin hijos, ins*ye heredero a Ponce, que era su hijo tercero, a quien * mil morabatines alfonsíes, que era cada uno de valor de * sueldos, y llamaban alfonsíes, por diferenciarse de * que valían siete sueldos; los cuales con su hijo ofrece * iglesia de Santa María de la Seo de Urgel, rogando al *obispo y cabildo le admitan en canónigo, y les da todo aq*
que él recobra, juste vel injuste, de la villa y hombres * Ivars; y si el dicho hijo muriese antes de tener órdenes *cros, queden los dichos morabatines a la dicha iglesia, * sustento de dos sacerdotes, que para siempre rueguen * Dios por su alma; y añade, que si el mismo viniere a *suceder al condado, y por eso no pudiere ver sacerdote, y *tuviere más de un hijo, ofrezca el uno de ellos a la iglesia * Santa María de Urgel, el cual, ocupando el lugar de su padre, ruegue a Dios por su alma; y muriendo don Ponce *sin hijos, llama a doña Eleonor, que era su hija mayor, y *casada con don Ramón de Moncada, a quien manda que *se pague lo que se le queda debiendo de la dote, y cobre * ella el castillo y villa de Oliana, y le dé el de Ayebut; y *muriendo esta sin hijos, llama a doña Marquesa, que era *la hija segunda, y estaba casada con Guillen de Peralta, y * había de ella dos hijos, que eran don Guillermo y don Ramón * y muriendo esta sin hijos varones y legítimos, suceda en el condado de Urgel y vizcondado de Ager su hermano don Guerau de Cabrera, vizconde de Cabrera, y sus hijos varones el uno en pos del otro, y que el que sucediere, así sus hijos como los de don Guerau de Cabrera, su hermano, se hayan de
nombrar y tomar el nombre de Armengol, y lo repite muchas veces y dice ser esta su voluntad; de lo que se echa de ver el caso y estima que hacían de este nombre, así en
memoria de san Hermenegildo, de quien se tomó, como también de san Armengol, obispo de Urgel, el cual nombre, como apuntamos arriba, fue en esta casa tenido por felicísimo y muy próspero, y se llamaban de él, hasta que sucedió en ella don Guerau Cabrera; pero después le volvieron a tomar.
Por albaceas y ejecutores nombró al arzobispo de Tarragona, al obispo de Lérida, al abad de Nuestra Señora de Bellpuig, del orden premostratense, y a sus succesores, a don Guerau, su hermano, vizconde de Cabrera, a Ramón Berenguer de Ager, Ramón de Peralta y Ramón de Anya; y porque quedaban sus hijos pequeños y había muchas deudas, mandó que estos albaceas tomasen por espacio de diez años todos los frutos, réditos y rentas del condado y vizcondado, y las empleasen en sustentar a sus cuatro hijos, y que a cada uno de ellos le fuese dada la renta de un año, y que de los frutos de los tres primeros se paguen a doña María, su mujer, dos mil morabatines, esto es, mil que de ella había recibido, y otros mil que le deja, todos a su voluntad, con que haga difinicion de cualquier pretensión tenga contra sus hijos; y que a Santa María de Bellpuig, monasterio del orden premostratense, fundación de sus predecesores, se paguen quinientos morabatines, y al monasterio de Poblet *otros quinientos, y otras tantas mazmudinas jusefinas al monasterio de San Pedro de Ager, todas por satisfacción y enmienda de muchos servicios que de ellos había recibido; * al Hospital de Jerusalén de Lérida y a los frailes de él quinientos morabatines, con todas sus armas y caballos, y a más de esto la villa de Çaportella de Segriá, con todo el dominio y señorío que tenía en ella, y escoge en él sepultura (* Hospital es la iglesia que hoy se ve junto a la ciudad de Lérida, no lejos del monasterio del Carmen, que llaman Casa Antigua, que es priorato del orden de San Juan; y * dicha villa de Çaportella poseen hoy las religiosas del monasterio de Alguayre, que son de la misma orden); *y lo que quedare de los réditos de los dichos tres años, *quiere que los dichos marmesores y el prior de Santo Domingo *
el guardián de los frailes menores de Lérida y dos *hombres de cada una de las villas del condado lo dividan y *empleen en limosnas a lugares religiosos y píos, y que los frutos *
los siete años que quedan sean distribuidos de esta manera * esto es:
de los cinco primeros se paguen sus deudas y se satisfagan los agravios que él hubiese hecho, y de los * restantes se empleen por el alma de don Guerau de Cabrera, su padre, y se paguen sus obligaciones y lo que él *había ordenado y no se era aún cumplido; y que a los caballeros del Temple y a la casa que tienen en Corbins, y a los hombres de Vilanova de Corbins se paguen mil morabatines * satisfacción y enmienda de algunos daños que les había *do, y correrías había hecho en sus tierras, y que esos *morabatines pague Ramón Berenguer de Ager del precio * la compra que había hecho al conde de la villa de S* Licinia. Pasados los diez años, manda que entre su heredero en posesión del dicho condado, y del castillo de Monmagastre, que poseía Ramón de Anya, y de la villa y vizcondado de Ager, así como lo divide Noguera Ribagorzana hasta Corbins, excepto los lugares de Ayebut y Algerre, de quienes ya había dispuesto, y le encarga que: novos milites faciat omnes scutiferos quos ego quondum receperam ad cavalleriam aut solvat eisdem quingentas mazmutinas josephinas secundum quod plus quod minus valeant eas habeant ad invicem et dividant; y prohíbe a sus herederos que no puedan dar vender o cambiar perpetuamente ningún castillo o villa para pagar lo sobredicho. Y después confirma todos los privilegios, libertades, donaciones y franquezas que sus predecesores hasta aquel día habían concedido a los barones y lugares religiosos y cualquier otras, y aprieta y encomienda esto con grandes veras. Suscribieron a este auto don Pedro, arzobispo de Tarragona, don P., obispo de Lérida, y fray Juan, abad de Nuestra Señora de Bellpuig, y los demás marmesores lo firmaron. Recibióle fray Guillen de Subirats, sacristán de Bellpuig, en la ciudad de Balaguer, a 5 de junio de 1243, y dice que era en ocasión que volebat *pergere ad curiam venerabilium regis Francorum et regis Aragonum
apud Sanctam Mariam de Podio, que quería ir a la corte de los venerables el rey de Francia y el de Aragón, en Santa María del Puig. No nombró curadores; pero fuéronlo su
hermano don Guerau, vizconde de Cabrera, y Jaime de Cervera; y este, por muerte del otro, se encargó de todo, y fue gran privado del conde don Álvaro, y gobernó mucho tiempo sus estados. Fue sepultado en la iglesia del Hospital de Jerusalén, de la ciudad de Lérida,como él lo había mandado.


jueves, 2 de julio de 2020

CAPÍTULO XXVII.


CAPÍTULO XXVII.

Nace Cristo señor nuestro. Heródes es desterrado a Lérida. Muere Herodías en Segre, y cuantos Herodes ha habido.

Fue el imperio de Octavio César dichoso, feliz y afortunado: gozó el mundo de paz universal; cerráronse en Roma las puertas del templo de Jano, cosa rara y singular, porque no solía cerrarse sino en tiempo de paz universal, y solo le hallamos haberse cerrado cinco veces: la primera al tiempo de Numa Pompilio, la segunda después de la primera guerra púnica y las tres en el imperio de Octavio. Pero ¡qué mucho que en estos tiempos se cerrase, pues sucedió en ellos la cosa más alta y de mayor maravilla y espanto que en el mundo, después que fue criado, ha sucedido y pudo suceder, y puso no solo admiración en la tierra, mas aún los ángeles en el cielo también se espantaron con tan soberana maravilla, como es el hacerse Dios hombre y nacer como tal ! Por lo que, y con mucha razón, fue este siglo el más dorado y dichoso que jamás haya sido ni puede ser, por haber la bondad inmensa del eterno Dios enviado al mundo a su unigénito Hijo, rey pacífico, príncipe de paz y Dios de toda consolación; y en cumplimiento de lo que habían profetizado los santos profetas, se mostró a los hombres en carne humana, hecho hombre y nacido de una virgen santísima, y con una nueva luz que trajo a la tierra, enseñó al género humano descarriado y perdido, y le allanó el camino de la salud, restituyendo la justicia que andaba desterrada del mundo, y alcanzando, con su muerte, perdón de los pecados, fundando la Iglesia santa, cuyos ciudadanos y parte somos todos aquellos que, por beneficio del mismo Dios, hemos recibido por todo el mundo la religión cristiana, y con la fé pura y firme la conservamos.
Con este tan divino principio proseguiré nuestra historia, contando los señores que tuvieron los pueblos ilergetes y las cosas más notables que acontecieron en ellos, y del modo que comenzaron a tener conocimiento de Cristo señor nuestro, y cómo, por su misericordia y gran merced, se fue en gran manera acrecentando en ellos la fé y religión cristiana, produciendo muchos santos y personas ilustres en virtud y piedad que fueron el ornamento y decoro de esta tierra. No contaré cosas universales, que son propias de historia general, contentándome con referir cosas particulares y propias de mi instituto, salvo cuando, para inteligencia de esto, será necesario echar mano de lo general y común, guardando siempre el orden y sucesión de los emperadores romanos y reyes godos, y de los demás que señorearon estos pueblos.
Corría cuando nació Cristo señor nuestro el año 42 del imperio de Octavio, según el Martirologio romano, y gozábale este emperador con la mayor paz y sosiego que jamás otro rey ni señor hubiese gozado de sus señoríos: vivió hasta el año 16 de Cristo señor nuestro, y murió después de haber imperado cincuenta y cuatro años (1).

(1) La mayor parte de los cronologistas indican otras fechas; y de todos modos debe haber equivocación en las que señala Monfar, porque, según los datos que él mismo sienta, corresponderían a Augusto cincuenta y ocho, y no cincuenta y cuatro, años de imperio.

Sucedióle Tiberio, su hijo adoptivo, en cuyo tiempo, en el año 18 de su imperio, murió Cristo señor nuestro clavado en una cruz, para salvar a los pecadores, y abrir las puertas del cielo que el pecado del primer hombre había cerrado. Fue su muerte santísima a los 25 de abril, y a los treinta y tres años y tres meses de su edad.
En este tiempo pone Flavio, caballero español, natural de Barcelona, que fue prefecto pretorio de Oriente y gobernador de la ciudad de Toledo, hijo de san Pacian, obispo de Barcelona, el destierro de Herodes y muerte de la bailadora Herodías; y porque su fin de estos aconteció, según dice el autor de aquel libro, en la ciudad de Lérida y río Segre, y a los que no lo saben es fácil la equivocación en los muchos Herodes que ha habido, y de quienes cada día oímos hablar en los oficios divinos y en los púlpitos, para inteligencia de lo que pasó en Lérida, referiré los que ha habido de este nombre y lo que hicieron, con la mayor brevedad posible.
El más anciano se llamó Herodes Ascalonita el Magno, y era idumeo, y su padre se llamó Antipater (anti+pater en latín: anti padre), y por esto algunos le llaman Herodes Antipater, y el senado romano le hizo rey de Judea (rex iudeorum, como en el INRI); y este fue el que habló con los magos, cuando iban en busca de Cristo señor nuestro, y mató (a) los inocentes, con pensamiento de hallar entre ellos a Cristo; y fue esto con tantas veras, que mató entre los demás un hijo suyo, y obligó a Augusto César a decir, que en casa de Herodes mejor era ser puerco que hijo, pues por no comerle, por serle prohibido por su ley, no le mataría. Este mandó reedificar desde los cimientos el templo de Jerusalén y reinó treinta y siete años.
Tuvo muchos hijos e hijas, y dejada la mayor parte de ellos, se hará mención de los que habla la Sagrada Escritura. Estos fueron Herodes Archelao, que le sucedió en el reino y reinó nueve años, y por algunas causas el emperador le quitó el reino y envió a Judea gobernadores, con título de procuradores: estos fueron, uno después de otro, Lucio Coponio, Marco Ambinio, Anio Rufo, Marco Valerio Graco, y Poncio Pilatos, que fue el peor de todos los hombres, y el que dio sentencia de muerte contra el Redentor de la vida y Salvador del mundo.
Otro hijo de Herodes Ascalonita se llamó Aristobolo, y a este su padre le mandó matar por algunas sospechas que tenía de él; dejó un hijo que llamaron Herodes Agripa, por diferenciarle de otro Herodes hijo suyo, que llamaron el Prisco o Mayor.
Otro hijo de Herodes Ascalonita fue Herodes Tetrarca, que llamaron Antipas a quien el emperador, quedando con el reino que había sido de su padre y hermano, le dio el título de Tetrarca, que era señorío o gobierno de una, dos o más ciudades, o de una provincia o parte de ella, con el mismo poder o jurisdicción que si fuera rey, salvo que no se intitulaba ni nombraba rey. a este Herodes Tetrarca llama la Sagrada Escritura rey, por ser hijo de rey y haber heredado parte del reino de su padre y hermano. Este fue el que tomó por fuerza a Herodías, mujer de otro hermano suyo, llamado Filipo, que era también hijo de Herodes Ascalonita, y vivía amancebado pública y escandalosamente con ella; y por habérselo reprendido el gran Bautista una y muchas veces, le mandó cortar la cabeza por dar gusto a la impía Herodías, su manceba, que, no contenta con haber cometido tan gran sacrilegio, siendo llevada la sagrada cabeza en un plato a la mesa donde comían, con un alfiler de su tocado le traspasó aquella divina lengua, en venganza de lo que había hablado contra sus pecados y escandalosa vida. Este Herodes fue ante quien, estando en Jerusalén, mandó Pilatos llevar a Cristo nuestro señor; y porque no le quiso responder, ni hacer alguna de las maravillas que él curiosamente le pedía, le menospreció y mandó vestir de una vestidura blanca, y tratándole de loco, le envió a Pilatos; y por estas y por otras maldades, después de haber gobernado su tetrarquía veinte y cuatro años, como dice el Sensovino, fue desterrado a Francia con las dos Herodías, la manceba y la bailadora hija de esta, y de aquí vinieron a Lérida, donde desdichadamente murieron, como diré después. Otro hijo del Ascalonita fue Filipo, y casó con Herodías, y de ella tuvo una hija que unos llaman Herodías y otros Salomé: el nombre primero es más cierto, si ya no fuese que los tuviese todos dos; y esta fue la bailadora a quien, en paga del baile, le prometió Herodes la mitad del reino, y ella, persuadida de la madre, pidió la cabeza del Bautista que valía más que todos los reinos del mundo; y esta Herodías, mujer de Filipo y madre de la bailarina, tomó por fuerza Herodes Tetrarca y la tuvo consigo, siendo vivo su hermano.
Otro Herodes hubo, a quien llamaron Agripa; y este fue nieto del Ascalonita que mató a los inocentes, e hijo de Aristobolo. Este fue el que para dar gusto a los pérfidos judíos mató al apóstol Santiago el Mayor, y mandó prender al apóstol san Pedro, para hacer lo mismo de él, si el ángel del Señor no le sacara de la cárcel, dejando burlados a los judíos que aguardaban su muerte. Murió este Herodes, según cuenta san Lucas en los Actos de los Apóstoles, en ocasión que celebraba ciertas fiestas en honra del emperador Claudio, y estando sentado en un suntuoso trono, haciendo cierto razonamiento al pueblo, cubierto con una vestidura tejida de plata, muy lustrosa, en que el sol hacía reflejos, y por adularle, el pueblo aclamó ser su voz no de hombre, sino de Dios, de lo que quedó el miserable tan ufano y ensoberbecido, que se desvaneció teniéndose por Dios, como decía el pueblo. El ángel del Señor le hirió con mortal enfermedad; y roído de gusanos y atormentado de insoportables hedores que salían de su cuerpo, dentro de breves días murió, llegando el justo y merecido pago de su soberbia y desconocimiento, experimentando ser no Dios, sino miserable y vil criatura.
Hijo de este fue otro Herodes, llamado Agripa junior, por diferenciarse del padre; y en tiempo de este los emperadores Tito y Vespasiano destruyeron la ciudad santa de Jerusalén, en castigo de la muerte que dieron al Salvador del mundo. Ante este Herodes fue traído el apóstol san Pablo, según refiere san Lucas en los veinticinco capítulos de los Actos de los Apóstoles; y de este dice el Bergomense, que no halla la sucesión que dejó.
Además de estos Herodes, hubo muchos otros de este mismo nombre; pero estos fueron los más señalados y de quienes habla la Sagrada Escritura.
De Antipas dice Flavio Dextro, que en compañía de Herodías, su amiga, fue desterrado de toda la Judea, y vino después a Francia y de aquí a España, y que en Lérida murió infelizmente; y que también Herodías, danzando o saltando sobre el Segre, río de Lérida, helado, miserablemente pereció sumergida en él. Con esta brevedad lo cuenta este autor; pero Niceforo Calixto ya lo dilata y declara más, salvo que calla el río. Dice aquel autor, que había de pasar un río en tiempo de hielo: con seguridad de su dureza, le pasaba a pie, y abriéndose, por permisión celestial, se hundió en él hasta la cabeza, y moviendo lo parte inferior del cuerpo, lacivamente bailaba, no en la tierra, sino en las aguas; y la cabeza malvada, después de atormentada del frío, apartada y cortada del cuerpo, no con hierro, sino con los pedazos del hielo rompido, hizo muestra de aquel mortal baile o mudanza, trayendo a la memoria de todos lo que había hecho y justamente merecido. a algunos ha parecido maravilla que los trozos del quebrado hielo pudiesen cortar la cabeza a la deshonesta bailadora; pero quien ha visto en tiempos de invierno el hielo que baja por aquel río, y la furia con que corre, entenderá que no solo es bastante a cortar una cabeza de un cuerpo humano, mas aún a romper un grueso árbol; y son tan grandes los golpes de estos pedazos del hielo, que hacen estremecer la puente de Lérida cuando dan en ella, como si la hubieran de derribar. Murió asímismo en esta ciudad Herodes, consumido de melancolía y tristeza. a Herodías, su amiga, aún viviendo su amigo Herodes, la usurpó un caballero español y después se la volvió, y a la postre murió infelizmente y vio la muerte de la maldita hija.

CAPÍTULO XXVIII.

CAPÍTULO XXVIII. 

Viene el apóstol Santiago a España, y predica en los pueblos Ilergetes: memorias que hay de esta venida, y otros sucesos hasta la muerte del emperador C. Calígula.- Del imperio de Claudio; venida de los apóstoles san Pedro y san Pablo a España, y cosas notables acontecidas en los pueblos Ilergetes hasta la muerte del emperador.

En el año 37 después de la natividad del Señor, en cumplimiento de lo que había mandado a sus sagrados apóstoles, que fuesen por todo el mundo predicando el Evangelio, vino Santiago el Mayor a España. De la certeza y verdad de esta venida no tengo qué decir ni probar nada, porque además de ser opinión común y averiguada de todos los historiadores, lo confirman las memorias y acuerdos que quedan de ella, que negarla sería impiedad; particularmente en la ciudad de Zaragoza queda la columna o pilar en que apareció al santo apóstol la Virgen nuestra señora.
Por qué parte entrase en España el glorioso apóstol y qué orilla fue la dichosa que le recibió, cuando vino de Jerusalén, está en duda; y aunque don Mauro Castellá Ferrer en su historia de este glorioso apóstol averigua con gran diligencia todo lo que toca a su vida y hechos, pero acerca de esta entrada por dónde fue no puede afirmar cosa cierta. Lo que da por firme y verdadero, es su venida a España, y haber predicado en Braga, Iria-Flavia, que hoy llaman el Padrón, en las ciudades de Lugo, Sevilla, Granada, Cartagena, Toledo, Astorga, Palencia y Julio-Briga, que algunos dicen ser Logroño; y en la corona de Aragón, en las ciudades de Zaragoza, Tarragona, Barcelona, Valencia; y
a las más dejó obispos y memorias de su santa predicación. Sin estas ciudades y otras muchas de España, llegó también a los pueblos ilergetes, y en ellos predicó; y en la ciudad de Lérida, cabeza de ellos, además de haber predicado el Evangelio, hizo muchos milagros, y entre otros sanó un pie a un peregrino, en cuya memoria está instituida en aquella ciudad una capilla que es llamada lo Peu del Romeu, y en memoria de estos milagros obró Dios por el santo apóstol, cada año, el día de su fiesta, hacen los niños unas lanternillas de papeles de colores, y meten dentro unas candelillas de cera, y con aquello andan por las calles celebrando la memoria del glorioso apóstol, y porfían entre ellos sobre qué lanternilla está mejor, cumpliéndose lo que dice el salmista: Ex ore infantium et lactantium, etc. Esto refiere el doctor Antonio Juan García, canónigo de Barcelona, en la historia de san Olaguer; y el Licenciado Gaspar Escolano, cronista del reino de Valencia, no solo afirma esta venida del santo apóstol a Lérida, pero añade haberse el santo aposentado en el Iugar donde hoy queda la dicha capilla, y todo aquel barrio se llama hoy El Pie del Romeu. El doctor Pujades dice lo mismo. Fue esta venida cuando el santo venía de Zaragoza a Tarragona y Barcelona; y así se puede afirmar por cosa cierta y averiguada, que los primeros pueblos de Cataluña que merecieron oír la predicación del santo apóstol y recibir la ley evangélica, fueron los pueblos ilergetes, en quienes había de dar el santo primero que en otros, por ser confinantes con Aragón, de donde venía; así que, se pueden con mucha razón gloriar los pueblos ilergetes de haber sido la primera tierra de Cataluña en que fue predicado el Evangelio, y experimentó el poder de Dios con los milagros del santo apóstol, patrón y amparo de las Españas, por cuyo medio recibieron nueva luz y conocimiento del verdadero Dios, cosa que generalmente desearon todos los españoles, pues es cierto que pocos meses después de muerto Cristo señor nuestro, según dice Lucio Dextro (que escribía con la zurda), o su autor, enviaron embajadores al Colegio Apostólico, para que alguno de ellos viniera a dar noticia de Dios, enseñar su ley sacrosanta y el camino del cielo, que con su muerte dejó llano y abierto para todos los que supiesen aprovechar su muerte y predicación.
De lo que pasó en Tarragona, y del primer obispo que dejó en ella y en Barcelona el santo apóstol, y demás cosas que hizo, lo dejo, remitiendo al curioso a Flavio Dextro y demás autores que tratan de ello.
Vivía por estos tiempos en la ciudad de Lérida Porcia Nigrina, hija de Cayo Porcio Nigrino, que fue cónsul en Roma. Esta señora casó con Cayo Licinio Saturnino, hijo de Cayo, y muerto él, quiso se perpetuara su memoria, como lo usaban los romanos, y se conserva en la Seo de Lérida en un mármol que está al lado del evangelio, en la capilla mayor, o junto a ella, en la pared, que dice de esta manera:
C. LICINIO
C. F. GAL.
SATURNINO
AEDIL. II. VIR.
PORCIA P. F. NIGRINA
UXOR.
Que Porcia Nigrina, hija de Porcio, mujer de Cayo Licinio Saturnino, hijo de otro Cayo, de la tribu Galeria, que había sido edil y del regimiento de la ciudad y sacerdote, dedicaba aquella memoria a su marido difunto.
Esta Nigrina fue muy alabada por el grande amor que tuvo a su marido, y cuando quemaban su cuerpo, como se usaba entre los romanos, quiso ser quemada con él, y lo fuera, si los que estaban con ella no la sacaran de las llamas. Fue este hecho muy admirado en aquellos siglos, y no lo pudo disimular Marcial, el cual, aunque siempre andaba en burlas, pero en este hecho cantó con muchas veras estos versos:
O faelix animo, faelix Nigrina marito,
Atque inter latias gloria prima nurus.
Te patrios miscere juvat cum conjuge census,
Gaudentem socio participemque viro.
Arserit Evadne flammis injecta mariti:
Haec minus Alcestim fama sub astra ferat.
Tu melius certe memisti pignora vitae,
Ut tibi non esset morte probandus amor.
Dichosa tierra y dichosos pueblos, que tales mujeres producían !
En el año 38 de Cristo señor nuestro, murió el emperador Tiberio César, después de haber gobernado el imperio romano veintitrés años, sucediéndole Cayo Calígula, que murió el año de 42, después de haber imperado tres años, poco más o menos.
Favorecía Dios a España, dándole por medio de santísimos predicadores la luz del santo Evangelio y doctrina cristiana, y cada día llegaban a ella varones verdaderamente apostólicos a trabajar en esta viña del Señor. En el año 44 vino de Jerusalén san Tesifonte, discípulo de Santiago, que le había acompañado cuando se volvió a Jerusalén. Era este santo árabe de nación, y antes que se convirtiera a la fé, se llamaba Abenatar; tuvo un hermano llamado Cecilio, que también es santo, y fue obispo iliberitano: nacieron el uno ciego y el otro mudo, y Cristo señor nuestro les dio vista y habla (vista al mudo y habla al ciego), y les encomendó al apóstol Santiago. Fueron estos dos hermanos de aquellos doce discípulos que traía consigo el apóstol y le iban acompañando por España, predicando el evangelio; y cuando el santo apóstol se volvió a Jerusalén, fueron con él, y después de haber padecido martirio, que fue el año de 42, y haberle dado sepultura, siete de ellos, que fueron Torcuato, estos dos hermanos, Segundo, Idalecio, Hesiquio y Eufrasio, se fueron a Roma, donde el apóstol san Pedro les hizo obispos y les envió a España, para continuar la predicación evangélica que su maestro había comenzado, como lo dicen claro Dextro y el papa Gregorio séptimo en una carta que escribió al rey Alfonso de Castilla, y lo refiere Baronio en las anotaciones al Martirologio romano, a 15 de mayo, que se celebra la fiesta de estos siete santos. Dejo los lugares donde predicaron los seis, y vengo a san Tesifonte, como a cosa nuestra. Este santo, viniendo de Roma, predicó el evangelio con gran fervor y fundó el cristianismo en la ciudad de Urgel. Así lo dicen fray Prudencio de Sandoval, dignísimo obispo de Pamplona, en la Historia de los monasterios del orden de san Benito de Castilla, y el padre Francisco Diago en la Historia de Valencia (lib. 4, c. 6.); y añade que la ciudad de Urgel se llama Vergidum, porque está en un lugar y asiento donde los montes Pirineos, tan nombrados, comienzan a torcerse y derribarse algún tanto a la parte del mediodía; y de aquella torcedora le vino el nombre de Vèrgido, que lo significa, como derivado del verbo vergo, el cual tiene esta significación; y no sería fuera de propósito afirmar qué este santo fuese el primer obispo de la ciudad de Urgel; y lleva camino, porque no es verosímil que habiendo en este tiempo obispos en Zaragoza, Barcelona, Tarragona, y no muchos años después en Tortosa, viniese a faltar en los pueblos o región de los ilergetes, que era de las pobladas y fértiles de España, donde predicó la palabra de Dios, viviendo santísimamente. Fue san Tesifonte hombre muy docto, y dejó escritos dos libros en tablas de plomo, para que durasen más; y por merced y favor de Dios, han comparecido en nuestros días, como diré después: el uno se llama Fundamentum Ecclesiae y el otro De Essentia Dei. Duró su predicación hasta el año 57, en que, como dice el autor de Dextro, fue al concilio iliberitano, que se iba juntando no muy lejos de donde está hoy la ciudad de Granada, donde iban llegando los discípulos de Santiago y otros para conferir cosas muy importantes al alto oficio que tenían; y antes que estuviesen allá juntos, llegó un ministro de Satanás, llamado Aloro, juez de Nerón y tal el uno como el otro, y les prendió y hurtó todo lo que tenían, y les mandó quemar, y pasando por este martirio, se fueron a gozar de Dios, cuya ley santa predicaban. Sus huesos y cenizas y los libros que estos santos dejaron escritos tomaron sus discípulos, y los escondieron en partes secretas, donde les dejaron hasta que el Señor, por quien murieron, lo descubriese para mayor gloria suya y consolación del pueblo cristiano; y fue del modo dirémos en el capítulo siguiente, que no es justo dejarlo, por ser cosa tocante a nuestro primer prelado y predicador.